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Kuhn Thomas La Tension Esencial
Kuhn Thomas La Tension Esencial
R o b e r t o H elíer
THOMAS S. KUHN
LA TENSIÓN ESENCIAL
Estudios selectos sobre la tradición
y el cambio en el ámbito de la ciencia
c o n a c y :
Título original
The Essentid Tension. Selected Studies
in Scientific Tradition and Change
© 1977, The University of Chicago
Publicado por The University of Chicago Press
ISBN 0-22645805-9
Impreso en España
l
A
K. M. K„
q u e s i g u e s i e n d o m i e x p e r t o p r e d il e c t o
e n e s c a t o lo g i a
i
PREFACIO
’ Die Entstehung des Neuen: Sludien zar Stmktur der Wissenscha/tsgestchichte (Francfort,
1977). En este volumen hay un prólogo del profesor Krüger. E n la transición a la edición
en inglés, eliminé y remplacé algunas partes que estaban dirigidas al público alemán.
Además, corregí y puU los ensayos inéditos “ Las relaciones entre la historia y la filosofía
de la ciencia” y “Objetividad, juicio de valor y elección de teoría” . El primero tiene ahora
una conclusión nueva, a la cual quizá no habría llegado sin h aber leído el libro citado en
la nota 7.
10 PREFACIO
.
PREFACIO 23
E STU D IO S HISTORIOGRÁFICO S
L LAS RELACIONES ENTRE LA HISTORIA
Y LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA*
27
28 ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS
lU l .
LA HISTORIA Y LA FILOSOFÍA DE LA CIENCIA 31
ciencia, y m u y p o sib lem en te para ella sola, la historia de ias id eas y las
técnicas científicas podría tener m ucho que decir.
Para señalar cóm o podría ser esto, p erm íta sem e apuntar primero
aW) en que la filosofía de la cien cia e s casi única entre las especialida-
d¿á'fÍlosóficas re conocidas: la distancia q ue la separa de su objeto de
estudio. En cam p os com o la lógica y, cada vez m ás, la filosofía de las
matemáticas, los p roblem as que atañen al profesional surgen del
icampo mismo. Las dificultades de re co n c ilia r la c o n se c u e n c ia m ate
rial con la relación de "si. . . e n t o n c e s ” del discurso normal p u e d e ser
una de las razones para b uscar siste m a s de lógica op cion ales, pero no
reduce la importancia ni la fascin ación de los problem as gen erados por
ios sistem as de axiom as c o m u n e s y corrientes. En otras partes de la
filosofía, señalad am en te en la ética y la estética, los p rofesionales se
dirigen a exp eriencias que com parten con vastas porciones de la
humanidad y que, en todo caso, no son propiedad exclu siva de grupos
profesionales claram ente delim itados. A unque sólo el filósofo pueda
serun esteticista, la exp eriencia estética e s de toda la hum anidad. Las
fiiosofía's de la cie n c ia y ia ley se singularizan porque se dirigen a
campos acerca de los cu ale s el filósofo com o tal sabe muy poco. Y e s
más probable que los filósofos de la ley tengan una preparación más
completa en su cam po, q ue los filósofos de la c ien cia en el suyo, y que
por lo tanto trabajen con los m ism os d ocu m en tos que los hombres
acerca de cuyos ca m p o s hablan. Creo que ésta e s una de las razones de
que los ju eces y los abogados lean con m ás regularidad sobre filosofía
de la ley, que los cien tíficos sobre filosofía de la cien cia.
Mi primera afirmación, p u e s, c o n siste en q ue la historia de l a ’
ciencia puede contribuir a salvar la brecha que hay entre los filósofos
de la ciencia y la propia cien cia, la cual p u e d e ser para ellos tanto una
fuente de problemas com o de datos. N o sugiero, sin em bargo, que ésta
sea la única disciplina que p ueda d ese m p eñ ar tal función. La e x p e
riencia real en la práctica de una cien cia determ inada sería probable-
rnente un recurso m ás eficaz que el estu dio de su historia. La sociolo
gía de la ciencia, si e s que llega a desarrollarse lo su ficien te com o para
asir el contenido cogn oscitivo de la c ien cia junto con su estructura
organizativa, podría hacerlo también. El in terés del historiador por el
desarrollo en razón del tiem po y ia p erspectiva com p lem en taria de la
que dispone al estudiar el p asado pueden conferirle particulares venta
jas a la historia, a la primera de las cu a le s volveré m ás adelante, Pero
Jo que trato de explicar en e s te m om ento se limita a que la historia
38 ESTUDIOS HISTORIOGRAFICOS
podría ser elim inada y rem plazada por una versión perfeccionada,
dejando en pie el resto de la estructura.
Por co n sig u ie n te, para el historiador, o por lo m enos para mí, las
teorías, en ciertos a sp e c to s es e n c ia le s, son holístieas. Es decir, en la
médida en que el historiador pueda decir que siem p re han ex is
tido — aunque no siem pre en las form as que c ó m o d a m e n te pueden
describirse com o c ien tífic a s— , y han cubierto la gama total de los
fe n ó m e n o s naturales co n c e b ib le s — aunque a m enudo sin mucha pre
cisión — . En e s te resp ecto, las teorías se asem ejan a las leyes y hay
diferencias, q ue in evitab lem en te se corresponden, en las formas en
(jue son desarrolladas y evaluadas. A ce rc a de es to s procesos sab em os
muy p oco , y nuestro con ocim ien to no avanzará más mientras no
ap rendam os a reconstruir teorías se lec cio n a d a s del pasado. Hoy en
día, los q ue en se ñ a n a h acer e s e trabajo son historiadores, no filósofos.
No c a b e duda q ue éstos podrían aprender; pero en el proceso, com o ya
lo sugerí, p rob ablem ente se volverían historiadores también. D esd e
luego, yo les daría la bienvenida, pero me entristecería que en la
transición perdieran de vista sus problem as, riesgo que considero real.
Para evitar esto, exhorto a que la historia y la filosofía de la cien cia
continúen com o disciplinas distintas. Hay m enos probabilidad de que
lo n ecesario se produzca por matrimonio que por diálogo activo.
IL L O S C O N C E P T O S D E C A U S A E N
E L D E S A R R O L L O D E L A FÎSICA=^
46
LOS CONCEPTOS DE CAUSA EN EL DESARROLLO DE LA FÍSICA 47
acon tecim ien to e s explicar por q ué ocurrió. Las cau sa s figuran en las
exp licacion es que se dan en física, y é s ta s son por lo general cau sales.
Pero recon ocer esto e s volver a ia subjetividad in trín seca de algunos de
los criterios que rigen la noción de cau sa . Tanto el historiador com o el
psicólogo están c o n s c ie n te s de que una serie de palabras que co n sti
tuyó una explicación en cierta etapa del desarrollo de la física, o del
niño, sólo p u ed e llevar a una pregunta tras otra. ¿Basta con decir que
la m anzana c a e a la tierra por la atracción gravitacional, o d eb e
explicarse primero la atracción, para que c e s e n las preguntas? Para
que una explicación cau sa l se a eficaz p u e d e ser condición necesaria
una estructura ded uctiva e s p e cífic a , pero ésta no e s una condición
suficiente. Ál analizar la cau sación , d eb e uno p r e ^ n t a r s e , p u es,
acerca de las re sp u esta s particulares q ue, no tratándose de una cau sa
mayor, le pondrán punto final a una ca d en a regresiva de preguntas
cau sales.
L a .co e x isten cia de e sto s dos sentid os de ia ca u sa intensifica tam
bién otro de los p roblem as que nos a cab am os de encontrar. Por
razones al m en os p arcialm ente históricas, la noción estr ec h a se toma a
v e c e s com o fun dam en tal, y se conform a a ella el con cep to amplio, a
m enudo con violencia. Las exp lica cio n e s q ue son de carácter cau sal
en sentido estrech o proporcionan siem p re un agente y un p aciente,
una cau sa y un efecto su b sigu ien te. Pero hay otras ex p licacion e s d é lo s
fenómenos naturales — en seguida veremos algunas— en las cuales no
se presenta co m o la causa ningún a con tec im ien to o fen óm eno anterior,
ni tampoco ningún agente activo. N o se gana nada — y sí se pierde
m ucha de la naturalidad lingüística— con declarar que tales explica-
cio n e s son no cau sales: no les falta nada q ue, de ser agregado, pueda
interpretarse com o la c a u sa faltante. T am p oco p u e d e declararse que
las preguntas son no cau sales: h e c h a s en otras circun stan cias, habrían
producido una re sp u e sta cau sal en sentido estrecho. Si no p u ed en
relacionarse de ninguna manera las exp lica cio n e s c a u sa le s y las no
cau sa le s de los fen ó m e n o s naturales, ello d ep en d e de sutilezas que no
vienen al caso aquí. T am p oco e s útil transformar tales ex p licacion es,
verbal o m atem á ticam en te, en formas q ue permitan el aislam iento de
un estado de c o sa s anterior, al cual se le llam e la ca u sa . S u p u e sta
m ente, siem p re p u e d e realizarse e s a transformación — a v ec e s m e
diante algunas de las in gen iosas técn icas ilustradas en la presentación
de mi invitado, B u nge— , pero el resultado su ele ser el de privar de
fuerza explicativa a la expresión transformada.
LOS CONCEPTOS DE CAUSA EN EL DESARROLLO DE LA FÍSICA 49
56
EL DESARROLLO DE LA FÍSICA 57
’ P a r a un análisis un poco más amplio de estos dos enfoques, véase Kuhn, “ History
of S cience” , en \sl I tUernalional Encyc topedin of ihe Social Sciences, vol. 14 (Nueva York,
!968), pp. 74-83. Nótese también la forma en que, al distinguirlos uno del otro, tanto se
profundiza como se oscurece la distinción, mucho más conocida ahora, entre los
enfoques internalista y externalista a la historia de la ciencia. Virtualmente todos los
autores considerados ahora internalisías trabajan sobre !a evolución de una sola ciencia
o sobre Lin conjunto de ideas científicas estrecham ente relacionadas; los externalistas
partenecen, casi invariablemente, al grupo que maneja las ciencias como si fueran una
soja, Pero las etiquetas de "internalista” y "externalista" no son nada exactas. Los que
trabajan principalmente sobre ciencias aisladas, por ejemplo, Alexandre Koyré, no
dudan en atribuirle un papel importante a las ideas extracientíficas en el desarroIlQ de la
ciencia, A lo que más se han resistido es a tomar en c uenta factores socioeconómicos e
institucionales, d é la m anera como lo hacen autores como B. Hessen, G. N, Clark y R, K.
Merton. Pero quienes consideran las ciencias como una sola no valoran en mucho esos
factores no intelectuales. Por eso, el debate "internalista-externalista” se da frecuen
temente sobre problemas diferentes de los (¡ue el nombre sugiere, y por eso mismo es tan
grave a veces la confusión resultante.
58 ESTUDIOS HISTORÍOGRÁFIGOS
^ Sobre este punto, adem ás del material indicado antes, véase Kuhn, “ Scientific
Growth: Reflections on Ben-David’s ‘Scientific Roie’ ” , Minerva, 10 (1972): 166-178.
EL DESARROLLO DE LA FÍSICA 59
L.
EL DESARROLLO DE LA FÍSICA 63
Science in the Later Middle Ages” , en Y. Elkana, compilador, Tk(í Interaction between
Science and Philosophy (Nueva York, 1974), pp. 51-74.
EL DESARROLLO DE LA FÍSICA 65
" Para un ejemplo útil y accesible, véase Canto 11 del Paraíso de Dante. Los pasajes
localizados en índice analítico como “ Experimentos, papel de los, en el trabajo de
Galileo” , en Ernán McMullin, compilador, Galileo, Man of Science (Nueva York, 1965),
indicarán lo compleja y controvertida que sigue siendo la relación de Galileo con la
tradición medieval.
68 ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS
V olvam os ahora del fin del siglo xvui a m ediados del siglo xvn. Las
c ien cia s b a co n ia n a s estab an e n to n c es en g esta ció n , m ientras las clá
sic a s se transformaban radicalm ente. Junto con su s ca m b io s co n co m i
tantes en las c ie n c ia s biológicas, e s to s dos conjuntos de a c o n tec im ien
tos con stituyen lo q ue ha venido a llam arse la R evolución científica.
A unque en e s te en say o no m e propongo explicar su s extraordinarias y
com p lejas ca u sa s, vale la pen a anotar cuán diferente e s ia cu estió n de
las c a u sa s cu a n do se subd ívid en los ava n ces por ser exp licad os.
N o e s nada sorprendente q u e, durante ia R evolu ción científica,
ias c ie n c ia s c lá sic a s hayan sido las ú nica s en transformarse. Otros
ca m p o s d e ia físic a com enzaron a existir ap en a s a fines d e e s ta época.
M ientras se ib an form ando, a d em á s, ca recían de un cuerpo im portan
te de doctrina técn ica u nificada por reconstruir. Por ei contrario, un
conjunto de ias razones de ia transformación d e ias c ien cia s clá sic a s
s e en cu en tra dentro d e su propia trayectoria d e desarrollo anterior.
A un qu e los historiadores difieren en o rm e m e n te a cerca de ia im por
tancia q ue d eb e a sign ársele a e s ta s razones, p o c o s son ahora los que
dudan de q ue algunas reform uiaciones m ed iev a les de doctrinas anti
g u as, islá m ica s o latinas, fueron de im portancia primordial para per
78 ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS
son ajes com o C opérnico, Galileo y K epler. En cuanto a las cien cia s
b aconianas, no veo raíces e s c o lá stic a s se m e ja n te s, a pesar de q ue a
v e c e s s e p retenda q u e la tradición m etodológica d e s c ie n d e d e G rosse-
teste.
M u ch os d e los d em á s factores q u e ahora s e invocan frecu en te m e n te
para explicar la R evolución cien tífica sí contribuyeron a la evolución
tanto d e las c ie n c ia s c lá sic a s co m o de las b acon ianas, pero a m enudo
en formas y grados d iferentes. L os e fe c to s de los nuevos ingredientes
in telectu a les — al principio h erm ético s y luego co rpu sculares m ec á
n ico s— en el contexto en donde se co m e n z ó a practicar la cien cia
m oderna con stituyen un primer ejem plo de tales d iferencias. Dentro
d e las c ien cia s clá sic a s, los m ovim ien tos h erm ético s fom entaron a
v e c e s el status d e la s m a tem á tica s, alentaron los in tentos por hallar en
la naturaleza regularidades m a tem á tica s, y o ca sio n a lm en te con sagra
ron a las form as m a tem á tica s sim p les, así d escu b ier ta s, com o ca u sa s
form ales, el término de la ca d e n a ca u sa l c i e n t í f i c a . T a n t o Galileo
co m o Kepler dan ejem p los de esta función de las m atem áticas, c r e
cie n te m e n te ontològica, a la vez q ue e s te último m uestra una influen
cia herm ética m ás oculta. De Kepler y Gilbert a N ew to n , aunque
en to n c e s en forma atenuada, las sim p atías y antipatías naturales,
prom inentes en el p en sa m ien to h erm ético, contribuyeron a llenar el
vacío creado por el co la p so de las esfe ra s aristotélicas q ue habían
m antenido en su s órbitas a los p lanetas.
D e s p u é s del primer tercio d el siglo xvn, cu a n do s e co m e n z ó a
réchazar el m isticism o h erm ético, su lugar, todavía dentro de las
c ien cia s clá sic a s, fue tom ado rápidam ente por una u otra forma de
filosofía corpuscular, p roven iente d el atom ism o antiguo. Las fuerzas
de atracción y repulsión entre cu erp o s m a cr o scó p ico s o m icroscóp icos
se dejaron de aceptar, y de ahí surgió una gran oposición a N ew ton.
Pero dentro del universo infinito exigido por el corpuscularism o, no
podía haber ni centros ni direccio nes p referentes. Los m ovim ientos
naturales p erm a n en tes ú n ica m en te podían darse en líneas rectas y no
Desde hace casi medio siglo se reconoce el mayor valor que muchos de los primeros
científicos de la época m oderna le asignaron a las m atemáticas, como instrumento o
como ontologia, y durante muchos años se ha descrito tal hecho como una reacción al
neoplatonismo del Renacimiento. Cambiar al calificativo de “ hermeticismo” no mejora
la explicación de este aspecto del pensamiento científico —aunque sí ha contribuido a
que se reconozcan otras novedades importantes— , y el cambio ilustra una limitación
decisiva del saber reciente, la cual no he sabido cómo evitar aquí. En el uso ordinario,
“ hermeticismo” se refiere a toda una variedad de movimientos supuestam ente relacio
nados: el neoplatonismo, ia càbala, los rosacruces, y lo que se quiera. Urge distinguir
estos movimientos temporal, geográfica, intelectual e ideológicamente.
EL DESARROLLO DE LA FÍSICA 79
P. Rossi, Philosophy y Technology, and the. ArH in the Early Modern Era, traducción al
inglés de Salvator Attanasio (Nueva York, 1970). Rossi y los-primeros estudiosos del
tema no consideran, sin embargo, )a posible importancia que tiene distinguir entre los
oficios practicados por los artistas-ingenieros y los introducidos más tarde al público
ilustrado por figuras como Vanoccio Biringuccio y Agrícola. Por algunos aspectos de esa
distinción, que se expone más adelante, ie agradezco su reveladora conversación a mi
colega Michael S. Mahoney.
82 ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS
Aunque nadie trata divectameme es te puntt,», hay dos artículos recíentesS que
sugieren ia forma en que, prímeru el hermeticismo y luego ei corpuscularismo, podrían
figurar en las batallas que se dieron en ei siglo XVll por ganar posiciones socio intelectua
les: P. M. Rattansi, “ The Helmontian-Galenist Controversy in Restoration England” ,
Ambix, 12 (1964): 1-23; T. M. Brown, “ The College o f Physicians and the Acceptance of
latrom echanism in England, 1665-1695” , Bulleün of the History of Medicine, 44 (1970):
12-30.
EL DESARROLÍ O DE LA FÍSICA 83
tardíam ente a adoptar y a adaptar el ejem plo p u esto por los fra n ceses
una generación antes. Quizá haya factores institucionales e individua
les que expliquen e s e tem prano liderazgo fra n cés. En la déca d a de
1760, con los nom b ram ien tos de N ollet y lu ego de Monge com o profe
sores de physique expérimentale en la Ecole du Génie, d e M ézières, los
tem as bacon ianos co m ienza n a introducirse, al principio con lentitud y
luego rápidam ente, en la ed u ca ció n de los in gen ieros militares france
s e s .^ Tal m ovim iento culm in a co n e l esta b lecim iento , en la d écad a de
1790, de Va Ecole polytechnique, nueva cla se de institución ed ucativa en
que se les em pezaron a im partir a los estu dia ntes no ú nicam ente
m aterias clá sica s p ertin en tes a las arts mécaniques sino tam bién las
relativas a la quím ica, el estu d io del calor y otras sem eja n tes. Tal vez
no se a accid en tal que todos los q ue produjeron teorías m atem áticas
sobre ca m p o s prim eram ente ex p erim en ta les hayan sido profesores o
estu diantes de la École polytechnique. T am b ién de g ia n im portancia
para la dirección tom ada por sus trabajos fue el liderazgo m a e s t r a l de
L aplace, quien extendió la física m atem ática de N ew to n a tem as no
matemáticos.^®
Por razones que en la actualidad son tan oscuras com o controverti
das, la práctica de la nueva físic a com enzó a declinar rápidam ente en
Francia d esp u é s de 1830. Esto o b ed eció en parte a un decaim iento
general de la vitalidad de la c ie n c ia fra n cesa , pero un factor más
im portante fue quizá el de la reafirmación de la prim acía tradicional de
las m atem áticas, las cu a les, d esp u é s del m edio siglo, s e alejaron de los
in tereses con cretos de la física. C om o d esp u é s de 1850 la física se
volvió por entero m atem ática, pero sin dejar de d ep en der del experi
m ento cu idadoso, las con trib ucion es fra n ce sa s declinaron durante un
siglo h asta un nivel sin p r e c e d e n te en cam p o s anteriormente co m p a
rables com o el de la quím ica y las matemáticas.^® L a física exi
y quizá muy distinto de la declttsación de !a física francesa. Mis conversaciones con Fox
lian fortalecido mis convicciones y me !ian ayudado a oj'ganizar mis comeníarios sobre
estos puntos.
Russe! McCormmach, “ Editor’s Foreword” , Historical StuÁies in the Physicai Scien
ces, 3 (1971): ix-xxiv.
Otros fenómenos comentados frecuentem ente, pero poco investigados todavía,
indican también que esta división puede ser de origen psicoló^co. Muchos matemáticos
y físicos teóricos se han interesado y dedicado apasionadam ente a la música, al grado de
que a muchos de ellos se íes ha hecho difícil elegir entre una carrera musical y una
90 ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS
91
92 ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS
d e s d e lu eg o , otra c o s a q u e un c a s o e s p e c ia l d e c o n s e r v a c ió n de
en er g ía , pero la g e n er a lid a d q ue falta en e l s e g u n d o grupo de
a n u n c io s a p a r e c e en otra parte, en la literatura c o r r e s p o n d ie n te a
e s e periodo.
Entre 1837 y 1844, C. F. Mohr, W illiam Grove, Faraday y Liebig
describieron el m undo de los fen ó m e n o s com o m anifestación de una
sola “ fuerza” , q ue aparecía en form as eléctrica s, térm icas, dinám icas
que se produce entre dus superficies separadas por un lubricante] es directa y única-
[nente proporcional ai trabajo mecánico absorbido por esa fricción. Y si expresamos el
trabajo como los kilogramos elevados a la altura de un metro y la cantidad de calórico en
calorías, encontramos que la razón de estos dos números es aproximadamente de 0.0027
[gne corresponden a 370 kg x m/cai ], independientemente de la velocidad y la tem pera
tura y cualquiera cjue s e a ia sustancialubricante” (p. 202). Casi hasta 1860, Hirn dudó de
la validez de la ley con respecto a lubricantes impuros o bien sin lubricación (véanse
especialmente sus Récfierchei sur l’équivalent mécanique de la cfutleur [Paris, 1858], p. 83).
Pero a pesar de estas dudas, su trabajo muestra evidentemente una de las rutas que, a
mediados del siglo X íX , había hacia esta importante parte de la conservación de la
energía.
® C. F. Mohr, "U eber die ÎN'atur der W ärme” , Zeit. f . Phys., 5 (1837): 419-445; y
"Ansichten über die N atur der W ärm e” , Ann. d. Chvni. u. Pharm., 24 (1837): 141-147..
William R. Grove, On the Corrélation of Physicai Forces: Being the Substance of a
Cour.ie qf Lectures Delivered in the London InstiUUion in the Year 1843 (Londres, 1846). En su
primera edición, Grove dice que no ha introducido material nuevo desde que dio las
conferencias. Las ediciones posteriores, y más accesibles, están muy revisadas, con
forme a su obra ulterior,
Michael Faraday, Experimental Researches in Electriciiy (Londreà, 1844), 2:101-104. Las
"Seventeenth Seríes" originales, de ias cuales ésta es una parte, fueron leídas en la
Real Sociedad en marzo de Î840.
Justus Liebig, Chemische Briefe (Heidelberg, Î844), pp. 114-120. Con este trabajo,
como con el de Grove, debe uno precaverse contra los cambios introducidos en las
ediciones posteriores al reconocimiento de la conservación de la enerjjía como ley
científica.
■' Como algunas de mis conclusiones dependen de la lista de nombres seleccionados
para el estudio, me parecen indispensables unas palabras sobre eí procedimiento de
selección. T raté de incluir a todos los hombres, que, según sus contem pojáneos o sus
sucesores inmediatos, llegaron independientemente a alguna parte significativa de la
conservación de la energía. A este grupo agregué los nombres de Carnot y Hirn, cuyos
trabajos, de haberse conocido, hubieran sido considerados dentro de los primeros.
Desde el punto de vista de esta investigación, no viene al caso que en la actuídidad
carezcan de influencia.
Por este procedimiento, se obtuvo la presente lista de 12 nombres, y sólo sé de otros
cuatro que podrían haber merecido figurar allí. Tales son; Haller, Rogert, Kaufmann y
Rumford. A pesar de la desapasionada defensa que de él hace P. S. Epstein (Texibook of
94 ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS
^ Estw bien puede explicar por qué ios precursores parecen no haber aprovechado
para nada sus trabajos mutuos, ni siquiera cuando los ieyeron. Nuestros doce hombres
no fueron estrictam ente independientes. Grove y Helmholtz conocieron el trabajo de
Joule y lo citaron en sus escritos de 1843 y 1847 (Grove, Physicai Forces^ pp. 39, 52;
Helmholtz, Abhandlungen, 1:33, 35, 37, 55). Joule, por su parte, conoció y citó el trabajo
de Faraday (Papen, p. 189). Liebig, aunque no citó a Mohr y a Mayer, debe de haber
conocido sus trabajos, pues se publicaron en su propia revista. (Véase también G. W. A.
Kahibaum, Liebig und Friedrich Mohr, Briefe, J834-Î870 [Braunschweig, 1897], para el
conocimiento que tuvo Liebig de la teoría de Mohr.) Es muy posible que con informacio
nes biográficas más precisas se descubrieran otras relaciones entre ambos.
Pero estas relaciones recíprocas, por lo menos las identificables, parecen no ser
importantes. En 1847, parece ser que Helmholtz no conocía la generalidad de las
conclusiones de Joule ni la gran medida en que coincidían con las suyas. Solamente cita
los hallazgos experim entales de Joule, y eso muy selectiva y críticamente. Hasta las
controversias sobre la prioridad, ocurridas en la segunda mitad dei siglo, Helmholtz
parece no haber conocido el grado en que él mismo se había anticipado, Gran parte de
esto es válido también en cuanto a las relaciones entre Joule y Faraday. De éste. Joule
tomó ilustraciones, pero no-inspiración. El caso de Liebig acaso resulte más revelador.
Pudo haberse olvidado de citar a Mohr y a Mayer sencillamente porque éstos no lo
ilustraron convenientemente y ni siquiera dan la apariencia de haber tratado ei mismo
asunto. Es evidente que los hombres a los que podemos llamar los primeros exponentes
de la conservación de la energía ocasionalmente pudieron haber leído las obras de los
demás, sin darse cuenta de que estaban hablando de las mismas cosas. En cuanto a
96 ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS
problem a de los descub rim iento s d ivergen tes se restringe a los cientí
ficos cu y a s form ulacion es fueron ob v ia m ente in com pletas. Mayer,
Colding, Joule y H elm holtz no esta b a n diciendo las m ism a s c o sa s en
las fec h a s que se atribuyen gen era lm en te a su s descub rim ientos de la
con servación de la energía. Algo m ás que amor propio está impKcito en
la posterior p retensión de Joule de que el d escub rim iento que anunció
en 1843 fue diferente del publicado por M ayer en 1842.® En esto s
años su s artículos co in cid en en p artes im portantes, pero su s teorías
se v u elven su sta n cia lm en te co e x te n siv a s’’ hasta el libro de Mayer,
de 1845, y las p ub licacion es de Joule, de 1844· y 1847.
En fín, aunque la frase de “ d escub rim iento sim u ltá n eo ” indica
el tem a central de este artículo, tomándola literalm ente no lo d es
cribe. Aun para el historiador familiarizado con los c o n ce p to s de con
servación de la energía, lo s distintos precursores no com unicaron
las m ism a s co sa s. Y en e s a ép o ca , e s to s últim os d efinitivam ente no
se com unicaron entre sí. Lo que v em o s en sus trabajos no e s realm en te
el d escub rim iento sim u ltán eo de la co n serv a ció n de la energía; en
lugar de ello s e aprecia el surgim iento rápido y a m enudo desordenado
de los e lem en to s co n c e p tu a le s y ex p erim en ta les de lo s cu a le s, poco
tiem po d es p u é s , se com pondría esa teoría. E stos e lem en to s son los
que nos interesan. N osotros sa b em o s p o r q u é estab an ahí: la energía se
conserva; la naturaleza se com porta de e s a manera. P ero no sa b em o s
por qué estos e lem en to s de pronto se volvieron a c c e s ib le s y recon oci
bles. Tal e s el p roblem a fun dam en tal de e s te artículo. ¿Por qué, entre
los años 1830 a 1850, llegaron tan a la superficie de la c o n cien cia
cien tífica tantos de los ex p erim en to s y c o n ce p to s n ecesa rio s para
enunciar ín tegram en te la co n serv a ció n de la energía?®
En los escritos de Faraday hay información dispersa pero útil sobre ei progreso de
la importante controversia que se suscitó entre los exponentes de las teorías del
galvanismo químico y por contacto { E x perim e n tal R esearch es, 2: Ì8-20). De acuerdo con su
relación, la teoría química predominó en Francia y en Inglaterra, cuando menos desde
1825 en adelante, pero ia teoria del contacto predominaba en Alemania y en Italia
todavía en 1840, época de los escritos de Faraday. ¿El predominio de la teoría del
contacto en Alemania explicará la manera, sorprendente por cierto, como Mayer y
Helmholtz pasaron por alto la batería en sus explicaciones de las transformaciones de
energía?
” Para los descubrim ientos siguientes, véase Sir Edm und W hittaker, 'A H isto ry o f th e
7'heories o f A ctk er a n d E le c tr ic ity , vol. 1, T h e C la s s ic a l T keoríes, ed. (Londres, 1951), pp.
81-84, 88-89, 170-171, 236-237. Sobre el descubrimiento de Oersted, véase también R.
C. Stauffer, “ Persistent Errors Regarding Oerstedes Discovery of Electromagnetism” ,
h ü , 44 (1953): 307-310.
LA CONSERVACIÓN DE LA ENERGÍA 99
los d escu b rim ien tos que produjo, resultó ser el requisito principal para
el surgim iento de la co n serv a ció n de la energía.
P ero, p recisa m en te porque produjo una “ visión ” en lugar de un
determ inado fen ó m en o de laboratorio, definido claram en te, la exis
tencia de los p ro c e so s de con versión h a ce que el desarrollo de la
con serv a ció n de la energía tom e toda una variedad de rum bos. Fara
day y Grove llegaron a una id ea m uy cerc a n a a la de la conservación,
estu diand o el conjunto entrelazado de todos los p ro ce so s de conver
sión. Para ellos, la co n serv a ció n fue literalm ente una racionalización
del fen óm eno que Mary Som m erviU e describ ió com o la nueva '‘co n e
xión ” . C. F. Mohr, por otro lado, adoptó la id ea áe. consenjación de una
fu en te muy distinta, quizá metafísica.'*® P ero , com o v erem o s más
adelante, sólo porque intentó dilucidar y defender esta idea en los tér
minos de los nuevos procesos de conversión, la concepción inicial de
Mohr terminó por ser vista como conservación de la energía. Mayer y ;
Helmholtz presentan todavía un enfoque más. Comenzaron aplicando
su s co n ce p to s de co n serv ació n a bien co n o cid o s fe n ó m e n o s antiguos.
Pero h asta que extendieron sus teorías para a b a rca r lo s n u ev o s d esc u
brim ientos, no desarrollaron la m ism a teoría q ue, por ejem plo Mohr y
Grove. Otro grupo m ás, el de Carnot, S ég u in, H oltzmann y Hirn,
d esatendió por com p leto los n u ev o s p ro ce so s de conversión. Pero
estos personajes no habrían sido descubridores de la conservación de la
energía si cien tíficos com o Joule, H elm holtz y Colding no hubieran
dem ostrado que los fe n ó m e n o s térm ico s q ue m anejaban e s to s in g en ie
ros del vapor eran p artes in tegrales de la n u ev a red de con version es.
Creo q ue hay una e x c e le n te razón para q ue es ta s relaciones sean tan
co m p leja s y variadas. D e s d e cierto punto de vista, muy im portante y
que será p recisad o m ás tarde, la co n serv a ció n de la energía e s nada
m en os que la contraparte teórica de los p ro ce so s de con versión de
laboratorio, d escu b ier to s durante las prim eras cuatro d éca d a s del
siglo XIX. Cada con versión de laboratorio co rresp ond e, en la teoría, a
una transformación de forma de energía. Por eso, co m o ya verem os,
Grove y Faraday pudieron d e d u c ir la co n serv a ció n partiendo de la red
de co n v er sio n es de laboratorio. Pero el propio h om om orfism o que hay
entre la teoría, la conservación de la energía y la ya existente red de
p ro c e so s de con versión de laboratorio indica que no era necesario
em p ezar por en ten d e r la trama en conjunto, Liebig y Joule, por ejem-
Se examinarán en seguida (nota 83) las razones para distinguir el enfoque de Mohr
del de Faraday y el de Grove. En el texto correspondiente, se considerarán las posibles
fuentes de la convicción de Mohr sobre la conservación de la “ fuerza” .
LA c o n se r v a c ió n DE LA ENERGÍA lOi
Los primeros once apartaíios dt' \os Pn/H-ra <U· Joiiltf (pp. 1-53) f S í á r i dedicados
cxclusivatrifritc al perf'ec<: i<inamifnt(), prinuTo. de los motores y. seguidamente, de los
eiecíromagnetos; estos apartados aiiarcais el periodo de I83&-I84I. Las evaluaciones
sistemáticas de ios ttiotores en función de los térnjinos de ingeniería ■’trabajo’' y
"rendim iento" aparecen en las pp. 21-25. 48. Sobre el uso dei concepto ele trabajo,
publicado por primera vez por joule, véase p. 4.
1
102 ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS
Sería más exacto dfctr qtit· la maymia di' las preiiisiorias de la conservación de la
i'iici'gía i>vn ante íudu listas de antícípacioties. y éstas apanH-ícron principalnientc cti la
líteratina aiitigiia sobre la m ¡ira.
LA CONSERVACIÓN DE LA ENERGÌA ' 109
La primera liSeraUiia del siglo XVIH contiene muchos enunciados generales sobre la
conservación de ia r is n ir u considerada como una fuerza metafísica. Estas formulaciones
se analizarán som eram ente más adelante. Por el momento, obsérvese que ninguna de
elhis se adecúa para aplicarla a los problemas técnicos de la dinámica, y precisamente
de esas formulaciones nos estam os ocupando. Uti excelente análisis de las formulacio
nes, tanto dinámicas como metafísicas, es el incluido en A. E. i i a i i s . D i e E n tio k k lu n g sg es-
fhii hlc tle s S a lze s ron d e r E r iu illu n g de r K rq ft (Viena, 1909), que en términos generales es ia
prebistona, más completa y digna de confianza, de la conservación d e | a energía. Se
pueden encontrar otros detalles útiles en Hans Schimank, “ Die geschichtliche Entwi-
cklung des Kraftbegriffs bis zum Aufkommen der Energetík” , en R o b e n M a y e r u n d
d as E n erg iep riru ip , 1 8 4 2 - 1 9 4 2 , compiladores: H. Schimank y E. Pietsch (Berlín, 1942), Le
agradezco al profesor Erwjn H iebert eí haberm e llamado la atención hacia estas dos
obras tan titiles como poco conocidas.
Christian Huyghens, H o r o lo g iu m o scilla to riu m (París, 1673). Usé la edición ale
mana, D ie P e n d e lu h r , compiladores: A. Heckscher y A. V. Oettíngen, Oatwaid’s Klassi-
ker der Exakten W issenschaften, núm. 192 (Leipzig, 1913), p. 112.
D. Bernoulli, H y d r o d y n a m ic a , sive de vir ib m el m o tib u s flu id o n u n , co m m eritarii (Basilea,
1738), p. 12.
110 ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS
L. N. M. Carnot, £'.y>vrtí sur les ituichirm en générai (Dijon, 1782). Consulté este trabajo
en las Oeuvres mathématiques de Carnot {Basilea, 1797), pero confío principalmente en la
segunda edición ampliada, Principes fondementaux de ¿'equilibre et du mouwemení (París,
1803). Carnot introduce varios términos refiriéndose a lo que nosotros llamamos trabajo,
el más importante d<; los cuales es " f u e a a viva latente” ,y también "momento de
actividad” {ibid., pp. 38-43), Sobre éstos dice: "E sa clase de cantidad a la que le doy el
nombre de momento de actividad d esem peña un papel muy importante en la teoría de las
máquinas en movimiento; pues en general es la cantidad que debe uno economizar,
tanto como sea posible, para extraer de un agente,dado [es decir, de una fuente de
poder) todo el efecto [mecánico] que ésta pueda ejercer” {ibid., p. 257).
Una exploración útil de la historia antigua de este importante movimiento se e n
cuentra en C. L. M, H . Navier, “ Détails historiques sur l’emploi du principes des forces
vives dans la théorie des machines et sur diverses roues hydrauliques” , Ann. Chim.
Phys. , 9 (1818): 146-159. Sospecho que la edición de Navier, de \a Architecture hydraulique
de B. de F. Belidor (París, 1819) contiene la primera exposición de la nueva física
ingenieril, pero todavía no veo este trabajo. Los tratados de autoridad reconocida son: G.
Coriolis, Da calcul de l'ejjet des machines, ou considérations sur l’emploi des moteurs et sus leur
évaluation pour senir d'introduction à l’étude spéciale des machiries (Paris, 1829); C. L. M. H.
Navier, Résumé des leçons données a l'école des ponts et chaussées sur l'application de la
mécanique à l’établissement des constructions et des machirtes (Paris, 1838), vol. 2; y J.-V.
Poncelet, Introduction à la mécanique industrielle, compilador; Kratz, 3® ed. (Paris, 1870),
Este trabajo apareció por primera vez en 1829 (parte de él había sido publicado en
litografía en 1827); la edición muy ampliada, y que es ahora la versión autorizada, de la
cual se hizo la tercera edición, apareció en 1830-1839.
La adopción formal del término trabajo (travail) se le acredita a veces a Poncelet
ifruroduction, p, 64), aunque desde antes muchos otros lo habían usado casualmente;
Poncelet da también (pp. 74-75) u n a relación útil de las unidades {dynamique^ dyname,
dynamiey etc.) em pleadas com únm ente para medir esta cantidad, Coriolis (Du calcul de
l ’effet des machines, p. IV) e s el primero en insistir en q ue law'i viva sea Vimv*, de manera
que resuite igual num éricam ente al trabajo que pueda producir; también emplea mu
chas veces el término travail, que Poncelet le tomó prestado. La reformulación de la ley
112 ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS
lada, la con serv a ció n de la vis viva con stituyó un co n v en ien te modelo
co n cep tu a l para cuantificar los p ro ce so s de conversión, y luego casi
ninguno de los pioneros lo usó. En lugar de ello, volvieron a la m ism a y
antigua tradición ingenieril dentro de la cu al Lazare Carnot y sus
su c e s o r e s fr a n ce ses habían fundado los c o n ce p to s n ecesa r io s para sus
nuevas versio n es del teorem a de la co n serv a ció n dinám ica.
Sadi Carnot e s ia única ex c ep ció n . S us notas m anuscritas van de la
afirmación de que el calor e s m ovim iento a la con vicción de que e s vis
viva molecular y que, por co n sig u ien te, su increm ento d eb e ser igual al
trabajo realizado. E stos p asos im plican un predom inio inmediato de la
relación entre trabajo y vis viva- Mayer y H elm holtz podían haber sido
tam bién e x c e p c io n e s , p u es a m bos podían haber aprovechado la re
form ulación francesa. Pero n i n ^ n o d e ellos p a rece haberla conocido.
A m b o s com enzaron tomando el trabajo — o m ás bien el producto del
p eso por la altura— com o m ed ida de la “ fuerza” , y ca d a uno de ellos
llegó por sí m ism o a algo m uy parecido a la reformulación francesa."®
L os otros se is pioneros que llegaron o se acercaron a la cuantifícación
^ H y d ro d y n a m ic a , p. 23L
** D e Véquilibre et d u m o u ve m en t, p. 258. Nótese también que tan pronto como Lagrange
se vueive hacia ei problema de Carnot (nota 44) comienza a hablar de ia misma manera,
fc-n h s F o n ctio n s analyii(fiies^ dice que las caídas de agua, el,carbón, la pólvora, los
aiiimaies, etc., todos ellos "contienen una cantidad de vis v iv a , que uno puede aprove
char pero no aumentar por ningún medio mecánico. Se puede [por tanto] considerar
siempre que una máquina está hecha pa ra que destruya una cantidad dada á e vis viva [en
la carga] consumiendo otra vis viva dada [la de la fuen te]” (O eavres, 9:410).
D u c a lc u i d e l'effet d e s m a c h in e s, cap. L P ara Coriolis, el teorem a de la conservación
aplicado a una máquina perfecta se convierte en el "Principio de ia transmisión del
trabajo” ,
116 ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS
” HelmholXz. Abhnndliíiigen, I; 17. Colditig, "N atu rk raefter” , Danslt. Vid. Selsk., 2
(1851): 123-124. Cario Ma!teiK:c;i da un testimonio de e specialinterés sobre las evidentes
similitudes que hay entre la teoría de la conservación de la energía y la incompatible
teoría de Carnot sobre la máquina de combustión. Su artículo, "D e la relation qui existe
entre la quantité de Faction chimique et la quantité de chaleur, d ’électricité et de
lumière q u’elie produit” . Bibliothèque Universelle de Genève, Supplément, 4(1847); 375-380,
es un ataque a varios de los primeros expositores de la conservación de )a energía. Dice
de sus contrarios que son el grupo de físicos que "b a n tratado de demostrar que el
celebrado principio de Carnot sobre la fuerza motriz del calor puede aplicarse a los
demás fluidos imponderables” .
^ Helmholtz, 1:18'19. Da la formulación abstracta inicial del proceso
cíclico, hecha por Helmboltz.
LA CONSERVACIÓN DE LA ENERGÍA 117
inv estig a ció n c lá sic a ísobre los g a se s, reaHzada por D eiaroche y Bé-
rard, bien, p uede haberse originado en parte e n el interés del gobierno
h acia las máquinas.®^ El último trabajo de R egnault se originó p reci
sa m en te de allí. S u s fa m o sa s in v estig a cio n es sobre las características
térm icas d el gas y el vapor llevan el im pu esto título de “ Experim entos
em prendidos por orden dei Ministerio de Trabajos P ú b lic o s y a instan
cia s de la Com isión Central de M áquinas de Vapor, para determinar
las le y e s principales y los datos num éricos que se em plean en los
cálcu los de m áquinas de vapor” . E s de so sp ec h a r se que, sin estos
vínculos con los p roblem as re co n o cid o s de la ingeniería del vapor, los
datos im portantes sobre com presión adiabática no habrían sido tan
a c c e s ib le s a los precursores de la con servación de ía enegía. En este
c a so , el in terés por las m áquinas p u e d e no h a ber sido es en cial para el
trabajo de los p recursores, pero cierta m en te facilitó su s descub ri
m ientos.
Como el interés por las m áquinas y los descub rim ientos sobre los
p ro ceso s de con versión realizados en el siglo XíXabarcan la mayoría de
los n u ev o s co n ce p to s téc n ic o s, y los ex p erim en to s co m u n e s a algo más
que u nos cu an to s de ios d escu b rim ien to s de la conservación de la
energía, e s te estudio del d escub rim iento sim ultáneo bien podría c o n
cluir aquí. P ero es su ficien te un vistazo a los escritos de los precurso
res para sentirse p o seíd o de la in có m o d a se n sa ció n de q ue algo falta
todavía, algo q ue tal v ez no se a un e lem en to sustancial. E sta sen sa c ió n
no existiría si todos lo s pioneros, com o Carnot y Joule, hubieran
com enzado con un problem a técn ico , p lanteado claram ente, y luego
procedido por eta p a s h a sta llegar al co n ce p to d e la co n serv a ció n de la
energía. P ero en los c a s o s de Colding, H elm holtz, Liebig, Mayer,
Mohr y S éguin, la noción d e una fuerza m etafísica, fun dam en tal e
indestructible, p a rec e p r e c e d e r a todas su s in v estig a c io n es y estar
casi d esv in cu la d a de las m ism a s, A gran d es rasgos, esto s pioneros
parecen haber tenido una id ea capaz de convertirse en la de la co n ser
vación de la energía d esd e tiem po an tes de q ue encontraran p m e b a s
abarca toda ía naturaleza".^® Y a d esd e an tes del d escub rim iento de las
batería? había insistido en cine "no ca b e duda de que una sola fuerza,
en sus varias formas, está m anifiesta en [los fen ó m e n o s d e] ia luz, la
electricidad- y así s u c e s iv a m e n te ” .^® E stas c-iías señalan un aspecto
del p en sam ien to de S ch elling, d ocu m en ta d o ca b a lm en te por Bréhier y
últimamente por S t a u f f e r . C o m o Naturphilosoph, ScbeUing buscó con
tinuam ente los p r o ce so s de con versión y transform ación en la cien cia
de su época. A principios de su carrera, le pareció q ue la quím ica era la
c ien cia física básica; a partir de 1800, se fu e co n v en cien d o de que el
galvanism o era “ el verdadero fen ó m e n o limítrofe de am bas naturale
zas [ia orgánica y la inorgánica]” .®^ M u ch o s de los seg u id o res de
S ch elling, cu y a s en se ñ a n z a s dominaron en las universidad es alema-
ñas y tam b ién en otras v ecin a s durante el primer tercio del siglo xix,
recalcaron de m anera parecida los n u ev os fen ó m e n o s de conversión,
Stauffer ha dem ostrado que O ersted — Naturphilosoph lo m ism o que
cien tífico — persistió en su larga b ú sq u ed a de una relación entre la
electricidad y el m agnetism o principalm ente por su con vicción filusó-
fica previa de que debería existir tal relación. D escub ierta la in terac
ción, el electro m ag n etism o d e se m p e ñ ó un papel fundam ental en ia
elaboración que Herbart hizo m ás tarde de la infraestructura científica
d é l a Naturphilosophie.^^ En su m a , m u c h o s Naturphilosophen extrajerún
de su s resp ectiv as filosofías una co n ce p c ió n de los p ro ceso s físicos
muy sem ejan te a la que Faraday y Grove p a recen haber extraído de ios
descub rim ientos del siglo xix.®^
Bróluer, S c h e llin g (París. 19Î2). Ésta es la disfusión nsás útil cjiie iu" encon
trado. y desde hiego debiera agregarse a la lista de Staüffer, de ios aiixiíiares para
estudiar Jas eomplejas relaciones entre la ciencia y la N ittu r p h ilo so p h ie ils ia , 4B 11957 37.
n. 21).
Stauffer. ■'Spe<'ulation and Experimetu". p. 36, de Sciieliing. ■'Allgenieiner De-
duktíon des dynamíschen Processes oder der Kategorien der Physik” (1800).
Haas. ErÍKilíiing, p. 4L
Desd,e luego, es impustbie distinguir ciarameiite entre la influencia de \&:\atiirphi¡o~
sopliic y la de los procesos de conversión. Bréliier (Sch<'//ing, pp. 23-24) y Windelband
(History <}f Philosophie, trad. al inglés de J. H. Tufts, 2“ ed. {Nueva York, 1901]. pp.
.597-598) subrayan <¡üe los p ro c es o íd e conversiiWi fueron eti sí una fuente importante de
ia ^aturphiloxophii·. de in<id<i (¡ue muchas veces anchos fueron captados juntos. Este
lieclio debe limitar algunas de las dicot<imías establecidas en la primera parte de este
LA c o n s e r v a c i ó n DE LA ENERGÍA 123
caiiítüio,* ¡mes es difícil de aplicar a cada uno de los precursores la distinción entre las
do? itientes del cnncepto de la conservación. Ya señalé esta dificultad en el cas<i de
Colding (nota 32). Cotí Mulir y Liebig, me inclino todavía a darle ()ri<>r¡dad psicológica a
VdNítttirpliíhííoph'u·. por<fne ninguno de eüos iiabía tenido nuiclu» que ver con los nuevos
procesos de conversión en sus pr<n)ias investigaciones y también j)on(iie ambos dieron
saltos muy grandes. Sus casos c<»ntrastan agudamente con los de Grove y Faraday,
(juienes parecen h aber seguido una n ita c<intimiada desde los procesos de conversión a
los de conservación. Pero esta cotstinuidad puede ser engañosa. Grove ( P l iy s ia i l F orces.
pp, 25-27) meiH'iona a Cttleridge, y éste fue el principal expositor inglés de laN attirpliH o-
s(>phi('. Como el problema <jue ponen de manifiesto estos ejemplos me parece real y no
resueito. debo señalar qtie afecta únicamente a la organización, pero no a la tesis
principa! de este escrito. Quizá deban C(fnsiderarse en la misma sección l<is procesos do
c(tnversióij y \a :\atiirphi¡i)íiopliii'. Ambos deben tomarse en cuenta.
^ PovI Vinding, “ Coiding, Ludwig August” , DansA Biografisk Leksikon (Copenhague,
1933-1944). pp. 377-382. Le agradezco a Roy y a Ann Lavvrence el haberm e proporcio
nado t i » compendio de este útij b!>squejo bioKráfico.
E. von Meyer, A H istory ofC h e m istry , trad. al inglés de G. McGowan, 3® ed, (Londres,
1906), p. 274. J. T. Merz, E u r o p e a n T h o u g h t i n t h e N i n e t e e n t h C e n t u r y i h o n A r ^ s , 1923-1950),
1:178-218, particularmente la última página.
G. A, Hirn, “ Études sur les lois et sur les principes constituants de l'univers” , Reime
d ' A h acu , 1 (1850): 24-41, 127-142, 183-201,· ib id ., 2 {1851); 24-45. Las referencias a
escritos relacionados con \&!\(títtr¡>liila.‘H)p¡ii(‘ se presentan bastatUe a menudo, auníiue no
son muy favorables. Por otro lado, el propio título de esta obra sugiere la N aiu rph ilo-
sophit^, y el título se adecúa al contenido.
8, Hell, "Robert Mayer", Knni.símlifiu 19 (1914): 222-248.
Koenigsberger, Helmholtz, pp. 3-5, 30.
Hehnbol’tz, A h lia n d lu n g c n , 1:68.
124 ESTUDIOS HlSTORiOGRÁFiCOS
Grove, Physical Forces,\)p. 7-8. joule, Papers, pp. 121-123.Quizá éstos no hubieran
desarrollado sus teorías si no iuibiesen tendido a considerar que el calor es movimiento,
pero en sus obras no se ven esas conexiones decisivas.
La memoria de Holtzmann se basa en la teoría del calórico. Sobre Mayer, véase
Weyrauch, í , pp. 2 6 5 - 2 7 2 , y í í , p. 3 2 0 , n. 2. Sobre Séguin, véase Chemins de Fer, p. X V I.
^ La facilidad e inmediatez con q ue la teoría dinámica se identincó con ta conserva
ción de la energía las indican los malentendidos contemporáneos de Mayer, citados en
Weyrauch II, pp. 320 y 428. El caso clásico, sin embargo, es el de lord Kelvin. Habiendo
empleado la teoría del calórico en sus investigaciones y en sus escritos hasta 1850, inicia
su famoso artículo " O n the Dynamical Theory of H eat” (Mathematical and Physical Papers
[Cambridge, 1882], 1:174-175) con una serie de comentarios en donde afirma que Davy
Isabía establecido la teoría dinámica 53 años antes. Luego dice que "Los recientes
descubrimientos hechos por Mayer y Joule, .. pueden servir, .sí í« c/f/itir«, de confirma
ción perfecta a las ideas de sir Humphry Davy” (las cursivas son mías). Pero si Davy
estableció la teoría dinámica en 1799, y si la parte restante de la conservación se
desprende de a(¡uél}a, como da a entender Kelvin, ¿qu éfu e lo que éste estuvo haciendo
antes de 1852?
Las teorías abstractas de las máquinas dinámicas no empiezan en un momento
determinado. Escogí 1760 por su relación con las obras de Smeaton y Borda, muy
importantes y muy citadas (notas 50 y 5Í).
Merz, E tiropean T h o u g h t, 1:178, n. 1.
128 ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS
bien p ueden constituir la co n stela ció n fun dam en tal, dada la pregunta
de la cual partimos: ¿por q ué, entre 1830 y 1850, s e requirieron tantos
ex p erim en tos y c o n ce p to s para un en u n cia d o cabal de la conservación
de la energía, q ue tan próxima s e hallaba a la superficie de la co n cien
cia científica?
V. LA HISTORIA DE LA CIENCIA*
129
*
bien esta b lec id a s — una cu y a calidad de con o cim ien to sólido apenas
pueda p on erse en duda— , para luego describir cu án do, d ónd e y cóm o
fueron esta b lec id o s los ele m e n to s q ue en su ép o c a constituyeron la
materia d e estu dio, así com o su su p u esto m étodo. Las ob serv a cio n es,
lasteyeso la s teorías que la cien cia con tem p o rá n ea había h ech o a un
lado co m o errores o im p r o ce d e n c ia s raras v e c e s fueron con sid eradas,
a menos q ue contuvieran una en señ a n za m etodológica o explicaran un
prolongado periodo de aparente esterilidad. Principios se lec tiv o s muy
sem ejantes gobernaron la d iscu sión de los factores externos a la cie n
cia. La religión, vista co m o un obstáculo, y la tecnología, reputada
como requisito ocasional para la mejora de los in stru m ento s, fueron
casi siem p re lo s ú n ic o s fa cto res q ue m erecieron atención. Elresultado
de este en foqu e h a sido parodiado re c ie n te m e n te , de m anera muy
brillante por cierto, por el filósofo Joseph A gassi.
! H asta prin cipios d el siglo xix, d e sd e luego, características muy
sem ejantes a las d escritas tipificaron a la mayoría de los escritos
históricos. L a p a sió n de lo s rom anos por las ép o c a s y los lugares
distantes vino a co m b in a rse con las norm as eruditas de las críticas
bíblicas, aun antes de q ue los historiadores pudieran darse cu en ta d el
interés y la integridad de los sistem as de valores ajenos al propio. (El
siglo XIX e s , por ejem plo, el periodo en que por primera vez se admite
que la Edad M edia tiene una historia.) E sta transformación de la
sensibilidad q u e la m ayoría de los historiadores co n tem p o rá n eo s su
pondrían e s en cia l para su c a m p o no fu e , sin em bargo, reflejada de
inmediato en la historia de la cien cia . A un qu e no concordaban en
linguna otra co sa , tanto el historiador romántico com o el historiador
científico continuaron viendo el desarrollo de la cien cia com o una
imarcha cu a sim ecá n ica del intelecto, la rendición su cesiva de los secre-
|tos de la naturaleza ante m éto d o s efic a c e s d iestram ente aplicados.
lApenas en este siglo los historiadores de ia cien cia han id o apren-
jdiendo poco a p o co a ver su materia de estu d io co m o algo diferente de
¡una m era cronología de logros positivos y acu m ulad os, dentro de una
lespecialidad técn ica definM a retrosp ectivam ente. Son varios ios fac-
itoj^es que han contribuido a e s te cam bio.
P ro b ab lem en te el m ás im portante c o n sista en la influencia, que
com ienza a fines d el siglo xix, de la histpri^ .de la filosofía. En e s e
cam po, ú n ic a m e n te los m ás ortodoxos podían sen tirse con fiados de su
habilidad para distinguir el co n o cim ien to positivo d e l error y la su pers
tición. Al tratar id e a s que habían perdido su atractivo, el historiador
difícilm ente podía e s ca p a r a la fuerza de un p recep to q u e Bertrand
132 ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS
L A /H IS T O R IA INTERNA
L A HISTORIA EXTERNA,
Los in tentos por ubicar a la cien cia en un con texto cultural que podría
mejorar tanto el co n o cim ien to de su desarrollo com o de sus efe c to s han
adoptado tres form as características, de las c u a le s la más antigua e s el
estudio de las instituciqn.es cient^^^^^ Bishop Sprat preparó su p re
cursora historia de la Royal S o ciety of London casi d e sd e antes de que
esta organización quedara constituida o ficialm ente, y a partir de e n
tonces han sido in n u m erab les las historias, “ h ech a s en c a s a ” , de las
socied a d es cien tífica s. E sto s libros son útiles principalm ente com o
fuentes de m ateriales para el historiador, y apenas en e s te siglo los
estu diosos del desarrollo cien tífico han em p eza do a em plearlos. Al
mismo tiem po, han em p eza d o a exam inar seria m en te los otros tipos de
instituciones, en es p e cia l la s ed u cativas, q ue p u ed en prom over o
inhibir el a v a n ce de la cien cia . C om o en cualquier otra parte de la
historia de la cien cia , la literatura de las in stitu ciones, en su mayoría,
trata d ei siglo xvü. Lo mejor de ella está disperso e n p u b lica cio n es
periódicas (lo que se halla en libros está lam en tab lem en te obsoleto), de
las c u a le s p u e d e n extraerse datos, y otras c o sa s relativas a la historia
de la cien cia , a través del anuario “ Critical Bibliography” de la revista
¡sis y a través d el Bulletin Signalétiqae, pub licación trim estral del
Centre N ational de la R ech erch e S cientifique, París. El estudio clá
sico de Gueriac, sobre la profesionalización de la quím ica en Francia;
la historia de ia Lunar S o c ie ty de Schofieid; y un recien te volum en
escrito en colaboración (Taton), sob re la ed u ca ció n cien tífica en Fran
cia, figuran entre los p o co s trabajos sobre las in stitu cio n es cien tíficas
del siglo XVIII. En cuanto al siglo xix, ú n ic a m e n te el estudio de Inglate
rra, de Cardwell, el de D upree sobre ios E stados Unidos y él de
V ucinich sobre R usia com ienzan a rem plazar a los com entarios, frag
m entarios pero muy su g estiv o s, a m enudo con ten idos en notas ai pie,
que s e en cu en tran en el primer volum en de la History o f European
Thought in the Nineteenth Century, de Merz.
138 ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS
IVlerz, L illey y Ben-D avid señalan los a sp ec to s del siglo xix que más a
fondo se han estudiado. Pero el asunto que ha provocado m ás activi
dad y reclam ado más a ten ción e s el desarrollo de la c ie n c ia en la
Inglaterra del siglo xvn. Por h ab erse convertido en el centro del
a c a lc a d o deb ate a ce rc a d el origen de la cien cia moderna y sobre la
naturaleza d e la historia de la cien cia , esta Hteratura amerita que se le
analice por separado. R ep re sen ta aquí un cierto tipo de investigación:
los p roblem as q ue ofrece darán una p erspectiv a sobre las relaciones
que hay entre los en fo q u es internos y externos a la historia de la
.^ciencia.
L a TESIS DE MERTÜ.N'
E stas dos tesis han sido ex ten d id a s y tam bién atacadas vigorosa
m en te pero no ha surgido ningún punto de acuerdo. (Una im portante
confrontación, que se centra en los artículos de Hall y de Santiilana,
ap arece en el sim p osio del Instituto para la Historia de ia C iencia,
dirigido por Clagett; ei artículo de Zilsel sob re Wiliiam Gilbert puede
encontrarse en la co lec ció n de artículos p ertin en tes áe\ Journal of the
History o f ¡deas dirigido por W iener y N oiand. En su mayoría, la parte
restante de la literatura, q ue e s muy volu m inosa, p u e d e investigarse
en ias notas de píe de página de una controversia reciente sobre el
trabajo de Christopher HUI.) En esta literatura, las críticas m ás p ersis
ten tes son las dirigidas a la definición y aplicación que h a ce Merton de
la etiq ueta “ puritano” , y ahora p a rec e estar claro que no p u e d e ser útil
ningún término tan es tr e c h a m e n te doctrinario en sus co n s e c u e n c ia s.
Esta cla se de d ificultades p u e d e elim inarse s e ^ r a m e n t e ; p u es la
ideología baconiana no se restringió a los cien tíficos ni se propagó
u n iío rm em en te por todas las c la s e s y region es de Europa. El rótulo que
aplica Merton quizá sea im propio, pero no hay duda de q ue el fen ó
m eno q ue d escrib e sí existió. L os argum entos m ás significativos en
contra de su p osición son residuos p ro v en ien tes de la recien te trans
form ación en la historia de la cien cia. La im agen que da Merton de la
R evolución científica, a unque ya de largos años, s e d esacreditó rápi
dam ente m ientras escribía, e s p e c ia lm e n te en el p a p e l atribuido al
m ovim iento baconiano.
L os seguid ores de la tradición historiográfica antigua declaran que
la cien cia , com o eUos la co n cib e n , nada d eb e ni a los valores ec o n ó m i
c o s ni a las doctrinas religiosas. Sin em bargo, la gran im portancia-que
i Merton le c o n c e d e al trabajo m anual, la exp erim en ta ció n y la confron-
ilación directa con la naturaleza fueron fam iliares y afines a ellos. La
nueva generación de historiadores, en cam b io, asegura haber d em o s
trado que las rad icales re v isio n es, efe c tu a d a s durante los siglos xv5y
: X V I I . de la astronomía, las m a tem á ticas, la m ecá n ica y hasta de la
óptica debieron m uy p o co a los n u e v o s in stru m entos, ex p erim en to s u
\observaciones. El m étodo primario de Galileo, argum entan, fu e ei
tradicional ex p erim en to p en sa d o d e la cie n c ia es co lá stic a llevado a un
nuevo grado de p erfecció n . El am bicioso e in gen uo programa de Bacon
fu e ca u sa de d e c e p c ió n e im p o ten cia d e sd e el principio. L o s intentos
por aplicarlo fracasaron repetidam ente; las m ontañas de datos aporta
das por lo s n u ev o s in stru m entos fueron de po ca ayuda para la trans
form ación de la teoría cien tífica en to n c e s p reva lecien te. Si h acen falta
n o v ed a d e s cu lturales para explicar por q u é ho m b res com o Gahleo,
HISTORIA DE LA CIENCIA 141
durante los siglos xvi y xvii fueron la astronom ía, las m atem áticas, la
m ecá n ica y la óptica. El desarrollo de e s ta s disciplinas e s lo que hace
que la R evolu ción cien tífica p a rezca ser una revolución de con cepto s.
Es significativo, sin em bargo, q ue e s te conjunto de cam p o s haya
estado co m p u e sto ex clu siv a m en te de c ie n c ia s clá sic a s. M uy desarro
lladas en la antigüedad, encontraron un lugar en el plan de estu dios de
la universidad m ed ieval, en donde varias de ellas fueron llevadas a
grados m ás altos de desarrollo. Su m etam orfosis del siglo xvn, en la
cual los h om bres form ados universitariam en te continuaron d e se m p e
ñando un papel im portante, p u e d e pintarse razonab lem ente com o una
extensión de una tradición m ed iev a l y antigua q ue se desarrolla en un
nuevo am biente con ceptu al. S ólo en o ca s io n e s se n ece sita recurrir al
m ovim iento programático b aconiano para explicar las transformacio
n es de esto s cam p os.
H a cia el siglo xvn, sin em bargo, és ta s no fueron las ú nica s áreas dé
actividad cien tífíca in te n sa , y las otras — entre ellas el estudio de la
electricidad y el m agnetism o, de la quím ica y de los fe n ó m e n o s térmi
co s— m uestran una pauta diferente. C om o cien cia , com o ca m p o s que
debían ser in sp e cc io n a d o s sis te m á tic a m e n te para aum entar el cono
cim ien to sobre la naturaleza, todas ellas fueron n o v ed a d es durante la
R evolu ción científíca. Sus raíces p rin cipales esta b a n no en la tradición
universitaria aprendida sino, a m en u d o, e n la s artesanías estab leci
das, y todas eUas dep en dieron , críticam ente, tanto del nuevo pro
grama de ex p erim en tación co m o de los n u ev o s instrum entos q ue los
artesanos contribuyeron fre c u e n te m e n te a introducir. Salvo algunas
v e c e s en las e s c u e la s de m ed icina, tales disciplinas rara vez encontra
ron lugar en las universida d es antes del siglo xix, y m ientras tanto
fueron cultivadas por aficionados m al unificados en torno de las n u e
vas s o c ie d a d e s cien tíficas que fueron la m a n ifesta ció n institucional de
la R evolución cien tífica. O b via m en te, esto s son los ca m p o s, junto con
el nuevo modo de p ráctica que represen tan , q ue p u e d e ayudarnos a
en ten d e r una te s is de Merton revisada. A d iferencia de lo que ocurre
en la s c ien cia s clá sic a s, la inv estig a ció n dentro de e s to s cam pos
agregó poco al co n o cim ien to de la naturaleza durante el siglo xvn,
h ech o que e s fácil p asar por alto al evaluar el punto d e vista de Merton.
P ero los logros ob tenid os a fines del siglo xvni y durante el siglo xixn o
podrán en ten d e rse h asta que no se tom e en cu en ta todo lo anterior. El
programa baconiano, aunque al principio desprovisto de frutos con
ce p tu a les, sirvió para inaugurar varias de las principales cien cia s
m odernas.
HISTORIA DE LA CIENCIA 143
H is t o r ia s in t e r n a y externa
La p e r t in e n c ia de la h ist o r ia de la CIENCIA
B ib l io g r a f ía
W hittaker, Edm und. 1951-1953. A History o f the Theories o f Aether and Electricity.
2 vols. Londres: N e lso n . V olum en 1: The Classical Theories. V olum en 2: The
Modern Theories, 1900-1926. El v olu m en 1 e s una e d ició n revisad a d e /I
History o f the Theories o f Aether and Electricity fro m the Age o f Descartes to the Close
o f the Nineteenth Century, p u b lica d o en 1910. H arper pu blicó, en 1960, una
edición en rústica.
Y a te s, F r a n c e s A, 1964. Giordano Bruno and the Hermetic Tradition. Chicago:
U n iversity o f C h icago P re ss.
VI. L A S R E L A C I O N E S E N T R E L A H I S T O R I A Y L A
1^ H I S T O R I A D E L A C IE N C IA = '
151
152 ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS
Para un ejemplo de la clase ele aclaración que puede hacer alguien que conozca
la ciencia y su historia, véase la discusión del papel de la ciencia durante la Ilus
tración, de C. C, G illispie. The Edge o f Ohjcvih’ity (Princeton; Princeton University
Press, 1960), cap. 5
158 ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS
ensayo que guía hacia la literatura reciente sobre el darwinismo. Nótese, sin embargo,
una ironía que ilustra los problemas de percepción que estamos tratando. Young
coíRÍenza deplorando las suposiciones, muy difundidas entre “ios historiadores de la
ciencia y también los demás. , . de que ias ideas y los hallazgos científicos pueden
tratarse como unidades relativamente bien definidas y con límites claramente estable
cidos . · · [ y ] que los factores ‘no científicos’ [hanj desempeñado papeles poco
importantes en darle forma al desarrollo délas ideas científicas” . Su artículo trata de ser
“un estudio de caso que se propone romper las barreras en una pequeña área entre la
historia de la ciencia y otras ramas de la historia” . Obviamente, ésta es la clase de
aportación a la que yo le daría una bienvenida muy especial. Sin embargo, Young no cita
casi ninguna literatura que tienda a explicar el surgimiento del darwinismo en respuesta
al desarrollo de ideas o técnicas científicas, y en realidad es que hay muy poco que citar.
Tampoco hace ningún intento, en su escrito, por tratar los problemas técnicos que
pueden haber contribuido a moldear el pensamiento de Darwin. Muy probablemente,
será durante algún tiempo la descripción autorizada de la influencia de Malthus sobre el
pensamiento de la evolución, pues es de todo punto erudito y penetrante. Pero lejos de
pretender romper barreras, pertenece aúna tradición historiográfica bastante ordinaria
que ha hecho mucho por conservar la separación que Young deplora.
164 ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS
ca ció n , hablaron por prim era vez d el zarcillo com o hojas “ abortadas”,
o que explicaron lo s d iferentes n úm eros de ovarios en las e s p e c ie s de
plantas em p arentadas entre sí, refirién dose a la “ ad heren cia ” , en una
e s p e c ie , de órganos separados en otra, no eran evolucionistas en
ningún sentido. Pero sin su trabajo, el O rig e n de las especies de Darwin
pudo haber llegado a su form a final, o no haber logrado el im pacto tan
trem endo en los p ú b lic o s cien tífico y lego.
Concluiré esta parte d e mi ex p o sic ió n co n un último punto. Ya dije
que, al explicar la g é n e s is de las n u ev a s teorías cien tífica s, la impor
tancia que se le atribuyó al m étodo y al in te le ctu a l extracientífico no
eran d el todo co m p a tib le s. Agregaré q ue, en el nivel fundam ental, los
dos fa cto res p a rec en ser de id én tico s e fe c to s. A m b o s producen un
partidarismo ap aren tem en te incurable q ue le perm ite al historiador
descartar por su p ersticioso s todos los a n te c e d e n te s de las id ea s con
las que trabaja. La validez del círculo en la im aginación astronómica
deb e de ser en ten did a co m o producto d el apasionam iento platónico
por la p erfe cc ió n geom étrica, p erp etu ado por el dogm atism o medieí-
val; la perm a n en cia en la biología de la id ea de las e s p e c ie s fijas debe
ser e n ten d id a co m o el resu lta d o de una lectu ra ex c e s iv a m e n te
literal de] G é n esis. Lo que falta en la prim era exp licación e s la referen
cia a los sistem a s astro n ó m ico s sobrios y con gran poder de predecibi
lidad, fun dad os en el círculo, logro que C opérnico no pudo mejorar por
sí solo. Lo que falta en la se g u n d a e s el re con ocim ien to de que la
ex iste n c ia ob servada de e s p e c ie s distintas, sin la cu al no podría haber
ninguna em p resa taxonóm ica, s e v u elv e ex trem a d a m en te difícil de
en ten d er a m en o s que los m iem bros actu a les de ca d a una de ellas
d esc ien d a n de una pareja original. D e s d e Darwin, la definición de las
categorías taxonóm icas b á sica s, co m o la e s p e c ie y el género, se ha
convertido en m ás o m en o s arbitraria, ha p erm a n ecid o así y ha resul
tado fu en te extraordinaria de problem as. Al contrarío, una raíz técnica
del trabajo d e Darwin e s la c r ec ie n te dificultad, durante principios del
siglo XIX, de aplicar es ta s herram ientas clasificatorias modelo a un
conjunto de datos que habían crecid o en o rm e m e n te, debido, entre
otras co sa s, a la exploración del N u e v o Mundo y del o céa n o Pacífico.
En re su m en , las id ea s q ue el historiador d e se c h a por calificarlas de
su p ersticio n es su ele n resultar ele m e n to s vitales en sis te m a s científi
co s antiguos q ue arrojaron b uenos resultados. C uando esto su ce d e , la
aparición de su stitu tos no p u e d e ser en ten d id a com o una m era conse
c u en cia de la apHcación de un b uen m étodo en un m edio intelectual
favorable.
LA HISTORIA Y LA HISTORIA DE LA CIENCIA 165
’ En donde están mejor ikislradas las dificultades del tiistoriador con la tecnología
como ciencia aplicada es en ias discusiones sobre la Revolución industrial. La actitud
más antigua es la de T. S. Ashton, The Industrial Revoiution, 1760-1830 (Londres y Nueva
York: Oxford University Press, 1948), p. 15: “ La corriente del pensamiento científico
inglés, que arranca de las enseñanzas de Francis Bacon y se increm enta con el genio de
Boyle y el de Newton, fue uno de los principales tributarios de la revolución indus
trial.” Roland Mousnier, en el Progrès sciejüifique et technique au xvill^ sièck (París: Pion,
1958), adóptala posición opuesta en una form a de lo más extrema, argumentando la total
independencia de los dos fenómenos. Corrigiendo la idea de que la Revolución industrial
fue ciencia newtoniana aplicada, puede decirse que es m e jo ría versión de Mousnier,
pero esta misma se desentiende de las im portantes interacciones metodológicas e
ideológicas de la ciencia del siglo W tit con la técnica. Sobre estos puntos, véase más
adelante, o bien el excelente bosquejo que iiay en el capítulo "S cience” , en E. J.
H o b s b a w n , T / í e o f Rerolutioiiy 1789-1848 (Cleveland; W orld P ublisliing Company,
1962).
166 ESTUDIOS HISTO RIOGRÁ FICOS
Lo sorp ren d en te y que falta ser exp lica d o e s la a u sen cia d e alguna
in flu en cia com p arab le, siq u iera en los historiad ores in te le ctu a le s, de
lo s trabajos d e los h om b res q u e, sig u ien d o a A lexan d re K oyré, han
esta d o d esarrolland o, durante u na g en era ció n , los m ism o s m odelos
para la s cien c ia s. La c ie n c ia , vista a través d e su s e scr ito s, no e s la
m ism a a ctivid ad que ia rep resen ta d a en cu alq u iera de la s tradiciones
an tigu as. P o r prim era vez, s e h a con vertid o, co m o p o sib ilid ad , en una
em p resa totalm en te h istórica, com o la m ú sica , la literatura, la filosofía
o el d erech o.
D igo “ com o posibilidad^’ p orq ue e s e m odelo tien e tam bién sus
lim ita cio n es. A u n q u e se ha am pliado e l tem a propio d el historiador de
la c ie n c ia a todo el co n tex to d e la s id e a s, co n tin ú a sien d o historia
interna, ya que le pone p o ca o ningu na aten ció n al co n tex to in stitu cio
nal o so cio eco n ó m ico dentro d ei cu a l se han d esarrollado las cien cia s.
La h istoriografía r e cien te , por ejem p lo, ha h ech o que s e p ierda la
co n fian za en e l m ito d el m éto d o , p ero lu ego ha ten id o d ificu ltad en
en con trarle un p a p el sig n ifíc a m e dentro d el m ovim ien to b acon iano, y
p rá ctica m en te ha h ech o a un lado tanto la te sis M erton com o la
relación en tre ia c ie n c ia y la tecn o lo g ía , la in d u stria, o la s artesanías.
E s tiem p o de co n fesa r q u e algunas de las le c c io n e s ob jetivas que he
leíd o a lo s h istoriad ores cita d o s podrían circu lar tam b ién , y p rovech o
sa m en te , en mi propio cam p o. P ero la s á rea s a la s q u e se aplican estas
le c c io n e s ob jetivas son los in te rstic io s en tre la h istoria de ia cien cia y
los in te r e se s , h oy c o m u n e s, d el h istoriador cultural y so cio eco n ó m ico .
E s n ecesa rio que los trabajen am bos gru p os. Y a e stá dado un m odelo
d el desarrollo interno d e la c ie n c ia , e l cu al nos da p u n to s d e en trad a, y
lo s h istoriad ores de la c ie n c ia se están vo lcan d o h a cia é l, m ovim iento
q u e anahzaré en la s c o n clu sio n e s. N o tengo co n o cim ien to de que haya
otro m ovim ien to d e tal m agnitud dentro de la p rofesión h istórica.
ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
■ .t'ί :
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V IL LA E S T R U C T U R A H IST Ó R IC A D EL
D E S C U B R IM IE N T O C IE N T ÍFIC O *
189
190 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
Ri't’iew, 22 (1957): 635. Aunque no apareció hasta que este artículo ya estaba preparado,
véase “ The Competitive World of the Pure S cien tist” , S cience, 134 (1961); 1957, que
también viene al caso.
LA ESTRUCTURA HISTÓRICA DEL DESCUBRIMIENTO CIENTÍFICO 191
: ^ No todos íos descubrim ientos corresponden tan nítidamente como elanterior a una
u otra de mis dos cla ses. Por ejemplo, el trabajo de Anderaon sobre el positrón fue
realizado con desconocim iento absoluto de la teoría del electrón, de Dirac, a partir de la
cual ya se había predicho con cierta aproximación la existencia de dicha partícula. Por
otro lado, Blackett y Occhialini, en su trabajo realizado inmediatamente d esp u és del de
Anderson, aplicaron la teoría de D k a c y por lo mism o aprovecharon casi íntegramente
el experimento; por ello, su demostración de la existencia del positrón fue mucho mejor
C(ue la de Anderson. Sobre este tema, véa se N. R. Hanson, “ Discovering the Positron",
British J o u rn a l f o r i l i « P h ilo so fjh y o f S cie n c e, 12 {1961): 194; 12 (1962): 299. Hanson sugiere
varios de ios puntos ex p u esto s aquí. Le estoy muy agradecido al profesor Hanson por
haberme proporcionado una reimpresión de su material.
* Desarrollé un ejemplo m enos familiar d esd e el mismo punto de vista en "The
Caloric Theory o f Adiabatic Com pression” , /s is , 49 (1958); 132. Un análisis muy se m e
jante del s u r ^ miento de una teoría nueva s e incluye en las primeras páginas de mi
ensayo; "Energy Conservation as an Example of Simultaneous Discovery” , e i \ C r itic a l
Problem s in the H isto ry o f S cie n c e , C o m p i la d o r , M. Clagett (Madison: University, of W iscon
sin Press, 1959), pp. 321-356.La referencia a e s t o s artículos puede añadirle profundidad
y detalles a la discusión siguiente.
® La exposición clásica del descubrimiento del oxígeno es la de A. N. Meldrum, The
E igh teen th C e n tu r y R evo lu tio n in Science: The F irst P h a se (Calcuta, 1930), cap . 5. Una
exposición más conveniente y en general más confiable es la incluida en J. B. Conant, The
O verthrow q f the P h lo g isto n Theory: The C h e m ic a l R ev olu tion o f 2 7 7 5 - 1 7 8 9 . H arvard Case
Histories in Experimental S cien ce, ca s e 2 (Cambridge; Harvard University P ress, 1950).
Una revisión reciente e indispensable, que incluye una relación de la controversia sobre
192 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
¡bid. , p. 23. Una buena traducción del texto completo es la que aparece en Conant.
Para simplificar, em pleo en todo ei texto el término precipitado rojo. En realidad,
Bayen usó el precipitado; Priestley usó tanto el precipitado como el óxido producido
directamente por calcinación de mercurio; y Lavoisier em pleó exclusivam ente este
último. No carece de importancia la diferencia, pues para los químicos no fue absoluta
mente claro que ambas sustancias eran idénticas.
Hay dudas sobre la influencia de Priestley en este aspecto del prensamiento de
Lavoisier, pero, cuando éste volvió a experimentar con el gas en febrero de 1776,
registró en su s notas que había obtenido l’air dephlogistique de M, Priestley (M.
Daumas, Lavoisier, p. 36).
194 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
P. Doig,/4 C oncise H isto ry o f A slro n o m y (Londres; Chapm an, 1950), pp. 115-116.
196 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
L. W. Taylor, Physics, the Pioneer Science (Boston: Houghton Mifflin Co., 1941),
página 790.
LA ESTRUCTURA HISTÓRICA DEL DESCUBRIMIENTO CIENTÍFICO 197
Aunque aquí no puedo argum entar sobre este punto, las condiciones que hacen
probable el surgimiento de una anomalía y las que la hacen reconocible son en gran
m edida las mismas. Tal hecho puede ayudarnos a entender el porqué de tantos descu
brimientos simultáneos como hay en las ciencias.
Un bosquejo útil del desarrollo de la química de los g a ses se halla en Partington,
A S k o rt H isto ry q f Chernistry, cap. 6.
la e st r u c t u r a HISTÓRICA DEL DESCUBRIMIENTO CIENTÍFICO 199
astrónomos en dónde buscarlos. Lo que sí está claro es que la motivación para buscar
más planetas data de! trabajo de Herschel sobre Urano.
Sobre las radiaciones a , ^ y y , cuyo descubrimiento data de 1896, véase Taylor,
Physics, pp. 800-804. Sobre las cuatro nuevas formas de radiación, los rayos N , véase D.
j . S. Price, Science Since Babylon (New Haven: Yaie University Press, 1961), pp. 84-89.
Que los rayos N hayan resultado a fin de cuentas motivo de un escándalo científico no los
hace m enos reveladores del estado mental de la comunidad científica.
LA ESTRUCTURA HISTÓRICA DEL DESCUBRIMIENTO CIENTÍFICO ' 201
20 ?
LA FUNCIÓN DE LA MEDICIÓN EN LA FÍSICA MODERNA 203
de los dos rev estim ien to s de una b otella de L eyd en , Indudablem ente,
exp erim en tos com o é s to s figuran entre lo s fu n d a m en ta les y m ás signi>
fica tiv o s q ue se co n o ce n en la físic a , pero no m e p a rece correcto que se
d escrib an su s resu ltad o s com o m ed icio n es. En todo c a so , con esa
term inología ú n ica m en te se h a cen co n fu so s los p u n tos m ás im portan
tes que trato d e exp on er. S up ond ré, por co n sig u ien te, que una medi
ción — o una teoría co m p leta m en te cu a n tifica d a — prod uce siem pre
cierta s cifras. E x p erim en tos com o el de D esc a rtes o el de Franklin,
que se acaban de m en cion ar, se clasificarán com o cu alitativos o no
num éricos sin q ue, así lo esp e ro , se en tien d a q u e por ello son m enos
im portantes. Creo que, con esta distinción entre cualitativo y cuantitati
vo, e s p osib le d em ostrar que grandes ca n tid a d es de trabajo cualita
tivo son co n d ició n previa para una cu an tificació n fructífera dentro de
la física . Sólo cu an d o se halle esta b lec id o e s e punto, esta rem o s en po
sición d e preguntarnos acerca de lo s e fe c to s de introducir m étodos
cu a n titativos en cien cia s que habían ven id o avanzando sin ayuda de
ésto s.
Te.nría
(x )^ n (x ) Mariejo
L 414 1.418
1.732 1.72S
2.236 2.237
® Wiliiam Ramsay, 7'he Cases o f the Atmosphere: The History ofT heir Discovery {Londres,
1896), caps, 4 y 5.
® Proseguir este asunto nos llevaría fuera del tema de este artículo; pero debiera
proseguirse porque, si tengo razón, se relaciona con la importante controversia, de
actualidad, sobre ia distinción entre verdad analítica y verdad sintética. En la medida en
210 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
que una teona debe ir acompañada de un enunciado sobre la prueba de ella para tener
significado empírico, la teoría total (que incluye la priieba^debe ser verdadera analíti
cam ente. Sobre un en unciado del problema filosónco de la analiticidad, véase W. V.
Quine, “ Two Dogmas of Empiricism’' y otros ensayos en F r o m u L o g ic a l P o in t o f View
(Cambridge, M ass., 1953). Para una discusión estim úlam e, pero no rigurosa, de la
posición, ocasionalm ente anaUtica, de las ley es científicas, v é a s e N . R. Hanson,
o fD ia c o r e r y {Cambridge, 1958), pp. 93-118. Una discusión nueva del problema filosófico,
que incluye copiosa referencia a ia literatura de la controversia, se encuentra en Alan
Pasch, E xperience a n d th e A n a lytic; A R e c o n sid e ra tio n o f E m p iricism (Chicago. 1958).
Por la monografía citada en la nota 3, se argumentará que la desviación propiciada
por los libros de texto científicos e s tanto sistemática como funcional. No está claro, de
ningún modo, cómo sería que una imagen más exacta del p>-''<"eso de la ciencia hiciera
de los físicos investigadores más eficientes.
LA FUNCIÓN DE LA MEDICIÓN EN LA FÍSICA MODERNA 211
R a z o n e s de l a m e d ic ió n n o r m a l
” Claro que e s algo anacrónico aplicar los términos de “revistas” o “ libros de texto” ,
en todo el periodo que se me ha pedido que analice. Pero estoy tratando de subrayar una
forma de comunicación profesional cu yos orígenes pueden encontrarse, por lo menos,
en eí siglo XVil, y cuyo rigor ha venido creciendo desde entonces. Hubo una época — di
ferente en ias diferentes cien cia s— en que la forma de comunicación en la ciencia fue
muy parecida a la que se ve todavía e n las humanidades y en las cien cias sociales; pero en
todas !as cien cias físicas tiene por lo m enos un siglo de desaparecida, y en muchas de
ellas desapareció d esd e antes. En la actualidad, todos Ids resultados de investigaciones
se publican en revistas que sólo leen los nuembros de la profesión. Los libros son
exclusivamente libros de texto, com pendios, vulgarizaciones y reflexiones filosóficas, y
escribirlos e s actividad algo sosp ech o sa , por ser considerada no profesional. Sobra decir
que esta distinción, clara y contundente, entre artículos y libros, escritos de investiga
ción y de otra índoie, aumenta enorm em ente la fuerza de lo que he venido llamando
imagen de libros de texto.
Aquí y en otras partes de este artículo pasaré por alto la gran cantidad de medicio
nes hechas sencillam ente para obtener información factual. P ienso que mediciones
como las de gravedad específica, lo n ^ tu d e s de onda, constantes de elasticidad, puntos
de ebullición, etc., se efectúan para determinar parámetros que han de insertarse en las
teorías científicas, pero que éstas no predicen los resultados numéricos en cuestión — o
bien no los predicen en el periodo de que s e trata— . Esta clase de m ediciones no carece
de interés, pero creo que es una cosa bien entendida. En todo caso, considerarlo
extendería dem asiado los alcances de este artículo.
212 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
Son éstas la deflexión de !a luz en el cam po gravitacional del Sol, la precisión del
perihelio de Mercurio y el desplazam iento hacia el rojo de la luz de las estrellas lejanas.
En ei estado actual de la teoría, sólo las dos primeras son verdaderas predicciones
cuantitativas.
Las dificültades para encontrar aplicaciones concretas de la teoría general de la
relatividad no deben impedir que ios científicos aprovechen el punto de vista científico
incorporado en esa teoría. Pero, quizá desgraciadamente, así parece estar ocurriendo. A
diferencia de la teoría especia l, los estudiantes de física prácticamente no se dedican a
la teoría general. Cabe pensar que dentro de cincuenta años se habrá perdido de vista
totalmente e s íe aspecto de las aportaciones de Einstein.
LA FUNCIÓN DE LA MEDICIÓN EN LA FÍSICA MODERNA 213
Los experimentos más pertineníes y a los que más se recurrió fueron ejecutados
con pénduios. La determinación del retroceso de los dos p esos de sendos péndulos que
chocan parece haber sido el principal instrumento conceptual y experimental empleado
en ei siglo Xvi! para determinarlo que eran la "acción” y la "reacción” dinámicas. Véase
A. Wolf, A History o f Science, Technology, and Philosophy in the Sixteenth and Seventeenth
Centuries, nueva ed- preparada por D. McKíe (Londres, 1950), pp, 155, 231-235; y R.
Dugas, La mécanique au xvii^ siècle (Neuchátel, 1954), pp. 283-298; y Sir Isaac Newton’s
Mathematical Principles o f Natural Philosophy and His System o f the World, F. Cajori, compila
dor (Berkeley, 1934), pp. 21-28. Wolf (p. 155) describe la tercera ley com o "la única ley
tìsica de las tres” .
Véase la excelente descripción de este aparato así como el análisis de las razones
de Atwood para construirlo, en H anson, Patterns o f Discovery, pp. 100" 102 y notas a estas
páginas.
A. W o \(, A History o f Science, Technology, and Philosophy ín the Eighteenth Century, 2^
ed. rev. por D. McKie {Londres, 1952), pp. 111-113. Hay algunos precursores de las
mediciones efectuadas por Cavendish en 1798, pero sólo éste logró obtener resultados
inequívocos.
214 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
¡hid.. ¡)|). 96-101. Wiliiam WlK'Vvtfll. History o f ! nductire Sciences, tíd. rev., 3 vols.
(Londres, 1847), 2: 213-271.
ÜT
Los EF EC T O S DE LA M ED ICIÓ N NO R M A L
Para una versión moderna, en inglés, del original, véase Galileo Galilei, D ia lo g u es
C o n cern in g Tw o N ew S cie n c es, trad. al inglés de Henry Crew y A, De Salvio (Evanston y
Chicago, 1946), pp. 171-172.
La historia completa se encuentra brillantemente expuesta en A- Koyré, '‘An
Experiment in M easurem ent” , F ro cee d in g s o f th e A m erican P h ilo so p h ic a l S o c ie ty , 97 (1953):
222-237.
218 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
M E D IC IÓ N EXTRAORDINARIA
tos de in v estiga ció n van rep etid a m en te por m al cam ino y en que las
téc n ic a s acostu m b rad as p a recen no bastar para reen cau zarlos— , y es
en esta s raras situ acion es cu an d o la m ed ición d em u estra su s mayores
p o d eres. En particular, en los esta d o s an orm ales de la investigación
cien tífíca e s cu ando la m ed ició n v ien e a d ese m p eñ a r, ocasionalm ente,
el papel principal en el d escu b rim ien to y en la confirm ación.
A nte todo, p erm íta se m e e s c la r e c e r lo q ue quiero decir co n “ situa
ción anorm al” o co n lo q ue en otro lugar llam é “ estad o de cr isis”^''. Ya
indiqué que e s una r e sp u e sta que una parte de la com u nid ad científica
da a su c o n cien cia de una anom alía en la relación, de ordinario concor
dante, entre la teoría y el exp erim en to. P ero, aclarém oslo, no e s una
re sp u e sta producida por todas y ca d a u na de la s anom alías. Como
se ñ a lé en las p áginas anteriores, en la p ráctica cien tífica ordinaria
siem p re se dan in co n ta b les d iscrep an cia s entre la teoría y el experi
m en to. En el curso de su carrera, todo profesional de las ciencias
n aturales nota y pasa por alto, una y otra vez , anom alías cualitativas y
cu an titativas que, si p e r sistie se n , producirían, c o n ce b ib lem en te , d es
cu b rim ientos fu n d a m en ta les. D iscrep a n cia s aisladas co n e s te poten
cial ocurren co n tanta regularidad, q u e ningún cien tífico terminaría
su s p rob lem as de in vestig a ció n si se detuviera a reducirlas. En todo
c a so , la ex p erien cia ha d em ostrado rep etid a m en te que, en proporción
abrum adora, e s ta s d iscrep a n cia s d esa p a re ce n lu ego d e una observa
ción d eten ida. P u e d e resultar que sean e fe c to s de los in stru m entos, o
de a p roxim aciones no notadas an tes en la teoría; o, sen cilla y misterio
sa m en te , p u e d e n dejar de ocurrir cu ando el exp erim en to se repite en
con d icio n e s ligera m en te d istintas. Más a m enudo, el procedim iento
eficaz para reducirlas c o n sis te , p u e s, en d ecid ir q u e el problem a se ha
“ arranciado” , q ue p resen ta co m p lejid a d es o cu ltas, y que es tiem po de
hacerlo a un lado para pasar a otro. A fortunada o d esgraciadam ente,
é s te e s un buen p roced im ien to cien tífico,
Pero las anomaHas no siem p re se h a cen a un lado, y d esd e luego
n unca d eb iera h a c e r se tal co sa . Si e l efe cto es p articularm ente grande,
com parado con m ed icio n e s b ien e sta b le c id a s de “ co n cordan cia razo
n a b le” , aplicable a p rob lem as sem e ja n te s, o si p a rec e asem ejarse a
otras d ificu ltad es en con trad as a n tes, rep etid as veces; o si, por razones
e s p e c ia le s, intriga al exp erim en tad or, en to n c e s p robablem ente se le
dedicará un proyecto de in vestig ación e s p e c i a l . E n e s e punto, es
n o ta 3.
Un ejemplo reciente de los factores que determ inan el estudio de una anomalía
hasta sus últimas c<)nst'<-iifncias es el investigado |)<^r Bernaid Ba¡‘ber y Ren<n‘ C. FdX,
LA FUNCIÓN DE LA MEDICIÓN EN LA FÌSICA MODERNA 227
[emente la teoría ondulatoria, después de 1812. Pero muy poco es io que dicen sobre los
j^acontecimientos ocurridos en el siglo X V III e indicativos de una crisis previa a la primera
defensa que hizo Young de la teoría ondulatoria en 1801 y después. De hecho, no se ve
claramente que había una crisis o, por io menos, una nueva. La teoría corpuscular de la
luz, íle Newton, nunca había gozado de aceptación general, y cuando Young empezó a
oponerse a ella lo hizo basándose enteramente en anomah'as reconocidas y a veces ya
explotadas. Tenemos que sacar la conclusión de que el siglo X V iii se caracterizó por una
; crisis de bajo nivel en la óptica, pues la teoría predominante nunca fue inmune a críticas
y ataques dirigidos a sus aspectos fundamentales.
Esto debiera bastar para apoyar el punto que trato de exponer aquí, pero sospecho
que sólo con un estudio cuidadoso de la literatura del siglo xviii relativa a la óptica
podremos sacar una conclusión más sostenible. Un simple vistazo a esa literatura
sugiere ya que las anomalías de la óptica de Newton fueron mucho más evidentes y
apremiantes que nunca en las dos décadas previas al trabajo de Young, En la década de
1780, la existencia de lentes y prismas condujo a numerosas proposiciones para la
: determinación astronómica dei movimiento relativo del Sol y las estrellas, (Las referen
cias que hay en Whittaker, Aetíver a n d Electricity, 1:109, llevan directamente hacia una
literatura mucho más extensa.) Pero todas éstas dependían de que el movimiento de la
luz fuera mucho más rápido en el cristal que en el aire, y por tanto dieron nueva
relevancia a una antigua controversia. L ’Abbé Haüy demostró experimentalmente
{“Sur la double refraction du Spath d ’islande” , M em oires d e C A cadem ie, 1788, pp. 34-60)
ijue ia teoría ondulatoria aplicada por Huyghens a Ía doble refracción arrojaba mejores
resultados que la teoría corpuscular de Newton. El problema resultante trajo consigo el
premio ofrecido por la Academia Francesa en 1808, y luego el descubrimiento de Malus de
la polarización por reflexión, ocurrido en el mismo año. Las P h ilo so p h ic a l T ran saction s
de 1796, 1797 y 1798 contienen una serie de artículos, dos de Brougham y uno de Pre-
vost, que muestran otras dificultades más que entraña la óptica de Newton. Según
Prevost, en particular, las ciases de fuerzas que deben ejercerse sobre la luz en una
superficie, para explicar la reflexión y la refracción no son compatibles con las clases de
fuerzas necesarias para explicar la inflexión (Pfülosophical Transactions, 84 [1798]: 325-
328. Los biógrafos de Young debieran prestarle más atención a ios dos artículos de
Brougham contenidos en los volúmenes citados. Tales biógrafos muestran un compro
miso intelectual q,ue recorre un largo camino para explicar el vitrióiico ataque de
Brougham a Young, en las páginas de ia Edinburgh Review).
Richtmeyer, Kennard y Lauritsen, M o d em Physics, pp. 89-94, 124-132 y 409-414.
Una descripción más elemental del problema del cuerpo negro y del efecto fotoeléctrico
es la contenida en Gerald Hoiton, ¡ntroduction to Concepts a n d Theories in Ph ysical Science
(Cami)rídge, Mass., 1953), pp. 528-545.
232 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
D esd e m ucho a n tes de Lavoisier, era bien sabido que algunos metales
ganan p e so cu ando son ca lcin a d o s — es decir, tostad os— - A dem ás, a
m ed ia d o s del siglo xvm, se recon ocía que esta ob servación cuaUtativa
era in com patib le, por lo m en os, con la s v er sio n es m ás sim p les de la
teoría de flogisto, según la cual el flogisto escapaba del m etal durante
la calcin ación. Pero m ientras esta d iscrep ancia fue de índole cualitati
va, pudo ser eliminada de diversas maneras: quizá el flogisto tenía pe
so negativo, o quizá las partículas de fuego se alojaban en el metal
calcinado. H ubo otras id eas m ás, y todas ella s sirvieron para reducir la
urgencia del problem a cualitativo. Con el desarrollo de las técnicas
n eu m ática s, sin em bargo, se transformó la anom alía cuahtativa en
cuantitativa. En m anos de Lavoisier, con tales téc n ic a s se demostró
cuánto p e so se ganaba y de d ónde procedía é s te . E sto s datos no podían
ser m anejados con las anteriores teorías cualitativas. A unque los
partidarios del flogisto dieron una batalla v eh e m e n te y diestra, y
aunque su s argum entos cualitativos fueron m uy p ersu asivo s, los ar
gu m en tos cuantitativos a favor de la teoría d e L avoisier resultaron ser
abrum adores.“*^
S e introdujeron e s o s ejem p los para ilustrarlo difícil que e s justificar
anom alías cu antitativas esta b lec id a s y a f ín de dem ostrar cuánto más
e fic a c e s son ésta s que la s cu alitativas para e s ta b le c e r u n a crisis cien tí
fica in ev itab le. P ero e s o s ejem p lo s d em u estran algo m ás. Indican que
la m ed ició n p u e d e ser una arma extraordinariam ente poderosa en la
batalla entre dos teorías, y q u e , creo, su segu n d a fu n ció n e s particu
larm ente significativa. A d e m á s, e s a e s ta fu n ció n — de auxiliar en la
ele c c ió n en tre teorías— y a ésta so la, para la q ue d e b e m o s reservar la
palabra “confirmación” . Esto es, debem os hacerlo sí es que el tér
mino “ co n firm a ció n ” ha d e e m p lea r se para denotar un p rocedi
m iento relativo a cu alq u ier c o s a q ue lo s cien tífic o s siem p re h a cen . Las
Ésta es una simplificación exagerada, ya que la bataUa librada entre Lavoisier con
su nueva química y sus opositores implicó en realidad algo más que los procesos de
combustión y toda la gama de testimonios pertinentes «o pueden tratarse sólo en función
de la combustión. Relaciones elementales y útiles de las aportaciones de Lavoisier
pueden encontrarse en J, B. Conant, Tiie Omrihrmv q f the Píúogi&um Theory. Harvard Case
Histories in Experimental Science, case 2 (Cambridge, Mass., 1950). y D. McKie,
Antoine iMvoUie.r; Scientist, Ec<momi$t, Social Reformer (Nueva York, 1952). Maurice Dau
mas, L a vo iw r, ihéoricien el experimentateur (París, 1955) eS la revisión más recríente y
erudita. J. H. Whiíe, The PMogiston Theory (Londres, 1932) y especialmente j. R. Parting
to n -y D. McKie, “ Historical Studies of the Phlogiston Theory; IV. Last Phases of the
Theory” , Annals o f Science, 4 (1939); 113-149, dan más detalles sobre el conflicto entre la
nueva y la vieja teoría.
LA FUNCIÓN DE LA MEDICIÓN EN LA FÍSICA MODERNA 235
®·' Maurice Daumas (Les in stn irn en tsscientifiqu es a u x x v ii^ e tx v iii^ siècles [París, 1953], pp.
7B-80) da una reSación, breve y excelente, de i a primera época del empleo del tcrmóme-
(n> como instrumenío (rienfífico, Robert Boyje, en N ew E xperim en ts a n d Obsíírrations
7 OIw ilin g C o ld , ilustra la necesidad, surgida en el siglo Wli, de dem ostrar que !os
termómetros construidos debidam ente deben remplazar a los sentidos en las medicio
nes térmicas, aunque se obtengan de ambos resiiitad<ts diferentes. Véase Works o f th e
H o m m ra h le Rohert B oyle, T. Birch, compilador, 5 vols. (Londres. 1744), 2:240-243.
LA FUNCIÓN DE LA MEDICIÓN EN LA FÍSICA MODERNA 243
ción, cada una de ella s forzando a la otra.®^ H icieron falta aún otras
c l a s e s de trabajo an tes de q ue las con trib ucion es de Laplace, P o isso n
y Fourier transform asen el estu dio de lo s fen ó m e n o s térm icos en una
r a m a de la física matemática.®^
E st^ p a u ta , reiterada tanto en ia s d em ás c ie n c ia s baconianas com o
en la exten sió n de las cien cia s tradicionales a n u evo s in stru m entos y
nuevos fen ó m e n o s, da una ilustración m ás de la tesis m ás p ersisten te
en este artículo. El camino de la ley científica a la medición científica rara vez
puede recorrerse ensentido inverso. Para descub rir una regularidad cu an ti
tativa, n orm alm ente d eb e uno co n o ce r qué regularidad está buscando
y el instrum ento em p lea d o para encontrarla d e b e esta r d iseñado co
rrespondientem ente. A un en to n c es, la naturaleza quizá no entregue
sin fuerte lu ch a resu ltad os fa lto s de contradicción o generalizables.
Esto e s en lo que re sp e c ta a mi tesis principal. Sin em bargo, los
anteriores com en tarios a cerca de la form a en que la cuantificación
ingresó en la físic a m oderna d eb en llevar tam bién a la tesis m enor de
este artículo, p u es tales com entarios vu elcan la aten ción h acia la
inm ensa efic a cia de la exp erim en tación cuantitativa realizada dentro
del con texto de una teoría co m p leta m en te m atem atizada. En algún
m om ento entre 1800 y 1850, hubo un cam bio im portante en el carácter
de la in v estiga ció n corresp ond ien te a m uchas de las c ie n c ia s natura
les, p articu larm ente en el conjunto de ca m p o s de in vestigación cono
cido com o ia física. Tal cam bio e s lo que m e h a ce llam arle a la
m atem atización de la física b acon iana una fa ceta d e otra revolución
científica.
Sería absurdo p reten d er que e s a m atem atización haya sido algo más
que una fa ce ta . La prim era m itad d el siglo xix p resen ció tam bién un
vasto in crem en to de la e s c a la d e la em p resa cien tífíca, gran d es cam
bios en las p autas de la organización científíca, y una reconstrucción
total de la ed u ca ció n científica.®'' P ero es to s cam b ios afectaron a todas
A p é n d ic e
D e s c r i b í o tr a s c o n c o m i t a n c ia s s i g n i f i c a t i v a s de e ste c o n s e n s o p r o f e s i o n a l en m i
a r tíc u lo " l ' h c E s s e n t ia l T e n s io n : T r a d i t i o n a n d In n o v a t io n in S c i e n t i f i c R e s e a r c l i " , e n
(.a Iv in \ \ , 1 a y l o r . c o m p i l a d o r . The Third ( 1959) (IniroM iyo/Uitih Rcscarrh Confi'n’iici· on the
Idcniifii (titun o f Cn'ttiirv Scientiftc Talent (S a lt L a k e C it y , 1959}, p p , 162-177.
246 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
q u e, por ejem plo entre lo s físic o s, n orm alm ente p u ed e darse por
d esco n ta d a ap en as ha com en za d o a surgir en unas cu an ta s áreas de la
in v estig ación en cien cia s sociales. L a m ayoría de las otras áreas se
sigu e caracterizando todavía por d esa cu erd o s fu n d a m en ta les acerca
de la definición d el cam po, su s logros ejem p lares y su s problemas.
M ientras p reva lezca e s a situ ación — com o ocurrió en los primeros
periodos dei desarrollo de la s varias cien cia s naturales— , probable
m en te no sobrevendrá ninguna crisis.
El punto del profesor P rice fue m uy diferente y m ás bien de carácter
histórico. S u f r i ó , creo yo correctam en te, que mi epílogo histórico no
llam aba la aten ción h acia un cam bio m uy im portante en la actitud de
los físic o s h acia la m ed ición , el cu al ocurrió durante la Revolución
cien tífica. Al com entar el artículo del doctor Crom bie, P rice había
señalad o que h asta fin es d el siglo xvi los astrónom os no com enzaron a
registrar series continuas de o b serv a cio n es de la p osición de los plane
tas. (A ntes, se habían lim itado a o ca sio n a les ob serv a cio n es cuantitati
vas de fen óm en os e s p e c ia le s.) Sólo en e s e último periodo, continuó,
los astrónom os com enzaron a ver críticam en te su s datos cuantitativos,
recon o cien d o , por ejem plo, que una p osición c e le ste registrada es un
in dicio d e un h ech o astronóm ico, en lugar del h ech o m ism o. Ai discutir
mi artículo, el profesor P rice señaló otros sig n o s m ás de cam bio en la
actitud hacia la m ed ición durante la R evolución científíca. Por una
parte, recalcó, se registraron m ucho m ás núm eros. Pero quizá lo más
im portante haya sido que p ersonas com o B oyle, al anunciar leyes
esta b lec id a s con b a se en m ed icio n e s, em pezaron a registrar por pri
m era vez su s datos cu an titativos, independientemente de que éstos concor-:
daran o no perfectamente con La Ley, en lugar de lim itarse a en u n c ia rla
propia ley.
T engo m is dudas acerca de q ue esta transición de la actitud hacia los
núm eros h u b iese avanzado tanto durante el siglo xvn com o ocasional
m en te p arece querer decir e l profesor P rice, H ook e, por ejem plo, no
con sign ó los n úm eros de los cu a le s extrajo su ley de la elasticidad;
a n tes del siglo xix, p a rece no haber surgido el co n ce p to de '‘cifras
sign ificativ as” , dentro de la física experim ental. D e lo q ue no dudo es
de que el cam b io esta b a en proceso^ y eso e s m uy im portante. Esto
am erita otra c la se de artículo, en el cual espero que se examine
en d etalle el problem a. Por el m om ento, p erm íta sem e señalar sim ple
m en te lo b ien que con cu erd a el desarrollo de lo s fen óm en o s subraya
dos por el profesor P rice en la pauta que b osquejé al describir los
efe cto s d el b acon ianism o d el siglo xvn.
LA FUNCIÓN DE LA MEDICIÓN EN LA FISICA MODERNA 247
* Reimpreso con autorización de The T k ir d (1959) University o/U tahR esearch Conference-
on the Identification o f Scientific Talent, C. W. Taylor, compilador (Salt Lake City:
University of Utah Press, 1959), pp. 162-74. Copyright 1959 de la University oi'Utah.
248
LA TENSIÓN ESENCIAL: TRADICIÓN E INNOVACIÓN · 249
es el de elim inar la con fusión está sujeto a una sola con d ición de
verosim ilitud. La situ ación im agin ada d eb e se r tai que el cien tífico
pueda aplicarle su s c o n ce p to s de la m anera que n orm alm ente los
em plea.
Por l'^r muy p la u sib les y por relacionarse estr ec h a m en te con la
tradición filosó fica, e s ta s re sp u e sta s am eritan un ex am en detallado
y serio. Al exam inarlas, a d em á s, nos harem os de in stru m entos analíti
cos e s e n c ia le s. En ella s, sin em bargo, se om iten características im por
tantes de la situación histórica en que se dan los ex p erim en to s im agi-
njirios. Por eso , en las d os s e c c io n e s finales de este artículo se tratarán
de modo algo d iferente es a s m ism as re sp u e sta s. En particular, la
tercera se c c ió n sugerirá q ue e s sign ificativam en te incorrecto describir
como “ contradictoria en sí” o “ co n fu sa ” la situación del científíco
antes de la eje cu ció n del exp erim en to imaginario q ue venga al caso.
Más ex acto sería d ecir que los exp erim en to s im aginarios ayudan al
científico para que lleg u e a le y e s y teorías d iferen tes de las que ha
sostenido an tes. En e s e ca so , ei co n o cim ien to previo p u ed e haber sido
“co n fu so ” y “ contradictorio” sólo en el sentid o, b astante e s p e c ia l y
en teram ente ahistórico, de q u e s e atribuisría la con fu sió n y la contra
dicción a todas las le y e s y teorías que el progeso cien tífico ha obligado
a descartar. Pero e s a d escrip ció n su.giere, in ev itab lem en te, que los
efecto s de la ex p erim en ta ció n im aginaria, aunque no arrojan datos
nuevos, están m ucho m ás próxim os a los de la experim en tación real
de lo que com únm ente se supone. En la última sección se tratará de
sugerir de q ué m anera ocurre esto.
El con texto h istórico dentro d el cual los exp erim en tos im aginarios
reales con tribuyen a reform ular o reajustar co n c e p to s ex iste n te s e s
in evitab lem en te de una com plejidad extraordinaria. C om enzaré, por
tanto, con un ejem plo m ás sim p le, ya que no es histórico: el de una
transposición co n cep tu a l in d u cid a en el laboratorio por el brillante
psicólogo infantil Jean P ia g e t, de nacionalidad suiza. C onform e avan
cem os, s e justificará e s te aparen te alejam iento de nuestro asunto.
P iaget trabajó con niños, exp on ién dolos a una situ ación de laboratorio
real y lu ego h a cié n d o le s p regu n tas a cerca d e ésta. En su jetos d e una
edad un p o co m ayor, sin em bargo, s e habrían producido e l m ism o
efecto con las solas p r e ^ n t a s , sin n ecesid a d d e ningún aparato. Si es
que tales p reg u n ta s se prod ucen por sí m ism a s, en to n c e s nos enfrenta
ríamos a la situ ación exp erim en tal, de cará cter im aginario puro, que
se m ostrará en la s e c c ió n sigu ien te extrayéndola de la obra de Galileo.
Como, a d em á s, la transposición in du cida por ei exp erim en to de Gali
266 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
^ J. Piaget, Les notiom de mouvement et de vitesse chez l ’enfant (París, 1946), particular
mente Kís caps. 6 y 7. Los ex¡>erimcntos descrito.« m á s a d e l a n t e aparecen e n el último
ca| 3Ít ulo.
^ ¡Ind., p, 160, traducción mía.
LA FUNCIÓN DE LOS EXPERIMENTOS IMAGINARIOS 267
Ibid., 230^23-25.
” P ara una discusión detallada de todo el asunto de la latitud en las formas, véa
se Marshall Clagett, The Science o f Mechanics in the Middle Ages (Madison, Wis., 1959),
parte 2.
LA FUNCIÓN DE LOS EXPERIMENTOS IMAGINARIOS 271
Ibid., p. 290.
P21 más significativo lapso de esta clase está en "T he Second Day” de los Dialogue
concerning the Two Chief World Systems de Galileo (véase la traducción de Stillman Drake
[Berkeley 1953J, pp. 199-201). Galileo argumenta allí que ningún cuerpo material, por
ligero q u e se a , puede se r arrojado d é la Tierra en rotación, ni aun cuando ésta girase más
rápido de lo que lo hace. Tal resultado (que requiere el sistema de Galileo —su lapso,
aunque de seguro no deliberado, sí tiene motivo—) se obtiene tratando la velocidad
terminal de un movimiento uniformemente acelerado como si fuese proporcional a la
distancia recorrida con ese movimiento. La proporción es, desde luego, una consecuen
cia directa de la regla de Merton, pero se aplica solamente a los movimientos que
requieren el mismo tiempo. Deben examinarse también las notas de Drake a este pasaje,
ya que arrojan una interpretación diferente.
272 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
planos, hay que im aginar dos cuerpos que resbalan o ruedan sin
fricción d esd e un punto de partida com ú n , C. Por últim o, Salviati les
pide a su s interlocutores que le co n ce d a n que, cuando los cu erp os que
se deslizan llegan a los p u n tos A y B, resp ec tiv a m e n te, é s o s habrán
adquirido el m ism o ím petu o velo cid ad , e sto es , la velocid ad n ecesaria
para d evolverlos a su punto de partida.^® Le e s co n ce d id a tam bién esa
petición, y Salviati procede a preguntarles a lo s p articipan tes en el
diálogo cu ál de los dos cu erp os se m ueve m ás rápido. Lo que pretende
es que ellos se den cu en ta de que, em p lean d o e l co n ce p to de velocidad
que e n to n c e s se usaba, p u ed en v erse forzados a admitir que el movi
miento a lo largo de la perpendicular e s , sim u ltá n ea m en te, más
rápido, igual y m ás lento, q ue el m ovim iento a lo largo del plano
inclinado. Su seg u n d o objeto c o n siste en , por el efe cto de esta para
doja, h acer que su s in terlocu tores y su s lecto res se percaten de que la
velocidad no debiera atribuirse al conjunto de un m ovim iento sino,
m ás bien, a sus partes. En su m a, el exp erim en to im aginario e s , com o
el propio Galileo lo señala, una pro p ed éu tica para la d iscu sión íntegra
d el m ovim iento uniform e y d el acelerad o, q ue ex p on e en “ El tercer
d iscurso” de sus Dos nu&vas ciencias. C ondensaré y sistem atizaré consi-
!bUl., pp. 22-27.
Galileo se vaie de esa concesión mucho menos que yo en el párrafo que sigue. En
rigor, su argumento no depende de ella si ei plano CA puede extenderse más allá de A y
si el plano q»e rueda a lo largo del plano extendido continúa ganando velocidad. Para
simplificar, restringiré mi recapitulación sistematizada al plano no prolongado, si
guiendo ia tónica marcada por Galileo en la primera parte de su texto.
LA FUNCIÓN DE LOS EXPERIMENTOS IMAGINARIOS 273
Quienquiera que dude de que ésta es una respuesta tentadora y natural puede
iiacerle la pregunta de Galileo, como hice yo, a estudiantes graduados de física. A menos
que desde antes ya sepan de qué se trata, muchos de ellos darán la misma respuesta que
los interiocurores de Salviati.
274 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
com o ya vim os, una situ ación norm al, esto e s , una situ ación que ia
persona que analiza ei ex p erim en to , con b a se en su exp erien cia, se
sienta bien eq u ipad a para manejar. N ada a cerca de la situación im agi
nada p u e d e ser co m p leta m en te d esco n o cid o ni extraño. P o r co n si
guiente, si el exp erim en to d ep en d e , com o d eb e ser, de la exp eriencia
con la naturaleza, e s a exp erien cia d eb e ser fam iliar en térm inos g e n e
rales an tes de que se in icie el exp erim en to. E ste a sp ecto de la situa
ción exp erim en tal im aginada p a rece haber dictado una de las co n clu
siones a la s q ue he llegado regularm ente. Com o no co n tien e ninguna
276 ESTUDIOS METAHISTORICOS
Es posible imaginar también un mundo en i|ue los dos criterios seguidos por los
niños de Piaget nunca llevarían a contradiceió-n, pero eso es más complejo, y entonces
no recurriré a ello en la argumentación que sigue. Perm ítasem e, sin embargo, arriesgar
una conjetura susceptible de prueba sobre la naturaleza del movimiento en ese mundo.
A menos que imiten a sus compañeros, los niños que ven el movimiento de ja manera
descrita deben ser relativamente insensibles a la importanciadeunArtní/itrtp impuesto al
ganador de una carrera. Y, en lugar de ello, todos deberían confiar en Ja violencia con
que se moverían los brazos y las piernas.
LA FUNCIÓN DE LOS EXPERIMENTOS IMAGINARIOS 279
Está im plícito el m ism o punto de vista a cerca del m ovim iento en los
argum entos en lo s cu arles A ristó teles desarrolla su s llam adas leyes
cuantitativas del m o v i m i e n t o . C o n s i d é r e s e , por ejem plo, única-
observación cuantitativa. Además, las leyes no se aplican nunca ala naturaleza, salvo en
argumentaciones basadas eti la reducción al absurdo. A mí, sus intentos me parecen de
índole cualitativa: son el enunciado, para eniiplear el vocabulario correcto de las propor
ciones, de varias regularidades cualitativas observadas propiamente. Esta idea pare
cerá más plausible si se recuerda que después de Eudoxio aun las proporciones
geométricas se interpretaron como no numéricas.
“ Aristóteles, lVorL·,2: 249^30-250H.
Para una crítica fundada a quienes consideran que esta ley es sencillamente tonta,
véase Stephen TouJmin, “ Criticism in the History of Science: Netvton on Absolute
Space, Time and Motion, I” , Philosophical Review, 68 (1959): 1-29, particularm ente la
nota 1.
Aristóteles. Works,2·. 250"25-28.
P or ejemplo; "Cuando, por consiguiente, obsen'o que, a partir de un estado de
reposo, cae una piedra desde una posición elevada y que continiiamente adquiere
nuevos increm entos de velocidad, ¿porqué no voy a creer que tales incrementos ocurren
de una manera que es exageradam ente simple y bastante obvia para todos? Si ahora
examinamos cuidadosam ente el asunto, no encontrarem os adición o incremento más
simple que el que se repite siempre de la misma m anera.” Cf. Galileo Galilei, Pialogues
LA FUNCIÓN DE LOS EXPERIMENTOS IMAGINARIOS 281
Coni'erning Two New Sciences, trad. al inglés de H, Crew y A, de Salvio (Evanston y Chicago,
1946), pp. 154-155- Pero Galileo sí hizo una verificación experimental.
í ;
282 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
B.L. Whorf, Language, Thought, and Reality: Selected Wñlings, John B, CarrolJ,
(Cambridge, Mass., 1956).
c o m p ila d o r
R. B. Braithwaite, Scientific Explanation (Cambridge, 1953), pp. 50-87. Y véase
también W. V. O . Quine, “ Two Dogmas of Empiricism” , en From a Logical Point o f View
(Cambridge, M ass., 1953), pp. 20-46.
C. G. Hempel, Fundamemalsof Concept FormationinEmpiricalScience, vol. 2 num. 7, en
la International Encyclopedia o f Unified Science (Chicago, 1952), La discusión fundamental de
las oraciones de reducción está en Rudolph Carnap, “Testability and Meaning” , Philo
sophy of Science, 3 (1936); 420-471, y 4 (1937); 2-40.
Los casos del calórico y de la masa son particularm ente instructivos; el primero por
su paralelismo con el caso analizado antes, y el segundo porque invierte la línea de
desarrollo. Se dice m uchas veces que Sadi Carnot obtuvo buenos resultados experimen
tales de la teoría del calórico porque en su concepto del calor se combinaban caracterís-
LA FUNCIÓN DE LOS EXPERIMENTOS IMAGINARIOS 283
ticas que más tarde tuvieron que distribuirse entre e! calor y la entropía. (Véase mi
discusión con V, K. La Mer, American Journal o f Physics 22 [1954]: 20-27; 23 [1955]:
91-102 y 387-389. En la s e ^ n d a de estas referencias se formula el punto de la manera
que es necesaria aquí.) La masa, por otro lado, muestra una línea opuesta de desarrollo.
En la teoría newtoniana, la m asainercial y la masa gravitacional son conceptos distintos,
medidos por elementos diferentes. Hace falta una ley de la naturaleza, comprobada
experimentalmerite, para decir que, dentro de los límites de los instrumentos, las dos
clases de medidas arrojarán siempre los mismos resultados. Pero, conforme a la
relatividad general, no hace falta una ley experimental distinta. Las dos mediciones
deben producir el mismo resultado porque se refieren a la misma cantidad.
284 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
Ahora, mi argum ento está casi co m p leto . P ara d escu b rir el elem ento
que falta todavía, p erm íta se m e recapitular io s pun tos principales ana
lizados hasta aquí. C o m e n c é sugiriendo que una c la se im portante de
ex p erim en tosim ag in a rio s d ese m p eñ a la fu n ció n de enfrentar al cien tí
fico co n una contrad icción o conflicto, im plícito en su m anera de
pensar. El r econ ocim ien to de la con tradicción pareció ser en to n c e s la
prop ed éu tica ese n c ia l para elim inarla. C om o resultado del experi
m ento imaginario, se desarrollaron co n ce p to s claros para rem plazar a
los con fusos que se habían venido em pleando. El exam en pormenori
zado, sin em bargo, reveló una dificultad ese n c ia l de e s e análisis. Los
co n ce p to s “ correg id o s” com o se c u e la de los exp erim en tos im agina
rios no mostraron con fusión intrínseca. Si em p learlos le cau só proble
m as al cien tífico, é s to s no eran igiiales a los resu ltan tes del uso de una
ley o teoría fu n d a d as ex p erim en ta lm en te. E s decir, surgían no de su
aparato m ental sino de las d ificu lta d es d escu b ierta s en el intento por
h a cer encajar e s e aparato en la exp erien cia no asim ilada todavía. La
naturaleza, y no la lógica sola, era la resp o n sa b le de la evidente
confusión. E sta situ ación m e llevó a sugerir qu e, partiendo de la cla se
de experim en to im aginario ex a m in a d a aquí, el cien tífico aprende algo
a cerca d el mundo y tam bién acerca de sus c o n ce p to s. H istóricam ente,
su fun ción se a sem eja al doble p a p e l d ese m p eñ a d o por las ob servacio
nes y los ex p erim en to s de laboratorio reales. Prim ero, porque los
ex p erim en to s im aginarios p u e d e n revelar q ue la naturaleza no se
conform a a un H#-t^erminado conjunto de ex p ecta tiv a s. S egu nd o, p u e
LA FUNCIÓN DE LOS EXPERIMENTOS IMAGINARIOS 285
Para análisis incompletos de éste y los puntos siguientes, véase mis artículos “ The
Function of M easurem ent in Modern Physicai Science” , Isis, 52 (1961): 161-193, y
“ The Function of Dogma in Scientific R esearch” , en Scientific Change, A. C. Crombie,
compilador (Nueva York, 1963), pp. 347-369. Trato íntegramente el tema, con muchos
otros ejemplos, en mi ensayo The Structure o f Scientific Revolutions (Chicago, 1962). [ L i
estructura de las revoluciones científicas, México, FCE, 1971.]
286 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
La frase "perm ite verlos de una m anera nueva” debe quedar aquí como una
metáfora aunque traté de aplicarla literalmente. N. R. Hanson {Patierns o f Disco
very [Cambridge, 1958], pp. 4-30) ya expuso que lo que los científicos ven depende de sus
creencias y su formación; sobre este punto se encontrarán muchos testimonios en la última
referencia citada en la nota 31.
288 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
los escritos d e sir Karl, pero la gen eralización resu ltan te e s errónea
d e sd e el punto de vista h istórico. A l m ism o tiem po, e l error es de
im portancia, p u es la form a clara de la d escrip ció n p rescin d e de esa
característica de la p ráctica cien tífica que e s lo q ue mejor distingue a
la cien cia de otras actividad es creativas.
H ay una c ia se de “ en u n ciad o” o “ h ip ó te s is” q ue los científicos
so m eten rep etid a m en te a prueba sistem á tica . T engo en m ente los
en u n cia d o s co n sis te n te s en la s m ejores con jeturas que el investigador
se h a c e sobre la m anera correcta de relacionar su problem a con el
cuerpo de con ocim ien tos cien tífico s aceptado. P u e d e conjeturar, por
ejem plo, q ue una determ in ada su sta n cia q uím ica, d esc o n o c id a , con
tien e la sal de una tierra rara; que la ob esid a d de sus ratas exp erim en
tales o b e d e c e a un d eterm inado co m p o n e n te de sus dietas; o que un
esp ectro recién d escu b ierto d eb e en ten d e rse com o efe cto del espín
nuclear. En ca d a c a s o , los p a so s sig u ie n tes de su in v estigación co n sis
tirán en tratar d e probar la conjetura o h ip ó tesis. Si é s ta p asa una serie
de p ru eb as, e n to n c e s el cien tifíco habrá h e c h o un descub rim iento o,
por lo m e n o s, resuelto el acertijo q ue traía entre m anos. De no ser así,
deb e abandonar el p roblem a o tratar de resolverlo con la ayuda de otra
h ip ótesis. A un qu e no todos, m u ch o s p roblem as de in v estig ació n adop
tan esta forma. L as prueb as de e s ta índole son uno de lo s com p onentes
norm ales de lo que en otra parte llam é “ c ie n c ia norm al” o “ investiga
ción norm al” , actividad q ue da c u en ta de la abrumadora mayoría del
trabajo realizado en el terreno de las c ie n c ia s b á sica s. O b sér v ese que
tales p ruebas no apuntan h acia la teoría p rev a lecien te. P or el contra
rio, al esta r trabajando en un problem a de in v estig ació n normal, el
cien tífíco deb e establecer como premisa la teoría im peran te, la cu al consti
tuye las reglas de su juego. Su objeto e s resolver un m isterio, un
acertijo, de p referen cia uno en el que otros in vestigad ores hayan
fracasado; y la teoría p resen te e s n ecesaria para definir e s e misterio y
para garantizar q ue, trabajándolo bien p u e d a ser resuelto.® Por su-
® P ara una exposición amplia de la ciencia normal, la actividad para la que están
formados los profesionales, véase The Structure o f Scientific Revolutions, pp. 2 3 ^ 2 y
135-142. Es importante observar que cuando describo al científíco como resolvedor de
acertijos y sir Karl lo describe como resolvedor de problemas (por ejemplo, en su
Conjectures andRefuíations, pp. 67, 222), la similitud de nuestros términos enm ascara una
divergencia fundamental. Sir Karl escribe (cursivas son de él): “ Es cosa admitida que
nuestras expectativas y, por tanto, nuestras teorías pueden preceder, históricamente, a
nuestros problemas. Sin embargo, la ciencia sólo comienza con problemas. Los problemas
afloran especialm ente cuando nos decepcionamos de nuestras expectativas, o cuando
nuestras teorías nos meten en dificultades, en contradicciones.” Uso el término “ acer-
LA LÓGICA DEL DESCUBRIMIENTO 295
tijo” (o rompecabezas) para subrayar que las dificultades a las que ordinariamente se
enfrenta incluso el mejor científíco son, como los crucigram as o los problem as de
ajedrez, verdaderos retos a su ingenio. Él es quien tiene una dificultad, no la teoría del
momento. Mi punto es casi opuesto al de sir Karl.
^ Véase Popper, Conjectures and Réfutations, pp. 129, 215 y 221, sobre enunciados
particularm ente vigorosos de esta posición.
® Por ejemplo, ibid., p. 220.
® Sobre el trabajo relativo a la calcinación, véase Gueriac, lavoisier; The Crucial Year
(1961). Sobre los antecedentes de los experimentos de la paridad, véase Hafner y
Presswood, ‘’Strong Interference and Weak Interactions” , S d w e , 149(1965): 503-510.
296 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
ocho p la n eta s estab a n ca m b iand o co n stan tem en te; las tablas astro
n óm icas em p lea d a s para calcu lar la configuración en el m om ento del
nacim iento de un individuo eran im p erfectas notoriam ente; p ocos
hombres^sabían el in sta n te de su nacim iento con la p recisió n n e c e s a
ria .’®¿(^ué de sorpren dente tien e, p ues, q ue fallasen fre cu en te m e n te
las p red iccio n es? S ólo d e sp u é s d e que la propia astrología se volvió
im plausible, e s to s argu m en tos vinieron a en cerrarse en un círculo
v ic io s o .’® H oy en día, se esg rim en argum entos por el estilo para
explicar, por ejem p lo, los fra caso s en la m ed icina o en la m eteorología.
Etí^épocas de p roblem as son em p lea d o s tam bién en las c ie n c ia s e x a c
tas, en ca m p o s com o la física, la quím ica y la astronomia,^“ La forma
en q ue los astrólogos explicaron su s fraca so s no fue nada acientífica.
P ero la astrología no era una cien cia . S e trataba m ás b ien d e un
oficio, una artesanía, algo parecid o a la ingeniería, la m eteorología y la
m edicina tal y com o s e practicaron esta s a ctividad es hasta h a c e poco
m ás de un siglo. S e p a rece m u ch o , creo, a la m ed icin a antigua y al
p sico a n á lisis con tem p o rá n eo . En ca d a uno de esto s ca m p o s, la teoría
compartida era adecuada sólo para establecer la plausibilidad de la dis
ciplina y para fundam entar las reglas em píricas que gobernaban la
práctica. E s ta s reglas resultaron ú tiles en el p asado, pero ninguno de
su s p ractica n tes su p u so que bastarían para im pedir el fracaso recu
rrente. S e d esea b a n u n a teoría m ás articulada y reglas m ás ú tiles, pero
habría sido absurdo abandonar una disciplina p lausible y de lo más
n ecesa ria , co n una tradición d e éxito lim itado, se n c illa m en te porque
e s o s d e s e o s no se p u d iese n cum plir todavía. Faltando tales elem en to s,
sin em bargo, ni el astrólogo ni el m éd ico podían hacer investigación .
A unque tenían reglas que aplicar, no tenían acertijos que resolver y,
por co n sig u ien te, tam poco c ien cia q ue practicar.^''
P a ra expUcaciones reiteradas dei fracaso, véase ibid., 1:11, 514-515: 4:368; 5:279.
Una penetrante relación de las razones de que la astrología haya perdido plausibili-
dad se encuentra en Stahlm an, “ Astrology in Colonial America: An Extended Query” ,
WílliamandMaryQuarterly, 13 (1956): 551-563. P a ra una explicación del atractivo anterior
de la astrología, véase Thorndike, “ The True Place of Astrology in the History of
Science” , Isis, 46 (1955): 273-278.
Cf. mi Structure o f Scieritific Revolutions, pp. 66-76,
Esta formulación indica que podría salvarse el criterio de demarcación de sir Karl,
con sólo modificar levemente su,forma de expresarlo, y conservándolo de acuerdo con su
intento obvio. P a ra que un campo sea una ciencia, sus conclusiones deben derivarse
lógicamente de premisas compartidas. De este modo, la astrologa sería eliminada no porque
sus pronósticos no puedan comprobarse, sino porque únicam ente los más generales y
menos comprobables son los que pueden derivarse de un a teoría aceptada. Como todo
300 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
campo que satisficiese tal condición podria apoyar una tradición de solución de acerti
jos., la sugerencia es claram ente útil. Casi se convierte en la condición suficiente para
que un campo dado sea una ciencia. Pero, en esta forma por lo menos, no es ni siquiera
una condición suficiente y de s e ^ r o no es una condición necesaria. Admitiría como
ciencias, por ejemplo, la topografía y la navegación, y se opondría a la taxonomía, la
geología histórica y la teoría de la evolución. Las conclusiones de una ciencia deben ser
precisas y válidas, sin se r totalmente derivables por procedimientos ló ce o s de las
premisas aceptadas. Véase mi Stmctare q f Scientific Revolutions, pp. 35-51, y también la
exposición que sigue.
Con esto no se sugiere que los astrólogos no se criticaran unos a otros. Por lo
contrario, como los profesionales de la filosofía y algunas ciencias sociales, pertenecían
a toda una variedad de escuelas, y la contienda entre éstas era a veces llena de
mordacidad. Pero ordinariamente estos debates g ra b a n en torno de la implausibiUdad de
la particular teoría aceptada por u n a u otra eácuela. No se Ies concedía mucha'importan
cia a los fracasos de las predicciones individuales. Com párese con Thorndike,/! History
o f Magic and Expeñmental Science, 5:233.
LA LÓGICA DEL DESCUBRIMIENTO 301
Ihid., pp. 215 y 220. En estas páginas sir Karl describe e ilustra su tesis de que la
ciencia crece por revoluciones. M ientras tanto, no yuxtapone siempre el término “ equi
vocación” al nombre de un a teoría científica extemporánea, quizá porque gracias a su
buen instinto histórico no cae en tan burdo anacronismo. Sin embargo, el anacronismo
es fundam ental en la retórica de sir Karl, lo que da reiterados indicios de las diferencias
fundam entales que existen entre nosotros. A menos que las teorías anticuadas sean
equivocaciones, no hay m anera de reconciliar, digamos, el párrafo inicial del prefacio de
sir Karl {¿¿id., p, vii: “ aprender de nuestras equivocaciones” ; “ nuestros intentos,
a menudo equivocados, por resolver nuestros problem as” ; “ pruebas que pueden ayu
darnos a descubrir nuestras equivocaciones” ) con la idea {ibid., p, 215) de que “ el
desarrollo del conocimiento científico.. . {consiste en }el continuo derrocamiento de las
teorías científicas y su sustitución por otras mejores o más satisfactorias” .
304 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
En su Logik der Forschung,, sir Karl subrayó la asim etría de una gen era
lización y su n eg a ció n co n re sp ec to a la s p ruebas em p íricas. N o se
p u ed e dem ostrar q ue una teoría cien tífica se aplique a todos lo s ca so s
p o sib les, pero sí q u e no s e aplica a d eterm in a d o s ca so s. L a in siste n c ia
en e s e axiom a lógico y en sus im p lica c io n es p a rece ser un p a so
ad elante, y de ahí no d eb em o s retroceder. L a m ism a asim etría d e s e m
peñ a un p a p el fu n d a m en ta l en mi Estructura de las revoluciones científicas.
LA LÓGICA DEL DESCUBRIMIENTO 305
en donde el fallo de una teoría para dar reglas que id entifiquen los
acertijos so lu cio n a b les se ve co m o la fuente de las crisis profesionales
q ue a m en u d o term inan con el cam bio de la teoría. Lo que estoy
diciendo e s c a s i lo m ism o que sir Karl, y bien puedo haberlo tom ado de
lo q u e ^ í sob re su trabajo.
Pero sir Karl d e sc r ib e co m o “ refutación ” lo que ocurre cu ando no se
p u e d e aplicar una teoría a un ca so dado. Y ésta e s la prim era de una
serie de ex p re sio n es relacionadas, cuya pecuUaridad me ha dejado
sorprendido. “ R e fu ta ció n ” e s antónim o de “ prueba” . Uno y otro tér
mino provienen de ia lógica y de la s m a tem á ticas form ales; las cad en a s
de argum entos a la s c u a le s se aplican co n clu y en co n un “ Q .E .D .”
Invocar e s to s térm inos im plica la capacidad de lograr el asentim iento
de cualquier m iem bro de la com u nid ad profesional d e que se trate. No
hace falta, sin em bargo, d ecirle a ninguno de los m iem bros de este
público q ue, cuando toda una teoría o a caso una ley cien tífíca están en
juego, lo s argum entos rara v ez son tan e v id en tes. P u ed en im pugnarse
todos lo s ex p erim en to s, ya s e a en razón de su pertinencia o su preci
sión. P u e d e n m odificarse todas las teorías m ed iante los más variados
ajustes ad hoc, sin q u e, en térm inos gen era les, dejen de ser las m ism as
teorías. A d e m á s, e s im portante que esto se a así, p u es frecu en tem en te
el con ocim ien to cien tífíco cr ec e por im pugnación de ías ob servacion es
o por ajuste d e las teorías. L as im p u g n acio n es y los ajustes son una
parte com ú n y corriente de la investigación normal dentro de las
cie n c ia s em píricas, y los ajustes no dejan de tener un papel predom i
nante en la s m a tem ática s inform ales. El brillante análisis que el doctor
Lakatos hace de las réplicas p erm isibles a las refutaciones m atem áti
c a s con stituye el argum ento m ás revelador que co n ozco en contra de
una p osición “ refu ta cio n ista” ingenua.
Sir Karl no e s , d esd e luego, un refutacionista ingenuo. S a b e lo que
acabo de d ecir y 1q ha subrayado d esd e el principio de su carrera. Ya
en La lógica del descubñmiento científico, por ejem plo, escribe: “ En
realidad, no p u e d e producirse ninguna refutación co n clu y e n te de
ninguna teoría, p u e s siem p re e s p o sib le d ecir que los resultados ex p e
rim entales no son dignos de confianza, o q ue las d iscrep a n cia s que se
dice ex isten entre lo s resu ltados ex p erim en ta les y la teoría son sólo
a p aren tes, y ( ^ e se d esv a n ec er á n cu ando ten g a m o s más con ocim ien
to s .” ^®E n u n cia d o s com o é s te m uestran una sem ejan za m ás entre las
id eas de sir Karl y las m ías, pero lo que h a c e m o s con ella s difiere
b astan te. P ara mí, so n en u n cia d o s fu n d a m en ta les, tanto en calidad de
pruebas com o de fu e n tes. P ara sir Karl, en cam b io, son una limitación
e sen cia l que am enaza la integridad de su p osición b ásica . Barrió con la
im pu gnación c o n clu y e n te, pero no la sustituyó co n ninguna otra cosa,
y la relación que sigue tom ando en cu en ta e s la de la refutación lógica.
Si bien no e s un refutacion ista ingen uo, creo q u e, legítim am ente,
puede tratársele com o tal. Si estuviese interesado exclusivam ente en la
dehm itación, e n to n c es los prob lem as que p lan tea la in ex iste n c ia de las
refutacion es c o n c lu y e n te s serían m en o s graves y quizá elim inables.
Esto e s , se llegaría a la delim itación por un criterio ex clu siva m en te
sintáctico.^® El punto de vista de sir Karl sería en to n c e s, y quizá ya lo
se a , ei de que una teoría es cien tífica si, y sólo si, los enunciados de la
observación — particularmente las n egaciones de proposiciones exis-
ten cia ies sin gulares— p u ed en d ed u cirse ló g ica m en te de ella, quizá en
conjunto con el co n o cim ien to esta b lec id o com o a n te c e d e n te . Enton
c e s no vendrían al ca so la s d ificu ltad es — a la s c u a le s m e referiré en
breve— que se p resen ta n al decidir si una determ in ada operación de
laboratorio justifica el em itir un determ inado en u nciado de observa
ción. Quizá, aunque la b ase para hacerlo a sí se a m en o s evidente,
podrían elim inarse las dificu ltades ig u a lm en te graves de d ecidir si un
en u nciado de observación d ed ucido de una versión aproxim ada — por
ejem plo, m anejable m a te m á tic a m e n te— de la teoría d eb e co n sid e
rarse o no una c o n se c u e n c ia de la propia teoría. P ro b lem a s com o ésto s
no p ertenecerían a la sintaxis, pero sí a la pragm ática o a la sem á n tica
del lenguaje en q ue e s tu v ie s e exp resa d a la teoría, y por io m ism o no
d esem p eñ arían ningún papel en determ inar su calidad de cien cia.
Para que se a cien tífica, una teoría sólo p u e d e ser refutada por un
en u nciado de obsei-vación y no por la ob servación real. La relación
entre en u n c ia d o s, a d iferencia de ia q ue hay entre en u nciado y obser
v ación, sería la refutación co n clu y e n te tan fam iliar en la lógica y en las
m atem áticas.
Por razones ya indicadas (nota 21) y que en seguid a am pliaré, dudo
que la s teorías cien tífica s puedan exp resa rse sin cam bio d ecisivo en
forma tal que perm ita lo s ju icio s, p uram ente sin tá ctico s, que exige
esta versión del criterio de sir Karl. P ero, aunque así f u e se , sob re esta s
Popper, Conjectures and RefiUatiom, pp. 233-235. Obsérvese también en la riota al pie
de la última de estas páginas, que la comparación que hace sir Karl de la verosimilitud
relativa de dos teorías depende de que “ [no haya] cambios revolucionarios en nuestro
conocimiento a n tecedente” , suposición que no argum enta en ninguna parte y que es
difícil de reconciliar con su concepción del cambio científico mediante revoluciones.
Braithwaite, Scientific Explanation (1953), pp. 50-87, especialm ente p. 76, y mi
Structure o f Scientific Revolutions, pp. 97-101.
LA LÓGICA DEL DESCUBRIMIENTO 309
Nótese que la semejanza entre los miembros de una familia natural es aquí una
relación aprendida y que puede desaprenderse. Obsérvese el viejo dicho: “ A un occi
dental, todos los chinos le parecen iguales.” Ese ejemplo me aclara también ías simplifi
caciones más drásticas introducidas en este punto. En una discusión más completa
tendrían que admitirse jerarquías de familias naturales con relaciones de semejanza
entre las familias de los niveles superiores.
310 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
Cf. Kuhn, “ The Role of M easurem ent in the Development of Physicai Science” ,
Isis, 49 (1958): 161-193.
Cf. Kuhn, Structure o f Scientific Revolutions, pp. 102-108.
314 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
Ibid., pp 161-169.
LA LÓGICA DEL DESCUBRIMIENTO 315
S u p ó n g a s e q u e d e l i b e r a d a m e n t e h e m o s h e c h u n u e s t r a la ta r e a d e v iv ir e n
e s t e d e s c o n o c i d o m u n d o n u e s t r o ; q u e t r a t a m o s d e a d a p t a r n o s a é l lo m e jo r
q u e p o d e m o s . . . y de e x p lic a rlo , si e s p o s ib le ( n e c e s i t a m o s s u p o n e r q u e sí
es) y h a s t a d o n d e s e a p o s ib le , c o n a y u d a d e le y e s y te o r ía s e x p lic a tiv a s . Si
hemos hecho de esto nuestra tarea, entonces no h a y procedimiento más racional que
el método de . . . conjetura y refutación: de p r o p o n e r te o ría s v a li e n te m e n t e ; d e
h a c e r l o m e jo r q u e p o d a m o s p a r a d e m o s t r a r q u e so n e r r ó n e a s ; y d e a c e p t a r
la s p r o v i s i o n a l m e n t e c u a n d o n o t ie n e n é x ito n u e s t r o s e s f u e rz o s críticos.''^
Popper, Logic of Scieruific Dúcovery, pp. 22, 31-32 y 46; Conjectures and Refutaiions,
página 52.
Popper, Conjectures and RefiUations, p. 51 (cursivas en el original}.
316 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
* Reimpreso con autori 2 ación de The Structure o f Scientific Theories, Frederick Suppe,
compilador (Urbana: University of Illinois Press, 1974), pp. 459-482. Copyright 1974 de
la Board of T rustees of the University of iliinois.
^ Otros problem as y fuentes de malentendidos se analizan en mi ensayo “ Logic of
Discovery or Psychology of R esearch” , en Criticism and the Growth o f Knowledge, L
Lakatos y A. Musgrave, compiladores (Cambridge; Cambridge University P ress, 1970).
Ese libro, que incluye tam bién una extensa “ Response to Critics” , constituye el cuarto
volumen de los documentos del International Colloquium in the Philosophy of Science,
celebrado en el Bedford College, de Londres, en julio de 1965. Se ha prepí^ado, para la
traducción al japonés, un análisis m ás breve pero también m ás equilibrado de las
reacciones críticas a Ia Structure o f Scientific Revolutions (Chicago: University of Chicago
Press, 1962), Se ha empezado a incluir una versión, en inglés, de ese análisis en las
ulteriores ediciones realizadas en E stados Unidos. Partes de estos escritos empiezan
en donde éste term ina y esclarecen entonces las relaciones de las ideas desarrolladas
aquí con nociones como las de inconmensurabilidad y revoluciones.
* El análisis m ás reflexivo y de todo punto más negativo de este problema es el de
Dudley Shapere, “ The Sctructure of Scientific Revolutions” , Philosophical Review, 73
(1964): 383-394.
317
318 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
® No es usual incluir, digamos, átomos, cam pos o fuerzas que actúan a distancia bajo
ei rubro de modelos, pero ahora no veo nada perjudicial en ese uso tan extendido.
Obviamente, el grado de compromiso de una comunidad varía al pasar de modelos
heurísticos a modelos metafísicos, pero parece m antenerse igual ia naturaleza de las
funciones cognoscitivas de los modelos.
ALGO MÁS SOBRE LOS PARADIGMAS 323
” Desde que se leyó este escrito, me he dado cuenta de que, al omitir las dos
cuestiones mencionadas en el párrafo anterior, se introduce un a posible fuente de
confusión en este punto y m ás adelante. En el uso filosófico normal, las reglas de
correspondencia conectan palabras sólo con otras palabras; no con la naturaleza. Así,
los términos teóricos adquieren significado m ediante las reglas de correspondencia, que
las vinculan con un vocabulario básico ya significativo. Sólo esíe último es el que se
relaciona directam ente con la naturaleza. P arte de mi argumento se dirige a esta
concepción normal y, por tanto, no debiera crear problemas. La distinción entre
vocabulario teóríto y vocabulario básico no viene al caso en su forma presente, pues se:
puede .demostrar que m uchos términos teóricos se vinculan con la naturaleza de la
misma m anera, cualquiera que ésta sea, que los términos básicos. Pero estoy preocu
pado adem ás por investigar de q ué m anera opera esa “ vinculación directa” , sea de un
vocabulario teórico o de un vocabulario básico. M ientras tanto, ataco la suposición, a
menudo implícita, de que quienquiera que sepa usa r correctam ente un término básico
tiene acceso, consciente o inconsciente, a un conjunto de criterios que definen ese
término o dan las condiciones necesarias y suficientes para regir su aplicación. Por ese
modo de vinculación por criterios, estoy empleando aquí el término de “regla de
correspondencia” , que viola el uso normal. Mi excusa por extenderm e demasiado
consiste en mi creencia de que la confianza explícita en las reglas de correspondencia y
la confianza implícita en los criterios introduce el mismo procedimiento y desvía la
atención de las mismas m aneras. Con am bas, el empleo del lenguaje parece ser, más de
lo que ya es, m ateria de convención. En consecuencia, ocultan la m edida en que el
hombre que adquiere un lenguaje cotidiano o científico aprende sim ultáneam ente cosas·
acerca de la naturaleza, las cuales no están incorporadas en las generalizaciones
verbales.
ALGO MÁS SOBRE LOS PARADIGMAS 327
so lu cio n e s, son lo que llam é an tes “ ejem p la res” ; los ejem plos están
dar de una com u nid ad. C onstituyen la tercera cla se de co m p o n en te
cogn oscitivo de la matriz disciplinaria e ilustran la segu n d a función
principal de mi térm ino “ paradigm a” en La estructura de las revoluciones
científhas
Adquirir todo un arsenal de ejemplares, igual que aprender gene
ralizaciones sim bólicas, son partes integrales del proceso por el que
el estudiante logra llegar a las realizaciones cognoscitivas de su grupo
disciplinario S in ejem p lares, n unca aprendería m ucho de lo que el
grupo sa b e sobre co n c e p to s fu n d am en tales com o los de fuerza y
cam p o, elem en to y c o m p u e sto , o n úcleo y célu la . P or m edio de un
ejem plo sim p le, trataré de explicar so m eram en te la noción de la
relación de sim ilitud aprendida, una p ercep ció n adquirida de analo
gía. P ero , prim ero, p erm íta sem e aclarar el problem a al que está
d estin ada la exp h cación . E s axiom ático que cu alquier cosa e s igual y
tam bién diferente a cualquier otra. A costum b ram os decir que esto
d ep en d e d e los criterios em p lea d o s para juzgar. A quien habla de
sim ilitud o de analogía p o d e m o s p lantearle, p u es, la pregunta: ¿similar
c o n r e s p e c t o a q u é ? E n e s t e c a s o , sin em b a rg o , é s t a e s p recisa m en te la
pregunta q ue no d eb e h a cer se , p u es la re sp u e sta nos daría de in m e
diato reglas d e co rresp o n d en cia . A preh en der ejem p lares no le e n se ñ a
ría al estu d ian te ninguna otra c o sa más que lo m ism o q ue tales reglas,
en form a d e criterios de sem eja n za, le en señ a n de otra m anera. R eso l
ver p rob lem as con sistiría e n to n c e s en la mera práctica de aplicación
de reglas, y no habría n ece sid a d de hablar d e sim ihtud.
R eso lver prob lem as, sin em bargo, com o ya lo d em ostré, no e s eso.
E s una tarea q ue se ase m e ja m ás a e s e tipo de acertijo infantil en que se
Fue, desde luego, el sentido de “ paradigma” como ejemplo normal lo que, en un
principio, me hizo decidirme por tal término. Por desgracia, la mayoría de los lectores de
La eslnictitra de las revoluciones científicas no se dieron cuenta de lo que para mí era la
función primordial, y em plean “ paradigm a” en sentido aproximado al que ahora pre
fiero llamar "'matriz disciplinaria” . Veo poco probable recuperar “ paradigm a” para su
uso original, el único propio desde el punto de vista filosófico.
Nótese que los ejem plares — y también ios modelos— son determ inantes de la
infraestructura de la comunidad, mucho más eficaces que las generalizaciones simbóli
cas. Muchas comunidades científicas com parten, por ejemplo, la ecuación de Schroe
dinger, y sus miembros se encuentran con esa fórmula en época consecuentem ente
temprana de su educación científica. Pero, a medida que continúa su formación, hacia,
digamos, la física del estado sólido, por una parte, y la teoría del campo por la otra,
comienzan a diferir los ejem plares que se encuentra el científico en ciernes. De ahí en
adelante, sólo puede decirse que com parten la ecuación de Schroedinger no interpre
tada, pero no la sí interpretada.
332 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
le pide a uno que en cu en tre las figuras de an im ales o ias caras ocu ltas
dentro de un dibujo d e arbustos o n ubes. El niño b u sc a form as que son
com o las de los an im ales o las caras que co n o c e . En cuanto las
en cu en tra, ésta s ya no v u elv en a con fun dirse con e l fondo, p u es se ha
m odificado la form a en q ue el niño v e el dibujo. D e la m ism a manera, el
estu d ia n te de c ie n c ia s q ue se en frenta a un p rob lem a trata de verlo
com o uno o m ás de lo s p rob lem as ejem p lares con los q ue ya se ha
en con trad o. D esd e lu ego, cu an do ex isten reglas para guiarlo, las em
p lea. P ero su criterio b ásico e s una p erc ep ció n d e sim ihtud que es
p revia tanto lógica com o p sic o ló ^ c a m e n te a cu alq uiera de los n u m e
rosos criterios con form e a lo s c u a le s habría h ech o e s a m ism a identifi
c ación de la sim ihtud. D e sp u é s d e cap tada la sim ihtud, p u e d e uno
inquirir sobre los criterios, y a m enudo vale la p en a hacerlo. P ero en
realidad no e s n ecesario. P u e d e a p h carse d irectam en te la p red isp o si
ción m ental o v isu al adquirida al aprender a ver se m e ja n te s dos
p roblem as. Q uiero preguntar ahora si, en circu n sta n cias a d ecu ad as,
¿hay alguna m anera de p ro cesa r datos form ando conjuntos de sim ili
tud q ue no d ep en d an de una re sp u e sta previa a la p r e ^ n t a de sim ilar
con resp ecto a qué?
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Figura 2
ALGO MÁS SOBRE LOS PARADIGMAS 337
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Figura 3
Figura 4
340 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
pro cesam ien to de estím u los o de datos. E xiste una opción, la cual se
basaba en lo q ue he ven id o llam ando p ercep ció n aprendida d e sim ih
tud. La ob serv ación , sea del aprendizaje del lenguaje, la ed u cación
cien t^ ic a o la p ráctica cien tífica, sugiere q ue en realidad se em p lea
am pliam ente. P asán dola por alto en la d iscu sión ep istem o ló gica, po
d em o s violentar nuestra co m p ren sió n d e la naturaleza del co n o ci
m iento.
’ The Structure of Scientific Revolutions, 2® ed. (Chicago, 1970), pp. 148, 151-152, 159.
Todos los pasajes de ios cuales se tomaron estos fragmentos aparecieron en la misma
forma en la prim era edición, publicada en 1962.
^ Ibid., p. 170.
344
OBJETIVIDAD, JUICIOS DE VALOR Y ELECCIÓN DE TEORÍA 345
difícil que ilum inen el carácter de la s elec cio n es que los cien tíficos s e
ven obligados a tomar.
L as ilu stracion es filosóficas están dar de la e le c c ió n cien tífíca tien en
otra característica q ue e s tam bién ca u sa de p roblem as. L os ú n ico s
argu m en tos q ue s e analizan, com o ya lo in diqu é, so n lo s favorables a la
teoría que a fín a l de cu en ta s triunfó. El oxígeno, le e m o s, podía exp licar
las relaciones de p eso m ientras que e l flogisto no; pero no se d ice nada
d e la e f i c a c i a d e la te o r ía d e l f lo g is t o ni t a m p o c o d e la s li
m ita cio n es d e la teoría del oxígeno. Las co m p ara cio n es de la teoría
de T olom eo con la de C opérn ico sig u en un patrón sem ejan te. Quizá no
debieran citarse es to s ejem p los, ya que p o n en en con traste una teoría
desarrollada con otras a p en a s in cip ien te. P ero, a p e s a r d e ello, los
filósofos sigu en h acién d olo así r e ^ la r m e n t e . Si e l ú n ico resultado de
e s e q u eh a cer fuera el de sim p hficar ía situ ación d e d ecisión , no habría
nada q ue objetar. N i siquiera los historiadores p reten d en tratar con la
com plejidad factual y total d e la s situ a cio n es q u e d escrib en . P ero
e sta s sim p lifica cio n es desvirtúan la situ ación , h a cien d o creer q ue la
elec ció n ocurre sin prob lem as. E sto e s , eh m inan un ele m e n to es e n c ia l
de la s situ acion es de d ecisió n que los cien tífic o s d eb en resolver para
q ue su cam p o av a n ce. En e s a s situ a cio n es hay sie m p re algunas b u e
nas razones para ca d a posible e lec ció n . L as co n sid er a cio n e s p ertin en
tes al con texto del d escu b rim ien to son, p u e s, p ertin en tes tam bién al
con texto de la justificación ; los cien tífico s que com p arten los in te r e se s
y las sen sib ilid a d es que d esc u b re una teoría e s probable q u e aparez
can, con d esp roporcionada fr e cu en cia , entre los prim eros partidarios
de la teoría. P or eso ha sido tan difícil construir algoritm os para la
ele c c ió n de teorías, y por eso tam bién e s q ue p arece v a le rla p en a tanto
el resolver e s a s d ificu ltades. L as e le c c io n e s que p resentan problem as
son las ú n icas q ue n ece sita n en ten d er los filóso fo s de la cien cia . Los
p ro ced im ien to s d e d ecisió n , d e in terés filo sófico , son aq uellos que
d eb en funcionar cuando, de no haber existido, podría seg u irse c u e s
tionando la d ecisión .
Aunque som eram ente, todo esto ya lo dije antes. H ace poco, sin
embargo, he reconocido otra fuente, m ás sutil, de la aparente plausibi
hdad de la p osició n de m is críticos. P a ra exponerla, describiré breve
m en te un diálogo h ipotético co n uno d e ellos. A m b os co n cordam os en
que todo cien tífico elige en tre teorías rivales em p lean do algún algo
ritmo bayesiano que le permita calcular un valor para p (T,E), e s decir
para la probabilidad de una teoría T conform e a los testim on ios E,
d ispon ib les tanto para é l c o m o para los d em á s m iem bros de su grupo
OBJETIVIDAD, JUICIOS DE VALOR Y ELECCIÓN DE TEORÍA 353
mayores, y entre ias consecuencias pueden contarse las dificultades para introducir la ac
tividad científica en seriedades con valores hostñes o quizá hasta el fin de esa actividad
en sociedades dentro de las cuales una vez floreció. A este respecto, es preciso ser muy
cuidadoso. Los cambios que ocurren en el medio en donde se practica la ciencia pueden
tener también efectos beneficiosos sobre ia investigación. Por ejemplo, los historiadores
recurren a veces a las diferencias entre medios nacionales para explicar por qué se
iniciaron determinadas innovaciones y por qué se trató de realizarlas con tanto empeño
en determinados países, por ejemplo, ei darwinismo en Inglaterra, la conservación de la
energía en Alemania. En el momento presente, no sabemos nada sustancial sobre las
condiciones esenciales mínimas del medio social, dentro del cual pueda florecer una
actividad como la ciencia.
OBJETIVÍDAD, JUICIOS DE VALOR Y ELECCIÓN DE TEORÍA 359
obras de arte sobre el m ism o telón de fondo, h ech o que o scu rece
co n sid era b lem en te la d iferen cia de sen tid o s en que p ueden llam árse
le s “ p rod u cto s” d e su s activ id a d es re sp ectiv a s. Por atípicas e im per
fe c ta s g^ue se a n , la s pinturas son lo s p roductos fin ales de la actividad
a r t ís t i^ . Son la c la s e de objetos q ue el pintor tien de a producir, y su
reputación está en fun ción dei atractivo q ue ésta s p osean . L as ilu s
traciones c ie n tífic a s, por otra parte, son en el mejor de los ca so s
producto secu nd ario de la actividad cien tífica . C om ú n m en te son h e
ch a s por té c n ic o s y, a v e c e s , analizadas por té c n ic o s tam bién antes
q ue por e l cien tífíco para cu ya in vestigación le s dan datos e s o s pro
ductos. P u b licad o e l resultado de la in vestiga ció n , las fotografías
originales p u e d e n ser d estru id a s. En los extraordinarios j^aralelos de
Hafner, se yuxtapone un producto final d el arte a un instrum ento d e la
c ien cia . D urante el paso de é s te , d el laboratorio a la exh ib ición, se
trasponen los fin es y lo s m ed ios.
U na d ificu ltad ín tim a m en te relacio n a d a e s la que se p resen ta
cuando se exam in a el em p leo de co n ce p to s m a tem áticos y norm as en
e l arte y en la c ie n c ia , e l cu a l e s a p aren tem en te paralelo. E s indudable,
com o lo subraya H afner, que co n sid er a cio n e s d e sim etría, de se n c ille z
y eleg a n cia en la exp resión sim b ólica , a sí com o d e otras form as de la
e sté tica m a tem ática , d ese m p eñ a n fu n cio n es im portantes en am bas
d iscip lin as. P ero en las artes, la e s té tic a e s , en sí, el objetivo del
trabajo; en las c ie n c ia s e s , cu a n d o m ucho, un instrum ento: un criterio
de e lec ció n en tre teorías q ue son com p arab les en otros re sp ec to s, o
una guía para la im agin ación q ue b u sca la cla ve para solucionar un
acertijo téc n ic o difícil d e m anejar. Sólo cuando s h v e para resolver el
acertijo, sólo si la e s té tic a d el cien tífico co in cid e con la d e la natura
leza , ésta d e se m p e ñ a un papel en el desarrollo de la cien cia . E n ésta , ia
e s té tic a rara vez e s un fín en sí y nunca un fín primordial.
Vaya un ejem plo para h acer d esta ca r e l punto. S e sugiere a v e c e s
que ios astrónom os de la antigüedad y d e la E dad M edia estaban
lim itados por la p erfecció n e sté tica d el círculo y que, por co n si
gu ien te, n ece sita b a n la s n u eva s p erc ep cio n e s e sp a c ia le s del R ena
cim ien to para poder darle a la elip se un papel en la cien cia . E sto no
e s del todo erróneo. P ero ningún cam b io de la e s té tic a podría haber
h ech o que la e lip se se volviera im portante para la astronom ía antes
d el siglo XVL In d e p e n d ien tem en te de su b elleza , esa figura no tenía
uso en las teorías astron óm icas b asad as en una Tierra colocad a en
p osición central. Sólo d e sp u é s d e q ue C opérnico co lo có e l Sol en el
centro, pudo la e lip se contribuir a revolser un problem a astronóm ico.
368 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
ránea y ca racterística tanto a la cien cia com o al arte. F recu en tem en te,
la reacción se ex p resa en térm in os p arecid o s. Pero tam bién hay dife
rencias reveladoras. Los q ue hoy d esd eñ an la cien cia de su ép oca no
su gieren q ue su hijo de cin co años lo haga tam bién. T am p oco procla
man qSe los resu ltad os actu a les d e la actividad m ás adm irada por los
cien tífico s se a el fraude, en lugar d e la cien cia real. Para los cien tífico s
e s difícil im aginar un eq u iv a le n te claro d e la caricatura con la que
com ien za el en sa y o H afner. E s ta s diferencias p u ed en exp resarse
en térm inos m ás g en era les. El rech azo del público a la cien cia , p rove
n ien te en parte de la a n sied ad , e s de ordinario un rechazo a ia actividad
en su conjunto: “ N o m e gusta la c ie n c ia .” El rech azo del p úblico al
arte, por otro lado, e s un rech azo de un m ovim iento a favor de otro:
“ El arte m oderno no e s en realidad arte” , “ D en m e pinturas c o n tem a s
que p u ed a yo re co n o ce r” .
E stas d ivergen cias de re sp u e sta señalan una de las d iferencias
fu n d am en tales q ue hay en la relación d el público para con el arte y
para con la cien cia . En últim a in stancia, am bas actividad es se apoyan
en un público. D irecta m en te o a través de determ in adas in stitu cion es,
el p ublico e s un co n su m id or tanto de arte co m o de los productos
tecn oló gico s de la cien cia . P ero sólo para e l arte, y no para la cien cia,
hay un pub lico. Creo q ue in clu so el Scientific American lo le en an te todo
c ien tífic o s e in gen ieros. L os c ien tífic o s con stitu yen el público de la
c ien cia y, para quien s e en cu en tra en una esp e cia h d a d determ inada, el
p úblico q ue le corresp ond e e s m enor todavía, y s e co m p on e en tera
m en te de los otros p rofesio n ales de esa esp ecia lid a d . Sólo és to s p ue
d en exam inar crítica m en te su trabajo, y sólo su s juicios afectan el
desarroUo ulterior de su carrera. L os cien tífico s q ue tratan d e en co n
trar un público m ás am plio para el trabajo profesional son con d en a d os
por sus co leg a s. D esd e lu ego , lo s artistas tam bién s e juzgan unos a
otros. A m enudo, co m o lo señ a la A ck erm an , un peq ueño grupo de
p rofesion ales co leg a s le da al innovador su apoyo, en contra de la
con d en a orq u estada por todo el público y la mayoría de los artistas.
Pero son m uchas la s p erson as q ue exam inan el trabajo de un innova
dor, y su crítica, las galerías y io s m u se o s, ninguno de los c u a le s tiene
paralelo en la vida de la c ien cia . Y a s e a q ue e l artista valore o re ch ace
ta les in stitu cion es, él e stá afectad o vitalm en te por su ex iste n c ia , y así
lo atestigua a v e c e s la propia v eh em e n c ia de su rech azo. El arte es,
in trín secam en te, una actividad dirigida por otros, e n formas y en grado
que la cien cia no lo es.
E sa s d ivergen cias, tanto de p úblico com o de id en tidad d e fin es y
370 ESTUDIOS METAHISTÓRICOS
teorías son para el cien tífico su s in stru m entos prin cipales. E s te último
se halla form ado, co m o ya io argu m en té en otra parte, para darlas por
d escon ta d as y em p lea rla s, no para cam b iarlas ni para producirlas.
Salvo en c a s o s m uy e s p e c ia le s , q u e de h ech o no ocasio n a n resp u esta
d el público, lo q ue a é s te le in teresaría m ás de ia cien cia e s , d ecid id a
m en te, de im portancia secu n d aria para el cien tífíco.
Ei valor que se le s c o n c e d e a lo s p rod uctos d el pasado; la identidad
de fines y de m ed ios; y la e x iste n c ia de un público; tales son las partes
de una con figuración d e d ife re n c ia s relacionad as en tre el arte y la cien
cia. P ro b a b lem en te e s a con figuración se d e sta c a se con mayor clari
dad d e sp u é s d e un an á lisis m uy profundo, pero sólo tengo una vaga
id ea de los co n c e p to s n ece sa r io s para tal tarea. Lo único q u e puedo
hacer, p u e s, com o prólogo a u nos cu a n to s com en tarios finales, es
exten d er e s a configuración para abarcar otros sín tom as de diferencias,
en e s te c a so sín tom as extraídos de un exam en de las form as en que ei
arte y la c ie n c ia se desarrollan en ei tiem po. En otra parte, com o lo
señala Acícerm an, m e o cu p é de subrayar ia sim ilitud de ias líneas
evolutivas de am bas d iscip h n a s. En ellas, ei historiador p u ed e d e sc u
brir periodos durante los cu a le s la práctica se conform a a una tradición
b asada en una u otra co n stela c ió n esta b le de valores, téc n ic a s y
m odelos. En am bas, p u ed e aislar tam bién periodos de cam bio relati
vam en te rápido en q ue una tradición y un conjunto de valores y
m od elos dan lugar a otros. P ro b a b lem en te p ueda d ecirse lo m ism o
sobre e l desarrollo de toda em p re sa h um ana. Con re sp ec to a ia pauta
de desarroUo gen eral, mi originahdad, si e s que la ten go, estriba sólo
en la in sisten cia en q ue lo q ue se ha recon ocid o d e sd e h a c e m ucho
tiem po sobre e l desarrollo d e, d igam os, las artes o la filosofía, se aplica
tam bién a ia cien cia . A sí, reco n ocer esa sem ejan za fu n dam en tal acaso
no se a sin o ei prim er paso. H abiéndolo dado, d eb e uno estar preparado
para descub rir m u ch ísim as d iferen cias reveladoras en la estructura
fina dei desarroUo. A lgunas de ellas son fácÜ es d e encontrar.
Por ejem p lo, p rec isa m en te porque el triunfo de una tradición artís
tica no v u elve errónea a otra, e i arte p u ed e soportar ai m ism o tiem po,
con m ayor facih dad q ue la c ien cia , m u ch a s trad iciones o e s c u e la s
in com p atib les. Por la m ism a razón, cu an d o cam b ian las tradiciones,
las con troversias relativas a ello se re su elv en por lo com ú n co n m ucha
más rapidez en ia cien cia que en el arte. En é s te , segú n A clserm an, la
con troversia sob re ia in novación no su e le darse m ientras no surja una
e s c u e la nueva q ue en c ie n d a lo s ím p etu s de lo s críticos iracundos;
in cluso en to n c e s, su pongo, el fin de ia controversia significa a m enudo
374 ESTUDIOS METAHISTORICOS
Prefacio ............................................................................................................................. 9
i' E s t u d io s h is t o r ío g r á f ic o s
Segunda Parte
E s t u d io s m e t a h ís t O r ic o s