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INCULTURACION
Entre los temas más frecuentemente tratados por el Papa Juan Pablo II está la
Evangelización, y como un aspecto importante de ella, la inculturación del Evangelio.
Desde el lejano 27 de Abril de 1979, a los pocos meses de su Pontificado, el Papa
hablaba en una Alocución de este tema y exponía que "la inculturación es un
componente de la Encarnación": es decir, que la inculturación de la fe y del Evangelio
es una consecuencia práctica de la Encarnación del Hijo de Dios, que salvando todo y
sólo aquello que asume ("quod non este assumptum non est redemptum", San Ireneo)
debe asumir en la Iglesia todas las culturas, purificando o eliminando lo que es
contrario a su espíritu, pero por ello mismo preservándolo de toda autodestrucción. La
fe debe penetrar hasta los niveles más profundos del hombre y de la sociedad, hasta
fermentar de vida cristiana el modo de pensar, de sentir y de actuar: éste debe ser el
resultado de la acción animadora del Espíritu en la historia, para lograr una "nueva
Creación".
Ahora bien ¿qué cosa es inculturación? ¿Qué entendemos ante todo por cultura? ¿Qué
es evangelizar la Cultura? ¿Desde cuándo entré al lenguaje de la Iglesia el concepto de
inculturación de la fe o del Evangelio? ¿Cómo hacer para inculturar el Evangelio? ¿La
liturgia?. Son interrogantes que preocupan al Pastor de hoy.
1.- CULTURA
a) Un concepto subjetivo de la cultura comprende todo cultivo personal del hombre, en
sus cualidades espirituales y Corporales (GS 53).
El Papa y Puebla enseñan que evangelizar es evangelizar las Culturas, pues la Buena
Nueva debe llegar a todos los ámbitos y transformar desde el interior la conciencia
personal y colectiva del hombre (EN 1 8), los valores y modelos de vida de la
humanidad que no estuvieron acordes con el designio de salvación de Dios (EN 19). Lo
que importa es evangelizar la cultura y las culturas del hombre, partiendo de la
persona considerada en si misma y en sus relaciones con los demás y con Dios (EN
20).
-Puebla dedica amplio espacio a este tema (n. 388-56): llegar a las raíces de las
Culturas, transformar estructuras y ambiente social, fortalecer los valores auténticos
de las culturas, contribuir al desarrollo de los "semina verbi" (gérmenes del verbo),
purificar los desvalores apartar las idolatrías y valores absolutizados, corregir las falsas
concepciones de Dios y las manipulaciones del hombre por el hombre.
-Por primera vez en la historia, el tema de la cultura entró en la enseñanza formal del
Magisterio de la Iglesia en los documentos del Vaticano II. Gaudium et Spes sostiene
que el hombre no alcanza niveles, de realización si no es mediante la cultura (GS 53),
que tiene un valor propio y una legítima autonomía (GS 55:AA7), pero sólo en EN
aparece el tema de la Evangelización de la Cultura y las Culturas, ante el drama de
nuestro tiempo: la innegable ruptura ente Evangelio y Cultura (EN 20). En esta labor
hay que partir siempre de la persona humana, en sus relaciones con otras personas y
con Dios (ibidem).
3.- INCULTURACION
Cuando Puebla señala unos criterios para asumir las culturas, habla de una
encarnación (n. 400), pero no desarrolla el problema de la inculturación del Evangelio.
Más aún, ni siquiera emplea este Vocablo, que ya existía desde el Sínodo de 1977. Fue
Juan Pablo II quien Consagró el término "inculturación" y determinó su sentido.
Estos dos conceptos van a guiar todo el Magisterio de Juan Pablo II.
Ya en la Encíclica Redemptor Hominis (4 de marzo de 1979) inicia el Papa su discurso
antropológico sobre el hombre. El hombre, en la plenitud de su ser personal y a la vez
comunitario y social, es el camino obligado que debe recorrer la Iglesia en el
cumplimiento de su misión... camino trazado por Cristo mismo, que invariablemente
lleva la senda de la Encarnación y de la Redención (nl4). Hablando el Papa a la UNESCO
(París 1980) expone que "hay que afirmar al hombre por él mismo", "no por otro
motivo o razón, únicamente por él mismo" Y allí mismo expone que "el hombre vive
una vida verdaderamente humana gracias a la cultura": por ella el hombre en cuanto
hombre se hace más hombre.
Cristo vino a salvar a todo el hombre, en su existencia diaria concreta: por ello el
cristianismo entra en contacto con las Culturas, incorpora sus auténticos valores y
acaba creando cultura: "Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente
acogida, no enteramente pensada, no fielmente vivida" decía el Papa en Roma, en
1988.
En primer lugar la Encíclica del Papa Juan Pablo II "REDEMPTORIS MISSIO" del 7
de diciembre de 1990.
Medio para atacar ese desafío es la lnculturación del Evangelio, a la luz de los tres
grandes misterios de la salvación: Navidad (Encarnación), Pascua (sufrimiento redentor)
y Pentecostés (acción del Espíritu para entender en la propia lengua la maravillas de
Dios).
Se debe acoger con aprecio sus símbolos, ritos y expresiones religiosas compatibles
con el genuino sentido de la fe (n, 248).
Trato semejante se debe a los hermanos afroamericanos (n. 249) y a las etnias (n.
252).
La cultura moderna (n. 252-254) y la ciudad exigen una Pastoral nueva (255ss).
C.- Del 10 de abril al 8 de mayo de 1994 se celebró el Sínodo de Obispos para Africa.
Durante cuatro semanas la Iglesia que está en Africa celebró su fe en Cristo
resuscitado.
Fue un evento de esperanza para todo el Continente, no obstante los graves problemas
sociales, económicos y politicos que aquejan al Continente negro. Causó la sensación
de algo nuevo.
Del Sínodo para Africa brotó la Exhortación Apostólica "Ecciesio in Africa", del 14 de
septiembre de 1995.
Todas las culturas deben ser iluminadas y transformadas a la luz de la Encarnación, del
despojo de sí mismo para poder ser luego exaltado (Juan 12,24.32) en la resurrección:
vendrá luego un Pentecostés gracias a la efusión y acción del Espíritu que permitirá
profesar en la propia lengua la única fe en Jesucristo y proclamar las maravillas que ha
realizado el Señor (EA 61).
La inculturación prepara al hombre para acoger a Jesucristo en la integridad de su ser
personal, cultural, político, económico, santificado por la acción del Espíritu (EA 62).
inculturación engloba los ámbitos de la vida de la Iglesia: teología, liturgia, vida y
estructura de la Iglesia.
Los hermanos Cirilo y Metodio, en la Edad Media -siglo IX - llevaron la luz del
Evangelio a los pueblos eslavos y les prepararon los textos litúrgicos en la lengua y
mentalidad eslava (cfr. la Encíclica Slavorum Apostol, del 2 de junio de 1985).
Los jesuitas apóstoles de China Matteo Ricci y Martino Martini en el siglo XVII pudieron
incorporar ritos chinos y malabares a la liturgia católica.
Para penetrar y hacer fermentar con la levadura del Evangelio los modos de pensar, de
sentir y de actuar de otras culturas, es necesaria e imprescindible la acción del Espíritu
Santo: él es quien anima la historia y quien la puede
conducir hasta la "nueva creación" (Apoc. 21,5)
LITURGIA
La liturgia debe:
Por esto, la liturgia robustece nuestras fuerzas para predicar a Cristo y presentar así a
la Iglesia a los Hijos de Dios que están dispersos.
La liturgia no agota toda la vida de la Iglesia, antes que los hombres puedan
llegar a la liturgia. Es necesario que sean llamados a la fe y a la conversión.
No obstante la Iglesia es culmen donde tiende toda la actividad de la Iglesia y al
mismo tiempo fuente de donde mana toda su fuerza.
Fomentar:
Las aclamaciones del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas, los
cantos y también las acciones o gestos y posturas corporales.
Guardar a su debido tiempo un silencio sagrado.
Prevéase la participación de los fieles:
En la revisión de los libros litúrgicos, téngase muy en cuenta, que en las rubricas
este prevista también la parte de los fieles
(Rubricas: normas para celebrar Ej: indicaciones en letra roja y pequeña en el
misal)
No haya acepción de personas en la liturgia:
No se hará acepción de personas o de clases sociales, ni en las ceremonias, ni en
el ornato externo, fuera de la distinción que deriva de la función litúrgica y del
orden sagrado.
La música y el canto: cuidar los textos que se cantan y las melodías e instrumentos,
para que convengan a la dignidad del templo y contribuyan realmente a la edificación
de los fieles.
Los gestos y actitudes: Tienen una especial importancia. Algunos pertenecen a los ritos
esenciales de los sacramentos, necesarios para su valides, y deben ser conservados
como han sido aprobados y determinados por la Iglesia.
Otros sirven para expresar al sacerdote que preside y a la asamblea. Se deberán elegir,
en la cultura del País, los gestos y las actitudes corporales que expresen la situación
del hombre ante Dios, dándoles una significación cristiana, en correspondencia si es
posible con los gestos y actitudes de origen bíblico.
El arte ayuda a los fieles a celebrar y a encontrarse con Dios: Por eso el arte debe tener
libertad para expresarse en las iglesias de todos los pueblos y naciones... siempre que
contribuya a la belleza del espacio y ritos litúrgicos y que sea significativo en la vida y
la tradición del pueblo. Se dará preferencia a las materias formas y colores familiares
en el País
Las imágenes de Cristo, María y los Santos: En cada cultura los creyentes deben ser
ayudados en su oración y en su vida espiritual por las obras artísticas que intentan
expresar el misterio según el genio del pueblo.
Qué es inculturación del Evangelio? -Cuáles son los criterios y actitudes para una
evangelización inculturada? A estas preguntas trata de responder este artículo
asumiendo el desafío de avanzar hacia el Tercer Milenio por el camino de la
evangelización de la cultura, que es una tarea prioritaria de la Nueva
Evangelización. Este trabajo es un esfuerzo de síntesis de esta vasta cuestión,
rescatando lo más significativo y necesario para la tarea evangelizadora,
buscando discernir criterios y actitudes para la actividad pastoral.
En los últimos años el tema de las culturas apareció con particular insistencia en la
reflexión teológico pastoral de la Iglesia. Ya Pablo VI advertía con claridad que 'la
ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda el drama de nuestro tiempo' (EN 20).
En qué consiste o cómo se manifiesta esa ruptura? Basta echar una mirada sobre
nuestra realidad para percibir que hay muchas situaciones que no tienen
explicación siendo que nuestras sociedades en su mayoría están compuestas por
cristianos. Tanto el secularismo como la justicia largamente esperada revelan
que el mensaje del Evangelio no ha logrado traducirse en una sociedad más justa
y fraterna. Es más, en los diferentes aspectos de la vida del pueblo (social,
religioso, político, económico...) se evidencian signos de una 'cultura de muerte'
en la cual los valores evangélicos quedan marginados. Asistimos además a la
proliferación de sectas y otras ofertas de salud y salvación, que se caracterizan
por un anuncio espiritualista del Evangelio, sin ningún tipo de compromiso en el
plano social. La difícil situación económica lleva a la disgregación de la familia, a
la desorientación y desesperanza de los jóvenes y a la pérdida del sentido de
solidaridad.
Podemos enumerar muchos 'signos de muerte' pero todos ellos no nos tienen que
llevar a un pesimismo pastoral. El Evangelio que anunciamos es la semilla de la Palabra
que puede producir el ciento por uno cuando cae en tierra buena. Lo que sí nos
podemos preguntar, a las puertas del Tercer Milenio, es: -en qué tierra ha caído el
anuncio, para que no dé frutos de justicia y solidaridad? -Será que la fe sólo afecta
superficialmente nuestra vida?... 'porque una fe que no se traduce en cultura, es una fe
que no ha sido plenamente acogida, totalmente pensada y fielmente vivida' (Juan Pablo
II al Pontificio Consejo de Cultura, 20-5-82). Ciertamente tendremos que hacer un
examen de conciencia muy serio, porque en esto somos todos responsables ya que la
'cultura de muerte' se gesta en el corazón de cada hombre que se aleja de Dios, así
como la 'civilización del amor y la solidaridad' surge cuando cada cristiano se convierte
profundamente a los valores del Reino de Dios.
La cultura de la que habla Pablo VI no es algo abstracto y desencarnado, por el
contrario, es una realidad que vive en las personas. La siembra del Evangelio en las
culturas es posible gracias a la acogida que da cada persona a la Palabra de Dios.
Juan Pablo II, prosiguiendo la línea iniciada por la Gaudium et Spes y la Evangelii
Nuntiandi continúa invitando a una auténtica evangelización de las culturas, es decir a
llevar el Evangelio a la vida de cada pueblo de manera que se logre 'situar el mensaje
evangélico en la base de su pensar; en sus principios fundamentales de vida, en sus
criterios de juicio, en sus normas de acción'... 'y de allí proyectarse en sus instituciones
y en todas sus estructuras' (Cfr. SD 229). Esta evangelización se manifiesta en 'el
proceso de inculturación que es el centro, medio y objetivo de la nueva
evangelización'.
Ante estos desafíos se percibe la importancia que tiene hoy plantear correctamente la
relación entre Evangelio y culturas. No se trata de algo absolutamente nuevo, pero hoy
se hace más patente debido a la 'irrupción' de las culturas y las etnias (basta pensar en
Ruanda, Bosnia, Armenia. Prepararse para la evangelización en una sociedad
pluricultural no es fácil, pero es esencial al mensaje cristiano el llegar a todos los
hombres y pueblos y encarnarse en sus culturas, con la fecundidad que esto significa,
ya que universalidad no significa uniformidad ni indiferencia en lo cualitativo.
Para abordar este tema es necesario aclarar previamente lo que entendemos por
cultura, o mejor, llegar a un concepto que nos permita vislumbrar adecuadamente
todos los aspectos que implica la inculturación.
El concepto de cultura
Los especialistas hablan de que existen más de trescientas definiciones de cultura.
Todos usamos este concepto pero no siempre en el mismo sentido. El problema es que
damos por supuesto que está claro lo que queremos significar. La imprecisión en este
punto influye entonces en lo que se diga con respecto a la inculturación.
Si buscamos un concepto para iluminar el proceso de inculturación, debemos tomar
algunos criterios para no perdernos en esa búsqueda.
En este sentido, nos puede guiar la perspectiva universal que tiene la nueva
evangelización:
sus destinatarios son todos los hombres y todas las culturas. Situarnos en una
perspectiva universal implica una apertura que procede de la liberación de ciertos
prejuicios:
a) El etnocentrismo: es un prejuicio radicado profundamente en el ser humano.
Consiste en una dificultad para percibir vivencialmente (y por tanto valorar) la cultura
ajena. Ocurre que la cultura de los pueblos, es como el aire que se respira, y por ello
es natural que los hombres consideren sus criterios, valores e interpretaciones, como
lo mejor para ellos y para los demás; es decir, consideran su cultura como 'la' cultura,
en sentido universal, como punto de referencia para juzgar a los demás. El
etnocentrismo se agudiza cuando un pueblo se cierra sobre sí mismo y evita el
contacto con otras culturas. Esto lleva a dividir las culturas en superiores e inferiores; y
alimenta la insolidaridad, la intolerancia y la hostilidad entre los pueblos. Esta mirada
subjetivista y autosuficiente sobre la cultura ajena es uno de los principales obstáculos
para la nueva evangelización y hace imposible un verdadero diálogo entre los
hombres.
b) El elitismo: La cultura en este planteo sería algo artificial, que algunos poseen y
ejercen y otros no. De allí surge una división injusta entre hombres 'cultos' y otros que
no lo son. Esta actitud es una variante del etnocentrismo y se basa en una visión muy
reductiva del ser humano. Por ello afecta también pastoralmente ya que lleva a reducir
el campo de la evangelización de las culturas (con el riesgo y la grave responsabilidad
de provocar la desaparición de la cultura de un pueblo). Una sana antropología nos
indica que la cultura es algo propio de la misma condición humana. El hombre es por
naturaleza un ser cultural.
c) El 'culturalismo': esta actitud considera que las culturas son perfectas en sí, y que
cualquier cambio en ellas, cualquier interacción, aún los que provienen de la acción
misionera, son abusivos. Esta postura parte de una premisa errónea:
considera a las culturas en forma aislada, cosa que históricamente y
antropológicamente es falsa. La plenitud del hombre, su identidad y conciencia de sí
provienen del encuentro con otras personas; lo mismo podemos decir de las culturas:
un pueblo afirma su identidad cultural solamente en la medida en que se relacione con
otras culturas. El culturalismo, es producto de una antropología de laboratorio y no es
más que otra forma del etnocentrismo. Si bien es necesario comprender una cultura
desde 'dentro' (una visión étnica), también se hace necesario tener una visión desde
'fuera' (una visión ética) que se produce en la interacción entre las culturas. De lo
contrario tendríamos que mirar con beneplácito el canibalismo, el machismo, la
esclavitud, la tortura y otras aberraciones humanas.
Por lo general, nadie tiene mayor dificultad en probar 'alimentos típicos' de un país, o
aprender 'danzas exóticas'. El problema surge cuando se vive y trabaja mano a mano
con el otro-cultural. Una aproximación folklórica (etnológica dicen los especialistas) a
las culturas, si bien tiene su valor en cuanto puede rescatar las expresiones profundas
de la conciencia de un pueblo, si no va acompañado de un compromiso de promoción
integral del hombre, puede enmascarar situaciones de injusticia. Bien podemos
promover fiestas 'tradicionales' campesinas sin solidarizarnos con los problemas reales
que tiene los pobladores del campo.
e) identificar Evangelio con Cultura: esto llevaría a considerar que algunas culturas son
preferenciales para la evangelización y por lo tanto, más que a evangelizar se tendería
a 'civilizar' según los patrones culturales de los misioneros. Es una variante del
etnocentrismo y el elitismo que ya señalamos, pero más sutil y por supuesto bien
intencionada; el evangelizador suele ser inconsciente de su 'complejo de civilizador'.
Como consecuencia de esta identificación, el concepto de cultura queda reducido y a la
vez se limita la eficacia del anuncio de la buena nueva y puede llevar a estériles
enfrentamientos culturales. Podríamos imaginar esta situación como la del que
siembra sin preocuparse por sacar la semilla de su envase, o la del que ofrece un vaso
de agua y exige que también se coma el vaso. No se puede, en estos casos, generar
inculturación ya que 'el Evangelio, y por consiguiente la evangelización, no se
identifican ciertamente con la cultura y son independientes con respecto a todas las
culturas... Evangelio y evangelización no son necesariamente incompatibles con ellas,
sino capaces de impregnarlas a todas sin someterse a ninguna' (EN 20).
La palabra Cultura
Para aproximarse a una concepción de cultura que evite estas reducciones y prejuicios,
es necesario evaluar algunos usos de la palabra cultura:
a) Cuando se dice cultura popular, cultura dominante, cultura juvenil , etc. se está
teniendo en cuenta fundamentalmente la condición social o histórica del grupo que
vive esa cultura (del 'sujeto' colectivo de la cultura). Esto implica una perspectiva de
'clase' o sector social. Nos permite discernir diversos campos para la 'inserción' de los
agentes de la evangelización, pero sería inadecuado para plantear un proceso de
inculturación del Evangelio, porque el mismo incide en todas las 'clases' o 'sectores' de
un grupo humano y es un proceso que abarca todo el quehacer del hombre.
Integridad
Como nuestro interés se centra en describir el proceso de inculturación en toda su
amplitud, precisamos un concepto que comprenda la integridad del quehacer humano
como ser cultural. El concepto expresado por el Concilio Vaticano II y luego retomado
en Puebla se nos presenta muy adecuado para esclarecer este tema:
'Con la palabra cultura se indica el modo particular como, en un pueblo, los hombres
cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios (GS 53) (...) Es el
estilo de vida común que caracteriza a los diversos pueblos; por ello se habla de
pluralidad de culturas' (GS 53; Cfr. EN 20; DP 386).
Este concepto de cultura tiene en cuenta la diversidad de los pueblos y a la vez abarca
la globalidad de la actividad cultural, la 'totalidad de la vida de un pueblo' (DP 387) es
decir: sus condiciones materiales, su organización social y su universo simbólico e
imaginario (cosmovisión).
Estos tres niveles no son estáticos sino dinámicos, un cambio o una adaptación de uno
de ellos determina una modificación en los otros. En este sentido las condiciones
materiales no son las determinantes únicas de los cambios y adaptaciones. Al analizar
una cultura podemos ver claramente cómo se refleja la articulación de estos tres
niveles y cómo a la vez se genera un universo de prácticas, interpretaciones, normas
de conducta, etc. que comprenden la globalidad de la vida de un pueblo; por ej.
valores, normas, acciones y relaciones, creencias, leyes, tradiciones e instituciones de
la sociedad, religión, rituales, lengua, canto, danza, fiestas, costumbres vitales
(alimentación, medicina, reproducción) arte, actitudes, etc.
Este complejo conjunto de factores hace que una persona sea individual y, al mismo
tiempo, miembro de una comunidad. La cultura sobrepasa al individuo, se presenta
como algo esencialmente genérico; no es rasgo exclusivo de aquel o ese individuo sino
algo en lo que el individuo participa del ser-en-común. El individuo no posee toda la
cultura sino que participa de ella. Se adquiere después del nacimiento y gracias a ella
se inserta la persona en el universo humano. Al decir que la cultura es como el aire
que respira un grupo humano, estamos diciendo que es como un segundo medio
ambiente donde se desenvuelve la vida de ese grupo; es decir, es un ecosistema
histórico; un medio ambiente construido históricamente. En este sentido, todos los
pueblos tienen cultura; todas las manifestaciones específicamente humanas de vida,
incluso de los individuos, están culturalmente determinadas. Por ello este concepto
integral es el que mejor sirve cuando se trata de la inculturación ya que ésta abarca la
totalidad de la vida de un pueblo. Partiendo de esta concepción es claro que una
evangelización de la cultura supone una acción directa para cambiar las estructuras
socio-políticas, económicas y religiosas que generan situaciones de injusticia.
La expresión de Juan Pablo II habla de cristianismo. Pero no tenemos que pensar que el
cristianismo se da químicamente puro. Por el contrario, siempre viene revestido de un
hábito cultural, y esto ocurre desde el mismo anuncio de Jesús de Nazaret. Las
palabras de Jesús de Nazaret fueron Palabra de Dios expresada en palabras de hombre
y dirigida a hombre concretos que debían entender el mensaje auténtico que se quería
comunicar. Jesús era judío, su cultura era judía y se dirigía a hombres que le podían
entender porque tenían sus mismas categorías culturales.
Los primeros cristianos eran judíos como Jesús. La postura de Jesús ante la Ley fue
interpretada por sus primeros seguidores, no como un rompimiento sino como una
fidelidad más profunda, y por tanto creativa, a su tradición religiosa.
En la vida de las primeras comunidades cristianas, podemos recordar que el conflicto
entre hebreos y helenistas que culminó en el concilio de los apóstoles, (Hech. 15) llevó
a la Iglesia a optar por caminos diferenciados de evangelización para ambos grupos. El
único Evangelio, compartido por todos los apóstoles se inculturaba así en los diversos
pueblos.
a) Un enriquecimiento mutuo
b) Un enfrentamiento que puede llevar a que:
Una cultura puede eliminar a otra cuando las relaciones entre ellas (o mejor dicho,
entre los pueblos y las personas) no son simétricas, es decir, no se dan en un plano de
igualdad. Es muy común entre las culturas minoritarias que reciben sólo lo negativo de
la cultura dominante, la cual, en clara postura etnocéntrica, anulará a la otra. Si la
acción se ejerce sobre todos los niveles de la cultura (material, social y simbólico) se
produce una extinción del grupo. Para referirse a esta situación se utiliza el término
'desculturación'.
Fundamentos teológicos
El fundamento teológico de la inculturación es el misterio de la encarnación del Verbo:
Como 'la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros (Jn 1,14), así la buena
nueva, la Palabra de Jesucristo anunciada a las naciones, debe penetrar en el ambiente
de vida de sus oyentes. La inculturación es precisamente esta penetración del mensaje
evangélico en las culturas (CT 53). En efecto, la Encarnación del Hijo de Dios, por ser
total y concreta, fue también encarnación en una cultura específica (EA 60).
El Evangelio viene a iluminar las cegueras de las culturas y a liberar a los hombres de
todo tipo de opresión. Hay una vinculación clara entre inculturación y liberación
integral del hombre.
En cambio toda inculturación, por tener como meta la liberación, plantea una ruptura
con todo lo que esclavice al hombre.
La inculturación del mensaje, iniciada por los misioneros y luego asumida por la
comunidad, es un proceso prolongado, que se irá realizando en comunión con el
conjunto de las Iglesias que componen la Iglesia universal. Si una cultura se
cierra sobre sí misma, y se limita la comprensión de la fe a su contexto cultural
exclusivamente, la inculturación fracasaría y se volvería a un etnocentrismo. La
inculturación no es una tarea individual sino que 'implica a todo el pueblo de
Dios', no sólo a algunos expertos... y debe ser expresión de la vida comunitaria,
es decir, debe madurar en el seno de la comunidad, y no ser fruto exclusivo de
investigaciones eruditas' (RM 54).