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Desarrollo y Psicopatología,12(2000), 857–885

Copyright - 2000 Cambridge University Press
Impreso en los Estados Unidos de América

El constructo de resiliencia: Implicaciones para

intervenciones y políticas sociales

SUNIYA S. LUTHARa YDANTE CICCHETTIb

Colegio de Profesores, Universidad de Columbia; ybCentro familiar Mt. Hope,
a

Universidad de Rochester

Resumen
El enfoque de este artículo está en la interfaz entre la investigación sobre la resiliencia, un constructo que representa la
adaptación positiva a pesar de la adversidad, y las aplicaciones de este trabajo al desarrollo de intervenciones y políticas
sociales. Se delinean las principales características definitorias de la investigación sobre resiliencia, así como varias ventajas,
limitaciones y precauciones relacionadas con la aplicación del marco de resiliencia para desarrollar intervenciones. Para
futuros esfuerzos aplicados dentro de esta tradición, se presentan una serie de principios rectores junto con ejemplos de
programas existentes basados en el paradigma de la resiliencia. El artículo concluye con discusiones sobre las direcciones
para el trabajo futuro en esta área, con énfasis en una interfaz mejorada entre la ciencia y la práctica, y un alcance más
amplio de las intervenciones basadas en la resiliencia en términos de los tipos de poblaciones,

A medida que nos enfrentamos a los desafíos
sustanciales de atención de la salud que plantea el
nuevo milenio, la utilización de la creciente base de
conocimientos sobre resiliencia puede ser vital para
guiar las políticas sociales para promover el bienestar de
las personas desfavorecidas y de alto riesgo en nuestra
sociedad. La provisión de tratamiento a niños,
adolescentes y adultos con trastornos mentales
representa una gran carga económica para la sociedad
(Instituto de Medicina, 1985, 1989, 1994). Además, el
trastorno mental, el funcionamiento desadaptativo y la
miseria implican el desperdicio y la gran erosión del
potencial humano. Reconociendo estos problemas,
varios estudiosos han sostenido que es
Nuestro trabajo en este documento fue apoyado, en
parte, por subvenciones de los Institutos Nacionales de
Salud (RO1-DA10726, RO1-DA11498) y la Fundación
William T. Grant para Suniya Luthar, y por subvenciones
del Instituto Nacional de Salud Mental ( MH 45027), el
Instituto Nacional de Salud Mental y la Administración
para Niños, Jóvenes y Familias (MH 54643) y Spunk Fund,
Inc., a Dante Cicchetti.
Dirija la correspondencia y las solicitudes de reimpresión
a: Suniya S. Luthar, Department of Human Development,
Teachers College Box 133, Columbia University, 525 West
120th Street, New York, NY 10027-6696.
mucho más prudente promover el
desarrollo de un funcionamiento
resiliente lo antes posible en el curso del
desarrollo que implementar estrategias
de tratamiento diseñadas para reparar
los trastornos existentes entre los
individuos de alto riesgo (Cowen, 1991,
1994, 1999; Knitzer, 2000a, 2000b;
Luthar , 2000; Luthar, Cicchetti y Becker,
2000; Rutter, 2000; Werner, 2000).
Además, a medida que nuestra sociedad
se vuelve cada vez más multicultural, se
ha vuelto esencial descubrir los procesos
que contribuyen a la adaptación resiliente
en individuos de diversos orígenes
culturales, étnicos y raciales (Garcı́a Coll,
Lamberty, Jenkins, McAdoo, Crnic, Wasik,
& Vásquez Garcı́a , 1996).
En este artículo, discutimos la interfaz entre la
investigación sobre resiliencia y el desarrollo de
intervenciones y políticas sociales. Comenzamos
brindando una definición operativa del término
"resiliencia" y describimos brevemente

857
858
las características críticas de la investigación sobre
este constructo. A continuación, examinamos las
ventajas, limitaciones y precauciones asociadas con
la aplicación del marco de resiliencia al
desarrollo de relaciones preventivas y promotoras de la salud con los compañeros e
intervenciones motrices. En tercer lugar, delimitamos
maestros
Principios rectores para la aplicación eficaz de los
hallazgos empíricos sobre la resiliencia en el diseño
de intervenciones. Concluimos el documento
destacando varios temas que creemos que son
cruciales para mejorar la interfaz entre la
investigación sobre resiliencia y la implementación
de políticas sociales efectivas.
Investigación sobre Resiliencia: Características Centrales
Definición del constructo
La resiliencia es un proceso dinámico en el que los
individuos muestran una adaptación positiva a pesar
de las experiencias de adversidad o trauma
significativos. Este término no representa un rasgo
de personalidad o un atributo del individuo (Luthar
et al., 2000; Masten, 1999; Rutter, 1999, 2000). Más
bien, es una construcción bidimensional que implica
la exposición a la adversidad y la manifestación de
resultados de ajuste positivos.
Los dos constructos fundamentales incluidos en
el término "resiliencia" tienen definiciones
operativas específicas en la investigación
contemporánea.Adversidad, también conocido como
riesgo, generalmente abarca circunstancias de vida
negativas que se sabe que están asociadas
estadísticamente con dificultades de ajuste. La
exposición crónica a la violencia comunitaria, por
ejemplo, constituye un alto riesgo dado que los
niños que experimentan esta condición de vida
reflejan un desajuste significativamente mayor que
los que no la padecen (Garbarino, 1995; Lynch &
Cicchetti, 1998; Osofsky, 1995; Richters & Martinez,
1993).
Adaptación positiva, el segundo constructo,
generalmente se define en términos de competencia
social manifestada conductualmente, o éxito en el
cumplimiento de tareas de desarrollo destacadas en
la etapa (Luthar y Zigler, 1991; Masten, Best y
Garmezy, 1990; Masten y Coatsworth, 1998; Waters y
Sroufe , 1983). Entre los niños pequeños, la
competencia puede definirse operativamente en
términos del desarrollo de una
SS Luthar y D. Cicchetti
apego con los cuidadores primarios y, entre los
niños mayores, los índices apropiados incluyen
aspectos del funcionamiento escolar, como un
buen rendimiento académico y posición.
Sin embargo, la alta competencia social no es el
único ni necesariamente el índice preferido utilizado
para definir la adaptación exitosa en la investigación
sobre resiliencia; a veces, la mera ausencia de
desajuste emocional o conductual es apropiada
(Luthar et al., 2000; Rutter, 1999). Los indicadores de
resultados óptimos son aquellos que son
conceptualmente más relevantes para el riesgo
encontrado, de modo que cuando hay adversidades
graves en la vida, como la exposición a la guerra, la
ausencia de angustia psiquiátrica puede ser un
resultado más lógico que la excelencia en el
funcionamiento escolar (Luthar & Cushing, 1999).
Investigación sobre resiliencia: objetivos centrales
El investigador de la resiliencia suele dedicarse a
identificarvulnerabilidadyFactores protectoreseso
podríamodificarlos efectos negativos de las
circunstancias adversas de la vida y, una vez logrado
esto, en la identificaciónmecanismoso procesosque
podrían subyacer a las asociaciones encontradas
(Luthar, 2000). Cada uno de los términos
fundamentales incluidos en esta amplia declaración
de objetivos se explica a su vez.
Los factores o marcadores de vulnerabilidad
engloban aquellos índices que exacerban los efectos
negativos de la condición de riesgo. Entre los
jóvenes que viven en la ecología de la pobreza
urbana, por ejemplo, el género masculino puede ser
un marcador de vulnerabilidad (ver Kraemer, Kazdin,
Offord, Vessler, Jensen y Kupfer, 1997), ya que los
niños suelen ser más reactivos que las niñas a las
influencias negativas dentro de la comunidad. la
comunidad (ver Luthar, 1999; Moffitt & Caspi, en
prensa; Spencer, Cole, DuPree, Glymph & Pierre,
1993). Para los niños que experimentan
adversidades de vida severas y crónicas, aquellos
con poca inteligencia son más vulnerables a las
dificultades de ajuste con el tiempo que otros
(Masten, Hubbard, Gest, Tellegen, Garmezy y
Raminez, 1999; Rutter, 2000).
Los factores protectores son aquellos que modifican los
efectos del riesgo en una dirección positiva. Examen-
Construcción de resiliencia
Los ejemplos incluyen un locus de control interno
o tener una relación positiva con al menos un
adulto. Dentro de grupos de jóvenes expuestos a
adversidades significativas, a aquellos con tales
atributos les va mejor que a los jóvenes que
carecen de ellos (ver Beeghly & Cicchetti, 1994;
Cohler, Stott & Musick, 1995; Luthar & Zigler,
1991; Masten et al., 1990). , 1999; Rutter, 1999;
Toth y Cicchetti, 1996; Werner y Smith, 1992).
La vulnerabilidad y los factores de protección
pueden derivar cada uno de múltiples niveles de
influencia: la comunidad, la familia y el individuo
(Cicchetti & Aber, 1986; Cicchetti & Lynch, 1993;
Luthar & Zigler, 1991; Masten et al., 1990; Werner &
Smith , 1992). Ejemplos de influencias a nivel
comunitario incluyen exposición a la violencia en el
vecindario (vulnerabilidad) y relaciones de apoyo con
adultos en la escuela (protección). A nivel de la
familia, los ejemplos relevantes incluyen la disciplina
parental incoherente o dura, en oposición al cuidado
emocionalmente receptivo. Los atributos
individuales que pueden exacerbar la vulnerabilidad
a los factores estresantes incluyen un control
deficiente de los impulsos o poca inteligencia,
mientras que los atributos protectores incluyen un
alto sentido de autoeficacia o un temperamento
tolerante.
Si un constructo en particular se etiqueta como factor de
vulnerabilidad, factor de protección o ambos, depende de
dónde se encuentran los efectos centrales. Sería apropiado
referirse al coeficiente intelectual bajo como un factor de
vulnerabilidad, por ejemplo, si los niños con poca
inteligencia muestran un ajuste significativamente
comprometido (por ejemplo, como lo indican las
puntuaciones de los resultados que caen sustancialmente
por debajo de las puntuaciones promedio del grupo). Por
otro lado, si los jóvenes altamente inteligentes reflejaron
ventajas sustanciales en comparación con aquellos con
inteligencia media o baja (por ejemplo, puntajes de
resultados de competencia de +1Dakota del Suro más),
entonces un coeficiente intelectual alto representaría un
factor protector. Si son evidentes tanto las consecuencias
negativas como las positivas (p. ej., en los extremos polares
del continuo de las puntuaciones de CI), entonces los
términos “vulnerabilidad” y “protección” pueden usarse
indistintamente (ver Rutter, 1990, y Stouthamer–Loeber,
Loeber, Farrington , Zhang, van Kammen y Maguin, 1993,
para una elaboración adicional sobre cuestiones de
terminología).
859
La vulnerabilidad y los factores de protección
pueden operar en formas aditivas simples o en
modelos interactivos. En los modelos aditivos o de
“efecto principal”, se encuentra que el constructo en
cuestión muestra vínculos significativos con los
indicadores de ajuste, y estas asociaciones van más
allá de las que existen entre la condición de riesgo y
la variable de resultado. Los modelos interactivos,
por otro lado, presuponen asociaciones entre el
factor protector de vulnerabilidad y el resultado que
difieren en fuerza, dependiendo de la presencia o
ausencia de la condición de riesgo. Para ilustrar, los
efectos estabilizadores-protectores se indican si los
individuos con el atributo muestran un ajuste
positivo en niveles bajos.y altos niveles de riesgo,
mientras que aquellos sin el atributo muestran un
peor ajuste a niveles de riesgo altos que a niveles
bajos. Luthar et al. (2000) han proporcionado
descripciones detalladas del efecto principal y de los
modelos interactivos, junto con la terminología
asociada.
Finalmente, la investigación sobre
resiliencia implica una progresión desde una
identificación empírica de la vulnerabilidad o
los factores de protección hasta una
exploración de los procesos que subyacen a
sus efectos. Como paso inicial, el investigador
de resiliencia simplemente intenta identificar
constructos vinculados con resultados
relativamente positivos o negativos entre
grupos particulares en riesgo. Una vez hecho
esto, la siguiente fase, esencial para esta
generación de investigadores (Luthar et al.,
2000; Masten, 1999; Masten & Coatsworth,
1998; Rutter, 1999, 2000; Werner & Johnson,
1999; Wyman, Cowen, Work, Hoyt–Meyers,
Magnus y Fagen, 1999)— implica esfuerzos
para comprender los mecanismos que podrían
explicar los efectos de la vulnerabilidad o los
factores de protección destacados. La
enfermedad mental de los padres puede
conferir vulnerabilidad, por ejemplo,1El apoyo
social podría proteger contra el estrés al
mejorar la autoestima de los niños, la
1. Ver Rende y Plomin (1993), Rutter (2000) y Rutter, Silberg,
O'Connor y Simonoff (1999) para discusiones sobre los
factores genéticos que podrían subyacer a los vínculos
entre el estado de ajuste de los padres y sus hijos.
860
aumentando sus percepciones de control, o
fortaleciendo su sentido de seguridad (Barrera
& Prelow, en prensa; Sandler, Miller, Short, &
Wolchik, 1989; Wyman, Sandler, Wolchik, &
Nelson, en prensa).
Aplicación del paradigma de la resiliencia a
la política social: ventajas, limitaciones y
precauciones
Dado su enfoque central en los factores que modifican
los efectos de las condiciones de alto riesgo, la
investigación sobre la resiliencia posee un potencial
evidente para orientar las intervenciones y las políticas
sociales. Discutimos aquí las amplias ventajas de las
aplicaciones de este marco, seguidas de las limitaciones,
advertencias y precauciones asociadas.
Ventajas de aplicar el
paradigma de la resiliencia
El marco de resiliencia sirve paradirigir a los
intervencionistas al conocimiento empírico sobre la
prominencia de la vulnerabilidad particular y los
procesos de protección dentro del contexto de
adversidades específicas. Este marco ayuda a
organizar la evidencia científica sobre los factores
que pueden alterar diferencialmente los efectos de
varias condiciones de alto riesgo y adversidades, y
así generar direcciones específicas para los
esfuerzos de intervención.
A nivel macro, esta función es útil para delimitar
factores que ejercen efectos sustanciales en presencia
de circunstancias de vida adversas, pero que son menos
potentes en ausencia de riesgo. Un ejemplo son las
experiencias positivas en la escuela. Los investigadores
han demostrado que las actividades extracurriculares y
las relaciones de apoyo con los maestros tienden a ser
más beneficiosas para los jóvenes criados en
instituciones (Rutter, 2000) y en la pobreza urbana
(Dubois, Felner, Meares y Krier, 1994; Dubois, Felner,
Brand, Adan, & Evans, 1992) que para jóvenes de “bajo
riesgo” de familias comunitarias más tradicionales.
Aparentemente, los niños en ambientes tan cargados de
estrés encuentran relativamente pocas experiencias en
su vida cotidiana que generen una sensación positiva de
bienestar, de modo que cuando tales experiencias
ocurren, pueden tener un efecto marcado en la
adaptación de los niños (Luthar, 1999; Rutter, 1999,
2000).
SS Luthar y D. Cicchetti
Por el contrario, algunas fuerzas pueden tener
efectos sustantivos en ausencia de riesgos ambientales
destacados, pero tienen efectos relativamente débiles
en su presencia. Luthar y colegas (2000) ilustran esto con
datos sobre interacciones madre-hijo. Entre la mayoría
de las madres, las percepciones de sus hijos tienden a
moldear la forma en que se comportan con sus hijos, de
modo que los comportamientos disruptivos de los niños,
por ejemplo, provocan reacciones maternas negativas.
Por otro lado, para las madres que viven en la pobreza,
los poderosos factores estresantes que estas mujeres
enfrentan de manera continua a menudo restan valor a
la prominencia de comportamientos infantiles
particulares (Dumas y Wekerle, 1995). Lo que suele ser
un factor de vulnerabilidad significativo (es decir, el
comportamiento disruptivo del niño) puede hacer poco
para explicar las variaciones en el tipo de crianza que
muestra una madre pobre hacia sus hijos.
También a nivel micro, la evidencia de la investigación
sobre la resiliencia tiene funciones importantes en el sentido
de que delimita áreas de mayor importancia entre los
grupos que enfrentantipos particularesde adversidades Para
ilustrar, el estricto control de los padres está relacionado con
resultados de adaptación positivos entre los adolescentes en
situación de pobreza, pero no es necesariamente protector
para los niños de clase media que se enfrentan a riesgos
familiares como la depresión de los padres. De manera
similar, asumir la culpa por la enfermedad mental de los
padres es un factor de vulnerabilidad grave para los hijos de
madres deprimidas, pero puede ser mucho menos
importante para los niños expuestos a riesgos exosistémicos
como la violencia comunitaria crónica o la guerra.
La importancia de una cuidadosa atención a la
evidencia empírica sobre la vulnerabilidad específica del
contexto y los efectos protectores se destaca por los
hallazgos de que las fuerzas que parecen ser
inequívocamente beneficiosas pueden tener
ramificaciones negativas en algunas circunstancias, así
como lo contrario (Luthar, 1999; Rutter, 2000) . Por
ejemplo, un alto estatus de los compañeros suele ser
beneficioso para la adaptación general de los niños. Sin
embargo, entre los jóvenes del centro de la ciudad, se
ha encontrado que está relacionado con el repudio de
los comportamientos convencionales, como el esfuerzo
académico (Luthar, 1995). Mientras que la inteligencia es
generalmente beneficiosa, en presencia de fuerzas
psicosociales adversas, como oportunidades limitadas
para aplicar talentos hacia fines legales.
Construcción de resiliencia
adapta, puede exacerbar los problemas de
adaptación (Freitas & Downey, 1998; Luthar, 1999).
Características distintivas del constructo de
resiliencia
Al considerar los puntos planteados en la sección
anterior, se podría argumentar que no es necesario
invocar el constructo de resiliencia para demarcar la
evidencia empírica relevante: desde una perspectiva
taxonómica, uno podría simplemente confiar en la
amplia categoría de conocimiento sobre la
vulnerabilidad y los factores de protección. que
modifican los efectos del riesgo. Sin duda, el término
“resiliencia” no es indispensable. Ha habido decenas
de estudios de investigación científicamente
productivos que han iluminado los procesos que
operan entre grupos particulares en riesgo que
nunca han mencionado la resiliencia.
Sin embargo, el constructo de
resiliencia tiene algunas características,
tanto en la ciencia básica como en la
ciencia de intervención aplicada, que lo
distinguen como único en la realización
de investigaciones con grupos de
personas que experimentan adversidad.
Primero, el marco de resiliencia implica
un enfoque en los resultados positivos y
no solo en los negativos (Luthar et al.,
2000). De interés central son no solo las
fallas adaptativas (tradicionalmente
enfocadas en la investigación con grupos
de alto riesgo; Cicchetti, 1993) sino
también, y más importante, los resultados
adaptativos positivos y sus antecedentes
(Garmezy, Masten, & Tellegen, 1984;
Luthar & Zigler , 1991; Masten, et al.,
1990). Por lo tanto, desde una perspectiva
de política de intervención, la aplicación
de este marco implica un cambio implícito
de énfasis para abarcar la prevención
primaria,
En segundo lugar, incluso en los casos en que los problemas
tenerya cristalizada, la resiliencia podría explicar o subyacer a los vínculos que involucran
emframework implica un énfasis no solo en factores de vulnerabilidad y protección identificados
déficits sino también en áreas de fortaleza
(Luthar, 2000). Esto se ilustra en el trabajo con
madres que abusan de sustancias, un grupo
típicamente caracterizado por varios déficits de
crianza y psicopatología personal. Sin minimizar
sus problemas, aplicar una resiliencia
861
El paradigma implica atención a los activos entre estas
mujeres: fortalezas tales como una gran preocupación por el
bienestar de sus hijos (a menudo una fuerza impulsora para
que las madres adictas busquen tratamiento) y tendencias a
lamentar los "errores" pasados de crianza (que pueden
aprovecharse para motivar un cambio positivo; ver Luthar y
Suchman, 2000). Por lo tanto, desde el punto de vista de la
intervención, la aplicación de la perspectiva de la resiliencia
implica esfuerzos para aprovechar las fortalezas notables de
las "poblaciones vulnerables" para obtener un impulso
significativo para un cambio positivo.
Una tercera característica crítica es que el trabajo
sobre la resiliencia implica un compromiso para
comprender los procesos que subyacen a los efectos de
la vulnerabilidad y los factores de protección. Como
hemos señalado anteriormente, para los investigadores
en esta área, la identificación de fuerzas que muestran
vínculos significativos con los resultados del ajuste
constituye solo el paso inicial en su trabajo. El objetivo
final es esclarecer cuál de los diversos mecanismos
potenciales está implicado en los efectos de estos
factores de vulnerabilidad o protección, de modo que se
puedan derivar las direcciones apropiadas para la
intervención.
En resumen, el término “resiliencia” representa una
etiqueta parsimoniosa para un enfoque científico que
tiene múltiples características distintivas. La aplicación
del marco de resiliencia implica prestar atención (a) a
los resultados positivos en presencia de la adversidad en
lugar de una adaptación positiva en general y, más
específicamente, (b) al conocimiento derivado
empíricamente sobre la vulnerabilidad y los
mecanismos de protección que son sobresalientes y
posiblemente exclusivos de, condiciones particulares de
riesgo. Desde una perspectiva de intervención, la
implicación es (c) alejarse de la inadaptación para
considerar también la competencia (enfatizando así
implícitamente la prevención), (d) atención a las
fortalezas de los individuos en riesgo además de sus
“déficits”, y (e ) exploración sistemática de procesos que
píricamente.
Problemas y precauciones en la aplicación del
marco de resiliencia
Como con cualquier constructo, el rendimiento general del
trabajo sobre la resiliencia puede ser significativamente
862
prometido si los esfuerzos en el área no se ajustan a los
estándares científicos estrictos, y en los últimos años se
han identificado varios problemas conceptuales y
metodológicos en la investigación sobre este tema.
Estos incluyen variaciones en el uso de la terminología
por diferentes investigadores; diversidad en los métodos
utilizados para operacionalizar el riesgo, la competencia
y la asociación entre estos constructos; y atención
insuficiente a la teoría en los esfuerzos empíricos (ver
Luthar, 1993; Luthar et al., 2000; Luthar & Cushing, 1999;
Masten, 1999; Rutter, 1990, 2000). La identificación de
estos problemas ha llevado a la delineación de
precauciones específicas que los investigadores y
teóricos deben observar en el trabajo futuro sobre este
constructo (p. ej., Luthar et al., 2000).
En este documento, no reiteramos
preocupaciones generalmente relevantes para
el estudio científico de la resiliencia, sino que
abordamos solo aquellas que se relacionan
específicamente con las aplicaciones de este
trabajo para informar intervenciones y
políticas sociales. sus hallazgos, los intentos de
los profesionales de aplicar lo que ha revelado
esta investigación y las consideraciones
fiscales relacionadas con el uso de
intervenciones preventivas múltiples para
fomentar la adaptación resistente.
Presentación de trabajo científico sobre
resiliencia. Desde el punto de vista de las
intervenciones y políticas, quizás el problema
más prodigioso en la aplicación del marco de
resiliencia es que este constructo puede
malinterpretarse como una representación de
un atributo personal del individuo (Luthar,
2000; Luthar et al., 2000). Varios científicos han
advertido que invocar el término "resiliencia"
puede interpretarse como una sugerencia de
que si los niños tuvieran un rasgo particular, o
si mostraran comportamientos particulares,
entonces podrían resistir las adversidades.
Tales perspectivas pueden, sin darse cuenta,
allanar el camino para culpar al individuo por
no poseer las características necesarias para
funcionar bien (Masten, 1994; Pianta & Walsh,
1998; Reynolds, 1998; Tarter & Vanyukov,
1999) y pueden llevar a algunos líderes
políticos a justificar una protección limitada.
niños de condiciones de pobreza, maltrato y
angustia (Pianta &
SS Luthar y D. Cicchetti
Camino de Alger a través del riesgo y hacia el
éxito” (Doll & Lyon, 1998, p. 360).
Para ayudar a evitar tales malentendidos
potencialmente dañinos, Luthar (2000) delineó varias
precauciones relacionadas con la presentación
científica del trabajo sobre resiliencia. En primer
lugar, todo informe de investigación debe incluir una
clara definición operativa del constructo,
especificando desde el principio que la resiliencia es
un proceso o fenómeno (de adaptación positiva a
pesar de la adversidad), y aclarando explícitamente
que no es una característica personal del individuo
(p. ej., Egeland, Carlson y Sroufe, 1993; Luthar et al.,
2000; Masten, 1994; Pianta y Walsh, 1998; Rutter,
1999). En relación con esto, es útil evitar el uso del
término “resiliencia” al presentar hallazgos sobre la
competencia a pesar de la adversidad, porque este
término lleva la connotación de una característica de
personalidad aún más que el término
“resiliencia” (Luthar et al., 2000; Masten , 1994).
En segundo lugar, los científicos harían
bien en evitar utilizar el término “resiliente”
como adjetivo para caracterizar a los niños
en sus informes y aplicarlo, en cambio, a
perfiles o trayectorias de adaptación. Es
cierto que algunos investigadores (p. ej.,
Luthar et al., 2000) han aclarado que así
utilizado, el término no implica un rasgo,
como diría, por ejemplo, la frase “un niño
inteligente”. Más bien, implica referencias
duales a una condición de vida (como
podría ser la frase “jóvenes en riesgo”) y,
conjuntamente, evidencia de adaptación
positiva. Si bien los lectores de revistas
científicas particulares pueden notar tales
aclaraciones, es probable que pasen
desapercibidas para la gran cantidad de
partes interesadas no académicas
interesadas en la resiliencia. Por lo tanto,
sigue existiendo el peligro de que muchos
políticos, representantes de los medios,
En vista de tales preocupaciones, Luthar (2000)
sugirió que es más prudente que los científicos se
mantengan alejados de las frases que se enfocan en
el niño, como "jóvenes resilientes" o "fomentando la
resiliencia en los niños", y en su lugar se refieren a la
resiliencia. adaptación, perfiles o trayectorias. En
situaciones que requieran referencias a individuos o
grupos de niños (p. ej., en informes que involucren
análisis estadísticos basados en personas),
Construcción de resiliencia
se pueden usar descriptores un tanto calificados
como jóvenes “aparente o manifiestamente
resilientes” o, aún más simplemente, jóvenes
“conductualmente competentes” o “emocionalmente
sanos”.
Finalmente, al discutir los hallazgos de que determinados atributos
personales cumplen funciones protectoras (p. ej., sentido de optimismo o locus
de control interno), es importante que los investigadores incluyan, según
corresponda, declaraciones de precaución de que estos atributos no se
implantan de forma indeleble en los niños; más bien, están sustancialmente
moldeados por las circunstancias de la vida. Este punto se ilustra con hallazgos
sobre sesgos de atribución entre jóvenes de minorías desfavorecidas. Sandra
Graham y sus colegas han establecido que estos jóvenes muestran altos
niveles de conductas agresivas cuando tienen sesgos atributivos negativos (es
decir, cuando estos jóvenes de alto riesgo infieren erróneamente que la
agresión intencional subyace a las acciones de sus compañeros; Graham &
Hoehn, 1995; Graham y Hudley, 1994). Estos hallazgos podrían tentar a uno a
concluir que si solo los niños pudieran hacer atribuciones "apropiadas",
entonces mostrarían una adaptación resiliente. Sin embargo, los
investigadores señalan explícitamente que estos sesgos a menudo surgen de
experiencias de vida en curso, ya que la disposición de un niño a asumir la
intencionalidad de la agresión de los demás a menudo representa una
estrategia genuina para hacer frente a la vida diaria en la pobreza. Con el uso
frecuente, tales estrategias se vuelven parte de cómo los jóvenes
generalmente interpretan sus mundos sociales, extendiéndose incluso a
situaciones en las que son innecesarias (Graham & Hudley, 1994). porque la
disposición de un niño a asumir la intencionalidad de la agresión de los demás
representa a menudo una estrategia genuina para hacer frente a la vida diaria
en la pobreza. Con el uso frecuente, tales estrategias se vuelven parte de cómo
los jóvenes generalmente interpretan sus mundos sociales, extendiéndose
incluso a situaciones en las que son innecesarias (Graham & Hudley, 1994).
porque la disposición de un niño a asumir la intencionalidad de la agresión de
los demás representa a menudo una estrategia genuina para hacer frente a la
vida diaria en la pobreza. Con el uso frecuente, tales estrategias se vuelven
parte de cómo los jóvenes generalmente interpretan sus mundos sociales,
extendiéndose incluso a situaciones en las que son innecesarias (Graham y
Hudley, 1994).
Cuando los investigadores de resiliencia discuten
la relevancia de sus hallazgos para las
intervenciones y políticas, por lo tanto, es
fundamental señalar explícitamente que los niños no
pueden "hacerse" resistentes de forma duradera
(Luthar, 2000). Sin duda, el paradigma de la
resiliencia abarca visiones de los niños como
agentes activos que pueden afectar sustancialmente
sus propias circunstancias de vida (por ejemplo, a
través del uso efectivo de recursos internos o
externos; Cicchetti & Rogosch, 1997; Egeland et al.,
1993; Rutter, 1999). ; Werner, 2000; Wyman et al.,
1999). Por otro lado, como los experimentos clásicos
de Seligman (1975) sobre la indefensión aprendida
863
Los ataques constantes y continuos del medio
ambiente pueden incapacitar a los más fuertes. Por
lo tanto, en todos los casos en que se identifique que
las fortalezas de los individuos cumplen funciones
protectoras, los investigadores deben tener en
cuenta que muchas de las características personales
que parecen residir en el niño están, de hecho,
moldeadas continuamente por las interacciones
entre el niño y los aspectos de su entorno (Pianta y
Walsh, 1998; Resnick, 1994).
Además de observar tales precauciones al presentar
datos científicos, creemos que los investigadores de
resiliencia también deben hacer esfuerzos concertados
para la difusión proactiva y responsable de sus hallazgos
fuera de la literatura científica. Citando varias posibles
interpretaciones erróneas del trabajo en esta área (p. ej.,
que la resiliencia es un rasgo personal), algunos
académicos han defendido la revocación de la resiliencia
como un campo distinto de la investigación científica
(ver Luthar et al., 2000). Sin embargo, ya sea que los
científicos individuales elijan respaldar el estudio de la
resiliencia o no, está bastante claro que se trata de una
construcción con un atractivo inherente para muchas
personas, debido a sus connotaciones optimistas, y es
una noción que ya se discute ampliamente en la prensa
popular. así como entre profesionales en varios
dominios de prestación de servicios (ver Benard, 1999;
Doll & Lyón, 1998; Kumpfer, 1999; Pianta y Walsh, 1998).
Dado que los legisladores y directores de agencias, así
como el público en general, tienden a estar muy
influenciados por los informes de los medios (McCall &
Groark, 2000; Zigler, 1998), creemos que es fundamental
que los científicos transmitan de manera responsable el
alcance de su conocimiento sobre la resiliencia. ,
evitando puntos de vista incorrectos como "la resiliencia
implica invencibilidad" o "si los niños se esforzaran lo
suficiente, entonces podrían ser resistentes".
También es fundamental que los científicos
presenten sus hallazgos de manera que los
formuladores de políticas y los legos los encuentren
fácilmente comprensibles (Luthar, 1999; Scott, Mason y
Chapman, 1999; Zervigon-Hakes, 1998; Zigler, 1998).
Existe la necesidad de destilar en términos simples el
mensaje sustantivo de los resultados (es decir, lo que
revelan), y también de anticipar y evitar posibles
interpretaciones erróneas de los datos (es decir, lo que
hacen).noindicar). En interés de tales objetivos,
McCartney y Rosenthal (2000) han instado a los
científicos a comentar no sólo sobre
864
la importancia estadística de los hallazgos, pero también su
importancia práctica, basada en los tamaños generales del
efecto, así como en las características de diseño que pueden
haberlos atenuado artificialmente (p. ej., error de medición o
varianza restringida). Estos autores presentaron una
estrategia llamada Visualización del tamaño del efecto
binomial, que puede ayudar a los investigadores a traducir
los tamaños del efecto estadístico en términos concisos que
sean fácilmente comprensibles para los formuladores de
políticas y el público (p. ej., en términos de "tasas de éxito"
generales entre los grupos de intervención frente a la
comparación). grupos).
Finalmente, las presentaciones de datos deben estar
diseñadas para maximizar el interés y la receptividad de
diferentes audiencias no científicas. Parafraseando las
palabras de Edward Zigler, pionero en el campo de la
política social, McCall y Groark (2000) señalaron que los
formuladores de políticas quieren resúmenes sucintos
de los hallazgos, con las conclusiones presentadas
primero, muy pocos detalles y un solo ejemplo
ilustrativo. El público en general, por otro lado, quiere
información que se relacione con sus propias
experiencias y se presente de una manera que despierte
su interés personal. Otros académicos han abogado por
mayores esfuerzos para presentar evidencia empírica en
un lenguaje sin jerga, con las circunstancias de vida de
las poblaciones vulnerables capturadas en términos
tridimensionales y humanizados en lugar de
simplemente con etiquetas de diagnóstico y términos
técnicos abstrusos (Cicchetti & Toth, 1993; Houston ,
1994; Knitzer, 1996; Luthar, 1999). En años futuros, el
logro de objetivos tan importantes, relacionados tanto
con la claridad de las presentaciones como con su
capacidad para cautivar a diversas audiencias, se puede
facilitar si los científicos colaboraran con los defensores
de políticas en la preparación de informes destinados
específicamente a grupos no científicos como políticos y
miembros de la comunidad. los medios de comunicación
En resumen, en la medida en que los
investigadores sean conscientes de cómo se pueden
malinterpretar los hallazgos sobre la resiliencia, les
corresponde evitar tales interpretaciones erróneas
para que no resulten en una asignación inapropiada
de responsabilidad a las personas en riesgo. Con
este fin, los investigadores deben (a) proporcionar
definiciones operativas claras del constructo en
todos los informes; (b) utilice el término "resiliencia"
cuando se refiera a la competencia a pesar de la
adversidad y no "resiliencia" (lo que sugiere
SS Luthar y D. Cicchetti
un rasgo de personalidad); y (c) aplicar el adjetivo
“resilientes” para caracterizar trayectorias o perfiles
de adaptación, en lugar de grupos de niños.
Además, (d) cuando se descubre que determinados
atributos personales cumplen funciones protectoras,
debe aclararse, según corresponda, que muchos de
estos atributos en sí mismos están moldeados por
fuerzas ambientales. Finalmente, (e) los científicos
deben ser proactivos en la difusión del conocimiento
relevante, comunicando en términos equilibrados,
responsables y claros tanto lo que se sabe sobre
resiliencia como las limitaciones de los hallazgos
empíricos.
Enfoques fragmentados en la aplicación del marco
de resiliencia.La responsabilidad de la aplicación
efectiva de la evidencia sobre la resiliencia no recae
solo en los científicos; igualmente, recae en los
profesionales que buscan aplicarlo (Luthar, 2000). En
un artículo editorial que presenta una miniserie en el
Revisión de psicología escolar titulado “Resiliencia
aplicada: la promesa y las trampas de los programas
de resiliencia basados en la escuela”, Doll y Lyon
(1998) indican que ha habido un aumento del interés
en la investigación de la resiliencia entre los
educadores. Los autores advierten, sin embargo,
que esta creciente atención “contiene todas las
características de la moda educativa: el interés en el
tema es repentino, muchos tienden a ver los
programas de resiliencia como una panacea, y la
proliferación de programas de resiliencia en las
escuelas ha surgido independientemente de la
metodológicamente investigación rigurosa que dio
origen al constructo” (p. 349).
Ilustrando tales problemas, Pianta y Walsh (1998)
apuntan a intentos de mejorar habilidades aisladas
en niños con poca consideración de la ecología del
niño. Los autores señalan que los intentos de aplicar
la evidencia basada en la investigación sobre los
factores de protección con frecuencia tienden a
simplificarse en exceso, centrándose en las
habilidades o competencias individuales. No se
presta suficiente atención a la utilidad funcional de
las habilidades en cuestión, es decir, sus
ramificaciones dentro de un sistema ecológico que
normalmente no las engendra ni las refuerza.
Pianta y Walsh (1998) advierten además contra los
enfoques fragmentarios de la prestación de servicios en las
escuelas, argumentando que las soluciones a los desafíos de
educar a los niños de alto riesgo a menudo han implicado la
retirada, el complemento y el corto plazo.
Construcción de resiliencia
programas que son conducidos por alguien que no
sea el maestro del salón de clases. Este alto grado de
diferenciación y especialización en los servicios
puede ser extremadamente contraproducente para
los niños en riesgo cuyas experiencias sociales
cotidianas tienden a ser fragmentadas e
impredecibles. Habiendo identificado problemas
como estos, los autores abogan por servicios
integrales que no solo estén fuertemente anclados
en la teoría y la evidencia científica sobre la
resiliencia, sino que también impliquen esfuerzos
concertados para utilizar los recursos y el personal
existentes dentro de las aulas, escuelas o
comunidades determinadas (cf. Zigler, Finn-
Stevenson y Stern, 1997). Además, debe prestarse
atención constante al grado en que los componentes
de la intervención se integran en el programa
educativo, el contexto cultural y el repertorio
conductual personal del niño (Pianta y Walsh, 1998).
Finalmente, la confusión con respecto a la
terminología es un problema contra el cual los
profesionales, como los científicos, deben cuidarse.
Cada vez más, hay esfuerzos para desarrollar
programas, ostensiblemente anclados en la
investigación sobre resiliencia, que buscan “fomentar la
resiliencia en los niños”. Aunque bien intencionados,
tales esfuerzos de intervención, una vez más, fomentan
implícitamente puntos de vista de que si se ayudara a
los niños a desarrollar “resiliencia”, podrían resistir todo
tipo de adversidades. Al igual que sus colegas en
ciencias, los profesionales harían bien en replantear sus
enfoques para fomentar trayectorias o resultados
resilientes en lugar de niños resilientes (Luthar, 2000).
En resumen, desde el punto de vista de quienes
están en la prestación de servicios, las aplicaciones de la
investigación sobre resiliencia deben implicar (a)
atención a la teoría y la evidencia de la investigación
sobre el grupo atendido; (b) consideración de la interfaz
entre los objetivos de la intervención y los propios
antecedentes del niño; (c) prestación de servicios
integrados en lugar de servicios fragmentados; y (d)
claridad con respecto a la resiliencia como un fenómeno,
no como un rasgo personal.
Preocupaciones fiscales.Además de los problemas que
pueden derivarse de la presentación de la investigación por
parte de los científicos y los intentos de los profesionales de
aplicar estos hallazgos, la aplicación de la perspectiva de la
resiliencia también podría cuestionarse por motivos de
extravagancia fiscal. Como se señaló en discusiones
anteriores, el paradigma de la resiliencia
865
implica un énfasis en la intervención preventiva con
niños con alto riesgo estadístico de desadaptación,
antes de la aparición de dificultades de ajuste.
Además, los investigadores de la resiliencia
generalmente argumentan, con base en la evidencia
existente, programas multifacéticos que se enfocan
en múltiples vulnerabilidades destacadas y fuerzas
protectoras en lugar de aquellos que consideran
solo uno o dos de estos en relativo aislamiento (ver
Beardslee, Versage, Salt y Wright, 1999; Cowen et al.
al., 1996; Luthar, 1999; Luthar & Suchman, 2000;
Masten, 1999; Masten & Coatsworth, 1998; Rutter,
1999; Werner, 2000).
Recomendaciones como estas bien pueden generar
inquietudes sobre los recursos fiscales. Los escépticos
podrían cuestionar el valor de las intervenciones
multifacéticas implementadas en ausencia de
desajustes, considerando esto como una asignación
imprudente de dólares federales limitados. Objeciones
como estas, sin embargo, pueden ser contrarrestadas
sobre la base de la evidencia acumulada sobre varios
temas relacionados con la coexistencia de factores
protectores de la vulnerabilidad e intervenciones
rentables (Luthar, 1999).
Con respecto a los riesgos concurrentes, los estudios
han establecido que, en ausencia de intervención,
muchos niños que enfrentan múltiples adversidades
tienen una alta probabilidad de desarrollar dificultades
graves a medida que avanzan en sus trayectorias de
desarrollo. Entre los jóvenes que viven en condiciones
de pobreza, por ejemplo, la probabilidad de una
inadaptación grave aumenta exponencialmente con un
número cada vez mayor de riesgos sociodemográficos,
como la baja educación de la madre, el tamaño de la
familia numerosa, el estatus de minoría y la enfermedad
mental de los padres, riesgos que típicamente ocurren
en situaciones reales. (Coie, Watt, West, Hawkins,
Asarnow, Markman, Ramey, Shure y Long, 1993; Jessor,
1993; Luthar, 1999; Masten, 1999; Sameroff, Seifer,
Barocas, Zax y Greenspan, 1987). Cualquiera de estos
factores está relacionado con escaladas mínimas en el
desajuste. Niños que enfrentan dos factores de riesgo
coexistentes, sin embargo, demuestran un aumento de
4 veces en los problemas de ajuste, y cuando existen
cuatro o más factores de riesgo, el riesgo puede
multiplicarse por 10 (Rutter, 1979; véase también
Furstenberg, Cook, Eccles, Elder y Sameroff, 1999;
Sameroff, Seifer , & Bartko, 1997; Sameroff et al., 1987).
Desde una perspectiva de intervención, el mensaje obvio
es que sin
866 SS Luthar y D. Cicchetti

Los jóvenes de intervención expuestos a múltiples servicios existentes repartidos por sus comunidades,
factores de riesgo sociodemográficos, una como los que ofrecen asesoramiento, atención de la
proporción potencialmente grande de los más de 13 salud física o cuidado nocturno de los niños. Cada
millones de niños y jóvenes que viven en la pobreza vez más, los prevencionistas y los estudiosos de las
en los Estados Unidos (US Bureau of the Census, políticas sociales abogan por el uso creativo de los
1999), son altamente vulnerables a problemas recursos comunitarios existentes para movilizar
graves a largo plazo. influencias protectoras en beneficio de diferentes
Como corolario del punto anterior, varios grupos en riesgo (ver Barrera & Prelow, en prensa;
estudios han establecido beneficios Luthar, 1999; Knitzer, 2000a, 2000b; Pianta & Walsh,
acumulativos que se acumulan cuando los 1998).
niños en riesgo están expuestos a múltiples Finalmente, existen abundantes datos
factores protectores coexistentes (Luthar, sobre la rentabilidad a largo plazo de las
1999). Por ejemplo, Jessor y sus colegas intervenciones preventivas cuidadosamente
encontraron que mientras que los niños con diseñadas e implementadas (Yoshikawa,
un solo factor de protección muestran una 1994). Entre los programas de intervención
alta vulnerabilidad a las conductas en la primera infancia más citados se
problemáticas frente a las adversidades, encuentra el proyecto Perry Preschool
aquellos con múltiples índices de protección (Schweinhart, Barnes, Weikart, Barnett y
son relativamente poco afectados (Jessor, Epstein, 1993; Schweinhart y Weikart, 1988).
Van Den Bos, Vanderryn, Costa y Turbin, Los análisis de costo-beneficio de este
1995). ; véase también Jessor, Turbin y programa (Barnett, 1985, 1993) indican que
Costa, 1998a, 1998b). De manera similar, en esta intervención se vinculó con costos más
sus estudios de jóvenes en riesgo, bajos asociados con educación especial
Fergusson y Lynskey (1996) demostraron reducida, encarcelamiento reducido,
que entre los niños con múltiples factores salarios más altos y uso más bajo de dólares
de protección (es decir, aquellos en el de asistencia social. Los beneficios netos
quintil superior), un impresionante 85% (menos los costos) se estimaron en
demostró resiliencia para desarrollar aproximadamente $90 000 por participante
problemas de comportamiento (Fergusson e, incluso cuando se omitieron los efectos
& Lynskey, 1996).14veces más propensos a del crimen y la delincuencia, los beneficios
mostrar una adaptación competente que se estimaron en aproximadamente $30 000
aquellos con las peores condiciones de vida por participante. En años futuros,
(Furstenberg et al., 1999).
Esfuerzos previos también han establecido que las En resumen, la aplicación del paradigma de la
intervenciones preventivas no tienen que ser resiliencia hacia las intervenciones preventivas en
excesivamente costosas; los costos pueden reducirse varios frentes puede cuestionarse por motivos de
sustancialmente con un uso creativo y cuidadoso de los extravagancia fiscal. Sin embargo, contrarrestando
recursos existentes. Una gama de posibilidades en este tales objeciones, existe una amplia evidencia de que
sentido es evidente dentro de la “Escuela del siglo XXI” (a) sin intervenciones, los niños que enfrentan
de Zigler, un programa modelo integral que se integra múltiples riesgos tienen un alto riesgo de
en los sistemas escolares existentes (Zigler et al., 1997). inadaptación grave, (b) el aumento del número de
En este programa, los edificios de las escuelas públicas, influencias protectoras puede vincularse con una
que permanecen desocupados durante gran parte del probabilidad exponencialmente mayor de resultados
día y del año calendario, se utilizan no solo para positivos, (c) existe mucho potencial sin explotar
albergar programas de cuidado infantil para niños de 3 para aprovechar los recursos existentes dentro de
años o más, sino también para albergar reuniones las intervenciones de promoción de la salud, y (d) las
periódicas de grupos de apoyo para padres. También se intervenciones preventivas cuidadosamente
desarrollan redes de información y derivación en las concebidas pueden ser mucho más rentables que los
escuelas para ayudar a las familias a hacer un mejor uso intentos de reducir el desajuste una vez que se ha
de los diversos arraigado.
Construcción de resiliencia
Principios rectores en la aplicación de la
perspectiva de resiliencia hacia el desarrollo de
intervenciones y políticas
Habiendo considerado las ventajas generales, los
problemas potenciales y las posibles objeciones
al aplicar el marco de resiliencia para diseñar
intervenciones y políticas, pasamos a pautas
específicas sobre cómo se debe aplicar la
perspectiva de resiliencia dentro de tales
esfuerzos. Comenzamos delineando principios
específicos y luego pasamos a presentar
ejemplos de intervenciones basadas en el
paradigma de la resiliencia.
Principios rectores
A medida que ha evolucionado la
investigación sobre resiliencia, varios
académicos han evaluado las direcciones
apropiadas, basadas en este cuerpo de
trabajo, para las intervenciones dirigidas a
diferentes grupos en riesgo (ver Beardslee
et al., 1999; Cowen, 1999; Knitzer, 2000a;
Luthar, 1999; Luthar & Suchman, 2000;
Rutter, 1999; Werner, 2000; Werner &
Johnson, 1999). Muchas de las
recomendaciones ofrecidas resuenan
fuertemente con aquellas enfatizadas por
científicos en los campos más amplios de
investigación de prevención, psicopatología
del desarrollo, psicología comunitaria y
política social (ver Cicchetti, Rappaport,
Sandler & Weissberg, en prensa; Cicchetti &
Toth, 1998, 1999; Coie et al., 1993; Hogue &
Liddle, 1999; Instituto de Medicina, 1994;
Knitzer 2000a, 2000b; Instituto Nacional de
Salud Mental, 1993, 1998; Weissberg &
Greenberg, 1998; Yoshikawa & Knitzer,
1997).
1: Las intervenciones deben tener una sólida
base teórica. El diseño de todas las intervenciones
debe estar anclado en un marco teórico sólido que
reconozca específicamente las influencias
transaccionales mutuas entre los niños y los
diferentes aspectos de su entorno contextual. Es
probable que los intentos fragmentarios de mejorar
los "factores de protección" aislados sean ineficaces.
2:Más específicamente,las intervenciones deben
tener una base sólida en la teoría y la investigación
867
en el grupo particular al que se dirige.Esto
implica que se debe recopilar sistemáticamente
evidencia empírica, tanto cuantitativa como
cualitativa, sobre “modificadores modificables”
que se sabe que afectan los resultados del ajuste
en presencia de la adversidad particular que se
está considerando.
3: Los esfuerzos deben dirigirse no solo hacia
la reducción de los resultados negativos o la
inadaptación entre los grupos objetivo, sino
también hacia la promoción de las dimensiones
de la adaptación positiva o la competencia.Al
trabajar con padres con trastornos psiquiátricos,
por ejemplo, la intervención debe esforzarse por
reducir las conductas negativas, como la
disciplina incoherente o dura, mientras se
promueven las positivas, como la expresión de
calidez y afecto.
4: En relación con esto, las intervenciones deben
diseñarse no solo para reducir las influencias
negativas (factores de vulnerabilidad), sino también
para capitalizar recursos específicos dentro de
poblaciones particulares.Aprovechar las fortalezas
de las personas en la comunidad puede promover
sus propios sentimientos de eficacia y competencia,
y también puede fomentar su inversión para
garantizar que los cambios positivos perduren
dentro de sus comunidades.
5:Como se señaló anteriormente, en la medida
de lo posible, las intervenciones deben tener como
objetivo los procesos de protección y vulnerabilidad
sobresalientes que operan a través de múltiples
niveles de influencia.Estos incluyen influencias
provenientes de la comunidad y la familia, así como
del individuo (p. ej., Bronfenbrenner, 1977; Cicchetti
& Lynch, 1993; Sameroff & Chandler, 1975).
6: Las intervenciones deben tener un fuerte
enfoque de desarrollo, reflejando la atención, por
ejemplo, a las capacidades cognitivas, sociales y
emocionales específicas asociadas con las personas
a las que se dirige, así como los límites de estas. Se
debe prestar atención al conocimiento de los
dominios del desarrollo, como el razonamiento
causal, la comprensión de las emociones y la
capacidad del lenguaje, al diseñar intervenciones
para niños y adolescentes (ver Noam, 1992; Shirk,
1988; Toth y Cicchetti, 1999).
7: Del mismo modo, la relevancia contextual de los
objetivos generales de la intervención, así como de los
868
deben garantizarse estrategias de intervención
específicas.A menudo, esto se logra de manera
efectiva a través de la participación colaborativa de
los miembros de la comunidad local: líderes de la
comunidad, padres preocupados, maestros, médicos
y niños que reciben intervenciones. Los aportes de
estas personas pueden ayudar no solo a garantizar
que los objetivos de intervención identificados sean
vistos como significativos personalmente por los
destinatarios previstos, sino también a guiar al
personal hacia técnicas terapéuticas que
probablemente sean más efectivas dentro de
subculturas particulares (ver Brody, Stoneman, Flor,
McCrary, Hastings , y Conyers, 1994; Cowen et al.,
1996; Fantuzzo, Coolahan y Weiss, 1997; Hawkins y
Catalano, 1992, Jensen, Hoagwood y Trickett, 1999;
Lerner, Fisher y Weinberg, 2000; Seitz y Apfel, 1999).
8: Los esfuerzos de intervención deben apuntar a
fomentar servicios que eventualmente puedan
volverse autosustentables.Una vez más, esto implica
creatividad para aprovechar los recursos existentes
en las comunidades locales. Un ejemplo relevante es
el Proyecto de Desarrollo Escolar de Comer y sus
colegas, en el que los intervencionistas trabajan con
los padres, los miembros de la comunidad y el
personal escolar para establecer servicios para el
desarrollo infantil saludable que pueden volverse
autosuficientes en las escuelas con el tiempo (ver
Comer, 1988; Haynes y Comer, 1996).
9:Siempre que sea posible, los datos de los
grupos de intervención deben compararse con los
de grupos de comparación apropiados, para
determinar los efectos que son potencialmente
exclusivos de la intervención. Por ejemplo, para
demostrar la efectividad de una intervención
particular para los hijos de padres con una
enfermedad mental importante, se debe reclutar y
seguir longitudinalmente a un grupo de riesgo
similar que reciba un tipo diferente de intervención.
10:debe habercuidadosa documentación y
evaluación—de los componentes críticos de la
intervención a través de la manualización, y de las
ganancias (así como los problemas imprevistos) que
puede generar. Los dominios de resultados evaluados
deben ser aquellos centralmente enfocados en la
intervención, que a su vez son los que probablemente se
verán fuertemente afectados por el riesgo en cuestión.
La documentación y las evaluaciones cuidadosas son
útiles para guiar el diseño de futuras intervenciones,
para difundir aquellas de
SS Luthar y D. Cicchetti
eficacia y por los continuos refinamientos de la
teoría sobre los procesos de desarrollo normativo.
Aplicaciones de la investigación sobre
resiliencia: ensayos clínicos aleatorizados
En los últimos años, los psicopatólogos del
desarrollo han comenzado a aprovechar cada vez
más los hallazgos de la investigación sobre
resiliencia para diseñar intervenciones multifacéticas
que consideren las diversas transacciones entre los
niños y sus contextos ambientales. Aquí se resumen
tres intervenciones de este tipo, todas diseñadas
para familias afectadas por enfermedades mentales
de los padres: trastornos depresivos en los dos
primeros casos y abuso de sustancias en el tercero.
La primera de estas intervenciones es la diseñada por Beardslee (ver Beardslee, 1989;
Beardslee & Podorefsky, 1988; Beardslee et al., 1999) para ayudar a las familias en las que uno de
los padres estaba afectado por una enfermedad depresiva. El desarrollo de esta intervención se
basó en una lógica bien definida: fue impulsado por la evidencia de que (a) la depresión es un
problema generalizado, con un 10-20 % de las personas que experimentan al menos un episodio
depresivo en su vida (Kessler, McGonagle, Zhao, Nelson , Hughes, Eshleman, Wittchen y Kendler,
1994, Robins y Regier, 1991); y (b) los hijos de padres deprimidos corren un alto riesgo de sufrir
varios problemas, y casi el 50% recibe un diagnóstico de depresión al final de la adolescencia
(Beardslee, 1989; Downey y Coyne, 1990). La segunda característica de esta intervención es que su
diseño se basó en una revisión sistemática de la evidencia acumulada sobre los potentes procesos
de vulnerabilidad y protección que tienden a modificar los efectos de la depresión de los padres.
Los efectos mediadores (vulnerabilidad) identificados, por ejemplo, incluyeron alteraciones en
comportamientos de crianza específicos (p. ej., disminución de la atención y disminución de la
intensidad de la interacción), así como en la relación marital y la cohesión familiar. Un factor
protector crítico fue la alta autocomprensión entre los niños. Esto abarcó evaluaciones precisas del
trastorno afectivo de los padres y de la propia capacidad de los niños para actuar (p. ej., no asumir
la responsabilidad por los síntomas de los padres). La tercera característica de la intervención se
desarrolló para mejorar los patrones de mala adaptación, así como para Los efectos mediadores
(vulnerabilidad) identificados, por ejemplo, incluyeron alteraciones en comportamientos de crianza
específicos (p. ej., disminución de la atención y disminución de la intensidad de la interacción), así
como en la relación marital y la cohesión familiar. Un factor protector crítico fue la alta
autocomprensión entre los niños. Esto abarcó evaluaciones precisas del trastorno afectivo de los
padres y de la propia capacidad de los niños para actuar (p. ej., no asumir la responsabilidad por los
síntomas de los padres). La tercera característica de la intervención se desarrolló para mejorar los
patrones de mala adaptación, así como para Los efectos mediadores (vulnerabilidad) identificados,
por ejemplo, incluyeron alteraciones en comportamientos de crianza específicos (p. ej.,
disminución de la atención y disminución de la intensidad de la interacción), así como en la relación
marital y la cohesión familiar. Un factor protector crítico fue la alta autocomprensión entre los
niños. Esto abarcó evaluaciones precisas del trastorno afectivo de los padres y de la propia
capacidad de los niños para actuar (p. ej., no asumir la responsabilidad por los síntomas de los
padres). La tercera característica de la intervención se desarrolló para mejorar los patrones de mala
adaptación, así como para Un factor protector crítico fue la alta autocomprensión entre los niños.
Esto abarcó evaluaciones precisas del trastorno afectivo de los padres y de la propia capacidad de
los niños para actuar (p. ej., no asumir la responsabilidad por los síntomas de los padres). La
tercera característica de la intervención se desarrolló para mejorar los patrones de mala adaptación, así como para Un factor protector crítico fue la alta autocompr
Construcción de resiliencia
desarrollar fortalezas, tanto en el trabajo con los padres
como con los niños. La atención a los problemas de
desarrollo se refleja en el enfoque en las familias de
niños preadolescentes y adolescentes, jóvenes al borde
de un período de desarrollo de alto riesgo de problemas
depresivos.
Sobre la base de la evidencia disponible sobre
vulnerabilidad destacada y procesos de
protección, se desarrolló una intervención
dirigida por médicos con los siguientes objetivos
de tratamiento: desarrollo de una relación
terapéutica; suministro de información precisa
sobre enfermedades afectivas; integración de
información cognitiva con la experiencia de
enfermedad única de la familia; validación de la
experiencia de la enfermedad de los niños; y el
desarrollo de una perspectiva orientada hacia el
futuro. La intervención implicó de 6 a 10 sesiones
e incluyó sesiones separadas con los padres, los
niños y toda la familia y contactos telefónicos o
sesiones de actualización en intervalos de 6 a 9
meses. Esta intervención dirigida por médicos se
comparó con una intervención basada en
conferencias que perseguía objetivos similares a
las sesiones dirigidas por médicos, excepto que
los niños no asistieron a las conferencias,
Finalmente, hubo una cuidadosa atención a la
documentación. Para asegurar la fidelidad del tratamiento,
ambas intervenciones fueron manualizadas y las sesiones
grabadas en audio fueron calificadas para el cumplimiento
de los procedimientos estipulados. Antes y después del
tratamiento, las familias completaron baterías de evaluación
de múltiples métodos e informantes que aprovecharon las
construcciones hipotéticas para servir a los factores de
vulnerabilidad y protección, así como a los resultados
distales en los niños.
Los resultados de este estudio mostraron que las
familias en los grupos dirigidos por médicos informaron
una mejora significativamente mayor en varios factores
hipotéticos de vulnerabilidad y protección (p. ej.,
comprensión de la enfermedad, apoyo marital,
comportamientos relacionados con la enfermedad). Se
encontró que los principales beneficios de esta
intervención se mantuvieron incluso 8 meses después
de la intervención (ver Beardslee et al., 1999).
Una segunda intervención para familias
afectadas por la depresión de los padres, también
desarrollada dentro del marco de resiliencia, es la
diseñada por Cicchetti y colegas (Cicchetti, Rogosch,
& Toth, 2000; Cicchetti, Toth, & Ro-
869
gosh, 1999). Con base en el conocimiento de
la literatura empírica sobre el impacto de la
depresión materna en el desarrollo de los
niños, la psicoterapia de niños pequeños y
padres (TPP; Lieberman, 1992) se identificó
como una estrategia potencialmente
importante para fomentar la resiliencia en los
hijos jóvenes de madres deprimidas. Debido a
que se ha demostrado que los hijos de madres
deprimidas corren el riesgo de desarrollar
organizaciones de apego inseguro, es posible
que las representaciones inseguras de las
madres sobre sus propias figuras de apego no
solo influyan en las características afectivas y
cognitivas de la depresión de las madres, sino
que también contribuyan a las distorsiones. en
sus percepciones de su hijo y su capacidad
para formar una relación segura con su hijo.
Para intervenir en estas posibles dificultades
de relación, se utilizó TPP, basado
conceptualmente en la teoría del apego
(Lieberman, 1992).
Los resultados de esta intervención hasta la fecha
han demostrado que el TPP es eficaz para promover
la adaptación resiliente ante la adversidad, así como
para prevenir la aparición de mala adaptación. Las
madres con trastorno depresivo mayor y sus niños
pequeños fueron asignados aleatoriamente a TPP
(grupo de intervención de depresión [DI]) o a
ninguna intervención (grupo de control de depresión
[DC]). Un grupo de madres, emparejadas en factores
sociodemográficos pero sin antecedentes de
trastorno mental o psicopatología actual, sirvió
como grupo de Control Normal (NC). Aunque las
evaluaciones de referencia antes de la
implementación de TPP revelaron que los niños
pequeños en los grupos DI y DC evidenciaron tasas
equivalentes de apego inseguro y ambos grupos
tenían tasas más altas de apego inseguro que el
grupo NC, en las evaluaciones posteriores a la
intervención, el grupo DC continuó teniendo tasas
más altas de apego inseguro que el grupo NC. Por el
contrario, el grupo DI en el seguimiento posterior a
la intervención no fue significativamente diferente
del grupo NC en términos de tasa de apego seguro.
Para el grupo DI, también hubo un mayor
mantenimiento de la organización del apego seguro
entre aquellos que inicialmente eran seguros, así
como un mayor cambio de grupos de apego
inseguro a apego seguro (ver Cicchetti et al., 1999).
870
Por el contrario, para el grupo DC, los jóvenes
inicialmente seguros se volvieron inseguros.
Estos hallazgos demuestran la eficacia de TPP
para promover la organización del apego seguro
entre los hijos jóvenes de madres deprimidas.
Los efectos de la intervención preventiva también
se han examinado en términos de desarrollo
cognitivo (Cicchetti et al., 2000). Al inicio del estudio,
no se encontraron diferencias entre los grupos en
términos de su desarrollo mental. Sin embargo,
después de la intervención surgieron diferencias
grupales significativas para las habilidades
cognitivas, y el grupo DC mostró una disminución
relativa en el coeficiente intelectual. Tanto el grupo
DI como el NC evidenciaron puntajes de CI de escala
completa y escala verbal WPPSI-R (Wechsler, 1989)
más altos en comparación con el grupo DC; también
se encontró un efecto de tratamiento marginal en la
misma dirección para Performance IQ. Por lo tanto,
la intervención preventiva pareció ser efectiva para
mantener los avances cognitivos normativos en el
grupo DI, mientras que se observó una disminución
en el avance cognitivo en el grupo DC.
Un tercer ejemplo de intervenciones clínicas
basadas en la investigación de la resiliencia es el
Grupo de Madres de Psicoterapia Relacional (RPMG),
diseñado por Luthar y colegas (Luthar y Suchman,
2000; Luthar, Suchman y Boltas, 1997). Una
intervención integradora, RPMG implica una
atención específica a la vulnerabilidad
empíricamente identificada y las fuerzas protectoras
que pueden afectar la crianza de madres que abusan
de sustancias, fuerzas a nivel del individuo (p. ej.,
depresión comórbida, capacidad para reconocer
errores pasados), la familia (niñez problemática
historias, preocupación por el bienestar de sus
propios hijos) y la comunidad (p. ej., experiencias de
estigma, potencial para beneficiarse de las
influencias interpersonales positivas). La
psicoterapia implica una confluencia de cuatro
componentes terapéuticos principales, el primero de
los cuales es unpostura de los terapeutas de apoyo,
que abarca los constructos rogerianos de
aceptación, empatía y autenticidad (Braswell & Seay,
1984). El segundo es un enfoque interpersonal,
relacional,un componente con raíces en las
perspectivas sensibles al género sobre las mujeres,
así como en la psicoterapia interpersonal (Klerman,
Weissman, Rounsaville y Chevron, 1984). Tercero,
RPMG esun tratamiento de grupo,involucrando solo
abuso de sustancias
SS Luthar y D. Cicchetti
madres (no madres y padres), con grupos dirigidos
por terapeutas mujeres. La cuarta característica
definitoria de RPMG se basa en el descubrimiento,
facilitación de habilidades de crianza orientada a la
comprensión. En lugar de “instruir” a las madres
sobre la crianza adecuada, los terapeutas alientan a
las mujeres a explorar las fortalezas y limitaciones
de sus propias estrategias y las guían hacia el
desarrollo de enfoques óptimos.
La intervención RPMG está diseñada para
administrarse como un "complemento" al
tratamiento ambulatorio con metadona en sesiones
grupales semanales durante un período de 6 meses.
Las sesiones están estructuradas, con estrategias
terapéuticas para cada una detalladas en un manual
de terapeutas. Las primeras 12 de las 24 sesiones se
centran en el propio funcionamiento de las mujeres
y abordan temas como el manejo de la ira, la
depresión y la soledad. Las sesiones restantes se
centran en temas específicos de crianza, como
fomentar estilos cálidos de crianza y desarrollar
alternativas al castigo corporal. Todas las sesiones se
graban en video y los terapeutas se califican según
su cumplimiento del manual RPMG.
Según los informes de las propias mujeres y de
sus hijos, se descubrió que las madres que
recibieron RPMG demostraron niveles más bajos de
riesgo de maltrato infantil que las madres de
comparación (que recibieron el tratamiento
habitual), al final de la intervención de 24 semanas.
(Luthar & Suchman, 2000). Las beneficiarias de
RPMG también reportaron una mayor participación
con sus hijos y más satisfacción en sus roles como
madres, y sus hijos reflejaron menos problemas en
varias áreas. A los 6 meses posteriores al
tratamiento, los receptores de RPMG continuaron
teniendo una ventaja relativa, aunque la magnitud
de las diferencias entre los grupos a menudo se
atenuó. En particular, los análisis de orina indicaron
que las madres RPMG mostraron mayores mejoras
en los niveles de uso de opioides en el seguimiento
que las madres de comparación, lo que sugiere que
trabajar con mujeres adictas en sus necesidades
psicológicas y de crianza puede tener efectos
secundarios sustanciales en su abstinencia. Basado
en la promesa de estos hallazgos iniciales, RPMG se
está evaluando más en un estudio de ensayos
clínicos más grande con madres mantenidas con
metadona; también se está explorando su
efectividad entre las madres derivadas a los servicios
de protección infantil, en una iniciativa
Construcción de resiliencia
patrocinado por el Departamento de Niños y
Familias de Connecticut.
Independientemente de estos tres ejemplos de
ensayos clínicos aleatorios que se basan explícitamente
en la investigación sobre la resiliencia, existen otras
intervenciones bien conocidas que están orientadas a
promover resultados positivos en los niños, aunque su
conceptualización inicial no implicaba específicamente
este constructo. Weissberg y Greenberg (1998) revisan
muchos de estos programas de mejora de competencias
en varios frentes, implementados en diferentes fases de
desarrollo (ver también Dryfoos, 1994; Durlak, 1997). Un
ejemplo de este tipo de intervenciones es el Prenatal/
Early Infancy Project, un programa de larga data que
incluye visitas de enfermeras a mujeres embarazadas
pobres, solteras (Kitzman et al., 1997; Olds et al., 1998;
Olds & Korfmacher, 1997, 1998) . Dirigido a niños en
edad preescolar en vecindarios económicamente
desfavorecidos, el Programa Chicago Child Parent
Center (CPC), iniciado a fines de la década de 1960 (ver
Reynolds, 1998, en prensa), brinda educación infantil
integral y servicios de apoyo familiar para promover la
preparación escolar, así como otros resultados positivos
de adaptación. Fast Track, un proyecto de ensayos
clínicos aleatorizados en múltiples sitios que tiene como
objetivo proporcionar una intervención longitudinal
integral (Grupo de Investigación de Prevención de
Problemas de Conducta, 1992, 1999a, 1999b), sirve a
niños de jardín de infantes con alto riesgo de problemas
de conducta.
Desde el punto de vista de la psicopatología del
desarrollo, se debe tener en cuenta que los ensayos de
intervención multinivel cuidadosamente diseñados
pueden generar beneficios críticos no solo para los
niños y las familias vulnerables, sino también para el
avance de las teorías sobre la resiliencia y la
psicopatología. La investigación de la prevención se
puede conceptualizar como verdaderos experimentos
para alterar el curso del desarrollo y, por lo tanto, puede
proporcionar información crítica sobre la etiología y el
curso del ajuste frente a los riesgos conocidos (Cicchetti
& Toth, 1992; Kellam & Rebok, 1992; Sandler, Wolchik). ,
MacKinnon, Ayers y Roosa, 1997). Para ilustrar, los
hallazgos de Beardslee de que los cursos de desarrollo
de los hijos de padres deprimidos se alteraron como
resultado de la exposición a su intervención, brinda
evidencia confirmatoria sobre los procesos críticos
involucrados en la ontogénesis de la inadaptación, así
como de
871
resiliencia entre los niños en riesgo en virtud de la
enfermedad depresiva de los padres.
Intervenciones basadas en la comunidad
Las aplicaciones del paradigma de la resiliencia en el
desarrollo de intervenciones no se limitan de
ninguna manera a los ensayos de intervención
basados en la investigación: este paradigma
también se ha aplicado a los programas
comunitarios (ver Gager & Elias, 1997; Rolf &
Johnson, 1999). Las ilustraciones están disponibles
en un volumen de Burt, Resnick y Novick (1998) que
se centra en programas de intervención integrales e
integrados destinados a construir comunidades de
apoyo para adolescentes en riesgo. El marco
conceptual que sustenta este libro enfatiza la noción
de resiliencia, con énfasis específico en la
complejidad de múltiples influencias—a nivel del
individuo, la familia y la comunidad—que
interactúan para afectar los resultados de los
adolescentes.
Los nueve programas descritos en el
volumen de Burt y colegas (1998) reflejan
una diversidad considerable en varias
dimensiones, incluida la especificidad
frente a la amplitud de los resultados de
los adolescentes, el grado en que
involucran a las familias y las
comunidades además de los propios
adolescentes, y la medida en que a los
que su énfasis está en actividades de
enriquecimiento y prevención en lugar de
servicios de tratamiento para aliviar
problemas. Sin embargo, todos estos
programas tienen en común la atención a
los procesos de vulnerabilidad, así como
a los de protección, ya los problemas de
las comunidades en riesgo, así como a las
áreas de fortaleza. Es más,
En un resumen reciente sobre los niños y la reforma del
bienestar, Knitzer (2000b) ha discutido los esfuerzos para
promover la resiliencia entre un subgrupo particularmente
vulnerable de niños en situación de pobreza: aquellos cuyos
padres se enfrentan a múltiples dificultades, incluido el abuso de
sustancias, la violencia doméstica y las enfermedades mentales. A
pesar de las reducciones dramáticas en el número de casos de
asistencia social después de la promulgación de la Ley de
Responsabilidad Personal y
872
Ley de Reconciliación de Oportunidades Laborales (PRW-
ORA, por sus siglas en inglés) de 1996, los adultos con
problemas graves y coexistentes como estos no pueden
unirse a la fuerza laboral con éxito y es probable que
enfrenten límites de tiempo y varias sanciones.
Reconociendo la escasez de incentivos políticos y flujos
de financiación estables para programas integrados de
prestación de servicios basados en la comunidad para
tales familias, Knitzer delineó varias estrategias para
promover su adaptación resiliente, con
recomendaciones relacionadas con tres puntos de
entrada diferentes: (a) servicios para la primera infancia;
(b) servicios para abuso de sustancias, salud mental y
violencia doméstica; y (c) agencias de asistencia social.
Para intervenciones implementadas dentro del
contexto deservicios para la primera infancia, Knitzer
describió tres estrategias, la primera de las cuales
implica la integración de equipos de servicios
conductuales en entornos de atención primaria de
salud, cuidado infantil y Head Start. Un ejemplo
existente de esta estrategia es Start Early Starting
Smart (SESS), una iniciativa público-privada. Los
objetivos incluyen vincular a las familias de alto
riesgo con especialistas y brindar servicios de
defensa y, en algunos casos, brindar intervenciones
terapéuticas y actividades de desarrollo del personal.
La segunda estrategia es construir un sistema
estatal de apoyo conductual para niños pequeños y
familias, como lo ejemplifica Children's Upstream
Project (CUPS) en Vermont. Un programa destinado
a desarrollar un sistema de atención de la salud
mental de la primera infancia que incluye tanto la
prevención como el tratamiento, CUPS vincula a las
agencias que trabajan con la salud infantil, el abuso
de sustancias, la salud mental, violencia doméstica y
otros servicios familiares. La tercera estrategia es
aumentar las competencias del personal en los
programas de primera infancia para atender a las
familias con múltiples necesidades. Los programas
existentes que han implementado efectivamente
esta estrategia incluyen el Proyecto Relación en Los
Ángeles, que tiene como objetivo mejorar las
habilidades de quienes trabajan directamente con
niños pequeños y familias, a través de un conjunto
manual de ejercicios que abarca la indagación, la
reflexión y el respeto.
Teniendo en cuenta los programas de fomento de la
resiliencia introducidos en el contexto deagencias de
abuso de sustancias, salud mental y violencia doméstica,
Knitzer señaló que los problemas de crianza a menudo
reciben poca atención dentro de tales agencias.
SS Luthar y D. Cicchetti
cias Dos excepciones citadas fueron Rainbow House
en Chicago, un programa terapéutico basado en
refugios para mujeres afectadas por violencia
doméstica y comunitaria y sus hijos, y Exodus, en
Compton, California, un programa residencial para
madres que abusan de sustancias en riesgo de
quedarse sin hogar. Estos programas son
alentadores en su integración, dentro de programas
residenciales intensivos para madres en riesgo,
servicios críticos para sus hijos, incluyendo cuidado
infantil terapéutico en el lugar y acceso a servicios de
desarrollo y salud mental.
Finalmente, Knitzer discute cuatro estrategias que
podrían usarreforma del bienestarcomo puntos de
entrada para brindar una intervención intensiva a los
niños y familias más vulnerables. Estos incluyeron
estrategias relacionadas con las necesidades de servicio
de los niños criados por padres de crianza; servicios
para padres y madres de bajos ingresos afectados por la
Asistencia Temporal para Familias Necesitadas (TANF;
por ejemplo, a través de grupos de apoyo); uso de
dólares relacionados con la asistencia social para
promover intervenciones integradas de desarrollo para
los niños más estresados (ya que la mayoría de los
estados tienen flexibilidad para usar dólares de
asistencia social de formas no tradicionales); y el
desarrollo de asociaciones formales entre el personal de
TANF y el personal que trabaja en los campos de abuso
de sustancias, salud mental y cuidado y desarrollo
infantil.
Además de delinear estas diversas estrategias
para fomentar resultados positivos entre los niños y
las familias vulnerables, Knitzer también consideró
los requisitos de políticas a nivel macro para su
implementación exitosa, brindando varias
sugerencias para los estados, las comunidades, los
grupos del sector privado, las agencias federales y el
Congreso. Estos incluyen recomendaciones para
proporcionar subvenciones de desafío para
promover asociaciones basadas en la comunidad
entre diferentes agencias de servicios; proporcionar
capacitación cruzada y consulta para el personal
dentro de estas agencias; sintetizar y diseminar
ampliamente la evidencia de la investigación sobre
la rentabilidad de las intervenciones preventivas y
“promover la paridad de los servicios de salud
conductual al mismo nivel que los servicios de salud
física en la legislación federal tanto para adultos
como para niños” (Knitzer, 2000b, p. 16) .
Prestación de servicios integrados: desafíos relacionados con
la fragmentación de los servicios.Como se señaló oído-
Construcción de resiliencia
Más aún, las familias socioeconómicamente
desfavorecidas a menudo se enfrentan a múltiples
"factores de vulnerabilidad", experimentando
desafíos sustanciales para la adaptación en diversos
dominios, como la salud física y mental, la vivienda y
el cuidado de los niños. El reconocimiento de la
complejidad de sus necesidades de servicio ha dado
lugar a varios llamamientos para una mayor
integración de la prestación de servicios. Estas
exhortaciones incluyen un énfasis no solo en brindar
múltiples servicios bajo un mismo techo, sino
también en compartir las responsabilidades fiscales
y de planificación entre diferentes agencias (ver
Dryfoos, 1994; Durlak, 1997; Eber & Nelson, 1997;
Knitzer, 2000a; McMahon & Luthar , 1998; Weissberg
y Greenberg, 1998; Yoshikawa y Knitzer, 1997).
Sin embargo, los esfuerzos de colaboración
interinstitucional en la prestación de servicios integrados
plantean inevitablemente una serie de desafíos (Adelman y
Taylor, 1997; McMahon y Luthar, 1998). Estos incluyen
barreras relacionadas con diferentes entrenamientos y
orientaciones profesionales, procedimientos administrativos
y requisitos de confidencialidad que limitan la capacidad de
las agencias para compartir información sobre los clientes.
Tomando nota de limitaciones como estas, Burt et al. (1998)
brindan varios pasos útiles que se pueden tomar, incluida la
maximización de la comunicación abierta entre las agencias
colaboradoras, la necesidad de negociación por adelantado
ciones para asegurar cooperativa exitosa que Weissberg y Greenberg (1998) tienen
actividades, y asegurar el compromiso de discutido en términos del fracaso de la ciencia para estar
directores de agencias, así como proveedores de servicios
directos.
Aparte de estos problemas a nivel de las agencias,
existen varios desafíos que se derivan de las tendencias
en las políticas nacionales contemporáneas (Luthar,
2000). La fragmentación y categorización de la
financiación de diferentes servicios sociales, por
ejemplo, se consideran las barreras más significativas
para el desarrollo de la comunidad.
programas basados en la comunidad, orientados a la prevención, impulsados por servicios y empíricos
que son sistemas (Burt et al., 1998). En servi-
sistemas de sub-entrega, si se pierde la financiación de
un componente, a menudo debe suspenderse. Aparte
de la pérdida de servicios críticos, esto es problemático
porque a menudo es difícil reanudar los servicios
interrumpidos: el personal participante encuentra tales
discontinuidades extremadamente perturbadoras y las
relaciones de cooperación entre el personal pueden
dañarse irrevocablemente si el personal pierde la fe en
la estabilidad de los esfuerzos del programa.
873
Problemas adicionales se derivan de la reciente
devolución de programas federales a los niveles
estatal y local. Como resultado de la reforma de la
ley federal de asistencia social de 1996, hubo un
cambio significativo en la responsabilidad de los
programas de servicio social del nivel federal al
estatal y local (Burt et al., 1998). Con frecuencia, los
gobiernos estatales y locales se enfrentan a serias
restricciones financieras al intentar abordar las
cargas creadas como resultado de estas
responsabilidades adicionales. Además, la
supervivencia de los pocos—y generalmente frágiles
—recursos comunitarios que existen en
comunidades económicamente marginadas (por
ejemplo, programas extraescolares o de verano)
puede verse seriamente comprometida por la
retirada del apoyo del gobierno (Furstenberg et al.,
1999). En los próximos años, Las alianzas sólidas
entre el gobierno en todos los niveles y las
instituciones locales serán fundamentales para
fomentar comunidades funcionales (Furstenberg et
al., 1999; Schorr, 1997). Debe haber un esfuerzo
concertado por parte de las agencias de financiación
federales, estatales y privadas para apoyar empresas
comunitarias colaborativas que puedan promover la
competencia conductual y emocional entre los niños
(Knitzer, 2000a, 2000b).
Otro conjunto de cuestiones se relaciona con las políticas relativas
a los períodos de financiación de la investigación, un área
a la altura de las necesidades de la práctica. Argumentan
que, desde el punto de vista de los educadores de jardín
de infantes a grado 12, por ejemplo, los programas
óptimos de mejora de la competencia son aquellos que
tienen una duración de varios años y coordinan las
intervenciones en el aula, la escuela, los padres y la
comunidad, con el apoyo y la capacitación adecuados
para un alto nivel integrado. -implementación de
calidad. Por el contrario, la mayoría de las teorías
diseñados y evaluados por científicos están limitados tanto
en alcance como en duración (p. ej., con períodos de
financiamiento de 5 años para subvenciones financiadas con
fondos federales). Como resultado, muchas escuelas
adoptan programas que están bien comercializados pero
que carecen de efectividad documentada; no existen
experimentos de campo longitudinales controlados para
evaluar laa largo plazoefectos de los programas escolares de
competencia social. Brechas como estas subrayan la
necesidad de un mayor apoyo de las agencias de
financiación y de políticas.
874
creadores de colaboraciones a largo plazo entre
profesionales y científicos para diseñar y evaluar
esfuerzos de prevención prometedores basados en
la escuela y la comunidad (Weissberg & Elias, 1993).
Capacidad de respuesta a nivel federal o nacional.
Las iniciativas federales recientes han contenido una
referencia explícita al paradigma de la resiliencia
como un marco efectivo para desarrollar y orientar
las intervenciones. Entre los esfuerzos más visibles
estuvo una colaboración que involucró a varias
agencias federales, incluidos tres de los Institutos
Nacionales de Salud (Instituto Nacional sobre el
Abuso de Drogas, Instituto Nacional sobre el Abuso
de Alcohol y Alcoholismo, y el Instituto Nacional de
Salud Mental), dos divisiones de la Substancia
Administración de Servicios de Abuso y Salud Mental
(el Centro de Prevención del Abuso de Sustancias y el
Centro de Servicios de Salud Mental [CMHS]), así
como la Asociación Nacional para Hijos de
Alcohólicos. En 1994, estas agencias patrocinaron
conjuntamente una conferencia sobre resiliencia y
desarrollo, buscando llamar la atención nacional
sobre la relevancia de la investigación sobre
resiliencia para el abuso de sustancias y los
problemas de salud mental y destilar direcciones
para el trabajo futuro en el área. La conferencia
representó una confluencia de diversas perspectivas
y generó la delineación de varios temas críticos que
merecen consideración en futuras investigaciones
básicas, teorías y aplicaciones del constructo de
resiliencia (ver Glantz & Johnson, 1999).
Una ilustración más reciente de las iniciativas
federales es la iniciativa de Prevención de la Violencia
Escolar de CMHS, que, como se señaló anteriormente, es
una división de la Administración de Servicios de Salud
Mental y Abuso de Sustancias federal. En octubre de
1998, CMHS recibió una asignación del Congreso de $40
millones para mejorar los servicios de salud mental para
niños en riesgo de involucrarse en conductas violentas.
Estos fondos permitieron que CMHS se uniera al
Departamento de Educación y al Departamento de
Justicia en un programa histórico de subvenciones
colaborativas conocido como la iniciativa Escuelas
Seguras/Estudiantes Saludables (SS/HS). SS/HS enfatiza
tanto la prevención como el tratamiento, subrayando
que los programas no solo deben brindar servicios para
responder a actos violentos ya cometidos, sino también
ser proactivos identificando problemas
SS Luthar y D. Cicchetti
temprano, intervenir temprano y alterar el curso de
la vida de los niños en una dirección positiva. Alienta
a los planificadores a basarse en la evidencia de la
investigación, no solo en los niños que ya muestran
signos de comportamiento agresivo o violento, sino
también en aquellos que manifiestan evidencia de
desarrollo a lo largo de trayectorias conductuales
resilientes. La iniciativa CMHS tiene como objetivo
financiar programas colaborativos que coordinen a
las familias, las escuelas y las comunidades en una
asociación para promover el desarrollo de
comportamientos saludables y una adaptación
resiliente entre los niños y jóvenes en edad escolar,
a fin de disminuir el nivel de violencia en las
escuelas.2
Además de su énfasis en las nociones de
prevención, ajuste emocional y conductual,
resiliencia y servicios integrados, la iniciativa
SS/HS también es notable en su intento de
reunir la experiencia tanto de la ciencia como
de la práctica. En junio de 1999, CMHS
convocó a un grupo de trabajo de dos días que
involucró a académicos involucrados en el
estudio científico de la resiliencia y sus
aplicaciones, profesionales que buscan
mejorar los resultados de la resiliencia y
representantes de varias agencias de
financiamiento federal. Se encargó a los
participantes que, en colaboración, obtuvieran
una base sólida a partir de la cual pudieran
proceder de manera óptima los futuros
estudios sobre resiliencia y sus aplicaciones
para fomentar el desarrollo saludable de los
niños. Para fundamentar las discusiones de los
participantes, CMHS preparó una revisión
profunda de la literatura existente sobre teoría
e investigación sobre resiliencia (Davis,
Una ilustración final de iniciativas recientes
que involucran el constructo de resiliencia es la
colaboración entre las Divisiones 27 (Psicología
Comunitaria) y 37 (Niños, Jóvenes y Familias) de la
Asociación Estadounidense de Psicología. En
1998, estas dos divisiones convocaron un Grupo
de trabajo sobre resiliencia y
2. Los detalles sobre esta iniciativa se pueden ver en el siguiente sitio
web: http://www.mentalhealth.org/specials/schoolviolence/
preview.htm#two. Para una revisión de los programas existentes de
prevención de la violencia metodológicamente sólidos y efectivos,
véase Henrich, Brown y Aber (1999).
Construcción de resiliencia
Policy, un grupo al que se le encomendó la
responsabilidad de compilar evidencia de
investigaciones científicas recientes sobre los efectos
de las fortalezas de los niños, las familias y las
comunidades entre los niños que viven en
situaciones estresantes, y de explorar las
implicaciones de política pública de estos hallazgos.
El objetivo es en gran medida desarrollar vínculos
más fuertes entre la información científica sobre
resiliencia entre individuos, familias y comunidades y
las políticas públicas que afectan la vida de los niños
y las familias en situaciones adversas. Un volumen
editado, con capítulos basados en colaboraciones
entre investigadores y expertos en políticas, es un
producto del Grupo de trabajo (Maton, Schellenbach,
Leadbeater y Solarz, en prensa). Además, se está
preparando un breve volumen orientado a los
formuladores de políticas que resume los temas del
primer volumen con el apoyo, nuevamente, de la
CMHS y los EE. UU.
Direcciones futuras
Las discusiones anteriores establecen que hay
varios esfuerzos prometedores en marcha para
aplicar el marco de resiliencia hacia el desarrollo
de intervenciones para personas en riesgo.
Quedan, sin embargo, varias cuestiones críticas
que merecen una atención concertada en el
futuro; consideramos algunos de estos en la
sección final de este documento.
Mayor interfaz entre la ciencia y
la práctica
La interfaz entre la ciencia básica y la aplicada en
relación con la resiliencia merece una mayor
atención en al menos cuatro aspectos (Luthar, 2000).
El primero se refiere al desarrollo de intervenciones
que aprovechen de manera efectiva los procesos de
protección identificados empíricamente. Como se
señaló anteriormente, hay evidencia convergente de
varios estudios que indican que múltiples factores
de protección aumentan sustancialmente la
probabilidad de resultados positivos entre los
grupos en riesgo (p. ej., Fergusson & Lynskey, 1996;
Furstenberg et al., 1999; Jessor et al., 1995). ; 1998a,
1998b). Sin embargo, Wyman y colegas
(en prensa) han señalado que varios ensayos intervenidos pueden ser invaluables en ciones
diseñadas para evaluar la protección acumulativa esclarecer los tipos de intervenciones que producen
efectos—por ejemplo, combinando niño y
875
componentes de los padres para familias divorciadas
(p. ej., Stolberg & Mahler, 1994)—no han
demostrado efectos aditivos significativos. St. Pierre
y Layzer (1998) presentaron conclusiones similares
en su revisión de los programas de dos
generaciones (es decir, aquellos que se dirigen
simultáneamente a padres e hijos) para familias en
situación de pobreza. Por lo tanto, queda mucho
potencial para desarrollar intervenciones que se
basen en la comprensión empírica de los procesos
subyacentes a los efectos acumulativos de múltiples
influencias protectoras concurrentes (Werner &
Johnson, 1999).
En segundo lugar, existe la necesidad de una
mayor flexibilidad en los enfoques para evaluar
nuevos enfoques de intervención prometedores.
St. Pierre y Layzer (1998) señalan que con
demasiada frecuencia los programas que
parecen conceptualmente sólidos han sido
evaluados en diseños de investigación
metodológicamente débiles, abogan
enérgicamente por la inclusión de grupos de
comparación o de control apropiados para
determinar la eficacia de futuras intervenciones.
Con un punto de vista opuesto, Weissberg y
Greenberg (1998) brindan una discusión reflexiva
sobre las contribuciones relativas de los ensayos
clínicos aleatorios cuantitativos, en oposición a
los modelos de intervención basados en la
comunidad, multianuales y de múltiples
componentes que solicitan los profesionales y los
formuladores de políticas. Estos últimos se
consideran esenciales para obtener cambios
sostenibles tanto en los individuos como en los
sistemas, pero normalmente se evalúan de forma
descriptiva,
Estamos de acuerdo con el argumento de Weissberg
y Greenberg (1998) de que, a largo plazo, las
evaluaciones efectivas, aquellas que son científicamente
sólidasysatisfacer las necesidades de las partes
interesadas y los formuladores de políticas: requieren la
integración de estudios experimentales cuantitativos
con enfoques más cualitativos y orientados al proceso.
Sin duda, algún nivel mínimo de diseño experimental es
crítico para los esfuerzos de evaluación, para que no se
derive una falsa sensación de conocimiento de
metodologías severamente defectuosas. Además, por
tiempo limitado, ran-
beneficios dentro de dominios particulares de
876
la vida de los niños. Al mismo tiempo, está claro que los
beneficios sociales, psicológicos y de salud duraderos
requieren una atención integral y multifactorial.
programas elaborados que producen trabajadores sustantivos, trabajadores comunitarios de salud mental,
cambios a nivel de sistemas ambientales
(Dryfoos, 1994; Hamburg, 1992; Luthar,
1999; Shonkoff & Meisels, 2000; Zigler &
Berman, 1983), y estos programas a gran
escala no se prestan a evaluaciones
experimentales controladas.
Por lo tanto, para maximizar los efectos
duraderos en los esfuerzos futuros, los estudios
experimentales controlados deben proporcionar la
base para intervenciones relativamente integrales,
que se evalúan mediante enfoques más descriptivos,
y estar integrados en ellas. Que los investigadores
del desarrollo descarten por completo los últimos
tipos de evaluaciones es injustificado e imprudente,
ya que, como han advertido McCall y Groark (2000,
p. 199), si nuestras actividades académicas se limitan
a aquellos temas que pueden examinarse de manera
científica. formas ideales, “corremos el riesgo de
volvernos irrelevantes, anacrónicos y prescindibles.
En su lugar, debemos buscar también la mejor
información que se pueda obtener sobre cuestiones
de necesidad social, cuya evidencia puede ser cruda
pero nunca debe ser descuidada”. (Para discusiones
adicionales sobre enfoques evaluativos flexibles y
ecológicamente válidos, ver Jensen et al., 1999,
Relacionadas con estas direcciones para la ciencia
aplicada están las cuestiones relacionadas con la formación.
En un comentario sobre el lugar de los estudios aplicados en
el campo de la psicología del desarrollo, Zigler (1998)
subrayó la necesidad de una instrucción adecuada para
garantizar que los estudios de intervención y política se
mantengan en los mismos altos estándares que durante
mucho tiempo se respetan para la investigación básica. Al
señalar que el trabajo en la intersección de la investigación y
la política generalmente lo realizan científicos
experimentados que tienen credenciales bien establecidas
en ciencias básicas, Zigler aboga por una mejor instrucción
científica de los jóvenes académicos interesados
principalmente en las aplicaciones de la teoría psicológica y
la investigación en el desarrollo de intervenciones efectivas.
y políticas. En un sentido relacionado, ha habido llamados
para aumentar la capacitación interdisciplinaria dentro de los
programas de posgrado orientados a la investigación (p. ej.,
Cicchetti & Toth, 1991, 1998; Knitzer, 1996; Luthar, 1999). A
modo ilustrativo, para los estudiantes de doctorado cuyo
aprendizaje se basa en gran medida en el desarrollo
SS Luthar y D. Cicchetti
literatura científica complementaria, se puede obtener
mucho de la exposición de primera mano a
profesionales de diferentes entornos aplicados: social
maestros y administradores escolares, así como funcionarios
encargados de hacer cumplir la ley y legisladores.
Consideraciones temporales
Desde un punto de vista temporal, un
mensaje crítico que surge de la
investigación sobre resiliencia (Felsman &
Vaillant, 1987; Luthar, 1999; 2000; Rutter,
1990, 2000; Werner, 2000) es que hay valor
en las intervenciones en todas las
transiciones del desarrollo, y no solo en los
primeros años. Las intervenciones en la
primera infancia tienen un valor preventivo
evidente, pero existe una gran falacia en la
suposición de que una vez que se ofrecen
intervenciones en la primera infancia, no se
requiere nada más, o puede hacer alguna
diferencia (Zigler & Styfco, 1996). Los niños
tienen diferentes "períodos sensibles"
durante los cuales responden al máximo a
diferentes tipos de intervenciones, por lo
que los programas basados en la
educación, por ejemplo, tienen más
probabilidades de beneficiar a los niños en
edad preescolar que a los niños pequeños.
Otras dos consideraciones temporales
críticas, ambas comúnmente señaladas (ver
Weissberg & Greenberg, 1998; Zigler & Styfco,
1993), merecen un nuevo énfasis aquí. El
primer problema es que, en general, se ha
descubierto que los períodos más largos de
intervención son más efectivos que los más
cortos. Los análisis de datos del programa
Chicago Child Parent Center establecen que a
los niños que tenían más de 4 años de
experiencia con programas preescolares o de
kindergarten de calidad les fue mucho mejor,
en el nivel de octavo grado, que a aquellos con
solo 1 o 2 años de participación en programas
de intervención temprana (Reynolds, 1994,
1995). La revisión de Zigler y Styfco (1993) de
varios de estos programas confirmó que las
ventajas de los programas preescolares
pueden mantenerse con intervenciones en
edad escolar encajadas. Datos como estos
subrayan los límites sustanciales a
relativamente breve,
Construcción de resiliencia
La otra consideración temporal tiene que
ver con intervenir en períodos de transición,
como el ingreso a la escuela, a la adolescencia
o al mundo laboral. Cada una de estas
transiciones conlleva desafíos normativos de
desarrollo incluso para grupos de "bajo
riesgo" (ver Eccles, Lord y Roeser, 1996; Felner,
Brand, Adan, Mulhall, Flowers, Sartain y
DuBois, 1993). Para los jóvenes en
circunstancias de vida de alto riesgo, las
amenazas planteadas por estos desafíos
normativos pueden verse sustancialmente
agravadas por factores estresantes graves en
su vida cotidiana (Luthar & Burack, 2000). La
comprensión de la resiliencia basada en la
investigación puede permitir a los
profesionales capitalizar períodos de
transiciones de desarrollo, tanto dentro del
niño como en ecologías proximales y distales
(p. ej., cultura o comunidad),
Mayor atención a la salud mental
Teniendo en cuenta los dominios de bienestar a los que
normalmente se dirigen, las políticas nacionales actuales
reflejan un desequilibrio considerable en el relativo
descuido de la salud mental (Cowen, 1994, 1999; Luthar
y Burack, 2000). La mayoría de los programas existentes
intentan fomentar las habilidades académicas o
laborales, o reducir los comportamientos que perturban
a los demás (p. ej., problemas de conducta o
antisociales). Como señala Knitzer (2000a), hay poca
conciencia de la realidad “de que el estado emocional de
un niño también afecta su capacidad para alcanzar el
nivel de competencia social y cognitiva necesaria para
aprender” (p. 421).
El valor de la atención explícita a la salud mental
es evidente en varios cuerpos de evidencia empírica
(Luthar, 2000). En primer lugar, los estudios sobre la
resiliencia han demostrado que incluso cuando las
personas en riesgo reflejan perfiles conductuales
ejemplares y socialmente conformes, muchos luchan
con una angustia interna considerable (Cohler et al.,
1995; Herrenkohl, Herrenkohl y Egolf, 1994; Luthar,
1991; Luthar , Doernberger y Zigler, 1993;
O'Dougherty–Wright, Masten, Northwood y
Hubbard, 1997; Radke–Yarrow & Brown, 1993).3
Segundo, incesante
3. Instancias donde los individuos abiertamente resilientes
fueronno Los que demostraron una gran angustia interna
incluyen a Masten et al. (1999) y Vecinos, Forehand y
McVicar (1993).
877
la angustia emocional puede inhibir la capacidad de las
personas para mantener un funcionamiento adecuado
en varios roles cotidianos, incluidos los dominios del
rendimiento académico y laboral, la conformidad del
comportamiento, las relaciones interpersonales y la
crianza de los hijos; también puede haber efectos
indirectos sustanciales en el estado de salud física (p. ej.,
en términos de disminución de la inmunidad a las
enfermedades; Beckham & Leber, 1995; Brent & Moritz,
1997; Gjerde & Block, 1996; Hammen, 1997; Salovey,
Rothman, Detweiler, y Steward, 2000; von Hecker y
Sedek, 1999). En tercer lugar, aunque los niños en riesgo
pueden sobresalir en algunos dominios (pareciendo
“resistentes” en algunos aspectos), muchos de estos
niños pueden desarrollar una serie de dificultades
graves con el tiempo, en ausencia de las intervenciones
adecuadas (ver Apfel y Seitz, 1997; Egeland et al., 1993;
O'Dougherty–Wright, et al., 1997). En cuarto lugar,
Knitzer (2000a) ha señalado que para muchas personas
vulnerables de bajos ingresos, el acceso a los servicios
de salud mental puede ser un camino importante hacia
la productividad y la empleabilidad a largo plazo. En
apoyo de su tesis, cita datos de resultados de una
variedad de intervenciones desarrolladas
recientemente, cada una de las cuales implica una
atención explícita a las necesidades de salud mental de
los niños en riesgo y sus padres.
En las políticas futuras para los niños y sus
familias, por lo tanto, existe una necesidad crítica de
vigilancia no solo con respecto a la naturaleza
inevitablemente dinámica del estado "resistente",
sino también con respecto a las tensiones continuas
inducidas cuando la angustia emocional coexiste con
la competencia manifiesta. Junto con la promoción
del movimiento de personas en riesgo de
trayectorias de ajuste negativas a otras más
positivas, también se deben aplicar conocimientos
sobre resiliencia para ayudar a aquellos que logran
resultados relativamente resilientes pararetener su
estado de ajuste positivo.
Necesidad de una perspectiva más amplia
sobre las personas “en riesgo”
Una última consideración crítica para las políticas futuras es
que es esencial protegerse contra nociones preconcebidas
sobre qué niños “necesitan” intervenciones para promover el
bienestar. La importancia de este tema es tal vez más
claramente indicada por la evidencia sobre las dificultades
de ajuste entre los habitantes suburbanos, relativamente
acomodados.
878
jóvenes potenciales, un grupo típicamente considerado
como de “bajo riesgo”. Investigaciones recientes han
demostrado que estos jóvenes muestran altos niveles de
consumo de sustancias, incluso mayores que los de los
jóvenes del centro de la ciudad (Beuhring, Saewyc, Stern
y Resnick, 1996; Luthar y D'Avanzo, 1999). De manera
similar, se han encontrado síntomas depresivos
clínicamente significativos en una de cada cinco
adolescentes suburbanas, índices 2 o 3 veces más altos
que los de los datos normativos nacionales (Luthar &
D'Avanzo, 1999; ver también Csikszentmihalyi, 1999).
Al revisar estos hallazgos, se podría argumentar que
estos jóvenes no deberían ser realmente la
preocupación de los formuladores de políticas, ya que
las familias de estos niños tienen amplios recursos
socioeconómicos para buscar ayuda en forma privada.
Sin embargo, afirmaciones como estas están mal
fundadas, ya que los niños y adolescentes, incluso los
más acomodados, rara vez pueden actuar como agentes
independientes para obtener ayuda para la angustia
emocional (Luthar & D'Avanzo, 1999). Además, muchos
padres no buscan activamente ayuda para sus hijos,
incluso cuando son conscientes de que sus hijos tienen
problemas emocionales (Puura, Almqvist, Tamminen,
Piha, Kumpulainen, Rasanen, Moilanen, Koivisto, 1998).
Finalmente, los propios padres acomodados
experimentan varios desafíos para lograr un ajuste
óptimo, incluidas las presiones para evitar
demostraciones abiertas de vulnerabilidad (Wolfe y
Fodor, 1996). Como consecuencia, muchas de estas
personas pueden no buscar ayuda a pesar de estar en
una angustia considerable. Hallazgos como estos
implican colectivamente que nuestras políticas
orientadas a fomentar la resiliencia deben abarcar a
todas las familias y niños, sin nociones preconcebidas de
que algunos grupos están inevitablemente en bajo
riesgo o no pueden beneficiarse de la asistencia externa
(ver también Jessor et al., 1998b; Takanishi, 1996). ).
En resumen, en los esfuerzos científicos futuros, es
valiosa una interfaz mejorada entre la investigación
sobre la resiliencia y sus aplicaciones para fomentar
resultados positivos. Las direcciones sobresalientes en
este sentido incluyen (a) la exploración continua de
formas de aprovechar los factores protectores
coexistentes identificados empíricamente; (b) uso de
estrategias de evaluación flexibles e integradoras que
combinen enfoques tanto cuantitativos como
cualitativos; y (c) mejorar la capacitación de jóvenes
académicos en desarrollo aplicado.
SS Luthar y D. Cicchetti
ciencia mental. Además, desde un punto de vista
temporal, las cuestiones dignas de mención son que (d)
puede haber valor en las intervenciones implementadas
en todas las fases del desarrollo y no solo en la primera
infancia; (e) es probable que las intervenciones breves y
únicas tengan una eficacia limitada; y (f) las
intervenciones en momentos de transición del
desarrollo pueden ser particularmente beneficiosas para
los jóvenes en riesgo. Finalmente, en los esfuerzos
futuros para promover la resiliencia, es beneficioso (g)
prestar atención explícita a la salud mental de las
personas en riesgo además de su capacidad de
comportamiento para cumplir con las expectativas
sociales, y (h) protegerse contra las concepciones
estrechas y estereotipadas de las cuales los subgrupos
de niños o familias deben considerarse “en riesgo” de
varios resultados negativos.
Conclusiones
La investigación sobre resiliencia tiene un potencial
sustancial para guiar el desarrollo de intervenciones
efectivas para diversas poblaciones en riesgo, dada la
atención empírica al ajuste positivo así como a las fallas
de adaptación, a las fuerzas que son de naturaleza
protectora así como a aquellas que exacerban la
vulnerabilidad, y a los mecanismos que subyacen a sus
efectos. Como señalan Coie y sus colegas (1993), en
muchas situaciones en las que los factores de riesgo son
difíciles de eliminar por completo (o de identificar por
adelantado), las estrategias de intervención elegidas a
menudo radican en esfuerzos concertados para
comprender y reforzar los procesos de protección.
Por otro lado, los beneficios de aplicar el paradigma
de la resiliencia pueden verse seriamente
comprometidos si no se presta atención a varias
precauciones críticas. La documentación tanto en la
ciencia como en la práctica debe incluir aclaraciones
explícitas de que la resiliencia representa una
adaptación competente frente a la adversidad, evitando
los conceptos erróneos de que esto es un indicador de la
impermeabilidad innata de algunos individuos al estrés
de la vida. Las intervenciones basadas en la
investigación sobre la resiliencia deben tener una base
convincente tanto en la teoría como en los hallazgos
empíricos previos sobre los grupos receptores, deben
enfocarse en las fuerzas protectoras y de vulnerabilidad
en múltiples niveles de influencia y deben reflejar una
consideración cuidadosa de las formas en que las metas
y las técnicas “encajan” con las circunstancias de la vida y
Construcción de resiliencia
ecologías cotidianas de los individuos atendidos. Además, los
enfoques integradores basados en la comunidad en la
prestación de servicios son fundamentales.
Varias iniciativas nacionales recientes reflejan el
reconocimiento explícito del potencial de la
investigación sobre resiliencia para guiar intervenciones
eficaces. Sin embargo, la promesa inherente del
constructo de resiliencia debe sopesarse continuamente
frente a los peligros de una aplicación apresurada.
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879
ciones (por ejemplo, aquellas con poca coherencia
conceptual o relevancia ecológica). Las intervenciones
imprevistas no solo disipan dólares de servicios
limitados a corto plazo, sino que también, lo que es más
grave, pueden servir para perpetuar creencias
peligrosas a lo largo del tiempo acerca de la
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