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El primer rey de Roma habría sido su fundador mítico, Rómulo. Él estableció el pomerium, el límite
sagrado de la ciudad, y mató a su hermano Remo por haberlo profanando entrando en él con
armas. A continuación invitó a prófugos de las tierras cercanas a poblar la ciudad; y ante la falta de
mujeres, organizó un banquete para raptar a las de la tribu vecina, las sabinas. Tras evitarse la
guerra por la mediación de estas, ambos pueblos se unieron; y Rómulo compartió el resto de su
reinado con Tito Tacio, el jefe de los sabinos, que sería así un octavo rey no incluido en la lista.
Según la tradición, Rómulo habría establecido las bases de la organización política de Roma,
seleccionando a cien hombres de mayor linaje – a los que se añadirían luego otros cien tras la
unión con los sabinos – como patres, de los cuales descendían los patricios, la nobleza romana.
También instituyó los primeros sacerdotes, los augures, y la división política y militar en tribus y
curias, que representaban a los ciudadanos. Tras su muerte fue divinizado como Quirino, uno de
los dioses más antiguos de Roma.Loba Luperca amamantando a Rómulo y Remo
Según la leyenda, una loba llamada Luperca protegió y amamantó a los gemelos Rómulo y Remo
durante su infancia, por lo que este animal se convirtió en el símbolo de Roma.
El segundo rey de la lista tradicional fue Numa Pompilio, yerno de Tito Tacio y el primero de los
reyes sabinos de Roma. Este fue un rey recordado sobre todo por su devoción a los dioses, puesto
que instituyó los grandes colegios sacerdotales como el de las vestales, los flamines y los
pontífices; y bajo su reinado se crearon los templos más antiguos de Roma, los de Vesta y Jano.
Más que ningún otro rey, Numa Pompilio parece encarnar los ideales de justicia, virtud y piedad.
Por ese motivo, no sería extraño suponer que se trate de una figura creada ad hoc para
representar dichos ideales y servir como un modelo del ciudadano romano. También, y esto entra
en contradicción con la historia romana, es recordado como un rey pacífico: se decía que durante
su reinado no hubo ni una sola guerra, algo bastante difícil de creer en una época como aquell
En cambio, el tercer rey de la lista parece encarnar todos los defectos en los que no debería caer –
y sin embargo cayó frecuentemente – Roma. De origen latino y emparentado con Rómulo, Tulo
Hostilio fue, como su propio apellido indica, un rey belicoso y déspota; vivía para la guerra y
descuidó todos los ideales que representaba su predecesor, Numa Pompilio, si bien es cierto que
representa otra faceta de Roma, las ansias de conquista.
Durante su reinado se produjo, según la tradición, un suceso que despierta muchas sospechas
entre quienes dudan de la existencia de estos reyes antiguos: la destrucción de Alba Longa, la
ciudad natal de Rómulo y Remo, fundada por los prófugos troyanos. La aniquilación de la “ciudad
madre” de su fundador habría supuesto un acto sumamente irrespetuoso por el que los dioses
habrían castigado a Roma con una plaga; el propio rey habría muerto fulminado por un rayo del
dios Júpiter.
El cuarto rey de Roma fue Anco Marcio, el nieto de Numa Pompilio, de quien habría heredado el
carácter devoto, aunque no pacifista. Representa, en cierta medida, un equilibrio entre las
virtudes de sus predecesores: expandió los dominios romanos, se preocupó de las instituciones
políticas y religiosas y construyó las primeras grandes obras urbanísticas de la ciudad, como la
ampliación de las murallas, el primer puente sobre el Tíber y puerto de Ostia, que tendría una gran
importancia para la historia de la Urbe. También estableció nuevos pobladores, deportados de las
ciudades conquistadas, que serían los primeros plebeyos, sin los mismos derechos ni obligaciones
que los habitante originarios, los patricios.
Algunos estudiosos sostienen que Anco Marcio no es solo un personaje ficticio, sino una
duplicación del propio Numa Pompilio o tal vez el original, siendo Numa Pompilio tan solo una
encarnación de la faceta religiosa de Anco Macio: una posible prueba de ello es que este último a
veces aparece mencionado como Numa Marcio. Ambos destacaron por su carácter devoto, pero
Anco Macio destacó por instituir el concepto de la “guerra justa”, es decir, las condiciones que se
debían cumplir para declarar la guerra con el beneplácito de los dioses.
El quinto rey fue Lucio Tarquinio Prisco, un migrante de origen etrusco que fue adoptado por Anco
Marcio. A él se le atribuyen la mayoría de las grandes obras de ingeniería de la Roma arcaica: la
construcción del Circo Máximo y la promoción de los primeros espectáculos de masas; el drenaje
de las marismas situadas al pie de las colinas romanas, en cuyo lugar se empezó a construir el
Foro; y especialmente la Cloaca Máxima, el sistema de alcantarillado más antiguo del mundo que
aún sigue en funcionamiento.
Tarquinio Prisco fue el responsable de convertir Roma en una potencia regional: sometió
definitivamente a las tribus vecinas del Lacio, los sabinos y los latinos; y venció a una coalición de
ciudades etruscas, marcando el principio de la derrota y asimilación de esta cultura por parte de
los romanos. Esto comportó una notable reforma política y militar de la sociedad romana, de ahí la
necesidad de impulsar la construcción de infraestructuras y de crear espacios de reunión como el
Foro y el Circo.
A Tarquinio Prisco le sucedió su yerno Servio Tulio, también de origen etrusco. Su reinado se
centró en las reformas necesarias debido a la expansión territorial y demográfica de Roma,
especialmente en el ámbito legislativo, pero también urbanístico, con la creación de las primeras
murallas que abarcaban las tradicionales siete colinas.
Su legislación tuvo un impacto perenne en la historia de Roma, puesto que por una parte ligaba el
poder político a la riqueza (lo cual favorecía a los patricios) pero por otra aseguraba que los
plebeyos tuvieran también sus representantes electos para velar por sus derechos. Para ello creó
el primer censo de la historia romana, basado por una parte en el poder adquisitivo y por otro en
lo que podríamos llamar barrios de la ciudad, creando diversos organismos de representación
ciudadana en base a estos factores.
TARQUINIO, EL SOBERBIO
El apodo del séptimo y último rey de Roma lo dice todo. Lucio Tarquinio, llamado "el soberbio",
era nieto (o menos probablemente, hijo) de Tarquinio Prisco y accedió al trono en el apogeo del
poder de la monarquía romana, algo que aprovechó en beneficio propio: las fuentes clásicas
mencionan que gobernó como un tirano, mediante la violencia y el terror, lo que finalmente
provocaría su caída. La gota que colmó el vaso fue la violación de Lucrecia, una patricia romana, a
manos de su hijo: esta prefirió el suicidio a vivir con su honor “mancillado” y un pariente suyo,
Lucio Junio Bruto, incitó al Senado a expulsar a los Tarquinios de Roma y establecer una república.
El final de la monarquía romana dejó una impronta imborrable en la memoria colectiva de Roma,
que desde entonces detestó la monarquía como sistema político. Siglos más tarde Julio César fue
asesinado por un descendiente de Bruto, bajo la acusación de querer coronarse rey; y los
emperadores romanos se guardaron mucho de adoptar títulos y maneras reales: quienes actuaron
como tales, como Calígula o Nerón, generalmente terminaron asesinados.
En Roma eran bienvenidos todo tipo de personas, de cualquier condición, raza o religión. En esta
situación y ante la falta de mujeres, Rómulo decidió raptar mujeres a los sabinos y hacerlas
esposas de los romanos para así aumentar el número de habitantes. Esto desembocó en una
guerra entre romanos y sabinos que acabó con ambos pueblos pactando su unión. El rey de los
romanos, Rómulo, y el de los sabinos, Tito Tacio, gobernarían juntos. Durante el reinado de estos
dos primeros monarcas se había creado un senado que representaba al pueblo y tendría el poder
de escoger a su ‘rex’, su rey. Y así lo hizo por primera vez luego de la muerte de Rómulo. Su
sucesor, considerado segundo rey de Roma, fue Numa Pompilio, un campesino de origen humilde
y de avanzada edad preocupado más por sus tierras y la religión que por el poder. Tanto que en un
primer momento rechazó el cargo.
Numa había nacido justamente en el año de la fundación de Roma y los romanos vieron esto como
una señal. Señalado o no por los dioses, Numa fue un gobernante muy importante en la historia de
la ciudad. Pacífico y religioso, estableció la paz con los pueblos vecinos a la vez que consiguó
expandir el suyo debido al aumento de una población que se fue repartiendo entre las 7 colinas de
su territorio.
El segundo ‘rex’ dividió la sociedad en diferentes facciones según su origen, fundó los principios de
la religión romana, organizó a sus sacerdotes y cultos e incluso creó y estableció un calendario
dividido en 12 meses.
El rex
A la muerte de Numa Pompilio, de nuevo el pueblo escogió a su nuevo rey. Este ‘rex’, como
vemos, no es una figura monárquica al uso en muchos aspectos. Era un cargo elegido por el
senado en representación del pueblo romano, no era un título hereditario y no era necesario tener
orígenes nobles para acceder a él. Ni siquiera era necesario ser romano pues, curiosamente,
ningún rey de Roma lo fue. Incluso Rómulo, cuyo nombre obtuvo de la creación de Roma y
significaba ‘’romano’’, tenía origen latino.
El tercer rey de Roma fue Tulio Hostilio. Al contrario de su predecesor, fue un líder guerrero y
ambicioso. Tulio acometió ataques contra diversos pueblos vecinos de Roma destruyendo y
conquistando nuevos territorios como Alba Longa y Veyes. Pero no sólo destruyó, también
construyó. Entre sus obras se hayan algunas muy importantes como la Curia Hostilia, edificio
donde el senado se reuniría durante muchos siglos.
Los dos estilos de estos reyes se juntarían en la figura de su sucesor, Anco Marcio. El mandato del
cuarto rey de Roma supuso un gran desarrollo para la ciudad. Anco, pese a no tener ideología de
conquistador, se vio muy pronto envuelto en una guerra contra los latinos, que atacaron Roma. No
sólo logró la victoria sino que sometió a toda la región del Lacio. A las gentes derrotadas las instaló
en Roma, en la colina del Aventino. Sin embargo éstos no tendrían derechos como el resto ni
representación en el senado. Anco Marcio creaba así la plebe.
Durante este período de la monarquía, Roma no sólo se agrandó con la guerra sino también con
construcciones y acciones políticas. Además de unir el Aventino a su territorio, expandió la ciudad
hasta el mar con la fundación de Ostia. Allí construyó el puerto y las fábricas de salazón, ambos
muy importantes a lo largo de la historia de Roma. En la urbe, el rey romano construyó un puerto
en el Tíber, al igual que el primer puente sobre el río. Con estas infraestructuras y el crecimiento
de la población, Roma tenía todo para convertirse en una potencia.
Este impulso de desarrollo seguiría con el quinto rey de Roma, Tarquinio Prisco, primer etrusco en
llegar al cargo. Tarquinio implantó importantes mejoras en la ciudad, claves a lo largo de su
historia. El ‘rex’ dio a Roma un sistema de acantarillado con la Cloaca Máxima, comenzó a
construir el Foro Romano y creó unos juegos propios influenciados por los etruscos y los griegos.
Para ello adaptó un terreno para las carreras de caballos. Un terreno que más tarde se convertiría
en el Circo Máximo.
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Se cree que Tarquinio fue asesinado en una conjura. Su mujer Tanaquil ocultó su muerte.
Alegando que el rey estaba convaleciente, puso a su yerno en el trono »mientras Tarquinio se
recuperaba». Una exitosa estrategia para conservar el poder en la familia. Cuando la situación se
hubo tranquilizado y su yerno ya manejaba el gobierno, Tanaquil anunció la muerte de Tarquinio y
Servio Tulio siguió ejerciendo sus funciones pero ahora ya como sexto rey de Roma.
Ésto no gustó nada al pueblo, ya que siempre había sido éste el que decidía quién era el rey. Para
apaciguarlos, Servio Tulio les dedicó diversas construcciones y leyes para su beneficio ordenando
incluso levantar un templo para la plebe en el Aventino. Este ‘rex’ instauró un cambio social
notable, ya que dividió a la población en cinco clases según su riqueza. Hasta entonces había sido
el origen de cada romano el que marcaba su rango social.
Tarquinio el Soberbio
Por segunda y última vez, su sucesor no sería elegido por el pueblo romano. Tarquinio el Soberbio
asesinó a su suegro, Servio Tulio, para autoproclamarse séptimo rey de Roma alegando que éste
era un usurpador y él el verdadero sucesor de Tarquinio Prisco.
Tarquinio el Soberbio era un hombre ambicioso y hambriento de poder, el cual quitó al senado
para centrarlo en su persona. Los romanos no vieron ésto con buenos ojos, veían cómo perdían el
poder de escoger a su mandatario, el poder de intervenir en su gobierno y cómo la figura del rey
se alejaba de su función original. No era la monarquía romana electiva que habían imaginado.
Cuando Tarquinio pemitió que su hijo violase a una patricia llamada Lucrecia, los romanos
decidieron actuar. Un familiar de ésta, Lucio Junio Bruto, encabezó con el senado una acción para
expulsar al rey de la ciudad. Un año más tarde, en el 509 a.C. Roma pasaría a ser una república
gobernada por dos cónsules. Los primeros serían el propio Lucio Junio Bruto y Lucio Tarquinio
Colatino, el viudo de Lucrecia. Había nacido la república romana.
1.1 Elementos de una tradición A pesar de una tradición que, con leves adaptaciones, ha llegado
hasta nuestros días, hoy se puede afirmar sin reservas que Rómulo
que la propia ciudad no puede haber existido antes del 600 a.C.,
realidad se trata de un problema de fuentes. Los datos de la tradición romana en las fuentes
literarias asumen la fundación de Roma
hacia mediados del siglo vm mientras que, por el contrario, los datos arqueológicos no permiten
hablar de un nacimiento urbano
antes del 625 e incluso del 575 a.C. Como este desfase cronológico se corresponde además con los
años en que supuestamente
Roma habría sido gobernada por reyes legendarios tales como Ró-
mulo, Numa Pompilio, Tulo Hostilio y Anco Marcio, parece obligado colegir que tales reinados no
fueron reales, sino producto de
la tradición historiográfica. Por supuesto, Rómulo y Remo con seguridad y el resto probablemente
también son personajes meramente legendarios, cuya invención se debe en gran medida a la
notoria influencia que la cultura helénica ejerció sobre el mundo
itálico. En esta tradición, que ha llegado prácticamente hasta nuestros días, se incluye el supuesto
acto de fundación de la urbs por
Rómulo y Remo, de forma similar a como lo habría hecho un oikistés griego, pero siguiendo las
fórmulas del rito de origen etrusco (arado, surco, pozo).
Sin embargo, resulta sorprendente que durante décadas los historiadores hayan mantenido —y
algunos aún hoy— la existencia de
ubicar allí el núcleo de la ciudad. Este hipotético trasvase de población implicaría también un
cambio en la economía de estos primeros habitantes, que pasarían del pastoreo a la agricultura.
En
una especie de anfictionía de carácter religioso habría estado formada por las aldeas de las «siete
colinas» que rodeaban a Roma.
Pero la historiografía reciente ha propuesto una nueva interpretación, mucho más razonable. Si
Roma se configuró a partir de un núcleo originario integrado por las colinas del Palatino (con
Germai y
radical septi no procedería del numeral septem, sino del término latino saeptus en su forma
arcaica como septi, que significa «estaca»
y por extensión «conjunto de estacas», esto es, empalizada, como
o al murus terreus, como la incipiente muralla de época monárquica atribuida al rey Servio Tulio.
De haber existido, tal Liga agruparía a las aldeas «con sistema de empalizada» y, en consecuencia,
las
reuniones quizás no fueran de carácter religioso sino «prepolítico», con el fin de mejorar sus
posibilidades de defensa.
Naturalmente, estos elementos siguen siendo objeto de controversia entre los historiadores, pero
en los últimos años se ha llegado a un cierto consenso en las cuestiones fundamentales: el mito de
siglo IV a.C.; los orígenes de Roma se corresponden con ciclos míticos (troyano, sabino, latino)
dirigidos a engrandecer sus historias
reyes legendarios como Numa (al que se atribuye a veces una importante reforma sacerdotal),
Tulo o Anco Marcio (quienes habrían
los reyes llamados históricos, así como muchas de las reformas (del
orígenes de Roma, ha pasado poco a poco a la historia interesándose ante todo por la formación
de la ciudad, su identidad frente a otras
contrastación de éstos con los datos aportados por las fuentes literarias y, en definitiva, abogando
por una interpretación coherente en
y dispares.
Aun así, en la historiografía actual sobre el tema se pueden observar dos posiciones al menos
claramente diferenciadas: la hipocrítica, que acepta básicamente los datos aportados por la
tradición,
los últimos años, sin embargo, se ha abierto paso una tercera vía,
que acepta los datos literarios siempre que no estén en clara contradicción con los datos
aportados por la arqueología.