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El Cantar de Mio Cid trata el tema del honor, un valor de gran importancia para la gente de la

época. La necesidad de recuperar la honra perdida es lo que da impulso a las hazañas cometidas
por el héroe. El poema se inicia con el destierro del Cid, primer motivo de deshonra, tras una
acusación de robo. Este deshonor supone también el ser desposeído de sus heredades o
posesiones en Vivar y privado de la patria potestad de su familia. Tras conseguir la conquista de
Valencia, gracias a su prudencia y astucia, el héroe consigue el perdón real y una nueva heredad,
el señorío sobre Valencia. Para ratificar su nuevo estatus de señor de vasallos, se conciertan las
bodas de sus hijas con linajes del mayor prestigio como son los infantes de Carrión. El destino,
sin embargo, es imprevisible y transforma este momento de felicidad en una nueva caída de la
honra del Cid, debido al ultraje de los infantes a las hijas del Cid, que son vejadas, malheridas y
abandonadas en el robledal de Corpes, hecho que supone según el derecho medieval el repudio de
facto de estas por parte de los de Carrión. Por ello el Cid alega la nulidad de los matrimonios en
un juicio presidido por el rey, en el que los infantes de Carrión quedan infamados públicamente y
apartados de los privilegios que antes detentaban como miembros del séquito real. Por el
contrario, las hijas del Cid conciertan matrimonios con reyes de España, llegando al máximo
ascenso social.

El cantar del destierro, cantar de las bodas y cantar de la afrenta de Corpes. La estructura
interna está marcada por el doble proceso de pérdida y recuperación de la honra por parte del
Cid. Primero pierde la honra política y militar con el destierro y la recupera, tras conquistar
Valencia, al lograr el favor real y disponer el rey el casamiento de las hijas del Cid con los
infantes de Carrión. Luego, el Cid pierde la honra familiar en la afrenta de Corpes en la que son
escarnecidas las hijas del Cid por parte de sus maridos y la recupera con el triunfo de sus
hombres en unas justas frente a los infantes de Carrión y con el anuncio de las nuevas bodas de
las hijas con los herederos de las coronas de Navarra y Aragón.

En un plano político se advierte en el cantar de gesta una muestra del enfrentamiento entre
Castilla y León. El Cid, caballero castellano, se enfrenta al rey, de origen leonés. El juglar lo
repetirá hasta la saciedad: «¡qué buen vasallo, si oviesse buen señor!». Pero, además, los nobles
de procedencia leonesa son los principales enemigos del Cid en la corte. El poema se encuadra así
en la tradición castellana antileonesa y exalta al Cid y con él a Castilla.
En un plano social el poema expresa los ideales de equidad jurídica y movilidad social típicos del
espíritu de frontera en el que probablemente nació y del gusto tanto del juglar que lo cantara
como de sus oyentes. El cantar de gesta refleja en el Cid el modo de vida de los guerreros, de
supervivencia a través de incursiones bélicas y de búsqueda de mejorar sus situación social y
económica, una forma de vida muy diferente a la de la alta nobleza hacia la que se manifiesta con
rencor en varias ocasiones.
En un plano individual, el héroe, Rodrigo Díaz, desterrado por el rey, se enfrenta con el gran
problema de recuperar su honra perdida y ganarse el pan. El Cid, en este sentido, actúa como un
héroe épico arquetípico, cuyas características han de ser reconocidamente superiores y cuyas
acciones han de elevarse por encima de lo normal. La exaltación y mitificación del héroe que se va
realizando en el cantar de gesta es también la exaltación y mitificación de Castilla.

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