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DEONTOLOGÍA Y

ANTROPOLOGÍA

5
ÉTICAS DEL S. XX.
HACIA LA ÉTICA
APLICADA
Deontología y Antropología

ÍNDICE
 OBJETIVOS ...............................................................................................3

 INTRODUCCIÓN ........................................................................................4
5.1. Algunas éticas posteriores al formalismo kantiano...........................5
5.1.1. Marx y la “praxis liberadora”.............................................................6
5.1.2. Nietzsche y la moral de señores ......................................................7
5.1.3. Bergson y la acción como impulso creador .................................... 10
5.1.4. Jean Paul Sartre y la libertad del existir ......................................... 11
5.2. El principio de responsabilidad en la ética ....................................... 13
5.2.1. Weber: convicción y responsabilidad ............................................. 14
5.2.2. Hans Jonas: El principio de responsabilidad .................................. 14
5.3. Otras éticas emergentes en el siglo .................................................. 18
5.3.1. John Rawls y el principio de la justicia ........................................... 18
5.3.2. Karl Otto Apel y Jürgen Habermas: ética dialógica ........................ 19
5.3.3. Alasdair MacIntyre y la ética de la virtud ........................................ 22
 RESUMEN ................................................................................................ 25

 REFERENCIAS ........................................................................................ 27

Unidad 5. Éticas del S. XX. Hacia la Ética Aplicada. 1


Deontología y Antropología

 OBJETIVOS

• Señalar las orientaciones éticas fundamentales de los siglos XIX y XX.

• Analizar el significado de la ética de Marx y Nietzsche, padres de las


ideologías del siglo XX.

• Indagar otras formas de moralidad que surgieron a través del siglo XX,
como el movimiento espiritualista francés o el existencialista.

• Discernir algunas proyecciones de la ética, en relación a los diferentes


ámbitos sociales con los que se relaciona, como son: la política, el
derecho, la religión, la ciencia.

• Distinguir el significado de la ética en las diferentes trayectorias


profesionales.

• Comprender el significado de la responsabilidad en el ámbito individual y


social.

• Analizar la importancia del “principio de responsabilidad” postulado por


Hans Jonas en las diferentes problemáticas de la ética aplicada.

• Indagar la proyección de la ética actual discursiva y la ética de la virtud en


la actualidad.

Unidad 5. Éticas del S. XX. Hacia la Ética Aplicada. 3


Formación Abierta

 INTRODUCCIÓN

En los siglos XIX y XX, se dieron una serie de trayectorias éticas que se
centraron en los problemas sociales típicos del momento, además de ofrecer
una crítica al formalismo ético anterior. Así surgieron el marxismo y la ética de
Nietzsche. Los veremos sucintamente.

Otras trayectorias éticas fueron la del movimiento espiritualista francés o la


del existencialismo europeo, que, a su vez, surgieron como crítica a las
versiones éticas anteriores, aunque desde contextos de pensamiento muy
diferentes. Veremos algún exponente de estos movimientos, como es el caso
de Bergson o Sartre.

En el S. XX es importante la implicación de la ética con las grandes


realidades sociales y culturales, como son la política la política, el derecho, la
religión, la ciencia y las aplicaciones tecnológicas. En este contexto se hacen
relevantes algunas versiones éticas, como la ética dialógica o discursiva de
Apel o Habermas, o bien en otro contexto, la ética de la virtud de MacIntyre.
Sin olvidar otras direcciones éticas, dentro del realismo, como serían la ética
axiológica o el personalismo ético, que remitimos para más adelante.

Veremos también más adelante, las corrientes y modelos éticos que van
surgiendo en el ámbito de las distintas modalidades de ética aplicada y
deontologías profesionales.

4 Unidad 5.Éticas del S. XX. La ética aplicada.


Deontología y Antropología

5.1. ALGUNAS ÉTICAS POSTERIORES AL


FORMALISMO KANTIANO
La ética en el pensamiento posterior a Kant sufrió los vaivenes de la situación
social que reinaba en Europa en aquellos convulsivos siglos XVIII y XIX de
modernidad ilustrada, de revolución industrial y revolución social. Es un
controvertido periodo que está marcado por el surgimiento de las
ideologías, de los llamados “maestros de la sospecha”.

La oposición al idealismo alemán, en general, y al formalismo ético, en


particular, fue denominación común en los autores subsiguientes a Kant. En
general se consideraba este pensamiento como excesivamente teórico, y
urgían soluciones prácticas, acciones sociales inmediatas.

Surgirían también otros modos de crítica y también otras formas de


complementar la ética kantiana.

Los autores más sobresalientes fueron: Nietzsche,- en una dirección


irracionalista y vitalista-, y Marx, que desde su materialismo histórico critica
todo idealismo. Autores que veremos brevemente.

También fue respondido por la corriente empirista, en la versión del


utilitarismo o la del positivismo lógico, como ya hemos visto en temas
anteriores.

Otra crítica sui generis fue la de Max Scheler, con su ética material de los
valores, en el marco de la fenomenología. Este autor lo veremos más
adelante, en el análisis de la axiología.

Más adelante, en el siglo XX, tuvieron una importancia notable los autores del
llamado movimiento espiritualista francés: Marcel, Blondel, y sobre todo
Bergson. No se presentan como opositores directos a la ética kantiana pero,
sobre todo Bergson, presenta en su obra: las dos fuentes de la moral y la
religión, una pretensión de salir del marco del formalismo hacia una ética más
realista.

No puede dejarse de lado la corriente existencialista, que pondría todo el


énfasis en la existencia humana, en la contingencia y precariedad de la
misma, aceptada como elemento fundamental de la vida.

Veamos brevemente algunos de estos autores.

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Formación Abierta

5.1.1. MARX Y LA “PRAXIS LIBERADORA”

Karl Marx (1818-1883), el marxismo, como doctrina ética ha de entenderse


como una crítica a la moral del pasado, pero interpretada en clave social de
oposición a la moral capitalista del momento. Frente a esta moral y estatus
socio-económico de dominantes, propone una nueva moral, cuyo objetivo
será librar al proletario del dominio y alienación (política, religiosa,
ideológica, económica) a que se halla sometido.

La teoría marxista destaca por la prioridad de praxis, la acción, sobre el


logos. Esa praxis estará guiada por el modo de producción o sistema de
organización del trabajo, así como las relaciones sociales, o relaciones de
producción, que éste genera.

La organización del trabajo y las relaciones de producción forman la


estructura socio-económica o infraestructura de la sociedad. Esta
infraestructura determina una particular superestructura cultural,
ideológica, (filosofías, religiones, políticas, derechos, ciencias, artes,
morales…), tendente a justificar teóricamente el sistema establecido por la
praxis o modo de producción.

Para Marx la moral tiene apellidos: hay una moral capitalista y otra
proletaria. La moral en la sociedad capitalista cumple toda forma de la
superestructura ideológica, una función social, sancionando las relaciones y
condiciones de existencia de acuerdo con los intereses de la clase social
dominante. Frente a ella, Marx aboga por una moral esencialmente
“revolucionaria” que persiga la abolición de esta situación degradante de
explotadores y explotados mediante la lucha de clases, pues de nuevo la
praxis y no la teoría –el sistema intelectual- es la única capaz de transformar
las estructuras sociales.

La moral marxista, preferentemente dirigida al proletariado,


se propone desenmascarar la moral burguesa y eliminar la
alienación del proletariado, haciéndoles cobrar conciencia
de su esencial igualdad y de su posibilidad de crear un mundo
terrenal justo y feliz, socialmente organizado en régimen
comunista.

6 Unidad 5.Éticas del S. XX. La ética aplicada.


Deontología y Antropología

Ahora bien, la moral proletaria es la moral de una clase social que está
destinada históricamente a abolirse como clase (en la sociedad comunista
perfectamente realizada ya no existirán clases diferenciadas y contrapuestas);
por ello, esta moral prepara el tránsito a una moral universal, válida para
toda la sociedad, y verdaderamente humana.

Vemos, pues, que la moral marxista se sitúa en un contexto económico y


social, y aboga por toda acción que elimine esa situación. No hay otra
justificación para la moral, y toda moral que se sitúe en este horizonte está
justificada.

Marx predijo que tras la dictadura del proletariado se llegaría


progresivamente a la igualdad generalizada y, por tanto, a la justicia social,
que es la forma perfecta de justicia. Este era el timón ideológico que convirtió
al marxismo no solo en doctrina social y económica, sino política.

En lugar de darse esa dictadura del proletariado y esa justicia igualitaria lo


que se dio fue una dictadura de Estado y las terribles consecuencias de
que ha dado muestra la historia.

En otro orden de cosas, como aportación del marxismo, debemos considerar


el desarrollo de un sistema sindical y una legislación laboral que ofrece a los
trabajadores una seguridad y una defensa frente a abusos en el orden laboral.

5.1.2. NIETZSCHE Y LA MORAL DE SEÑORES

Friedrich Nietzsche (1844-1900) fue un autor controvertido. Se caracteriza por


la función crítica de su pensamiento. Puede decirse que procede sin otra
articulación ni sistema, sino el que la misma crítica le va dictando, que se
centrará no solo en la religión o la filosofía en general, sino también en la
ética e incluso en la ciencia.

Estudió filología clásica y fue profesor de esta disciplina en Basilea. Conoció


muy de cerca la filosofía griega y a importantes helenistas como Erwin Rohde
y Jacob Burckhard.

Sus obras más importantes para la ética son: La gaya ciencia; Así habló
Zarathustra; Más allá del bien y del mal; La genealogía de la moral; y, su
obra póstuma, La voluntad de poder. Todas ellas con algún contenido crítico a
la moral; aunque más expresamente las que se refieren a este tema en el
propio título.

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Formación Abierta

Para Nietzsche no hay valores objetivos dado que “Dios ha muerto”, no hay
Dios para fundarlos. El hombre es el creador de los valores morales.
Puede decirse que Nietzsche participa del subjetivismo pero no de orden
formal, como sostuviera Kant, sino de orden axiológico.

Nietzsche presentará, en este sentido, una nueva moral -la


moral de señores- en oposición a la moral tradicional y
cristiana -la moral de esclavos-. En todo momento la clave de
su crítica estará fundada en esa transmutación de valores.

Es muy significativo el texto siguiente:

“Suprimamos el mundo verdadero: para hacer esto, tenemos que


suprimir los valores superiores que tiene en curso aquí la moral…
Basta demostrar que la moral ella también es inmoral, en el sentido en
que la inmoralidad ha sido condenada hasta aquí. Cuando hayamos
roto de esta manera la tiranía de los valores que han tenido curso
hasta aquí, cuando hayamos suprimido el mundo-verdad, un nuevo
orden de valores aparecerá naturalmente”.
Nietzsche, La voluntad de dominio.

Nietzsche parte de un nihilismo en el orden metafísico que será trasladado


al orden moral. La base última del mismo será la afirmación de la muerte de
Dios; por lo tanto, ningún valor moral puede fundarse en él ni en la
naturaleza, carente por sí misma de sentido ético. De ahí deducirá la
necesidad de una transmutación de los valores vigentes. La clave de esa
transmutación será la voluntad de poder y el horizonte de realización el
superhombre.

Es la propia subjetividad humana la única creadora de esos valores; que


serán de suyo, subjetivos, relativos, derivados de ese instinto de poder y
dominio.

Nietzsche opone la moral heroica de la antigüedad griega, a la moral


cristiana, pero también a toda ética que pretenda caracteres objetivos y
universales, a la que califica moral de esclavos. Los señores son fuertes y
temibles, saben dominar. Los esclavos son resignados, prudentes, pasivos.
Es el cristianismo el que ha transformado sus caracteres en virtudes morales.
Y lo ha hecho no por amor a ellos, sino por envidia transformada en rencor y
odio contra el poder inalcanzable, contra la vida, el orgullo y la afirmación de
sí mismo.

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Deontología y Antropología

Es el modo de proceder de Nietzsche referido por él mismo como método


genealógico, consistente en buscar el origen psicológico de hipotéticas
verdades que emanan de mentiras encubiertas.

Hay que superar prejuicios y mostrarse según pida el instinto de la tierra. Es


necesaria, una nueva transmutación de los valores. Es preciso secundar
ese instinto vital y rebelarse contra la servidumbre, la resignación, la
mezquindad, la cobardía, la docilidad con que el cristianismo ha conformado
al hombre.

Nietzsche presenta de este modo la moral de señores, y defiende, ante la


humanidad domesticada, la creación del Superhombre. La moral debe estar
subordinada a la creación de ese ideal que constituye al hombre poderoso, al
hombre que pone sus pasiones al servicio de su propio temperamento -
de su individualidad-, y no al servicio de la humanidad; al hombre que
trasciende el hombre: aquel que tiene voluntad de poder.

En resumen, es la transmutación de valores éticos la base


de toda la moral de señores nietzscheana, transmutación que
se justifica con la muerte de Dios, se origina por la voluntad
de poder, y está orientada a la creación del superhombre.

Corrieron rumores, no se sabe si con mucho fundamento, de la influencia que


Nietzsche tuvo en Hitler. Si no se puede justificar fehacientemente esa
influencia, si se puede afirmar que la clave del la ideología nazi tiene un
paralelismo asombroso con la voluntad de poder y el superhombre de
Nietzsche.

Esta ideología ha seguido brotando posteriormente a lo largo de la historia.


Hoy es muy recurrente en algunos grupos neonazis que surcan nuestras
ciudades.

Tanto Marx como Nietzsche, cada uno desde su contexto de pensamiento,


se convirtieron en los padres de las ideologías del siglo XX, también
llamados “maestros de la sospecha”; a su vez ellos mismos “sospechados”,
cuando los terribles efectos de esas ideologías en los grandes conflictos del s.
XX, provocaron la crítica que se dio más tarde.

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5.1.3. BERGSON Y LA ACCIÓN COMO IMPULSO CREADOR

En el ámbito francés se desarrolla una corriente de pensadores denominada


espiritualismo francés. Al mismo tiempo que critican las corrientes idealista y
positivista, postulan una orientación espiritual de y en la vida humana.
Destacamos entre ellos a Bergson, pues es el autor más significativo en el
orden ético. Aunque también tuvo gran relevancia Blondel con su obra La
acción, e igualmente merece consideración especial Marcel. Nos detenemos
en Bergson por ser un autor de gran significado en este contexto ético.

Nos consta la concepción moral de Bergson (1859-1914) a través de su libro


Las Dos Fuentes de la Moral y la Religión (1932). En él el filósofo francés
aporta una alternativa a la moral vigente, que califica de moral cerrada.

Veamos primero en que consiste la moral cerrada: es la moral centrada en la


serie de normas y obligaciones que la sociedad impone a los individuos y
que estos siguen espontáneamente, por costumbre, sin reflexionar. Dicha
moral es estática, inmóvil, no pretende evolucionar, sino sólo defender los
intereses de su reducido ámbito (una ciudad, una sociedad).

Bergson nos invita a superar la moral de la obligación a


través de una moral de la aspiración, en la que el individuo
no se contente con seguir por conformismo un sistema de
prescripciones cerrado, determinado por la sociedad, sino que
se sienta llamado a vivir en el anhelo, en el dinamismo hacia lo
mejor, en la propia y libre determinación hacia el bien de la
humanidad.

De la moral cerrada a la abierta, de la moral de la obligación a la de la


aspiración, de la moral estática a la dinámica…, en ese tránsito, se sigue el
impulso original de la vida.

El mismo impulso vital que ha creado la vida en sociedad, y se ha estancado


en ella, puede trascenderse, ir más lejos, hacia la humanidad, porque es
esencialmente un impulso dinámico y no estático. Este impulso creador,
que se identifica con la vida en sí misma, es la verdadera fuente de la
moral; no lo es, en cambio, la obligación que impone la sociedad para
perpetuarse sin ser transformada, ni tampoco la mera inteligencia, incapaz de
motivar la voluntad hacia la acción.

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Deontología y Antropología

La evolución de la humanidad es impulsada, según Bergson, por almas


privilegiadas, héroes o santos. Estos, expandiendo en torno suya vitalidad y
entusiasmo, se convierten para los demás seres humanos en una llamada, en
una fuerza de atracción, en un modelo a imitar. Y ello porque despiertan en
nuestro interior el impulso vital –creador de una nueva moralidad- que todos
llevamos dentro.

De esta manera, con la teoría del impulso vital y la moral abierta y creadora
de nuevos horizontes para la humanidad, se reivindican de nuevo las
aspiraciones legítimas como la forma más adecuada para el progreso
moral. Se incentivan así unos máximos morales de orden universal, pero que
se postulan como orientación fundamental en la vida.

La figura de Bergson tuvo gran relevancia en un momento en que el


subjetivismo de todo tipo invadía la mayor parte del pensamiento, en el orden
moral.

Supuso una apertura de miras, un nuevo horizonte para la ética. Se inició así,
la reivindicación de una ética objetiva, una ética de máximos, centrada en
logros vitales para la humanidad. Una mirada positiva al hombre y a sus
posibilidades morales es lo que supuso la ética de Bergson.

5.1.4. JEAN PAUL SARTRE Y LA LIBERTAD DEL EXISTIR


Sartre (1905-1980) como todo existencialista, se sitúa en ese subjetivismo
mordaz e hiriente, a veces, por el que la propia existencia desnuda se
convierte en todo y único referente de la vida humana.

El existencialismo de Sartre parte de un radical ateísmo, muy propio de


buenos sectores de pensadores del siglo XX, donde se consuma de forma
práctica la muerte de Dios. Para Sartre Dios no existe y hay que llevar esta
afirmación a sus últimas consecuencias.

Si no hay Dios, no hay fundamento de los valores –no hay valores-; no


existen ni un Bien ni un Mal exteriores a nosotros, ni tampoco normas o
principios que tengan objetividad y universalidad. Postular la existencia de
un orden trascendente que sirva como criterio de valoración, punto de
referencia de toda acción, es erróneo.

De aquí surge la sangrante forma de afirmar la libertad: No hay más que la


libertad que nos exige existir haciéndonos a nosotros mismos e inventando
nuestros propios valores. Queda sólo el hombre, libertad absoluta, como
fundamento de los valores. Cada individuo elige libremente, y al hacerlo
crea sus valores y determina sus propias normas de conducta.

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“La vida” no tiene un sentido a priori. Es a nosotros a quienes corresponde


darle sentido; el valor no es otra cosa que el sentido que cada uno elige.

Dado que no existen normas generales, aquello que determina el valor de


cada acto es el grado de libertad con que se efectúa, prescindiendo de
todo valor o norma establecidos. Así, el hombre no tiene más remedio que
mirarse a su propio ombligo y tirar hacia delante; sin otro referente para la
acción que la necesaria acción. De ahí la situación de angustia en el
irremediable ejercicio de libertad.

De este modo el hombre es responsable de sus actos sin otro referente


que él mismo. Por ello, viven los existencialistas el ser libres como una
condena. De otro modo, negar la libertad de acción (siempre angustiosa) es
ampararse en excusas, huir de la propia responsabilidad, engañarse
postulando unos condicionamientos determinados u obligaciones inexistentes
(sean éstas impuestas por Dios, por un rol social, por un partido político, etc.).

La moral, despojada de contenidos precisos, de valores


objetivamente fundados, halla su expresión únicamente en
la autonomía humana. El único deber consiste, pues, en
optar libremente y en ser responsable de los valores
individualmente elegidos.

Vemos el subjetivismo trágico que hay a la base del existencialismo; una


libertad sin contenidos, porque sí, sin referentes de ningún tipo sino el propio
yo en un existir dramático. Era el pensamiento que se generó tras la
postguerra europea; no tuvo otra trascendencia, ni tampoco otro significado.
Aunque se presentaba mordazmente crítico con toda forma de idealismo.

Otras versiones éticas relevantes, del s. XX, las hemos visto en temas
anteriores, como la corriente neopositivista, dentro de la tradición empirista
emotivista; o la ética discursiva, derivada del normativismo. Veremos más
adelante la ética material de los valores, de Scheler, en el capítulo dedicado a
la axiología.

12 Unidad 5.Éticas del S. XX. La ética aplicada.


Deontología y Antropología

5.2. EL PRINCIPIO DE RESPONSABILIDAD EN LA


ÉTICA

La palabra «responsabilidad» procede del campo jurídico y remite al voca-


blo latino respondere, con el que se quería significar la defensa de un caso
en un juicio o la justificación de una acción que ha sido puesta en entredicho.
Posteriormente, en el siglo XVlll, el concepto de responsabilidad se usa, en el
ámbito jurídico, para justificar que, cuando alguien ocasiona un perjuicio a
otro, debe asumir la reparación del daño o un equivalente fijado por las
leyes y el juez.

Pero también podemos hablar de una responsabilidad moral, que se dife-


rencia de la jurídica, ya que es un aspecto de la conciencia moral; el
hombre, en su acción moral, es responsable de sus actos y las
consecuencias de los mismos.

Así pues, ser moralmente responsable de una acción significa:

▪ Que quien actúa lo ha hecho con libertad, es decir, admitir que esa
acción podría no haberse realizado, o haberse realizado de otra
manera distinta. Se alude aquí al principio de la acción.

▪ Que quien actúa es capaz de responder de la acción realizada,


aduciendo las razones o motivos que le han impulsado a actuar de
esa forma concreta. Nos referimos en este caso a la acción misma.

▪ Asumir las consecuencias (el bien o el mal) que se deriven de la


acción realizada. El acento se pone aquí en el término de la acción.

La primera de estas condiciones es fundamental, pues no tiene sentido pedir


responsabilidad a alguien por una acción que ha realizado careciendo por
completo de libertad. La responsabilidad es como la otra cara de la
moneda de la libertad: solo somos responsables de lo que hacemos
libremente, pero de todo lo que hacemos con libertad. La responsabilidad
alcanza igualmente a la misma acción y al fin o las consecuencias de
ella.

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5.2.1. WEBER: CONVICCIÓN Y RESPONSABILIDAD

M. Weber (1864-1920) fue un pensador que introdujo esta distinción entre dos
posibles orientaciones morales. La ética de la convicción: actuar de acuerdo
con principios y valores moralmente buenos, pero desentendiéndose de
las posibles consecuencias de sus actos. Cuando estas consecuencias son
negativas, quien obra por pura convicción suele encontrar justificaciones que
se asocian a la rectitud de intención, y que lo eximen de responsabilidad.

Por el contrario, la ética de la responsabilidad pone todo el énfasis en las


consecuencias previsibles de una acción, dejando en segundo plano los
principios en los que se ha inspirado. Cuando una acción produce
consecuencias negativas, su autor asumirá toda la responsabilidad sobre
esas consecuencias, sin pretender descargar sobre otros o sobre la sociedad.

Weber entendió esta distinción como dos “tipos ideales”, es decir, dos for-
mas opuestas pero complementarias de orientarse al actuar moralmente.
Pero ni la ética de la convicción puede desentenderse del todo de las con-
secuencias de las acciones, ni la ética de la responsabilidad ignorar por
completo los principios y valores que nos mueven a actuar. Cuando alguien
solo actúa en función de principios suele incurrir en cierto rigorismo moral;
cuando alguien solo se fija en las consecuencias de sus actos, sin atender a
los principios, corre el peligro de obrar sin escrúpulos. Ambas vertientes de la
acción deben, pues, complementarse y corregir así los excesos.

Sin duda la asociación de la responsabilidad sólo a las consecuencias de la


acción es una visión bastante reducida de la misma. Weber tenía presente, no
obstante, la sociedad capitalista de su tiempo y la situación social que se
derivaba de una acción sin medir las consecuencias, de ahí su fijación en esta
problemática.

5.2.2. HANS JONAS: EL PRINCIPIO DE RESPONSABILIDAD

Hans Jonas (1903-1993) ha sido el autor que más ha puesto de relieve el


tema de la responsabilidad moral. Lo ha referido de una manera específica
a la problemática de las aplicaciones tecnológicas en nuestro mundo.

14 Unidad 5.Éticas del S. XX. La ética aplicada.


Deontología y Antropología

Es uno de los autores con mayor influencia en el ámbito de las éticas


aplicadas, y su libro El principio de responsabilidad: Ensayo de una ética
para la civilización tecnológica (ed. original, 1973, trad. cast. Ed, Herder,
Barcelona, 1975) constituye un referente inexcusable en el campo de las
éticas deontológicas; con repercusión en la bioética, la ética en relación a la
técnica o tecnoética y la ética y el medio ambiente o ética ecológica.

Jonas era judío, con gran sentido religioso, de nacionalidad alemana. Tuvo
que sufrir el exilio, primero a Inglaterra y luego a Israel, Canadá, y Estados
Unidos.

En el ámbito del pensamiento, había sido discípulo de Husserl y de


Heidegger. Posteriormente, se dedicó al estudio de la filosofía gnóstica. Su
tesis doctoral versó sobre San Agustín y el problema paulino de la libertad.
Tuvo una gran influencia en Hanna Arendt.

Sus reflexiones se centran fundamentalmente en la crisis de la modernidad.


Jonas consideraba que el pensamiento moderno, heredero de la ilustración,
fue el origen del totalitarismo tecnológico posterior.

Su reflexión sobre la responsabilidad no puede entenderse sin la experiencia


del holocausto: su madre murió en Auschwitz y él fue voluntario en la Brigada
Judía del ejército británico en la segunda guerra mundial.

La ética de Jonas arranca de un hecho: el hombre es el único ser que


tiene responsabilidad. Se constata en la posibilidad de elegir consciente y
libremente entre varias opciones; esa elección tiene consecuencias. La
responsabilidad, entonces, es la otra cara de la moneda de la libertad. O bien,
como él mismo afirma: la responsabilidad es la carga de la libertad. La
responsabilidad supone un deber, una exigencia moral; ha sido relevante en
todo el pensamiento de Occidente, pero en la actualidad es de suma
trascendencia, pues dados los avances tecnológicos, ha de situarse a la
altura de las posibilidades de realización que posee el hombre.

En la ética de Jonas hay un ingrediente imperativo, deontológico, pero no


conviene olvidar que parte de una perspectiva prudencial, al modo
aristotélico.

Unidad 5. Éticas del S. XX. Hacia la Ética Aplicada. 15


Formación Abierta

Su imperativo es provocado por las nuevas condiciones de vida a la


expectativa de la amenaza tecnológica. Para Jonas, la responsabilidad
moral arranca de una constatación fáctica: la vulnerabilidad de la naturaleza
en la era de la técnica; parte también de un a priori kantiano de respeto a
todas las formas de vida.

La ciencia y las aplicaciones tecnológicas han modificado profundamente las


relaciones entre hombre-mundo. Hoy la naturaleza es débil y está
amenazada. El hombre tiene, pues, el deber moral de protegerla y ese
deber aumenta en la medida que sabemos lo fácil que es destruir la vida. La
ética hoy debe tener en cuenta las condiciones globales de la vida humana y
de la misma supervivencia de las especies.

La idea fundamental sobre la que se sustenta la ética de Jonas


es la experiencia de la vulnerabilidad. Las generaciones
actuales tienen la obligación moral de hacer posible la
continuidad de la vida y la supervivencia de las generaciones
futuras. Ese deber es explicitado como imperativo
categórico.

En el capitulo V de su texto, que lleva por título "Viejos y


nuevos imperativos", considera que el imperativo ético
contemporáneo debe ser: “Obra de tal manera que los
efectos de tu acción sean compatibles con la permanencia de
una vida humana auténtica sobre la tierra”.

Este imperativo puede expresarse también negativamente: “Obra de tal


manera que los efectos de tu acción no sean destructivos para la futura
posibilidad de esta vida”.

Más sencillamente puede formularse del siguiente modo: “No pongas en


peligro las condiciones de la continuidad indefinida de la humanidad en la
tierra”. También se puede formular positivamente: “Incluye en tu elección
presente, como objeto también de tu querer, la futura integridad del hombre”.

Se trata, en definitiva, de formulas diversas para un mismo imperativo de la


responsabilidad. En el sentido incluso más etimológico, se trata de
"responder" al poder tecnológico.

16 Unidad 5.Éticas del S. XX. La ética aplicada.


Deontología y Antropología

El imperativo ético que propone Jonas (para escándalo de ilustrados) arranca


del miedo o, por usar sus palabras, de la "heurística del temor" -respeto
mezclado con miedo- Es el miedo a las consecuencias irreversibles del
progreso (manipulación genética, destrucción del habitat), lo que nos obliga a
actuar imperativamente. El motor que nos impulsa a obrar es la amenaza que
pende sobre la vida futura.

Pero, y eso es lo más importante, quiere ser una "ética del futuro", lo que
no quiere decir una ética "en" el futuro, concebida para que algún día la lleven
a cabo nuestros descendientes, sino una ética que -desde hoy- se preocupa
por el futuro y trata de protegerlo. Mañana puede ser tarde y los optimistas
-o los utópicos- tal vez no se dan cuenta.

Quizá se ha tachado a Jonas de cierto pesimismo; pero dada la situación


que vivimos, y las amenazas que nos circundan, quizá habría que decir que
se trata de un autor realista.

Evidentemente, la ética, que cuenta siempre con las libertades humanas, ha


de ir saliendo al paso de esas libertades; se cumple de nuevo aquel proverbio
por el que se afirmaba que el hombre es al mismo tiempo “padre e hijo de
sus obras”. Esto es válido en el contexto individual, pero también en el social.
Jonas, partiendo de la constatación del contexto social, reclama el principio
de responsabilidad, situado siempre en el contexto individual, que es de
donde puede partir la solución, pues las acciones, la responsabilidad de las
mismas, es siempre objeto de la libertad humana, de las libertades de los
hombres, y de los hombres concretos de un momento histórico determinado.
Jonas abre los ojos este momento nuestro.

Unidad 5. Éticas del S. XX. Hacia la Ética Aplicada. 17


Formación Abierta

5.3. OTRAS ÉTICAS EMERGENTES EN EL SIGLO

Además de las corrientes éticas señaladas, han sido muy variadas las formas
éticas que se han ido desarrollando durante las últimas décadas del siglo XX
y que siguen vigentes en la actualidad. Nos referiremos brevemente a
algunas de más relevancia en el ámbito social, como por ejemplo las
llamadas éticas procedimentales, como la ética de la justicia de Rawls y
la ética discursiva de Apel y Habermas. En otro terreno, con prevalencia de
la condición ética individual, nos encontramos con la ética de la virtud de
MacIntyre, que entroncando con la ética clásica se ofrece como contrapunto
a las anteriores.

Las éticas procedimentales surgen a mediados del siglo XX, en los años
setenta. Buscan un fundamento normativo de carácter universal, por lo que
puede decirse que son deontológicas, al modo kantiano, pero esa
normatividad no se inscribe en el ámbito individual sino que ha de
estipularse por diálogo y consenso entre los miembros de una sociedad o
un ámbito social, y desde procedimientos racionales.

La ética de la virtud surge como necesidad de restablecer los ámbitos


fundamentales de la moralidad en la reflexión ética. En definitiva, sin virtud,
sin práctica ética, ninguna teoría ni consenso ni procedimiento puede ser
propiamente moral. Es lo que trató de poner de relieve MacIntyre.

5.3.1. JOHN RAWLS Y EL PRINCIPIO DE LA JUSTICIA

J. Rawls (1921-2002) se considera un referente para la filosofía moral y


política de las últimas décadas del siglo XX. Fue espectador de situaciones
convulsivas, como las que sucedieron en torno a la segunda guerra mundial;
lo que motivo sus reflexiones en torno a la vigencia de la justicia. Trató de
recomponer la filosofía política aunando los conceptos de libertad e
igualdad, bajo el la noción de Justicia como equidad; título de una de sus
obras más relevantes. Este concepto lo propone tanto como referente de
filosofía política como de moralidad; considerando que se puede llegar,
mediante un consenso, a principios de justicia que regulen la acción moral y
política y dirijan las instituciones.

Su obra sobre Liberalismo Político lo sitúa en un contexto de liberalismo


político, pero con la base del concepto de justicia como referente de
moralidad y, al mismo tiempo, de acción política.

18 Unidad 5.Éticas del S. XX. La ética aplicada.


Deontología y Antropología

A través del concepto de “justicia como equidad”, encuentra el fundamento


moral que aúna lo circunstancial y concreto, al modo de Hume, y lo
universal racional, al modo kantiano; todo ello, a través del consenso social.

En esta obra desarrolla algunos conceptos importantes: la “posición


original”, como la situación ideal de imparcialidad de los ciudadanos, que
sirve de referente al diálogo; va unido al de “velo de ignorancia”, sobre las
situaciones propias que los miembros del diálogo vayan a tener, condición de
la imparcialidad. Otros conceptos importantes son: “el equilibrio reflexivo”
entre la posición individual y la social; “la razón pública” como estatus de
universalidad para la ética, para la justicia social; el “consenso
entrecruzado” o procedimiento para la realización de la justicia social entre
varias culturas o religiones.

Sobre todos ellos, hay que presentar la noción de “Igualdad de la Libertad”


como referente último de la justicia como equidad. Estos conceptos no
significan que se anule la diferencia entre los ciudadanos que, por otra parte,
es un hecho natural que debemos asumir; pero se asumirá el “principio de
diferencia” si se asocia al de compensación y al de igualdad de
oportunidades.

Según Rawls, la noción de “justicia como equidad” servirá como modelo


que supere al mismo tiempo el utilitarismo y el liberalismo.

Es de notar la importancia que van a tener los ámbitos sociales, decisionales,


procedimentales, para el perfilamiento de la justicia; y el perfilamiento de la
justicia para la fundamentación ética. Ello muestra la interrelación entre
ética y política en los ámbitos de reflexión moral en las últimas décadas
del siglo XX.

5.3.2. KARL OTTO APEL Y JÜRGEN HABERMAS: ÉTICA


DIALÓGICA

Estos autores, así como las direcciones éticas que presentan, son
depositarios de algunas corrientes de pensamiento y movimientos sociales
que fueron desarrollándose a lo largo del siglo XX, como la hermenéutica, la
analítica del lenguaje, las reivindicaciones sociales de la escuela de Frankfurt,
la preeminencia del “discurso dialógico”.

En el ámbito de la ética asumen indistintamente la “ética discursiva” o


“ética dialógica”. En cualquier caso, se trata de una ética procedimental,
donde la decisión humana es el referente fundamental.

Unidad 5. Éticas del S. XX. Hacia la Ética Aplicada. 19


Formación Abierta

O. Apel

Acreedor de las influencias señaladas, se decantará poco a poco por una


“teoría de la acción comunicativa” o una “ética del discurso”. Considera
que la acción moral tiene unas bases normativas de carácter universal, al
modo kantiano, pero es en el ámbito lingüístico donde se esclarecen y
dilucidan.

Desarrollará junto a Habermas esta ética de la comunicación, si bien, en


parte, se distanciará de él, dejando más de lado el elemento trascendental
kantiano y orientándose hacia una posición más empírica y social. Le
sirve de base el análisis de las comunidades ideales o utópicas y las
comunidades reales, situadas en contextos sociales determinados donde
puede llevarse a cabo la acción comunicativa.

Jürgen Haberlas

Fue uno de los teóricos de la Escuela de Frankfurt, junto a Adorno y


Horkeimer, de inspiración marxista, aunque no cifrada tanto en el ámbito
social y laboral como en el intelectual; en la crítica a una sociedad
instrumentalizada tecnológicamente. En este contexto el discurso crítico
tendría gran relevancia social. Así es como llegó a concebir que “la ética
dialógica”, la ética del consenso social, contribuiría a superar los
efectos y conflictos de “la razón instrumental” en la que ha derivado la
sociedad tecnócrata moderna.

Con el tiempo se unirá a Apel, y entre ambos sentarán las bases de “la ética
discursiva o dialógica”. En esta ética se considera base del procedimiento
“la situación ideal de habla”, aquella en la que deberían encontrarse los
miembros afectados por una determinada norma. Así, la base de la ética en
la sociedad actual, será la argumentación racional sobre la validez de las
normas, donde tiene su función el diálogo. Así, un diálogo con sentido
sería aquel que, sobre la base de la racionalidad, busca la corrección de
la norma moral.

El fundamento de la ética dialógica se sustentaría, por un lado, en los


interlocutores válidos: los miembros de una sociedad que son capaces de
comunicarse y argumentar en torno a sus intereses; por otro lado, en las
condiciones del discurso, es decir, las reglas o condiciones de simetría
entre los componentes del discurso.

Además señala dos principios para la regulación del propio diálogo:

20 Unidad 5.Éticas del S. XX. La ética aplicada.


Deontología y Antropología

▪ El principio de universalización: «Una norma será válida cuando


todos los afectados por ella puedan aceptar libremente las
consecuencias y efectos secundarios que se seguirían,
previsiblemente, de su cumplimiento general para la satisfacción de
los intereses de cada uno».

▪ El principio de la ética del discurso: «Solo pueden pretender


validez las normas que encuentran (o podrían encontrar) aceptación
por parte de todos los afectados, como participantes en un discurso
práctico» (J. Habermas, Conciencia moral y acción comunicativa).

Habermas es consciente de que se está refiriendo a una “situación ideal de


habla”, a un “discurso ideal”, pero considera que es la aspiración que hay
que perseguir.

Últimamente, ha presentado algunas revisiones a su teoría de la acción


comunicativa, en orden a configurar las bases de una democracia
deliberativa en un Estado de derecho. Indagando así los fundamentos de
una universalidad para la acción, con los Derechos Humanos como base de
referencia.

Adela Cortina, en España, ha sido seguidora de la ética discursiva de


Apel y Habermas, aportando una nueva distinción entre los mínimos
morales, condiciones de moralidad referentes a principios y normas básicas,
y cuya referencia universal estaría en los Derechos Humanos, y máximos
morales orientados a la consecución de fines más altos. Adela Cortina ha
visto también los límites de la ética discursiva, el idealismo en que puede
caer si no va acompañada de la virtud y una adecuada valoración moral. Así
pues complementa la ética discursiva, con la referencia a valores y
consecución de virtudes. Recoge esta versión más amplia en su última obra
La razón cordial, en el año 2007.

Es evidente que en la ética discursiva prevalece el factor social, la


intervención de los interlocutores, la cuestión procedimental a la hora de
señalar la norma ética que vayamos asumir. Pero no podemos remitir el
fundamento moral al consenso, ni tampoco al consenso de la mayoría. Ha
habido a lo largo de la historia muchos consensos mayoritarios que han
contravenido principios morales fundamentales. Propiamente, la Declaración
de Derechos Humanos tiene su razón de ser en evitar que puedan admitirse
ese tipo de “consensos” en contra de la dignidad humana, base de los
mismos.

Unidad 5. Éticas del S. XX. Hacia la Ética Aplicada. 21


Formación Abierta

La ética sólo puede fundamentarse sólidamente sobre principios


indiscutibles, no sobre consensos revisables –esto puede ser aceptable en
determinados procedimientos políticos o económicos o de marketing, etc.-
pero no sobre principios morales. Estos han de ser descubiertos, no
postulados según intereses. Podrá ocurrir que los intereses coincidan con
los principios; pero esto no convierte los intereses en principios, o que se
“descubran” por argumentación, pero esto no significa que se “deduzcan” de
la argumentación. Los principios morales no pueden ser efecto de
subjetividades particulares o de estrategias políticas, económicas,
científicas, mercantiles, o del tipo que sea. No, más bien deben presidir esas
estrategias o modos de proceder.

Del mismo modo podemos decir que la validez de esos principios morales
no está en su aprobación o desaprobación por la mayoría; no está en el
consenso. Éste puede y debe tener su lugar, su función, en otros ámbitos o
procedimientos sociales o políticos o económicos, pero no en cuestiones de
fundamentos morales.

Además, en la ética dialógica se considera que ha de haber previamente a


todo consenso la aceptación de normas básicas de conducta. Las
prevenciones que los autores señalados profieren, también van en la misma
dirección: que los implicados actúen con justicia (Rawls), que prescindan de
sus intereses en la argumentación (Apel), que se acerquen a la situación ideal
de habla (Habermas)... lo cual significa que los fundamentos éticos están
fuera del debate.

En definitiva, la ética no es resultado de consenso, procedimiento o


aplicación alguna, más bien debe presidir cualquier consenso,
procedimiento o aplicación. Esto no quita que en determinadas contextos
de aplicación se requiera el diálogo o el consenso, pero este será el medio de
descubrimiento y dilucidación de los principios morales y del modo adecuado
de proceder, no la creación de esos principios; menos si encierra, como
tantas veces, un proceso de manipulación o de consecución de intereses
latentes.

5.3.3. ALASDAIR MACINTYRE Y LA ÉTICA DE LA VIRTUD

La obra ética fundamental de MacIntyre, Tras la virtud, es exponente de una


posición distinta en la argumentación ética que se venía teniendo hacia
finales del siglo XX.

22 Unidad 5.Éticas del S. XX. La ética aplicada.


Deontología y Antropología

Ciertamente, frente a la ética discursiva de Apel y Habermas, MacIntyre


propone una ética de la virtud, más centrada en la versión tradicional de
la ética de bienes, fines y virtudes, siguiendo la línea aristotélica y tomista.

Señala este autor que la base de la ética no es la fundamentación normativa,


sino la adquisición de virtudes; la configuración del carácter moral es lo
definitivo y lo definitorio de la moralidad.

A este respecto, señala que los autores clásicos, Platón, Aristóteles, San
Agustín, Santo Tomás, ofrecen una ética más coherente y realista que las
éticas modernas. En este sentido, el título de su obra no es solo una
reivindicación de estas modalidades éticas, una narrativa de las mismas, sino
la consideración de que rastrear de nuevo el ámbito de la virtud e ir tras la
virtud sería la respuesta a múltiples dilemas de la ética actual, que lo son
porque falta la base fundamental: la configuración del carácter moral, la
adquisición de virtudes. Así pues, el centro de la moralidad consiste en una
práctica de la virtud, más que en la dilucidación de los deberes que la
preceden como ocurre en la ética deontológica, o en los fines o
consecuencias que la suceden, como en el utilitarismo.

La adquisición de hábitos virtuosos, la consecución de una vida buena, es la


clave de la moralidad. Esto no puede hacerse al margen de una determinada
comunidad. Por ello también, frente a la dirección universalista,
normativista, MacIntyre aboga por una versión comunitaria de la ética;
es en una determinada comunidad, y a través de un concreta educación,
como se adquiere el carácter moral.

Hay que señalar, que respecto de las direcciones éticas del siglo XX,
MacIntyre supone un contrapunto, abogando por una ética realista, que
vuelve a hacer hincapié en condiciones verdaderamente morales, y no tanto
en otras de orden procedimental, social o político o legal. Era necesario situar
la ética en contextos más propios y más amplios, y salir de versiones
legalistas o normativistas, que, por lo demás, no son las que ofrecen la
solución a los dilemas éticos actuales en ética aplicada. Ya será difícil atinar,
aun contando con la virtud, pero si falta ésta, no habrá consenso que la supla.

La ética de la virtud de MacIntyre se puede considerar como un renacer del


realismo ético. Otros autores y escuelas de pensamiento abogan por una
similar actitud. Es el caso de la ética axiológica, del personalismo ético.
Pero estos temas los desarrollaremos más tarde.

Unidad 5. Éticas del S. XX. Hacia la Ética Aplicada. 23


Deontología y Antropología

 RESUMEN

• Hemos visto en este tema, algunas de las doctrinas éticas que sostenían
pensadores de los siglos XIX y XX, respondiendo a la situación social que
se dio en Europa en esa época y, al menos en algún caso,
contraponiéndose al formalismo ético kantiano.

• Exponentes de aquella particular respuesta a la situación social de


Europa han sido los padres de las ideologías, Marx y Nietzsche, o los
también denominados “maestros de la sospecha”.

• Marx reivindicó la lucha de clases, la revolución del proletariado, la


abolición de la economía capitalista. Se serviría para ello del materialismo
dialéctico y de una praxis revolucionaria; con la pretensión de liberar al
proletariado de la opresión capitalista. Una ética, por tanto, en clave de
liberación social y económica. El resultado fue una dictadura de estado y
las consecuencias que vivió Europa en la primera mitad del siglo XX.

• Nietzsche fue el otro ideólogo de gran repercusión social. Su ética


definida como “moral de señores”, reivindica una transmutación de los
valores tradicionales, un seguir el instinto vital que emana de la tierra.
Ha de entenderse esta ética como una derivación de las cuatro bases de
su pensamiento: la muerte de Dios, el superhombre, la voluntad de poder
y el método genealógico.

• En contraposición a estas éticas de corte ideológico, se dio el


movimiento espiritualista francés. Uno de los autores representativos
fue Bergson y su consideración de la acción como impulso vital, creador.
La moral debe orientarse por las aspiraciones más altas, lo que la definirá
como una “moral abierta”, frente a la “moral cerrada” con que califica a
las éticas ceñidas a principios de deber.

Unidad 5. Éticas del S. XX. Hacia la Ética Aplicada. 25


Formación Abierta

• También se dio en Europa el movimiento existencialista, fruto de la


convulsiva situación de postguerra. Se caracteriza por una visión trágica
de la vida humana y un concepto de actuación moral, de ejercicio de
libertad, como una condena; ya que irremisiblemente hay que ejercerla
sin otro horizonte de sentido que el propio decidir. La angustia, incluso la
desesperación, es el resultado de una acción en el más radical ateismo y
en la total ausencia de sentido.

• En relación a contextos novedosos de ética aplicada, surgirán nuevas


versiones de pensamiento moral: “principio de responsabilidad” que
postulara en su día Hans Jonas, y que es de vigente actualidad ante las
aplicaciones tecnológicas de nuestros días. Las máximas kantianas
son transformadas ahora por imperativos que salen al paso de la
necesaria defensa de la naturaleza, del hombre, de la vida, en una
situación donde la técnica se ha hecho protagonista de las sociedades
modernas.

• También ofrecen estos ámbitos sociales y tecnológicos, una necesidad de


argumentación moral, así surge la ética discursiva o dialógica de Apel
y Habermas, que busca en el diálogo entre diversos colectivos, la
solución a determinados dilemas morales actuales.

• Contrapunto a esta dirección ética, sería la ética de la virtud de


MacIntyre, que pone el énfasis en la configuración del carácter moral, la
adquisición de virtudes, como base de la ética contemporánea. Otras
respuestas, situadas también en esta misma línea del realismo ético,
ofrecerán la ética axiológica o la ética personalista. Pero dejamos para
temas posteriores el ocuparnos de estos temas.

26 Unidad 5.Éticas del S. XX. La ética aplicada.


Deontología y Antropología

 REFERENCIAS

• C. MARX, Manifiesto del Partido Comunista (1848)


La ideología alemana (1864)

• F. NIETZSCHE, Más allá del bien y del mal (1886)


La genealogía de la moral (1887)

• E. BERGSON, Las dos fuentes de la moral y la religión (1932)

• J. P. SARTRE, El existencialismo es un humanismo (1945)

• H. JONAS, El principio de responsabilidad. (1995)


Técnica, medicina y ética: sobre la práctica del principio de
responsabilidad.

• K.O.APEL Teoría de la verdad y ética del discurso, (1991)

• J. HABERMAS Teoría de la acción comunicativa (1981)


Conciencia moral y acción comunicativa (1983)

Aclaraciones a la ética del discurso (2000)

Acción comunicativa y razón sin trascendencia (2004)

• A. MACINTYRE Tras La Virtud (1981)

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