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INSTITUTO DE ESTUDIOS SUPERIORES

RAFAEL GUÍZAR VALENCIA

FACULTAD DE FILOSOFÍA

T E S I S
La intención como acto de la voluntad para el discernimiento
en los juicios morales en la cuestión 12 de la Suma de
Teología I-II de santo Tomás de Aquino

Que para obtener el grado de Licenciatura en Filosofía

P R E S E N T A

Tufiño Díaz Ana Emilia

Asesor:

Mtro. Rafael Ramos Pérez

Xalapa, Ver. Mayo 2022


AGRADECIMIENTOS:

Agradezco a Dios por darme todos los días la oportunidad de ser mejor
persona.
A mis papás Ignacio y Marifer; a mis hermanos Gaby y Chava por siempre
creer en mí y demostrármelo con todo su amor y apoyo tanto en los buenos
como en los malos momentos.
A mis maestros por dejar en mí su huella mediante sus enseñanzas.
A mi asesor, por toda su paciencia, esfuerzo y motivaciones que me brindó
para realizar este trabajo.
Y a todas las personas y amigos que han contribuido a mi formación y que
me hacen ser quien soy.
INTRODUCCIÓN

La presente investigación busca dar a conocer una visión actual acerca de todo lo
que hay alrededor de los actos humanos. Se comenzará por abordar lo más simple del
acto humano, las facultades del alma: inteligencia y voluntad. Es necesario desglosar
al acto humano estudiando sus movimientos, pues el hombre no sólo trabaja la
corporalidad al momento de actuar, también tiene procesos en su interioridad, pues
hay que recordar que el hombre al ser una unidad sustancial no será persona sin un
cuerpo y un alma, y trabajarán como tal, pues la persona utiliza ambos, y de cada uno
sus facultades: en el cuerpo los sentidos externos y todo el movimiento que brinda,
además de sus procesos físicos, mientras que el alma en sus facultades y sentidos
internos. Se hablará entonces acerca del actuar humano, desde una perspectiva que
brinda Santo Tomás de Aquino en la prima secundae de la Suma Teológica, donde da
una visión que es compatible con el hecho de que la persona es una unidad sustancial,
y donde desglosa de manera adecuada aquellos conocimientos para comprender al
hombre.
El interés principal de este trabajo es poder comprender el cómo es que un acto
humano adquiere valor moral y la relación que tiene con las circunstancias
específicamente en la intención abordada desde la filosofía de Santo Tomás de
Aquino. Se desglosará de manera sistemática el actuar humano comenzando por la
inteligencia y la voluntad como facultades principales para tanto conocer como
querer. Posteriormente se hablará de cómo en este querer de lo conocido se comienza
a gestar una serie de procesos para buscar obtener aquello que como bueno se desea.
Para esto, será necesario conocer los movimientos que existen y cómo se desarrollan
tanto en lo que es para el fin como lo que es para conseguir el fin, es decir, el hombre
al buscar alcanzar aquello que con la inteligencia conoce como bueno y que con la
voluntad desea, realizará todo un proceso que implicará desde pensar qué medios o
herramientas deberá utilizar para conseguir este fin hasta el momento en que se
disfruta del bien deseado ya obtenido.
El principal interés de la investigación no es en sí el acto humano, sino una parte
del proceso del mismo que dejará ver la bondad o maldad de la persona, es decir, la
intención, que será comprendida como una “tendencia hacia algo”, buscando desde
este movimiento de la voluntad comprender el por qué el actuar humano se da de
ciertas maneras y cómo es que en la intención hay influencia hacia el bien o el mal de
la acción.
La importancia de la investigación recae en la vida práctica de manera
atemporal, pues al ser personas no importa en qué época vivan. Siempre se
encontrarán situaciones donde sea necesario examinar de manera moral tanto a la
persona como al acto mismo. Haciendo énfasis en el hecho de que no se busca
catalogar a la persona como buena o mala, sino, juzgar sus acciones conociendo el
contexto para hacerlo de manera adecuada y poder determinar lo que le corresponde
a la persona que actúa, es decir, actuar en justicia, donde no se condene por el “ser”
sino que se oriente el “hacer”.
La forma de abarcar este trabajo de investigación ha sido de manera deductiva,
pues se buscó comprender desde lo general el proceso del actuar humano e irlo
encausando hacia el juicio moral y su relación con la intención, la acción y las
circunstancias.
La persona es un sistema, una unidad, y como tal es imposible descomponerla y
analizar un fragmento, pues al funcionar todo en conjunto existe influencia de diversos
procesos tanto físicos como espirituales/racionales, pues en el caso de la intención, no
es posible estudiarla sin comprender el acto humano, pues la intención solamente es
un engranaje más en el sistema del actuar, donde sí repercute en las acciones pero no

5
es algo que sea posible aislar y juzgar, pues se juzga un todo y no una parte. Sin
embargo, resultará bastante interesante comprender la relación de todo el proceso
donde no se puede descomponer y estudiar en partes, pero si se puede saber si dentro
del proceso algo no trabaja en armonía, el resultado del actuar si se verá influenciado.
Se espera estimado lector que esta investigación le aporte en la formación del
juicio moral en referencia a la intención como un acto de la voluntad para el
perfeccionamiento del discernimiento en los juicios morales.

6
CAPÍTULO I: DE LOS ACTOS HUMANOS

1. El acto humano
Para permitirnos comprender ciertos movimientos del hombre y su naturaleza es
importante ver en una línea sistemática desde la antropología de la persona, desde qué
parte de sí mismo y lo que involucra los movimientos y lo que lo llevan al propio
actuar humano. Por esto, es necesario adquirir una visión integral del hombre.
Nos concierne a todos por igual entender el acto humano, pues como seres
humanos compartimos en común la especie natural, nuestras diferencias son
accidentales, sin embargo, las concordancias son, en cambio, profundas: la misma
estructura de los órganos, el mismo período de gestación, la posición erecta, la piel
desnuda. Por lo que se refiere a las posibilidades psíquicas, todos los tipos humanos
actuales coinciden: tienen una naturaleza espiritual – intelectual.
Por lo tanto, hablar del acto humano nos lleva a un actuar universal para todas las
personas que puede dejarnos ver un reflejo de la esencia de cada ser humano, pues es
ver el movimiento de las facultades del alma en acción para llevarnos a alcanzar un
anhelo que surge presentándose a nuestro ser.
1.1. Definición del acto humano
Santo Tomás de Aquino define a los actos humanos como aquellos que proceden
de la voluntad deliberada del hombre, es decir, los que realiza con conocimiento y
libre voluntad.

7
El hombre es dueño de sus actos mediante la razón y la voluntad; así se define el
libre albedrío como “facultad de la voluntad y la razón”.1 Llamamos, por tanto,
acciones propiamente humanas a las que proceden de una voluntad deliberada. Las
demás acciones que se atribuyen al hombre pueden llamarse del hombre, pero no
propiamente humanas, pues “no pertenecen al hombre en cuanto que es hombre.”2
En este caso, la definición que utilizaremos se da a raíz del pensamiento de Tomás
de Aquino; el acto humano es un ejercicio de la voluntad en relación al fin último de
la persona, es decir, que el acto humano es básicamente el movimiento de la voluntad
encaminado a la búsqueda y alcance de este fin último de la persona, que se presenta
como el bien supremo.
Para llegar a comprender con claridad la noción de acto humano es necesario
analizar las dos potencias: inteligencia y voluntad, que determinarán al acto.
En los actos humanos interviene primero el entendimiento, es decir la inteligencia,
porque no se puede desear lo que no se conoce: con el entendimiento el hombre
anticipa el objeto y delibera si puede y debe tender a él o no. Una vez conocido el
objeto, la voluntad se inclina hacia él porque lo desea, o se aparta de él, rechazándolo.
Sólo en este caso cuando intervienen inteligencia y voluntad el hombre es dueño de
sus actos, y, por tanto, plenamente responsable de ellos. Sólo en los actos humanos
puede darse valoración moral.
Los actos humanos nos conducen y permiten alcanzar nuestros deseos, la
inteligencia y la voluntad son las facultades que nos permitirán conocer aquello que
posteriormente desearemos alcanzar y serán el motor para prácticamente la vida moral
del hombre. Los actos humanos son la cualidad que nos permite a las personas obrar
con un fin, por lo tanto, parte de su naturaleza es conducirnos a un fin.
El hombre al ser dueño de sus actos está siempre en busca del objeto de la
voluntad: el bien y el fin. Todo ser humano obra necesariamente por un fin, “una serie

1
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.1 a1
2
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.1 a1

8
de causas ordenadas entre sí, no se puede eliminar la primera de todas las causas es la
final”3
1.2. Clasificación del acto humano
Los actos humanos pueden clasificarse según su moralidad como lícitos o buenos
cuando están actuando conforme a la ley moral. Malos o ilícitos cuando no está
actuado conforme a la ley moral. Indiferentes cuando no se está ni en contra ni con la
ley moral. Es necesario hablar del bien y mal en los actos, así como se habla del bien
y mal en las cosas, ya que todas las cosas producen acciones semejantes a ellas. «Toda
acción tiene tanto de bondad cuanto tiene ser, pero, en la medida en que le falta algo
de plenitud de ser que se debe a una acción humana, en esa medida le falta bondad, y
así se dice que es mala».4
También pueden clasificarse en relación a las facultades de perfección. Internos:
Este es efectuado de acuerdo a facultades internas del hombre: memoria, imaginación,
entendimiento, como recuerdos pasados o un acto futuro que sea deseado. Externo:
Esto sucede cuando participan los órganos del cuerpo, por ejemplo, emplear la vista
al leer.
1.3. Distinción de los actos del hombre
Se denominan actos del hombre a aquellos actos que carecen de voluntad,
conciencia o libertad y son realizados por el hombre desde su misma naturaleza
humana. Los actos del hombre son los actos fisiológicos propios del hombre
biológico, es decir, como especie del reino animal. Por ello, estos actos carecen de
moral y no pueden juzgarse desde el punto de vista moral como positivo o negativo,
ya que, no obedecen a un criterio o valor sino a una conducta propia de su especie,
por lo que se califican como amorales, es decir, carentes de moral.
Adicionalmente, los actos del hombre son unilaterales, ya que, obedecen a
acciones naturales propias del individuo, además son incoercibles, es decir, se

3
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.1 a2
4
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.18 a1

9
cumplen espontáneamente y no por obligación y también se relacionan con el hacer,
es decir, toda acción que se manifiesta.
El hombre se diferencia de las criaturas irracionales en que es dueño de sus actos,
“sólo aquellas acciones de las que el hombre es dueño pueden llamarse propiamente
humanas.”5 Las demás acciones que se atribuyen al hombre son estas acciones
llamadas del hombre y no son propiamente humanas, pues no pertenecen al hombre
en cuanto que es hombre. Es la parte meramente instintiva o animal del hombre, pues
son acciones que permiten bienestar físico del hombre en cuanto a sus necesidades
fisiológicas.
El acto del hombre es de naturaleza material, pues circula en las necesidades
fisiológicas del hombre, y en esta dualidad que encontramos en el hombre, le
pertenece al cuerpo y a su bienestar y preservación.
2. Naturaleza del acto humano
Para poder comprender mejor los actos humanos y habiendo definido en qué
consisten, se presenta la necesidad de explicar el querer humano como parte de su
naturaleza.
Empezamos por definir la tendencia, como una actividad natural que tiene un fin,
lo específico de la tendencia es el fin. La palabra tendencia se puede entender en dos
sentidos: como acción o como capacidad activa de la cual nace la acción; en el primer
sentido tenemos el ejercicio del tender, en el segundo sentido la facultad de la cual
proviene el ejercicio.6 Para acercarnos a comprender las tendencias que pertenecen a
los actos humanos en específico, es necesario distinguir las tendencias propias de la
vida psíquica del hombre de las tendencias que realiza el hombre en cuanto viviente
vegetativo. Las tendencias no psíquicas son las que le corresponden a la parte
vegetativa del hombre, nos enfocaremos en las tendencias psíquicas.

5
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.1 a1errrrrererr
6
R. LUCAS LUCAS, El hombre, espíritu encarnado, 147

10
Las tendencias psíquicas se llaman apetitos elícitos. “Por eso, la elección es o
inteligencia deseosa o deseo inteligente y tal principio es el hombre.”7 Las tendencias
psíquicas no son simplemente naturales; además de la naturaleza del ser que tiende,
se necesita una modificación psíquica accidental, como es el conocimiento del objeto
hacia el cual se orienta la tendencia.
Santo Tomás de Aquino define estas dos tendencias diciendo que el apetito natural
es la tendencia que sigue una forma natural; y el apetito elícito es una tendencia que
sigue a una forma aprehendida. 8
Las tendencias psíquicas van de la mano de un acto de conocimiento, lógico y
natural, ya que a cada tipo de conocimiento corresponde una tendencia adecuada. Las
tendencias psíquicas se pueden separar en dimensiones o niveles: tendencias sensibles
o apetito sensible, estas tendencias llevan a la persona hacia el objeto presentado por
el conocimiento sensible; y las tendencias intelectuales o voliciones, que llevan a la
persona hacia los objetos presentados por el conocimiento intelectual.9
Aristóteles hace una clasificación muy interesante relacionada con los objetos y
su fin. Con respecto al sujeto, Aristóteles menciona que el objeto puede ser bueno o
malo, ya sea al nivel de una tendencia sensible o a nivel intelectual. En la tendencia
sensible el objeto puede aparecer como útil o nocivo; en la tendencia intelectual se
observará como bien o mal. Ya sea percibido el objeto como un bien o como útil, el
objeto determina la tendencia o el apetito concupiscible sensible o intelectual;
percibido como nocivo o mal, el objeto determina la tendencia o el apetito irascible
sensible o intelectual.10
Nos centraremos en las voliciones, que son la tendencia intelectual de los actos
humanos. Los actos humanos son actos de naturaleza espiritual, pues, aunque pueden
implicar materialidad para el hombre, vienen de facultades del alma meramente

7
ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, VI, 1139 b5
8
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.80 a1
9
Cfr. R. LUCAS LUCAS, El hombre, espíritu encarnado, 148
10
R. LUCAS LUCAS, El hombre, espíritu encarnado, 149

11
espirituales al ser parte de ella, por lo tanto, los actos humanos tienen la posibilidad
de llevarnos a la trascendencia, nuestro fin último, el máximo bien.
Por otra parte, para llegar a comprender con claridad la noción de acto humano es
necesario analizar las dos potencias: inteligencia y voluntad, que determinarán al acto.
A la inteligencia la definimos como la facultad del alma que nos permite conocer,
comprender y razonar el mundo y lo que pasa en él. Por otra parte, la voluntad es la
facultad del alma que nos permite no sólo desear algo, sino que es el motor que nos
lleva como personas a realizar la acción para obtener este algo, nos permite identificar
qué es lo que uno desea o no; sin la inteligencia presente, podemos decir que la
voluntad está ciega, pues no se puede amar lo que no se conoce, se necesitan una a la
otra para permitirnos llegar al bien último.
En los actos humanos interviene primero el entendimiento, es decir la inteligencia,
porque no se puede desear lo que no se conoce: con el entendimiento el hombre
anticipa el objeto y delibera si puede y debe tender a él o no. Una vez conocido el
objeto, la voluntad se inclina hacia él porque lo desea, o se aparta de él, rechazándolo.
Sólo en este caso cuando intervienen inteligencia y voluntad el hombre es dueño de
sus actos, y, por tanto, plenamente responsable de ellos. Sólo en los actos humanos
puede darse valoración moral.
Los actos humanos nos conducen y permiten alcanzar nuestros deseos, la
inteligencia y la voluntad son las facultades que nos permitirán conocer aquello que
posteriormente desearemos alcanzar y serán el motor para prácticamente la vida moral
del hombre. Los actos humanos son la cualidad que nos permite a las personas obrar
con un fin, por lo tanto, parte de su naturaleza es conducirnos a un fin.
El hombre al ser dueño de sus actos está siempre en busca del objeto de la
voluntad: el bien y el fin. Todo ser humano obra necesariamente por un fin, “una serie
de causas ordenadas entre sí, no se puede eliminar la primera de todas las causas es la

12
final”11 Al ser dueño de sus actos y hablando específicamente de los actos humanos
es necesario afirmar que cada hombre es responsable de ellos.
La persona posee dimensiones que le constituyen y conforman quién es en su
unidad de espíritu encarnado. El correcto desarrollo y uso de estas dimensiones
facilitará la tarea de conocer la forma en la que el hombre actúa de manera particular;
estas dimensiones son: lo corporal, lo psíquico, lo espiritual y su unidad sustancial.
También nos permite profundizar la naturaleza del acto del hombre, pues
intervienen todas las dimensiones del hombre; de manera corporal individual
interviene toda la parte orgánica del cuerpo humano como materia organizada y como
una totalidad que es instrumento para llevar a cabo cualquier acción,12 de manera
psíquica esta dimensión media o equilibra la dimensión corporal y la espiritual. Sus
dos funciones son conocer y apetecer de manera sensible, aquí es donde se encuentran
las motivaciones: son un estado de ánimo que origina una conducta, es aquello que
mueve a actuar de una manera u otra o de una forma a otra. El motivo es aquello que
nace de la dimensión espiritual, procede de una necesidad que, sin excluir a las demás
dimensiones, posee el ser humano en cuanto que es racional y libre, y que lo lleva a
desear el bien.13
La dimensión espiritual contiene las dos dimensiones anteriores, y comprende el
conocimiento racional y el apetito volitivo. Finalmente, la dimensión de unidad
sustancial nos proporciona la visión del hombre como un solo ser constituido por dos
principios sustanciales, englobando la función de cada dimensión anterior.14
3. Voluntad e intelecto como naturaleza del acto humano
No podemos hablar de un actuar humano sin hablar de las facultades que
predominan al momento previo de llevarnos a actuar, primero, el conocimiento como
movimiento del intelectual, que nos permitirá conocer aquello que se nos presente, es

11
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.1 a2
12
J. VÉLEZ CORREA, El hombre: un enigma, 47
13
J. VÉLEZ CORREA, El hombre: un enigma, 65
14
J. VÉLEZ CORREA, El hombre: un enigma, 111

13
necesario comprenderlo para saber qué queremos, como menciona San Agustín: «no
se puede amar lo que no se conoce”15 y esto implica que tampoco se va a desear nada
que no se nos haya presentado. Por tanto, es necesario comprender entonces el proceso
que nos lleva a conocer, para entender y justificar el querer y posteriormente actuar
humano.
Es necesario hacer una aclaración, pues se menciona en repetidas ocasiones que
los movimientos y facultades de los que se habla son propios del alma, esto no
significa que se tenga una visión dualista del hombre, sino que, como un espíritu
encarnado,16 el hombre posee facultades meramente espirituales provenientes del
alma que complementan las facultades físicas propias del cuerpo material, que realiza
su propia existencia en la dimensión temporal y en la libertad. Hecha esta aclaración,
se hablará de las facultades del alma a continuación.17
Comenzaremos hablando del conocimiento humano, como punto de partida del
querer humano, posteriormente se dará paso al estudio de la voluntad y su
complementariedad para la vida y actuar del hombre.

15
Cf AGUSTÍN DE HIPONA, Tratado sobre la Santísima Trinidad, X, C.2 “Ningún hombre estudioso,
ningún curioso ama lo desconocido, ni aún en la hipótesis de insistir con ardor en conocer lo que ignora”
16
R. LUCAS LUCAS, El hombre, espíritu encarnado, 233
17
Cf J. DE FINANCE, Ensayo sobre el obrar humano, 408,409 “Estrictamente, más que
hablar de una autonomía del cuerpo con relación al alma, de la materia con relación a la
forma, habría que decir: el sujeto concreto en cuanto informado según las virtualidades
interiores de su forma (es decir, en cuanto cuerpo viviente), goza de una cierta autonomía
en relación a esta misma forma considerada según sus virtualidades superiores (en cuanto
a espíritu), ya que, en razón de la materia cuantificada que le inscribe en el universo, está
sometido a influencias extrañas y debe plegarse a leyes distintas a las suyas propias. El
término mismo de autonomía no es muy exacto, ya que, al oponerse el cuerpo al espíritu,
se comporta simplemente como un elemento de la naturaleza; más bien es esta última
quien se comporta como no dominada por el espíritu.”

14
El conocimiento sensible se resalta por el hecho de que el único conocimiento
humano tiene una dimensión o componente sensible. El conocimiento intelectual, por
su parte, resalta el hecho de que el mismo conocimiento humano racionaliza y
conceptualiza la realidad.
El conocimiento humano consiste en la tensión entre estos dos aspectos, están
siempre contemporáneamente presentes, pero en medidas y proporciones muy
diversas según los momentos. La atención y la intención pueden dirigirse
prevalentemente hacia la observación sensible, o bien detenerse en la
conceptualización.18
Entonces, el conocimiento sensible posee cierta racionalidad, así como el
conocimiento intelectual se ve influido por la sensibilidad.19 Cabe destacar que esta
es una manera de mostrar detalladamente el conocimiento humano como una unidad
de conocimiento, no conocemos de maneras aisladas, sino en un mismo proceso que
complementa una forma de conocimiento a la otra, simplemente es necesario
estudiarlas por separado para ayudarnos a comprenderlo mejor.
Es una necesidad entender las funciones generales del conocimiento; la función
de adquisición: mediante esta función el hombre recopila en su mente un sin fin de
objetos, mediante el conocimiento nos vamos nutriendo de todos los objetos, tanto
internos como externos. La función de la representación nos permite retener y guardar
los conocimientos adquiridos como si los guardamos en una mochila que nos
permitirá sacarlos en el momento de necesitarlo, gracias a esta función podemos
representar en la conciencia aquello que ya habíamos conocido antes. Finalmente está
presente también la función de producción, que nos permite crear nuevos conceptos y
juicios.20

18
R. LUCAS LUCAS, El hombre, espíritu encarnado, 79
19
Cf J. DE FINANCE, Ensayo sobre el obrar humano, 406 «Recíprocamente, la actividad humana más
espiritual no se libera jamás aquí abajo de toda dependencia respecto a su vida sensitiva y vegetativa y por
consiguiente de toda dependencia de sus condiciones físicas».
20
R. LUCAS LUCAS, El hombre, espíritu encarnado, 82

15
Finalmente, parece adecuado mostrar el esquema que plantea Ramón Lucas Lucas
para comprender mucho mejor y ya de manera sintetizada:21
Dimensión sensible del conocimiento humano:
Primera fase: las sensaciones externas
Segunda fase: la percepción interna
Dimensión intelectual del conocimiento humano:
Tercera fase: conceptualizar
Cuarta fase: juzgar
Quinta fase: razonar

Para que exista un acto humano es necesario que también exista la voluntad. 22 El
término voluntario implica que el movimiento y el acto se deben a la propia
inclinación. Y por eso se dice que lo voluntario es no sólo aquello cuyo principio está
dentro, sino con el añadido del conocimiento. Por consiguiente, en los actos del
hombre se encuentra plenamente lo voluntario, porque él conoce perfectamente el fin
de su obrar y se mueve a sí mismo. La importancia de la voluntad está en que con esto
se pretende determinar los principios básicos de la moralidad, lo primero es establecer
el sujeto de atribución de la moralidad, que es todo el actuar humano, pero en la
medida en que es voluntario.23
La voluntad es entonces aquello que mueve al ser humano a alcanzar sus deseos,
es aquello que decide si quiere ir hacia lo que se le presenta a como bueno y también
decide si quiere alejarse de aquello que se le presenta como malo.
El acto humano exige la intervención de las potencias racionales, inteligencia y
voluntad, que determinan sus elementos constitutivos: la advertencia en la inteligencia
y el consentimiento en la voluntad.
Por la advertencia, el hombre percibe la acción que va a realizar, o que ya está
realizando. Esta advertencia puede ser plena o semiplena, según se advierta la acción

21
R. LUCAS LUCAS, El hombre, espíritu encarnado, 83 Es necesario repetir que, para estudiar las
dimensiones y fases del proceso cognoscitivo humano, aunque se hagan distinciones, no se dividen.
22
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.6 a1
23
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.6 a1

16
con toda perfección o sólo imperfectamente. Obviamente, todo acto humano requiere
necesariamente de esa advertencia, de tal modo que un hombre que actúa a tal punto
distraído que no advierte de ninguna manera lo que hace, no realizaría un acto
humano. No basta, sin embargo, que el acto sea advertido para que pueda ser imputado
moralmente: en este caso es necesaria, además, la advertencia de la relación que tiene
el acto con la moralidad; por ejemplo, el que advierte que está conduciendo un
automóvil, pero no se da cuenta que tomó un carril no permitido, realiza un acto
humano que, sin embargo, no es imputable moralmente.
La advertencia, entonces, es doble:
• Advertencia del acto en sí
• Advertencia de la moralidad del acto
El consentimiento lleva al hombre a querer realizar ese acto previamente
conocido, buscando con ello un fin. Como señala Santo Tomás, acto voluntario o
consentido es “el que procede de un principio intrínseco con conocimiento del fin”.24
Ese acto voluntario consentido puede ser:
• Perfecto o imperfecto: según se realice con pleno o semipleno consentimiento.
• Directo o indirecto: por la importancia que tiene en la práctica.
Es entonces, de suma importancia llegar a comprender que, el acto humano
implica más allá de una voluntad que desea y de un intelecto que conoce, pues dentro
del proceso que nos lleva desde la presentación del bien hasta la consecución del
mismo, existe todo un sistema complejo de movimientos que, si nos detenemos a
analizar, nos muestra los caminos que podemos recorrer para alcanzar un bien. Y estos
caminos pueden llevarnos a diferentes resultados.
3.1. Circunstancias del acto volitivo
Es necesario que en los actos humanos haya voluntario. El principio de algunos
de actos o movimientos está en el agente, en lo que es movido; mientras que el
principio de otros movimientos está fuera. Todo movimiento se mueve por un fin.

24
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.6 a1

17
Para que algo llegue a hacerse por un fin, se requiere algún conocimiento del fin.
Mientras que en lo que carece de conocimiento del fin, aunque esté en ello el principio
del movimiento, no se halla en ello el principio de su obrar o moverse por un fin, sino
en otro, que le imprime el principio de su movimiento hacia el fin.
Solo se mueven a sí mismos los seres que tienen conocimiento del fin, porque está
en ellas el principio no sólo para obrar, sino para obrar por un fin. Cuando tanto el
obrar como el obrar por un fin se deben a un principio intrínseco, estos movimientos
y actos se llaman voluntarios. Pues el término voluntario implica esto, que el
movimiento y el acto se deben a la propia inclinación. Por lo tanto, podemos decir que
lo voluntario es sólo aquello cuyo principio está dentro, sino con el añadido de
conocimiento. Entonces podemos decir que en los actos del hombre se encuentra
plenamente lo voluntario, ya que él conoce perfectamente el fin de su obrar y se mueve
a sí mismo.25
Se llaman circunstancias las condiciones extrínsecas a la sustancia del acto, que
afectan de algún modo al acto humano, y se dice que es circunstante lo que, siendo
ciertamente extrínseco a una cosa, la afecta o se acerca a ella espacialmente. A las
circunstancias de los actos humanos hay que llamarlas accidentes de los mismos, pues
se le llama accidente de una cosa a lo que, siendo exterior a su sustancia, la afecta
realmente.26
Dependiendo de las circunstancias de los actos humanos, podrán considerarse
como buenos o malos, mejores o peores. Estas circunstancias o accidentes son de
relevancia a la hora de hablar del valor moral que poseen los actos humanos, permiten
evaluar y considerar los actos humanos en cuanto que son buenos o malos. Otra razón
muy importante a tomar en cuenta y por lo que es una necesidad conocer qué y cuáles
son las circunstancias de los actos humanos es que nos permitirán realizar un buen

25
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q,6 a1
26
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.7 a2

18
juicio moral ya que dependerá de las circunstancias que tanto conocimiento o
ignorancia respecto del acto voluntario.27
Tomás de Aquino señala que existen siete circunstancias o accidentes que afectan
e influyen en los actos humanos según Tulio menciona en su retórica: quién, qué,
dónde, con qué medios, por qué, cómo, cuándo.28 Esto implica que debemos
considerar al hablar de un acto humano, quién lo hizo, con qué medios y herramientas
lo hizo, qué es lo que hizo, por qué, cómo y cuándo lo hizo. Sin embargo, Aristóteles
añade una circunstancia más: acerca de qué, englobada por Tulio en la circunstancia
qué.29
Aristóteles comenta de manera muy interesante en la Ética a Nicómaco, que no se
pueden ignorar ni las circunstancias ni quien es el agente, pues habría que estar loco,
menciona el filósofo, para ignorarse a sí mismo, mientras que sí podemos ignorar lo
que se hace. Puesto que uno puede ignorar todas estas cosas en las que está implicada
la acción, el que desconoce cualquiera de ellas, especialmente las más importantes, se
piensa que ha obrado involuntariamente, y por las más importantes se consideran las
circunstancias de la acción y del fin.30
Dentro de estas siete circunstancias mencionadas por Tomás de Aquino, imperan
dos; la principal de todas las circunstancias es la que afecta al acto por parte del fin,
es decir, para qué, después de esta circunstancia, la que afecta a la sustancia misma

27
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.7 a2
28
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.7 a3
29
Cf ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, III, 1111 a5 No estaría mal, entonces,
determinar cuáles y cuántas son, quién actúa y qué y acerca de qué o en qué, a veces
también con qué, por ejemplo, con qué instrumento y por qué causa, por ejemplo, de la
salvación, y como actúa, por ejemplo, serena o violentamente.
a) En la retórica griega y latina. La circunstancia es la situación concreta que caracteriza
el caso singular. Los elementos de la situación, que constituyen la circunstancia, son
siete: la persona, la cosa, el instrumento, el lugar, el tiempo, la manera y la causa.
30
ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, III, 1111 a15

19
del acto, es decir, qué hizo. Las demás circunstancias serán más o menos importantes
según se acerquen más o menos a estas dos.31
Por lo tanto, será algo positivo el tener noción de la existencia circunstancias que
intervienen en los resultados al momento de actuar, pues si le restamos importancia,
a la hora de actuar, cuando los resultados sean diferentes a lo esperado, no tendremos
el conocimiento de qué fue lo que influyó. Conocer las circunstancias, entonces, nos
permitirá tener mayor dominio de nuestras acciones y sobre todo de sus resultados y
las consecuencias que nos puedan traer.

31
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.7 a4

20
3.2. El objeto de la voluntad
La voluntad se mueve hacia el fin y hacia lo que es para el fin. Por consiguiente,
debemos estudiar primero los actos de la voluntad con los que se mueve hacia el fin,
y después, los actos con los que se mueve hacia o que es para el fin.
Hablando de los actos de la voluntad con los que se mueve hacia el fin nos
hacemos la misma pregunta que se plantea Tomás de Aquino: La voluntad, ¿es sólo
del bien? Hay que decir que la voluntad es un apetito racional, y todo apetito es sólo
del bien. Esto es porque un apetito no es otra cosa más que la inclinación de quien
desea hacia algo. Como toda cosa, en cuanto es ente y sustancia, es un bien, es
necesario que toda inclinación sea hacia el bien.32 Pero este bien al que tiende la
voluntad sigue a una forma aprehendida, para que la voluntad tienda hacia algo, no
hace falta que sea un bien verdadero y real, sino que sea aprehendido en razón de bien,
por esto Aristóteles dice que el fin es un bien o un bien aparente,33 ya que en razón de
lo que hayamos aprehendido que es un bien, será hacia donde la voluntad se mueva.
La voluntad se relaciona con el bien y el mal, pero de diferente forma, deseando
el bien, mientras que huye del mal. El objeto de la voluntad es el bien, por lo tanto, es
propio de la voluntad perseguir cosas opuestas que estén contenidas en el bien, por
ejemplo, moverse, hablar, callar, entre otras acciones. Hacia una u otra se inclina la
voluntad en razón del bien.34 La voluntad se dirige a un mismo fin de dos modos: uno,
absolutamente por sí; el otro como a la razón de querer lo que es para el fin.35
Ahora nos encontramos con el cuestionamiento de qué es aquello que mueve a la
voluntad, conociendo que actúa para llegar al fin. El objeto de la voluntad es el bien
en común, que tiene razón de fin. Por eso, desde él la voluntad mueve las otras
potencias del alma a sus actos, pues las usamos cuando queremos; porque los y las
perfecciones de todas las otras potencias están incluidos en el objeto de la voluntad

32
ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, I, 1094 a3
33
ARISTÓTELES, Física, II, 195a2
34
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.8 a2
35
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.8 a3

21
como bienes particulares, siempre la potencia que pertenece a un fin universal mueve
a obrar a la potencia que pertenece un fin particular incluido en el universal. Ahora
bien, el primer principio formal es el ente y o verdadero universal, que es el objeto del
entendimiento. De ahí que el entendimiento mueve a la voluntad, presentándole su
objeto.36
Regresándonos un poco al hecho de la voluntad busca el bien, que en realidad es
lo aprehendido en razón de bien y conveniente mueve a la voluntad como objeto. Hay
que decir que el que algo parezca bueno y conveniente se debe a dos cosas: a la
condición de lo que se propone, y a la del sujeto a quien se le propone. A esto se debe
que el gusto, si varía su disposición, aprecie de modo distinto una misma cosa como
conveniente o como no conveniente. Por eso dice Aristóteles, según es cada uno, así
le parece el fin.37

36
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.9 a1 Con esta expresión se propone la
reflexión sobre las relaciones entre el entendimiento y la voluntad, que saldrán
frecuentemente a colación. Esta es una cuestión más importante de lo que pudiera parecer
a primera vista.
Ante todo, es imprescindible definir los términos de “voluntad” y “entendimiento”.
Voluntad significa, normalmente, esa facultad humana que, junto con el entendimiento,
forman el alma. Suele denominársele también facultad apetitiva superior, donde todo
deseo propiamente humano tiene su origen.
La facultad correspondiente, como decimos, dentro del espíritu humano es el
entendimiento. Con ella el hombre es capaz de pensar, concebir ideas, abstraer, objetivar,
de acceder a la verdad. Vemos que la voluntad tiene como dos principios de movimiento,
uno para el ejercicio y otro para la determinación concreta, es decir uno para “comenzar”
a actuar y otro para actuar “de tal o cual manera”. El primero procede con toda certeza
de la causa agente, que es la voluntad misma. El segundo proviene de quien posee “el
principio formal”, es decir, de quien presenta el objeto a la voluntad, y que no es otro
sino el entendimiento.
37
ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, III, 1114 a32

22
Por otra parte, es importante también recordar que el hombre se inclina a una
disposición determinada siguiendo la pasión del apetito sensitivo. Por eso, cuando el
hombre está bajo una pasión; por ejemplo, al que está irritado le parece bien lo que
parece mal cuando está tranquilo. Y de este modo, por parte del objeto, el apetito
sensitivo mueve la voluntad.38 De esta manera podemos darnos cuenta que en
ocasiones nuestra “visión del bien” podría estar nublada y llevarnos a cometer actos
que sus resultados no nos sean favorables e incluso podrían perjudicar a alguien más.
Tomando en cuenta que no siempre que actuemos, aunque todo el tiempo sea
buscando el bien, resultará un acto bueno, es por ello que es necesario en la medida
de lo posible meditar y hacer una toma de decisiones con conciencia de las posibles
consecuencias para saber a qué nos enfrentaremos después de actuar.
Ahora bien, es claro que el entendimiento, precisamente por conocer el principio,
se lleva a si mismo de potencia a acto en cuanto al conocimiento de las conclusiones,
y de este modo se mueve a sí mismo. Igualmente, la voluntad, por el hecho mismo de
querer el fin, se mueve a sí misma a querer lo que es para el fin.39
Recapitulando, son diferentes las formas en las que se puede describir el
movimiento de la voluntad, podemos comprenderlas por separado, aunque en realidad
funcionan de manera simultánea. Ya estudiamos que puede ser movida por medio del
entendimiento por el hecho de conocer y aprehender aquello que posteriormente
deseamos y buscamos alcanzar; también que puede ser movida por el apetito sensible,
donde lo que a nuestra percepción y estado parezca bueno y conveniente se va a
desear; por otra parte, la voluntad es capaz de moverse a sí misma por el mismo hecho
de querer el fin, se mueve a sí misma a querer lo que es para el fin. Finalmente, la
voluntad también puede ser movida por algo exterior, puesto que el objeto mueve a la
voluntad, incluso puede ser movida por algo exterior incluso en el ejercicio del acto;
pues todo lo que unas veces está en acto y otras en potencia, necesita que lo mueva

38
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.9 a2
39
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.9 a3

23
algo que mueve. Es claro que la voluntad comienza a querer algo su antes no lo quería;
por tanto, es necesario que algo la mueva a querer. La voluntad necesita arrancar del
impulso de algo exterior que la mueva para su primer movimiento, como concluye
Aristóteles.40

40
ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, VII,1248a14

24
3.3. El fin último del hombre
En la naturaleza de los actos humanos está la constante búsqueda de aquello que
Santo Tomás de Aquino le llamará bienaventuranza, que será este lograr alcanzar el
fin último del hombre.
Estos actos humanos pueden considerarse de dos maneras; como actos humanos
activos y actos humanos pasivos, se especifican por el fin. El hombre se mueve y es
movido por sí mismo, el fin último del ser humano y por lo que lucha es el bien, y
este bien es el mismo principio de todos los actos humanos en cuanto que son
humanos, y también es su propio término pues es lo que busca la voluntad. Los actos
morales se especifican propiamente por el fin, pues los actos morales son lo mismo
que los actos humanos.41
El ser humano no está determinado a la búsqueda y alcance de un sólo fin en
específico, más bien, al buscar alcanzar un fin general que todos los seres humanos
tenemos en común, nos vemos orillados a que en el proceso de realización vayamos
cubriendo fines particulares que de una u otra manera se van sumando a la hora de
realizar o alcanzar el fin último, el máximo de los bienes. Este fin último es el principal
motor de nuestras vidas, es aquello que hace que el ser humano actúe todo el tiempo,
lo que provoca el deseo de trascendencia y de mejorar.
Es necesario saber también qué es un fin para conocer qué es aquello que motiva
y mueve al ser humano; se llama fin a dos cosas: a la cosa misma que deseamos al
alcanzar, y a su uso, consecución o posesión. Por tanto, al hablar de un fin último del
hombre refiriéndonos a la cosa misma que deseamos como fin último, entonces es
imposible que el fin último del hombre sea su misma alma o algo de ella, pues el alma
es considerada en sí misma como existente en potencia, y es imposible que lo que en
sí mismo existe en potencia se le llame último fin, ya que la potencia existe por el
acto, como por su complemento.42

41
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.1 a.3
42
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.2 a.8

25
Entonces es necesario también aclarar que el fin último del hombre no es su alma,
pero si con su alma puede alcanzar dicho fin, llegando así a ser bienaventurado. La
bienaventuranza es algo propio del alma, pero aquello en lo que consiste la
bienaventuranza es algo exterior al alma.
El fin, aunque es lo último a lo que vamos a llegar en este proceso del actuar
humano, es lo primero en la intención del agente, es decir que la persona antes de
revisar cómo o por qué, tiene en su libertad el deseo del fin al que quiere llegar, y de
este modo tiene razón de causa.
Aristóteles nos brinda una perspectiva muy interesante de lo que es el fin último
del hombre, pues nos lleva en un diálogo de reflexión para llegar a la conclusión de
qué es lo que más se anhela.
Comienza diciéndonos que, si existe algún fin de todos los actos, deberá ser el
bien realizable, y es probable que encontremos más de uno, algunos de estos fines los
elegiremos sobre otros fines, de alguna manera dando prioridad a aquello que nos
convenga más, de estos fines que podrían presentársenos no todos son perfectos, el
fin perfecto será el que buscamos, y si hay varios, será el más perfecto entre ellos.
Ahora bien, al que busquemos por ese bien o fin en sí mismo puede ser considerado
más perfecto que el que se busca por otra cosa. De ahí que la felicidad parece ser ese
bien o fin que siempre buscamos por ella misma y nunca por otra cosa,43 mientras que
la inteligencia, el placer y toda la virtud, los deseamos por sí mismos, pero también
los deseamos a causa de la felicidad, pues tenemos la idea de que gracias a ellos
seremos felices. En cambio, nadie busca la felicidad a cambio de honores o placer, ni
por ningún otro fin menor.
La felicidad para Aristóteles es lo más deseable de todo, sin necesidad de añadirle
nada, es algo perfecto y suficiente, ya que es el fin de los actos.44 Más adelante resalta
que si lo propio del hombre es una cierta vida, y ésta es una actividad del alma y unas

43
ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, I, 1097b1
44
ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, I, 1097b15-20

26
acciones razonables, y la del hombre bueno estas mismas cosas bien y hermosamente,
y cada uno se realiza bien según su propia virtud, y si esto es así, resulta que el bien
del hombre es una actividad del alma de acuerdo con la virtud y si las virtudes son
varias, de acuerdo con la mejor y más perfecta, y además en una vida entera.45
El Filósofo está de acuerdo con los que dicen que la felicidad es la virtud o alguna
clase de virtud, pues la actividad conforme a la virtud es una actividad propia de ella.
Y es grande la diferencia en poner el bien supremo en una posesión o en un uso, en
un modo de ser o en una actividad. Porque el modo de ser puede estar presente sin
producir ningún bien, así también en la vida los que actúan rectamente alcanzan las
cosas buenas y hermosas, pues son nuestras acciones las que nos hacen felices o
desgraciados.
La vida del hombre virtuoso y recto, no necesita del placer como una especie de
añadidura, sino que tiene el placer en sí misma. La felicidad, por consiguiente, es lo
mejor, lo más hermoso y lo más agradable, y a ella pertenecen lo más justo, la salud,
y lograr lo que uno ama.46
Tomás de Aquino comenta con respecto al pensamiento de Aristóteles acerca del
fin último del hombre: el hombre es dueño de sus actos mediante razón y la voluntad;
así se define el libre albedrío como facultad de la voluntad y de la razón. Por lo tanto,
las acciones propiamente humanas que proceden de una potencia son causadas por
ella en razón de su objeto. Y el objeto de la voluntad es el bien y el fin. De ahí que
todas las acciones humanas sean por un fin.47
Es imposible que el acto nacido de la voluntad sea el fin último, porque el objeto
de la voluntad es el fin. Si alguna acción humana, es el fin último, ésta tiene que ser
ordenada por la voluntad. Cualquier cosa que realiza el hombre la hace por un fin,
incluso cuando lleva a cabo la acción que es su último fin.

45
ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, I, 1098a20
46
ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, I, 1099a25-30
47
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.1 a1

27
Los actos humanos se pueden clasificar por su fin como activos o pasivos, pues el
hombre mueve y es movido por sí mismo. El fin es el principio de los actos en cuanto
que son humanos, y también lo es su término, que es lo que busca la voluntad como
fin. Los actos morales se especifican propiamente por el fin.
El fin último puede considerarse de dos modos: uno, refiriéndonos a lo esencial
del fin último; y otro, a aquello en lo que se encuentra este fin. En el primer caso,
todos desean alcanzar su propia perfección, y esto es lo esencial del fin último. Pero
en cuanto a aquello en lo que se encuentra el fin último no coinciden todos los
hombres, pues unos desean las riquezas como bien perfecto, otros los placeres otros
cualquier cosa. Se debe considerar como bien más perfecto el deseado como fin último
por quien tiene el afecto bien dispuesto.
Al hablar del fin en dos modos, es decir la cosa misma en la que se encuentra el
bien y su uso y consecución.48 Por lo tanto, si hablamos del fin último del hombre
refiriéndonos a la cosa misma es el fin, entonces todos los demás seres tienen el fin
último que el hombre, porque Dios es el fin último del hombre y de todas las demás
cosas.49
Pero si hablamos del último fin del hombre refiriéndonos a la consecución del fin,
entonces las criaturas irracionales no tienen el mismo fin que el hombre. Porque el
hombre y las demás criaturas racionales alcanzan el último fin por participación de
alguna semejanza de Dios, porque existen, viven e incluso conocen. La
bienaventuranza significa la consecución del último fin.

48
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.1 a8
49
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.1 a8 (d) Ese bien último al que tiende el
ser humano nunca se hace presente en nuestra realidad próxima, frágil y temporal. El
hombre se encuentra únicamente con bienes de índole menor que le dejan, como mucho,
medianamente satisfecho y que nunca sabe con seguridad si son apropiados a ese bien
total de la vida.

28
Ahora nos compete definir entonces qué es la bienaventuranza del hombre, pues
es aquello a lo que toda persona aspira. La bienaventuranza, podría confundirse con
otro tipo de bienes como riquezas, honores, fama, gloria o poder, o algún bien
material. Es imposible que la bienaventuranza del hombre esté en algún bien creado.
Ya que la bienaventuranza es el bien perfecto que calma totalmente el apetito, no
podría ser un fin si aún quedara algo apetecible. Y si analizamos la premisa que nos
dice que el objeto de la voluntad como apetito humano, desea el bien universal, y sólo
el bien universal puede calmar la voluntad del hombre, pero este bien no es algo
creado, por tanto, sólo Dios puede llenar la voluntad del hombre.50 Por consiguiente,
la bienaventuranza es alcanzar la suprema felicidad.
Ahora bien, para alcanzar esta bienaventuranza existen ciertos requerimientos; la
visión, que es el conocimiento perfecto del fin inteligible; la comprehensión, que
supone la presencia del fin y la delectación o fruición, que supone el descanso de la
cosa que ama en lo amado.51
La rectitud de la voluntad es necesaria para la bienaventuranza de manera
antecedente y concomitantemente. Antecedentemente, en efecto, porque la rectitud de
la voluntad existe por el orden debido al fin último. El fin se relaciona con lo que
ordena él, como la forma con la materia. Por eso, lo mismo que la materia no puede
conseguir el fin si no está ordenado a él debidamente. Es decir, necesitamos de una
voluntad dispuesta para llegar a la bienaventuranza.52
Hay dos clases de bienaventuranza: una bienaventuranza imperfecta, que se puede
alcanzar en esta vida, y otra perfecta, que consiste en la visión de Dios. Para alcanzar
la bienaventuranza se requiere el cuerpo natural, porque la bienaventuranza de esta
vida es una operación del entendimiento, pues conocemos las cosas principalmente
por medio de la vista para posteriormente aprehender las cosas y desear lo conocido.

50
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.2 a8 (e) De manera similar a la cuestión anterior, se repite
la presentación de Dios como felicidad suprema. El único bien objetivo que puede saciar al hombre es Dios. Es
un dato de carácter teológico. Abordaremos a Dios como la felicidad suprema.
51
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.4 a2
52
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.4 a4

29
Pero hablando de la bienaventuranza perfecta, el alma puede ser bienaventurada
sin el cuerpo, pues no se necesita ninguna facultad corporal para llevarnos a la
intangible Felicidad suprema. Al alcanzar la bienaventuranza también se alcanza la
perfección o trascendencia del hombre.
Habiendo presentado una visión integral del hombre, donde se presentó una
definición y una distinción de los actos humanos de los actos del hombre, hablando
de sus componentes que nos mueven a llevar a cabo una acción de índole moral: la
voluntad libre y la inteligencia. Se habló también de diferentes circunstancias que
pueden afectar tanto la acción como el resultado, y que de un solo objetivo nos puede
tomar diferentes caminos. Hemos tocado el punto del gran anhelo del hombre: la
felicidad suprema, un fin último universal que todos los seres humanos buscan
alcanzar. Este proceso de conocimiento que hemos llevado de manera sistemática
tiene la finalidad de orientarnos con los temas que posteriormente abarcaremos, pues
tomar en cuenta los conocimientos aquí planteados nos llevará a comprender con éxito
el capítulo siguiente.

30
CAPÍTULO II: LA INTENCIÓN SEGÚN TOMÁS DE AQUINO

En el capítulo anterior estudiamos los actos humanos con base en la propuesta


filosófica de Tomás de Aquino, se dio una definición y se presentó una distinción de
los actos humanos con los actos del hombre, ahora ahondaremos en estos actos
respecto del fin y respecto del medio, y se profundizará en la intención, y se
diferenciará de la intencionalidad y cómo tiene que ver con la conciencia del hombre
al momento de llevar a cabo una acción.
1. De los actos propios de la voluntad. Respecto del fin
Para comenzar a abordar el tema es necesario hablar de la forma en que se mueve
la voluntad. La voluntad se mueve hacia algo por naturaleza, definiendo a la
naturaleza como cualquier sustancia o cualquier ente, se dice que es natural a una cosa
lo que le corresponde según su sustancia, y esto es, lo que, de suyo, inherente a la
cosa.53
A lo que tiende la voluntad de manera natural, así como cualquier otra potencia a
su objeto, es al bien común, y también al fin último, que se comporta en lo apetecible
como los primeros principios de las demostraciones de lo inteligible; y en general, a
todo lo que conviene a quien tiene voluntad según su naturaleza.54 Mediante la
voluntad, deseamos no sólo lo que pertenece a cada una de las potencias, y a todo el

53
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.10 a1
54
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.10 a1

31
hombre. Así es como el hombre no solamente quiere el objeto de la voluntad sino
también lo que le conviene a las demás potencias.
La voluntad se mueve hacia el fin y hacia lo que es para el fin. Por lo tanto, es
necesario conocer los actos de la voluntad hacia el fin son tres: querer, disfrutar y
tender.
1.1. La volición
En el capítulo anterior se estudiaron ciertos aspectos del acto humano que
necesariamente implican el propio conocimiento de la voluntad, por lo tanto, aun
pareciendo repetitivo no estará de más comprenderla desde la volición como un propio
de la voluntad respecto del fin.
La voluntad es un apetito racional y todo apetito que hay tiende exclusivamente
al bien, ya que un apetito no es más que la inclinación de quien desea hacia algo, y
esto es necesariamente lo que es semejante y conveniente.55 ”El bien es aquello hacia
lo que todas las cosas tienden.”56Este apetito intelectivo o racional, que se llama
voluntad, sigue a una forma aprehendida, por lo tanto, esto que puede desear la
voluntad es un bien aprehendido. Y para que la voluntad tienda a algo ese bien
aprehendido no necesariamente es un bien verdadero y real, sino que ha sido
aprendido en razón de bien.57
El concepto voluntad es análogo, pues unas veces se utiliza para referirse a la
potencia del alma y en otras ocasiones se refiere al acto de la voluntad. Entonces, si
se habla de la voluntad como una potencia, esta es tanto al fin como a lo que es para
el fin, pues cada potencia alcanza hasta donde puede encontrarse razón de su objeto.58
La voluntad puede dirigirse hacia el fin sin por ello dirigirse a lo que es para el fin,
sin embargo, no puede dirigirse hacia lo que es para el fin, en cuanto que tal, sin
dirigirse al fin mismo. Por tanto, la voluntad se dirige a un mismo fin de dos modos:

55
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.8 a1
56
ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, I, 1094a3
57
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.8 a1
58
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.8 a2

32
uno absolutamente por sí; el otro, como a la razón de querer lo que es para el fin. De
cualquier manera, es claro que es solo uno el acto con el que la voluntad se dirige al
fin y hacia lo que es para el fin. 59
Ahora bien, es imprescindible estudiar el motivo de la voluntad, es decir, aquello
que mueve a la voluntad. Una cosa necesita ser movida por otra en la medida que está
en potencia para muchas cosas, pues es necesario que lo que está en potencia pase a
acto mediante algo que esté en acto; y esto es mover.60 Se encuentra que una potencia
del alma está en potencia para cosas diversas de dos modos: uno, en cuanto a hacer y
no hacer; el otro, en cuanto a hacer esto o aquello. Por consiguiente, se necesita algo
que mueva para dos cosas: para el ejercicio o uso del acto y para la determinación del
acto. La primera de ellas procede del sujeto, que unas veces se encuentra obrando y
otras no obrando; la otra procede del objeto, y por ella se especifica el acto. El
principio del movimiento procede del fin.
La voluntad es la facultad que mueve a las otras potencias del alma partiendo de
que el objeto de la voluntad es el bien común, que tiene razón de fin. Y estas potencias
las utilizamos cuando hay deseo o querer, ya que los fines y las perfecciones de todas
las otras potencias están incluidos en el objeto de la voluntad como bienes
particulares, y siempre la potencia a la que pertenece el fin universal mueve a obrar a
la potencia a la que pertenece un fin particular incluido en el universal.61
Es claro que el hombre se inclina a una disposición determinada siguiendo la pasión del
apetito sensitivo. Por eso, cuando el hombre está bajo una pasión, le parece conveniente
una cosa que no le parecería tal si estuviera sin pasión; por ejemplo, al que está irritado
le parece bien lo que le parece mal cuando está tranquilo.62

59
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.8 a3
60
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.9 a1
61
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.9 a1
62
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.9 a2 S

33
Así como la voluntad mueve a otras potencias por razón del fin, también se mueve a
sí misma, por el hecho de querer el fin, se mueve a sí misma a querer lo que es para
el fin.
Puesto que el objeto mueve a la voluntad, es claro que algo exterior puede moverla. Pero
es necesario afirmar también que la voluntad puede ser movida por algo exterior incluso
en el ejercicio del acto; pues todo lo que unas veces está en acto y otras en potencia,
necesita que lo mueva algo que mueve. Ahora bien, es claro que la voluntad comienza a
querer algo si antes no lo quería; por tanto, es necesario que algo la mueva a querer.63

Recapitulando, la voluntad puede manifestar diferentes motivos al momento de


llevar a cabo una acción; así como la voluntad mueve a las demás potencias hacia la
consecución de un bien, también puede encontrarse motivada por sí misma tanto al
querer como al actuar, tanto respecto del fin como para el propio fin.
A lo que tiende por naturaleza la voluntad, entendiendo que algo “es natural a una
cosa lo que le corresponde según su sustancia, y esto es lo que, de suyo, es inherente
a la cosa”64, así como cualquier potencia a su objeto, es al bien en común y también
al fin último, y, en general, a todo lo que conviene a quien tiene voluntad según su
naturaleza. Ya que, mediante la voluntad, deseamos no sólo lo que es parte de la
potencia de la voluntad, sino también lo perteneciente a cada una de las potencias y a
todo el hombre. En consecuencia, el hombre no solamente desea el objeto de la
voluntad, sino también lo que conviene a las otras potencias, que finalmente resultan
en bienes particulares.65
Ahora es necesario especificar que la voluntad no la mueve su objeto
necesariamente. “La voluntad se mueve de dos modos: para el ejercicio del acto y para
la especificación del acto, que proviene del objeto.”66
En la primera manera de moverse, ningún objeto mueve a la voluntad con necesidad,
pues una persona puede no pensar en ningún objeto y, por lo tanto, tampoco quererlo

63
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.9 a4 S
64
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.10 a1 S
65
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.10 a2
66
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.10 a2

34
en acto. Ahora bien, tratándose de la segunda manera de moverse, unos objetos
mueven a la voluntad con necesidad, otros no.
1.2. El gozo o la fruición
Como otro acto por el que la voluntad se mueve hacia el fin, encontramos al
disfrute o fruición como parte del acto humano. Tomás de Aquino cita a San Agustín
en de Trinitate con una definición de fruición: “Disfrutar es adherirse con amor a una
cosa por ella misma.”
La fruición es el agrado que viene cuando se recibe el fruto que se espera, este
movimiento es acto de la potencia apetitiva, pues el bien y el fin son objeto de la
potencia apetitiva.67 Puede existir la confusión de pensar que la fruición pertenece a
otras potencias, aun siendo un acto de la potencia sensitiva, no deja de ser un
movimiento de la voluntad. Sin embargo, el disfrutar es acto de la potencia que
alcanza el fin como ejecutora y de la potencia que ordena la ejecución, ya que es
propio de la potencia apetitiva.
Aquello que carece de conocimiento, aunque llegue al fin, no hay disfrute del fin,
la fruición sólo se dará en las personas porque poseen conocimiento. Sin embargo,
dentro de los niveles de perfección existe el conocimiento imperfecto: aquel con el
que se conoce particularmente el fin y el bien, y se da en los animales, ya que sus
virtudes apetitivas no dan órdenes libremente, más bien se mueven hacia lo que su
instinto aprehende como bien.68
Disfrutar implica una relación de la voluntad con el fin último, en la medida en
que la voluntad considera algo como fin último. Es decir que solamente la voluntad
decidirá qué o cual es el fin último. A este fin alcanzado se le puede llamar fruto, pues
es aquello que se disfruta despues de trabajar en conseguirlo, como aquello que es
cosechado después de todo el cuidado y proceso que se le ha dado a la siembra para
despues disfrutarlo.

67
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.11 a1
68
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.11 a2

35
Al hablar de fruto le pertenecen dos características: “que sea último, y que calme
el apetito con cierta dulzura o delectación.”69 El fruto entonces, es lo último
absolutamente, en lo que uno se deleita como último fin, y del él se dice propiamente
que alguien disfruta. San Agustín dice en el X De Trin.70 “Gozamos de las cosas
conocidas, en las que la voluntad, como buscándose a sí misma, descansa con placer.”
Entonces, la voluntad sólo descansa completamente en lo último, porque el
movimiento de la voluntad, mientras espera algo, permanece en suspenso, aunque ya
haya logrado algo. Sólo se toma como fin en acto cuando se descansa en ello.
Dentro de los modos de consecución del fin, pueden ser perfectamente, es decir
cuando se tiene no sólo en la intención, sino también en la realidad; y de manera
imperfecta cuando solamente se tiene la intención. De esta manera, la fruición perfecta
es de un fin que ya se tiene, mientras que la imperfecta es de un fin que no se tiene
realmente, sino que solo existe en la intención.71
La fruición entonces es el descanso que tendrá el hombre al encontrar el descanso
y goce en un acto realizado y conseguido el fin previamente intencionado, aunque se
le podría llamar fruto y delectarse, a las cosas conseguidas y alcanzadas que no
estaban intencionadas, o que se encontraron durante la búsqueda del fin último, sin
embargo, la mayor delectación estará en el fin mayor que la voluntad haya asignado.
1.3. La intención
Dentro de los actos en los que la voluntad se mueve hacia el fin es necesario llegar
al estudio de la intención, pues es determinante al momento de establecer un fin por
la voluntad, también es el acto que nos lleva al fin previo a los actos que utilizamos
como medio para la consecución de un fin.
La intención, significa “tender hacia algo.”72 Tanto tiende hacia algo la acción de
lo que mueve como el movimiento del móvil. Aunque el movimiento del móvil

69
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.11 a3
70
AGUSTÍN DE HIPONA, Tratado sobre la Santísima Trinidad, X C.10
71
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.11 a4
72
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.12 a1

36
procede de la acción de lo que mueve. Por lo tanto, la intención en primer lugar
pertenece a lo que mueve hacia el fin principalmente, todo lo que da órdenes mueve
a lo demás con sus determinaciones hacia lo que él mismo tiende. La intención
direcciona hacia el fin, para que la voluntad mueva todas las demás fuerzas del alma
para llegar a él.
La intención se plantea el fin como término del movimiento de la voluntad. En un
movimiento puede considerarse el término de dos maneras: uno, como el término
último mismo en el que se descansa, que es término de todo el movimiento; el otro
como algo medio, que es principio de una parte del movimiento y fin o término de
otra. Por eso, aunque la intención siempre sea del fin, no es necesario que sea siempre
del fin último.73
Sabiendo que la intención no es sólo del fin último, y que puede haber fines
intermedios, el hombre puede tender a la vez a muchas cosas de manera simultánea.
El hombre puede elegir una cosa sobre otra, porque una sea mejor que otra, y al elegir
una sobre otra, puede servir para varios motivos y tender a diferentes cosas.
Ahora bien, puede surgir la duda, si la intención para llegar al fin es el mismo acto
que la voluntad cuando busca el fin. El movimiento de la voluntad puede tomarse en
cuenta de dos formas: hacia el fin y hacia lo que es para el fin. Puede pensarse como
dos movimientos hacia cada cosa o como un solo movimiento que es para y por el
fin.74 Sin embargo, un mismo acto recae sobre el objeto y sobre la razón del objeto.
Es importante mencionar que el tender hacia algo, lo que, pertenece tanto a lo que
mueve como a lo que es movido. Por lo tanto, también puede decirse que la naturaleza
tiende al fin, movida por el creador como una flecha por el arquero.75
Esta intención que habla Tomás de Aquino, pareciera un tanto automática, como
un proceso natural del ser humano, Joseph de Finance habla de un motivo, de la
motivación como un rasgo específico del obrar humano y comenta que “el hombre,

73
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.12 a2
74
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.12 a4
75
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.12 a5

37
antes de obrar, se representa”76, es decir se hace una idea de aquello que va a realizar
y como lo va a ejecutar. Esta representación que el hombre hace de su obra y de su
acción “está cargada de una intencionalidad”77. Esta representación que el hombre
hace es la forma en la que proyecta y desea su actuar, donde se experimenta el dese
de alcanzar el bien concebido.
2. De los actos propios de la voluntad. Respecto del medio
Los actos propios de la voluntad son los actos que están relacionados con lo que
es para el fin, es decir, estos actos son los que se realizan durante el proceso de
consecución del fin, de cierto modo el medio para el fin, estos actos son tres: elegir,
consentir y usar. Estos actos están ligados a la intención que se le da tanto al acto de
conseguir o alcanzar el fin, o al acto que se realiza como medio para llegar al fin.
2.1. La elección
La elección, al ser deseo de lo que hay en nosotros, y como el deseo es un acto de
la voluntad, entonces la elección parte de ser un acto de la voluntad. Sin embargo, el
término elección posee características que pueden considerarse como perteneciente a
la razón o entendimiento y a la voluntad. Aristóteles describe a la elección como
“inteligencia deseosa o deseo inteligente.”78 Ambas potencias constituyen a la
elección, sin embargo, la razón precede a la voluntad y ordena su acto, en el sentido
en que la voluntad tiende a su objeto según el orden de la razón, porque la fuerza
aprehensiva proporciona su objeto a la apetitiva. Por tanto, materialmente es un acto
de la voluntad, pero formalmente es un acto de la razón. Aunque pareciera entonces,
que es primero propio del entendimiento, la sustancia del acto se comporta
materialmente con respecto al orden que le impone la sustancia superior y, en
consecuencia, la elección no es sustancialmente un acto de la razón, sino de la

76
J. DE FINANCE, Ensayo sobre el obrar humano, 41
77
J. DE FINANCE, Ensayo sobre el obrar humano, 42
78
ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, VI, 1139 b5

38
voluntad, pues la elección termina en el movimiento del alma hacia el bien que se
elige.79 Es entonces un acto de la potencia apetitiva.
El objeto de la elección es algo que está en nuestro poder y es deliberadamente
deseado, la elección será también un deseo deliberado de cosas a nuestro alcance,
porque, cuando decidimos después de deliberar, deseamos de acuerdo con la
deliberación.80
La elección es escoger una cosa que se prefiere por sobre otra, y es necesario que
para que se dé este acto, existan diversas opciones a escoger. Por lo tanto, un ser
determinado no puede elegir. Y existe una diferencia entre el apetito sensitivo y
voluntad, el apetito sensitivo está determinado a una sola cosa particular según el
orden de la naturaleza; en cambio, la voluntad está según el orden de la naturaleza,
determinada a una sola cosa común, que es el bien, pero se relaciona
indeterminadamente con los bienes particulares. Es por eso que elegir es propio de la
voluntad, mas no del apetito sensitivo, que es propio de los seres vivos que carecen
de razón.
Al hablar del último fin, no podemos pensarlo como una elección que podamos
tomar, pues es un principio por el cual se actúa para llegar a él, mientras se puede
elegir cualquier término que se encuentre en el proceso de la consecución. “El deseo
(o querer) se refiere más bien al fin, la elección a los medios conducentes al fin.”81
La elección es un movimiento específicamente de los actos humanos, pues uno
sólo realiza los actos que uno cree poder realizar por sí mismo.82 Así como la
intención es del fin, la elección es de lo que es para el fin, es decir, la elección de los
medios para conseguir el fin. Este fin es una acción o una cosa. Si fuera una cosa, es
necesario que intervenga alguna acción humana, o bien por que el hombre de algún
modo usa o disfruta de la cosa que es el fin. Así también se dice de lo que es para el

79
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.13 a1
80
Cf ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, III, 1113 9a
81
ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, III, 1111 b25
82
Cf ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, III, 1111b25

39
fin es necesario que lo que es para el fin sea una acción o una cosa, con la intención
de alguna acción que haga o utilice lo que es para el fin. Por tanto, la elección es
específica siempre de los actos humanos.
Como se ha mencionado, la razón de elegir una u otra cosa está en que conduce al
fin. Sin embargo, nadie puede conseguir el fin mediante lo que es imposible, ya que,
si al deliberar se llega a algo que es imposible, se desistirá por no poder avanzar más.
De un principio posible no se llega a una conclusión imposible. Por tanto, no puede
pasar que el fin sea posible sin que lo que es para el fin sea también posible, así como
también nadie se mueve hacia lo que es imposible. De este modo, nadie tendería al fin
si no pareciera que lo que es para conseguirlo es posible, así, lo que es imposible no
es elegible.83
El hombre no tiene la necesidad de elegir, pues, así como lo que es posible que
no exista no es necesario que exista, el hombre posee una doble potestad donde puede
querer y no querer, obrar y no obrar y puede decidir qué querer y qué no querer, qué
hacer y qué no. “…la voluntad puede tender hacia cuanto la razón puede aprehender
como bueno.”84Y la razón puede aprehender como bien no sólo el querer y el obrar,
también el no querer y el no obrar. Sin embargo, al hablar del bien perfecto, es decir,
la bienaventuranza, la razón no puede aprehenderlo bajo la razón de algún defecto, y
por esto, el hombre quiere la bienaventuranza necesariamente y no puede querer no
ser feliz. Es necesario ahora mencionar que la elección no trata del fin, es decir, no es
de la bienaventuranza, el bien perfecto, sino de los otros bienes particulares que están
implicados en el proceso de consecución. Por lo tanto, el hombre elige con y por
libertad.85
A. El consejo
Tanto Tomás de Aquino como Aristóteles hablan sobre un acto que precede a la
elección, sin embargo, Aristóteles le llamará deliberación.

83
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.13 a5
84
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.13 a6
85
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.13 a6

40
Hablando de que la elección sigue a un juicio de razón acerca de lo que hay que
hacer para conseguir el fin, incluso la elección sugiere que se ha escogido algo sobre
otras cosas, previamente aconsejada o deliberada, buscando la mejor manera posible
de alcanzar el fin.86
Por lo tanto, es necesario comprender que la razón no puede emitir un juicio sin
previamente haber investigado, esta investigación es lo que Tomás de Aquino llamará
consejo.87
Este consejo es específicamente para lo que es para el fin, es decir, para los medios
a los que se recurrirá para llegar al fin. Además, es realizable de manera intrapersonal,
pues cada ser humano evaluará acerca de sus capacidades y de lo que le es posible
hacer. La investigación del consejo se refiere propiamente a contingentes singulares,
ya que es más simple y absoluta la reflexión en lo universal y necesario, por lo que
una sola persona puede hacerlo, y como las acciones se refieren a contingentes
singulares se va apeteciendo en la medida en que sea útil para la operación.88
Al consejo se recurrirá cuando las vías para la consecución del fin sean dudosas,
Aristóteles en la Ética a Nicómaco dice “La deliberación tiene lugar, pues, acerca de
cosas que suceden la mayoría de las veces de cierta manera, pero cuyo desenlace no
es claro y de aquellas en que es indeterminado.”89
El objeto de la deliberación o investigación de consejo será el mismo que el de la
elección, excepto si el de la elección está ya determinado, ya que se elige lo que se ha
decidido despues de la deliberación. Y como el objeto de la elección es algo que está
en nuestro poder y es deliberadamente deseado, la elección será también un deseo
deliberado de cosas a nuestro alcance, porque, cuando decidimos después de deliberar,
deseamos de acuerdo con la deliberación.

86
Cf ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, III, 1112a15
87
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.14 a1
88
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.14 a3
89
ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, III, 1112b9

41
2.2. El consentimiento
El consentimiento es la disposición a alcanzar el fin con los medios que se han
querido y juzgado en el consejo. El consentimiento exige la aplicación del movimiento
apetitivo a hacer algo, y al aplicar el movimiento apetitivo a hacer algo le corresponde
a quien tiene poder sobre el movimiento apetitivo. Los seres inferiores de razón no
tienen poder sobre el movimiento apetitivo, más bien por instinto de la naturaleza
poseen este movimiento.
El consentimiento sólo contempla lo que es para el fin. “Se llama consentimiento
a la aplicación del movimiento apetitivo a algo que está previamente en la potestad de
quién lo aplica.”90La cosas que son para el fin, en cuanto son para el fin, caen bajo el
consejo; y así puede haber consentimiento acerca de ellas, por cuanto el movimiento
apetitivo se aplica a lo que ha sido juzgado en el consejo. El apetito de lo que es para
el fin presupone la determinación del consejo. Por consiguiente, el consentimiento
sólo se refiere a lo que es para el fin. El consentimiento es la “última parada” previo
a lo que hay que obrar, por lo que el consentimiento en un acto es parte de la razón
superior a medida que se incluye en ella la voluntad.91
2.3. El uso
San Agustín define el uso de la siguiente manera: “Usar es poner alguna cosa a
disposición de la voluntad.”92 El uso de una cosa implica su aplicación a alguna
operación; a la que se aplica una cosa se llama también su uso. A una operación se le
aplican tanto principios interiores del obrar, es decir las potencias del alma o las partes
del cuerpo, así como también se le aplican las cosas exteriores mediante los principios
intrínsecos que son las potencias del alma o los hábitos de las potencias, o los órganos
como los miembros del cuerpo.

90
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.15 a3
91
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.15 a4
92
AGUSTÍN DE HIPONA, Tratado sobre la Santísima Trinidad, X, C.11

42
Usar pertenece principalmente a la voluntad93, como a lo primero que mueve, pero
también pertenece a la razón, como a lo que dirige, y, como a lo que ejecuta, a las
demás potencias que se aplican a obrar como instrumentos del agente principal. Usar
es la aplicación de un principio de la acción a la acción.
Aplicar una cosa a otra sólo es propio de quien tiene poder sobre la cosa, y esto es
exclusivo de quien sabe relacionar una cosa con otra, o sea que pertenece a la razón.
Por consiguiente, sólo el animal racional, es decir, el ser humano, es capaz de
consentir y de usar.
San Agustín, añade en De Trin X: “…gozar es el uso placentero, no de una esperanza,
sino de una realidad. Por consiguiente, todo aquel que goza usa, pues pone al servicio de
la voluntad una cosa teniendo por fin el deleite; mas no todo el que usa disfruta: es el
caso del que pone a disposición de la potencia volitiva un bien que no apetece como fin,
sino como medio.”94

Siempre se usa lo que es para el fin, por eso también las cosas que se van
ordenando al fin se llaman útiles, y esta misma utilidad a veces se le llama uso. Y se
habla del último fin de dos modos, porque unas veces se llama fin a la cosa y otras a
conseguirla o a poseerla. Sin embargo, en el caso de la consecución, exclusivamente
el hombre disfrutará en algo material en cuanto establezca en este algo su último fin,
pero se dice que lo usará, en cuanto que lo ordene a su posesión.95
El uso sigue a la elección. Existe una doble relación entre la voluntad y lo querido.
Una, en la medida que lo querido está en quien lo quiere, por una proporción u orden
con lo querido. Es por eso que se dice que las cosas que son naturalmente
proporcionadas a un fin, lo desean naturalmente. Sin embargo, tener así el fin, es
tenerlo imperfectamente.

93
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.16 a1
94
AGUSTÍN DE HIPONA, Tratado sobre la Santísima Trinidad, X, C.11
95
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.16 a3

43
Por otra parte, todo lo imperfecto tiende a la perfección. Y así, tanto el apetito
natural como el voluntario tienden a tener realmente el fin mismo, es decir, a tenerlo
perfectamente.
Ahora, la segunda relación de la voluntad con lo querido, donde no sólo se quiere
el fin, sino también lo que es para el fin. El uso pertenece a la segunda relación de la
voluntad, por la que tiende a conseguir la cosa querida. Por lo tanto, es claro que el
uso es posterior a la elección, entendiendo el uso como la voluntad usando la potencia
ejecutiva moviéndola.
3. De la bondad o malicia de los actos humanos en general
Habiendo conocido previamente los componentes del acto humano, es necesario
recordar que es también un acto moral, y que en estos actos es donde se centra gran
parte de la problemática ética desde el contexto de Tomás de Aquino, e incluso de
Aristóteles hasta nuestros días.
3.1. Bondad o malicia en los actos humanos
Al hablar del bien y del mal, es lo mismo aplicarlo tanto a las cosas como a las
acciones, ya que todas las cosas producen acciones semejantes a ellas. En las cosas
todo tiene bien en cuanto tiene ser, sin embargo, cuando puede faltar algo para la
plenitud de ser que le es debida. Tomás de Aquino pone de ejemplo al ser humano:
Para la plenitud del ser humano se requiere que sea un compuesto de alma y cuerpo, que
tenga todas las potencias e instrumentos del conocimiento y del movimiento; por
consiguiente, si algo de esto le falta a un hombre, le falta algo integrante de la plenitud
de su ser. Por tanto, tiene de bondad cuanto tiene de ser, y en la medida en que le falta
plenitud de ser, le falta bondad, que se llama mal;96

Entonces a la razón de bien pertenece la plenitud del ser, mientras menos pleno
sea el ser humano, no se llamará absolutamente bueno. Por lo tanto, es necesario llegar
al planteamiento de que toda acción tiene tanto de bondad cuanto tiene de ser, la falta

96
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.18 a1

44
de plenitud será por ser una acción humana, en esa medida le faltará bondad, y así se
podrá decir que es mala una acción.
La definición de bondad y malicia en sentido moral es la misma que la definición
ontológica, donde la maldad es ausencia de ser, y la bondad es en cuanto hay ser. El
mal obra en virtud de un bien deficiente, pues si no hubiera nada de bien, ni sería ente
ni podría actuar, pero si no fuera deficiente, no sería mal, pues al ser ausencia sería
imposible que actuara porque no habría ser en el cual actuar.
Podría pensarse que en los actos humanos la bondad o malicia, pues puede darse
el caso de plantearse que en las cosas como tal no hay malicia, sino en el mal uso que
se les puede dar, o sea que puede pensarse que la acción humana carece de bondad o
malicia por su objeto. Sin embargo, así como se puede hablar de carencia de plenitud
en el ser humano, también se puede hablar de la especie de la cosa por su forma. Así
como la cosa tiene la especie por su forma, una acción la tiene por su objeto; igual
que un movimiento por su término.
3.2. Relación entre la bondad o malicia y el fin
Al hablar de bondad es equivalente a hablar de ser, ya que tanto donde hay ser hay
bondad como donde hay bondad está el ser; “Las cosas se disponen igual en la bondad
que en el ser. En efecto hay cosas cuyo ser no depende de otra cosa, y en ellas basta
considerar su mismo ser absolutamente.”97 Sin embargo, hay cosas cuyo ser depende
de otra, por lo que es necesario considerarlas en relación con la causa de la que
dependen. La bondad de una cosa depende del fin, igual que el ser de una cosa depende
del agente y de la forma. Entonces, las acciones humanas, y las otras cosas cuya
bondad que procede del fin del que dependen, además de la bondad absoluta que hay
en ellas.
Ahora bien, es necesario hablar de la especie, y de si es posible que la acción
humana sea buena o mala en ella.

97
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.18 a4

45
Aristóteles en la Ética habla de los modos de ser: “…, los modos de ser surgen de las
operaciones semejantes. De ahí la necesidad de efectuar cierta clase de actividades, pues
los modos de ser siguen las correspondientes diferencias en estas actividades.”98

Todo acto recibe la especie de su objeto, por eso es necesario que la diferencia de
objeto produzca diferencia de especie en los actos. Aunque hay que tomar en cuenta
que una diferencia de objeto produce diferencia de especie en los actos, en cuanto que
se refieren a un principio activo, porque nada que sea por accidente constituye la
especie, sino lo que es de por sí. Pero una diferencia de objeto puede ser de por sí en
relación con un principio activo, y por accidente en relación con otro.
En los actos humanos, el bien y el mal se dicen en relación con la razón, pues el
bien del hombre es ser según la razón, mientras que el mal es lo que está fuera de la
razón. Pues el bien de cada cosa es lo que le conviene según su forma, y el mal es lo
que tiene fuera del orden de su forma. O sea que la diferencia entre el bien y el mal,
considerada en cuanto al objeto, se relaciona de por sí con la razón, es decir según que
el objeto convenga o no con la razón. Y los actos se llaman humanos o morales en
cuanto que proceden de la razón. Entonces, es claro que el bien y el mal diversifican
la especie en los actos morales, ya que las diferencias per se diversifican la especie.
Los actos humanos reciben la especie del fin. En un acto voluntario se da un acto
doble: un acto interior de la voluntad y un acto exterior; y cada uno de ellos tiene su
objeto propio. Pero el objeto del acto interior voluntario es propiamente el fin,
mientras que el objeto de la acción exterior es aquello sobre lo que habla. Lo mismo
que el acto exterior recibe la especie del objeto sobre el que habla, el acto interior de
la voluntad recibe su especie del fin, como de su propio objeto.99 Entonces, la especie
de un acto humano se considera formalmente según el fin, y materialmente según el
objeto del acto exterior.

98
ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, II, c1, 1103b21
99
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.18 a6

46
Puede surgir la cuestión de si la especie procedida del fin, ¿está contenida en la
que procede del objeto, como en su género o, al contrario?100
Para dar respuesta a la pregunta, hay que decir que, el objeto de un acto exterior
puede relacionarse con el fin de dos modos: uno, como ordenado de por sí, es decir
per se al fin; entonces, por ejemplo, luchar bien está orientado per se a la victoria.101
El otro modo que existe es ordenado por accidente. Es necesario que las diferencias
que dividen un género, lo dividan de per se y no por accidente, para que la división
proceda rectamente.
Entonces, cuando el objeto no está de por sí ordenado a un fin, la diferencia
específica que procede del objeto no es por sí determinativa de lo que procede del fin,
sino al contrario. Por eso, una de estas especies no está en dos especies distintas, sino
que el acto moral está en dos especies distintas
El acto moral, recibe su especie del objeto referido al principio de los actos
humanos, que es la razón. Por eso, si el objeto del acto incluye algo conveniente al
orden de la razón, será un acto bueno según su especie, pero si incluye algo que se
opone al orden de la razón será un acto malo según su especie, sin embargo, puede
pasar que el objeto de un acto no incluya nada perteneciente al orden de la razón, estos
actos se llaman indiferentes.102
Si consideramos un acto de manera individual, no puede encontrarse indiferente,
ya que el acto moral no recibe la bondad sólo de su objeto, sino también de las
circunstancias, que son como accidentes. Y es necesario que todo acto individual
posea alguna circunstancia que lo incline al bien o al mal, al menos desde la intención
del fin, porque, así como es propio de la razón ordenar, el acto que procede de la razón
deliberativa, sino está ordenado al fin debido, por eso mismo se opone a la razón y
tiene razón de mal, en cambio, si se ordena al fin debido, conviene con el orden de la
razón, por lo que tiene razón de bien. Por consiguiente, es necesario que todo acto del

100
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.18 a7
101
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.18 a7
102
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.18 a8

47
hombre que procede de la razón deliberativa, considerado individualmente, sea bueno
o malo, específicamente hablando de los actos humanos, es decir los morales.103
3.3. Relación entre la bondad o malicia y las circunstancias de los actos humanos
Los actos humanos también pueden ser buenos o malos según las circunstancias.
Así como ya se habló que mientras más completo o pleno sea el ser de algo, más
bondad habrá en este algo, sin embargo, no sólo la especie de la cosa inclina hacia la
bondad o maldad, también los accidentes, es decir las circunstancias externas a los
objetos, como el color, la figura, etc. Si dentro de la acción no se ordenan las
circunstancias de manera adecuada para llevar a cabo el proceso de consecución de
un fin, la acción podrá ser mala.104
Las circunstancias le dan al acto moral la especie de bien o de mal, pues, así como
las especies de las cosas naturales se constituyen a partir de formas naturales, las
especies de los actos morales se constituyen a partir de formas concebidas por la
razón.
En las cosas naturales, lo que es accidente de una cosa no puede tomarse como
diferencia que constituya la especie. Sin embargo, lo que en un acto se toma como
circunstancia accidente del objeto que determina la especie del acto, puede ser tomada
de nuevo por la razón y ser ordenada como condición principal del objeto que
determine la especie del acto. Todas las veces que una circunstancia se refiere a un
orden especial de la razón, a favor o en contra, es necesario que la circunstancia dé la
especie al acto bueno o malo.105
En el siguiente capítulo se ahondará acerca del concepto de intención, en cuanto
actos internos de la voluntad, abarcando también el término de conciencia moral y la
relación de ésta con la intención y la forma en la que interactúan al momento de
realizar un juicio moral.

103
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.18 a9
104
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.18 a3
105
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.18 a10

48
CAPÍTULO III: LA INTENCIÓN COMO ELEMENTO FUNDAMENTAL PARA EMITIR
JUICIOS DE NATURALEZA MORAL

Para comenzar este capítulo es necesario recordar la definición de Santo Tomás


de Aquino acerca de la intención como “tender hacia algo” 106 tomando en cuenta su
función: “ la intención en primer lugar y principalmente pertenece a lo que mueve
hacia el fin”107 de manera que la intención coordina a la voluntad y es ésta última
quién mueve a todas las demás fuerzas del alma hacia el fin” 108 habiendo retomado
estos términos, hay que considerarlos al momento de actuar, sin dejar de recordar que
la voluntad se moverá de acuerdo hacia lo que tienda, sin embargo ésta solo es una
parte del acto, pues al ser un acto humano el buscar obtener o alcanzar aquello a lo
que se tiende, tendrá un valor moral que podrá juzgarse como bueno o malo.
Se ha hablado ya acerca de que los actos humanos son morales y por lo tanto
poseen un valor moral, y se pueden clasificar como buenos o malos, el juzgarlos y
llegar a la razón de su valor no es algo que siempre se vaya a encontrar muy claro
todo el tiempo, es por eso que se necesita tomar en cuenta diferentes aspectos, por
ejemplo, que los actos humanos no son solamente buenos, pues habrá tanta bondad en
el acto realizado como haya ser que lo realiza, es decir, mientras más pleno o cercano
a la plenitud el hombre que actúa, mayor será el bien que habrá en sus actos. 109

106
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.12 a1
107
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.12 a1
108
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.12 a1
109
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.18 a1

49
1. Relación entre la bondad o maldad de los actos humanos y el concepto de
intención en Santo Tomás de Aquino
Está claro que todos los actos humanos poseen un valor de bondad o maldad, sin
embargo, son diferentes factores los que nos permiten analizar el valor moral del
actuar humano. “El bien y el mal de una acción, como de las demás cosas, se aprecia
por la plenitud de ser o por su defecto, como se dijo.” 110 La bondad o maldad del
actuar humano puede analizarse desde diversos factores que influyen directamente en
el acto, como el objeto, las circunstancias, el fin, la voluntad, la razón, la intención.
A continuación, es preciso recordar que los actos humanos son voluntarios, y estos
actos de dan de manera doble como interiores y exteriores, por lo que cada manera
posee su propio objeto del acto, “el objeto del acto interior voluntario es propiamente
el fin, mientras que el objeto de la acción exterior es aquello sobre lo que versa.” Cada
objeto nos brinda la especie del acto tanto interno como externo. A continuación, se
estudiará la bondad o maldad en el acto interior de la voluntad, pues es ahí donde la
intención ejerce.
Al hablar de los actos internos del actuar humano podemos enfrentarnos con la
duda de ¿en qué momento surge la bondad o maldad que encausa la totalidad de la
acción? Puede tenerse la idea de que la voluntad sólo se mueve hacia el bien, sin
embargo “la bondad de la voluntad depende de esta única cosa, de la que hace de por
sí la bondad en un acto, es decir, el objeto; y no de las circunstancias, que son
accidentes del acto.”111 Se puede encontrar una pertenencia del valor moral de las
acciones a la voluntad, “el bien y el mal pertenecen a la voluntad, como lo verdadero
y lo falso pertenecen a la razón.”112 El bien y el mal en los actos humanos, es decir,
de la voluntad, se apreciarán propiamente por los objetos.
Por otra parte, no solamente la voluntad es la que posee el valor moral de las
acciones, pues como se ha mencionado en capítulos anteriores, la razón es quien

110
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.18 a2
111
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.19 a2
112
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.19 a1

50
presenta el objeto a la voluntad, “Por eso la bondad de la voluntad depende de la razón
del mismo modo que depende del objeto”113 Si no es una voluntad recta y bien
ordenada será muy fácil que pueda presentársele de manera nublada el valor de
aquello que está conociendo y podría tomarse una mala decisión que podría llevar a
un acto humano moralmente malo.
Sin embargo, Santo Tomás agrega que la bondad de la voluntad humana no
depende completamente por la recta y ordenada razón, sino que hay algo más grande
que ésta que rige a todo cuanto existe, pues argumenta lo siguiente: “En todas las
causas ordenadas, el efecto depende más de la causa primera que de la causa segunda,
porque la causa segunda sólo actúa en virtud de la causa primera”114 Ya que la razón
se rige conforme lo que Santo Tomás de Aquino llama la ley eterna115, la voluntad se
rige por las dos anteriores, dependiendo mucho más de la ley eterna que de la razón
humana, por lo que cuando falla la razón humana, es necesario recurrir a la ley eterna,
“que se nos dará a conocer de algún modo mediante la razón natural que procede de
ella como su propia imagen, o mediante alguna revelación sobreañadida.”116
Partiendo del hecho de que la voluntad se rige por la razón regida por la ley eterna,
es necesario hacer una distinción ahora en cuanto a la razón errónea, pues no puede
derivar de la ley eterna. Se puede pensar entonces que cuando la voluntad está en
desacuerdo con la razón es mala, sin embargo, existen tres géneros de actos: unos son
buenos por género, otros son indiferentes y otros son malos por género117. Entonces,
si la razón o la conciencia determina que hay que hacer algo que es bueno por su
género no hay error, y de la misma manera será si determina que no hay que hacer
algo que sea malo por su género, ya que la razón ordena el bien y prohíbe el mal. A

113
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.19 a3
114
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.19 a4
115
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.19 a4 Santo Tomás concluye que la ley eterna, por la que
se rige lo creado, sólo puede ser obra de la razón divina. La razón divina se convierte así en el principio rector
de todo el orden del universo, también el moral. Sin embargo, esto no obstaculiza la autonomía e independencia
de la razón natural, que orienta la vida y acciones de los humanos.
116
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.19 a4
117
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.19 a5

51
menos que la razón o conciencia pidan lo contrario, es decir, que prohíba el bien y
que promueva el mal, y esto significará que la razón o conciencia es errónea. Sin
embargo, es necesario hacer una aclaración, pues:
la razón errónea acerca de cosas indiferentes, mandando o prohibiendo, obliga; de modo
que la voluntad que esté en desacuerdo con esta conciencia errónea, será mala y pecado.
Pero la razón o conciencia que erra mandando lo que es de por sí malo, o prohibiendo lo
que es de por sí bueno y necesario para la salvación, no obliga; por eso, en estos casos,
la voluntad que está en desacuerdo con la razón o conciencia errónea, no es mala.

La ignorancia juega un papel fundamental al momento de hablar acerca de la


voluntad y de si ésta es buena o mala mientras sigue a la razón o conciencia erróneas,
pues al ignorar y no actuar se pierde la bondad o maldad de un acto, sin embargo, si
se procede a actuar en la ignorancia estará tan errada como la razón, y la bondad o
maldad se verá reflejada en los resultados de las acciones, aunque previamente se
desconociera por la ignorancia de la razón y la voluntad. Entonces, cuando la voluntad
se equivoca, queda disculpada por la ignorancia de las circunstancias. Sin embargo,
no habrá justificación alguna cuando la ignorancia sea querida, pues se estará
ignorando algo que ya era necesario saber, “Por consiguiente, si la razón o conciencia
yerra con error voluntario, sea directamente, sea por negligencia, porque es error
acerca de lo que uno está obligado a saber, entonces este error no evita que la voluntad
concordante con la razón o conciencia que yerra así, sea mala.”118
Ahora bien, la razón y la ignorancia no son los únicos medios de los que dependa
la bondad o maldad de la voluntad, hablando en lo que es para el fin, existe el
cuestionamiento acerca de si la bondad de la voluntad en lo que es para el fin depende
de la intención del fin, aclarando aquí que en cuanto a la bondad de la voluntad es
definida por su objeto, sin embargo, en cuanto a lo que es para el fin, el objeto de la
voluntad es distinto del fin intentado.

118
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.19 a6

52
Entonces, al hablar de la intención en lo que es para el fin podemos identificar dos
maneras de relacionarse con la voluntad, como precedente cuando la intención es
causa de querer, mientras que se considerará consiguiente cuando al querer se le añada
una intención,119 si una intención es mala, y quiere lo que de por sí es bueno, pero
bajo razón de mal, y se realiza la acción, la voluntad habrá sido mala. En cambio, si
se actúa con buena voluntad y se añade una mala intención, el acto no se ve afectado
en su valor moral, sin embargo, si se vuelve a cometer el mismo acto con la misma
intención, se verá afectado el valor moral de la acción. Santo Tomás dice entonces:
“Para que la voluntad sea buena, se requiere que sea de bien bajo razón de bien; es
decir, que quiera el bien y por el bien.”120
Ahora, sabiendo que la intención tiene influencia en la bondad o maldad de la
voluntad, surge el cuestionamiento acerca de en qué medida es la bondad de la
intención la que da bondad a la voluntad, pues al hablando de los actos internos es la
intención un factor muy importante al momento de conocer la maldad o bondad de la
voluntad. Primero es necesario conocer que en el ámbito de los actos internos los actos
de la voluntad están en el poder de la persona, sin embargo, en cuanto se convierte en
acto externo, se pierde este control total pues en el exterior pueden suceder diferentes
circunstancias que la persona no puede imaginar ni controlar el resultado total de sus
acciones.121 La intención pertenece al acto de la voluntad en cuanto que es su razón,
la cantidad de buena intención se encuentra en la voluntad, por cuanto la voluntad
quiere un gran bien como fin, aunque el medio con el que busque conseguir este bien
puede que no sea digno de ese fin, recordando aquí que en cuanto el acto se vuelve
exterior, puede estar sujeto a las circunstancias que la voluntad no puede controlar.

119
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.19 a7 La intención precede causalmente a la voluntad
cuando queremos algo por la intención de un fin. Entonces el orden al fin es considerado como razón de la
bondad de la misma cosa querida. La intención es consiguiente a la voluntad cuando se añade a una voluntad
preexistente.
120
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.19 a7
121
Cf TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.19 a8 “Pero en cuanto al acto interior de la voluntad sólo
hay un modo, porque los actos interiores de la voluntad están en nuestra potestad, mientras que no lo están los
exteriores.”

53
Santo Tomás de Aquino comenta acerca de la relación entre la intención y el acto de
la voluntad:
Sin embargo, si se considera la cantidad de la intención y la del acto según su intensidad,
entonces la intensidad de la intención redunda en el acto interior y en el acto exterior de
la voluntad, porque la intención misma de algún modo se relaciona formalmente con los
dos122

Es decir, que mientras exista la misma intensidad de la intención tanto en el acto


interno de la voluntad como en el acto exterior se verá reflejada en ambos. Hablando
solamente en el ámbito material es posible que el acto interior o el exterior no son tan
intensos. Sin embargo, no por eso la intensidad de la intención en el acto interior puede
referirse a la intención como objeto, donde puede suceder que se intenta muy
intensamente hacer algo u obtener el bien querido y no por eso significa que se vaya
a obrar intensamente, pues la cantidad de bondad de un acto tanto exterior o interior
no viene de la cantidad de bien que se intenta, y se puede comparar al pensar que uno
merece aquello que intenta merecer.
Entonces, aunque la bondad de la intención no es causa completa de una voluntad
buena, en cuanto la maldad de la intención sola es suficiente para la malicia de la
voluntad y, en este caso la voluntad será tan mala como la intención. Esto anterior
solamente es aplicable al hablar de la malicia de los actos.
Finalmente, en este apartado, se ha encontrado adecuado aclarar que el acto de la
voluntad no es el acto ya plenamente realizado, se ha hecho la división entre acto
interior y exterior para comprender mejor los movimientos de la voluntad y el proceso
de los actos humanos, ahora surge entonces la cuestión acerca de en qué momento del
acto es donde podemos identificar la bondad o maldad de los actos humanos. Podría
surgir aquí una confusión, pues ¿En qué momento se puede decir que un acto es bueno
o malo? Pues en ocasiones se puede pensar que el resultado de este acto es el que
posee el valor moral, sin embargo, es en la voluntad donde radica la bondad o maldad

122
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.19 a8

54
de un acto. Ya que el fin es el objeto propio de la voluntad, por lo tanto “la razón de
bien o de mal, que recibe el acto exterior de su orden al fin, se encuentra antes en el
acto de la voluntad y que de él deriva al acto exterior.”123 Sin embargo, si se considera
que, para llegar al acto exterior, se parte de la aprehensión de la razón, por lo tanto,
en cuanto que está en la ejecución de la obra, sigue a la bondad de la voluntad, que es
su principio. En un acto exterior se puede contemplarse una doble bondad o maldad
donde una según la materia y las circunstancias, y otra según el orden al fin. En ésta
última depende completamente de la voluntad, mientras que la que viene de la materia
y las circunstancias depende de la razón, pues es todo aquello que se le presenta, y la
razón depende de la voluntad ya que se dirige a ella.
Entonces, si la voluntad es buena tanto en su objeto como por su fin, será entonces
un acto exterior bueno. Aunque, para que el acto exterior sea bueno, no será suficiente
con la bondad de la voluntad que viene desde la intención del fin, más bien, el valor
moral del acto exterior dependerá de la maldad de la intención del fin o por el acto
querido, donde se podrá concluir que el acto exterior es malo.
2. Conciencia moral
La conciencia, bajo la mirada de Santo Tomás de Aquino toma un papel muy
importante en el presente trabajo, pues se relaciona muy directamente con los actos
humanos, la intención y la bondad o maldad que pueden tener estos actos.
Se puede entender a la conciencia desde distintos puntos, como un efecto, como
una potencia o como un hábito, sin embargo, hablando del término conciencia “no se
pueden atribuir a la potencia o al hábito, sino sólo al acto: éste es el único caso en el
que concuerdan todas las cosas que se dicen de la conciencia.” 124 Entonces, mientras
sea un acto, designará el acto, la potencia o el hábito cuando ese acto sea propio de
alguna potencia o de algún hábito. De este modo se puede aplicar a la conciencia, el
nombre de conciencia significa “la aplicación de la ciencia a algo, por lo cual ser

123
TOMÁS DE AQUINO, Suma Teológica, II, Q.20 a1
124
TOMÁS DE AQUINO, Cuestiones disputadas sobre la verdad, II, Q.17 a1

55
consiente [conscire] significa tanto como “conocer a la vez [simul scire]”125 La
conciencia puede aplicar el significado de conocer a un acto de dos formas: la primera
tomando en cuenta si el acto es o ha sido, la segunda manera es cuando se considera
si el acto es recto o no recto.
Entonces, pensando en su aplicación donde se considera si el acto es o ha sido, se
habla de tener conciencia de algún acto en cuanto que sabemos que este acto se ha
llevado a cabo o no se ha realizado, donde se puede pensar en el uso común de la frase
o pensamiento: no tengo conciencia de que se haya echo tal o cual cosa. De esta
manera podemos pensar que “la conciencia testifica algo”126 Ya que está enterada de
los hechos y es testigo de lo que se hace o no.
Por otro lado, en su otra aplicación donde el conocimiento es aplicado para saber
si el acto es recto, existen dos caminos a analizar: en el primero mediante el hábito de
ciencia, donde se dirige a hacer algo o no hacerlo; en el segundo camino se examina
el acto después de haber sido realizado para ver si es recto o no, donde ahora en este
camino que examina la rectitud de los actos realizados puede distinguirse de dos
maneras que se dan en lo especulativo con respecto al acto: la vía de invención y la
vía de juicio. La vía de la invención es la vía por la cual se investigan las conclusiones
a partir de principios, mientras que la vía del juicio se resuelven las conclusiones en
los principios.
Cuando utilizamos el término conciencia se hace según ambos modos en los que
se aplica, cuando se aplica en el modo en que se aplica la ciencia al acto como
dirigiéndose a él, se puede decir que la conciencia instiga, induce u obliga, sin
embargo, cuando se aplica la ciencia al acto de manera que se evalúa lo que ya haya
sido realizado, en este caso se dice que la conciencia acusa o remuerde si lo que se
hizo fue hecho de manera contraria a la ciencia por la cual es examinado, o a su vez
defiende o excusa cuando aquello que ha sido hecho se realizó de acuerdo a la forma

125
TOMÁS DE AQUINO, Cuestiones disputadas sobre la verdad, II, Q.17 a1
126
TOMÁS DE AQUINO, Cuestiones disputadas sobre la verdad, II, Q.17 a1

56
de la ciencia. Se aplicarán al acto el hábito de la sindéresis, el hábito de sabiduría y el
hábito de ciencia tanto a lo que se plantear hacer como a loque ya se ha hecho, pues a
través de estos hábitos se puede examinar lo que se ha hecho y también se es
aconsejado acerca de lo que debe hacerse, “el examen no es sólo de lo hecho sino
también de lo que ha de hacerse, mientras que el consejo es sólo de lo que ha de
hacerse”127 De esta manera tenemos un acercamiento acerca de los posibles caminos
que puede tomar la conciencia en el actuar humano tanto en la posibilidad de hacer
como en lo ya hecho.
Habiendo conocido las aplicaciones que tiene la conciencia al acto es necesario
ahora ahondar en el hecho de que la conciencia al aplicarse a algún acto, es posible
que se dé el error, y este error se puede ocasionar de dos maneras: la primera de ellas,
porque aquello que se aplica contiene en sí mismo un error, la segunda, porque no se
aplica con rectitud. Es decir, en la primera porque se utilicen proposiciones falsas, o
la segunda porque no razona correctamente.
La conciencia es un juicio natural en cuanto que es una conclusión deducida del
juicio natural, y en esta conclusión puede darse algún error, aunque no proveniente
del juicio natural, sino a causa de un error en lo particular adherido al razonamiento,
o si no, a causa de un modo incorrecto de razonar. Por eso explica Santo Tomás de
Aquino: “La conciencia se llama ley de nuestro entendimiento según lo que tiene de
sindéresis, y por lo cual nunca yerra, sino por otra cosa, como ya se ha dicho. Aunque
la razón, por su unión con la sindéresis, no se equivoque, sin embargo, a una razón
superior e inferior erróneas puede aplicarse la sindéresis.”128
Ya que la voluntad no puede ser obligada a actuar, es decir, no puede ser
coaccionada porque es naturalmente libre de coacción, sin embargo, por necesidad
puede imponerse a la voluntad, como la necesidad de elegir aquello que lleva a
alcanzar un bien o evitar el mal, o bien buscar el mal menor, que “es también, en cierto

127
TOMÁS DE AQUINO, Cuestiones disputadas sobre la verdad, II, Q.17 a1
128
TOMÁS DE AQUINO, Cuestiones disputadas sobre la verdad, II, Q.17 a2

57
modo, un bien.”129 Nadie que no conozca lo que debe hacer está obligado a realizarlo,
a menos que fuera su obligación conocer esto, pero si no se conoce y no se está
obligado a conocerlo, no está obligado por el deber.
Ahora, ¿Qué pasa cuando la conciencia erra y existe una aparente obligación de
hacer o no hacer? Al pensarse que la conciencia erra se puede caer en la idea de que
entonces no obliga o que obliga de manera similar a la conciencia recta, es entonces
que “la conciencia recta obliga de diferente modo a como lo hace la conciencia
errónea: pues la recta obliga en sentido absoluto y por sí misma, mientras que la
errónea obliga relativamente y de manera accidental.”130 Ya que hablando de la recta
conciencia, obliga de modo absoluto ya que si se tiene conciencia de que determinado
acto es malo, y ha de evitarse, en ningún momento se modificará la conciencia sin
evitar el mal, pues estaría yendo por el camino de la conciencia errada, actuando bajo
una condición de manera relativa.
Cabe mencionar que “aquel que tiene conciencia errónea creyendo que es recta -
de otro modo no erraría- está unido a ella a causa de la rectitud que cree encontrar en
ella.”131 Es decir que está unido propiamente a la conciencia recta, mientras que está
unido solamente de manera accidental a la errónea, en cuanto que se considera recta
resultando ser errónea. Se estará obrando mal mientras se aplique al acto tanto de
hacer como del ya hecho, una conciencia errada que desde la idea de bien actúe mal.
Teniendo estas nociones previas acerca de la conciencia desde la visión de Santo
Tomás de Aquino, será enriquecedor ahondar acerca de la conciencia moral dentro
del Catecismo de la Iglesia Católica.
En lo más profundo de su conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí
mismo, sino a la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos
de su corazón, llamándole siempre a amar y a hacer el bien y a evitar el mal… El hombre
tiene una ley inscrita por Dios en su corazón… La conciencia es el núcleo más secreto y

129
ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, V, 2, 1129 b 8.
130
TOMÁS DE AQUINO, Cuestiones disputadas sobre la verdad, II, Q.17 a4
131
TOMÁS DE AQUINO, Cuestiones disputadas sobre la verdad, II, Q.17 a4

58
el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo
de ella132

Al hablar de la conciencia del hombre como esa intimidad que existe dentro de él,
deja pensar que en el momento en que actúa, en sus actos se pueden encontrar
vestigios de esta intimidad de hombre, que desvelan acerca de quién está obrando y
qué hay en su corazón.
El Catecismo de la Iglesia Católica define a la conciencia moral como “un juicio
de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto
concreto que piensa hacer, está haciendo o está hecho.”133
Mientras el hombre quiera obrar con bien en sus acciones deberá regirse por
aquello que sea justo y recto. La conciencia permite asumir responsabilidad de los
actos cometidos, es testigo de los actos cometidos y dignifica a la persona mientras en
ella exista rectitud de conciencia. Finalmente, recordando que la conciencia puede
estar equivocada, ésta puede permanecer en la ignorancia o en los juicios erróneos
que haya formado, sin embargo, esto no significará que se esté exento de culpabilidad.
“El ser humano debe obedecer siempre el juicio cierto de su conciencia.”134 Y para
llegar a este juicio cierto de su conciencia, “el hombre debe buscar la verdad y debe
juzgar según esta misma verdad.”135
3. Juicio ético: acción, intención, circunstancias
Para hablar de un juicio ético es necesario conocer los tres pilares fundamentales
de la moralidad de los actos, que en el presente trabajo se han ido mencionando y
ahondando en ellos a lo largo de los capítulos anteriores, sin embargo, es adecuado
realizar una recapitulación, pues ahora se verán relacionados directamente con la
moralidad de la persona humana.

132
Gaudium et spes: Constitución pastoral sobre la iglesia en el mundo moderno, 16
133
Catecismo de la iglesia católica, 1778
134
Catecismo de la iglesia católica, 1800
135
JUAN PABLO II, Carta encíclica Veritatis splendor, 62

59
Estos elementos constituyentes de la moralidad se pueden encontrar en todos los
actos humanos, que previamente se habló acerca de cómo es que en estos actos
participan la inteligencia y la voluntad libre, donde la inteligencia al aprehender algo
como bueno, puede desearlo si representa un bien para sí, y mediante la voluntad se
llevarán a cabo los movimientos previos tanto internos como externos para llegar a la
consecución del fin, estos movimientos tanto de la inteligencia como de la voluntad
son: la aprehensión del bien o del fin, el deseo de la voluntad, la proposición de aquel
fin como un bien alcanzable, la intención del bien propuesto, el consejo o deliberación
acerca de la elección de los medios para llegar a ese fin, el consentimiento de los
medios aptos para llegar al bien deseado, el juicio práctico que indicará la mejor
manera y momento de alcanzar el fin, la libre elección del mejor medio, la orden de
la razón práctica o conciencia136, la aplicación por la voluntad de las potencias a la
ejecución de los medios137 y finalmente la ejecución para llegar al fin deseado y el
disfrute posterior a la consecución del fin o bien deseado.138
A este punto, es necesario recapitular lo mencionado, pues los tres pilares de la
moralidad tanto de la persona como de los actos humanos forman parte o se
encuentran en este proceso del actuar humano: el objeto elegido, que “es un bien hacia
el cual tiende deliberadamente la voluntad. Es la materia de un acto humano…
Especifica moralmente el acto de querer…”139 del fin que se busca o la intención, “que
por estar ligada a la fuente voluntaria de la acción y por determinarla en razón del fin,
es un elemento esencial en la calificación moral de la acción.”140 Y las circunstancias

136
Tomando en cuenta la definición que hace Santo Tomás de Aquino en las Cuestiones disputadas sobre
la verdad en la cuestión 17 artículo 1, donde establece que la conciencia es la aplicación de la ciencia a algo,
que en este caso serán los actos, donde permitirá evaluar tanto el hacer o no hacer como lo ya realizado.
137
Cf en el 2.3 del capítulo 2 del presente trabajo: En este caso Tomás de Aquino en cuanto a la elección
de los actos propios de la voluntad respecto del medio, habla del uso como un movimiento perteneciente a la
voluntad en la Suma Teológica II Q.16 a1, mientras que San Agustín dice “Usar es poner alguna cosa a
disposición de la voluntad” en el Tratado sobre la Santísima Trinidad.
138
Cf D. BARBEDETTE, Etica o Filosofía Moral conforme al pensamiento de Aristóteles y Santo Tomás,
66 Muestra una el orden de realización de los actos humanos divididos entre actos de la inteligencia y actos de
la voluntad.
139
Catecismo de la iglesia católica, 1751
140
Catecismo de la iglesia católica, 1752

60
de la acción, “son los elementos secundarios de un acto moral. Contribuyen a agravar
o a disminuir la bondad o malicia moral de los actos humanos… Las circunstancias
no pueden de suyo modificar la calidad moral de los actos; no pueden hacer ni buena
ni justa una acción que de suyo es mala”141 Estos tres pilares se van construyendo
desde el momento en que la inteligencia aprehende aquello que posteriormente
deseará obteniendo el objeto de deseo, mientras dentro de la voluntad se gestará la
intención previa a la exteriorización del acto, y las circunstancias serán todo aquello
que pueda influir fuera del poder del hombre a los resultados de los actos exteriores,
lo que significa que en cuanto a actos exteriores el hombre no tiene poder absoluto de
los resultados o consecuencias a diferencia de los actos interiores de la voluntad.
Estos pilares de la moralidad se relacionan entre ellos directamente cuando se
habla de un juicio ético, pues se evalúa el valor moral de la acción, sin embargo, no
se evalúa el valor moral de la persona, aunque en este juicio ético si se deja ver una
parte de su moralidad, donde casi de manera accidental se descubre a la persona en su
intención, ya que al momento de revisar ¿qué hizo? (acción) ¿por qué lo hizo?
(intención) y ¿bajo qué condiciones lo hizo? (circunstancias) no solamente se conoce
si la acción fue buena o mala, sino que desde la conciencia que es “el sagrario del
hombre” 142
, donde se encuentra lo más secreto y lo más íntimo de cada persona se
puede ver lo que hay en su “corazón”, es decir la intención con la que actúan, donde
por ejemplo al saberse descubiertos en su intención mal encaminada, Adán y Eva se
sintieron desnudos.143Y sin afán de entrar en cuestiones teológicas, ha parecido
adecuado ejemplificar de manera universal el cómo influye la intención en los actos
y cómo puede la conciencia errada pensar que hace un bien, en Adán y Eva, quienes
personifican a todos los hombres y a todas las mujeres, es decir el género humano.
Tampoco se busca que este estudio se enfoque en situaciones solamente particulares,

141
Catecismo de la iglesia católica, 1754
142
Catecismo de la iglesia católica, 1776
143
Génesis, 3 9-11 “Pero el Señor Dios llamó al hombre y le dijo «¿Dónde estás?». «Oí tus pasos por el
jardín -respondió él-, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí». Él replicó:«¿Y quién te dijo
que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí?».

61
este es un ejemplo que permite observar en la intimidad del hombre su intención mal
encausada, pues al pensar que obtendrían un bien engañados por su conciencia
cometieron actos que parecían buenos y en realidad les perjudicaron y obraron mal.
¿Por qué te escondes?, esta pregunta refleja hacia dónde está encaminada la acción,
pues existe la idea de que realizar actos en lo escondido lleva por si una intención
lejana de buscar la bondad y solamente buscando el bien sin virtud. Incluso existe la
frase popular “No hagas cosas buenas que parecen malas” donde deja ver cómo la
persona puede tener intenciones ocultas de un bien aparente.
Retomando ahora, el hecho de que, si la intención es mala, la voluntad será mala,
pero que la buena intención no hará más buena la voluntad, se puede aplicar al hecho
de que al momento de realizar una acción con la mejor de las intenciones no hará “ni
bueno ni justo un comportamiento que en sí mismo desordenado (como la mentira y
maledicencia).”144 A diferencia de las concepciones actuales, el fin no justifica los
medios pues no es justificable que por más buena que sea la intención no se justificará
una acción. “Así, no se puede justificar la condena de un inocente como un medio
legítimo para salvar al pueblo.”145 Es necesario recordar que la intención, aunque se
puede ver reflejada en el acto interior de la voluntad, es parte de un acto interior, que
mientras no se llegue al acto exterior no se llegará a conocer la intención detrás, a
menos que esta sea comunicada o expresada. Por lo tanto, no se conocerá un reflejo
del corazón del hombre en tanto que se exprese en el exterior.
Podría considerarse que la mayoría de los problemas en el ámbito moral de las
sociedades vienen desde la conciencia, y más bien, desde la intención de la persona,
aunque es sabido que, al no exteriorizarse el acto, no habrá conocimiento de la
intención, enfocándose en el momento en que los actos han sido efectuados, buscando
tener una recta razón y fortaleciéndose en la virtud y en la voluntad se podrá trabajar

144
Catecismo de la iglesia católica, 1753
145
Catecismo de la iglesia católica, 1753

62
en buscar siempre tanto el bien personal como el bien común pues será esto lo que
llevará a la consecución de bien supremo o del último fin.
Llevando estas ideas a lo actual, y retomando el comentario del protocolo de
investigación, los actos humanos han sido bastante estudiados desde el punto de vista
de la voluntad, sin embargo, se ha puesto mayor énfasis en los resultados obtenidos al
obrar. En este tiempo, la moralidad de los actos ha pasado a segundo plano, pues se
actúa de manera hedonista y egoísta en el individualismo, de tal forma que, si las
consecuencias del acto de una persona repercutieran en otra, muy probablemente no
habría conciencia de ello, pues en ocasiones ni si quiera existe la mala intención de
afectar a los demás, aunque en los resultados se dé así. El problema del
ensimismamiento ha pasado tan desapercibido que hasta es justificable actuar por el
bien aparente haciendo todo para conseguirlo con la mejor de las intenciones, pero
con la peor de las conciencias. Ahora, añadiendo a este panorama el hecho de que sólo
por poseer la capacidad de expresión cualquier persona puede juzgar, dictando
sentencias y decidiendo quién merece qué, se llega a confundir el valor de los actos
con el valor de la persona, pues no es equivalente expresar que la bondad de los actos
es la bondad que hay en la persona, ya que al ser persona se puede errar sin tener en
la intención motivo alguno de dañarse a sí misma o a los demás, entonces al confundir
el valor de los actos con el valor de la persona, la dignidad humana se ve reducida a
un momento. Entonces lo que pasa en la actualidad es que se deja de lado todo lo que
implica la moralidad de la persona para quedarse con la moralidad del acto, donde se
despersonaliza el acto pues se olvida el por qué lo hizo, e incluso las circunstancias
son dejadas atrás. Es una necesidad tan actual el empezar a recordar que los actos no
definen a las personas ni les dan su valor, y que el hecho de realizar un juicio es para
poder dar a cada quien lo justo en cuanto las consecuencias del acto, pues tampoco se
busca humillar a la persona si ha actuado mal, pues es necesario tomar en cuenta lo
que hizo y bajo qué circunstancias sucedió el acto para que en caso de consecuencias
o resultados desfavorables o malos, pueda mantenerse en alto la dignidad de la

63
persona, demostrándole que es posible hacerse responsable de sus actos y que se le
tratará con justicia, y no será etiquetada por los actos cometidos.
Para cerrar este capítulo hay que decir, la moralidad está compuesta de acción,
intención y circunstancias, y mientras la persona actúe en congruencia en ellas,
buscando siempre regirse por su conciencia en la virtud y la recta razón en búsqueda
del bien supremo, el último fin: la felicidad, ésta le llegará por añadidura.

64
CONCLUSIÓN

A lo largo de la investigación, el tema central ha sido conocer la influencia de la


intención y la manera en que se relaciona con los actos humanos, sin tomar en cuenta
lo que se conocería al realizar la investigación, pues previamente se pensaba que la
intención era el elemento condicionador al momento de darle valor a los actos
humanos y que de ella dependía la totalidad de la bondad o maldad de la acción, sin
embargo, posterior a la investigación se ha aclarado el asunto de la siguiente manera:
la intención trabaja como un eslabón en una cadena de procesos que forman uno solo,
así como al hablar del conocimiento sensible e inteligible, se sabe que es un solo
conocimiento, que para estudiarse es necesario descomponerlo sin olvidar la unidad
del conocimiento, así pasa con el actuar humano, pues existen movimientos tanto
internos como externos al momento de la realización del acto, así pues, la intención
es parte del conjunto de procesos de los movimientos internos, donde la que comienza
a moverse para llegar a lo que se desea como un bien, es la voluntad, y desde el hecho
de conocer al objeto de deseo ya existe una predisposición hacia el bien o el mal, pues
si no existe un razonamiento adecuado y ordenado desde ese momento habrá una
distorsión del valor moral de aquello que se quiere conseguir.
El principal interés al realizarse la investigación ha sido el poder ayudar a la
persona al momento de juzgar o ser juzgada, pues quien juzga debe tener
conocimiento tanto de la acción, la intención, las circunstancias y el fin al que se
quiere llegar para poder afirmar que está capacitado para realizar el juicio y poder
darle lo que le corresponde a la persona juzgada, pues en la actualidad se puede

65
encontrar “jueces” en todos lados, y por carecer del conocimiento de los pilares de la
moralidad del acto humano pueden cometer el error de juzgar a la persona y
condenarla no sólo a una sanción, sino a ser vista y etiquetada como mala persona,
reduciendo la posibilidad de mejorar y crecer en conciencia, pues en lugar de centrarse
en la acción cometida y cómo se puede mejorar y dar una sanción justa, hablando de
una acción mala, se centra la atención en la persona y lo mala o buena que es, sin dejar
espacio a la comprensión de las circunstancias o la intención. Es por esto que, al
estudiar la intención, que es algo que forma parte de la voluntad, y por lo tanto de la
persona, ha permitido comprender la manera en que alguien puede actuar bien o mal.
La intención de este espíritu encarnado representa de alguna manera cierta
desventaja para quien ha de juzgar, pues se dará a conocer solamente si la persona
desea expresarla y lo hace a la luz de la verdad, pues es algo íntimo del ser humano.
El hombre posee dignidad y merece el respeto y la oportunidad de aclarar sus
intenciones y sus circunstancias al momento de enfrentar algún juicio moral.
Ahora bien, ¿podemos confiar en la intención como factor necesario de
discernimiento para realizar juicios de naturaleza moral?
A lo largo de la investigación se ha encontrado que es verdadero afirmar que la
intención como un factor de discernimiento para realizar juicios morales es un factor
de suma importancia, pues conocer la intención de la persona ha resultado similar a
conocer la intimidad de la misma, lo que hay en su corazón. Representa un factor
importante pues cuando existe una mala intención, no importa lo que pase, se habrá
actuado mal. Sin embargo, también se encontraron ciertas limitantes, como el hecho
de que la intención no se conocerá hasta que sea comunicada, pues podría ser evidente,
sin embargo, será un prejuicio darla por hecho. Otra de las limitantes es que para
tomar en cuenta la intención y conocer su influencia en un acto humano, habrá que
conocer los otros factores que influyen en el actuar, por ejemplo, puede existir una
buena intención y haber un razonamiento o una voluntad distorsionada.

66
La intención como parte del acto interior pertenece a la voluntad en cuanto que
es su razón, enfrenta aquí un doble camino, el tender hacia el medio que guiará al fin,
y la tendencia hacia el propio fin.
La intención es un elemento fundamental al momento de evaluar la bondad o
maldad de la voluntad al actuar, de manera que es útil analizar la intención tanto de
uno mismo como de los demás para poder conocer lo que hay en el interior de las
personas las cuales apetecen el bien presentado por la inteligencia.
Por tanto, se concluye que la concepción de intención propuesta por Santo Tomás
de Aquino es un acto de la voluntad que tiene una importancia capital para el
discernimiento y perfeccionamiento de los juicios morales.

67
BIBLIOGRAFÍA

AGUSTÍN DE HIPONA, Tratado sobre la Santísima Trinidad, Madrid 19562.


ARISTÓTELES, Ética a Nicomáquea, Madrid 1985.
––––, Física.
D. BARBEDETTE, Etica o Filosofía Moral conforme al pensamiento de Aristóteles y Santo
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JUAN PABLO II, Carta encíclica Veritatis splendor, 1993.
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Catecismo de la iglesia católica, Madrid 19922.
Gaudium et spes: Constitución pastoral sobre la iglesia en el mundo moderno, La paz,
1965.
La Biblia.

68
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ........................................................................................................................ 4

CAPÍTULO I: DE LOS ACTOS HUMANOS .................................................................................... 7


1. El acto humano .................................................................................................... 7

2. Naturaleza del acto humano .............................................................................. 10

3. Voluntad e intelecto como naturaleza del acto humano .................................... 13

CAPÍTULO II: LA INTENCIÓN SEGÚN TOMÁS DE AQUINO ....................................................... 31


1. De los actos propios de la voluntad. Respecto del fin ....................................... 31

2. De los actos propios de la voluntad. Respecto del medio ................................. 38

3. De la bondad o malicia de los actos humanos en general ................................. 44

CAPÍTULO III: LA INTENCIÓN COMO ELEMENTO FUNDAMENTAL PARA EMITIR JUICIOS DE


NATURALEZA MORAL ..................................................................................... 49

1. Relación entre la bondad o maldad de los actos humanos y el concepto de


intención en Santo Tomás de Aquino ................................................................ 50

2. Conciencia moral ............................................................................................... 55

3. Juicio ético: acción, intención, circunstancias ................................................... 59

CONCLUSIÓN ....................................................................................................................... 65

BIBLIOGRAFÍA ....................................................................................................................... 68

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