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El movimiento por la inclusión educativa tuvo su origen en la educación especial, sin embargo,
se desprende de ese marco inicial para abarcar la totalidad de las necesidades de los
educandos, y con más énfasis la de aquéllos más vulnerables a la exclusión y marginalización.
La educación inclusiva es una nueva visión de la educación basada en la diversidad.
La UNESCO define la inclusión como “una estrategia dinámica para responder en forma
proactiva a la diversidad de los estudiantes y concebir las diferencias individuales no como
problema sino como oportunidades para enriquecer el aprendizaje”
Si la educación es un derecho, todos debieran poder ejercer este derecho. Esto implica que es
exigible y justiciable, y que el Estado está obligado a respetarlo, asegurarlo, protegerlo y
promoverlo.
Tres principios sustentan el enfoque basado en derechos:
a) acceso a una educación obligatoria y gratuita
b) el derecho a una educación de calidad y
c) la garantía de igualdad, inclusión y no discriminación (UNESCO, Op. cit.).
En este sentido, no discriminar implica que los individuos y grupos accedan a una educación de
calidad en cualquier nivel educativo, sea donde fuere que estén escolarizados, la zona
geográfica en la que habiten, sus características personales, o su procedencia social y cultural.
La no discriminación en educación exige eliminar las prácticas que limitan no sólo el acceso a
la educación, sino también la continuidad de estudios y el pleno desarrollo y aprendizaje de
cada persona. Asimismo, implica no segregar mediante sistemas de enseñanza separados, y
educar juntos a los niños y niñas de la comunidad, independientemente de su condición social,
cultural o individual. En definitiva, la no discriminación exige el desarrollo de escuelas inclusivas
(UNESCO, 2007a:33).