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El movimiento contínuo

Lo que ha ocurrido, por lo menos, una vez, puede volver a


ocurrir. Y ocurrirá. El movimiento de las placas que
forman la corteza terrestre deslizandose sobre una capa
viscosa, sometida a fuertes tensiones, no puede detenerse.

¿Por qué no lo notamos? Bueno, es un movimiento muy


lento, o nuestra visión muy rápida. Pero la deriva de los
continentes es imparable, como lo es la salida al exterior
de nuevos materiales en las dorsales oceànicas y el
hundimiento en las zonas de subducción.

Recordemos que los continentes no son más que las tierras emergidas de algunas placas
y, de buen seguro, en el futuro cambiarán de forma y posición muchas veces, como lo
hicieron en el pasado.

Pangea es sólo un paso


Antes de la deriva de Pangea se sabe que hubo periodos de deriva anteriores. Pangea sólo
había durado unos pocos cientos de millones de años y se había formado inicialmente a
partir de la unión de un conjunto de masas de tierra distintas de los continentes actuales,
que eran a su vez fragmentos de otro supercontinente. Por lo que parece, la rotura,
dispersión y reunión de supercontinentes es un proceso continuo.

De hecho, no son los continentes, sino el propio fondo oceánico el que se mueve y
arrastra de este modo los continentes. El proceso continúa, y los continentes siguen su
deriva, por lo general a razón de unos pocos centímetros al año. Por tanto, su actual
disposición no es permanente.

El océano Atlántico se está ensanchando a medida que África y América se separan; en


cambio, el océano Pacífico se está empequeñeciendo. También el mar Mediterráneo se
estrecha, y terminará por desaparecer, pues África avanza hacia el norte, al encuentro de
Europa.

Cuando Pangea se escindió en Gondwana y Laurasia, la India formaba parte de


Gondwana. Más tarde se rompió y se desplazó rápidamente hacia el norte a la velocidad
inusualmente elevada de 17 cm anuales, hasta chocar con Asia e unirse a este continente.
La presión de la India contra Asia provocó el plegamiento de la corteza y la formación de
la cordillera del Himalaya, fenómeno que aún prosigue.

Se cree que la unión o sutura de masas de tierra continuará repitiéndose una y otra vez en
el futuro y que todos los continentes volverán a reunirse de nuevo en un supercontinente.
La deriva continental
Se llama así al fenómeno por el cual las placas que
sustentan los continentes se desplazan a lo largo de
millones de años de la historia geológica de la Tierra.

Este movimiento se debe a que contínuamente sale


material del manto por debajo de la corteza oceánica y se
crea una fuerza que empuja las zonas ocupadas por los
continentes (las placas continentales) y, en consecuencia,
les hace cambiar de posición.

La teoría de Wegener
En 1620, el filósofo inglés Francis Bacon se fijó en la similitud que presentan las formas
de la costa occidental de África y oriental de Sudamérica, aunque no sugirió que los dos
continentes hubiesen estado unidos antes. La propuesta de que los continentes podrían
moverse la hizo por primera vez en 1858 Antonio Snider, un estadounidense que vivía en
París. En 1915 el meteorólogo alemán Alfred Wegener publicó el libro "El origen de los
continentes y océanos", donde desarrollaba esta teoria, por lo que se le suele considerar
como autor de la teoría de la deriva continental.

Según esta teoría, los continentes de la Tierra habían estado unidos en algún momento en
un único ‘supercontinente’ al que llamó Pangea. Más tarde Pangea se había escindido en
fragmentos que fueran alejándose lentamente de sus posiciones de partida hasta alcanzar
las que ahora ocupan. Al principio, pocos le creyeron.

Lo que volvió aceptable esta idea fue un fenómeno llamado paleomagnetismo. Muchas
rocas adquieren en el momento de formarse una carga magnética cuya orientación
coincide con la que tenía el campo magnético terrestre en el momento de su formación. A
finales de la década de 1950 se logró medir este magnetismo antiguo y muy débil
(paleomagnetismo) con instrumentos muy sensibles; el análisis de estas mediciones
permitió determinar dónde se encontraban los continentes cuando se formaron las rocas.
Se demostró así que todos habían estado unidos en algún momento.

Por otra parte, desconcierta el hecho de que algunas especies botánicas y animales se
encuentren en varios continentes. Es impensable que estas especies puedan ir de un
continente a otro a través de los océanos, pero sí podían haberse dispersado fácilmente en
el momento en que todas las tierras estaban unidas. Además, en el oeste de África y el
este de Sudamérica se encuentran formaciones rocosas del mismo tipo y edad.
Las placas de la corteza terrestre
La superfície terrestre, la litosfera, está dividida en
placas que se mueven a razón de unos 2 a 20 cm por
año, impulsadas por corrientes de convección que
tienen lugar bajo ella, en la astenosfera.

Hay siete grandes placas principales además de otras


secundarias de menor tamaño. Algunas de las placas
son exclusivamente oceánicas, como la de Nazca, en el
fondo del océano Pacífico. Otras, la mayoría, incluyen
corteza continental que sobresale del nivel del mar formando un continente.

Placas de la litosfera
La parte sólida más externa del planeta es una capa de unos 100 km de espesor
denominada litosfera que está formada por la corteza más la parte superior del manto. En
las zonas oceánicas la corteza es más delgada, de 0 a 12 km y formada por rocas de tipo
basáltico. La corteza que forma los continentes es más gruesa, hasta de 40 o 50 km y
compuesta por rocas cristalinas, similares al granito. La corteza continental es la capa
más fría y más rígida de la Tierra, por lo que se deforma con dificultad.

La astenosfera, situada inmediatamente por debajo de la litosfera está formada por


materiales en estado semifluido que se desplazan lentamente. Las diferencias de
temperatura ente un interior cálido y una zona externa más fría producen corrientes de
convección que mueven las placas.

Estas placas se forman en las dorsales oceánicas y se hunden en las zonas de subducción.
En estos dos bordes, y en las zonas de roce entre placas (fallas), se producen grandes
tensiones y salida de magma que originan terremotos y volcanes.

Los continentes, al estar incrustados en placas móviles, no tienen una posición y forma
fijas, sino que se están desplazando sobre la placa a la que pertenecen.

La parte oceánica puede introducirse por debajo de otra placa hasta desaparecer en el
manto. Pero la porción continental de una placa no, porque es demasiado rígida y gruesa.
Cuando dos continentes arrastrados por sus placas colisionan entre sí, acaban
fusionándose uno con el otro, mientras se levanta una gran cordillera en la zona de
choque.
Pangea y las movimientos de placas
En la historia de la Tierra hubo épocas en que la mayor
parte de los continentes estaban reunidos, después de
chocar unos con otros, formando el gran
supercontinente Pangea. La última vez que sucedió
esto fue a finales del Paleozoico y principios del
Mesozoico.

Durante el Mesozoico, Pangea fue disgregándose.


Primero se dividió en dos grandes masas continentales:
Laurasia al norte y Gondwana al sur, separadas por un
océano ecuatorial llamado Tethys. Durante el
Mesozoico, hace unos 135 millones de años, empezó a
formarse el océano Atlántico al ir separándose América de Europa y Africa.

Los desplazamientos de los continentes y los cambios climáticos y de nivel del mar que
han provocado, han tenido una gran influencia en la evolución que han seguido los seres
vivos en nuestro planeta. En lugares que han permanecido aislados del resto de las tierras
firmes mucho tiempo, como Australia o Madagascar, rodeadas por mar desde hace más
de 65 millones de años, han evolucionado formas de vida muy especiales. Otro ejemplo
es la diferencia de flora y fauna entre América del Norte y América del Sur, aislados
durante decenas de millones de años y uniedos hace sólo unos 3 millones de años.
Formación de montañas: los plegamientos
La corteza terrestre es sólida, pero como constantemente se generan nuevas porciones y
se destruyen otras, en su zona interior se producen enormes fuerzas que acaban por
deformarla.

Estas fuerzas, actuando durante millones de años, hacen que la corteza se ondule y forme
pliegues, en un lugar se levanta el terreno, en otro se hunde. A veces, estas fuerzas son
tan potentes que la elasticidad de los materiales no pueden soportarlas y el priegue se
rompe.

Las fuerzas que doblan la Tierra


Los materiales rocosos que forman la corteza terrestre
tienen un grado de elasticidad determinado, que es máximo
en las rocas blandas de tipo sedimentario y mínimo en las
rocas metamórficas. Cuando actuan fuerzas intensas, como
las producidas en el choque entre continentes, la roca cede
elásticamente y se dobla adoptando una forma que depende
de su elasticidad y de la intensidad de la fuerza.

Estos procesos de plegamiento pueden producirse a poc


profundidad y son los responsables de la formación de las
grandes cordilleras de la Tierra. Si la fuerza supera la
elasticidad, la roca se rompe y se forma una falla.

La mayoría de las rocas estratificadas visibles en ríos,


canteras o costas eran, en su origen, sedimentos
depositados en capas o lechos horizontales. Hoy suelen estar inclinados en una u otra
dirección. En ocasiones, cuando los estratos afloran a la superficie se puede ver cómo
suben hasta un arco o descienden hacia un seno.

Pliegues, anticlinales y sinclinales


Cada unidad de plegamiento se llama pliegue. Los pliegues superiores con forma
abovedada se llaman anticlinales y tienen una cresta y dos ramas inclinadas que
descienden hacia senos contiguos, donde pueden formarse los pliegues inversos en forma
de cuenco, o sinclinales.

Los monoclinales tienen una rama inclinada y otra horizontal, mientras que las de los
isoclinales se hunden en la misma dirección y el mismo ángulo. Los periclinales son
pliegues como cuencas (inclinación interna) o cúpulas (inclinación externa). Los pliegues
se miden en términos de longitud de onda (de cresta a cresta o de seno a seno) y altura
(de cresta a seno). Pueden ser microscópicos o tener longitudes de kilómetros.
Los rocas de la superficie son tan duras y quebradizas que parece imposible que se
doblen de manera plástica durante una deformación, y menos que fluyan entre las grietas
a la vez que se produce el plegamiento. El calor es un factor importante en las
profundidades del manto terrestre y puede convertir las rocas de rígidas a dúctiles.

La cantidad de tiempo en que las rocas están sometidas a tensión es también importante.
La diferencia de comportamiento se puede explicar si se considera el ejemplo del
alquitrán: al golpearlo con un martillo se rompe, pero con el efecto de la gravedad se
desparrama. De igual forma, las rocas que sufren procesos de deformación rápida se
fracturan y producen un terremoto, mientras que las mismas rocas se pliegan si se
someten a tensiones largas y continuas.

A veces el terreno sufre una ligera deformación que no llega a formar un pliegue. El
fenómeno se llama "flexión" del terreno. Por otra parte, algunos pliegues tienen zonas de
pendiente menor en medio de una superficie uniformemente inclinada, llamadas
"terrazas".

Los volcanes
Una de las manifestaciones más espectaculares de la
actividad geológica de la Tierra son, sin duda, los
volcanes. Los hay de diferentes tipos, según la manera en
que sale la lava, y se encuentran distribuidos por regiones
concretas del planata mientras que, en otras, no hay.

Los volcanes son también los únicos lugares donde


podemos entrar en contacto con los materiales del interior
de la corteza o del manto, por lo que suscitan un gran
interes para las ciencias.

Erupciones volcánicas
Un volcán es una fisura de la corteza terrestre sobre la
cual se acumula un cono de materia fundida y sólida que es lanzada a través de la
chimenea desde el interior de la Tierra. En la cima de este cono hay una formación
cóncava llamada cráter. Cuando se produce actividad en un volcán se dice que está en
erupción.

Los volcanes son por lo general estructuras compuestas de material fragmentado y


corrientes de lava. A través de la chimenea sale la lava que escurre por las laderas del
cono, que se va formando por sucesivas capas solidificadas, todas inclinadas hacia el
exterior de la chimenea.
El material rocoso expulsado se encuentras entre 4 a 200 kilómetros de profundidad,
donde pueden alcanzar temperaturas superiores a los 1000°C. Habitualmente la lava
recién emitida bordea temperaturas entre 700 °C y 1200 °C, dependiendo de su
composición química.

Las rocas que se forman a partir del enfriamiento del magma se llaman rocas ígneas. Si el
enfriamiento tuvo lugar en el interior de la tierra, y las rocas fundidas no llegaron a
emerger a la superficie, se llaman rocas ígneas intrusivas. Cuando la roca se ha formado a
partir del enfriamiento de lava en la superficie, se denomina roca ígnea extrusiva.
También existen rocas ígneas enfriadas a gran profundidad que se llamas plutónicas.

Magma y lava
El magma, masa espesa y viscosa, es la roca fundida que
se encuentra en la parte interna del volcán sometida a
grandes presiones, y está constituido por gases que se
encuentran disueltos, pero en el momento de llegar a la
superficie, la presión disminuye, lo que provoca su
liberación explosiva y espontánea. El material fundido
que se arroja fuera del volcán contiene menos gases y,
para diferenciarlo del magma, se le llama lava.

La lava en una erupción está cargada de vapor y de gases como el dióxido de carbono, el
hidrógeno, el monóxido de carbono y el dióxido de azufre. Estos gases al salir
violentamente ascienden a la atmósfera formando una nube turbia que descarga, a veces,
copiosas lluvias.

Los fragmentos de lava se clasifican en bombas, brasas y cenizas, que son arrojadas fuera
del volcán y dispersadas por todas partes. Algunas partículas, grandes, vuelven a caer
dentro del cráter. La velocidad de la lava depende en gran parte de la pendiente de la
ladera del volcán.

Muchos volcanes nacen en el fondo marino, como lo hicieron los famosos Etna y
Vesubio, las islas de Hawai y otras muchas islas volcánicas del Océano Pacífico.

Enormes cuencas, muy parecidas a los cráteres, reciben el nombre de calderas y están
ubicadas en la cumbre de volcanes extintos o inactivos y son ocupadas por profundos
lagos. Algunas calderas se formaron después de explosiones cataclísmicas que
destruyeron completamente el volcán, o cuando, después de sucesivas erupciones, la cono
vacio no soporta el peso de las paredes y se hunde.
Tipos de volcanes
La lava no sale siempre al exterior de la misma forma. A
veces lo hace de forma violenta, con grandes explosiones y
enormes masas de gases, humo, cenizas y rocas
incandescentes que se pueden proyectar a varios kilómetros
de altura. Otras veces se derrama con suavidad, como
cuando hierve la leche en el cazo y no apagamos el fuego a
tiempo.

Se han clasificado los volcanes en cuatro grandes grupos o


tipos: hawaiano, estromboliano, vulcaniano y peleano,
aunque los hay que no encajan exactamente en ninguno de
ellos.

Los cuatro tipos comunes


Dependiendo de la temperatura de los magmas, de la cantidad de productos volátiles que
acompañan a las lavas y de su fluidez o viscosidad, los tipos de erupciones pueden ser:

Hawaiano, de lavas muy fluidas y sin desprendimientos gaseosos explosivos. La lava se


desborda cuando rebasa el cráter y se desliza con facilidad, formando verdaderas
corrientes a grandes distancias.

Estromboliano. La lava es fluida, con desprendimientos gaseosos abundantes y


violentos. Debido a que los gases pueden desprenderse con facilidad, no se producen
pulverizaciones o cenizas. Cuando la lava rebosa por los bordes del cráter, desciende por
sus laderas y barrancos, pero no alcanza tanta extensión como en las erupciones de tipo
hawaiano.

Vulcaniano, tipo de volcán se desprende grandes cantidades de gases de un magma poco


fluido que se consolida con rapidez. Las explosiones son muy fuertes y pulverizan la
lava, produciendo gran cantidad de cenizas que son lanzadas al aire acompañadas de
otros materiales. Cuando la lava sale al exterior se consolida rápidamente, pero los gases
que se desprenden rompen y resquebrajan su superficie, que por ello resulta áspera e
irregular.

Peleano. Entre los volcanes de las Antillas es célebre el de la Montaña Pelada de la isla
Martinica por su erupción de 1902, que ocasionó la destrucción de su capital, San Pedro.
Su lava es extremadamente viscosa y se consolida con gran rapidez, llegando a tapar por
completo el cráter. La enorme presión de los gases, que no encuentran salida, levanta este
tapón que se eleva formando una gran aguja.
Erupciones especiales
No todas las erupciones volcánicas encajan en uno de los
cuatro tipos comunes. Algunas merecen especial atención.

La explosión volcánica más formidable de las conocidas


hasta la fecha fue la del volcán Krakatoa. Originó una
tremenda explosión y enormes maremotos. Se cree que
este tipo de erupciones son debidas a la entrada en
contacto de la lava ascendente con el agua o con rocas
mojadas, por ello se denominan erupciones freáticas.

Por otra parte, en los fondos oceánicos se producen


erupciones volcánicas cuyas lavas, si llegan a la superficie, pueden formar islas
volcánicas. Éstas suelen ser de corta duración en la mayoría de los casos, debido al
equilibrio isostático de las lavas al enfriarse y por la erosión marina. Algunas islas
actuales como las Cícladas (Grecia), tienen este origen.

Hay volcanes que ocasionan gran número de víctimas, debido a que sus cráteres están
ocupados por lagos o cubiertos de nieve. Al recobrar su actividad, el agua mezclada con
cenizas y otros restos, es lanzada formando torrentes y avalanchas de barro, que
destruyen, todo lo que encuentran a su paso. Un ejemplo actual fue la erupción del
Nevado de Ruiz (Colombia) en 1985. La cumbre estaba recubierta por un casquete de
hielo y, al ascender la lava, se recalentaron las capas, formando unas coladas de barro que
invadieron el valle del río Lagunilla y sepultaron la ciudad de Armero.

Por último, las erupciones fisurales son las que se originan a lo largo de una dislocación
de la corteza terrestre, que puede tener varios kilómetros. Las lavas que fluyen a lo largo
de la rotura son fluidas y recorren grandes extensiones formando amplias mesetas o traps,
con un kilómetro o más de espesor y miles de kilómetros cuadrados de superficie.
Ejemplos de vulcanismo fisural es la meseta del Deccan (India).

Terremotos en el mar
Un maremoto es una invasión súbita de la franja
costera por las aguas oceánicas debido a un tsunami,
una gran ola marítima originada por un temblor de
tierra submarino. Cuando esto ocurre, suele causar
graves daños en el área afectada.

Los maremotos son más comunes en los litorales de los


océanos Pacífico e Índico, en las zonas sísmicamente
activas.
Los términos maremoto y tsunami se consideran sinónimos.

Tsunamis
Los terremotos submarinos provocan movimientos del agua del mar (maremotos o
tsunamis). Los tsunamis son olas enormes con longitudes de onda de hasta 100
kilómetros que viajan a velocidades de 700 a 1000 km/h. En alta mar la altura de la ola es
pequeña, sin superar el metro; pero cuando llegan a la costa, al rodar sobre el fondo
marino alcanzan alturas mucho mayores, de hasta 30 y más metros.

El tsunami está formado por varias olas que llegan separadas entre sí unos 15 o 20
minutos. La primera que llega no suele ser la más alta, sino que es muy parecida a las
normales. Después se produce un impresionante descenso del nivel del mar seguido por
la primera ola gigantesca y a continuación por varias más.

La falsa seguridad que suele dar el descenso del nivel del mar ha ocasionado muchas
víctimas entre las personas que, imprudentemente, se acercan por curiosidad u otros
motivos, a la línea de costa.

España puede sufrir tsunamis catastróficos, como quedó comprobado en el terremoto de


Lisboa en 1755. Como consecuencia de este sismo varias grandes olas arrasaron el golfo
de Cádiz causando más de 2.000 muertos y muchos heridos.

En 1946 se creó la red de alerta de tsunamis después del maremoto que arrasó la ciudad
de Hilo (Hawaii) y varios puertos más del Pacífico. Hawaii es afectado por un tsunami
catastrófico cada 25 años, aproximadamente, y EEUU, junto con otros países, han puesto
estaciones de vigilancia y detectores que avisan de la aparición de olas producidas por
sismos.

Expansión oceánica
En los fondos oceánicos las placas se alejan y queda entre ellas un hueco que se llena con
material proveniente del manto, roca fundida (magma) de la astenósfera, que puede fluir
por encontrarse muy caliente. En cuanto llega a la superficie sufre cambios físicos y
químicos al perder gases y entrar en contacto con el agua del fondo del mar. Al descender
su temperatura se convierte en nueva corteza oceánica.

Al continuar separándose las placas, esta nueva corteza oceánica es arrastrada hacia los
lados de la cresta y deja lugar para que ascienda más material del manto. El material que
asciende está muy caliente, y transmite parte de este calor al material que tiene cerca, el
cual empuja el material que tiene encima, dando lugar a las grandes elevaciones sobre el
nivel medio del fondo marino que presentan las cordilleras oceánicas.

Las placas siguen separándose y el nuevo fondo, cada vez más frío, pasa el punto más
alto y comienza un descenso muy rápido, se rompe y se crean nuevas fallas normales,
pero ahora el movimiento relativo de las paredes es en sentido contrario al que ocurre del
mismo lado dentro del valle. Conforme se aleja del centro de expansión, la nueva corteza
oceánica se va enfriando, lo cual la vuelve más densa y, por tanto, más pesada. Al pesar
más, hace más presión sobre el material de la astenósfera y lo hace descender. El
resultado de esto es que el fondo oceánico se encuentra apoyado sobre una superficie
inclinada, y la fuerza de gravedad hace que resbale sobre esta superficie alejándose del
centro de expansión y por tanto de la placa que se encuentra del otro lado.

Zonas de subducción
Si se está creando continuamente nuevo fondo oceánico y la Tierra no está creciendo, la
creación de nueva superficie debe ser compensada mediante la destrucción de superficie
antigua. Por otro lado, si dos placas se alejan una de otra, esto significa que se acercan a
otras placas que se encuentren en su camino, y si éstas no se alejan lo suficientemente
rápido tienen que competir por la superficie que ocupan.

En los extremos de dos placas, una continental y otra oceánica, el extremo de la placa
oceánica tiende a hundirse, porque es más pesada que la astenósfera, mientras que la
placa continental flota por ser más ligera. En consecuencia, la placa oceánica se hunde
bajo la continental y regresa al manto donde las altas temperaturas la funden. Las
trincheras oceánicas son, por tanto, zonas de subducción donde se consume la placa
oceánica.

El hueco entre la placa subducida y la subducente forma una trinchera oceánica, donde se
deposita gran cantidad de sedimentos, aportados, sobre todo, por la continental. Algunas
veces parte de estos sedimentos se une al continente y, de esta manera, crecen los
continentes.
Tectónica de placas
Durante miles de millones de años se ha ido sucediendo un lento pero continuo
desplazamiento de las placas que forman la corteza del planeta Tierra, originando la
llamana "tectónica de placas", una teoría que complementa y explica la deriva
continental.

Los continentes se unen entre sí o se fragmentan, los océanos se abren, se levantan


montañas, se modifica el clima, influyendo todo esto, de forma muy importante en la
evolución y desarrollo de los seres vivos. Se crea nueva corteza en los fondos marinos, se
destruye corteza en la trincheras oceánicas y se producen colisiones entre continentes que
modifican el relieve.

Las bases de la teoría


Según la teoría de la tectónica de placas, la corteza
terrestre está compuesta al menos por una docena de
placas rígidas que se mueven a su aire. Estos bloques
descansan sobre una capa de roca caliente y flexible,
llamada astenosfera, que fluye lentamente a modo de
alquitrán caliente.

Los geólogos todavía no han determinado con exactitud


como interactúan estas dos capas, pero las teorías más
vanguardistas afirman que el movimiento del material
espeso y fundido de la astenosfera fuerza a las placas
superiores a moverse, hundirse o levantarse.

El concepto básico de la teoría de la tectónica de placas es simple: el calor asciende. El


aire caliente asciende por encima del aire frío y las corrientes de agua caliente flotan por
encima de las de agua fría. El mismo principio se aplica a las rocas calientes que están
bajo la superficie terrestre: el material fundido de la astenosfera, o magma, sube hacia
arriba, mientras que la materia fría y endurecida se hunde cada vez más hacia al fondo,
dentro del manto. La roca que se hunde finalmente alcanza las elevadas temperaturas de
la astenosfera inferior, se calienta y comienza a ascender otra vez.

Este movimiento continuo y, en cierta forma circular, se denomina convección. En los


bordes de la placa divergente y en las zonas calientes de la litosfera sólida, el material
fundido fluye hacia la superficie, formando una nueva corteza.
Fallas de la corteza terrestre
Uno de los accidentes del terreno que se puede observar
más fácilmente son las fallas o rupturas de un plegamiento,
especialmente si el terreno es de tipo sefimentario. Las
fallas son un tipo de deformación de la corteza terrestre que
finaliza en ruptura, dando lugar a una gran variedad de
estructuras geológicas.

Cuando esta ruptura se produce de forma brusca, se produce


un terremoto. En ocasiones, la línea de falla permite que, en
ciertos puntos, aflore el magma de las capas inferiores y se
forme un volcán.

Partes de una falla


El plano de falla es la superficie sobre la que se ha producido el movimiento, horizontal,
vertical u oblicuo. Si las fracturas son frágiles, tienen superficies lisas y pulidas por
efecto de la abrasión. Durante el desplazamiento de las rocas fracturadas se pueden
desprender fragmentos de diferentes tamaños.

Los labios de falla son los dos bordes o bloques que se han
desplazado. Cuando se produce un desplazamiento vertical, los
bordes reciben los nombres de labio hundido (o interior) y labio
elevado (o superior), dependiendo de la ubicación de cada uno
de ellos con respecto a la horizontal relativa. Cuando está
inclinado, uno de los bloques se desliza sobre el otro. El bloque
que queda por encima del plano de falla se llama "techo" y el
que queda por debajo, "muro".

El salto de falla es la distancia vertical entre dos estratos que


originalmente formaban una unidad, medida entre los bordes
del bloque elevado y el hundido. Esta distancia puede ser de tan
sólo unos pocos milímetros (cuando se produce la ruptura),
hasta varios kilómetros. Éste último caso suele ser resultado de
un largo proceso geológico en el tiempo.

Tipos de fallas
En una falla normal, producida por tensiones, la inclinación del
plano de falla coincide con la dirección del labio hundido. El
resultado es un estiramiento o alargamiento de los materiales, al
desplazarse el labio hundido por efecto de la fuerza de la
gravedad.
En las fallas de desgarre, además del movimiento ascendente también se desplazan los
bloques horizontalmente. Si pasa tiempo suficiente, la erosión puede allanar las paredes
destruyendo cualquier traza de ruptura, pero si el movimiento es reciente o muy grande,
puede dejar una cicatriz visible o un escarpe de falla con forma de precipicio. Un ejemplo
especial de este tipo de fallas son aquellas transformadoras que desplazan a las dorsales
oceánicas.

En una falla inversa, producida por las fuerzas que comprimen la corteza terrestre, el
labio hundido en la falla normal, asciende sobre el plano de falla y, de esta forma, las
rocas de los estratos más antiguos aparecen colocadas sobre los estratos más modernos,
dando lugar así a los cabalgamientos.

Las fallas de rotación o de tijera se forman por efecto del basculado de los bloques sobre
el plano de falla, es decir, un bloque presenta movimiento de rotación con respecto al
otro. Mientras que una parte del plano de falla aparenta una falla normal, en la otra parece
una falla inversa.

Un macizo tectónico o pilar tectónico, también llamado "Horst", es una región elevada
limitada por dos fallas normales, paralelas. Puede ocurrir que a los lados del horst haya
series de fallas normales; en este caso, las vertientes de las montañas estarán formadas
por una sucesión de niveles escalonados. En general, los macizos tectónicos son cadenas
montañosas alargadas, que no aparecen aisladas, sino que están asociadas a fosas
tectónicas. Por ejemlo, el centro de la península Ibérica está ocupada por los macizos
tectónicos que forman las sierras de Gredos y Guadarrama.

Por último, una fosa tectónica o Graben es una asociación de fallas que da lugar a una
región deprimida entre dos bloques levantados. Las fosas tectónicas se producen en áreas
en las que se agrupan al menos dos fallas normales. Las fosas forman valles que pueden
medir decenas de kilómetros de ancho y varios miles de kilómetros de longitud. Los
valles se rellenan con sedimentos que pueden alcanzar cientos de metros de espesor. Así
sucede, por ejemplo, en el valle del río Tajo, en la península Ibérica.

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