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Rosenthal, Gela

El período de latencia En: Revista de Psicoanálisis. -- Vol. 32, no. 2 (1975). -- Buenos Aires : Asociación
Psicoanalítica Argentina, 1975. -- p. 349-412

El período de latencia *

Gela Rosenthal **

"La latencia sexual no puede provocar una completa Interrup ción de la vida sexual, salvo en
las organizaciones culturales que han inscripto en sus programas una represión de la sexua
lidad infantil. Esto no se da en la mayoría de los pueblos primitivos."

(Freud, S., nota al pie en "Un estudio autobiográfico".)

Introducción

En este trabajo deseo presentar una visión panorámica sobre el período de latencia y sus
características. Realizare un breve enfoque de los psicodinamismos en la latencia y enfatizaré
la importancia de la repre sión como mecanismo de defensa por excelencia en este período y
las vicisitudes de sus resultados, diferenciando lo que se considera represión útil (funcional) de
una represión patológica. Estudio el interjuego de los mecanismos de defensa y algunos
conflictos característicos. Tomo en cuenta también los vínculos interpersonales.
Además, abordo algunas aproximaciones al problema de la pato logía y su ubicación
nosológica. Mostraré características del proceso analítico propias de este período, para lo cual
presento fragmentos de dos historiales clínicos.

El concepto de latencia. Síntesis bibliográfica

Se considera a la latencia clásicamente como el período que se extiende desde la declinación


de la sexualidad infantil hasta los comien

Este trabajo, con pequeñas modificaciones, fue presentado en la Asociación Psicoanalitica


Argentina en marzo de 1974, para optar a la categoría de miembro titular de la Institución. Los
comentarletas fueron R. Grinberg ý c. J. Robles Gorriti, algunas de cuyas sugerencias y
observaciones se incluyen directamente o de manera reelaborada en la presente version.
Dirección: J. F. Segui 4517, 89 "C". Buenos Alres, Argentina.
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zos de la pubertad y que marca una detención de la evolución de la sexualidad.


. Se origina, según Freud 13, en la declinación del complejo de Edipo y se corresponde con
un incremento de la angustia de castración, resol viéndose con la concomitante
identificación con los padres, la instaura ción del Superyó y el desarrollo gradual
de la sublimación y la simbo lización.
Este período se caracterizaría por una disminución de las activi dades sexuales,
desgenitalización de las relaciones objetales y de los sen timientos (predomina
la ternura sobre los deseos genitales); aparecen sen saciones de pudor y
aspiraciones morales y estéticas. Las pautas sociales y culturales conjugan su
acción con la del Superyó, reforzando la latencia sexual.
La primera mención de este período que encontramos en la biblio grafía está en una carta
de Freud a Fliess 10, en la cual hace referencia a los períodos. (Lebensalter) y a
las épocas de transición (Uberganszeiten). Anticipa en esta carta el concepto de
período de latencia, término que to ma del propio Fliess: "Período de latencia
sexual”...
En 1905 Freud 11 describe el período de latencia señalando que en su transcurso "se
construyen las fuerzas mentales que más tarde impe dirán el curso del instinto
sexual y que, semejantes a diques, restringirán su curso (aversión, sentimientos
de vergüenza y demanda de ideales esté ticos y morales)". Agrega Freud que
estos diques que son tan importan tes para el crecimiento del individuo
civilizado emergen a costa de sus impulsos sexuales infantiles cuya energía es
disociada, totalmente o en gran parte, de su uso sexual hacia otros fines a
través del proceso de sublimación.
Posteriormente Freud establece una relación temporal y causal en tre el complejo de
Edipo, la intimidación sexual manifestada por la ame naza de castración, la
formación del Superyó y el advenimiento de la latencia.
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El período de latencia

El término "latente" etimológicamente significa "oculto", y fue to mado


del latín: Latens, latentes, participio activo de latere: "estar escon dido". Es falso
el sentido de "palpitante", "intenso" con que algunos em plean este vocablo 6.
En psicoanálisis el término "latente" fue tomado también para de
signar lo oculto en contraposición a lo evidente; por ejemplo, contenido latente y
manifiesto de los sueños.
Freud desarrolló una hipótesis con la que trató de vincular la onto genia
con la filogenia. Consideró que la irrupción de un período glacial en la historia del
ser humano se ve reproducida en la historia individual en el llamado período de
latencia.
. Pero esta hipótesis fue objeto de críticas 35 por quienes exigen de una
teoria evolucionista la verificación de conexiones más específicas entre los
distintos cambios.
Hemos señalado las características del periodo de latencia. No queda claro,
entonces, como una Edad de hielo, con sus condiciones cli máticas, escasez
alimentaria, etcétera, puede desencadenar justamente cambios psíquicos con
dichas características en el curso de la filogenia.
Pese a ello quedaron. imbricados ambos términos: "Jatencia" y
"glacial”, lo que imperceptiblemente indujo a una homologación equivoca en el
pensamiento analítico, fuente generadora de confusiones y contra dicciones en
el estudio y la investigación de la latencia.
Si consideramos la equiparación de Freud como una metáfora,
debemos limitar y precisar su extensión. El período glacial: redujo al ser humano
al mínimo vital para sobrevivir. En el niño latente se encuentra subyacente la
conflictiva edípica, y su Yo debe alcanzar un alto desarro llo para lograr un
adecuado equilibrio entre las exigencias de sus impul sos, el Superyó y el mundo
externo.
Estas consideraciones nos llevan a pensar, retomando el signifi cado
del término latente, que aquello que aparece como falso etimológica mente (es
decir "palpitante", "intenso"), psicoanalíticamente no lo es, y
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esto surge con claridad del material clínico y de las investigaciones de distintos autores que han
estudiado este tema.
El papel de la cultura es enfatizado también por Lagache 24, que la señala como
determinante de la disminución del incremento pulsional. Ex presa este autor
que dadas las bases (hasta los 5 años) de la organización individual, las
tendencias futuras se dirigen a la organización de la especie. Fracasan las
tendencias asociales (incestuosas) y se hace el pasaje al período de latencia,
que representa una dilación de las pulsiones sexua les directas, que
reaparecen en la pubertad.
Fenichel? también reitera la disminución en número e intensidad de las manifestaciones
sexuales directas en la Jatencia y señala que de tiempo en tiempo una
fragmentaria manifestación de sexualidad evade la sublimación y que alguna
actividad sexual persiste durante todo el perío do de latencia, aludiendo a la
masturbación.
A. Freud 8 coincide con las características señaladas por S. Freud para el período de
latencia y describe su significado para el desarrollo del Yo. Este asume la
superioridad dirigiendo las acciones del niño. El Yo establece el principio de
realidad y efectúa la primera adaptación real a las exigencias del mundo
externo.
Algunas funciones yoicas ya están desarrolladas y diferenciadas antes de la latencia, por
ejemplo, el control instintivo, la prueba de la realidad y la capacidad de
síntesis, siendo estas funciones prerrequisitos para el advenimiento de la
latencia. ... Melanie Klein 21 caracteriza a este período por la limitación de la
vida imaginativa provocada por la represión y señala que la latencia no lo es
sólo respecto de la sexualidad sino también en relación a los temores
persecutorios, vinculados ambos con la lucha contra la masturbación..
Berta Bornstein 3 describe el período de latencia como una etapa de equilibrio precario
entre fuerzas opuestas (instintos y Superyó). Este equilibrio se establece con
la disolución del complejo de Edipo, en favor de la represión y en alianza con
los aspectos más benignos, desexualiza dos, de los padres internos, con
quienes la identificación toma el lugar
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El período de latencla

del amor objetal. Señala la severidad del Superyó en su evaluación de los


deseos incestuosos, severidad expresada en la lucha contra la mas turbación.
Para Meltzer 26, "la latencia es la época de consolidación de lo 10 grado en el
fortalecimiento del Yo, preparándolo por dentro y por fuera para el cambio de la
adolescencia. Este término no refleja del todo la urgencia con que tienen lugar
estas preparaciones internas en el niño rela tivamente sano y sólo traduce el
alivio y quietud superficial de los pacien tes gravemente obsesivos que se
esfuerzan por mantener todo un estado de equilibrio congelado y que han
perdido el empuje para madurar". El autor considera además que la represión
sola no es suficiente para man tener el equilibrio de las fuerzas opuestas
descriptas por Freud y que ésta debe ser reforzada por diversos artificios, siendo
los más importantes los mecanismos obsesivos.

Psicodinamismos de la latencia

Como consecuencia de la declinación del complejo de Edipo, se produce


en el niño latente una estructuración peculiar del aparato psí quico, entre cuyas
instancias tiende a consolidarse un vínculo específico. Habremos de estudiar a
continuación, apoyados en las ideas de Lagache 23, los vínculos inter e
intrasistémicos en la estructura del aparato psíquico como totalidad. Cada
estructura posee subestructuras articuladas entre sí, al mismo tiempo que dichas
estructuras se interrelacionan..
Con respecto al Superyó, podemos discriminar dos aspectos, el Superyó
propiamente dicho y el Ideal del Yo. El par Superyo-Ideal del Yo es el regulador
de los sentimientos de autoestima. Mientras que al Superyó corresponde la
función de autoevaluación, de autoobservación, al Ideal del Yo pertenecen los
aspectos de protección, y sobre todo los valores que orientan la actividad del Yo.
En el período de latencia se atemperan las exigencias y los castigos
provenientes del Superyo tem
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prano a favor de una identificación con los aspectos más benignos de las
imagos parentales, que se transforman entonces en valores e ideales que
comienzan a regir la actividad del sujeto. Ello es consecuencia de la declinación
del complejo de Edipo y la consiguiente atenuación de los conflictos entre el
Superyó y los impulsos. Esta reestructuración en la organización del Superyó es
concomitante con una reorganización de las otras instancias psíquicas,
reorganización que comienza como un "pre cario equilibrio" que se va
consolidando paulatinamente.
- El Superyó de la latencia contiene un mandato distinto al de los períodos previos, porque
implica un reconocimiento del Self como tota lidad, y no en términos parciales
(oral, anal). Esta razón es una de las que explica por qué es experimentado
como un objeto extraño en el Self. A ello debemos agregar que la prohibición
que contiene se refiere a una conducta realmente irrealizable por el niño, que no
posee la maduración biológica suficiente.
Este proceso de consolidación progresiva incluye también al Ello, concebido como una
estructura disposicional, a partir de la cual surgirán las distintas tendencias a la
manifestación en conductas, tendencias que son inconscientes y que pueden
quedar coartadas en su desarrollo. En esta estructura disposicional el carácter
básico está dado por el interjuego entre las tendencias a la organización de
estructuras de complejidad cre ciente (Eros) y las tendencias a la
desorganización y la vuelta a lo ina nimado (Tánatos). Los distintos impulsos
parciales (oral, anal, fálico-ure tral) se expresan en cada uno de estos sectores
en conflicto, circunstancia que se observa en la latencia a través del desarrollo
de disposiciones per sonales en áreas relacionadas con el aprendizaje, la
sublimación, la mani festación de intereses y capacidades, o bien, por el
contrario, por su limi tación excesiva
Pasemos ahora al análisis del Yo como estructura, área en la cual se dan las mayores
modificaciones en el curso de la latencia. En efecto, el establecimiento de los
controles obsesivos determina un fortalecimien to en la capacidad para
discriminar, cuando estos controles son adaptati
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El período de latencia

vos 16, 17, entre diferentes espacios, diferentes tiempos y, en consecuencia,


entre el Self y el otro. .. Por otra parte, la regulación de la propia ansiedad se
vuelve rela tivamente más fácil por el enriquecimiento de las capacidades yoicas
para enfrentarla, y por la existencia de un mayor repertorio de respuestas dis
ponibles para afrontar las distintas circunstancias.
Los controles obsesivos implican también, en el caso de tratarse de
mecanismos adaptativos, el establecimiento de la capacidad para una actividad
motriz cada vez más refinada, circunstancia que se pone de ma nifiesto, por
ejemplo, en las posibilidades de escritura. En el área de la percepción, los
controles de tipo obsesivo permiten la clasificación de los signos según ciertas
cualidades, así como su diferenciación según rasgos divergentes. Tal
circunstancia es lo que posibilita el desarrollo de la lec tura. A ello habría que
agregar una cierta capacidad para la disociación instrumental de las emociones,
para la utilización del pensamiento con una demora de la acción, etcétera.
En relación con el establecimiento de una motricidad cada vez más
refinada, E. B. Kaplan 19 destaca que en la latencia temprana existe en el niño,
además, un goce con la actividad motora. Estas actividades motoras le permiten
protegerse de fantasias masturbatorias e incestuosas al mismo tiempo que le
ofrecen gratificaciones libidinales y agresivas. A ello ha bría que agregar que la
motricidad permite el incremento de la capaci dad para hacer pruebas de
realidad, con lo cual el aprendizaje por la experiencia tiene mayores
posibilidades. Este aprendizaje puede tener un apoyo. en una memoria que está
unida progresivamente a una repre
sión funcional, en la medida en que en los conflictos motivados por el
complejo de Edipo pueden ser abordados sin deterioro para el Yo..
La importancia de los mecanismos obsesivos en este período se
detecta también a través de la frecuencia con que los latentes realizan jue gos
donde existen secretos y escondites, como equivalentes del refugio en la parte
"de atrás", es decir aquello que queda oculto por el propio cuerpo a la mirada
del otro, tal como ocurre con la región anal. El colec
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cionar también es una manifestación equivalente. Implica mantener guar


dados, controlados, ciertos tesoros.
Ahora bien, hasta aquí me he referido a cada estructura con cierta independencia de las
demás con una finalidad descriptiva y de esquema tización. Sin embargo, estas
estructuras (Superyó, Ello, Yo) se encuentran intimamente interrelacionadas.
Esto determina la existencia de dinamis mos interestructurales. Merecen
especial atención las relaciones entre el Superyó y el Yo. Según la escuela
americana, es en este período que el Superyo se establece como estructura del
aparato psíquico. Las ideas klei nianas 20, sin embargo, suponen la existencia
de un Superyó temprano, concepto que, en la escuela americana, puede
corresponder hasta cierto punto al de precursores del Superyó. De todas
maneras, es evidente que el Superyó de la latencia posee características
cualitativamente distintas del Superyó descripto por Melanie Klein para el
período más temprano de la vida. En efecto, el Superyó de la latencia surge
luego del desarrollo de las etapas libidinosas anal y fálica, mientras que el
Superyó temprano es predominantemente de características orales. Por lo tanto,
el Superyó de la latencia implica la 'noción de la diferencia de sexos (pene-no
pene) y la consiguiente amenaza de castración.
Este Superyó que contiene de una manera definida los componentes heredados del
conflicto edipico tardío, es experimentado por el Yo como un objeto extraño en
el comienzo de la latencia. En efecto, las órdenes (predominantemente
verbales) provenientes del mismo pueden ser vividas como no pertenecientes al
propio Self y progresivamente, por un interjuego de identificaciones con los
objetos contenidos en esta instancia, el Yo comienza a experimentar como
natural su inclusión dentro del aparato psíquico.
Por otra parte, es en este período en el cual los sistemas de nor mas y valores,
propios del Ideal del Yo, adquieren una cierta consolida ción. Estas normas y
valores pueden ser experimentados también por el
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El período de latencia
.
Yo como.exigencias excesivas y, por lo tanto, la autoestima queda dismi
nuida en comparación con las metas que el Yo no puede alcanzar.
A partir de este período comienzan a hacerse más notables los
conflictos con respecto a la autoestima en la medida en que, una vez
internalizado el Ideal del Yo posterior al complejo de Edipo tardío, surgen
distintos mecanismos yoicos para regular su relación con esta instancia.
Cuando las defensas obsesivas, características de este período, no alcan zan
para este proceso de regulación de la autoestima, el Yo puede recu rrir a
mecanismos maníacos y, en último extremo, a las conductas psico páticas, con
una inversión sistemática de la situación en la cual el latente hace víctima a otro
de aquellas situaciones en las que él fue objeto del sadismo de otros (real o
fantaseado), con lo cual, según sus fantasías, realiza sólo un acto de justicia.
Los sentimientos de culpa, propios de la relación entre el Yo y el
Superyó, pueden determinar, en cierto momento, la emergencia de autorre
proches motivados por la ambivalencia con respecto a determinados ob jetos,
como es característico de la incorporación oral canibalista. Una de las defensas
habituales en la latencia es la de la proyección de la culpa, con lo cual el niño
se identifica con el Superyo criticando al Yo externa lizado en otras personas.
'Las relaciones entre el Yo y el Ello, mediadas a través del Superyó,
adquieren nuevas características, en la medida en que la motricidad, tal como
se ha señalado, permite el despliegue de conductas para obtener
gratificaciones sustitutivas en reemplazo de las tendencias incestuosas del
período previo. Sin embargo, una excesiva atracción por parte de lo in
consciente con respecto a las representaciones, atracción motivada por lo que
Freud denominó Tánatos, puede impedir la estructuración de orga nizaciones
de complejidad creciente dentro del aparato psíquico. Por el contrario, una
fuerte tendencia a la integración resulta un indicio del pre dominio de las
pulsiones libidinales.
i “En relación con el Superyó y con el Ello, uno de los mecanismos de
defensa obsesivos yoicos característicos es el de la formación reactiva,
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que ha sido descripto como la defensa maníaca del sistema obsesivo, co mo una inversión con
respecto a los impulsos que realmente se desean manifestar......
...... . ....... . .. . Pero es la represión el mecanismo por excelencia en este
período. Como se trata de un tema especialmente importante, prefiero
destacarlo en un apartado independiente.

Represión

Aunque la noción de represión ha sufrido variaciones dentro del pensamiento freudiano (a


veces Freud la equiparó a las defensas en ge neral), elijo, entre las definiciones
posibles 25, la que me parece más es tricta y, además, pertinente. La represión
es el mecanismo por el cual el Yo trata de remitir o de mantener en el
inconsciente representaciones (pensamientos, imágenes,' recuerdos) ligadas a
una pulsión, que en general está constituida por un aspecto representacional y
por otro afectivo. Freud 12 agrega que el aspecto afectivo de la pulsión motiva la
represión y el aspecto representacional es el que la sufre. Para Freud "la
represión, cuya fijación ha hecho posible el psicoanálisis, necesita como
condición indispensable un cierto proceso por el cual el placer, producto de la
satis facción del instinto, queda transformado en displacer", "Despertaría, pues,
placer en un lugar y displacer en otro". "Recordemos que el motivo y la intención
de la represión era evitar el displacer. De ello se deduce que el destino del
montante de afecto de la represión es mucho más importante que la idea,
circunstancia decisiva para nuestra concepción del acto re presivo". Pero "la
represión es un proceso que recae sobre representantes y se desarrolla en la
frontera entre los esquemas Inc. y Cc. (Prec.)".
Al hablar de latencia debemos pasar indefectiblemente por el con cepto de represión, cuya
clarificación satisfactoria, por lo tanto, no po demos dejar a un lado. El período
de latencia coincide con la etapa de
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escolaridad y aprendizaje, de modo que una buena latencia será la que facilite
el mismo. Tradicionalmente se da por sentado que el niño habrá realizado "una
represión exitosa".
La redefinición del uso del término represión referido a la latencia es un
requisito fundamental para sistematizar y conocer los dinamismos psíquicos de
este período del desarrollo. Comencemos señalando que es necesario diferenciar
entre la acción de un mecanismo y el éxito del mis mo. En efecto, una cosa es
que predominen mecanismos de represión y otra muy distinta es que la represión
sea exitosa. La represión es el me canismo característico de la latencia y
parecería determinar la amnesia infantil de los años previos a la declinación del
complejo de Edipo. Sin embargo, a pesar de ser su mecanismo más específico,
los demás me canismos operan en mayor o menor grado. En los casos en que
existen fuertes fijaciones en períodos previos, la acción de la represión fracasa
con relativa frecuencia y en su lugar pueden surgir mecanismos de los estadios
más tempranos, de carácter anal u oral. Estos remanentes de. períodos previos
son una constante y ocurren en los casos en que la represión funciona
normalmente, pero adquieren primacia cuando las fijaciones en periodos previos
son muy intensas. :. Además de estas fallas en la represión por ser este
mecanismo muy débil en los casos que acabamos de mencionar, puede darse el
extremo opuesto, cuando la represión opera masivamente, lo que da lugar a
cuadros de inhibición.
Una represión exitosa implica no la imposibilidad de las manifesta
ciones de la instintividad. La instintividad sigue estando vigente, puesto que la
represión no opera sobre el impulso sino sobre su representante, y sobre todo
sobre sus representantes directos, propios de la situación edípica. Existen
numerosos representantes del impulso que se mantienen fuera del campo de la
represión, y ello ocurre sobre todo en aquellos casos en que la represión,
siendo exitosa, facilita las posibilidades de simbolización. .
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La represión es un mecanismo yoico relacionado con las condi ciones y la habilidad para
contener el impulso a la realización inmediata del deseo *.
Partiendo del pasaje del objeto originario del deseo al objeto sus titutivo por los mecanismos de
distribución, se suceden nuevos pasajes que enriquecen al mundo objetal. Esta es la clave de
la simbolización que permite al niño repetir una y mil veces la fantasía del deseo al mismo
tiempo que lo aleja y protege de la realización incestuosa con el objeto original y sin tener que
renunciar a la realización simbólica de estos deseos con los objetos sustitutivos.
Los deseos buscan subrogados del objeto primario y formas para vehiculizarse a través de, por
ejemplo, fantasias diurnas, actividades y masturbación, en condiciones de seguridad frente al
Superyó.
Este conocido proceso de la simbolización es precisamente la base de la llamada represión
exitosa o evolutiva en la latencia. Justificarla ser llamada represión porque busca evitar realizar
el acto sexual pro piamente dicho, ya que es conocida la patología que se desencadena en un
latente cuando esto no se da.
La simbolización reaviva todo el desarrollo de la personalidad (motora, plástica, etcétera), y
cuando más rico es el desarrollo, más fór mulas tiene el niño para realizar, en la fantasía
diurna, sus deseos, an. gustias y defensas. Se basa en el complejo de Edipo y los medios que
utiliza están relacionados con todas las fases de la libido y las zonas erogenas.
Señalaremos así el período de latencia como una fase clave en el desarrollo de la
personalidad, por corresponder este período a la inmensa tarea del desarrollo pleno de la
simbolización, con la ejercitación de todas las capacidades intelectual, motora, emocional,
etcétera). Entre

. Comentando estas ideas, R. Grinberg señaló, siguiendo a diferentes autores, que la represión,
en su
funcionamiento normal, preserva de la psicosis al permitir organizar la memoria. Tal como lo
plantea Abraham, parecería ser que es el establecimiento de los mecanismos obses/vos en la
fase anal se cundarla el que adquiere tal carácter de preservador. Podrla concebirse que la
represión funcional sólo puede asentarse sobre el establecimiento de mecanismos igualmente
funcionales de control y que esta articulación entre ambos sistemas se logra habitualmente
durante la latencia.
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El período de latencia

los remanentes de períodos previos sobre los cuales se instala la re presión


podemos destacar las características de un tipo de disociación descripta por R.
Zak de Goldstein 37: “Se estructura un mundo espiritual, bondadoso,
alimentador, bajo la primacía oral y el control. con severos mecanismos
obsesivos, donde no existe o se evita la analidad, la sexua lidad y los impulsos
agresivos que quedan adscriptos al otro mundo, poblado por objetos de la
sexualidad y la agresividad a todos los nive les, mundo carnal, material, sexual,
excitante, deseado y temido y deni grado como conjunto".
Esto genera la angustia latente de los latentes: el temor a que se
mezclen y contaminen ambos mundos. Los mecanismos obsesivos vienen en
auxilio de este proceso de disociación y represión reforzándolos. La elaboración
integradora de esta disociación forma parte de la lucha del latente, que culmina
en la adolescencia, en la cual se debería lograr la integración definitiva del
mundo tierno y afectuoso, con el mundo te mible de la sexualidad, propios del
período de latencia. Esta integración puede darse cuando en la latencia se
consolidó el proceso de simbo lización permitiendo el desarrollo de un Yo más
integrado, más fuerte, y un Superyo menos severo.
Una hábil conducta de los padres y del ambiente (la escuela) que
rodea al niño latente se expresa por una contención adecuada y no por el
aumento de la prohibición. La permisividad respecto de la curiosidad, las
respuestas reales a preguntas, etcétera, se convierten en motor del impulso
epistemofílico.
La aparente desaparición del deseo incestuoso se debe a que este deseo está
actuando simbólicamente a través de las actividades en todo nivel que se
desarrollan, incrementan, multiplican, al tiempo que surgen otras nuevas en esta
época. El período de latencia y la llamada represión son denominaciones para
una etapa en la cual el Yo adquiere y desarro :lla habilidades y funciones,
especialmente la sublimación, la simboliza ción y el enriquecimiento del
lenguaje. Si esto fracasa, se torna a meca nismos de la etapa anterior, que se
estructuran en forma patológica. Los
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dos mundos antes descriptos se separan excesivamente y surgen fobias u


otros sintomas. Los mecanismos obsesivos fracasan por desgaste o se instala
una neurosis obsesiva.
De esta manera no es la represión como tal el motor único de las características de la
latencia. Lo es en cambio el interjuego entre este mecanismo defensivo y
aquellos correspondientes a los períodos previos.
Existe en cambio en el latente una lucha por establecer la re presión, lucha difícil, dolorosa,
que se va logrando en el curso de un período relativamente largo, y no de
manera instantánea.
Frente a los adultos, la vida impulsiva; bullente en el latente, queda enmascarada, pero no
ocurre lo mismo con las manifestaciones instinti vas frente a los grupos de
pares.
Una transacción característica entre los mandatos superyoicos y los impulsos son los
sueños diurnos propios de la latencia, sueños que si bien son muy conscientes
para el Yo del latente, quedan ocultos a la percepción del adulto. Estos sueños
diurnos contienen el equivalente de fantasías masturbatorias y suponen, al
mismo tiempo, un proyecto con respecto al desarrollo posterior del latente y
también una defensa contra las tendencias a la realización inmediata de los
impulsos, defensa moti vada por las amenazas superyoicas de castración. En
tanto el latente se estereotipa en la utilización de los sueños diurnos, éstos
pueden ser con cebidos como una defensa maniaca.
Como característica general de este período, podríamos decir que el papel protagónico, en
términos de estructuras psíquicas, es compartido por el Superyó, que adquiere
nuevas cualidades, y el Yo, cuyo desarrollo es creciente, especialmente por la
utilización instrumental de la repre sión. Esta evolución dentro de las estructuras
psíquicas recién mencio nadas determina la atenuación de los representantes
directos de los im pulsos correspondientes al Ello, que comienzan a ser
abordados de una manera inédita hasta entonces y suponen una demora en
cuanto a las realizaciones impulsivas directas a favor del entrenamiento, en
beneficio del aprendizaje y la maduración personal.
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: El período de latencia

Conflictos respecto a la masturbación

Para Freud", en la latencia existe una lucha contra el instinto. Según


Meltzer 26, Freud reconoció que esta lucha no era contra la sexua lidad en sí
misma, sino contra sus aspectos sádicos y pregenitales. Como consecuencia,
para Bornstein?, en el período de latencia se da un pre cario equilibrio entre las
demandas del instinto y del Superyó, que se han vuelto menos apremiantes
que durante la culminación del complejo de Edipo. Este equilibrio, establecido
con la "disolución del complejo de Edipo", en favor de la represión y de la
formación de una alianza con aspectos más benignos, más amistosos, de los
padres internos, corre sin embargo el riesgo de trastornarse, y ello parece ser
uno de los su cesos más temidos por el niño durante este período de la
latencia. Para A. Freud, en este período la identificación comienza a tomar el
lugar del amor objetal, circunstancia que se refleja también en la relación con
objetos externos.
El aporte de Melanie Klein acerca de una distinción entre tem pranas
ansiedades persecutorias y depresivas es, útil para la compren sión de la
latencia, tal como lo expone esta misma autora y lo desarrolla posteriormente
D. Meltzer. Para este autor, el período de latencia no es latente sólo con
respecto a la sexualidad sino con respecto a los te mores paranoicos. Ambos
están reciprocamente vinculados en la lucha fundamental contra la
masturbación, hecho sobre el cual coinciden to dos los autores. Los sueños
diurnos, continentes de las fantasías mas turbatorias, son ocultados a los
adultos, frente a los cuales predomina la desconfianza y la reserva como
modalidades para mantener un control omnipotente sobre los objetos y evitar la
estimulación erótica y la frus tración. En el mundo interno, según Meltzer 26,
esto se manifiesta mediante el control omnipotente de la separación de los
padres. Para el latente, los padres son fantaseados por momentos como una
carga, ya que re quieren continuamente atención, ayuda y restauración,
circunstancia que se refleja en las actitudes propias de los niños de este
periodo con res
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Gela Rosenthal

pecto a sus progenitores, como si éstos necesitaran ser auxiliados, apla cados,
y enorgullecerse con los logros del hijo. Los latentes satisfacen con actitud
servil las expectativas de los padres, conducta que resulta de una defensa
contra la dependencia y un intento de inversión de la situación..
Sin embargo, estas hipótesis, en las cuales el conflicto con res pecto a la masturbación
desempeña un papel fundamental, descuidan el hecho de que no siempre la
masturbación tiene el mismo significado. Quizás pueda aceptarse que en
términos generales tiene un contenido defensivo, de carácter maníaco, para no
reconocer la diferencia de sexos, la pérdida de las fantasías de bisexualidad, la
necesidad de una persona del sexo complementario para la realización genital.
Pero esta hipótesis de carácter genérico debe ser precisada. Por un lado
existen defensas maníacas contra ansiedades esquizoides (defensas que se
evidencian en la identificación con el perseguidor), y contra ansiedades
depresivas (defensas que se evidencian en la reparación patológica). Por otro
lado, según cada cuadro clínico la masturbación tiene significados específicos.
Veamos algunos ejemplos. En ciertos casos la masturbación puede ser el medio
con que cuenta el niño para restablecer el sentimiento de iden tidad frente a
fantasías de desrealización, de fin de mundo, de desperso nalización. Se trata,
evidentemente, de casos de gravedad extrema, que podríamos contraponer a
otros, en los cuales la masturbación tiene un claro significado de realización de
una fantasía agresiva contra el padre del mismo sexo y de posesión erótica del
padre del sexo opuesto. Pero inclusive en estos casos puede predominar,
según los factores inter vinientes, la erotización, en cuyo caso nos
encontraremos más cerca de las histerias de conversión, o bien el temor al
castigo, en cuyo caso. nos encontraremos más cerca de la fobia, que se
expresa en muchos de estos casos como fobia de contacto.
En otros niños la masturbación puede ser equiparada a la reali zación de un acto
culposo, en cuyo caso surgen fantasías de autorreproche frente a las meras
tendencias a llevarlas a cabo. En otros niños,'la mas
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El período de latencla

turbación puede tener un carácter vindicatorio, y ser la expresión de una conducta inductora por
parte de los padres, frente a la cual los hijos responden con fantasías de venganza, de
realización de "actos prohibi dos”, con la finalidad de inducir a su vez en terceros aquellas
acciones que el niño sintió que a su vez indujeron en él. En otros casos, por fin, la
masturbación puede tener el significado de un acto cruel y sucio, del cual el niño procura
defenderse, así como de sus posibles derivados, que pueden contaminar e invadir otros tipos
de actividades.

Motor de la entrada en la latencia

Si bien los períodos previos podían explicarse en su sucesión se gún el desarrollo de los
estadios libidinosos, no ocurrió lo mismo con el ingreso en la latencia, puesto que no había
ningún indicio de una evo lución equivalente en cuanto al nuevo predominio entre las zonas de
la libido. Es por ello que la explicación de la emergencia del período de latencia encontró
mayores dificultades.
Los estudios realizados en sociedades primitivas muestran que las características de los niños
de cinco años en adelante en dichas comunidades difiere marcadamente de lo que ocurre en
nuestra cultura. Se ha concluido 22, 31, como consecuencia de estudios antropológicos, que en
la latencia de dichas comunidades existen, sin embargo, aspectos co munes a los que
encontramos en nuestras culturas más avanzadas, Tales aspectos son la universalidad del
complejo de Edipo y del temor a la cas tración. A partir de allí pueden discriminarse diferencias,
inclusive entre las culturas estudiadas por Roheim, según que sean de tipo matriarcal o
patriarcal, llegándose a una distinción extrema entre culturas con o sin período de latencia.
En nuestra cultura podemos tomar diferentes factores, que pasaré a estudiar, para el ingreso
en la latencia.
365
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Gela Rosenthal.

1) Ansiedad de castración

Uno de los factores fundamentales para el ingreso en la latencia, que constituye en realidad un
universal, es la fuerza de la ansiedad de castración. En efecto, el niño, ante la percepción de la
existencia de per sonas sin pene (aunque todavía ello no sea equiparado a la existencia
positiva de vagina), experimenta una agudización de sus ansiedades cas tratorias y, como
consecuencia, sufre un refuerzo de los mecanismos represivos. Estos mecanismos defensivos
son reforzados, a su vez, con técnicas de control obsesivo y, en caso de que estas fallen, con
defensas maníacas. La dentición tiene cierta importancia en relación con las an siedades de
castración en el pasaje a la latencia 32,

2) Inmadurez biológica

La equiparación entre el esquema corporal del niño y el de los adultos, incluso el de aquel que
es el objeto de su deseo (la madre en el varón), constituye otro factor que induce al niño a
establecer una demora con respecto a sus propios anhelos genitales.

3) Evolución del Yo

Otro factor más cuya importancia merece ser destacada, es el de la evolución del Yo que lleva
al niño a entregarse a nuevos intereses, entre ellos el de experimentar su propio crecimiento y
gozar con sus aprendizajes crecientes, en detrimento del vínculo de carácter edípico, que por
momentos es valorado como un obstáculo para las nuevas experiencias. Las vivencias de
control, retención, discriminación, cons
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El período de latencia

tituyen todo un universo, junto con las capacidades crecientes para mo dificar el ambiente a
través de actividades aloplásticas, que el niño desem peña por el intenso placer que le
producen. Por lo tanto, la demora en cuanto a la realización de los anhelos genitales tiene
también un matiz funcional en tanto nuevas disposiciones yoicas se ponen de mani
fiesto y requieren la mayor parte de la libido del niño.

4) Renuncia por amor y desesperanza

Además, existen dos componentes importantes que determinan la latencia en nuestras


civilizaciones modernas. Uno de ellos está ligado con lo señalado en el punto 2, es decir, la
inmadurez biológica. Desde el punto de vista de las fantasias inconscientes, se produce un
progresivo senti miento de desesperanza por la incapacidad real del niño para afrontar las
experiencias genitales con una persona con otra envergadura corpo rea, unido esto a los
intereses que la madre manifiesta hacia su com pañero, en el plano genital, en contraposición a
los intereses que revela frente al niño, de carácter sobre todo tierno. Estas experiencias con
respecto a la madre, con una discriminación progresiva entre sentimien tos de ternura y de
excitación, se unen a los sentimientos amorosos hacia el progenitor del propio sexo,
sentimientos en los cuales no sólo inter vienen tendencias homosexuales, sino una real actitud
de agradecimiento por su protección y cuidado. Este sentimiento de gratitud constituye otra de
las motivaciones de la renuncia a la lucha erótica propia del conflicto edipico tardío *.

- R. Grinberg, en un comentario a mis hipótesis, señaló la importancia de la elaboración de 108


duelos por la pérdida de los padres como objetos sexuales, siguiendo el mandato superyolco,
así como del trabajo de duelo por la pérdida del sexo que no se tiene, y por los dientes de leche
que comienzan a caer y son reemplazados por los definitivos. Considero que estos aspectos de
la diná mlca intrapersonal se articulan como efectos y también como motivaciones que pueden
potenciar o retrasar el ingreso en la latencia,
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Gela. Rosenthal
:
.

Relaciones interpersonales

Hasta ahora me he referido a los vínculos inter e intrasistémicos en el aparato psíquico.


Pero cuando Freud 14 conceptualizó la noción de la triple servidumbre del Yo,
incluyó el vínculo con la realidad exterior, además de la relación con el Superyó y
el Ello.
En la latencia el vínculo con las demás personas constituye otra de las fuentes que
permite consolidar la estructura del aparato psíquico, sobre todo en función de la
relación con los grupos de pares.
En este período podemos discriminar tres tipos de relación del latente en el vínculo con
los demás, vínculos que pueden o no darse en ámbitos y espacios
diferenciados. Uno de ellos es el de los padres y sustitutos diversos. El segundo
es el de la escuela como un área en la cual los maestros tienen un papel
transaccional, puesto que remiten a una institución global, a normas de conducta
y conocimiento más amplio que el de la familia, etcétera. El tercero es el ya
mencionado, el del grupo de pares.
Dentro del vínculo con padres o sustitutos, predominan en el latente las defensas frente
a los impulsos, puesto que es sobre estas personas sobre las cuales recaen las
cargas libidinosas de carácter in cestuoso directo o débilmente sustitutivo. Al
mismo tiempo, son éstas las personas de las cuales provienen, para la fantasía
del latente, las ame nazas de castración, y por consiguiente el conflicto está
agudizado, hecho que explica el predominio de las defensas. . Las defensas
consisten sobre todo en identificaciones con las figuras de los padres como
Superyo o ideal del Yo, con un placer fun cional surgido por tal identificación,
circunstancia que se ve posibilitada por la utilización de un cierto grado de
hipocresía propio de las defen sas obsesivas para permitir la adecuación
funcional. Este tipo de mecanis mo se articula con otros, también de carácter
obsesivo, como la forma ción reactiva, la anulación, la magia del pensamiento y
la palabra, etcétera.
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El periodo de latencia

El ocultamiento es una característica en esta área, circunstancia que se


pone claramente de manifiesto en relación con los sueños djur nos, con los
secretos de hecho y de palabra que se hacen la norma. Cuando el proceso se
elabora convenientemente se introyecta 'una mayor. capacidad de ensoñación
33,
El segundo nivel, el de las relaciones con los maestros, posee
características parcialmente semejantes, en cuanto a la relación que el latente
establece con el primero. En efecto, también frente a los maestros surge todo el
sistema de defensas obsesivas con el ocultamiento subsi guiente, etcétera. Sin
embargo, en este nivel existen otras características. Una de ellas, de peculiar
importancia, es la referida al aprendizaje. En efecto, la escuela suministra
formación en el plano de los conocimientos y de los ideales sociales que
configuran, para el latente, al mismo tiempo un atractivo y un nuevo campo de
lucha. Es así como los conocimlentos pueden ser usados, cuando predominan
las defensas obsesivas funcio nales, al servicio del enriquecimiento yoico, del
control y la prueba de realidad, etcétera. Pero también, por momentos, surgen
las tendencias al desafío de las normas, como un desplazamiento en este nivel
de las luchas remanentes conectadas con el conflicto edípico. El desafío se da
sobre todo en relación con las normas, más que con los conocimientos
suministrados, circunstancia que hace aún más clara la relación entre esta
actitud y el conflicto con el Superyó.e Ideal del Yo.
Por otro lado, el conflicto con respecto a las normas puede deri varse de
un conflicto entre los ideales del grupo familiar y los ideales del contexto en el
cual está inserto, contexto que se vehiculiza a través de la institución escolar.
Sin embargo, no podemos desconocer el hecho de que también el grupo
familiar ofrece posibilidades para el aprendizaje. Pero estas posibilidades no
tienen el carácter sistemático y más alejado de las lu chas relacionadas con el
conflicto edípico, como las que se desarrollan fuera del contexto familiar.
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Gela Rosenthal

Nos referimos en este caso a predominios, puesto que no son situaciones


absolutamente discriminadas.
Otra característica de la institución escolar es la oferta sistemá tica de un grupo de
convivencia entre pares, en un plano en el que se oscila entre la competencia
por lograr el aplauso de los adultos y la solidaridad con los iguales.
En este nivel existe una diferencia con la familia, puesto que los mitos familiares con
respecto al hijo pueden contrastar fuertemente con la realidad del desempeño del
niño en la escuela, circunstancia que pone . . en juego todo el conflicto con la
autoestima. Aunque en la institución escolar subsisten los privilegios y las
desigualdades por diversas razo nes, éstos pueden no ser los mismos que los del
hogar, con lo cual se le ofrece al niño la posibilidad de ejercer su prueba de
realidad para confrontar entre el mito familiar en que él se encuentra incluido y la
realidad en la cual él efectúa experimentos con respecto a sí mismo y sus
capacidades.
El tercer tipo de vínculo del latente es el que se refiere a los grupos de pares. Estos se
manifiestan como una contrapartida del vínculo con los adultos, sean éstos
padres o sustitutos o bien representantes de la institución educativa. Este
vínculo de pares constituye para el latente la mejor defensa contra los
conflictos por los impulsos incestuosos y por sus derivaciones en el desafío a
las normas institucionales escolares. También Pearson 28 ha enfatizado la
importancia de estos grupos de pares sin supervisión del adulto *.
Estos grupos se caracterizan por la búsqueda de una cierta leal tad, el establecimiento
de un nuevo tipo de identidad, basado ya no en la extracción familiar sino en la
inserción en un grupo de personas de la misma edad, con un conjunto de
normas y mitos diferentes de los adultos. Son grupos que van generando
lentamente sus propios cánones de comportamiento, con liderazgos marcados,
y también con sus chivos

370
Este aspecto de la bibliografía fue señalado por C. Robles Gorriti durante la discusión de este
trabajo.

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El período de latencia

emisarios, sobre todo cuando se dan conflictos serios con otros grupos de pares,
con los adultos, o bien cuando el líder tiene características especialmente
sádicas.
Estos grupos permiten un primer nivel de socialización distinto del de la
familia y diferente inclusive del de la escuela, en la cual, si bien hay un cierto
grado de igualdad, existe la tendencia a agradar al adulto, en una lucha en la
cual los demás niños son los rivales. En este caso, la falta de un adulto por cuyo
amor competir da origen a una serie de experiencias que constituyen para el Yo
una nueva prueba de realidad en relación con sus propias posibilidades. El
desarrollo motriz suele alcanzar en estos casos un alto nivel de expresión y se
constituye en la base de las gratificaciones tanto libidinosas como agresivas.
También el desarrollo verbal e intelectual se constituye en una fuente de
expresión de los impulsos, cuando no se trata de una manifestación
estereotipada, y se pone al servicio del desarrollo de juegos de ingenio, del
paulatino establecimiento de normas, etcétera.
En síntesis, los grupos de pares constituyen un nivel en el cual el latente
va desplegando con mayor o menor fluidez su repertorio de con ductas y va
enriqueciendo su identidad al insertarse en contextos huma nos cualitativamente
distintos que poseen, por lo tanto, diferentes siste mas de valores e ideales.

El grupo de pares y una nueva noción de justicia

Anteriormente hemos señalado la importancia que tienen las mo


dificaciones en el ideal del Yo del latente. Algunas observaciones de Pia get 30
pueden resultarnos de utilidad para esclarecer este punto en relación con las
experiencias del latente en los grupos. Es por ello que trataré de sintetizarlas
con algunos comentarios personales. Comenzaré con la advertencia de que
Piaget alude a niños de 7 u 8 a 12 años, es decir, a una segunda etapa en la
latencia y su prolongación en la pu
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bertad. Es comprensible que su abordaje se refiera a este período y no al de la


primera etapa de la latencia. En efecto, las conclusiones de Piaget surgen de la
observación directa de las modificaciones operadas en la conducta del niño. Sin
embargo, desde nuestro punto de vista, existe en el primer período de la
latencia una serie de modificaciones intraestruc turales que se ponen de
manifiesto sólo en el período siguiente. Si re cordamos la hipótesis de la
internalización del Superyó, podemos pensar que el primer período de la
latencia está caracterizado por una lucha que constituye en realidad una
redistribución de las instancias por la cual el Superyo deja de ser experimentado
como un objeto extraño. En el segundo período de la latencia, cuando esta
lucha ha concluido, es que observamos sobre todo las conductas a partir de las
cuales Piaget realiza sus inferencias,
Según el autor, los niños latentes (repitamos: de 7 u 8 años hasta los 12) muestran una
mayor concentración individual, cuando el sujeto tra baja para sí mismo, y
colaboración efectiva cuando hay una vida común. Estos dos aspectos son,
según el autor, complementarios, y provienen de las mismas causas. A partir de
los 7 años el niño puede efectuar ope raciones de descentración por lo cual no
confunde ya su propio punto de vista con el de los demás sino que por el
contrario logra coordinarlos, Esto implica una comprensión con respecto a los
puntos de vista de los otros, una búsqueda de justificaciones del propio o de
pruebas respecto de las afirmaciones realizadas. Los juegos reglamentados
adquieren real. importancia e incluyen una jurisprudencia que requiere su
aplicación. Aun sin conocer las reglas de determinado juego en su totalidad, las
unifican entre los distintos participantes y se controlan entre sí para man tener la
igualdad frente a una ley única. El niño ha internalizado una ca pacidad reflexiva
por la cual es capaz de descentrarse con respecto a si mismo y tomarse como
objeto de su propia reflexión, que ya no tiene un carácter egocéntrico. Esta
hipótesis es, como vemos, muy semejante a la hipótesis de la Internalización del
Superyó del complejo de Edipo tardio.
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El período de latencia

En este período entre los propios niños se da una moral de coope


ración en la autonomía personal por oposición con la heteronomia carac terística
de los pequeños, relativa a la moral de los adultos. Aunque los primeros
sentimientos morales surgen del respeto unilateral del niño hacia los padres o el
adulto, e implican una moral de obediencia (heteronomía), en la latencia surge
un nuevo sentimiento moral, en función de la coope ración entre niños y de la
forma de la vida social que se desprende de ella. En este período observamos,
pues, un respeto mutuo, que se detecta cuando los latentes se atribuyen
recíprocamente un valor personal equi valente y no se limitan a valorizar a uno u
otro según sus acciones par ticulares. Los sentimientos morales que emergen
entonces tienen ca racterísticas distintas, e incluyen la honestidad entre los
jugadores exclu yendo la trampa puesto que viola el acuerdo establecido entre
individuos que se aprecian, la camaradería, etcétera. En esta linea podemos
hablar de que se configura un Superyó grupal. La mentira entre amigos es con
siderada mucho más grave que la mentira con respecto a los mayores. El
sentimiento de justicia comienza a ser muy fuerte entre los pares e incluso
modifica las relaciones con respecto al mundo de los adultos. En los pequeños,
antes de la latencia, la obediencia prevalece por encima de la justicia, puesto
que lo justo es equiparado a lo impuesto por los ma yores. En cambio, en los
latentes el sentimiento de igualdad y de jus ticia distributiva entre pares tiene
mucho vigor. La moral del niño, pues, alcanza un mayor grado de autonomía, tal
como lo hemos señalado al aludir a que la internalización del Superyo implica la
relativa independen cia de los padres reales en la latencia.

Nosología en la latencia

El problema de la clasificación nosológica de los trastornos psi quicos


infantiles se mantiene aún ablerto. Desde distintas perspectivas se han
realizado aportes que permiten una sistematización, pero sin haber
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alcanzado hasta el momento una unidad de criterio suficiente. Por ejem plo, en la escuela
americana prevalecen los criterios relativos a una clasificación basada en la
evolución de los impulsos y del Yo en sus líneas de desarrollo ! Con este criterio
se toman en cuenta: 1) maduración de los impulsos y del Yo para la adaptación
al ambiente; 2) desarrollo de las relaciones objetales; 3) organización de la
estructura psíquica. Estos lineamientos permiten un enfoque longitudinal y están
en relación con cuatro tópicos: 1) nivel de tolerancia a la frustración; 2)
aceptación de la sustitución como satisfacción; 3) actitud del niño ante el miedo y
la angustia; 4) indice de progresión y regresión. Con esta base, A. Freud o
propuso la siguiente nosología de las perturbaciones infantiles: 1) alteraciones
de la normalidad; 2) síntomas transitorios, resultantes de la tensión evolutiva; 3)
regresiones permanentes, análogas a los puntos de fijación y al daño estructural
(Yo-Superyó): a) estructura de carácter (neurótica, psicótica, delincuente), o b)
sintomas (neuróticos, psicóticos, delictivos); 4). deficiencias primarias;
retardados defectuosos y persona lidades atípicas; naturaleza orgánica;
distorsiones del desarrollo y la es tructuración; 5) procesos destructivos
orgánicos, tóxicos y psíquicos o desconocidos, que produjeron o están a punto
de producir una interrup ción del crecimiento mental.
También, sobre esta base, Neubauer 27 planteó ordenar la patología según la relación con
el desarrollo a partir de cuatro enfoques: 1) el des arrollo evolutivo; 2) los
trastornos del desarrollo; 3) los trastornos en el continuo entre conflicto normal y
patología; 4) las perturbaciones pri marias y su efecto en el desarrollo.
Por su parte, Settlage 27 propuso la idea de que las variables prin cipales que deben
tomarse en cuenta en una nosologia infantil son directa o indirectamente
discernibles en el Yo y sus funciones. Afirmó que los traumas y problemas que
se producen durante el desarrollo psíquico, afectan adversamente la estructura
mental, la integración del equilibrio intrapsíquico; subsecuentemente estos
factores se manifiestan en la ac tividad del Yo y los intentos de adaptación. Por
lo tanto, el Yo es el eje
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El período de latencia

a través del cual encuentran expresión todas las variables, y puede pro porcionar
una base para un sistema nosológico: Planteó los siguientes conceptos como la
base de la nosología: 1) el momento de la experien cia traumática en relación
con el estudio del desarrollo psíquico tem prano determinará si el trastorno se
debe realmente a la psicosis o la neurosis; 2) el trastorno de carácter neurótico
se debe a tipos neuróticos de psicopatología, y el trastorno de carácter psicótico,
a tipos psicóticos de psicopatología; 3) es posible además definir subtipos de las
categorías principales sobre la base de defensas y síntomas específicos y el
estado de desarrollo yoico y psicosexual del que deriva. Propuso más adelante
las siguientes categorías nosológicas, en orden creciente de gravedad del
trastorno psíquico: 1) trastornos del desarrollo; 2) trastornos situa cionales; 3)
neurosis; 4) trastornos neuróticos de carácter; 5) trastornos psicóticos; 6)
psicosis y 7) trastornos psicóticos asociados con tras
tornos orgánicos.
Como vemos, en la escuela americana existe una base teórica para
formular una nosología infantil, que entre nosotros no tiene un carácter tan
definido. .
En nuestro país R. Soifer 34 planteó un esquema para una nosología
infantil tomando en cuenta aspectos evolutivos y dinámicos. Distinguió entonces
entre: 1) neurosis, 2) situaciones críticas, 3) situaciones psico ticas, 4) psicosis
crónicas.
Entre otros item tomó en cuenta el carácter de las regresiones (re
cuperables o no; lentitud de la recuperación o no), las detenciones y los
defectos del desarrollo.
Ahora bien, la clasificación vigente hasta el momento con res pecto a la
nosología de la latencia se debe a Buxbaum", quien diferenció dos grupos, uno
obsesivo y otro agresivo, según que el latente se encon trara bajo el dominio del
Superyó o del Ello, respectivamente. En el caso del niño obsesivo dominarían
las defensas frente a los impulsos, mien
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fin.
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Gela Rosenthal

tras en el segundo, el de los niños impulsivos, la realización de las ten dencias pulsionales
tendría predominio.
Cabe plantearse hasta qué punto esta diferenciación es válida en nuestros días, y ello por
varias razones.
Desde el punto de vista teórico, la diferenciación entre predominio del Superyó y predominio del
Ello puede ser cuestionada. Cuando pre domina la tendencia de carácter obsesivo, nos
encontraríamos con un niño cuyas conductas surgen de la obediencia a mandatos internos, de
carácter superyoico, pero debemos preguntarnos hasta qué punto estas conductas no son
simultáneamente la realización de un impulso.
Igualmente, con respecto a los niños con un predominio de la impulsividad en la latencia, el
concepto resulta difícilmente comprensible a menos que se considere la hipótesis, expuesta por
Johnson y Szurek 18, acerca de la existencia de un Superyó lacunar, que induce conductas de
carácter impulsivo y que tienen por finalidad el restablecimiento de la autoestima y al mismo
tiempo, una meta reivindicatorja. Planteamos, pues, el siguiente interrogante: ¿es pertinente
desde el punto de vista teórico tomar en cuenta para el establecimiento de una clasificación
nosológica sólo estos dos aspectos (al predominio del Ello o del Superyo)?
Además, desde el punto de vista clinico, encontramos que muy difícilmente la categorización
expuesta sirve para delinear una demar cación clara entre los distintos tipos de fenómenos
observables. En efecto, hemos tratado casos que parecen escapar claramente a esta diferencia
ción. Lo mismo podríamos decir de determinados trastornos organo neuróticos, etcétera.
Así, pues, parece necesario reconsiderar el problema de la noso logía en la latencia. Para ello,
dejando a un lado el capítulo de las psi cosis, nos parece útil tomar las clasificaciones
nosológicas clásicas puesto que, a partir del naufragio del complejo de Edipo, queda
estructurada la base para la consolidación de una organización de la personalidad. Por lo tanto
es pertinente tomar en cuenta que desde ese momento la es
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El período de latencia

tructura del aparato psíquico se va consolidando con determinadas ca


racterísticas. En efecto, a partir de la latencia podemos hablar, más claramente
que con respecto a períodos previos, de esquizoidias, depre siones, psicopatías,
neurosis obsesivas, fobias e histerias de conver sión. Por supuesto, no se trata
en este caso de una estructura totalmente consolidada, sino de una “disposición
hacia” que va adquiriendo paula tinamente mayor organización según los
estímulos ambientales que tien dan a favorecerla en determinada estereotipia o
bien a atenuar dicha estereotipia en favor de una mayor elasticidad en el
interjuego entre las estructuras del aparato psíquico.
También podemos discriminar, en cada caso, entre caracteropatías y
neurosis, según el grado en que el Yo sucumba o enfrente el síntoma. Podemos
distinguir entre la transitoriedad y la permanencia del trastorno, así como entre
aquellos trastornos que poseen una base o una compli cación orgánica y
aquellos que no lo poseen. Un tercer aspecto por dis criminar es hasta qué punto
la motivación del trastorno se encuentra en el entorno del niño, por su excesiva
exigencia, descuido, etcétera, lo que permite hablar, en algunos casos, de
trastornos situacionales.
Estas consideraciones son pertinentes para el manejo en los tra
tamientos analíticos, siempre y cuando tengamos en cuenta que existen grandes
posibilidades de mutaciones diagnósticas como consecuencia de la utilización del
método psicoanalítico. En efecto, algunos pacientes que comienzan el análisis
considerados como esquizoides, por ejemplo, muestran luego fuertes
componentes fóbicos; otros, con características depresivas, evidencian luego una
estructura histérica, etcétera.
Todas estas nociones sólo adquieren vigencia si el analista es capaz
de mutar a medida que el paciente lo requiere para el despliegue de sus
disposiciones latentes a la curación.
Todo esto nos lleva a considerar algunos aspectos técnicos.
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Gela Rosenthal

Técnica en el análisis de latentes

Hasta aqui he procurado realizar una síntesis de diferentes as pectos acerca de la latencia
desde el punto de vista evolutivo.
Considero que sólo teniendo claras estas nociones podemos operar con un parámetro
válido en nuestra labor clínica. A continuación habré de referirme a las
características de las manifestaciones de los latentes en el tratamiento
psicoanalítico.
Con respecto al encuadre en general podemos decir que el la tente, a diferencia del niño
pequeño, tiende a favorecer la inclusión de normas precisas. La ruptura de
estas normas por parte del terapeuta puede provocar diversas perturbaciones
en el curso del análisis. En efec to, el latente experimenta la ruptura de la norma
con una gran sensibi lidad. Es habitual en los latentes la necesidad de controlar
al terapeuta para ver si éste lo engaña, lo roba, le oculta algo. De tal manera, fre
cuentemente invierte la situación y asume la actitud del adulto frente a un
terapeuta al cual adjudica el papel del latente.
Exigen que el terapeuta respete las normas en el juego, pero no vacilan en variarlas ellos
mismos cuando se sienten perdidos en un juego de competencia.
A continuación me referire a aspectos relacionados con el en cuadre, aspectos que
constituyen cuatro de las cinco constantes que Zac 38 discriminó al aludir a este
concepto: tiempo, espacio, funciones y persona real del analista..
Los latentes suelen hacer un manejo muy peculiar del tiempo. Es característica la
puntualidad con que se presentan a las sesiones.
Realizan una distribución del tiempo en relación con el material que traen a la sesión
calculando sus posibilidades de realización a través de un juego. Suelen
distribuir distintos juegos en el curso de una sesión de una manera casi
calculada. Por otra parte, suelen distribuir la parte del tiempo que les
corresponde hablar o suministrar material a ellos y la parte que les corresponde
escuchar lo que dice el terapeuta, dándole
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El periodo de latencia

a éste entrada a través de un silencio que tiene un cierto ritmo y que


constituye el indicio del ritmo de incorporación, tal como ellos procuran
establecerlo para ejercer un control de aquello que dan y que reciben.
Por otro lado, son ellos también quienes suelen marcar el cierre de una
sesión dando por terminada su exposición, su juego, etcétera. Suelen hacer
esfuerzos para no dejar cosas inconclusas de una sesión para la otra. Lo que sí
puede ocurrir es que retomen un dibujo acabado en el cual en el curso de la
sesión siguiente introducen nuevos elementos.
Esta utilización que el latente hace del tiempo tiene que ver con
el'establecimiento de los fuertes controles obsesivos, que les impiden dejar una
tarea abierta, indefinida, ya que esto le produce ansiedades por la pérdida del
manejo del material.
La distribución minuciosa en el tiempo y sobre todo en el espacio son
características de los latentes. Con respecto al espacio, tiene im portancia el
tabú del contacto. En efecto, en la sesión tratan de evitar el contacto corporal
con el terapeuta. El más mínimo roce es vivido como una infracción, anhelada
pero sobre todo sumamente peligrosa.
Procuran además establecer un aislamiento espacial entre los pa dres
y el analista. En efecto, tratan de que el analista no tenga contacto con sus
progenitores. Para ello se las arreglan para entrar solos en la sesión, con la
finalidad de que sus secretos no sean transmitidos sino por él a los padres o al
terapeuta.
Con respecto a la utilización de las instalaciones sanitarias, el ma- . nejo y
uso son distintos de los que hacen los niños tempranos, que sue len jugar a
menudo en el baño con el agua. El latente no va al baño para lavarse puesto que
suele limpiar la suciedad de sus manos en la ropa, o no se ensucia.
Hay casos especiales en que el latente maneja el uso del baño como
una forma de establecer distancia con el terapeuta, en especial cuando se
están movilizando defensas cuyo levantamiento le resulta an siógeno. En
algunos casos, como en el de los enuréticos, cuando pre
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Gela Rosenthal

domina la angustia se aíslan en el baño como modo de fortalecer su control


sobre los propios contenidos.
A veces también suelen concurrir al baño sin decir para que lo hacen, lo que supone
fantasías masturbatorias, o bien intentos de control sobre la sexualidad o la
agresión.
En cuanto al espacio en el cual transcurre la sesión propiamente dicha, el latente suele
usarlo de manera mucho más reducida. El tem prano hace uso de todo el
espacio del consultorio a su disposición, a diferencia del latente, para quien es
suficiente un pequeño rectángulo. De este modo procura no ser invadido dentro
del recinto que él ha cons truido. Al reducir el espacio en el cual se
desenvuelve, le resulta más fácil el control. Por otro lado, por su mayor
integración yoica, tiene mayor capacidad para expresarse en un espacio más
restringido.
El latente procura que se le suministren normas con respecto a la utilización del material
que está a su disposición, a diferencia de lo que ocurre en el temprano, quien
lo utiliza mucho más según los pro pios impulsos.
El latente suele equiparar a los padres con el terapeuta, pero en general sin confundirlos,
sino más bien confrontándolos. En otras oca siones, el terapeuta aparece
como otra versión de los padres. Suelen tener bastante clara noción de que es
una interpretación, e incluso sue len reclamarla, tal como ocurre cuando
terminan un dibujo y se quedan esperando la intervención del terapeuta.
Saben que lo que hacen tiene un sentido comunicativo y esperan, por lo tanto, una
respuesta. Por eso cuidan mucho lo que hacen, dicen o dibujan.
Realizan una adjudicación cambiante de roles, así como de las re glas del juego según
las propias necesidades. El juego de roles, tal como lo señaló Meltzer 26, es
característico de este período.
Los padres suelen requerir más a menudo entrevistas con el te rapeuta en esta etapa
que en los análisis tempranos, circunstancia que se debe a que los padres
suelen experimentar fuertes ansiedades frente
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El periodo de latencia

a las dificultades y los fracasos del niño en las diferentes áreas, sobre todo la escuela, en que
se le exige. Estas entrevistas suelen ser resis tidas por el latente, lo cual conduce al análisis de
la situación.
Los latentes suelen hacer esfuerzos por captar cuáles son los de seos del terapeuta para tratar
de gratificarlos o bien de desafiarlos y esperar la sanción. Cuando ésta no llega, se
desconciertan.
Es habitual la idea de que el tratamiento psicoanalítico de un niño durante el período de
latencia es sumamente tedioso. Si bien en aparien cia las sesiones se suceden con la
repetición, durante lapsos prolongados, de un mismo juego, dibujo o material verbal, hay sin
embargo detalles, a veces infimos, que señalan cambios.
En estos niños es donde se evidencian con más claridad los me canismos de enmascaramiento
en cuanto tratan de poder pasar la cen sura y de contrabando lograr la gratificación de alguno
de los deseos. Detrás de esto hay un permanente desafío, hacia los padres o hacia el analista
en la situación transferencial, a descifrar un enigma.
Utilizan la técnica del aburrimiento o desinterés para tratar de dormir o "latentar" a quien intenta
introducirse detrás de su fachada tran quila o aburrida.
La monotonía del juego tiene un componente de fantasia mastur batoria y del conflicto y la
defensa frente a la misma, por lo cual la iucha se resuelve en una aparente inmovilización,
aunque la fantasía re torna por debajo de la defensa. Además, la monotonía aparente del juego
tiene el valor de una puesta de distancia por parte del latente para evitar o regular el contacto
con el analista y con sus propios contenidos emo cionales.
La estrategia que despliega el latente durante el proceso analítico obedece a su necesidad de
observar, espiar, controlar la conducta de los adultos (el analista) para de acuerdo con ello
saber cómo proceder y evitar así el peligro de castración. Al mismo tiempo le sirve para ir
dosificando cuánto puede mostrar de su tesoro oculto.
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Gela Rosenthal

Es un aprendizaje que requiere una continua repetición para ad quirir el Yo la habilidad


necesaria para el manejo de los tres "amos", Ello, mundo externo y Superyó.
En esta etapa el niño es reiterativo, avanza paso a paso con mu cho cuidado. Es la
modalidad retentiva de quien se suelta cuando está seguro. Su avanzar es lento,
es cierto, pero no debe deducirse que por lento y casi monótono no está
sucediendo casi nada.
Con una visión más aguda se puede ver que, detrás del telón entre bambalinas se
desarrolla el drama de la lucha entre pulsiones, Superyó y mundo externo. El
telón es el sistema defensivo de fachada. Perma nece caldo en tanto los
personajes ensayan y se dejan ver sólo a los confiables.
Son ensayos de todo tipo tendientes a la preparación de la fun ción que se dará en fecha
fija y oportuna (a partir de la pubertad). En este ensayo se comprende el juego
de roles o personificaciones en el tratamiento.
Por asentarse la latencia en mecanismos obsesivos estructura un mundo con
aspiraciones de ser mágico y omnipotente para controlar los peligros externos y
los impulsos, para poner orden en el caos. El director de escena es el Yo, que
permite la realización porque es el elemento integrador y contiene la capacidad
efectora.
En el curso del análisis, el terapeuta puede tener acceso a este mundo vedado al
conocimiento del adulto, en cuyo caso el latente dejará aflorar más libremente
los componentes agresivos y libidinales de sus fantasías que podrán ser mejor
abordadas por su Yo, con un enrique cimiento creciente.
Cuando se trata de niños con fuertes componentes agresivos, la puesta de
límites en sus distintas variables 34 se constituye en una nece sidad ineludible
para configurar el marco terapéutico mínimo. En la mayoría de los casos, sin
embargo, la agresividad se vehiculiza en los sueños diurnos.
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El período de latencia

El material clinico del latente se expresa a través de distintos medios de


comunicación, como ser la verbalización, los dibujos y los juegos.
Varios autores se han referido a la utilización de libros y revistas en
latentes en análisis 15, 29, y al abordaje técnico de este material ? rela cionado
con los sueños diurnos. Es un material provisto por los adultos y donde el niño
puede identificarse con los personajes pero al mismo tiempo discriminándose de
ellos, circunstancia que los preserva del castigo superyoico.
Uno de los juegos característicos, que no ha sido descripto con
frecuencia, es el juego de las cartas. Suelen realizar solitarios, que tienen un
significado de desafío al destino. Me adjudican en estos casos la fun ción de
persona que los ayuda a evitar que se equivoquen y que dejen pasar de largo
una oportunidad (analista como control útil). .
Las actividades relacionadas con "las colecciones" también tienen
predominio. Por ejemplo, traen material de sus colecciones a la sesión para que
el terapeuta los ayude a seleccionar, a pegar, o bien para mos trarle el tesoro.
En las niñas predominan el dibujo, las figuritas, los sueños diurnos y las
composiciones. Este último tipo de material, también poco estu diado, suele
provocarles asombro al encontrarse con el producto acabado. En la mayoría de
los casos las presentan con el significado de equivalente de un hijo. Suelen
desarrollar un tema determinado en distintas compo siciones que poseen, por lo
tanto, una hilación. Las niñas más grandes, cercanas a la pubertad, en lugar de
composiciones realizan poemas,
Los varones realizan dibujos y también juegos intercalados con
fantasías verbalizadas. Por ejemplo, al fantasear con la realización de un ataque
a un castillo, pueden introducir un juego dramático que repite aquello que están
relatando. Los dibujos infantiles son parte de ese re lato 2. Entre las fantasías
características están las de conquista y coloni zación, las de búsqueda del
tesoro, la de introducirse en un país desco nocido poblado por enemigos, con el
posterior dominio final del territorio
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sobre el cual adquieren poder y en el cual consuman sus fantasías eró ticas, puesto que
establecen una unión genital con una mujer idealizada (princesa), etcétera. En
este caso es interesante el hecho bastante habi tual del planteo del siguiente
problema: qué hacer con el país de origen, si volverán a él o no. Suelen
resolverlo a través de una "reunión final" con los padres, que vienen a visitarlos
a sus territorios conquistados. Otra posibilidad es que descubran que son hijos
de ese lugar al cual han llegado, fantasías que remiten, por supuesto, al mito del
nacimiento del héroe, al mito de los orígenes. Son comunes las anécdotas referi
das al robo por parte de gitanos, o bien la fantasía de haber sido en gendrados
por animales o criados por éstos, fantasías en las cuales aparecen contenidos
genitales que, al relacionarse con la "animalidad", parecen mucho más
permitidos.
Además, suelen aparecer componentes hipocondriacos en ambos sexos, como
consecuencia de un énfasis excesivo en las defensas ob sesivas (bloqueo
emocional). En otras ocasiones, y por la misma razón suelen presentarse
componentes organoneuróticos ya bien definidos: asmas, úlceras, trastornos en
la piel.
Este énfasis en las defensas obsesivas, por otra parte bastante habitual en estos
pacientes, les confiere en el análisis los rasgos y al gunas de las dificultades
inherentes al tratamiento de las caracteropatías.

Apéndico

Material clínico Introducción

Con la finalidad de mostrar como se manifiestan en la clínica psicoanalítica las


características del latente arriba enunciadas, apor taré material clínico del
tratamiento de dos pacientes latentes.
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El período de latencia

En este material podremos observar especialmente la modalidad de las


defensas utilizadas y las fantasías e impulsos subyacentes,

Andrés, 8 años

Según me comentaron sus padres en el transcurso de la entre vista


inicial, presentaba los siguientes síntomas; era sumamente tímido, ansioso y
distraído, especialmente en la escuela. Esto le creaba difi cultades en el
aprendizaje, inestabilidad en sus relaciones con amigos, especialmente por no
poder participar en juegos activos y de compe tencia. Le disgustaba jugar al
fútbol. En la casa hacía preguntas de carácter reiterativo, persistiendo en un
tema durante mucho tiempo sin que las respuestas calmaran su ansiedad.
Alternaba estos períodos ob sesivos con otros de indiferencia y apatía.
Solla tener dificultades para conciliar el sueño, y a menudo pre sentaba
manifestaciones de sonambulismo. Los padres lo describieron como un niño
sumamente miedoso.
Era el mayor de tres hermanos. Tenía un hermano dos años y una
hermana cinco años menor, Respecto del hermano, al que los padres
describieron como su antitesis, mostraba un sometimiento que trataba de
encubrir con indiferencia.
El padre era un industrial exitoso, con aspecto físico musculoso, rudo, que
encubría a un ser cariñoso y débil. Muy deportista y arries gado, era aficionado a
las carreras de autos y también volaba a menudo, Se sentía muy frustrado con
este niño que no lo acompañaba, aunque manifestaba estar compensado por el
otro hijo, a quien describía como muy valiente, intrépido y conquistador. Entre
ambos denigraban al ma yor, acusándolo de miedoso.
La madre, profesora de idiomas, aparecía como fría, poco de
mostrativa en sus afectos y preocupada especialmente por las difi cultades
escolares del niño.
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* Comentaron que fue un niño deseado, nacido a término de un embarazo normal. La


lactancia fue breve (2 meses), con vómitos frecuentes.
Entre los 4 y los 5 años hubo un período de intensa excitación con ataques de rabia y
enojo. A partir de esta época sufrió un cambio en su carácter y adquirió la
modalidad distraída e indiferente que lo ca racterizaba. Era un niño dócil.
.. En la primera hora de análisis me llamó la atención su aspecto frágil, pulcro, sus
movimientos lentos, controlados, y su rostro inexpresivo.
Parecía indiferente, casi anestesiado. Su comunicación verbal era sumamente pobre. Se
sentó, me observó y de reojo observó el material de juego.
Al interpretarle la necesidad de controlar su curiosidad, que no estaba ausente pero debía
escamotear a mi mirada, tomó un papel y dibujó una casa sumamente pobre,
cuyo rasgo más notorio era un humo muy negro, desproporcionado con
respecto al tamaño de la vivienda. La puerta, muy pequeña, se continuaba con
un largo camino. No había nada alrededor, ni árboles, ni cielo, ni nubes, ni sol
(elementos casi inseparables en estos dibujos). Este dibujo ocupaba
exactamente la mi tad izquierda del papel. Más adelante supe que era zurdo
contrariado. En ese momento le interpreté su deseo de contenerse y de ser
conte nido, de limitarse y al mismo tiempo poner una gran distancia entre él y el
mundo.
La pobreza que mostraba la casa era su aparente pobreza, su frial dad, pero el humo
indicaba que dentro bullían cosas muy calientes. En el curso de la sesión
Andrés agregó un rayado con lápiz que sombreó, bo rroneó y ensució todo el
camino. Este sombreado llegaba hasta el borde inferior de la hoja. Me entregó
el dibujo sin decir nada.
Le señalé que las cosas calientes estaban en su cabeza y en su pene, pero que si me
ocupaba de eso, me convertía y lo convertía en algo sucio. Agregué que al
entregarme su dibujo me entregaba su primer secreto, del que no podía hablar
aún.
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El período de latencia

Desde ese momento hasta finalizar su primera hora, hizo un jue go


que consistía en construir un corral muy rudimentario donde en cerraba
indiscriminadamente animales de distinto tipo, colocando fuera un soldado con
el arma en guardia. Se lo interpreté como su necesidad de encerrar todo sin
poder diferenciar lo que podía quedar afuera, También encerraba sus palabras
por miedo a un soldado que era yo con el arma peligrosa, como una mamá-
papá juntos que lo amenazaban y podían matarlo.
Sobre la base de este material, así como de los comentarios de los
padres, supuse que Andrés tenía un fuerte bloqueo emocional, en el cual
predominaban las defensas obsesivas frente a ansiedades de carácter
persecutorio. Ello se hacía evidente tanto en algunos síntomas, como por
ejemplo sus dificultades para conciliar el sueño y el sonam bulismo, en el intento
de controlar la mente del otro a través de pre guntas reiterativas, que al mismo
tiempo expresaban su necesidad de mantener un contacto. La importancia de
su conducta estaba más en función del ritmo de las preguntas que formulaba
que de su contenido.
También inferí que podía tratarse de un niño bastante aislado dentro
del núcleo familiar, puesto que constituía la "oveja negra", es decir, aquel que
no podía seguir a la familia en sus aventuras, deportes riesgosos que le
imponían una sobreexigencia frente a la cual no se encontraba en condiciones
de responder adecuadamente.
El material de los animales reunidos indiscriminadamente tenía que
ver con el hecho de que había tomado de la caja de juguetes todo aquel animal
que le apareciera delante, sin preocuparse por su clasi ficación, hecho que
parecía motivado por su necesidad de obtener algo, de sentir que se le estaba
dando algo, sin considerar demasiado cuáles eran las características de lo que
recibía.
Después de esta apertura siguió un proceso analítico que puedo
categorizar en tres períodos netamente diferenciados. Tratare de resu mir muy
brevemente cada uno de ellos.
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Primer período

Durante un período bastante largo Andrés desarrolló una secuen cia típica. Comenzaba
dibujando, aproximadamente la primera mitad de la sesión, y luego repetía el
juego del corral con modificaciones mi nimas, pero que a lo largo de esta etapa
fueron desplegando las mo dificaciones de su ansiedad persecutoria. A veces
reforzaba la guardia agregando más soldados, en otras ocasiones escamoteaba
un animal que escondía de mi vista y de la vista de los soldados, solía responder
a mis interpretaciones con un movimiento brusco y vivaz de la cabeza diciendo:
"ipara qué me decís eso!" Inmediatamente volvía a su apatía anterior.
Después de varias semanas pasó a construir fuertes con solda dos por dentro y por fuera.
Decía que eran torres de control. Agre gaba y quitaba soldados o los desplazaba
de lugar. No peleaban. Los hacía desfilar y los contaba y recontaba para
asegurarse de que hu biera un número igual. De ese modo los inmovilizaba e
inmovilizaba la destrucción y los ataques entre ellos por angustia. Trataba de
evitar la guerra y cada vez que surgía este impulso de destrucción conseguía
detenerlo. Evitaba también la lucha, el encuentro y la competencia con su
hermano-padre por la posesión del castillo.
Considere que buena parte de este material era una clara re presentación de su bloqueo
emocional. Al mismo tiempo, pensé que in cluía también un progresivo
conocimiento de que era eso de estar en análisis, en qué consistía el encuadre,
al que a veces equiparaba con el estar encerrado dentro de un corral.
En una sesión hizo desplazar un soldado y dijo que era de noche y que la oscuridad lo
protegía para ir a espiar y no ser descubierto. En caso de verlo, se fingiría
muerto para evitar el castigo.
Le interpreté que por las noches se levantaba sonámbulo a es piar al padre y a la madre.
Ellos eran los enemigos que estaban juntos y planeaban la forma de atacarlo y
destruirlo. Agregué que ponía en
38
...
El período do latencia

ellos toda su rabia, sus ganas de atacarlos y matarlos. Si lo descubrían, no podían hacerle
nada porque era un sonámbulo-muerto.
Agregué que ahora podía entender mejor lo que quiso mostrar me en la primera sesión con la
hoja dividida; en una parte, el dibujo como lo que podía o debía mostrar, la casa-fachada. La
otra mitad, vacía. Pero no era realmente un vacío, sino que contenía todo lo que debía
esconderme y esconderse, haciéndose el sonámbulo-muerto para que no lo conviertan en tal.
A partir de entonces abandonó este juego y usando el material de dibujo pudo manifestar todas
sus fantasias sádicas relacionadas con la escena primaria, presentes continuamente con su
actividad mas turbatoria.
Podemos inferir que mi interpretación tuvo un carácter mutativo, puesto que a partir de
entonces se modificó el tipo de material que su ministraba. En el mismo se habían expresado,
durante este primer pe ríodo, sus intentos de retener y controlar a una analista interna perse
cutoria, que a su vez lo retenía y controlaba a él. Otro material carac terístico de este primer
período podrá hacer más clara aún la com prensión de sus dinamismos. Junto con el material
referido a "hacerse el muerto", surgió la fantasía de que ciertos personajes utilizaban rayos
para controlar el pensamiento del otro. Estos rayos, cuando eran lumi nosos, abrían vías dentro
del cerebro del otro iluminándolo. Al mismo tiempo surgieron relatos relativos a robots que,
como se lo interpreté, parecerían ser una consecuencia de los rayos dirigidos por otros, que
habían atrapado su pensamiento. En reiteradas oportunidades le inter preté que él temía que
yo con mis interpretaciones me apoderara de su mente, y que al mismo tiempo lo iluminara. Se
trataba de dos fan tasías contrapuestas en constante interacción: una relacionada con la
curación y la otra con el temor a quedar esclavo de mí.
Sobre esta base pudimos comprender algunos de los dinamismos de su sonambulismo. En
efecto, éste había comenzado a los seis años, con posterioridad a la época "difícil", después
del último embarazo de
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su madre y con el nacimiento de su hermana. Las fantasías relacionadas con el sonambulismo


parecerían corresponder a un ataque al interior del vientre materno, ataque de
carácter incontrolable, de cuya respon sabilidad no quería hacerse cargo por
temor a la retaliación. Por otra parte, esta fantasía también expresaba el
desplazamiento del vientre materno a su mente, tal como se observa en su
material relativo a los rayos que penetraban en su mente y la controlaban. Se
trataba de una fantasía heredera del anhelo de introducirse en el vientre
materno y controlarlo. La fantasía de iluminación de su interior estaba vinculada
con la de dar a luz un hijo. Así como él había anhelado apoderarse del vientre
materno y controlarlo, así también sentía que su mente era controlada por una
voluntad ajena.

Segundo período

Las sesiones siguientes presentaron en general una configuración distinta. El tiempo de la


sesión estaba dividido en dos. En la primera parte, realizaba extensos relatos de
los acontecimientos del colegio, de sus estudios de inglés, etcétera. El énfasis
en el dibujo se acentuaba hacia la segunda parte de la sesión, mientras que en
la primera había más bien un énfasis en el relato, acompañado a veces por
juegos. Pude inferir que en el curso de la sesión la primera parte tenía la función
de un reaseguramiento del contacto, que le permitía, en la segunda, desarro llar
sus fantasías más profundas. Nos encontramos; por otro lado, con que la
primera parte de la sesión constituía la fachada clásica del niño latente. Algo
equivalente ocurrió en la primera sesión, cuando mostró la fachada en el dibujo
de la parte izquierda, mientras que la parte dere cha quedaba vacía. Ahora ese
equivalente de la parte derecha empe zaba a mostrarse en la sesión, sobre todo
también a través de los di bujos. El hecho de dibujar expresaba además una
mayor mentalización
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