Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1
sentido, la historia textual de la novela es la de sus impresos y la recepción de estos. En
Bogotá, se encuentran dos ejemplares del primer tiraje, uno está en la Biblioteca Luis Ángel
Arango en la sección de Libros Raros y Manuscritos, y el otro en la Biblioteca de Filosofía
y Teología de la Universidad Javeriana, con la única diferencia de que el segundo tiene una
dedicatoria. En cuanto a la recepción de la novela sólo se cuenta con dos valoraciones, la
primera fue publicada en el periódico La Paz en 1868 en un artículo que lleva el nombre de
la novela, hecha por José María Samper, amigo íntimo de Vergara y parte del círculo de los
mosaicos, que incluye la obra entre “las mejores producciones de nuestra literatura
verdaderamente nacional” (Samper, 1868, p.341) y señala la inusual cantidad de errores
gramaticales. Justificados por el afán editorial de Vergara, pues el texto fue redactado en
tres noches y entregado a la imprenta. A su vez, Samper augura la necesaria reedición de la
obra para apreciarla dignamente, proyecto que no fue posible por la muerte de la esposa de
Vergara y el inicio de su enfermedad terminal. La segunda recepción fue publicada ochenta
y cinco años después, cuando Antonio Curcio Altamar en su estudio Evolución de la novela
en Colombia, que de hecho, en 1953 ganó el premio literario José María Vergara y Vergara,
otorgado por la Academia Colombiana, a pesar de celebrar la genialidad humorística y
literaria de la obra, deriva en una apreciación limitada. Altamar plantea un análisis temático
y termina calificando a la novela de “obrita que ha venido a ser generalmente tomada por
novela. En realidad, es una hilera de cuadros costumbristas contra los vicios políticos y
civiles y contra las inquinas lugareñas, enlazados en una tramita de amor” (Altamar, 1953,
p. #). Altamar no entiende el corte cervantino del discurso y sesga su análisis, despistado
por la modernidad del narrador. El crítico no logra concebir la unión entre la descripción
costumbrista tradicional de algunos pasajes y las recurrentes reflexiones artísticas,
filosóficas, sociales e interpelaciones al lector, que denuncian y evidencian la injusta
realidad política del país. Tal propuesta solo fue entendida en la crítica por Samper, que
tenía un perfil intelectual similar al de Vergara, de resto, los críticos desviaron su lectura
hacia el tono político, documental, hacia la simplicidad de la trama de amor, lo que opacó
la lucidez de la obra.
En este orden de ideas, es pertinente evidenciar cómo la particularidad de la novela
se presenta
2
Si el lector me pide señas del territorio que voy a describir, no le podré dar otras sino las
que va a escuchar. La gran cordillera oriental alarga un brazo que se desprende de su
robusto tronco, y vuelve a juntársele algunas leguas más abajo, ni más ni menos que el
brazo de un pisaverde que se arquea para descansar la mano en la cintura” (Vergara y
Vergara 1972, 13)
3
Para responder el interrogante he de señalar que Olivos y aceitunos todos son uno es
una obra de evidente corte político, pues aborda directamente el fenómeno del bipartidismo
y la guerra fratricida derivada de él. Para un lector ingenuo, esto hace difícil descifrar el
enigmático subtítulo “Novela de costumbres” pues ¿a qué costumbres se refiere? En la
medida que Vergara fue un gran promotor de la literatura costumbrista, se tiende a reducir
esta categoría al pintoresquismo y al folclor. Al respecto, el tono político despista. Más allá
de estos problemas, aquí retiene mi atención el hecho de que a pesar de su aproximación
particular a la situación de la época, entre otras particularidades, sea una obra obviada del
canon nacional, reducida a un mero referente de la capacidad creativa de su autor. Según lo
anterior, en mi concepto Vergara ocultó su nombre de la versión folletín para evitar un
posible rechazo tanto de liberales como conservadores, y pretendió que la primera
recepción de la novela fuera lo más alejada de los prejuicios y las riñas ideológicas del
momento. En este orden de ideas, según Iván Padilla, las actitudes radicales e
irreconciliables llevaron a algunos escritores a ubicarse en una posición moderada o de
“centro” que les permitió observar críticamente la situación y concebir novelas de alto valor
literario. Entre estos autores, Padilla incluye a Jorge Isaacs, Eugenio Díaz, José María
Samper, Soledad Acosta de Samper, Vergara y Vergara y Manuel María Madiedo (Padilla
2016: 189).
Vergara, en consecuencia, hace un severo balance de la realidad política nacional y
desde su posición de centro, en la que ni siquiera el narrador exhibe una afinidad política,
pues aclara “No soy autor sino a medias: casi todo lo he encontrado escrito” (V ergara, 12),
pausa la narración para reflexionar
Problema: ¿produce algo la política en la Nueva Granada? ¿Es una profesión en la
cual se pueda ganar dinero? ¡Disparate! Si hay alguno que gane dinero con la política, que
me lo claven en la frente; y si hay alguno que se ocupe sólo de la política y no gane dinero,
que me lo claven en la frente también. De otro modo: dado un hombre improductivo
ocupado en una ocupación improductiva, hacer que gane mucho dinero. Esto se ve todos los
días y se ve hasta en las noches oscuras. El tipo de este fénix se encuentra en Bogotá; pero
no por eso dejaba de haberlo en Chirichiqui, con tanta abundancia como en cualquiera otra
provincia. (Vergara, 93)
4
cumple a cabalidad su papel. En este sentido, la novela no aboga por ningún partido y el
título cobra sentido. El dicho “olivos y aceitunos todos son uno” hace referencia a la tarea
infructuosa de buscar diferencias entre dos cosas iguales, en este caso, entre los partidos
políticos colombianos. Pues desde la división entre bolivarianos y santanderistas están
“separados más por sus temperamentos que por sus ideologías ” (Caballero 6). A pesar de la
sátira del comentario de Antonio Caballero, era una realidad que Vergara conocía y que
enfrentaba en pasajes como el siguiente
El gran partido del orden había tenido durante su dominación tipos parecidos a los
del partido de la libertad: su representante-viajero, su periodista, su impresor y su director
de política. En uno y otro partido abundaban los tipos generales que hacen de nuestra
política un verdadero paraíso. (Vergara, 101)
5
que a la vez enriquecen su ironía. Por ejemplo, en cuanto a la división de clases sociales,
tan fuerte aún hoy en día, menciona lo siguiente
Vergüenza nos da tener que confesar que la ciudad de la Paz tenía aristocracia, clase media
y pueblo, a pesar de ser tan republicana, y a pesar de la Constitución nacional; pero este
hecho era tan evidente que no podemos negarlo, aunque de ello se siga algún perjuicio a la
constitución. […] Largos años había permanecido la provincia en el sueño colonial, es
decir, en la división de clases; pero llegó un día en que la turbulenta Diosa de la República
metió su mano en aquel saco y lo removió todo. Este día fue el de la instalación de la
provincia. El coronel Sarmiento se vio en el deber de dar un baile en el salón de la casa de
Gobierno, y asistieron a aquel baile la aristocracia, la clase media y el pueblo; fue
casualmente en la madrugada de aquella noche que se inventó el populacho. (Vergara, 50)
Su denuncia tiene un carácter global. No solo expone a los políticos, sino a quienes
los eligieron, pues los primeros gozan de su posición gracias a los segundos; ambos son
responsables del desalentador panorama sin aparente solución. El final trágico, común en
las novelas de la época (María, Dolores, Manuela) no ofrece una posibilidad de salvación,
de esperanza de un futuro mejor, pues Antonio, el protagonista, muere injustamente y su
crimen queda impune. Para la época de la publicación, se entendía que el caos social y
político de la trama era consecuencia de la constitución liberal de 1863, en la cual el afán de
6
consolidar una república federal trajo libertades para un pueblo y problemas para una clase
política que no estaba preparada para implementar una propuesta tan moderna. Sin haber
hecho el proceso social de entender a cabalidad lo que significaba una independencia
política, el reducido círculo gobernante, sin importar su afiliación liberal o conservadora,
cayó en los vicios de un poder que no tenía control. El pueblo, por su parte, siguió
funcionando bajo los esquemas coloniales sin saberse ellos mismos como ciudadanos, con
derechos y libertades, si no, como siervos nada más, perpetuando el funcionamiento de la
clase dirigente. Lo ecuánime del juicio es consecuente con la postura de Vergara expresada
desde el mismo título. Tanto gobernados como gobernantes tienen vicios políticos y son
culpables de una sociedad sin remedio. En consecuencia, la singularidad de esta novela dio
pie a innumerables recepciones, pues como señala José María Quijano Otero en su prólogo
al libro, “cada cual ha creído reconocer a determinado personaje en alguno de los que
figuran en este libro; y al leer este o aquel acontecimiento, ha exclamado: ¡eso no fue en la
Paz sino en mi Estado, o en mi provincia o en mi pueblo! (Quijano Otero 1972, 8)
Que hoy en día la realidad denunciada por Vergara siga igual, donde lo único que
cambia son sus actores, no es garantía de que el público del siglo xxi entienda a cabalidad
el sentido del libro. Las historias de la literatura colombiana la han obviado, o de lo
contrario, reducido a un renglón, a una mención su existencia. En esta medida, y como una
primera conclusión, el no contemplar a Olivos y aceitunos todos son uno en el canon
literario colombiano, ha opacado la denuncia social más lúcida sobre la realidad nacional en
su momento. Hasta la llegada de obras como 100 años de soledad de García Márquez, La
casa grande de Cepeda Samudio, Los ejércitos de Evelio Rosero y, sobre todo, de Sin
Remedio de Antonio Caballero, que continua el tono satírico pero trágico sobre la sociedad
colombiana, el acierto estético de Vergara no tenía igual. Éstas novelas pudieron haberse
nutrido de las reflexiones del santafereño, pues su obra, desde una perspectiva histórica,
adquiere un tono fundacional y de paso obligatorio si se quiere entender la sociedad
colombiana. Pues a 150 años de ver la luz, seguimos en el sueño colonial, divididos entre
aristocracia, clase media y pueblo; seguimos sin poder hacer patria con diputados centrados
en sus legislaturas sobre impuestos y elecciones; y el pueblo sigue aplaudiendo a los
mismos que a veces considera buenos, a veces malos, en fin, sigue aplaudiendo hacia lo
malo.
7
Bibliografía
Biblioteca Nacional. (1990) Fondo Vergara y Vergara. Fondo Especial. Tomo 5. Instituto
colombiano de cultura. Preparado por. Martha Rosas de la Parra. 1990.
Jandová, J. & Volek, E. (2000). Signo, función y valor: estética y semiótica del arte de Jean
Mukařovský. Plaza & Janés. Bogotá, Colombia.
Samper, J.M. (1876) “José María Vergara y Vergara”. En La Patria. Bogotá, Colombia.
---------------- (1868) “Olivos y aceitunos, todos son uno” en La Paz. Bogotá, Colombia
Vergara y Vergara, J.M. (1868) Olivos y aceitunos todos son uno. Imprenta Foción
Mantilla. Bogotá, Colombia.