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Fuerzas Armadas S. A.
Frida Ibarra • Leilani Hernández
No v i e m b r e 1 , 2 0 2 2
La militarización es un proceso por el que los gobiernos civiles llaman a los cuerpos
militares a intervenir en asuntos que les son ajenos, ampliando gradualmente su esfera de
influencia. En México, este llamado inició durante los años 40 con la utilización de las
Fuerzas Armadas (FF. AA.) en tareas de seguridad pública y, desde entonces, se ha
expandido gradualmente al punto de trascender a los asuntos de seguridad e incluir otras
carteras del gobierno civil. Hoy en día son tantas las funciones transferidas a las
instituciones castrenses que una de las consecuencias a observar es cómo la
militarización se ha convertido en un negocio.
Pero el aumento del presupuesto asignado a las FF. AA. es sólo un mecanismo directo
utilizado para incrementar sus recursos; indirectamente, se logra a través de asignaciones
que reciben las corporaciones que ahora están bajo su mando, como la Guardia Nacional
(GN) —teóricamente un cuerpo civil—, que se convirtió en un medio para incrementar
el presupuesto de la Policía Militar y Naval, financiar cuarteles y compensaciones de los
cuerpos castrenses. Tan sólo en 2019, la GN, las policías militar y naval recibieron 836
millones de pesos (mdp), 1022 mdp y 2326 mdp, respectivamente; en 2020, sumaron un
presupuesto pagado de 35 386 mdp, y en 2021 esta cifra aumentó a 43 732 mdp. Para
2022 sumaron un presupuesto aprobado de 80 042 mdp, más del doble que toda la
Secretaría de Marina (Semar).
Tan sólo en 2021, la GN gastó 1943 mdp en sueldos base y 9908 mdp en
compensaciones; una de ellas, la “Compensación por servicios institucionales a la GN”,
es una retribución extra de su sueldo —pagado por la Sedena y la Semar— que se les da a
los elementos militares y marinos asignados de apoyo a la GN. Para 2021, la GN pagó
2401 mdp a 61 112 elementos de la Sedena y 435 mdp a 16 708 elementos de la Semar
por dicho concepto.
Transferencia de funciones civiles. En los últimos doce años, los gobiernos han transferido
227 funciones civiles a las FF. AA., que equivalen a casi 74 000 mdp. El gobierno federal
les asignó 33 proyectos de obra pública entre 2009 y 2020, veintitrés de ellos desde
diciembre de 2018 (5703 mdp). También les ha transferido veintinueve tareas de
seguridad pública (65 876 mdp), mientras que los gobiernos estatales y municipales, 49
(663 mdp).
Participación del Poder Ejecutivo. Es un factor determinante para que el negocio sea
exitoso, pues es el responsable de modificar los recursos públicos a pesar de que no
correspondan con lo aprobado previamente por el Legislativo. Utilizando recursos no
aprobados, el presidente ha destinado al menos 57 547 mdp al AIFA y planea destinar 14
000 mdp más al aeropuerto de Tulum. Asimismo, por medio de modificaciones
presupuestales, está financiando un centro deportivo de 218 mdp para los elementos de
la Sedena y sus allegados.
Existen diversas razones por las cuales el negocio de la militarización representa un grave
riesgo para la democracia mexicana. Algunas de ellas son:
En teoría, ningún servidor público debería recibir un sueldo superior al del presidente
(1 567 400 anual), pero lo superan el titular de la Sedena, Luis Cresencio Sandoval (2
007 840); el de la Semar, José Rafael Ojeda (1 992 404); y el comandante general de la
GN, Luis Rodríguez Bucio (1 607 706). En contraparte, la titular de la SSPC, Rosa
Icela Rodríguez, superior jerárquica de este último, es la única que no supera el sueldo
del presidente (1 257 723) y no tiene adscripción militar.
• Existe un desequilibrio entre los poderes. Si bien es facultad originaria del Poder
Legislativo (electo democráticamente) elaborar y aprobar el Presupuesto de Egresos
de la Federación, es el Ejecutivo quien gobierna por decreto y destina los recursos a
sus agendas prioritarias. El Poder Legislativo se ve transgredido por los mecanismos
que el Ejecutivo y las instituciones castrenses utilizan para recibir más recursos de los
aprobados a costa de las civiles, incrementando su poder económico y político,
adjudicándose tareas desde seguridad pública hasta construcción de infraestructura de
la que se benefician.
• Las FF.AA. operan con opacidad. Se incrementa el riesgo de corrupción e impide el
proceso de rendición de cuentas, vulnerando los derechos políticos de los ciudadanos.
Frida Ibarra
Leilani Hernández