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UNIVERSIDAD AMERICANA
FACULTAD DE DERECHO

DERECHO PENAL I

Análisis del Derecho Penal y La Constitución Política

Trabajo de Investigación

Profesor: Magalli Márquez Wilson

Alumnos:

Joselyn Gould Arroyo


Minor Hernandez Espinoza
Adriana Ibarra Vargas
Fabio Rivas Baltodano
Carolina Rivas Gonzalo

Ciudad Universitaria Sede San José,


Costa Rica 2022
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Análisis del Derecho Penal y La Constitución Política


En el orden político del constitucionalismo la afirmación de la libertad como su
aspiración básica, no puede llevarse a cabo sin el desapoderamiento penal del
Estado, asegurando espacios no prohibidos penalmente y estableciendo
constricciones procesal y procedimentales a la actuación represiva del poder
público. De este modo se confirmaban determinados precedentes
constitucionales y se prefiguraban interesantes desarrollos posteriores, en el
derecho penal sustantivo y adjetivo.
En la realidad histórica, en efecto, en el constitucionalismo anglosajón, desde la
Carta Magna, hay dos demandas sustanciales: la primera tiene un contenido
material, y se refiere a la defensa de la libertad religiosa, con su vertiente
individual, como libertad ideológica y de creencias que se ejerce aisladamente, y
su vertiente colectiva, como espacio de reunión en paz de quienes profesan la
misma fe, que puede ser comunicada y propagada libremente y que se lleva a
cabo en formas sociales, como derecho de asociación y de reunión. Pero el otro
contenido fundamental de las libertades inglesas son las garantías procesales de
juicio regular, en cuanto parte importante del derecho penal, adjetivo ahora, con
todas las oportunidades de defensa, llevadas a cabo ante tribunales
independientes de cualquier poder ejecutivo, con derecho de recursos, etc.
La referencia constitucional del derecho penal no termina al lograr su
constitucionalización en la Revolución, sino que continúa, ahora en viaje
descendente, cuando se impulsa la reforma penal, material o procesal de
la legislación, que ha de adecuarse a la Constitución. Este desarrollo
constitucional a veces tarda mucho en llevarse a cabo, como ocurre con la
legislación penal española en el siglo XIX, pues el derecho penal del
antiguo régimen resiste, entre otras cosas, por las inercias de los aparatos
represivos de la maquinaria estatal tradicional, pero sin duda también por
las dificultades de afirmación de la idea normativa de la Constitución, de
modo que ésta no sólo no es fuente inmediata de derechos, sino que ni
siquiera obliga verdaderamente al legislador.
Hasta la Restauración, ese periodo sobre el que muchas veces se ha
frivolizado en exceso, con la Ley de Enjuiciamiento Criminal, no se intenta
liberalizar o constitucionalizar nuestro derecho penal, en este caso el
derecho procesal. Este Código impone el sistema acusatorio sobre el
inquisitivo en la persecución penal, respeta los derechos del afectado por
la acción penal, establece el proceso sobre las garantías de la presunción
de inocencia, la libertad del procesado para defenderse, la dependencia
del veredicto de culpabilidad exclusivamente sobre la libre valoración
probatoria del juez, etc, derechos y garantías procesales que sólo la base
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de la Constitución de 1949 permite afirmar con la rotundidad que se


alcanza
Así pues, quedamos en que el derecho constitucional acoge principios
penales, que una vez constitucionalizados se imponen, de manera
sistemática y dotados de superioridad normativa, a la legislación penal. La
cuestión no es especialmente problemática si hablamos de garantías o
exigencias procesales, por ejemplo, legalidad penal, reserva jurisdiccional,
irretroactividad penal, non bis in idem. Donde se plantean problemas, en
cambio, es en relación con la propia actividad tipificadora del legislador,
que hay que entender correctamente, lo que no siempre se hace desde los
postulados de la ciencia penal.
La trascendencia de la cuestión, esto es, la de la libertad de configuración
penal del legislador, estriba en que el derecho penal es límite del derecho
constitucional, de manera que el contenido del derecho penal, ya no las
exigencias para su correcta producción o aplicación, condiciona el ejercicio
de los derechos constitucionales. Así nos encontramos con un derecho
penal constitucionalizado, que debe adecuarse a las decisiones sobre los
principios sancionadores de la Constitución; pero también con un derecho
constitucional cuyo límite es precisamente el orden penal.
Como resulta sabido, en efecto, en un sistema constitucional no hay otro
tope al ejercicio de los derechos que el penal, de manera que no cabe otra
fuente que la de esta clase para establecer la ilicitud de una conducta.

Análisis Articulo 39
El artículo 39 de la Constitución Política establece que:
“A nadie se hará sufrir pena sino por delito, cuasidelito o falta, sancionados por
ley anterior y en virtud de sentencia firme dictada por autoridad competente,
previa oportunidad concedida al indiciado para ejercitar su defensa y mediante la
necesaria demostración de culpabilidad.”
Se derivan de esta norma los principios de inocencia y culpabilidad, los cuales
constituyen un límite en el ejercicio del poder punitivo estatal, principios que
además recogen los artículos 8.2 de la Convención Americana de Derechos
Humanos y 14.2 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. El
principio de culpabilidad además está contemplado en el artículo 30 del Código
Penal que señala: “Nadie puede ser sancionado por un hecho expresamente
tipificado en la ley si no lo ha realizado con dolo, culpa o preterintención.” Implica
que, para atribuir la comisión de un delito a una persona, es necesario que se
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produzca la vulneración voluntaria de la norma con infracción al deber de


abstención (delito doloso) o la infracción al deber de cuidado necesario para
evitar la producción del resultado, como consecuencia de la realización de una
conducta imprudente (delito culposo)

Análisis Articulo 41
La Constitución Política garantiza a cada habitante una justicia pronta y cumplida.
El artículo 41 de la Carta Magna dispone:
Artículo 41."Ocurriendo a las leyes, todos han de encontrar reparación para las
injurias o daños que hayan recibido en su persona, propiedad o intereses
morales. Debe hacérseles justicia pronta, cumplida, sin denegación y en estricta
conformidad con las leyes."
Sin embargo, este añorado ideal de una celeridad y eficiencia en el volumen de
resolución de casos judiciales ha sido de imposible logro en los últimos años por
diversas razones políticas, jurídicas y económicas que excederían del presente
marco expositivo el tratar de analizarlas a fondo. No obstante, nos basta con
indicar que la realidad palpable del ciudadano común es que la justicia es lenta,
complicada, engorrosa, muchas veces con trámites sin sentido y con un excesivo
interés en las formalidades que olvidan los intereses de las partes en ver
resueltas de manera eficiente y rápida sus controversias.

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