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Posguerra y Estado de Bienestar Keynesiano en el Reino

Unido: el espíritu del ´45

Historia Contemporánea (Cátedra Pipkin)

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Posguerra y Estado de Bienestar Keynesiano en el Reino Unido: el espíritu del


´45

Introducción
Cuna de dos revoluciones industriales, inventores de la máquina a vapor, de los trenes
y principal propulsor del capitalismo en el mundo entero, la hegemonía del Reino Unido y
de la libra esterlina hasta comenzado el siglo XX se constituyeron en guardián d el orden y la
estabilidad europea, la llamada “Pax Británica”, hasta que el estallido de la “Gran Guerra”
golpeó.
Las consecuencias económicas de la guerra fueron catastróficas: más de una década
de crisis permanente. El sistema financiero mundial entero colapsó. Los niveles de pobreza
y desempleo alcanzaron números récord. El hacinamiento, el hambre y las enfermedades que
llegaron con la miseria reinante pusieron, al por entonces el imperio más poderoso del
mundo, de rodillas.
En Europa surgieron nuevos poderes, potencias que se reconstruían más rápido que
cualquiera y en apenas dos décadas estallaba otra gran guerra, esta vez más devastadora, con
una capacidad destructiva que nadie antes podría haber imaginado. Al terminar, en 1945, la
Segunda Guerra Mundial había dejado muy poco en pie. En Europa, incluso los países
vencedores estaban completamente arrasados.
La reconstrucción europea, sin embargo, se llevó a cabo en tiempos récord gracias a
políticas ciertamente “novedosas” para países de fuerte corte liberal que habían,
tradicionalmente, constituido una oposición abierta y orgullosa contra el comunismo y las
ideas socialistas.
Pero ¿fue, como parece apuntar Loach en su documental “El espíritu del 45, un giro
radical hacia el socialismo el llamado Estado de Bienestar Keynesiano? ¿O fue la manera
que el capitalismo encontró para sobrevivir y recuperar su hegemonía como afirman los
cuatro autores tomados como referencia?
Para resolver estas preguntas tomaremos como punto de partida dos caminos bien
diferenciados. En primer lugar, el sentimiento colectivo del pueblo británico descripto en el
documental, que es el llamado “espíritu del 45”. Luego, se analizaran los cuatro textos de la
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bibliografía utilizada para buscar, según estos autores, cuáles fueron las f uentes en las que
abrevó este cambio político y, una vez establecidas, si presentan coincidencias o no con el
documental de Loach. Luego desarrollaremos los rasgos más destacados del Estado de
Bienestar, su formación, el consenso para implementarlo y finalmente, sus fallas,
agotamiento y desmantelamiento por los gobiernos neoliberales de los años 80.

El Espíritu del 45
Cuando la 2º guerra mundial finalizó, la alegría llenó las calles arrasadas de las
principales ciudades de Europa. Reino Unido no fue la excepción pero los festejos se vieron
rápidamente obscurecidos por una sombra que se extendía en la memoria colectiva: la
formidable crisis que abatió al mundo luego de la guerra anterior. Inmediatamente la
experiencia sacó sus propias conclusiones: después de una gran guerra viene una gran crisis.
Y la realidad ofrecía suficiente sustento a estos temores: ciudades y economías en ruinas.
A consecuencia de la formidable crisis global económica de los años 30, la población
británica conoció niveles de pobreza que nunca hubieran sido capaces de imaginar. El
hambre, la falta de vivienda, el hacinamiento, las enfermedades fueron los protagonistas de
aquellos años.
En las entrevistas hechas por Loach vemos repetirse historias de familias numerosas
hacinadas en condiciones de absoluta insalubridad, padres que veían a sus hijos morir uno
tras otro por no serles posible costear un médico, el empeño constante de bienes personales
(incluida la propia ropa) para poder tener algo que comer, la permanente inestabilidad laboral
y la precariedad, en caso de encontrarlo, de los trabajos.
La memoria de los ingleses traía una especie de despertar, afirman los diferentes
protagonistas que Loach pone en la pantalla: la economía de “los ricos” había puesto a los
habitantes del imperio más poderoso del planeta, en la pobreza más extrema que pudieran
imaginarse. La vida de la mayoría de las personas no valía más que los beneficios privados
de unos pocos.
Y aunque la guerra necesitaba de una industria activa y los Nazis no habían llegado a
destruir la estructura industrial inglesa (como si paso en los países del continente que el
ejército alemán llego a controlar temporalmente) resultaba evidente que los daños que
ocasionaba el conflicto bélico superarían siempre a los pequeños beneficios mal repartidos.
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Al terminar, la guerra, todo parece perdido y para la gente terriblemente empobrecida


está muy clara una cosa: los ricos no pueden manejar la economía a su antojo sin algún tipo
de regulación. Alguien debería velar por los intereses generales, por el desarrollo colectivo
del país y, ese alguien, solo podía ser el Estado.
En este sentido, los hombres que vuelven del frente de batalla vieron a los gobiernos
organizarse para movilizar hombres y recursos con un objetivo en común. Esos hombres
ganaron una guerra y sentían que podían ser tan eficaces para construir como lo fueron antes
para destruir.
Al comienzo todo fue un esfuerzo colectivo de estos hombres que habían aprendido
de la peor forma lo que era el trabajo colectivo, el unir esfuerzos en pos de un objetivo común.
Antes había sido defender a la humanidad de la tiranía. Ahora, bien podían unirse para
reconstruir aquel mundo al que habían salvado.
Para Loach, de la organización colectiva surgieron ideas que se encontraron de pronto
con otras ideas, similares, durante años flotando en ambientes reducidos, en experiencias
pasadas, entre trabajadores que ya habían conocido esta pobreza desde mucho antes de las
crisis y las guerras: el socialismo, cuyo principal representante político en reino Unido era el
Partido Laborista. La democracia estaba lista para reiniciarse, y la pobreza votó y ganó por
sobre los privilegios de una minoría.
Entre el miedo de unos y el optimismo de otros nació un nuevo espíritu, marcado por
el fin de la guerra. Era la hora de construir sobre las ruinas de las viejas potencias el mundo
por el que tantos hombres habían dado su vida. Era la hora de trabajar todos para que vivieran
dignamente todos.

Las fuentes de la economía mixta


Tomaremos ahora los cuatro textos de referencia obligatoria. Para empezar, es
necesario aclarar que ninguno de ellos muestra el mismo entusiasmo de Loach por el “triunfo
socialista” a mediados de los años 40.
Aunque Hobsbawm y Van der Wee coinciden fundamentalmente en que el miedo a
volver a la gran crisis fue determinante, parecieran referirse más que a la población, a las
clases dirigentes. En ambos casos el miedo es no a la crisis económica, sino a la clara ventaja
que la Unión Soviética estaba sacando después de la guerra. Por sobre las cenizas de la
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Europa destruida podían verse las garras del comunismo ruso extendiéndose tratando de
tomar para si lo que quedaba de las viejas potencias.
Europa tenía hambre, necesitaba trabajos y casi nada había quedado de sus anteriores
estructuras políticas y económicas. Que las ideas socialistas comenzaran a prender primero
aquí y luego allí ya no parecía tan absurdo como en otros tiempos. La posibilidad de que
grupos ideológicos de izquierda en toda Europa lograran formar una red que se extendiera a
todos los países y tomaran el control de las principales potencias era demasiado real esta vez.
El capitalismo debía anticiparse, llegar primero a esa población hambrienta y darle
las respuestas que querían escuchar antes que otros lo hicieran.
Ni Hobsbawm ni Van der Wee parecen, por lo tanto, compartir la alegría del “triunfo
socialista” con Loach.
Mishra se dirige hacia allí. Ni Keynes y ni Beveridge, las dos fuentes principales del
Estado de bienestar, son marxistas o socialistas. Ambos son intelectuales abiertamente
liberales y pro capitalismo y libre mercado. Incluso ambos, cuando reclaman la intervención
estatal, no lo hacen por principios, sino por conveniencia.
Para Keynes, el Estado debe regular para asegurar ciertos números en la economía
(bajo desempleo, baja inflación, equilibrio en la balanza de pagos, etc.). El Estado es, en
resumen, una especie de barrera protectora que establece los daños máximos que el
capitalismo pueda hacerle a la economía nacional en cierto nivel de aceptabilidad.
Beveridge, más social, no toma un camino muy diferente. El Estado debe dar un
mínimo de calidad de vida a la población para que el capitalismo pueda liberarse a sus
altibajos sin generar el daño que estaba generando.
Incluso Parsons, al que Mishra cita como una especie de tercera fuente, es menos
sutil: el Estado debe funcionar como un integrador de los sectores que conforman la sociedad
para que todo funcione sin tantos altibajos. En otras palabras: el Estado debe acomodar a
todos los sectores dentro del capitalismo para que este haga y deshaga a su antojo sin alterar
la calma social (ni siquiera le preocupa el efecto de las crisis sobre la población como a los
demás).
Está claro, hasta aquí, la oposición entre el triunfo socialista de Loach y el capitalismo
reformado de los autores. “Reformado hasta quedar irreconocible, dice Hobsbawm,
moderadamente reformado Mishra. Entre uno y otro autor existen diferencias cuantitativas
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de la reforma, pero no cualitativa: la estructura social y las redes de poder no se alteraron en


lo más mínimo sino, como se verá más adelante, incluso se profundizaron.
Ahora bien, si la economía mixta no fue un triunfo del socialismo sino una hábil
maniobra del capitalismo liberal, ¿fue la izquierda protagonista o cómplice del estado de
bienestar? Hobsbawm y Van der Wee coinciden en que la izquierda tomo parte de estos
cambios. En no pocos gobiernos europeos de aquellos años los sectores de izquierda
participaron o, incluso, llegaron a ser dominantes. Para Mishra no hay participación sino una
ingenua complicidad. La izquierda vio, según este autor, la economía mixta como un paso en
la evolución de capital. Si este se dirige hacia la intervención estatal, pensaron, entonces el
capital está próximo a agotarse y el socialismo pronto a triunfar.

El consenso global
Tanto si fue un triunfo socialista como una hábil maniobra del liberalismo, el estado
de bienestar, o la economía mixta como también se lo llamo, tuvo el consenso necesario para
imponerse durante casi tres décadas de forma casi hegemónica. Las voces de la oposición,
representadas en Hayek y Popper entre otros intelectuales, apenas si fueron escuchadas o
tomadas en serio hasta que la recesión y la inflación de fines de los sesenta no dio lugar a
dudas en el ámbito general (Anderson).
¿Cómo fue posible este consenso? Hemos visto las diferentes interpretaciones tanto
de Loach como de los autores leídos. Todos ellos pertenecen a escuelas de tinte izquierdist a
y ya hemos dejado en claro sus diferencias y puntos en común. Pero para entender cómo es
que el consenso fue tan generalizado debemos remitirnos a los protagonistas del documental:
los entrevistados.
Entendemos que un director, al encarar un documental, buscara los argumentos que
demuestren su punto. ¿Sería válido entonces pensar que las personas entrevistadas pertenecen
ideológicamente al socialismo? ¿Loach escogió a estas personas por esta razón solo para
fundamentar una idea propia?
Hay razones para responder que no. Refutar estos testimonios por haber pertenecido
todos a las clases trabajadoras, las más afectadas durante los años 30 y 40 sería injusto. Es
obvio que los testimonios debían ser de primera mano. Se puede notar, además, en los
testimonios, la formación de un “espíritu socialista” desde el inicio de sus biografías hacia el
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final. Trabajadores mineros en su mayoría, pobres en su totalidad, cada entrevistado nos narra
no solo su experiencia de vida, sino también su transformación interna en cuanto a posturas
políticas. Muchos ni siquiera parecen haber tenido una ideología determinada ni provenir de
familias que las tuvieran (uno de los testigos, incluso, narra su transformación de creyente en
ateo). Puede afirmarse que todos ellos se fueron inclinando a las ideas socialistas a lo largo
de sus años y experiencias. Aprendieron, a fuerza de hambre, incertidumbre y miseria
extrema, los principios básicos del socialismo.
Uno de los testimonios, sobre el final, lo dice explícitamente al referirse a los
diferentes movimientos surgidos en la actualidad: quizás empiecen en la ecología, en la
indignación o la impotencia de quien trabaja y no tiene ni comida, y aunque ninguno de ellos
le pone el nombre de socialismo, todos estos reclamos pertenecen al ámbito de las ideas
socialistas.
Loach no escogió como testigos a personas comprometidas con su causa. Escogió
victimas del sistema. Escogió a esas personas porque son la muestra más clara e irrefutable
del consenso que represento el espíritu del 45: sin importar la ideología, incluso hasta los
más extremistas defensores del liberalismo y del libre mercado entendieron que no podía
volver a caerse en aquellas catástrofes provocadas por el capital desregulado y librado a sus
caprichos. Incluso los más apegados al capital debieron reconocer que el capitalismo y el
libre mercado generan crisis y, aunque sea para amortiguar el efecto en la población, el
capitalismo necesitaba límites.
Entonces, el consenso general no era difícil. Con una población que no estaba
dispuesta a volver a la gran depresión ni a las grandes guerras, el temor político de un avance
socialista por sobre Europa basto para unificar a los intelectuales, incluso muchos de los más
firmes liberales aceptaron que una ayuda del Estado era no solo recomendable sino necesaria
para una reconstrucción que el sector privado, por otra parte, era incapaz de sostener
enteramente sobre sí mismo.

Aplicación y auge: la opulencia


Obtenido el consenso sería necesario explicar la viabilidad de la economía mixta en
Reino Unido y países que siempre se habían mostrado tan reacios a este tipo de camino hacia
la izquierda.
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En el documental de Loach puede entenderse como la nacionalización de los recursos


fue clave para sostener las políticas sociales. La industria británica no fue desarticulada por
la dominación alemana como sí en otros países del continente. Inventores del ferrocarril,
contaban con la red de transporte necesaria para que los beneficios de estas nuevas políticas
llegaran a todo el país.
Sin embargo, Loach no menciona un elemento fundamental: el Plan Marshall.
Terminada la guerra, la hegemonía norteamericana se vio amenazada por el poder creciente
de la Unión Soviética Estalinista. América pronto entendió que Europa debía ser reconstruida
en tiempo record, fortalecer sus economías al máximo posible para evitar que el comunismo
se expandiera como un virus. En unos pocos años, las instituciones mundiales necesarias se
crearon: los fondos se distribuían, nuevos créditos a largo plazo pagaban los anteriores a corto
plazo que debían enfrentarse, nuevas inversiones llegaron de pronto de empresas
norteamericanas para reconstruir ciudades enteras, ordenar y fortalecer. (Van der Wee)
EEUU necesitaba un muro que aislara al poder soviético y ese muro se construyó con
dólares norteamericanos sobre las ruinas de la Europa de post-guerra.
Reino Unido, junto a sus aliados europeos, se pusieron de pie tan rápidamente que
pronto sus políticas proteccionistas chocaron con los ideales liberales que EEUU pretendía
imponer. Esta oposición enfrentó los intereses crecientes de la vieja Europa con los de la
nueva potencia americana. Comenzó una lucha por las inversiones y los mercados
internacionales, los países reindustrializados querían colocar sus productos en el mercado
exterior pero al mismo tiempo requerían de cierto proteccionismo.
Durante dos décadas, el crecimiento económico sostuvo material e ideológicamente
a las economías mixtas europeas (que incluso les permitió adaptarse a las reglas de juego del
bloque oriental para obtener más beneficios). Mientras la opulencia duró, todo marchó sobre
ruedas. Pero cuando en la década de 1960 el crecimiento se detuvo, EEUU movió sus
inversiones de Europa a la carrera armamentista, los beneficios bajaron mientras el gasto
social debió aumentar para amortiguar la crisis y los salarios crecían regularmente pero la
inflación bajaba el consumo, todas estas diferencias estallaron y el mercado encontró nuevas
formas de obtener beneficios sin inversiones ni regulaciones estatales. Las inversiones se
fueron y la fe en el estado de bienestar se fue también.
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Fallas y crisis
En cuanto a la caída del Estado de Bienestar se han elaborado innumerables teorías,
en general, según una línea de pensamiento y conveniencia. Para los liberales, constituyó un
derroche de recursos destinados a cubrir expectativas irreales de sectores que solo buscaban
una reivindicación propia frente a las desigualdades sociales (Anderson). Para la izquierda,
la culpa entera es del capital especulativo, de la economía financiera que socavó
malintencionadamente, las bases de los gobiernos con el fin de liberarse de toda regulación
y aumentar sus beneficios a cualquier costo (ajeno).
En nuestro particular debate encontramos todos estos puntos de vista. Anderson
expone los argumentos del neoliberalismo: derroche en reivindicaciones y la tiranía de
sindicatos y Estados fortalecidos. Hobsbawm expone las múltiples culpas del capitalismo y
la hegemonía norteamericana sobre la política mundial. Van der Wee, podría decirse en el
medio, al desigual crecimiento a partir de la concentración que originó la economía mixt a.
Mishra, al redescubrimiento de la pobreza treinta años después de la instauración del estado
de bienestar.
Todas estas son, en mayor o menor medida, razones de la economía global. El
acelerado crecimiento económico generó una sobresaturación del mercado. El desigual
crecimiento durante estas décadas de los diferentes sectores, es decir, concentración de la
riqueza. La sobreexplotación laboral de países no desarrollados y las ventajas financieras de
los paraísos fiscales. El surgimiento y auge del capital financiero que reemplazo al capital
productivo.
Todos estos cambios exigieron también cambios políticos: menos regulación,
flexibilización laboral, etc. Cambios que atentaban directamente contra el Estado de
bienestar.
Sin embargo, para Loach, también existieron causas no económicas, que ocasionaron
la perdida de fe en el keynesianismo. La intervención estatal se volvió excesivamente
burocrática. El Estado se volvió ineficaz. En muchos casos, integrando a los mismos
privilegiados de antes como burócratas del Estado (el documental denuncia varios hechos de
este tipo entre los sectores minero y ferroviario). En otros, la demanda de la población fue
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tal que el Estado no alcanza a abastecer a todos con la rapidez esperada (por ejemplo, con las
viviendas sociales). No faltaron tampoco casos en los que los mismos integrantes de un sector
sabotearon las políticas de nacionalización al ver comprometidos sus espectaculares
beneficios como privados (sector se salud, por ejemplo).
Por una razón en específico, o por la suma de todas ellas, Europa retomó el camino
hacia el pasado. La pobreza todavía existía y la tensión social retomó su clásica forma de
luchas de clases. La Nueva Izquierda, fundamentalmente jóvenes estudiantes universitarios,
marchó por las calles de París, en diferentes partes del mundo mostró sus pancartas contra la
destrucción ambiental, denunció los abusos del capitalismo y, como una nueva
particularidad, del absolutismo soviético.
Y, aunque los cuatro autores coinciden con Loach en las razones para la implosión
(gasto público insostenible, desigualdad en el crecimiento, burocracia ineficaz, mala
aplicación de las políticas de nacionalizaciones, etc.), Hobsbawm hace foco en el surgimiento
de una economía multinacional (capital que se aleja de las potencias y se concentra en los
países periféricos) sumados al capital financiero (que ni invierte ni produce), Van der Wee
en la paradoja de no poder sostener la intervención estatal por la crisis y al mismo tiempo
necesitarla para paliar sus efectos sobre la población, y Mishra en el surgimiento de una
“contracultura” anti capitalismo y antiimperialismo.
Por peso propio, o por presiones externas, el sistema de economías mixtas, conocido
como Estado de Bienestar, perdió el consenso que lo sostuvo desde mediados de los años 60
y durante toda la década siguiente.

Desmantelamiento
El año de 1979 marca el comienzo del fin del Estado de Bienestar. El triunfo de
Margaret Thatcher en Reino Unido es el regreso al poder de los sectores dominantes
tradicionales y, con ellos, del capitalismo desregulado. Con Reagan en 1980, Kohl en 1982
y los sucesivos triunfos de la derecha en la mayoría de los países que habían practicado la
economía mixta, comienza una década de desmantelamiento brutal del estado de bienestar.
El agotamiento de la economía mixta (real o pretendido por quienes se oponían) con
Estados deficitarios, multinacionales que producen en países del tercer mundo y fugan sus
beneficios a paraísos fiscales, sin inversión y producción en baja, salarios que aumentan
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automáticamente mas rápido incluso que los beneficios, fue la excusa que durante más de
veinte años los defensores del neoliberalismo habían estado esperando.
A los nuevos problemas de la economía global, viejas recetas: reducción del gasto
público, flexibilización laboral extrema, privatización de servicios estatales, etc. El
neoliberalismo, disfrazado de soluciones únicas, aparece en escena dando rienda suelta a un
capital que, de por sí mismo, había encontrado reglas d e juego (trampas) nuevas durante los
años de regulación estatal.
La caída de las economías socialistas se expandió por todo el mundo. Incluso en los
países del bloque oriental (antes dominados por la URSS) fue donde más desató su furia el
neoliberalismo.
No fue un simple giro hacia la derecha. El tinte que tomó este regreso al liberalismo,
con su nueva forma, se presentó más como un acto de revancha de aquellos sectores que
habían visto limitados sus privilegios (nunca eliminados).
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Bibliografía

-Anderson, Perry, “Balance del neoliberalismo: lecciones para la izquierda”. En Revista El


Rodaballo, No. 3, Buenos Aires.

-Hobsbawm, Erik, capítulo 9: “Los años dorados”, en Historia del Siglo XX, Editorial Crítica,
Barcelona, 1995. Libro publicado en la página Dropbox.
https://www.dropbox.com/sh/6t0cul13qlj41kq/AAA7oUkSvO5I_tjGcvMKD4wPa/zLibros%20completos%20que%20incluyen%20cap%
C3%ADtulos%20de%20la%20bibliograf%C3%ADa/Hobsbawm%2C%20Eric%2C%20Historia%20del%20Siglo%20XX.pdf?dl=0

-Mishra, Ramesh, Capítulo 1: “La pérdida de legitimidad”, En El Estado de Bienestar en


crisis. Pensamiento y cambio social, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid 1992,
pp. 23-56. Dejamos una fotocopia en el local de El Zócalo en Santiago del Estero 995.

-Van Der Wee, H. (1986). Historia económica mundial. Prosperidad y crisis. 1945-1980.
Barcelona: Crítica. Capítulos vistos en la cursada.

Materiales fílmicos:

Ken Loach, El espíritu del 45, Documental, (2013).

Parte 1 https://youtu.be/lQFuIE0ugsA

Parte 2 https://youtu.be/-7o9VZKb0YU

Parte 3 https://youtu.be/aX_LyUrhoHc

Entrevista a Ken Loach sobre el documental


https://www.youtube.com/watch?v=hcCglKPF5PQ&ab_channel=TheGuardian
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Contenido
Posguerra y Estado de Bienestar Keynesiano en el Reino Unido: el espíritu del ´45
1
Introducción 1
El Espíritu del 45 2
Las fuentes de la economía mixta 3
El consenso global 5
Aplicación y auge: la opulencia 6
Fallas y crisis 8
Desmantelamiento 9
Bibliografía 11

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