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De acuerdo con la declaración global emitida por Lancet Migration que aboga por la inclusión
de migrantes y refugiados en la respuesta a la lucha mundial contra la pandemia del virus
SARS-Cov-2 (COVID-19), en esta se centra en los desafíos y áreas de oportunidad para
México para brindar una respuesta integral basada en la adaptación contextual a las
recomendaciones publicadas por la Organización de Migración Lancet. Uno de los elementos
esenciales de este análisis es el reconocimiento de la migración como un determinante social
de la salud, actuando como un importante factor de riesgo en poblaciones vulnerables a la
violencia y al trauma y forzadas al exilio en medio de una pandemia.
Una característica destacada reciente de este movimiento de masas son las famosas caravanas
centroamericanas, una forma de migración organizada y colectiva que consiste en grandes
grupos de 3.000 a 6.000 migrantes que se mueven juntos en un grupo móvil. La cantidad de
personas que viajan juntas y la diversidad demográfica de estos grupos han aumentado la
complejidad de brindar asistencia humanitaria, debido a la infraestructura y los sistemas
frágiles e inadecuados. Mientras tanto, los migrantes se encuentran varados en pueblos
fronterizos peligrosos y de alto riesgo. En los últimos tres años, se han implementado muchas
políticas para enfrentar el aumento de migrantes centroamericanos que buscan llegar a los
Estados Unidos a través de México. La retórica antiinmigrante de los Estados Unidos, junto
con los continuos y crecientes obstáculos al asilo, ha sido ampliamente criticada por expertos
en derechos humanos y agencias de ayuda internacional. Estos comentarios subrayan la
importancia de proteger la capacidad de garantizar las necesidades básicas, los derechos
humanos y la salud física y mental de miles de migrantes atrapados en albergues, fundiciones,
campamentos y estaciones de migrantes superpoblados, donde la asistencia humanitaria está
por debajo de los estándares mínimos.
Ahora bien, considerando lo difícil que es estimar el número real de migrantes en tránsito por
México que requieren o pudiesen llegar a solicitar atención médica, la junta de Rescate
Mundial (International Rescue Committee; IRC) reportó que 36% de los migrantes en tránsito
experimentan alguna complejidad en entrar a recibir ayuda médica.
Una vez que el sistema de salud de México se sature por la crisis sanitaria traída por
coronavirus, la salud poblacional migrante está todavía más en peligro de ser comprometida.
Inclusive considerando que la población migrante está cubierta con base al Proyecto Integral
de Atención a la Salud poblacional Migrante y Proyecto Nacional de Desarrollo 2019-2014
(el cual explica los servicios de salud que los migrantes poseen derecho a recibir, es
insuficiente el personal, espacio y sistema (¨staff, space and systems¨) para afirmar la entrada
a estos servicios. Ejemplificando, en lo que el Seguro Exitosa proveía cobertura médica de
hasta 90 días a la población migrante en tránsito, todavía no se hallan públicamente accesibles
los lineamientos específicos para la entrada poblacional migrante a servicios de salud
ofrecidos por INSABI.
Históricamente, las organizaciones de la sociedad civil, incluidos los grupos religiosos y las
organizaciones humanitarias sin fines de lucro, han sido los principales proveedores de
servicios de salud para los migrantes en México, ya que una pequeña minoría tiene acceso a
los servicios proporcionados por los establecimientos de salud gubernamentales (1.8 %) y/o
clínicas u hospitales ( 2,5%). Como resultado de este cambio de política, los sistemas
previamente establecidos por las organizaciones de la sociedad civil y los campos de
refugiados no han podido sostener las actividades de apoyo anteriores. Debido a la capacidad
limitada para implementar las recomendaciones de salud nacionales e internacionales, muchos
albergues han tenido que limitar sus operaciones, algunos cancelando temporalmente a
nuevos migrantes. Además de lo anterior, a medida que los sistemas de salud se centren en los
servicios esenciales y respondan a la COVID-19, los migrantes correrán un mayor riesgo de
morbilidad y mortalidad por todas las causas, incluida, entre otras, la COVID-19. Las
agencias de ayuda internacional han tratado de minimizar los daños causados por la exclusión
de los migrantes, brindando apoyo social (̈asistencia social¨) y recursos a través de estrategias
integrales en la prestación de sus servicios. Por ejemplo, ACNUR ha trabajado con
organizaciones locales para aumentar los suministros de agua, saneamiento e higiene (WaSH)
en los albergues, así como para apoyar otros servicios de protección esenciales para los
refugiados en Tijuana y Mexicali. La OIM también está trabajando con el gobierno mexicano
para ayudar a repatriar y proporcionar lonas temporales, entre otras formas de refugio, a los
migrantes necesitados. MSF está trabajando con organizaciones locales y la Secretaría de
Salud (SS) para responder al COVID-19 en los estados del norte y sur de México. Los actores
locales y los albergues no religiosos han coordinado el apoyo social (¨soporte social¨) para las
poblaciones migrantes, actuando como mediadores para acceder al sistema de salud del
migrante donde sea necesario, abogar por la inclusión de este grupo poblacional en las
respuestas locales y nacionales.