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Historia fabulosa de tradición oral que explica, por medio de la narración, las acciones
de seres que encarnan de forma simbólica fuerzas de la naturaleza, aspectos de la
condición humana, etc.; se aplica especialmente a la que narra las acciones de los dioses
o héroes de la Antigüedad.
un mito refiere a un relato de hechos maravillosos cuyos protagonistas son personajes
sobrenaturales (dioses, monstruos) o extraordinarios (héroes). Se dice que los mitos
forman parte del sistema religioso de una cultura, que los considera como historias
verdaderas. Tienen la función de otorgar un respaldo narrativo a las creencias centrales
de una comunidad. En su origen, el mito es un relato oral. Con el correr del tiempo, sus
detalles van variando de acuerdo a la transmisión del conocimiento de generación en
generación. Una vez que las sociedades desarrollaron la escritura, el mito fue
reelaborado en forma literaria, con lo que extendió sus versiones y variantes.
Los mitos no tienen testimonio histórico, es decir, no son comprobables, a pesar de que
por lo general se consideran verdaderos o válidos en la cultura. Esto se debe a que
funcionan como explicaciones imaginarias a fenómenos complejos, y sirven para
transmitir valores, creencias y conceptos a las generaciones venideras. Los mitos no
funcionan fuera de dichos sistemas de creencia.
Los mitos tienen por lo general un origen oral y tradicional, herencia de las épocas
primarias de las culturas, en las que era necesaria la construcción de un relato y un
imaginario narrativo para “explicar” el origen de las cosas o ciertos códigos
de conducta. Precisamente por ello, los mitos varían enormemente en su transmisión a
lo largo de las generaciones y por lo general existen distintas versiones de un mismo
mito.
Los grandes eventos religiosos, políticos o existenciales de la humanidad suelen estar
acompañados de mitos: desde la creación del universo, la fundación de la Roma Antigua
al empleo del maíz como alimento principal de ciertas culturas prehispánicas
americanas, los mitos responden a preguntas humanas fundamentales y les brindan un
acompañamiento imaginario y narrativo.
El propósito del mito no es entretener, como ocurre con el cuento, sino brindar una
explicación al sentido de la vida. Por eso hay ciertos temas, como el origen del hombre
y del universo, que aparecen tratados en los mitos de todas las culturas. El mito
responde a una particular forma de ver el mundo y de explicar los fenómenos que en él
existen. A diferencia de la ciencia, que da explicaciones racionales y lógicas a esos
fenómenos, el mito da explicaciones mágicas y hasta cierto punto fantásticas. Por esta
razón, en los mitos ocurren hechos absurdos, se dan soluciones irreales y aparecen
personajes fabulosos.
Edipo era hijo de Layo, rey de Tebas. Un oráculo había vaticinado que Edipo mataría a
su padre y se casaría con su madre. Layo, para evitar su destino, abandonó a su hijo
recién nacido en el monte Citerón después de perforar y atar sus tobillos (Edipo
significa “pie inflamado”) con el beneplácito de su esposa Yocasta. El niño sobrevivió y
fue acogido por el rey de Corinto, Pólibo. Ya adulto, el oráculo de Delfos le reveló la
maldición que pesaba sobre él y le aconsejó que se exiliara lo más lejos posible de su
patria. Edipo abandonó Corinto siguiendo las indicaciones del oráculo. Sin embargo,
Edipo tuvo un enfrentamiento en el camino con un hombre al que mató: aquel hombre
era su padre biológico, Layo. Sin saber que había llegado a su verdadera patria, Edipo se
adentró en la región de Tebas, donde un monstruo cruel, la Esfinge, devoraba a cuantos
caminantes topaban a pasar por sus dominios después de plantearles unos enigmas que
eran incapaces de responder. Edipo supo resolverlo: “¿Qué animal tiene cuatro patas por
la mañana, dos a mediodía y tres por la noche”? La respuesta era el hombre que en su
infancia gatea, de adulto camina sobre dos piernas y ya anciano debe apoyarse en un
bastón. Después de matar a la Esfinge fue aclamado como libertador en toda Tebas y los
tebanos, llenos de gratitud, le ofrecieron el trono de Layo y la mano de su viuda,
Yocasta, que no era otra que su propia madre. El oráculo se había cumplido a espaldas
del desdichado, que había hecho todo por evitarlo pero no pudo escapar a la ley
inexorable del destino.
Al cabo de un tiempo, una terrible epidemia de peste asoló la ciudad y Edipo, que había
intentado averiguar qué criminal había podido suscitar la cólera de los dioses, descubrió
horrorizado que ese criminal no era otro que él mismo, culpable de parricidio e incesto.
No pudiendo soportar mirar la verdad cara a cara, Edipo se arrancó los ojos mientras
Yocasta se ahorcaba. Sus hijos Eteocles y Polinices lo expulsaron de la ciudad y Edipo
volvió a tomar el camino del exilio.