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La corteza de la Tierra
Desde sus orígenes, nuestro planeta está compuesto de diversas capas que se
formaron mientras los materiales pesados caían hacia el centro y los más
ligeros salían a la superficie. Entre algunas de las capas se producen cambios
químicos o estructurales que provocan discontinuidades. Los elementos menos
pesados, como silicio, aluminio, calcio, potasio, sodio y oxígeno, componen la
corteza exterior. Las placas que forman la corteza terrestre se encuentran
flotando sobre materiales pastosos sometidos a fuertes presiones. Se
desplazan lentamente las unas con respecto a las otras. En el pasado
estuvieron unidas, después se separaron formando los actuales continentes.
Debido a estos movimientos y a la presión sobre los materiales internos, se
producen diversos fenómenos: plegamientos del terreno, fallas, grietas,
volcanes y terremotos. Vivimos sobre una superficie que, lejos de permanecer
estable, va cambiando a lo largo del tiempo.
La parte sólida más externa del planeta es una capa de unos 100 km de
espesor denominada litosfera que está formada por la corteza más la parte
superior del manto. En las zonas oceánicas la corteza es más delgada, de 0 a
12 km y formada por rocas de tipo basáltico. La corteza que forma los
continentes es más gruesa, hasta de 40 o 50 km y compuesta por rocas
cristalinas, similares al granito. La corteza continental es la capa más fría y más
rígida de la Tierra, por lo que se deforma con dificultad. La astenosfera, situada
inmediatamente por debajo de la litosfera está formada por materiales en
estado semifluido que se desplazan lentamente. Las diferencias de
temperatura ente un interior cálido y una zona externa más fría producen
corrientes de convección que mueven las placas.
Se llama así al fenómeno por el cual las placas que sustentan los continentes
se desplazan a lo largo de millones de años de la historia geológica de la Tierra.
Este movimiento se debe a que continuamente sale nuevo material del manto
por debajo de la corteza oceánica. Así, se crea una fuerza que empuja las zonas
ocupadas por los continentes (las placas continentales) y las desplaza.
Según esta teoría, los continentes de la Tierra habían estado unidos en algún
momento en un único "supercontinente" al que llamó Pangea. Más tarde
Pangea se había escindido en fragmentos que, a causa de las fuerzas internas
de la Tierra, fueron alejándose lentamente de sus posiciones de partida hasta
alcanzar las que ahora ocupan. Al principio, pocos le creyeron.
Lo que volvió aceptable esta idea fue un fenómeno llamado paleomagnetismo.
Muchas rocas adquieren en el momento de formarse una carga magnética cuya
orientación coincide con la que tenía el campo magnético terrestre en el
momento de su formación.
Lo que ha ocurrido, por lo menos, una vez, puede volver a ocurrir. Y ocurrirá. El
movimiento de las placas que forman la corteza terrestre deslizándose sobre
una capa viscosa, sometida a fuertes tensiones, no puede detenerse.
Estos bloques descansan sobre una capa de roca caliente y flexible, llamada
astenosfera, que fluye lentamente a modo de alquitrán caliente.
Los geólogos todavía no han determinado con exactitud cómo interactúan estas
dos capas, pero las teorías más vanguardistas afirman que el movimiento del
material espeso y fundido de la astenosfera fuerza a las placas superiores a
moverse, hundirse o levantarse. El concepto básico de la teoría de la tectónica
de placas es simple: el calor asciende. El aire caliente asciende por encima del
aire frío y las corrientes de agua caliente flotan por encima de las de agua fría.
El mismo principio se aplica a las rocas calientes que están bajo la superficie
terrestre: el material fundido de la astenosfera, o magma, sube hacia arriba,
mientras que la materia fría y endurecida se hunde cada vez más hacia al
fondo, dentro del manto.
En los fondos oceánicos las placas se alejan y queda entre ellas un hueco que
se llena con material proveniente del manto, roca fundida (magma) de la
astenósfera, que puede fluir por encontrarse muy caliente. En cuanto llega a la
superficie sufre cambios físicos y químicos al perder gases y entrar en contacto
con el agua del fondo del mar. Al descender su temperatura se convierte en
nueva corteza oceánica.
Al continuar separándose las placas, esta nueva corteza oceánica es arrastrada
hacia los lados de la cresta y deja lugar para que ascienda más material del
manto. El material que asciende está muy caliente, y transmite parte de este
calor al material que tiene cerca, el cual empuja el material que tiene encima,
dando lugar a las grandes elevaciones sobre el nivel medio del fondo marino
que presentan las cordilleras oceánicas.
Las placas siguen separándose y el nuevo fondo, cada vez más frío, pasa el
punto más alto y comienza un descenso muy rápido, se rompe y se crean
nuevas fallas normales, pero ahora el movimiento relativo de las paredes es en
sentido contrario al que ocurre del mismo lado dentro del valle.
En los extremos de dos placas, una continental y otra oceánica, esta última
tiende a hundirse, porque es más pesada que la astenósfera, mientras que la
placa continental flota por ser más ligera. En consecuencia, la placa oceánica
se hunde bajo la continental y regresa al manto, donde las altas temperaturas
la funden. Las trincheras oceánicas son, por tanto, zonas de subducción donde
se consume la placa oceánica.
Los monoclinales tienen una rama inclinada y otra horizontal, mientras que las
de los isoclinales se hunden en la misma dirección y el mismo ángulo. Los
periclinales son pliegues como cuencas (inclinación interna) o cúpulas
(inclinación externa). Los pliegues se miden en términos de longitud de onda
(de cresta a cresta o de seno a seno) y altura (de cresta a seno). Estos pliegues
pueden ser microscópicos o tener longitudes de kilómetros.
Las rocas de la superficie son tan duras y quebradizas que parece imposible
que se doblen de manera plástica durante una deformación, y menos que
fluyan entre las grietas a la vez que se produce el plegamiento.
El calor es un factor importante en las profundidades del manto terrestre y
puede convertir las rocas de rígidas a dúctiles, ablandándolas.
Los labios de falla son los dos bordes o bloques que se han desplazado.
Cuando se produce un desplazamiento vertical, los bordes reciben los nombres
de labio hundido (o interior) y labio elevado (o superior), dependiendo de la
ubicación de cada uno de ellos con respecto a la horizontal relativa. Cuando
está inclinado, uno de los bloques se desliza sobre el otro. El bloque que queda
por encima del plano de falla se llama "techo" y el que queda por debajo,
"muro".
En una falla inversa, producida por las fuerzas que comprimen la corteza
terrestre, el labio hundido en la falla normal, asciende sobre el plano de falla y,
de esta forma, las rocas de los estratos más antiguos aparecen colocadas
sobre los estratos más modernos, dando lugar así a los cabalgamientos.
Las fallas de rotación o de tijera se forman por efecto del basculado de los
bloques sobre el plano de falla, es decir, un bloque presenta movimiento de
rotación con respecto al otro. Mientras que una parte del plano de falla
aparenta una falla normal, en la otra parece una falla inversa.
Por último, una fosa tectónica o Graben es una asociación de fallas que da lugar
a una región deprimida entre dos bloques levantados. Las fosas tectónicas se
producen en áreas en las que se agrupan al menos dos fallas normales. Las
fosas forman valles que pueden medir decenas de kilómetros de ancho y varios
miles de kilómetros de longitud.
Los valles se rellenan con sedimentos que pueden alcanzar cientos de metros
de espesor. Así sucede, por ejemplo, en el valle del río Tajo, en la península
Ibérica.
Los volcanes son también los únicos lugares donde podemos entrar en
contacto con los materiales del interior de la corteza o del manto, por lo que
suscitan un gran interés para las ciencias.
Las rocas que se forman a partir del enfriamiento del magma se llaman rocas
ígneas. Si el enfriamiento tuvo lugar en el interior de la tierra, y las rocas
fundidas no llegaron a emerger a la superficie, se llaman rocas ígneas
intrusivas. Cuando la roca se ha formado a partir del enfriamiento de lava en la
superficie, se denomina roca ígnea extrusiva. También existen rocas ígneas
enfriadas a gran profundidad que se llamas plutónicas.
Muchos volcanes nacen en el fondo marino, como lo hicieron los famosos Etna
y Vesubio, las islas de Hawái y otras muchas islas volcánicas del Océano
Pacífico.
Enormes cuencas, muy parecidas a los cráteres, reciben el nombre de calderas
y están ubicadas en la cumbre de volcanes extintos o inactivos y son ocupadas
por profundos lagos. Algunas calderas se formaron después de explosiones
cataclísmicas que destruyeron completamente el volcán, o cuando, después de
sucesivas erupciones, el cono vacio no soporta el peso de las paredes y se
hunde.
Se han clasificado los volcanes en varios grandes grupos o tipos, aunque los
hay que no encajan exactamente en ninguno de ellos. La lava no sale siempre al
exterior de la misma forma. A veces lo hace de forma violenta, con grandes
explosiones y enormes masas de gases, humo, cenizas y rocas incandescentes
que se pueden proyectar a varios kilómetros de altura. Otras veces se derrama
con suavidad, como cuando hierve la leche en el cazo y no apagamos el fuego a
tiempo.
Vesubiano, también llamado pliniano: La presión de los gases es tan fuerte que
produce explosiones muy violentas. Forma nubes ardientes que, al enfriarse,
precipitan en forma de cenizas. Estos volcanes pueden llegar a sepultar
ciudades, como ocurrió con Pompeya y Herculano por la actividad del volcán
Vesubio, del que toman el nombre. Alternan erupciones de piroclasto y de
coladas lávicas, formando estratos que pueden alcanzar grandes dimensiones.
Freatomagmático Estos volcanes se encuentran en aguas poco profundas,
mares o lagos. Pueden tener un lago en el interior de su cráter y en ocasiones
forman atolones. Sus erupciones son muy violentas y con fragmentos sólidos,
ya que se suman la energía del volcán y la del vapor de agua súbitamente
calentado. El magma es poco viscoso y basáltico.
Sin embargo, se suelen producir dos o tres terremotos de gran magnitud cada
año, con consecuencias imprevisibles y, a veces, desastrosas.
3.11.1.- Tsunamis
La falsa seguridad que suele dar el descenso del nivel del mar ha ocasionado
muchas víctimas entre las personas que, imprudentemente, se acercan por
curiosidad u otros motivos, a la línea de costa.
En 1946 se creó la red de alerta de tsunamis después del maremoto que arrasó
la ciudad de Hilo (Hawái) y varios puertos más del Pacífico. Hawái es afectado
por un tsunami catastrófico cada 25 años, aproximadamente, y EEUU, junto con
otros países, han puesto estaciones de vigilancia y detectores que avisan de la
aparición de olas producidas por sismos.