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FEITO, María Sol

Inocencia interrumpida: cruces entre el exceso y la teoría queer a propósito de los


relatos infantiles en “Teté, invierno 1942”, de Manuel Puig

La niña travesti nos miraba con una sabiduría antigua, sin


interesarse por los gestos filosos que mi madre dibujaba en
el aire (…) miré atentamente a mi madre observando a esa
niña, que bien podría haber sido yo, si ella y mi papá
hubieran sido infieles a esta cultura de la devastación1.
(Sosa Villada, 2015:70)

Teté es una niña de nueve años y la narradora de uno de los capítulos de la


novela La traición de Rita Hayworth de Manuel Puig publicada en el año 1968. Se
puede pensar que las experiencias allí narradas implican un desvío respecto de lo que la
literatura y el régimen heterosexista y adultocéntrico aparta para las vivencias infantiles
desde un modelo normativo. En este caso, se selecciona leer esta hipótesis a partir de un
procedimiento: el del exceso. Si se toma la teoría queer/cuir en términos de una teoría
que busca desbordar, es decir, exceder, la noción de género e interpelar las diversidades
y las disidencias, se puede valer de la misma para generar un cruce con la lectura de esta
narración infantil en particular y, quizás, con todas aquellas narraciones y mitos de lo
infantil en general.

Exceso del saber

En “Infancias queer/cuir: Nuevas miradas sobre la infancia desde el sur”, las


autoras sostienen que “las infancias continúan su existencia como pueden, en los lugares
que les dejamos, zonas liberadas que descartamos o minimizamos una vez hecha la
repartición.” (Josiowicz, Francica, Punte, 2021). Las zonas descartadas para las
infancias poco tienen que ver con el sexo, la muerte, o incluso los conflictos familiares.
Sin embargo, en este relato Teté tiene conocimiento y cercanía con todos estos tópicos.
Incluso, esta cercanía hace que “la conciencia de Teté fluya entre dos obsesiones”
(Astutti, 2001:191), a saber: entre la muerte y la sexualidad.

Con respecto a la muerte, Teté ve ahogarse a su tía aunque, en su estado de


enfermedad, verla implicaba una desobediencia ya que “estaba prohibido con
penitencia” (Puig, 1997:101). A partir de este momento, la muerte signa muchos de sus
pensamientos, de sus miedos, e incluso algunas de sus fantasías. En cierta ocasión,
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El subrayado es mío.

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imagina que Toto, su primo, va a apuñalar con un vidrio a un compañero que le


desordena unos papeles, o incluso en un momento imagina que Mita, la mamá de Toto,
lo está ahogando en la bañera. En esta última fantasía hace un paralelo exacto de lo que
vivió su tía, la cara azul por el ahogo, las uñas clavadas en este caso en el agua, pero
clavadas por su tía en el colchón, la mirada hacia arriba, todo se lo imagina tal cual lo
presenció. La cuestión del ahogamiento es central.

Desde lo formal, el texto produce una escritura que excede sus límites a tal punto
de quedar en los bordes de una oralidad. El fluir de consciencia de Teté reitera una y
otra vez sensaciones de ahogo y ese ahogo es, a la vez, contenido y forma. Contenido en
tanto ella describe sentir físicamente esa sensación, pero también es forma porque
permite leer cómo las palabras y los pensamientos se pisan entre sí, o mejor dicho, se
ahogan unos a otros. De hecho, se puede sostener que la lectura misma, realizada en voz
alta, lleva a que une se ahogue en la velocidad con la que van cambiando unos y otros:

Ahora en el patio está todo oscuro, de noche si no rezo, y Dios me ve… y papi está
por apagarme la luz para dormir y ya no se reza más, que estoy mal, yo estoy mal,
mal, no puedo respirar, me ahogo, ya vienen los angeles a buscarme, ¿a mi sola? y
ahora mami reza por abuelito (…) (Puig, 1997:113)

Aquí también aparece toda la insistencia de fantasear con su propia muerte, y si bien
para Astutti la muerte para Teté vendría a significar “la puerta al saber absoluto”,
también se puede cruzar esta fantasía con la teoría del rapto de Scherer y Hocqenghem.
Lo que se postula mediante esta teoría es la fantasía a la vez atrayente y atemorizante
del rapto como un escape de lo familiar y una irrupción de lo extraño y en lo extraño,
por fuera de la rutina y “del envolvente pensamiento parental” (Scherer y Hocqenghem,
1979:11) Entonces, ¿no podría pensarse la muerte y la llegada al cielo de Teté como una
fuga de todo aquello que no la deja ser en su deseo y la ata en sus miedos? “En vez de
rezar todo el día desde que sale el sol como las monjas de Lincoln, quiero jugar con la
Paquita” (Puig, 1997:102) piensa Teté, y jerarquiza así mediante su deseo jugar y
divertirse por fuera de las rutinas impuestas.

Con respecto a la sexualidad, la experiencia se da a la inversa de aquella que


tiene que ver con la muerte. Todos los acercamientos de Teté con lo sexual pueden ser
vistos, pero ella elige no hacerlo. Las razones son varias, en primer lugar porque ver
implica una confesión (ante Dios). En segundo lugar, porque Dios lo ve todo, y “para
pecar con muchachos basta con pensar que ya es pecado” (Puig, 1997:100). Sin

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embargo, mediante los relatos de la Paqui, ella sin ver sabe, y ese saber implica darle
rienda suelta a sus fantasías una vez más.

Yo no voy a rezar para que a la hermana Anta no la corra el jardinero o el lechero,


porque así le levantan el hábito y le hacen tener un hijo, después nadie va a saber
nada, que fue culpa mía porque no recé, y todo bien calladito, y se va del internado,
y el año que viene si vuelvo pupila no está más que es la única que no me quiere.
(Puig, 1997:100)

La figura de Toto como exceso de un modelo y escasez del saber

En todo este relato, la figura de Toto es cuestionada y disciplinada de manera


continua, se le impone un modo de “ser varón” que Toto no solo no alcanza, sino que lo
excede, lo lleva más allá de los binarismos de género 2. En “Género y teoría queer”
(2015), De Lauretis sostiene que “las fantasías conscientes e inconscientes de los
padres, hermanos y otros miembros de la familia juegan una parte (…) en las
identificaciones y des-identificaciones de género del niño o de la niña”.

La figura de Toto se excede en el buen comportamiento: “es el mejor de todo el


colegio y no rompe nada y come todo y nunca está enfermo y no se ensucia (…)” (Puig,
1997:111), pero escasea en su saber, nunca dice si sabe o no, y Teté, quien es su par, le
cuestiona esto de manera contradictoria. En un momento se queja de que “(…) el Toto
no sabe un pepino, que es un poco más chico que nosotras pero todos los varones saben
esas cosas aunque sean de primero inferior, pero el Toto tiene nueve años y todavía
cree en la cigüeña.” (Puig, 1997:100). No obstante, minimiza su saber por ser más chico
que ella al momento de hablar de los conflictos familiares. Como retoman Scherer y
Hocqenghem de la teoría de Foucault, se puede ver en la figura de Teté cómo “llega a
hacer suyas las instituciones que anteriormente ejercían sobre ella una autoridad represiva” y
jerarquiza así, al igual que lxs adultxs, la edad por sobre el conocimiento.

Narrar las infancias desde un ángulo queer/cuir

A las infancias se las ha narrado desde un ángulo adulto que no da lugar al


agenciamiento, que genera un borramiento de sus vínculos con la sexualidad y
patologiza aquellas fantasías que surgen de “una sexualidad perversa y polimorfa (…)

2
Se toma el concepto desde “las tecnologías de género” de Teresa De Lauretis, donde ni el género ni la
sexualidad se consideran naturales. Tanto el cine, la literatura, el mercado, las leyes y las instituciones
como la familia y la escuela forman los cuerpos.

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una sexualidad que precede a la percepción de las diferencias de sexo y de género y que,
en última instancia, es incontenible por estas.” (De Lauretis, 2015) Sin embargo, ante
todo lo postulado, la literatura puede disputar estos escenarios comunes de las infancias
y llevarlos hacia un desvío en donde se puedan desandar ciertos mitos y se puedan
cuestionar los lugares que generan “que las niñeces vayan a parar al cajón de lo
abyecto” (Josiowicz, Francica, Punte, 2021). Si se puede leer lo queer/cuir como
aquello que pone en jaque las normativas e incluye las narrativas diversas, se puede
sostener que este relato es un relato queer/cuir, que viene también a poner en jaque las
narrativas normativas sobre las infancias en la literatura y que, retomando a Sosa
Villada, invita a una infidelidad hacia esa cultura de la devastación al incluir otras
formas de infancia por fuera de las expectativas de lxs adultxs y las instituciones.

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Referencias bibliográficas:

Astutti, Adriana (2001). “Malditos niños”. Andares clancos. Rosario, Beatriz Viterbo,
187-201

De Lauretis, (2015). “Género y teoría queer”. Mora / 21, Dossier, 107-118.

Hocquenghem, Guy y René Schérer, (1979 [1976]). “El rapto” en Co-Ire. Album
sistemático de la infancia. Barcelona, Anagrama.

Josiowicz, Alejandra, Cynthia Francica y María José Punte (2021). “Infancias


queer/cuir: nuevas miradas sobre la infancia desde el sur”. Mistral: Journal of Latin
American Women’s Intellectual & Cultural History 1 (2): 1-9.

Puig, Manuel, (1997 [1968]). “Teté, invierno 1942”. La traición de Rita Hayworth.
Barcelona, Seix Barral.

Sosa Villada, Camila, (2015). La novia de Sandro, Buenos Aires, Tusquets.

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