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Para comunicarnos, todos los seres humanos utilizamos textos que pueden ser escritos,
orales o mixtos. Podemos sostener que los textos son unidades de comunicación porque
tienen como objetivo que un emisor pueda transmitir una idea a un receptor. Para que ese
vínculo entre emisor receptor pueda establecerse, el texto tiene que cumplir con
determinadas características básicas.
En primer lugar, debe tener un tema, ya que en un texto las oraciones no están puestas
una a continuación de otras azarosamente sino que se relacionan entre sí, como una especie
de tejido.
También debe responder a un propósito comunicativo, es decir aquello que se quiere
lograr con el texto (explicar, argumentar, solicitar, opinar, describir, etc.).
Por último, todo texto requiere una estructura. Con esto nos referimos a un principio,
un desarrollo propiamente dicho y un final, es decir una determinada y planificada
organización interna.
También debemos tener en cuenta, en el momento de leer y producir un texto oral o
escrito, que éste está inscripto en un contexto de situación que lo antecede y lo condiciona. Es
decir, la construcción del significado del texto está relacionada con el entorno en el cual va a
ser leído o recibido. Eso implica que los participantes deberán estar atentos a todas las señales
verbales o no verbales (si pensamos en la oralidad, los gestos, los silencios, el lugar donde se
produce el intercambio: la clase, el bar, el examen) que condicionan lo que se dice y cómo se
dice. Estos elementos acompañan al texto, y por lo tanto están fuera de éste, aunque influyen
en su interior.
A continuación trabajaremos con la categoría de contexto de situación que es una
categoría propuesta por la Lingüística Sistémica Funcional, cuyo autor es Michael Halliday. Éste
plantea que en el contexto de situación intervienen tres componentes o dimensiones: el
campo, el tenor y el modo.
La primera dimensión o componente es el campo y refiere a la acción social en la que el
texto se produce. Este factor se relaciona con lo que se está haciendo en el momento en el que
producimos un texto (dar una clase, escribir una tesis, conversar con un amigo, hacer un
informe de lectura) mediante la identificación de los participantes y de la descripción de las
actividades que llevan a cabo. El campo, entonces, es lo primero que se debe tener en cuenta
para identificar el tema del texto.
Cuando analizamos esta dimensión tenemos que prestar atención y describir “lo que
sucede”.
Estas preguntas nos pueden ayudar:
- ¿En qué lugar se produce el texto escrito u oral? (durante el desarrollo de una clase; en
una mesa del bar de la facultad con amigos; frente al tribunal examinador de la materia
Civil I)
- ¿En qué marco se produce el texto? (una charla informal con el docente, un trabajo
práctico, un parcial, etc.)
- ¿Cuál es el tema del texto? ¿Dentro de qué campo disciplinar se incluye?
- ¿Qué función cumple? Para responder a esta pregunta es importante reconocer: ¿Cuál
es la actividad que motiva su realización? (elaborar un resumen para estudiar, resolver un
examen, exponer una clase, debatir en grupo, etc.)