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TEMA 7

1. EL CONTRATO: CONCEPTO Y CLASES

1.1 Concepto
El Código Civil español no contiene una verdadera definición de contrato. No obstante,
puede acudirse para una caracterización del mismo al art. 1254: “El contrato existe desde
que una o varias personas consienten en obligarse, respecto de otra u otras, a dar alguna
cosa o a prestar algún servicio”.

Albaladejo, por su parte, lo define como “el acuerdo de voluntades de dos o más partes
por el que se crean, modifican o extinguen obligaciones”. Supone así un ejercicio de la
autonomía de la voluntad, regla general de los negocios jurídicos (de los que el contrato
es una especie) recogida en el art. 1255 del Código Civil: “Los contratantes pueden
establecer los pactos, cláusulas y condiciones que tengan por conveniente, siempre que
no sean contrarios a las leyes, a la moral ni al orden público”.

1.2 Clases
Es posible clasificar los contratos de innumerables formas atendiendo a distintos criterios,
pero algunas de las clasificaciones más usadas son las siguientes:

- Por el vínculo:
• Unilaterales: nacen obligaciones para una sola de las partes.
• Bilaterales: nacen obligaciones para ambos contratantes.

- Por el título
• Onerosos: cada parte procura para sí una ventaja mediante un equivalente.
• Gratuitos: un contratante proporciona a otro una ventaja sin percibir tal equivalente.

- Por el modo en que se perfeccionan:


• Consensuales: se perfeccionan por el mero acuerdo de voluntades.
• Reales: se perfeccionan por la entrega de una cosa por una de las partes a la otra.
• Solemnes: exigen una forma especial.

- Por la influencia del tiempo en su ejecución:


• De tracto único: Son aquellos que se consuman con la realización en un momento
concreto de un determinado acto.
• De tracto sucesivo: cuando tienen una ejecución prolongada en el tiempo, bien de
modo continuado, bien por repeticiones periódicas.

- por su regulación legal:

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• Contratos típicos o nominados: que tienen una individualidad propia y unas reglas
especiales en la ley.
• Atípicos o innominados: que no son plenamente subsumibles en los tipos regulados
legalmente y surgen al amparo de la de la autonomía de la voluntad.

- Por la predeterminación o no de su objeto:


• Los contratos bilaterales son aleatorios o conmutativos, según que las partes asuman o
no riesgo de pérdida o ganancia. Ejemplos de aleatorios son el juego, la apuesta, el
seguro; ejemplos de conmutativos, la compraventa de cosa cierta y por precio cierto, el
arrendamiento de cosa cierta y por una renta cierta, etc.

2. ELEMENTOS DE LOS CONTRATOS


Establece el artículo 1261 del Código Civil que “no hay contrato sino cuando concurren los
siguientes requisitos:

1. Consentimiento de los contratantes.


2. Objeto cierto que sea materia del contrato.
3. Causa de la obligación que se establezca”.

Estos son los denominados elementos esenciales de los contratos, es decir, aquellos que
han de darse en todo contrato porque de lo contrario no habría contrato alguno.

2.1 Consentimiento
El artículo 1262 lo caracteriza diciendo que: “El consentimiento se manifiesta por el
concurso de la oferta y de la aceptación sobre la cosa y la causa que han de constituir el
contrato”. Para que el consentimiento sea válido, deben concurrir una serie de requisitos.

2.1.1 Capacidad
El primero de ellos es la capacidad de quien lo presta, que se puede definir como la
aptitud psicológica para consentir libre y conscientemente, y que la ley determina en cada
caso. Así, el Código Civil establece qué personas tienen o no capacidad para prestar
consentimiento para contratar, o para otros actos. A este respecto hay que advertir que la
capacidad para contratar se incardina en la capacidad de obrar, pero no se identifica
plenamente con esta porque el Código establece diferentes requisitos de capacidad para
distintos actos. Así, no es la misma la capacidad para contratar que para testar o para
donar.

Define la capacidad para contratar el art. 1263 del Código Civil, de manera negativa, es
decir, por exclusión:

“No pueden prestar consentimiento:

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1.º Los menores no emancipados, salvo en aquellos contratos que las leyes les permitan
realizar por sí mismos o con asistencia de sus representantes, y los relativos a bienes y
servicios de la vida corriente propios de su edad de conformidad con los usos sociales.

2.º Los que tienen su capacidad modificada judicialmente, en los términos señalados por la
resolución judicial.”

A lo que añade el art. 1264 que “lo previsto en el artículo anterior se entiende sin perjuicio
de las prohibiciones legales o de los requisitos especiales de capacidad que las leyes
puedan establecer”.

Como otros supuestos de falta de capacidad previstos en el Código cabe mencionar los de
los menores emancipados (art. 323) o los pródigos (art. 293), si bien en ambos casos esa
falta de capacidad es solo parcial, pues en determinados aspectos podrán obrar por sí
mismos mientras que en otros su capacidad habrá de ser completada por otra persona para
que el acto sea válido (padres o curador en el primer caso, curador en el segundo). Otro
supuesto destacado de capacidad para contratar es el del concursado que ha sido privado
de la administración de sus bienes, en los términos de la Ley 22/2003, de 9 de julio,
Concursal.

Por otro lado, existen prohibiciones de contratar, como señala el art. 1264. Se diferencian
de los supuestos de falta de capacidad en que su fundamento no es la aptitud psicológica
del sujeto, sino consideraciones de moralidad, orden público o protección de terceros. Así,
quien está afectado por una prohibición de contratar no por ello deja de tener capacidad
para contratar, lo que ocurre es que la ley le prohíbe hacerlo en ese caso. Como ejemplo de
prohibición de contratar puede citarse el art. 1459 del Código Civil, que prohíbe, p.ej. al tutor
comprar bienes del tutelado, o a los empleados públicos comprar bienes de la
Administración en la que prestan servicio.

2.1.2 Ausencia de vicios del consentimiento


El segundo requisito para que el consentimiento sea válido es que sea libre, o lo que es lo
mismo, que no concurra en él ningún vicio del consentimiento. Son vicios del
consentimiento aquellas circunstancias, definidas en la ley, que impiden esa formación libre
del consentimiento, por lo que la ley les anuda una virtualidad anulatoria del mismo. Así,
establece el art. 1265 del Código Civil que “será nulo el consentimiento prestado por error,
violencia, intimidación o dolo”.

A) Error
Establece el art. 1266 del Código Civil que:
“Para que el error invalide el consentimiento, deberá recaer sobre la sustancia de la cosa
que fuere objeto del contrato, o sobre aquellas condiciones de la misma que
principalmente hubiesen dado motivo a celebrarlo.

El error sobre la persona solo invalidará el contrato cuando la consideración a ella hubiera
sido la causa principal del mismo.

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El simple error de cuenta solo dará lugar a su corrección”.

El error sería el conocimiento equivocado o deficiente de algo. No todo error anula el


consentimiento, sino que para ello deberá recaer sobre el objeto mismo del contrato o
características del mismo que fuesen determinantes para el contrato, p.ej. la autoría de una
obra de arte. A ello añade la doctrina y la jurisprudencia el error in negotio, es decir, el error
sobre el contrato que se está celebrando, como p.ej. si una de las partes cree estar
comprando una cosa y la otra cree estar arrendándosela: en este caso no hay acuerdo de
voluntades y por tanto no hay consentimiento.

El error sobre la persona con quien se contrata solo invalida el contrato cuando “la
consideración a ella hubiera sido la causa principal del mismo”, o sea cuando se trate de
un contrato intuitu personae, como podría ser p.ej. el contrato con un actor para rodar una
película: en este caso, la identidad de la persona con quien se contrata (del actor) es
determinante, pues se trata de que actúe un actor en concreto. No lo sería, en principio, si
se tratara de comprar p.ej. un coche, pues siendo el mismo coche no es relevante que se
le compre a una u otra persona.

B) Violencia o intimidación
Los tratan conjuntamente los artículos 1267 y 1268. El primero de ellos establece:

“Hay violencia cuando para arrancar el consentimiento se emplea una fuerza irresistible.

Hay intimidación cuando se inspira a uno de los contratantes el temor racional y fundado de
sufrir un mal inminente y grave en su persona o bienes, o en la persona o bienes de su
cónyuge, descendientes o ascendientes.

Para calificar la intimidación debe atenderse a la edad y a la condición de la persona.

El temor de desagradar a las personas a quienes se debe sumisión y respeto no anulará el


contrato”.

Tampoco la violencia o intimidación anulan el consentimiento en todo caso. Para que lo


haga la violencia, debe ser “irresistible”. Para que lo haga la intimidación, debe ser un
“temor racional y fundado”, es decir, no basta un miedo genérico o una amenaza no creíble.
Además, el mal con que se amenaza ha de ser “inminente y grave”, sin que quepan
amenazas de plazo indeterminado o de acciones leves, y añade la doctrina y la
jurisprudencia que ha de ser un mal ilícito (no intimida quien amenaza con hacer aquello
que tiene derecho a hacer, p.ej. demandar al deudor que no cumple). Por otra parte, puede
referirse a la otra parte del contrato o algunos de sus familiares, pero no a todos. Asimismo,
como determina el último párrafo del artículo, no constituye intimidación el temor
reverencial.

El 1268 aclara que “la violencia o intimidación anularán la obligación, aunque se hayan
empleado por un tercero que no intervenga en el contrato”.

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C) Dolo
Lo define el art. 1269 en los siguientes términos: “hay dolo cuando, con palabras o
maquinaciones insidiosas de parte de uno de los contratantes, es inducido el otro a celebrar
un contrato que, sin ellas, no hubiera hecho”. Se trata, pues, del supuesto en que uno de los
contratantes engaña o manipula al otro. A diferencia de la violencia o intimidación, no hay
dolo cuando quien hace esto es una tercera persona independiente de los contratantes.

Nuevamente, no cualquier dolo anula el consentimiento. Los requisitos para ello los define
el art. 1270:

“Para que el dolo produzca la nulidad de los contratos, deberá ser grave y no haber sido
empleado por las dos partes contratantes.

El dolo incidental sólo obliga al que lo empleó a indemnizar daños y perjuicios”.

Cuando el dolo es empleado por ambas partes se produce la compensatio doli, y los
consentimientos no se anulan. El dolo incidental, por su parte, es aquel que no determina la
celebración del contrato en sí misma, sino solo sus condiciones, haciéndolas más onerosas
para la otra parte. No anula el consentimiento, sino que solo obliga a indemnizar los daños y
perjuicios derivados de ello.

2.2 Objeto
En rigor, el objeto del contrato es la obligación que constituye, que a su vez consiste en una
prestación o prestaciones de dar, hacer o no hacer, como define el art. 1088 del Código.
Esas prestaciones recaen sobre una materia u objeto de la prestación, que es la cosa que
se da o se hace o no hace, y es a esto que se suele aludir, de manera no totalmente
rigurosa, con la expresión “objeto del contrato”. Así la emplea el Código en sus artículos
1271 a 1273, que regulan el objeto de los contratos, estableciendo como sus requisitos que
sea posible, lícito y determinado o determinable.

- Posible: establece el art. 1272 que “no podrán ser objeto de contrato las cosas o
servicios imposibles”, pero pueden serlo las cosas futuras (art. 1271). Por cosa
futura se entiende aquella que aún no existe en el momento de la celebración del
contrato, pero es previsible que llegue a existir. No obstante, hay que recordar que
conforme al art. 1271, “sobre la herencia futura no se podrá, sin embargo, celebrar
otros contratos que aquéllos cuyo objeto sea practicar entre vivos la división de un
caudal y otras disposiciones particionales […].”

- Lícito: según el art. 1271 del Código Civil, “Pueden ser objeto de contrato todas las
cosas que no están fuera del comercio de los hombres [...]. Pueden ser igualmente
objeto de contrato todos los servicios que no sean contrarios a las leyes o a las
buenas costumbres”.

- Determinado o determinable: conforme al art. 1273, “el objeto de todo contrato debe
ser una cosa determinada en cuanto a su especie. La indeterminación en la cantidad

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no será obstáculo para la existencia del contrato, siempre que sea posible
determinarla sin necesidad de nuevo convenio entre los contratantes”.

2.3 Causa
El Código Civil no define la causa, pero la doctrina ha propuesto múltiples definiciones, de
las que se puede extraer la consideración general de la causa como la justificación o
función económico-jurídica objetiva del contrato. La causa respondería, así, a la pregunta
“¿por qué se debe?”, distinta de la pregunta “¿qué se debe?”, a la que respondería el
objeto.

Es importante distinguir la causa del contrato de las motivaciones de cada una de las
partes. La causa es el fin económico-jurídico perseguido por el contrato (p.ej., en la
compraventa la causa es, para el vendedor, la adquisición del precio, y para el comprador la
adquisición de la cosa), mientras que los motivos son totalmente subjetivos e infinitamente
variables. De ahí se sigue que la causa es objetiva y única para cada tipo contractual,
mientras que los motivos son innumerables y varían con cada contratante, porque son
subjetivos.

Establece el Código una tipología general de causa en el art. 1274: “en los contratos
onerosos se entiende por causa, para cada parte contratante, la prestación o promesa de
una cosa o servicio por la otra parte; en los remuneratorios, el servicio o beneficio que se
remunera, y en los de pura beneficencia, la mera liberalidad del bienhechor.”

Los requisitos de la causa se determinan en los artículos siguientes, conforme a los cuales
la causa ha de ser existente, verdadera y lícita:

- Existente: pues, según el art. 1275, “Los contratos sin causa [...] no producen efecto
alguno”. Pero no hace falta expresarla en los contratos, pues “aunque la causa no
se exprese en el contrato, se presume que existe [...] mientras el deudor no pruebe
lo contrario” (art. 1277).

- Verdadera: según el art. 1276, “La expresión de una causa falsa en los contratos
dará lugar a la nulidad, si no se probase que estaban fundados en otra verdadera y
lícita.”

- Lícita: pues los contratos sin causa ilícita no producen efecto alguno, según el art.
1275, que luego añade que “es ilícita la causa cuando se opone a las leyes o a la
moral”.

3. GENERACIÓN, PERFECCIÓN Y CONSUMACIÓN DE LOS CONTRATOS


En la vida del contrato aparecen tres fases:

a) La generación, o etapa de génesis y preparación, previa a la existencia del contrato


como tal.
b) La perfección, o momento en que nace a la vida jurídica.
c) La consumación, momento en que se realizan sus efectos.
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3.1 Generación de los contratos
En nuestro derecho, la regla general es que la perfección del contrato se produce por el
consentimiento, como establece el art. 1258 del Código Civil (“los contratos se perfeccionan
por el mero consentimiento […]”). Y el consentimiento, señala el 1262, “se manifiesta por el
concurso de la oferta y de la aceptación sobre la cosa y la causa que han de constituir el
contrato”. Por tanto, antes de la perfección hay una oferta y una aceptación que, al unirse,
formarán el consentimiento que perfecciona el contrato.

3.1.1 La oferta
La oferta es una declaración de voluntad que una persona dirige a otra u otras
proponiéndoles celebrar un contrato. Consta de los siguientes requisitos:

- Ha de ser seria, esto es, hecha con verdadera intención de obligarse. Quedan
excluidas, por tanto, las declaraciones con ánimo de mero juego o jactancia.

- Ha de ser completa, es decir, abarcar todos los elementos del contrato, de modo
que éste quede suficientemente determinado y baste la simple aceptación para
perfeccionarlo.

- Ha de ser recepticia, es decir, dirigida a alguien: la persona o personas con quien se


desea contratar. Sin embargo, no es necesario que sea a personas concretas, pues
puede ser también a quienes reúnan determinados requisitos o al público en
general.

3.2.2 La aceptación
La aceptación es la declaración de voluntad de la persona a quien se dirigió la oferta en el
sentido de aceptarla. Esta aceptación ha de ser pura y simple, sin introducir ninguna
modificación en la oferta, porque de lo contrario no sería aceptación sino una contraoferta
dirigida al anterior oferente. Asimismo, ha de ir dirigida en concreto al oferente original.

3.2 Perfección de los contratos


Como se ha señalado, la perfección de los contratos tiene lugar cuando concurren oferta y
aceptación. Si ambos contratantes están presentes simultáneamente esto no plantea más
problemas, pero es algo más compleja la contratación entre ausentes: si los contratantes
están en lugares diferentes, transmitiéndose la oferta y la aceptación por cualquier medio de
comunicación (que puede o no ser en tiempo real) se plantea el problema de cuándo y
dónde se entiende perfeccionado el contrato, cuestiones ambas que pueden ser de gran
relevancia.

3.2.1 Momento de la perfección en la contratación entre ausentes


A este respecto han existido múltiples teorías:

- De la aceptación, según la cual la perfección se produce cuando se contesta a la


oferta aceptándola aunque no se haya llegado siquiera a enviar esa contestación al
oferente;
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- De la emisión, que afirma que la perfección se produce con el envío de la aceptación
por cualquier medio, aunque aún no haya llegado al oferente;

- De la recepción, para la que la perfección se da cuando la aceptación llega al


oferente, aunque este no la conozca todavía (p.ej. cuando le llega la carta que la
contiene, aunque la abra más tarde); y

- Del conocimiento, según la cual solo hay perfección del contrato cuando el oferente
conoce efectivamente la aceptación.

En Derecho español existieron dos sistemas diferentes en el derecho civil y mercantil hasta
que los unificó la reforma operada por la Ley 34/2002, de 11 de julio, de Servicios de la
Sociedad de la Información y del Comercio Electrónico, que introduce una nueva redacción,
idéntica, para los párrafos segundo y tercero del art. 1262 del Código Civil y el art. 54 del
Código de Comercio, que actualmente dicen:

“Hallándose en lugares distintos el que hizo la oferta y el que la aceptó, hay consentimiento
desde que el oferente conoce la aceptación o desde que, habiéndosela remitido el
aceptante, no pueda ignorarla sin faltar a la buena fe. El contrato, en tal caso, se presume
celebrado en el lugar en que se hizo la oferta.

En los contratos celebrados mediante dispositivos automáticos hay consentimiento desde


que se manifiesta la aceptación”.

Nótese que esta norma es aplicable a cualquier supuesto de contratación a distancia, sea
por medios electrónicos o no.

3.2.2 Lugar de perfección del contrato


Esta cuestión queda también resuelta por la norma que acabamos de aludir, al señalar que
el contrato celebrado a distancia se presume celebrado en el lugar en que se hizo la oferta.

3.3 La consumación de los contratos


La consumación del contrato es la producción de sus efectos. Estos se pueden clasificar en
generales y particulares. Los efectos particulares dependen del concreto tipo contractual
(p.ej. compraventa, arrendamiento…) y de la voluntad de las partes al configurar el contrato
que han celebrado; mientras que los efectos generales se concretan en el nacimiento del
vínculo obligacional entre los contratantes. Este vínculo obligacional viene definido en el
Código por las siguientes notas:

a) Las obligaciones nacidas de los contratos tienen fuerza de ley entre las partes
contratantes y deben cumplirse al tenor de las mismas (art. 1091); pero solo entre las
partes y sus herederos, salvo que los derechos y obligaciones derivados del contrato
no sean transmisibles, sin poder vincular a tercero que no haya consentido (art. 1257).
Esto último es el principio de relatividad de los contratos.

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b) Los contratos obligan no sólo a lo expresamente pactado, sino a todas aquellas
consecuencias que, según su naturaleza, sean conformes a la buena fe, al uso y a la
ley (art. 1258).

c) La validez y el cumplimiento de los contratos no pueden dejarse al arbitrio de uno de


los contratantes (art. 1256).

Como se desprende de lo anterior, la principal característica del vínculo obligacional


creado por el contrato, además de que es relativo, como ya se ha mencionado, es que es
irrevocable, lo que se recoge en el brocardo latino pacta sunt servanda (“los pactos deben
cumplirse”). En virtud de la irrevocabilidad de los contratos, ninguna de las partes de un
contrato puede desligarse de él por su sola voluntad, sino que sería preciso un nuevo
acuerdo entre las partes para poner fin al contrato.

No obstante, este principio tiene algunas excepciones. En ocasiones, la Ley recoge un


derecho de desistimiento unilateral para una o ambas partes en determinados contratos,
p.ej. en el mandato o, dentro de un plazo, en los contratos con consumidores. Asimismo, la
doctrina y la jurisprudencia han ido desarrollando algunas teorías que excepcionan el
principio pacta sunt servanda en supuestos en que acontecimientos catastróficos e
imprevisibles (desastres naturales, guerras, crisis económicas profundas…) producen un
desequilibrio fundamental en la relación contractual, convirtiéndola en excesivamente
gravosa para una de las partes. Las principales son las doctrinas rebus sic stantibus
(“estando así las cosas”), y la teoría del riesgo imprevisible. La primera, procedente del
Derecho Medieval, consiste en considerar sobreentendida en todo contrato de tracto
sucesivo a largo plazo una cláusula que permitíe resolverlo a aquella de las partes a quien
se le hiciera excesivamente oneroso por un cambio de circunstancias imprevisible y de gran
calado. La segunda parte de considerar que los riesgos previsibles al celebrar el contrato
(p.ej. las normales fluctuaciones de precios) han de ser soportados únicamente por la parte
afectada en cada caso, mientras que los riesgos imprevisibles, como los acontecimientos
catastróficos ya comentados, han de ser soportados por las dos partes.

4. INEFICACIA DE LOS CONTRATOS


La ineficacia de los contratos es un término genérico que comprende una serie de
supuestos en que aquellos no producen efectos. Estos supuestos son:

- La nulidad absoluta o de pleno derecho, que se da cuando el contrato carece de


alguno de sus elementos esenciales y, por tanto, no llega a existir jurídicamente
como tal (aunque pueda parecerlo).

- La nulidad relativa o anulabilidad, que responde a aquellos supuestos en que los


elementos esenciales se dan, pero concurre en alguno de ellos algún defecto o
vicio, y la ley le apareja este efecto.

- La rescisión, que supone la privación de efectos de un contrato válido, que no tiene


ningún defecto de origen (a diferencia de los supuestos anteriores), cuando produce
una lesión a alguna de las partes o es fraudulento.

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Debe advertirse que, aunque las tres categorías tienen su fundamento en el Código Civil,
este incurre en cierta confusión terminológica, y en parte conceptual, entre las dos primeras;
p.ej. en varias ocasiones denomina “nulidad” a lo que en realidad es anulabilidad.

Algunos autores han propuesto una cuarta categoría, la de la inexistencia, que respondería
a aquellos supuestos en que el contrato carece de sus elementos esenciales de manera
evidente, de forma que no hay siquiera apariencia de contrato. No obstante, la doctrina y la
jurisprudencia españolas la asimilan a la nulidad de pleno derecho, considerando
puramente artificial distinguir entre ambas.

4.1 Nulidad de pleno derecho


La nulidad de pleno derecho parte de un defecto del contrato que es originario e imposible
de convalidar, por lo que conlleva la desaparición de todos los efectos del contrato desde su
inicio –y por tanto, también de los ya producidos cuando se declara.

4.1.1 Causas
Son las siguientes:

- Ausencia de alguno de los elementos esenciales de los contratos según el art. 1261:
falta absoluta de consentimiento, porque no ha llegado a haber oferta y aceptación;
falta de objeto, o falta o ilicitud de la causa (art. 1275).

- Incumplimiento de la forma exigida por la Ley como requisito de validez. En algunos


casos la Ley exige que un contrato revista determinada formalidad para ser válido,
siendo nulo en caso contrario; p.ej. la donación de bienes inmuebles ha de constar
en escritura pública –prescindiendo de la polémica sobre si la naturaleza de la
donación es o no un contrato.

- Infracción de norma imperativa, ya que el art. 6.3 del Código señala que “los actos
contrarios a las normas imperativas y a las prohibitivas son nulos de pleno derecho,
salvo que en ellas se establezca un efecto distinto para el caso de contravención.”

4.1.2 Efectos generales


El contrato nulo no produce efecto alguno en ningún momento. La nulidad de pleno derecho
se produce por sí misma, sin necesidad de declaración alguna. No obstante, esta
declaración a veces es necesaria para despejar toda duda por haberse generado una
apariencia de validez, en cuyo caso se acudirá al juez para que declare la nulidad de pleno
derecho del contrato. Pero en este caso, la sentencia será meramente declarativa, es decir,
se limitará a constatar y declarar una realidad jurídica ya existente (la nulidad del contrato),
sin crearla o constituirla: el contrato es nulo ab initio, y la sentencia se limita a constatarlo;
no crea ni establece esa nulidad. Como consecuencia, se desharán todos los efectos
producidos por el contrato nulo desde el principio (ex tunc), no desde que se dicta la
sentencia.

Es propio de la nulidad de pleno derecho también que su eficacia es erga omnes (frente a
todos); y en consecuencia, la legitimación para hacerla valer es amplia, correspondiendo no
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solo a las partes sino a cualquier persona interesada en el contrato. La acción de nulidad,
además, es imprescriptible. Por último, el contrato aquejado de nulidad de pleno derecho no
se puede convalidar a posteriori, pues los vicios que la causan no son sanables.

4.1.3 Efectos especiales en caso de nulidad por ilicitud de la causa o del objeto
El Código regula una serie de consecuencias específicas para estos supuestos
incluyéndolas impropiamente en la disciplina de la anulabilidad, concretamente en los
artículos 1305 y 1306:

“Artículo 1305
Cuando la nulidad provenga de ser ilícita la causa u objeto del contrato, si el hecho
constituye un delito o falta común a ambos contratantes, carecerán de toda acción entre sí,
y se procederá contra ellos, dándose, además, a las cosas o precio que hubiesen sido
materia del contrato, la aplicación prevenida en el Código Penal respecto a los efectos o
instrumentos del delito o falta.

Esta disposición es aplicable al caso en que sólo hubiere delito o falta de parte de uno de
los contratantes; pero el no culpado podrá reclamar lo que hubiese dado, y no estará
obligado a cumplir lo que hubiera prometido.

Artículo 1306
Si el hecho en que consiste la causa torpe no constituyere delito ni falta, se observarán las
reglas siguientes:

1.ª Cuando la culpa esté de parte de ambos contratantes, ninguno de ellos podrá repetir lo
que hubiera dado a virtud del contrato, ni reclamar el cumplimiento de lo que el otro hubiese
ofrecido.

2.ª Cuando esté de parte de un solo contratante, no podrá éste repetir lo que hubiese dado
a virtud del contrato, ni pedir el cumplimiento de lo que se le hubiera ofrecido. El otro, que
fuera extraño a la causa torpe, podrá reclamar lo que hubiera dado, sin obligación de
cumplir lo que hubiera ofrecido.”

4.2 Anulabilidad
La nulidad supone la existencia de un contrato inicialmente válido pero aquejado de algún
vicio, menos grave que en el caso de la nulidad absoluta, en cuya virtud la Ley permite
privarle de efectos mediante el ejercicio de la correspondiente acción. Se trata, por tanto, de
un acto válido pero claudicante ante dicha acción. Así, la nulidad no se produce ab initio
como en el caso de la nulidad de pleno derecho, sino solo con la sentencia que la
establece, aunque sus efectos también son retroactivos. A diferencia de la nulidad absoluta,
la anulabilidad es convalidable y la acción para que se declare tiene un plazo de ejercicio y
solo puede ser ejercitada por las partes del contrato.

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El Código Civil la regula en los arts. 1300 y siguientes, denominándola, de forma imprecisa,
“nulidad”. El art. 1300 la caracteriza como sigue:

“Los contratos en que concurran los requisitos que expresa el artículo 1.261 pueden ser
anulados, aunque no haya lesión para los contratantes, siempre que adolezcan de alguno
de los vicios que los invalidan con arreglo a la ley”.

4.2.1 Causas
La anulabilidad se produce, según se extrae del art. 1301, en caso de:

- Vicio del consentimiento: hay consentimiento, pero no se ha formado libremente.

- Falsedad de la causa.

- Falta de capacidad para contratar: caso de los contratos celebrados por menores o
personas con capacidad judicialmente modificada que en virtud de la sentencia no
puedan contratar.

No obstante, en caso de falta absoluta de capacidad natural (p.ej. niños de muy


corta edad o personas totalmente enajenadas) se entiende que habría nulidad de
pleno derecho porque no hay consentimiento alguno.

También en el caso de los contratos celebrados por uno de los cónyuges sin
consentimiento del otro, cuando este consentimiento fuere necesario, p.ej. para
enajenar la vivienda habitual común (aunque pertenezca solo a uno de los
cónyuges) ex art. 1320.

4.2.2 La acción de nulidad


La acción de nulidad presenta notables diferencias con la de nulidad de pleno derecho. En
primer lugar, es de legitimación más restringida que la de nulidad de pleno derecho.
Conforme al art. 1302, “pueden ejercitar la acción de nulidad de los contratos los obligados
principal o subsidiariamente en virtud de ellos. Las personas capaces no podrán, sin
embargo, alegar la incapacidad de aquellos con quienes contrataron; ni los que causaron la
intimidación o violencia, o emplearon el dolo o produjeron el error, podrán fundar su acción
en estos vicios del contrato”.

Como puede verse, se configura la acción de anulabilidad (que el Código denomina, de


forma poco rigurosa, “de nulidad”) como un mecanismo tuitivo de la parte contractual
afectada por la causa.

Otra gran diferencia con la acción de nulidad absoluta es que la acción de nulidad se
extingue por el transcurso del plazo de 4 años (art. 1301), por convalidación (1309) o por
pérdida de la cosa objeto del contrato por dolo o culpa del legitimado para ejercitarla (1314).
Especial atención merece el transcurso del plazo: es hoy día pacífico que se trata de un
plazo de caducidad y no de prescripción, por lo que no puede ser interrumpido; y se inicia,
según el art. 1301:
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“En los casos de intimidación o violencia, desde el día en que éstas hubiesen cesado.

En los de error, o dolo, o falsedad de la causa, desde la consumación del contrato.

Cuando la acción se refiera a los contratos celebrados por los menores o incapacitados,
desde que salieren de tutela.

Si la acción se dirigiese a invalidar actos o contratos realizados por uno de los cónyuges sin
consentimiento del otro, cuando este consentimiento fuere necesario, desde el día de la
disolución de la sociedad conyugal o del matrimonio salvo que antes hubiese tenido
conocimiento suficiente de dicho acto o contrato”.

4.2.3 Efectos
El contrato anulable, mientras su anulabilidad no haya sido declarada judicialmente,
producirá todos sus efectos. Sin embargo, una vez sea anulado, dejará de producir efectos
y se removerán retroactivamente todos los que hubiese ya producido.

Así, la regla general del Código es, de acuerdo con el art. 1303, que “declarada la nulidad
de la obligación, los contratantes deberán restituirse recíprocamente las cosas que
hubiesen sido materia del contrato, con sus frutos y el precio con los intereses”, aunque el
art. 1304 establece una excepción en favor del incapaz, que no estará obligado a restituir
sino en cuanto se enriqueciera.

Si la cosa objeto del contrato se hubiese perdido, haciendo imposible su restitución,


determina el art. 1307 que el obligado a devolverla “deberá restituir los frutos percibidos, y el
valor que tenía la cosa cuando se perdió, con los intereses desde la misma fecha”.
Finalmente, el 1308 aclara que mientras una parte no devuelva lo que le corresponde, no
podrá compeler a la otra a que haga lo propio.

4.2.4 La confirmación
La confirmación es la declaración de quien podría ejercitar la acción de nulidad por la que
sana al contrato de los vicios de que adolecía (art. 1313), de forma que producirá efectos
como si nunca hubiera tenido vicio alguno y será inatacable. De esta forma, extingue la
acción de nulidad (1309) que antes le correspondía.

En cuanto a sus requisitos, es necesario que la causa de anulabilidad haya cesado y sea
conocida por el afectado, quien además deberá tener capacidad para contratar. De lo
contrario, la convalidación no sería válida como exige el art. 1309, sino que estaría ella
misma aquejada de vicios de anulabilidad.

Por lo demás, puede ser expresa o tácita (art. 1311); y es unilateral, es decir, no necesita el
concurso de la persona a quien no compete ejercitar la acción de nulidad (1312). En todo
caso, de acuerdo con el art. 1310, es necesario que en el contrato concurran los requisitos

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del art. 1261, es decir, sus elementos esenciales, subrayando así la imposibilidad de
convalidar actos nulos de pleno derecho.

En cuanto a los efectos de la convalidación, aparte de extinguir la acción de anulabilidad


(1309), debe señalarse que es retroactiva, pues el art. 1313 establece que “purifica al
contrato de los vicios de que adoleciera desde el momento de su celebración”.

4.3 La rescisión
La rescisión supone la privación de efectos de un contrato inicialmente válido por alguna de
las causas establecidas en la Ley. Así se deduce del art. 1290 del Código Civil, que
establece: “los contratos válidamente celebrados pueden rescindirse en los casos
establecidos por la Ley”. A diferencia de los dos anteriores supuestos, no existe en el
contrato ningún vicio de origen, sino que es plenamente válido, pero produce ciertos efectos
perjudiciales para alguna de las partes o para terceros, en virtud de los cuales la Ley
permite dejarlo sin efecto.

4.3.1 Causas
Las causas de rescisión se regulan en el art. 1291, y se pueden sistematizar como sigue:

- Por lesión: aplicable a los contratos que puedan celebrar los tutores sin autorización
judicial (1291.1º) y a los celebrados en representación del ausente (1291.2º),
también sin autorización judicial (art. 1296), siempre que el tutelado o ausente
hubiera sufrido lesión en más de la cuarta parte del valor de las cosas objeto del
contrato. Dispone el art. 1293 que fuera de estos supuestos no habrá rescisión por
lesión.

- Por fraude: este supuesto conoce a su vez tres casos:

o Contratos celebrados en fraude de acreedores: podrán ser rescindidos


“cuando éstos no puedan de otro modo cobrar lo que se les deba” (1291.3º).
Los acreedores deberán serlo por un crédito anterior al contrato y probar
tanto que el contrato les impide cobrar (eventus damni) como que el deudor
ha celebrado el contrato de mala fe para provocar esto y el tercero con quien
contrató era consciente de ello (consilium fraudis).

Se presume iuris tantum el fraude en las enajenaciones gratuitas y en las


onerosas cuando haya sentencia condenatoria o embargo contra el deudor
(art. 1297).

o Contratos que se refieran a cosas litigiosas, cuando hubiesen sido


celebrados por el demandado sin el conocimiento y aprobación de las partes
o de la Autoridad judicial competente (art. 1291.4º).

o Pagos “hechos en estado de insolvencia por cuenta de obligaciones a cuyo


cumplimiento no podía ser compelido el deudor al tiempo de hacerlos” (art.
1292). Nótese que el precepto se refiere a pagos, no a contratos.
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- Otros supuestos previstos en la Ley (1291.5º): prevé aquí el Código la posibilidad de
que otras normas legales puedan establecer otros casos de rescisión de contratos.
Se debe advertir que el propio Código prevé algunos supuestos que denomina de
“rescisión” cuando en realidad son más bien de resolución, por ejemplo, en algunos
supuestos de evicción o vicio oculto dentro de la regulación de la compraventa.

4.3.2 La acción rescisoria


La acción rescisoria tiene como requisitos:
- que el perjudicado carezca de todo otro recurso para reparar el daño, pues es
subsidiaria (1294);

- que el perjudicado pueda devolver aquello a que por su parte estuviese obligado
(1295), requisito que solo tiene sentido en la rescisión por lesión, ya que en el caso
de fraude el perjudicado no es parte del contrato rescindido y en consecuencia no
puede tener que devolver nada por la rescisión.

- que las cosas objeto del contrato no se hallen en poder de terceros de buena fe
(1295), como medida para proteger la necesidad del tráfico jurídico; aunque en este
caso cabe pedir indemnización de daños y perjuicios al causante de la lesión (1295
párrafo tercero).

La legitimación activa para ejercitarla corresponde al perjudicado, es decir, al lesionado o al


acreedor defraudado, o en su caso a los representantes o herederos de uno u otro. La
legitimación pasiva corresponderá a las partes del contrato a rescindir y en su caso a
terceros adquirentes de mala fe.

El plazo para el ejercicio de esta acción, plazo que es unánimemente considerado de


caducidad, es de 4 años a tenor del art. 1299. De acuerdo con el mismo artículo, estos 4
años corren, en el caso de la rescisión por lesión, desde que el lesionado salga de la tutela
o se conozca su domicilio si era ausente. Sobre el dies a quo en caso de fraude no se
pronuncia el Código, pero la doctrina entiende que será la fecha de celebración del contrato
a rescindir.

4.3.3 Efectos de la rescisión


La rescisión supone privar de efectos al contrato rescindido y volver al estado de cosas
previo a su celebración, y en consecuencia establece el art. 1295 que “La rescisión obliga a
la devolución de las cosas que fueron objeto del contrato con sus frutos, y del precio con
sus intereses”. En caso de que esto no sea posible, por ejemplo por haber adquirido las
cosas un tercero de buena fe, prevé el Código la indemnización de daños y perjuicios en los
arts. 1295 párrafo tercero y 1298, a cargo respectivamente del causante de la lesión o del
que adquirió de mala fe las cosas enajenadas en fraude de acreedores.

5. INTERPRETACIÓN DE LOS CONTRATOS


Cuando el clausulado de un contrato ofrece alguna duda u oscuridad, es preciso averiguar
su verdadero sentido para poder cumplir a tenor del mismo la obligación que de él nace,

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como ordena el art. 1091 del Código Civil. Para ello, el Código ofrece una serie de criterios
generales, algunas normas adicionales, y una norma supletoria de cierre.

5.1 Criterios generales de interpretación


Se contienen en el art. 1281 ss. y son los siguientes:

- interpretación gramatical: “si los términos de un contrato son claros y no dejan duda
sobre la intención de los contratantes, se estará al sentido literal de sus cláusulas”
(1281 párrafo primero).

- Interpretación lógica: “si las palabras parecieren contrarias a la intención evidente de


los contratantes, prevalecerá ésta sobre aquéllas” (1281 párrafo segundo).

Esta norma se completa con otros dos criterios de interpretación lógica, contenidos
en el art. 1284, según el cual “si alguna cláusula de los contratos admitiere diversos
sentidos, deberá entenderse en el más adecuado para que produzca efecto” y 1286,
que establece que “las palabras que puedan tener distintas acepciones serán
entendidas en aquella que sea más conforme a la naturaleza y objeto del contrato”.

- Interpretación histórica (1282): “para juzgar de la intención de los contratantes,


deberá atenderse principalmente a los actos de éstos, coetáneos y posteriores al
contrato.” Esto no impide acudir a los actos anteriores, ya que el precepto no es
taxativo.

- Interpretación sistemática (art. 1285): “las cláusulas de los contratos deberán


interpretarse las unas por las otras, atribuyendo a las dudosas el sentido que resulte
del conjunto de todas”.

5.2 Normas adicionales sobre la interpretación


Son las siguientes:

- Prohibición de la analogía (1283): “cualquiera que sea la generalidad de los términos


de un contrato, no deberán entenderse comprendidos en él cosas distintas y casos
diferentes de aquellos sobre que los interesados se propusieron contratar”.

- Valor interpretativo de la costumbre (1287): “el uso o la costumbre del país se


tendrán en cuenta para interpretar las ambigüedades de los contratos, supliendo en
éstos la omisión de cláusulas que de ordinario suelen establecerse”.

- Finalmente, establece el art. 1288 que “la interpretación de las cláusulas oscuras de
un contrato no deberá favorecer a la parte que hubiese ocasionado la oscuridad”.

5.3 Norma supletoria de cierre


El art. 1289 del Código prevé un criterio interpretativo aplicable en caso de que con los
anteriores fuese imposible resolver las dudas que ocasione la interpretación del contrato,
que distingue tres supuestos:
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- Si las dudas recaen sobre aspectos accesorios, se distingue según la clase de
contrato:
o si es gratuito, “se resolverán en favor de la menor transmisión de derechos e
intereses”;
o si es oneroso, “la duda se resolverá en favor de la mayor reciprocidad de
intereses”.

- Si las dudas recaen sobre “el objeto principal del contrato, de suerte que no pueda
venirse en conocimiento de cuál fue la intención o voluntad de los contratantes, el
contrato será nulo”.

6. FORMA DE LOS CONTRATOS


6.1 Reglas generales sobre la forma de los contratos
En nuestro Derecho rige con carácter general el principio de libertad de forma en los
contratos, de acuerdo con el art. 1278, que señala: “los contratos serán obligatorios,
cualquiera que sea la forma en que se hayan celebrado, siempre que en ellos concurran las
condiciones esenciales para su validez”.

Sin embargo, en ocasiones y como excepción a esta regla general, la Ley exige que los
contratos consten en determinada forma, p.ej. por escrito o en escritura pública. Cuando se
da esta exigencia de forma, puede ser ad probationem o ad solemnitatem.

En el primer caso, la Ley exige que el contrato conste de una forma determinada por
diversas razones de utilidad, fundamentalmente para facilitar su prueba, y en virtud de esto
las partes pueden compelerse recíprocamente a hacerlo constar de esa forma. Pero ello sin
que el incumplimiento de este requisito formal prive de su validez al contrato: este existe y
es válido cualquiera que sea su forma, pero existe la obligación de plasmarlo de una forma
determinada, que cada parte puede exigir a la otra.

En el segundo caso, el cumplimiento del requisito de forma es requisito de validez del


contrato, de manera que no existirá mientras no se haga constar de la forma exigida por la
Ley, p.ej. en el caso de la donación de bienes inmuebles (art. 633) –prescindiendo de la
cuestión de si la naturaleza de la donación es o no la de un contrato.

Cuando la norma exige una determinada forma para un contrato, la regla general es que
será ad probationem, y en consecuencia solo cabe entender que es ad solemnitatem
cuando así lo señale expresamente el precepto. Así se deduce claramente del art. 1279 del
Código Civil, que establece:

“Si la ley exigiere el otorgamiento de escritura u otra forma especial para hacer efectivas las
obligaciones propias de un contrato, los contratantes podrán compelerse recíprocamente a
llenar aquella forma desde que hubiese intervenido el consentimiento y demás requisitos
necesarios para su validez”.

6.2 Principales supuestos de exigencia de forma en el Código Civil

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Octubre 2019. Derecho Civil. Tema 7 17
El art. 1280 establece una serie de supuestos en que se exige la constancia del contrato en
documento público, con efectos ad probationem según lo dicho anteriormente:

“1.º Los actos y contratos que tengan por objeto la creación, transmisión, modificación o
extinción de derechos reales sobre bienes inmuebles.

2.º Los arrendamientos de estos mismos bienes por seis o más años, siempre que deban
perjudicar a tercero.

3.º Las capitulaciones matrimoniales y sus modificaciones.

4.º La cesión, repudiación y renuncia de los derechos hereditarios o de los de la sociedad


conyugal.

5.º El poder para contraer matrimonio, el general para pleitos y los especiales que deban
presentarse en juicio; el poder para administrar bienes, y de cualquier otro que tenga por
objeto un acto redactado o que deba redactarse en escritura pública, o haya de perjudicar a
tercero.

6.º La cesión de acciones o derechos procedentes de un acto consignado en escritura


pública.”

También determina su último párrafo que deberán constar por escrito, aunque sea privado,
“los demás contratos en que la cuantía de las prestaciones de uno o de los dos contratantes
exceda de 1.500 pesetas”.

Algunos supuestos en que se exige la constancia en escritura pública con valor ad


solemnitatem son los siguientes:

- donación de bienes inmuebles (art. 633),

- capitulaciones matrimoniales (art. 1327),

- constitución del derecho real de censo enfitéutico (art. 1628),

- constitución de sociedad civil con aportación de inmuebles (art. 1667),

- constitución del derecho real de hipoteca, que requiere además y también como requisito
de validez la inscripción en el Registro de la Propiedad (art. 1875, y 146 de la Ley
Hipotecaria).

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Índice:

1. EL CONTRATO: CONCEPTO Y CLASES


1.1 Concepto
1.2 Clases

2. ELEMENTOS DE LOS CONTRATOS


2.1 Consentimiento
2.1.1 Capacidad
2.1.2 Ausencia de vicios del consentimiento
a. Error
b. Violencia o intimidación
c. Dolo
2.2 Objeto
2.3 Causa

3. GENERACIÓN, PERFECCIÓN Y CONSUMACIÓN DE LOS CONTRATOS


3.1 Generación de los contratos
3.1.1 La oferta
3.2.2 La aceptación
3.2 Perfección de los contratos
3.2.1 Momento de la perfección en la contratación entre ausentes
3.2.2 Lugar de perfección del contrato
3.3 La consumación de los contratos

4. INEFICACIA DE LOS CONTRATOS


4.1 Nulidad de pleno derecho
4.1.1 Causas
4.1.2 Efectos generales
4.1.3 Efectos especiales en caso de nulidad por ilicitud de la causa o del objeto
4.2 Anulabilidad
4.2.1 Causas
4.2.2 La acción de nulidad
4.2.3 Efectos
4.2.4 La confirmación
4.3 La rescisión
4.3.1 Causas
4.3.2 La acción rescisoria
4.3.3 Efectos de la rescisión

5. INTERPRETACIÓN DE LOS CONTRATOS


5.1 Criterios generales de interpretación
5.2 Normas adicionales sobre la interpretación
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Octubre 2019. Derecho Civil. Tema 7 19
5.3 Norma supletoria de cierre

6. FORMA DE LOS CONTRATOS


6.1 Reglas generales sobre la forma de los contratos
6.2 Principales supuestos de exigencia de forma en el Código Civil

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