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En lo principal: Deduce querella criminal; Primer otrosí: Medios de prueba y


acompaña documentos. Segundo otrosí: Patrocinio y poder. Tercer otrosí: Forma
especial de notificación.

S. J. DE GARANTÍA DE SANTIAGO (7°)

Carlos Margotta Trincado, chileno, abogado, presidente de la Comisión Chilena


de Derechos Humanos, cédula de identidad número 7.287.419-6, Marta Valdés
Recabarren, chilena, vocera de la Coordinadora de Víctimas y Familiares de
Trauma Ocular, cédula de identidad número 11.405.187-k, Juan Francisco
Alarcón Clementi, chileno, vocero de la Agrupación de Víctimas de Violencia
por parte de Agentes del Estado AVIDVAE, cédula de identidad número
22.055.888-6, Camila Johelia Valdés Manquelaf, chilena, vocera de la
Coordinadora de Víctimas de Perdigones, cédula de identidad número
17.100.171-4, todos domiciliados para estos efectos en Santa Lucía 162, Santiago,
Región Metropolitana, en causa RIT 18.930-2019, RUC 1910055637-8, a S.S. con
respeto decimos:
Que en virtud de lo dispuesto en los artículos 111, 112, 113, y 172 del Código
Procesal Penal, del artículo 17 del Código Penal y de los artículos y en la Ley 20.357
que Tipifica Crímenes de Lesa Humanidad y Genocidio, vengo en interponer
querella criminal en contra de Sergio Micco Aguayo, por su responsabilidad en
calidad de encubridor de los delitos cometidos por los imputados en la presente
causa y de quienes resulten responsables atendidas las consideraciones de hecho
y de derecho que paso a señalar:
LOS HECHOS:
1. Antecedentes de las manifestaciones
El día 6 de octubre del año 2019, entró en vigor el alza tarifaria del servicio de
transporte público en la región metropolitana de Santiago de Chile. Frente a esta
situación, los estudiantes secundarios, disconformes con la medida del gobierno de
Sebastián Piñera, comenzaron a evadir el pago de la tarifa saltando los torniquetes
de la Empresa de Transporte Subterráneo “Metro”, en señal de protesta por el alza
decretada. Como consecuencia de aquello, los estudiantes secundarios en ejercicio
de su libertad de expresión se concentraron en espacios públicos de la ciudad de
Santiago de Chile para protestar contra esta medida.
A esta protesta, que pronto se extendió a todo el territorio chileno, siguieron otras a
las que se adhirieron otros sectores sociales, pero no sólo para reclamar por este
problema puntual, sino en general, para que se diera solución a las carencias en
educación y salud públicas, de vivienda, así como también para reclamar el
desarrollo de una política que asegurara sueldos dignos para los trabajadores
activos y pensiones de jubilación suficientes para los que se acogieran a retiro. A
estas reivindicaciones se sumaron demandas de políticas que garantizaran la
igualdad de género y la no discriminación de los pueblos indígenas. Estas
demandas, como puede apreciarse, están amparadas por diversos instrumentos
internacionales, en especial por la Convención Internacional sobre la Eliminación de
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todas las Formas de Discriminación Racial de 1965, ratificada por el Estado de


Chile, el 20 de octubre de 1971; Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
de 1966, ratificado por el Estado de Chile el 10 de febrero de 1972; Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966, ratificado
por el Estado de Chile el 10 de febrero de 1972; Convención sobre la Eliminación
de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer de 1979, ratificada por el
Estado de Chile el 7 de diciembre de 1989; Convención contra la Tortura y Otros
Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes de 1984, ratificada por el Estado
de Chile el 30 de septiembre de 1988; Convención sobre los Derechos del Niño de
1989, ratificada por el Estado de Chile el 13 de agosto de 1990.
Las sucesivas protestas públicas que siguieron a las del mes de octubre de 2019,
constituyen la culminación de las profundas desigualdades sociales y económicas
que pueden apreciarse en Chile como consecuencia de la imposición por parte de
la dictadura de Augusto Pinochet, de un modelo neoliberal extremo que se mantuvo
en los gobiernos siguientes. Los resultados del modelo son conocidos. Si bien se
ha producido un aumento de la riqueza, esta se ha concentrado en muy pocas
manos. Las políticas de privatización de los servicios públicos esenciales han
provocado su abandono.
A estas legítimas demandas sociales, el presidente Sebastián Piñera y su gobierno
desde el primer momento reaccionaron con violencia estatal. El día 17 de octubre
de 2019, se produjeron evasiones masivas y la protesta se extendió por toda la
capital y por otras ciudades del país, contra las políticas desarrolladas y llevadas a
cabo por el gobierno de Piñera. La respuesta del Gobierno fue reprimir la protesta
social, mediante la acción de Carabineros de Chile.
Al día siguiente, el día 18 de octubre, fue convocada una manifestación general de
la sociedad chilena, ampliándose las reivindicaciones a otros problemas sociales,
como jubilaciones dignas, sueldos dignos, educación y salud públicas y de calidad,
vivienda digna, como también no discriminación hacia las mujeres y los pueblos
indígenas. En suma, se produjo un “estallido social” con muchas demandas por
mayor igualdad y no discriminación, en un país que tiene el triste récord de ser uno
de los diez más desiguales del mundo, al mismo nivel de Ruanda, según el Índice
Gini aplicado por el Banco Mundial. La noche del viernes 18 de octubre, las
protestas se trasladaron a los barrios con actividades de distinta índole. Esa misma
noche, en la madrugada del día 19 de octubre, el presidente Piñera anunció que
decretaría el Estado de Excepción Constitucional de Emergencia para la Región
Metropolitana (provincias de Santiago y Chacabuco y comunas de Puente Alto y
San Bernardo), extendiéndolo a las provincias de Valparaíso y Concepción. El
estado de emergencia permaneció vigente hasta el 28 de octubre (ACNUDH, p. 6,
punto 14).
El 19 de octubre de 2019 en respuesta a la manifestación del día anterior, el
presidente Sebastián Piñera declaró en los medios de comunicación: “Estamos en
guerra contra un enemigo poderoso”, dando a entender con toda claridad cuál era
su visión del problema y la forma de resolverlo. Al mismo tiempo nombró al General
del Ejército de Chile, Javier Iturriaga, jefe de la Defensa Nacional.
Por su parte, el ministro del Interior y Seguridad Pública, Andrés Chadwick, en
conferencia de prensa declaró haber invocado la Ley de Seguridad del Estado, para
criminalizar con elevadas penas la protesta social. Paralelamente, el General
Iturriaga decretó “toque de queda” para las provincias de Santiago, Chacabuco, y
para las comunas de San Bernardo y Puente Alto. El toque de queda se fue
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ampliando a la mayoría de las regiones del país con el paso de los días, durando
entre 5 a 9 días dependiendo de la región.
En vez de apaciguarse, la protesta social continuó al mismo tiempo que la violencia
estatal aumentaba, debido a las medidas adoptadas por el presidente, el ministro
del Interior y el General jefe de la Defensa Nacional. Circularon por las calles
militares armados con tenida de combate, así como tanquetas. Como en los peores
tiempos de la dictadura de Pinochet hubo disparos y manifestantes muertos y
heridos por armas de guerra. Las manifestaciones, a pesar del gobierno, se hicieron
masivas y se fueron extendieron a todo el país.
El 25 de octubre se convocó a una nueva manifestación, llegando a reunirse más
de 1.2 millones de personas sólo en la Región Metropolitana de Santiago y otras
decenas de miles de personas en regiones del país.
2. Los hechos delictivos constitutivos de crímenes de lesa humanidad.
Frente a las multitudinarias movilizaciones sociales realizadas durante semanas por
el pueblo Chile que exigía cambios profundos y demandas concretas, en vez de
escuchar a su mandante, el Gobierno -a través de su Presidente-, declaró que
estaba en guerra “contra un enemigo poderoso e implacable, impuso un Estado de
Excepción constitucional (Estado de Emergencia), sacó al Ejército a las calles y optó
por la aplicación de una política de violaciones masivas, graves y sistemáticas de
los derechos humanos, muchas de ellas constitutivas de crímenes contra la
Humanidad. Al mismo tiempo, frente a las múltiples denuncias de violaciones de
derechos humanos, negó su existencia, las calificó de eventuales excesos, respaldó
el actuar de las fuerzas policiales (Carabineros) manteniendo en sus cargos a los
mandos superiores, y continuó reprimiendo (la última de las 464 víctimas de trauma
ocular, se produjo el 19 de febrero de 2021), a pesar de lo señalado por distintos
organismos internacionales que no sólo constataron la violación a los derechos
humanos sino que a través de su Informes, hicieron un conjunto de
recomendaciones al Gobierno, especialmente en la necesidad de adecuar el
comportamiento de las fuerzas policiales respecto del uso de la fuerza a los
estándares internacionales de Derechos Humanos.
3. La actividad encubridora de Sergio Micco Aguayo
a) El día 3 de noviembre de 2019, en entrevista concedida ante Teletrece (Canal
13 de televisión) el entonces director del INDH Sergio Micco señaló lo siguiente:
“(…) conceptualmente, la violación sistemática de los Derechos Humanos, supone
una concertación entre distintas instituciones donde se crean leyes o se hacen
políticas públicas que directamente, intencionadamente, tiene el objetivo de violar
los Derechos Humanos. Si tú me preguntas a mí, como director del Instituto te diría
que no”
En primer lugar, la conceptualización que señala en esa entrevista el entonces
director del INDH dista mucho de ser cierta, siendo no menos que problemático que
la máxima autoridad de la organización destinada por mandato legal a la promoción
y protección de los derechos humanos de las personas que habitan en el territorio
de Chile tergiverse en público y en uno de los momentos más relevantes en materia
de violación a los derechos humanos, una conceptualización de suma importancia
para dicho momento, como es lo que se debe entender por violación sistemática de
los Derechos Humanos. En ese sentido, el director del INDH no podía ignorar que
el concepto sistematicidad está recogido en la ley, específicamente en la ley 20.357
en su artículo 2° número 2: “Por "ataque sistemático", una serie de actos sucesivos
que se extienden por un cierto período de tiempo y que afectan o son dirigidos a un
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número considerable de personas.” y desviarse tanto de su contenido al momento


que se estaban desarrollando importantes violaciones a los derechos humanos,
cuestión registrada por la misma institución de la cual era director. Dicho
comportamiento, no puede obedecer a una mera casualidad. También es
inadmisible que pudiera alegar ignorancia o desconocimiento de dicho concepto,
dada la misma calidad de director que ostentaba.
Con posterioridad, ha reafirmado sus dichos, señalando entre otras cosas, que
“"Esa es la declaración cuando dije que no hay antecedentes para sostener que hay
violaciones sistemáticas y es lo que más caro me ha costado en la vida. (...) No hay
antecedentes, y hasta el día de hoy no los hay, de que el poder Ejecutivo organizó,
planificó y ejecutó a través de las Fuerzas Armadas y Carabineros un ataque masivo
a la población chilena, garantizando la impunidad" en el programa “Mucho Gusto”
de Mega o en entrevistas en CNN y otros noticiarios.
El objetivo de estas declaraciones es evidentemente impedir que las violaciones a
los derechos humanos constatadas y registradas por el INDH, sean calificadas
como Crímenes de Lesa Humanidad, y por lo tanto que los responsables directos y
los superiores sean juzgados de conformidad a la Ley 20.357.
Al respecto, cabe recordar que el INDH, en su primer Informe Anual del año 2010,
se refirió, al concepto de violación a los derechos humanos, y los supuestos en que
esa violación compromete la responsabilidad estatal:
“Un Estado compromete directamente su responsabilidad internacional cuando sus
agentes, o particulares con su aquiescencia o tolerancia, violan los derechos
humanos de las personas que se encuentren bajo su jurisdicción. Así, es
directamente responsable cuando un policía tortura o un funcionario público
discrimina a una persona por su orientación sexual; y también lo es, cuando un
grupo de desconocidos, con tolerancia o complicidad de agentes del Estado, mata
una persona. A su vez, se compromete indirectamente cuando, frente a una
violación de derechos humanos, no cumple con el deber de prevenir, investigar y
sancionar. Así, el Estado es responsable, por ejemplo, si no investiga y sanciona el
asesinato de una persona, sin perjuicio de quién sea el autor del hecho”.
Con mayor razón entonces, la responsabilidad estatal, pero también la
responsabilidad penal individual estará comprometida en términos más gravosos si
se demuestra que los hechos descritos en las distintas querellas y denuncias
realizadas y que se llevan a cabo en esta investigación son calificados como
Crímenes de Lesa Humanidad, cuestión que la actividad posterior a los hechos,
desarrollada por el ex director Micco, busca impedir.
b) La segunda situación relevante es la que se relaciona con la actividad del ex
director Micco en torno al Informe Anual de Derechos Humanos 2019 del INDH, en
el cual deliberadamente impidió que se incorporaran conceptos que se comprenden
como fundantes de Crímenes de Lesa Humanidad, como la existencia de patrones
represivos, sistematicidad de los ataques o la constatación de violaciones masivas,
llegando incluso a despedir de manera irregular y con vulneración de sus derechos
fundamentales al ex Jefe de la Unidad de Estudios del Instituto Nacional de
Derechos Humanos, Osvaldo Torres, entre otras causas, debido al interés del ex
director Micco de evitar toda mención a Crímenes de Lesa Humanidad o conceptos
relacionados en el Informe Anual, el cual debía ser preparado por el equipo de la
Unidad de Estudios. El ex director Micco, llegó a contratar irregularmente a personas
externas al INDH, personas sin currículum en derechos humanos y provenientes del
mundo UDI, RN y DC a manera de cuoteo político, para que elaboraran un informe
a medida y carente de objetividad, todo lo cual consta en la sentencia de tutela
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laboral que acoge la demanda de Osvaldo Torres contra Sergio Micco, RIT: T-1023-
2020 del Primer Juzgado del Trabajo.
Como recoge el fallo de tutela señalado y lo expresa el señor Torres respecto del
conflicto interno en el INDH acerca del Informe : “En ese contexto y en el desarrollo
de las funciones establecidas por ley, la situación se fue tensionando por las
distintas opiniones relativas a las violaciones a los derechos humanos cometidas en
parte del país, específicamente en cuanto a calificar o no de sistemáticas y masivas,
las violentas agresiones cometidas por Carabineros, y si existían patrones de
represión que la fundamentaban, con todas las redes sociales mostrando imágenes
como prueba.” Y agrega el fallo que justamente “el informe inicial que su unidad
emitió (la Unidad de Estudios), fundado en los antecedentes recabados por el propio
INDH, en su rol de veedor, planteaba derechamente que existía una clara
vulneración masiva y sistemática de derechos humanos, con patrones represivos
de violencia sexual y daños oculares, respaldadas por una serie de denuncias
hechas por los afectados, por la constatación en terreno por parte del INDH y por
los datos procesados por la Unidad de Estudios. Este texto presentado al Consejo
no logró consenso.”
Esto condujo al ex director Micco a contratar un equipo paralelo afines a sus
posiciones políticas y sobre todo a su posición personal para elaborar un informe
distinto. Señala el señor Torres que “el Director, no quería oír opiniones contrarias,
ni disidencias a sus planteamientos”.
El Primer Juzgado de Letras del Trabajo tuvo por acreditados como indicios de un
despido discriminatorio, como consecuencia de la opinión divergente entre el
denunciante y el Director del Instituto Nacional de Derechos Humanos, la existencia
de una tensión en el interior del INDH, generada por el rol que debía cumplir el
Instituto, ante las violaciones de derechos humanos, como consecuencia del
estallido social, respecto a si las mismas debían ser catalogadas de sistemáticas, y
del rol que debían cumplir los funcionarios del INDH, frente al momento institucional
que se estaba viviendo, y que frente a ello, se produjo una disconformidad del
Director del Instituto con el trabajo de la Unidad de Estudios, respecto al informe
anual de derechos humanos, relativo a las violaciones ocasionadas durante el
estallido social y que derivó en contratación de personal externo ad honorem,
efectuada por el Director del Instituto, para la elaboración del informe anual de
derechos humanos del año 2019, sin facultad legal para realizarlo, sin registro
alguno de un proceso de selección, ni de discusión o propuesta en el interior del
Consejo y que dichos indicios permiten concluir que justamente desde el 18 de
octubre de 2019, existieron profundas diferencias con la concepción en que la
Unidad de Estudios (a cargo del denunciante Osvaldo Torres), interpretaba las
violaciones a los derechos humanos durante el estallido social y la forma en que ello
quedaba plasmado en el proyecto de informe anual.
Es decir, ante la opinión técnica desarrollada por los profesionales del INDH cuya
función es precisamente desarrollar dicha opinión de manera objetiva y plasmarla
en uno de los instrumentos más importantes no sólo del Instituto, sino del país en la
materia, el ex director Micco no sólo ocultó dicha información de la opinión pública
sino que alteró el resultado del Informe Final mediante la contratación de personas
inidóneas pero afines con su posición respecto a la inexistencia de sistematicidad
de las violaciones a los DDHH cometidas durante el período, lo cual no puede sino
entenderse en el interés de proteger a los violadores de derechos humanos ante
posibles acusaciones e investigaciones respecto a lo que constituyen las más
graves vulneraciones en la materia, la comisión de Crímenes de Lesa Humanidad.
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c) La tercera situación que es necesario señalar es que el propio ex director


Micco reconoce que su negación de la existencia de Crímenes de Lesa Humanidad
durante el estallido, no responde a un análisis dogmático jurídico del asunto, sino
de un interés manifiesto, el proteger al gobierno de Sebastián Piñera. En entrevista
dada al medio radial “El Conquistador Red Los Lagos”, emitió las siguientes
declaraciones:
“¿y qué nivel de legitimidad tendría un estado de sitio si ve que mil personas entran
en La Moneda y empiezan a destruir todo? “esos fueron llamados concretos y yo
exijo que aquellos que hicieron esos llamados den la cara, no se escondan y que
expliquen lo que quisieron hacer. Y a mi me gustaría que dijeran nunca más, porque
si hubiesen tenido éxito o se caía la democracia o íbamos a tener un estado de sitio
espantoso” “Y no me vengan con cuentos, yo estuve ahí y en parte enfrenté
eso, porque sabía que si decía que habían violaciones sistemáticas a los
derechos humanos, en ese mismo momento le iba a poner la firma a que el
Estado de Chile se había transformado en ilegítimo desde un punto de vista
democrático”.
Hasta el día de hoy no existe ninguna prueba ni mero indicio de un intento de golpe
de Estado o asalto a La Moneda, ni nada semejante a lo que declara el ex director
Micco como justificación para negar la existencia de violaciones sistemáticas a los
derechos humanos durante el período llamado “estallido social”. Pero aún más, lo
que determina la existencia de Crímenes de Lesa Humanidad, no es en ningún caso
la amenaza o potencialidad de un golpe de Estado, sino la existencia de los
elementos de contextos en los cuales se desenvuelve dicho ataque, y eso, como
director del Instituto encargado de la protección y promoción de los Derechos
Humanos, Sergio Micco debía saberlo. Es en ese sentido que sus palabras sólo
develan la intencionalidad expresa de instalarse en una posición que no le
corresponde, una suerte de “salvador de la democracia” ante un imaginario ataque
a la Casa de Gobierno. Sin embargo, además de falso, no se condice con sus
responsabilidades de director del INDH e incluso constituye una vulneración a los
Principios de Paris y a la debida Autonomía e Independencia que debe regir toda
actuación del INDH, sobre todo respecto del Estado y el Gobierno, principal llamado
a ser fiscalizado por el Instituto como potencial vulnerador de Derechos Humanos.
EL DERECHO
1. Ley 20.405 del Instituto Nacional de Derechos Humanos
La Ley 20.405 es la ley orgánica del Instituto Nacional de Derechos Humanos, y en
su Título I de que determina su “Ámbito y funciones” se encuentra su artículo 3°
numeral 5 que establece que:
“Le corresponderá especialmente al Instituto: (…)
5.- Deducir acciones legales ante los tribunales de justicia, en el ámbito de su
competencia.
En ejercicio de esta atribución, además de deducir querella respecto de hechos
que revistan carácter de crímenes de genocidio, de lesa humanidad o de
guerra, tortura, desaparición forzada de personas, tráfico ilícito de migrantes
o trata de personas, podrá deducir los recursos de protección y amparo
consagrados respectivamente en los artículos 20 y 21 de la Constitución, en el
ámbito de su competencia.
Que la facultad de querellarse por Crímenes de Lesa Humanidad sea una función
especial del Instituto es un hecho que no puede ser obviado, en tanto el INDH si
bien ha interpuesto distintas querellas relacionadas con diversos delitos, a decisión
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expresa del exdirector Micco se ha negado a cumplir con dicha función especial. Lo
anterior no es baladí, puesto que, existiendo violaciones a los derechos humanos
debidas a acciones de agentes del Estado, no es prerrogativa del director de la
Institución simplemente negar sus características, lo cual en los términos que el ex
director Micco decidió negar la existencia de patrones represivos, y de calificarlos
como ataques sistemáticos, pese a la evidencia que le fue presentada, sólo puede
responder a una intencionalidad clara de evitar que se produzca la persecución, y
la que según se señala en la presente querella, reviste las características de
encubrimiento.
De esta manera, el ex director Micco -incluso trasgrediendo la propia ley del Instituto
del cual era director-, y contra lo que le señalaron los funcionarios encargados de la
elaboración de los informes pertinentes, contando con la información recabada por
toda la estructura del INDH, decidió de manera unipersonal que el Instituto no debía
cumplir con su misión institucional, favoreciendo de esa manera la impunidad de
quienes han sido reiteradamente señalados como responsables de los ataques
contra la población civil y que son los principales imputados en la presente causa.
2. Ley 20.357 que Tipifica Crímenes de Lesa Humanidad y Genocidio
En el derecho interno chileno, las normas específicamente relacionadas con la
persecución y sanción de los llamados “crímenes de lesa humanidad”, si bien
responden a tipos penales contenidos en el Código Penal, se encuentran contenidas
en la Ley 20.357 de julio 2009, que tipifica Crímenes de Lesa Humanidad, Genocidio
y Crímenes de Guerra. Respecto de el origen de dicha ley, es necesario señalar
algunos aspectos de relevancia:
En primer lugar, mediante la promulgación de la Ley 20.352 que autoriza al Estado
de Chile para reconocer el estatuto de Roma, que crea la Corte Penal Internacional,
se modifica la Constitución de 1980, estableciendo un artículo vigesimocuarto
transitorio, con el objeto de aprobar el Estatuto y reconocer la competencia de la
Corte Penal Internacional para juzgar crímenes de Guerra, Lesa Humanidad y
Genocidio, con una importante limitación: Se establece que la Corte poseerá
competencia sólo para conocer causas futuras, disponiendo que: “La jurisdicción de
la Corte Penal Internacional, en los términos previstos en su Estatuto, sólo se podrá
ejercer respecto de los crímenes de su competencia cuyo principio de ejecución sea
posterior a la entrada en vigor en Chile del Estatuto de Roma."
En segundo lugar, la ratificación del Estatuto de Roma se produjo por parte de Chile
con fecha 29 de junio de 2009, y en concordancia con lo anterior, la Corte sólo
puede conocer situaciones ocurridas con posterioridad a dicha fecha. Sin perjuicio
de ello, Chile al haber firmado el Estatuto de Roma el 11 de septiembre de 1998, en
conformidad a lo establecido en el artículo 18 de la Convención de Viena sobre
Derecho de los Tratados (que Chile es Parte desde el 9 de abril de 1981), se
encontraba en la obligación antes de su entrada en vigor, de no frustrar el objeto y
fin del mismo, desde la fecha de su suscripción.
Por último, con la finalidad de adecuar la legislación interna a las prescripciones del
Estatuto de Roma, el 26 de junio de 2009 se promulgó la Ley 20.357, que tipificó los
crímenes de lesa humanidad, genocidio y crímenes de guerra.
Señalamos esto, por cuanto la Ley 20357 que tipifica Crímenes de Lesa Humanidad,
Genocidio y Crímenes de Guerra, así como el Estatuto de Roma y la jurisdicción de
la Corte Penal Internacional, se encuentran plenamente vigentes en la normativa
integrante del ordenamiento jurídico chileno.
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La estructura de la Ley 20237 se establece de la siguiente manera: un Título I que


referencia los crímenes de lesa humanidad, un Título II que referencia los delitos y
crímenes de guerra y un título tercero sobre disposiciones comunes a ambos.
En ese sentido, el art. 1 ° establece el elemento de contexto ó mejor dicho –
aludiendo a que la letra de la ley considera elementos objetivos y subjetivos –
elementos comunes a los delitos, señalando que:
“Constituyen crímenes de lesa humanidad los actos señalados en el
presente párrafo, cuando en su comisión concurran las siguientes
circunstancias:
1º. Que el acto sea cometido como parte de un ataque generalizado o
sistemático contra una población civil.
2º. Que el ataque a que se refiere el numerando precedente responda a
una política del Estado o de sus agentes; de grupos armados
organizados que, bajo la dirección de un mando responsable, ejerzan
sobre algún territorio un control tal que les permita realizar operaciones
militares, o de grupos organizados que detenten un poder de hecho tal
que favorezca la impunidad de sus actos”.
De esta manera, se recoge la exigencia de un elemento de contexto en la forma
establecido por el art. 7 del Estatuto de Núremberg, en el sentido que el acto debe
ser cometido como parte un ataque generalizado o sistemático contra la población
civil, al cual se le agrega la exigencia de una política de Estado o de un grupo con
control territorial o un grupo que detente un poder de hecho tal que favorezca la
impunidad de sus actos.
El art. 2° define ataque generalizado y sistemático, exigiendo respecto de este
último elemento una cierta permanencia en el tiempo y una afectación de varias
víctimas, repitiendo la exigencia de generalidad.
Los art. 3 a 9 establecen los diferentes delitos base o subyacente, con sus
respectivas penalidades. La Comisión Chilena de Derechos Humanos ha recibido
denuncias e interpuesto las correspondientes acciones por la comisión de los delitos
de secuestro, torturas, mutilaciones, lesiones graves gravísimas y homicidio – este
último en grado de frustración – todos contemplados en el catálogo de la ley.
3. Respecto de la imputación penal de las autoridades civiles y jefes
militares
En el artículo 35 de la ley 20357, se establece los requisitos para la imputación de
responsabilidad de las autoridades por la comisión de los delitos establecidos en el
catálogo contemplado en la ley:
“Artículo 35.- Serán sancionados como autores de los delitos previstos
en esta ley las autoridades o jefes militares o quienes actúen
efectivamente como tales, en su caso, que, teniendo conocimiento de su
comisión por otro, no la impidieren, pudiendo hacerlo.
La autoridad o jefe militar o quien actúe como tal que, no pudiendo
impedir el hecho, omitiere dar aviso oportuno a la autoridad competente,
será sancionado con la pena correspondiente al autor, rebajada en uno
o dos grados.”
De esta manera, a diferencia de “la responsabilidad de los jefes y otros superiores”,
contenida en el art. 28 del Estatuto de Roma, que fija el derecho aplicable por la
Corte Penal Internacional, la ley 20357 distingue con claridad entre autoridades y
jefes militares, haciendo extensible la imputación por la comisión de los crímenes
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tipificados a las autoridades civiles, sin perjuicio de las exclusiones de normas


especiales e inmunidades de los Jefes de Estado y otras autoridades tratadas en el
artículo 27 del Estatuto.
En ese sentido, el inciso primero del artículo 35 de la ley, incorpora tanto un
elemento subjetivo y un elemento objetivo que resultan fundamentales para la
imputación de responsabilidad penal, el conocimiento de la comisión de un delito de
los signados por la ley por un tercero y la omisión propia en su deber de garante,
esto es, no impedir, pudiendo hacerlo.
A juicio de la Comisión Chilena de Derechos Humanos, se configuran ambos
elementos en la figura de las principales autoridades de nuestro país; en efecto,
tanto el Presidente de la República como el Ministro del Interior y Seguridad Pública
y el General Director de Carabineros (Alto Mando de la Policía), han tenido claro
conocimiento de la existencia de violaciones generalizadas y sistemáticas a los
derechos de la población civil, y todos se encontraban en posición de impedirlos.
A su vez, el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), organismo estatal
autónomo, en su ley orgánica tiene como atribución especial la contenida en el
artículo 3° N° 2.-
“Comunicar al Gobierno y a los distintos órganos del Estado que estime
convenientes, su opinión respecto de las situaciones relativas a los
derechos humanos que ocurran en cualquier parte del país.”
Es decir, por ley, el INDH debe poner al corriente la situación de los DDHH, en todo
el territorio, sin distinción de época y para lo cual debe contar con la ayuda de todos
los organismos del Estado, incluyendo las policías. Tomando como referencias las
comunicaciones efectuadas de manera pública por el INDH, se pueden constatar
algunas cifras que permiten dilucidar que el Gobierno se encontraba y se encuentra
en conocimiento de las violaciones a los derechos humanos cometidas por agentes
del Estado, todos consignados en sucesivos reportes del INDH que suman 49 desde
el 21 de octubre de 2019 al 18 de febrero de 2020, los que pueden encontrarse en
la página web del INDH como “REPORTE DE ESTADÍSTICAS INDH – Constatadas
por funcionarios INDH en manifestaciones, centros de salud y comisaría, a partir de
17 de octubre de 2019.” Y también en el “Detalle público de cifras INDH
(actualización al 31.1.20)” en el mismo sitio web. Todas estas cifras además
constan en el informe anual de DDHH y que han sido entregadas a la Presidencia
de la República, el Senado y la Cámara de Diputados, y enteramente de público
conocimiento.
Por su parte, el organismo persecutor autónomo interviniente en el sistema judicial
chileno, Ministerio Público o Fiscalía Nacional, ha emitido diversos informes desde
su Unidad Especializada en Derechos Humanos, destacando el del 11 de noviembre
de 2019, que cifra en 2.670 las víctimas de “violencia institucional”, y el Informe del
31 de noviembre de 2019, que incrementa dicha cifra a 5.558 denuncias de
violaciones a los derechos humanos desde el inicio del estallido social. Si bien, el
Ministerio Público como organismo autónomo e independiente no tiene obligación
de reportar su actividad, salvo la cuenta pública anual en el mes de abril de cada
año que debe efectuar el Fiscal Nacional, es indiscutible que la publicidad de sus
reportes es de total y absoluto conocimiento del Gobierno, en especial desde el
Ministerio del Interior y Seguridad Pública y por medio del Ministerio de Justicia.
Por su parte, la Dirección de Estudios de la Corte Suprema en los informes de datos
y estadísticas para el período, da cuenta de significativos incrementos en aspectos
específicamente relacionados con la violencia institucional y la vulneración de los
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derechos humanos, sobre todo en comparación con los períodos anteriores. A modo
de ejemplo, el entonces vocero de la Corte Suprema, ministro Lamberto Cisternas,
señaló en entrevista del 11 de noviembre de 2019 que “(…) durante este período se
ha declarado ilegal la aprehensión en contra de 977 imputados, lo que representa
el 4,4% del total. De acuerdo al estudio, este porcentaje está por sobre el 0,8% de
controles de detención que se declararon en promedio ilegales en el periodo 2010 -
junio 2018.”.
Siendo los principales organismos involucrados en la materia, cuyas cifras oficiales
son imposibles de desconocer por parte de las autoridades civiles y de orden y
seguridad, es que a priori se puede tener por establecido el nivel de conocimiento
respecto de los ataques a la población civil y de su intensidad, sin considerar los
informes de las entidades internacionales como Amnistía Internacional o la CIDH,
los reportes de prensa para el período o las constataciones realizadas por
organizaciones de la sociedad civil como los colegios profesionales – Colegio
Médico, Colegio de Enfermeras, etc. – y organismos de DDHH como la propia
Comisión Chilena de Derechos Humanos.
Respecto de la existencia de una “política de Estado o de sus agentes” como
elemento de contexto para la comisión de los crímenes de lesa humanidad, es
razonable suponer que, concentrándose los daños a la población civil, en particular
las pérdidas oculares, las lesiones graves generadas por uso de perdigones y
lacrimógenas, y las detenciones ilegales desde el inicio de la situación, y por sobre
todo durante la vigencia del estado de excepción constitucional denominado “Estado
de Emergencia”, existe una constatación de una política de Estado reconocible a
partir de la actividad de sus agentes.
Existen reveladoras declaraciones de parte del Presidente de la República que
ilustran cómo el comportamiento de las Fuerzas Armadas y de Orden se encuentran
en perfecta sintonía con la idea de orden público impulsada desde el poder
ejecutivo. “Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no
respeta a nada ni a nadie” señala en comunicado oficial mediante cadena nacional
el día 21 de octubre de 2019, un día particularmente afectado por una fuerte
represión policial, contabilizándose 1894 personas detenidas, 269 personas heridas
– de los cuales 137 son personas heridas por armas de fuego – y 5 personas
muertas por agentes del Estado, según cifras oficiales del INDH. Otras
desafortunadas expresiones, pero que dan cuenta del control del Presidente de la
República respecto del accionar de los agentes del Estado han sido: “He decidido
decretar Estado de Emergencia, militares a la calle y Toque de Queda” y “Tuvimos
que decretar el Estado de Emergencia, para restituir el orden público”, asociando a
la acción militar el resguardo del orden público, contrariamente a lo que establece
el Estado de Derecho que se supone impera en el país.
De esta manera, la emisión pública de información por parte del Gobierno y de los
organismos competentes, durante la vigencia del estado de emergencia, y con
posterioridad a ella, dan cuenta de que, bajo su conocimiento, y más aún, bajo su
subordinación, los agentes del estado que son parte de las Fuerzas Armadas y de
Orden y Seguridad han cometido delitos punibles bajo la Ley 20.357: homicidio (art.
4º), tortura (art. 7º Nº 1), mutilaciones y lesiones graves gravísima (art. 5º Nº 1 y 2),
privación ilegal de libertad por más de cinco días o secuestro calificado (art. 5º Nº
7), así como de abuso sexual calificado (art. 5º Nº 8).
Para resolver la relación entre poder civil y Fuerzas Armadas, debemos referirnos
en concreto a la Constitución Política de la República, que en su artículo 101 plasma
el principio de subordinación y no deliberación:
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“Las Fuerzas Armadas dependientes del Ministerio encargado de la Defensa


Nacional están constituidas única y exclusivamente por el Ejército, la Armada y la
Fuerza Aérea. Existen para la defensa de la patria y son esenciales para la
seguridad nacional.
Las Fuerzas de Orden y Seguridad Pública están integradas sólo por Carabineros
e Investigaciones. Constituyen la fuerza pública y existen para dar eficacia al
derecho, garantizar el orden público y la seguridad pública interior, en la forma que
lo determinen sus respectivas leyes orgánicas. Dependen del Ministerio encargado
de la Seguridad Pública.
Las Fuerzas Armadas y Carabineros, como cuerpos armados, son esencialmente
obedientes y no deliberantes. Las fuerzas dependientes de los Ministerios
encargados de la Defensa Nacional y de la Seguridad Pública son, además,
profesionales, jerarquizadas y disciplinadas.”
En particular, su inciso tercero hace hincapié en la dependencia y subordinación de
todas las ramas al poder civil detentado por el Ejecutivo, y su relación mediante los
ministerios respectivos, que obedecen a su vez a las directrices del Presidente de
la República, puesto que son funcionarios de su exclusiva confianza – artículo 32
de la Constitución, son atribuciones especiales del Presidente de la República: 7°.-
Nombrar y remover a su voluntad a los ministros de Estado (…); artículo 33 de la
Constitución: Los Ministros de Estado son los colaboradores directos e inmediatos
del Presidente de la República en el gobierno y administración del Estado. –
encontrándose entre ellos el Ministro del Interior y Seguridad Pública y el Ministro
de Defensa.
Para finalizar, es necesario hacer hincapié en el sentido y alcance de del art. 1º de
la Ley 20.357, y tal cual señalamos al inicio, contiene importantes diferencias con lo
establecido en el Estatuto de Roma, puesto que además de la exigencia relativa al
elemento contextual o a los elementos comunes a la comisión de los crímenes de
lesa humanidad, no sólo radica la causa del ataque generalizado o sistemático
perpetrado contra la población civil en una política “del Estado”, sino que también
distingue una política “de sus agentes”.
Lo anterior deriva en un interesante corolario, y es que es posible configurar la
responsabilidad por omisión propia de las autoridades civiles y militares –
incluyendo principalmente al Presidente de la República como depositario directo
de los principios de subordinación y no deliberación de las Fuerzas de Orden y
Seguridad – por políticas no emanadas de su autoridad, y desarrolladas
independientemente de ella, pero ejecutadas por agentes del estado – policía –
como una política represiva contra la población civil. Esto es coherente con la
incorporación de “grupos armados organizados que, bajo la dirección de un mando
responsable” como sujetos activos de crímenes de lesa humanidad en el mismo
artículo 1°, ya que, bajo esa modalidad, estos delitos también son perpetrados por
grupos paramilitares o por bandas organizadas de narcotráfico que controlen una
zona geográfica específica. La diferencia estriba en la responsabilidad que le
compete al aparato estatal como detentador monopólico de la fuerza pública.
Entonces, es suficiente que el ataque responda, a una política implementada por
agentes estatales, aunque sea distinta a la expresada como tal por el Estado en
cuestión, ya que la facultad de impedimento radica en el rol de garante que la
Constitución y las leyes le atribuyen a las autoridades civiles y militares regulares.
4. El homicidio como crimen de lesa humanidad.
En general se ha entendido que los crímenes contra la humanidad engloban los
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actos que forman parte de un ataque generalizado o sistemático contra una


población civil. Así lo han señalado las distintas organizaciones internacionales y
de dicha manera lo ha recogido nuestra legislación.
La ley 20.357 que tipifica los crímenes de lesa humanidad señala en su artículo
primero que “Constituyen crímenes de lesa humanidad los actos señalados en el
presente párrafo, cuando en su comisión concurran las siguientes circunstancias:
1º. Que el acto sea cometido como parte de un ataque generalizado o sistemático
contra una población civil; 2º. Que el ataque a que se refiere el numerando
precedente responda a una política del Estado o de sus agentes; de grupos
armados organizados que, bajo la dirección de un mando responsable, ejerzan
sobre algún territorio un control tal que les permita realizar operaciones militares,
o de grupos organizados que detenten un poder de hecho tal que favorezca la
impunidad de sus actos.”
Es decir, siempre serán crímenes de lesa humanidad aquellas vulneraciones
cometidas por el Estado en el contexto de un ataque generalizado o sistemático
contra de la población civil.
El homicidio se encuentra expresamente recogido en el Artículo 4º de la ley, que
señala que “Será castigado con la pena de presidio mayor en su grado medio a
presidio perpetuo, el que mate a otro, concurriendo las circunstancias descritas en
el artículo 1º”.
En el contexto de las violaciones a los Derechos Humanos, consistente en un
ataque generalizado y sistemático contra la población civil, y tal como se ha
planteado y denunciado en la presente investigación, se han producido diversos
hechos subyacentes que revisten las características de homicidio en sus distintos
grados.
5. Las lesiones como crímenes de lesa humanidad
En el mismo sentido, la mutilación (traumas oculares) y las lesiones, se encuentran
explícitamente recogidas y sancionadas como crimen de lesa humanidad en la ley
20.357, disponiendo en su artículo 5° una pena de presidio mayor en cualquiera de
sus grados, a quien castrare a otro o le mutilare un miembro importante; a quien
lesionare a otro dejándolo impedido de un miembro importante, o que por causa de
dicha lesión le deje demente, inútil para el trabajo, impotente, impedido de un
miembro importante, o notablemente deforme.
A su vez, el artículo 8° sanciona con presidio mayor en su grado mínimo a quien
Menoscabare gravemente a otro en su salud física o mental, siempre que estas
lesiones no se encuentren comprendidas en los numerales 1º y 2º del artículo 5º.
6. El Derecho a la Vida y a la Integridad Física en el Derecho Internacional.
La Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó el 10 de diciembre de 1948,
la resolución 217 (III) que contiene la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, que contiene los principios referidos al derecho a la vida y a la integridad
física y psíquica, entre otros. Mismos principios también están contenidos el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966.
La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre establece que
“todo ser humano tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad”, norma que,
si bien no hace mención al derecho a la integridad, fue integrada por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, al expresar que la tortura no se justifica por
ser contraria a la dignidad humana y violatoria de integridad de la persona en el
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artículo 1 de la Convención, estableció que el concepto de seguridad personal


comprende la integridad personal.
En el mismo sentido, el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en
su Observación General n.º 20, expresando que el derecho a la integridad personal
“no tendrá o admitirá limitación alguna”. Así mismo, el Comité manifestó en el mismo
documento que los estados “no pueden invocar justificación o circunstancia
atenuante como pretexto para violar el artículo 7 del Pacto Internacional de los
Derechos Civiles y Políticos por cualesquiera razones.”
La Convención Americana de los Derechos Humanos por su parte, en su artículo 5
establece el derecho de toda persona a que se respete su integridad física, psíquica
y moral.
Sobre este derecho, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha determinado
que “La infracción del derecho a la integridad física y psíquica de las personas es
una clase de violación que tiene diversas connotaciones de grado y que abarca
desde la tortura hasta otro tipo de vejámenes o tratos crueles, inhumanos o
degradantes cuyas secuelas físicas y psíquicas varían de intensidad según los
factores endógenos y exógenos que deberán ser demostrados en cada situación
concreta.”
La Corte Europea de Derechos Humanos ha manifestado que, “aún en la ausencia
de lesiones, los sufrimientos en el plano físico y moral, acompañados de turbaciones
psíquicas durante los interrogatorios, pueden ser considerados como tratos
inhumanos.”
Tenemos entonces que la integridad física es un derecho garantizado y protegido
por el sistema internacional de Derechos Humanos, y por lo tanto amerita la más
profunda protección y proscripción de su vulneración.
Prueba de ello son – según el informe anual del INDH 2019 – las 11.180 personas
heridas, 21.267 personas detenidas, 6 homicidios, 20 homicidios frustrados, 809
violencias con connotación sexual y 476 torturas denunciadas y querelladas, total
de violaciones a los Derechos Humanos que da cuenta efectiva de vulneraciones
generalizadas y sistemáticas, contexto suficiente para sostener la existencia de
delitos de lesa humanidad según dispone la legislación.
Es por todo lo anterior que se debe investigar toda intervención en calidad de
autores, cómplices y encubridores en los hechos denunciados, en conformidad a
los artículos 14 y ss., del Código Penal y 1°, 35 y 37 de la ley 20.357.
7. Vigencia de la penalidad denunciada
Ciertos delitos o crímenes por su particular y excepcional gravedad, atentan y
vulneran no solamente a sus víctimas, sino además a la conciencia misma de la
humanidad. Quebrantan principios que deben regir la vida de las naciones
civilizadas, el estado de derecho, desobedeciendo los propósitos y principios
contenidos en la Carta de las Naciones Unidas. Es por este fundamento que han
sido calificados como crímenes de lesa humanidad.
Los efectos de estas conductas que se encuadran en tal calificación, facultan su
persecución a los autores y demás partícipes en el crimen deben ser buscados y
perseguidos en cualquier lugar que se encuentren, aun fuera de las fronteras donde
se cometió el delito, y no puede solicitar en su favor la prescripción. Siguiendo lo
descrito por la Asamblea General de Naciones Unidas, aprobó la Convención sobre
la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y los crímenes de lesa humanidad,
de fecha 26 de noviembre de 1968, en su artículo 1º de la Convención declaran
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imprescriptibles:
a) Los crímenes de guerra. Según la definición del Estatuto del Tribunal de
Nüremberg, los principios de derecho internacional de Nüremberg confirmados por
la Asamblea General de las Naciones Unidas y las Convenciones de Ginebra de
1949
b) Los crímenes de lesa humanidad. Cometidos tanto en tiempo de guerra como en
tiempo de paz, según la definición del Estatuto del Tribunal de Nüremberg, los
principios de Derecho Internacional de Nüremberg confirmados por la Asamblea
General de las Naciones Unidas, así como el apartheid y el genocidio.
En su artículo 2º declara que la Convención se aplica, sin distinción, a las
autoridades del estado y a particulares ya sea que hayan participado como autores,
cómplices o hayan incitado directamente a la perpetración de esos crímenes y
cualquier sea su grado de desarrollo y los artículos 3° y 4°, establecen que las partes
se obligan a adoptar las medidas legislativas o de otra índole que fueran necesarias
para hacer posible la extradición y para que la prescripción de la acción penal o de
la pena no se aplique a estos crímenes.
En síntesis, cuando el Estado despliega una práctica sistemática de persecución y
exterminio de grupos o personas, en desprecio a normas internacionales que se ha
comprometido respetar, hay un germen de crimen de lesa humanidad. Los hechos
ilícitos en la presente causa deben ser considerados crímenes contra la humanidad
por las características materiales de su ejecución y por el conjunto de bienes
jurídicos que afectaron.
8. El encubrimiento como forma de participación
El artículo 17 del Código Penal establece que:
“Son encubridores los que con conocimiento de la perpetración de un crimen o de
un simple delito o de los actos ejecutados para llevarlo a cabo, sin haber tenido
participación en él como autores ni como cómplices, intervienen, con posterioridad
a su ejecución, de alguno de los modos siguientes:
4.° Acogiendo, receptando o protegiendo habitualmente a los malhechores,
sabiendo que lo son, aun sin conocimiento de los crímenes o simples delitos
determinados que hayan cometido, o facilitándoles los medios de reunirse u ocultar
sus armas o efectos, o suministrándoles auxilios o noticias para que se guarden,
precavan o salven.
Dado que la actividad de Sergio Micco ha tenido como clara intención la protección
y la ocultación de los malhechores, mediante la negación de la calidad de crímenes
de lesa humanidad por la vía de negar directamente uno de los elementos de
contexto, conducta que realizó a través de entrevistas y declaraciones públicas,
impidiendo la difusión de Informes veraces, y adoptando posturas personales
incumpliendo gravemente su deber institucional, es que se configura la participación
del ex director Micco bajo estos términos.
POR TANTO, en mérito a lo expuesto y a lo establecido en los artículos 7°, 14, 15,
y 391 N°2 en relación con el 397 N°1; 297 y 298 del Código Penal; 1°, 4° 35 y 37 de
la ley 20.357, 111, 172 y 173 inciso primero del Código Procesal Penal y demás
disposiciones legales que sean pertinentes.
SOLICITO A S.S., tener por interpuesta querella criminal en calidad de encubridor
por los distintos delitos investigados y denunciados en la presente causa respecto
de Sergio Micco Aguayo y remitirla al Ministerio Público ordenándole seguir
adelante con la investigación.
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PRIMER OTROSÍ: Ruego a S.S. tener presente que me valdré de todos los medios
de prueba que me franquea la ley, y que aparezcan de la investigación en el
presente juicio. Sin perjuicio de lo anterior, en este acto vengo a acompañar los
siguientes documentos:
1. Certificado de Vigencia de Comisión Chilena de Derechos Humanos,
Inscripción N°34883 con fecha 12-06-1991, emitida por el Servicio de Registro Civil
e Identificación con fecha 18 de diciembre de 2019.
2. Certificado de Directorio de Comisión Chilena de Derechos Humanos,
Inscripción N°34883 con fecha de última elección 24-05-2018, emitida por el
Servicio de Registro Civil e Identificación con fecha 18 de diciembre de 2019.
SEGUNDO OTROSÍ: Solicito a S.S., tener presente que designo patrocinante y
confiero poder al abogado habilitados para el ejercicio de la profesión a don Yuri
Vásquez Santander, cédula de identidad número: 13.338.574-6; domiciliado en
Santa Lucía 162, Santiago, Región Metropolitana.
TERCER OTROSI: Solicito a US. que la presente querella se remita al Ministerio
Público y acceda a la solicitud de las siguientes diligencias de investigación:
1. En virtud del artículo 183 del Código Procesal Penal, y para un completo
esclarecimiento de los hechos denunciados, solicito se le tome declaración al ex
jefe de la Unidad de Estudios del Instituto Nacional de Derechos Humanos, Osvaldo
Torres.
CUARTO OTROSÍ: Ruego a S.S. tener presente que señalo para efecto de
notificaciones las siguientes direcciones de correo electrónico:
yuri.vasquez.santander@gmail.com y cmargotta@cchdh.cl

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