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evamesas@msn.com / evacristina.mesas@um.es
A modo de introducción
Los títeres y los muñecos son elementos plásticos y escénicos de origen milenario, que
han acompañado al ser humano desde sus orígenes. Todos los pueblos primitivos
utilizaron en sus ceremonias distintos tipos de elementos de personificación,
principalmente máscaras y títeres, a los que se les atribuía funciones mágicas,
protectoras y sanadoras. En todos los tiempos y en todas las culturas el títere constituye
un elemento estrechamente vinculado a lo humano. Según Bolonio el títere es: tal vez el
más humano de todos los artes, capaz de mostrar a todos de qué materia está hecho el
hombre: amor y odio compasión y desprecio, risa y llanto; omnipresencia y finitud;
temor y seguridad. El títere, ser histórico. (2006, párr.6).
Ciertamente el títere es un ser histórico y, por ende, la mayor dificultad a la que nos
exponemos en este estudio, que aborda la potencialidades de los títeres en el ámbito
terapéutico, es justamente su diversidad. Puesto que existen muchos tipos de títeres, a
lo largo de la historia y alrededor del mundo y su clasificación resultaría inabarcable,
centraremos nuestra investigación teórica en las clasificaciones de títeres que tengan
cabida dentro de un marco educativo y terapéutico. La investigación teórica ha servido
para Toda esta investigación teórica enmarca una experiencia de campo desarrollada
durante cuatro años, a través de un taller terapéutico de títeres, con un grupo de adultos
con diversidad funcional.
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primer eslabón sería la máscara y el último la marioneta de hilo […]. Cuanto más
cercano a mi cuerpo está el títere […] más me identifico con él y a medida que el títere
se va haciendo más complicado y lejano voy perdiendo parte de esa identificación y voy
ganando en proyección. (1995:16).
Esta clasificación resulta muy interesante desde su aspecto terapéutico, ya que señala
que cuanto mayor sea la proximidad con el títere o muñeco, mayor sería la vinculación
emocional que el autor mantiene con él. Según hemos observado en los talleres, a los/as
participantes, le resulta muy difícil entrar en la piel de aquello que detesta, es por ello
que cuando se le pide que realice una máscara o un títere de guante, objetos en los que
uno debe introducirse para animar, suele ocurrir que esos personajes se tornan
agradable. Muñecos que son fáciles de habitar, donde el participante se siente cómodo.
Por el contrario, cuanto más distancia existe entre el creador y el muñeco observamos
menor identificación con el mismo y mayor predisposición en proyectar sobre el títere
lo más detestable de sí mismo. Como ampliación a la clasificación de Hernández
Sagrado, colocaríamos en el último eslabón a los títeres de sombras u otras formas de
títeres proyectados, ya que en estos tipos de títeres hemos observado un mayor
distanciamiento con el autor. Esto facilita que los títeres de sombras se conviertan en el
mejor protector yoico en un espacio terapéutico. Cuando un participante utiliza el títere
de sombra, observamos que se siente doblemente protegido debido a esa distancia con
el títere. Cuando actúa no es el títere el que toma las palabras del autor, sino la
proyección de este la que se hace cargo de ellas. Esta doble distancia permite al
participante expresar aquello que resulta más desagradable, proyectarlo en el títere y
expulsarlo fuera de sí a través del juego dramático.
Por su parte, Carlos Converso (2000) a la clasificación según la cercanía con el creador
que expone Hernández Sagrado, añade otras clasificaciones que considera relevantes,
estableciendo que cualquier clasificación de los títeres debe tener una finalidad práctica
y un sentido estrictamente técnico. Según esto, distingue los títeres según su forma:
títeres corpóreos y planos, según su representación: títeres reales o imaginarios y, según
su manipulación: títeres de manipulación directa e indirecta.
Consideramos relevantes el análisis de los títeres en cuanto a su forma, dentro de un
marco educativo y terapéutico, puesto que entendemos los títeres como una obra
plástica que puede ser bidimensional (dibujo, pintura, collages) o tridimensional (
escultura, ensamblajes) convirtiéndose es un instrumento muy útil para la expresión
plástica y expresiva, a través de la exploración de todas las técnicas que tienen lugar en
un taller de arteterapia y en el aula. Los títeres planos se mantienen en una línea
bidimensional, mientras que aquellos corpóreos entran en el terreno de las obras
tridimensionales. Los títeres corpóreos permiten ser observados desde diferentes puntos
de vista: Frente, perfil, arriba, abajo. En el aula atenderemos a cuestiones plásticas y
también expresivas, pero dentro de un encuadre terapéutico nos centraremos únicamente
en cuestiones expresivas, atendiendo las demandas transferenciales y contra-
trasferenciales, los contenidos simbólicos y o metafóricos de la imágen y la cuestiones
grupales
El segundo criterio que marca Converso, responde a cuestiones más subjetivas y tiene
que ver con aquello que representan. Según esto distingue entre seres reales o
imaginarios. Esta clasificación tiene que ver con la proyección del creador sobre el
títere, que se hace efectiva en el momento en que este lo anima y lo convierte en un
personaje. Según el autor, ese personaje, puede estar en conexión con el mundo real de
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su creador (ser real) o pertenecer únicamente a su mundo interno (ser imaginario).
Desde un enfoque terapéutico entendemos lo imaginario como un componente necesario
en la construcción de todo títere. Y fundamentamos que mediante los títeres, es posible,
desplegar lo imaginario para construir lo simbólico. Entendemos que todo juego y
construcción de títeres es siempre una metáfora de la realidad, y , según esto, sabemos
que hasta los personajes más reales son imaginarios puesto que tienen lugar en un plano
paralelo, en el lugar del juego. En relación a esto, consideramos relevantes las palabras
de la psicoanalista Ursula Tapolet en defensa de lo imaginario: “Todo nuestro sistema
educativo tiende a aniquilar lo que se llama imaginación, que se relega al terreno
fluctuante y caprichoso de un interior puramente personal, sin estructuras, sin
fundamentos o realidad propia. Ahora bien, la imaginación no es ni vaga, ni irreal, ni
únicamente subjetiva, sino que responde a precisamente a la realidad, dotado de una
estructura coherente” (Tapolet, 1982:34)
En la tercera clasificación, el autor, distinguen los títeres en los que el creador
manipula directamente con sus manos el títere, como sería el caso de títere de dedos o
de guante, de aquellos en los que el títere se mueve a través de un elemento intermedio
como pueden ser varillas o los hilos en las marionetas. Desde un enfoque terapéutico
consideramos importante también esta clasificación ya que pone en manifiesto la
estrecha vinculación con el movimiento del títere con su creador. Consideramos que los
títeres deben ser auto-construidos, y siempre deben ser realizados a la medida de su
creador. Esto se hace evidente en los títeres de manipulación directa (títeres de dedo y
guante). Por poner un ejemplo; Cuando un niño o niña fabrica un títere lo hace con la
medida de su mano y este no podría ser nunca utilizado por un adulto. Pero más allá de
los aspectos formales, cada títere estará realizado para ser animado por su creador,
porque fue construido con unos ritmos, con unas pausas y con un movimiento y con una
voz individual que pertenece únicamente a su creador. Lo que nos lleva a la afirmación
de que los títeres, dentro de un marco terapéutico, no deben ser intercambiables.
Podríamos concluir que dentro de un encuadre terapéutico o en el aula, es interesante
acompañar en la exploración de los diferentes tipos de títeres y sus diferentes distancias
y sus formas de manipulación. En cualquier caso, en terapia, los títeres han de ser
construidos dentro del taller, por lo cual debemos priorizar aquellos que pueden ser
construidos de forma sencilla. Descartaremos, sin embargo, dentro del marco
terapéutico y educativo aquellos títeres que tienen una elaboración más compleja o que
disponen de un dispositivo más complejo de animación, como son las marionetas de
hilo, los autómatas u otros tipos de títeres animados artificiales.
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punto de encuentro entre artísticas titiriteros y terapeutas para trabajar en conjuntamente
las potencialidades del títere en la terapia.
En 1982, La psicoanalista Úrsula Tapolet publica su libro titulado: La muñeca de la
nariz menuda. Las marionetas en la educación, donde expone sus experiencias como
terapeuta infantil en un taller de creación de marionetas. La psicóloga francesa Colette
Duflot, siguiendo un enfoque psicoanalítico de orientación lacaniana, publica en 1992
un ensayo titulado: Des marionnettes pour le dire. Entre jeu et therapy. (Marionetas
para decirlo, entre juego y terapia). La idea general de su trabajo índice en la facultad de
los títeres para representar aquello que resulta indecible para el individuo y cómo a
través del juego mediado con títeres se podían trabajar experiencias traumáticas o
difíciles de elaborar de una manera indirecta y menos dolorosa.
Otra autora de gran importancia en el ámbito es el trabajo con títeres sería Caroline
Astell-Brut (2002) que expone sus experiencias en teatro terapéutico con títeres y
realiza importantes aportaciones, sobretodo en la utilización de muñecos en la terapia
con diversas patologías y problemáticas en su trabajo teórico: I am a story. The art of
puppetry in education and therapy (Yo soy la historia. El arte de los títeres en
educación y en terapia). En su trabajo se hace referencia a la vertiente humorística del
títere, y como a través del juego y de la risa se convierte en un herramienta curativa de
gran valor en a terapia familiar. (Oltra Albiach, 2013)
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Una de las primeras dificultades al iniciar este trabajo terapéutico grupal tenía que ver
con la desconfianza entre participantes. Eran personas que pasaban mucho tiempo
juntos en el centro, pero que, sin embargo, pertenecían a grupos de referencia diferentes.
Algunos de ellos tenían buena relación y confianza, pero para otros su historia fuera de
la sesión pesaba demasiado dentro del encuadre. La constitución del grupo y el
establecimiento de la confidencialidad y la confiabilidad ocupó varias sesiones durante
el primer año de funcionamiento. Esta desconfianza se hacía más evidente durante el
tiempo de palabra donde los usuarios tenían demasiadas resistencias que les impedían
hablar y contar al grupo sobre su proceso creativo. Tener el auxilio de los títeres
constituyó una gran ayuda para vencer las resistencias del grupo al hablar, para
olvidarse del espacio de palabra como un momento en que podían sentirse juzgados por
sus compañeros, y se dedicaran únicamente al juego. Expresarse a través de un títere
les ayudó a hablar en el tiempo de palabra, con otra voz, con otro lenguaje, pero
simbólicamente más suyo que su lenguaje utilitario.
Pronto los participantes se dieron cuenta que en esa inocente exploración con los
muñecos habían puesto en escena más de lo que se proponían, y el primer vínculo
grupal fue darse cuenta de que a todos les había pasado lo mismo. Estas primeras
sesiones resultaron de gran valor para el grupo, posibilitando la expresión y ampliación
del trabajo terapéutico, tal y cómo lo confirman algunas de las reflexiones de los
participantes.
- Me siento contento de haber actuado, como más libre y mejor- Dijo Román
- Cuando mi títere habla yo le escucho - Dijo Darío
- Mientras actuaba me he dado cuenta de que el títere soy yo- Dijo Darío más
adelante.
- Yo a veces me quedo en blanco cuando tengo que hablar, me cuesta arrancar pero
a mi títere no – Dijo Magdalena
- No hemos reído mucho, aunque estemos tristes, los títeres hacen reír- Dijo Beatriz
- Magdalena hoy está triste y dice que no puede contar lo que le pasa. Yo creo que su
títere si lo puede contar y se sentirá mejor- Dijo Daniel
- Siempre es más fácil cuando otro habla por ti- Añadió Daniel más adelante.
Con los títeres en el espacio el taller comenzó una nueva etapa, y, desde ese momento,
la tarea de los/as participantes dentro del taller se ha centrado en la construcción y
animación de títeres. Comenzamos introduciendo técnicas sencillas: pequeños títeres
planos y títeres de plastilina. Sin embargo, poco a poco, fuimos incorporando procesos
más complejos, hasta que finalmente nos centramos en trabajar de forma general, con el
títere de palo (marote) y, en algunas ocasiones, con títeres de guante, según la
preferencia de los participantes.
Observamos, también, que pese a la diversidad de títeres que existen actualmente,
dentro del ámbito terapéutico, y Según los autores estudiados (Tappolet, 1982. Rojas-
Bermúdez, 1985. Duflot, 1992, Fernández, 1995. Paín, 1995, Amstel-Brut, 2002) los
tipos de títeres más utilizados en terapia serían el títere de dedo, el títere de guante, el
títere plano y el marote. Siendo el más utilizado, generalmente, el marote, por la
mayoría de los autores, puesto que su diversidad en la elaboración permite adaptarse a
cualquier nivel de dificultad y el modelado de la cabeza le aporta gran expresión
plástica.
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Tras unos meses explorando e investigando con diferentes tipos de títeres, pudimos
observar que, ciertamente, el marote permitía más libertad de expresión plástica, puesto
que incluía en su construcción más recursos creativos: modelado de la pasta de papel,
pintura del títere, construcción de su estructura interna y confección de vestimenta y
detalles con diferentes elementos. Además el marote resultaba más expresivo y con
mayor posibilidad de movimiento a la hora de ser animado, puesto que permitía
gesticular también con una o ambas manos. La distancia entre el autor/ra y su títere era
intermedia, ya que no tenía que colocarse dentro de él, como ocurriría con el títere de
guante, ni incurría en la doble distancia como ocurriría con el títere de sombra. Lo cual
permitía una relación intermedia entre vinculación y proyección muy positiva para el
trabajo terapéutico.
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para tornar decible aquello que no puede manifestarse de otra manera. En ocasiones,
observamos que muchas dificultades en la construcción del títere tienen que ver con
dificultades emocionales en la asimilación del propio cuerpo. Debido a la estrecha
vinculación del títere con la experiencia corporal, debemos saber que no todas las
personas, están preparadas para construir un títere. Construir un títere implica
construirse, y para ello es necesario que en el/la participantes exista una la vivencia y
experiencia corporal propia, así como espacios para su subjetividad.
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En el caso de Beatriz fue fácil darse cuenta de que sus dificultades para realizar
la cabeza tenían que ver con la conexión inconsciente con áreas conflictivas a
nivel emocional, y no con sus habilidades motoras ni perceptivas. Su
incapacidad no se debía a las destrezas manuales sino a su dificultad para
construirse un cuerpo propio (diferenciado del otro) y apropiarse de él, como
ser individual e independiente. Al no poseer una imagen de sí misma no estaba
preparada para construirla. Beatriz era una mujer tan vulnerable y débil en su
relación con el entorno, que, en estos momentos, se mantenía psíquicamente en
una construcción: “sin cierre”.
3.4. El títere como protector yoico. Cuando Román era un chino sin
brazos.
Consideramos importante cerrar cada sesión del trabajo con un espacio de palabra. En el
momento de palabra resultaba interesante distinguir cómo, desde la primera sesión, ese
títere ya era un proyecto de algo, a veces ya tenía nombre, género e incluso cualidades
mágicas. Era interesante, también, observar como ese proyecto podía irse modificando,
cómo el azar interfería y cambiaba el destino de esos pequeños personajes y cómo, sólo
a veces, el participante iba cambiando también con ellos. Los tiempos de palabra de
cada sesión también servían para expresar cómo nos habíamos sentido con cada una de
las técnicas y materiales utilizados. Una vez el títere comenzaba a tener forma,
observábamos como, sin indicación, era el títere quien ocupaba el espacio de palabra y
cómo se iba generando rápidamente un juego dramático desde la espontaneidad y el
juego simbólico
Durante las sesiones de construcción del títere se privilegia la expresión de este en
cuanto objeto plástico. Desde el enfoque del arteterapia resultaba muy importante el
análisis del títere en cuanto a imagen. Pero, en el momento en que el títere ha sido
construido, debemos atender a tres formas de expresión: expresión plástica, expresión
escénica (en cuanto a su movimiento) y expresión verbal (el lenguaje y la voz del títere).
Así como, resulta muy interesante, atender a la relación entre las tres expresiones.
Una vez el títere ha sido construido su creador puede animarlo. Se produce entonces una
expresión del creador basada en el desdoblamiento, a medio camino entre lo ficticio y lo
real. Los procesos desdoblatorios, constituyen el elemento clave de todas las técnicas
proyectivas. Según esto, el actor se desdobla para dar vida al muñeco. En ese
desdoblamiento traslada sobre el objeto una parte de sí mismo. Sobre esa parte el sujeto
puede actuar, puede acercarse a sus partes más frágiles y dañadas, con la seguridad de
sentirse separado de estas. De manera que la proyección sobre el objeto le permite al
creador/a mirarse a sí mismo. Verse desde fuera de sí mismo supone mirarse desde otra
perspectiva y con la distancia necesaria para abordar un conflicto. Según esto diría
Cesare Felici que:
Los conflictos inconscientes no resueltos, pulsiones, deseos, fantasías, todo lo que
puede llevar a provocar una situación de desequilibrio insoportable para la conciencia, y
por tanto, ser reprimido, eliminado o enmascarado por el yo, gracias a la mediación del
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títere (en su papel de doble), asumen una configuración simbólica no reconocida por el
sujeto examinado como expresión de su realidad interior conflictiva, a la vez que se
convierte en una representación onírica en la cual, de hecho, reaparecen de nuevo,
enmascarados, los contenidos eliminados en el plano de la conciencia, presentado de
manera aceptable, y por lo tanto privados de su carga traumatizante.1 (Felici. C,
2008:198)
El títere se convierte en una pantalla de proyección donde el creador puede mirarse, una
pantalla separada y amable que protege y le resguarda de todo lo amenazante de la
realidad. En el terreno de lo simbólico, el creador, puede expresar incluso aquello que le
resulta más difícil, sintiéndose un mero receptor de sus propias palabras. Con el auxilio
del títere como mediador no es el creador el que habla, si no el muñeco quien se hacer
cargo del peso de sus palabras.
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aislado y rígido. Cuando se le invitaba al juego decía: - No sé. No entiendo, no
lo entiendo.
En realidad su títere con semblante de chino se mantenía al margen, como él, y
desde su intervención lejana manifestaba la incomprensión de Román hacia el
mundo de irrealidad que le rodea, la incomprensión para acceder a su
imaginario cuando justamente era de lo imaginario de lo que huía, lo más
incomprensible de sí mismo y su lejanía hacia los demás, ¿Acaso existe algo
más incomprensible para cualquiera de nosotros que un chino? El chino de
Román no tenía nombre, no podía entender porque además no tenía orejas y no
podía relacionarse porque no tenía brazos.
Después de su chino llegó un japonés y más tarde, Román construyó a un
africano al que por primera vez colocó unas cuerdas a modo de brazos (figura
2). Curiosamente con el títere del africano Román comenzó a jugar por primera
vez. En la sesión de improvisación el africano de Román se dedicó a atracar a
los títeres de sus compañeros. Se colocaba delante de ellos y les decía: - Dame
todo lo que tengas. Esto es un atraco. Román se dedicó a robar y atracar, no a
cualquiera de los títeres, sino a aquellos que le representaban a sus
compañeros. Robó a Darío, Robó a Daniel y Robó a Magdalena.
¿Qué era todo lo que tenían esos otros muñecos y que Román tanto deseaba?.
Pienso que lo que Román secuestraba era el “sí mismo” de cada uno de sus
compañeros, eso que él todavía no había podido construir y que quizás podría
hacerlo desde la vinculación con el otro.
En este relato se hace evidente cómo Román recuperó unos brazos, a modo de
cuerdas, que le permitieron no sólo vincularse a sus compañeros, sino también
entrar en el juego. De esta manera, recuperó también la capacidad de abrirse a
nuevos vínculos, de incorporar al otro, con su rareza, y de comenzar a explorar
lo incompresible de sí mismo.
3.5 El títere como portavoz del mundo interno. Los títeres que
custodian los pensamientos
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natural, de reciclaje u objeto puede servir para elaborar un títere. Los objetos y los
materiales elegidos también son grandes comunicadores de la vida íntima del
creador y resultan interesantes en el análisis. El artista Paul Klee (1870-1940)
realizó entre 1916 y 1925 más de 50 títeres para su hijo Félix. Traemos a este artista
por su creatividad a la hora de fabricar títeres con objetos encontrados en casa o
materiales de desecho, entre los que destacan huesos, cascaras de frutos, cepillos y
brochas de afeitar. Estas pequeñas obras de arte, poco conocidas, del artista, pueden
consultarse en su catálogo titulado: Paul Klee: Hand puppets (Paul Klee. Títeres de
guante).
En un segundo lugar, Cuando el títere va construyéndose y transformando en
personaje entramos en un juego exploratorio. Cuando mantenemos un diálogo
interno con el muñeco estamos dentro de ese juego exploratorio, a través del cual un
muñeco inanimado se convierte en un personaje. Y por último el juego de la
improvisación en la dramatización con los títeres. Hablamos de improvisación y
dramatización porque cuando trabajamos con títeres en terapia, lejos de elaborar un
guión o consensuar una actuación entre los participantes, trabajamos con la
improvisación. A veces el juego surge de forma espontánea entre los participantes
al explorar con sus muñecos. En otras ocasiones, nuestra función como terapeutas
tiene que ver, justamente, con generar estrategias para animar al juego. Podemos
hacerlo con nuestras palabras, preparando a los participantes dentro ambiente
escenográfico que facilite el acceso a lo simbólico. A veces podemos ser un narrador
de lo que ocurre, y sólo en casos muy concretos, si la dramatización no surge,
podemos sugerir pequeñas propuestas. Es importante no intervenir, ni modificar en
ningún momento el itinerario del juego improvisado. Una mala intervención del
terapeuta puede interferir en el despliegue de una escena, que en un determinado
momento puede resultar muy liberadora para los participantes.
La improvisación constituiría, entonces, el espacio de palabra de un taller
terapéutico con títeres. Lo interesante de este momento es que serán los títeres
quienes tomen la palabra, ayudando al participante a expresar aquello que le resulta
más difícil de decir y a veces, poniendo palabras, desde su lenguaje simbólico, a
aquello que el participante no puede decir. Calderón Ramírez ahonda sobre esta
idea:
Alguna vez nos ha ocurrido que tenemos muchas ideas para comunicar a los demás pero no
sabemos cómo expresarlas. Los títeres nos servirán en este caso pues serán nuestros mensajeros
y mediante ellos nos pondremos en contacto con las personas que nos rodean. Los títeres nos
ayudarán a contar historias; cantarán y bailarán, mostrarán aspectos importantes de la vida en
comunidad, harán crítica y divertirán. Los títeres dirán por nosotros lo que queremos decir.
(2013: 35)
La Expresión oral del títere también resulta un elemento interesante dentro de las
sesiones. Cuando el títere habla siempre lo hace desde una voz diferente a la que utiliza
de forma utilitaria su creador. La voz es un elemento de gran expresividad y que permite
un importante análisis dentro de la sesiones. En el análisis de la voz de cada personaje
podemos analizar su monotonía, su uniformidad, su volumen, timbre o tono. Así como
la expresión que nos trasmite: tristeza, felicidad, miedo. Y si estos aspectos se
modifican en la improvisación. La voz del títere. Según Marta Y. Fernández El títere se
convierte en un mediador vincular y en un canal de comunicación (Fernández: 33)
Además los títeres dan lugar a un nuevo lenguaje más allá del lenguaje utilitario. Un
lenguaje a medio lugar de las experiencias internas y externas. Según la misma autora:
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Un lenguaje jugado, casi en otra dimensión, cercano a la magia, que logrará darle
carácter de realidad a la fantasía, a los deseos, a lo posible. Será un lenguaje donde la
historia podrá ser relativizada, avanzada y retrocedida, modificada y re-vivida, dando
una nueva oportunidad de escribir la propia historia- (Fernández: 33). Hemos
observado, como en el diálogo de juego durante el proceso, así como en las sesiones de
improvisación se producen fenómenos inesperados, lapsus del lenguaje que liberan del
mutismo a quien anima el personaje, revelando sus miedos, secretos y emociones más
ocultas permitiendo, de ese modo, una forma de curación de esas emociones en el plano
simbólico.
Durante estos cuatro años construyendo títeres, hemos visto como adultos con diversas
capacidades construían títeres, jugaban con ellos y actuaban con la mayor
espontaneidad. Hemos observado como la vía del juego dramático favorece su
seguridad para expresarse, donde pueden contar historias. Distinguimos que actuaban
de forma inconsciente, como guiados por una voz interior. En el juego, y sólo en le
juego, hemos podido escuchar sus pensamientos.
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Tras esta explicación escenifica violentamente la escena en la que abren a uno
de sus títeres la cabeza para lavar el cerebro. Una vez realizada la operación la
muñeca vuelve a la escenificación con un lenguaje de bebé y lloriqueando. Al
preguntarle qué le pasa a su muñeca Roberto contesta: - Ahora es una cría
pequeña, no habla y no piensa. Cuando mis padres me tratan como un crío no
hablo.
El pensamiento y la identidad subjetiva serían la misma cosa, aquel que asalta
mi espacio propio, estaría también asaltando mis pensamientos. Si hay algo que
pertenece al sujeto por encima de cualquier otra cosa, sería su propio
pensamiento. Ser tienen que ver, ante todo, con una cierta forma de pensar.
Cuando alguien inventa una historia en un encuadre terapéutico, en realidad está
contando una de las versiones posibles de su propia historia. Roberto traía
continuamente historias de muñecas que escapaban de aquellos que querían arrebatarles
sus pensamientos, historias de islas asaltadas. Construir un personaje, animarlo, ponerlo
en escena y reafirmar ese juego a través de un espectador que observa y da sentido,
permite reescribir la historia, y posibles soluciones y cambios para la misma.
BIBLIOGRAFÍA
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