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el campo.
Por mucho tiempo en algunos sectores de las zonas rurales se ha pensado que
allí no opera la legislación laboral, o que para el sector rural hay una legislación
diferente, especial, y la realidad es que no; lo que sucede es que en el sector
agrícola se desconoce la ley laboral y por consiguiente no se aplica.
Cualquier propietario de una finca productiva, así sea pequeña, que contrate a
un trabajador, aun en los casos en que sea por días y se le pague bajo el
concepto de jornales, tiene la obligación de afilar a seguridad social a sus
trabajadores y a pagarle prestaciones sociales, además de aportar
parafiscales.
Claro que la realidad es distinta, por cuanto en los campos la gran mayoría de
la gente, tanto los finqueros como trabajadores, ni siquiera saben que existe
eso de la seguridad social y de las prestaciones sociales.
En el campo, la mayoría de los finqueros sólo tienen una pequeña parcela, que
no les da ni siquiera para pagarse su propia seguridad social; muchas veces no
ganan ni para procurarse elementos básicos como la alimentación o el vestido,
luego, resulta absurdo pretender que al contratar a un trabajador por unos
días lo afilie a seguridad social, le compre dotación y le pague prestaciones
sociales. Aunque la ley laboral lo exige, es sencillamente imposible de aplicar
en la mayoría de los casos. En otros casos es posible pero el empleador evade
dicha responsabilidad, como suele suceder con quienes tienen grandes
extensiones de tierra.
Los derechos laborales de los trabajadores del sector agrícola se vuelven más
reales cuando quien actúa como empleador es una persona jurídica o un gran
hacendado, por cuanto tienen la capacidad económica para asumirlos, o para
que se les exija legalmente, algo que no se puede hacer con un pequeño
finquero, que así se demande y se lleve a la cárcel, le será imposible cumplir
con la ley laboral.
De otra parte, el control que puede hacer el Ministerio del Trabajo en los
sectores rurales, es simplemente inexistente. Ni siquiera ejercen control en los
grandes centros urbanos, mucho menos lo podrán ejercer en una remota zona
donde hay que caminar horas a lomo de mula para poder llegar.
Esta realidad ha hecho que el trabajador y el empleador rural estén
completamente desprotegidos, y que la ley y los beneficios laborales sean
inexistentes en el campo.
En todo caso debe quedar claro que, en el sector agrícola, quien contrate a un
trabajador tiene las mismas obligaciones laborales que tiene una empresa, y el
hecho que se desconozca la ley o que no se tenga la capacidad económica
para asumirlas, no exime al empleador de sus responsabilidades.
Así, por ejemplo, para arar un terreno se puede firmar un contrato civil de
obra con el propietario de un tractor, y la única obligación del contratista será
la de arar el terreno según las condiciones y especificaciones pactadas en el
contrato.
En un contrato de obra no se debe pactar cumplimiento de horarios o la
obligación del contratista de recibir instrucciones constantes sobre el
desarrollo del mismo, puesto que en ese caso se estaría presentando una
especie de subordinación, lo cual desnaturaliza el contrato civil de obra y se
darían las condiciones para considerar la existencia de un contrato de trabajo
realidad, y es precisamente lo que se quiere evitar.
Contrato de aparcería.
Otra figura que puede ser utilizada para evitar legalmente obligaciones
laborales en el sector agrícola, es el contrato de aparcería.
Este tipo de contrato no genera ninguna obligación laboral, por cuanto se trata
de un contrato civil en el que no hay subordinación, sino la obligación del
contratista de cumplir con las condiciones pactadas en el respectivo contrato.
Al respecto, el Ministerio del Trabajo mediante concepto 005320 de 2009,
expuso lo siguiente:
a); Adelantar personalmente las labores de cultivo del fundo, además de las
propias de dirección, administración, conservación y manejo de las
plantaciones y productos.
Así las cosas, siempre y cuando el contrato de aparcería haya sido suscrito con
las solemnidades señaladas por la norma y el desarrollo del mismo haya sido
el acordado, pues este tipo de contrato conservará sus características propias
y generará para las partes, las recíprocas obligaciones en él contenidas.
No obstante lo anterior, bien podrían las partes en litigio, acudir ante el Señor
Inspector de Trabajo en la búsqueda de una solución que satisfaga de la mejor
manera posible, las pretensiones de las partes, bajo la mediación y posibles
fórmulas de acuerdo, que este funcionario está en capacidad de sugerir».
Como en todos los contratos, se debe tener claro que el contrato de aparcería
debe ajustarse a la ley que lo regula, puesto que en este tipo de contrato
puede suceder lo mismo que en el contrato de servicios, o que en un contrato
de obra civil, en donde prima la realidad sobre la formalidad del contrato
firmado, de tal manera que si la realidad es que se trata de una relación
laboral, inexorablemente habrá que asumir las obligaciones laborales
pertinentes en caso de que el contratista o trabajador decida iniciar una acción
judicial y logre probar el contrato realidad.
Contrato de arrendamiento.
Se debe tener claro, eso sí, que la finca debe ser de recreo, de descanso, por
tanto, no puede ser una finca productiva, no puede ser una finca de la que se
obtengan ingresos, por cuanto se convierte en una unidad productiva,
surgiendo así la obligación de aportar parafiscales, en caso de no estar
exonerados de aportes.
Como los empleados de las fincas de recreo que se consideran del servicio
doméstico, deben estar afiliados a una Caja de compensación familiar, pero no
se deben pagar aportes al Sena ni al ICBF.