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1.1 Concepto
El Código Civil español no contiene una verdadera definición de contrato. No obstante,
puede acudirse para una caracterización del mismo al art. 1254: “El contrato existe desde
que una o varias personas consienten en obligarse, respecto de otra u otras, a dar alguna
cosa o a prestar algún servicio”.
Albaladejo, por su parte, lo define como “el acuerdo de voluntades de dos o más partes
por el que se crean, modifican o extinguen obligaciones”. Supone así un ejercicio de la
autonomía de la voluntad, regla general de los negocios jurídicos (de los que el contrato
es una especie) recogida en el art. 1255 del Código Civil: “Los contratantes pueden
establecer los pactos, cláusulas y condiciones que tengan por conveniente, siempre que
no sean contrarios a las leyes, a la moral ni al orden público”.
1.2 Clases
Es posible clasificar los contratos de innumerables formas atendiendo a distintos criterios,
pero algunas de las clasificaciones más usadas son las siguientes:
- Por el vínculo:
• Unilaterales: nacen obligaciones para una sola de las partes.
• Bilaterales: nacen obligaciones para ambos contratantes.
- Por el título
• Onerosos: cada parte procura para sí una ventaja mediante un equivalente.
• Gratuitos: un contratante proporciona a otro una ventaja sin percibir tal equivalente.
Estos son los denominados elementos esenciales de los contratos, es decir, aquellos que
han de darse en todo contrato porque de lo contrario no habría contrato alguno.
2.1 Consentimiento
El artículo 1262 lo caracteriza diciendo que: “El consentimiento se manifiesta por el
concurso de la oferta y de la aceptación sobre la cosa y la causa que han de constituir el
contrato”. Para que el consentimiento sea válido, deben concurrir una serie de requisitos.
2.1.1 Capacidad
El primero de ellos es la capacidad de quien lo presta, que se puede definir como la
aptitud psicológica para consentir libre y conscientemente, y que la ley determina en cada
caso. Así, el Código Civil establece qué personas tienen o no capacidad para prestar
consentimiento para contratar, o para otros actos. A este respecto hay que advertir que la
capacidad para contratar se incardina en la capacidad de obrar, pero no se identifica
plenamente con esta porque el Código establece diferentes requisitos de capacidad para
distintos actos. Así, no es la misma la capacidad para contratar que para testar o para
donar.
Define la capacidad para contratar el art. 1263 del Código Civil, de manera negativa, es
decir, por exclusión:
2.º Los que tienen su capacidad modificada judicialmente, en los términos señalados por la
resolución judicial.”
A lo que añade el art. 1264 que “lo previsto en el artículo anterior se entiende sin perjuicio
de las prohibiciones legales o de los requisitos especiales de capacidad que las leyes
puedan establecer”.
Como otros supuestos de falta de capacidad previstos en el Código cabe mencionar los de
los menores emancipados (art. 323) o los pródigos (art. 293), si bien en ambos casos esa
falta de capacidad es solo parcial, pues en determinados aspectos podrán obrar por sí
mismos mientras que en otros su capacidad habrá de ser completada por otra persona para
que el acto sea válido (padres o curador en el primer caso, curador en el segundo). Otro
supuesto destacado de capacidad para contratar es el del concursado que ha sido privado
de la administración de sus bienes, en los términos de la Ley 22/2003, de 9 de julio,
Concursal.
Por otro lado, existen prohibiciones de contratar, como señala el art. 1264. Se diferencian
de los supuestos de falta de capacidad en que su fundamento no es la aptitud psicológica
del sujeto, sino consideraciones de moralidad, orden público o protección de terceros. Así,
quien está afectado por una prohibición de contratar no por ello deja de tener capacidad
para contratar, lo que ocurre es que la ley le prohíbe hacerlo en ese caso. Como ejemplo de
prohibición de contratar puede citarse el art. 1459 del Código Civil, que prohíbe, p.ej. al tutor
comprar bienes del tutelado, o a los empleados públicos comprar bienes de la
Administración en la que prestan servicio.
A) Error
Establece el art. 1266 del Código Civil que:
“Para que el error invalide el consentimiento, deberá recaer sobre la sustancia de la cosa
que fuere objeto del contrato, o sobre aquellas condiciones de la misma que
principalmente hubiesen dado motivo a celebrarlo.
El error sobre la persona solo invalidará el contrato cuando la consideración a ella hubiera
sido la causa principal del mismo.
El error sobre la persona con quien se contrata solo invalida el contrato cuando “la
consideración a ella hubiera sido la causa principal del mismo”, o sea cuando se trate de
un contrato intuitu personae, como podría ser p.ej. el contrato con un actor para rodar una
película: en este caso, la identidad de la persona con quien se contrata (del actor) es
determinante, pues se trata de que actúe un actor en concreto. No lo sería, en principio, si
se tratara de comprar p.ej. un coche, pues siendo el mismo coche no es relevante que se
le compre a una u otra persona.
B) Violencia o intimidación
Los tratan conjuntamente los artículos 1267 y 1268. El primero de ellos establece:
“Hay violencia cuando para arrancar el consentimiento se emplea una fuerza irresistible.
Hay intimidación cuando se inspira a uno de los contratantes el temor racional y fundado de
sufrir un mal inminente y grave en su persona o bienes, o en la persona o bienes de su
cónyuge, descendientes o ascendientes.
El 1268 aclara que “la violencia o intimidación anularán la obligación, aunque se hayan
empleado por un tercero que no intervenga en el contrato”.
Nuevamente, no cualquier dolo anula el consentimiento. Los requisitos para ello los define
el art. 1270:
“Para que el dolo produzca la nulidad de los contratos, deberá ser grave y no haber sido
empleado por las dos partes contratantes.
Cuando el dolo es empleado por ambas partes se produce la compensatio doli, y los
consentimientos no se anulan. El dolo incidental, por su parte, es aquel que no determina la
celebración del contrato en sí misma, sino solo sus condiciones, haciéndolas más onerosas
para la otra parte. No anula el consentimiento, sino que solo obliga a indemnizar los daños y
perjuicios derivados de ello.
2.2 Objeto
En rigor, el objeto del contrato es la obligación que constituye, que a su vez consiste en una
prestación o prestaciones de dar, hacer o no hacer, como define el art. 1088 del Código.
Esas prestaciones recaen sobre una materia u objeto de la prestación, que es la cosa que
se da o se hace o no hace, y es a esto que se suele aludir, de manera no totalmente
rigurosa, con la expresión “objeto del contrato”. Así la emplea el Código en sus artículos
1271 a 1273, que regulan el objeto de los contratos, estableciendo como sus requisitos que
sea posible, lícito y determinado o determinable.
- Posible: establece el art. 1272 que “no podrán ser objeto de contrato las cosas o
servicios imposibles”, pero pueden serlo las cosas futuras (art. 1271). Por cosa
futura se entiende aquella que aún no existe en el momento de la celebración del
contrato, pero es previsible que llegue a existir. No obstante, hay que recordar que
conforme al art. 1271, “sobre la herencia futura no se podrá, sin embargo, celebrar
otros contratos que aquéllos cuyo objeto sea practicar entre vivos la división de un
caudal y otras disposiciones particionales […].”
- Lícito: según el art. 1271 del Código Civil, “Pueden ser objeto de contrato todas las
cosas que no están fuera del comercio de los hombres [...]. Pueden ser igualmente
objeto de contrato todos los servicios que no sean contrarios a las leyes o a las
buenas costumbres”.
- Determinado o determinable: conforme al art. 1273, “el objeto de todo contrato debe
ser una cosa determinada en cuanto a su especie. La indeterminación en la cantidad
2.3 Causa
El Código Civil no define la causa, pero la doctrina ha propuesto múltiples definiciones, de
las que se puede extraer la consideración general de la causa como la justificación o
función económico-jurídica objetiva del contrato. La causa respondería, así, a la pregunta
“¿por qué se debe?”, distinta de la pregunta “¿qué se debe?”, a la que respondería el
objeto.
Es importante distinguir la causa del contrato de las motivaciones de cada una de las
partes. La causa es el fin económico-jurídico perseguido por el contrato (p.ej., en la
compraventa la causa es, para el vendedor, la adquisición del precio, y para el comprador la
adquisición de la cosa), mientras que los motivos son totalmente subjetivos e infinitamente
variables. De ahí se sigue que la causa es objetiva y única para cada tipo contractual,
mientras que los motivos son innumerables y varían con cada contratante, porque son
subjetivos.
Establece el Código una tipología general de causa en el art. 1274: “en los contratos
onerosos se entiende por causa, para cada parte contratante, la prestación o promesa de
una cosa o servicio por la otra parte; en los remuneratorios, el servicio o beneficio que se
remunera, y en los de pura beneficencia, la mera liberalidad del bienhechor.”
Los requisitos de la causa se determinan en los artículos siguientes, conforme a los cuales
la causa ha de ser existente, verdadera y lícita:
- Existente: pues, según el art. 1275, “Los contratos sin causa [...] no producen efecto
alguno”. Pero no hace falta expresarla en los contratos, pues “aunque la causa no
se exprese en el contrato, se presume que existe [...] mientras el deudor no pruebe
lo contrario” (art. 1277).
- Verdadera: según el art. 1276, “La expresión de una causa falsa en los contratos
dará lugar a la nulidad, si no se probase que estaban fundados en otra verdadera y
lícita.”
- Lícita: pues los contratos sin causa ilícita no producen efecto alguno, según el art.
1275, que luego añade que “es ilícita la causa cuando se opone a las leyes o a la
moral”.
3.1.1 La oferta
La oferta es una declaración de voluntad que una persona dirige a otra u otras
proponiéndoles celebrar un contrato. Consta de los siguientes requisitos:
- Ha de ser seria, esto es, hecha con verdadera intención de obligarse. Quedan
excluidas, por tanto, las declaraciones con ánimo de mero juego o jactancia.
- Ha de ser completa, es decir, abarcar todos los elementos del contrato, de modo
que éste quede suficientemente determinado y baste la simple aceptación para
perfeccionarlo.
3.2.2 La aceptación
La aceptación es la declaración de voluntad de la persona a quien se dirigió la oferta en el
sentido de aceptarla. Esta aceptación ha de ser pura y simple, sin introducir ninguna
modificación en la oferta, porque de lo contrario no sería aceptación sino una contraoferta
dirigida al anterior oferente. Asimismo, ha de ir dirigida en concreto al oferente original.
- Del conocimiento, según la cual solo hay perfección del contrato cuando el oferente
conoce efectivamente la aceptación.
En Derecho español existieron dos sistemas diferentes en el derecho civil y mercantil hasta
que los unificó la reforma operada por la Ley 34/2002, de 11 de julio, de Servicios de la
Sociedad de la Información y del Comercio Electrónico, que introduce una nueva redacción,
idéntica, para los párrafos segundo y tercero del art. 1262 del Código Civil y el art. 54 del
Código de Comercio, que actualmente dicen:
“Hallándose en lugares distintos el que hizo la oferta y el que la aceptó, hay consentimiento
desde que el oferente conoce la aceptación o desde que, habiéndosela remitido el
aceptante, no pueda ignorarla sin faltar a la buena fe. El contrato, en tal caso, se presume
celebrado en el lugar en que se hizo la oferta.
Nótese que esta norma es aplicable a cualquier supuesto de contratación a distancia, sea
por medios electrónicos o no.
a) Las obligaciones nacidas de los contratos tienen fuerza de ley entre las partes
contratantes y deben cumplirse al tenor de las mismas (art. 1091); pero solo entre las
partes y sus herederos, salvo que los derechos y obligaciones derivados del contrato
no sean transmisibles, sin poder vincular a tercero que no haya consentido (art. 1257).
Esto último es el principio de relatividad de los contratos.
Algunos autores han propuesto una cuarta categoría, la de la inexistencia, que respondería
a aquellos supuestos en que el contrato carece de sus elementos esenciales de manera
evidente, de forma que no hay siquiera apariencia de contrato. No obstante, la doctrina y la
jurisprudencia españolas la asimilan a la nulidad de pleno derecho, considerando
puramente artificial distinguir entre ambas.
4.1.1 Causas
Son las siguientes:
- Ausencia de alguno de los elementos esenciales de los contratos según el art. 1261:
falta absoluta de consentimiento, porque no ha llegado a haber oferta y aceptación;
falta de objeto, o falta o ilicitud de la causa (art. 1275).
- Infracción de norma imperativa, ya que el art. 6.3 del Código señala que “los actos
contrarios a las normas imperativas y a las prohibitivas son nulos de pleno derecho,
salvo que en ellas se establezca un efecto distinto para el caso de contravención.”
Es propio de la nulidad de pleno derecho también que su eficacia es erga omnes (frente a
todos); y en consecuencia, la legitimación para hacerla valer es amplia, correspondiendo no
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Octubre 2019. Derecho Civil. Tema 7 10
solo a las partes sino a cualquier persona interesada en el contrato. La acción de nulidad,
además, es imprescriptible. Por último, el contrato aquejado de nulidad de pleno derecho no
se puede convalidar a posteriori, pues los vicios que la causan no son sanables.
4.1.3 Efectos especiales en caso de nulidad por ilicitud de la causa o del objeto
El Código regula una serie de consecuencias específicas para estos supuestos
incluyéndolas impropiamente en la disciplina de la anulabilidad, concretamente en los
artículos 1305 y 1306:
“Artículo 1305
Cuando la nulidad provenga de ser ilícita la causa u objeto del contrato, si el hecho
constituye un delito o falta común a ambos contratantes, carecerán de toda acción entre sí,
y se procederá contra ellos, dándose, además, a las cosas o precio que hubiesen sido
materia del contrato, la aplicación prevenida en el Código Penal respecto a los efectos o
instrumentos del delito o falta.
Esta disposición es aplicable al caso en que sólo hubiere delito o falta de parte de uno de
los contratantes; pero el no culpado podrá reclamar lo que hubiese dado, y no estará
obligado a cumplir lo que hubiera prometido.
Artículo 1306
Si el hecho en que consiste la causa torpe no constituyere delito ni falta, se observarán las
reglas siguientes:
1.ª Cuando la culpa esté de parte de ambos contratantes, ninguno de ellos podrá repetir lo
que hubiera dado a virtud del contrato, ni reclamar el cumplimiento de lo que el otro hubiese
ofrecido.
2.ª Cuando esté de parte de un solo contratante, no podrá éste repetir lo que hubiese dado
a virtud del contrato, ni pedir el cumplimiento de lo que se le hubiera ofrecido. El otro, que
fuera extraño a la causa torpe, podrá reclamar lo que hubiera dado, sin obligación de
cumplir lo que hubiera ofrecido.”
4.2 Anulabilidad
La nulidad supone la existencia de un contrato inicialmente válido pero aquejado de algún
vicio, menos grave que en el caso de la nulidad absoluta, en cuya virtud la Ley permite
privarle de efectos mediante el ejercicio de la correspondiente acción. Se trata, por tanto, de
un acto válido pero claudicante ante dicha acción. Así, la nulidad no se produce ab initio
como en el caso de la nulidad de pleno derecho, sino solo con la sentencia que la
establece, aunque sus efectos también son retroactivos. A diferencia de la nulidad absoluta,
la anulabilidad es convalidable y la acción para que se declare tiene un plazo de ejercicio y
solo puede ser ejercitada por las partes del contrato.
“Los contratos en que concurran los requisitos que expresa el artículo 1.261 pueden ser
anulados, aunque no haya lesión para los contratantes, siempre que adolezcan de alguno
de los vicios que los invalidan con arreglo a la ley”.
4.2.1 Causas
La anulabilidad se produce, según se extrae del art. 1301, en caso de:
- Falsedad de la causa.
- Falta de capacidad para contratar: caso de los contratos celebrados por menores o
personas con capacidad judicialmente modificada que en virtud de la sentencia no
puedan contratar.
También en el caso de los contratos celebrados por uno de los cónyuges sin
consentimiento del otro, cuando este consentimiento fuere necesario, p.ej. para
enajenar la vivienda habitual común (aunque pertenezca solo a uno de los
cónyuges) ex art. 1320.
Otra gran diferencia con la acción de nulidad absoluta es que la acción de nulidad se
extingue por el transcurso del plazo de 4 años (art. 1301), por convalidación (1309) o por
pérdida de la cosa objeto del contrato por dolo o culpa del legitimado para ejercitarla (1314).
Especial atención merece el transcurso del plazo: es hoy día pacífico que se trata de un
plazo de caducidad y no de prescripción, por lo que no puede ser interrumpido; y se inicia,
según el art. 1301:
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Octubre 2019. Derecho Civil. Tema 7 12
“En los casos de intimidación o violencia, desde el día en que éstas hubiesen cesado.
Cuando la acción se refiera a los contratos celebrados por los menores o incapacitados,
desde que salieren de tutela.
Si la acción se dirigiese a invalidar actos o contratos realizados por uno de los cónyuges sin
consentimiento del otro, cuando este consentimiento fuere necesario, desde el día de la
disolución de la sociedad conyugal o del matrimonio salvo que antes hubiese tenido
conocimiento suficiente de dicho acto o contrato”.
4.2.3 Efectos
El contrato anulable, mientras su anulabilidad no haya sido declarada judicialmente,
producirá todos sus efectos. Sin embargo, una vez sea anulado, dejará de producir efectos
y se removerán retroactivamente todos los que hubiese ya producido.
Así, la regla general del Código es, de acuerdo con el art. 1303, que “declarada la nulidad
de la obligación, los contratantes deberán restituirse recíprocamente las cosas que
hubiesen sido materia del contrato, con sus frutos y el precio con los intereses”, aunque el
art. 1304 establece una excepción en favor del incapaz, que no estará obligado a restituir
sino en cuanto se enriqueciera.
4.2.4 La confirmación
La confirmación es la declaración de quien podría ejercitar la acción de nulidad por la que
sana al contrato de los vicios de que adolecía (art. 1313), de forma que producirá efectos
como si nunca hubiera tenido vicio alguno y será inatacable. De esta forma, extingue la
acción de nulidad (1309) que antes le correspondía.
En cuanto a sus requisitos, es necesario que la causa de anulabilidad haya cesado y sea
conocida por el afectado, quien además deberá tener capacidad para contratar. De lo
contrario, la convalidación no sería válida como exige el art. 1309, sino que estaría ella
misma aquejada de vicios de anulabilidad.
Por lo demás, puede ser expresa o tácita (art. 1311); y es unilateral, es decir, no necesita el
concurso de la persona a quien no compete ejercitar la acción de nulidad (1312). En todo
caso, de acuerdo con el art. 1310, es necesario que en el contrato concurran los requisitos
4.3 La rescisión
La rescisión supone la privación de efectos de un contrato inicialmente válido por alguna de
las causas establecidas en la Ley. Así se deduce del art. 1290 del Código Civil, que
establece: “los contratos válidamente celebrados pueden rescindirse en los casos
establecidos por la Ley”. A diferencia de los dos anteriores supuestos, no existe en el
contrato ningún vicio de origen, sino que es plenamente válido, pero produce ciertos efectos
perjudiciales para alguna de las partes o para terceros, en virtud de los cuales la Ley
permite dejarlo sin efecto.
4.3.1 Causas
Las causas de rescisión se regulan en el art. 1291, y se pueden sistematizar como sigue:
- Por lesión: aplicable a los contratos que puedan celebrar los tutores sin autorización
judicial (1291.1º) y a los celebrados en representación del ausente (1291.2º),
también sin autorización judicial (art. 1296), siempre que el tutelado o ausente
hubiera sufrido lesión en más de la cuarta parte del valor de las cosas objeto del
contrato. Dispone el art. 1293 que fuera de estos supuestos no habrá rescisión por
lesión.
- que el perjudicado pueda devolver aquello a que por su parte estuviese obligado
(1295), requisito que solo tiene sentido en la rescisión por lesión, ya que en el caso
de fraude el perjudicado no es parte del contrato rescindido y en consecuencia no
puede tener que devolver nada por la rescisión.
- que las cosas objeto del contrato no se hallen en poder de terceros de buena fe
(1295), como medida para proteger la necesidad del tráfico jurídico; aunque en este
caso cabe pedir indemnización de daños y perjuicios al causante de la lesión (1295
párrafo tercero).
- interpretación gramatical: “si los términos de un contrato son claros y no dejan duda
sobre la intención de los contratantes, se estará al sentido literal de sus cláusulas”
(1281 párrafo primero).
Esta norma se completa con otros dos criterios de interpretación lógica, contenidos
en el art. 1284, según el cual “si alguna cláusula de los contratos admitiere diversos
sentidos, deberá entenderse en el más adecuado para que produzca efecto” y 1286,
que establece que “las palabras que puedan tener distintas acepciones serán
entendidas en aquella que sea más conforme a la naturaleza y objeto del contrato”.
- Finalmente, establece el art. 1288 que “la interpretación de las cláusulas oscuras de
un contrato no deberá favorecer a la parte que hubiese ocasionado la oscuridad”.
- Si las dudas recaen sobre “el objeto principal del contrato, de suerte que no pueda
venirse en conocimiento de cuál fue la intención o voluntad de los contratantes, el
contrato será nulo”.
Sin embargo, en ocasiones y como excepción a esta regla general, la Ley exige que los
contratos consten en determinada forma, p.ej. por escrito o en escritura pública. Cuando se
da esta exigencia de forma, puede ser ad probationem o ad solemnitatem.
En el primer caso, la Ley exige que el contrato conste de una forma determinada por
diversas razones de utilidad, fundamentalmente para facilitar su prueba, y en virtud de esto
las partes pueden compelerse recíprocamente a hacerlo constar de esa forma. Pero ello sin
que el incumplimiento de este requisito formal prive de su validez al contrato: este existe y
es válido cualquiera que sea su forma, pero existe la obligación de plasmarlo de una forma
determinada, que cada parte puede exigir a la otra.
Cuando la norma exige una determinada forma para un contrato, la regla general es que
será ad probationem, y en consecuencia solo cabe entender que es ad solemnitatem
cuando así lo señale expresamente el precepto. Así se deduce claramente del art. 1279 del
Código Civil, que establece:
“Si la ley exigiere el otorgamiento de escritura u otra forma especial para hacer efectivas las
obligaciones propias de un contrato, los contratantes podrán compelerse recíprocamente a
llenar aquella forma desde que hubiese intervenido el consentimiento y demás requisitos
necesarios para su validez”.
“1.º Los actos y contratos que tengan por objeto la creación, transmisión, modificación o
extinción de derechos reales sobre bienes inmuebles.
2.º Los arrendamientos de estos mismos bienes por seis o más años, siempre que deban
perjudicar a tercero.
5.º El poder para contraer matrimonio, el general para pleitos y los especiales que deban
presentarse en juicio; el poder para administrar bienes, y de cualquier otro que tenga por
objeto un acto redactado o que deba redactarse en escritura pública, o haya de perjudicar a
tercero.
También determina su último párrafo que deberán constar por escrito, aunque sea privado,
“los demás contratos en que la cuantía de las prestaciones de uno o de los dos contratantes
exceda de 1.500 pesetas”.
- constitución del derecho real de hipoteca, que requiere además y también como requisito
de validez la inscripción en el Registro de la Propiedad (art. 1875, y 146 de la Ley
Hipotecaria).