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t i e m p o m u e r t o

Proyecto de instalación
artística
Libro (modo de empleo)

h u m b e r t o c h á v e z
EL PROYECTO

El trabajo que realizaré en LA CHAMBRE BLANCHE es una instalación


fundamentada en una reflexión de carácter semiótico sobre las gramáticas latentes en los
espacios de abandono. Si bien, estas gramáticas pueden encontrarse como paréntesis en
la vida cotidiana, son más notorias en los lugares creados ex profeso: tiendas de segunda
mano o de antigüedades, cementerios, ciertos museos, boardillas, etc.

La propuesta nos señala el papel que juega el deseo en la integración y


desintegración de los objetos en los espacios cotidianos y la posibilidad de crear
memorias fantasmales de formas – signo – recuerdo no vividas.

Para explicar esta idea, a manera de ejemplo, pensemos en un incidente que se


podría dar en cualquier ciudad del mundo:

Imaginemos que usted se encuentra en el metro de Montreal, ha iniciado su viaje en


la estación Peel de la línea verde, y se dirige a la estación D´Iberville de la línea azul. Así
dicho, sus direcciones son:

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1.- Dirección Honoré-Beaugrand con cambio en la línea naranja en Berrri-UQAM.
2.- Dirección Henri-Bourassa con cambio a la línea azul en Jean-Talon.
3.- Dirección Saint-Michel descendiendo en D´Iberville.

En el transcurso del viaje, después del segundo cambio, al dejar la primera estación
intermedia, alcanza a leer el rótulo Beaubien en lugar de Fabre. En pocos segundos
descubre que se ha equivocado y en lugar de tomar la dirección Saint-Michel, ha tomado
la dirección Côte-Vertu y sin saberlo está regresando sobre sus propios pasos en la
misma línea naranja. Oportunamente, junto a la puerta del vagón, puede leer un letrero
que indica cómo detener el tren si uno descubre un incidente -inapropiado-.

“Pour votre sécurite


ou en cas d´incident
abaisees cette manette
pour inmobiliser le train en station.
Si le train est en marche,
Il s´inmobilisera
a la prochaine station.”

Dado que usted está obcecado y piensa -como todos lo hacemos alguna vez- que el
letrero se refiere sólo a su situación y no a la de todos los que viajan en el servicio
público, decide actuar con rapidez … algo tiene que hacer… se está moviendo no sólo en
dirección equivocada sino en sentido contrario a su deseo, -en realidad se está
desplazando en el “no deseo”-; la ambigüedad y la confusión lo llevan entonces a jalar la
palanca: suena la alarma -tanto peor- ahora todas las personas y los objetos de vagón se
proyectan junto con usted en el espacio del “no deseo”. Entrarán en un paréntesis de
Tiempo Muerto que, aunque continúe transformándose, pierde el sentido de
desplazamiento; es, repito, un tiempo muerto porque nada lo impulsa a comprobar un
posible futuro.

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Usted tal vez desaparezca escondiéndose en la multitud al abrirse las puertas en la
estación, o espere a que llegue el servicio de apoyo, mirando torpemente la palanca, esto
es lo de menos, lo que importa es que cientos de personas han recibido un input de
Tiempo Muerto.

Hasta aquí, sólo hemos visto un incidente corto y, sin embargo, puede tener
repercusiones pues, cuando se detiene el deseo temporal en forma prolongada, las
cosas, los objetos, quedan un poco sueltos, designificados, como simples substancias
desafectadas.

Esto que narro tiene mucho que ver con la vivencia artística: alguien jala la palanca
de cualquier legalidad cotidiana y todas las voluntades sígnicas que atraviesan los
cuerpos entran en un letargo de significación. O también, siguiendo el ejemplo, después
de neutralizar algún incidente provocado por la palanca, vuelves a permitir que funcione el
tren, pero en otro tiempo y tal vez en otro espacio. Ahí, la gramática de los objetos-signo
desnaturalizados por la falta de voluntad en el tiempo detenido, crea un discurso
autónomo que reconstituye el tiempo con un plus fantasmal de memoria ajena: signos
revelados buscando nuevas realidades y nuevas interpretaciones para ellas.

En los incidentes de ruptura temporal, en los paisajes de abandono (tiendas de


segunda mano, cementerios, etc.), uno encuentra y/o busca gramáticas que
desencadenen pasados inexistentes en la propia memoria. Paisajes y objetos crean
mapas, topografías emocionales fantásticas donde nadie tiene por qué arrepentirse de
haber transformado la conciencia de realidad.

La instalación que propongo integrará proyecciones en fotografía y video de paisajes


o sucesos de deterioro temporal con objetos móviles ubicados en la sala, surgidos de la
gramática de las propias imágenes. Dichos objetos recuerdan las esferas de la Ciudad de
Foedora de “Las Ciudades Invisibles” de Italo Calvino que contienen las formas que las
cosas hubieran podido adoptar, si por una u otra razón no hubiesen llegado a ser como
hoy las vemos.

Busco mostrar el espacio de la galería como una cámara de reciclaje del deseo,
donde se reúnen, formas cínicas que han perdido su función original.

Las instalaciones que realizaré cuentan, por una parte, con un trabajo de registro y
proyección video-fotográfica, y por otra, con la creación de un ambiente en el interior de la
galería.

EL LUGAR

En la provincia de Québec y en especial en las ciudades de Québec y Montreal se


integran espacios estilísticos de épocas diversas que por su antigüedad y conservación
ofrecen un campo rico en experiencias para la realización del proyecto. Los paisajes de
ciudad, congelados en la tradición, siempre sugieren gramáticas de tiempos muertos
reactivadas con presentes-pasados ambiguos.
En dos ocasiones he tenido la oportunidad de trabajar imágenes de la provincia de
Québec registrando espacios de deterioro temporal. En la primera, documenté un

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cementerio y en la segunda, algunas tiendas de segunda mano; todo esto, en el pueblo
de Saint-Jean-Port-Joli.

EL DIARIO
(apuntes cotidianos para conformar el instructivo del Tiempo Muerto)

Estas reflexiones sobre momentos, situaciones, sucesos, ámbitos y objetos en los


que descubro la fractura en el desplazamiento de la voluntad, pretenden dibujar, aunque
sea de manera confusa, la multiplicidad de caminos que puede tomar mi búsqueda. Las
imágenes muestran una praxis visual, puntos unidos por líneas textuales que son
tomados, abandonados y retomados con sutiles variantes, conformando así, una diégesis
expansiva y, al mismo tiempo íntima del quebranto temporal.

29 de Enero

Hay muchas maneras de pensar el transcurrir de la vida ordenado bajo estructuras


cronológicas que regulan los días y las noches, los ayeres y los mañanas; un transcurrir
constituido por una suerte de mundo anterior y posterior a nosotros. Mi interés no va por
ese camino, yo quiero tomar como principio de mi búsqueda el tiempo construido en y
bajo la vivencia del deseo.

En un sentido común, podríamos creer que el transcurrir del tiempo es


independiente de nuestras vidas y esto, de alguna manera es cierto. Sin embargo, aquí
no hablo de la maquinaria temporal conformada por la convención social sino, más bien,
del transcurrir de la conciencia, en la intención vital de llegar a algún punto, de encontrar a
alguien, de comprender algo, de descubrir la sensación inesperada en el logro esperado.
Esta intención es ,al final de cuentas , una manera (no la única, por supuesto ) de

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distinguir el deseo . Mover el cuerpo y la conciencia en alguna dirección implica constituir
la espacialidad receptora de ese proceso y también dar ritmo a todas las expansiones y
retracciones del cuerpo configurando la vivencia íntima del presente prospectivo.

Ahora bien, nada asegura que esta voluntad transformadora que impulsa nuestra
fuerza en una sola dirección, no se vea violentada por una barrera, por un contradicho,
por otra fuerza que en algún sentido (no importa cual) deforme, confunda o simplemente
detenga la savia temporal… cuando esto sucede, la voluntad se rompe, deshabita la vida,
y en esta suerte es que muere el tiempo . Quiero ser claro: no mueren ni la vida ni las
cosas, sólo el deseo se deteriora desfigurando el sentido del devenir.

El Tiempo Muerto afecta los lugares, las cosas, los seres, los recuerdos, afecta todo
aquello que puede ser tocado por la irrupción y la pérdida.

2 de febrero

Los paisajes en ocasiones conservan las formas aletargadas de lo que se ha


detenido, como si la intencionalidad de antiguas acciones quebradas hubiera creado la
suspensión volitiva del espacio; no es sólo que el polvo se ha depositado sobre los
objetos insinuando el abandono, sino que las formas se vuelven frías cuando el deseo
deja de intervenir en la fuerza que une a las cosas . Hay paisajes que muestran con gran
facilidad el sedimento de un Tiempo Muerto, la fractura vivencial que abandonó la
atracción de los cuerpos y las actitudes :

El año pasado mi vecino mató a su madre en el cuarto de servicio; con un rifle le dio
dos disparos en el estómago. La madre (que aún no moría ) fue llevada al hospital y el
hijo a la cárcel. La pérdida de la vida o el encierro son un tema diferente, lo que a mi me
interesa es la aparición de dos actitudes deseantes quebrantadas en el acto de agresión;
ambos perdieron la fluidez del deseo y, al partir, ese pequeño cuarto, ese paraje de
abandono, se constituyó como un espacio de intensidad. Los dos personajes
interrumpieron su proceso y las dos frustraciones impregnaron el lugar: zapatos, sábanas,
ropa, papeles, sangre – todo en desorden – esto es, un paisaje del Tiempo Muerto. Los
familiares limpiaron el lugar : aclarar, blanquear, obliterar la muerte (la del tiempo y la de
la madre). Sin embargo, el sentido es el mismo… hay algo que se detuvo.

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20 de febrero

La construcción inconsciente del futuro crea planos intercalados con diferentes


niveles de deseo. Peirce creía que los efectos prácticos que pensamos son producidos
por el objeto de nuestra concepción y constituyen la propia concepción de nuestra
realidad (pasada presente y futura). Así, las diferentes memorias de pasados confiables ,
configuran múltiples futuros que tal vez nunca hayan tenido un lugar estable en nuestra
conciencia, simplemente han quedado latentes como efectos prácticos posibles en el
devenir de la vida cotidiana.

Hoy decidí ir a Europa por diez días , indudablemente es un viaje seductor. Sin
embargo, hay algo que me produce una sensación de pérdida, una suerte de tristeza,
como si el futuro virtual de mi vida cotidiana, en esos diez días, pasara a ser una placa de
Tiempo Muerto : todas las pláticas, asombros, estrategias y enojos de cada día , las
mañanas de mirada y cuerpo, las clases, las tardes solitarias, todo eso que hubiera
sucedido, constituye la melancolía de lo que no pasará. El Tiempo Muerto también se
configura en los débiles registros de las esperanzas latentes.

28 de febrero

También los cuerpos (en ocasiones) transforman sus procesos en razón del Tiempo
Muerto. Las funciones vitales se configuran bajo sistemas biológicos engramados creando
formas estables de naturaleza y, sin embargo, toda naturaleza vital propone
transformaciones mínimas pero constantes a partir de las urgencias nacidas en los
eventos aleatorios. Los rasgos físicos llevan la memoria de su acción y su freno: manos
conteniendo el respirar del pecho, cuellos doblados en el miedo incierto, párpados
temblorosos, sudores incontrolables y muchos, muchos otros efectos, construyendo el
paisaje cotidiano y secreto del Tiempo Muerto

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Hace más de un año, perdí la voz. Un día como cualquier otro (en apariencia),
tratando de explicar mi trabajo en una presentación, algo falló. Ahí estaba , enfrente de
un público, sin la herramienta comunicadora... en fin, cualquiera que tiene por profesión
ser maestro, alguna vez ha estado afónico y sabe lo que es eso. Sin embargo, en mi
caso, la voz no regresó.

Haciendo un poco de historia diré que en las dos primeras semanas no puse mucha
atención, simplemente pensé que era un mal pasajero, pero esto continuaba y al primer
problema se anexó un agravante: empecé a tener (y tengo) gran dificultad para ingerir
líquidos. Busqué el primer especialista, el otro y el otro. Se hicieron una gran cantidad de
exámenes, pudimos confirmar que no tenía tumores cerebrales ni pulmonares, la
trasmisión eléctrica era correcta. Sin embargo, aunque no se detectaba la razón se podía
distinguir la parálisis de dos músculos en el sistema de las cuerdas vocales. Diríamos que
no encontraron una enfermedad peligrosa sino, más bien, una disfunción irreparable: la
inactividad muscular y/o articular (qué se yo) provoca un hoyo que deja pasar los líquidos
(si no pongo mucha atención) a las vías respiratorias.

Me pregunto qué sucedió, cuáles fueron las faltas que marcaron el cuerpo. La
parálisis disminuyó la fuerza que impulsa el aire para formar la emisión sonora; como si
en un instante se vaciara el destino puntual que ejercita la boca para adornar la seducción
verbal. ¿Qué se detuvo? , ¿Qué actitud conciente obliteró un proceso inconsciente?

Aquí, el Tiempo Muerto es una acción que reitera insistente la causa escondida,
olvidada, resabio memorístico del deseo perdido.

Hace dos semanas, un médico me entregó la imagen de mis cuerdas vocales. ¡qué
asombro! Saber que esas formas y colores pertenecen a mi interior me produce una
suerte de ingenuo orgullo. Sin embargo, no puedo dejar de ver el orificio con cierta
preocupación, tal vez fascinación: hay algo de fragilidad y ternura que me impide olvidar
no sólo la imagen sino lo que nunca recordaré.

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5 de marzo

Cuando el Tiempo Muerto se ubica en los objetos, puede constituir tanto una suerte
de cristalización formal, como también, una proposición latente presta a un reciclamiento
del deseo.

En el primer caso, es fácil observar objetos que, atravesados por la intención de un


intenso, ciego o ingenuo deseo, quedaron convertidos en estructuras informes o, mejor
dicho, exageradamente formales. Un ejemplo de ello es el automóvil chocado: la
deformación y estrujamiento de los metales en la zona accidentada provocan una mixtura
de sensaciones, algo entre melancolía y asombro. Si bien, buscamos la memoria de la
forma anterior, (la de nuestro carro aún no chocado), también reconocemos la propiedad y
autonomía formal obtenida por el impacto. Es obvio que no nos interesa refrendar la
utilidad de la pieza destruida (sería preferible cambiarla), tan sólo queda como una huella
en el sentido levinasiano del termino: ¨significa fuera de toda intención de hacer signo y
fuera de todo proyecto en el cual ella sería el objeto¨.

Los cementerios de automóviles son paisajes cotidianos altamente representativos


del Tiempo Muerto. Pero también podrían ser ejemplares de manera realmente
devastadora, las escenas de ciudades y campos bombardeados en los actuales
espectáculos de guerra. A ese respecto, me podrían preguntar si la ciudad deshecha no
representa la infamia bélico-político-económica, la depredación socio-cultural y el
exterminio y eso, sin duda, es cierto. Pero lo que yo quiero indicar es que no existe una
voluntad autónoma representativa en un hecho como ese. En una destrucción de tal
magnitud, desaparece todo tipo de representación coherente mostrando sólo la presencia
cristalizada de vacío.

En el segundo caso, la proposición latente presta a un reciclamiento del deseo, es


fácil de observar en las tiendas de antigüedades y de segunda mano; ahí los objetos

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han perdido la voluntad deseante de sus propietarios pero conservan, en muchos casos,
la utilidad y formalidad estética con las que fueron creados. Sabemos que son el emblema
de un deseo roto, el inicio de un hiato, pero eso los hace mucho más seductores puesto
que nosotros, sin sufrir la pérdida, podemos encapsular el hiato latente recubriéndolo con
las fabulaciones de nuestras fantasías.

6 de marzo

El Tiempo Muerto tiene un sentido siniestro (heimlich), algo íntimo, familiar, dócil,
que dejó de serlo. Algo presente, intensa o débilmente atravesado por el deseo, que se
transformó en la quietud de lo vital perdido. Eso es fácil de comprender en el freno de los
impulsos expresivos de la palabra, cuando los puntos suspensivos gramaticales
conforman un impulso, un intento de continuidad y, al mismo tiempo, marcan la
imposibilidad de regresar emocionalmente a rozar la última letra enunciativa y deseante.
Podemos regresar a repetir la frase, pero ese reculamiento es flatus vocis en la retórica
del Tiempo Muerto.

Con esto, no quiero ser dramático; el Tiempo Muerto puede ser las cosas, las
personas, los conceptos, los sucesos, situaciones y acontecimientos de la vida, con la
memoria y las consecuencias, que dejó la muerte de un deseo vital. Pero, no hay que
confundirlo con la muerte que retiene la memoria de vida. Su proceso se parece más a
una historia de asesinatos o a una narración melancólica que a un cuento de vampiros.

El Tiempo Muerto, como todo tiempo, tiene un transcurrir, pero con una gradación de
números negativos. Como cuando llegas a ver al ser amado: El primer acto empieza con
pleito, el segundo con reconciliación y el tercero con encuentro amoroso. Casi siempre, en
el último acto, amas sin amar, en Tiempo Muerto.

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Siguiendo a Freud, la inscripción de las experiencias inconscientes reprimidas dan
lugar a lo siniestro. A nivel puramente inconsciente, esto es muy claro: mi garganta repite
una acción incompleta de la que no puedo tomar dominio lógico; sin embargo , a nivel de
la conciencia muchas son las ocasiones en que percibimos con toda claridad conceptual
espacios siniestros de temporalidad negativa, así detectamos la continuidad melancólica
desde el hecho que originó el proceso hasta el momento presente.

Más bien me interesa la idea de lo siniestro, tanto a nivel conciente como


inconsciente; creo que es esta ubicación nominativa la que permite entender el Tiempo
Muerto como un trazo de ruptura que se identifica perfectamente con la producción
artística. Es en este hiato entre el deseo y la continuidad vivencial que se producen las
desviaciones estéticas.

7 de marzo

La relación recursiva que se establece entre presente y pasado a partir de un


presente con ausencia es lo que genera el sentido propiamente siniestro de la huella del
Tiempo Muerto. Mientras que el tiempo vivo actualiza la memoria, la presencia de la
huella discontinua actualiza un pasado: fabrica eventos, formas y estructuras a partir de
un estado latente, resucita en el presente la memoria irrecordable, crea una función futura
pero en ritmo de tiempo detenido.

Una huella, entendida ésta como marca, remite a un ausente, a un ausente que no
podremos observar sino sólo intuir por medio del residuo deseante que dejó.

El carácter estético de la huella se encuentra en su naturaleza de aludir a un


referente ausente… siempre es misterio pues es signo de algo que ahora está sin estar,
alude siempre a una temporalidad que desgastó, alteró y bifurcó su sentido, creando, por
una parte, un tiempo que continua sin el fundamento de un deseo específico, y por otra, la

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memoria confusa, en ocasiones vacía de lo que fue el deseo transitando los actos y el
tiempo tejedor de creencias.

12 de marzo

El espacio en el cementerio es un ámbito de fascinación por excelencia, un campo


abierto y cercado, tiene un colorido grisáceo o verdoso dependiendo de su antigüedad y la
época. En el día puede ser soleado o sombrío y por las noches casi siempre es lúgubre.

Si bien es un lugar comunal, cuenta con pequeñas parcelas individualizadas


correspondientes a las tumbas. Se diría que hay cierta ambivalencia en su organización.
Por una parte ofrece una continuidad emocional, un paisaje amable sin grandes bloques
arquitectónicos que puedan obliterar la conciencia del horizonte , y por el otro, una
segmentación reticular interminable, con decoraciones singulares que van desde una
simple cruz hasta pequeños oratorios con diseños y ornamentos góticos. Pasear en un
panteón siempre es una invitación al descubrimiento de lo raro. Espacio constituido por un
mosaico de recuerdos, fechas y epitafios, todos integrados en un patch work común,
manto pardo, entretejido con pequeñas luces de color, flores repartidas en esporádicas
visitas familiares restaurando el ámbito de propiedad que demanda lo íntimo.

En ese espacio habita un tiempo especial, aletargado, constituido por fracturas


múltiples que tejen la melancolía y el dolor en una resignación solidaria. Un transcurrir
lento, muy lento, atiborrado de innumerables deseos quebrantados, vivifica un estado
latente de pérdida como una plenitud del Tiempo Muerto.

Desde que era muy joven me gustaba visitar cementerios. Pensaba que algo o
alguien desde algún lugar podría llenar los espacios ciegos que dejó el olvido. No quería
encontrar algo aterrador o fantasmal sino todo lo contrario un espacio de calma y
seguridad que revitalizara mi memoria.

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18 de marzo

¿Por qué hablo del Tiempo Muerto y no del tiempo detenido?. Indudablemente mi
búsqueda es confusa, pero la sensación es clara: no es importante que regrese lo
desaparecido, eso ya se fue . No es necesario vivir con el objeto ausente, sino, más bien,
es irremediable vivir en presente el registro de la ausencia. Al final de cuentas, poco
importa lo que se perdió, los actos cotidianos no representan lo que no está, sino más
bien, el vivir sobre el cuerpo, la falta como una presencia.

No es el tiempo detenido el que quiero echar a andar. Eso sería no aceptar la falta ,
lo que busco es reconsiderar la pérdida como un fragmento de muerte que en mayor o
menor medida transfigura el sentido del deseo.

Es en el estado continuo de falta, una suerte de primariedad, donde la conciencia


proyecta un caudal de metáforas, rutas imprevisibles transfiguradoras de los lejanos
objetos del deseo. Cada metáfora no sólo extiende la antigua información emocional , sino
que reconfigura la memoria inventando múltiples y dinámicas realidades (existencias)
pasadas.

19 de marzo

Cuando éramos niños, mis hermanos y yo, teníamos la costumbre (tan común) de
jugar a ser adultos: conductores de automóvil, padres de familia, doctores, detectives, etc.
En las múltiples dinámicas del juego nos otorgábamos nombres y/o calificativos que
permitieran configurar una personalidad especifica. Yo, por ejemplo, era el Sr. Chiquito. El
nombre, en realidad era penosamente literal; reiteraba tanto mi situación familiar (el más
pequeño de la casa) como la talla minúscula de mi cuerpo. Pero esto, para mi, no era
raro; me llamo Humberto porque nací el día de San Humberto. Es indudable que mi
familia tenía una preferencia denotativa en materia de apelación.

No dudo que la primera vez que recibí ese nombre me sentí importante, pero, no
creo haber tardado mucho tiempo en darme cuenta que ese adjetivo pseudo nominal le
quitaba fuerza a la solemnidad que, en mi creencia infantil, representaba mi personaje.

Así, un buen día sentí que tenía que ganarme el derecho de indicar mi voluntad en el
grupo. Debería pensar un nombre que no remitiera de manera icónica o indicial a ninguna
situación o característica propia y que, sin embargo, remarcara una elegancia sonora .

La decisión fue rápida y segura; una mañana me levanté y sin tener mucha claridad
sobre el origen de mi propuesta me auto nombre Parlo Duval. Como pueden ver, mi idea
presentaba algunos inconvenientes: el nombre era raro si no es que desconocido y el
apellido escondía (más bien mostraba) ciertas pretensiones de aire extranjero. Que
importa, yo era Parlo Duval y estaba orgulloso de serlo.

Los juegos se fueron perdiendo, olvidando las dinámicas representativas y, sin


embargo, el buen Duval aparecía de vez en cuando en mi vida cotidiana. Era el nombre

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falso (que no olvidaría con facilidad) que servía para esconderse en situaciones que
demandaban jugar el rol de incógnito.

Es paradójico, pero el nombre falso lentamente pasó a ser el que usaba para darme
la libertad de mostrar conductas propias que eran, íntimamente, más verdaderas, que las
que aparentaba en mi vida social legalizada.

En los últimos años el personaje, al fin, ha recibido las atenciones que merecía
desde que fue creado. En algunas ocasiones, al escribir una presentación o un ensayo
busco epígrafes que enfoquen con preescisión el sentido de mi texto pero, esfuerzo vano,
no siempre alguien dijo lo que yo busco o, lo que viene a ser lo mismo, no conozco a
quien lo dijo. La solución en estos casos es proponer a Duval, como un extravagante
semiota que para suerte ha tocado el tema abordado con un planteamiento muy parecido
al mío. Sus afirmaciones, por supuesto, son mucho más literarias puesto que él no tiene
la necesidad de dar coherencia discursiva a todo un texto sino, tan sólo, formular una
intervención que sugiera un pensamiento profundo.

En estos casos, se puede entender, que no use el nombre con sus características
originales; Parlo sigue siendo algo difícil a asimilar y sobre todo a creer. Ha sido preferible
cambiarlo por Pedro que aunque peca de común su confiabilidad es impecable. Nadie que
tuviera que inventar un distinguido teórico de la semiosis, buscaría un nombre protegido
de tanta humildad. Siempre, en lo simple, intuimos la veracidad.

20 de marzo

Llegue a Saint-Jean-Port-Joli sin tener una idea clara del lugar. Annette me había
invitado a participar en la construcción de un proyecto para la conmemoración del nuevo
milenio. Al segundo día, en esos paseos que se hacen caminando en pueblo chico,
encontramos la iglesia principal con su respectivo cementerio. Era una tarde luminosa con
marcadas sombras recorriendo el paisaje de verdes y lápidas. La calma amable se
alimentaba con la humedad de la brisa proveniente del río San Lorenzo.

21 de marzo

El cementerio cuenta con dos entradas. La primera conectada con la parte trasera
de la iglesia y la otra, independiente, dando a la calle que desemboca en el malecón.
Entrando por la segunda puerta, del lado izquierdo, se distingue en primer plano un
conjunto de lápidas con monumentos sobrios, la mayoría con forma de obelisco. Al iniciar
el recorrido del panteón no distinguí nada especial. Fue hasta la segunda vuelta que pude
apreciar el primer secreto: À LA MÉMOIRE DE CHARLES DUVAL DÉCÉDÉ LE 21 NOV.
1901.

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Ese hombre había muerto 50 años antes de mi nacimiento y 100 antes de mi visita al
cementerio. La precisión temporal era asombrosa, desde mi (no dudo que lunático) punto
de vista el ritmo sincrónico indicaba algo. No, no quiero ir muy lejos, pero ese Tiempo
Muerto podría ser el de mi abuelo. Sigo repitiendo que para mí los cementerios siempre
ofrecen una memoria que recordar.

26 de marzo

Hospice, Louis-Zéphirin, Dame Em., Narcisse y muchos otros personajes


pertenecientes a la familia Duval constituían una formación de lápidas-monumento que
bien podría ser la posición de piezas en un tablero de juego con ritmos de muerte,
temporales y secretos: 1901, 1902,19l0, 1912, 1933, etc. Numeraciones progresivas
fraguando por capas el Tiempo Muerto. Quién podría distinguir en esos trazos arbitrarios
la herencia milagrosa que depara el deseo. El recuerdo y el deseo entretejidos marcando
cruces y coordenadas fantásticas, configurando historias que a partir de imaginarlas,
toman distinción, lentamente constituyen certeza y se filtran en el paraje de lo nunca
olvidado.

27 de marzo

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Hay un monumento que llama especialmente mi atención. Es la tumba de L. Z.
Duval. Por supuesto, ahora ya puedo y debo recordar que es la de Luis Zepherin, claro, el
tío abuelo que murió en 1910. Abajo de su nombre se ve, dentro de un medallón tallado
en piedra, la imagen de un cordero, símbolo de pureza y, al mismo tiempo, animal de
inmolación. He aquí el sacrificio del tiempo vital, una imagen de dulzura recibiendo la
muerte, certificando la presencia en la ausencia, ofrenda perpetua que olvida el origen
pero no las consecuencias.

Ese es el lugar del encuentro, ahí donde recibo la intuición como un secreto y el
sacrificio como la pérdida creadora de una nueva memoria, no tanto semántica como
gramatical. Se reúnen los planos: los recuerdos, los no recuerdos y los olvidos formando
engrama, naturaleza funcional impregnada de los múltiples quiebres de otras vidas…
Pero esto no es invocación sino ritual, nada hay que regresar, nada debe volver, todo es
presente.

Recuerdo aquella famosa máquina de Morel donde el fugitivo suplicante,


demandaba al futuro otra máquina capaz de reunir las presencias disgregadas. Aquí el
proceso es distinto: las formas de la memoria se reúnen sin la necesidad de hacer
coincidir las múltiples historias (ciertas o no) en un tiempo lineal.

He dejado mi bastón junto al cordero. La imagen ha devenido verbo, las formas


latentes de otro tiempo, no se resisten al presente deseante que las insita sin escándalo,
sin asombro. Nada más sensual que el roce solemne y discreto. De eso y en eso todos
podemos hablar.

28 de marzo

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En ocasiones, la palabra puede encender el destello que anuncia el Tiempo Muerto.
Barthes pensaba que el mensaje lingüístico podía anclar la polisemia de la imagen,
permitiendo distinguir entre múltiples códigos la referencia adecuada para algún mundo
real. Pero, ¿qué hacer cuando esa referencia insinúa la imposibilidad de su constatación?
Nuevamente, nuestro autor diría que eso es un relevo que muestra algo que no está. Aun
así, insisto; lo que me interesa es hablar de cuando el anclaje atrapa una esperanza
pasada, incumplida, que releva la presencia con su propio vacío.

Pongamos un ejemplo: en la carretera Puebla – México las obras de ampliación de


carriles han creado la necesidad de demoler los comercios que se encuentran, diríamos,
en primera fila, frente a la ruta. En ese paisaje, ayer, descubrí las ruinas de un
restaurante. No puertas ni ventanas, detalles abocardados alrededor de los quicios, el
techo de dos aguas perdido, y sin embargo, algo insinuaba la intensidad.
Asombrosamente, los contornos limpios de la estructura y el colorido concreto exterior e
interior del espacio (blanco rojo y amarillo) provocaban una atracción contemplativa.

Pero… falta decir lo más importante. Tal vez, sin esta indicación, nada de lo dicho
tendría objeto. El nombre del lugar estaba escrito en grandes letras: RESTAURANT EL
PORVENIR.

Si bien, todo lo que he narrado es bastante común, es fácil apreciar el sentido


quebrado de la escena. Percibimos el vibrato de Tiempo Muerto (el porvenir) insinuando
un presente en falta. Sin duda la voluntad unívoca del deseo lingüístico comprimió su
impulso ante la irremediable destrucción de la materia.

1 de abril

Día con día veo con más claridad la gramática del Tiempo Muerto. Casi todos los
elementos formales que muestran su aparición, pertenecen a un repertorio material, son

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sustratos físicos del mundo de los objetos, diría Bense. Todos ellos quedan integrados en
una suerte de marco que los separa del ámbito de lo cotidiano indicando paisajes,
situaciones, cosas o sujetos específicos. Una garganta, una tumba o un cuarto, son
lugares comunes. Sin embargo, se transforman cuando son atravesados por otro tipo de
repertorio no material sino semántico (hasta aquí Bense sigue siendo oportuno) .Pero, no
es sólo que una voluntad de sentido atraviese la escena, sino que este sentido se ofrece
como una pérdida.

Indudablemente hay un suceso que inicia el proceso, ¡alguna intención se ha


congelado! Y de ahí aparecen dos caminos : Puede quedar la memoria como una falta , o
la falta como una posible memoria.

Siguiendo esta lógica toda representación del Tiempo Muerto debe mostrar no
solamente los elementos ambientales que ubican su proceso, sino también, proponer el
semantema que en su falta se insinúa. Imaginemos la grabación de un personaje que
narra la pérdida de un ser querido. Indudablemente el suceso está inmerso en una
dinámica del Tiempo Muerto puesto que hay un estado de falta, independiente del mismo
ser querido (que por supuesto no está), pero la cercanía de los dos elementos (la falta y el
desaparecido) confunde el sentido específico del Tiempo Muerto. Sería más adecuado
mostrar la grabación con la voz en off para resaltar la gramática de una actitud vital, (eso
de moverse y gesticular ) impregnada de la pérdida que desterró a la voluntad deseante.

6 de abril.

En la Gran Vía, junto a la Plaza de Callao, se puede ver un café de la cadena


Starbucks. Como siempre, decorado en una mixtura estilística un poco post: mesas y
muebles en madera con tapicerías de color firme en tonos cálidos. Los sillones conservan
un toque 50´s que unido al tratamiento del color, en algunos momentos, recuerda el aire
melancólico de las ciudades en frecuencia Hopper.

El café tiene dos plantas. El servicio de comandas abajo y en la parte superior una
mixtura de mesas y sillones que sugieren diferentes posibilidades, desde charlar con
amigos, hasta quedarse apoltronado leyendo .

Cuando se llega a la planta alta, se pude observar la avenida en un gran ventanal


sitiado por una suerte de salita con mesa al centro, como si fuera un mirador que ofrece la
gran ciudad desde un salón íntimo.

En el sillón de la parte derecha de la ventana estaba un personaje de porte sajón.


Joven viajero con mochila de espalda a los pies y grueso libro de pasta blanda
coloridamente dibujada con la gramática estilística de los paisajes de ciencia y ficción
americana.

Si bien el rincón era atractivo, no me quise sentar allí. Pensé que podría interrumpir ,
(no sé si su lectura o mi deseo de estar solo). Me ubiqué en la segunda fila de mesas (en
relación a la ventana) con un capuchino y una galleta de avena con pasas.

18
Podía ver la Gran Vía luminosa con un marco negro en contraluz. En el lado inferior
derecho quedaba escondido nuestro personaje.

De repente descubrí algo que me causaba intranquilidad. Él leía su libro con gran
atención, tenía una actitud deseante incisiva. Pocas veces separaba los ojos de la página
(tratando de ubicar la tasa de café) pero, al mismo tiempo sus manos detenían el libro con
excesiva suavidad, una firme suavidad insoportable. ¿Qué leería?, ¿cuál sería el objeto
de su deseo?… Pasaron varias transformaciones posturales para que yo pudiera (entre
dedo y dedo) descubrir el nombre del autor y el título:

John Grisham
“The Summons”

A partir de ahí, todo era fácil, podía salir corriendo a buscar el texto en una librería;
ubicarme en su mirada, conocer el mundo desconocido que no me pertenecía por propia
historia pero sí por un juego de traslación involuntaria.

Qué fantástico podía ser transitar el deseo de un desconocido, vivir la búsqueda del
otro sin responsabilidades (o mínimas), entender la relación entre el tacto sutil y la intensa
mirada sin siquiera haber cruzado palabra. La esperanza de traducir un as de otredad.

Pero ¿por qué traducir? Palabra comodín. Siempre inventando algo bajo el rubro de
la traducción.

Ese libro, esa mirada, esas manos, ese momento de pacto arbitrario constituyen una
burbuja de Tiempo Muerto que no quisiera romper. Así entendido, qué importa quién era
el sujeto y cuál era el tema de la novela. Me seduce la posibilidad de perder un deseo
antes de poder imaginar su objeto, o, será que en el fondo, a veces, inventamos objetos
inasibles para poder perder el deseo.

19
Tal vez, sólo quería ver y verme con los ojos del otro.

7 de Abril

Muchas veces el Tiempo Muerto incluye el refrendo de una memoria: regresar a ver
las tumbas de los antepasados (un acto positivamente real, independiente de la falta de
veracidad existencial, diría Peirce), o, pasar por la misma ciudad, por el mismo hotel, por
el mismo cuarto treinta años después (una experiencia comparativa que instaura el hiato
de la realidad). Ambas acciones demandan un índice formal, el testigo presencial que une
planos en la diégesis construida bajo el enlace de la pérdida y el encuentro.

Mi bastón es el índice, que en sí mismo muestra un Tiempo Muerto sobre la


memoria de mi caminar , pero que también puede ser el emblema metafórico de “dar el
paso” entre los planos que sustentan la gramática de la falta.

En las tiendas de antigüedades muchas veces encontramos un bastón esperando.


Es muy difícil detener la tentación que provocan. La primera voluntad es caminarlos un
poco, sostenerse en ellos. Luego será construir los pasos futuros que se irán develando
en antiguas calles con nuevas expectativas.

En la calle de Ribera de Curtidores 12-13, en Madrid, hay una tienda de


antigüedades donde es fácil encontrar bastones y muñecas. Allí encontré uno que prendía
una luz en el remate de la empuñadura para poder usarlo en la oscuridad. Esa debe ser

20
una metáfora para regresar más adelante, pero percibo en principio la inscripción de un
doble Tiempo Muerto: por un lado la presencia pasada futura del antiguo propietario y por
otro, el efecto lumínico que construye la falta en la presencia. De las muñecas también
hablaré después.

11 de abril

La madre de Annette, Annemarie, vive en un espacio habitacional para ancianos en


Friburgo. Es una mujer menuda de 86 años, pelo blanco grisáceo ,de prolijo arreglo
personal. La expresión de su rostro muestra una amable seguridad (una postura
satisfecha de sí) y sus ojos insinúan una discreta coquetería.

Hace apenas unos meses, tuvo un accidente donde se fracturó la cadera, y para
colmo, los medicamentos que aminoraban el dolor provocaron en su mente una suerte de
disfunción con grandes lagunas de memoria. En la convalecencia del las últimas semanas
ha comenzado a recordar, diríamos, a reconquistar el pasado. En ese espacio de olvido,
son nebulosas, no sólo algunas personas y sus nombres, sino también la utilidad de
ciertos objetos: el reloj que siempre usaba antes de accidentarse, se volvió ajeno; pensó
que estaba descompuesto y que contenía, tal vez, una buena porción de Tiempo Muerto.
Así, simplemente lo rechazó y dijo que no servía
.

21
Annette narra los redescubrimientos de su madre como el juego de la niña recelosa
que en principio rechaza, pero luego, lentamente va retomando la empatía y el deseo.
Annemarie hace una división entre esta nueva vida con sucesos cotidianos no del todo
explicados, y la otra, la del pasado, la del olvido. En un closet de su departamento
descubrió una agenda con muchos nombres de personas que, supone, pertenecían a ese
tiempo otro.

Algunos de los personajes persisten en las dos épocas, por ejemplo, su hija única y
su padre, el cual era un hombre muy conocido a mediados del siglo pasado; Rudolf
Carnap, el filósofo del Aufbau.

Desde el momento de las presentaciones ella se portó muy amable conmigo


festejando el hecho de poder conocerme después de tanto tiempo de saber de mí por las
narraciones de su hija. Quise pensar en ese momento (con un mágico orgullo) que yo
pertenecía a sus dos vidas, pero no me atreví a preguntarlo, solo dejé correr la plática
entretejida por la traducción que Annette hacía.

En algún momento de nuestro quebrado diálogo, comentó que el recuerdo que tenía
de los hombres amados, era el de la ausencia. Ella era la consentida del padre en su
niñez, pero Carnap partió para Viena en el 26, cuando apenas tenía ocho años. Ya en su
juventud conoció a Heinz en el 39, se casan en el 44 (año en que se inicia la vida de
Annette) y pierde a su compañero en campaña en el 45. Entre los movimientos de la
guerra ni siquiera llegaron a vivir juntos.

Años después conoció a Koen, arquitecto de Düsseldorf quien sólo podía venir a
Friburgo los fines de semana. Siempre así, en el deseo detenido o postergado tejiendo
una gramática del Tiempo Muerto de su primera a su última relación.

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Carnap pensaba que entre las vivencias elementales se reconoce una relación de
tiempo y esta relación puede ser derivada de la relación de recuerdo de semejanza (Rb).
Así se constituía una relación temporal x Rb y. Siendo x una vivencia elemental, en
cuanto tiempo, anterior a la vivencia y, pero esto sólo sucedía si había semejanza parcial
entre x e y.

El Tiempo Muerto puede constituir un efecto de seriación donde lo que se repite en


forma esencial ya no es lo perdido, sino la vida con memoria de pérdida, como un solitario
recuerdo de semejanza: Rb, Rb, Rb, etc.

Después de mi plática con Annemarie Bauer, pregunté si llevaba como segundo


apellido Carnap y Annette me indicó que no, que no era común en Alemania, pero que, en
su identificación decía en otra línea Geb. Carnap, que se traduciría como nacida Carnap.
Es increíble que en la misma estructura identitaria se pueda instaurar la gramática de la
pérdida.

13 de abril.

Nuevamente la palabra ensayando un anclaje en Tiempo Muerto. Estamos en el


café Schneider en una plaza comercial construida en los años 50, ubicada frente de la
última estación de tren, que baja de la selva negra, antes de llegar a la estación central de
Friburgo .

El café tiene un decorado simple con sillas de estructura rectilínea, tapizadas en


terciopelo marrón con un diseño de rombos que crean el efecto capitoné. Los muros
recubiertos en madera enmarcan espacios rectangulares amarillos con sobrias lámparas
de pantalla.

A lo largo de uno de los muros se extiende una repisa con viejas figuras y objetos
decorativos que imprimen un aire antiguo al lugar, pero, tal vez, todo el ambiente tiene
ese dejo de recuerdo y memoria. Esta sensación se ve reforzada por algunos clientes

23
que visitan el café. A poca distancia hay un asilo de ancianos y ese es un lugar cómodo y
cercano para tomar algo en el transcurso del día (el servicio termina muy temprano por la
tarde).

Se ven las diferentes mesas ocupadas con personajes añosos y severos, algunos
muy bien vestidos, otros con el aire fatigado que deja la edad. Puedo observar un
anciano de doble bastón que camina pausado hacia la puerta anunciando su regreso
más tarde. Hay cierta movilidad de parroquianos debido a las llegadas de tren cada
media hora y, supongo, también, por la pastelería que se encuentra a la entrada del
local.

En la esquina del fondo que da a la calle luce discreto un gabinete vacío. Todos
circulan por los otros espacios pero el gabinete se conserva intocable, iluminado por dos
fuentes de luz: la ventana y la lámpara; blanco y amarillo generando un ambiente de
ficción teatral. Sin duda, podría parecer un set esperando ser actuado, esperando un
observador que tome ese tiempo detenido como propio …

Cuando visito las tiendas de antigüedades yo se que los objetos cargados de


Tiempo Muerto son formas latentes apropiables y en eso estriba su seducción; pero en
este caso, las condiciones son distintas, y sin embargo algo me atrae: ¿Los lugareños?
¿la decoración? ¿el aire melancólico? ¿las miradas con una larga complicidad de vida?
No, no lo sé.

Al retirarme del lugar me he acercado a la mesa del gabinete donde puedo leer un
letrero preciso: Reserviert.

Reservar : guardar una cosa o lugar a determinada persona en exclusividad o para


determinado uso.

Indudablemente aquí la palabra tiene un extraño anclaje, me reúne con algo que aún
no ha llegado. En ese paraje de presumible vejez hay un punto de tiempo suspendido
latente que detiene y que marca mi deseo.

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14 de abril

Charleroi es una ciudad pequeña ubicada a las orillas del rió Sambre, conocida por
sus minas de carbón y también por ser un importante centro siderúrgico. Tiene el aire
tranquilo, a mi parecer sombrío, de algunas ciudades pequeñas ,que siempre me
demanda estar ahí, ser de ahí. Nada particular y asombroso se descubre en sus calles,
más bien, se percibe el ambiente de una melancolía con recuerdos poco importantes que
han desaparecido. Un escenario discreto para entretejer el Tiempo Muerto.
Mientras atravesábamos la plaza de la estación de tren, pregunté a mi amigo Bérbert
el significado del nombre de la ciudad. Él es un cronista que maneja con gran fluidez la
ficción histórica y de ahí la magia de su narración.
.
Me contó cómo, en el siglo XVII, Luis XIV decidió crear tres fortalezas que pudieran
proteger las fronteras de la parte norte del reino. Cada una de ellas llevaría el nombre de
uno de los príncipes herederos: Charles, el futuro rey, Philippe quien, tal vez, también
sería llamado un día a reinar y por ,último, su preferida entre todos, María.

Fue enviado un oficial a seleccionar los lugares. Éste, en principio, descubrió un


lugar, donde los españoles ya habían hecho algunas construcciones, que se llamaba
Charleroi; nombre que coincidía asombrosamente con las intenciones del Rey. Si bien la
referencia podía haber correspondido a Carlos II de España, esto para nada es importante
en nuestra historia. En ese punto estaría la ciudad del futuro soberano de Francia,
Charles.
.
A treinta kilómetros, el oficial encontró otro lugar bien situado; éste sería Philippeville
y un poco más lejos, una pequeña villa sobre el río L’Eau Blanche, donde podría
construirse Marie-en-Bourg.

El Rey dio su aval a esas propuestas y en l696 ordenó a Sévastien Vauban


construir las tres ciudadelas con el nombre de los futuros soberanos. Pero, por tristeza

25
Charles, Philippe y Marie murieron siendo niños, y las ciudades tiempo después, dejaron
de pertenecer a Francia.

Esta historia (verdadera o no) ilustra con claridad la mecánica del Tiempo Muerto en
la nominación y definición de ámbitos sociales. Una voluntad imperiosa tratando de
construir mundos que por alguna razón se detienen sin concretar las esperanzas
fundadoras del deseo.
En este caso, sólo restan las palabras que presumen tradición y pertenencia: Tres
ciudades nombradas bajo el recuerdo de lo perdido, envueltas en las voces de lo que
nunca sucedió. El tiempo ha desvanecido por completo la inútil voluntad de un rey, y los
nombres se conservan tan sólo por ese lazo gramatical que integra como lugar propio la
memoria deshabitada.

15 de abril

26
Nicole y Guy me invitaron a conocer Brujas. Ciudad medieval conservada a través
de los siglos como un emblema del tiempo detenido; y digo detenido que no muerto,
puesto que cada una de esas calles, de esas casas, presuponen la presencia constante
de los objetos como símbolo de la conservación. Lo que trata de mostrarnos ese lugar, es
que la vida se presume por lo que no cambia. En este sentido, el Tiempo Muerto tiene un
proceso contrario: Todo parte de que hemos perdido el objeto deseado y tenemos que
vivir transformándonos con la sensación de ausencia como un elemento fundamental de
nuestra vida. Poco importa la función del objeto después de la separación. El sentido
fundamental de la pérdida se desplaza creativamente en la vida diaria impulsando nuestra
conducta no sólo en las complejas decisiones sino también en los pequeños sucesos.
.
Iniciamos el recorrido tomando la calle Zuidazandstr hasta llegar a la pequeña plaza
del museo Groeninge, donde el camino cambia de nombre por Steerstraat (piedra calle).
Es ahí, donde se inicia el suceso de mi historia.

Como en gran parte de la vieja ciudad turística esta calle sólo está abierta al paso
peatonal. A cada lado del camino se encuentran muy diferentes tiendas vendiendo
cualquier cosa que pueda interesar a un forastero: pasteles, chocolates, souvenires, ropa,
artículos de decoración, etc. El desbordamiento turístico no permite crear una relación
íntima con los espacios. Siempre hay alguien cerca mirando, diciendo o preguntando algo.
Es fácil sentir un juego de ritmos donde se repite el estilo de las fachadas, las tiendas, los
grupos de turistas, etc.

Entre los iconos más representativos de Brujas, están las pequeñas reproducciones
de casas que conservando el estilo medieval muestran las diferentes tiendas comerciales
citadinas: la carnicería, el café, la pastelería etc. Las hay pequeñas, medianas o grandes,
hechas en cerámica o en pasta, tejidas sobre tela o en forma de caja metálica de
chocolates.

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Fue en la Calle de Piedra, precisamente en una tienda de chocolates, donde
encontré la hilera de cajas-casa que llamó mi atención. Si bien el conjunto semejaba una
calle, cada una tenía un estilo independiente. Qué importaba que las vendieran llenas de
lo que fuera, lo atractivo era (permítanme dar un juicio funcional) que ofrecían un uso
posterior aparte de ser decorativas.

Nicole se acercó a la vitrina. Realmente yo quería comprar una, pero pensamos que
aún iniciábamos el recorrido y que sería mejor regresar al final, después de haber visto
diferentes ofertas.

Pasamos la tarde visitando todo tipo de rincones y tiendas, era tiempo de regresar y
no se había encontrado competencia para las cajas-casa, así que decidimos salir del set
turístico medieval por la misma ruta de nuestra entrada. Recorrimos la calle una y otra
vez, primero pretextando descuido y luego jugando con el hecho de la desaparición de la
tienda, y la contrariedad de mi deseo como un ejemplo de Tiempo Muerto. En resumen,
no hayamos el lugar.

Posdata del 5 de mayo

Hoy llegó un sobre enviado por Nicole mostrando las imágenes que (sin darnos
cuenta) nos tomó Guy en el momento en que mirábamos las cajas-casa en la tienda de
chocolates de Brujas.

Haciendo un acercamiento de la sombra interior de la vitrina se alcanzan a percibir


los resabios del objeto perdido.

28
16 de abril

Llegué a París por primera vez en agosto de 1973. Un amigo me había


recomendado un hotel (en aquellos tiempos modesto) en el quartier latin. Se llamaba
Bonaparte y estaba en la calle del mismo nombre. Tenía una perfecta ubicación: cerca de
St-Germain y junto a St-Sulpice.
.
Recuerdo su entrada dando a un pasillo ancho, con un viejo salón al lado derecho, y
al fondo un pequeño escritorio de recepción, las escaleras y el elevador. El salón estaba
lleno de objetos que no alcanzo a ubicar en la memoria, a excepción de una carriola de
niño (que vaga y al mismo tiempo firme es su imagen) con un colorido grisáceo. Me dieron
el cuarto más barato del 5º piso. Amueblado sólo con lo indispensable, una pequeña
buhardilla y sin baño privado

Había llegado a París en la tarde y entre tantos movimientos confusos, lo único que
hice después de registrarme, fue cenar una pasta en algún restaurante cercano. De ahí,
fui directo a mi cuarto. Estaba realmente cansado.

La pequeña ventana empotrada en el muro diagonal que forma la pendiente del


tejado, mostraba un patio interior con un balcón al frente, y, aproximándose mucho,
metiendo la cabeza en el quicio, del lado izquierdo se veía un poco más lejos, la torre de
la iglesia de St-Sulpice.

Digo ahora los nombres, pero entonces, no conocía nada. Estaba dentro de un
paréntesis, en el inicio de la noche de un lugar ajeno.

29
Había imaginado muchas veces cada una de mis acciones al llegar, y sin embargo,
en ese momento decidí olvidar todo. Tal vez en esa noche ni siquiera estaba en París.

Yo sabía que al hacer el viaje, había logrado un espacio de inseguridad seductora


donde se rompían los límites de mi lugar, y que éste, mi no lugar, demandaba un tiempo
de antesala (sigo recordando la carriola del niño).

Al acostarme, quedé en un estado de semi-vigilia, en donde no existía ni un antes, ni


un después. Difícil será explicar lo que no implica palabras. Estuve sumergido mucho rato
en una increíble otredad. Después, luego y después, me quedé dormido.

En el día siguiente salí a reconocer el mundo otro, pero aquí, no quiero hablar de lo
que descubrí más adelante, sino sólo de esa noche de otredad que al paso del tiempo
aparece como una pérdida.

Algunas veces al entrar al cuarto de un hotel, en algún objeto, en la iluminación o en


algún olor (puede ser cualquier cosa), creo descubrir algo… pero no. Es sólo un resabio,
un giro sin paso, un gesto del Tiempo Muerto.

17 de abril

El Hotel Bonaparte ha cambiado mucho. Fue remodelado hace algunos años, y esta
transformación, lo convirtió en un lugar sobrio y sofisticado que va de acuerdo con el

30
toque menos estudiantil y mas aburguesado del actual quartier latin. El antiguo sombrío
salón se transformó en una elegante tienda de ropa para dama.

Le pedí a Jean que me acompañara a reencontrarme con la nueva imagen de ese


antiguo lugar. Pensé que él sabría explicar, en un ritual francés mas convincente, mi
necesidad de ver el que fue mi cuarto, después de una treintena de años. El siempre es
un poco reticente en este tipo de situaciones pero sin embargo aceptó y efectivamente yo
tenía razón. Los convenció fácilmente de dejarnos visitar la habitación.

Mi búsqueda se centraba en ver nuevamente el lugar y desde ahí, desde ese anclaje
de memoria, ordenar los ires y venires de las marcas del tiempo.

Stephen Hawking plantea la posibilidad de detectar, al menos, tres flechas del


tiempo que distinguen la relación del pasado y el futuro. Primero está la flecha
psicológica. Esta es la dirección en la que nosotros sentimos que pasa el tiempo, la
dirección en la que recordamos el pasado pero no el futuro. Luego está la flecha
termodinámica, que es la dirección del tiempo en que el desorden o la entropía aumentan.
Finalmente, está la flecha cosmológica. Esta es la dirección del tiempo en la que el
universo está expandiéndose en vez de contrayéndose.
.
Si las tres flechas se unen, diríamos, armónicamente, configuran nuestra conciencia
vital del tiempo.

La flecha psicológica constituye el parámetro de estabilidad reconocido y


naturalizado, el ordenamiento que fundamenta un pasado proyectivo. Sin embargo, la
estabilidad de esta memoria no tiene función si no enfrenta un desorden medio constante
que le permita asimilar nuevas informaciones. Así, nosotros medimos el tiempo en la
dirección en que el desorden crece.

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Que la flecha termodinámica aumente constantemente elementos de desorden
implica que manejamos un valor de expansión continuo. Si nuestro universo dejara de
expandirse y empezara a contraerse, querría decir que la flecha se habría invertido y que
el desorden empezaría a disminuir. Tal vez se verían vasos rotos recomponiéndose en el
suelo y saltando sobre la mesa.

A partir de estas ideas puedo ubicar el Tiempo Muerto como una drástica fluctuación
de orden a desorden, en la cual, en lugar de constituirse una referencia transformadora
común se configura una pérdida. Esta, afecta la flecha psicológica originando un
remanente entrópico (con tendencia a mayor desorden dentro de su propio sistema) que
se expande en la flecha cosmológica.

Como ya varias veces lo he dicho, no quiero confundir el hecho irruptor con los
efectos. Mi tema no es el suceso drástico que provocó el desorden (aunque tengo que
nombrarlo), sino la memoria gramática de esa irrupción expandiéndose en el transcurso
de nuestra vida. Mi tema es el efecto y aleatoriamente nombro la causa.

En fin, continuaré con la historia. Subí al elevador con la morbosa tentación de


rescatar al menos una partícula de aquel Tiempo Muerto, pero, como era de suponerse, al
entrar al cuarto se vio con claridad que todo era diferente: el mobiliario, la decoración, el
baño interior y yo, que no tuve el mínimo roce con algún recuerdo sensible.

Diríamos que, en relación al orden de mi flecha temporal psicológica, el proceso


entrópico de transformación del lugar había segmentado la continuidad entre dos épocas.
Sin embargo, algo en el nuevo cuarto funcionaba de manera independiente como un lugar
de Tiempo Muerto, es decir, había un nuevo espacio con un abandono latente, y esta
información llegaba a mí no sólo por el ambiente un poco sobrenatural que producía la luz
de la buhardilla dentro de un viejo edificio de hace dos siglos, sino también por el marcaje
lógico de mi memoria.
.
Aquí, con toda claridad, podemos ver el curioso sistema que conforma el Tiempo
Muerto depositado en los objetos y en los lugares. Tanto unos como otros se integran a
una flecha cosmológica expansiva. Sin perder su resabio de pérdida, quedan abiertos a
cualquier postor, con múltiples posibilidades de uso, pero en el momento que son
adquiridos, cristalizan una inversión del proceso, una contracción temporal en la flecha
cosmológica del nuevo poseedor que permite la creación de un pasado. Un claro ejemplo
lo hemos encontrado en el cementerio de Saint-Jean-Port-Joli.

Esta habitación es, pues, un espacio en Tiempo Muerto que tal vez me impulsará o
me impulsó a crear una nueva antigua memoria de mi paso por el Hotel Bonaparte.

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Nuevamente he dejado mi bastón, índice presencial de ese encuentro de flechas
donde se empalman dos segmentos de la propia vida.

18 de abril

El Tiempo Muerto en ocasiones funciona como un fragmento temporal detenido, que


juega como un testigo referencial desenfocado, transformando gramaticalmente los
puntos focales de nuestra vida.

No es posible enfocarlo con claridad porque su precisión demandaría una presencia


cualitativa indiferenciada o una herida insoportable.

En alguna de las travesías automovilísticas por la ciudad, le comente a Jean el


asombro que me había provocado ver las carreteras de Bélgica iluminadas toda la noche.
Yo sentía que el hecho se involucraba de manera especial con los resabios de algunas
noches de mi vida. Cuando insistí un poco, el volvió la cara con una mirada lejana y con
poco interés me dijo : si, si, así es, es simpático.

¿Cómo explicarle la lejana imagen en las líneas de las persianas rallando las noches
infantiles, los golpes temerosos sobre la cabecera o los giros de la camioneta enfrentando
los faros en contrasentido?
.
¿Cómo explicar que esas noches con líneas y destellos denuncian un confuso y
poco iluminado quiste de la memoria?

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El Tiempo Muerto puede ser una cicatriz psíquica que al tiempo de conformar las
percepciones presentes de la vida cotidiana, configura un hiato que transforma tanto el
pasado recordable como el futuro expansivo.

24 de abril

He decidido regresar a la imagen de mi garganta. Después de mucho mirarla se ha


dado un fenómeno de naturalización que me permite entenderla no sólo como un paisaje
interior, sino también como un disparo visual dentro de la acción sonora. Imagino la suma
de imágenes que constituyen la gráfica corporal de una palabra. Un ritual de formas
biológicas mostrando el orificio excedente como un rasgo de gestualidad íntima.

Tal vez sería posible grabar mis cuerdas en el momento en el que digo T i e m p o
M u e r t o. Doce letras, doce posiciones corporales nombrando la falta que ejercita su
presencia al tiempo de ser nombrada. Una suerte de reiteración donde la disfunción se
desliza sobre la imagen como una secuencia de fotogramas.

Pero, una serie de imágenes de este tipo, para mostrar el concepto de Tiempo
Muerto, debería obliterar algo, insinuar la falta en el propio ejercicio de su gramática: Si se
muestra el espacio orgánico en movimiento y se conocen las palabras vocalizadas, sería
necesario detener la recepción sonora. Como un bosque sin el ruido del follaje, como un
segmento de cine mudo.

El Tiempo Muerto tiene un registro de presencia ausencia, que es necesario


mantener en cualquiera de sus representaciones.

1 de mayo

Le pedí al doctor una cita para realizar una nueva estroboscopia laringea. Le he
explicado mi interés de deletrear el nombre “Tiempo Muerto” mientras mantengo el tubo

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óptico en el interior de mi garganta. El proceso es muy incómodo; es necesario detener mi
lengua fuera de la boca mientras alguien introduce el delgado aparato hasta llegar a las
cuerdas.

Pero, aún con todos los trastornos que se crean (dentro de la boca parecen ser más
grandes), no es una situación insalvable. Lo importante es que se integre con claridad una
secuencia y que cada una de las imágenes mantenga una adecuada… tal vez debería
decir amable composición.

5 de mayo

Remito este día al l6 de abril con el fin de integrar en el mismo texto la historia de
Brujas.

8 de mayo

La toma fue un éxito. En cada imagen se observan con claridad la posición de las
articulaciones, el movimiento de las cuerdas y la manera en que se transforma el orificio.
El doctor me explicó qué las falsas cuerdas han incrementado su actividad en el intento
de modular el paso del aire por la cavidad sonora.

Si bien, he buscado no incluir un verdadero registro sonoro, considero necesario


indicar cada una de las letras en sus correspondientes imágenes, y que dichas letras
estén impregnadas del propio sentido del tiempo.

Ha sido muy difícil detectar en cada imagen el sonido emitido correspondiente. Ante
esta dificultad, he organizado la serie con aproximaciones en función de la mayor apertura
y vibración de cuerdas para las vocales, dejando a las consonantes con distancias y
vibraciones menores.

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Recuerdo los mapas horarios internacionales en donde las coordenadas verticales
marcan, de manera a veces un poco caprichosa, una constante horaria. Creo que es
posible hacer lo mismo en mi trabajo: Cada línea representa el eje de una letra y las dos
centrales, las correspondientes a la “O” de Tiempo y a la “M” de Muerto, tienen una
desviación para salvar e indicar el orificio, el hiato emblemático del no-tiempo.

26 de mayo

Hoy cené con la familia de Daniel. Un mundo hecho de memorias y obviedades


donde todos participan, positiva o negativamente, conformando la historia única. Lugar
lleno de afectos y contradicciones, de sombras y orgullos, de vergüenzas y luces. Lugar
cálido dulzón, en ocasiones seco, al que todo buen amigo, con un poco de voluntad,
puede pertenecer.

Siempre creo que las familias de la gente que estimo son espacios irresistibles de
Tiempo Muerto. Comúnmente, al llegar invitado a las comidas, cenas o reuniones, es
posible percibir que se está en un ámbito de múltiples fracturas, en donde, es indudable
que el deseo se ha detenido en diferentes ocasiones . Se llega a un espacio que busca la
transformación innovadora de un visitante; a una casa de juegos esperando al extranjero
que la tome por propiedad. Y ahí, la contracción de la flecha temporal cosmológica
permite al testigo visitante inventar su propia historia, su propio deseo en el entrecruce de
los laberintos afectivos.

Sin embargo, aunque todo coincide afectivamente en este proceso de la voluntad


creadora, hay una gran diferencia en relación a la familia propia. Aquí no se es
responsable de los antiguos dolores, de las insoportables frustraciones que perdieron su
nombre en los huecos de la memoria, pero que se conservan latentes.

Por eso me gustan las familias de los otros y no me interesa la mía. En las ajenas
descubro un espacio de Tiempo Muerto listo para albergar mi amnesia afectiva en una
suerte de sentido contrario, en cambio en la propia, la cadena de rupturas destruyó los
personajes y sus acciones dejando sólo el pulsar de la pérdida como un elemento de la
vida diaria.

Lo mismo pasa con los muebles antiguos. Me llaman la atención y los deseo cuando
no pertenecen a la tradición familiar. Sólo tengo dos libreros de mi padre que son
memorias vitales y no objetos de Tiempo Muerto. Por lo demás, el resto, llegaron como
objetos atractivos demandando el ingenio de mi nueva antigua realidad.

Me pueden preguntar si son los muebles de mi familia y tal vez diré que sí, porque
en ese momento estaré utilizando la oferta seductora de su Tiempo Muerto.

29 de mayo

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Cerca de la calle 12 , sobre Jackson, en el 1116 hay una antigua casa de “Second
Chance”. El local es nuevo, pero el negocio tiene al menos los diez años que he visitado
Omaha, y creo que cuando llegué ya llevaba mucho tiempo.

La tienda es amplia y muy saturada de objetos. Un gran salón poblado de


fantasmas materiales, dividido en pequeñas parcelas temáticas: las botellas, las fotos, los
muebles, los animales de cerámica, los bastones, etc. Múltiples mundos contenidos,
clasificados por ambiguas fronteras, donde la aparición de un nuevo tipo de objeto y su
repetición, implican haber cambiado de territorio.

En mi infancia, recuerdo un cuarto en la casa de mis padres que llamábamos “el


cuarto de mi tía”. En él se habían guardado por largo tiempo todo tipo de objetos, en la
mayoría de los casos, innecesarios. Siempre viví ese espacio con una doble sensación:
angustia por el desorden y expectación en el encuentro de alguna novedad abandonada.
No dudo que mis visitas en aquel lugar hayan generado mi actual fascinación por estos
ambientes.

A este tipo de tiendas yo lo llamaría “paisaje exuberante de Tiempo Muerto”. Pero


hablemos un poco del recorrido. En principio, al entrar, es difícil ubicar con claridad algún
objeto. Formas, sombras y colores crean un manto continuo indiferenciado. Lentamente
se inicia el juego de seducciones. Por supuesto no todo interesa. Diríamos que es una
zona de ruidos donde en ciertos momentos aparece con claridad un objeto, una escena
que posiblemente pertenecerá a la vida propia.

En esta tienda he tenido importantes encuentros. Aquí hallé al primo Albert.

Regresando en el tiempo. Cuando tenía seis años (más o menos) y aun vivíamos en
la antigua casa árabe de mi abuelo, recuerdo una tarde de invitados. Algunos de mis
primos adultos habían venido a comer.

Es difícil ubicar con claridad aquella reunión, todos discutían con mucha atención
algo y nosotros, los niños, no teníamos un lugar preciso. En algún momento, estando en
la sala, un primo tomó mi mano y me llevó atrás de una de las grandes puertas de
comedor, que al replegarse creaban un triángulo de encierro donde era difícil ser visto.
Allí, se arrodilló frente a mi y lentamente me besó en la boca. No hay que pensar en un
beso apasionado; nada de eso. Fue algo preciso y simple donde sólo se tocaron los
labios, sin embargo, la sensación de calor blando fue perturbadora.

Años después, torpemente, le conté el suceso a un compañero de la secundaria y


por supuesto, él empezó a realizar una gran publicidad a propósito de mis relaciones
pasionales con el primo, a quien llamaba arbitrariamente Travesti.

A partir de ese desagradable incidente, borré casi por 20 años la historia, y cuando
un día regresó, el famoso pariente era realmente un fantasma sin nombre en mi memoria
.
Por alguna extraña razón nunca pude recordar cuál de mis primos era. Tal vez
porque, en el fondo, hubiera preferido otro personaje para ese evento… Pero en fin, para
no comprometer a nadie decidí llamarlo con un nombre ficticio.

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Volviendo a la tienda, ya pueden imaginar, después de conocer los sucesos, la
alegría que experimenté al encontrar la foto en Tiempo Muerto que podía reunir todos los
elementos de mi historia en una sola imagen: mi querido primo Albert travesti.

30 de mayo

Esta tarde encontré a James Salhany, un apasionado profesor de bioquímica, quien


con toda amabilidad me explicó algunos principios de lo que es el Tiempo Muerto en
Kinetics.

A partir del momento en que se mixturan dos componentes en una solución, en la


que es previsible un efecto, pasa algún tiempo para poder percibir la reacción. En este
tiempo es indudable que ya está sucediendo algo, pero el hecho es invisible, puesto que
no tenemos los instrumentos necesarios para detectar la reacción . Ese intervalo temporal
donde se desarrolla un proceso no distinguido es lo que se denomina Tiempo Muerto.

Esta aproximación un tanto técnica parecería diferir de las que he planteado con
anterioridad, puesto que aquí se habla de una incapacidad perceptiva y no de una
suspensión del deseo. Aún así, al ubicarla en algún caso específico, veremos la similitud
temática.

Imaginemos un suceso inaceptable que crea un sentimiento de ruptura, de pérdida,


por ejemplo: alguien ha muerto, algo se ha perdido irremediablemente. Por supuesto,
nosotros sabemos que esto creará consecuencias lógicamente irreductibles. Sin embargo,
hay otro tipo de trastornos que no intervienen directamente en las transformaciones

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obvias de un desastre, sino más bien, en la continuidad cotidiana con sus diversas
modulaciones afectivas.

Cuando murió mi padre yo comprendí, no sin dificultad, su pérdida y lo que esto


representaba tanto en la reconfiguración de los roles familiares como en el extrañamiento
de una vida incomparable. Sin embargo, fue 15 años después del suceso, al observar
desde una ventana un sendero boscoso deformado por la densidad variable de un antiguo
vidrio, cuando me sentí inmerso en una visión totalizadora que nada tenía que ver con su
ausencia, sino con la huella de falta que nació en su muerte y que, inadvertidamente,
había impregnado mi vida.

Todo ese intervalo entre su muerte y el día que me detuve enfrente de la ventana,
fue un Tiempo Muerto latente creando una conciencia reactiva imperceptible. Podría
pensarse que, después del momento de revelación, al ver el segmento del bosque,
distinguí una reacción estable. Pero no, tan sólo fue un instante. Así como el discontinuo
vidrio me permitió descubrir una entropía emocional, la coherencia interpretativa me hizo
imaginar por un momento, un desorden descubierto desde la lógica, pero por suerte
carente de ella.

No hay nada en la gramática sensible del Tiempo Muerto que restituya el hiato que
dejó la desaparición del deseo.

5 de junio

La vieja dama volvió a pasar. Se cuentan múltiples historias sobre su marcha sin fin.
Ha caminado días, tardes y noches durante mas de 10 años por las calles del Old Market,
siempre con la cabeza cubierta por la capucha de una gran chamarra ahulada y una
mochila al hombro, no importa la estación, puede ser primavera o invierno.

Se podría pensar que los caminos que recorre son precisos. Por ejemplo, en todas
las ocasiones que pasa enfrente del café de Vera, justo en el borde de la terraza , hace un
cambio de sentido tomando una nueva ruta hacia el centro de la ciudad. La han visto
llegar en sus paseos hasta la calle 72. Esto es realmente asombroso si pensamos que
nosotros la encontramos normalmente en las cercanías de la calle 11.

Nadie sabe en dónde vive, si tiene o no dinero, pero no da la sensación de ser un


homeless. Si alguien le quiere ofrecer algo, tiene una respuesta selectiva y distante.
Prefiere no hablar y sólo hace ciertas indicaciones en situaciones muy necesarias.

Cuentan que era maestra de arte; una mujer bella de situación económica estable.
Pero, indudablemente, algo violentó su vida al grado de llevarla a dirigir toda su voluntad
(tal vez su ansiedad) en una actividad específica.

Vera piensa que la mujer tiene la enfermedad del caminar y yo prefiero creer, en
cambio, que ella actúa así porque sólo caminando puede no estar enferma de un
naturalizado sentimiento de pérdida.

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Si así es, la gramática del Tiempo Muerto ha devenido una propuesta performática
vital. Una conducta con secretos pero sin encierros. Un cuerpo atravesando una ciudad,
dibujando una línea continua en un mapa de rutas invisibles sin salidas ni llegadas.

14 de junio

Mi amiga 333–87 ( éste es un dato indicial ) es un ejemplo de perseverancia.


Convive con múltiples mundos y sujetos sin perder la conciencia rectora de sus
planteamientos: Considera y presume que los diferentes puntos de vista se reúnen con
armonía después de enfrentar múltiples embates tendientes a la integración. No siempre
logra sus fines pero su característica ejemplar le permite rescatar a los heridos en la
batalla y volver a luchar por el mismo fin.

Esta perseverancia no ensombrece sus dones de belleza y simpatía. Una fuerza vital
que te atrae sin dejar de reflejar tu propio deseo. Y, hablando de deseos, la semana
pasada discutimos hasta deshacer la mayor parte de los hilos conductores.

El efecto provocó un extraño y ambiguo matiz de Tiempo Muerto. Por una parte se
detuvo el deseo de explicarle quién soy independiente de su mirada, y por otra, mi
afinidad afectiva entró en una caja negra de la que brotaron mensajes metálicos
demandantes de respeto y coherencia, una suerte de freno donde ya no importaba lo
discutido sino la imposibilidad de toda fundamentación comunicativa. Las respuestas
drásticas marcan con inútiles trazos la fluidez del deseo.

18 de junio

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Después de la difícil discusión terminé cenando unas flautas de pollo en un
Sanborns. Salsa y bilis devinieron los componentes de una mixtura con invisible reacción
en su inicio. Siguiendo el planteamiento de mi amigo, el ya citado profesor James, mi
estómago se convirtió en un escenario de Tiempo Muerto que se trasformó 6 horas
después en un intenso dolor acompañado de una sensación de creciente debilitamiento .

Pasé horas desangrándome, sin darme cuenta. Ya para la tarde del día siguiente
Jorge me acompañó, diríamos que medio me cargó, hasta una clínica donde me
inyectaron suero y realizaron una panendoscopía tratando de averiguar la gravedad de mi
daño.

El ritual médico fue menos molesto que el de la toma de mis cuerdas y sin embargo
considero que era más peligroso: me inyectaron un sedante al tiempo que acomodaban
un freno plástico entre los dientes con un orificio por donde podía pasar (sin temor a la
mordida) un tubo flexible óptico que permitiría conocer con claridad mi estómago.

A la mitad del proceso, mientras dormía, me cuentan que mis pulmones se


detuvieron. Pasaron algunos segundos en que todos me llamaban buscando una reacción
y al final, como es de suponerse, respondí… Pero ¿de dónde partía esa reacción corporal
que mi conciencia no alcanzó a percibir?

El resultado del examen fue: 1. Hernia hiatal moderada por deslizamiento, 2.


Gastropatía erosiva moderada de cuerpo, 3. Gastropatía aguda de antro, 4. Bulboduenitis
aguda leve y 5. Parálisis parcial de cuerdas vocales.

Vaya nominación técnica para justificar la disfunción nacida de, sin duda, una
continuidad de Tiempos Muertos. Porque nadie podría creer que me pasó todo eso por
una muina sumada con unos tacos. El punto 5 ya era conocido por mi, pero el resto es
una propuesta incomprensible de inusitada verbalidad.

Debo reconocer que el tubo negro que me insertaron es una surte de pincel mágico
que permite conocer paisajes de escombros interiores para Tiempos Muertos aplicados al
cuerpo. Las imágenes forman una secuencia de gran plasticidad con una sensualidad
angustiante: Una nueva serie para mi montaje.

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20 de junio

Hoy realizaré la primera grabación en video para la instalación. Serán las entrevistas
de Laura y Jorge; ambos vivieron la experiencia dramática de la muerte del primer Jorge,
el esposo y el padre.

El lugar de toma es un espacio cargado de memoria ( ahí donde se dio la muerte) y


al mismo tiempo, neutro, sin ninguna decoración o iluminación específica. Enmarco sólo la
gesticulación de medio cuerpo.

El registro de la entrevista será el único momento en que se verán integradas


imagen y voz. La propuesta no busca una narración literal del suceso sino el registro de
una gramática corporal marcada por la propia falta que la origina. Dos maneras de
insinuar la falta: como presencia de una muerte dentro de la narración de la vida y en
correspondencia, la de un cuerpo sin su propia voz. Que el espectador no escuche la
historia constituye la verdadera historia de mi trabajo. Intento separar la gestualidad de un
sujeto afectado, extrayendo asépticamente la ruta ficticia/verdadera del sentido lingüístico.
Es difícil entender el Tiempo Muerto cuando las palabras parecen restituir las imágenes
del pasado.

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Creo que las narraciones deberían tener un espacio diferenciado de presentación.
Por ejemplo, un cuarto negro en el que se inicia el sonido al momento de cerrar la puerta
por dentro. Una suerte de caja negra constituida por voces memoriosas repitiendo la
historia de su pérdida: Un bloque negro y sonoro en Tiempo Muerto.

29 de junio

St-Jean-Port-Joli, aún siendo una pequeña población, tiene varias casas de


antigüedades. En el 248 de Gaspé Est hay un galpón rodeado de mucho terreno, algo
parecido a un viejo granero en el campo, en donde se guardan miles de objetos
integrados al Tiempo Muerto. La diferencia es asombrosa: en el exterior contemplamos la
verde calma sosteniendo la estructura melancólica de un antiguo almacén de la campiña,
y en el interior se abre un mundo pleno de detalles e insinuaciones. Muebles vasijas,
cuadros. Todo aparentemente revuelto en ese fascinante paisaje donde no importa
distinguir las antigüedades de los artículos de segunda mano.

Sin embargo, el propietario, Don Roberto Di Giulio tiene una especial fascinación por
las colecciones, cosa que se vuelve notoria por el contraste que crea combinando
grandes secciones de elementos arbitrarios con rutas objetuales perfectamente
distinguidas.

Hay series de botellas, de pequeñas cajas metálicas, de pantallas de vidrio para


lámparas. Los ordenamientos se hacen más notorios cuando están acomodados en viejas
alacenas que obligan la revisión de peldaño a peldaño en un ritmo horizontal como si
fueran cajas de chocolates ofreciendo memorias.

La más significativa de las colecciones tiene un emplazamiento especial en el interior


de la tienda. En el fondo de la gran estructura se observa un cuarto rematando la parte
inferior del lugar. Tal vez sea un almacén o un espacio habitacional. Su techo integra, con
la curva superior del galpón, un tapanco con forma de una media naranja donde se
incrustan cuatro ventanas increíblemente luminosas en relación con el oscuro ambiente.

Ahí, en ese sombrío y gran nicho, protegida por una trama de vigas cruzadas, un
poco desde lo alto, descubrimos una hilera de sillas antiguas enfrentando el espacio con
una inútil postura. Su ubicación no propone que sean probadas, usadas, refrendadas en
su comodidad (ni siquiera es fácil llegar a ellas). Más bien, están en posición de espera,
en ese espacio intermedio entre la luz creadora superior y el caótico mundo inferior, el de
la planta baja.

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Aquí el Tiempo Muerto toma la metáfora espacial del purgatorio, convirtiendo a la
silla en la figura emblemática de un objeto con memoria latente, concreción matérica de la
pérdida ubicada en el punto preciso donde nunca se confirma la salvación o la desgracia.
En algún lugar ha muerto la concreción del deseo y sin embargo, las sillas esperan.

Creo que he descubierto el elemento integrador de mi proyecto, el hilo conductor de


los múltiples signos del tiempo, el gesto que propone e invita a reposar, a sentarse, a
comprender las cicatrices de la voluntad. Sillas, muchas sillas puestas no para contemplar
el espectáculo de las imágenes, sino para ser los objetos que impulsan la reinvención de
la memoria.

Imagino la escena: los espectadores llegan y se sientan a observar las secuencias


denotativas del Tiempo Muerto sin entender (al principio) que son las propias sillas,
ordenadas como rebaño móvil en la iglesia de Sain Eustache, las que configuran la fuerza
irruptora del espectáculo. Las sillas, esos objetos naturalizados que a su vez, con
asombrosa discreción, naturalizan la ambigüedad que justifica el sentido de la instalación.

17 de julio.

Mi bastón con empuñadura de corte diagonal es otro encuentro de la tienda de


“Second Chance” en la calle Jackson. Ese tipo de remate al final del puño de madera sólo
lo he visto en los bastones del Midwest. No sé si representa un estilo regional o
simplemente es un detalle campirano con algún uso específico, para mí, desconocido.

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El día que lo encontré, había caminado largo rato husmeando los rincones del
negocio sin descubrir nada importante. Hacía apenas dos días de la compra del león, con
toda la emoción que el suceso representaba (ya hablaremos de eso más adelante) y, sin
duda, imperaba en mí un clima de calma sin mucha expectación. En la sección de
paraguas, varas, palos y bastones (un gran jarrón con todo tipo de objetos tubulares) no
había encontrado nada sobresaliente. Las imágenes fotográficas, la cerámica, las cajas y
los pequeños objetos tampoco eran llamativos Los corredores se veían tristes y el poco
público que visitaba el lugar se fundía sin dificultad en el paisaje.

Ya casi para salir, en el ritmo de los últimos pasos, tomé el primer pasillo de
pequeños artículos de vidrio paralelo al aparador de la fachada. Me había llamado la
atención una mesa entintada en color vino con algunos juguetes antiguos entre los cuales
destacaban tres camellos azules transparentes; sin embargo, vistos de cerca, eran burdos
y poco atractivos. Pero… algo, al abandonar la imagen de los camellos, interrumpió la
mirada: atrás de la mesa, en la sombra que dejaba el espacio entre dos muebles, podía
distinguir el cuerpo veteado de un antiguo bastón de madera.

Al tenerlo en las manos pude observar con detalle los múltiples tonos de madera que
se unían en la misma pieza, en ocasiones, constituían figuras en forma de nudo , o
formaban líneas, giros arbitrarios que hacían pensar en un cuerpo de maderas prensadas.

La dueña de lugar me contó que el propietario, un viejo hombre, muerto hace más
de 80 años, lo había usado durante varias décadas antes de morir. La familia había
guardado sus bienes casi un siglo hasta el momento en que fueron enviados a la tienda.
Lo más extraño del objeto , dijo, es su empuñadura. Los diferentes tonos de madera
corresponden a las capas que se fueron desgastando al tallarse en el roce con la mano.

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Efectivamente, las zonas de madera más clara correspondían a la punta y la base
articular del dedo pulgar así como a la parte interior del dedo índice. También el área de
respaldo de la palma estaba marcada.

Al acomodar mi mano sobre las franjas claras de la empuñadura entendí la fuerza


que impulsaba ese extraño diseño. Cada uno de mis dedos caía sobre los lugares donde
estuvieron aquellos dedos, la toma en propiedad de una memoria ajena era perfecta.
Toda la melancolía de otra época se creaba en un objeto impregnado por la textura del
Tiempo Muerto.

20 de julio

Trato de imaginar como se integrarán todos los elementos que han ido y seguirán
apareciendo en el transcurso de estos meses. Desde su inicio, el proyecto propone el
juego de la libre reflexión, un camino sinuoso con múltiples atajos: ideas, pasajes, sujetos,
etc. que permiten aclarar y, por que no, confundir el concepto de Tiempo Muerto. Todo
planteamiento que no suponga una estrategia transformadora, está condenado a perder
su vitalidad.

Así vista, la idea nace de una proposición paradójica: “la fuerza vital del Tiempo
Muerto”. Es ahí, en ese juego de aparente contradicción donde se abre una ruta
experimental con múltiples elucubraciones, ires y venires afectados de sensaciones y
asombros. Si el tema parecía, en principio, surgir de un concepto especial y secreto,
lentamente se ha vuelto cotidiano sin lograr, por supuesto, aclararse por completo.
Cuando pensamos que hemos encontrado la pieza que integra todas las partes, hay un
nuevo ejemplo que se filtra desconociendo la posibilidad de un principio rector.

Esto es fácil de entender. Si lo que buscamos es la marca vital de un vacío, todo


conciencia legalizadora que trate de llenar este vacío, es tan sólo una aproximación.
Pero… ¿cómo trasmitir estas ideas a un público? ¿cómo compartir los mapas imaginarios
que muestran los variados secretos de un paisaje?

El texto, en este caso, es uno de los elementos fundamentales de la propuesta. No


es una información explicativa, sino la voz que determina y, al mismo, confunde los
ámbitos de realidad.

A partir del debilitamiento de las fórmulas de interpretación naturalizadas (la verdad


es un concepto relativo en la época contemporánea),la instalación recrea un juego de
ambigüedad enfrente de los objetos que considerábamos (arbitrariamente) reales.

En este sentido, es necesario imaginar el discurso lingüístico devenido instalación.


No busco, en ningún sentido, justificar la ficción literaria, sino incrementar los planos de
realidad bajo un juego de interpretaciones dudosas (siempre lo son) y múltiples.

-EL TEXTO COMO INSTALACIÓN-,ese es el planteamiento pero… ¿cuál es la


estrategia que integra al público?

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Platicando con Tania, hemos llegado a la conclusión de que sería necesario ubicar
en la sala, una computadora donde la gente pudiera leer el diario y jugar con el texto
creando nuevas posibilidades de lectura.

Un programa interactivo puede mostrar tanto, un -recorrido por día- (un transcurrir
lineal del tiempo),como un -recorrido por ámbitos- (*) que ofrece información clasificada
en -términos de integración- que a su vez abre una serie de -proposiciones específicas-
referidas a segmentos del -recorrido temporal-.

El entrecruce de términos, proposiciones y fechas permite una gran cantidad de


secuencias, algo así como un juego de naipes. Cada visitante podrá realizar diferentes
rutas construyendo en cada caso una argumentación diferenciada.

Si bien el texto ha tomado una importancia fundamental dentro de la instalación, la


imagen conserva toda su función expresiva. En la lectura del interactivo están integradas
imágenes que forman parte de un discurso conjunto y en el espacio físico de la galería se
observarán grandes mosaicos de imágenes en tela, formando planos de cristalización
temporal. Dichos mosaicos constituyen impactos visuales referidos a la vivencia del
Tiempo Muerto sobre mi cuerpo.

25 de julio

Hoy recogí en el consultorio las tomografías computarizadas de cuello que me


hicieron hace tres meses, buscando nuevas informaciones sobre mi estabilizada afonía.
Esta es la primera ocasión que las puedo ver con calma. Entiendo que son tomas
laterales que cortan de perfil una parte de la cabeza y cuello, como un descarte de
rebanadas imaginarias que dejan ver múltiples planos en la zona estudiada.

Visto así el propio cuerpo deviene un conjunto de mapas que señalan diversas
zonas de condensación transformadas de manera sutil en cada una de las imágenes. El
espacio interior como una máquina conformada por densidades que distinguen músculos,
masas carnosas, vértebras, etc.

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Todo esto algo tiene de seductor y siniestro. Casi de manera inconsciente busco los
“nudos blancos” que definía el doctor Arana (aquel macabro personaje de Piglia) como
los mitos que marcan la gramática de la experiencia; El decía que todo lo que los
lingüistas nos han enseñado sobre el lenguaje está también en el corazón de la materia
viviente, que el código genético y el código verbal presentan las mismas características.

Bajo este planteamiento podría imaginar nudos de Tiempo Muerto bloqueando las
funciones mis cuerdas vocales. Así, una pérdida incrustada en mi cuerpo podía desfigurar
mi voz.

Los nudos blancos por supuesto debían ser intervenidos, indicaba nuestro ficticio
doctor, y los neurólogos de su clínica podían intentar la operación en el cerebro. Pero, por
suerte, las recomendaciones médicas no tan ficticias, si bien, no encuentran la solución,
no son tan dramáticas. Sólo puedo decir que la realidad física que comprendo es otra: el
cuerpo sólo reconoce su Tiempo Muerto en la marca de una función vital.

2 de agosto

Esta tarde me encontré con Omar. Él me ha apoyado de manera ingeniosa y amable


diseñando el interactivo de la presentación. Ha integrado todos los elementos que
propuse permitiendo manipular la información con gran facilidad. En el primer diseño que
me mostró la semana pasada, las imágenes presentaban un problema: estaban fijas
durante la lectura del texto, esto provocaba que la información visual podía verse antes
del texto, desapareciendo así, el factor asombro. A este respecto, él propuso mostrar sólo
un pequeño segmento de la imagen (que la convierte en un diseño abstracto) ubicándolo
en la parte superior derecha. La imagen completa se abre al señalar, ya sea el propio
segmento o un pequeño símbolo integrado en el texto. El resultado fue excelente.

En cuanto a las palabras que indican los desplazamientos que puede seleccionar el
usuario, decidimos cambiar los términos habituales proponiendo una surte de poética
instrumental:

Inicio………………………… origen
regresar……………...……… memoria
adelante / atrás…………….. opmeit / tiempo
idioma……………………….. espacio (de la mirada)

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Se escogió la palabra -origen- para indicar un sentido primero, a cambio del inicio de
un proceso mecánico. El uso de la palabra -memoria- solamente se remite al paso
anterior del usuario, en cambio la combinación -opmeit / tiempo- se refiere a la secuencia
en la que fue escrito el diario respetando la linealidad de dicha secuencia.

En algún lugar era necesario sugerir la espacialidad dinámica creada por el


interpretante lingüístico del espectador. Cambiar el término idioma por la síntesis -espacio
(lugar de la mirada)- denota el papel que juega el idioma en la construcción de la realidad.

10 de agoto

Caminar por alguna ciudad, seguir las rutas arbitrarias que se crean por llamativos
encuentros, imaginar estrategias que integran múltiples interpretaciones, son actos que
permiten unir diferentes situaciones en una sola secuencia y el sentido que las une tiene
que ver, en muchas ocasiones, con las ociosas gramáticas del vacío y la ausencia.

Pongamos un ejemplo: inicio mi marcha (un poco sin saber a dónde ir) en la calle
Alfred, al llegar a Arago doy vuelta a la izquierda y continuo derecho hasta desembocar en
la calle Saint Vallier. En la secuencia que he indicado, la percepción del espacio se ha ido
extendiendo considerablemente. La primera calle era muy estrecha, la segunda un poco
mas amplia y la tercera es ya un espacio abierto, una avenida que ofrece, en la acera
izquierda, la vista de una plaza ubicada en la parte más baja de la ciudad y en la derecha
toma el borde de un gran muro de piedra que marca el límite con la parte alta del antiguo
Québec.

En el mismo lado derecho aparece una escalera metálica muy alta, con varios
quiebres y direcciones la cual permite la integración de los dos niveles de la ciudad en esa
sección del camino. Un poco más adelante hay un gran bloque rectangular unido a la
piedra que se eleva hasta el borde superior Es el Ascenceur de Faubourg.

Pero mi punto de interés se ha ubicado en otra parte. Antes de llegar a la escalera


en un pequeño terreno junto al muro de piedra puedo observar un espectacular
anunciando ropa interior para caballero. Vemos un joven en blanco y negro, cuasidesnudo
(sólo portando una trusa), acostado sobre una mesa de ping pong, con la cabeza vuelta a
la cámara .Si bien el cuerpo tiene una posición seductoramente relajada algo en el
conjunto me insinúa un deseo detenido. Paradójicamente todo parte de la cercanía. Vista
a una distancia de 15 metros, la extensión de la imagen causa asombro. La piel deviene
un territorio vasto, liso y semibrillante que poco tiene que ver con la conciencia íntima del
cuerpo.

Cada vez estoy más convencido de que la sensualidad se relaciona con la memoria
de lo próximo, con lo ajeno próximo y sin embargo aquí, mientras más me acerco a la
imagen, el territorio se vuelve más deshabitado.

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Al salir del elevador, en la parte alta, podemos tomar la calle Sainte Claire que
conduce a un nuevo ascenso, una cuesta de 5 calles con cincuenta pasos cada una,
desembocando en la calle Sain Jean. Al frente vemos una tienda con un gran toldo café
llamada “Le Temps Retrouvé . Meubles a lancienne” . Adentro, en la vitrina, se distingue
la réplica de alguna antigua mesa de la región, pero…¿Qué podemos encontrar en esa
copia de una forma pasada?

Tal vez sería más interesante descubrir el sentimiento de falta en frente de un


antiguo objeto y llenarlo de la ficción de un nuevo pasado, que crear un nuevo objeto
suponiendo que su forma inspira (perdonando la redundancia) un antiguo pasado.

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Sin embargo, el juego de encontrar un objeto que remite a otro objeto que recuerda
la falta, podría ser una pura gramática naturalizante en las dinámicas del Tiempo Muerto
donde ya no importa la antigua mesa sino el ritual melancólico.

Foerster pensaba que la continua integración de nuevos operadores en una variable


produce a la larga la desaparición de la variable.

Entonces el nombre de la tienda podría ser “Le Temps Mort Retrouvé”. Al final de
cuentas no veo mucha distancia entre el juego de los múltiples operadores de imitación de
la mesa y el joven del espectacular que reitera la memoria gramatica de la ausencia en el
encuentro corporal. Ambos representan un presente ficticio vivenciado la falta.

11 de agosto

En el último año antes de su muerte, Lourdes y yo, habíamos empezado a encontrar


algunas coincidencias de trabajo. Ella construía poemas con múltiples recortes de
imágenes y palabras, yo hacía ensayos de instalación con extraños objetos sobre
antiguas y delgadas mesas. Los dos teníamos preferencia por el tema de los animales y
era indudable en ambos, la intervención de giros surrealistas.

Una noche, estando reunidos en mi estudio, ella comento su interés por hacer un
trabajo juntos. Sentada en el sillón central balanceaba su magnífica pierna derecha
cubierta con una media italiana de sofisticados dibujos (esta imagen tomará una
importante recurrencia en los sucesos posteriores). Lourdes sostenía que por alguna
causa, después de muchos años de conocernos, nuestras metáforas no solamente
habían tomado el mismo sentido, sino que utilizaban las mismas frases y elementos

Desde mi punto de vista, aunque nos veíamos poco (Lourdes era una mujer con la
suficiente intensidad como para no encontrarla todos los días), habíamos descubierto
algunos lugares comunes. Ella decía que cuando yo entraba en planteamientos teóricos
me entendía poco, pero que era fácil comprender de mí todo aquello que movía mi vida y
que, por supuesto, no era necesario entender. Cito algunas imágenes de uno de sus
poemas en que la concordancia con mi trabajo era patente:

araña

ojo de cíclope

arrebatada del cuerpo de una mujer

La imagen que yo había trabajado en la misma época en una de mis instalaciones,


sin haber nunca discutido el tema con ella, era la siguiente:

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Es extraño, al mismo tiempo que veo la cercanía entre las dos propuestas, también
percibo su relación con alguna escondida sensación. Lo mismo pasa con la carriola del
Hotel Bonaparte, siempre la quiero comparar con algo que no recuerdo.

12 de agosto

Casi vuelve a la memoria: se escuchan voces, la bajada con mucho brillo y una
cabeza espiando por el borde de la carriola.

14 de agosto

Hace tres años conocí la capilla de Nuestra Señora de Lourdes, un templo pequeño
hecho a finales del siglo XIX, actualmente encajonado entre varios edificios modernos en
Ste-Catherine, una de las calles principales del centro de Montreal. Es un espacio
sombrío y silencioso ,un lugar estratégico para reposar un breve tiempo a la mitad (pero
fuera) del movimiento de la ciudad.

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Mi primera visita se inspiró en la coincidencia de nombres. Pensar que Lourdes
podía tener su propio templo me parecía un juego divertido. No se si alguna vez se lo
comenté, tal vez sí, pero no recuerdo ninguna respuesta.

En la segunda ocasión, un año después, todo era diferente. Ella estaba muerta y el
lugar se había convertido en una cápsula de su vacío. Todo era un lento movimiento:
recorrer los pasillos, mirar los altares, detener la mirada en el roce de formas sin sentido.
Ni siquiera una palabra o un recuerdo específico. Tenía la sensación de caminar dentro
de un contenedor sin contenido.

En la visita de ayer, el templo volvió a tomar su forma original, todos los espacios
figuras y ornamentos correspondían a aquel mi primer encuentro. Tal vez el ambiente era
más íntimo y al mismo tiempo más ajeno.

Sin embargo, al final del área central, junto a la entrada de la sacristía, descubrí una
escultura que creía no haber visto antes. Sin duda, era la imagen de nuestra Señora de
Lourdes cubierta de un baño dorado. El conjunto de reflejos provocaban un halo
fantasmal que si bien, desdibujaba los rasgos, aumentaba el impacto sobrenatural de la
figura. Lo primero que pensé fue tomar una foto, pero, bajo el ambiente sombrío del
templo era imposible trabajar con luz natural. No me quedó otra posibilidad que aceptar
los efectos inesperados de una iluminación de destello.

Mientras buscaba soluciones técnicas se acercó el encargado del lugar pidiéndome


le enviara copias de las imágenes que estaba haciendo. Me explicó que hacía algunas
semanas, esa escultura, perteneciente al torreón más alto del remate superior de la
fachada, había sido retirada (en la imagen se observa el aura de luces que quedo flotando
sobre la marquesina superior), para recibir un baño de oro y que dentro de dos días
regresaría a su espacio en las alturas.

53
Mi interlocutor, Paul, era un joven inmigrante rumano que hacía pocos meses había
empezado a trabajar en la iglesia. Antes de despedirnos me indicó la importancia de la
presencia de Lourdes, cerca, aquí, entre nosotros; pues durante un siglo no la habían
movido de su distante lugar y, pasaría mucho tiempo para que lo volvieran a hacer.

En una de las imágenes que tomé, el rostro de la escultura aparece con una
inversión tonal sobre la base dorada. Esta transformación lumínica crea una suerte de
toque surrealista que sugiere más una figuración ritual asiática que un emblema de la
cristiandad.

El Tiempo Muerto puede constituir juegos de interpretación que se extienden en


forma rizomática. Más adelante seguiré hablando de Lourdes.

15 de agosto

Regreso a un concepto fundamental en el proyecto:

Para que haya una representación gramatical del Tiempo Muerto es necesario que
se desvirtúe o falte, con toda claridad, un elemento del discurso, y que ese elemento sea
detectado por el público como una necesidad no cubierta. Cuerpos que narran sin voz,
gargantas que indican letras sin sonido, registros médicos que en su repetición y tamaño
pierden el sentido denotativo, sillas antiguas vacías que esperan el deseo del usuario,
mapas de diseños interactivos que esconden su propia información.
.
También es necesario que todos estos elementos interactúen creando un espacio
total.

16 de agosto

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La galería está formada por dos grandes cuerpos rectangulares de proporciones no
muy precisas. La entrada cuenta con un espacio menor cuadrangular que al integrarse al
primer cuerpo (Sala A), constituye un gran tiro de observación.

La Salas A y B están unidas y funcionan como un solo espacio. Sin embargo, se


puede marcar una frontera imaginaria señalada por una viga de madera que corre en la
parte superior, una diferencia de planos en la pared del fondo y una columna que por su
ubicación central constituye un eje de rotación.

El muro más largo de la Sala B (paralelo a la división imaginaria) cuenta con cuatro
ventanas que dan a la calle. Su ubicación sobre el mismo eje horizontal y su idéntico
tamaño producen un juego de repetición formal.

Si bien, no había pensado la galería con iluminación exterior (en mi primera visita
esas ventanas estaban cerradas), sería interesante valorar como se integra al sentido
repetitivo de mi propuesta.

Es importante que las cuatro ventanas con todos los efectos lumínicos que producen
pertenezcan a la gramática de la instalación y que no sean sólo una suerte de lámparas
de luz de día que iluminan el espacio.

Hasta ahora sólo he imaginado tres mosaicos fotográficos impresos sobre tela; es
posible que anexe una última serie también en forma de mosaico que ilustre la posibilidad
de una gramática interna en el Tiempo Muerto,

Las imágenes deben estar separadas de las paredes con una distancia mayor de
la que supone un montaje sobre muro y sería conveniente que los bloques de imágenes
no siempre estuvieran ubicados a la misma distancia de los fondos ni sobre los mismos
ejes topográficos. La iluminación podría ser desde atrás o frontal; esto dependerá de las
ventanas y de la transparencia de la tela.

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Los mosaicos deben dar la sensación de flotar mostrando un contraste entre la
fuerza de las imágenes y la ligereza de los materiales.

17 de agosto

Omar me enseñó la sábana de diagramación que está utilizando para diseñar el


interactivo de la instalación . Es un gran plano con una retícula cerrada donde se integran
las funciones creando franjas horizontales de diferentes colores.

La imagen que se produce en este plano de diagramación muestra claramente el


sentido de mi trabajo, supone una elaborada codificación grabada en el interior de un
sistema. la cual es completamente hermética para todo aquel que no tenga un
conocimiento especializado del tema.

El funcionamiento del sistema puede ser conocido por todos, pero la maquinaria
organizativa es irremediablemente secreta.

El planteamiento del Tiempo Muerto supone una información de pérdida de deseo


grabada en el interior de una memoria, que transforma tanto las situaciones como las
conductas, y esta información funciona como un código secreto del que sólo conocemos
las manifestaciones que produce.

Con esta reflexión no quiero decir que el interactivo que presenta la instalación
Tiempo Muerto es un Tiempo Muerto, sino que su sistema de codificación secreta puede
ilustrar metafóricamente el sentido de algunas propuestas del proyecto. Por ejemplo, la
serie de las cuerdas vocales muestra la formación o deformación de un código secreto,
médicamente desconocido, que produjo una disfunción.

19 de agosto

Ya estoy plenamente instalado en el estudio que hace esquina con Christophe-


Colomb. El sábado pasado encontré en una tienda de Montreal la reimpresión de un
concierto del trío de Bill Evans grabado en 1961 el Village Vanguard en N. Y. y ahora es
justo la noche para sentarme a escuchar todo el disco, pero en especial, My foolish heart.

En la década de los 60s, mi padre tenía el interés de recorrer en automóvil algunas


zonas del sur de los Estados Unidos. Por suerte, algunas veces, el consideraba divertido
ir con toda la familia. Los viajes eran largos y pesados, sin embargo, la fantasía y la
expectación los convertían en aventuras siempre deseadas.

No se cuándo ni en qué momento me encontré con esa melodía, yo creo que fue en
diferentes ocasiones, tal vez en la radio cuando viajábamos, en algún evento, en un
restaurante o una tienda. No, no lo sé. Lo importante, ahora, es que al escucharla
regresan a mí las imágenes de aquellos viajes. La llegada a las ciudades en las noches
de lluvia, las antiguas avenidas con grandes edificios, los cafés, las tiendas. Regresa el
olor de los viejos hoteles y la frescura fatigada en las máquinas de aire acondicionado.

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Pero más intenso que todo aquello, es el recuerdo de las horas de viaje en el carro;
semidormido, recargado en la columna de la puerta o en el hombro de alguien,
imaginando (para pasar el tiempo) todas las posibles (en mi corta experiencia) fantasías
sexuales. Encuentros, sorpresas, obsesiones realizadas en lugares extremadamente
comunes o en parajes desolados. En esos saturados y promiscuos encierros de familia,
maletas, cobijas y sudores dentro de un automóvil recorriendo una autopista, mi mente
encontraba espacios y cuerpos de asombrosa extensión y desnudez. Todo pasaba lento,
con la meticulosa precisión de los mundos privados.

Pienso en ese lugar imaginario, esa cápsula, burbuja con planos y desplazamientos
independientes más parecidos al sueño que a la realidad donde yo tenía pleno dominio
del objeto de mi deseo y recibía la complacencia de mi propia voluntad.

Esa experiencia de la sexualidad nunca regresó en mis prácticas adultas. Entiendo


bien que la otredad tiene, por principio, una participación incontrolable en la vivencia
erótica, sin embargo, en ocasiones, descubro gestos irrefrenables como ecos de aquellas
antiguas ficciones.
Me sobrecoge esa melodía porque me inserta nebulosamente en una marca en la
memoria, en una sombra del deseo, en un Tiempo Muerto rezagado en that old foolish
Herat.

20 de agosto

Algunos pequeños objetos contienen una doble fuerza de atracción y tienden a


crear, desde el primer instante de encuentro, la duda de su uso, de su función.

Siempre me detengo en las vitrinas de antigüedades buscando extraños recipientes,


viejos juguetes, asombrosas figuras, y cuando digo asombrosas, no me refiero a las
simples exageradas deformaciones. Me interesan más los rasgos mínimos que hacen
dudar (de manera casi imperceptible) sobre los estados de realidad de las cosas.
Imaginemos, por ejemplo, un pequeño y antiguo elefante de madera que representa,
claro, a un elefante, pero observando el color de su colmillo derecho, también podemos
llegar a verlo como el guía de una colonia de lagartos de plástico.

Me dirán que eso es un antiguo tema del surrealismo, cosa que es cierto, pero yo
intento hablar de algo diferente. No me interesa tanto el descubrimiento de otro plano de
la realidad, como la ambigua consistencia que toman los materiales y las formas ante la
inestabilidad creada por algunos objetos dinámicos. Peirce los llamaba dinámicos dando
importancia a su siempre necesaria transformación interpretativa. Pero ¿qué pasa cuando
en un mismo objeto compiten dos conciencias de realidad que alteran de manera alterna
la percepción? Ya lo he dicho con anterioridad; para mi, esto es, sin duda, el principio de
una instalación.

Los teóricos comentan que en este tipo de producción artística, el espacio debe
estar integrado como elemento fundamental y, en eso, estoy plenamente de acuerdo si
dicho espacio es entendido como el lugar de la mirada donde interviene la ambigüedad
interpretativa.

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Regreso a la tienda de Second Chance en la calle de Jackson. Ya hemos hablado
alguna vez de aquel mágico león de cerámica. Lo vi por primera vez hace más de cinco
años en la ventana de la tienda, tenía un color café verdoso, diríamos que aceitunado, las
pesuñas y los colmillos perfectamente delineados en un tono marfil brillante, su cuerpo
echado levantaba la cabeza observando un lugar alto, más alto que el horizonte. Y sus
ojos, esos intensos ojos miraban algo con asombro y vehemencia, miraban algo que
justificaba y al mismo tiempo confundía su intención misma de representar un león.

Tiempo después, en otro viaje, lo encontré en la misma ventana y en el mismo


rincón. Fue entonces cuando decidí preguntar. El encargado me contó que había sido
hecho en el siglo XIX en china , pertenecía a un antiguo nacimiento, en el que también
las bestias salvajes, participaban en la adoración del hijo de dios.

Los nuevos datos confirmaban la ambigüedad interpretativa. No sólo era un león


sino que (siguiendo aquel juego Barthiano), diríamos que -aquellos ojos que yo miraba
habían visto al hijo de dios- y por tanto reflejaban la inconcebible pertinencia de lo divino.

El león era costoso y tardé varios años en decidir comprarlo. A veces pienso que
siempre estuvo, sólo para mí, en el mismo lugar; hasta el pasado julio, cuando lo lleve a
casa.

Lo tengo en una burbuja, en un recipiente de vidrio de un antiguo mostrador de


dulcería. Ahí está mi querido objeto en Tiempo Muerto, separado del mundo… esperando.

21 de agosto

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Baie-Saint-Paul es una pequeña ciudad al borde del San Lorenzo, relativamente
cercana a la ciudad de Québec. Una hora y quince minutos en automóvil.

Desde hace 22 años ahí se lleva a cabo un Simposium Internacional de Arte


Contemporáneo.

En la actualidad, una de las características de dicho evento es la realización de un


taller abierto donde artistas de diferentes países, trabajan durante un mes, día tras día, de
las 12 a las 5 de la tarde, conviviendo con el público. Esto sucede en un gran salón con
diferentes stands (uno para cada artista) donde la gente puede recorrer el espacio de la
manera que quiera y encontrar respuesta a sus dudas.

La propuesta intenta, no sólo crear encuentros con las obras artísticas (cosa que es
común), sino también con los creadores; los cuales, responden a preguntas, explican
procesos y formulan conceptos que permiten seguir el sentido de su trabajo.

Si bien la idea parece atractiva, hay algunos problemas que se presentan en el


desarrollo de proceso y, no estoy seguro si no están inscritos en la propia concepción del
proyecto.

Uno de los artistas invitados me comentó sobre el desencanto que se produce


después de las dos primeras semanas: por una parte el trabajo diario de relación con el
público en determinados horarios crea la sensación de un proceso laboral rutinario, y por
otra, los observadores que en un principio se integraban como música de fondo
devinieron un tema de especial importancia. Si la idea fuera formar un colectivo de
creación esto sería perfecto, pero si el fin era ver el espacio de producción de un artista,
algo hacía ruido.

Al pasar de los días el interés y la fuerza innovadora disminuyen dejando paso a un


ritmo de producción mecanizado donde el descubrimiento toma un matiz demostrativo (la
gente espera comprender un proceso). Así se conforma una maquinaria sintáctica
autónoma que intenta mostrar lo que, sin querer, aniquila.

Uno de los problemas que enfrenta el artista es la distinción entre visión y mirada,
entendiendo la primera como una competencia cultural y la segunda como una sensación
indeterminada. El conflicto entre ambas genera procesos de ruptura, transformación y
estabilización de modelos significativos.

Un punto importante a indicar es que, tanto la visión como la mirada pertenecen al


artista, el cual se reconoce en ese conflicto interior. Pero si, en el momento de producción
se comparten con un público no determinado por la voluntad del propio artista, el deseo
(nunca satisfecho) que impulsa el acto de creación, deviene la satisfacción del deseo del
otro (produzco la forma de la memoria de mi mirada para cubrir tu deseo).

Pero ¿cómo hacer llevadero ese tiempo donde la satisfacción ajena genera el
desvanecimiento de la propia voluntad?

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22 de agosto

En el camino de regreso descubrí un gran anuncio al borde de la carretera, en él se


veía la cabeza de un orignal (algo parecido a un alce), con la leyenda “les animaux ne
sont pas toujours sur les panneaux” (los animales no están siempre sobre las señales).
Pero, ¿qué quiere decir esto?

Una primera lectura nos dice que hay que recordar a los conductores que los
animales no son solo dibujos, que habitan en el bosque y pueden salir en cualquier
momento. También entendemos que salen poco porque de lo contrario no sería necesario
ese letrero.

Pero revisando el texto en un segundo nivel entenderíamos que los signos no son la
realidad y que estar habituados al encuentro de un signo no implica que de vez en
cuando, no se nos aparezca lo real. Parecería que hemos olvidado que la realidad es
independiente de la significación y que todo lo que no percibimos con los signos
(normalmente sólo entendemos a través de ellos) podría estar allí y manifestarse.

Pero, ¿no será ese el gran problema de nuestra época? que les hemos dado, sin
darnos cuenta, el estatuto de realidad a los signos y que todo aquello que no esté
significado no tiene por qué ser real.

Durante siglos, siguiendo antiguas tradiciones filosóficas, hemos confiado en una


realidad esencial, independiente de nuestro pensamiento, la cual es nombrada a través de
los signos. Es esta actitud ontológica la que nos obliga a sintetizar signo y realidad. Si
aceptáramos que la realidad siempre es relativa (el orden lo inventamos nosotros para
comprender el mundo) y por tanto limitada a nuestro ámbito (también relativo) de
interpretación, podríamos entenderla como posibilidad más allá de los signos, al tiempo
de saberla comprensible sólo a través de ellos.

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Cuando pienso que soy la memoria y la práctica de lo que tiene un significado en mi
vida, acepto, al mismo tiempo, que no soy todo aquello que nunca ha tenido significación
o que la ha perdido ya sea por olvido o por rechazo.

Es indudable que hay un remanente, un apreciable bosque lleno de venados (por


poner algún nombre) de diferentes tipos: unos incomprensibles, a veces sensuales, y
otros nacidos en el registro del deseo perdido.

En ocasiones, de manera inesperada, aparecen en el camino, obligando a disminuir


la velocidad o detener la marcha. Algunos salen de la parte del bosque hecha del Tiempo
Muerto para indicar que la realidad está marcada de manera incomprensible por una
pérdida (pero no una desaparición) del sentido.

23 de agosto

Posdata del 21 y 22 de agosto

. la creación artística
. los antiguos afectos
. mi voz
. los cementerios
. etc. ………….. ne sont pas toujours sur les paneaux

25 de agosto

Buscando ilustrar los alces del bosque regresé al archivo de la serie Stil-Morte hecha
en Banff en el año 2000. Al estar revisando las imágenes aparecieron nuevas ideas sobre
el tema de los signos, los animales y el bosque.

Si el letrero nos indicaba que los signos no son la realidad, qué sucede cuando un
elemento de la realidad es integrado artificialmente al estatus sígnico. Pongamos por

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ejemplo los animales disecados; si bien conservan algunas características del mundo real
al que pertenecían, podríamos decir, que se han integrado al espacio de la
representación. Si quisiéramos utilizar nuestra antigua leyenda diríamos que - les animaux
ne sont pas toujours sur les panneaux, mais les panneaux mangent parfois les animaux -.

Si decimos (de manera muy general) que el signo es algo que representa algo para
alguien, podríamos imaginar fácilmente la diferencia entre representación y realidad, en la
primera, el signo (el primer algo), si bien está presente, tiene por función primordial
mostrar otra presencia (el segundo algo); es decir re-presenta algo. En cambio la realidad
presume como valor primordial su estado de ser (se da simplemente como algo), de
hacerse presente, independiente de que pueda representar muchas cosas para diferentes
interpretes.

Es indudable que los animales están presentes en el interior del bosque (de lo
contrario no pondrían letreros) y que las señales de la carretera son representaciones.
Pero las cabezas de búfalos, alces, osos enteros y/o en partes, patos silvestres, carneros,
marmotas, venados, etc. son cosas que parecen flotar entre dos aguas: aparentan
presencia vital, y al mismo tiempo, presumen ausencia de vida (es por eso que los
cuelgan sobre las chimeneas sin ningún peligro).

Sin embargo, todas las re-creaciones de este tipo proponen un campo


representativo perfectamente definido: la cabeza del león (por suerte desactivado)
representa sin duda un león vivo, sólo en los laboratorios de taxidermia el animal disecado
es un proceso autónomo.

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La ciudad de Banff es el paisaje ideal para este tipo de representaciones, es posible
encontrar en cualquier lugar toda suerte de animales completos o en partes, reciclados
para fines decorativos: Tiendas, restaurantes, salas con chimenea, comedores, etc.
Inclusive, hay un museo que presenta una colección iniciada a principios del siglo XX.

Una gran parte de habitantes y viajeros que llegan a esa zona ecológica presumen
su gusto por la naturaleza y su fascinación por los animales salvajes. Sin embargo, no les
provoca la más mínima impresión la gran cantidad de animales muertos colgados por
todás partes. Este hecho indudablemente confirma mi teoría; ellos ven representaciones
de vida y no presencias muertas. Para alguien que no tenga la intención de justificar el
mundo desde el asombroso esplendor de la naturaleza, la colección de fauna revitalizada
podría parecer macabra.

Después de toda esta reflexión quien podría dudar de la fuerza potencial de Tiempo
Muerto que ofrecen los animales disecados. Cada hocico, cada pelaje, cada cuerpo,
representan la fuerza de una vida, pero no la del animal, sino la del emprendedor
propietario que descubre su propia creencia del valor, la furia o la ternura (según sea el
caso) reflejadas, contenidas en ese cuasi-animal al que alguien, en otro tiempo (valga la
indicación) interrumpió su deseo.

26 de agosto

Philippe y Jacques presentarán un espectáculo en cuadrafonía el día del vernissage.


Quieren crear una improvisación a partir del tema de mi propuesta. Hemos platicado
sobre diferentes posibilidades de integrar en la música el concepto de Tiempo Muerto:
formando silencios en el discurso sonoro (algo debe de faltar), recreando trazos
melódicos marcados en la memoria, improvisando paisajes que entretejan la sensación
reflexiva en el fluir musical de los instrumentos. Hasta ahora entiendo que tocarán contra
bajo y guitarra pero eso aún puede cambiar.

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Esta tarde he comentado con Philippe algunos pasajes del diario, él se identifica de
manera asombrosa con la propuesta. Platicábamos de algunos giros de “las ciudades
invisibles” y su relación con mi trabajo. Si bien, Calvino en voz de Marco Polo narra
ciudades imaginarias que llenan de presencias la ausencia de imágenes que tiene el Gran
Can sobre la bastedad de sus territorios y yo narro sucesos que generaron ausencias
presentes y situaciones que re-presentan una ausencia (hasta ahí todo es distinto), en los
dos casos el binomio ausencia / presencia es fundamental, así como también ambos
textos están constituidos por una trama de signos y deseos que van constituyendo un
juego de repeticiones.

27 de agosto

Si insisto en los animales disecados es porque, al final de cuentas, ellos ejercen


sobre mi una especial fuerza seductora. En mis cotidianos paseos por las tiendas de
segunda mano, siempre que distingo unas plumas, unos ojos fijos o una cola paralizada
en la maleza de abandonos, experimento una sensación confusa, una mezcla de ternura y
asombro.

Entiendo con claridad que cualquiera de esos animales hubiera querido (al menos
por un instinto biológico) continuar su vida, y que una situación inesperada truncó el
proceso. También reconozco (en principio) que por surte no tengo (aún) ninguna memoria
responsable sobre su estado actual… pero, balanceándome en esas reflexiones (tal vez
un poco fuera de lugar) descubro el deseo de platicar con ellos, de decirles quiénes son,
cómo se llaman y, sin duda, después de algún tiempo sé que podría contarles esas cosas
del pasado que (trataré de ser franco) sólo se cuentan a un animal muerto.

Silvestre, por ejemplo, lo encontraba cada semana colgado sobre la puerta de la


oficina de mi amigo Gillo, quien descubría con simpatía y discreción, la atracción
melancólica que inspiraba en mí ese pato. Este personaje café polvoso a medio vuelo
había sido, en otro tiempos, modelo de prácticas de dibujo y tal vez con el uso había
perdido su tono natural y siniestro.

Un día de final de cursos, Gillo me lo regaló. Recuerdo el regreso a casa preocupado


por el posible quiebre de las alas o alguna desviación en su frágil cuello. Pero no, llegó al
departamento sin agresiones significativas. Lo acomodé sobre mi cama a manera de
relieve en la parte superior de un antiguo espejo.

Todas las mañanas al abrir los ojos, lo encuentro 2 veces. Primero al que es la
representación de un pato vivo (Silvestre) y en seguida, su reflejo que es la
representación de la representación. No miento al decir que el buen amigo se transforma
a partir de mi ánimo. Si estoy contento le brillan los ojos, si estoy triste toma tonos
plomizos. Como vemos, la indudable marca de su Tiempo Muerto le permite recrear, casi
de manera instantánea, el aura de mis deseos.

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Pero algo quisiera señalar, un extraño fenómeno. El reflejo de Silvestre, es decir, la
imagen del espejo, no se transforma nunca.

En este juego de repeticiones, la última representación, tal vez, algo pierde.

28 de agosto

Algunas secuencias cinematográficas muestran los mágicos usos de la taxidermia.


Recuerdo “Psicosis” y la fascinación de Norman Bates por los pájaros disecados, aquella
sala que le servía de fondo para introducir a Marion en su concepto de “trampa”, una
suerte de Tiempo Muerto que transformaba la vida de forma irremediable en el cual ella
estaba a punto de entrar de la misma manera.

Norman, si bien tenía preferencia por los pájaros, había hecho trabajos mayores
como el de su madre. Es fácil imaginar cómo ese cuerpo remodelado le permitía crear
todo tipo de pasados posibles, inclusive, el de la neurótica señora escondida en la antigua
casona. Regresando a la propuesta de Hawking diríamos que la inversión temporal de la
flecha cosmológica facilitaba la creación de nuevos pasados.

En esa histórica escena, Norman está sostenido por una serie de objetos (madre y
pájaros) que alimentan su memoria e incrementan la trampa. En cambio, Marion trata de
salvar un primer suceso que indudablemente creará una ruptura en su vida, cuando, un
segundo suceso borra todo, inclusive la memoria del primero.

Algo similar al caso Marion sucedía en otra famosa película “Vestida para matar”: La
dama no tiene tiempo de salvar las consecuencias de su reciente enfermedad venérea
debido a su intempestivo asesinato en el elevador.

Pero no tiene objeto seguir en la línea fatal de estas dos heroínas, puesto que todo
deseo detenido como un efecto final es tan sólo un suceso dramático, es necesario que

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los hechos provoquen nuevas y silenciosas consecuencias en la vida de algo o de alguien
para que pueda configurarse el sentido propio del Tiempo Muerto.

29 de agosto.

Poco antes de salir de México, revisando promociones editoriales, en una librería me


encontré con el objeto perdido en el café de la Gran Vía. Recordé al joven lector de
mirada incisiva y especiales manos, así como mi decisión de abandonar toda intención de
leer el libro.

No sé qué me impulso a tomarlo en mis manos y llevarlo. Sin duda, podría servir
como ejemplo del rencuentro de lo perdido en momentos de intensa depresión, pero
había algo más , un filo de curiosidad…

Hace pocos días en una de esas tardes fatigadas, decidí comenzar a leerlo, tal vez,
en el fondo, yo esperaba descubrir un secreto, pero lentamente fui perdiendo esa
esperanza. En principio, nada tiene que ver con el tema de ciencia y ficción que yo había
imaginado. Es un común thriller americano en el que todos los personajes se reúnen en
un nebuloso conflicto hereditario, así que lo que sobra en el inicio es el objeto, y al final es
el deseo.

Debo reconocer que el desenlace de la trama no está lejos de mi propuesta


temática. Ray, el personaje principal recorre la novela, escondiendo en bolsas, almacenes
y cajuelas, una fortuna semi-heredada de dudosa procedencia y, en las últimas 10
páginas, pierde todo.

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Pero hablando de pérdidas, ahora veo los efectos que podía provocar leer el libro.

¿Acaso puedo aceptar que ese fuera el tema de lectura del joven viajero?

¿Aquel joven, sigue siendo el mismo personaje en mi memoria?

¿La portada para un tema de ciencia y ficción sólo formaba parte de mi proyección
imaginaria?

Parecería que la estabilización del deseo conforma diferentes niveles. Es muy cierto
que no leer el libro era perder un deseo antes de poder imaginarlo, pero al leerlo descubro
que antes de esa pérdida estaba la construcción de un personaje ideal que sin duda, en
esta segunda vuelta también se ha desvanecido.

Rota la burbuja sólo queda la gramática del recuerdo:

Podemos decir, que era un joven de mirada vehemente con manos suaves y firmes
que leía una novela sin importancia, enfrente de la Gran Vía.

30 de agosto

St-Paul es una calle ubicada en el viejo puerto. Tiene un aire pálido, con esporádicos
trazos de color insertados en el interior de algunas vitrinas. Durante años, ahí se han
ubicado galerías, pequeños cafés y tiendas de antigüedades. Es un lugar para caminar,
para ver.

En mi primer recorrido he buscado detectar el tono de las diferentes tiendas y tal


vez, localizar piezas que podrían participar o crear una imagen en mi montaje. No tengo
definido con precisión qué clase de objetos quisiera encontrar (todo es posible), sin
embargo, hay algunas preferencias ya trazadas en el ritmo del texto.

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Los bastones, por ejemplo, siempre son bienvenidos. Pero, regresemos un poco en
el tiempo. En un principio, mi interés respondía a una necesidad. Cuando aparecieron las
primeras secuelas de un antiguo accidente automovilístico, me vi forzado a usar el
primero y, la única manera de deshacerme de los desperfectos emocionales que dejaba la
molestia dolorosa, era regalarme uno nuevo (antiguo) cada cierto tiempo.

Después de dos años tengo algo parecido a una colección, y paradójicamente, su


uso se ha vuelto menos necesario; tal vez, es un efecto terapéutico en el que la
saturación de bastones ha inhibido la disfunción. En fin, actualmente, sólo para caminar
largas distancias o estando cansado es que necesito un apoyo.

El bastón es un objeto de Tiempo Muerto con doble función, por una parte señala la
falta de una antigua gestualidad y por otra, ofrece, siempre, nuevos pasados imaginables.

Al recorrer la antigua calle descubrí que en esta ciudad no hay un gran mercado de
bastones antiguos o… tal vez hay lugares especializados que no he descubierto.

En una pequeña tienda llamada Boutique A La Capucine, encontré uno que sin ser
algo muy especial, podríamos decir que tiene un sombrío encanto. Su manubrio de hueso
se une a la madera nudosa por una franja metálica de forma irregular creando un conjunto
sobrio, triste. Quedé de pasar después para medir la altura.

Pero, aparte de mi interés por el bastón, diría que la pequeña tienda tiene un raro
carácter. Es difícil encontrar montajes de objetos antiguos que destraben algo en nuestro
interior, que insinúen un indicio de alucinación. Sin duda, debe haber una especial
sensibilidad en la selección de los objetos pero sobre todo, un discreto humor al
combinarlos.

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El propietario Yves Bourget con toda amabilidad, me ofreció la tarde del miércoles
para fotografiar su tienda.

31 de agosto

Las antiguas carriolas de niños son objetos que también me seducen, pero de una
manera distinta; en realidad, sólo tengo registro de vagos recuerdos y extraños
encuentros. Me provocan una sensación más grabada en el cuerpo que en la memoria: la
garganta se vuelve conciente del aire y a veces, tengo el presentimiento de un olor lejano.
Es como si algo encerrado tras mi memoria pudiera regresar.

En el recorrido por St-Paul encontré una del siglo XIX, negra con algunos mínimos
detalles en terciopelo deslavado gris. Qué asombro, la carriola era alta y grande. De
seguro los niños de aquella época viajaban más cerca de las manos de la madre y con el
cuerpo más expuesto. Diríamos, que la vitrina móvil era francamente aparatosa pero con
colores sobrios. Sin embargo, ahí, no pasó nada. El objeto era extraño, sin resabios.

1 de septiembre

La fachada de la tienda es blanca con dos grandes aparadores laterales y una


puerta central. Esta luminosidad externa contrasta con el espacio interior, el cual, en un
primer momento, se percibe como un ambiente saturado y oscuro.

En la pequeña sala se integran dos tipos de iluminación, la luz de las ventanas que
se filtra entre los objetos expuestos y la de las antiguas lámparas repartidas en el interior,
sin embargo, el lugar es sombrío. Sin duda, ese es su primer encanto.

En un primer recorrido visual sólo distinguimos las secciones brillantes,


provenientes de las lámparas, que forman territorios y crean los límites de lo visible, pero,

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si ponemos más atención, entre las secciones de luz, se descubren zonas fronterizas
plagadas de objetos borrosos, latentes.

Acostumbrada nuestra vista a ese ambiente, ubica dos conjuntos de objetos. El


primero central, suma de elementos integrados a la mitad del espacio en un bloque de
notoria profundidad. El segundo periférico, cubre las paredes, es superficial y continuo.
Los conjuntos están separados por un pasillo que permite el tránsito de los visitantes.

Al fondo, en el lado derecho aparece un escritorio, también antiguo, integrado al


conjunto periférico. Desde ahí, don Bourget lee, observa la tienda, se levanta, platica con
los clientes, regresa, escucha mis ideas sobre el tiempo y atento afirma, con repetidos
movimientos de cabeza, todas mis creencias.

Su confianza está plenamente justificada, él comprende el origen de mi visita.


¿Quién podría buscar en una tienda de antigüedades algo más que su propia memoria?

Lo central y lo periférico son dos fuerzas que deben actuar en la instalación; la


primera implica la profundidad en volúmenes específicos y la segunda la textura espacial.
Una absorbe y la otra proyecta. Podría modificarse su ubicación pero no el efecto; las dos
fuerzas deben mantenerse juntas. Los objetos podrían estar ubicados en el espacio
interior, utilizando la primera fuerza. Los mosaicos visuales, desde la segunda,
propondrán texturas proyectivas (potentes y al mismo tiempo ligeras).

Al terminar el recorrido circular aparece, justo abajo del piso interior de la vitrina
izquierda, una pequeña escalera que desciende al sótano. Este nuevo lugar es de menor
tamaño y su iluminación es plana, continua. Los objetos han sido acomodados con un

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cierto descuido. Parecería un pequeño almacén rústico con muebles y cosas que se
esconden una tras otra formando zonas de abandono.

La utilización del espacio es diferente a la sala superior, aquí el visitante se ubica en


el lugar central de la pieza y observa las diferentes capas de almacenaje. Por ejemplo,
hay una silla que ha quedado en el límite de la lejanía ( una esquina al fondo) y presenta
cierta dificultad para su rescate, en cambio, a una jaula que está en una zona de creación
reciente, se le puede tocar con sólo estirar la mano.

Arriba, el sujeto camina por una vereda intervenida por una doble tensión lateral
(recordemos el bloque central y la continuidad periférica) y viaja en una suerte de
expedición, descubriendo pequeños mundos. En este segundo nivel el cuerpo gira sobre
si y, sin mucho movimiento y expectación, la mirada desentraña el paisaje.

La relación entre el espacio y los objetos puede transformar la actitud perceptiva


del público. El espacio, no sólo rodea a los objetos, sino que, de manera silenciosa (no
necesita signos aparentes para indicar) configura la voluntad deseante.

3 de septiembre

Philippe interviene cada cierto tiempo con nuevas ideas. En un principio nos
reuníamos para comentar el texto de la instalación y sugerir algunas posibles
aproximaciones musicales, pero lentamente, iniciamos un juego de intercambio de
imágenes relacionadas con el proyecto, que se une casi naturalmente a mi dinámica de
trabajo. La propuesta es pensar y sentir, desde muchos lugares cotidianos, los trazos
significativos que generan un montaje plástico.

Esta mañana me envió un correo con una cita de Oscar Wilde:

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“Puedo imaginar un hombre que haya llevado una vida perfectamente banal, y que,
escuchando por azar algún segmento de una música fascinante descubre,
repentinamente, que su alma ha pasado, sin saberlo, por terribles experiencias y
conocido espantosas alegrías, salvajes amores románticos y grandes renuncias”.

Si un mueble antiguo, puede crear pasados futuros, Philippe propone la música


como un medio de recreación de memorias, como un espacio de integración del Tiempo
Muerto.

6 de septiembre

Cada día siento más necesario plantear las concepciones de tiempo y espacio en mi
propuesta de instalación, trato de buscar desde diferentes planos perceptivos y saberes,
alguna lógica reflexiva que refleje el orden-desorden de mi trabajo.

Como ya he dicho antes, desde mi punto de vista, la instalación crea un espacio de


ambigüedad en la percepción y concepción de los objetos, diríamos que hace aparecer un
plus que transforma su endurecida materialidad, ofreciendo nuevas espacialidades
propositivas.

Para profundizar un poco en esta idea, tal vez, es necesario introducir un juego de
interpretación (inspirado en la lógica triádica de Peirce) que me permite distinguir tres
conciencias del tiempo y, cómo éstas se ordenan dando el sentido de una instalación.
También considero fundamental, la propuesta de Kabakov, quien plantea el concepto de
espacialidad, el cual, puede ofrecer una visión alterna integradora. Estas aproximaciones,
en principio, ofrecerán las herramientas fundamentales para ubicar la ruta actual de mi
propuesta.

Como principio, a manera de metáfora trato de imaginar tres conciencias temporales


que expliquen cómo nos enfrentamos a la experiencia de obras artísticas de instalación .
Estas son:
La sensitiva que corresponde a un tiempo primero, cualitativo, vivencial, un presente
sin memoria: Siento sin recordar ni imaginar un suceso futuro.

La perceptiva, referida a un tiempo segundo, relacionado con la experiencia de lo


real, un presente con memoria: Percibo el mundo que reconozco como real.

La prospectiva, dirigida a un tiempo tercero, proyectivo, de predicción de nuevos


mundos, una expectativa con memoria y necesaria transformación: Comprendo y diseño
mi actitud futura.

Veamos como interactúan.

En la instalación se busca, en principio, crear la experiencia de un tiempo segundo,


objetual, diríamos que real, donde un espectador está presente en un evento, pero no
enfrente (como ver un cuadro) sino dentro de él.

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En dicho evento descubrimos la pérdida de una lógica discursiva estabilizada. Por
ejemplo, se presenta una escena profana dentro de un lugar artísticamente sacro (un
museo o una galería), o se intensifica la función de uno o varios elementos dentro de una
escena cotidiana, y hasta podríamos llegar al colmo de presentar un montaje tradicional
de galería dentro de un espacio hecho ex profeso para instalaciones. Todo esto con el fin
de des-fasar, des-coyuntar, des-habituar los mismos objetos de esa realidad provocando
un tiempo primero, cualitativo. Es importante indicar que normalmente participan objetos
bien comunes sólo que, al perder su sentido han quedado en un espacio de cualidad, de
ambigüedad.

Todo este proceso, indudablemente, está dirigido a un público que realiza, desde un
parámetro subjetivo, una respuesta proyectiva (expresa o no) reorganizadora,
conformando así, la conciencia de un nuevo tiempo tercero.

Kabakov considera este proceso no sólo desde el tiempo (hace una clasificación de
objetos relacionados con el pasado, el presente y el futuro) sino también a partir del
binomio espacio-objeto y explica la instalación como un fenómeno de espacialización
artística.

Él piensa que, históricamente hablando, en el reino del arte, han existido tres
manifestaciones fundamentales: el fresco, el icono y la pintura. Las tres tuvieron en
común, un periodo donde su naturaleza era inmaterial e irreal (mostraban algo que no era
una cosa), pero cuando llegaron a instaurarse plenamente devinieron materiales y reales.
Él nos dice: “En el lenguaje plástico, uno podría decir, que en el principio, ellas (las
manifestaciones) eran espaciales y luego se objetivaron (se convirtieron en objetos)”.

La cuarta manifestación, para nuestro autor, apenas se ha iniciado en la época


contemporánea y es la instalación. En ella, el encuentro con la especialidad, vuelve a ser
un factor primordial.

Ahora vayamos específicamente a mi proyecto: éste supone, en principio, la acción


común del tiempo atravesada por un sujeto deseante que, integra la motivación sensible
de un tiempo primero, en el espacio de realidad de un tiempo segundo, construyendo
transformaciones en uno tercero.

Pero si esta acción pierde, por alguna causa, la motivación sensible del deseo,
muere una parte fundamental de la conciencia del tiempo: su cualidad vivencial (este es el
principio del Tiempo Muerto).

A partir de este proceso, nuestra realidad, formada por las naturalizaciones de


nuestra conciencia perceptiva, absorbe las cicatrices que deja la pérdida de cualidad de
un tiempo primero y las cristaliza en la memoria conductual física y afectiva.

Cada vez que escribo una idea presento una cicatriz cristalizada que se abre al
ámbito de la espacialización, se queda ahí para ser trabajada y reformulada por la mirada
(tiempo tercero) de los otros.

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Pero las imágenes por otra parte (sin perder relación con el texto) generan un juego
de secuencias que flota en la propia espacialidad de la sala. La sensación es intensa pero
la materia es ligera. Sólo los objetos en la sombra me hablarán del pasado (de eso
hablaré mas adelante).

Así, en mi instalación, se integran dos fuerzas, por una parte el diario del Tiempo
Muerto anunciando la pérdida del tiempo primero y el juego grupal de múltiples
interpretaciones y por la otra, la estrategia de montaje aligerando el peso de lo real ya
sea espacial o temporalmente.

No es posible comprender la viveza del Tiempo Muerto sin desarticular la rigidez de


la materia, del tiempo segundo, tan lleno de objetos y sucesos; ya hemos dicho en varias
ocasiones, que no nos interesan las causas materiales sino los efectos.

Mi instalación pretende (siguiendo la propuesta de Kabakov) no sólo espacializar los


objetos, sino tejer sobre el espacio un manto de cicatrices del tiempo… como una piel
mutilada por hoyos negros que devienen luminosos en el juego de azarosos recuerdos.

Tiempo y espacio se han confundido en imágenes, formas y palabras que se unen y


desunen creando rutas, ritos, juegos.

El texto es la maquinaria que articula las deshabitadas huellas del deseo, pero
también es la naturaleza espacial imaginaria que demuestra metafóricamente la
ambigüedad del mundo, y que deja brillar, los bordes, las marcas, las diferencias.

8 de septiembre

El domingo pasado Marie me llevó a Botines, La Boutique Du Collectionneur en el


boulevard St-Laurent, en Montreal. Otra tienda con doble vitrina y puerta central, sólo que
más relacionada con el giro de segunda mano que con el de antigüedades. El hecho de
poder ubicar la diferencia entre estos dos tipos de establecimiento, nos lleva a
comprender por qué, casi siempre, se confunde la línea de mercancía que manejan.
También, nos permite distinguir los límites, muchas veces transgredidos, del ámbito de las

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antigüedades y sobre todo, valorar la extensa y seductora propuesta de los negocios de
segunda mano.

En las tiendas de antigüedades los objetos están separados, sacados del mundo
común para mostrar su pasado, purificados por el criterio de un conocedor, por el
tratamiento (no siempre satisfactorio) de los restauradores, por las pretensiones de un
barrio, por el gusto de una clientela, y por algunas otras razones que tienden a justificar su
selecta presencia y elevado costo.

Indudablemente, esta mercancía está dirigida a un público privilegiado no muy


extenso. Sin embargo, hay un mercado intermedio mucho más amplio que, si bien
mantiene la oferta de interesantes piezas, al mismo tiempo, promueve la venta de objetos
de dudosa procedencia, obligada vejez y afectado gusto.

Bajo el mito de antigüedad y rareza se pueden encontrar una gran cantidad de


tiendas que venden cualquier cosa que parezca vieja.

Un poco al contrario de lo que he dicho, en los locales de segunda mano hay una
oferta menos pretenciosa, ahí se encuentran los sobrantes, los desperdicios (no
perecederos) de la vida cotidiana y, como se pueden imaginar, en este rango caben todo
tipo de cosas: desde la burda chatarra hasta finos muebles escondidos bajo capas de
pintura y polvo.

Diríamos que todo se ofrece en estado bruto, de no ser por las extrañas
clasificaciones que crean secciones y hasta departamentos en el interior de este tipo de
tiendas. Cada negocio tiene su peculiar manera de presentar las cosas, las visiones
pueden ser desde obsesivo-temáticas, hasta confuso-melancólicas. Las colecciones de
don Roberto en la avenida Gaspé y las mesas todo-de-vidrio de la calle Jackson son
propuestas claramente diferenciadas.

He usado la palabra “extrañas” pensando en mi dificultad para comprender, en


ocasiones, los criterios de clasificación , por ejemplo, cualquier cosa pequeña pude caer
en la vitrina (que nunca falta) de “especiales”, iluminada con luz neón .Al principio yo
pensaba que esto respondía a su elevado costo, y en muchas ocasiones así es. Sin
embargo, en muchas otras no y más bien puede mostrar el sentido de gracia formal
asumido por el encargado de la tienda.

Los bastones, los palos de golf, los paraguas, las plumas de avestruz, y todo aquello
que se acerque a una forma larga y tubular podría estar en el departamento que llamaré
“artículos del futuro”, jugando un poco con otra propuesta de Kabakov (ya extenderé la
idea más adelante). Pero no hay ninguna duda que estos mismos objetos se pueden
encontrar en cualquier otra parte, como por ejemplo, colgados (los que así lo permitan) en
algún cancel metálico o biombo de diseños exóticos, dando coquetería al conjunto.
También pueden aparecer entre dos libreros o estar acomodados como un toque de
elegancia encima de una mesa de centro.

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Los ceniceros pueden pertenecer a múltiples sistemas: ser una extensión de la loza
y artículos de vidrio o , mantener su sección independiente para integrar la formaica, el
plástico, la madera, el metal y otros. De todas maneras siempre hay uno que otro
acomodado estratégicamente en cualquier parte, posiblemente con el fin solidario de
comprensión a grupos de angustia, puesto que, normalmente, está prohibido fumar en
estas tiendas.

Pero regresando a la calle St-Lauren. Botines, el nombre de la tienda, hace


referencia al apellido del dueño; personaje catalán que hace 38 años inició el negocio. Él
conoce varios idiomas y los integra de forma continua y arbitraria en un solo discurso.
Podría pensarse que ha interiorizado la gramática de su entorno: objetos y palabras se
conjugan saturando el espacio de múltiples sentidos.

El ambiente interior es oscuro, con grandes vitrinas rodeadas de cuadros, imágenes


porno, paisajes; mesas y estantes saturados de pequeñas formas: botellas, resortes,
tornillos, cucharas. Al fondo, en la penumbra, se distinguen instrumentos metálicos, y
lámparas de piso rozando los bordes de candiles y abrigos de dama. A la izquierda, un
segundo cuarto con muebles, animales disecados, baúles y cajas.

La especial densidad del lugar me hace pensar en otra suerte de clasificación que
diluya la simple concepción utilitaria de los almacenes, siempre creo que los visitantes de
esos lugares no sólo transformamos la memoria de ciertos objetos sino que también
descubrimos espacios latentes con grandes posibilidades plásticas.

Regreso otra vez a ese fascinante texto de Kabakov “La instalación total” en el que
clasificaba los objetos en relación al tiempo. Claro que, él indicaba que debían
encontrarse dentro de una instalación para no confundirse con los espacios de la vida
normal. Pero… ¿esos espacios están integrados a la realidad cotidiana? ¿no será que
las tiendas de segunda mano son un almacén de repertorios secretos para la construcción
de instalaciones? En fin, este lugar me hace pensar en los múltiples juegos interpretativos
que ofrecería el texto nombrado.

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Citaré algunos ejemplos de los objetos y sugerencias relacionadas con el pasado y
el futuro, propuestas en la clasificación del autor. No marco el presente, puesto que en él,
Kabakov supone al observador mismo, viendo la espacialización del mundo que lo rodea.
Cualquiera de nosotros podría integrarse a esa experiencia.

Para el pasado:

Objetos donde el tiempo pasado está localizado; pinturas, pequeños objetos,


grupos de pequeños objetos; basura, chatarra; cosas fácilmente reconocibles en la
vida diaria: platos, sillas, etc.; telas, trapos: toallas, abrigos, sombreros; cualquier
cosa metálica, aparatos domésticos, etc.

Los objetos del pasado se integran en igualdades y conjuntos y no tienen


pretensiones de exclusiva atención, se ubican en espacios borrosos y sombríos, en
algunos casos pueden estar guardados en cajas en donde no es fácil examinarlos.

Para el futuro:

Cualquier cosa de extraña apariencia que se reconoce como familiar a nosotros,


cualquier tipo de texto, aquello que tiene forma de marco, cualquier objeto con
tendencia a ser un hoyo o una grieta, todo lo que es angosto y largo.

Los objetos del futuro se muestran exclusivos, intrigan con su presencia, tienen un
lugar notorio, están iluminados y se encuentran en pedestales plataformas etc.

Indudablemente cada ejemplo y cada distinción suponen una transformación de la


conciencia de las cosas, una gramática fantástica que permite imaginar nuevas maneras
de vitalizar el Tiempo Muerto.

9 de septiembre

Esta mañana regresó a mi memoria la plática con Don Abraham Botines en aquel
sugestivo escenario. Me habló de muchas cosas: Barcelona, los viajes, los clientes, el
negocio, la esposa y, en algún momento, platicando de las exposición que preparo,
comentó algo que llamó especialmente mi atención: “si es artista, quiero decirle que aquí
vienen muchos como usted, pero alguien que no tenga imágenes que encontrar, no puede
buscar nada”.

Por suerte encontré una vieja piel de oso blanco, con cabeza incluida.

10 de septiembre

Nuevamente en Sain-Jean-Port-Joli; la avenida Gaspé atravesando el pueblo, la


iglesia de techo rojo, el pequeño restaurante de la plaza y sobre todo el mágico y
asoleado cementerio.

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Michele y Nathalie, me han ofrecido quedarme dos noches en el lugar destinado a
los residentes del centro Est-Nord-Est, aprovechando que no llegarán los nuevos artistas
hasta la próxima semana.

La casa se encuentra en la parte este de la avenida, poco antes de llegar a la tienda


de antigüedades de Don Roberto. Es un pequeño Chalet de muros blancos con un
pesado tejado negro sosteniendo las tres buhardillas superiores. El pequeño pórtico, las
ventanas y los bordes del tejado están delineados por un filo rojo óxido que encierra el
conjunto en un aire de precisión, sin embargo, al acercarse se perciben múltiples detalles
de abandono que nos llevan a una percepción ambigua del lugar. Diríamos que viéndola
de lejos provoca confianza y seguridad , y al aproximarse se descubre un sentimiento
melancólico.

En el interior, los techos son bajos, tal vez con el fin de poder calentar, con mayor
facilidad, el espacio en invierno. Está amueblada sin algún estilo específico, más bien se
han integrado elementos útiles reciclados que permiten una comodidad desapegada. Es
difícil saber si los muebles se integran al abandono de la casa o si simplemente habitan
en ella.

En ocasiones el tiempo muerto crea capas ambientales no completamente


integradas donde se forman cojines de vacío intermedio. Entre el sillón de tela raída y la
madera reseca de una columna hay 60 años compactados, invisibles, sin memoria
aparente, que forman un extraño eco de ausencia. La sensación podría parecerse (en un
mínimo grado) a la que experimentamos al ir en avión y entrar a una bolsa de aire; como
si al voltear la cabeza en algún momento, al cambiar la mirada a otro objeto, se debilitara
la estabilidad del espacio.

El comedor y la cocina están integrados en un solo ambiente que se conecta con un


cuarto posterior y da salida al jardín trasero. Al fondo, a muy poca distancia, está el San
Lorenzo. Lo que me interesa de ese cuarto es que ahí no hay muebles que interrumpan

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las huellas originales de la casa. Algún objeto ha quedado abandonado desordenando el
vacío, pero en general percibimos la ausencia con seductora intensidad.

Muros y closet de madera en azul con blanco, un linóleo con dibujo, pero neutro, un
banco, un extraño objeto semi-ventilador y el aire amarillento, ensombrecido, fatigado.
Ese es el espacio secreto de la casa, públicamente secreto porque todos pueden
contemplarlo y al mismo tiempo presentir el silencio vital de una memoria, sin datos, sin
informaciones, sin recuerdos.

11 de septiembre

Después de un año, la tienda de don Roberto no ha cambiado mucho; el galpón del


negocio de antigüedades se conserva muy parecido, inclusive, la mayoría de las
colecciones se encuentran en el mismo lugar. En la parte del sótano abrió una pequeña
tienda con alimentos dulces producidos en la región y cambió el nombre de todo el
negocio atendiendo a su incursión en esta nueva rema comercial: Le Moule a Sucre.

Le comenté, con el mayor detalle posible, mi propuerta de instalación en la


CHAMBRE BLANCHE indicando la importancia que habían tomado las imágenes de su
negocio. Leímos algunos textos y me contó un poco la historia y funcionamiento del lugar.
¡Caray! La tienda recibe durante cuatro meses (solamente se abre en verano) 20 mil
visitantes, y el 75 por ciento, llegan entre el 15 de julio y el 20 de agosto.

De esa numerosa asistencia, sólo el 20 por ciento compra algo. No cabe duda que la
vivencia recreativa del Tiempo Muerto tiene un público silencioso de gran actividad.
Quiero imaginar esas 16000 personas recorriendo los pasillos, deteniendo los ojos en los
pequeños detalles de una caja, de un mueble, de una botella, sin siquiera comprar algo.
Eso es lo que se podría llamar un deporte discreto y amoroso: asistir a esa gran casa
abierta a la mitad del campo y depositar en alguna textura, en algún brillo, sobre la
superficie de un antiguo aparato, las tímidas fracturas de la memoria.

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En esta ocasión tuve la oportunidad de subir al tapanco de las sillas y desde allí
observar el otro lado de la tienda. El espectáculo era increíble. Era como el salón de venta
de finiquito para un citizen Kane popular-contemporáneo.

Le pregunté a don Roberto si era posible llevar algunas de las sillas para incluirlas
en mi instalación y aceptó con gran amabilidad. También le pedí que me permitiera hacer
su retrato dentro de la tienda e igualmente accedió.

Creo que la imagen muestra con asombrosa claridad la exuberancia del territorio.
Del otro lado del galpón, a la altura del tapanco, aparece otra hilera de sillas, pero ahora
colgadas en el muro. La idea de formar un anillo constituido por la repetición de un
elemento alrededor del espacio nos permite imaginar ejes escondidos bajo la aparente
arbitrariedad del conjunto, como si el tiempo escondiera secretas estructuras pasadas
delineando senderos de invenciones futuras.

12 de septiembre

Las últimas semanas había buscado carriolas antiguas que se acercaran a mis
vagos recuerdos, pero en todas las tiendas donde preguntaba me decían que no eran
fáciles de encontrar. Alguien, inclusive, me indicó que había una ley que prohibía su venta
puesto que los materiales viejos podrían ser peligrosos para los niños, si fueran usadas
nuevamente.

Pero hoy, cambió la suerte. En un garage aux puces (también ubicado en un galpón
con remate superior de media naranja) de la pequeña ciudad de L'Islet-sur-Mer, encontré
la carriola que puede servir para mi montaje: estaba en el primer piso, exactamente atrás
de la fachada, debajo de la curva del techo. Al terminar la escalera que llevaba a la planta
alta, se le podía distinguir con facilidad.

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El toldo, el bastidor con suspensión de resorte, el diseño de las ruedas están
hechos con un aire de los años setenta. Aunque no es muy vieja lleva ese toque que
insinúa un recuerdo, una sensación que no alcanza a tener nombre.

En el mismo lugar encontré un bastón con un estilo natural y simple (casi una vara
doblada) que, según el dueño de la tienda, era usado por los pastores de la región. La
madera muestra su veta natural sin ningún barnizado ni protección, el manubrio es largo y
crea un dobles inusualmente extendido.

Hay días en que todo llega junto. Un poco más tarde, Jean y yo tomamos la ruta 132
con dirección al este. Él me propuso detenernos un momento al borde de la carretera en
St-Roch-des-Aulnaies para ver una pequeña capilla de finales del siglo XVIII. Al llegar
descubrí que estaba erigida a la memoria de Nuestra señora de Lourdes.

El lugar tiene una amable simplicidad. Un altar blanco con detalles amarillo mostaza,
una cruz superior, dos floreros laterales sosteniendo delgadas varas y una larga vela
negra al centro.

Es en el Tiempo Muerto donde se repite la mirada, donde las cosas retoman el


nombre de una falta. Es como la piel que muestra, sin presunción, una huella, un lunar,
una mancha, tal vez ya vista, pero de nuevo retomada por el asombro. Algún resabio
queda de las olvidadas tardes de sol.

13 de septiembre

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Al ampliar la imagen de la capilla descubrí algo que no vi en el momento de la toma.
En la ventana izquierda se observa el costado de un automóvil estacionado en la vereda.
En un principio, estaba molesto con la presencia de ese objeto artificial interrumpiendo la
imagen. Hubiera querido quitarlo, arrancarlo, para dejar sólo, el verde de los árboles al
fondo.

Pero algo ha cambiado: he llegado a la conclusión que el estorboso elemento


representa la huella indirecta de mi presencia, puesto que es el automóvil que conduje
para llegar allí. Entre el lugar del conductor (el “yo” anterior a la toma”), y el interior de la
capilla (el “yo” de la toma) se encuentra el altar, insertado entre dos tiempos, cristalizado,
silencioso, solemne.

15 de septiembre

Algunas noches al regresar de la tienda, encuentro a un hombre alto, maduro, casi


viejo, de pelo blanco y corto, acompañado de un perro, de complexión media, negro,
criollo, con aire labrador (tal vez es sólo mi deseo), pero no mucho.

El hombre camina doblando el cuerpo hacia delante al nivel de la cintura, los


grandes pasos fluyen de manera firme, pero con un discreto quiebro, como si las piernas
hicieran la constante corrección de su propio movimiento. El rostro es duro, severo, de
mirada ansiosa. Los músculos de su mandíbula siempre se están moviendo en un juego
de contracciones que provoca la imagen de alguien que toma decisiones urgentes.

El perro, por el contrario muestra una actitud relajada y cadenciosa, sin reflejos
bruscos ni respuestas de defensa (no creo que sea joven), su conducta tiene algo de
comprensión y recuerdo. Cuando levanta los ojos hacia el amo, no lo ve de frente, sino
sólo rozando la mirada; pero tampoco parece un perro maltratado sino, más bien, tímido,
cariñosamente tímido.

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En algunas ocasiones ellos realizan un extraño espectáculo. Nuestro buen hombre
ha construido un pequeño carro de dos ruedas con plataforma de madera natural que se
une con dos delgadas tablas y un cinturón a los costados del perro. Sobre la plataforma
hay una caja alta, un prisma rectangular, también de madera natural, con la parte superior
descubierta.

Nunca he estado tan cerca como para espiar dentro de la caja, sólo alcanzo a ver
algunos bordes negros brillantes. Imagino que son bolsas de plástico (comúnmente
usadas para basura) conteniendo algo difícil de llevar en brazos. No creo que sea
pesado, puesto que el perro camina sin esfuerzo, jadeando, pero sin esfuerzo.

La caja, que debe tener un metro de altura, es una verdadera tentación. Es difícil
verla y no querer saber su contenido. Si estuviera acomodada en una esquina, junto a un
puerta o en la entrada de una tienda, sería innecesario observarla, pero al desplazarse
con perro y hombre se inicia el rumor de un deseo, una voluntad de alcanzarla, de
preguntar, de descubrir lo innecesario.

Los dos están unidos por una cadena larga (tal vez tres metros, que enlaza mano y
cuello, permitiendo un tejido de rutas cruzadas donde perro y carro avanzan poniéndose
al frente, haciendo que el hombre cambie de mano la cadena, alcance por el otro costado,
rebase y espere la siguiente maniobra del perro.

A veces pienso que ambos juegan a cargar cosas, a llevar algo sin importancia a un
lugar cualquiera, a incitar a los otros a conocer la asombrosa obviedad de un juego… es
tan fácil: algo nace y se pierde dejando una marca invisible, un ritual sin la forma
aparente. Un rumor, un reflejo, un silencio.

16 de septiembre

El año pasado murió mi perra Welby. Una labrador blanca de carácter


temperamental y al mismo tiempo dulce. Se llamaba así recordando a aquella dama
inglesa de principios del siglo XX con la que Peirce mantuvo correspondencia por nueve
años. En alguna de las cartas, el excéntrico Charles la ubica como una mujer sensitiva en
diferencia al pensamiento lógico que él manejaba.

Su nombre era un juego que insinuaba aquella relación : todo el orden que
justificaba mi conciencia lógica del mundo se veía quebrado ante un mínimo rasgo de
asombro, inquietud o cariño que, tan comúnmente, ella solía tener. Todo ese cuerpo
andaba siempre por ahí, brincando y sintiendo, jugando a jugar. Pocas veces he sentido
tanta alegre confianza con otro cuerpo vivo.

Una mañana, cuatro meses antes de su muerte, descubrí una protuberancia en su


cuello que, en aquel momento, imaginé no tan peligrosa puesto que se movía con todo el
pelaje. El veterinario encontró una cápsula de un líquido producido por el propio cuerpo
ante alguna posible lesión en la capa interna de la piel y propuso su extracción como
rápida solución.

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Todo marchaba bien hasta que apareció, una semana después de la operación, una
segunda protuberancia conectada de alguna manera con la primera. No quiero ni puedo
hablar mucho de aquella historia, sólo diré que se hicieron 7 operaciones y que en cada
una, la perra perdía un pedazo de piel, hasta que fue imposible que ésta alcanzara a
cubrir su cuerpo. El problema entonces fue peor: al no cicatrizar en los bordes, la capa
superficial (la que protege la carne) se fue necrozando. Terminó en un cuerpo al rojo vivo
con una mirada siempre dulce y amable.

La mañana en que la dormimos era un día asoleado, llegué a la clínica cuando todo
estaba listo; recostada sobre la plancha, volteó alegremente la cabeza para ver a su amo.
La abracé murmurando algo y un minuto después, aplicaron la inyección… de un
momento al otro, toda la tensión corporal se relajo, diríamos que se fue la vida. IL ne
restaít l’animal que sur le panneau.

-una interrupción-

Mientras escribo (en el Jazz Café) un hombre maduro, delgado y amable, se ha


sentado frente a mí, en la misma mesa. Me mira interrogativamente esperando algo, un
saludo, una respuesta y luego me pregunta: ¿es usted el señor Plaisance? (Recuerdo la
película “Son frère” donde un joven personaje no podía negarse al deseo de los otros).
Después de un momento de confusión, he contestado no, y él se ha levantado para seguir
la búsqueda. Eso parece un roce de Tiempo Muerto: no poder ser el deseo (¿placentero?)
equivocado del otro.

-regreso-

Nunca se había detenido la vida sobre mi cuerpo, es como si se escapara la


resistencia vital que justifica el deseo, toda esa ágil y ligera musculatura se había
convertido en una masa, en una cosa burda y pesada. Queda un hiato físicamente
sensible en el exagerado peso del otro cuerpo.

-2º interrupción

El señor Plaisance ha llegado: estatura media, edad media, excedido por muchos
kilos, semi-calvo, sonrisa forzada y una bella camisa café a cuadros. Se han sentado a
platicar perdiéndose en algún espacio innecesario.

Jamás hubiera imaginado el estilo de sujeto que implicaba responder


afirmativamente a una pregunta. Es como jugar adivinanzas, no sólo con las palabras,
sino también con los deseos: ¿cuál es el deseo del otro que no eres tú, pero que podrías
serlo?

-regreso-

A partir de aquel día la pesadez tiene otro registro. Se pude referir a las acciones o a
los estados de ánimo, pero siempre, o casi siempre, la percibo como un síntoma de algún
escondido Tiempo Muerto.

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18 de septiembre

Hace diez minutos el hombre del perro pasó enfrente de la ventana del café; en esta
ocasión iba solo. Cargaba dos grandes bolsas de plástico blancas; su andar era el de
costumbre pero, un poco mitigado el desorden por el necesario balance que imponía la
carga. No había vacilación en su dirección, caminaba con una ruta fija, sus ojos miraban
un punto, tal vez virtual, pero específico.

Asombrosamente, nuestro personaje había dejado de ser notorio convirtiéndose en


cualquier individuo que pasa por la esquina de Charest y Caron en el bajo Québec. Creo
que lo reconocí más por el hiato que lo acompañaba, que por su presencia. Para mi (en
esta mañana), él había pasado a ser simplemente, alguien que le faltaba un perro. Pero…
¿qué sucedería con una persona que no lo hubiera visto antes? ¿podría identificar la
ausencia que escondía su conducta? Creo que no.

Sería mejor dirigir mis dudas en otra dirección y preguntarme si su falta no es, más
bien, la mía. De no hacer esta toma de conciencia, entiendo que podría llegar al colmo de
suponer que toda persona propietaria de un perro, estaría reaccionando con actitudes
menguadas, si el animal no viniera acompañándola.

Es indudable que la gramática de la falta reproduce, no el objeto faltante sino la


conciencia de un vacío. Siempre que se integren los fragmentos y circunstancias que
puedan crear una equivalencia con esa gramática, el mundo, de una manera natural, nos
ofrece vacíos.

Este proceso no es un problema sino, más bien una suerte, puesto que, en la
mayoría de los casos, es en estos huecos donde es posible invertir la conciencia del
tiempo. En esa cadena de faltas que alimenta el Tiempo Muerto se pueden crear los
pasados de tantos futuros como sea posible imaginar.

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Esto se oye un poco fantástico pero, en realidad, es bastante común. Es una vía
para construir la sensación de identificación afectiva con el mundo exterior: encontramos
espacios no definidos (perfectos lugares para detectar un vacío) en el universo emocional
ajeno y los convertimos en la causa pasada de un futuro propio.

De todas maneras, no podemos negar (intentando regresar a una experiencia


objetiva), que el dúo hombre-perro de mi narración, muestra un estado de plenitud que es
difícil lograr de manera independiente.

Tal vez debería integrar un perro en la instalación.

20 de septiembre

Ayer fui con Jean a un refugio para perros abandonados. La idea era conocer cómo
funciona el sistema de adopciones y ver el tipo de perros que llegan allí. Tal vez
aparecería un amable compañero de instalación.

El lugar se encuentra en la periferia de la ciudad. Es un espacio aparentemente


neutro con suficiente movimiento. Una oficina al frente, conectada con dos cuartos de
jaulas. El primero, está dividido en múltiples compartimentos que pueden albergar gatos y
tal vez perros de raza pequeña. El segundo cuenta con un menor número de lugares,
pero más espaciosos y por supuesto, está dedicado a los perros de mayor tamaño.
Alrededor de la construcción hay un terreno cercado que debe servir para el paseo y en
algunos casos, entrenamiento de animales. El paisaje urbano no es llamativo:
construcciones simples, calles solitarias, áreas verdes descuidadas. Ni campo, ni ciudad;
un lugar intermedio.

La zona de perros estaba casi vacía (tal vez la voluntad adoptiva se había
intensificado en el transcurso de la semana), sólo había cuatro animales; dos de ellos
realizaban un recorrido con posibles propietarios, una gran perra negra dormía a pierna
suelta, y el último era un perro criollo de estatura media que según nos dijeron, era cruza
de huskey y pastor. La ficha colgada en la puerta de la jaula contenía la siguiente
información: nombre: “copain”, edad: tres años, causa de abandono: enfermedad de su
amo, hábitos: sabe esperar encerrado en jaula cuando esta solo.

El perro estaba humedecido por llevar un buen rato sentado sobre su propio orín y
temblaba intermitentemente. Tenía cuerpo delgado, rostro atento, mirada inteligente-fría.
Su pelo era brillante (de tonos firmes) pero débil; lo tiraba con facilidad.

Llegó el momento de sacarlo a pasear. El animal no respondía a ninguna orden


precisa (o no descubrí la indicación correcta) pero sabia caminar dócilmente junto a la
persona que controlaba la cadena), no jugaba ni volteaba para encontrar la mirada. En
algunas ocasiones me arrodillé para acariciar su cabeza y verlo de cerca, cara a cara,
pero nunca tuve una respuesta personalizada. Mi mano era como el viento, como el ruido,
como alguno de tantos olores perfectamente detectables, pero no tan atractivos, como
para hacer mover una cola. No sé cuál sería la edad de su antiguo amo, pero tenía la
calma de esos animales que han perdido el afecto de su compañero, después de haber

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aprendido a vivir con la vejez ajena. Diríamos que era complaciente pero un poco
insensible.

Me quedé mucho rato pensando si debía llevarlo conmigo. Supongo que ambos
teníamos alguna cicatriz en nuestras relaciones de integración zoológica, alguna
sensación de ruptura más allá de los recuerdos. Las rutas privadas no conforman caminos
sino formas, mutaciones y sorprendentes lógicas; la afonía o la pérdida de pelo son sólo
la nuevas modulaciones de una irrecordable historia.

Había alguien más esperando turno para convivir (que rara palabra) con “copain”.
Era un personaje de aire bondadoso que por segunda vez visitaba al perro, y no dudo que
quisiera partir con él… espero que lo haya hecho.

Regresamos un poco en silencio. En el camino yo pensaba, no en lo que debería


haber hecho, sino en el tiempo invisible que instaura la insalvable distancia. Siempre
pensamos que lo más importante para poder actuar es conocer las piezas y las reglas del
juego, pero ¿es que las piezas son realmente piezas? ¿o las reglas, reglas? ¿no será que
el principio es tan sólo un luminoso desorden afectivo con su estela de sombras y
marcas?

21 de septiembre

A todos mis conocidos les pregunto si saben de alguien que quiera prestar un animal
disecado, para integrarlo a mi instalación; siempre sonríen tratando de imaginar quién
podría tener uno, pero en realidad la taxidermia es una actividad de poco interés en la
región.

Maurice vino por mí para ir a buscar un mono disecado que amablemente quiso
prestar un amigo. Lo tenían guardado en el lugar menos visitado de la casa: un pequeño
cuarto de media altura con grandes tuberías expuestas. Estaba al fondo, solitario,
detenido en un tronco de caprichosas ramas.

Su cuerpo es común, como el de cualquier otro mono, pero el rostro, ese rostro de
simio-cosa, visto de cerca, es realmente desagradable. Su actitud muestra un animal a la
defensiva; el hocico abierto y los labios contraídos desnudan la manchada dentadura. La
lengua de pasta gris forma una onda de repliegue interno mientras los ojos miran furiosos
un supuesto enemigo.

Entiendo bien que lo tuvieran escondido. No tiene el aire de un objeto hogareño,


sería más fácil encontrarlo en alguna exposición de la vida animal, o en alguna
presentación del arte de la taxidermia. Quiero imaginar al experto en estas técnicas
preparando ese cuerpo muerto para mostrar, no sólo la apariencia de vida, sino la
intensidad emocional. Un especial trabajo: acomodar todas las partes, reciclar el sentido
del abandono corporal, reimprimir la intención de una furia perpetua.

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Puse al mono encima de un mueble alto con la idea de aminorar su agresiva
expresión con los efectos, siempre aletargadores, de la distancia. Pero esto no ayudaba
en nada puesto que la sensación de ser visto, con semejante actitud, desde las alturas,
era un hecho aún más desagradable. Una funda de almohada fue la solución; la acomodé
sobre su cabeza como un manto, como un velo que pudiera mitigar cualquier sentimiento
penoso. De un momento a otro, cuando desapareció su expresión bajo la tela, todo
cambió. Por supuesto, no olvidé cómo era, pero entendí que no podía ser de otra manera.

El impacto de la agresión siempre provoca una incapacidad de distanciarnos del


objeto; desaparece la conciencia de la significación mediadora y nuestro cuerpo responde
no a un sujeto específico sino a la insoportable realidad del mundo. Es necesario ese
manto para separarnos de la cualidad insoportable, para entender que el Tiempo Muerto
puede crear imágenes lacerantes y que tenemos la posibilidad de no verlas.

Qué confusiones, comentó Pedro: un animal vivo que no trasmite la intención


afectiva y un animal muerto que proyecta una exuberante angustia.

23 de septiembre

“Hace tiempo dije que regresaría al tema de los muñecos. Siempre los encuentro en
mi recorrido por las tiendas de antigüedades, y en algunas ocasiones, al verlos, descubro
un resabio de viejas memorias (siento que antes me recordaban algo fundamental), como
si en algún momento, hubiera perdido el sentido que me permitía integrar esos objetos a
las palabras. Por supuesto, sé cómo nombrarlos, pero sólo de manera denotativa. Lo que
quiero decir es que al tenerlos enfrente, ya no puedo contar ninguna nueva antigua
historia a partir de alguna antigua nueva sensación.”

88
“En los encuentros con esos pequeños personajes, acostumbro tomar algunas
fotografías para re-trabajar, más adelante, estos nebulosos destellos. La imagen tiene una
mayor capacidad de rescatar luces en los escombros de la memoria”

Los dos párrafos anteriores escritos el 10 de junio están tomados de mi cuaderno de


primeras notas, y los cito en esta fecha por tener una gran relación con un reciente
hallazgo:

En un paseo por “La Brocante de la Corona” (otra tienda de antigüedades de


Québec) tomé la imagen de un una muñeca rodeada de algunos objetos. Más tarde, al
momento de revisar en mi estudio las tomas de ese día, descubrí que ahí estaba la clave
que me podría ofrecer algunos indicios de aquellas viejas memorias escondidas en el
mundo de los muñecos.

Describo la foto: sobre un antiguo sillón floreado, muy cerca de la hendidura que
une los dos planos del asiento, se encuentra una muñeca común, pequeña, no fina, hecha
con un plástico duro color piel, tal vez usado en los 80s, lleva un vestido rosado de
pequeña cuadrícula, las facciones del rostro están pintadas de manera descuidada y en
algunas partes ha desaparecido el color.

La muñeca tiene zafado el brazo derecho y sobre sus piernas se recarga una vieja
charola que muestra en su interior la imagen de una dama de otra época anunciando
Pepsi-cola. El hombro de la muñeca esta cortado por un hoyo negro que debería atraer,
por la tensión de una liga, el muñón del brazo. Pero ya sin tensión, el brazo descoyuntado
ha perdido su posición quedando fuera de lugar; se ha acomodado atrás de la espalda no
dejando ver la mano y el antebrazo. Por una casualidad, la representación de esas dos
partes escondidas se encuentra acomodada sobre las piernas de la muñeca y
corresponde al brazo de la dama del anuncio de Pepsi-cola.

Al momento de ampliar la toma, la imagen de la charola me provocó un especial e


injustificado enfado. Algo me hacía sentir que era preferible no continuar el juego
disparatado de representaciones ficticias: la imagen pintada de un brazo tomando el lugar
de un brazo de plástico zafado y escondido.

Sin embargo, ya no podía echar marcha atrás; ahí había algo: parecía que la mano
del anuncio de pepsi me obligaba a repensar un Tiempo Muerto. Era obvio que al
completar nuevamente el muñeco con el brazo prestado, podía reconstituir las gramáticas
olvidadas. Gracias a la reintegración forzada de la parte faltante, descubría que el orificio
y el brazo caído estaban en el borde de lo que no quería recordar: una memoria
construida sobre una simbolización ficticia de la conciencia afectiva.

Ahora lo veo claro. Eso que en otro tiempo era la imagen representativa de un
cuerpo móvil (un muñeco personal y único con forma humana), se convertía, no en la
imagen representativa de un cuerpo mutilado (bueno fuera) sino en una ficción mutilada.
.
Trataré de explicar esto: cada vez que a un niño se le rompe “el querido muñeco”
con el que ha creado todo tipo de mundos, y del que ha deseado su presencia en

89
múltiples lugares, descubre, no sólo que ya no tiene muñeco, sino que sus deseos
crearon algunas de las primeras prácticas de naturalización afectiva, inspirados en un
objeto inexpresivo y ficticio.

Recrear el pasado de un objeto impregnado de un Tiempo Muerto (aunque sea un


muñeco), siempre es una propuesta seductora, pero utilizar un muñeco como elemento de
apoyo para configurar el inicio de la imaginación afectiva, tal vez sea algo que, es
preferible no recordar.

25 de septiembre

Regreso un poco a la imagen de la muñeca rota, pienso que esta tiene mucho que
ver con el sentido propositivo de mi instalación. Cuando la mano-brazo de la dama del
anuncio me llevó a completar una estructura quebrada hacía mucho tiempo, fue la
ambigüedad sintáctica de la imagen la que me permitió reconstruir mis antiguas
sensaciones ante cierto tipo de objetos.

En el Tiempo Muerto hay un conjunto de marcas invisibles que atraviesan la


conciencia creando sutiles transformaciones en la vida cotidiana. Inexplicables rutas
secretas se extienden en forma de ritornello; juego de desplazamientos múltiples que
configuran territorios de acción y reacción, y que lentamente, al paso del tiempo, se
naturalizan como una suerte de memoria sin recuerdos.

Este proyecto de instalación retoma algunos objetos comunes, los separa de su


contexto y los ubica en el espacio como una oferta de ambigüedad sintáctica. Podríamos
decir que estos objetos, al mismo tiempo que mantienen el carácter denotativo de su
materialidad, se vuelven ligeros, indefinidos y espaciales.

90
He seleccionado cosas e imágenes relacionadas con situaciones y sentimientos
básicos como son la melancolía, el miedo, la disfunción y la muerte, que normalmente
forman significaciones de integración comunitaria. También propongo algunos dispositivos
conceptuales como pueden ser, un interactivo que permite reorganizar la información de
un diario o el juego de formas y luces en el interior de la sala. Pero todas estas estrategias
de navegación tienen como fin intensificar la ambigüedad, para que cada sujeto se
desplace por las secretas marcas de su propia invisible memoria.

26 de septiembre

Hace un mes, en una cena en casa de Maurice, Alberto, un artista mexicano invitado
al encuentro de Baie-Saint-Paul, nos contó sus dudas e investigaciones sobre el lema de
la provincia de Québec “Je me souviens” (yo recuerdo). Dicho lema circula de manera
cotidiana por las calles, pues se encuentra inscrito en la parte inferior de las placas
automovilísticas. Es un mensaje corto, plenamente naturalizado que no representa
ninguna duda para la comunidad local.

Durante su estancia de un poco más de un mes, Alberto había preguntado a


diferentes personas, cuál era el recuerdo que citaba esa leyenda y asombrosamente la
mayor parte respondía: je ne me souviens pas, (no lo recuerdo).

Él se fue al día siguiente, pero yo, sin poner mucha atención (en un principio) seguí
haciendo la pregunta y en poco tiempo comprobé que tenía razón: “no lo recuerdo” era la
respuesta más común. En algunos casos (si tenía suerte) me indicaban que debía
preguntárselo a gente de mayor edad, o que había diferentes versiones no muy claras .

Buscando un poco, descubrí un texto publicado por la Dirección de estudios


documentales de la Asamblea Nacional de Québec, el cual, recopila y analiza las
diferentes interpretaciones que se han dado a propósito del conocido lema.

Su aparición se da a fines del siglo XIX cuando fue ubicado en la fachada del palacio
legislativo. Es muy probable que su significado en aquella época estuviera simplemente
referido a recordar los hombres y los sucesos que conformaban la historia de esta nación.
Sin embargo, un siglo después, a finales de los años 70 (época en la que se inició el uso
del lema en las placas de los autos) y hasta principios de los 90, el espacio de conflicto
entre las comunidades de habla francesa e inglesa fue un campo fértil para la creación de
diferentes interpretaciones, algunas con tendencias más integradoras que otras. Cito las
posturas más comunes:

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Había quienes recordaban que el lema formaba parte de un texto (tal vez un poema)
más largo:

“Je me souviens Yo recuerdo


que né sous le lys, que nacido bajo la flor de lis,
je croîs sous la rose. Crezco bajo la rosa.

Ambas flores representaban los emblemas de los países de origen: La flor de lis por
Francia, y la rosa por Inglaterra. Así la leyenda completa mostraba el pasado y el presente
de las provincias francesas en la confederación.

Pero también había los que consideraban que la leyenda indicaba que no se
olvidaba la pertenencia de Québec a una bien diferenciada cultura de origen.

En los últimos años, las diferentes interpretaciones han entrado en un espacio de


reposo; esto ha permitido la reintegración del lema a una cotidiana presencia sin aparente
memoria, una voz neutra que circula como un simple slogan turístico .

En esta nebulosa pequeña historia puedo distinguir los trazos del Tiempo Muerto
integrados a una leyenda urbana: El lema de la provincia de Québec (en la actualidad)
supone una acción que no sucede, y ante la duda, crea una respuesta que niega el propio
sentido del enunciado.

Cuando indicamos que se recuerda algo que no se recuerda, podemos decir que,
hemos entrado en un ámbito residual confuso en donde lo único que se estabiliza es la
acción que refrenda una gramática de la memoria. El objeto recordado ha desaparecido,
pero poco importa, puesto que los significantes pueden trabajar solos y los efectos de su
gramática tienen una función repetitiva independiente.

En la historia de Québec, es indudable que hubo un suceso traumático, una herida


en el proceso de integración cultural, y esta herida dejó una cicatriz que cíclicamente
puede retomar o recrear antiguos o nuevos objetos de significación social, pero esto sólo
sucede en momentos coyunturales.

En situaciones más estabilizadas, esta cicatriz verbal nombra, no el objeto perdido


en la historia, sino la marca de pérdida que se constituye como un trazo identitario.

Hablamos de una estrategia memorística que insinúa el pasado sólo para justificar el
presente, de una marca que ha perdido la claridad de su causa, pero sigue reiterando el
sentido integrador de su efecto.

92
27 de septiembre

Annette me acompañó a la tienda de Botines, insistí en llevarla para saber su punto


de vista sobre la piel de oso. En ocasiones, me enamoro de objetos tan afectados por el
uso que al momento de integrarlos al montaje de un proyecto se vuelven zonas de
insoportable ruido.

El lugar tiene una verdadera identidad, siempre parece ser el mismo y sin embargo,
en cada ocasión, muestra un mundo diferente. En este tipo de tiendas uno toma el viaje
diseñado por las huellas del día: la manera de levantarse, la plática del desayuno o la
noticia del periódico. Los mágicos encuentros se identifican, tal vez, con los residuos de
los sueños recientes que, desde el olvido, matizan de luces un tornillo, un mueble, una
botella o una caja. Sin duda la mayoría de los objetos se encuentran en los mismos
lugares de la visita anterior y sin embargo, el tejido de las sensaciones empalma de otra
manera con la textura caótica del paisaje. En ocasiones se encuentran dos ritmos que
coinciden en alguna dimensión creando un asombroso moaré; como si la voluntad de la
búsqueda tomara la frecuencia que emana de la gravedad de las cosas.

El señor botines nos condujo al segundo cuarto el cual, normalmente se encuentra


bloqueado por una mesa. No le gusta que cualquier persona entre ahí, puesto que (según
dice) no le pertenece. Ese cuarto es de Carmen, su esposa, y no puede permitir que
alguien robe algo. Ella se fue a Barcelona hace mucho tiempo, pero si regresara ¿qué
cuentas le podría dar?

Por supuesto que ahí ningún visitante puede quedarse solo. Un poco malhumorado
nuestro anfitrión indicó que había que apurarse a ver, fotografiar o lo que fuera, puesto
que tenía que cuidar la otra parte de la tienda. Cada minuto en el lado de Carmen le hace
perder dinero en el suyo.

La piel estaba doblada dentro de un baúl, con la cabeza de fuera, como si estuviera
muy cómoda en esa especie de cuna, pero quisiera saber qué pasa afuera. Annette y yo
hicimos un buen esfuerzo para sacarla y extenderla por partes sin tirar los objetos
cercanos, estaba bastante lastimada y llena de polvo, sin embargo, la seguía viendo
encantadora. En algún momento encontré la mirada de Annette y comprendí que, sin
duda, estaba de acuerdo conmigo.

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Casi al salir del cuatro de Carmen descubrí una pintura de pequeño formato con
colores pálidos, un poco sucios, representando un perro colley, echado, con el aire de
posar para un retrato. El conjunto de verdes que lo rodeaban, me hicieron pensar en una
escena campirana donde el sobrio personaje comprende la importancia de quedar
grabado en ese pequeño rectángulo que bien podría parecer un trazo de historia canina
dentro de la inmensidad de la campiña.

Dejé algún dinero para apartar la piel, indicando que regresaríamos al día siguiente
para comprarla.

28 de septiembre

Esta mañana volvimos a la tienda. Annette rentó un carro para viajar a Québec y a
Saint-Jean-Port-Joli durante la semana. Esto permitía transportar la piel a mi estudio.

Botines pensaba que me echaría para atrás en el último momento. Cuando nos vio
llegar, muy divertido sacó la piel a la calle y la extendió en la banqueta, todavía creía que
me negaría al ver las roturas o el tallado brillante del hocico; pero no, nada hizo cambiar
mi parecer. La envolvimos en una gran bolsa de plástico y al momento de pagar, un poco
tímidamente, le pregunté por la pintura del perro.

Me explicó que ese tipo de cuadros era lo que hace 40 años se llamaba pintura por
números. Se compraba el cartón con un motivo dibujado para llenar cada espacio con el
color específico indicado por un número. La cosa, según él, era fácil: había que llenar los
espacios respetando cuidadosamente los bordes.

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Nunca había pensado la huella del Tiempo Muerto detrás de una imagen pintada.
Cuando vemos el cuadro sin conocer los ejercicios para aficionados que se realizaban en
la época, no imaginamos que hay un código interno olvidado, que organiza la forma pero
que es invisible.

29 de septiembre

Al hacer la presentación de este proyecto utilicé el ejemplo de un posible incidente


en el metro. Un error y una ansiedad personal podían dejar a cientos de pasajeros en un
estado temporal de detención del deseo. El ejemplo era una ficción y de haber sucedido,
sus efectos hubieran sido mínimos. Hoy se dio un suceso en la ciudad de Québec, que
muestra los efectos críticos que puede producir el bloqueo de la voluntad en la dinámica
del Tiempo Muerto.

A las 3.30 hrs. (de la mañana), un militar de 35 años detuvo su carro a la mitad del
puente Pierre-Laporte, dirección norte. Poco tiempo después, subió a la estructura tubular
del puente. Se mantuvo ahí, en ocasiones desplazándose hacia la barrera que utilizan los
obreros. Según se informó más tarde, él padece el syndrome de stress post-traumatique
(SSPT) a partir de su reciente regreso de una misión militar en el extranjero.

Los patrulleros del lugar trataron de comunicarse con el sujeto, pero éste pasaba
por una crisis, tenía una conducta agresiva y amenazaba con saltar al río si alguien se le
acercaba. Ante tal respuesta decidieron llamar a un policía negociador con suficiente
experiencia, que pudiera dialogar con el y convencerlo de desistir de su propósito.

En estas circunstancias fue necesario cerrar los dos carriles del puente en las horas
pico de inicio del trabajo matutino. Esto provocó una mega congestión automovilística que
formaba colas de varios Kilómetros en ambos lados del puente.

-una interrupción-

95
Estoy escribiendo este texto en el Jazz Café (una costumbre). Un hombre maduro de
traje azul, lentes negros, peinado hacia atrás con lisura y brillantez, me ha preguntado si
yo soy el señor St-Pierre. Claro, nuevamente he respondido no. Pero en esta ocasión,
tuve ganas de decirle que mi nombre era Pedro y que eso, tal vez, podía conectarse con
su pregunta.

-regreso

Pasaron varias horas sin algún resultado alentador. Por suerte, el angustiado militar
se empezó a calmar después de que el policía negociador le prestó un teléfono celular
para que hablara con una persona de su confianza. Ésta fue la solución; después de casi
6 horas de obcecamiento, pasadas las nueve de la mañana abandonó voluntariamente el
estratégico lugar y a las 9.30 hrs. se abrió el tráfico de automóviles.

Supongo que el SSPT es una reacción que no solamente debe de darse en casos
de guerra. Desde mi punto de vista, cualquier sujeto de la vida contemporánea puede
tenerlo en diferentes niveles de intensidad, es simplemente el efecto indirecto de una
vivencia traumática. Es una laceración afectiva con todas las características del Tiempo
Muerto grabado en la conducta emocional y/o física. La serie de imágenes del las cuerdas
vocales, motivo principal de la instalación, bien podría llamarse: SSPT-1.

Pero aquí no termina la historia, mientras la crisis suicida del militar se daba en el
puente, una dama de 45 años que había soportado por horas esta suerte de interrupción
temporal provocada por el embotellamiento, aprovechando un pequeño desplazamiento
de automóviles, decidió escapar dando vuelta en “u”. Por tristeza, había una curva un

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poco más adelante de donde ella decidió hacer el giro, situación que limitó de manera
considerable su visibilidad. La fuerza del impacto creado por el vehículo que venía en la
dirección contraria, la proyectó dentro de una fosa lateral al camino provocando su muerte
de manera instantánea.

Este es un caso extremo en la cadena de incidentes generadores de Tiempo Muerto


en donde la crisis suspende todos los posibles efectos.

30 de septiembre

En los primeros encuentros con Philippe, juntos leímos algunos pasajes del diario,
que yo consideraba fundamentales para entender mi propuesta. En el texto del 29 de
junio, él detuvo la lectura en una frase. Parecía que recordaba su sentido sin
necesariamente haberla escuchado antes. En ese texto yo proponía la multiplicidad de
sillas como elemento integrador de mi proyecto, “el gesto que propone e invita a reposar,
a sentarse, a comprender las cicatrices de la voluntad”. Me comentó que él había
compuesto una pieza para piano solo intitulada “Creux dans la blessure” que estaba muy
relacionada con la voluntad y la expresión de las heridas.

Días después me preguntó si no me molestaba que tomara la frase “las cicatrices de


la voluntad” como nombre de la pieza. El pensaba que ese nuevo nombre evocaría con
más claridad su propuesta. La idea me pareció perfecta: intercambiar frases que traducen
coincidencias afectivas. Pero entonces, a mi me faltaba escuchar la pieza.

Anoche me trajo la grabación. Por tristeza el segmento que escuché duraba muy
poco tiempo, sin embargo, me produjo la sensación de reflejarme, de escuchar algo
propio. El piano es un instrumento de seducción; en la distancia entre dos golpes queda
un vacío vibrante donde se pueden poner los recuerdos, uno siente que cierta
composición es un espejo cuando la música absorbe por los tiempos de espera, los
diseños afectivos de la memoria.

Philippe y Jacques preparan algo específico para la noche del vernissage; una
concierto integrado a la instalación que mantendrá, sin embargo, un buen grado de
independencia. Pero, la pieza de piano es otra cosa. Me gustaría encontrar una estrategia
para integrarla al texto.

1 de octubre

Lourdes me llamó pocos días antes de mi viaje a Perú, buscábamos algún momento
para vernos y hablar de muchas cosas antes de mi partida, pero tampoco era tan urgente;
sólo estaría fuera por 15 días. En muchas ocasiones pasamos semanas y meses sin ver a
los amigos, pero apenas nos enteramos de un viaje pensamos que es necesario un
encuentro porque tenemos la sensación de que nos dejaremos de ver por mucho tiempo.

Por esos días ella tenía la presentación se su último libro “La leyenda de la novia del
viento” en la feria del libro de Chilpancingo. No estaba muy convencida de querer hacer el

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viaje, algo no le agradaba en ese lugar, pero se sentía un poco obligada. Tal vez la falta
de interés también se debía a que no le gustaba conducir sola en carretera, sin embargo,
en últimas fechas había empezado a enfrentar con buen éxito ese conflicto. Para prevenir
todo tipo de problemas, saldría el día anterior sin prisas. Como eran pocas horas, llegaría
al lugar a media tarde, tomaría un cuarto en un hotel, y por la noche dormiría a buena
hora para estar sin tensiones al día siguiente.

En esa llamada telefónica Lourdes me dijo que estaba muy preocupada por mí, que
tenía que cuidarme, que pusiera atención a mi salud.
.
Apenas ayer comentaba que la música de piano puede producir una sensación de
espejo, pero sería exagerado plantear que sólo sucede con el piano o con la música, es
más correcto decir que al escuchar esa pieza de piano pude percibir algo que creo que
puede encontrase en cualquiera de los mundos que afectivamente nos rodean. Los
textos, las imágenes, los sonidos, están surcados por separaciones, huecos, pausas que
absorben las proyecciones de nuestra invisible memoria. Por supuesto, esto sucede
también con los seres queridos. En los intervalos de voz, de mirada o de respiro, se filtra
la conciencia propia y uno se mira ahí, en el cuerpo del otro, recibiendo todo el recuento
del archivo personal: la memoria de los tiempos pasados, de los Tiempos Muertos
presentes, y de la muerte sin tiempo, por venir. Creo que Lourdes aquel día se miraba en
mí.

Cuando regresé del viaje ya habían pasado algunos días de su muerte. Me enteré
casi al momento de entrar a la casa, por una llamada telefónica.

Había hecho su viaje a Chilpancingo. Según parece, había seguido cada uno de
los pasos proyectados. Después de dejar las cosas en el hotel, comió con algunos de los
organizadores de la feria. Dicen que estaba contenta por ser la primera vez que llegaba a
un lugar, el día que preparaban el platillo típico; así que probó el pozole verde. Por la
tarde vio un espectáculo en la plaza y no quiso ir a cenar con el grupo porque, con todos
los ajetreos del viaje, estaba cansada.

Caminó por la avenida que la llevaba al hotel hasta que se encontró con una
camioneta sin control, manejada por un ebrio, que venía arrasando arbustos, anuncios y
postes. No murió de manera instantánea, su cuerpo quedo sentado, recargado sobre el
muro de una tienda de novedades. Alguien que la vio justo después del accidente dijo que
movía la cabeza de un lado a otro intentando entender el suceso.

No sabía qué hacer con Lourdes, me contaban que estaba muerta, pero yo no había
platicado con ella, que digo platicar, no había creado los procesos que me separarían de
ella. Todos los rituales mortuorios sirven para entender la pérdida emocional, para
comprender que es mejor no recordar el deseo, para dejar que los signos se separen de
los objetos. Pero en mi caso, cuando llegué, no quedaba ningún espacio intermedio, ni
siquiera el derecho a la repetición vertiginosa de los hechos que convierte el dolor en
palabras. Al escuchar a los amigos me veía fuera del tiempo. Ellos ya habían entrado en
la lenta etapa de miradas lejanas y antiguos recuerdos.

98
En ese momento solitario sentía que mi garganta se había quedado llena de
palabras no dichas, que no había escuchado su voz en mi cuerpo, sentía que nos
habíamos quedado con todos los instrumentos del dialogo pero en silencio. Algún camino
debía de tomar para crear el tejido, la mortaja que separa a los vivos de los muertos.

Primero revisé las actas del ministerio público para conocer los hechos y de ahí,
obtuve la primera mágica textura, la lista de los bienes que portaba en el momento del
accidente, la insólita descripción era una poesía memorial y al mismo tiempo un ajuar
funerario:

Una bolsa de mano que contiene en su interior un porta lapicero con 22 lápices
de diferentes colores, una bolsa de tela de terciopelo, un abanico y diez
lápices, unos lentes de color negro, un brillo para labios marca estarry, cuatro
pedazos de madera, un reloj de la marca visage, 17 tickets de colores, 10
curitas, un recibo, un juego de 8 llaves, otra llave de encendido con un
portallavero, dos llaves, dos monedas de un peso, una cartera de piel,
chequera, tarjetas, y credenciales.

Tan pronto pude hice el recorrido de su último día, Luis y Guadalupe me


acompañaron a Chilpancingo con esa bondad de dejarme solo pero estando conmigo.
Platiqué con los que la vieron aquella tarde, con los que salieron de las casas al oír el
estruendo, con el que la vio mover la cabeza por última vez, y vi la primera plana del
periódico de nota roja “la realidad” donde estaba la imagen del accidente.

Cuando tomaron la foto ya habían recostado el cuerpo. Éste se veía aceptablemente


conservado exceptuando la parte inferior derecha, donde aparecía un insoportable
desorden.

Antes de irme del lugar tomé algunas fotografías del pedazo de banqueta donde se
desangró su cuerpo. Ya habían pasado muchos días y era casi imposible distinguir las
huellas del suceso, pero eso, creo que no es importante, puesto que las imágenes
muestran no “la realidad” sino el secreto. Siguiendo aquella idea de Barthes en la foto del
invernadero, esas imágenes “no existen que para mi”, soy el único que puede entenderlas
sin siquiera mirarlas.

Aquel recorrido me permitió re-grabar el tiempo con marcas, con destellos, con
nuevas imágenes, para iluminar el vacío. Esas marcas no muestran lo que existió, sino las
referencias espaciales que instauraron el ordenamiento de mis sensaciones.

Las gramáticas de mi búsqueda no podían ofrecer recuerdos sino formas de


estructurar la mirada. Un indescifrable universo de transparentes hilos de Tiempo Muerto
crearon, no sólo la conciencia de la falta, sino una memoria alterna de las
representaciones de un no-cuerpo en otro cuerpo. Trataré de explicar esto:

Cada vez que mi memoria llega al borde invisible de aquella foto de “la realidad”
puedo ver con asombrosa claridad, la magnífica pierna cubierta con una media italiana de
sofisticados dibujos. Ya hemos dicho que nuestra mirada llena las imágenes y los objetos

99
de Tiempo Muerto con una suerte de proyección especular, que reconstruye los pasados
deseados.

De igual manera, en aquella mesa escultura donde Lourdes encontraba una


relación con sus poemas, adentro de un esfera de vidrio se ve el medio cuerpo superior
de una antigua muñeca de porcelana. Me gusta esa imagen para instaurar su falta,
porque en todos mis recuerdos de aquella sinuosa aventura, esa parte de su cuerpo
nunca fue tocada.

Revisando papeles, encuentro el último poema que Lourdes escribió, uno o dos días
antes de su muerte. Ahora, dos años después soy yo el que me reflejo al leerlo:

aquí pasan los secretos cortesanos


de la muerte
que puede florecer a pleno sol

Ella acompañaba el texto con una imagen de tres camellos, yo presento tres
animales disecados: un oso, un mono, y un faisán. Ella murió el 24 de octubre fecha en la
que yo estaré iniciando mi presentación.

2 de octubre

Mientras termino este instructivo veo los objetos formados en el estudio esperando el
momento para bajar a la galería. Son pocos en relación a todos aquellos espacios que
tocó el diario, pero las fotografías integradas al texto crearán el encuentro de los lugares

100
lejanos. Los objetos estarán en la sombra, su materia no les permitirá desplazarse como
lo harán las imágenes, que estuvieron hechas para viajar, para flotar entre la luz y las
palabras.

Ahora pienso que el espacio será un lugar de second chance… si, si, tal vez ese es
el sentido que debería tener la instalación. Si el mundo se parece tanto a lo que
pensamos que es, por qué no olvidamos el peso de la creencia y mejor, inventamos un
libro de recetas para la preparación y decorado de una burbuja en second chance.

* ÁMBITOS

Lugares

-2 de febrero (el cuarto de servicio)


-5 de marzo (el cementerio de automóviles)
(la tienda de antigüedades)
-12 de marzo (los cementerios)
-20 de marzo (el cementerio de Saint Jean Port Joli I)
-21 de marzo (el cementerio de Saint Jean Port Joli II)
-6 de abril (el café I)
-7 de abril (la tienda de antigüedades II)
-13 de abril (el café II)
-14 de abril (Charleroi)
-l6 de abril (el cuarto del hotel)
-29 de mayo (“second chance” I)
-29 de junio (la tienda de antigüedades III)
-10 de agosto (la tienda de muebles)
-14 de agosto (el templo)
-16 de agosto (la galería)
-20 de agosto (“second chance” II)
-30 de agosto (la tiendo de antigüedades IV)
-1 de sep. (la tienda de antigüedades V)
-8 de sep. (“second chance” III)
-10 de sep. (la casa)
-11 de sep. (la tienda de antigüedades VI)
-12 de sep. (“second chance” IV)
(la capilla)
-16 de sep. (el Jazz café)
-20 de sep. (el refugio)
-23 de sep. (la tienda de antigüedades VII)
-27 de sep. (“second chance” V)
-1 de oct. (Chilpancingo)
-2 de oct. (“second chance” VI)

101
Sucesos, situaciones y acontecimientos

-2 de febrero (el asesinato)


-20 de febrero (el no viaje)
-7 de marzo (la huella)
-28 de marzo. (las ruinas)
-5 de mayo (la carta)
-26 de mayo (las reuniones de familia)
-30 de mayo (la muerte I)
-5 de junio (la ruta sin fin)
-20 de junio (la voz en off)
(la muerte II)
-29 de junio (el purgatorio)
-20 de julio (la instalación I)
-16 de agosto (los mosaicos de imágenes)
-21 de agosto (el encuentro internacional)
-22 de agosto (el mensaje en la ruta)
-26 de agosto (la improvisación musical)
-28 de agosto (las secuencias cinematográficas)
-29 de agosto (el desencanto literario)
-1 de sep. (la instalación II)
-6 de sep. (la instalación III)
-15 de sep. (el juego)
-16 de sep. (la muerte III)
(la pregunta I)
-26 de sep. (el recuerdo olvidado)
-29 de sep. (la muerte IV)
(la pregunta II)
-1 de oct, (la muerte V)

102
Cosas
-5 de marzo (el automóvil)
-27 de marzo (el bastón I)
-7 de abril (el bastón II)
-15 de abril (la caja de chocolates)
-16 de abril (la carriola del niño)
-17 de abril (el bastón III)
-30 de mayo (la ventana y el bosque)
-29 de junio (las sillas I)
-17 de julio (el bastón IV)
-11 de agosto (la carriola II)
-12 de agosto (la carriola III)
-14 de agosto (la escultura dorada)
-20 de agosto (el león)
-25 de agosto (los animales disecados)
-27 de agosto (los animales disecados II)
-28 de agosto (los animales disecados III)
-30 de agosto (el bastón V)
-31 de agosto (la carriola IV)
-8 de sep. (las cosas pasadas y futuras)
-9 de sep. (la piel de oso)
-11de sep. (las sillas II)
-12 de sep. (la carriola V)
(el bastón VI)
-21 de sep. (los animales disecados IV)
-23 de sep. (los muñecos)
-27 de sep. (la piel de oso)
(el retrato del perro I)
-28 de sep. (el retrato del perro II)
-1 de oct. (el ajuar funerario)

103
Seres / personas
-2 de febrero (el vecino y la madre)
-21 de marzo (la familia Duval I)
-26 de marzo (la familia Duval II)
-27 de marzo (la familia Duval III)
-6 de abril (el joven viajero)
-11 de abril (la madre de Annette)
-14 de abril (el rey)
-29 de mayo (el primo Albert)
-30 de mayo (mi padre)
-5 de junio (la vieja dama)
-20 de junio (Jorge y su madre)
-11 de agosto (Lourdes I)
-14 de agosto (Lourdes II)
-26 de agosto (Philippe y Jacques)
-3 de sep. (Philippe I)
-9 de sep. (Abraham Botines)
-12 de sep. (Lourdes III)
-13 de sep. (Lourdes IV)
-15 de sep. (el hombre y el perro)
-16 de sep. (Welby)
-18 de sep. (el hombre sin perro)
-20 de sep. (el perro)
-29 de sep. (el suicida)
-30 de sep. (Philippe II)
-l de oct. (Lourdes V)

104
Cuerpos
-28 de febrero ( las cuerdas vocales I)
-24 de abril (las cuerdas vocales II
-18 de junio (el estómago)
-25 de julio (cabeza y cuello)
-10 de agosto (el cuerpo íntimo)
-31 de agosto (la garganta)
-l6 de sep (la piel)
-1 de oct. (la pierna)

Recuerdos
-19 de marzo (el juego de niños)
-11de abril (los hombres amados)
-18 de abril (luces y sombras)
-29 de mayo (el beso)
-19 de agosto (“My foolish heard)
-16 de sep (la despedida en la proximidad)
-1 de oct. (la despedida en el vacío)

105
Conceptos
-6 de marzo (lo siniestro)
-7 de marzo (lo estético)
-18 de marzo (la metáfora)
-1 de abril (la perdida de sentido)
-16 de abril (la otredad)
-17 de abril (el tiempo)
-14 de junio (la perseverancia)
-20 de Julio (el texto)
-2 de agosto (la poética instrumental)
-15 de agosto (la falta)
-l7 de agosto (el interactivo)
-21 de agosto (la visión y la mirada)
-22 de agosto (el signo I)
-25 de agosto (el signo II)
-1 de sep. (lo central y lo periférico)
-6 de sep. (el tiempo y el espacio)
(el texto II)
-16 de sep. (el peso)
-25 de sep. (la ambigüedad)
-30 de sep. (el reflejo)
-1 de oct. (el reflejo II)

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