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+PRIMEROS ASENTAMIENTOS HUMANOS EN EL ABRIGO ROCOSO DEL

TEQUENDAMA – TRABAJO FINAL MODULO I PREHISTORIA

DIEGO ALEXIS PACHECO ARENGAS

UNVIERSIDAD SERGIO ARBOLEDA


AREA DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES
MAESTRÍA EN HISTORIA
BOGOTÁ
OCTUBRE 2022
PRIMEROS ASENTAMIENTOS HUMANOS EN EL ABRIGO ROCOSO DEL
TEQUENDAMA

INTRODUCCIÓN

El Salto del Tequendama, según estudios geológicos, está arraigado con la


formación de la cordillera oriental y en especial con la conformación de la Sabana
de Bogotá. Sus inicios se remontan hasta el final del periodo jurásico, momento en
el cual el mar cretácico penetra en buena parte del actual territorio colombiano.
El Salto con el pasar de los milenios llegará a ser un punto de referencia importante
para los indígenas del altiplano y especialmente para los Muiscas, como lo
confirman diferentes relatos de la memoria cundiboyacense representados en mitos
y leyendas en las cuales se manifiestan sus dioses mas importantes.
Desde la llegada de los conquistadores españoles, reconocidos estudiosos y
cronistas empezaron a plasmas sus anécdotas y vivencias de la memoria de los
granadinos alrededor del Alto, transmitiéndolas oralmente de generación en
generación. Entre los cronistas destacados se encuentran Lucas Fernández de
Piedrahita, Fray Pedro Simón, Alonso de Zamora, Alonso de Medrano y Esteban de
Asencio.
Durante mediados del siglo XVIII, las tierras de América empezaron a ser visitadas
por científicos y exploradores europeos con ansias de conocimiento y espíritu
aventurero. Naturalistas, cartógrafos, geógrafos, mineros y botánicos emprendieron
su odisea con el único fin de descubrir nuevos territorios desconocidos y plasmar
sus experiencias en crónicas o relatos de viajes.
Viajeros de la talla de Alejandro Humboldt, Manuel del Socorro Rodríguez,
Francisco José de Caldas, Joaquín Acosta, Cordovez Moure, Marco Fidel Suárez,
entre otros, plasmaron en sus memorias, discursos y autobiografías la magnificencia
del Salto y su esplendoroso y mítico esplendor. También se dejarían contagiar de la
misma experiencia decenas de periodistas, novelistas, poetas, pintores, literatos y
cultores en todas sus formas.
Por otra parte, cabe destacar la obra mas importante sobre el Salto del
Tequendama, escrita por Gonzalo Correal y Thomas van der Hammen, publicada
en 1977. El tema central de esta investigación es el descubrimiento del Hombre del
Tequendama, como representante de los primeros pobladores que dieron
testimonio de su presencia a través de artefactos líticos y de entierros en abrigos
rocosos. El sitio mas importante fue denominado Tequendama 1, donde se
encontraron vestigios culturales de varios metros de espesor. Dicho abrigo fue lugar
de vivienda durante mas de 11.000 años, y luego fue destinado a lugar de entierro.
Según la investigación de Correal y Van der Hammen (1977), “en este particular
lugar se encontraron veinte esqueletos humanos”, aunque no todos eran del periodo
precerámico, junto a restos de venados, guaguas, curíes, armadillos, zorros y varias
especies de roedores, vestigios de fogones y utensilios elaborados en piedra.
Posteriormente, con la desaparición del lago que ocupaba la Sabana de Bogotá, se
conformó un deposito de muchos sedimentos que mas adelante se conformaron
como procesos de erosión. Los estratos conformados hasta entonces permitieron
identificar la época que correspondió a un periodo de cerca de 30.000 años. La
vegetación en un principio correspondía a la de un páramo húmedo, seguidamente
se enfrió y se hizo más seco.
A comienzos del periodo conocido como tardiglacial, el clima se hizo mas favorable
por el aumento de la humedad y de la temperatura; en condiciones propicias como
estas empezaron a llegar los primeros pobladores, quienes empezaron a ocupar los
abrigos, dejando como vestigios de su presencia, lascas y artefactos de piedra. El
clima continuó mejorando hasta el que conocemos en la actualidad, pero desde
hace 11.000 años, ocurrió un nuevo enfriamiento que convirtió la Sabana de Bogotá,
durante un milenio, en una zona fría conformada por bosques y praderas, donde se
llevaban a cabo la caza de venados y conejos. Este clima y la disposición de
alimento abundante atrajo a estos primitivos, quienes tomaron posesión en la zona
para aprovechar la materia prima.
“La zona arqueológica estudiada está ubicada al oeste del Charquito, entre el
embalse del Muña y la Cuchilla del Tequendama. Allí, desde finales del Pleistoceno
y comienzos del Holoceno, primaron condiciones favorables para la ocupación
humana. La zona cuenta con las aguas de los ríos Muña y Funza y la quebrada del
Rodeo”. (Díaz Piedrahita, Blanco Castañeda, 2010).
Alrededor de este periodo los bosques frondosos y la disponibilidad de agua
favorecían la fauna y el ejercicio de la caza, a su vez el desplazamiento desde el
Tequendama hacia las zonas cálidas era relativamente fácil, sencillamente
descendiendo por la cuenca del río Bogotá o por la vertiente del río Sumapaz.
Agregando a esto que las rocas areniscas ofrecían al habitante abrigos rocosos
adecuados para vivir y asentarse definitivamente o por temporadas.
Los trabajos de Correal y van der Hammen, permitieron corroborar la presencia del
periodo Paleo-indio en la zona de la Sabana de Bogotá. La emulación de un cazador
recolector que aun no utilizaba objetos jde cerámica y tampoco se ocupaba en
labores agrícolas. Trabajos como estos, sirvieron como estímulo para muchos
investigadores que se interesaron por descubrir nuevos vestigios de civilización
durante la secuencia cultural precerámica continua, comprendida entre los periodos
de 12.400 y 5.000 años A.P.
Posteriormente fue hallado el sitio denominado Aguazuque, en cercanías a Soacha,
donde se continuó la secuencia entre los años 5.000 y 2.000 A.P. Durante esos tres
milenios, se dieron ocupaciones diversas con modelos de asentamiento diferentes
a los de los predecesores de Tequendama 1, donde era evidente que ya no solo se
trataba de simples cazadores recolectores, sino de pobladores que practicaban ritos
como el endocanibalismo, mutilaciones de miembros del cuerpo y rituales
funerarios, entierros superpuestos y plantas alucinógenas. Además de estos ritos,
se manifestaron en los hallazgos arqueológicos, prácticas hortícolas, piscicultura y
consumo de caracoles que traían de zonas cálidas.
A estos particulares habitantes del suroeste de la Sabana de Bogotá, les sucedieron
indígenas muiscas, quienes estaban organizados en cacicazgos y se establecieron
definitivamente en lo ancho de la Sabana, dedicándose a labores agrícolas, cría y
domesticación de curíes, industria de la sal, alfarería, orfebrería y tejido de algodón.
En las siguientes páginas encontraremos un paneo general de las diferentes teorías
sobre el asentamiento original de estos primeros habitantes, en un principio a
América y posteriormente al territorio que hoy conocemos como Colombia, y en el
caso particular sobre el Salto del Tequendama.
DEL SEDENTARISMO AL NOMADISMO

Desde los comienzos de la civilización, el hombre siempre ha estado en constante


evolución social, cultural, política y económica. A su vez, uno de los fenómenos que
mas se han presentado durante estos procesos, han sido las migraciones. Sí, el
Homo Sapiens Sapiens desde sus comienzos y antes de establecerse o asentarse
parcial o definitivamente en un territorio, fue nómada. Y esa connotación lo ha
llevado a buscar siempre un lugar diferente en mejora de sus condiciones, ya sean
alimenticias, climáticas, económicas o sociales.

Es por eso por lo que incluso buscaron ese nuevo orden social, en territorios de los
que distaban miles de kilómetros desde su lugar de origen. Tal fue el caso de los
homínidos que habitaban en lo que se conoció como la Polinesa, Melanesia, Asia
oriental y el Océano Pacífico desde la Australia, Antártida y hasta de la Patagonia.
Repasaremos sobriamente cada una de ellas, para tener un balance general de lo
que nos ha contado la historiografía sobre los asentamientos humanos en América.

Según Julián Córdoba Toro (2018), “desde el siglo XIX existen múltiples teorías
sobre el poblamiento en el continente americano, sobre cómo y cuándo fue poblado
América por primera vez”. Algunas teorías si bien carecen de fundamento, no se
han verificado, y otras resultan a simple vista falsas y sin ninguna probabilidad de
debatirlas. Otras cuentan con mucha más credibilidad, y se encuentran canonizadas
dentro de las teorías clásicas del poblamiento humano en América.

Podríamos dividir esta gran amalgama de teorías en dos partes. De un lado


hablaremos de las teorías precursoras o clásicas, planteadas y consolidadas desde
finales del siglo XIX y la primera mitad del XX, y las teorías novedosas, basadas en
nuevas evidencias sobre descubrimientos arqueológicos y genéticos.

Iniciamos con las teorías clásicas, mencionando la teoría autoctonista, planteada


por el científico argentino Florentino Ameguino en 1879 en un congreso de París.
Según Ameguino, los primeros pobladores de América no provienen de otro
continente, sino que el hombre americano fue originario de la pampa argentina. Para
justificar su tesis, presentó una serie de restos humanos que, según él, databan del
período terciario donde se les denomina homo pampeanus. Sin embargo, tiempo
después esta teoría cayó por su propio peso, cuando se descubrió que los restos
pertenecían a felinos y monos mezclados con huesos humanos.

Otra teoría planteada estuvo a cargo del médico y arqueólogo Charles Abbott, quien
en 1876 encontró en su granja en Delaware instrumentos líticos que él pensó que
podían pertenecer a culturas indígenas anteriores a las actuales, pero al analizar
los restos arqueológicamente arrojó como resultado 10 mil años de antigüedad. Su
teoría fue rechazada incluso en el gremio religioso y científico, aunque en la
actualidad varias de sus teorías se destacan como reales.

Posteriormente en 1908, el geólogo e historiador aficionado Georges Mcjunki,


encontró restos óseos en la aldea de Folsom, en Nuevo México. Y en 1926, cuatro
años después de su fallecimiento, Jesse D. Figgins descubrió varias puntas de
flechas que se encontrarían después en Clovis y otros yacimientos. Seguidamente,
en agosto de 1927, hallaron una punta de lanza insertada entre dos costillas de
bisonte, descubrimiento situado cronológicamente 10.285 A.P (antes del presente).

La siguiente teoría, es conocida como la teoría asiática, planteada por el


antropólogo Alex Hrdlicka, y según ella el hombre entró a lo que hoy es el continente
americano a través del Estrecho de Bering, sobre un puente que se formó a raíz del
descenso del nivel de las aguas durante el último periodo glacial, para luego desde
Alaska expandirse por toda América.

Esta teoría de traslación de pueblos, desde Asia hacia América parte de la base de
unas semejanzas físicas entre el hombre asiático y amerindio. Una de las similitudes
serían el cabello lacio, ojos tipo mongoloide, músculos de la cara salientes y los
dientes en forma de pala.

Por su parte, el antropólogo francés Paul Rivet, difirió notablemente de Hrdlicka


rebatiendo la teoría mono-racial. Según Rivet, a América llegaron diferentes
migraciones desde varias latitudes del planeta, aceptando que el hombre llega a
América sobre el Bering, pero agregando que también lo hicieron desde el Océano
Pacífico. Este planteamiento es conocido como la teoría oceánica, donde según
Rivet, Polinesios y Melanesios llegaron a América Central y luego se expandieron
sobre todo el continente.

Para comprobar dicha teoría de Rivet, en 1947 el explorador y biólogo noruego Thor
Heyerdahl, lideró una expedición sobre una balsa en la que seis hombres desde
Sudamérica y Perú navegaron por el pacífico hasta llegar al archipiélago Tuamotu.
Un fatigante viaje de ocho mil kilómetros para demostrar la veracidad de la teoría
de Rivet.

Otra teoría clásica fue la de Mendez Correa, en la que una población que habitaba
en un principio en Australia, diseñó unas balsas que les permitieron colonizar
Tasmania, Auckland y la Antártida. Según el estudio, los australianos lograron
cruzar la Antártida gracias a un clima cálido poco habitual, recorrieron las costas
hasta llegar al Cabo de Hornos y luego poblaron La Patagonia.

Finalmente, cerramos con la cultura Clovis, un pueblo que se caracterizaba por la


caza de mamuts, habiendo encontrado evidencias en los yacimientos puntas Clovis
con restos de mamuts. Razón por la cual, se especula que los Clovis fueron los
principales responsables de la extinción de los mamuts. Pero esto solo sigue siendo
una hipótesis.

Acto seguido entramos con las teorías novedosas, una de ellas es la del
poblamiento europeo, quien lidera Bruce Bradley. Quien planteó que navegantes
europeos de raza caucásica durante el periodo Solutrense, podrían haber cruzado
el Atlántico para desembarcar en las costas orientales de Norteamérica. En sus
inicios fue rechazada rotundamente por la comunidad científica, sin embargo, en la
última década ha sido más aceptada debido al descubrimiento en el Este de los
Estados Unidos, de esqueletos humanos y puntas líticas que podríamos situar en el
13.000 A.C.

Esta famosa teoría de Bradley fue reforzada con los hallazgos logrados por el
antropólogo y arqueólogo estadounidense James M. Adovasio, él y su equipo
excavaron entre 1973 y 1978 la caverna de Meadowcroft- Rockshelter, donde
encontraron utensilios líticos y abundante material orgánico, producto de la flora y
fauna que sirvió de sustento a los habitantes de Meadowcroft. Los arqueólogos
hicieron el estudio de estos hallazgos, y el resultado les arrojó la fecha de hasta
16.000 años A.C.

Dos décadas más tarde en 1996, en el banco del río Columbia cerca de Kennewick
(Washington) se descubrió el cráneo del hombre de Kennewick, y a diferencia de
los rasgos del indígena americano, tiene la cara estrecha, la nariz prominente,
mandíbula sobresaliente y frente angosta. Algunos expertos opinan que este
hombre de 8.000 años de antigüedad tiene una mezcla de rasgos entre los ainos
japoneses y los polinésicos. Mientras que otros sostienen que sus rasgos son
caucásicos.

Otro equipo dirigido por Tom Dillehay descubrió en 1977 en Chile, tras una serie de
excavaciones cerca del Puerto Montt, en Monte Verde, un campamento de doce
tiendas hechas de estaca de madera y pieles de animales. Las cenizas de estos
hallazgos sometidas al Carbono 14 arrojaron una antigüedad de 13.000 años A.C

Tiempo después, Dillehay encontró restos que arrojaron una antigüedad de 33.000
años. Si se confirman estos resultados, se presentaría un giro total en la explicación
de los primeros poblamientos en el continente americano, ya que se determinaría la
llegada del hombre al continente americano unos 10.000 años antes de lo que los
expertos aseguraban. Cabe agregar que los estudios continúan hoy día.

Otra de las investigaciones que rebelaron la posibilidad real del poblamiento


temprano de América fue la realizada en las cuevas de Bluefish. Las cuevas de
Bluefish es un yacimiento arqueológico en el territorio de Yukón, en el norte de
Canadá, ubicado a cincuenta y cuatro kilómetros al suroeste de la comunidad Vuntut
Gwichin, de Old Crow; en la cual el arqueólogo Jacques de Cinq-Mars encontró una
muestra de huesos de mamut, caballos y bisontes en los años 1978 y 1979 que
supuestamente el hombre trabajó y que ha sido fechado mediante el carbono 14 en
unos veintiocho mil años antes del presente. Sin embargo, esta teoría no fue
considerada por la comunidad científica internacional durante décadas debido a que
no existían otras evidencias que mostraran un poblamiento de América fechado tan
temprano y debido además a que no se ha encontrado restos óseos en el
yacimiento.

Poblamiento de Sudamérica

Hablar acerca del poblamiento de Sudamérica, siempre ha sido un tema de debate


a lo largo del siglo XX y principios del presente siglo. En su mayoría, los
historiadores han asumido que el poblamiento temprano del gran continente en
occidente comenzó desde Alaska basándose en la teoría del poblamiento tardío o
poblamiento Clovis. Si nos ceñimos a esta hipótesis, Sudamérica sería el último
bloque en ser poblado, viniendo la ruta de población desde América del Norte y la
llegada del hombre a Alaska sería aproximadamente de 14.500 años A.C

Según la investigación de Ken Hooper (2008), “los hallazgos que han dado fuerza
a la teoría del poblamiento temprano demostraron que la Cultura Clovis de
Mesoamérica no fue la más antigua organización humana”, debido a que
descubrimientos posteriores evidenciaron organizaciones contemporáneas en
Suramérica. Algunos de esos hallazgos fueron:

Pedra Furada, Brasil: Yacimiento con pinturas rupestres en Monte Alegre.


Descubierto en 1973 por un equipo franco-brasileño bajo la dirección de Niede
Guidon. Se registró una presencia humana tan antigua que pone en debate las
teorías sobre la llegada del hombre a América. Niede Guidpin en 1986, dataciones
entre 48.000 y 32.000 años A.P

Piedra Museo, Argentina: Descubierto a principios del siglo XX por Florentino


Ameguino a 250 km de Pico truncado (Santa Cruz), encontrado en 1995, y luego de
ser analizado se estableció la antigüedad de restos humanos encontrados en
13.000 A.P

Monte Verde, Chile: excavado en 1977 por Tom Dillehay y Mario Pino. En los
primeros intentos de excavación, se analizó presencia humana de 14.500 años A.C.
Esta información fue confirmada por un grupo de científicos internacionales que
visitó el lugar en 1997 y por la Sociedad Estadounidense para el Progreso de la
Ciencia en 1998.
Abra, Colombia: Finalmente, tras excavaciones desde el año 1967, se han
registrado elementos líticos asociados con huesos de animales y restos de carbón
vegetal datados mediante Carbono 14 en aproximadamente 12.400 años A.P

En ámbitos culturales se determina que los primeros habitantes de Sudamérica


fueron recolectores y cazadores. Si la teoría de Piedra Furada se demuestra,
el Paleoindio suramericano habría comenzado desde hace 40.000 años hasta los
inicios del Período Holoceno hace 10.000 años.

Seguidamente del Holoceno, el planeta sufrió una subida extrema de temperatura,


lo que trajo como consecuencia una fuerte sedentarización humana, los primeros
habitantes suramericanos, descubrieron la agricultura principalmente en los Andes.
La arqueología en conjunto ha hallado alimentos como maíz, papas y animales
domésticos registrados de hace 10.000 años en los valles y vertientes de las
cordilleras andinas. La ciudad de Caral en el Perú fue construida durante el Periodo
Arcaico de América con un registro aproximado del año 2627 a. C., lo que hace
suponer que es la ciudad más antigua no sólo de Suramérica, sino de todo el
Hemisferio.

Las primeras culturas consolidadas en Suramérica fueron La cultura Chavín, en el


Perú y el Ecuador. Tihuanaco en Perú, Bolivia y el norte de Chile. La moche y los
Incas en el Perú, y los Muiscas en el altiplano Cundiboyacense de Colombia,
particularmente de la que hablaremos a continuación.

Primer poblamiento en Colombia

Los hallazgos arqueológicos mas antiguos fueron hallados en los abrigos rocosos
del Chiribiquete, lugar donde se percibieron pinturas rupestres de hasta 19.500 años
A.P. (Castaño, 2008). Igualmente se encontraron yacimientos del periodo arcaico
en diferentes lugares de Colombia. En San Jacinto se hallaron muestras de
cerámica de 3.000 años A.P, en Monsú se descubrieron asentamientos adaptados
a la vida costera cuya característica fue la recolección de moluscos de por lo menos
3.350 años A.P. Finalmente, en la región del Amazonas se halló un yacimiento en
donde se evidencia la agricultura hacia el año 2.700 A.C y en Malambo, cerca de la
región caribe, se hallaron vestigios de cerámica antropomorfa, zoomorfa y cultivos
de 1120 A.C. (Suárez, 2004).

Primer poblamiento en Cundinamarca:

En la población de Zipaquirá, Cundinamarca, exactamente al oriente, se


encontraron instrumentos líticos en 1967 que datan del 10.400 a.C. A su vez en el
Valle del Abra se hallaron registros culturales cercanos al pleistoceno tardío en
Colombia que datan de 10.400 a.C. (Correal, Van der Hammen y Lerman, 1970).
Estos artefactos encontrados se conocen como abrienses, incluyen raspadores,
cuchillas y rederas. Este descubrimiento en el centro del país nos hace suponer que
las migraciones paleoindias llegaron a Sudamérica con años de anterioridad a
estas fechas.

Por otra parte, en la Sabana de Bogotá se hallaron exactamente en el abrigo de


Tequendama herramientas de piedra como raspadores, cuchillos y puntas de
proyectil, entre otros, que son de un milenio mas tarde. Hasta la fecha de hoy
suponemos que sus creadores fueron grupos de cazadores especializados, de
quienes se han encontrado cinco grupos. A su vez, desde 7.500 a.C al 6.500 a.C
provienen instrumentos de piedra y también aparecen jabalinas, objetos de madera
y huesos de animal. Así también esqueletos humanos del 5.000 a.C con
características diferentes a los muiscas que llegaron después a la región.

Igualmente, en Tibitó, Tocancipá aproximadamente hace 9.700 años a.C. fueron


descubiertos artefactos abrienses como instrumentos de corte, raspadores e
instrumentos de hueso que servían como elementos cortantes y perforadores.
Según Van der Hammen (1970), en el período Holoceno medio, los hallazgos
arqueológicos encontrados en Aguazuque, al suroeste de la Sabana de Bogotá, en
Soacha se permitieron reconocer que grupos de cazadores y recolectores se
asentaron en las terrazas y elevaciones donde carecían las lluvias y las
inundaciones. En Zipacón por ejemplo, son evidentes vestigios de agricultura y
alfarería datados del 1200 a.C.
El Salto del Tequendama

Aspecto geográfico:

El Salto del Tequendama, riqueza natural de Colombia, se encuentra ubicado en lo


que hoy conocemos como el municipio de Soacha, uno de los poblamientos más
antiguos de Colombia fundado el 31 de diciembre de 1600 y ubicado en la cordillera
oriental, al sur de la sabana de Bogotá.

En el territorio municipal se distinguen dos regiones geográficas diferentes: una que


corresponde a la Sabana de Bogotá, localizada al norte de Soacha y una montaña
al sur, formada por el tercer ramal de la cordillera de los Andes. Se destaca esta
región entre los accidentes geográficos del Alto Relumbroso y las cuchillas de
Rodeo y San Martín.

La mayor parte de las tierras del municipio son bañadas por los ríos Bogotá y
Soacha. El primero suele entrar al municipio desde el occidente, para luego
convertirse en el característico Salto de Tequendama. El río Soacha, nace desde el
oriente y baña a la población por el sudoeste y desemboca en el Bogotá, Muñas,
Aguasclaras, Tunjuelito, Chocho y quebrada el Chuscal.

Desde hace aproximadamente 12.000 años en la fase tardiglacial, “la temperatura


de la Sabana de Bogotá comenzó a elevarse, se incrementó la humedad y la
vegetación presentó características de la flora de un subpáramo. Hacia ese
momento se remontan los primeros indicios de la existencia del hombre en la región
del Tequendama” (Bonnet, .D.2000.)

Los primeros asentamientos humanos registrados en esta zona del altiplano


Cundiboyacense se llevaron a cabo a finales de la Edad Pleistocénica, la cual se
destacó por fuertes glaciaciones y fenómenos naturales como consecuencia del
cambio climático que desplegaron la formación de nuevos ecosistemas, donde
posteriormente se establecieron grupos cazadores y recolectores dedicados a la
pesca y a la caza de roedores de menor tamaño (curí, borugo y el guatín) y venados.
Los estudios sobre etno-historia del municipio evidencian que los Muiscas se
ubicaban en los altiplanos fríos de la cordillera oriental y en algunas zonas de las
vertientes templadas aledañas. “Soacha denominada como la Ciudad del Dios
Varón según los vocablos SUA = SOL – CHA = VARON y perteneciente a la
Confederación de Bacatá; servía como zona de defensa para los Muiscas quienes
usaban los cerros occidentales como trincheras naturales contra los feroces
Panches; allí junto con el municipio de Bosa se libraron fuertes guerras de
contención del carácter expansionista Panche y en defensa del Zipa de la
confederación de Bacatá”. (Díaz Moya, 2014).

Soacha se caracteriza por ser uno de los municipios con mayor riqueza de arte
rupestre en abrigos rocosos. Se estima que a partir de la última glaciación en el año
12000 A.C fue refugio de civilizaciones prehispánicas hasta la conquista española
(Correal & Van der Hammen, 1981). Los primeros pobladores de esta región se
dedicaron principalmente a la caza y a la recolección en abrigos rocosos como el
Abra y el Tequendama.

Aspecto político

Los tipos de entierro y las tumbas halladas en las excavaciones arqueológicas


evidencian la existencia de dos clases sociales: una clase social superior quienes
eran sepultados con objetos foráneos asociados a accesorios de conchas y
artefactos de las cuencas del Magdalena. Y aquellos quienes conservan objetos de
piedras (lanzas, vasijas, etc.).

Según investigaciones de Langebaek, C. y Bernal, M. (2011) “Los resultados


obtenidos en Tibanica llaman la atención sobre la forma como pudieron manejarse
los excedentes de producción entre los muiscas en el siglo X d.C. Definitivamente
no parece cierta la existencia de una élite que se apropiara de los excedentes de
alimentos al punto de generar problemas de nutrición entre el resto de la población.
Los documentos del siglo XVI muestran que los caciques recibían alimentos por
parte de sus comunidades y que una porción de esos alimentos se destinaba a sus
mujeres, las cuales a cambio elaboraban chicha y bollos de maíz para repartir entre
sus indios. Algunos documentos van más lejos y aseguran que los caciques
cuidaban de los huérfanos, las viudas y los pobres. La información obtenida en
Tibanica apoya que al menos en el siglo X d.C. la relación entre condiciones de vida
tfvy jerarquización social era bastante imperfecta y ratifican que difícilmente se
puede hablar de élites que explotaban a sus ‘súbditos’ y tenían mejores niveles de
vida. No obstante, también habría que ser algo escéptico sobre la generosidad de
los caciques en períodos de crisis severas, períodos en los cuales probablemente
éstas pudieron estar menos expuestas a condiciones de stress”.

Posteriormente, con la llegada de los españoles a Bacatá y las disputas constantes


entre grupos indígenas Caribes, Muiscas y Panches, en el año de 1549, Hernán
Pérez libró una batalla que estableció la paz entre los Panches y los Muiscas en la
zona montañosa de Soacha, dejando a los grupos indígenas sometidos
definitivamente al régimen español.

Nuevos tipos de organización territorial modificaron el ordenamiento espacial y


administrativo del territorio, de los antiguos Zipas y Caciques, se dio paso a los
“corregimientos de indios” y haciendas en donde sobresalían figuras como el
corregidor, padrón, hacendatario y oidor. Los corregimientos de indios aglomeraban
varios pueblos de indios naturales quienes convivían en pequeñas extensiones de
tierra; los primeros en designarse estuvieron a cargo del Oidor Miguel de Ibarra el 1
de noviembre de 1594, seguido por Luis Enríquez. 1600 y Joaquín de Arostogui y
Escoto en 1759 (Díaz Moya, 2014).

Las haciendas se conformaron simultáneamente con el establecimiento de los


corregimientos de indios; distinguidas por sus enormes territorios, con una
organización social y económica propia, configuradas como el encuentro comercial
de los españoles y mestizos (encomenderos). En la mayoría de los casos, las
haciendas se componían de la siguiente forma: la casa del hacendado, la capilla y
otras edificaciones.

La llegada de los españoles además de cambiar radicalmente el ordenamiento


espacial y administrativo de la zona, transformó el valor y la importancia del recurso
hídrico, considerado hasta antes de la colonia solo como uso para el consumo
humano. Dejando de lado todo tipo de prácticas de sacralización y adaptación
territorial.

Aspecto económico:

“Entre el 12.000 y el 12.500 A.C, habitaron en Soacha los primeros grupos nómadas
de cazadores recolectores gracias a las condiciones climáticas, su riqueza
ecosistémica de flora y la variedad faunística de venados, curíes, patos, peces,
moluscos y cangrejos de río de la región en la sabana hoy en día conocido como
Tequendama”. (Guacaneme Penagos, 2019). Estos grupos nómadas de cazadores
se establecieron en abrigos rocosos dejando plasmados petroglifos o pictografías
de representaciones de animales plantas, signos y figuras geométricas que para
ellos se consideraban importantes.

La economía de los primeros habitantes de esta zona se caracterizaba por ser


autosuficiente en lo que se refiere a artículos de subsistencia, basada en la
integración vertical de su agricultura, garantizando la continuidad de recursos
variados en diferentes pisos térmicos. Los indígenas aprovecharon las ventajas que
le ofrecían las tierras altas para la producción de tubérculos y animales de caza, y
a su vez para la conservación de los alimentos.

Dicho de otro modo, “la economía muisca no estaba desarrollada al punto que se
diera un gran intercambio de productos con utilización de un medio de equivalencia
general, o que requiriera un segmento de la población dedicado al comercio ni
tampoco una red compleja de vías de comunicación. El principal logro de la
economía muisca residió (…) en un apropiado uso de la variedad del medio
ambiente andino, accesible mediante desplazamientos periódicos, y en la
planificación de prácticas agrícolas adecuadas a los diversos econichos
disponibles” (Langebaeck, 1987).

Por su parte, Duque Gómez califica a Soacha como uno de los principales centros
o regiones donde se desarrolló la alfarería. En su investigación comenta: “También
influyó la actividad agrícola en el desarrollo de la alfarería, que tuvo sus principales
centros en regiones como Ráquira, Tocancipá, Tunja, Soacha y otros, en donde el
subsuelo es especialmente rico en arcillas para esta industria”. (Duque, 1967).

La investigación de Duque Gómez (1967), considera a Soacha como una de las


principales zonas de desarrollo a causa de los altos niveles de actividad agrícola y
la presencia de materiales adecuados para su elaboración debido a los contenidos
arcillosos del subsuelo: metates, manos de moles, raederas, martillos, mollos,
torteras, cazuelas, implementos musicales, lascas y artefactos líticos pulimentados
encontrados en el área de los abrigos rocosos denotan la existencia de una
economía agrícola desarrollada.

Aspecto cultural:

Los primeros habitantes del Tequendama dejaron plasmadas pictografías y arte


rupestre representando animales, plantas u objetos; signos y figuras geométricas.
En Soacha durante el periodo herrera, el cual data de 200 A.C hasta 400 A.C se dio
el inicio de la horticultura manifestando una considerable cantidad de agricultores
de maíz, heno, diseñadores de cerámicas y textiles, elementos ornamentales,
elementos para la caza, entre otros. “Además se empiezan a ubicar en planicies y
picos altos, sin riesgos de inundación aledañas a los ríos y cuerpos de agua aún
existentes en el municipio (río Bogotá) (río de Soacha), también ocuparon los
abrigos rocosos donde igualmente realizaron arte rupestre; igualmente sitios a cielo
abierto. En ese tiempo se marcaron importantes diferencias sociales y económicas
entre la civilización.” (Gómez Ruiz, Wilches Vargas, 2021).

Por otra parte, en el periodo muisca que data del año 300 A.C hasta el año 1000
D.C en la época precolombina, Soacha se establece como aldea indígena de la
Confederación Muisca. En esta época, según la tradición indígena, el dios Bochica
enseñó tejidos, la agricultura, y el culto al sol. Esta civilización es la que más ha
perdurado en el tiempo hasta nuestra actualidad.

Durante el comienzo de este periodo, los muiscas se expandieron en Soacha y a


sus alrededores. Se llevaron a cabo importantes cambios como la aparición de
terrazas en las casas, cementerios y mayor diversidad de actividades en donde se
reunían para fines culturales y simbólicos, pero siguiendo con las costumbres que
se fueron transmitiendo de generación en generación desde el periodo herrera.
También se desarrollaron grandes construcciones, producciones textiles,
artesanales y cerámicas.

Aspecto religioso:

Tal como lo describe fray Pedro Simón en su crónica, Chiminigagua era el Dios de
los Dioses o poder supremo del universo. Bochica, era también un Dios Universal,
que tenía un poder civilizador. No solo les enseñó el arte de tejer, sino que con sus
normas y preceptos de vida estableció las bases de la convivencia y del respeto
entre los miembros de la comunidad. Bachué, era la diosa de la fecundidad, un don
esencial para la familia. “Las lagunas eran sus principales santuarios, y Sia o Sie,
era la divinidad sublime y tenía una gran importancia, pues representaba el don de
la vida y el futuro de los infantes”. (Díaz Piedrahita, Blanco Castañeda, 2010).

Bochica se convertirá en el grande de los dioses civilizadores, en cuya leyenda se


representan no solamente problemas prácticos de los hombres, sino también se
vislumbran numerosas enseñanzas para la vida. “Su surgimiento, trayectoria y
realizaciones configuran un mito monumental, en el cual se percibe toda una actitud
reflexiva y práctica acerca de las relaciones del ser humano con su entorno natural”.
(López Rodriguez, 2006).

El mito del agua tiene su origen en las lagunas, sitios de adoración por excelencia
y vinculados con múltiples leyendas. En la tradición chibcha, además del hombre,
varios animales como la rana se originaron del agua. La rana surgió de la gran
laguna, al ser besada el agua por los rayos del sol. Este anfibio simboliza la
abundancia del líquido y fue representada en múltiples petroglifos y cerámicas, cuyo
tema es fundamental en la orfebrería. Una vez poblado el universo, Bachué y su
compañero se convirtieron en serpientes que retornaron a la gran laguna, donde
siguieron siendo venerados.

Según lo plantado anteriormente, todos los ritos estaban relacionados con el agua,
en especial el del bautismo. Acontecimientos importantes de la vida, como el parto,
la pubertad y la muerte, también se relacionaban con el agua, elemento vital del que
se deriva toda la mitología chibcha y que contribuyó a definir sus costumbres y
preceptos morales. El mito de Bachué, madre de los hombres, el de Bochica,
protector y organizador, el de Cuchaviva, como redentor, recordando la promesa
del perdón del diluvio y la maternidad.

De otro lado, aunque solo se cuenta con fuente históricas a través de la exploración
arqueológica e investigaciones adelantadas en la región de la hacienda
Tequendama no hemos podido obtener evidencias a través de las cuales se
compruebe la consagración de la cuchilla de El Alto como sitio de sacrificio. (Correal,
Van der Hammen, 1977).

A través de las Crónicas de Conquista, encontramos abundantes datos relativos a


los sacrificios humanos practicados por los muiscas. Fray Simón Pedro relató
refiriéndose a los sacrificios ofrecidos a la divinidad solar: “Pero a la suma demencia
a que llegaba su idolatría era degollarle hombres en sus templos (al sol) hombres
en sus templos y regando el suelo y ensuciando los postes con la sangre, sacaban
los cuerpos enteros de los degollados, que lo mas ordinario eran niños, a lo alto de
los cerros para que los comiese el sol, de manera que dejándolos allí donde se
consumían con el tiempo, cuando los hallaban consumidos decían habérseles
comido el sol, porque aquel era su manjar […]” (Simón, 1953).

Podemos vislumbrar entonces, al grado de extrema devoción a la que llegaban los


muiscas, sacrificando así incluso a sus propios hijos para ofrecerlos a su dios
salvador y redentor, que les brindaba cada día el agua y el sol para hacer crecer
sus cultivos y por ende garantizarles el soplo de vida.
CONCLUSIONES

Con el descubrimiento del Abra y de El Tequendama, tenemos delante de nosotros


un nuevo capítulo en la investigación de la prehistoria en Colombia, y motivando a
nuevas investigaciones de esta temática de manera interdisciplinar.
Al estudiar el conjunto de artefactos líticos, el porcentaje de elementos cortantes es
mas del 50, el de raspadores 30 y el de perforadores 7. Entre los raspadores son
mas abundantes los laterales. Además, se evidenciaron artefactos de hueso,
aunque en poca cantidad.
Los restos óseos de mamíferos evidencian que cazaban venados, roedores, curíes,
conejos, armadillos y zorros. Si se tiene en cuenta el peso de carne por individuo,
el venado era la fuente principal de alimento.
De acuerdo con un análisis de las fuentes, podemos suponer que vivieron en
terrenos secos, semiabiertos y aledaños al Valle del Magdalena, trayendo artefactos
manufacturados y de material fino. También podemos inferir que los abrigos de El
Abra servían de campamentos de cacería de corta duración.
Del físico del habitante del Tequendama no podemos saber absolutamente nada.
Los restos encontrados hasta el momento son cinco falanges aisladas. Se
desconoce su significado, pero se cree que son los restos humanos más antiguos
encontrados en Colombia.
Se registraron fragmentos de cráneo incinerados, algunos molares desgastados, y
huesos pequeños calcinados. Es obvio que este hecho nos demuestra la práctica
de la cremación seguida del entierro total de los restos.
Aunque hay ciertos hipotesis que podrían indicar que hubo un traspaso de
cazadores-recolectores hacia agricultores, parece mas probable que ese cambio
gradual no se realizó en nuestra área. Es muy factible que comenzó con cazadores
paleoindígenas especializados y continuó cazadores-recolectores mesoindígenas,
con una reducción fuerte de población, extendiéndose en otras partes del territorio.
Finalmente podemos deducir, que durante este periodo en la altiplanicie de Bogotá,
se introdujo la agricultura como complejo ya desarrollado y posiblemente con
inmigraciones humanas, desde otras áreas territoriales. Falta por descubrir desde
donde fue introducida la agricultura en nuestra área de la altiplanicie de Bogotá para
descifrar otro enigma de la historia fascinante de Colombia.
BIBLIOGRAFÍA

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Sitios web consultados

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y-pacifico-202007231124_noticia.html
https://www.nodalcultura.am/2017/10/colombia-historico-hallazgo-arqueologico-
revela-como-era-la-vida-del-pueblo-muisca/
https://periodismopublico.com/en-soacha-encuentran-restos-de
https://www.historiacocina.com/paises/articulos/colombia/tequendama.htm#_ftnref
1
• Consultados a la fecha del 8 de octubre de 2022.

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