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Capítulo 8
EL ZÓCALO INCONSCIENTE DE LA PAREJA
1. INTRODUCCIÓN
Las parejas sienten, sin quererlo, ni poderlo frenar, que tienden a ubicar compulsivamente
al otro en la posición de objeto ilusorio, a manera de recorte estereotipado que atrae, fascina,
irrita y genera violencia. En tanto el otro inevitablemente diferente no se superpone totalmente
a aquel lugar de ilusión, vivido como intruso y pierde el encanto que supiera tener. Esta
producción vincular deriva de un funcionamiento primitivo, y a nuestro entender está
conectada con exigencias correspondientes al deseo de ser y tener cada uno para el otro un
objeto ilusorio de las características peculiares descriptas más adelante. Sobre esta base se
genera la dificultad de admitir la diferencia entre el yo y el otro, así como su correlato en la
diferencia de sexos. Conservar dicho funcionamiento implica elegir un determinado objeto.
Los acuerdos y pactos inconscientes indican la manera y el tipo de objeto a elegir. El ser
humano cuenta con diversas inscripciones de vínculos y relaciones con los objetos parentales y
luego con objetos extraparentales significativos con los cuales integró un complejo sistema de
opciones acerca de la elección del yo a un otro (puesto que elige un determinado otro) y cómo se
ofrece a su vez para ser elegido por él.
Expondremos un modelo para hacer comprensible la estructura relacional profunda
construida en base a acuerdos y pactos inconscientes cuya particular modalidad otorga su
especificidad a cada pareja: el zócalo inconsciente.
El análisis de dichos acuerdos y pactos nos permitió aislar los elementos constitutivos de la
estructura relacional, y es lo que desarrollaremos en este capítulo.
2. ZÓCALO INCONSCIENTE
Una primera versión de este capítulo fue publicada en la Revista de A.A.P.P.deG., tomo VII, N9 1, 1984.
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implícitos. Establece el conjunto de regulaciones para lo permitido y lo prohibido para esas
dos personas. Incluye y a la vez se diferencia de los códigos intrasubjetivos propios de cada
uno. Desde el nuevo código específico, cada pareja, sin saberlo, organiza nuevos acuerdos-
entendimientos según los cuales selecciona de una gama infinita una determinada modalidad
de relación. Es el zócalo el lugar desde el cual se produce el recorte de las circunstancias,
cuya tendencia a la repetición puede generar un contexto significativo.
Tiene representaciones objétales y vínculos entre ellas. Contiene deseos infantiles
insatisfechos, también la problemática inherente a la diferencia de sexos, ya que en cada
etapa de la vida y crisis vital, adquiere un nuevo sentido. Además incluye identificaciones
históricas primarias y secundarias y representaciones sociocultu rales inconscientes,
elementos importantes dadores de pertenencia y que requieren a su vez de nuevos y
variados acuerdos en los mundos de la pareja.
El zócalo inconsciente es una estructura estable pero no inmutable. En los casos de una
pareja cuya relación evoluciona hacia el crecimiento o en aquellos otros que recurren a un
tratamiento psicoanalítico de pareja, es posible modificar la cualidad de los vínculos. De
esta manera se libera la disposición a otras identificaciones y elecciones objétales
contenidas en la misma estructura, pero inmovilizadas por la repetición o reprimidas por el
conflicto.
El zócalo inconsciente es un organizador de la rela ción en sus distintas modalidades
de intercambio: emocional, sexual, económica, de palabras.
3. EL OBJETO ÚNICO
En este punto nos ocuparemos de aquellas condiciones que, si bien son previas al
establecimiento del zócalo, tienen en él su representación. Estas tendencias iniciales son
persistentes, y posiblemente nunca se borren y terminen de abandonarse en un nivel
ilusorio. Su comprensión nos acerca a entender algunas características de la relación de
pareja. Por lo tanto formularemos un modelo evolutivo que suponemos subyacente a toda
relación de pareja.
3.1. Descripción
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A este funcionamiento corresponde la representación pictográfica que da forma a un precepto por el cual
se presentan en y por lo originario los afectos que lo habitan sucesivamente. Toda representación es siempre
autoengendrada y será siempre indecible. El pictograma pone en escena un esquema relacional con el cual el
representante se refleja como totalidad idéntica en el mundo (P. Aulagnier, Violencia en la interpretación, cap. II).
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bebé, todos los actos necesarios (acción específica) para la supervivencia, por lo cual se
transforman en responsables de placer y de dolor. De ellos depende la resolución de las
necesidades primordiales vinculadas a la autoconservación (sed, calor, hambre) y también
de ellos provienen estímulos dolorosos. Lo cual nos lleva al siguiente párrafo.
3.2. El asistente
Es el registro del objeto en su condición de placentero como derivado de la vivencia de
satisfacción. Pero el mismo puede convertirse en otro momento en dolorígeno, esto es,
derivado de la vivencia de dolor. **
El Objeto Único tiene una doble inscripción vincular, desde el bebé como deseo
perentorio de contar con un Objeto Único y desde éste como un deseo de instalarse como
tal para un otro en quien se proyectó la indefensión. De esta manera el yo y el otro se instalan
en un vínculo de completud en el que la duda no cabe. La peculiar satisfacción obtenida al
ser considerado asistente único puede ofrecer la ilusión de una relación objetal pero se
transforma fácilmente en una trampa narcisista. Parafraseando a Freud, se convierte en su
majestad el asistente. Este modelo vincular se reactiva en momentos de extrema
desprotección y siempre está la disposición a ligarse asociativamente con el desamparo
originario.
En las crisis vitales tanto como en aquellas desencadenadas por conflictos, puede
renovarse la demanda de un Objeto Único asistente. También se puede activar la necesidad
de ser un Objeto Único mesiánico para un otro desamparado intentando restablecer la
organización vincular que éste determina. Lleva el riesgo de infantilizar al otro por
necesidades megalomaníacas del yo.
Se instala un vínculo basado en el anhelo de proveer y recibir adecuada protección
durante situaciones críticas. El conflicto transforma el anhelo en una exigencia dirigida al
objeto. Si bien éste fue elegido por sus características ofreciendo un apoyo a cualidades que
lo ubican en posición favorable para ser considerado objeto natural protector (único), el
índice de realidad suministrará la información acerca de las condiciones del otro para
desempeñar esta función (relación objetal-objetivable). De esta manera es factible
establecer la diferencia entre desamparo originario y desprotección. El intercambio basado
en protección mutua está implícitamente incluido en el contrato matrimonial y también en
algunos encuadres peculiares, como por ejemplo el encuadre de amigos.
El bebé inviste narcisísticamente a los objetos y éstos, complementariamente, lo
invisten narcisísticamente como importante. Para el bebé la madre es impres cindible.
Para la madre el bebé es tan sólo privilegiado, si bien parcialmente y en relación con su
feminidad es el símbolo más importante de su capacidad de crear. Es, en un comienzo,
parte de su propio cuerpo, al cual puede cuidar y reconocer. Los resabios narcisistas y la
fuente de placer que le otorga ser "todo" para el otro en una relación asimétrica, la lleva a
reforzar la creencia en la bondad de su función. En la pareja, el ser recíprocamente lo más
importante para el otro en lo genital, puede fácilmente confundirse con el modelo primitivo.
Probablemente, la institución de la monogamia en algunas culturas se apoye en la
añoranza y persistencia del anhelo de contar con un Objeto Único. Lleva en sí un mensaje
ambiguo y contradictorio.
El Objeto Único no ha de ser el determinante exclusivo de la monogamia, si bien su fuerza
es obtenida como en otras condiciones de la coincidencia de una prescripción social con
una condición libidinal primaria. Tiene el vigor semejante al de una amenaza de
castración, cuya eficacia deriva no de la regla, sino de su instalación y concordancia con el
período de desarrollo libidinal regido por lo genital. En aquellas culturas donde la norma es
la poligamia, es dable suponer que alguna de las mujeres está marcada como conteniendo
el privilegio de Objeto Único. Nos recuerda el análisis de Lévi-Strauss (1946) sobre la
prohibición del incesto en los faraones. Por lo general las hermanas podían ser elegidas en
matrimonio en tanto una de ellas —la mayor— quedara excluida, con lo cual la norma del tabú
del incesto se cumplía.
3.3. El dador de significados
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Freud, S. (1895), Proyecto de psicología para neurólogos. Obras completas, t. I, Amorrortu Editores, Buenos
Aires, 1982. "Supongamos ahora que el objeto que brinda la percepción sea parecido al sujeto, a saber, un prójimo.
En este caso el interés teórico se explica sin duda por el hecho de un objeto así, como el único poder auxiliador.
Sobre el prójimo entonces aprende el ser humano a discernir."
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Los objetos parentales están simultáneamente dotados de la capacidad
identificatoria de comprender, significar y dar sentido a los deseos del bebé. Lo hacen por
una disponibilidad de contacto emocional inconsciente y por modelos analógicos
vehiculizados por una elaboración secundaria y racional. Es necesario disponer simul-
táneamente de estos niveles de funcionamiento para discriminar con el mínimo de signos
acerca de las necesidades y requerimientos del bebé. Crean un estilo de comunicación que
para un observador externo resulta incomprensible y excluyente. Si bien los padres
aparentemente descifran las necesidades del bebé, lo hacen después de proponerle y
adscribirle sus propios significados, basándose en el presupuesto de ser los más adecuados
a él. Ello se debe a la pobreza del lenguaje verbal del bebé y al predominio del lenguaje
preverbal en esa época de la vida. Para aquél las emociones no tienen acceso al lenguaje
verbal y derivan de aquellas representaciones pictográficas ya mencionadas.
La significación proviene al principio de la vida del yo externo materno a manera de un
injerto de su psiquismo instalado en la mente del bebé. La semantización dada por los
objetos parentales a las emociones del bebé cierran la posibilidad al conocimiento de otras
que pudieran ser propias de ese sujeto recién nacido. Opera una clausura de
disponibilidades a semantizar que jamás se conocerán. Estos contenidos sufren el impacto
de lo que Piera Aulagnier ha llamado la violencia primaria. *
A este costo se instalará el otro, capaz de significar cuando lo haga revestido de la
cualidad de Objeto Único. Luego su repetición provoca en el yo los sentimientos
correspondientes a la intrusión.
La transferencia obtiene sus características al ser instalado el analista en el lugar de
Objeto Único. Sobre la base de un conocimiento de la significación inconsciente le es
asignado el lugar del saber completo y su contrariedad desilusiona y enoja al paciente.
El embelesamiento de los enamorados cuando se sienten mutuamente
comprendidos refuerza también aquella experiencia. Luego, en la vida de la pareja, se
repite con frecuencia la demanda ilusoria dirigida al otro, instalado como Objeto Único
capaz de comprender o nombrar, no obstante los sucesivos fracasos de esa ilusión (ser
único para el otro o poseer al Objeto Único). También irrumpen las manifestaciones de
violencia en la vida de la pareja cuando se conectan con aspectos incompartibles del otro,
al cual intentan forzadamente dar una significación.
Aquel Objeto Único capaz de significar al comienzo de la vida tenía el compromiso
humanizante de proveer al desarrollo del bebé dada su condición de desamparo,
mientras que el objeto amoroso es un derivado alejado del Objeto Único, elegido para
establecer con él una relación de reciprocidad y simetría.
3.4. El dador de indicación
El aparato psíquico en formación recibe exactos índices para diferenciar aquellos
estímulos provenientes del mundo exterior de los internos. Freud (1915) describió como
primitivo yo real al que establece precisos índices derivados de la acción muscular,
mediante los cuales organiza la diferencia entre interior y exterior, yo y noyó.
Es posible concebir un primitivo sistema de representación del cuerpo y del no-yo basado
en estímulos sensoriales nunca transmisibles en palabras. El yo parental injertado aporta
sus indicios y los supone con mayor o menor aproximación adecuados al hijo, con los que
éste opera su incipiente función de indicación. Recibe un sistema de representación verbal
y preverbal hasta tanto sea capaz de formular con más precisión los suyos.
El Objeto Único ha de indicar al yo como deseante luego de constituirse como quien
protege al yo naciente de la aniquilación y el desamparo, Lo indicará como residencia de los
propios deseos y se constituye a su vez en Objeto Único desiderativo, indicación ésta que
adquiere sentido desde un contexto único.
En la relación amorosa se configura un contexto compartido donde hay una recíproca
ubicación en yo deseante y objeto deseado y susceptible de ayudar a realizar el deseo del
otro. En el estado de enamoramiento las exigencias contextúales se basan en estipulaciones
diferentes de las de periodos ulteriores. En esta etapa se reedita la necesidad de un
contexto único donde no haya diferencias. Ulteriormente, las nuevas demandas dadas por
*
Aulagnier, P. (pág. 37, 1975). La madre posee el privilegio de ser para el Infante el enunciante y mediador
privilegiado de un discurso ambiente que le transmite en forma predigerida y premoldeada por su propia psique
lo permitido y lo prohibido, le indica los límites de lo posible y de lo lícito. El discurso que la madre dirige al
infante lleva una doble marca: la represión que se operó en ella y la ubicación de la distancia llamada yo. Es una
primera violación psíquica
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la cotidianeidad, la presencia de hijos, etc., rompen esa ilusión. Aparecen las diferencias y
de ahí la indicación de reformular el contexto único para dar cabida a indicios ante la
pérdida del sentimiento de relación proporcionados por el contexto único, ilusoriamente
instalado en forma espontánea. Para conservar en algún sector al Objeto Único algunos
integrantes de la pareja recurren a la relación de amantes. Dadas las condiciones
inherentes a ese tipo de vínculo logran mantener la ilusión de la existencia de aquel
objeto. En éste nuevo encuadre habría no sólo exclusión de un tercero, como se lo
considera clásicamente, sino también el desconocimiento de su existencia como un
secreto placentero, para concretar la fantasía del Objeto Único. Es uno de los factores por los
cuales, cuando el tercero reaparece, tiene el carácter de escándalo, de irrupción violenta.
Es quien delata la incompletud. La ruptura de toda relación dual y especular es vivida
como la violenta intrusión de la mirada del otro, que denuncia el carácter primitivo de ese
tipo de abastecimiento, porque a su vez la relación dual y especular se mantiene en base a la
mirada o a crear condiciones donde el que mira no sepa dónde está viendo.
Este enfoque es un desarrollo de nuestras observaciones acerca del significado de la
relación de amantes, como se ve en el capítulo 1.
En la relación de pareja se mantiene una exigencia latente: que el otro actual funcione a
semejanza de aquel otro primitivo cuya función fue sacar al yo infantil de la
indiscriminación, de la incertidumbre. Como si debiera cumplirse un principio general: la
diferenciación, la discriminación y la indicación siempre provienen del otro.
3.5. El dador de temporalidad
Es función del otro, además de indicar y dar una organización posicional o topológica,
dar una ordenación temporal. El bebé logra una primera ordenación mediante la vivencia de
sucesión de un antes y un después obtenidos mediante el pasaje de la ilusión de una
eficacia directa (deseo, por lo tanto tengo) al conocimiento de una eficacia indirecta (deseo,
por lo tanto debo esperar al objeto propicio) ligada a índices de realidad y a una
satisfacción siempre postergada en tanto contraría la ecuación deseo = tener. Requiere un
sistema de señales, indicadores del creciente sentido de realidad.
La diferencia generacional da otra ordenación temporal; el "cuando tú seas grande"
anticipado por la madre se transforma en "cuando yo sea grande" y posibilita el acceso a
una primera temporalidad futura. Los padres son también los transmisores del pasado y el
bebé, mediante la narración de hechos, se incorpora a los mitos que contienen jalones de
la organización familiar.
Con la inclusión de la noción de tiempo se incrementa la asimetría y noción de diferencia.
Nuevamente se le pide al Objeto Único, aquel encargado de establecer un ritmo estable,
implementar la repetición del ciclo satisfacción-frustración e instituir el primer proyecto vital.
En la vida de la pareja la anticipación del futuro e inclusión de la temporalidad en la
estructura compartida, resulta del proyecto vital. Lo definimos como una construcción
imaginada de un futuro transformado en meta a lograr por y para la pareja. Es formulado en
base a- las experiencias realizadas y en función de la evaluación dada por el principio de
realidad. Incluye repeticiones de fuentes de placer, así como condiciones ligadas a lo desco-
nocido. Parten de una suposición: el sistema de opciones entre ambos miembros de la
pareja los llevará a conservar y crear un orden de acontecimientos cada vez más complejos
y de mayor crecimiento mental. El pasado reaparece a través de fechas clave como
aniversarios de la primera salida, la primera relación sexual, muchas veces
transformadas, en la evocación, en fuentes de conflictos y necesidad de reaseguramiento.
¿Es repetición o recuerdo y elaboración?
Los objetos parentales establecen un orden de acontecimientos constitutivos dada la
existencia de opciones con las cuales se puede seleccionar entre varias respuestas
posibles. El niño tiene la opción de realizar transformaciones personales merced a sus
disposiciones innatas. Puede rechazar o aceptar opciones propuestas. Los objetos
parentales también pueden aceptar o rechazar las del niño y así en una serie lo cual nos
lleva a una reformulación. La función de indicación es un factor de enriquecimiento mental
para .ambos miembros de la díada madre-hijo. El fracaso de la misma es un factor de en-
loquecimiento mutuo. Los padres crean condiciones enloquecedoras para el hijo cuando le
transmiten situaciones contradictorias donde resulta obstruida la posibilidad de crecimiento
mental. Su dolor puede ser evitado por el hijo buscando "ser enloquecido". La intolerancia
al dolor mental lo lleva a optar por refugiarse en la indiscriminación y fusión con un objeto
parental forzándolo en la posición de único, con lo cual el hijo puede enloquecer al
estereotipar al objeto en lo más regresivo sin tener la posibilidad de apuntar a lo más
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progresivo. Esto es a su vez enloquecedor para los padres. Se genera así un contexto donde
circula la significación psicótica.
Toda pareja parte de una elección mutua y recíproca basada en factores conscientes e
inconscientes. Planteamos la hipótesis de que un miembro dado de la pareja "eligió" (puede
optar sin saberlo) por un otro "enloquecedor" y acuerdan convivir en un vínculo cuya marca
es "enloquecer". Es en su condición de Objeto Único que al otro de la pareja matrimonial le
es atribuida la capacidad de enloquecer. Equivale a mantener los estereotipos, y las formas
infantiles de funcionamiento. Del Objeto Único se reclama que automáticamente se ponga en
posición favorable sin mediar una acción modificadora del yo. En las parejas cuya evolución
incluye el reconocimiento del otro en su condición de diferente, la búsqueda del objeto para
el logro de una acción específica lleva implícitamente la aceptación de la necesidad de usar
indicadores y signos adecuados. Sólo así el objeto conocerá al deseo del yo de ponerse en
posición favorable.
*
Avuncular proviene de avunculus, tío materno. (Lévi-Strauss, 1969.)
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del yo y retomada luego en "Las consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica"
(1925). Es el período donde se incluye la identificación cariñosa de la niña con el padre, libre
de toda rivalidad con la madre. Freud no explica por qué llama prehistoria de la relación
edípica a la larga conexión preedípica con la madre. Para nosotros se refiere al largo
período del cual no queda registro ligado a representaciones de palabra. En la época del
complejo de Edipo se termina de consolidar la barrera de la censura con la separación
entre preconsciente e inconsciente y se establecen firmemente los registros en la memoria
mediante signos verbales. Los acontecimientos de la prehistoria, en el desarrollo infantil,
guardan también un registro pero no como los documentos históricos transmitidos median-
te la palabra escrita, ni siquiera como mitos transmitidos con la palabra hablada: son como
las pinturas rupestres del psiquismo. Quizás el cuerpo erógeno y el modelo del pictograma
(Aulagnier, 1975) ya mencionado sean el registro de lo prehistórico.
El zócalo de la pareja tiene una parte del mundo mental compartido y compartible y
otra zona compartible aunque no compartida por este revestimiento narcisístico y es
guardado como un refugio donde el yo se aloja ante las circunstancias que frustran la ilusión
de ser y tener el Objeto Único. Existe también un espacio no compartido, la historia y la
estructura individual previa a la instalación de la pareja y abarca las identificaciones
infantiles. Es aquel que se realiza cuando las parejas se cuentan cómo eran cuando
niños, mirando fotos o tratando de imaginarse el mundo objetal y contextual del otro. Por
fin, hay una zona mental no compartida y no compartible cuya percepción es fuente de
sentimientos de soledad objetal e intenso dolor psíquico. En esta última zona, y ligada a los
registros prehistóricos, figuran las primeras identificaciones, y entre otras, las nociones de
diferencia previas a la instalación de la diferencia de sexo.
El yo se diferencia y distingue progresivamente de los objetos que componen su mundo.
En las identificaciones tempranas está incluido el tomar al padre como modelo para ser
como él, lo cual conlleva convertirse en sujeto de los propios deseos. Aquello que era el yo se
inviste con él y como modelo de padre y pasa de yo a yo-sujeto.
La pareja parental ofrece dos modelos: el de sujeto deseante y el de objeto deseado
ligado en distintas relaciones, una de las cuales es la relación de reciprocidad. En un
momento primero el yo es también un objeto deseado por la madre y simultáneamente el
padre se ofrece como modelo-deseante. El narcisismo infantil configura una
representación de la pareja parental que lo incluye: "papi y mami conmigo y para mí".
En un momento segundo el yo se liga simultánea y sucesivamente con un par donde
cada uno es sujeto deseante y objeto deseado del y por el otro. El yo incorpora por
identificación introyectiva ambas posiciones. Esta interacción permite configurar en el
mundo interno un objeto-representación temprana de pareja parental en una relación de
reciprocidad deseante-deseado con la cual se liga el yo infantil.
Los celos infantiles, la proyección del propio narcisismo sobre los hermanitos, configura
otra representación complementaria de la pareja parental con los otros en posición de
hermanos (la relación papi y mami con los otros bebitos y hermanitos). Hay por lo tanto
un modelo de pareja parental "para mí".
Otro "fuera de mí" y un tercer modelo que incluye «i otros en posición de exclusión por
donde pasa el mismo yo.
En las identificaciones tempranas, cuando el niño toma como modelo al padre
deseante, ello le muestra el camino del objeto deseado, la madre. Asimismo, cuando la
madre es tomada como sujeto deseante el padre es el objeto deseado. Para el hijo
identificarse con el padre del mismo sexo lleva a incorporar también un modelo de
reciprocidad, desear y ser deseado por otro. Hay una segunda alternativa, el padre
desea a la madre, pero ésta no lo desea. Sucede cuando la madre desea a su objeto
narcisista proyectado en algún representante de su mundo infantil, su hermano, papá o
mamá. La identificación con estos objetos narcisistas maternos plantea al yo un
camino contradictorio. ¿Como quién ser? ¿Como el padre deseante o como quien la madre
no desea? ¿O como el objeto narcisista de la madre por el cual la madre es objeto
deseado pero no sujeto deseante del padre? Si se identifica con el padre se enfrenta con
el penoso dilema de no ser deseado por la madre. Si se identifica con el tío- hermano-
objeto materno pasará a instalarse como un objeto narcisista de la madre. La primera
alternativa incluye, luego de instalada la diferencia de sexos, la elección de objeto
diferente y por ese camino la elección de objeto exogámico. La segunda alternativa
incluye un obstáculo en el reconocimiento de la diferencia de sexos y desde ahí la elección
de objeto semejante o indiferencia-do, luego la elección de objeto endogámico. Para
instalar la diferencia de sexos es necesario que el padre cumpla con la prohibición a
través de la amenaza de castración. Pero antes debe separar a la madre de su objeto
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narcisista y ligarla en un vínculo con él. La persistencia del objeto narcisista de la madre
es una constante en las relaciones con funcionamiento psicótico. En este sentido es que
el complejo de Edipo, en su estructura prehistórica, tiene cuatro términos y su
persistencia lo convierte en el complejo nodular de la psicosis (Berenstein, 1982b).
La mamá ligada a un doble de ella, desconoce el código paterno. El papá, a su vez es
sentido como ajeno a la mamá ya que fracasó en la tarea de desligarla de su doble
narcisista. El padre pasará a ser un objeto supernumera rio y prescindible. Para no ser como
él, la opción es identificarse con ese objeto narcisista de la madre. Buscará una mujer que
signifique una madre con la cual mantendrá un acuerdo inconsciente de fusión o
indiscriminación. Algunas parejas matrimoniales consultan y desean tratarse para recuperar
ese acuerdo inconsciente basado en indiscriminación e indiferenciación ilusoria no
compartible con los sucesos de la vida como nacimiento de hijos, necesariedad de la
diferenciación, relación con el mundo exterior. En estos casos el marido, luego padre, entra
a formar parte como un hermano-hijo de la familia materna. Se incorpora a ésta, poseedora
de un código narcisista con escasa o nula discriminación.
Se requiere el pasaje, transcurso y salida de esta estructura prehistórica para acceder
al significado de la diferencia de sexos con la elección de objeto exogámica propia de la
resolución del complejo de Edipo, del cual nos ocuparemos en el próximo acápite.
6. CASO CLÍNICO
Ello se prolongó varios minutos durante los cuales se cedían la palabra y la prioridad
del relato mostrando en lo manifiesto que era indistinto quién de los dos hablara.
Finalmente lo hizo Lucía.
Un primer comentario a este comienzo proviene de la estructura de la preentrevista,
cuyo centro es el llamado telefónico. Que un terapeuta haya sido indicado por el
hermano de la mujer y aceptado por ambos, indica la importancia de este objeto en la
constitución de la pareja. Nuestra hipótesis es que sobre la figura del entrevistador se
irán proyectando las cualidades provenientes del hermano de la mujer, además de
objeto interno en su mundo interno, representación intrasubjetiva en la estructura del
vínculo. Más adelante nos extenderemos acerca de este tipo de objeto.
Con cierta frecuencia algunas parejas usan sus sobrenombres habituales desde el
mismo comienzo de la entrevista y por lo tanto antes de hacerse conocer por el tera -
peuta. Se crea un clima de intimidad y familiaridad frente al cual el tercero quedará
excluido. ¿Será ésta la manera de tratar al otro como un doble narcisista? Esta
particularidad, así como el intento de llegar a un acuerdo para quién empieza a relatar el
motivo de la consulta, es encubridor de otro acuerdo de naturaleza inconsciente. Se
pone de manifiesto con un tercero cuyo lugar debería ser el del desconocimiento del
verdadero acuerdo. Es posible suponer la existencia de una norma inconsciente según
la cual aquellas cosas importantes deben ser dichas por la mujer y elegidas por ésta.
Recordemos que el terapeuta aceptado por ambos también resultó de una elección cuyo
punto de partida fue Lucía recibiendo una indicación de un objeto a quien está ligada, su
hermano. Después de todo, las elecciones de objeto, en esta pareja, tanto del terapeu ta,
como lo fuera del marido para Lucía o el de mujer para Carlos, probablemente se hagan
siguiendo un modelo semejante.
Podemos atribuir la dificultad para responder a la pregunta inicial a la sorpresa y
desubicación ante el nuevo encuadre definido por la terapeuta. Es frecuente encontrarse
con ese sentimiento inicial. En este caso llevó a la entrevistadora a reformular la consigna,
paso necesario si desea subsistir en su condición de terapeuta.
Fue así como les dijo, cuando estaban cediéndose la palabra mutuamente, que
cualquiera de los dos o conjuntamente podían informarla.
Lucía dijo que se encontraba muy mal por un desentendimiento de larga data. Intentaron
explicarlo, pero no les resultó fácil, no obstante convivir con ese malestar durante largos
años. Tampoco fue fácil entender el motivo actual de la consulta porque los
desentendimientos eran crónicos aunque habían aumentado en los últimos años. Llevaban
ya veintidós años de casados.
El propósito de explicar un desentendimiento parece una falacia. Si resultara claro, ya se
hubieran organizado defensivamente como un síntoma a la manera de un relato
encubridor o una racionalización. Es por lo tanto un momento clave de la entrevista.
Pudimos percibirlo a través del registro contratransferencial de un sentimiento de
confusión. El malestar parece haber existido siempre en el vínculo en forma indefinida y
reaparece ahora en el encuadre terapéutico. Sin embargo ha adquirido una cualidad nueva
para que lo mencionen como motivo de consulta aún sin poder precisarlo.
Lucía había sufrido recientemente una grave crisis depresiva desencadenada en las
últimas vacaciones anuales. Las vacaciones, con cierta frecuencia, son un período crítico
en la vida de las parejas. Pueden ser investidas ilusoriamente, como si fueran una vuelta al
estado de enamoramiento. Para lograr este objetivo la cotidianeidad y la dependencia que
ésta determina, representada por el hábitat de la vida diaria, queda como tercero excluido.
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Cuanto más narcisista sea esta ilusión tanto mayor será el desencanto al regreso de las
vacaciones y al tomar contacto con la cotidianeidad.
Carlos y Lucía tienen una relación impregnada de peleas y agresiones físicas, más
frecuentes con el paso del tiempo. Carlos es un marido irritable. Se descontrola fácilmente
y frecuentemente responde a los gritos. Lucía a su vez le pide que no grite, porque los chicos
están presentes, o porque los vecinos escuchan. Estas precauciones de Lucia tienen una
cualidad particularmente irritante para este marido irritable y lo llevan a gritar aun más.
Carlos también tiene un mal despertar en la mañana y pide que no le hablen hasta mitad
de la misma. Pero las exigencias de la vida hacen imposible respetar este deseo. Por
ejemplo, como los hijos van al colegio por la mañana. Lucia piensa que éste es el momento
preciso de plantearle los problemas vinculados a la escolaridad de los niños.
Carlos, durante la entrevista, dice enojado: "Vos sabes que a mí no se me debe hablar a
esta hora de la mañana". Como la esposa no se ciñe a esta petición de principios, tienen una
discusión o una pelea. Pero también Lucía tiene sus propias peticiones de principios. Por
ejemplo le contesta que él hace lo mismo. Le deja pelos en su cepillo de cabello cuando
sabe perfectamente que no lo puede soportar puesto que le despierta reacciones de asco.
Si Carlos y Lucía estuvieran diferenciados podrían acceder a sus respectivos pedidos;
los adscribirían a una particularidad diferente del objeto.
Pero Carlos le dice a Lucía que "lo del cepillo no tiene importancia alguna porque en total
él deja unos pocos pelos".
La agresión surge cuando no pueden mantener un vínculo en estado especular. Las
peleas pueden emerger en presencia de un tercero representado por los chicos, los
vecinos y en la transferencia incipiente, el terapeuta, al cual se le podrá incluso más
adelante ser adjudicado el motivo de la agresión emergente en la pareja. El terapeuta opera
poco a poco triangularizando la relación. En este caso acentúa la diferencia entre ambos
y tiende a poner en evidencia la relación narcisista que por su misma naturaleza
debería permanecer oculta. Para lograr este objetivo deberán acallar al tercero y
anularlo como tal o por lo menos conseguir que no escuche, ni vea, ni entienda.
Dijimos anteriormente que la relación narcisista se basa en un vínculo con un Objeto
Único buscado como tal o porque el yo necesita instalarse como un Objeto Único deseado por
otro. Una relación de este tipo no puede subsistir sin una serie de acuerdos. El otro no es
elegido como un objeto diferenciado sino como alguien encargado de cuidar el
mantenimiento de esta investidura.
Lucía debería velar el retiro matinal de Carlos, necesario para evitarle ser importunado por
los llamados de la realidad. A cambio el marido debería cuidar la relación narcisista de la
mujer con el objeto representado por el cepillo como posesión única e incompartible.
Las parejas, en algunas circunstancias, deciden que es lo mismo o semejante algo
diferente por su naturaleza y ello suele corresponder a conductas psicotizantes. Por lo tanto
son respuestas tendientes a enloquecer.
En un comienzo ambos se prometieron ser objeto único. Las exigencias de la
cotidianeidad pueden violar esa promesa. Tanto Carlos como Lucía esperan una automática
comprensión evidentemente ilusoria. Cuando fracasa, naturalmente se realimentan las
quejas y la irritación.
En ese momento de la entrevista, comienza una larga discusión acerca de la relación
entre Lucía y su padre. El eje pasaba por si "debía" cuidarlo (versión propia), o si "quería"
cuidarlo (versión de Carlos). Obstinadamente el marido afirma que ella "quería" cuidarlo y
Lucía afirma que "tenía la obligación de hacerlo". Carlos afirmaba pertinazmente que
podría haberlo hecho otro miembro de la familia y Lucía sistemáticamente descartaba de
su pensamiento esa posibilidad, con diferentes razones hasta presentársele como una
evidencia la de ser la única persona capaz de cuidar al padre.
Desconocemos por qué uno y otro no aceptan estas proposiciones, se muestran
fuertemente involucrados ya que siguen la discusión entre "debía" y "quería" sin llegar a un
acuerdo.
Carlos se quejó de Lucía dirigiéndose directamente a la terapeuta. Ella hablaba con
mucha frecuencia e intimidad con la madre contándole todo lo que ocurre, tanto en lo
personal, como en su relación matrimonial. Lucía, mientras tanto mira a la terapeuta
desaprobando a Carlos y enfatizando que éste no la entiende. Por ejemplo: "El se empeña
en 'eso de que hablo con mi madre´ y no se da cuenta de que en realidad estoy
preocupada por la enfermedad de mi padre, que está gravemente enfermo. Y yo como hija
debo cuidarlo". De esta manera, tanto Carlos como Lucía intentan establecer un vínculo de
complicidad con la terapeuta basado en la exclusión del otro. Buscan restablecer
ilusoriamente un vínculo dual, ahora con la entrevistadora. Recordando la constelación del
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Objeto Único, descripta anteriormente, Carlos exigía a Lucía actuar en función de asistente
y esto es lo transferido en la terapeuta. En tanto Lucía se quejaba de la falta de función de
dar significado que ella suponía debía provenir de su marido y a su vez, desde este
requerimiento, miraba a la terapeuta, ambos se instalaban en receptor de la acción de un
Objeto Único, pero en diferentes funciones.
Al cabo de un tiempo el padre de Lucía murió. Fue otra de las circunstancias que
desencadenó quejas hacia el marido, por no haberla acompañado en este trance.
Si observamos esta formulación veremos que es contradictoria: es imposible
acompañar a quien se instala como Objeto Único de otro (Lucía-hija del padre), por la
naturaleza excluyente de este tipo de relación. El requerimiento de sentirse acompañada
requiere la transformación en su doble. Pero, desde los sentimientos de Carlos, mal hubiera
podido ubicarse en el papel requerido-exigido por Lucía, porque a su vez durante su desarro-
llo había figurado como excluido en la propia familia. Cuando en un vínculo de pareja hay
escasa diferenciación entre sus miembros, queda perturbada la empatía basada en
identificación con el otro.
Lucía estaba muy preocupada cuidando al padre. En tanto, Carlos insistía en irse juntos
de vacaciones. Lucía se negaba porque debía cuidar al padre. Siendo época de vacaciones
el marido, después de presionarla, decidió irse solo. Tal vez podríamos considerar esto como
un intento fallido de Carlos para crear con violencia un espacio para la pareja en base a la
exclusión de la familia de Lucía.
Para ello hubiera sido necesario un acuerdo profundo previo, según el cual la intención de
Carlos se hubiera transformado en un accionar inconsciente compartido. A falta de ello la
repetición derivó en fracaso y ésta se convirtió en una repetición más: con la ausencia de
Carlos, Lucía quedó con el padre.
En nuestra experiencia la relación ilusoria infantil basada en la aspiración a contar con un
Objeto Único mantenida en la vida adulta daña el vínculo de pareja y también a los mismos
aspectos infantiles necesitados de reparación en el vínculo de pareja.
Después de una larga y reiterada discusión, Carlos, en el colmo de la irritación y
gesticulando le dice a Lucía: "tiene a mi suegra montada en el cuello, no la aguanto más y
quiero separarme". En este momento de la entrevista el vínculo se impregna de mayor
confusión. Alejarse del objeto representado por la suegra es resuelto como separación de la
pareja matrimonial. Esta solución-sin-solución significa inconscientemente un intento de
distanciarse de un objeto narcisista ilusorio inductor de sufrimiento y de un tipo de
funcionamiento estereotipado con pérdida para el yo y para el vínculo, produciendo
desesperanza.
La acusación de Carlos a Lucía por estar ocupada con la madre, tiene un fuerte carácter
proyectivo porque quien está ocupado por la madre es el propio yo de Carlos, y su no
resolución toma el camino de los reproches. Sin embargo, como vimos cuando hablamos de
las identificaciones y elecciones de objeto, hay una raíz de verdad. Carlos puede no saber
que percibe la importancia del vínculo de Lucía con la madre, con exclusión del padre.
A los efectos de este trabajo, agregaremos alguna información parcial para ilustrar los
modelos identificatorios y de elección de objeto conducentes en Carlos y Lucía para formar
una determinada pareja y no otra. Carlos caracterizó a su padre como un hombre y marido
violento vinculado a una mujer-esposa sometida. Se constituye entonces como modelo
identificatorio con predominio de las características no genitales y lo llevan a una
identificación no-provechosa desde la cual elige una mujer no-deseada. Los malos tratos del
padre transformaron el objeto deseado-madre en no deseado. La madre en deseada obstruye
el camino a una elección de objeto genital. La elección con un objeto no deseado tiene In
ventaja infantil de calmar al interno padre violento.
Los padres de Lucía constituyeron una pareja de las clásicamente llamadas desavenidas.
La madre mantuvo un vínculo importante con un doble narcisista. No deseaba al padre, pero
era deseada por éste. Situación entrampante. Identificada con esta madre, Lucía no puede
interrumpir su vínculo con la familia de origen a la cual "debe cuidar", quedando
especialmente ligada a uno de sus representantes: el hermano, de quien partió precisamente
la recomendación de la terapeuta. Repite de esta manera el modelo identificatorio con la
madre, identificación no-provechosa que propicia el no uso de la genitalidad. El comienzo de
la relación con Carlos no la expuso a los avatares de la misma.
Carlos es un objeto ausente y no-deseado como lo fue el padre para la madre de Lucía.
Cuando en la relación matrimonial intentó un tanto tardíamente cambiar esta situación, lo hizo
a través de la imposición violenta, por ejemplo las vacaciones, lo cual refuerza aun más el
vínculo de su mujer con la familia de origen. No obstante algunas identificaciones
posibilitaron un mínimo acceso a la genitalidad y este tipo de complementariedad regresi va
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amenazó destruirla. Es en ese momento cuando recurren a la terapia de pareja.
La frustración genital de este modelo vincular lleva a un desequilibrio crónico cuya
manifestación es aquel desentendimiento difícil de explicar al cual se refirieron en la primera
entrevista.
El tratamiento psicoanalítico de la pareja ofrece un encuadre para el despliegue de las
posibilidades identificatorias, de elección y de acción objetal, a desenvolverse en el proceso
terapéutico.
Si el epílogo es estar mejor juntos o separarse sólo lo dirá el conocimiento de las
condiciones propias del otro integrante y del vínculo entre ellos.
NOTA
4. Zócalo Inconsciente de la pareja. La noción de zócalo es usada en el sentido de una
base profunda sobre la cual se apoyan los elementos sostenidos por aquélla. Fue tomado
en un sentido cercano al dado en arquitectura, para la cual es el "cuerpo inferior de un
edificio u obra que sirve para elevar los basamentos a un mismo nivel". También se
denomina de esa manera al miembro inferior del pedestal, debajo del neto, siendo neto el
pedestal de la columna, considerándolo desnudo de las molduras alta y baja (Real
Academia Española, 1956).
Uno de nosotros (Berenstein, 1978) llamó zócalo del sueño al conjunto de términos
relacionados con los que se expresa lo inconsciente, siendo específico de cada soñante,
y a partir del cual y por sucesivas transformaciones se produce tanto un sueño determinado
como todos los de ese soñante.
El zócalo es un invariante constituido por una combinatoria, una estructura de relaciones
entre el sujeto y el objeto y que constituyen el deseo proveniente del yo y alguna acción
específica originada en el otro.
El concepto de zócalo surge como un intento de hacer comprensible una
metapsicología, en nuestro caso la pareja, de la cual pueden establecerse las leyes acorde al
significado de la complejísima relación interfantasmática que a su vez sostiene los
intercambios verbales, emocionales, sexuales, económicos, ideológicos en una pareja
matrimonial.
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