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EL HOMBRE EN BUSCA DEL SENTIDO

Este libro escrito por Viktor Frankl en 1946 que luego del fracaso de la
primera edición, hoy lleva vendidos alrededor de 9 millones de ejemplares y su
traducción se ha extendido a 20 idiomas, es considerado uno de los mejores
libros de la literatura de Estados Unidos.
El hombre en busca del sentido revela interesante historia de Viktor
Frankl mientras permaneció en los campos de concentración ubicados en el
contexto de la Alemania Nazi. El autor describe minuciosamente los maltratos y
humillaciones a los que fueron sometidos todos los prisioneros que
permanecían en estos establecimientos militares y como se vieron afectados
psicológicamente por estas razones. Luego relaciona perfectamente esas
incidencias en el campo de concentración en los juegos mentales de los
prisioneros, a tal punto de hacerse la misma pregunta en las 3 frases en que
está compuesta El hombre en busca del sentido ¿Cómo afecta el día a día en
un campo de concentración a la mente y a la psicología del prisionero medio?
Relata que los prisioneros estaban divididos en varias categorías para
poder diferenciarlos:
 El prisionero común, siendo aquel más esclavizado al momento
de efectuar los trabajos pesados con el fin de rendir cuentas a sus
superiores.
 El “capo” que tenía ciertos privilegios por parte de los soldados,
aunque éstos se ensañaran con prisioneros comunes, hasta ser
más humillados por ellos desde sus inicios.
El campo de concentración donde permaneció el autor se conoce como
Auschwitz. Al llegar a este lugar todos los prisioneros eran despojados de sus
pertenencias tanto íntimas como personales, que hicieran recordar al prisionero
a toda su familia o seres queridos. Por cierto, uno de los constantes
pensamientos de los prisioneros era poder regresar con sus familiares o en el
peor de los casos mantenerlos presentes a través de los objetos personales. El
objetivo de los militares robando, ultrajando, golpeando y torturando
físicamente a todos los prisioneros era hacerlos sentir que no valían nada para
la sociedad.
Dentro del campo de concentración los prisioneros no tenían nombre
sino un numero o apodos degradantes y ofensivos para ser identificados.
A los enfermos o con cierto tipo de discapacidad los hacían trabajar
como si se trata de personas normales y sanas, a otros prefirieron darle muerte
al saber que serían útiles en ese lugar. Para quienes cumplían con su trabajo
cabalmente eran premiados con tickets al azar que significaban premios o
bonos, como una caja de cigarrillos, por nombrar uno de ellos. El efecto de
estos tickets les permitía a los soldados diferenciar a los prisioneros normales
de los capos.
Durante el viaje el autor sabía que iba camino a un campo de
concentración donde se cometían abusos y humillaciones todo el tiempo y a
todos los prisioneros, por lo que lo que le esperaba era un tormento. Conocer
que allí había cámaras de gas para exterminarlos lo mantuvo agobiado durante
todo el viaje, ya que existía la alta probabilidad que no volviera a su casa. Al
principio todos fueron engañados al creer que el viaje se trataba de conocer
una inmensa bodega de municiones y sobre el uso de las mismas, pero al ver
que se aproximaban a Auschwitz, la pena y tristeza se hicieron mayores. Al
llegar los soldados ordenaron formar dos filas los de la izquierda tenían un
destino irremediable de muerte y los de la derecha podían seguir viviendo a
expensas de trabajos forzados, humillaciones y un sinfín de torturas
psicológicas. Aunque Frankl formo parte de la fila derecha y para sobrevivir en
este ambiente hostil y lleno de torturas, necesitó aferrarse a su familia para no
volverse loco.
Apenas llegados las humillaciones estuvieron a la orden de día desde
despojarlos de su ropa quedando completamente desnudos, Frankl que llevaba
una carta de su familia fue despojado de la misma, aunque trató de esconderla.
La mayoría de estos prisioneros declararon su miedo a la muerte y la
posibilidad de ser el siguiente en la lista de los soldados, por lo que decidieron
mantener un espíritu valiente hasta que el infierno culminara. Otros pensaron
que el suicidio era la mejor alternativa para acabar con aquel infierno en que
vivían, aunado al sometimiento militar, por lo que tomaron la decisión de
lanzarse a la muralla eléctrica para dar un fin a sus vidas.
En la segunda fase de El hombre en busca de sentido Frankl describe
toda la inmundicia que lo rodea, los prisioneros que se creyeron soldados, los
soldados que ejercían la fuerza bruta para oprimir y las torturas que los hacían
flaquear. Todo lo anteriormente mencionado llenó de indignación a Frankl,
quien recomienda a otros prisioneros permanecer valientes y seguros en el
tiempo que durara ese infierno. Ese sentimiento de apatía ayudó a los
prisioneros a no pensar en las fatalidades cometidas por sus dueños. Así la
familia y los seres queridos eran el centro de atención para todos aquellos
esclavos en el campo de concentración. Los sentimientos no existían dentro del
campo de concentración. Frankl fue uno de los pocos que logró ganarse la
confianza de los capos y de los soldados con su buena conducta y disposición
para hacer los trabajos forzosos, siendo premiado al ascender al área de
supervisión en la cocina. Sólo las ocupaciones de Frankl lo mantenían distante
en los pensamientos para su familia, seres queridos, amores y aventuras. Su
espíritu de religiosidad lo mantuvieron calmado todo el tiempo, para no tener la
firmeza de acabar con su vida en el muro eléctrico. Sus éxitos siguieron
aumentando y ahora fue solicitado para marchar a un campamento a sanar
personas enfermas.
La reclusión para Frankl en el fondo fue de utilidad, porque en sus
momentos de soledad se auto-evaluó para ver qué cosas había hecho bien y
otras mal en su vida. Él apreciaba cada momento de encierro para meditar y
encontrar a Dios, a quien suplicaba cuidar a toda su familia a la que tanto
extrañó en el claustro. Todo ello mientras veía que sus otros compañeros de
celda no tenían buenos zapatos, la mirada perdida o simplemente
pronunciando el número impuesto al llegar a los campos de concentración. El
hecho que Frankl consolara a otros de sus prisioneros, lo hacía sentir bien
consigo mismo. De la misma forma, cuando fue asistente de la cocina, procuró
en llevarles pan a escondidas de los soldados para que ellos se alimentaran y
por consiguiente, recuperar las fuerzas que parecían perdidas. Frankl conservó
su espíritu por siempre en el encierro, porque a pesar de haber sido humillado
en el principio, siempre conservó su dignidad intacta. Otras lecciones que
aprendió Frankl en el campo de concentración es que nadie puede escapar ni
del sufrimiento y tampoco de su destino, ya que son dos cosas inexorables y
forman parte de la vida misma. Toda la hostilidad sufrida en Auschwitz le sirvió
para mantenerse de pie sin dar placer a los prisioneros capos o a los soldados
de verlo derrotado y con su vida pendiendo de un hilo. Gracias a ello superó
esas etapas y ascendió en el lugar para optar a otras opciones de vida.

En la última etapa de El hombre en busca de sentido, Viktor Frankl hace una
reflexión sobre ese prisionero que está a expensas de la liberación espiritual.
Hace una descripción de un sentimiento que es superior a la alegría o felicidad
de saberse libre, volver a ver a su familia después de mucho tiempo. Más
adelante en la historia, Frankl escuchó a dos prisioneros recién liberados
hablar, uno le decía al otro que no estaba contento con ser liberado. Frankl
intervino para aclarar al hombre que la sensación experimentada es una
especie de sueño irreal. En el fondo de sus seres querían repetir la historia
vivida en el campo de concentración con otros inocentes débiles en carácter.
La amargura embargó los corazones de aquellos prisioneros que fueron
liberados. Lo más interesante de estos prisioneros es que al recobrar su
libertad, ninguno de ellos se alegró al ver la luz del sol, ni las flores, ni valorar el
hecho de recorrer las calles o de respirar aire fresco. Aunque los prisioneros
verbalizaron que son libres, en el fondo de sus vidas no estaban contentos, no
tenía sentido alguno salir del campo de concentración a las calles. El cuerpo de
los prisioneros sabía muy bien lo que implicaba su libertad, pero sus mentes
permanecieron encerradas, amargadas por tanto maltrato físico y psicológico.

Cabe recordar que Viktor


Frankl fue un importante psiquiatra que nos enseñó que, a pesar de estar
privado de libertad en los campos de concentración, siempre mantendremos
una libertad que es igual de importante: la libertad espiritual lo que despertó su
espíritu altruista y de poder hacer cosas en el encierro que son improbables de
lograr. La existencia en el mundo está representada a través del cuerpo. Es
una de las frases más analizadas de El hombre en busca de sentido, al
momento en que Frankl observaba la desnudez de su cuerpo y la del resto de
los prisioneros. Para combatir la soledad y el dolor por haber perdido toda una
vida, la mejor solución que encontró Viktor Frankl fue aislarse completamente,
aprovechar cada momento de soledad para reflexionar sobre su vida. Se dio
cuenta que, mediante la apatía, logró contener esos deseos suicidas de
terminar con todo en el paredón eléctrico.

IMPRESIONES PERSONALES

Al leer por primera vez “El


hombre en busca de sentido” he tenido emociones encontradas, ya que
considero estas paginas como una lección de Vida y también de la posibilidad
de atrocidades que en nombre del poder se pueden cometer. Me movilizó
conocer esta historia real en primera persona, saber como la fe y la
preparación -ya que Frankl era psiquiatra- hicieron florecer el lado mas sensible
de su vida, que ni siquiera él lo conocía.
De mi vida personal puedo decir que para mi me encontré en dos
momentos duros;
 Cuando no logre terminar por primera una carrera de Karting por
desperfectos técnicos;
 Cuando me fue mal en primer año en un parcial de la facultad, al
encontrarnos en pandemia y a la distancia me pareció algo muy duro ya
que recién comenzaba.
Y dos momentos alegres:
 uno de ellos cuando salí campeón nacional de Rotax una categoría de
Karting en la que corría hasta antes de comenzar a estudiar arquitectura.
 Cuando se concretó el viaje que vamos a realizar junto a mis profesores
y compañeros de la facultad en febrero próximo.
Me considero una persona resiliente ya que con el correr del tiempo pude
superar los obstáculos que tuve en las distintas competencias de karting y hoy
esos obstáculos son enseñanzas de vida. También en la facultad pude
experimentar lo que es volver a estudiar un tema específico, o realizar
nuevamente una maqueta, se que esas cuestiones me afianzan no solo en lo
académico sino también en lo personal. Además de tener el plus de creer en
Dios lo que siempre me ayuda a sobrellevar o superar las situaciones adversas
que se me presentan en mi vida.
Con la lectura del “El hombre en busca de sentido” entiendo y valoro mi libertad
espiritual, como así también la ayuda al prójimo que es lo que desarrolla el
desarrolla el espíritu altruista de cualquier ser humano.

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