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LA TOPONIMIA (^ONQUISTADORA

C a rm e n Val Julián
ECOLE NORMALE SUPÉRIEURE
DE F O N T E N A Y - S T CLOUD (FRANCIA)
1 primer signo palpable de todo descubrimiento geo­
gráfico es el nombre que se atribuye a lo descubierto.
No importa para ello que a veces el lugar objeto de de­
signación ni siquiera haya sido pisado, sino tan sólo
entrevisto a lo lejos, en el horizonte. En tal contexto, la
toponimia resulta ser a la vez la manifestación o evidencia del hallazgo
y la forma que lo acuña mediante un nombre. Respecto a un territorio
nuevo, constituye tanto una identificación utilitaria como una primera
toma de posesión. La actividad de "bautizo" del paisaje fue intensa en
Indias, configurando un estrato toponímico que en muchos casos per­
vive hasta los mapas de hoy.
El interés de la toponomástica no se reduce a permitir curiosear por
etimologías y filiaciones, inventoriando nombres con sus correspon­
dientes anécdotas. Para el historiador como para el lingüista, el topóni­
mo puede ser, a un tiempo objeto y medio de estudio, pues este signo
lingüístico, así como las circunstancias de su nacimiento en un momen­
to dado, remiten inevitablemente a la historia, a la cultura, a las menta­
lidades de una época. El descubridor, como el caminante de Machado,
parece improvisar designaciones toponímicas, siguiendo el curso acci­
dentado e impredecible de los acontecimientos. Nombra el camino al
andar. Sin embargo, este nombrar a lo desconocido, a lo que -al menos
para él- no tiene nombre, no obedece al puro capricho. Lingüísticamen­
te, los topónimos son signos motivados, que en un principio, por lo me­
nos, suelen tener una relación racional y transparente con su referente.1
Ateniéndome aquí al caso de la conquista de México, me propongo
mostrar que tampoco son arbitrarios históricamente. El acto inaugural
de toponimización expresa una visión de la realidad circundante que
encierra tanto una lectura de ésta como estrategias de aprehensión.

1 Es esclarecedor el libro de ensayos de M. Trapero, Para una teoría lingüística de


la toponimia; Estudios de toponimia canaria, Las Palmas de Gran Canaria, Servicio de
Publicaciones de la Universidad, 1995.
R E L A C I O N E S 7 0

D el m éto do

Se trata de estudiar las formas y funciones de la toponimia de los con­


quistadores de México, especialmente según la llamada segunda Carta
de Relación de Cortés. En esta perspectiva, interesan todos los topóni­
mos citados, aunque hayan sido efímeros o hayan coexistido con otros.2
También son de notar las eventuales definiciones o aclaraciones que
rodean textualmente al topónimo, prestando al respecto tanta atención
a los datos que aportan como a la formulación de éstos. Tal inventario
ha de ponerse en relación con el desarrollo de los contactos con la nueva
tierra, su progresión y modalidades, con el fin de destacar y explicar
posibles fases en el proceso de denominación.
Respecto de los topónimos indígenas, cuya suerte en los textos nos
interesa, su problemática es específica. No olvidemos que al llegarnos
bajo forma escrita, son ya una transcripción filtrada por el sistema foné­
tico castellano y por su alfabeto. Varios factores más aumentan su opaci­
dad. En efecto, el principio de repertorios de equivalencias que recojan
la doble forma (prehispánica e hispánica) de la toponimia no toma en
cuenta que no son simétricas ni las lenguas ni las cosmovisiones de los
pueblos aludidos. Hay cosas que, por ejemplo, no tienen nombre en uno
u otro idioma. Por lo cual, Alonso de Molina, en su gran diccionario
bilingüe de 1571, justificó la creación de neologismos, en náhuatl así
como en castellano para traducir parte del léxico de ambas lenguas.3
Además, en el caso de la toponimia de un pueblo entran en juego tanto
su lengua como su representación del espacio. Y la percepción del espa­
cio geográfico, como la de los colores, no es universal. Nociones como
archipiélago, bahía, desfiladero etc. son sólo una forma, entre otras, de
recortar la realidad. No siempre se singulariza ni se valora (ni se nom­
bra) lo mismo del paisaje.4Por fin, aun disponiendo del nombre supues-

2 El porqué sobrevivieron o no, y la cuestión del uso, serían otro tema que no
cabe abordar ahora.
3A. de Molina, prólogo de su Vocabulario en lengua castellana y mexicana, y mexi­
cana y castellana, México, Porrúa, 1977 (Biblioteca Porrúa, núm. 44, facsímil de la edi­
ción de 1571).
4 Cfr. A. Musset y C. Val Julián, "Nommer le paysage du Nouveau Monde.
to de un lugar en lengua indígena y de su posible extensión (esto es si
designa una aldea, o una provincia, o todo un valle, por ejemplo), no
por ello se conocerá su significado, aunque mencione en apariencia sim­
ples elementos de la fauna o de la flora. ¿Pues cómo olvidar el sentido
metafórico y religioso que pueda tener dicho nombre, en relación con
mitos y arquetipos mesoamericanos en las distintas áreas? Por todo ello,
nos limitaremos por ahora al análisis del uso que hacen los españoles de
estos topónimos indígenas.

L a C arta de l a V era C ruz

El consejo de la Rica Villa de la Vera Cruz, en su carta de 1519 al rey,


anuncia el interés de su lectura en términos toponímicos cuando, en la
primera frase, pretende dar a conocer:

"[...] una nueva tierra que puede haber dos años poco más o m enos que en
estas partes fue descubierta, que principio fu e intitulada por nombre Cogumel y
desp u éi la nombraron Yucatán sin ser lo uno ni lo otro , como por esta nuestra
relación vuestras reales Altezas mandarán ver." 5

La rectificación -tajante "sin ser lo uno ni lo otro"- que es capaz de


aportar a la denominación del Nuevo Mundo constituye la prueba de la
superioridad de la expedición de Cortés. Al rechazar la toponimia ante­
rior, también se refuta la validez de las dos expediciones precedentes,
por haber sido superficiales y destinadas al simple rescate." En realidad,
sorprende la importancia concedida aquí al punto del nombre de las
tierras, ya que por proceder de una convención mutable podría parecer

Toponymie indigène et conquête espagnole au Mexique", Revue des Sciences Humai­


nes, Lille, núm. 209,1988, pp. 143-183.
5 Primera relación (o Carta de Veracruz), 10 de julio de 1519, en: Hernán Cortés,
Cartas de Relación, edición de A. Delgado Gómez, Madrid, Castalia, 1993, p. 106 (su­
brayados nuestros).
hSe dice de Grijalva en Cozumel "se tornó a sus naos sin calar la tierra ni saber
el secreto della, lo cual no debieran hacer, pues era menester que la calara y supiera
para hacer verdadera relación a Vuestras Altezas de lo que era aquella isla" p. 113
R L: L A C I O N E S 7 0

secundario. También resulta curioso que el tema del nombre correcto


luego no vuelva a tocarse si no es al final de la segunda relación, firma­
da por Cortés en Segura de la Frontera, al año siguiente. Sin embargo,
un hilo director une las dos epístolas. Al inicio de la primera carta, se re­
futan nombres y al final de la segunda se propone y justifica el topóni­
mo más apropiado: Nueva España. Volviendo a la primera carta, el pre­
ámbulo citado quiere ser atractivo y para ello usa de un ardid, pues nin­
guna aclaración categórica se propone en realidad a continuación.7 Su
función es presentar a los autores como detentadores de la verdad, naci­
da de su experiencia en el terreno. La intención de disipar el error de los
nombres contiene una promesa mucho más amplia, la de una revelación
de las cosas, que "nadie hasta agora las ha sabido". Y por ende no ha sa­
bido, ni podido, nombrar adecuadamente.
¿Y cómo presenta por consiguiente dicha primera Carta, la actividad
descubridora y toponímica de los antecesores de Cortés?

a) Hernández de Córdoba "saltó en un pueblo que se dice Campoche [con­


fusión de Catoche y Campeche]8 donde el señor dél pusieron por nombre
Lázaro y allí le dieron dos máscaras con una tela de oro por cirha y otras
cosillas de oro"

b) "Tomó a saltar en tierra junto a otro pueblo que se llama Mochocobon y


el señor del Champotón y allí fueron bien rescebidos [...] pelearon otro día

"Y [Grijalva] se hizo a la vela sin saber más secreto alguno de aquella tierra ", p. 115;
"anduvo por ella [la costa] hasta cuarenta y cinco leguas sin saltar en tierra ni ver
cosa alguna excepto aquello que desde la mar se parescía. Y desde allí se comenzó
a volver para la isla Femandina y nunca más vido cosa alguna que de contar fuese,
por lo cual Vuestras Reales Altezas pueden creer que todas las relaciones que desta
tierra se les han hecho no han podido ser ciertas, pues no supieron los secretos de
las más de los que por sus voluntades han querido escribir." p. 116.
7A nivel literario, es creación de una expectativa, en el lector por un enigma ini­
cial a medio develar, digno de un análisis barthiano (cfr. Roland Barthes, S/Z, Paris,
Seuil, 1970).
8Texto y nota p.108. Idem, cuando refiriéndose a la segunda expedición mencio­
na "dicho puerto Campoche que el señor se llama Lázaro , donde había llegado el dicho
Francisco Fernández de Córdoba" p. 113.
por la mañana con ellos de tal manera que murieron veinteséis espa­
ñoles y fueron heridos todos los otros/'4

c) Los de Grijalva, siguiendo la derrota de Hernández de Córdoba "des­


cubrieron una isla pequeña que bojaba hasta treinta leguas [...] la cual es
llamada Cogumel. Y llegaron en la dicha isla a un pueblo que pusieron por
nombre San Juan de Portalatina, y a la dicha isla llamaron Santa C ru z”. Se
menciona "el dicho puerto e isla de Santa Cruz"™

d) "Una bahía a la cual el dicho capitán Grijalba y piloto mayor A n tó n de A la ­


minos pusieron por nombre la bahía de la Ascensión, que según opinión de
pilotos es muy cerca de la punta de las Veras, que es la tierra que Vicente
Yañez descubrió y apuntó."]]

e) "Y de allí se fueron por la dicha costa hasta llegar a un río al cual pu­
sieron por nombre el río de Grijalba .",2

f) "Y [Grijalva] se hizo a la vela sin saber más secreto alguno de aquella
tierra y seguió hasta llegar a una bahía a la cual pusieron por nombre la ba­
hía de San ]u a n ."u

Estas escasas citas dan la imagen de una actividad sucinta y sumaria.


Otras fuentes serán necesarias si queremos completar el inventario de
las denominaciones y conocer su porqué. Así el Itinerario de la armada
que explica: "Por ser el día de la Santa Cruz, llamamos así a aquella tie­

9 p. 108, luego regresan a Cuba y dan noticia de la riqueza de la tierra.


10p. 112.
" p. 113.
12 Tabasco. La nota 58, p. 114 evidencia problemas cuando cree aclarar que "el
río Grijalba es el río Tabasco (Gomara), que según Bernal se llamaba así porque ése
era el nombre del cacique del lugar". ¿Por qué cacique y río comparten el mismo
nombre (si es cierto el dato de Bernal)? Sólo la etnohistoria puede contestar. ¿Cabe
acaso ver en ello la proyección de lo que los mismos españoles hicieron al adueñarse
mediante su antropònimo de ríos (Grijalva, Alvarado) sobre la realidad y usos au­
tóctonos?
13 p. 115.
rra" y enumera varios topónimos más : Puerto deseado, Valor, río San
Bernabé, río de Lagartos, Isla de los Sacrificios, San Antonio, San Cris­
tóbal, Almería...'4 Cabe advertir aquí como en un principio predomina
la referencia religiosa al calendario de los santos (esto es al tiempo de los
españoles) y como la realidad americana aparece sólo reflejada en las ex­
pectativas y vivencias, buenas o malas, de los exploradores: Valor, Puer­
to deseado, y, en las cartas de marear, la Costa de la Mala Pelea. Se va
escribiendo el mapa de una aventura. En toda esta fase de exploración
costera, los ríos se encargan de guardar la memoria de los episodios de
la conquista: río Grijalva [Tabasco], río Alvarado [Papaloapan], río Ban­
deras [actual Jamapa] en el que aparecieron indios de guerra enar-
bolando banderas, río Canoas [Pánuco] donde se encontraron con nu­
merosas embarcaciones indias.
El léxico empleado en río Canoas merece comentario. La canoa se re­
fiere al mundo aborigen (lo cual es excepcional todavía y se da con oca­
sión de una irrupción amenazadora para los españoles) pero lo hace
usando una voz taina preexistente, entrada muy pronto en el castellano,
pues la recoge ya en 1493 el Vocabulario de Nebrija.15Se reproduce enton­
ces en México lo que sucediera anteriormente en el Caribe con Colón: se
nombra siempre ajustando lo nuevo con lo conocido. También el Almirante la
primera vez que vio canoas en las Indias tuvo que recurrir a una palabra
existente, y que le era familiar, "almadía", por analogía con las em­
barcaciones hechas de un solo tronco usadas por los negros africanos.
De la misma manera, la antillana "canoa" empieza a servir en la lengua
de descripción de América, incluso fuera de las islas. De ahí el peso de
la experiencia caribeña en el léxico de los conquistadores, pues por su
ubicación espacio-temporal, permitió incorporar al castellano palabras
nuevas que venían a colmar lagunas del idioma del Viejo Mundo. Esas
palabras luego fueron usadas a modo de términos genéricos en otros
ámbitos y se fueron extendiendo en el espacio, en detrimento de los di-

14 Itinerurio de la a m a d a del Rey católico a la isla de yucatán, en la India, el año de


1518... [por el capellán Juan Díaz] in J. García Icazbalceta, Colección de documentos
para la Historia de México, México, Porrúa, 1971, vol. 1, pp. 281-307.
15Juan Clemente Zamora Munné, Indigenismos en la lengua de los conquistadores,
San Juan, Universidad de Puerto Rico, 1976, p. 90.
R !• I A C I O !I E

versos nombres locales que no lograron destronarlas para penetrar en el


castellano. El que "maíz", "cacique", "bohío", "naboría" y "canoas" se
difundieran por todo el continente, en la prosa de la época, pone de re­
lieve el principio de economía que rige la lengua en general.'" En la
toponimia americana, habrá más de un río de canoas, como nota el cro­
nista Gonzalo Fernández de Oviedo, al deplorar las imprecisiones y re­
peticiones de los nombres geográficos americanos.17
Las únicas referencias surgidas directamente del entorno local en las
dos primeras expediciones se vinculaban con realidades inauditas o pe­
ligrosas: río (y estero) de Lagartos e Isla de los Sacrificios. En ambos ca­
sos -prácticas rituales y fauna- el referente, por singular y espectacular,
es llamativo hasta el punto de prevalecer e imponerse en la designación
del lugar. En cuanto a (Nauhtla-)Almería, inaugura, en lo tocante a Mé­
xico, la transferencia de topónimos peninsulares que iba a desarrollarse
en el continente con las implantaciones urbanas coloniales. Las ciu­
dades españolas de Mérida, León, Zamora, Guadalajara, Valladolid,
Antequera, etc. iban a tener entonces varios homónimos ultramar. La re­
ferencia andaluza ya se advierte en tiempos colombinos, con frecuentes
menciones de Granada y Córdoba en los diarios y documentos del al­
mirante. Lo cual remite a un paisaje visual pero también cultural, pre­
sente asimismo en la carta con la palabra mezquita que sirve para des­
ignar los templos de los indios ("sus mesquitas y adoratorios")1*y en la
segunda Carta con la alusión al héroe legendario de la reconquista,
Pedro Carbonero.1*

,AIbid. "Los indigenismos que primero entraron en el español no pudieron ser


desplazados por las voces de los pueblos conquistados con posterioridad" p. 100.
17 Cfr. Antonello Gerbi, La naturaleza de las Indias Nuevas, México, fc e , 1978,
p. 340. Un fenómeno similar al de "canoa" cuando el inventario de los obsequios al
rey que acompaña la primera carta usa repetidas veces la palabra de origen caribe
"caimán" ["cabeza grande de oro que parece de caimán" etc.] en lugar del castellano
lagarto, que sin embargo se incorpora en la toponimia. También habla Cortés en la
segunda Carta, de aquella "miel de unas plantas que llaman en las otras islas
maguey", otro término antillano importado a México, de forma muy duradera.
w p. 142.
p. 181.
En cuanto a los topónimos de origen autóctono, proceden en esta
fase primitiva de malentendidos -en el caso de Cabo Catoche (del "co-
nex cotoch" maya = "venid") y de Yucatán (= "no entiendo")- o de de­
formaciones. Potonchan ("las casas que huelen mal") se transforma en
Champotón, por inversión del orden de sus sílabas. Acuzamil ("lugar
de las golondrinas") es convertido por simplificación en Cozumel y lo
mismo sucede con otros nombres que, mutilados, son más fáciles de
‘ pronunciar para los conquistadores. La hispanización de estos topóni­
mos, supuestos o reales, garantizó su perennidad.
Toda esta riqueza topónimica de los viajes de 1517 y 1518 apenas
trasluce en la Carta de la Vera Cruz. En la cita d) -la única donde la de­
nominación no es fruto de un colectivo "pusieron", sino de dos indivi­
duos, el capitán y su piloto mayor- incluso se intenta minorar el alcance
del descubrimiento de Grijalva, alegando la proximidad con "la tierra
que Vicente Yañez [Pinzón] descubrió y apuntó". Es significativa esta
expresión, en la que descubrir es inseparable de apuntar, anotar, es decir
asignar un nombre a un lugar en el mapa del mundo. Para decirlo de
forma coloquial, quien apunta , de alguna forma se apunta el éxito: la pa­
ternidad de la proeza. La historia también se escribe -o se borra- con
topónimos. En la segunda Carta, Cortés aludirá a "Nautecal... que ago­
ra se llama Almería"20sin decir que Grijalva la descubrió y nombró.
Cuando pasa a referirse a la expedición de Cortés, la carta evoca su
estancia en "aquella isla de Cozumel que agora se llama de Santa Cruz"21
y en San Juan de Portalatina así como la ruta por las costas de "la isla de
Yucatán"22 "hasta el río grande que se dice de Grijalba".23 Esta forma se
dice es empleada en otra ocasión también referente a la toponimia de
Grijalva: "llegamos al puerto que se dice San Juan , que es adonde el su­
sodicho capitán Juan de Grijalba hizo el rescate que de arriba a vuestras
Majestades está hecha relación."24 ¿Será aventurado entrever algún

20Nauhtla, p. 166. También sobre Cuauhpopoca,"señor de aquella ciudad que se


dice Almería", p. 212. Llegando luego a la equivalencia: "la cibdad de Nautecal o
Almería" p 215.
21 p. 124.
22 p. 119.
23 p. 126.
24 p. 132.
matiz de reserva en la forma se dice (por ser distinta de se llama) referen­
te a lugares denominados por Grijalva? En cualquier caso, contrastan
tales formas con la solemnidad de la frase relativa a la fundación corte-
siana: "luego comenzó con gran diligencia a poblar y a fundar una villa,
a la cual puso por nombre la Rica Villa de la Vera Cruz."25
Concluye la carta afirmando que en la fauna "no hay diferencia
desta tierra a España" y que los habitantes -pese a la práctica del sacri­
ficio humano y al ser sodomitas- "viven más política y razonablemente
que ninguna de las gentes que hasta hoy en estas partes se ha visto".2*
La Rica Villa debió ser para entonces muy poca cosa materialmente, de
hecho no tardó en trasladarse, pero, por su adjetivo, el topónimo se con­
centra en las virtualidades positivas del lugar, en una riqueza por venir
que ya da por sentada. La palabra anticipa un futuro, se sustituye a la
realidad, tiene algo a mi ver de invocación mágica. A la carta se le agre­
ga el argumento más persuasivo: los regalos preciosos que los procura­
dores llevan a Carlos v. Al parecer, Cortés nada ignoraba de las sutiles
relaciones entre médium y mensaje.

La seg u n da C arta de R elac ió n

En la carta de 1520, Cortés anuncia la relación de "una grandísima pro­


vincia muy rica llamada Culúa en la cual hay muy grandes ciudades...
entre las cuales hay una más maravillosa y rica que todas llamada Temus-
titán" y pide disculpas de antemano por los errores que pueda cometer
en los nombres de ciudades y villas como de señoríos sometidos a la
Corona, pues se le perdieron "todas las escrituras" en un infortunio que
aún no lleva el nombre de Noche triste.27Esto explica la toponimia lagu-
naria o dudosa del texto, en el cual reconoce no recordar los nombres,
cuando menciona de paso "esta cibdad donde comimos, cuyo nombre al
presente no me ocurre a la memoria".2*

25 p. 136.
* p. 136 y p. 145.
27p. 159 y p. 161. También en p. 288: "Y se perdieron todas las escripturas y abtos
que yo había hecho con los naturales destas partes/'
* p. 205.
El cuadro siguiente recoge los topónimos citados -es de suponer que
de memoria- en dicha Carta, con eventuales indicaciones sobre el espa­
cio que designan. Están repartidos en dos columnas, en la primera los
topónimos indígenas y en la segunda los españoles. Siendo frecuentes e
inevitables en el texto las variaciones internas en la grafía de una misma
palabra indígena, se menciona la forma más frecuente. Se señalan con
un asterisco las creaciones cortesianas. El orden es el de (primera) apari­
ción en el texto.

Toponimia cortesiana según la segunda Carta de Relación

Nueva España*
Yucatán
Culúa (provincia)
Temustitán
Rica Villa de la Vera Cruz*
Cempoal =Sevilla*
Nautecal =Almería
Sienchimalem (provincia)
Nombre Dios (puerto)*
Puerto de la Leña (puerto)*
Caltanmy
Iztacmasistan
Cascalteca (provincia)
Churultecal (ciudad)
Guasyncango (provincia)
Putunchan
Acan^ingo
Yzcucan
Guasuqingo (ciudad)
Chalco
Amaqueruca
Yztapalapa (ciudad)
Caluaalcan
Mesicalqingo
Niqiaca
Huchilohuchico
Cumula
Tama^ulapa
Malinaltebeque (provincia)
Tuchitebeque (provincia/puerto)
Calchimeca (puerto) =San juan (puerto/bahía)
Ma^amalco
Tuchintecla
San Martín (sierras)
San Antón (río)
Grijalba (río)
Tescuco
Acuruman
Otumpa
Mesyco
Cumantan
Quacucalco
Tesuacan
Tacuba
Bualipian
Tepeaca =Villa Segura de la Frontera*
Guasu^ingo (provincia/pueblo)
B(G)uacachula
Ocupatuyo
Yzqucan (Nueva España*)

Topónimos indígenas

Salta a la vista el predominio de topónimos nativos, si bien, como es na­


tural, más o menos deformes. Es de señalar la confusión entre topónimo
y gentilicio en el caso de las antiguas Tlaxcala y Cholula, con las formas
de Cascateca y Churultecal. Se advierte asimismo la tendencia asimila­
dora y simplificadora en nombres complejos que tiene por resultado pa­
labras como Calchimeca, Tacuba, Tuchintecla, las cuales reproducen un
elemento familiar del castellano (meca, cuba, tecla) que parece aspirar el
difícil término indígena y permitir su memorización y transcripción (in­
cluso nos encontramos con un sonoro "Ocupatuyo", posesivo y tenta­
dor como un sueño de conquista). Este fenómeno desembocará en el fu­
turo en deformaciones como Amecameca o Cuernavaca, cuyos sentidos
y etimologías primeras quedan velados tras su adaptación al español.
¿Cómo relacionar en efecto el "lugar rodeado de árboles" (cuauhna-
huac) con la cuerna de vaca, a no ser fonéticamente? Cortés inaugura en
su ruta las adaptaciones castellanas de fonemas complejos y desconoci­
dos (en especial /ti/) del náhuatl, que facilitarán su supervivencia ulte­
rior.
Otro rasgo notable concierne las indicaciones que acompañan los to­
pónimos. Al mencionar una aglomeración, con frecuencia aparecen da­
tos relativos a su tamaño, número de vecinos, aspecto (forma de edifi­
cios, torres, casas bien obradas), orden y policía. Suele ser descripción
breve, suficiente para imaginar los recursos que promete. Ante todo, se
trata de una geografía política, con precisiones sobre "la liga y parciali­
dad" a qué pertenecen las distintas localidades (por ejemplo "Tepeaca
que era de la liga y consorcio de los de Culúa").2vLlama la atención que
después de la Noche Triste, durante una semana no se mencione el me­
nor topónimo, sino tan sólo "un llano donde había casas pequeñas",
"un pueblo grande", "una gran cibdad de mucha gente",30 todos igual­
mente anónimos. La derrota es también pérdida del control del espacio
y de sus nombres. Vuelven a aparecer éstos en cuanto los españoles al­
canzan Tlaxcala: "Y así salimos este día, que fue domingo ocho de julio,
de toda la tierra de Culúa y llegamos a tierra de la dicha provincia
Tascalteca a un pueblo della que se dice Bualipian"31 Es regreso al terre­
no conocido y aliado.
La descripción geopolítica del espacio no se limita a citar topónimos
nativos. La constante referencia a España permite comparar lo visto,
darlo a entender, encarecerlo. El texto incluso llega a evocar "una cib­
dad grande [...] muy mayor que Granada y muy más fuerte y de tan
buenos edeficios y de muy mucha más gente que Granada tenía al tiem­

29 p. 291.
30 p. 284.
31 p. 287.
po que se ganó y muy mejor abastecida [...] y tal que lo mejor de África
no se le iguala"32 sin dar el topónimo local, convirtiendo entonces el
lugar en una ciudad fantasma, en el espectro de Granada. Y en un mo­
mento cargado de sentido: las vísperas de su reconquista. De alguna
manera, esa ciudad sin nombre es ya Granada, en espera del mismo
destino. Más adelante, Cortés dice, entre otras alusiones, que en la capi­
tal mexica: "hay la manera casi de vevir que en España y con tanto con­
cierto y orden como allá"33y su mercado "parece propiamente alcacería
de Granada".34En cuanto a Cholula: "es la cibdad más hermosa de fuera
que hay en España [s/c] porque es muy torreada y llana". No es sólo una
fórmula retórica, pues acto seguido afirma: "Es la cibdad más a propósi­
to de vevir españoles que yo he visto de los puertos acá".35 Se consideran
las potencialidades para el poblamiento, en una visión claramente
prospectiva. El que la identidad con la Península se reafirme tanto36
-hasta desembocar en el bautizo final de la tierra como "Nueva Espa­
ña"-, entre otras cosas contiene y avala el proyecto colonizador.
Si se compara con las anteriores, la expedición de Cortés revela es­
casas creaciones toponímicas, frente a una abrumadora mayoría de to­
pónimos autóctonos. Se invierte la tendencia primera, lo cual no es en
absoluto contradictorio con la penetración militar tierra adentro. No se

32 p. 184.
33 p. 242. Y sobre Moctezuma: "[...] era su señoría tanto casi como España", p. 243.
En cuanto a las águilas, hay "todas cuantas se hallan en España y muchas más raleas
que allá no se han visto.", p. 245. La capital tiene "otra plaza tan grande como dos ve­
ces la plaza de la cibdad de Salamanca'', p. 234. "Hay hombres como los que llaman en
Castilla ganapanes para traer cargas", p. 235.
34 p. 236.
35 p. 196. La semejanza de Cholula con España abarca hasta a la "gente pobre y
que piden entre los ricos por las calles y por las casas y mercados, como hacen los
pobres de España y en otras partes que hay gente de razón" (id.).
36 Cfr. las exploraciones por la provincia de £uqula, que cuenta con "tales y tan
buenos edificios que dicen que en España no podrían ser mejores " y con una fortaleza
“es mayor y más fuerte y mejor edificada que el castillo de Burgos " p. 219. La única refe­
rencia de todo el texto tomada fuera de España concierne la provincia de Tlaxcala,
que tiene "casi como las señorías de Venecia,y Génova o Pisa", es decir en un con­
texto de aclaración del peculiar sistema de gobierno local (p. 185).
avanza ahora por un territorio virgen e ignoto, ni es cuestión de bauti­
zar todo aquello que se va encontrando. Se dominan mejor comunica­
ción y terreno, gracias a valiosos intérpretes y a la ayuda de aliados. El
topónimo local, cuando llega a conocerse,37 domina entonces al impor­
tado.

Topónimos importados

Las pocas creaciones cortesianas conocieron destinos más bien efímeros.


Refiriéndose a Cempoala, escribe Cortés: 'la cibdad de Cempoal, que yo
intitulé Sevilla",™ por alusión a la próspera y populosa ciudad clave del
comercio a Indias. Esto sucede poco después del desembarco, a media­
dos de agosto de 1519. La toponimia importada -y en este caso su­
perpuesta, pues no se trata de fundación- va dejando de inspirarse en
el calendario de los santos y de reflejar el tiempo de los españoles. Está
proponiendo en lugar de ello la duplicación del espacio peninsular, aquí
nuevamente andaluz, en armonía (o tal vez rivalidad) con la Almería-
Nauhtla de Grijalva. Después de la fundación, de trascendencia jurí­
dica, de la Villa Rica de la Vera Cruz en Viernes Santo de 1519, sólo
hallamos una referencia a la religión cristiana, ya sin relación con el ca­
lendario:

"Y así pasé un puerto que está al fin desta provincia que pu sim os nom bre el
puerto de N om bre de Dios, por ser el primero que en estas tierras habíamos pasado,
el cual es tan agro y alto que no lo hay en España otro tan dificultuoso de
pasar, el cual pasé seguramente y sin contradicción."39

37 Es curioso que en la ruta hacia México-Tenochtitlan, los volcanes que tan po­
derosamente llaman la atención (se mandan a diez españoles para "saber el secreto
de aquel humo de dónde y cómo salía") no reciban nombre, ni se mencione el nom­
bre indígena, ni la palabra "volcán" (pp. 198-199).
38 p. 162.
39 p. 170. El topónimo se afincó en otra zona, en el sureste de Durango actual,
donde se fundó la villa de Nombre de Dios en 1563 (Peter Gerhard, Geografía Histó­
rica de la Nueva España, México, u n a m , 1986, pp. 209-211). Y también, fuera de Méxi­
co, a proximidad de Portobelo.
Al parecer, los montes son como el último espacio vacío, al que to­
davía se puede dar nombre. Fuera de las dos villas, Vera Cruz y Sevilla,
Cortés sólo denomina a Nombre de Dios y al puerto siguiente:

[...] pasamos otro puerto [...] en lo alto dél estaba una torre pequeña casi
som o un humilladero donde tenían ciertos ídolos y alderredor de la torre
más de mili carretadas de leña cortada m uy compuesta, a cuyo respeto le
pu sim os nombre el Puerto de la Leña.

El segundo puerto encierra un culto local, dejando presagiar vene­


ración de aquellas alturas que para el conquistador son accidentes geo­
gráficos. Pero el topónimo elegido no menciona ni el humilladero ni los
ídolos, sino la pura materialidad, la leña, desvinculando el lugar de sus
raíces rituales. Lo mismo sucedió con la punta de las M ujeres, cuyo
nombre procede de las estatuillas femeninas que allí se encontraron
pero que, por ser genérico, oculta este origen. La denominación, liman­
do dimensiones de la alteridad, (cuando ésta no tiene el impacto de la
isla de los Sacrificios), se atiene a la evidencia visual, reconocible,
inocua.
Tras la retirada de la Noche triste y después de "pacificada" por las
armas durante el verano de 1520 la provincia de Tepeaca, Cortés funda
una nueva villa a primeros de septiembre. La zona es en efecto un lugar
estratégico entre los puertos de la costa y el interior que le importa con­
trolar. También prevé el asentamiento de los futuros vecinos españoles,
buscando "la mejor parte della adonde concurriesen las calidades necesa­
rias para los pobladores della " y elige Tepeyacac. Se repite entonces el pro­
cedimiento legal de fundación:
"Yo en nombre de Vuestra Majestad puse nombre a la dicha villa Segura
de la Frontera, y nombré alcaldes y regidores y otros oficiales conforme
a lo que se acostumbra."40
La villa no había de durar más de dos años, pues el mismo Cortés
ordenó que sus vecinos se trasladaran a Tututepec (actual estado de

40 p. 294. De la importancia jurídica de las fundaciones da fe el que Pánfilo de


Narváez también fundó a su llegada, cerca de Veracruz, una villa a la que llamó San
Salvador, según Bemal Díaz.
R E L A C I O N E S 7 0

Guerrero) cuando ya estaba conquistada Tenochtitlan y no se requería


un asentamiento español tan cercano a la capital, "y se llamó el pueblo
Segura de la Frontera como el que antes estaba hecho".41 La idea fue,
pues, trasladar la villa con sus vecinos y con su nombre. Su justicia y ca­
pitán general fue Pedro de Alvarado, pero surgieron desavenencias con
los pobladores que impulsaron a éstos a abandonar el sitio y dirigirse
por cuenta propia a la provincia de Oaxaca, según Cortés. Lo interesan­
te es que el adjetivo "segura" en la época tiene el sentido de "fiel, leal",
como demuestran textos de la misma carta, en expresiones como "yo
había entrado en la cibdad y estaba segura”?2 "hallar los naturales de la
dicha provincia seguros y por nuestros amigos.”" El topónimo Segura exis­
te desde antiguo en España, con el río y la sierra de Murcia que llevan
este nombre, así como con dos localidades, por lo menos: Segura de
León (Badajoz) y Segura de la Sierra (Jaén). La inspiración de Cortés
pudo haber sido la referencia extremeña o andaluza. La especificación
"de la Frontera" nos remite a la España de la reconquista, y con ésta al
proyecto de una línea divisoria con infieles, frontera movediza, mode­
lada según la expansión militar frente al enemigo. Pero mucha diferen­
cia hay entre los dos contextos y la sedentarización no se obtiene, como
se ve, ni por decreto ni por invocaciones histórico-toponímicas.
La creación más significativa, por su alcance y duración es la de
Nueva España, cuyo proceso se relata al finalizar la segunda Carta:44

"Por lo que yo he visto y comprehendido cerca de la similitud que toda esta


tierra tiene a España, ansí en la fertilidad como en la grandeza y fríos que en
ella hace y en otras m uchas cosas que la equiparan a ella, me paresció que el
más conveniente nombre para esta dicha tierra era llamarse Nueva España del Mar
Océano, y ansí en nombre de Vuestra majestad se le puso aqueste nombre.
H um illm ente suplico a Vuestra Alteza lo tenga por bien y mande que se
nombre ansí."

41Cfr. Cuarta relación, Coyoacán,1524, p. 459.


42 p. 270 (alusión a su error de percepción al regresar a Tenochtitlan tras la
matanza del templo Mayor).
43 p. 286 (referente a Tlaxcala).
44 p. 308.
Es una conclusión lógica coronando la omnipresente asimilación a
España en las relaciones. Nos recuerda aquellas comparaciones que in­
vaden el Diario del primer viaje colombino -donde árboles, valles, mon­
tañas, peces, aves son "como los de Castilla"- y que se multiplican en
especial en textos muy próximos al 9 de diciembre en que Haití es bau­
tizada la isla Española.45 Son casos paralelos de denominación fundada
explícitamente en una similitud de paisaje/fauna/flora, que se ha veni­
do afirmando previamente. Fuera de su posible fundamento concreto
(determinadas semejanzas en tierra y clima) y de su carácter de home­
naje hacia la Corona, ese tipo de analogía me parece cumplir una fun­
ción reductora propia del topónimo conquistador. Este tiende a identi­
ficar el Nuevo Mundo, en el doble sentido de la palabra: conferir un
nombre, pero también buscar identidad, semejanza. Hacer de lo desco­
nocido algo familiar. Traducirlo. Incorporarlo lingüísticamente, antes de
hacerlo políticamente.

C o n c lu s ió n

El presente esbozo debe ampliarse recurriendo a más fuentes (crónicas,


actas, mapas) y extendiendo su marco espacio-temporal. Permite por lo
pronto documentar tres procesos - e n cierta medida sucesivos durante
la conquista- de toponimización:46

45El 7 de diciembre, se encuentran cinco comparaciones con Castilla en una sola


página en la edición de Juan Gil y Consuelo Varela, Cristóbal Colón, textos y docu­
mentos completos, Madrid, Alianza Universidad, 1992, p. 156.
46 Me apoyo en el estudio de M. Alvar, "Adaptación, adopción y creación", en:
Estudios canarios, 1993, citado por M. Trapero, Para una teoría..., op. cit., p. 133. Sus cri­
terios son a mi ver más acertados que los de Miguel Metzeltin, "A toponimia espa-
nhola da América segundo a Historia General de las Indias de Francisco López de
Gomara", Estudios de Historia dos descubrimentos europeos, Lisboa, editorial Presenta,
1986, pp. 89-100. Véase asimismo María Victoria Romero Gualda, "La técnica lexi­
cográfica en la Relación del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú", en
Lingüística española actual, Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana, X, 2,
1988, pp. 217-224 y Alina M. Camps Iglesia con María Teresa Noroña Vilá,
Aproximación al estudio de la toponimia cubana, La Habana, Academia de Ciencias de
Cuba s.d. (ca. 1981).
Creación de un topónimo en castellano.

Esto sucede en especial en un primer tiempo, cuando la toponimia con­


quistadora se nutre de nombres de santos, de capitanes o de alusiones a
episodios guerreros. Es típico de las exploraciones costeras. Vuelve a
aparecer cuando se fundan villas, que se inspiran de topónimos penin­
sulares. En el primer caso domina el tiempo y el calendario de la con­
quista, en el segundo, posterior, la referencia al espacio español. Con­
vendría estudiar sistemáticamente el mapa peninsular de inspiración de
los topónimos, en el que Andalucía parece (en nuestro período) ocupar
un sitio destacado.

Adaptación de palabras indígenas.

No siempre se trata, en un principio, de topónimos (pueden resultar de


malentendidos o confusiones), aunque son supuestos tales por los oyen­
tes. Se modifica, en un sentido simplificador, la compleja nomenclatura
local, apelando a elementos fonéticos familiares y memorizables del
castellano. Se pierde la etimología original en favor de una forma hispa­
nizada, si bien conservando a menudo rasgos exóticos que permiten
adivinar su procedencia. Este proceso es el más frecuente en la toponi­
mia cortesiana e implica un mayor grado de contacto y una comuni­
cación más densa que el anterior.

Adopción de topónimos nativos

Para incorporarlos pasivamente, respetando sus formas lingüísticas, el


conquistador necesita entenderlos y tener la capacidad de reproducirlos
en su propia lengua. Cortés tiende a ello a medida que se adentra en el
territorio pero tanto por la pérdida de sus documentos como por el con­
tacto todavía muy reciente con la nueva tierra, su toponimia no puede
ser fiel ni tampoco se halla fijado por aquel entonces el sistema de tran­
scripción en alfabeto latino del náhuatl. Ulteriormente, se darán junto
con las adopciones numerosos casos de "préstamos entrecruzados"
(tipo Tepéxi de la Seda).
Estos tres procedimientos tienen relación con lo que pasa con la len­
gua castellana confrontada a la novedad americana.47Se dan en el idio­
ma tres soluciones, a veces usadas paralelamente: el invento de palabras
nuevas (neologismos), el recurso a la aproximación (uso de genéricos
cercanos), la incorporación de indigenismos (acomodados al sistema
lingüístico receptor). Sólo que la toponimia fue mucho más permeable
a los indigenismos y más conservadora, como siempre, que la lengua. Si
la toponimia mayor, la de las grandes ciudades y provincias, procuró
duplicar los nombres la Península, la toponimia menor vio florecer
dobles apelaciones en las que subsistía el componente aborigen. Es el
que se mantuvo a lo largo del transcurrir de la Historia, y siguió sub­
sistiendo cuando Valladolid pasó a ser Morelia y desapareció la Nueva
España, quebrando los espejos.

47J.C. Zamora Munné, Indigenismos..., op. cit., pp. 123-125.

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