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CAPÍTULO VI “La Realpolitik se vuelve contra sí misma”

La Realpolitik, es una política exterior basada en cálculos de poder y en el interés nacional,


redundó en la unificación de Alemania. Y la unificación de Alemania provocó que la Realpolitik
se volviera contra sí misma, dando lugar a lo contrario de lo que se había propuesto. Porque
la práctica de la Realpolitik evita carreras armamentistas y guerras sólo si los principales
actores de un sistema internacional son libres de adaptar sus relaciones de acuerdo con
circunstancias cambiantes, o si los modera un sistema de valores compartidos, o ambas
cosas.
Alemania no veía ningún interés nacional en los Balcanes. Pero sí estaba enormemente
interesada en la conservación del Imperio austro-húngaro, pues el desplome de la doble
monarquía hubiera amenazado con anular toda la política germánica de Bismarck. El
segmento católico germano parlante del Imperio habría tratado de unirse a Alemania,
poniendo en peligro la hegemonía de la Prusia protestante, por la que Bismarck había luchado
con tanta tenacidad.
En la Paz de Westfalia de 1648, Rusia aún no parecía tener suficiente importancia para estar
representada. Sin embargo, desde 1750 Rusia participó activamente en toda guerra europea
de consideración. A mediados del siglo XVIII, Rusia ya inspiraba una cierta inquietud entre los
observadores occidentales.
El carácter absoluto del poder del zar permitía a los gobernantes rusos dirigir su política
exterior de manera arbitraria y, a la vez, idiosincrásica. En un período de seis años, entre
1756 y 1762, Rusia entró en la Guerra de los Siete Años como aliada de Austria e invadió
Prusia, se alió con Prusia al morir la emperatriz Isabel, en enero de 1762, y luego se declaró
neutral cuando Catalina la Grande derrocó a su marido en junio de 1762. Cincuenta años
después, Metternich manifestó que el zar Alejandro I nunca había tenido un ideario que durara
más de cinco años.
Muchos historiadores recordaron este pasaje cuando la Unión Soviética invadió Afganistán en
1979.
El Imperio ruso tampoco fue visto antes como modelo, ni por otras sociedades ni por sus
propios súbditos. Para el mundo exterior, Rusia era una fuerza elemental, una presencia
misteriosa y expansionista, a la que se debía temer y contener, ya fuese ganándosela o
mediante confrontación. Metternich había intentado ganársela y, durante una generación, su
éxito fue casi total. Pero después de la unificación de Alemania e Italia, las grandes causas
ideológicas de la primera mitad del siglo XIX habían perdido su fuerza unificadora.
Metternich había logrado establecer una aproximación de gobierno europeo porque los
gobernantes de Europa consideraron que su unidad ideológica era un dique indispensable
contra la revolución. Pero en la década de 1870-1879 o bien había cesado el miedo a la
revolución o los gobernantes pensaron que podían derrotarla sin ayuda exterior.
El objetivo de Bismarck era no dar a otra potencia, salvo a la irreconciliable Francia, ninguna
causa para entrar en una alianza dirigida contra Alemania.
Lo que Alemania necesitaba era una alianza con Rusia y a la vez con Austria, por muy
improbable que pareciera a primera vista. Bismarck, no obstante, logró forjar esa alianza en
1873.
La primera Liga de los Tres Emperadores enseñó a Bismarck que ya no podría controlar las
fuerzas que había desencadenado con sólo apelar a los principios internos de Austria y de
Rusia. En adelante, trataría de manipularlas subrayando la fuerza y el interés propios.
Dos acontecimientos demostraron que la Realpolitik se había convertido en la tendencia
dominante de la época. El primero ocurrió en 1875, en forma de seudocrisis, una artificial
psicosis de guerra desatada por el editorial de un importante periódico alemán cuyo
provocativo titular rezaba: ¿Es inminente la guerra?
En 1876, los búlgaros, que durante siglos habían vivido bajo el dominio turco, se rebelaron, y
se les unieron otros pueblos balcánicos. Turquía respondió con una terrible y brutal represión
y Rusia, dejándose llevar por sus sentimientos paneslavos, amenazó con intervenir.
En 1875 se aplicaron estos métodos en Jokand, otro principado en las fronteras de
Afganistán. En esta ocasión, el canciller Gorchákov se sintió un tanto obligado a justificar la
contradicción existente entre las garantías de Rusia y sus acciones. Con ingenio, inventó una
distinción sin precedente entre las garantías unilaterales (que, según su definición, no eran
obligatorias) y los compromisos bilaterales en toda regla.
Desde 1815 la sabiduría tradicional en Europa había supuesto que el destino del Imperio
otomano sólo podría ser decidido por toda Europa y no por una sola potencia, y menos que
ninguna por Rusia. El Tratado de Santo Stefano, de Ignatiev, aumentó las posibilidades de un
dominio ruso de los Dardanelos que sería intolerable para Gran Bretaña, y un dominio ruso de
los eslavos balcánicos que Austria no aceptaría. Por tanto, Gran Bretaña y Austria-Hungría
declararon que el tratado era inaceptable.
El congreso debía reunirse el 13 de junio de 1878. Sin embargo, antes de que se reuniera,
Gran Bretaña y Rusia ya habían resuelto las cuestiones más importantes en un acuerdo
firmado el 30 de mayo entre lord Salisbury y el nuevo ministro ruso de Exteriores, Shuválov.
Cuando el Parlamento alemán exigió a Bismarck adoptar una actitud más enérgica, él
contestó que se proponía poner el país a salvo. Bismarck señaló los peligros de la mediación
refiriéndose a un incidente acaecido en 1851, cuando el zar Nicolás I intervino entre Austria y
Prusia, en favor de Austria: Entonces el zar Nicolás desempeñó el papel que mi adversario]
hoy pretende asignar a Alemania; [Nicolás] vino y dijo: «Al primero que dispare, yo le
dispararé», y en consecuencia se mantuvo la paz. ¿Para ventaja de quién, y para desventaja
de quién? Eso ya es historia, y no deseo analizarlo aquí. Simplemente estoy preguntando: ¿se
ha pagado en gratitud este papel que desempeñó el zar Nicolás cuando tomó partido?
¡Ciertamente, no por nosotros, en Prusia! ¿Le dio Austria las gracias al zar Nicolás? Tres
años después vino la guerra de Crimea, y no tengo que decir más.
Rusia podía sacrificar sus ganancias territoriales en aras de la legitimidad (como lo hicieron
Alejandro I en la rebelión griega de la década de 1820-1829 y Nicolás I durante las
revoluciones de 1848), pero Rusia nunca renunció a su objetivo último ni aceptó el
compromiso como algo justo.
En la década de 1850-1859 Bismarck había propuesto una política que era el equivalente
continental de la propia política inglesa de (aislamiento espléndido). Había pedido mantenerse
libre de compromisos antes de arrojar todo el peso de Prusia donde le pareciera más
apropiado para servir, en un momento dado, los intereses nacionales prusianos.
Durante el decenio de 1870-1879, Bismarck intentó consolidar la unificación de Alemania
volviendo a la alianza tradicional con Austria y Rusia. Pero en la década siguiente surgió una
situación sin precedente. Alemania era demasiado poderosa para mantenerse al margen,
pues ello podría unir a toda Europa en su contra; y tampoco podía confiar ya en el apoyo
histórico, casi reflejo, de Rusia. Alemania era un gigante necesitado de amigos
Bismarck inició su nueva política en 1879 estableciendo una alianza secreta con Austria.
En 1880, Gladstone, ofendido por la insistencia de Disraeli en la geopolítica, lanzó su decisiva
Campaña de Midlothian, la primera campaña de pequeñas poblaciones que tuvo lugar en la
historia y en la que cuestiones de política exterior fueron directamente planteadas al pueblo.
El Canciller de Hierro escribió al emperador alemán en 1883: Nuestra tarea sería más fácil si
en Inglaterra no se hubiese extinguido por completo esa raza de grandes estadistas de antaño
que comprendían la política europea. Con un político tan incapaz como Gladstone, que no es
más que un gran orador, resulta imposible llevar adelante una política en que se pueda contar
con el apoyo de Inglaterra.
El segundo período de Gladstone en el cargo (1880-1885) tuvo así el efecto paradójico de
guitar la red de seguridad de Bismarck, el más moderado de los estadistas continentales, así
como al retirarse Canning de Europa había empujado a Metternich a los brazos del zar.
La política de la última época de Bismarck trató de contener de antemano el poder por medio
de algún consenso basado en unos objetivos compartidos con diversos grupos de países. En
un mundo interdependiente, a los Estados Unidos le resultaría difícil practicar el (espléndido
aislamiento) de Gran Bretaña, pero también es improbable que logren establecer un sistema
general de seguridad que sea aplicable por igual en todo el mundo
En todo caso, a finales del siglo XIX, ambos enfoques de la política exterior se estaban
desvaneciendo. Gran Bretaña nunca se sintió lo bastante dominante como para arriesgarse al
aislamiento. Bismarck fue destituido por un nuevo e impaciente emperador que se impuso la
descarada tarea de mejorar la política del maestro. Entretanto, el equilibrio del poder se volvió
inflexible, y Europa se encaminó hacia la más devastadora catástrofe que nadie creyera jamás
que fuese posible.

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