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La Roma que él heredó de Julio César era un semillero político de clases rivales y
de contendientes que luchaban por el poder.
Había visto el ascenso de César al poder y la horrible manera en que había
terminado su gobierno.
El principado sólo duró dos años (29–27 a.C.), antes de dar paso al imperio.
La ciudadanía romana
Durante la época en que se escribió el Nuevo Testamento, Roma
dominaba el mundo mediterráneo. Su dominio se extendía por el norte
hasta las fronteras de la Galia (Francia) y la Germanía bárbaras y rodeaba
el mar Mediterráneo. Egipto estaba bajo su dominio, y también las
ciudades del norte de África.
Con mucho gusto, los magistrados cumplieron con esto, y les rogaron a los
injuriados misioneros que salieran de la ciudad (Hechos 16:12–40).
Más tarde, estando Pablo en Jerusalén, volvió a usar sus conexiones con
Roma. Cuando los gritos de sus enemigos judíos atrajeron a la milicia
romana, ésta lo tomó bajo su protección.
Cuando Pablo supuso que estaba a punto de ser azotado—probablemente
por haber perturbado la paz—, mencionó su ciudadanía romana. Esto no
sólo lo salvó de ser azotado, sino que le garantizó una salida segura de
Jerusalén.
El libro de los Hechos concluye con la afirmación de que Pablo vivió dos
años en Roma bajo arresto domiciliario. Se le permitía predicar y ganar
convertidos. Se dice que el emperador Nerón crucificó a Pedro, como eran
ejecutados siempre los criminales; pero Pablo fue decapitado Esta muerte
se consideraba como más honorable y misericordiosa.
Esa fue la prerrogativa final de Pablo, por haber nacido como ciudadano romano.