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UNIVERSIDAD TECNOLOGICA DE

HONDURAS

ENSAYO
Juicio Politico, antecedentes, Marco Legal.

ALUMNO:
Oscar Alfredo Betancourth
Sanchez 202210010423

ASIGNATURA:
Derecho Constitucional

CATEDRÁTICO:
Abogado Gerardo Abel Neal Barahona

Tegucigalpa, 30 de julio de 2022


INDICE

Objetivos……………………………………………………………………………………………………….. 3

Juicio Politico……….………………………………………………………………………………………… 4

Naturaleza del Juicio Politico..……………………………………………………………………….. 6

Antecedentes……………....………………………………………………………………………..…….. 7

Marco Legal……….………………………………………………………………………………………….. 8

Concluciones………………………………………………………………………………………………….. 10
OBJETIVOS

General
Fundamentar la importancia de un Juicio Politico, si es correcta la via de aplicación o no.

Especifico
Examinar quienes puden ser objetos de Juicios Politico en Honduras y por medio de quien
o quienes.

Definir el origen del Juicio Politico, su antecendentes.

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JUICIO POLITICO

Juicio político es un proceso judicial que se lleva a cabo para determinar la responsabilidad
de ciertos funcionarios públicos en diferentes hechos o situaciones. En una democracia, por
lo general la acusación y el proceso son facultades exclusivas del poder legislativo.
A través de un juicio político es posible juzgar al presidente de una nación, encaragado del
Poder Judicial, al Designado Presidencial, a los Secretarios de Estado y a los propios
magistrados por un delito o por el mal desempeño de sus funciones. Lo habitual es que la
sentencia se limite a ordenar la destitución del inculpado: si existe una responsabilidad civil
o penal, es juzgada posteriormente por un tribunal ordinario.
Los alcances y los límites de los juicios políticos dependen de cada país. Las propiedades de
estos procesos son definidas por la Constitución.
Lo usual es que el juicio político sea un proceso de una sola instancia y sumario impulsado
por un órgano legislativo. Los imputados son servidores públicos de alta jerarquía que, de
ser encontrados culpables, son destituidos e inhabilitados para volver a asumir el cargo.
La razón del sistema de enjuiciamiento político se relaciona directamente con el régimen
democrático, pues si bien en él es el pueblo quien elige a sus gobernantes a través del voto,
difícilmente puede pensarse que sea el propio pueblo, mediante una nueva elección el que
ordene la remoción de alguno de sus gobernantes, haciéndose todavía más complejo el
mecanismo tratándose de la inhabilitación, pues para aplicar esta sanción se tendría que
partir de presupuestos determinados y concretos, temporalmente hablando, para que así
la voluntad popular determinara, en base a fórmulas o propuestas específicas, cuánto
tiempo habría de permanecer inhabilitado el servidor público que fuera sancionado.
Todas estas dificultades e inconvenientes prácticos hacen suponer inviable la idea de que,
aun aceptando que es el pueblo quien elige a sus gobernantes y, por tanto, quien debe
también conservar el derecho para removerlos e inhabilitarlos, este poder de separación
sea ejercido directamente por la ciudadanía; por ello, para conservar lo más posiblemente
intacta y pura esta prerrogativa popular, se ha desarrollado el juicio político, encargado a
órganos que representan la voluntad popular para que, en ejercicio del mandato que el
propio pueblo les ha conferido, en nombre de aquél puedan privar de su puesto al mal

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gobernante. Así, aunque de manera indirecta, se da cabal cumplimiento al principio
democrático de que si el pueblo tiene el derecho de elegir a sus gobernantes, también lo
conserva para destituirlos e inhabilitarlos.
El derecho nunca es estático, siempre progresivo, pues en el porvenir nacen necesidades y
problemáticas que apremian una regulación. Así también, bajo la idea del desarrollo, es
concebible modificar normas ya legisladas si estas cuentan con desperfectos que
imposibiliten la correcta ejecución de los fines para las cuales fueron sancionadas. En este
orden de ideas, no existe, o al menos no conozco, mejor manera de encontrar el progreso
general y en nuestro caso, jurídico, que mediante un análisis y contrastación de ideas
referentes a la norma que nos ampara; el juicio político.
El objeto del juicio político es determinar si el funcionario procesado ha incurrido o no en
responsabilidad constitucional. Para esto, convendría definir meridianamente, quizá en una
ley reglamentaria, cuáles serían las infracciones graves y dolosas a la Constitución que
ameritarían la activación del mecanismo. Además, no procedería el juicio político por la
mera expresión de ideas.
Más que un juicio, se trata de un control interorgánico, cuya única consecuencia, de
comprobarse la responsabilidad, debería ser la destitución. Aún la inhabilitación para el
ejercicio de funciones públicas tendría que ser decretada por un tribunal, pues
correspondería a la justicia ordinaria atribuir responsabilidades penales, civiles o
administrativas. Por ello, no parece acertada la mención del delito de traición a la patria en
el proyecto que se está dictaminando, dado que el Congreso estaría realizando una
calificación penal, que solo corresponde a los jueces.
El juicio político no debe confundirse con otras figuras que tienen su base en el concepto
de confianza, como el referéndum revocatorio, para cuya activación no es necesario que el
funcionario haya incurrido en una infracción constitucional. Por otro lado, tampoco puede
someterse a votación popular la determinación sobre si se cometió o no un ilícito.
El procedimiento para la deducción de responsabilidad constitucional debe dirigirse
únicamente a titulares y suplentes de los tres poderes del Estado y a funcionarios de rango
constitucional elegidos en segundo grado por el Congreso. Por ser excepcional, no debe

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concebirse para todos los funcionarios electos, no es aconsejable aplicarlo a alcaldes. El
Congreso es una representación nacional y puede terminar congestionado resolviendo
asuntos de interés municipal.

Finalmente, debe tenerse en cuenta que el juicio político se aplica durante crisis. Deben
preverse medidas precautorias, particularmente si el procesado es el Presidente. El jefe del
Ejecutivo tiene el control de los cuerpos de seguridad y defensa, por lo cual convendría una
suspensión temporal del cargo al momento de admitir la denuncia, asumiendo
interinamente un designado presidencial. Además, el procedimiento debe ser sumario,
pero, como ha recordado la Corte Interamericana de Derechos Humanos, respetando las
garantías mínimas del debido proceso, incluyendo el derecho de defensa y la posibilidad de
presentar un recurso judicial.

Naturaleza del Juicio Político


Primeramente, en rasgos generales, es un procedimiento para hacer efectiva la
responsabilidad de los gobernantes y/o altos funcionarios del estado, en el sistema
republicano de gobierno. Un juicio de carácter político, no judicial, se podría concluir, pero,
¿Por qué?. Es una potestad, y por tanto, no una obligación, que corresponde al Congreso,
el Poder Judicial no cuenta con jurisdicción en la materia. ¿Y por qué no una obligación? Al
ser de carácter obligatorio, el Congreso tendría que responder a las responsabilidades
emanadas de dicha obligación, sin poder guiarse por el interés y bienestar general, lo cual
es mayormente competencia suya y, por tanto, se le fue atribuido sabiamente un carácter
facultativo, no imperativo. El juicio político tiene en principio, como único fin, separar a los
incursores de sus funciones, como mecanismo de garantía para la sociedad contra los actos
inmorales, típicos e ineptos de los mismos en el desempeño de sus funciones. No se habla
entonces de un proceso penal, la sentencia no goza de un imperativo judicial, limitándose
meramente, como hemos mencionado, a la separación del cargo, para su posterior
derivación, si así lo amerite el caso, a un proceso judicial. Si buscamos una correcta
comprensión de la naturaleza del juicio político, es ineludible remitirnos a los orígenes del

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mismo, pues, como comprenderlo sin antes realizar una introspección en las causas que
provocaron su regulación.

Antecedentes del Juicio Político


Sus primeros antecedentes se remontan al año 1376, cuando el Parlamento Inglés conocido
como “Good Parliament” fue llamado y promovieron la remoción de contados consejeros
de la Corte, entre ellos: William Latimer, Richard Lyons, Alice Perrers y John Neville. El juicio
tomó lugar y los cargos fueron probados innegablemente. En el siglo XVII, en las colonias
inglesas de América del Norte, las asambleas legislativas usaban frecuentemente el
impeachment para destituir a los gobernadores. En cuanto al juicio político en el derecho
positivo, lo concibieron primeramente las constituciones de Virginia en 1776 y
Massachusetts en 1780, estableciéndose así un sistema de enjuiciamiento político distinto
a lo visto hasta ese entonces, para luego servir de fundamento a terceros países. Con el
juicio político, el tribunal competente para juzgar a altos funcionarios sería el Senado de los
Estados Unidos. Las principales divergencias con el impeachment fueron: Se concibió una
limitación del concepto del delito de traición, pues primeramente el impeachment solo se
traía a colación en casos de alta traición; el presidente y el vicepresidente estaban sujetos
a juicio político por traición, cohecho u otros delitos. Conforme la Constitución de los
Estados Unidos de Norteamérica en su artículo segundo, Sección IV, el instituto del juicio
político es ejercida por la Cámara de Representantes contra los altos funcionarios y el
juzgamiento por parte del Senado, este sistema es adquirido por varias constituciones de
muchos países de régimen de gobierno presidencialista.
Surgió de un concepto lúcido, no se puede tener gobernabilidad si un órgano estatal goza
de irreprochabilidad en su actuar, la falta de control solo da pié a comportamientos
arbitrarios, tarde o temprano la balanza se torna en favor de las decisiones unilaterales y
sin justificación. Es por eso que surge esta herramienta, atribuida en nuestro caso
exclusivamente al Congreso, lo cual es razonable considerando la naturaleza del mismo,
representar. Es en teoría, la voz de la ciudadanía disconforme o su defensa ante

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comportamientos en detrimento de ella, indirecta o directamente, pero con una regulación
ambigua solo se incurre en lo que se había tratado de evitar, decisiones injustificadas. El
marco de argumentación ante un “mal desempeño en sus funciones” es bastante amplio,
carece de una certeza objetiva y, aquella falta de regulación explícita o al menos conceptual,
nos deja en manos de la interpretación subjetiva. No oponemos reparos a que el encargado
sea el Congreso, pero tampoco sería descabellado pensar en la intervención del Poder
Judicial en el proceso, conformando así un órgano juzgador diferente y equilibrado,
sumando el manejo político con una interpretación jurídica de las situaciones.
El juicio político es necesario, pero dada su delicadeza, debe estar revestido de la mayor
seguridad, y esta última es objeto de mucha crítica dado los antecedentes más recientes.
¿Es un golpe de Estado destituir a un presidente electo? En definitiva, no. La respuesta la
encontramos en la pregunta, destituir. El proceso está efectivamente amparado en la
norma positiva, pero no de tal manera que garantice un proceso seguro. Aun así, la
destitución de un presidente es del todo legítima, pues donde acabaríamos si el titular del
ejecutivo no posee límites en sus atribuciones, y el destino de la política nacional esté
marcada por ideas no del todo lúcidas. El Congreso no juzga de la manera que un órgano
jurisdiccional lo hace, por tanto en un caso de mal desempeño en funciones no se ve la
necesidad de una intervención judicial, así también su naturaleza expresa que no es una
cuestión justiciable, sino de separación de funciones, pero la norma es más amplia, ella
incluye delitos comunes así como delitos en el ejercicio de funciones, donde dicho órgano
estatal pierde jurisdicción.

Marco Legal de Juicio Político


Contra el Presidente de La Republica
HONDURAS CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE 1982
TÍTULO V DE LOS PODERES DEL ESTADO CAPÍTULO I DEL PODER LEGISLATIVO
Artículo 205. Corresponden al Congreso Nacional las atribuciones siguientes: 12. Recibir la
promesa constitucional al Presidente y designados a la Presidencia de la República,

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declarados elegidos, y a los demás funcionarios que elija; concederles licencia y admitirles
o no su renuncia y llenar las vacantes en caso de falta absoluta de alguno de ellos;
15. Realizar el Juicio Político de acuerdo al procedimiento establecido en la Ley Especial del
Juicio Político, a los servidores públicos y por las causas establecidas en el Artículo 234 de
esta Constitución;
CAPÍTULO V
SECCIÓN II DEL JUICIO POLÍTICO
Artículo 234. Procede el Juicio político contra el Presidente de la República y Designados
Presidenciales, Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, Diputados del Congreso
Nacional y Parlamento Centroamericano, Corporaciones Municipales, y todos los servidores
públicos electos por el Congreso Nacional, cuando en su contra exista denuncia grave en el
desempeño en su cargo, por realizar actuaciones contrarias a la Constitución de la República
o el interés nacional y por manifiesta negligencia, incapacidad o incompetencia para el
desempeño del cargo. Sin perjuicio de la responsabilidad administrativa, civil y penal, la
destitución del cargo será la única consecuencia derivada de la responsabilidad decretada
mediante un juicio político.
Cuando la denuncia fuere contra el Presidente de la República la tramitación del proceso
de enjuiciamiento y su destitución debe ser aprobada por las (3/4) tres cuartas partes de la
totalidad de los diputados, en los demás casos será por (2/3) dos tercios de la cámara. El
Presidente de la República solo puede ser destituido de su cargo por el Congreso Nacional
mediante juicio político.
La implementación del juicio Político y sus efectos no son sujetos de control jurisdiccional
y el decreto que al efecto se emita no requiere sanción del Poder Ejecutivo.
El juicio Político consta de dos (2) etapas, la etapa investigativa que durará lo establecido
en la Ley Especial que al efecto se emita y la etapa de discusión y votación que durará hasta
cinco (5) días, contados desde la presentación del informe al Pleno por parte de la Comisión
Especial.

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CONCLUCION

No cabe dudas acerca del descarte del ámbito judicial en la naturaleza del juicio político y,
en ese orden de ideas, el mismo se puede definir como un procedimiento, a través del cual,
se puede exigir responsabilidad a funcionarios públicos que ejercen cargos especificados en
la Carta Magna, por el mal desempeño o delito incurrido en las funciones para las cuales
fueron elegidos.

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