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Gabriela Passold 4to 4ta

ENSAYO: Historia de las Relaciones Internacionales.

Capítulo V- Dos revolucionarios: Napoleón III y Bismarck.

Primeramente, se dará una breve definición de lo que fue el Sistema de


Metternich, referido a un enfoque diplomático dado por el canciller austriaco
Klemens Von Metternich (Congreso de Viena de 1815), siendo un sistema que
buscaba mantener un equilibrio de poder en Europa, y prevenir que se difundieran
las ideas revolucionarias, basadas en principios de Legitimidad, Conservadurismo,
Equilibrio de poder e Intervención Militar. Asimismo, su desplome como secuela de
la guerra de Crimea, produjo más conflictos, y de este surgiría un nuevo equilibrio
de poder, desapareciendo el sistema instaurado con anterioridad. Este nuevo orden
se dio por dos hombres, que terminarían siendo, irónicamente, enemigos; el
emperador Napoleón III y Otto Von Bismarck, basando su política en la Realpolitik,
donde las relaciones entre estados debían ser determinadas por la fuerza bruta, y
quien sea más poderoso tendría que prevalecer, por tanto, consideraban que el
sistema de Viena, los reprimía de algún modo.
Hablando del primer revolucionario, debido a que Napoleón se encontraba
teniendo ideas contradictorias entre sí, vacilando entre mantener aún los principios
de la tradicional política exterior francesa (que mantenía dividida Alemania) o
apoyar el principio de nacionalidad; y por tanto, no había alcanzado ninguno de sus
objetivos, más bien había debilitado la posición de su país en el área internacional.
En consecuencia, la política exterior de Napoleón se desplomó, como bien se
menciona, no por falta de ideas, sino que, a través de todas las aspiraciones que
tenían, no hubo un orden que seguir o alguna relación entre ellas. A la vez que
perdía fuerza, fue incapaz de: celebrar un congreso europeo y revistar el mapa de
Europa, donde buscaba la revisión de fronteras, no siendo insistente con el tema y
que sus planes se habían considerados como demasiado radicales; y de dominar una
alianza con otros países, como Gran Bretaña, Alemania, Rusia o Estados Unidos.
Sin embargo, cabe resaltar, que destacó en su política interna, dando a Francia la
modernización que necesitaba, en cuanto a infraestructura.
Asimismo, sin importar los esfuerzos de Napoleón por sabotear el sistema de
Viena, el cual consideraba que reprimía y aislaba a Francia, al término de su reinado
(en 1870), Francia se encontraba mucho más aislada, de lo que estuvo cuando aún se
implementaba ese sistema.
Pasando al segundo revolucionario, el legado de Bismarck fue totalmente
opuesto, antes de su sucesión, se esperaba que la unificación alemana se logrará a
través de un gobierno parlamentario y constitucional, sin embargo, cinco años
después, este revolucionario estaba por resolver este problema, pero basado en el
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poder prusiano. Considerado “demasiado democrático para los conservadores,


demasiado autoritario para los liberales y demasiado orientada al poder para los
legitimistas”. Por tanto, se menciona que la nueva Alemania, se dio por un genio que
se propuso dirigir las fuerzas, exteriores y nacionales.
En cuanto a la guerra austro-prusiana, Napoleón a pesar de temer a la
unificación alemana, simpatizaba con su nacionalismo, favoreciendo esta guerra,
convencido de que Prusia la perdería. Sin embargo, no pensó porque Bismarck
estaba tan dispuesto a la guerra si Prusia saldría vencida, en consecuencia, esta fue la
clave de su triunfo final, aprovechándose de la indecisión de Napoleón. Por tanto,
nadie pudo manipular a Bismarck en cuestiones de diplomacia. En cuanto a la
destrucción del sistema de Viena, por más que Napoleón la hubiera comenzado, esta
fue completada por Bismarck. Este revolucionario estaba encaminado a forjar
alianzas y relaciones para que Prusia siempre esté cerca de las partes contendientes,
pudiendo manipular a las demás potencias y dar su apoyo, según convenga.
Separándose de sus guías conservadores y principios legitimistas, porque le pareció
que reducirían la libertad de acción de Prusia, según él la Realpolitik “dependía de
la flexibilidad y de la capacidad de explotar toda opción sin el freno de la
ideología”.
Aunque Bismarck había logrado lo que se había propuesto, su triunfo
hipotecó el futuro de Alemania, esta no encarnándose con los ideales de las dos
generaciones que habían intentado unificarla, no reflejando ninguna corriente
anterior del pensamiento alemán. De igual manera, este revolucionario siguió con
una política exterior prudente y estabilizadora. Su fallo consistía en que, a pesar de
que estuvo adelantado a su época, logrando en poco tiempo lo que se buscaba con
desesperación, condenó a que la política a ser utilizada posteriormente, no la podría
ejercer cualquier persona.

Capítulo VI- La Realpolitik se vuelve contra sí misma.

Se define a la “Realpolitik” como una política exterior basada en cálculos de


poder y en el interés nacional.
Esta política se encontraba excesivamente presente en la unificación de
Alemania (mencionada en el capítulo anterior). Sin embargo, esta misma unificación
provocó que se volviera contra sí misma. Porque esta evita principalmente las
carreras armamentistas y la guerra.
Luego de la unificación, Alemania se convirtió en un país fuerte en todos los
sentidos, e iba aumentado de fuerza, revolucionando la diplomacia en Europa. Sin
embargo, como estaba ubicado en el centro del continente, se encontraba en peligro
constante por las coaliciones de los países a su alrededor.
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Se toma en cuenta que Rusia dentro del área internacional, adquirió una
posición predominante rápidamente, convirtiéndose en una amenaza al equilibrio de
poder en Europa. Sin embargo, irónicamente este poder fue conservado gracias a
ellos. Sin estos, Napoleón y Hitler hubieran logrado establecer imperios universales.
Asimismo, el nacionalismo se convirtió en un principio dominante de Prusia,
Rusia y Austria, que tenían cada vez menos necesidad de unirse para una defensa
común. Cuando estas grandes potencias (Francia era hostil, la Gran Bretaña contaba
con una política de aislamiento, Rusia ambivalente por su conflicto con Austria), se
miraban entre sí, ya no se observaban como socios potenciales, sino como oponentes
peligrosos y mortales, por lo que la confrontación, el uso de la fuerza como método
de demostración de quien tiene le verdadero poder, se había convertido en el
mecanismo utilizado por la diplomacia.
Tocando nuevamente al segundo revolucionario, Bismarck se consolidaba
como la figura dominante de la diplomacia europea hasta su destitución. Con vistas
a su gran objetivo, que sería la paz para el Imperio alemán, pero con la necesidad de
establecer buenas relaciones con Rusia, sin abandonar a la Gran Bretaña, que estaba
en conflicto con los segundos mencionados. No logró gestionar la rivalidad
geopolítica cada vez más feroz entre Rusia y Austria, que superó la unidad de los
monarcas conservadores aliados, vista como una amenaza mortal que obstaculizaba
significativamente el sistema de alianzas impulsado por Bismarck.
Como los norteamericanos, también los rusos consideraban que su sociedad
era excepcional. Pero cuanto más se acercaba Rusia a la India más despertaba la
desconfianza británica hasta que, en la segunda parte del siglo XIX, la expansión
rusa por el centro de Asia, en contraste con la marcha de los Estados Unidos al
Oeste, se convirtió en un problema de política exterior.
El equilibrio del poder del sistema de Viena, con el que estaba familiarizada
la Gran Bretaña, se había alterado radicalmente. Y como se necesitarían decenios
para que se hiciera explícita la amenaza alemana al equilibrio europeo, las
preocupaciones de la política exterior de la Gran Bretaña durante el resto del siglo se
centraron en Francia, cuyas ambiciones coloniales chocaban con las de la Gran
Bretaña, especialmente en Egipto, y en el avance de Rusia hacia los Estrechos,
Persia, la India y después hacia China. La Gran Bretaña creía que sus intereses en el
extranjero estaban amenazados por este movimiento.
Rusia, en su carrera de expansión, desarrolló un método de conquista que,
debido a la separación de los centros políticos occidentales que no tenían una idea
certera de la realidad, se transformó y basó su política en la distancia y la confusión.
Asimismo, debido a los múltiples conflictos dados, Bismarck, un hombre
lleno de recursos, se consideraba que su diplomacia había producido una serie de
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alianzas entrelazadas, que en parte competían. Y a pesar de querer mantener esas


alianzas, para poder asegurar la moderación, terminó instaurándose la desconfianza.
Durante casi 20 años, Bismarck mantuvo la paz y redujo la tensión
internacional, pero como se menciona en el capítulo anterior, terminó pagando un
precio por su grandeza, teniendo como consecuencia, al entablamento de una guerra
que causaría el suicido de la civilización europea. En conclusión; “El equilibrio del
poder había conservado las libertades de los Estados, no la paz de Europa”.

Capítulo VII- Una máquina política infernal: la diplomacia europea antes de la


primera Guerra Mundial.

En vista al Concierto de Europa, que se supone había conservado la paz por


un siglo, había dejado de existir. De acuerdo a las grandes potencias, se había
formado dos bloques de poder, sin embargo, con la reciente utilización de las armas
nucleares, evitar la guerra sería el objetivo principal de la política exterior.
No es posible señalar solo un culpable a que estallara la primera Guerra
Mundial, considerándose que cada potencia aportó un “granito de arena” a esta
carrera hacia el desastre. Asimismo, por más que todas las naciones de Europa
contribuyeron, la Alemania y Rusia fueron las que socavaron todo sentido de
moderación por su naturaleza misma.
Así, como en todos los acontecimientos bélicos históricos vividos en suelo
alemán, los sucesores diplomáticos de Bismarck intentaron aplicar su política
exterior, a través de la agresión y provocación, llevando al país a un progresivo
aislamiento, a posteriori a una guerra. Por tanto, la falta de raíces intelectuales, fue
una de las razones de la errática política exterior utilizada por Alemania. Una
política sabia y moderada era el camino para posponer este peligro inminente.
La incapacidad de los gobernantes alemanes para establecer objetivos a largo
plazo condujo a la cooperación militar anglo-francesa, que condujo a la Entente
anglo-rusa en 1907. Esto se debió principalmente a que Alemania tenía el poder
militar más fuerte y sus provocaciones llevaron a la confrontación y a la nación más
fuerte.
En principio, la Triple Entente se fundó por miedo a Alemania, y Austria,
queriendo proteger sus provincias eslavas, firmó un tratado similar con Alemania.
La incapacidad de Alemania para establecer un objetivo coherente a veces
amenazaba imprudentemente a otro país con la guerra, lo que generaba temores
crecientes que condujeron a la formación de alianzas hostiles. Durante un tiempo,
este sistema de alianzas introdujo cierta moderación, pero después de un tiempo
cada potencia temió que una actitud conciliadora la haría débil y poco confiable,
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provocando que sus socios la abandonaran ante una alianza hostil. Entonces los
países comenzaron a aceptar riesgos que no correspondían a sus intereses históricos.
A lo largo de la historia se han formado alianzas para fortalecer a las naciones
en caso de guerra. A medida que se acercaba la Primera Guerra Mundial, la primera
cuestión importante era fortalecer estas alianzas. Los gobernantes de todas las
grandes naciones simplemente no previeron la cantidad de tecnología a su
disposición ni las poderosas alianzas que formaron, y aparentemente esperaban un
conflicto breve. En conclusión, no esperaban ni imaginaban que sus políticas
irracionales causarían pérdidas terribles y habría una destrucción masiva,
destruyendo casi por completo todas las civilizaciones, devastando el orden político,
económico y social de Europa, preparándolo para un escenario que
impensablemente, sería considerado aún más destructivo (la Segunda Guerra
Mundial).

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