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Caratulado : CHAIT/IGLESIS
Rol : C-8026-2017
1.1.1. Que el día 8 de agosto de 2015, la supuesta víctima -Santiago Andrés Chait
Matte- se encontraba en la salida de la discoteque ubicada en calle Raúl
Labbé Nº 12.931, Lo Barnechea;
1.1.2. Que en ese momento la supuesta víctima -Chait Matte- habría sido
agredida por el demandado Sebastián Luis Iglesis Portaluppi;
1.1.3. Que la agresión habría consistido en un golpe en el rostro con una
manopla;
1.1.4 Que el golpe en cuestión habría causado a la víctima una lesión bucal,
consistente en la pérdida de tres dientes;
1.1.6. Que luego de la agresión, amigos del supuesto agresor -Iglesis Portaluppi-
habrían golpeado con pies y manos a la supuesta víctima, hasta que ésta
fue rescatada por un amigo;
1.1.7. Que la situación descrita dio lugar a una investigación de carácter penal, la
que terminó con una salida alternativa para el supuesto agresor.
2.5. Chait Matte queda, como consecuencia del golpe, sentado en el suelo.
Iglesis Portaluppi intenta retirarse del lugar, sin éxito, ya que los amigos de
Chait Matte lo empujan y lo hacen caer, para proceder a patearlo
brutalmente en el rostro, lesionándole un ojo.
2.6. Gente del lugar separa a los agresores de Iglesis Portaluppi, permitiendo
que éste se fuera del lugar. En las cercanías, y minutos más tarde, fue
recogido por su padre Javier Iglesis Buchanan, quien fue llamado por
celular desde el lugar de los hechos;
2.7. Esa misma noche, Chait Matte, quien se encontraba bajo la influencia del
alcohol, siguió -pese a lo ocurrido- festejando con sus amigos, como si
nada hubiere ocurrido. Así lo grafica la siguiente fotografía que fue
obtenida de redes sociales, y que se inserta a continuación:
2.9 El relato expuesto evidencia que Iglesis Portaluppi, ante el justo temor de
ser nuevamente víctima de una agresión por parte de Chait Matte y sus
amigos, procedió a defenderse instintivamente, cuando Chait Matte se
abalanzaba sobre él. Aún así, recibió una nueva paliza de los amigos de
Chait Matte, con lesiones de mediana gravedad.
3.1. Como se sabe, no todo acto que provoque daño debe ser reparado por
quien lo causa. El deber de reparar sólo nace una vez que se determine la
responsabilidad civil del sujeto, la que requiere, entre sus elementos, la presencia
de un acto ilícito1.
3.2. El “acto ilícito” ha sido definido como “un hecho del hombre, antijurídico
(en cuanto contrario al sistema normativo), imputable, que causa daño y ejecutado
con intención de injuriar a otro o faltando a la diligencia debida” 2.
1 “El daño lícito se caracteriza por ser un daño permitido y tolerado por el ordenamiento. El sistema
normativo, sea expresa, sea tácitamente, al autorizar el ejercicio de determinados derechos o facultades,
acepta como posible la causación de un daño, atendidas diversas razones de política legislativa.
Normalmente se identifica con la existencia de una norma autorizante o permisiva que permite la
realización de un comportamiento dañoso (…) Esta norma autorizante va desde la más genérica que pone
como límite al ejercicio de los derechos el no causar daño a los demás hasta aquellas previsiones expresas
que la ley autorizan a causar un daño legítimamente (v.gr. estado de necesidad o legítima defensa)”. En
CÉSPEDES MUÑOZ, Carlos, El daño lícito, Ed. La Ley, Salamanca, 2016, p. 28. GARCÍA-RIPOLL
MONTIJANO, Martín. “La antijuricidad como requisito de la responsabilidad civil”, en Anuario de
Derecho Civil, vil. 66, nº4, 2013, pp. 1503-1604.
2 RODRÍGUEZ GREZ, Pablo, Responsabilidad Extracontractual, 2ª edición, Ed. Jurídica de Chile, Santiago,
2014, p. 117.
3 CORRAL TALCIANI, Hernán, Lecciones de Responsabilidad Civil Extracontractual, 2ª edición, Ed.
Thompson Reuters, 2013, p. 113- 122; GARCÍA-RIPOLL MONTIJANO, Martín, (nº 1), pp. 1526 y ss. No
obstante, otros autores sostienen que dichas causales de justificación, en sede civil, actuarían sobre la
culpa, sirviendo de excusa razonable para el hombre prudente. Por todos, véase a BARROS BOURIE,
Enrique, Tratado de Responsabilidad Civil Extracontractual, Ed. Jurídica de Chile, Santiago, 2010, pp.
132 y 139-140.
4 ORGAZ, Alfredo, La Ilicitud (extracontractual), Ed. Lerner, Buenos Aires, 1975, p. 107. En el mismo
4.3. Ahora bien, como SS. podrá apreciar de los hechos relatados por esta parte,
el demandado Iglesis Portaluppi no actuó con la intención referida, sino que
motivado por resguardar su propia seguridad e integridad física.
4.4. Dicha conducta, además de no ser dolosa, tampoco puede ser considerada
negligente. En efecto, atendido el estándar de conducta exigido por la ley en
materia de responsabilidad extracontractual, configurado por la culpa leve -de
acuerdo a los términos del artículo 44 del Código Civil, en relación con los artículos
2314 y 2329 del mismo código- el actuar debe ser cotejado con la figura abstracta
de un buen padre de familia8. En este sentido, se debe determinar cómo habría
actuado un hombre promedio razonable ante una agresión ilegítima. En la especie,
7 ETCHEBERRY, Alfredo, Derecho Penal en la Jurisprudencia, cit. nota n° 31, pp. 166-167.
8 BARROS BOURIE, Enrique (nº3), p. 82.
además, se debe considerar que dicha agresión tendría como antecedente otra
agresión previa de similares características.
4.5. Pues bien, el ordenamiento jurídico no exige - ni pretende exigir - que los
particulares actúen como héroes, sino, como personas razonables. Así, no puede
exigírseles soportar un daño ilegítimo respecto a sus bienes o persona9. De esta
forma, como SS. podrá apreciar, no es dable sostener que, ante una agresión
inminente, una persona actúe negligentemente por el mero hecho de defenderse.
Es más, como he venido insistiendo, la defensa es una reacción instintiva frente
a una agresión, en la que, por lo mismo, la voluntad de quien se defiende juega
un rol mínimo o secundario.
5.2. En efecto, el precepto citado se estructura a partir del deber más elemental
que un sujeto tiene para consigo mismo, a saber, el deber de autocuidado. Las
personas, asume el texto legal, deben actuar con prudencia, evitando exponerse a
riesgos que podrían dañar su persona o patrimonio. Adicionalmente, la ley asume
9 Sobre el particular, se ha sostenido que “(...) en el ámbito civil la culpa cubre los requisitos objetivos
que debe cumplir el acto del demandado para que haya lugar a la responsabilidad (infracción al deber
de cuidado). Por eso, quien dice que un acto es culpable, dice también que es antijurídico. Y en
circunstancias que las causales de justificación han sido construidas como excusas (..) su lugar sistemático
más correcto en el derecho civil es precisamente dentro de los factores excluyentes de culpa. (…). Las
causales de justificación no están reguladas por la ley civil, como ocurre en el derecho penal (Código Penal,
artículo 10). En verdad, su reconocimiento se desprende de los principios generales de nuestro derecho,
según los cuales se responde de los daños causados con dolo o culpa. En el derecho civil, sin embargo, debe
considerarse que las causales de justificación no excluyen la pena, sino la obligación indemnizatoria, con
el efecto de que es la víctima quien debe soportar el daño sin derecho a indemnización (…) Las causales
de justificación no son sino excusas típicas que el derecho acepta precisamente porque las valora como
superiores al juicio de reproche, que de lo contrario recaerá sobre la acción. BARROS BOURIE, Enrique
(nº3), pp. 132-134.
que el actuar imprudente de una persona elimina no sólo la imputabilidad, sino que
también la causalidad (ya que la exposición imprudente al daño es una con-causa
del daño, al contribuir a que éste se produzca)10.
5.3. Por otro lado, hay que recordar que la aplicación del artículo 2330 es
imperativa para el tribunal una vez acreditada la circunstancia que le da lugar.
6.2.2. Por otro lado, si la intensión del legislador hubiese sido configurar, para los
efectos de la responsabilidad civil, la co-responsabilidad parental, lo habría
10BAHAMONDE OYARZÚN, Claudia, PIZARRO WILSON, Carlos, “La exposición de la víctima al daño.
Desde la culpabilidad a la causalidad”, en Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso, vol. 39º, Valparaíso, 2013, pp.42-43.
señalado expresamente, modificando el artículo en cuestión11. Por consiguiente,
opongo formalmente en este acto EXCEPCIÓN DE FALTA DE LEGITIMIDAD
PASIVA de la acción judicial deducida respecto de doña Andrea Portaluppi
Fernández, quien debe ser eximida en todo caso de responsabilidad civil.
11 Acuña San Martín, al analizar la actual estructura de titularidad en el ejercicio de la patria potestad
establecida por la Ley nº 20.680 de 2013, concluye sosteniendo que “Revisado los aspectos
configuradores básicos de la patria potestad, parece razonable entender que (…) las reglas referidas a la
forma de actuar en tal modalidad incorporadas por la Ley 20.680 se refieren solo a la administración de
bienes y a la representación legal. Se desprende también del análisis previo, que en la representación legal
las reformas que se introducen están referidas al ámbito extrajudicial, pues no se modifican las normas
que regulan el ámbito judicial de la representación del hijo. A partir de ahí, resulta que el alcance de la
reforma en cuanto a la forma de actuar en un ejercicio conjunto de la patria potestad, es más restringido
de lo que pudiere entenderse inicialmente”. ACUÑA SAN MARTÍN, Marcela “Cambios en la patria
potestad en especial de su ejercicio conjunto”, en Revista de Derecho, vol. 28, nº 1, Talca, 2015, p. 72.
12 Véase página 3 del escrito de demanda.
13 El artículo 2320 del Código Civil establece una presunción general de culpabilidad por el hecho de
las personas que se encuentran bajo la dependencia de otra. Se trata de una responsabilidad directa y
exclusiva del tercero, que no elimina o extingue la responsabilidad directa del autor directo del daño,
quien responde frente a la víctima del resarcimiento por una causa distinta, su culpa propia, de acuerdo
con el artículo 2314 del Código Civil. Esto es así porque la responsabilidad de ambos son
independientes y emanan de hechos distintos: la del tercero civilmente responsable de su falta de
cuidado o dependencia; y la del menor civilmente responsable, por el hecho doloso o culpable
cometido directamente por él.
14 Lo anterior ha sido ratificado por nuestros más altos tribunales. Sólo a modo ilustrativo, la Excma.
Corte Suprema, en sentencia de fecha 23 de junio de 2014, Rol Nº 14854-2013, a sostenido que:
“TRIGÉSIMO SEGUNDO: Que correspondiendo a hechos distintos aquellos de los que surge la
responsabilidad de cada una de las demandadas, no se puede estimar concurrentes las exigencias
previstas en el artículo 2317 del Código Civil para declarar que éstas deben responder solidariamente por
los daños causados. El inciso primero del señalado artículo 2317 prescribe que “Si un delito o cuasidelito
ha sido cometido por dos o más personas, cada una de ellas será solidariamente responsable de todo
perjuicio procedente del mismo o cuasidelito, salvas las excepciones de los artículos 2323 y 2328” y de su
texto sólo se puede deducir que el legislador ha estimado como necesaria para calificar de solidaria la
responsabilidad de los culpables que se haya cometido un solo delito o cuasidelito y, como se ha destacado
más arriba, en la especie no existe un hecho único, sino que la responsabilidad perseguida encuentra su
fundamento en dos distintos, provenientes de dos personas jurídicas, de manera que no ha podido
condenarse solidariamente a las demandadas sin infringir el indicado artículo 2317”.
estaríamos en presencia de un delito, en cambio, en el segundo, estaríamos en
presencia de un cuasidelito, y los hechos constitutivos del delito y el cuasidelito
no serían los mismos. En consecuencia, no resulta aplicable el artículo 2317,
razón por la cual la responsabilidad de los demandados no puede ser solidaria.
a) Como se sabe, la norma del artículo 2320 del Código Civil responde a la
hipótesis en que el hijo menor de edad viva en casa de sus padres. La
responsabilidad de los padres se basa en la transgresión al deber de
vigilancia o cuidado (negligencia) que todo padre o madre debe tener
respecto de los hijos que viven en su casa, hasta que no cumplan la
mayoría de edad.
b) Por esto, el inciso final del artículo 2320 del mismo código establece una
causal de exoneración de responsabilidad, estableciendo que ésta cesará
si las personas que tienen a su cargo a otra, con la autoridad y el cuidado
que sus respectivas calidades les confiere y prescribe, no hubieren podido
impedir el hecho.
f) La forma que adoptará esa tarea de dirección y orientación por parte de los
padres irá variando conforme evolucionen las facultades del niño: no tiene
la misma intensidad el deber de cuidado del padre respecto de un hijo de
5 años en comparación con ese mismo deber respecto de un hijo de 15, 16
o 17 años. La autonomía de los hijos menores de edad, pero que están
cercanos a la mayoría de edad, es ostensiblemente mayor que la de los
infantes. Si un padre entra a una tienda con un hijo de 4 años debe tener
extremo cuidado de que no toque cosas que puedan dañarse, pero sería
ridículo exigirle el mismo nivel de cuidado si quien entra a la misma tienda
tiene 16 años. Este último es literalmente inmanejable.
i) En este sentido, se ha sostenido que “el inciso final del artículo 2320 obliga
al presunto responsable a acreditar que no ha podido impedir el hecho,
cuestión que supone que ha contado con todos los medios para hacerlo y,
entre ellos, la proximidad física del autor del daño”.17
16 Así lo han resuelto nuestros tribunales. Sólo a modo ilustrativo, la Ilma. CORTE DE APELACIONES
DE ANTOFAGASTA, en sentencia de fecha 27 de septiembre de 2010, Rol Nº 466-2010, ha sostenido
que” SÉPTIMO: (…) Esta última situación demuestra en terminus lógicos y obvios que la autoridad o
cuidado de cualquier padre se hacía imposible impeder a esa hora y ene sas condiciones el hecho, que fue
product de discusiones, amenazas e insultos de grupos de jóvenes de las cuales no puede inferirse
inequívocamente que sus respectivos padres pudieron o debieron, con la autoridad y el cuidado inherente
impeder la situacion; razonamiento que indefectiblemente lleva a rechazar la pretension de los actos.”
17 RODRIGUEZ GREZ, Pablo, Responsabilidad Extracontractual, 2ª edición, Ed. Jurídica de Chile, 2014,
p. 215. El mismo autor, continúa sosteniendo que “Por último, resultaría claramente injusto imponer a
una persona por el solo hecho de ser padre, tutor o curador, jefe de colegio o empresario, responsabilidad
por actos que ejecuta la persona entregada a su cuidado al margen de la dependencia física que permite
ejercer la autoridad que se le confiere”.
18 BARROS BOURIE, Enrique, (nº3) pp. 91-92.
l) En suma, no cabe atribuir responsabilidad a los padres de Iglesis Portaluppi
con base en el artículo 2320 del Código Civil, porque éstos cumplieron con
su deber de cuidado de la única manera en que ese deber puede
razonablemente concebirse. Sostener lo contrario es exigir lo imposible y,
como es bien sabido, a lo imposible nadie está obligado.
6.4.2. Por su parte, el artículo 2321 -que los demandantes alegan de manera
subsidiaria al artículo 2320 para atribuir responsabilidad a los demandados-
establece que: “Los padres serán siempre responsables de los delitos o
cuasidelitos cometidos por sus hijos menores, y que conocidamente provengan
de mala educación, o de los hábitos viciosos que le han dejado adquirir”. En la
especie, tampoco se cumplen las condiciones de aplicación de este precepto,
como paso a exponer.
b) En este contexto la ley asume que una mala educación o los hábitos
viciosos que se han dejado arraigar pueden ser causantes de malos
comportamientos productores de daño. No obstante, debe recordarse que
para que la condena sea procedente bajo este estatuto, debe probarse que
“conocidamente” los daños causados por el hijo provienen de mala
educación o de hábitos viciosos que sus padres le han dejado adquirir. Es
decir, la mala educación del hijo debe ser un hecho conocido, público
y evidetente por el vencindario y cuantos rodean al menor19. En otros
términos, es una mala educación o un compotamiento extremo, manifiesto
y grave.
d) En efecto, desde que el menor Sebastián Iglesis nació, sus padres le han
entregado todas las herramientas tendientes a proveerle una correcta
educación. Se le matriculó desde kinder en el colegio Craighouse,
fundándose para ello en los sólidos principios éticos defendidos por dicha
f) Es por lo expuesto (una descripción general que intenta evitar explicitar los
detalles íntimos de la familia) que resulta a lo menos ofensivo -cuando no
derechamente un acto de maldad- el que la contraparte sugiera o insinúe
que los padres del menor demandado no han hecho lo imposible para
educarlo como es debido. Luchar contra estados depresivos de un hijo ya
es un gran desafío. Hacerlo sufriendo los dolores y angustias propias del
cáncer es de por sí una gran hazaña.
7. DAÑOS.-
7.1. En primer lugar, el demandante, señor Christian Chait Mujica, reclama que
se le indemnice el daño emergente derivado de los gastos médicos y dentales
incurridos para mejorar la dentadura de su hijo. Demanda la cantidad de
$7.404.623.- por este concepto. Al respecto cabe decir que:
a) No existe el deber de reparar este daño por parte de los demandados, pues
no se cumplen los requisitos exigidos para imputarles responsabilidad civil,
según ya se ha expuesto precedentemente.
a) No existe el deber de reparar este daño por parte de los demandados, pues
no se cumplen los requisitos exigidos para imputarles responsabilidad civil,
según ya se ha expuesto precedentemente.
20 Sobre el perjuicio estético, ZAVALA DE GONZÁLEZ ha sostenido que “el perjuicio estético se
caracteriza por la exterioridad, habiendo de ser visualmente perceptible” continúa señalando que su
reparación procede “sólo si es exterior y perceptible; y por eso hay que entender que, en la actualidad, la
sustitución de las piezas dentarias sufridas en el accidente, mediante prótesis que ofrecen el mismo
aspecto, si no mejor, que el de las genuinas, impide la apreciación de un perjuicio de tal índole”. Citado en
MEDINA CRESPO, Mariano, “El resarcimiento del perjuicio estético. Consideraciones doctrinales y
legales, a la luz del sistema de la Ley 230/1995”, en Actas del II Congreso Nacional de Responsabilidad
Civil y Seguro, España, 2001, p. 15. Disponible en: http://civil.udg.edu/cordoba/pon/medina.htm
del daño. La indemnización no puede ser nunca fuente de lucro o
enriquecimiento, sino una estricta reparación de los perjuicios directos
causados. Por ello es que este principio es conceptualizado a través del
aforismo “todo el daño, nada más que el daño”. La jurisprudencia en
materia de accidentes en general, y en materia de accidentes del trabajo
en particular, adjudica sumas ostensiblemente menores para este tipo de
daños que, por lo demás, ni siquiera producen incapacidad laboral. A su
vez, SS debe observar el criterio básico de justicia formal, fundado en el
principio de igualdad, en cuya virtud a iguales daños le deben ser atribuidos
indemnizaciones semejantes. En este sentido, ante daños de similares
características (pérdidas dentales), los tribunales nacionales no han
otorgado por concepto de daño moral sumas superiores, en promedio, a
los $4.000.00021.-
7.3. En tercer lugar, los demandantes Christian Chait Mujica y Teruca Matte
Pérez, reclaman que se les indemnice por daño moral, en calidad de supuestas
víctimas por rebote, por una suma ascendente a $25.000.000.- para cada uno.
Sobre el particular, cabe señalar que:
a) No existe el deber de reparar este daño por parte de los demandados, pues
no se cumplen los requisitos exigidos para imputarles responsabilidad civil,
según ya se ha expuesto precedentemente.
POR TANTO, en virtud de los artículos 19, 2314, 2320, 2321,2329, 2330,
todos del Código Civil, y de los artículos 258 y ss. y 308 del Código de
Procedimiento Civil y todas aquellas disposiciones que S.S. estime pertinentes
para fallar conforme a Derecho,
SOLICITO A SS.: tener por contestada la demanda de autos, por opuestas las
excepciones y defensas indicadas en el cuerpo de este escrito, y, en definitiva,
rechazar la demanda en todas sus partes, con expresa condenación en costas.
En subsidio, acoger la excepción de exposición imprudente al daño, rebajando
ostensiblemente las sumas acreditadas conforme al mérito del proceso, o a lo que
SS estime de justicia.
1.1.- Por razones de economía procesal, en este capítulo doy por reproducidos
todos los hechos expuestos en lo principal de esta presentación, sin perjuicio de
los que a continuación expongo:
1.1.1. Hacia finales de julio, durante las vacaciones de invierno del año 2015, en
horas de la tarde, Sebastián Luis Iglesis Portaluppi decendió a a orillas de
la laguna ubicada en la comuna de Puchuncaví (sector comprendido entre
Maitencillo y Zapallar);
1.1.2. Horas más tarde, se unió a otros 5 jóvenes, entre éstos, Santiago Andrés
Chait Matte. El joven se integraró al grupo ya que una de ellos, doña Sofía
Silva Paredes –única mujer del grupo- era la mejor amiga de la entonces
“polola” de Sebastián Iglesis Portaluppi.
1.1.5. Santiago Chait Matte y sus amigos reinteraban usualmente los términos de
“chanas” o “caras de nana”. A su vez, sostenían que dichas adolecentes
sólo serían para “el rato” y que nadie que se respetase podría tomarse en
serio una relación con ellas.
2.- EL DERECHO
2.2.1. Como es de conocimiento de SS, el artículo 2314 del Código Civil establece
la regla general de nuestro sistema de responsabilidad civil, en virtud de la cual
“El que ha cometido un delito o cuasidelito que ha inferido daño a otro, es obligado
a la indemnización; sin perjuicio de la pena que le impongan las leyes por el delito
o cuasidelito”.
3.1. Por su parte, el artículo 2321 del Código Civil establece que “Los padres
serán siempre responsables de los delitos o cuasidelitos cometidos por sus hijos
menores, y que conocidamente provengan de mala educación, o de los hábitos
viciosos que les han dejado adquirir”.
3.5. Pues bien, en la especie el delito cometido por el entonces menor Chait
Matte, consistente en la agresión ilegítima intencional dirigida en contra del menor
Iglesis Portaluppi deriva de la mala educación que sus padres, Christian Chait
Mujica y Teruca Matte Pérez, le han dejado adquirir, siendo ésta pública, conocida
y, por cierto, evidente a la luz de los actos ilegales cometidos por su hijo.
3.6. En efecto, los padres de los menores Chait Matte han incumplido de forma
evidente y pública con el deber de educación que tienen para sus hijos,
específicamente en cuanto a otorgar una educación ética respecto a éstos. Sus
hijos, entre ellos, Santiago Andrés Chait Matte, son conocidos por su entorno
escolar como adolecentes conflictivos, quienes, abusando de sus respectivas
posiciones de poder, humillan, acosan y maltratan al resto de sus compañeros, de
forma reiterada.
3.8. No sólo ello, el entonces menor Santiago Andrés Chait Matte ha participado
en diversas peleas, dirigidas principalmente en contra de menores vulnerables y
físicamente más débiles. Agresiones que, en su gran mayoría, ha ejecutado
conjuntamente con sus amistades.
3.9. Pues bien, todo ello obedece a la displicencia con que sus padres han
omitido importantes lecciones en la vida de Santiago. Dichos padres han sido los
principales artífices de esta irresponsabilidad sustancial, entregados a los
caprichos y actuares pandilleros recurrentes de su hijo, lo que constituye una mala
educación.
4.4. Éstos, pese al conocido prontuario configurado por las reiteradas prácticas
agresivas de su hijo, Santiago Chait Matte, continúan protegiéndolo, sin ejercer la
autoridad que su respectivas calidad de padres les confiere. En efecto, la paliza
propinada por éste y sus amigos al menor Iglesis Portaluppi no es el primer ni el
segundo altercado en el que el demandado Chait Matte se ve involucrado. Las
prácticas agresivas son conocidas por éstos, siendo para ellos del todo previsible
la probabilidad que su hijo, junto con sus camaradas, ataquen ilegítimamente a
otros jóvenes inocentes.
4.5. Al ser una conducta previsible y vivir con ellos, los daños producidos por el
demandado Santiago Chait Matte se encontraban comprendidos dentro de su
esfera de control, incurriendo de esta forma en un actuar negligente.
Asimismo, agudizó la depresión que, durante años, sus padres han intentado curar.
A su vez, las secuelas psicológicas derivadas de la agresión le han vuelto más
retraido, ensimismado, desconfiado y huraño. Antes, pese a su depresión, se le
veía reír y disfrutar regularmente en compañía de amigos. Nada de ello ocurre ya.
Por otro lado, dentro de los perjuicios extrapatrimoniales reclamamos el dolor físico
sufrido con ocasión de la paliza sufrida. El menor Iglesis Portaluppi no sólo debió
soportar los ingentes dolores provocados por los múltiples impactos de puño y pie
–que, cabe recordar, le dejaron inconsciente- sino también por el dolor que debió
soportar durante las semanas siguientes, en las que éste apenas podía moverse.
Por lo anterior, por este acto solicitamos por concepto de indemnizacion de
perjuicios extrapatrimoniales la suma de $12.000.000.- (doce millones de pesos).
En efecto, éstos padres han debido evidenciar cómo su hijo ha revivido el peor
momento de su enfermedad. Los gritos cotidianos por las noches los abruman. Los
llantos cotidianos del menor les pesan. Por otro lado, la conducta antijurídica y
dolosa del grupo liderado por Chait Matte les ha provocado un perjuicio de agrado.
El placer de convivir continuamente con su hijo y ver como éste mejoraba con los
tratamientos médicos hoy es cosa del pasado. En síntesis, la golpiza relatada, de
manos de Chait Matte y sus amigos, ha cambiado sus vidas, situación que se
mantiene en la actualidad. Por ello, por este acto solicitan se les indemnice por
este concepto la suma de $10.000.000.- (diez millones de pesos), para cada uno.
POR TANTO, en virtud de lo expuesto y de conformidad a lo dispuesto por los Arts.
2320 y 2321 del Código Civil y los Arts. 314 y siguientes del Código de
Procedimiento Civil, así como todas aquellas que SS. estime pertinentes a fin de
fallar acorde a derecho;
SEGUNDO OTROSÍ: Solicito a S.S. tener presente que por este acto objeto los
documentos acompañados por los demandantes en el primer otrosí de su escrito
de demanda, singularizados entre los números 1) al 12) (ambos inclusive); por no
constarme su autenticidad ni que los mismos estén asociados con los hechos
debatidos en el presente juicio.