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Aristóteles Ética a Nicómaco, Libro III, Capítulo 10 Versión 2021

10. {La templanza.}

Después de la valentía hablemos en torno a la templanza; pues estas parecen ser las 1117b23
excelencias éticas de las partes irracionales. Pues hemos dicho que la templanza es un
término medio en torno a los placeres; pues es menos relevante, y no de modo similar, 25
en torno al dolor corporal; también entre estos casos se manifiesta el desenfreno. Por
consiguiente, determinemos en torno a qué tipo de placeres se considera. Podemos
suponer una distinción entre placeres del alma y del cuerpo, por ejemplo, el amor por los
honores del amor por aprender; en efecto, el amante de cada uno de estos se deleita con 30
aquello que ama, no siendo afectado el cuerpo, sino más bien el intelecto; pues bien, los
que se preocupan en torno a tales placeres ni se llaman templados ni desenfrenados.
Pero, de modo similar, los que se preocupan en torno a las otras excelencias éticas que 35
no son las del cuerpo; en efecto, los amantes de escuchar y contar cuentos y que se
pasan los días en aquello que no se realiza son los chismosos, pero no los desenfrenados, 1118a1
tampoco lo son aquellos a los que les duele perder riqueza o amigos. (1)

Pues bien, la templanza se da en torno a los placeres del cuerpo, pero no en todos los
casos; en efecto, los que se deleitan a través de la visión, por ejemplo, los colores, las
figuras y las pinturas, no se dicen ni templados ni desenfrenados; pero parece que
también fuese posible deleitarse incluso en estos casos como uno debiese o en exceso o 5
en defecto. (2)

De modo similar, en lo relacionado con lo acústico; nadie llama a aquellos que se


deleitan de modo extravagante con la música desenfrenados ni a los que lo hacen como
se debe templados. (3)

Tampoco llamamos de este modo a sucesos en torno al olfato, salvo accidentalmente; en 10


efecto, a los que se deleitan con los olores de las manzanas o rosas o incienso no les
llamamos desenfrenados, sino que más bien a los que se deleitan con los olores de los
perfumes o platos delicados; pues los desenfrenados se deleitan con esto porque les
recuerda los objetos de sus apetitos. Y se puede ver a otra gente, cuando están
hambrientos, que se deleitan con los olores de las comidas; pues deleitarse de este modo 15
es señal del desenfrenado; pues estos son objeto de sus apetitos. (4)

Pero tampoco se da en los otros animales el placer sensible, salvo accidentalmente. En


efecto, a los perros no les deleita el olor de las liebres, sino que el comérselas, pero el
sentido del olfato les dice que estaban allí; ni el león se deleita con el mugido del buey, 20
sino que el comérselo; pero percibe por el mugido que está cerca, y por tanto pareciera
que se deleita con el mugido; de modo similar, no se deleita porque "un ciervo ve a una
cabra salvaje", sino que porque la va a hacer su comida. (5)

Sin embargo, la templanza y el desenfreno se dan en torno a una clase de placeres que
comparten los otros animales, por lo cual se manifiestan como esclavos y bestiales; estos 25
son el tacto y el gusto. Pero el gusto se manifiesta en torno a lo pequeño y no de lo útil.
En efecto, el gusto consiste en la separación de los sabores, como lo hacen los catadores
de vino y los que preparan la comida; pero ellos difícilmente se deleitan al hacer estas
separaciones, o por lo menos, los desenfrenados no la hacen; pero en el deleite actual, 30
que en todos los casos viene a través del tacto, tanto en el caso de la comida como en el
de las bebidas como en las relaciones sexuales. Por esto un gourmet oró para que su
garganta se hiciera más larga que la de una grúa, lo que implica que era el contacto lo
que le deleitaba. (6)
Traducción: Cristóbal Videla-Hintze 1
Aristóteles Ética a Nicómaco, Libro III, Capítulo 10 Versión 2021

Pues bien, el desenfreno está conectado con el sentido más ampliamente compartido, y 1118b1
justamente el desenfreno sería materia de reproche pues no nos une como seres
humanos, sino como animales. Entonces, el deleitarse de este modo nos embrutece. Pues
incluso se ha eliminado de los placeres del tacto los más refinados, por ejemplo,
aquellos producidos en el gimnasio por frotación y que generan calor; pues el contacto
característico de los desenfrenados no afecta todo el cuerpo, sino que sólo ciertas partes. 5
(7)

Notas.

(1) En este primer párrafo, Aristóteles habla de dos excelencias éticas de la ‘parte irracional’ del alma. En este
punto es interesante volver a analizar el alma, que el Filósofo considera dividida en una parte racional y otra
irracional. Las excelencias éticas a las que se refiere son la valentía y la templanza. La solución para analizar
estas consiste en hablar de placeres del cuerpo y del alma.

(2) Aquí se roza una contradicción, pues al hablar de la visión, que sería algo de la parte irracional, se podría tener
un término medio entre algo por defecto y algo en exceso, condición que estaría reservada a la parte racional
del alma. ¿En qué situación queda la pintura? Aquí la teoría del arte proporciona, tal vez, un camino para
solucionar el problema.

(3) Respecto al oído pasa algo similar con la música.

(4) El Prof. Ross comenta que habiendo excluido los placeres de la visión y del oído en su búsqueda de placeres
que integran la esfera de la templanza, Aristóteles da una cuenta más matizada del sentido del olfato. Aunque
en sentido estricto una persona no puede ser considerada destemplada por su amor por los olores, una
predilección por los perfumes o platos exquisitos traiciona un amor excesivo por los placeres sensuales, como
sexo o comida.

(5) Aquí Aristóteles hace una inferencia en el vacío, pues no puede saber si a un perro le produce placer tanto el
oler una liebre, como el comérsela. ¿Acaso Aristóteles habla con los perros?

Lo de la cabra aparece en La Ilíada (III, 24)

El Prof. Ross considera que los animales – como afirma Aristóteles – no sienten placer al oler en sí es para
confirmar que la templanza y el desenfreno no están relacionados con los placeres del olfato.

Parece que ni Aristóteles ni el Prof. Ross nunca han salido a pasear con un perro. ¡No tienen idea!

(6) Aristóteles no investigó el comportamiento de los animales, posiblemente se guió por el “sentido común” de
esa época, que era bastante equivocado.

(7) El Prof. Ross piensa que Aristóteles con “ciertas parte” se refiere a los órganos sexuales, y en el caso de la gula
los órganos para comer y beber (la boca y la garganta). Todo el capítulo muestra en cuanto Aristóteles restringe
la esfera de la templanza: los placeres de comer y beber son tratados como placeres del tacto, pues las personas
golosas sienten placer, no por el gusto, sino ¡por el contacto de la comida en la boca!

Hay dos observaciones importantes que hacer resto a este párrafo y que se aplican a todo el capítulo: primero,
el desconocimiento de la vida animal real, y en vez de conocer esa vida, el uso repetido de estereotipos de la
época: totalmente equivocado. En segundo lugar, Aristóteles es incapaz de ampliar los sentidos de los seres
humanos, se queda en la esfera de lo táctil: otro profundo error.

Traducción: Cristóbal Videla-Hintze 2

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