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The organized categories of infant, child, and adult attachment: Flexible vs. inflexible attention
under attachment-related stress. Publicado originalmente en Journal of the American
Psychoanalytic Association, vol. 48, no. 4, p.1055- 1127 (2000). Copyright del JAPA 2000.
Traducido y publicado con autorización del Journal of the American Psychoanalytic Association.
Este trabajo ganó el premio del Journal of the American Psychoanalytic Association del
2000.
Resumen
Desde una perspectiva evolucionista, un mecanismo central que promueve la
supervivencia del infante es el mantenimiento de la proximidad a las figuras de
apego. En consecuencia, la(s) figura(s) de apego representan la solución
principal del niño frente a las experiencias de miedo. Algunos aspectos de los
avances en el terreno del apego se delinean dentro de este contexto,
empezando con la teoría etológica/evolutiva de Bowlby, y continuando con las
primeras descripciones de Ainsworth sobre la interacción entre la madre y el
bebe en Uganda y Baltimore. Utilizando un procedimiento de laboratorio
llamado la situación extraña, Ainsworth identificó tres patrones organizados de
respuestas infantiles ante la separación y la reunión con la madre. Se aportarán
narraciones derivadas de la conducta ante la situación extraña grabadas en
vídeo de los niños en cada categoría (seguro, evitativo y ambivalente, junto con
una discusión de las secuelas prototípicas de cada categoría (e.j. conducta en
el colegio, narraciones relacionadas con la separación y dibujos a la edad de
seis años). La “Entrevista del Apego del Adulto” (EAA) también es descrita así
como el movimiento hacia el nivel de la representación. Las transcripciones de
las entrevistas EAA se analizan actualmente según la capacidad del que habla
para adherirse a las máximas de Grice sobre el discurso racional cooperativo, y
se han identificado tres categorías de “Entrevista del Apego del Adulto” del tipo
organizado, o estados mentales con respecto al apego, (autónomo-seguro,
desentendido y preocupado). Cuando se administra la entrevista a padres que
han sido observados con sus infantes en la situación extraña, cada categoría
de EAA nos ha mostrado repetidamente la posibilidad de predecir la respuesta
del niño hacia los padres en la situación extraña. Se proveen ilustraciones del
discurso característico de cada categoría y se observa que individuos con
historias aparentemente desfavorables tienen una prole segura siempre y
cuando su historia se narre coherentemente. Como en la conducta del infante
en la situación extraña, las diferencias en la seguridad del adulto identificadas a
través de patrón del discurso son interpretadas en términos de flexibilidad o
inflexibilidad de la atención bajo una situación de estrés relacionada con el
apego.
Mary Ainsworth encabezó la segunda fase del desarrollo de este campo con
sus observaciones naturalistas intensivas de la interacción entre la madre y el
infante en los hogares de Kampala, Uganda (Ainsworth, 1967), y de Baltimore,
Maryland (Ainsworth et al, 1978). Junto con el estudio de Baltimore, Ainsworth
desarrolló el procedimiento de laboratorio conocido como la situación extraña.
Aquí se usaban las respuestas del infante frente a separaciones muy breves de
uno de los padres, y reuniones con él, para clasificar la organización de su
apego al padre como seguro, evitativo, o resistente/ ambivalente (5). La
organización segura se encontró que era predecible a través de la sensibilidad
de la madre a las señales del infante y las comunicaciones en el hogar,
mientras que las dos formas de organización de apego inseguro – indiferente
evitativo, y el abiertamente ansioso ambivalente/resistente – estaban
relacionadas respectivamente con rechazo materno y falta de predictibilidad
(6). Sorprendentemente, Ainsworth descubrió que las respuestas
desfavorables en la forma de la reunión con los padres, que previamente se
habían asociado con infantes de dos y tres años de edad que habían tenido
separaciones importantes, podían aparecer en niños de doce meses que no
habían sufrido separaciones, con toda probabilidad simplemente como
resultado del estrés acumulativo (Kriss, 1956; Sandler, 1967), impuesto por una
respuesta materna limitada o impredecible.
La tercera etapa en el estudio del apego se abrió con “un movimiento hacia el
nivel de la representación” (Main, Kaplan, y Cassidy, 1985, pág. 66) que tuvo
lugar a mediados de los ochenta y que está mayoritariamente asociado con un
estudio presentado en un trabajo monográfico editado por Bretherton y Waters
(1985). Mi propia preparación para este cambio hacia un énfasis
representacional en el estudio del apego, se apoyaba en parte en una revisión
anterior de una serie de películas desarrolladas por James y Joyce Robertson
(1967-1972). Mientras el trabajo de Ainsworth había mostrado que el rechazo
repetido en la conducta de apego por parte de la madre podía llevar al infante a
evitarla en situaciones estresantes, las películas de los Robertson sobre
separación demostraban que en niños de 1-2 años, quienes, con toda
probabilidad nunca habían sido significativamente rechazados, podían evitar a
sus madres en base a cambios en procesos mentales o emocionales que
tenían lugar en la ausencia de interacción. Me llamó especialmente la atención
la película “Thomas” (Robertson y Robertson, 1967 –1972), en la cual a un niño
de dos años que había disfrutado de una relación previamente armoniosa con
su madre, se le presentó una fotografía de ella durante su ubicación en una
familia de acogida, durante un período prolongado. Al principio Thomas besaba
y acariciaba la foto. Varios días más tarde, sin embargo, daba marcha atrás al
verla, mirando hacia abajo y se distraía con un juguete que llevaba. En
respuesta a una presentación final de la foto de su madre, Thomas activamente
volteó la espalda con una expresión de ansiedad. Como una fotografía no
puede “comportarse,” no puede decirse que pueda haber despertado las
reacciones cambiantes de Thomas. Como Thomas además no había visto a su
madre durante este periodo, el desarrollo gradual de la evitación de la foto tiene
que haber incluido aspectos de cambios en su relación imaginada.
La monografía de Bretherton y Waters incluia un artículo de Bretherton que
enfatizaba el concepto de Bowlby de “modelos internos operativos” (internal
working models ) de las figuras de apego en el contexto del pensamiento e
investigación puntera en el terreno de la psicología cognitiva. Al mismo tiempo,
nuestro laboratorio presentó los resultados de un seguimiento durante 6 años
de familias del area de la Bahía en las cuales las díadas del infante y la madre
(e, independientemente, del infante y el padre) habían sido observadas en la
situación extraña cuando los niños tenían entre 12 y 18 meses de edad (Main,
Kaplan y Cassidy 1985). Encontramos que las diferencias en la conducta de
los infantes en la situación extraña predecía diferencias correspondientes en:
las narrativas que daban los niños de 6 años en respuesta a dibujos o
imágenes de separación entre padres e hijos (ver también a Kaplan 1987); las
respuestas conductuales de los niños al reunirse con el padre después de una
separación de una hora (ver también Main y Cassidy 1988); transcripciones del
discurso hijo-padre tras la reunión (ver también Main 1995, Strage y Main
1985); y, también, en la respuesta a la presentación de una fotografía familiar
tomada antes de una separación de una hora de duración (Main, Kaplan y
Cassidy 1985). Durante esta misma separación, pedimos a los niños que
hiciesen dibujos de sus familias, y la configuración de esos dibujos también
resultó ser altamente predecible según el tipo de apego a la madre durante el
primer año (Kaplan y Main 1984,1986)(7). Estos resultados fueron de un
interés muy amplio. Si por ejemplo, las narrativas de los niños frente a la
separación podían predecirse a partir de la conducta en la situación extraña del
infante con la madre, entonces diferentes patrones de la interacción infante-
madre han debido de llevar al desarrollo no sólo de una conducta distinta, sino
también de diferentes procesos de representación.
En este mismo artículo (Main, Kaplan y Cassidy 1985) describimos la relación
entre la respuesta del infante ante la situación extraña con cualquiera de los
padres cinco años antes, y la forma de la narrativa de ese padre al responder a
la Entrevista de Apego del Adulto (George, Kaplan y Main, 1984, 1986, 1996).
Un sistema que analizaba las transcripciones textuales de la EAA (Main y
Goldwyn, 1982-1998), demostró que tanto si las experiencias de apego de su
infancia habían sido favorables o desfavorables, los padres de los niños que
aparecieron como seguros con ellos en la situación extraña tendían a ser
coherentes, claros y colaboradores durante las discusiones de sus propias
historias vitales. Es más, algunos tipos de dificultades específicas a la hora de
mantener un discurso coherente y colaborador por parte de los padres
predijeron formas específicas de apego inseguro del infante. Diez años más
tarde, un meta-análisis demostró que nuestros resultados habían sido
reproducidos en al menos 15 muestras más, y se mantenían estables incluso
cuando la entrevista se realizaba antes del nacimiento del niño (van Ijzendoorn,
1995).
Los primeros vínculos de apego están formados a los siete meses y los
vínculos de apego se forman hacia sólo una o unas pocas personas.
Entendemos que es el infante el que selecciona a su(s) figura(s) de apego
principal(es), generalmente en base a interacciones sociales contingentes (ver
Main, 1999). Como han demostrado Cicchetti, Crittenden y otros (ver Main,
1995), los vínculos de apego surgen tanto como producto de interacciones con
personas maltratantes como con personas que responden con sensibilidad. Y
la proclividad, basada en la biología, a formar vínculos de apego asegura que
sólo en circunstancias extremadamente anómalas, un niño permanecería no
apegado.
Como Bowlby (1969), Ainsworth tenía la mente muy abierta con respeto a la
posibilidad de cambio en las relaciones tempranas. Los infantes inseguros
tenían, ella creía, el potencial de hacerse seguros, como ella ilustró en la
descripción de un infante con apego muy inseguro, cuya relación con su madre
mejoró una vez que ella tuvo y ganó una pelea con una esposa más antigua –
una mujer grande y mandona, que subsecuentemente abandonó el poblado. Al
mismo tiempo, Ainsworth creía que algunos niños, que estaban seguros
durante la infancia, tenían riesgo de ser inseguros más adelante. Por ejemplo,
un infante llamado Paulo fue considerado como de apego seguro en el
momento de las observaciones de Ainsworth, pero dándose cuenta de los otros
niños de la familia, se preocupó sobre si él permanecería con apego seguro y,
comparaba a William con Paulo de la manera siguiente:
Ben
Entrada del extraño. Cuando la mujer joven que juega el papel del extraño
entra en la habitación por segunda vez, Ben se dirige a su madre, apoyándose
contra sus rodillas. La extraña invita a Ben a jugar, y la madre suavemente le
anima a que lo haga.
Consideremos ahora lo que sabemos acerca niños de seis años que son como
Ben. Main y Cassidy (1988) encontraron que después de una separación de
una hora de larga de sus madres, los niños de apego seguro típicamente
saludarían a su padre o madre inmediatamente pero calmadamente expresan
placer e interés. Estos resultados han sido reproducidos en varias muestras de
bajo riesgo (ver, por ejemplo, Wartner y otros 1994).
Esto sugiere que un niño de apego seguro puede tanto aceptar que algo
imprevisto ha ocurrido como imaginar una forma de “resolver” esta crisis
constructivamente. Resultados similares a los nuestros fueron hallados en la
muestra de niños pobres de Minnesota, en la cual se estudió el juego libre con
arena, en vez de narrativas sobre separaciones. Aquí Rosenberg (1984)
encontró que—en curioso contraste con los niños de apego inseguro—los
niños de apego seguro tendían a: (a) inventar una crisis –“ ¡Oh! ¡Oh! ¡El tigre
se come al niñito!”—y después (b) seguirla con un final feliz—“¡Y después el
tigre lo escupe! Y el niño está bien otra vez”. (Utilizando el juego con muñecos
para estudiar las separaciones, se observaron respuestas similares a las
obtenidas por Kaplan y Rosenberg en niños con apego seguro en el estudio de
Solomon, George y Dejong [1995]).
Al intentar contestar a la pregunta de cómo una narrativa de “crisis – solución”
ha resultado estar tan curiosamente asociada con el apego seguro a la madre
en tres muestras independientes es útil considerar la conducta en la situación
extraña de infantes tratados con sensibilidad, donde el niño (1-2 años)
responde abierta y emocionalmente cuando se enfrenta a una crisis, pero “la
resuelve” llorando y consiguiendo recuperar de nuevo con éxito al padre,
creando así un final feliz. La capacidad para crear activamente una crisis que
resolver es especialmente demostrativa: aparentemente los niños seguros en
la muestra de Minnesota podían crear (en el juego) situaciones de peligro
conscientes de que encontrarían un final feliz.
Madre (al entrar): Hola, Ben. ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo?
(Nótese que esta pregunta es “abierta,” dándole a Ben la oportunidad de
extenderse sobre sus experiencias más recientes).
Ben: Bueno. He hecho algunos dibujos. Hay uno en la pared, allí. Y he
mirado algunas fotos, y he contestado algunas preguntas sobre un niño. Las
fotos estaban un poco pasadas de moda. Mamá, mira la mesa.
Madre: ¡Oh! ¡No es una mesa ya! ¡Es un arenero!
Ben: ¡Sí! Ella (la eximinadora) quitó la tapa, y allí estaba toda la arena, e hice
una granja, ¿ves? Con muchos animales, y este perro pastor aquí les cuida.
Madre: Sí, eso veo. Y aquí está el perro pastor, y se parece a nuestro
Rumpus.
Ben: No, no se parece. Porque Rumpus está gordo. Quiero decir, que es un
gran perro, pero no se parece a este perro. Rumpus está gordo.
Madre: ¡Adivina quién le da de comer! ¡Tú! (Ambos se ríen)
Ben: Bien. Le voy a cambiar el nombre. ¿Qué te parece Porky?
A todos los niños de nuestra muestra se les pidió que hiciesen un dibujo de sus
familias al principio de la sesión de laboratorio. (Los padres estaban ausentes
en este momento mientras se les administraba la Entrevista de Apego para
Adultos). Los niños con apego seguro típicamente producían un dibujo que
mostraba figuras centradas y apoyadas, de tamaño moderado, con distancias
moderadas entre uno y otro, y – de acuerdo con el nivel de habilidad para
dibujar –, detalladss y bien diferenciadas. Aunque las expresiones faciales
eran ordinariamente agradables y tranquilas, no todas las figuras
necesariamente estaban sonriendo. Los miembros de la familia, sin embargo,
eran dibujados a menudo como de pie con los brazos extendidos, como si
estuviesen listos para abrazar a una persona que pudiese entrar en el dibujo.
Adrián
Puede que inicialmente sorprenda a los lectores saber que los cuatro infantes
más evitativos de Ainsworth exhibieron una ansiedad alta y malestar incluso
cuando sus madres se movían de habitación en habitación en sus casas. Este
hallazgo, sin embargo, era, siguiendo el concepto de Ainsworth de evitación,
como un tipo de defensa prodrómica frente a la ansiedad y la rabia provocadas
en situaciones inusualmente estresantes. En análisis llevados a cabo en
Berkeley, encontré que las puntuaciones (por definición, sin afecto) de la
evitación de la madre durante la situación extraña estaban en contraste
altamente relacionadas con el grado en que el infante mostraba conductas de
rabia hacia la madre en casa. Sin embargo, a pesar del hecho de que ni el
enfado ni la ansiedad tenían una posibilidad de expresión directa en la
situación extraña, estudios posteriores llevados a cabo por Sroufe y
Waters(1977), y más recientemente por Spangler y Grossmann (1993,1999),
indican que durante el procedimiento de la situación extraña, los infantes
evitativos experimentan un malestar o angustia considerable a un nivel
fisiológico.
En las reuniones del sexto año grabadas en video en nuestra propia muesta y
en muestras sucesivas, los niños evitadores de su madre en la infancia la
evitaban de nuevo (aunque más sutilmente), hablando mínimamente cuando se
dirigían a ellas, a la vez que se mantenían ocupados con la mirada e incluso
con el cuerpo a menudo dirigido hacia otro lado. En general las puntuaciones
de evitación de cualquier progenitor a la edad de seis años habían sido
altamente predecibles con el mismo progenitor cinco años antes. Strage y yo
encontramos que las conversaciones en las díadas evitativas estaban muy
limitadas. El progenitor tendía a hacer sólo preguntas retóricas o de si o no,
ninguna de las cuales anima a un verdadero diálogo. La discusión se centra
principalmente en objetos inanimados, tanto el padre como el niño son
”minimizadores” de la conversación y a menudo hay pausas precediendo a una
respuesta:
Madre (al entrar): Hola Adrian ¿te lo has pasado bien? ¿Te has divertido?
(Nótese que no se requiere una respuesta amplia a dichas preguntas. Es más
la respuesta del niño está guiada hacia la contestación entusiasta “si”).
Adrian (seguido de una pequeña pausa): “... Sí.
Madre “¿No es fantastico? Uy hay un arenero completo allí. Y un perro
también”.
Adrian (seguido de una segunda pequeña pausa): “... sí es un arenero.”
Los dibujos de la familia de los niños evitativos que hemos descrito como
invulnerables a menudo presentaban figuras flotando en el aire, y muy
separadas, poco diferenciadas, con sonrisas estereotipadas.
Sorprendentemente, uno o dos niños, sin embargo, menudo dibujaban uno o
más de los individuos sin brazos (la versión materna temprana al contacto táctil
debe ser recordada aquí), incluso cuando otros aspectos del dibujo indicaban
que el dibujar brazos estaba dentro de las capacidades de dibujar del niño
(Kaplan y Main, 1984, 9186). (11) En los dibujos realistas de los niños seguros,
las personas no flotan en el aire, ni pierden brazos.
Cecilia
Los observadores tienden a responder a este escenario con irritación hacia uno
o hacia los dos miembros de la díada. Nótese, además, como al igual que en
el caso de Adrián, hay ausencia de una trama narrativa. Cecilia estaba
angustiada desde el principio, haciendo dramáticamente insignificante el que
también estuviese angustiada durante la separación y mucho después de la
vuelta de su madre.
Cuando estos niños tienen seis años, aparece una sutil ambivalencia frente a la
reunión, acompañada por lo que a veces parecen expresiones de afecto
exageradas (Main y Cassidy, 1988). Por ejemplo, algunos pueden echar un
brazo sobre el padre, inclinando la cabeza y mirando la cámara – pero el
mismo niño que hace esto en un momento puede apartarse impacientemente
acto seguido. Había demasiados pocos niños de éstos como para identificar
un patrón de discurso en nuestra muestra original, pero combinando la nuestra
y otras muestras, observamos lo que a nosotros nos pareció como un foco
excesivo en los sentimientos y en la relación:
Sólo unos pocos niños como Cecilia estaban disponibles para el estudio de
Kaplan (1987), pero sus respuestas parecían reflejar su ambivalencia anterior.
Uno describió al niño del dibujo como corriendo detrás de los padres, pero
después les disparaba. Otro habló de darles flores a los padres al reunirse,
pero después escondía las ropas de éstos. Los dibujos de familia de niños
como Cecilia a los seis años fueron llamados vulnerables (Kaplan y Main, 1984,
1986). Representaban figuras típicamente demasiado grandes o demasiado
pequeñas (por ejemplo, una familia muy pequeñita junta en una esquina de la
hoja). En otros ejemplos se enfatizaba los aspectos blandos y vulnerables de
los cuerpos como por ejemplo en estómagos grandes y redondos con
ombligos. La foto parecía molestar a estos (pocos) niños: uno se movía
incómodamente y después de pellizcaba la piel.
Resumen
La categoría segura-autónoma
Finalmente, los padres de los bebés seguros, exhibían más que otros lo que yo
he llamado monitorización meta-cognitiva (Main, 1991; ver también Fonagy, et
al. 1991). Tendían a buscar más insistentemente la exactitud que los padres
de los niños inseguros (“pienso que estaba equivocado sobre esa primera gran
separación, no podía haber tenido todavía diez años, tenía que haber tenido
ocho, o incluso menos;” “yo sé que he elegido distante pero ahora que lo
pienso tímido hubiese sido más exacto”). A la misma vez, curiosamente,
también mostraban tolerancia frente a la imposibilidad última de distinguir la
apariencia de la realidad (“Bueno, eso es lo que yo pienso, pero mi hermana
piensa que yo idealizo enormemente a mis padres, ¿quién sabe?” o
“Bien, así es como lo veo hoy, pero mañana puede que lo vea completamente
distinto”).
La categoría preocupada
Al final de los ochenta, sin embargo, encontré el trabajo del filósofo lingüista
británico H. Paul Grice, cuyas discusiones de las variaciones en el discurso
eran altamente congruentes con las escalas de la EAA y las directrices para su
clasificación que habíamos desarrollado algunos años antes. Grice (1975,
1989), había identificado el discurso ideal o racional como siguiendo el principio
de cooperación que requería adherencia a cuatro máximas: (1) cualidad: ser
sinceros y tener evidencia de lo que uno dice; (2) cantidad: ser sucinto, y sin
embargo, completo; (3) relevancia: que la dirección de tu conversación sea
relevante al tema entre manos; y (4) forma: ser claro y ordenado.
Ahora presentaremos una serie de ejemplos ilustrativos del discurso que tipifica
las tres clasificaciones organizadas de la entrevista. Empiezo con un padre
colaborador, y consistente quien tenía, bajo nuestro punto de vista y bajo el
suyo propio, una infancia relativamente fácil. En el análisis de la EAA, nuestro
acuerdo con la perspectiva afirmada por el interlocutor sobre su infancia se
basa en parte en las explicaciones sobre su elección original de adjetivos. He
aquí uno de los incidentes que este hombre relata para mostrar su elección de
la palabra cariñosa-amorosa con respecto a la relación con su padre:
Hubo una vez que accidentalmente prendí fuego al garaje porque estaba
experimentando con mi juego de química con el cual mis dos padres me habían
dicho que no debía jugar allí; después de los bomberos mis padres fueron los
primeros en aparecer y desgraciadamente el juego de química era la evidencia
descarada. Pensé que me esperaba la paliza de mi vida. Pero, incluso cuando
todo estaba lleno de humo, mis padres se olvidaron de pegarme. Bueno, mi
madre dijo después que, desde luego, esperaba que en el futuro prestase más
atención a sus instrucciones. Pero mi padre simplemente corrió hacia mí me
cogió en brazos y me abrazó con mucha fuerza. Tanta que mis pies quedaron
colgando. Posteriormente tenía una especie de guiño cuando mencionaba
“aquella vez que tuvimos una pequeña combustión espontánea en el garaje”.
Bueno, para empezar, mi madre no era muy alegre, y le puedo decir ahora
mismo que la razón era que tenía exceso de trabajo. Nos tuvo a cuatro de
nosotros en tres años, lo cual hubiese sido mucho para cualquiera, y yo era la
mayor de todos. Yo creo que de los cuatro he sido la que he tenido más
dificultades con esto, y me acuerdo que ella se metía mucho conmigo
preguntándome constantemente sobre cosas que eran – o cosas que al menos
yo pensaba que no eran - relevantes para ella. Al mismo tiempo, cuando
estaba dolida o enfadada, nunca era capaz de responderme, y me acuerdo que
una vez me rompí el brazo y no se lo dije durante horas porque tenía miedo de
que se enfadase.
Bueno, como he dicho, mi madre era bastante intrusiva y nunca era capaz de
responder cuando yo estaba mal. Y me dolía mucho por aquel tiempo, y
todavía estoy como hiperalerta sobre si la gente me responde cuando estoy
molesta o por lo menos mi marido me encuentra hiperalerta en ese
departamento. Y otra cosa es que me siento fatal por ello, y digo que nunca
sucedería, pero a veces me pillo a mí misma actuando exactamente como ella.
Infancia muy normal, definitivamente una infancia normal, con ambos padres,
yo diría. Mi madre me apoyaba en todo lo que hacía, siempre estaba muy
interesada en el trabajo del colegio y siempre me preguntaba sobre cómo me
había ido el día en el colegio. Ella ponía mucho énfasis en nuestra
independencia. Me enseñó a no preocuparme por problemas pequeños lo cual
es bueno.
Cuidadora. Bueno quiero decir que ella siempre era muy cariñosa y nos
apoyaba mucho-(“Bueno, ¿podría usted darme un recuerdo o incidente
específico que me ayudase a entender la palabra cuidadora?”). No recuerdo
tan lejos, Quiero decir que fue hace mucho tiempo: (Bien, piense un poco. Esto
puede ser difícil)...Pues me preguntaba cómo me iba en el colegio, si tenía
buenas notas, si tenía buenos amigos, ya sabes, cosas que te importan.
Quería estar segura de que me vestía bien, que me comportaba bien. Estaba
allí siempre cuidándome, asegurándose de que hiciese las cosas bien, de que
no hiciese nada malo.
Bueno, amorosa ella era amorosa, nos besaba, nos abrazaba y nos decía que
nos quería. Pero al mismo tiempo estaba enfadada. Ahora entiendo que esto
venía de su propia relación con su madre. Algunas veces ella intentaba
entender sus propios asuntos aunque debo decir que no los reconocía, me
refiero a sus asuntos y de dónde procedían asi que dejé los problemas
personales. Ahora Ceci y yo no tenemos problemas, no como ella tenía
conmigo, yo le digo, Ceci si tienes problemas vienes y me los cuentas
directamente a mí. Y intrusiva, y....
Cuando se le preguntó sobre las experiencias de su niñez con sus padres, por
ejemplo, podía comentar sobre su relación presente con su propia hija (o la
relación presente con sus padres más que la relación en su niñez), y su
conversación puede dar unos giros tan largos que su entrevista se pasa
bastante del tiempo límite esperado.
Amorosa. Mi madre era amorosa. Todas las noches nos daba un beso de
buenas noches, abrazos y me decía que me quería, que me adoraba,
bla,bla,bla... Por lo tanto eso era bueno y le estoy agradecida por ello pero al
mismo tiempo me hacía sentir culpable, como si le debía a ella algo y le tuviese
que devolver diciéndole lo mismo, y he aprendido ahora que los hijos no te
deben nada, no tienen que decir nada. Pero sabe, yo estaba agradecida por
ello, y todavía lo estoy pero lo que trato de decir es que era doloroso tener que
oírle y yo solía preguntarme si la heriría si no le decía nada de vuelta, pero ella
era amorosa. Y yo pagué el precio.
Bueno, como resultado de todo lo que mi madre hizo, quiero decir sus
problemas y de su forma de proyectarlos sobre mí, yo solía ser una persona
bastante insegura. Esa era mi forma de ser, yo actuaba como si fuera fuerte y
todo el mundo pensaba que yo era fuerte, nadie se daba cuenta de que yo
podía estar sufriendo, eso hizo mi crianza, me hizo ser la cuidadora de todo el
mundo de la misma forma que era la cuidadora de ella. Pero ya lo he resuelto ,
quiero decir con Ceci, las formas en las que me ha afectado, ahora
simplemente tomo todo lo que mi madre hacía, y hago lo contrario (16) . Como
ayer, vino a cenar y le dije: Madre si no te gustan las cebollas a la crema, no
las comas, no necesito que me lo digas cada vez que las hago, eso es algo
que no necesito...
Al decir que tiene dificultad al recordar su infancia y que ha dejado esta de lado
y que –en sus propias palabras—es una “escapista” que trata de ver las cosas
positivas de sus padres y no recordar las negativas, un codificador inexperto
podría tender a pensar que esta persona debería ser colocada en la categoría
de los que se desentienden. Nótese sin embargo, que no ha violado
significativamente la consistencia interna porque trata de contarnos e intenta
mantenerse positiva con respecto a su madre y también nos cuenta que la
relación temprana no fue de hecho positiva. En el nivel más básico su lenguaje
implica que es demasiado consciente de sus propios esfuerzos de ser positiva
con nosotros para identificar violaciones de la verdad desconectadas o
inconsistencias manifiestas del tipo de las que vimos en el interlocutor que de
hecho era de los que se desentienden. Finalmente, su afirmación sobre su
dificultad para recordar su niñez no la utiliza para bloquear el discurso, sino se
mantiene colaboradora y no viola la cantidad.
La “Entrevista de Apego del Adulto” es famosa, sobre todo, por sus correlatos
externos -por ejemplo, su capacidad para predecir la sensibilidad parental y
también para predecir la conducta del infante en la situación extraña frente al
interlocutor, y para discriminar entre muestras clínicas y no-clínicas. Sin
embargo las características de la EAA como herramienta de evaluación (ej. sus
propiedades de medida o psicométricas) han sido evaluadas en una serie de
estudios y han demostrado una sorprendente fiabilidad y validez (ver Hesse
1999, para una revisión). Por ejemplo la organización del apego del adulto ha
sido encontrada altamente estable cuando se administra la entrevista al mismo
individuo a lo largo de periodos de tiempo que van de dos meses hasta cuatro
años; el acuerdo entre jueces en lo que respecta a la clasificación también ha
resultado satisfactorio; y las respuestas a la entrevista no varían si cambiamos
al entrevistador.
Estos hallazgos implican, por supuesto, que diferentes estados mentales por
parte de los progenitores con respecto al apego predicen diferentes patrones
de crianza (cuidado). Si éste fuera el caso, los padres seguros-autónomos
deberán ser más sensibles y responder más a sus infantes que los padres
inseguros, y en el resumen de van Ijzendoorn (1995), las entrevistas seguras-
autonomas en varias muestras resultaron poder predecir crianza sensible y con
respuesta hacia sus retoños, tanto por los padres como por las madres.
El desarrollo de la EAA estaba anclado en la respuesta de los infantes en la
situación extraña en una muestra de clase media de bajo riesgo. Por lo tanto,
no podía esperarse que también pudiese servir para distinguir unos individuos
de poblaciones con problemas psicológicos de otros tipos de poblaciones. Sin
embargo, ahora ha sido demostrado repetidas veces que las proporciones de
transcripciones juzgadas como seguras-autonomas en tales muestras es
sorprendentemente pequeña, (aproximadamente 8%, frente al 45 % o más en
las muestras controles), aunque los investigadores hayan realizado “a ciegas”
las transcripciones del estatus psiquiátrico y hayan excluido pacientes con
dificultades orgánicas y con trastornos de pensamiento (van Ijzendoorn y
Bakermans-Kranenburg 1996). Otros estudios han encontrado inseguridad en
la mayoría de las madres de niños con problemas clínicos (teniendo en cuenta
que los trastornos de los niños no sean de base predominantemente biológica),
en criminales, en individuos violentos o abusivos y en juventudes alemanas de
extrema derecha (ver Hesse 1999b para un resumen).
Me gustaría considerar brevemente el futuro del campo del apego (ver también
Main, 1999). Hasta ahora, la mayoría de los investigadores que trabajan con
poblaciones humanas han estado involucrados en describir, clasificar y predecir
conducta (en su sentido más amplio), más que en tratar de intervenir en ella.
Esto ha sido una empresa necesaria, pero los descubrimientos que he revisado
aquí son, sin quitarles su gran importancia, en su mayor parte correlacionales.
La próxima fase en el desarrollo de este campo será poner a prueba nuestra
comprensión de estos fenómenos observados intentando controlarlos y
alterarlos. En esta tarea, por ejemplo los clínicos pueden aumentar nuestra
comprensión del apego inseguro explorando la posibilidad de intervenir para
ayudar a los individuos inseguros a lograr estados de seguridad. Con este fín,
la Entrevista de Apego del Adulto está siendo utilizada ahora como una
valoración del estatus del paciente antes de la terapia (ver Korfmacher et al.
1997) o, cuando se combina con tests posteriores, como una evaluación de su
efectividad (ver por ejemplo, Diamond et al. 1999 y Fonagy et al. 1996).
Aunque el apego inseguro no puede proveer una explicación completa del
surgimiento de dificultades clínicas o de tendencias criminales, la capacidad
para ayudar a los individuos a desarrollar un estado mental seguro con
respecto a sus historias de apego podría actuar como un factor protector y
facilitar más cambio positivo (ver Schuengel, van Ijzendoorn, y Bakermans-
Kranenburg, 1999).
Otra nueva dirección para el campo del apego será sin duda definida por el
crecimiento de nuestra comprensión de la neurociencia, y probablemente
surgirán estudios para evaluar las diferencias en el estatus de apego
combinados con evaluaciones de fisiología, imágenes del cerebro y genética de
la conducta (Main, 1999). Dichos estudios serán más útiles si no nos limitamos
a simplemente tratar de identificar “el” cerebro o sus correlatos fisiológicos de
apego inseguro frente a seguro sino si en su lugar incluimos valoraciones del
estatus neurológico y/o fisiológico hechos antes de una intervención clínica
exitosa.
Apéndice: Cuestiones de temperamento
Notas de la autora
1. Para ahorrar espacio, este artículo y el artículo que lo acompaña (Hesse y Main 2000) en
este tomo del Journal of the American Psychoanalytic Association, comparten una lista de
referencias bibliográficas, que son las que aparecen al final. Además, muchas citas
individuales no han sido incluidas. Los autores lamentan estas exigencias; sin embargo, los
lectores interesados podrán encontrar los estudios individuales mencionados en el citado
resumen y artículos de revisión.
2. Las categorías desorganizada / desorientada del apego del infante, del niño y del adulto son
descritas en un artículo adjunto (Hesse y Main 2000; en este tomo del Journal of the American
Psychoanalytic Association).
3. Discusiones sobre el apego en lo que atañen en particular al trabajo clínico pueden ser
halladas en dos tomos de Consulting & Clinical Psychology (1996; Tomo 64, Números 1 y 2) y
dos ejemplares de Psychoanalytic Inquiry (1999; Tomo.19, Números 4 y 5); la revista
Attachment and Human Development, y muchos capítulos escritos por clínicos para el
Handbook of Attachment (Cassidy and Shaver 1999).
4. Mientrás que Bowlby comenzó con un énfasis en la conducta de los infantes y niños
pequeños, propuso que los vínculos de apego existen durante toda la vida, como se ve,por
ejemplo, en la conducta de base segura que lleva a los miembros de una pareja a apoyarse el
uno al otro en momentos de estrés (ver también Hazan y Shaver 1994; Simpson y Rholes
1998), y en las respuestas frente a la muerte del compañero, (ver Bowlby 1980).
5. La conducta y el lenguaje de algunos individuos no están lo suficientemente organizados
como para poderlo ubicar en una sola categoría. Algunos infantes ,al igual que algunos adultos,
son repetidamente inclasificables por lo que una quinta categoría “no clasificable” se está
utilizando cada vez más, (Hesse 1996.1999ª).
6. Más tarde, una cuarta categoría de la conducta del infante en la situación extraña fue
desarrollada y descrita por Judith Solomon y yo (Hesse y Main 2000; este tomo), que llamamos
desorganizada/ desorientada.
7. Entre estos métodos debo destacar que la evaluación del apego a partir de la conducta en la
reunión a los seis años de edad ha sido ampliamente reproducida en lo que respecta a la
relación de apego en el primer año de vida, así como también lo ha sido la evaluación de
Kaplan de la respuesta de los niños frente a narrativas relacionadas con la separación (ver
Solomon y George 1999 para una revisión). Las respuestas de los niños en el dibujo familiar
también se pueden predecir a partir de la conducta hacia la madre en la situación extraña en la
muestra de Minnesota; pero, también, han habido varios estudios que no han podido
reproducirse por lo que los dibujos sobre la familia no deben ser utilizados nunca como una
forma de evaluar el apego con una sola herramienta (ver Main1995). Hasta donde sabemos, el
análisis de las transcripciones de las reuniones niño-padres y la respuesta de los niños a la
presentación de una foto familiar son propias de nuestra muestra.
8. Para tres de los 26 infantes no se realizó el procedimiento o fue inválido (debido a
enfermedad del infante por ejemplo).
9. Muchas investigaciones subsiguientes, tal como nuestro estudio del Area de la Bahía de San
Francisco de 189 familias, han mostrado que la respuesta del infante hacia uno de los padres
no indica cómo responderá ante el otro. En otras palabras, un infante seguro con la madre
podría perfectamente ser evitativo con el padre. Estos hallazgos son, por supuesto,
consonantes con la propuesta de que la respuesta en la situación extraña hacia una persona
representa una historia de interacción específica más que el temperamento del infante. En el
apéndice 1 se comenta que para la mayoría de los infantes organizados en las muestras de
bajo riesgo, los factores constitucionales probablemente juegan un papel asimismo limitado.
10. Un meta-análisis que relacionaba varios esfuerzos de evaluar la sensibilidad materna con la
conducta en la situación extraña (de Wolff y van Ijzendoorn 1997) halló una asociación
significativa pero modesta, (con resultados más sólidos cuando el método de evaluar la
sensibilidad materna y la muestra se aproximaban más al de Ainsworth). Este resultado no es
sorprendente dado el hecho de que no hay disponible información acerca de cómo evaluar la
sensibilidad y no hay investigadores que hayan evaluado la sensibilidad a lo largo de períodos
de tiempo comparable a la de Ainsworth.
11. Para probar esta inferencia, Nancy Kaplan y yo pedimos una vez informalmente a niños en
las diferentes categorías de apego que dibujasen sus familias y que dibujasen un osito de
peluche. Varios de los niños evitativos una vez más dibujaron a miembros de la familia sin
brazos pero dibujaron el osito con brazos y patas completas, incluso con sus pezuñas.
12. Puede obtenerse el protocolo de entrevista escribiendo a Mary Main o a Erik Hesse en el
Departamento de Psicología de la Universidad de California en Berkeley, Berkeley, CA 94720,
o por fax + 1 510 642 52 93. También se dará información en cuanto a formación en el análisis
de la entrevista y un listado de los entrenadores certificados en este momento.
13. Muchos lectores ya estarán familiarizados con métodos de evaluación del apego romántico
a través del auto-informe en el cual los sujetos se identifican a si mismos (ya sea a través de
autoclasificaciones o en respuesta a items individuales) como por ejemplo, seguros,
desentendidos o preocupados (y algunas veces como temerosos). Estos estudios presentan
resultados interesantes pero no tienen relación o tienen muy poca con la Entrevista de Apego
del Adulto (ver Crowell, Fraley y Shaver 1999; Hesse 1999ª). Los auto-informes sobre la
relación con la madre o con los padres también muestran poca o ninguna relación con la
Entrevista de Apego del Adulto, (ver un estudio anterior realizado por Hamilton en la revisión de
Hesse 1999b).
14. Los críticos de Grice han observado que las conversaciones de los “verdaderos”
entrevistados muy pocas veces siguen su principio de cooperación ideal, pero esto no es un
problema preocupante para nuestro sistema, en el cual los grados relativos de adherencia a
estas máximas han sido examinados a través de varios entrevistados. Nosotros damos nuestra
puntuación más alta (nueve) por coherencia en su transcripción a muchos entrevistados que
muestran transgresiones menores, como por ejemplo: “Si verdaderamente quiere que le
cuente esa parte de mi vida, va a ser una historia tremendamente larga”.
15. Somos conscientes de que la memoria es un proceso de construcción y reconstrucción;
incluso en el caso de individuos seguros (cuyas narrativas son consistentes internamente) los
recuerdos pueden ser inexactos.
16. Uno de los indicadores de un estado mental seguro con respecto al apego es una
conciencia viva, alerta a los efectos no deseados de los procesos inconscientes de tal forma
que está afirmación es tomada como un indicador de seguridad. Como recordara el lector el
entrevistado seguro-autónomo del que hablamos anteriormente informaba acerca de su
frustración al verse en ocasiones actuar como su propia madre intrusiva y enfadada.
17. Como la próxima entrevistada, ella podría sin embargo ser colocada en una subcategoría
menos prototípicamente segura de la EAA que lo que cabría esperar por ejemplo para la
madre de un niño como Ben.
18. En nuestra muestra, las situaciones extrañas se recogieron con el padre y también con la
madre para cada niño. Aunque, como dijimos anteriormente, la EAA del padre predice la
conducta del infante hacia el padre en la situación extraña así como la sensibilidad del padre
hacia el infante (van Ijzendoorn 1995); la conducta en la situación extraña hacia el padre no
estaba relacionada con las respuestas de los adolescentes a la EAA en nuestra muestra.
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Mary Main: profesora de Psicología, Universidad de California.
Este trabajo está dedicado a la memoria de Alvin Goren (1927-1996), miembro docente del
Instituto Psicoanalítico de San Francisco. La autora desea agradecer a la American
Psychoanalytic Foundation, a la Kohler-Stiftung Foundation, a la Harris Foundation y a la
Sengstack Foundation por su aporyo. Está agradecida a Erik Hesse por la crítica de este
manuscrito, y a Diana Diamond por sus esfuersos enseñarle a escribir para esta nueva
audiencia.
El trabajo está basado en una introducción al campo del apego presentado en la reunión de
otoño de la American Psychoanalytic Association, 20 de Diciembre de 1997.