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The organized categories of infant, child, and adult attachment: Flexible vs. inflexible attention
under attachment-related stress. Publicado originalmente en Journal of the American
Psychoanalytic Association, vol. 48, no. 4, p.1055- 1127 (2000). Copyright del JAPA 2000.
Traducido y publicado con autorización del Journal of the American Psychoanalytic Association.
Este trabajo ganó el premio del Journal of the American Psychoanalytic Association del 2000.
Traducido por Raquel Meizoso Muñoz
Resumen
Desde una perspectiva evolucionista, un mecanismo central que promueve la
supervivencia del infante es el mantenimiento de la proximidad a las figuras de
apego. En consecuencia, la(s) figura(s) de apego representan la solución principal
del niño frente a las experiencias de miedo. Algunos aspectos de los avances en el
terreno del apego se delinean dentro de este contexto, empezando con la teoría
etológica/evolutiva de Bowlby, y continuando con las primeras descripciones de
Ainsworth sobre la interacción entre la madre y el bebe en Uganda y Baltimore.
Utilizando un procedimiento de laboratorio llamado la situación extraña, Ainsworth
identificó tres patrones organizados de respuestas infantiles ante la separación y la
reunión con la madre. Se aportarán narraciones derivadas de la conducta ante la
situación extraña grabadas en vídeo de los niños en cada categoría (seguro,
evitativo y ambivalente, junto con una discusión de las secuelas prototípicas de cada
categoría (e.j. conducta en el colegio, narraciones relacionadas con la separación y
dibujos a la edad de seis años). La “Entrevista del Apego del Adulto” (EAA) también
es descrita así como el movimiento hacia el nivel de la representación. Las
transcripciones de las entrevistas EAA se analizan actualmente según la capacidad
del que habla para adherirse a las máximas de Grice sobre el discurso racional
cooperativo, y se han identificado tres categorías de “Entrevista del Apego del
Adulto” del tipo organizado, o estados mentales con respecto al apego,
(autónomo-seguro, desentendido y preocupado). Cuando se administra la entrevista
a padres que han sido observados con sus infantes en la situación extraña, cada
categoría de EAA nos ha mostrado repetidamente la posibilidad de predecir la
respuesta del niño hacia los padres en la situación extraña. Se proveen
ilustraciones del discurso característico de cada categoría y se observa que
individuos con historias aparentemente desfavorables tienen una prole segura
siempre y cuando su historia se narre coherentemente. Como en la conducta del
infante en la situación extraña, las diferencias en la seguridad del adulto
identificadas a través de patrón del discurso son interpretadas en términos de
flexibilidad o inflexibilidad de la atención bajo una situación de estrés relacionada
con el apego.
El objetivo principal de este trabajo es proporcionar una introducción al campo del apego. Con
esta intención, presento lo que puede ser el primer relato descriptivo completo de la conducta y
el lenguaje que usan los investigadores para identificar las tres categorías principales, u
organizadas, del apego del infante, del niño y del adulto, (1,2), y quisiera destacar que estas
categorías pueden ser entendidas en parte como reflejando grados relativos de flexibilidad de la
atención frente al estrés relacionado con el apego. Además, hago un énfasis considerable
sobre lo que yo creo que es, todavía, la profundidad no explorada de la relación entre el apego
y el uso del lenguaje.
Aunque concluiré sugiriendo que estamos entrando en una nueva era en el estudio del apego
(ver también Main, 1999) (3), hasta este momento el campo puede verse como habiéndose
desarrollado en tres fases principales. En la primera, John Bowlby, basándose en parte en
observaciones de primates no humanos, fijó su atención sobre el concepto de un sistema
conductual de apego que funciona para regular la seguridad del infante en los entornos en los
cuales originalmente evolucionamos (Bowlby 1969) (4) En este mismo volumen, describió la
teoría analítica como “un intento de explicar el funcionamiento de la personalidad tanto en sus
aspectos sanos como en los patológicos en lo que se refiere a la ontogénesis” (1969, pág 4).
Bowlby propuso que debería realizarse un enfoque más prospectivo y observacional – al
desarrollo de la represión, la defensa, la escisión, y otros procesos que permitan a los teóricos y
los investigadores trabajar hacia delante desde un acontecimiento particular, bien específico,
hasta sus secuelas. Bowlby escogió como punto de partida particular las respuestas de los
niños que habían sido separados de sus padres y colocados en entornos no familiares tales
como hospitales y residencias infantiles. Las secuelas de tales separaciones mayores
“traumáticas” incluyeron no sólo la aparición de ansiedad y ambivalencia con respeto a las
personas previamente queridas sino, también, eventualmente un estado de desapego
(indiferencia) en el cual se reprimían tanto sentimientos afectuosos como hostiles.
Mary Ainsworth encabezó la segunda fase del desarrollo de este campo con sus observaciones
naturalistas intensivas de la interacción entre la madre y el infante en los hogares de Kampala,
Uganda (Ainsworth, 1967), y de Baltimore, Maryland (Ainsworth et al, 1978). Junto con el
estudio de Baltimore, Ainsworth desarrolló el procedimiento de laboratorio conocido como la
situación extraña. Aquí se usaban las respuestas del infante frente a separaciones muy breves
de uno de los padres, y reuniones con él, para clasificar la organización de su apego al padre
como seguro, evitativo, o resistente/ ambivalente (5). La organización segura se encontró que
era predecible a través de la sensibilidad de la madre a las señales del infante y las
comunicaciones en el hogar, mientras que las dos formas de organización de apego inseguro –
indiferente evitativo, y el abiertamente ansioso ambivalente/resistente – estaban relacionadas
respectivamente con rechazo materno y falta de predictibilidad (6). Sorprendentemente,
Ainsworth descubrió que las respuestas desfavorables en la forma de la reunión con los padres,
que previamente se habían asociado con infantes de dos y tres años de edad que habían tenido
separaciones importantes, podían aparecer en niños de doce meses que no habían sufrido
separaciones, con toda probabilidad simplemente como resultado del estrés acumulativo (Kriss,
1956; Sandler, 1967), impuesto por una respuesta materna limitada o impredecible.
Los hallazgos de Ainsworth fueron recibidos con gran entusiasmo y los investigadores
(particularmente Sroufe y Egeland en Minnesota), empezaron a realizar estudios que
empezaban, en vez de acabar, con la situación extraña. Aquí se estudiaba la conducta del niño
en situaciones escolares y pre-escolares. Los niños que habían estado seguros con sus
madres en la situación extraña durante la infancia, mostraron tener relaciones más favorables
que otros con sus compañeros y con los profesores (ver Weinfield et al., 1999).
La tercera etapa en el estudio del apego se abrió con “un movimiento hacia el nivel de la
representación” (Main, Kaplan, y Cassidy, 1985, pág. 66) que tuvo lugar a mediados de los
ochenta y que está mayoritariamente asociado con un estudio presentado en un trabajo
monográfico editado por Bretherton y Waters (1985). Mi propia preparación para este cambio
hacia un énfasis representacional en el estudio del apego, se apoyaba en parte en una revisión
anterior de una serie de películas desarrolladas por James y Joyce Robertson (1967-1972).
Mientras el trabajo de Ainsworth había mostrado que el rechazo repetido en la conducta de
apego por parte de la madre podía llevar al infante a evitarla en situaciones estresantes, las
películas de los Robertson sobre separación demostraban que en niños de 1-2 años, quienes,
con toda probabilidad nunca habían sido significativamente rechazados, podían evitar a sus
madres en base a cambios en procesos mentales o emocionales que tenían lugar en la
ausencia de interacción. Me llamó especialmente la atención la película “Thomas” (Robertson y
Robertson, 1967 –1972), en la cual a un niño de dos años que había disfrutado de una relación
previamente armoniosa con su madre, se le presentó una fotografía de ella durante su
ubicación en una familia de acogida, durante un período prolongado. Al principio Thomas
besaba y acariciaba la foto. Varios días más tarde, sin embargo, daba marcha atrás al verla,
mirando hacia abajo y se distraía con un juguete que llevaba. En respuesta a una presentación
final de la foto de su madre, Thomas activamente volteó la espalda con una expresión de
ansiedad. Como una fotografía no puede “comportarse,” no puede decirse que pueda haber
despertado las reacciones cambiantes de Thomas. Como Thomas además no había visto a su
madre durante este periodo, el desarrollo gradual de la evitación de la foto tiene que haber
incluido aspectos de cambios en su relación imaginada.
La monografía de Bretherton y Waters incluia un artículo de Bretherton que enfatizaba el
concepto de Bowlby de “modelos internos operativos” (internal working models ) de las figuras
de apego en el contexto del pensamiento e investigación puntera en el terreno de la psicología
cognitiva. Al mismo tiempo, nuestro laboratorio presentó los resultados de un seguimiento
durante 6 años de familias del area de la Bahía en las cuales las díadas del infante y la madre
(e, independientemente, del infante y el padre) habían sido observadas en la situación extraña
cuando los niños tenían entre 12 y 18 meses de edad (Main, Kaplan y Cassidy 1985).
Encontramos que las diferencias en la conducta de los infantes en la situación extraña predecía
diferencias correspondientes en: las narrativas que daban los niños de 6 años en respuesta a
dibujos o imágenes de separación entre padres e hijos (ver también a Kaplan 1987); las
respuestas conductuales de los niños al reunirse con el padre después de una separación de
una hora (ver también Main y Cassidy 1988); transcripciones del discurso hijo-padre tras la
reunión (ver también Main 1995, Strage y Main 1985); y, también, en la respuesta a la
presentación de una fotografía familiar tomada antes de una separación de una hora de
duración (Main, Kaplan y Cassidy 1985). Durante esta misma separación, pedimos a los niños
que hiciesen dibujos de sus familias, y la configuración de esos dibujos también resultó ser
altamente predecible según el tipo de apego a la madre durante el primer año (Kaplan y Main
1984,1986)(7). Estos resultados fueron de un interés muy amplio. Si por ejemplo, las narrativas
de los niños frente a la separación podían predecirse a partir de la conducta en la situación
extraña del infante con la madre, entonces diferentes patrones de la interacción infante-madre
han debido de llevar al desarrollo no sólo de una conducta distinta, sino también de diferentes
procesos de representación.
En este mismo artículo (Main, Kaplan y Cassidy 1985) describimos la relación entre la
respuesta del infante ante la situación extraña con cualquiera de los padres cinco años antes, y
la forma de la narrativa de ese padre al responder a la Entrevista de Apego del Adulto (George,
Kaplan y Main, 1984, 1986, 1996). Un sistema que analizaba las transcripciones textuales de la
EAA (Main y Goldwyn, 1982-1998), demostró que tanto si las experiencias de apego de su
infancia habían sido favorables o desfavorables, los padres de los niños que aparecieron como
seguros con ellos en la situación extraña tendían a ser coherentes, claros y colaboradores
durante las discusiones de sus propias historias vitales. Es más, algunos tipos de dificultades
específicas a la hora de mantener un discurso coherente y colaborador por parte de los padres
predijeron formas específicas de apego inseguro del infante. Diez años más tarde, un
meta-análisis demostró que nuestros resultados habían sido reproducidos en al menos 15
muestras más, y se mantenían estables incluso cuando la entrevista se realizaba antes del
nacimiento del niño (van Ijzendoorn, 1995).
Ben
Empiezo describiendo un infante que demuestra una actitud prototípica “segura”, o “B”, en
términos conductuales y emocionales en el procedimiento de la situación extraña. Esta
respuesta particular es la que muestran la mayoría de los niños de un año criados en casa en
muestras de bajo riesgo en todo el mundo (van Ijzendoorn and Sagi, 1999). Describo el
procedimiento con más detalle que en los demás ejemplos para dar al lector una imagen global
de lo que es la situación extraña.
Comienzo. Ben, un niño de quince meses, de apariencia fuerte, enérgico y competente. Su
madre es joven y con una actitud suave. Inmediatamente, Ben comienza a explorar
activamente los juguetes y la habitación. Charla con su madre mostrándole juguetes para que
ella los vea o comente sobre ellos. Siguiendo nuestras instrucciones de “responder a su niño
según sea necesario, pero no dirigir sus actividades,” su madre está sentada hacia delante,
callada, atenta y dispuesta a responder.
Entrada del extraño. Cuando la mujer joven que juega el papel del extraño entra en la
habitación por segunda vez, Ben se dirige a su madre, apoyándose contra sus rodillas. La
extraña invita a Ben a jugar, y la madre suavemente le anima a que lo haga.
Primera separación: El niño dejado con el extraño. Ben acaba de empezar a jugar con la
extraña, cuando su madre tranquilamente sale de la habitación. Otra vez, siguiendo las
instrucciones, deja su bolso de forma que Ben sepa que ella va a volver pronto. Ben no llora
todavía, pero casi inmediatamente va a la puerta y empieza a llamar: “Mamá, mamá”. La
extraña intenta distraerle y él se calma brevemente, mira alrededor de la habitación, y vuelve a
llamar. Mientras que su llamada era inicialmente sólo comunicativa, él ahora está cada vez más
angustiado. La extraño le coge en su regazo y él oye la voz de su madre, el niño se inclina,
distanciándose del cuerpo de la extraña, extendiendo sus brazos hacia la puerta.
Primera reunión. En el momento en que se abre la puerta, Ben está en pleno llanto. Siguiendo
las instrucciones, su madre se para un momento en el marco de la puerta,y Ben se levanta del
regazo de la extraña y anda rápidamente hacia su madre. Doblándose de inmediato para
recibirle, su madre le coge en brazos. Se pega a ella y deja de llorar inmediatamente. Después
de un abrazo fuerte, Ben se endereza y, al irse la extraña, se da la vuelta y la saluda con la
mano, lo que le provoca risa a su madre y a decir “adiós” por él. Ben se pone de pie en el
regazo de su madre, y después de mirar alrededor de la habitación, rápidamente se abraza a su
cuello una vez más. Muy pronto, sin embargo, empieza a hablar con ella sobre las luces, los
juguetes, y otros objetos. Ella le ayuda a bajarse y él empieza a explorar a fondo el entorno una
vez más.
Antes del comienzo del nuevo episodio, un golpe en la ventana unidireccional indica a la madre
que debe salir de nuevo. Ben la sigue corriendo a la puerta y le agarra su mano. Ella es firme,
suavemente suelta la mano mientra que le reasegura que va a volver.
Segunda separación: el niño solo. Ben empieza a llorar, llamando inmediatamente. Parece
altamente angustiado y este episodio “del infante a solas” se acaba inmediatamente.
Separación continuada de la madre, pero el extraño vuelve. Esta vez, la extraña no puede ni
calmar ni distraer a Ben, y su llamada apasionada con los brazos extendidos hacia la puerta,
continúa (“¡Mamá! ´¡Mamá!”). Este episodio lo terminamos también rápidamente.
Segunda y última reunión. Siguiendo con nuestras instrucciones, la madre de Ben de nuevo se
para un momento en la entrada y Ben se va hacia ella tan rápido como puede, con los brazos
extendidos hacia arriba. Una vez más (aunque esta vez se le había instruido que lo hiciera),
ella le coge en brazos y le da un abrazo. Se pega a ella y apoya su cabeza en el hombro con
un sollozo pequeño y suave mientras ella lo lleva para sentarle en su regazo en la silla. La
madre dice, “bueno, me fui un minuto, pero he vuelto, ¿no?” Con un sollozo más, ahora casi
contento, el niño se agarra al cuello de ella, se sienta, y mira alrededor de la habitación.
La extraña se va, y Ben saluda, da a su madre un abrazo, y vuelve a saludar una vez más,
diciendo “adiós”. La madre se ríe suavemente diciendo “adiós” y Ben empieza una exploración
activa y contenta de la habitación.
Quizás la cualidad más sorprendente de este drama (y la mayoría de los observadores así lo
viven) es que Ben, que llamaba o lloraba apasionadamente en cada separación, se calma
inmediatamente tras el regreso de su madre. Así pues él nos muestra la flexibilidad de la
atención a lo largo de todo el procedimiento, jugando cuando la madre está presente, llorando y
llamándola cuando está ausente, y -siguiendo un abrazo corto- volviendo a jugar cuando ella
regresa a la habitación. (Creo que fue Inge Bretherton quien primero se dio cuenta que la
situación extraña cuando se realiza con niños con apego seguro, tiene la forma dramática
prototípica de “el niño quiere a la niña, el niño pierde a la niña, el niño recupera a la niña”).
En la muestra de Baltimore, las respuestas en la situación extraña, que se parecían mucho a la
de Ben (10) estaban relacionadas con la sensibilidad de la madre a las señales y
comunicaciones del infante, y a la tendencia de la madre de ser rápida y reconfortante al
responder al malestar (Ainsworth y otros 1978). La seguridad también estaba asociada con una
forma tierna y cuidadosa de llevarlo en brazos, y con una dosificación sincronizada de las
interacciones cara a cara. Como no cabía esperar otra cosa, los niños seguros en sus casas
mostraban muy poca ansiedad, y era muy poco probable que lloraran cuando sus madres se
movían de habitación en habitación por la casa.
Sabiendo lo que sabemos sobre la probabilidad de la respuesta sensible de la madre de Ben
cuando él está angustiado en casa, podemos ver su respuesta a la situación extraña como un
resultado natural de sus expectativas. Las repetidas interacciones que han sido
internalizadas---las RIGS de Stern (1985)- le proveen a Ben por lo menos un modelo primitivo
de su madre como tendiente a responder a cualquier expresión de angustia, y ella ha
respondido una vez más en este entorno desconocido. De forma muy simple, esto explica la
flexibilidad de la atención de Ben. Porque no ha sido rechazado, no tiene ninguna dificultad en
expresar la angustia frente a la separación o en correr hacia su madre inmediatamente al
reunirse. Lo que es más, como la sensibilidad de respuesta de su madre es predecible, Ben se
relaja y juega en su presencia; si ella se vuelve a marchar, él claramente protestará una vez
más y ella ciertamente volverá rápidamente.
Los estudios realizados con una muestra de gente pobre en Minnesota, cuyos pioneros fueron
Sroufe, Egeland y sus colegas (ver Suess, Grossmann, y Sroufe 1992 para una muestra
alemana comparable) demostraron que las relaciones entre iguales de los niños seguros con
sus madres durante la infancia, tienen mucha probabilidad de ser positivas y que estos niños
tienen más probabilidades que otros de ser líderes. Sus profesores (que desconocián
totalmente su forma de apego) típicamente consideraban a estos niños como poseyendo un
yo-resistente, y los trataban de forma realista. Los niños con apego seguros no victimizan a
otros niños ni son victimizados por ellos, ya que los victimizadores de los grupos a los que
pertenecían los encuentran asertivos (Troy y Sroufe 1987; Weinfield y otros 1999).
Consideremos ahora lo que sabemos acerca niños de seis años que son como Ben. Main y
Cassidy (1988) encontraron que después de una separación de una hora de larga de sus
madres, los niños de apego seguro típicamente saludarían a su padre o madre inmediatamente
pero calmadamente expresan placer e interés. Estos resultados han sido reproducidos en varias
muestras de bajo riesgo (ver, por ejemplo, Wartner y otros 1994).
El foco de nuestra presentación original (Main, Kaplan, y Cassidy 1985), sin embargo, estaba
puesto en si los procesos representacionales podían ser predecibles a partir de la conducta
temprana en la situación extraña. Aquí Kaplan (ver también Kaplan 1987) utilizó una
adaptación del Test de Angustia de Separación (SAT) de Haansburg (1972) que se centra en
las descripciones de los participantes sobre respuestas probables a fotos o dibujos de
separaciones entre padres y adolescentes. Junto con nuestro estudio longitudinal, Kaplan
presentó a cada niño de 6 años un conjunto de dibujos-fotos (sacadas de Klagsbrun y Bolwby
(1976) y diseñadas específicamente para niños más pequeños), que mostraban separaciones
que iban desde un beso de buenas noches hasta un viaje de dos semanas. Según se
presentaba cada lamina se le preguntaba al niño cómo se sentiría probablemente el niño del
dibujo y qué era lo más probable que hiciese el niño. Kaplan revisó el sistema original de
análisis, eligiendo transcribir y después estudiar las respuestas de los niños. Dos cualidades
distinguían a los niños de apego seguro como Ben. Primero, estaban abiertos emocionalmente
a cómo podría sentirse el niño del dibujo (“pienso que ese niñito debe sentirse muy triste,” o
“creo que ella se está enfadando mucho con esto”). Al mismo tiempo, presentaban ideas
constructivas con respecto a lo que el niño de la foto podría hacer (“Bueno, podría llamar a
alguno de los padres de sus amigos y decirles que vengan a quedarse con él”).
Esto sugiere que un niño de apego seguro puede tanto aceptar que algo imprevisto ha ocurrido
como imaginar una forma de “resolver” esta crisis constructivamente. Resultados similares a los
nuestros fueron hallados en la muestra de niños pobres de Minnesota, en la cual se estudió el
juego libre con arena, en vez de narrativas sobre separaciones. Aquí Rosenberg (1984)
encontró que—en curioso contraste con los niños de apego inseguro—los niños de apego
seguro tendían a: (a) inventar una crisis –“ ¡Oh! ¡Oh! ¡El tigre se come al niñito!”—y después (b)
seguirla con un final feliz—“¡Y después el tigre lo escupe! Y el niño está bien otra vez”.
(Utilizando el juego con muñecos para estudiar las separaciones, se observaron respuestas
similares a las obtenidas por Kaplan y Rosenberg en niños con apego seguro en el estudio de
Solomon, George y Dejong [1995]).
Al intentar contestar a la pregunta de cómo una narrativa de “crisis – solución” ha resultado
estar tan curiosamente asociada con el apego seguro a la madre en tres muestras
independientes es útil considerar la conducta en la situación extraña de infantes tratados con
sensibilidad, donde el niño (1-2 años) responde abierta y emocionalmente cuando se enfrenta a
una crisis, pero “la resuelve” llorando y consiguiendo recuperar de nuevo con éxito al padre,
creando así un final feliz. La capacidad para crear activamente una crisis que resolver es
especialmente demostrativa: aparentemente los niños seguros en la muestra de Minnesota
podían crear (en el juego) situaciones de peligro conscientes de que encontrarían un final feliz.
En Berkeley, Amy Strage y yo desarrollamos un sistema para codificar el discurso
progenitor-niño (conversación) de las transcripciones de nuestros videos sobre las reuniones
tras la separación en los niños al sexto año (Strage y Main, 1985; Main, 1995).
Sorprendentemente, la conversación tanto de la díada infante-madre como de la díada
infante-padre, reflejaba la conducta del niño ante la situación extraña cinco años antes con el
mismo progenitor. En otras palabras, un niño seguro con su madre pero evitativo con su padre
en la infancia, será suelto en el discurso con su madre (ver más abajo), pero inhibido en el
discurso con el padre cinco años después. (Como en todos los estudios revisados aquí, la
persona que codificaba los diálogos, por supuesto, no estaba informado de la conducta del
infante ante la situación extraña). En una conversación fluida, como la siguiente entre Ben y su
madre, las preguntas se dirigen y se contestan con contribución de ambas partes, para impulsar
el diálogo, y los temas no están restringidos:
Madre (al entrar): Hola, Ben. ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo? (Nótese
que esta pregunta es “abierta,” dándole a Ben la oportunidad de extenderse sobre sus
experiencias más recientes).
Ben: Bueno. He hecho algunos dibujos. Hay uno en la pared, allí. Y he mirado algunas
fotos, y he contestado algunas preguntas sobre un niño. Las fotos estaban un poco
pasadas de moda. Mamá, mira la mesa.
Madre: ¡Oh! ¡No es una mesa ya! ¡Es un arenero!
Ben: ¡Sí! Ella (la eximinadora) quitó la tapa, y allí estaba toda la arena, e hice una
granja, ¿ves? Con muchos animales, y este perro pastor aquí les cuida.
Madre: Sí, eso veo. Y aquí está el perro pastor, y se parece a nuestro Rumpus.
Ben: No, no se parece. Porque Rumpus está gordo. Quiero decir, que es un gran perro,
pero no se parece a este perro. Rumpus está gordo.
Madre: ¡Adivina quién le da de comer! ¡Tú! (Ambos se ríen)
Ben: Bien. Le voy a cambiar el nombre. ¿Qué te parece Porky?
A todos los niños de nuestra muestra se les pidió que hiciesen un dibujo de sus familias al
principio de la sesión de laboratorio. (Los padres estaban ausentes en este momento mientras
se les administraba la Entrevista de Apego para Adultos). Los niños con apego seguro
típicamente producían un dibujo que mostraba figuras centradas y apoyadas, de tamaño
moderado, con distancias moderadas entre uno y otro, y – de acuerdo con el nivel de habilidad
para dibujar –, detalladss y bien diferenciadas. Aunque las expresiones faciales eran
ordinariamente agradables y tranquilas, no todas las figuras necesariamente estaban sonriendo.
Los miembros de la familia, sin embargo, eran dibujados a menudo como de pie con los brazos
extendidos, como si estuviesen listos para abrazar a una persona que pudiese entrar en el
dibujo.
Aunque hay algo simbólico en la representación de tal postura, esta postura puede ser
fácilmente asumida de hecho y, por lo tanto, estos dibujos no pueden ser considerados
fundamentalmente como no realistas. Los niños seguros también tuvieron una respuesta
realista a la foto familiar tomada al comienzo de la sesión de laboratorio, y que se les enseñó
durante la separación. Típicamente, aceptaban la foto indicando placer (“la camisa se parece a
la mía, ¿eh?”), y la devolvían.
Adrián
Lo siguiente es una revisión de la narrativa de una situación extraña grabada en video con un
infante de apego evitativo:
Adrián es un niño delgado, de apariencia seria, en cuya cara de alguna forma falta el
afecto. Su madre está bien arreglada y es rápida y decidida en sus movimientos.
Adrián juego con los juguetes en el episodio de apertura, y es neutral pero acepta la
aproximación del extraño. No da muestra visible de notar que su madre se va, y juega
con la extraña durante los tres minutos completos sin siquiera mirar a la puerta.
La primera reunión empieza cuando su madre aparece en la puerta y le llama. Adrián se
inclina – de hecho, casi se agacha – sobre el juguete con el que estaba jugando, y gira
su cuerpo, apartándose ligeramente de ella. Cuando ella se acerca más, Adrián se
dobla sutilmente hacia abajo y más lejos. La madre se acerca, se va a su silla,
comentando sobre los juguetes con los que está jugando Adrián, y tratando de dirigir su
atención hacia los nuevos. Él sigue mirando fijamente hacia fuera.
Cuando su madre sale de la habitación la segunda vez, Adrián está totalmente solo.
Sorprendentemente, no muestra ninguna reacción afectiva y continúa centrándose en
los juguetes durante los tres minutos enteros. Cuando entra la extraña hay poco cambio
en la conducta de Adrián. Sin embargo, si acaso, es más amistoso con la extraña que
con su madre.
En la segunda reunión, Adrián hace un pequeño sonido de displacer al oir la llamada de
su madre (“¡unh!”), y se vuelve hacia otro lado cuando ella se acerca. Cuando ella se
agacha hacia él, él se dobla y se pone ligeramente rígido. Cogiéndole en sus brazos
mientras ella se pone de pie, ella intenta atraer su atención pero Adrián permanece sin
expresión y se inclina hacia fuera, señalando de una manera neutral un juguete del
suelo. La madre le baja y comenta sobre su interés en el juguete.
Dos minutos más tarde se termina el procedimiento. Adrián ni ha mirado a su madre ni
ha atendido a su conversación una sóla vez.
La mayoría de los observadores responden con un aburrimiento considerable a los
procedimientos de la situación extraña tratando de involucrar a infantes evitativos. No hay una
subida o bajada de la emoción dramática, no hay crisis seguida de final feliz. De hecho, parece
que no ha pasado nada en absoluto.
Las historias de Ainsworth revelaron que el patrón de apego evitativo, igual que el de tipo
seguro, tenía una base interaccional (Ainsworth y otros, 1978). La evitación del infante estaba
asociada específicamente con el rechazo de la madre de la conducta de apego, tanto
expresada indirectamente en comentarios indicando fastidio de haber tenido al infante, como
observada directamente en su aversión al contacto táctil. Algunas madres de niños evitativos
sutilmente se echaban hacia atrás cuando el infante intentaba tocarlas y algunas se sentaban
en posturas que prohibían el acercamiento.
Puede que inicialmente sorprenda a los lectores saber que los cuatro infantes más evitativos de
Ainsworth exhibieron una ansiedad alta y malestar incluso cuando sus madres se movían de
habitación en habitación en sus casas. Este hallazgo, sin embargo, era, siguiendo el concepto
de Ainsworth de evitación, como un tipo de defensa prodrómica frente a la ansiedad y la rabia
provocadas en situaciones inusualmente estresantes. En análisis llevados a cabo en Berkeley,
encontré que las puntuaciones (por definición, sin afecto) de la evitación de la madre durante la
situación extraña estaban en contraste altamente relacionadas con el grado en que el infante
mostraba conductas de rabia hacia la madre en casa. Sin embargo, a pesar del hecho de que ni
el enfado ni la ansiedad tenían una posibilidad de expresión directa en la situación extraña,
estudios posteriores llevados a cabo por Sroufe y Waters(1977), y más recientemente por
Spangler y Grossmann (1993,1999), indican que durante el procedimiento de la situación
extraña, los infantes evitativos experimentan un malestar o angustia considerable a un nivel
fisiológico.
Los niños en la muestra de pobreza de Minnesota que habían sido evitativos de su madre en la
infancia tendían mucho más que otros a perseguir e intentar victimizar a sus compañeros en el
colegio (Troy y Sroufe 1987). Además los profesores que trabajaban con estos niños tendían a
rechazarles más que a aquellos que habían tenido un apego seguro o ambivalente. Así pues,
en aquel momento parecía que los pequeños rechazados por sus madres en la infancia tendían
a despertar rechazo por parte de personas nuevas (Sroufe y Fleeson 1986; ver también
Weinfield et al. 1999).
En las reuniones del sexto año grabadas en video en nuestra propia muesta y en muestras
sucesivas, los niños evitadores de su madre en la infancia la evitaban de nuevo (aunque más
sutilmente), hablando mínimamente cuando se dirigían a ellas, a la vez que se mantenían
ocupados con la mirada e incluso con el cuerpo a menudo dirigido hacia otro lado. En general
las puntuaciones de evitación de cualquier progenitor a la edad de seis años habían sido
altamente predecibles con el mismo progenitor cinco años antes. Strage y yo encontramos que
las conversaciones en las díadas evitativas estaban muy limitadas. El progenitor tendía a hacer
sólo preguntas retóricas o de si o no, ninguna de las cuales anima a un verdadero diálogo. La
discusión se centra principalmente en objetos inanimados, tanto el padre como el niño son
”minimizadores” de la conversación y a menudo hay pausas precediendo a una respuesta:
Madre (al entrar): Hola Adrian ¿te lo has pasado bien? ¿Te has divertido? (Nótese que
no se requiere una respuesta amplia a dichas preguntas. Es más la respuesta del niño
está guiada hacia la contestación entusiasta “si”).
Adrian (seguido de una pequeña pausa): “... Sí.
Madre “¿No es fantastico? Uy hay un arenero completo allí. Y un perro también”.
Adrian (seguido de una segunda pequeña pausa): “... sí es un arenero.”
En su estudio de las narrativas de los niños cuando observaron dibujos de separaciones entre
progenitores e hijos, Kaplan (1987) encontró una forma inesperada de respuesta que
identificaba los niños previamente evitativos. Mientras que ella esperaba que estos niños
describiesen al niño del dibujo como no sintiendo “nada” durante la separación, por el contrario,
a menudo expresaban sentimientos apropiados (“triste, pienso que está triste”) con respecto al
niño del dibujo. Sin embargo, en profundo contraste con los niños seguros, no podían pensar
en nada que el niño del dibujo podría hacer con respecto a la separación, típicamente
respondían “no lo sé, no lo sé,” o “nada, tal vez salir corriendo.”
Los dibujos de la familia de los niños evitativos que hemos descrito como invulnerables a
menudo presentaban figuras flotando en el aire, y muy separadas, poco diferenciadas, con
sonrisas estereotipadas. Sorprendentemente, uno o dos niños, sin embargo, menudo dibujaban
uno o más de los individuos sin brazos (la versión materna temprana al contacto táctil debe ser
recordada aquí), incluso cuando otros aspectos del dibujo indicaban que el dibujar brazos
estaba dentro de las capacidades de dibujar del niño (Kaplan y Main, 1984, 9186). (11) En los
dibujos realistas de los niños seguros, las personas no flotan en el aire, ni pierden brazos.
Es llamativo comparar el tratamiento poco realista que los niños evitativos hacen de una
petición orientada a la realidad como la de “dibuja tu familia” con sus respuestas al presentarles
la fotografía familiar. Aquí, sorprendentemente, los niños evitativos de la madre cuando eran
infantes frecuentemente se negaron a coger la foto, miraron hacia otro sitio, dieron la espalda e
incluso pusieron la foto boca abajo. En otras palabras, mientras que los dibujos familiares
estaban a menudo llenos de simbolismo (quizás no intencionado), por el contrario trataron lo
que era sólo un símbolo o una representación como si fuera real.
Cecilia
Esta narrativa refleja la respuesta en la situación extraña de un infante
ambivalente/resistente:
Cecilia muestra incomodidad inmediatamente al verse en el entorno no familiar del
laboratorio, aunque estaba presente su madre – una mujer de apariencia abrumada y
ligeramente desarreglada. Cuando entra la extraña, Cecilia mira con sospecha e
incomodidad y se niega a involucrarse en juegos interactivos. Inmediatamente después
de la separación, empieza a llorar, a la vez que resiste con rabia los intentos de la
extraña para calmarla.
Al reunirse con su madre, Cecilia llora a gritos; cuando se le coge en brazos no se calma
sino que continúa llorando contrneándose incómodamente en el regazo de su madre.
No se calma ni después que su madre le ha cogido durante un minuto completo.
Cuando su madre intenta interesarla en los juguetes, la niña mira momentáneamente
alrededor de la habitación y luego se da la vuelta para volverse a colgar a su madre,
llorando y aparentemente todavía incómoda. La madre repite: “tranquilízate,
tranquilízate, estás bien,” pero Cecilia se niega a bajarse de su regazo o a ponerse a
jugar.
Cuando la madre se vuelve a marchar, Cecilia empieza a llorar a gritos y gatea hacia la
puerta. La extraña entra inmediatamente, pero Cecilia rechaza sus iniciativas con
enfado.
La madre vuelve inmediatamente según se la instruye y después de una larga pausa, en
la que ella mira mientras Cecilia continua llorando, la coge y la sujeta en brazos. Sin
embargo, cuando ella trata de bajarla, Cecilia se tira hacia atrás en un movimiento de
rabieta. Cuando su madre se acerca para consolarla, su llanto aumenta, cierra los ojos,
retorciéndose. Dos minutos más tarde, Cecilia permanece centrada en su madre,
agarrada a sus rodillas y lloriqueando de forma petulante e insatisfecha. No ha llegado
nunca a involucrarse con los juguetes.
Los observadores tienden a responder a este escenario con irritación hacia uno o hacia los dos
miembros de la díada. Nótese, además, como al igual que en el caso de Adrián, hay ausencia
de una trama narrativa. Cecilia estaba angustiada desde el principio, haciendo dramáticamente
insignificante el que también estuviese angustiada durante la separación y mucho después de la
vuelta de su madre.
En la muestra de Baltimore de Ainsworth, la conducta ambivalente/resistente se asoció con
insensibilidad materna hacia las señales del infante – específicamente con la impredecibilidad
de respuesta – pero no con rechazo. Las madres de estos bebés también demostraron ser
ineptas para cogerlos en brazos y no contingentes en compaginar las interacciones cara a cara.
Ainsworth también notó informalmente que estas madres parecían desanimar la autonomía
(Ainsworth et al. 1978; Cassidy y Berlin, 1994).
Al observarles en la guardería, los niños como Cecilia tienden a ser “tratados como bebés” por
sus profesoras; es decir, no se espera de ellos que jueguen de forma tan independiente como
otros niños, y se les trata como mucho más pequeños de lo que son (Sroufe y Fleeson, 1986).
Mientras que niños como Ben no les matonearían, estos niños son una presa fácil para niños
evitativos como Adrián (Troy y Sroufe, 1987).
Cuando estos niños tienen seis años, aparece una sutil ambivalencia frente a la reunión,
acompañada por lo que a veces parecen expresiones de afecto exageradas (Main y Cassidy,
1988). Por ejemplo, algunos pueden echar un brazo sobre el padre, inclinando la cabeza y
mirando la cámara – pero el mismo niño que hace esto en un momento puede apartarse
impacientemente acto seguido. Había demasiados pocos niños de éstos como para identificar
un patrón de discurso en nuestra muestra original, pero combinando la nuestra y otras
muestras, observamos lo que a nosotros nos pareció como un foco excesivo en los
sentimientos y en la relación:
Madre: Estoy tan cansada. Tú no te cansaste también, ¿verdad cariño? Pareces
agotada.
Cecilia: Sí, yo también me cansé. Te fuiste durante un tiempo muy largo. ¿Ves?
No nos podemos sentar juntas en la mesa más, la señora quitó la tapa.
Madre: Ven y siéntate en el regazo de mamá. No nos podemos sentar en la
arena. Apuesto a que me echaste de menos.
(Cecilia se sienta y se contonea incómodamente como si desease retirarse del
contacto)
Madre: Cariño, cálmate. Trata de ponerte cómoda, ¿vale?
Sólo unos pocos niños como Cecilia estaban disponibles para el estudio de Kaplan (1987), pero
sus respuestas parecían reflejar su ambivalencia anterior. Uno describió al niño del dibujo
como corriendo detrás de los padres, pero después les disparaba. Otro habló de darles flores a
los padres al reunirse, pero después escondía las ropas de éstos. Los dibujos de familia de
niños como Cecilia a los seis años fueron llamados vulnerables (Kaplan y Main, 1984, 1986).
Representaban figuras típicamente demasiado grandes o demasiado pequeñas (por ejemplo,
una familia muy pequeñita junta en una esquina de la hoja). En otros ejemplos se enfatizaba
los aspectos blandos y vulnerables de los cuerpos como por ejemplo en estómagos grandes y
redondos con ombligos. La foto parecía molestar a estos (pocos) niños: uno se movía
incómodamente y después de pellizcaba la piel.
Resumen
Ahora resumiré nuestra teoría con respecto al estudio original de Baltimore de Ainsworth.
Primero,según el punto de vista de Ainsworth, cada uno de estos infantes, sin lugar a dudas,
había desarrollado un apego hacia la madre que era claramente observable dentro del hogar.
Sin embargo, para seis de los infantes la conducta de apego estaba ausente bajo el estrés del
procedimiento de la situación extraña, mientras que para cuatro el estrés estaba amplificado y
claramente sustituía la exploración. En profundo contraste con las expectativas de Bowlby, así
como de las nuestras, Ainsworth encontró que la organización del apego hacia la madre difería
en los infantes, en concordancia sistemática con la forma en que la madre había respondido a
los símbolos y comunicación del infante durante el primer año de vida. Como se esperaba, para
la mayoría de los infantes, el procedimiento despertaba sólo conducta de apego y exploratoria.
Para los niños bajo el peso impuesto a largo plazo por las formas variables de insensibilidad
materna aparecieron patrones de respuesta adicionales no anticipados (ver Kris 1956; Sandler
1967), que interferían con la expresión del apego (evitación), o con la habilidad del infante para
involucrarse con el entorno (resistencia).
He propuesto que cada una de estas tres categorías tradicionales de la situación extraña debe
ser considerada como organizada (ver Main, 1995), ya que, tanto la conducta como la atención
(ya sea flexible o inflexible), es consistente, y además es comprensible como una estrategia de
adaptación con respecto a la condición en la cual el infante se encuentra (por ejemplo la
situación de cuidado). Utilizando un paradigma evolucionista, he propuesto, adicionalmente, que
los patrones inseguros de apego organizados pueden ser considerados como estrategias
condicionales para mantener la proximidad con un padre cuyo grado de respuesta es
inconsistente o limitado de alguna otra forma (ejemplo, Main, 1995). Así, mientras que una
respuesta segura a la situación extraña es flexible y el infante rápidamente varía su foco de
atención al cambiar las circunstancias, las formas inseguras de organización pueden apoyarse
en tipos específicos de restricciones en los patrones de atención y de conducta. El infante
inseguro/evitativo puede ser considerado como manteniendo una organización conductual a lo
largo de todo el procedimiento a través de desviar la atención tanto respecto del padre como del
estrés de la separación. Este cambio en la atención, creo que se mantiene centrándose en los
juguetes y en otros aspectos del entorno inanimado. En contraste, el infante inseguro –
resistente / ambivalente puede mantener la organización conductual a través de centrarse de
forma singular en el padre lo que, por supuesto, impide que la atención “fluctue” hacia la
exploración de la habitación y de los juguetes.
Entonces, en esencia, los infantes inseguros parecen permanecer organizados bajo el estrés,
concentrándose insistentemente en sólo un aspecto de lo que les rodea. Como el patrón
relativamente rígido de los procesos de atención y de conducta que observamos en infantes
rechazados y tratados de forma inconsistente bajo estrés, la inflexibilidad de la atención volverá
a aparecer en el discurso de sus padres cuando a éstos se les pide comentar sus experiencias
relacionadas con el apego.
Notas de la autora
1. Para ahorrar espacio, este artículo y el artículo que lo acompaña (Hesse y Main 2000) en este tomo
del Journal of the American Psychoanalytic Association, comparten una lista de referencias
bibliográficas, que son las que aparecen al final. Además, muchas citas individuales no han sido
incluidas. Los autores lamentan estas exigencias; sin embargo, los lectores interesados podrán encontrar
los estudios individuales mencionados en el citado resumen y artículos de revisión.
2. Las categorías desorganizada / desorientada del apego del infante, del niño y del adulto son descritas
en un artículo adjunto (Hesse y Main 2000; en este tomo del Journal of the American Psychoanalytic
Association).
3. Discusiones sobre el apego en lo que atañen en particular al trabajo clínico pueden ser halladas en dos
tomos de Consulting & Clinical Psychology (1996; Tomo 64, Números 1 y 2) y dos ejemplares de
Psychoanalytic Inquiry (1999; Tomo.19, Números 4 y 5); la revista Attachment and Human Development,
y muchos capítulos escritos por clínicos para el Handbook of Attachment (Cassidy and Shaver 1999).
4. Mientrás que Bowlby comenzó con un énfasis en la conducta de los infantes y niños pequeños,
propuso que los vínculos de apego existen durante toda la vida, como se ve,por ejemplo, en la conducta
de base segura que lleva a los miembros de una pareja a apoyarse el uno al otro en momentos de estrés
(ver también Hazan y Shaver 1994; Simpson y Rholes 1998), y en las respuestas frente a la muerte del
compañero, (ver Bowlby 1980).
5. La conducta y el lenguaje de algunos individuos no están lo suficientemente organizados como para
poderlo ubicar en una sola categoría. Algunos infantes ,al igual que algunos adultos, son repetidamente
inclasificables por lo que una quinta categoría “no clasificable” se está utilizando cada vez más, (Hesse
1996.1999ª).
6. Más tarde, una cuarta categoría de la conducta del infante en la situación extraña fue desarrollada y
descrita por Judith Solomon y yo (Hesse y Main 2000; este tomo), que llamamos desorganizada/
desorientada.
7. Entre estos métodos debo destacar que la evaluación del apego a partir de la conducta en la reunión a
los seis años de edad ha sido ampliamente reproducida en lo que respecta a la relación de apego en el
primer año de vida, así como también lo ha sido la evaluación de Kaplan de la respuesta de los niños
frente a narrativas relacionadas con la separación (ver Solomon y George 1999 para una revisión). Las
respuestas de los niños en el dibujo familiar también se pueden predecir a partir de la conducta hacia la
madre en la situación extraña en la muestra de Minnesota; pero, también, han habido varios estudios que
no han podido reproducirse por lo que los dibujos sobre la familia no deben ser utilizados nunca como
una forma de evaluar el apego con una sola herramienta (ver Main1995). Hasta donde sabemos, el
análisis de las transcripciones de las reuniones niño-padres y la respuesta de los niños a la presentación
de una foto familiar son propias de nuestra muestra.
8. Para tres de los 26 infantes no se realizó el procedimiento o fue inválido (debido a enfermedad del
infante por ejemplo).
9. Muchas investigaciones subsiguientes, tal como nuestro estudio del Area de la Bahía de San Francisco
de 189 familias, han mostrado que la respuesta del infante hacia uno de los padres no indica cómo
responderá ante el otro. En otras palabras, un infante seguro con la madre podría perfectamente ser
evitativo con el padre. Estos hallazgos son, por supuesto, consonantes con la propuesta de que la
respuesta en la situación extraña hacia una persona representa una historia de interacción específica
más que el temperamento del infante. En el apéndice 1 se comenta que para la mayoría de los infantes
organizados en las muestras de bajo riesgo, los factores constitucionales probablemente juegan un
papel asimismo limitado.
10. Un meta-análisis que relacionaba varios esfuerzos de evaluar la sensibilidad materna con la conducta
en la situación extraña (de Wolff y van Ijzendoorn 1997) halló una asociación significativa pero modesta,
(con resultados más sólidos cuando el método de evaluar la sensibilidad materna y la muestra se
aproximaban más al de Ainsworth). Este resultado no es sorprendente dado el hecho de que no hay
disponible información acerca de cómo evaluar la sensibilidad y no hay investigadores que hayan
evaluado la sensibilidad a lo largo de períodos de tiempo comparable a la de Ainsworth.
11. Para probar esta inferencia, Nancy Kaplan y yo pedimos una vez informalmente a niños en las
diferentes categorías de apego que dibujasen sus familias y que dibujasen un osito de peluche. Varios de
los niños evitativos una vez más dibujaron a miembros de la familia sin brazos pero dibujaron el osito con
brazos y patas completas, incluso con sus pezuñas.
12. Puede obtenerse el protocolo de entrevista escribiendo a Mary Main o a Erik Hesse en el
Departamento de Psicología de la Universidad de California en Berkeley, Berkeley, CA 94720, o por fax +
1 510 642 52 93. También se dará información en cuanto a formación en el análisis de la entrevista y un
listado de los entrenadores certificados en este momento.
13. Muchos lectores ya estarán familiarizados con métodos de evaluación del apego romántico a través
del auto-informe en el cual los sujetos se identifican a si mismos (ya sea a través de autoclasificaciones
o en respuesta a items individuales) como por ejemplo, seguros, desentendidos o preocupados (y
algunas veces como temerosos). Estos estudios presentan resultados interesantes pero no tienen
relación o tienen muy poca con la Entrevista de Apego del Adulto (ver Crowell, Fraley y Shaver 1999;
Hesse 1999ª). Los auto-informes sobre la relación con la madre o con los padres también muestran
poca o ninguna relación con la Entrevista de Apego del Adulto, (ver un estudio anterior realizado por
Hamilton en la revisión de Hesse 1999b).
14. Los críticos de Grice han observado que las conversaciones de los “verdaderos” entrevistados muy
pocas veces siguen su principio de cooperación ideal, pero esto no es un problema preocupante para
nuestro sistema, en el cual los grados relativos de adherencia a estas máximas han sido examinados a
través de varios entrevistados. Nosotros damos nuestra puntuación más alta (nueve) por coherencia en
su transcripción a muchos entrevistados que muestran transgresiones menores, como por ejemplo: “Si
verdaderamente quiere que le cuente esa parte de mi vida, va a ser una historia tremendamente larga”.
15. Somos conscientes de que la memoria es un proceso de construcción y reconstrucción; incluso en el
caso de individuos seguros (cuyas narrativas son consistentes internamente) los recuerdos pueden ser
inexactos.
16. Uno de los indicadores de un estado mental seguro con respecto al apego es una conciencia viva,
alerta a los efectos no deseados de los procesos inconscientes de tal forma que está afirmación es
tomada como un indicador de seguridad. Como recordara el lector el entrevistado seguro-autónomo del
que hablamos anteriormente informaba acerca de su frustración al verse en ocasiones actuar como su
propia madre intrusiva y enfadada.
17. Como la próxima entrevistada, ella podría sin embargo ser colocada en una subcategoría menos
prototípicamente segura de la EAA que lo que cabría esperar por ejemplo para la madre de un niño
como Ben.
18. En nuestra muestra, las situaciones extrañas se recogieron con el padre y también con la madre para
cada niño. Aunque, como dijimos anteriormente, la EAA del padre predice la conducta del infante hacia el
padre en la situación extraña así como la sensibilidad del padre hacia el infante (van Ijzendoorn 1995); la
conducta en la situación extraña hacia el padre no estaba relacionada con las respuestas de los
adolescentes a la EAA en nuestra muestra.
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Mary Main: profesora de Psicología, Universidad de California.