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Capítulo VII
LA ACTIVIDAD POLÍTICA: ESPACIO PRIVILEGIADO DEL
COMPROMISO CRISTIANO

I. La política, actividad humana cuestionada y objeto de desprecio

2. El magisterio político de la Iglesia

3. ¿Qué es la política?

3.1. La política es una dimensión estructural de la persona

3.2. La política, un aspecto de la realidad social

3.3. La política es una realidad histórica

3.4. El Estado, concreción histórica de la organización política actual

3.5. Tres niveles de actuación política

4. Principios animadores de una política humanista y cristiana

5. Patologías de la política

6. Compromiso de los cristianos con la política

6.1. Estima de la política y distintos modos de comprometerse en ella

6.2. La caridad política

6.3. Aportación de la fe al compromiso político

7. Textos para la reflexión

7.1. Ilusiones y peligros de la acción y del compromiso cristiano

7.2. Invitación de un profeta a revalorizar la política

Los problemas sociales nos interpelan


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1. LA POLÍTICA, ACTIVIDAD HUMANA


CUESTIONADA Y OBJETO DE DESPRECIO

No es nuevo el desprestigio de la política y de los políticos.


Jonahan Swift, en un famoso libro publicado en 1726 tachaba a
los políticos de ineficaces e incompetentes. En su opinión cuando
un ministro debiera de resolver algo, convenía "darle un tirón
de la nariz, o un puñetazo en la tripa, pisarle un callo, sacudirle
repetidamente ambas orejas, pincharle con alfileres en la cola o
llenarle de moretones el brazo a puro pellizco, para que no se olvidara
del asunto, y esto al levantarse cada mañana hasta que el tema en
cuestión fuera aprobado o denegado definitivamente". De la misma
forma sostenía que "cada senador, en el parlamento de la nación,
después de haber manifestado su opinión y argüido en defensa de
ella, estuviera obligado a votar precisamente lo contrario, porque,
haciéndolo así, el resultado sería, sin duda, favorable al bienestar
público"'
En América Latina y en Paraguay de forma particular, este
desprestigio tienen fundamentos desgraciadamente muy sólidos. El
prebendarismo y clientelismo político, la mediocridad de muchos
de nuestros dirigentes, juntamente con una corrupción cínicamente
sostenida hacen que ya muchos ciudadanos no esperen nada de ellos.
El ausentismo electoral va creciendo y, lo que es más preocupante,
en la juventud es donde este ausentismo es más notorio. En los
sondeos de opinión uno de los estamentos más desprestigiados es el
estamento político. Ante la conciencia de muchos ciudadanos de a
pié "política" es sinónimo de mentira, impunidad, enriquecimiento
ilícito, demagogia y cosas por el estilo. Un comentarista político
en Paraguay, en diciembre del 2001, afirmaba en un medio de
comunicación que "aquí no hay Estado sino cleptocracia"2, lo que
traducido al criollo significa "gobierno de los ladrones".

Swft, Jonatham: "Viajes de Gulliver", Aguilar, Madrid 1990, p. 234

2 Carlos Martini. Diario Noticias, 24 diciembre, p. 10

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2. EL MAGISTERIO POLÍTICO DE LA IGLESIA

Es extensísima la documentación pontificia, conciliar y de


los distintos episcopados de la Iglesia acerca de ternas políticos. La
Iglesia siempre se ha ocupado de este aspecto tan importante de la
realidad humana.
Vamos a referirnos muy sintéticamente al magisterio
pontificio sobre cuestiones políticas desde León XIII (1878-1903)
hasta nuestros días.

León XIII

Durante los trece primeros años de pontificado el magisterio


de León XIII se centró preferentemente en los temas políticos. El
29 de junio de 1881, cuando ya se había celebrado el centenario
de la revolución francesa, publicó una importante encíclica sobre
la autoridad política: "Diuturnum illud". En ella sostiene quá el
poder no brota de un contrato social, sino que —siendo, como es,
una exigencia de la naturaleza humana- es Dios mismo quien lo
ha establecido. Pero ello no quita que los gobernantes "puedan ser
elegidos por la voluntad y juicio de la multitud'". Más tarde en la
encíclica "Au milieu des sollicitudes" que dirigió el 16 de febrero
de 1892 a los católicos franceses, les invitó a reconciliarse con el
régimen republicano y a colaborar con él.
Importantes fueron también "Inmortale Dei" (1-11-
1885) sobre la constitución cristiana de los estados, y "Libertas
praestantissimum" (20-6-1888) sobre la libertad y el liberalismo.

El 10 de enero de 1890 publicó "Sapientiae christianae",


dedicada a los deberes del ciudadano cristiano.

5 León XIII: "Diuturnum illus", n° 4, en DPDP, I I I.

Pedro Velasco Rodriguez, O.P.


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El magisterio político preconciliar

La aportación de Pio XI (1922-1939) al Magisterio político


de la Iglesia fue particularmente importante en lo referente a la
concepción del Estado, en una época en que las funciones de éste
no cesaban de aumentar. Reafirmando el papel insustituible de los
poderes públicos en la promoción del bien común, el Pontífice
se preocupó por clarificar sus límites. Fue el gran defensor de las
sociedades intermedias y del derecho natural anterior al Estado y
el gran luchador contra los totalitarismos. Publicó las encíclicas
"Non abbiamo bisogno" (29-6-1931) contra el fascismo italiano,
"Mit brennender Sorge" (14-3-1937) contra el nazismo alemán —
que es uno de los documentos fundamentales en defensa del derecho
natural de los hombres y de las sociedades por encima del Estado-
y "Divini Redemptoris" (19-3-1937) contra el comunismo ateo. La
exposición del principio de subsidiariedad que hizo en los n. 78-80
de QA es realmente magistral y no ha sido superada todavía.
Pio XII en el radiomensaje navideña de 1942 ofrece un
esbozo de declaración de los derechos de la persona, y en el de 1944
privilegió la democracia como régimen político.
La gran aportación de Juan XXIII (1958-1963) al Magisterio
político de la Iglesia fue la encíclica Pacem in terris. Como indica su
nombre, el tema central de PT es el de la paz, pero contiene también,
por primera vez, una declaración sistemática de los derechos
humanos (11-27) y ofrece un verdadero tratado de política, el más
sistemático y completo de la DSI.

Los papas del postconcilio

El Concilio Vahean Il aborda el tema en su importante


documento "Gaudí= et Spes" y en la Declaración conciliar
"Dignitatis humanae".

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Pablo VI (1963-1978), queriendo conmemorar el 80 aniversario de


la Rerum Novarum publicó en 1971 la "Octogesima adveniens".
Es una síntesis de las orientaciones relativas a la acción política,
que algunos han bautizado como la Carta Magna del pluralismo
cristiano.
La aportación de Juan Pablo II (1978-) a la DSI se ha
centrado hasta ahora más en los temas socioeconómicos que en los
políticos. Podemos destacar, sin embargo, el "Mensaje a las Naciones
Unidas" del 2 de Octubre de 1979 y el capítulo 5 de la CA, de 1991.
Se ha dicho de este capítulo que es como un verdadero manual de
democracia inserto en la encíclica. Los principales acentos de Juan
Pablo II en este campo son la defensa apasionada de los derechos
humanos, la lucha contra los totalitarism os y la negativa a considerar
la violencia corno medio legítimo para resolver diferencias entre
piases o clases sociales.

3. ¿QUÉ ES LA POLÍTICA?

Es fácil hablar de política, sentirla, denostarla o alabarla pero


resulta difícil definirla y acotar los límites de su realidad ¿Qué es
la política?, ¿Hasta donde llega? ¿Cuándo hacemos política y hasta
que punto podemos obviarla? ¿Todos hacemos política o solamente
los especialistas?

Lo primero que hemos de afirmar es que la política es una


realidad antropológica y social sumamente compleja por lo que
es absolutamente imposible tratar de abarcarla con una simple y
corta definición. Vamos a tratar de aclarar y de precisar lo que este
concepto significa a través de diferentes abordajes y perspectivas.
Será más larga nuestra travesía pero esperamos que también sea más
iluminadora y ajustada a la realidad.

Pedro Velasco Rodríguez, O.P.


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3.1. LA POLÍTICA ES UNA DIMENSIÓN ESTRUCTURAL DE LA PERSONA

¿Qué quiere decir esto? Sencillamente, que el ser humano


solamente puede desarrollarse y realizarse conviviendo con los
demás. La convivencia, la sociabilidad es a la persona come el aire
a los organismos vivos, una condición necesaria de sobrevivencia.
A eso se refería Aristóteles cuando definía al hombre como `animal
político". Con ello quería expresar su intrínseca sociabilidad: todo
hombre necesita vivir en sociedad. Sociedad implica un diálogo de
convivencia, de interrelacción, de mutua complementariedad. El ser
humano necesita vivir no solo yuxtapuesto sino con otros. Para el
hombre vivir es convivir. Ello brota de una insuficiencia radical y
de una riqueza ontológica: todos necesitamos de los demás: todos
podemos enriquecer a los demás.

La sociedad resulta así una exigencia de la misma naturaleza


del hombre y se ordena a crear el conjunto de condiciones que
consienten y favorecen el perfeccionamiento de la persona humana.
Esto es válido tanto para la "horda" más primitiva como para el
Estado moderno más complejo.

De esta dimensión estructural de la persona humana se deriva


la absoluta necesidad que tiene el hombre de ordenar, perfeccionar
y sostener la convivencia humana en las diferentes circunstancias y
tiempos. La respuesta a esta necesidad es la "política" en un sentido
más estricto.

3.2. LA POLÍTICA, UN ASPECTO DE LA REALIDAD SOCIAL

En la sociedad los seres humanos hemos de afrontar diversos


desafíos: el de la producción y distribución de bienes (economía), el
de la supervivencia como especie (la familia), el de la transmisión
de saberes acumulados (la educación), etc. Uno de los más difíciles
y necesarios de lograr es el de una convivencia ordenada donde
los intereses y necesidades de las distintas personas, asociaciones,
grupos y corporaciones puedan armonizarse y enriquecerse
mutuamente. Justamente la política es la actividad humana y la

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institución social cuyo objetivo es la ordenación de la convivencia


social en su más alto nivel. No toda ordenación de la convivencia es
política. El árbitro en un partido de fútbol, los padres en una familia,
el gerente en una empresa, el director de un colegio son responsables
del ordenamiento de la convivencia pero no son "políticos". La
ordenación de la convivencia a la que se refiere la política es "en su
más alto nivel", es decir, el Estado.
Esta ordenación de la convivencia se refiere, sobre todo, a
la armonización de diferentes intereses lo que es imposible sin una
autoridad que coordine y sin un poder que garantice la ejecución de
la ley y de los objetivos fijados por la comunidad.
No basta para hacer posible la convivencia social
humana, con la simple agregación de las reivindicaciones de las
diversas asociaciones o grupos particulares porque a menudo son
incompatibles entre sí. Es necesario integrarlas en una síntesis
coherente que resulte viable en un momento y un lugar determinados.
Para imponer esa síntesis a todos los individuos y grupos es
imprescindible que exista un poder político y que éste disponga de
cierta capacidad de coacción.
De ahí que la política se refiera, en este sentido, al ejercicio del
poder desde el ámbito del Estado. Este es el sentido más restringido
y estricto de la política. Podríamos definirla como "el conjunto de
actividades (y de valores, normas, asociaciones e instituciones
derivados de ellas) que tienen por objeto el ejercicio del poder
en la "comunidad civil" (bien sea local, regional, nacional o
internacional) y, por consiguiente, también su conquista y
conservación, en orden a asegurar una convivencia humana, es
decir, que promueva el bien común".

3.3. LA POLÍTICA ES UNA REALIDAD HISTÓRICA


Como todos los fenómenos humanos también la política es
una realidad histórica, sujeta a cambios y a transformaciones. No
es lo mismo la política en las ciudades de Atenas que en el imperio

Pedro Velase() Rodríguez, 0.P


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incaico; en las monarquías absolutas del siglo VII que en los estados
modernos actuales. Toda descripción del fenómeno político ha de
tener en cuenta esta dimensión de su historicidad.

3.4. EL ESTADO, CONCRECIÓN HISTÓRICA DE LA ORGANIZACIÓN


POLÍTICA ACTUAL

"El Estado es solamente la forma moderna de la comunidad


política, y no la única, puesto que pueden existir —y existen-
comunidades políticas (de tipo superestatal) que lo engloban, y otras
(municipios, por ejemplo, o gobernaciones) que constituyen sus
elementos integrantes"4.
Los elementos constitutivos del Estado son: la población, el
territorio y el gobierno o vínculo social.
La población. Todo Estado dice referencia en primer término
a seres humanos concretos tanto considerados en su individualidad
como organizados en grupos y asociaciones intermedias. Este
es el primer elemento del estado: los ciudadanos y las formas de
organización y asociación en las que ellos libremente desean
realizarse.
Territorio. Es otro elemento que constituye y delimita el
Estado. Un territorio propio con fronteras definidas sobre las cuales
se ejerce una soberanía.
Organización política o vínculo social. Es el elemento
formalmente constitutivo de esa comunidad de personas que viven en
un territorio determinado. Este vínculo social se logra a través de un
elemento intrínseco: el Fin común (el proyecto de sociedad que diría
Ortega y Gasset) y a través de un elemento extrínseco : la Autoridad,
que goza de soberanía "ad intra" y de independencia relativa "ad
extra". Esta autoridad se ejercita en los estados modernos a través de
diversos órganos de poder (Jefe de Estado, Gobierno, Parlamento,
etc.). Según el modo de estructurar el ejercicio del poder, resultan las

4 Coste. René: "Las comunidades políticas", Herder, Barcelona, 1971, p. 103.

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diferentes formas y sistemas de Gobierno: República, Monarquía,


Parlamentarismo, Dictadura, etc.

3.5. TRES NIVELES DE ACTUACIÓN POLÍTICA

Una vez descrita la realidad política podemos preguntarnos


corno y quien actúa sobre la misma. Vamos a responder a través de
diversas afirmaciones:

Todos los ciudadanos actúan políticamente en un sentido


general, en el sentido de que todas sus accione y omisiones se
inscriben dentro de un marco político al que sostienen, apoyan o
cambian con su forma de actuar. En este sentido la apoliticidad no
existe. Puede existir la independencia con respecto a un partido
político, a un proyecto concreto de gobierno o a apetencias de poder,
pero no existe persona humana o asociación cuyo actuar sea neutro
con respecto a la convivencia ordenada en la sociedad.

Sobre el campo estrictamente político, el referido al ejercicio


legítimo del poder en el ámbito del estado podemos distinguir dos
niveles de actuación: uno directo, propio de las personas que se
mueven en el ámbito estricto de la política a través de los partidos
políticos, de los diversos poderes del Estado, de organismos
municipales o supranacionales, etc. y otro indirecto a través de
propuestas, denuncias y presiones que la sociedad civil organizada
realiza sobre los poderes públicos.

Podríamos decir, en conclusión, que existen los siguientes


posibles modos de actuación en la vida política:

Un actuar político propio de todo ciudadano en cuanto a los


valores, los objetivos y las formas como actúa,

Un actuar político de las personas y asociaciones cuya función


en la sociedad es la de ejercitar directamente el poder c de
controlarlo o llegar al mismo

Pedro Velasco Rodriguez, O. P.


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Un actuar político de las personas y asociaciones que no


dicen relación directamente al ejercicio del poder pero que
indirectamente lo controlan, presionan y hacen demandas.

La participación del ciudadano en el ámbito de lo político


no se da solamente a través de los partidos políticos y de sus
representantes en los diferentes órganos de gobierno, sino que se
da también a partir de diversas instancias y redes sociales a través
de las cuales puede hacen llegar sus demandas y presionar para que
se implementen. No pretende, esta concepción una minusvaloración
del campo estrictamente político, sino más bien abrir ese campo a
otras instancias en orden a su enriquecimiento y complementación.

4. PRINCIPIOS ANIMADORES DE UNA POLÍTICA


HUMANISTA Y CRISTIANA

Desde Juan XXIII los Papas han puesto de relieve varios


principios éticos que deben de animar a toda política que aspire a ser
verdaderamente humana. Vamos a señalarlos brevemente.

Verdad, justicia, amor, libertad

Según Pio XII la conviviencia humana necesita apoyarse en


tres columnas: la verdad, la justicia y el amor. A estas tres columnas
Juan XXIII añadió una más: la libertad. (PT 35, 37, 45). Un par
de años después el Concilio vaticano II haría suyo el cuádruple
fundamento: "El orden social hay que desarrollarlo a diario, fundarlo
en la verdad, edificarlo sobre lajusticia, vivificarlo por el amor. Pero
debe encontrar en la libertad un equilibrio cada día más humano"
(GS 26c).

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La verdad

Si es cierto que en otro contexto Cristo dijo: "La verdad


os hará libres" (Jn. 8,32) eso no quita que sea cierto que también
en política la verdad nos hace libres y auténticos. Como dijo Juan
XXIII, "la convivencia civil sólo puede juzgarse ordenada, fructífera
y congruente con la dignidad humana si se funda en la verdad. Es
una advertencia del apóstol San Pablo: Despojáos de la mentira,
hable cada uno verdad con su prójimo" (Ef 4,25)" (PT 35).
Esto afecta, en primer lugar, a quienes ejercen la autoridad.
Kant sostenía rotundamente que "son injustas todas las acciones
que se refieren al derecho de otros hombres cuyos principios no
soportan ser publicados'''. Por eso una política humanista debe de
caracterizarse por el ejercicio del poder con absoluta transparencia
y recordar la imagen del ágora, es decir, la asamblea de todos los
ciudadanos en un lugar público. Podemos estar seguros de que, allá
donde el poder actúe en la oscuridad, los contrapoderes se moverán
en la sombra en forma de conjuraciones, complots, conspiraciones,
golpes de Estado, etc.
La ex igencia de verdad concierne tam b ién muy especialmente
a los medios de comunicación social (PT 90). En el decreto conciliar
Inter Mirifica, antes de hablar de la libertad de expresión se habla del
"derecho a la información" que tiene la sociedad (5).

La justicia

El segundo pilar señalado por los papas es la justicia. Es


significativo que menciona la justicia y no el orden. Una politica
humanista nunca podrá hacer suya la famosa frase de Goethe:
"Prefiero la injusticia al desorden". Nadie dudad de la importancia

E. Kant: "La paz perpetua" (Tectos, Madrid 1985), 61-62

Pedro Velasco Rodriguez, 0.P


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del orden —basta pensar en su contrario, la anarquía y el caos- pero,


como decía San Agustín, "desterrada la justicia, ¿qué son los reinos
sino grandes latrocinios?"6.

El símbolo más frecuente en Occidente para expresar la idea


de justicia es una virgen con los ojos tapados y teniendo una balanza
en sus manos para verificar imparcialmente que haya equidad entre
lo que recibe y lo que da. Pero, si justicia es dar a cada uno lo suyo,
se trata de dar al hombre la posibilidad de que sea efectivamente
hombre y esto supone que los intercambios equitativos no siempre
son justos. Los peor dotados necesitan más de lo que pueden dar.
Por eso la imagen profética de la justicia no es una balanza, sino un
torrente que fluye con fuerza (Am 5,24). No evoca la concepción
estática de una sociedad en equilibrio, sino una concepción dinámica
de la justicia que reconoce los derechos de aquellos a quienes hasta
el presente les habían sido negados.

La justicia sobre la que debe asentarse el orden sociopolítico


no es la justicia conmutativa estricta, sino la justicia social, que
reivindica un orden justo no existente todavía. Se trata de una
expresión consagrada por Pio XI en QA.

El amor

Mientras llega ese orden justo no existente todavía, el amor


—la caridad- debe suplir de momento la falta de justicia, pero sin
renunciar a ella. De hecho, lo que hoy llamarnos "derechos sociales"
(educación, asistencia sanitaria, etc.) fueron durante muchos siglos
prestaciones espontáneas de la caridad, de tal forma que quien lea la
historia sin prejuicios se verá obligado a reconocer que la caridad,
en el pasado, ha ido abriendo caminos a la justicia.

Así deberá seguir haciéndolo hoy: "Para ser auténticamente


verdadera, la caridad debe tener siempre en cuenta la justicia

6Agustín de hipona: "La ciudad de Dios-. IA, c.4, en Obras completas de San
Agustín, t. 16 (BAC 171, Madrid 1964). 195.

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a instaurar y no contentarse con paliar los desordenes y las


insuficiencias de una condición injusta"'
Esto no quiere decir que la caridad deba ir sólo precediéndo
a la justicia. También debe acompañarla. Si desapareciera de
aquellos ámbitos en que ya se ha establecido la justicia, la sociedad
se limitaría a entregar "lo debido" mediante unas relaciones
meramente formales en las que las personas quedarían reducidas a
ser sujetos anónimos de derechos. De hecho, ante la burocratización
de las instituciones de política social se ha dado ya la voz de alarma:
"Vuelta a lo humano".
Por eso —nos dice Juan Pablo II en Dives in misericordia-,
"la experiencia del pasado y de nuestros tiempos demuestra que la
justicia por si sola no es suficiente y que, más aún, puede conducir a
la negación y al aniquilamiento de sí misma, si no se le permite a esa
forma más profunda que es el amor plasmar la vida humana en sus
diversas dimensiones" (12c).

Como afirmó Pio XII, "el orden social no admite ni


oposición ni alternativa: amor o derecho, sino la síntesis fecunda:
amor y derecho"'

La libertad

El Concilio Vaticano 11 propone este principio


inequívocamente: "Se debe observar la regla de la entera libertad
en la sociedad, según la cual debe reconocerse al hombre el máximo
de libertad, y no debe restringirse sino cuando es necesario y en la
medida en que lo sea" (DH 7c). "Allí donde por razones de bien
común se restrinja temporalmente el ejercicio de los derechos,

7
Pio XII: "Dans la tradition" (7-7-1952)5 en DPDS, 1036.

8 Pio XII: "Sermón ante el Sacro Colegio Cardenalicio- (24-12-1942)20 en


DPDP, 846.

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restablézcase la libertad cuanto antes, una vez que hayan cambiado


las circunstancias" (GS 75c).
Una de las razones que desde el principio llevaron a la DSI a
condenar el colectivismo fue la defensa más elemental de la libertad
humana. Bajo él, "la sociedad no es más que una enorme máquina,
cuyo orden es meramente aparente, porque ya no es el orden de la
vida"9. Tras el fracaso de los regímenes colectivistas Juan Pablo II
hace una observación de suma importancia: "No sólo no es lícito
desalentar desde el punto de vista ético la naturaleza del hombre,
que ha sido creada para la libertad, sino que esto ni siquiera es
posible en la práctica. Donde la sociedad se organiza reduciendo de
manera arbitraria o incluso eliminando el ámbito en que se ejercita
legítimamente la libertad, el resultado es la desorganización y la
decadencia progresiva de la vida social" (CA 25b).

Igualdad, participación

Pablo VI, en la Carta Apostólica OA, llamó la atención


sobre otros dos principios que deben animar una política humanista:
la igualdad y la participación, "formas ambas de la dignidad del
hombre y de su libertad" (22).

La igualdad

Las sociedades tradicionales asignaban a sus miembros unas


identidades definidas y permanentes estrictamente jerarquizadas: el
pueblo llano estaba subordinado a la nobleza, la mujer al varón, las
razas de color a la raza blanca, etc. Además, se elaboraron discursos
ideológicos para legitimar esas discriminaciones que fueron
interiorizados por las propias clases oprimidas.
9
Pio XII: "La deeirnaterza" (24-12-1951)45, en DPDP. 994.

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Juan XXIII constata con satisfacción que "en nuestro tiempo


resultan anacrónicas las teorías, que duraron tantos siglos, por virtud
de las cuales ciertas clases recibían un trato de inferioridad, mientras
otras exigían posiciones privilegiadas a causa de la situación
económica y social, del sexo o de la categoría política" (PT 43). Y
el Concilio Vaticano II expuso con nitidez cual es la postura de la
Iglesia: "La igualdad fundamental entre todos los hombres exige un
reconocimiento cada vez mayor. Porque todos ellos, dotados de alma
racional y creados a imagen de Dios, tienen la misma naturaleza y el
mismo origen. Y porque, redimidos por Cristo, disfrutan de la misma
vocación y de idéntico destino... Toda forma de discriminación en
los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural,
por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión,
debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan divino" (GS
29a,b).

La participación

En opinión de José Luis Gutiérrez, "puede afirmarse que la


palabra participación ha sustituido en Gaudium et Spes a la palabra
democracia, por expresar de modo inequívoco la sustancia de ésta
en el pensamiento pontificio y conciliar'. En efecto, la democracia
se configura siempre como una forma de gobierno participativa.
Hay, desde luego, concepciones distintas acerca del grado y las
formas de participación, pero el hecho es que, frente a la tiranía o la
aristocracia, la democracia postula la intervención del pueblo en las
tareas de gobierno.
"El ciudadano —decía Juan XXIII- tiene siempre el derecho
de ser el autor principal de su propio destino" (MM 151; cf. PT 26).
Por eso, el Vaticano 11 alaba "la conducta de aquellas naciones en las
que la mayor parte de los ciudadanos participa con verdadera libertad

t J.L. Gutierrez: "Conceptos fundamentales en la DSI". s.v. Participación, t. 3


(Centro de Estudios Sociales del Valle de tos Caldos. Madrid 1971), 334.

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en la vida pública" (GS 31c). Más tarde Juan Pablo 11 dirá que "la
salud de una comunidad política... se expresa mediante la libre
participación y responsabilidad de todos los ciudadanos en la gestión
pública, la seguridad del derecho, el respeto y la promoción de los
derechos humanos" (SRS 44e). De ahí las constantes exhortaciones
de la DSI hace a los cristianos a "participar activamente en la vida
pública" (PT 146).
Si dejamos solamente en manos de los políticos y
especialistas la gestión de la cosa pública es muy posible que se
caiga en grandes desaciertos e injusticias. La sociedad necesita, por
tanto, defenderse de la tiranía de los expertos. Como escribió Pablo
VI, "para hacer frente a una tecnocracia creciente, hay que inventar
formas de democracia moderna" (OA 47).
Por todo ello concluía el Papa que. si bien la necesidad
de participación conducen hacia la democracia, todavía no parece
que la humanidad haya encontrado la fórmula de una democracia
auténticamente participativa: "La doble aspiración hacia la igualdad
y la participación trata de promover un tipo de sociedad democrática.
Diversos modelos han sido propuestos; algunos han sido ya
experimentados; ninguno satisface completamente, y la búsqueda
queda abierta" (OA 24).

Derechos humanos

Juan Pablo II ha acentuado principalmente la necesidad que


tiene cualquier política humanista de respetar escrupulosamente los
derechos humanos.
Nótese que estos derechos son llamados a veces
"fundamentales", y lo son en el sentido de que deben servir de
fundamento a cualquier orden jurídico: "El bien común consiste
principalmente en la defensa de los derechos y deberes de la persona
humana. De aquí que la misión principal de los hombres de gobierno

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deba tender a dos cosas: de un lado, reconocer, respetar, armonizar,


tutelar y promover tales derechos; de otro, facilitar a cada ciudadano
el cumplimiento de sus respectivos deberes" (PT 60).

5. ALGUNAS PATOLOGÍAS DE LA POLÍTICA ACTUAL:


LA CORRUPCIÓN Y EL PODER COMO FIN

El poder como fin


"Los políticos están amenazados por la erótica del poder.
El poder debería de ser tan sólo un medio para servir a todos los
miembros de la comunidad nacional e internacional. Pero puede
llegar a ser un fin en si mismo al que se sacrifica todo. Ya decía
Sancho, antes de empezar a gobernar la ínsula Barataria, que "es
bueno mandar, aunque sea a un hato de ganado".
La seducción que ejerce el poder es tan grande que muchas
personas, inicialmente orientadas hacia la política por el más puro
ideal de servir a sus semejantes, acabaron convirtiendo el medio (o
sea, el poder) en fin, y el fin (o sea, las personas) en medio. En la
más famosa novela de Gabriel García Marquez se describe muy bien
esa sustitución de los ideales por la erótica del poder. El Coronel
Aureliano Buendía se deshace de un opositor peligros —el general
Teófilo Vargas- para asumir el mando central. Por la noche "despertó
sobresaltado, pidiendo a gritos una frazada. Un frío interior que le
rayaba los huesos y le mortificaba inclusive a pleno sol le impidió
dormir bien varios meses, hasta que se le convirtió en una costumbre.
La embriaguez del poder empezó a descomponerse en ráfagas de
desazón. Buscando un remedio contra el frío, hizo fusilar al joven
oficial que propuso el asesinato del general Teófilo Vargas". Más
tarde recibió a sus asesores, que le proponían renunciar a la reforma
agraria, para recuperar el apoyo de los terratenientes liberales, y a la
lucha contra la Iglesia, para obtener el respaldo del pueblo católico.
"Quiere decir —sonrió el coronel Aureliano Buendía cuando terminó
la lectura- que sólo estamos luchando por el poder". Y, sin dejar de

Pedro Velasco Rodríguez, O.P.


229 ,

sonreír, firmó los papeles que le tendían sus asesores. "Sus hombres
se miraron consternados. Me perdona, coronel —dijo suavemente el
coronel Gerineldo Marquez-, pero esto es tina traición". Y "dos días
después el coronel Gerineldo Marquez, acusado de alta traición, fue
condenado a muerte"".
Es fácil comprender por qué el poder embriaga a los
hombres: tienen la sensación de estar haciendo historia, todo el
mundo se pliega a sus órdenes, etc. En cambio, no resulta tan fácil
señalar en que momento preciso la vocación política se transforma
en simple ambición"2.

La corrupción generalizada
La corrupción es, quizás, la peor enfermedad de la política.
Cuando va unida a la impunidad produce la descomposición,
debilitamiento y descreimiento más peligroso de la misma. En todo
el mundo se habla hoy de la corrupción en la política. Grandes
escándalos han saltado en piases ricos y pobres, en piases del Norte
y del Sur.

¿Que es la corrupción? Referida a una persona "es el acto


(o actos) a través del cual una persona obligada moral o legalmente
hacia intereses ajenos, los sustituye por intereses propios". La
corrupción en el estado, o en el gobierno, o en el sector público se
entiende como "la desnaturalización de las funciones del funcionario
público mediante el acceso que este tiene a la administración de
la información, las influencias y/o de los recursos del estado. En
resumen, los bienes y servicios públicos se utilizan para provecho
del funcionario y/o sus amigos, físicos o institucionales, y no para
la comunidad". El acto de corrupción resulta cuando un funcionario
público lleva a cabo un hecho favoreciendo sus intereses particulares

Garcia Marquez, Gabriel: "Cien años de soledad", Plaza & Janés, Barcelona
1978, pp. 155-158.

12Gonzalez-Carvajal, Luis: "Entre la utopía y la realidad" Sal Terrae, Barcelona,


1998. pp. 209-211

Los ~lemas sociales nos interpelan


1
230

y/o los de otros a cambio de una recompensa en perjuicio de las


reglas a las que debe seguir, las cuales favorecen los intereses
de la comunidad' 3 . Cuando los actos de corrupción se tornan tan
frecuentes, incluso tan imprescindibles para la vida cotidiana que
la corrupción se convierte en sistema, se está frente a un estado de
corrupción.
En América Latina hemos llegado a grados de corrupción
tan altos que nos obligan a referirnos a ella como a un "estado
de corrupción". La Argentina de Menen (1989-1999), el Perú de
Fujimori (1995-2.000) son dos muestras lacerantes de este cáncer que
corroe las democracias hace poco restablecida de nuestro continente.
En Paraguay desde la época del dictador Alfredo Stroessner hasta la
actual de sus discípulos y seguidores en el gobierno y en el Partido
Colorado (tampoco se salvan, por desgracia políticos importantes de
la oposición) siempre ha campeado la corrupción como fundamental
engranaje de la maquinaria del Estado. La diferencia estriba en que
durante la dictadura no se podía hablar del tema. En la actualidad se
habla pero continúa la corrupción gozando de una buenísima salud
apoyada y estimulada por la más pertinaz e irritante impunidad. Basta
con abrir los diarios de estos diez años últimos años para constatar
cientos de casos de corrupción y cientos de casos de impunidad. El
deterioro y progresivo hundimiento del Paraguay se deben, en no
poca medida, a la corrupción e impunidad imperantes.

° Roberto L. Céspedes: "Corrupción, Estado y Sociedad en Paraguay". Revista


ACCION, Asunción, n° 151, Marzo de 1995, p.7.

Pedro Velasco Rodríguez. 0.P


1

231

6. LOS CRISTIANOS Y LA POLÍTICA

6.1. ESTIMA DE LA POLÍTICA Y DISTINTOS MODOS DE COMPROMETERSE


EN ELLA.

Puebla da unas orientaciones, en este sentido, que me


parecen tan iluminadoras y claras que vamos a dejar que los textos
hablen por si mismos.

a) Estima e importancia de la política (514-519)


"La fe cristiana no desprecia la actividad política; por el
contrario, la valoriza y la tiene en alta estima.

La Iglesia siente como su deber y derecho estar presente en


este campo de la realidad: porque el cristianismo debe evamelizar
la totalidad de la existencia humana, incluida la dimensión política.
Critica por esto, a quienes tienden a reducir el espacio de la fe a
la vida personal o familiar, excluyendo el orden profesional,
económico, social y político, corno si el pecado, el amor, la oración
y el perdón no tuviesen allí relevancia.

En efecto, la necesidad de la presencia de la Iglesia en lo


político, proviene de lo más íntimo de la fe cristiana: del señorío
de Cristo que se extiende a toda la vida. Cristo sella la definitiva
hermandad de la humanidad; cada hombre vale tanto como otro:
«Todos sois uno en Cristo Jesús» (Gál. 3,28).

Del mensaje integral de Cristo se deriva una antropología y


teología originales que abarcan «la vida concreta, personal y social
del hombre» (EN 29). Es un mensaje que libera porque salva de la
esclavitud del pecado, raíz y fuente de toda opresión, injusticia y
discriminación.

Estas son algunas de las razones de la presencia de la Iglesia


en el campo de lo político, para iluminar las conciencias y adunciar
una palabra transformadora de la sociedad.

Los problemas sociales nos interpelan


232

La Iglesia reconoce la debida autonomía de lo temporal


(GS 36) lo que vale para los gobiernos, partidos, sindicatos y demás
grupos en el campo social y político. El fin que el Señor asignó a
su Iglesia es de orden religioso y, por lo tanto, al intervenir en este
campo no la anima ninguna intención de orden político, económico
o social. «Precisamente de esta misma misión religiosa derivan
funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y
consolidar la comunidad humana según la ley divina» (GS 42).

b) Diversas acepciones de la política y diversos modos de


compromiso con ella (521-524)
"Deben distinguirse dos conceptos de política y de
compromiso político: primero, la política en su sentido más
amplio que mira al bien común, tanto en lo nacional como en lo
internacional. Le corresponde precisar los valores fundamentales
de toda comunidad -la concordia interior y la seguridad exteidor-
conciliando la igualdad con la libertad, la autoridad pública con
la legítima autonomía y participación de las personas y grupos, la
soberanía nacional con la convivencia y solidaridad internacional.
Define también los medios y la ética de las relaciones sociales. En
este sentido amplio, la política interesa a la Iglesia y, por tanto, a sus
Pastores, ministros de la unidad. Es una forma de dar culto al único
Dios, desacralizando y a la vez consagrando el mundo a El (LG 34).
La Iglesia contribuye así a promover los valores que deben
inspirar la política, interpretando en cada nación las aspiraciones de
sus pueblos, especialmente los anhelos de aquellos que una sociedad
tienda a marginar. Lo hace mediante su testimonio, su enseñanza y
su multiforme acción pastoral.
Segundo: la realización de esta tarea política fundamental se
hace normalmente a través de grupos de ciudadanos que se proponen
conseguir y ejercer el poder político para resolver las cuestiones
económicas, políticas y sociales según sus propios criterios o
ideologías. En este sentido se puede hablar de «política de partido».
Las ideologías elaboradas por esos grupos, aunque se inspiren en la

Pedro Velasco Rodríguez. O.P.


1

233 „

doctrina cristiana, pueden llegar a diferentes conclusiones. Por eso,


ningún partido político por más inspirado que esté en la doctrina de
la Iglesia, puede arrogarse la representación de todos los fieles, ya
que su programa concreto no podrá tener nunca valor absoluto para
todos.
La política partidista es el campo propio de los laicos (GS
43). Corresponde a su condición laical el constituir y organizar
partidos políticos, con ideología y estrategia adecuada para alcanzar
sus legítimos fines".

6.2. LA CARIDAD POLÍTICA

En un artículo ya antiguo, el P Chenu defendía la necesidad


de considerar como prójimo, en el sentido evangélico de la palabra, no
solo a las personas individuales, sino también a las masas humanas".
En efecto, yo puedo acercarme al otro para ayudarle directamente
a través de una presencia inmediata. Así aparece el prójimo en la
parábola del buen samaritano. Pero también puedo hacerle bien
sin necesidad de cercanía fisica e incluso sin tener siquiera noticia
de su existencia particular. Me basta con comprometerme en la
dignificado]) de los diversos colectivos sociales a que pertenezco:
La protección de las comunidades indígenas, el mejoramiento
de la situación económica, social y cultural del campesinado, la
protección a la niñez trabajadora y explotada, la no discriminación
de la mujer, la defensa del trabajador; a través del compromiso en
esas áreas puedo llegar a incidir muy significativamente en la vida
y el destino de las personas implicadas en las mismas. Sobre todo
desde el campo político esa actividad es sumamente importante.
Cuando logro cambios significativos en el sistema de salud, sin
conocer a las personas, llego a beneficiar y puedo hacer objeto de mi
amor y solicitud a infinidad de ellas. Todo eso es lo que podríamos
llamar "caridad política".
14
Chenu, Marie-Dominique, O.P.: "Los cristianos y la acción temporal-. Estela,
Barcelona 1968, pp. 125-152.

Los problemas sociales nos interpelan


1

234

En el magisterio de la Iglesia, esa expresión aparece


por primera vez en la defensa que hizo Pio XI de la Federazione
Universitari Cattolici Italiani en 1927, citando Mussolini la acusó
de sobrepasar los límites del apostolado incidiendo en la política:
campo político —dijo el Papa- abarca los intereses de la sociedad
entera; y, en este sentido, es el campo de la más basta caridad de la
caridad política, de la caridad de la sociedad".''
El cristiano desde el campo político está en posición de
ejercitar esta "caridad política" y desde ella contribuir vigorosamente
al bienestar y progreso de su comunidad. Por ello la política, muchas
veces campo de latrocinio y de arribismo, debe convertirse en
instrumento privilegiado para humanizar la sociedad donde vivimos.
A través de ella, cuando su móvil es el respeto, el cuidado y la
dignificación de las personas, aunque no ejercitamos directamente
lo propio de la caridad que es el amor interpersonal, indirectamente
lo hacemos en un grado eminente añadiendo al amor la característica
tan cristiana de la universalidad.

6.3. APORTACIÓN DE LA FE AL COMPROMISO POLÍTICO

El hecho de comprometerse en política desde una experiencia


de fe ¿añade algo a las motivaciones y a los contenidos de un
proyecto político? Digamos que ofrece unas motivaciones propias
y de enorme vitalidad, que ofrece a la vez unos valores que deben
inspirar su accionar, pero que en los programas y planes concretos
cabe una gran diversidad de opciones aún partiendo de una misma
fe. Veamos esto un poco más detenidamente.
La fe ofrece, ante todo, fundamentación, motivación y
sentido al compromiso político. No quiere esto decir que sin la fe
el compromiso político carezca de sentido. Lo que aporta la fe es
más bien un "plus" de sentido; pero no —como dice muy bien Julio

Discorsi di Pio XI, t.1, Ed. D. Berdeto, Torino 1960, p. 743.

Pedro Velasco Rodríguez, O.P.


235 ,

Lois - porque ofrezca unas cuantas motivaciones más, susceptibles


de añadirse a las motivaciones profanas. Es más exacto decir que las
motivaciones profanas, sin perder su propia consistencia autónoma,
resultan enriquecidas "desde dentro" por la fe, adquiriendo así
una mayor profundidad que las vuelve "capaces de mantener el
compromiso más allá de lo que permitiría hacerlo la lógica del
discurso meramente racional sobre la historia y sus posibilidades de
progreso".'
A nivel de si la fe ofrece contenidos concretos a la política,
aunque ha habido en la Iglesia prestigiosos pensadores que han
sostenido esa tesis, hoy día, sobre todo luego de ver las consecuencias
negativas de la misma, hay que afirmar lo contrario. La Biblia no
ofrece, ni tiene por qué ofrecer, un modelo de organización de la
sociedad, pero en ella "aparecen una serie de exigencias éticas,
definidas de forma absolutamente claras: el respeto a los pobres,
la defensa de los débiles, la protección de los extranjeros, la
desconfianza frente a la riqueza, la condena del dominio ejercido por
el dinero, la destrucción de los poderes totalitarios". No busquemos,
por lo tanto, en la revelación recetas para construir un modelo de
sociedad pero, eso sí, tengamos siempre presentes los valores que
deben estar inspirando el mismo si queremos que sea cristianamente
sostenible.
De ahí que en la propuesta y ejecución de proyectos políticos
las opciones pueden ser diversas. "La fe y el Evangelio nos llenan
de sueños, de anhelos, de esperanzas. Son los sueños que anidaban
en los corazones de los profetas cuando anunciaban un mundo
donde el león y el cordero vivirían juntos y las lanzas se convertirían
en podaderas. Pero la teología se detiene ahí. Cuando llega el
momento de realizar esos sueños y traducirlos en la vida cotidiana,
la teología nos abandona. Entonces necesitamos echar mano, como
cualquier otro mortal, de los instrumentos de análisis social y de los
conocimientos técnicos que la humanidad ha ido desarrollando y

16Lois. Julio: "Identidad cristiana y compromiso socio-político". 1-10AC. Madrid,


1989, pp. 81 y 85.

Los problenzas sociales nos interpelan


236

perfeccionando a través de la historia"". Dado que esas ciencias no


son exactas, "una misma fe cristiana puede conducir a compromisos
diferentes"". Es lo que siempre ha reconocido la Enseñanza Social
de la Iglesia y el Concilio Vaticano II lo ha reafirmado:
"Muchas veces sucederá que la propia concepción
cristiana de la vida les inclinará en ciertos casos a elegir
una determinada solución. Pero podrá suceder, como
sucede frecuentemente y con todo derecho, que otros
fieles, guiados por una no menor sinceridad, juzguen
del mismo asunto de distinta manera. En estos casos de
soluciones divergentes aun al margen de la intención de
ambas partes, muchos tienen fácilmente a vincular su
solución con el mensaje evangélico. Entiendan todos
que en tales casos a nadie le está permitido reivindicar
en exclusiva a favor de su parecer la autoridad de la
Iglesia. Procuren siempre hacerse luz mutuamente con
un diálogo sincero, guardando la mutua caridad y la
solicitud primordial por el bien común""

17
Gonzalez Carvajal. o.e. p. 220.

18
Pablo VI, Octogesima Adveniens, 50.

Gatailum et Spes, 43.

Pedro Velasco Rodríguez, O.P.


237

7. TEXTOS PARA LA REFLEXIÓN

7.1. ILUSIONES Y PELIGROS DE LA ACCIÓN Y EL COMPROMISO CRISTIANO"

Obrar por obrar, obrar para afirmarse, obrar para lucirse,


obrar para dominar.
Querer ir demasiado aprisa.
Perder el contacto con Dios.
Querer a toda costa triunfar.
Sacrificar a los demás a la propia comodidad.
Convertirse en un político oportunista.
Dejarse embriagar por el éxito; engreírse. comprometerse con
alguien.
Creer que se llegó.
Abandonar el estudio, abandonar la plegaria.
Perder la humildad.
Dejar de manifestarse disponible.
Perder la jerarquía de valores.
Querer llegar a ser poderoso.
Desear el poder y el apoyo de los magnates.
Desear los honores.
Consentir en ser juguete de otros.
Dejarse engañar por los corruptos.
Pactar con la injusticia .

20L. J. Lebre O.P.: "Acción, marcha hacia Dios", Estela, Barcelona, 1967. p.
116-117.

Los problemas sociales nos int lpe la n


238

7.2. INVITACIÓN DE UN PROFETA A REVALORIZAR LA POLITICA21

"Si la política ha venido tan a menos, es menester hacer todo


lo posible por restaurarla. Y, para esto, es menester aclarar las ideas.
Frente al concepto de que la política es una lucha desigual
por repartirse el mayor cúmulo de bienes y disfrutarlos egoístamente,
hay que restaurar el verdadero sentido de la política. Por siglos se
ha afirmado que el objetivo de la política es el bien común. Esto
quiere decir que todos debemos de trabajar por conseguir el bien
que beneficie a todos. Las tareas pueden ser múltiples y variadas,
pero todos tenemos la obligación de trabajar por el bien común. La
conquista del poder es este caso no es la conquista de un puesto de
dominación opresora, sino la conquista de un puesto de servicio.
Si la política deteriorada ha echado y sigue echando mano
de medios indebidos, la restauración de la verdadera política tiene
que resucitar el uso de medios honestos. A la mentira hay que
contraponer la verdad. Al engaño hay que contraponer la lealtad. Al
abuso hay que contraponer la legalidad concebida como un respeto a
los derechos de todos los hombres. Al envilecimiento de las personas
por la compra de sus conciencias, hay que oponer un gran respeto a
la dignidad de la persona humana. A la inconsciencia y masificación
existentes hay que contraponer una educación liberadora que lleve a
los hombres a adquirir una conciencia crítica y de superación de los
problemas. Es fundamental educar al pueblo. Es indispensable que
esta educación no siga siendo como hasta ahora, una domesticación,
sino una promoción del hombre en todas sus capacidades.
Si la ideología de la política depravada ha consistido en
buscar la ganancia, hay que sacar a flote que lo que cuenta como
valor central no es el dinero sino el hombre. Si se ha concebido
la competencia como una lucha a muerte de la que resultan
necesariamente vencedores y vencidos, hay que oponer el espíritu

21 Leónidas E. Proaño: "Concientización, evangelización y política" Sígueme,


Salamanca, 1980. p. 161-162.

Pedro Velasco Rodríguez, 0.P


1

239 ,

comunitario que busca en la acción mancomunada el estímulo para


que sean todos lo hombres quienes crezcan y se beneficien de su
trabajo.

Entendida así la política, fácilmente se comprende que


todos los hombres estamos llamados a hacer política. Los apolíticos
en este sentido vendrían a ser como los zánganos de una colmena.
Desde este mismo punto de vista, es necesaria una educación para la
política. Desde el más humilde labriego hasta el más genial ministro
de economía están llamados a contribuir, desde sus respectivos
puestos, al bien común de todo el pueblo".

Los problemas sociales nos interpelan

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