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de la teoría
a la práctica
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Tabla de
contenidos
Introducción ............................................................................................................. pág. 3
3 Conversaciones estratégicas
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Gracias por su interés en este documento,
el cual ha sido preparado para el equipo ejecutivo de
OTTAC - Ingeniería y Construcción.
Las personas del equipo ejecutivo de OTTAC S.A. están autorizadas por el autor
de este escrito, como titular de los derechos de estos contenidos, para
compartirlo al interior de su organización, y con todas aquellas personas por
fuera de ella interesadas en desarrollar su capacidad de pensamiento
estratégico, así como en hacer buena estrategia en sus empresas y para su
vida.
Este documento está compuesto por capítulos cortos, para 5 minutos o menos
de lectura cada uno, escritos para todos los públicos y con plena vocación
práctica. La motivación del autor con estos textos es acercar a las personas al
mundo de la estrategia, desde ilustrar qué es y porqué es útil, de tal manera
que puedan utilizarla con fluidez para acelerar su evolución y las de sus
empresas hacia aquello en lo cual desean convertirse.
Todos los conceptos del ámbito estratégico empresarial son aplicables a la vida
personal, lo cual no es casual en tanto hacer estrategia es apenas una más de
las artes humanas.
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Acerca
del autor
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Estrategia:
conceptos
básicos
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Hacer clara y explícita nuestra estrategia es útil para enfrentar el futuro,
siempre impredecible, evitando dejar al azar aquello sobre lo cual tenemos
injerencia para navegar en forma deliberada y no inercial. Una estrategia clara
nos orienta para dar forma al futuro en aquello que es maleable y para
prepararnos de cara a sus versiones que anticipamos posibles, dejando claro
tanto eso que haremos como lo que renunciamos a hacer.
La estrategia es una hipótesis sobre el futuro que no tiene intención de ser una
predicción perfecta, por tanto, ofrece dirección general para gestionar una
empresa en su cotidianidad dentro de ese marco de referencia definido. Así
entonces, agiliza la toma de decisiones, facilita priorizar oportunidades e
iniciativas para enfocarse y hacer el mejor uso posible de los recursos siempre
escasos, y empodera a los integrantes de la empresa para actuar
proactivamente, con flexibilidad y creatividad, alineados hacia objetivos claros
derivados de la estrategia, medibles, comunes y conocidos.
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1.2 ¿Cómo definen las empresas su estrategia?
Todas las empresas, en el desarrollo de sus negocios, están ejecutando una
estrategia. Sin importar el nivel de formalidad, conciencia o sofisticación con el
cual ella está diseñada, cada organización ha escogido unos objetivos y la
forma de lograrlos, y tal estrategia se hace explícita en sus políticas, en su
estructura organizacional, en sus mercados objetivo, en su forma de competir,
en sus decisiones cotidianas y en cada una de sus acciones.
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Algunas hacen camino al andar y definen su estrategia desde su propia inercia.
Otras optan por analizar y planear, práctica común para empresas en entornos
predecibles y poco maleables por sus acciones, y en industrias maduras. En
otro extremo del espectro están las empresas que enfrentan un entorno poco
predecible, volátil y a veces maleable, y en ellas la estrategia va tomando forma
desde su aprendizaje, con mínima planeación y mucha imaginación, y en
algunos casos inclusive adoptando un modelo de prueba y error para buscar
luego escalar los aciertos. Es el modelo preferido por algunos emprendedores y
por ejecutivos visionarios en industrias jóvenes.
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El primer nivel es la estrategia corporativa, la cual hace las veces de sombrilla
filosófica y define para la organización la misión o propósito, la visión o
aspiración, el ámbito de negocios en los cuales participar y crecer para lograr
su aspiración, los pilares estratégicos o énfasis de gestión escogidos para
buscar la excelencia y ponerlos al servicio de la competitividad de los negocios,
la cultura o forma de hacer las cosas, y los valores o creencias profundas que
sustentan dicha cultura.
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1.4 ¿Está bien formulada nuestra estrategia?
La estrategia de una empresa es una guía para la toma de decisiones
respecto a numerosos aspectos de su gestión. Una estrategia bien formulada,
por lo tanto, tiene la capacidad de responder a diversas preguntas que de
manera cotidiana aparecen en una organización.
La formulación
de la estrategia corporativa
involucra también la definición
del ámbito de los negocios en los
cuales participa la organización,
además de la misión, la visión,
los pilares estratégicos, los valores
fundamentales y la cultura deseada.
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Ese foco definido de negocios, sumado a los demás elementos de la estrategia
corporativa, responde preguntas, por ejemplo, respecto a la pertinencia de
iniciativas para ingresar a nuevos negocios o relacionadas con la búsqueda de
crecimiento para la empresa. Una organización debe participar en negocios
que hagan sentido con su misión, la acerquen a su visión, aprovechen sus
pilares estratégicos, y sean compatibles con sus valores y cultura.
La estrategia también debe dar cuenta de los supuestos sobre los cuales está
construida en cuanto a la lectura del entorno, a las tendencias de los mercados
de interés, al entendimiento de los competidores y la manera de enfrentarlos, a
las fortalezas y brechas propias a gestionar para ejecutarla exitosamente y
lograr sus objetivos, así como respecto a la coherencia entre las prioridades del
corto plazo y la visión de largo plazo.
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Estrategia:
tópicos
relevantes
para su ejecución
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Un elemento fundamental es tener claridad sobre la estrategia en sí misma
para poderla comunicar de una forma efectiva, lo cual motiva a la acción
además de generar identidad y sentido de pertenencia en quienes la ejecutan.
Las personas valoran el que su trabajo tenga sentido, y tal conocimiento sobre
el norte de la empresa y su forma de generar valor les permite precisamente
reconocer la relevancia de su contribución cotidiana. Una condición necesaria
para lograr una buena ejecución, por lo tanto, es comunicar apropiadamente la
estrategia y para hacerlo con efectividad aquella debe ser simple y clara. En
estrategia empresarial también la simplicidad es la mayor sofisticación: De ella
deriva la claridad, y de ésta última los resultados.
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Otra recomendación común al poner en marcha la estrategia es definir las
métricas o indicadores que permitirán monitorear acertadamente el progreso
en su ejecución. Y aparece acá uno de los retos más significativos. Para medir
lo relevante, lo realmente estratégico, hace falta tener plena claridad
precisamente sobre la estrategia, esto es, sobre los objetivos definidos y sobre
la forma escogida de competir, entre otros. La calidad de los indicadores de
gestión es función de su utilidad para visualizar con nitidez la realidad y
progreso de los negocios de acuerdo con la ruta escogida para desarrollarlos.
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En la segunda, las personas entienden porque tal estrategia es importante
para su organización y para ellas mismas, y comienzan a identificar terrenos
comunes entre el propósito de la empresa y el suyo individual. En la tercera, las
personas desarrollan confianza a partir de las victorias tempranas de la
estrategia, creen que ella es posible, y empiezan a imaginar proactivamente
caminos para ejecutarla. En la cuarta, las personas alcanzan lo que Markides
denomina “compromiso emocional”, actúan de manera alineada con la
estrategia por convicción y desde un alto sentido de pertenencia. Todo este
proceso sucede en una plataforma compuesta por los indicadores e incentivos
correctos, los valores y la cultura adecuados a la estrategia, las estructuras y
procesos que facilitan su ejecución, y la mentalidad y competencias
apropiadas en las personas de la organización.
95 %
pensaba que toda su gente estaba comprometida
con la estrategia.
80 %
manifestaron que ni siquiera la conocían. Para cerrar esa
brecha, y avanzar hacia el compromiso genuino de las
personas, el propósito empresarial es una pieza clave.
El propósito sirve a la empresa como guía para definir sus valores, desarrollar
su cultura, y orientar sus decisiones estratégicas cotidianas. Es un pilar que le
da firmeza a la estrategia, y mantiene su norte, frente a las adaptaciones que
suelen ser necesarias en su proceso de ejecución, y es un mensaje para las
partes interesadas que rodean a la organización respecto al aporte a la
sociedad que la mueve y lo que quiere significar para todas ellas. El propósito
define aquello de lo que se perdería la sociedad si la empresa dejase de existir.
Para los miembros que hacen parte de la organización, y para el talento que
quiera atraer, el propósito empresarial es un eslabón de enlace con su
propósito personal, y una guía para sus comportamientos que alimenta el
sentido de pertenencia.
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Cada persona necesita, en algún momento del tiempo, identificar el sentido
que hace para su vida el ser parte de una organización.
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Desde ese contexto general de la industria y de los competidores, es
importante conversar sobre los clientes que constituyen el mercado en
términos de su evolución y crecimiento, de eventuales migraciones en sus
necesidades y preferencias, y de la pertinencia tanto de la segmentación con la
cual los observamos como de los canales a través de los cuales se les atiende.
Los cambios en la estructura de un mercado determinan ajustes en la forma
de abordarlo para conseguir conservarlo, modificando, por ejemplo, la
segmentación para alinear las propuestas de valor. Tales cambios suceden
paulatinamente, y es vital identificarlos para actuar en forma proactiva y
oportuna.
Todos estos insumos, que mezclan lo externo con lo interno, son los que
permiten, de una parte, ensamblar con mayor fundamento una propuesta de
valor sólida, alineada con aquello realmente importante para los clientes y afín
con las capacidades y activos estratégicos de la organización, y de otra, enfocar
esfuerzos y recursos en el corto plazo para mejorar en inductores tangibles de
diferenciación y competitividad. Diferenciarse es un propósito que numerosas
organizaciones alcanzan simplemente buscando la excelencia en algunos
elementos de su propuesta de valor, los cuales convierten en sus rasgos
característicos. Las organizaciones altamente competitivas no son excelentes
en todo y, de hecho, escogen deliberadamente en qué ser mediocres.
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2.4 ¿Por qué crecen las empresas?
Crecer es una aspiración natural de las empresas. Chris Zook y James Allen,
autores del libro “La mentalidad del fundador” (Harvard Business Review, 2016),
anotan que la mayoría de los fracasos de las iniciativas de crecimiento se
explican en problemas internos de las empresas, y no en su entorno. Crecer es
un reto que demanda talento, recursos de diversas clases, mucha gestión y
asumir riesgos. Antes de lanzarse a crecer es interesante, por lo tanto, hacer
consciencia de las razones para ello, esto además porque en el mundo de las
empresas no siempre ser más grande es mejor.
La competitividad es una de las razones por las cuales las empresas crecen.
Para competir mejor es posible, por ejemplo, que una empresa necesite
vender más y aspirar así a materializar economías de escala, a utilizar su
capacidad instalada ociosa, a tener una tecnología más alta o un talento
gerencial mejor perfilado, a hacerse más atractiva para sus proveedores y
mejorar así su capacidad de negociación, o a poder atender mercados o
clientes de mayor tamaño y sofisticación que demandan un portafolio más
amplio, mejores precios, volúmenes superiores y especificaciones de calidad
más elevadas.
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En esas organizaciones, donde en algunos casos la deuda es casi inexistente,
puede ser interesante incursionar en iniciativas de crecimiento, apalancadas
en deuda, para optimizar la estructura de capital de la empresa y el retorno
para los accionistas.
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En general, los elementos de este listado resultarían familiares, por ejemplo,
para las personas que se desenvuelven en el mundo empresarial. Aun así, uno
de ellos amerita una reflexión adicional: ¿Cómo saber si contamos con
suficiente claridad estratégica en nuestra organización?
Enfrentar con éxito varias de las causas de fracaso identificadas por el profesor
Beer, y otras, sería posible desde este nivel básico de claridad estratégica.
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2.6 Prioridades estratégicas. ¿Cómo definirlas?
Estrategia es acerca de enfocarse. Tim Cook, presidente de Apple, planteó en
una entrevista de 2018 que una de sus principales funciones es proteger a la
organización del cúmulo de ruido externo para lograr mantenerla enfocada.
Agregaba que la gente se sorprende al enterarse que los productos nuevos, o
en proceso de mejora, en los cuales está concentrada Apple caben en la mesa
de su escritorio. De esa manera ilustra el esfuerzo por hacer escogencias, como
virtud central del proceso estratégico, en una empresa inundada de
posibilidades.
Donald Sull, profesor de estrategia en MIT, publicó en 2017 un estudio que llevó
a cabo, con otros colegas, para explorar el grado de enfoque en empresas que
hacen parte del índice bursátil S&P 500 de los Estados Unidos, considerado
uno de los más representativos de ese mercado. Estos investigadores revisaron
los informes anuales de 494 de esas empresas para identificar las prioridades
estratégicas que en ellos publicaban. Las prioridades estratégicas son el
conjunto de tópicos en los cuales la organización se enfoca para acelerar la
ejecución de su estrategia en un horizonte de tiempo de 3 a 5 años, sin
descuidar aquello que hoy valoran sus clientes o por lo cual es reconocida.
Algunos ejemplos son internacionalizarse, encontrar un aliado estratégico,
ingresar a un nuevo negocio, implementar su estrategia de transformación
digital, estructurar su gobierno corporativo o configurar el plan de sucesión de
su presidente ejecutivo. El 71 % de las empresas en la muestra hicieron
explícitas sus prioridades estratégicas en sus informes anuales, y la mayoría, un
55 %, enunciaron entre 3 y 5 prioridades. Dada la dimensión y diversidad de
dichas empresas, la expectativa natural era observar un número mayor de
prioridades.
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Los dos casos mencionados ponen de presente que enfocarse y hacer
escogencias es una necesidad estratégica para las compañías, y reconocen
que lograrlo tiene dificultades por diversas razones. Estas son algunas de ellas.
No escoger es una opción cómoda en el corto plazo ya que evita tensiones y
renuncias. Así mismo, elegir un número reducido de prioridades podría
asimilarse a una actitud de mediocridad, explícita en una aspiración modesta,
o al reconocimiento de una sentida falta de capacidad de gestión. Escoger un
número muy amplio de prioridades, en cambio, evita la incómoda sensación
de estar, aparentemente, relegando a un segundo plano todo lo demás que no
sea escogido, incluso aquello que es básico hacer bien para participar de una
determinada industria. De otra parte, es más simple definir como prioridad
estratégica un planteamiento genérico y muy amplio, como satisfacer a los
clientes, sin dar el paso a identificar cómo hacerlo, o incluso asimilar objetivos
básicos de cualquier empresa a tales prioridades, como generar el retorno
apropiado sobre su inversión a los accionistas. Todas estos atajos o excusas
para no hacer escogencias concretas en el presente comprometen la
construcción del mediano plazo. Identificar las prioridades estratégicas, y
dedicar a ellas esfuerzos, recursos y seguimiento es vital para la sostenibilidad
empresarial.
Los obstáculos que impiden que las empresas avancen en irrigar internamente
la estrategia de manera efectiva son diversos. Estrategias expresadas de
manera compleja o confusa, deficiencias deliberadas o inadvertidas en su
comunicación, culturas jerárquicas, ausencia de indicadores de gestión y
sistemas de remuneración desalineados de los objetivos estratégicos, son
factores que vuelven borroso el entendimiento de la estrategia por parte de los
integrantes de una organización.
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Cuando las empresas enfrentan obstáculos como estos, queda en manos de
los individuos intentar avances en tal entendimiento de la estrategia. ¿Cómo
hacerlo? El ingrediente fundamental es la curiosidad, que motiva preguntarle a
los líderes de la organización, leer los informes internos y públicos de la
compañía, y reflexionar para entender, por ejemplo, las razones para las
inversiones recientes de la empresa, así como su intención de crecer o
decrecer en determinados negocios.
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3
Conversaciones
estratégicas
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Existen en ellas escenarios formales para hacerlo, tal es el caso de los comités
de gerencia, las sesiones de alineación o actualización estratégica que tienen
lugar de forma semestral o anual, y las juntas directivas, entre otros. Algo es
muy evidente en tales conversaciones: no todas son de la misma calidad y no
siempre tienen consecuencias tangibles en los resultados.
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Por eso recomiendo, en especial en las sesiones semestrales o anuales que
realizan las empresas, incluir en la agenda un espacio para refrescar los
postulados generales de la estrategia y nivelar el terreno para la conversación.
Así mismo, es fundamental que los asistentes acuerden poner los intereses de
la organización por encima de los personales en el marco de estas
conversaciones, las cuales deben darse en un ambiente seguro y abierto,
constructivo y de confianza. Las personas necesitan asumir una actitud de
colaboración, para la creación conjunta, y no de competencia, para la
exhibición individual. Otra regla obvia, derivada de lo ya mencionado, es
privilegiar la discusión sobre el futuro y evitar quedar anclados en
conversaciones sobre el pasado. Es también una buena práctica el renunciar
desde el inicio de la conversación a la intención de llegar a consensos, y a
cambio acoger la posibilidad de llegar a un nivel adecuado y suficiente de
acuerdo alrededor del cual habrá pleno compromiso de todos.
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En las sesiones ejecutivas de estrategia es fundamental que esté presente la alta
dirección de la organización. Es intuitivo que así sea, pese a ello existe el riesgo
de no darle la importancia suficiente a este compromiso y encontrar casos en
los cuales algunas personas claves dejan de asistir. Esto incluye la presencia
indispensable del gerente general o presidente como líder del proceso de
formulación y ejecución de la estrategia. Son los ejecutivos de la organización,
liderados por su cabeza visible, los que revisan la estrategia e identifican los
ajustes pertinentes para su ejecución. La profundidad de los ajustes necesarios
puede variar, y es así como la implementación de algunos de ellos es potestad
de la administración ejecutiva, y otros deben ser discutidos y acordados con la
junta directiva, y en ocasiones incluso con la asamblea de accionistas.
Así mismo, es interesante contar con personas que son clave para el proceso
de ejecución por la naturaleza de su responsabilidad. Además de su capacidad
de aporte, para ellas participar en las discusiones estratégicas genera sentido
de pertenencia, que es un motor vital de motivación y compromiso. De la
mayor importancia es contar en estos espacios con la presencia de personas
nuevas que llegan a la organización a ejercer cargos relevantes para la
ejecución de la estrategia. Es su oportunidad, en el proceso de inducción, para
alinearse, aportar una mirada fresca, construir vínculos con otros líderes de la
organización y evidenciar componentes importantes de su cultura, entre otras
posibilidades que les brinda esta experiencia.
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Otros invitados interesantes a estas sesiones son aquellas personas que se
encuentran liderando proyectos de futuro los cuales, si bien no son parte
central de la cotidianidad presente de la organización, han sido puestos en
marcha para la construcción de negocios o capacidades fundamentales para el
mediano y largo plazo. Es importante que estas personas mantengan la
perspectiva de la organización completa, y estas sesiones son un buen
escenario para que lo logren.
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En la junta directiva, por ejemplo, las preguntas respecto a los objetivos de la
estrategia están más concentradas alrededor de qué, por qué y para qué, y un
poco menos alrededor de los detalles del cómo. En la conversación ejecutiva,
además de tener la responsabilidad de proponer escogencias respecto al qué,
soportadas por los por qué (causa) y para qué (resultado), es fundamental
profundizar en el cómo conseguir esos objetivos, los recursos necesarios, las
capacidades pendientes, los tiempos y métricas, entre otros. Así entonces, el
miembro de junta que es también ejecutivo, y participa en las sesiones de
estrategia, habrá de tener claro que su rol es diferente en cada escenario.
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3.3 Hablar de estrategia en organizaciones exitosas
Las conversaciones sobre estrategia en las organizaciones tienen algún grado
de complejidad implícita por diversas razones. La situación en la cual se
encuentra en un momento dado una empresa afecta el tono y la dinámica de
sus conversaciones sobre la estrategia. De manera intuitiva, podríamos
considerar que tales conversaciones son muy complejas en las empresas que
atraviesan por problemas, y en cambio son muy fluidas y simples en las
empresas exitosas. Varias experiencias recientes me han demostrado que para
el caso de estas últimas no es así. Estas son algunas reflexiones al respecto.
Todos esos ingredientes del éxito, tan positivos como deseables, generan
riesgos particulares en tales organizaciones para las conversaciones sobre su
estrategia. Estos riesgos, además, aparecen en distintas versiones dentro del
espectro delimitado por dos extremos actitudinales de los equipos gerenciales
en las empresas exitosas
En uno de los extremos, están las empresas exitosas con equipos gerenciales
llenos de confianza y optimismo, de deseos de crecer y de trascender lo
logrado. En sus conversaciones estratégicas un riesgo es caer en la arrogancia
que resulta del exceso de confianza y que genera un apetito desmedido por
asumir riesgos, lo cual se hace explícito en deseos de crecimiento exponencial,
replicando orgánicamente el éxito presente o vía adquisiciones, o en
intenciones de diversificarse a negocios que no son adyacentes con los
actuales y para los cuales no están preparados más allá de su solidez financiera.
Aparece el riesgo entonces de centrar la conversación en el mediano y largo
plazo, sin profundizar en las oportunidades estratégicas para optimizar el
negocio actual en el corto plazo. Este se sustenta a su vez en el riesgo de dar
por sentado que el éxito es una inercia natural producto de un derecho
adquirido, lo cual legitima la negligencia frente a la idea de dar una mirada
crítica al negocio en su estado presente.
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La conversación sobre estrategia puede caer en el ámbito de una especulación
desestructurada acerca del futuro, desde el deseo y el capricho, apalancada en
una plataforma de éxito sólido e inmutable que se legitima por una
ingenuidad indolente y carente de sentido crítico.
La mayoría de las empresas exitosas, como quiera que ellas hayan definido su
éxito, seguramente no se encuentran en ninguno de los dos extremos que he
descrito, y en lugar de ello se ubican en algún punto intermedio del espectro.
En cualquier caso, conversar sobre estrategia en ellas no está libre de riesgos, y
lo importante es hacer consciencia de ellos para identificarlos y confrontarlos a
tiempo a fin de obtener el mejor provecho de esas conversaciones.
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3.4 El presidente ejecutivo
en las conversaciones estratégicas
La presencia del presidente o gerente general de una organización es
fundamental en las sesiones que llevan a cabo periódicamente los equipos
ejecutivos para hablar de su estrategia. El privilegio de acompañar a
experimentados líderes en estas conversaciones, en el pasado en condición de
miembro de su equipo y actualmente como consultor, me ha permitido
identificar tres elementos que facilitan la participación del presidente y
contribuyen significativamente a que ella tenga el efecto deseado. Para
conseguirlo, es crucial que quien ejerce la presidencia de la organización se
prepare, que reconozca su rol y, muy importante, que lo ejerza durante la
conversación dentro de un marco de actitudes pertinentes y necesarias.
Cuando estos elementos están presentes, el presidente logra traer a la
conversación los mejores aportes posibles de las personas que le acompañan,
consigue un alto nivel de compromiso de los participantes con las
conclusiones del diálogo estratégico para pasar a la ejecución, y fortalece
notablemente su liderazgo. Estas son algunas consideraciones respecto a
cada uno de esos tres elementos.
Preparación
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Para un presidente o gerente general, exponerse a estas conversaciones es un
reto que requiere de valor, por eso es importante que se prepare también en lo
personal para estar dispuesto a afrontarlas con sentido constructivo. En este
aspecto, es crítica la preparación desde dos perspectivas. De una parte, que
haga conciencia de los sesgos que respecto a la estrategia actual le son
propios y que los acepte como una condición natural de la cual no está exento
en razón a su cargo. Dichas preferencias o antipatías son producto de su
experiencia, de sus interpretaciones, de sus temores y necesidades personales,
y simplemente revelan que ser líder no lo pone por encima de su naturaleza
humana. En términos de sesgos de los cuales es vital hacer conciencia, son
pertinentes también aquellos respecto a las personas que van a participar en la
conversación, así como los que naturalmente surgen de la eventual condición
de accionista, o miembro de la familia accionista, de quien ejerce la
presidencia. Este reconocimiento de sus sesgos es para el presidente un
primer antídoto frente a la tentación, durante la conversación, de reaccionar
sin analizar, de descalificar sin contrastar, de imponer sin escuchar y de
tomarse como personal aquello que dista de serlo. Un segundo ámbito de
preparación personal tiene que ver con el manejo de aquellas conversaciones
difíciles que podrían aparecer en la reunión, algunas pertinentes y otras no
deseables, unas previsibles y otras inesperadas. Asumirlas con naturalidad y
seguridad, y definir al instante si se abordan o si se dejan aplazadas, es crítico
para cuidar el flujo de la reunión y para transmitir al grupo confianza desde el
liderazgo y el buen criterio.
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Reconocimiento del rol
Entender su rol es otro ingrediente fundamental para que el líder del equipo
ejecutivo aborde apropiadamente las conversaciones estratégicas. El papel del
presidente en estas conversaciones es central en razón a la información que
posee, a su liderazgo natural, a su autoridad formal y a sus derechos de
decisión en la organización. Todo esto hace que el presidente sea el primer
encargado de crear y garantizar un ambiente seguro y de confianza en el cual
se desarrolle la conversación. Para conseguirlo, es recomendable que participe
en la definición del diseño de la sesión y de la metodología para desarrollar el
diálogo colectivo. En la apertura de la reunión, es conveniente que deje
planteadas las reglas básicas de interacción en la conversación, así como los
objetivos principales de la misma alineados con las prioridades estratégicas
que ha identificado en su reflexión y que propone como marco de referencia.
El presidente trae a la conversación, en la medida que sea pertinente,
información que solo desde su cargo es posible conocer, por ejemplo, la
mirada de la junta directiva y de los accionistas, el nivel de riesgo que estos
integrantes del gobierno corporativo consideran aceptable en la estrategia de
la organización, además de una visión holística del entorno y de las partes
interesadas que lo integran, la cual le corresponde proveer dado su nivel de
interacción con el exterior de la empresa producto de la naturaleza de su labor.
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Ejercicio del rol
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Las conversaciones estratégicas son, además, un escenario para evidenciar y
reforzar rasgos de la cultura organizacional. El presidente debe cuidar que
todos los elementos de la cultura se respeten y permitir que se manifiesten en
sus matices durante la dinámica de la conversación. Conectarse con los cinco
sentidos al ejercicio es definitivo para el presidente a fin de lograr medir, en
todo momento, el estado del grupo en cuanto a su satisfacción y tranquilidad
con la conversación, y respecto a su nivel de confianza y compromiso con las
decisiones que se toman. Es pertinente que el presidente advierta, cuando
corresponda, que algunas decisiones estratégicas relevantes del equipo
ejecutivo deben ser validadas por la junta directiva o incluso por los accionistas.
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3.5 Empresas exitosas: el objetivo de la estrategia
Hacemos estrategia, la ejecutamos y conversamos sobre ella para tener
consolidar buenas empresas. Y, ¿qué es una empresa exitosa? Esta es una
pregunta que, dadas las vivencias recientes, se ha tornado más interesante.
Numerosas empresas han sufrido duras consecuencias por la situación que
hemos enfrentado en los últimos meses y, aun así, siguen siendo percibidas
como genuinamente exitosas.
Una empresa exitosa tiene claro su propósito y visión de futuro, ejecuta una
estrategia intencional con focos definidos de gestión para materializarla, y
compite con una propuesta de valor sólida y relevante para sus clientes.
Consciente de su éxito, conserva la capacidad de aprendizaje para evolucionar
y mantenerse vigente, contribuyendo a la vez al desarrollo de su industria para
llevarla a un nivel superior que genere mayor bienestar para todos. El éxito no
extingue en su cultura la curiosidad, su deseo de crecer e innovar para
superarse cada día a sí misma.
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Una empresa exitosa es querida por la gente que la integra, la cual desde esa
conexión emocional entiende la estrategia y la apropia para comprometerse
plenamente. En su interior habita una cultura sólida y pertinente a lo que la
empresa desea lograr, y se convive en un ambiente agradable, colectivo y
humano, de ejecución y resultados. Éxito significa tener un equipo sólido, con
sucesores en formación para los cargos claves, y capacidad para atraer y
conservar el talento que necesita.
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Estrategia empresarial: de la teoría a la práctica
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