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Lesly Alejandra Chávez Saucedo

Psicología
4 de November de y

Ensayo
Repercusión en infantes de mujeres detenidas
Introducción

La educación en niños es un trabajo que conlleva variedad de entendimientos y que ha

tenido un trayecto de investigación que se ha extendido a lo largo de los años. Algunas teorías

enfatizan en la importancia de las figuras de apego que guían al infante para que este cree un

sentimiento de seguridad, otros hablan de una educación que conecte directamente con las

emociones de los niños y aprendan a gestionarlas con inteligencia, pero ¿qué ocurre cuando el

niño tiene que vivir alejado de uno de sus progenitores o ambos? ¿Cómo se desarrolla su

perspectiva de la vida a partir de esto? ¿Tiene alguna repercusión verdaderamente simbólica que

la madre del niño esté presa? ¿Qué intervención o cómo se debe de tratar al niño desde este

punto de partida?

Bueno, principalmente, los obstáculos que los niños van viviendo son invariables, algunos

viven dificultades exorbitantes, otros no, pero eso no significa que exista algún caso más

importante que otro. Podría decirse, incluso, que un pilar para que el niño logre desarrollarse

íntegramente, es precisamente el sentimiento de seguridad por parte de quien sea tenga la tutela

de su educación. Para ello, es fundamental que se cree un ambiente de confianza hacia el niño y

quien principalmente podría tener esa confianza es el adulto; lejos de la confianza en sí mismo,

se crea una confianza en la relación y se encontrará una forma de resolver el conflicto en caso de

que sea algo que mueve con fuerza la integridad del individuo. Claramente el niño contiene

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dentro de sí ciertos instintos que le hacen sentir lo que está pasando a su alrededor, y aunque aún

no logre procesarlo como un adulto lo hace, no hay que subestimarlo. (Rodrigo y Palacios,

1998).

La mayoría de los adultos se preguntan, ¿cómo hablo con mis hijos sobre ciertos temas

delicados y fuertes? Muchos emiten hablar con claridad o simplemente evitan plantear el tema,

sin embargo, esto evitará un proceso que tarde o temprano el niño tendrá que vivir y enfrentar; ya

sea que se entere por sí solo conforme los años, o que alguien más se lo haga saber. La verdadera

pregunta, al menos en una opinión muy personal, es: ¿qué están evitando los adultos al no

hablarlo? ¿Le temen a no saber cómo lidiar con el niño en caso de que su reacción sea

incómoda? ¿O a qué le temen? Ahora, hablando precisamente de este caso particular, en el que la

madre del niño está presa, es una situación difícil y se le debe de dar suma importancia a quién

cuidará del niño. Alguien realmente comprometido a respetar el desarrollo del infante y

acompañar, forjando ese sentimiento de seguridad y así creando un ambiente cálido en el que

pueda procesar e integrar la situación de que su madre está presa.

Desarrollo

Se habló de la importancia del ambiente en el que un niño se desarrolla y uno de estos es la

seguridad (Rodrigo y Palacios, 1998). Para esto, es necesario destacar que el sentimiento de

seguridad no trata solo y exclusivamente de proteger al infante de cualquier peligro que implique

algún daño físico, sino, de igual forma, se trata de la presencia de conexión entre el niño y quien

lo acompaña en su crecimiento (Porges, 2021).

En base al sentimiento de seguridad, la función de apego es un tema que se tratará en

primera instancia ya que es un elemento nuclear dentro de una familia, trata de un vínculo

afectivo que el individuo crea con los diferentes miembros de la familia buscando la proximidad

y el contacto con las personas a las que se apega. El apego se compone de tres puntos básicos

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que se van desarrollando a lo largo del tiempo, pero van cambiando el contenido, estos tres

componentes son: conductas de apego, representación mental de la relación y sentimientos

(Rodrigo y Palacios, 1998).

El apego tiene una función adaptativa y favorece la supervivencia manteniendo la

proximidad entre el niño y el progenitor y esto favorece al mantenimiento de las relaciones

parentales, así como al protección y ayuda mutua. Otra de las funciones del apego es la seguridad

emocional que este implica, para el sujeto es importante esta figura de apego porque en ella

genera su sentimiento de aceptación, protección y recursos emocionales y sociales para su

bienestar (Rodrigo y Palacios, 1998).

Por esto, la pérdida o ausencia de una figura de apego puede generar sentimientos de

desprotección y desamparo que podrían ser amenazantes para la vitalidad del sujeto. Para

mantener el vínculo de apego de manera saludable se toman en cuenta cuatro manifestaciones:

buscar y mantener la proximidad, respetar la separación y protestar si esta se consuma, usar la

figura de apego como base de seguridad desde la que se explora el mundo físico y social, sentirse

seguro/a buscando en la figura de apego el bienestar y el apoyo emocional (Rodrigo y Palacios,

1998).

La familia es un sistema básico que genera un sentido de seguridad emocional, de

contacto y de vinculación en el ser humano. Una de las razones fundamentales por las que el

sistema familiar forma parte del desarrollo individual es por el sentimiento de pertenencia que

este genera y, con más precisión, es que la familia está conformada por miembros pertenecientes

a distintos sistemas familiares y a distintas generaciones. Carte y McGoldrick (1998) sugieren

que para estudiar los cambios del sistema familiar deben de ser desde al menos tres generaciones

o tres sistemas familiares (como se citó en Rodrigo y Palacios, 1998).

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El apego va evolucionando conforme el crecimiento del niño, es distinto en cada etapa y

la variación se amolda al estilo de vida que el niño tiene. En los primeros meses de vida, el niño

manifiesta preferencia por las personas de su misma especie, manifestando una prevalencia por

los estímulos como el rostro, la voz o la temperatura humana, aunque esto se relaciona al

reconocimiento de lo que brinda dicho estímulo; como la postura que adopta para mamar, los

rasgos del rosto de la madre, etc. En esta etapa el niño se regula por el ritmo biológico de los

adultos. (Rodrigo y Palacios, 1998).

La segunda etapa, entre los tres y cinco meses, se desarrolla por una preferencia en las

personas que le cuidan, aunque no se rechaza a los desconocidos. A este punto el niño sabe

diferenciar entre quien lo cuida y desconocidos, son más flexibles en la interacción y ya no

depende tanto de los ritmos biológicos, aunque a este punto aún no rechaza el cuidado de los

desconocidos y esto refleja la relación de interacción que contiene con cualquier individuo,

aunque no sea miembro de los más cercanos. (Rodrigo y Palacios, 1998).

Para la siguiente etapa se forman los sistemas relacionales como el miedo a extraños,

afiliación y exploración. Aquí muestra una preferencia por su figura de apego y rechazan a los

desconocidos. Gracias a las capacidades de representación, permanencia de la persona y

memoria, las figuras de apego son reconocidas por el niño, y, como el vínculo está más

fortalecido por la conceptualización que el niño creó de la figura, la separación detona reacciones

de protesta, ansiedad y genera sosiego el mantener la relación. Uno de los puntos más

importantes para el infante en este punto, es mantener la proximidad de figura de apego, la

reacción ante las separaciones breves, el sufrimiento por la pérdida de dichas figuras, el rechazo

y desconfianza a los desconocidos, para tener como base a esta figura desde la que se explora el

mundo externo y social. (Rodrigo y Palacios, 1998).

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Una vez establecido el vínculo de apego, a partir del primer año de vida, el niño va

creando un grado de independencia de las figuras de apego gracias a sus capacidades de

locomoción, verbales e intelectuales. Debido a la alateoridad, este proceso es muy conflictivo, ya

que cada readaptación ecige pérdidas y ganancias de ciertos privilegios. Por esto, los deseos van

modificándose conforme a las necesidades emocionales del niño. (Rodrigo y Palacios, 1998).

Durante el periodo escolar mantienen como figura de apego a los padres y, de forma

secundaria, a los hermanos y otros familiares. Se desarrollan nuevas capacidades mentales y la

propia experiencia del retorno de las figuras de apego para aceptar mejor las separaciones breves.

En este punto no es tan necesario el contacto físico, comienza la aceptación de las separaciones

breves, la curiosidad y exploración no requiere tanto la presencia de las figuras de apego.

Aunque, en momentos de dificultades más significativas, se activan a sobremanera las conductas

de apego y la reacción se asemeja a las que tenía en los primeros años de vida. Los conflictos que

más afectan en esta etapa es el que sea crea por una separación, el deseo de participar en la

intimidad de los padres y las rivalidades fraternas. (Rodrigo y Palacios, 1998).

De todas las etapas del sistema familiar, la que se da a partir de los cuatro y seis años, es

una de las más armoniosas a no ser que se rompa por varios hechos y miedos. Es así porque en

este momento de vida del niño, elaboró los celos intrafamiliares, su capacidad verbal,

conocimiento social ampliado y una mejora en la capacidad de autocontrol. En condiciones

normales, crean buenas relaciones con las figuras de apego ya que, gracias a las habilidades

desarrolladas en los primeros años, crea una certeza de sus padres incondicionales y eficaces. El

sistema de valores y normas de los padres son aceptadas sin problema. (Rodrigo y Palacios,

1998).

Algo sumamente importante para el sentimiento de apego, es necesaria la aceptación e

incondicionalidad pese a las fallas que el niño llegue a tener; por ejemplo, en el rendimiento

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escolar, en caso de un fracaso escolar, los padres deben ayudarle a superarlo haciéndole ver que

cada persona es diversa y única. En caso de que la figura de apego adulta no esté presente, los

iguales pueden convertirse en una figura de apego a este nivel, y aunque las figuras de apego y

las relaciones de amistad pueden ser cualitativamente distintos, comparten elementos

importantes. (Rodrigo y Palacios, 1998).

Referencias

Rodrigo, M., Palacios, J. (1998). Familia y desarrollo humano. Alianza Editorial.

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