Está en la página 1de 3

LA INICIACION DEL TRATAMIENTO Y LA INSTAURACIÓN DE LA TRANSFERENCIA

La transferencia se reconoce como el terreno en el que se desarrolla la problemática de la cura


psicoanalítica caracterizándose ésta por la instauración, modalidades, interpretación y resolución
de la transferencia. Es una dificultad con la cual se va a encontrar el analista, Freud se refiere a
transferencia como la transferencia de sentimientos hacia el médico. En recordar repetir reelaborar
Freud afirma que el analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo
actúan. No lo reproduce como recuerdo, sino como acción; lo repite, sin saber, desde luego, que lo
hace. Por ejemplo: El analizado no refiere acordarse de haber sido desafiante e incrédulo frente a
la autoridad de los padres; en cambio, se comporta de esa manera frente al médico.
Al comienzo de análisis se le comunica al paciente la regla fundamental del psicoanálisis: decir todo
cuanto se le ocurra, uno espera que sus comunicaciones afluyan en torrente, pero experimenta, al
principio, que no sabe decir palabra. Calla, y afirma que no se le ocurre nada. La trasferencia es la
más fuerte resistencia al tratamiento, por eso Freud dice que es un obstáculo. Esta es resistencia a
todo recordar. Y durante el lapso que permanezca en tratamiento no se liberará de esta compulsión
de repetición. Uno comprende, entonces, que la transferencia es su manera de recordar, y eso sería
el motor.
La repetición es la trasferencia del pasado olvidado. Por eso tenemos que estar preparados para
que el analizado se entregue a la compulsión de repetir, que le sustituye ahora al impulso de
recordar en la relación personal con el médico. Mientras mayor sea esta resistencia, tanto más será
sustituido el recordar por el actuar. El principal recurso para domeñar la compulsión de repetición
del paciente, y transformarla en un motivo para el recordar, reside en el manejo de la trasferencia
por parte del analista. Es preciso dar tiempo al enfermo para reelaborar la resistencia, vencerla
prosiguiendo el trabajo en desafío a ella y obedeciendo a la regla analítica fundamental. Esta
reelaboración de las resistencias puede convertirse en una ardua tarea para el analizado y en una
prueba de paciencia para el médico. No obstante, es la pieza del trabajo que produce el máximo
efecto alterador sobre el paciente y que distingue al tratamiento analítico de todo influjo sugestivo.

Lacan afirma que la transferencia es la vía principal de tratamiento en el análisis. En el seminario 8


pone a la transferencia del lado del analista, desde el comienzo de elaboración de esta noción de
transferencia, todo lo que en el analista respecta su inconsciente en cuanto no analizado ha sido
considerado nocivo para su función y su operar como analista. Por otra parte habría que confiar en
la comunicación de inconscientes para que se produjeran en el análisis las operaciones decisivas.
No se trata de que haya un analista ideal en el que no quedaría ya nada icc y conserve buena parte
de él, esto sería plantear una oposición infundada. Se trata de un icc suavizado que tiene que ver
con haber atravesado la experiencia de análisis (en la cual se deviene analista). Esto se fundamenta
en que las condiciones para alcanzar el icc son limitadas y es a través de un rodeo, el rodeo del Otro
cómo es posible alcanzarlo. Toda experiencia icc se lleva a cabo en primer lugar como icc del Otro.
Todo descubrimiento del icc de uno mismo se presenta como una especie de traducción en curso
de un icc que primero es icc del Otro.
En este texto Lacan va a ubicar el ideal estoico como posiciones, sentimientos positivos o negativos
que el analista puede tener respecto a su paciente, esto se da en la captura imaginaria y puede ser
visto como un obstáculo si no se dominan. Por sí mismo el analista no puede dejar el alcance de
estas pasiones, él dice “duden de aquel que no le pasan estas pasiones”. Mientras más analizado
esté el analista más posible será que no accione desde sus sentimientos. Esto no quiere decir que el
analista sea insensible ante el surgimiento de ciertos pensamientos en relación a su paciente, pero
es necesaria la apatía analista que es la imagen que muestra ante el analizante y es porque está
poseído por un deseo más fuerte, el deseo del analista.

La interpretación debe ser el resultado de una escucha activa y de una captura del inconsciente del
sujeto. No pretende ganar méritos en su profesión sino fomentar la asociación libre instalada la
transferencia; tiene elementos de escucha, a veces de certeza otras veces de intuición, de precisión,
de duda, de coherencia, de sentido, etc. Puede estar llena de muchos elementos, pero debe tener
la convicción del momento y la seguridad de la intervención, acude a la ética, responsabilidad
profesional y salvaguarda la confidencialidad. A la transferencia y la interpretación les antecede un
elemento muy importante: el deseo del analista, es decir, aquella disposición de presencia, de
escucha, de conocimiento, de ética, es un antes que existe en el análisis. En palabras de Lacan “el
deseo del analista no es el deseo de ser analista”, ello quiere decir que no está en la posibilidad de
ejercer la posición de persona, o del profesional que actúa, sino en la presencia, y en el análisis
profundo de todo lo que su presencia puede producir dentro y fuera del consultorio; incluso
atravesando la vida del sujeto, es un acto de ser Un enigma puesto que el deseo del analista es
únicamente no es ser el deseo del sujeto que consulta, no caer en el juego que pretende proponer,
y este debe ser descubierto en la consulta día a día; es una cuestión ética porque de allí se desprende
toda la intención analítica, toda la posibilidad de transferencia, la vía de la interpretación y la
intervención. El deseo del analista es todo y no es nada. Las entrevistas preliminares constituyen un
primer paso, de allí se desprende la posibilidad de que un sujeto sea o no analizable, es decir, pueda
o no entrar en un análisis propiamente dicho; está en juego la asociación libre, y en ellas debe haber
un cambio subjetivo entre el pedido inicial (motivo de consulta) y la demanda real para el análisis,
es decir, una apertura a la pregunta propia.

La transferencia es entonces la garantía del tratamiento y de la interpretación; esos momentos en


los que se captura al sujeto en el análisis, es la captura del inconsciente en el discurso del sujeto.
Por ello apunta la interpretación al deseo y no a la demanda del sujeto, no a lo dicho sino a lo que
se esconde en ese decir. Lacan en la “dirección de la cura” habla de las distintas formas de la
demanda y las respuestas posibles del analista. Al iniciar el análisis y la invitación a hablar por parte
del analista se genera una demanda. Al responder el analizante responde con su demanda, una
demanda implícita, aquello por lo cual está allí: la de curarlo, revelarlo a sí mismo, hacerlo conocer
el psicoanálisis, hacerlo calificar como analista. Pero esa demanda ni siquiera es verdadera, porque
ni siquiera es suya ,si ha sido el analizante quien ha invitado a hablar. Esta demanda es a nivel del
enunciado, es un pedido y es a nivel del yo. Frente a esta demanda el analista calla y frustra al
analizante, porque no responde a su pedido, si respondiera lo haría con palabras, como las que
provendrían de cualquier otra persona. En el discurso que produce la regla fundamental, una vez
establecida la transferencia el analista puede ubicar la palabra plena que comanda al goce del
paciente, esta palabra plena es tomada como brújula que marca el recorrido del deseo del
analizante. Esto nos lleva a una segunda demanda, a nivel de la enunciación, que es la demanda
verdadera, esto se da en un segundo momento, luego del encuentro con el analista y este es tomado
como sujeto supuesto saber, en esta demanda aparece el deseo articulado pero no articulable
( ). Es decir, deseo no puede ser puesto en palabras, lo que se pone en palabras es la demanda,
pero como las palabras no pueden decirlo todo, siempre queda un resto que es el deseo.
La demanda verdadera surge con la interpretación de la palabra plena del analista marcando en la
enunciación con puntos de capitón. Las interpretaciones son parte de la historia del paciente.
La dirección de la cura se ordena, va de las relaciones del sujeto con lo real (abandonando la política
del avestruz) hasta el desarrollo de la transferencia (algoritmo de la transferencia) y luego la
interpretación. Es necesario que esté establecida la transferencia para que puedan devenir
interpretaciones.

El deseo más fuerte no se trata de alojar ni expulsar al paciente, se trata de que el analista se
posicione en el lugar de objeto, lo que le va a permitir soportar la transferencia. El analista tiene que
dejar vacío el lugar de su deseo para encontrar el deseo del analizado.
El otro a del analista (yo semejante) debe quedar en el lugar de muerto. En este juego se presentan
4 lugares: el analista en cuanto su presencia, el lugar del analista en transferencia, el analista y su
icc.
La presencia del analista queda en lugar de muerto en tanto queda por fuera del juego, como resto
que se descarta. El analizante y el lugar del analista en transferencia van a descubrir las cartas que
tiene el icc.

La queja no alcanza para iniciar un tratamiento, hace falta un paso más que tiene que ver con la
construcción del síntoma, ya que ello permitirá construir la demanda de desprenderse del síntoma.
Tiene que ver con abrir una vía posible de subjetivación de la queja, en la medida en que el síntoma
pase al estatuto de pregunta es que será instigado a descifrarlo.
Freud dice que La introducción del tratamiento conlleva, particularmente, que el enfermo cambie
su actitud conciente frente a la enfermedad. Por lo común se ha conformado con lamentarse de
ella, despreciarla como algo sin sentido, menospreciarla en su valor, pero en lo demás ha
prolongado frente a sus exteriorizaciones la conducta represora, la política del avestruz, que
practicó contra los orígenes de ella. Puede suceder entonces que no tenga noticia formal sobre las
condiciones de su fobia, no escuche el texto correcto de sus ideas obsesivas o no aprehenda el
genuino propósito de su impulso obsesivo. Para la cura, desde luego, ello no sirve. Es preciso que el
paciente cobre el coraje de ocupar su atención en los fenómenos de su enfermedad. Ya no tiene
permitido considerarla algo despreciable; más bien será un digno oponente, un fragmento de su ser
que se nutre de buenos motivos y del que deberá espigar algo valioso para su vida posterior. El
neurótico devendría otro hombre tras haberse sometido al trabajo de un psicoanálisis y ahora el
resultado final sería apenas que tiene en el interior de si algo menos de inconsciente y algo más de
consciente que antes. En neurótico curado ha devenido en verdad otro hombre, aunque en el fondo
siga siendo el mismo, ha devenido lo que en el mejor de los casos y condiciones favorables podía
devenir

En palabras de Lacan, la rectificación subjetiva como la intervención inicial, es el trabajo que


posibilita y condiciona la entrada en la cura en tanto apunta a confrontar al sujeto con su propio
decir y verifica el funcionamiento del terapeuta en el lugar del Otro. Momento inaugural de la
transferencia en tanto introduce en la relación sujeto – Otro el supuesto de que hay un saber que
desconoce pero que le concierne, y que es hablando a ese Otro como esta novedad se produce.

También podría gustarte