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NÚMERO 008 2001

Revista Internacional de Psicoanálisis Aperturas 8

Las categorías organizadas del apego en


el infante, en el niño, y en el adulto;
atención flexible versus inflexible bajo
estrés relacionado con el apego
Autor: ​Main, Mary
Palabras clave
Apego seguro, Apego ambivalente, Apego evitativo, Atencion flexible/inflexible, Entrevista
de apego del adulto (eaa), Modelos internos operativos.

The organized categories of infant, child, and adult attachment: Flexible vs. inflexible attention
under attachment-related stress. ​Publicado originalmente en ​Journal of the American
Psychoanalytic Association, vol. 48, no. 4, p.1055- 1127 (2000)​. Copyright del JAPA 2000.
Traducido y publicado con autorización del Journal of the American Psychoanalytic Association.
Este trabajo ganó el premio del Journal of the American Psychoanalytic Association del 2000.
Traducido por Raquel Meizoso Muñoz

Resumen
Desde una perspectiva evolucionista, un mecanismo central que promueve la
supervivencia del infante es el mantenimiento de la proximidad a las figuras de
apego. En consecuencia, la(s) figura(s) de apego representan la solución principal
del niño frente a las experiencias de miedo. Algunos aspectos de los avances en el
terreno del apego se delinean dentro de este contexto, empezando con la teoría
etológica/evolutiva de Bowlby, y continuando con las primeras descripciones de
Ainsworth sobre la interacción entre la madre y el bebe en Uganda y Baltimore.
Utilizando un procedimiento de laboratorio llamado la situación extraña, Ainsworth
identificó tres patrones organizados de respuestas infantiles ante la separación y la
reunión con la madre. Se aportarán narraciones derivadas de la conducta ante la
situación extraña grabadas en vídeo de los niños en cada categoría (seguro,
evitativo y ambivalente, junto con una discusión de las secuelas prototípicas de cada
categoría (e.j. conducta en el colegio, narraciones relacionadas con la separación y
dibujos a la edad de seis años). La “Entrevista del Apego del Adulto” (EAA) también
es descrita así como el movimiento hacia el nivel de la representación. Las
transcripciones de las entrevistas EAA se analizan actualmente según la capacidad
del que habla para adherirse a las máximas de Grice sobre el discurso racional
cooperativo, y se han identificado tres categorías de “Entrevista del Apego del
Adulto” del tipo organizado, o estados mentales con respecto al apego,
(autónomo-seguro, desentendido y preocupado). Cuando se administra la entrevista
a padres que han sido observados con sus infantes en la situación extraña, cada
categoría de EAA nos ha mostrado repetidamente la posibilidad de predecir la
respuesta del niño hacia los padres en la situación extraña. Se proveen
ilustraciones del discurso característico de cada categoría y se observa que
individuos con historias aparentemente desfavorables tienen una prole segura
siempre y cuando su historia se narre coherentemente. Como en la conducta del
infante en la situación extraña, las diferencias en la seguridad del adulto
identificadas a través de patrón del discurso son interpretadas en términos de
flexibilidad o inflexibilidad de la atención bajo una situación de estrés relacionada
con el apego.
El objetivo principal de este trabajo es proporcionar una introducción al campo del apego. Con
esta intención, presento lo que puede ser el primer relato descriptivo completo de la conducta y
el lenguaje que usan los investigadores para identificar las tres categorías principales, u
organizadas, del apego del infante, del niño y del adulto, (1,2), y quisiera destacar que estas
categorías pueden ser entendidas en parte como reflejando grados relativos de flexibilidad de la
atención frente al estrés relacionado con el apego. Además, hago un énfasis considerable
sobre lo que yo creo que es, todavía, la profundidad no explorada de la relación entre el apego
y el uso del lenguaje.
Aunque concluiré sugiriendo que estamos entrando en una nueva era en el estudio del apego
(ver también Main, 1999) (3), hasta este momento el campo puede verse como habiéndose
desarrollado en tres fases principales. En la primera, John Bowlby, basándose en parte en
observaciones de primates no humanos, fijó su atención sobre el concepto de un sistema
conductual de apego que funciona para regular la seguridad del infante en los entornos en los
cuales originalmente evolucionamos (Bowlby 1969) (4) En este mismo volumen, describió la
teoría analítica como “un intento de explicar el funcionamiento de la personalidad tanto en sus
aspectos sanos como en los patológicos en lo que se refiere a la ontogénesis” (1969, pág 4).
Bowlby propuso que debería realizarse un enfoque más prospectivo y observacional – al
desarrollo de la represión, la defensa, la escisión, y otros procesos que permitan a los teóricos y
los investigadores trabajar hacia delante desde un acontecimiento particular, bien específico,
hasta sus secuelas. Bowlby escogió como punto de partida particular las respuestas de los
niños que habían sido separados de sus padres y colocados en entornos no familiares tales
como hospitales y residencias infantiles. Las secuelas de tales separaciones mayores
“traumáticas” incluyeron no sólo la aparición de ansiedad y ambivalencia con respeto a las
personas previamente queridas sino, también, eventualmente un estado de desapego
(indiferencia) en el cual se reprimían tanto sentimientos afectuosos como hostiles.
Mary Ainsworth encabezó la segunda fase del desarrollo de este campo con sus observaciones
naturalistas intensivas de la interacción entre la madre y el infante en los hogares de Kampala,
Uganda (Ainsworth, 1967), y de Baltimore, Maryland (Ainsworth et al, 1978). Junto con el
estudio de Baltimore, Ainsworth desarrolló el procedimiento de laboratorio conocido como la
situación extraña​. Aquí se usaban las respuestas del infante frente a separaciones muy breves
de uno de los padres, y reuniones con él, para clasificar la organización de su apego al padre
como ​seguro, evitativo, o resistente/ ambivalente (5). La organización segura se encontró que
era predecible a través de la sensibilidad de la madre a las señales del infante y las
comunicaciones en el hogar, mientras que las dos formas de organización de ​apego inseguro –
indiferente evitativo, y el abiertamente ansioso ​ambivalente/resistente – estaban relacionadas
respectivamente con rechazo materno y falta de predictibilidad (6). Sorprendentemente,
Ainsworth descubrió que las respuestas desfavorables en la forma de la reunión con los padres,
que previamente se habían asociado con infantes de dos y tres años de edad que habían tenido
separaciones importantes, podían aparecer en niños de doce meses que no habían sufrido
separaciones, con toda probabilidad simplemente como resultado del estrés acumulativo (Kriss,
1956; Sandler, 1967), impuesto por una respuesta materna limitada o impredecible.
Los hallazgos de Ainsworth fueron recibidos con gran entusiasmo y los investigadores
(particularmente Sroufe y Egeland en Minnesota), empezaron a realizar estudios que
empezaban, en vez de acabar, con la situación extraña. Aquí se estudiaba la conducta del niño
en situaciones escolares y pre-escolares. Los niños que habían estado seguros con sus
madres en la situación extraña durante la infancia, mostraron tener relaciones más favorables
que otros con sus compañeros y con los profesores (ver Weinfield et al., 1999).
La tercera etapa en el estudio del apego se abrió con “un movimiento hacia el nivel de la
representación” (Main, Kaplan, y Cassidy, 1985, pág. 66) que tuvo lugar a mediados de los
ochenta y que está mayoritariamente asociado con un estudio presentado en un trabajo
monográfico editado por Bretherton y Waters (1985). Mi propia preparación para este cambio
hacia un énfasis representacional en el estudio del apego, se apoyaba en parte en una revisión
anterior de una serie de películas desarrolladas por James y Joyce Robertson (1967-1972).
Mientras el trabajo de Ainsworth había mostrado que el rechazo repetido en la conducta de
apego por parte de la madre podía llevar al infante a evitarla en situaciones estresantes, las
películas de los Robertson sobre separación demostraban que en niños de 1-2 años, quienes,
con toda probabilidad nunca habían sido significativamente rechazados, podían evitar a sus
madres en base a cambios en procesos mentales o emocionales que tenían lugar en la
ausencia de interacción. Me llamó especialmente la atención la película “Thomas” (Robertson y
Robertson, 1967 –1972), en la cual a un niño de dos años que había disfrutado de una relación
previamente armoniosa con su madre, se le presentó una fotografía de ella durante su
ubicación en una familia de acogida, durante un período prolongado. Al principio Thomas
besaba y acariciaba la foto. Varios días más tarde, sin embargo, daba marcha atrás al verla,
mirando hacia abajo y se distraía con un juguete que llevaba. En respuesta a una presentación
final de la foto de su madre, Thomas activamente volteó la espalda con una expresión de
ansiedad. Como una fotografía no puede “comportarse,” no puede decirse que pueda haber
despertado las reacciones cambiantes de Thomas. Como Thomas además no había visto a su
madre durante este periodo, el desarrollo gradual de la evitación de la foto tiene que haber
incluido aspectos de cambios en su relación imaginada.
La monografía de Bretherton y Waters incluia un artículo de Bretherton que enfatizaba el
concepto de Bowlby de “modelos internos operativos” (internal working models ) de las figuras
de apego en el contexto del pensamiento e investigación puntera en el terreno de la psicología
cognitiva. Al mismo tiempo, nuestro laboratorio presentó los resultados de un seguimiento
durante 6 años de familias del area de la Bahía en las cuales las díadas del infante y la madre
(e, independientemente, del infante y el padre) habían sido observadas en la situación extraña
cuando los niños tenían entre 12 y 18 meses de edad (Main, Kaplan y Cassidy 1985).
Encontramos que las diferencias en la conducta de los infantes en la situación extraña predecía
diferencias correspondientes en: las narrativas que daban los niños de 6 años en respuesta a
dibujos o imágenes de separación entre padres e hijos (ver también a Kaplan 1987); las
respuestas conductuales de los niños al reunirse con el padre después de una separación de
una hora (ver también Main y Cassidy 1988); transcripciones del discurso hijo-padre tras la
reunión (ver también Main 1995, Strage y Main 1985); y, también, en la respuesta a la
presentación de una fotografía familiar tomada antes de una separación de una hora de
duración (Main, Kaplan y Cassidy 1985). Durante esta misma separación, pedimos a los niños
que hiciesen dibujos de sus familias, y la configuración de esos dibujos también resultó ser
altamente predecible según el tipo de apego a la madre durante el primer año (Kaplan y Main
1984,1986)(7). Estos resultados fueron de un interés muy amplio. Si por ejemplo, las narrativas
de los niños frente a la separación podían predecirse a partir de la conducta en la situación
extraña del infante con la madre, entonces diferentes patrones de la interacción infante-madre
han debido de llevar al desarrollo no sólo de una conducta distinta, sino también de diferentes
procesos de representación.
En este mismo artículo (Main, Kaplan y Cassidy 1985) describimos la relación entre la
respuesta del infante ante la situación extraña con cualquiera de los padres cinco años antes, y
la forma de la narrativa de ese padre al responder a la Entrevista de Apego del Adulto (George,
Kaplan y Main, 1984, 1986, 1996). Un sistema que analizaba las transcripciones textuales de la
EAA (Main y Goldwyn, 1982-1998), demostró que tanto si las experiencias de apego de su
infancia habían sido favorables o desfavorables, los padres de los niños que aparecieron como
seguros con ellos en la situación extraña tendían a ser coherentes, claros y colaboradores
durante las discusiones de sus propias historias vitales. Es más, algunos tipos de dificultades
específicas a la hora de mantener un discurso coherente y colaborador por parte de los padres
predijeron formas específicas de apego inseguro del infante. Diez años más tarde, un
meta-análisis demostró que nuestros resultados habían sido reproducidos en al menos 15
muestras más, y se mantenían estables incluso cuando la entrevista se realizaba antes del
nacimiento del niño (van Ijzendoorn, 1995).

APEGO: FUNDAMENTOS BIOLOGICOS Y EVOLUTIVOS DE LA TEORIA


Las manifestaciones conductuales del apego humano nos son familiares a todos. Sin embargo,
aunque tanto los adultos como los niños tienen figuras de apego (personas a las cuales más
probablemente se dirigirían cuando están bajo estrés (Ñver Hazan y Shaver, 1994; Simpson y
Rholes, 1998), el apego es más fácilmente observable en la preocupación intensa que muestran
los niños pequeños en entornos poco familiares con respeto a la localización exacta de las
figuras parentales. Durante la infancia temprana (y más tarde en formas menos explícitas y
más modificadas), el apego se identifica con: un interés insistente en mantener proximidad con
una o con unas pocas personas seleccionadas (normalmente pero no necesariamente
familiares biológicos); la tendencia a usar a estos individuos como una base segura desde la
cual explorar los entornos desconocidos; y huida hacia la figura de apego como un refugio de
seguridad en momentos de alarma.
Los primeros vínculos de apego están formados a los siete meses y los vínculos de apego se
forman hacia sólo una o unas pocas personas. Entendemos que es el infante el que selecciona
a su(s) figura(s) de apego principal(es), generalmente en base a interacciones sociales
contingentes (ver Main, 1999). Como han demostrado Cicchetti, Crittenden y otros (ver Main,
1995), los vínculos de apego surgen tanto como producto de interacciones con personas
maltratantes como con personas que responden con sensibilidad. Y la proclividad, basada en la
biología, a formar vínculos de apego asegura que sólo en circunstancias extremadamente
anómalas, un niño permanecería no apegado.
Al articular las características centrales relacionadas con el apego de los infantes humanos,
Bowlby enfocó la atención hacia estos patrones de conducta tal y como se observaban en
monos terrestres jóvenes y en humanos cazadores y recolectores. Eventualmente, Bowlby
llegó a asignar el desarrollo de estas conductas al funcionamiento de un sistema conductual de
apego y postuló que este sistema, tan profundamente arraigado en nuestra programación de
respuestas genética como son la alimentación y la reproducción, hubiese tenido responsabilidad
primaria e inmediata de regular la seguridad del infante y la supervivencia en los entornos en los
cuales originalmente nos desarrollamos.
Bowlby inicialmente consideró que la conducta de apego – esto es, conducta de búsqueda de la
proximidad y de mantenimiento de la proximidad alrededor de una(s) figura(s) específica(s) –se
había desarrollado porque servía a la función adaptativa de proteger al infante de los
predadores (Bowlby, 1969). Aunque ésta es, sin duda, una de las funciones evolutivas
centrales de la conducta de apego, la proximidad a los cuidadores la entendemos ahora,
además, como para aumentar la probabilidad de que el infante, por ejemplo, sea protegido de
los elementos, defendido de los ataques de miembros de la misma especie, y capacitado para
seguir los movimientos de la tribu (Main, 1999). La centralidad del apego en el repertorio
conductual relacionado con la supervivencia del infante es, así pues, fácilmente comprensible:
la muerte es mucho más probable el resultado de una hora de separación de las figuras de
apego que de un período mucho más largo sin comida. Por razones como ésta, los infantes
humanos y los de otros primates terrestres han evolucionado para constantemente monitorizar
el acceso a las figuras de apego, y para mantener un grado de proximidad razonable, incluso en
situaciones relativamente no amenazantes.
En 1952, Robertson y Bowlby presentaron por primera vez sus observaciones sobre las
respuestas de los niños de 1 y 2 años frente a separaciones importantes de sus padres y este
trabajo fue continuado en situaciones controladas por Heinicke y Westheimer (1966; ver
también Bowlby 1973). A partir de estos trabajos parecía que cuando los niños de 1-2años eran
colocados en entornos desconocidos que no proveian cuidadores estables sustitutivos, los
niños fueron atravesando por tres etapas de respuesta ante la separación, progresivamente
más desfavorables -protesta, desesperación y , finalmente, desconexión. La etapa inicial de
protesta se caracterizó por una preocupación abierta acerca de la ubicación de la figura de
apego, que se expresaba en llamadas esperanzadas y llanto. Al cabo de unos días, los niños
que continuaban separados atravesaban una fase de desesperación; aparentemente todavía
preocupados con el progenitor perdido- como lo indicaban periodos de llanto débil y
paulatinamente más desesperanzado- se volvieron apáticos y retiraron todo interés aparente
por el entorno. En la etapa final, llamada de desapego, los niños separados empezaron a fijarse
en el entorno inmediato, incluyendo las enfermeras y los otros niños. En aquel momento este
cambio se concebía como positivo y se llamaba “acomodarse, adaptarse, asentarse”. Los niños
que llegaban a este estado, sin embargo, ignoraban y evitaban activamente la figura de apego
primaria al llegar el momento de un eventual reencuentro, y algunos parecían no poder
recordarle a él o a ella (Heinicke y Westheimer 1966). Por el contrario -y apuntando
directamente a procesos represivos más que a simples fallos de memoria—el padre que era
previamente menos importante, u otros familiares o vecinos eran fácilmente recordados y
saludados. Esta respuesta desapegada de la figura de apego primaria podía durar días,
semanas e incluso meses. Estos cambios perturbadores en la forma de relacionarse eran
parecidos a dos tipos de dificultades observadas en algunos adultos después de una pérdida de
alguien muy significativo: duelo crónico, que se parece a la desesperación; y duelo fallido, que
se parece al desapego. Bowlby comparó el comienzo del desapego al comienzo de la represión
y la defensa.

DIFERENCIAS INDIVIDUALES EN LOS APEGOS DE TIPO ORGANIZADO DURANTE LA


INFANCIA: PRECURSORES Y SECUELAS CONDUCTUALES Y REPRESENTACIONALES
Mientras que Bowlby estaba refinando su teoría, Mary Ainsworth estaba realizando sus estudios
sobre interacciones infante-madre en Uganda. En esta investigación, de un año de duración,
terminada en 1954, ella había diseñado seguir el desarrollo del apego en 26 infantes durante el
primer año de vida –fijándose, por ejemplo, en las edades a las cuales los infantes empezaban
a discriminar a su madre de los demás y, más tarde, a llorar específicamente cuando ella se iba.
Además, observó que algunos infantes parecían estar seguros en el apego con sus madres,
algunos inseguros, y otros todavía no apegados. Ella formuló la hipótesis que estas diferencias
estaban relacionadas con diferencias en la interacción infante-madre.
Era característico de Ainsworth el ver a las madres de los niños “con apego inseguro” en un
contexto más amplio, y tomó en cuenta los factores que disminuyeran el grado de respuesta
parental de casi cualquier persona. Estos factores incluían la enfermedad familiar grave,
relaciones infelices con el marido, presiones laborales abrumadoras, o la presencia de una o
más co-esposas en la casa. He aquí la descripción que hizo Ainsworth sobre Muhamidi:
Muhamidi...tenía a su madre casi exclusivamente para sí mismo y se hizo muy apegado
a ella, pero su apego era...inseguro. La madre de Muhamidi le llevaba a los lugares que
ella iba, incluso trabajaba en el jardín con él colgado a su espalda. Nunca le dejaba con
nadie, salvo para una ausencia momentánea. Pero era una mujer infeliz, con graves
preocupaciones...Había perdido recientemente un hijo de cuatro años, y su hijo de cinco
estaba seriamente enfermo... Más tarde surgió que las relaciones con su marido eran
también muy infelices; él esperaba que ella no sólo se encargara de cultivar la comida,
sino que le ayudara a recolectar su cosecha de café para la venta, y ella no tenía ayuda
con sus dos niños completamente indefensos.... La madre de ella ahora vivía en otro
sitio, y aunque estaba segura del afecto de su padre, éste estaba ocupado, las mujeres
de él estaban celosas de ella, y sentía que no había un sitio real para ella en la casa de
su padre. Había algunas otras personas que podían ayudarla, pero nadie realmente lo
hacía (Ainsworth, 1963, págs. 88 – 89).
Como contraste, veamos la descripción de Ainsworth de un infante seguro, y su madre:
William era el más pequeño de diez hijos...La madre había criado por sí sola a todos estos
niños, cultivado y preparado su comida, había hecho muchas de sus ropas, y cuidaba una casa
grande de pajas y barro, decorada con mucho gusto, y adornada con un jardín de flores. Era
una persona relajada, serena, que podía hablar con los otros de forma no apresurada, dedicaba
tiempo a intercambios íntimos y lúdicos con William, y también se preocupaba de los otros
niños, de acuerdo con sus necesidades...Usaba una carretilla como cochecito, y allí estaba
tumbado William, anidado entre ropas blancas de algodón (Ainsworth, 1963, págs. 85-86).
Como Bowlby (1969), Ainsworth tenía la mente muy abierta con respeto a la posibilidad de
cambio en las relaciones tempranas. Los infantes inseguros tenían, ella creía, el potencial de
hacerse seguros, como ella ilustró en la descripción de un infante con apego muy inseguro,
cuya relación con su madre mejoró una vez que ella tuvo y ganó una pelea con una esposa más
antigua – una mujer grande y mandona, que subsecuentemente abandonó el poblado. Al
mismo tiempo, Ainsworth creía que algunos niños, que estaban seguros durante la infancia,
tenían riesgo de ser inseguros más adelante. Por ejemplo, un infante llamado Paulo fue
considerado como de apego seguro en el momento de las observaciones de Ainsworth, pero
dándose cuenta de los otros niños de la familia, se preocupó sobre si él permanecería con
apego seguro y, comparaba a William con Paulo de la manera siguiente:
Dos de los bebés de mi muestra, Paulo y William, están en los grupos de apego seguro.
Sin embargo, el pronóstico sobre su salud mental difiere si uno lo juzga desde la
conducta de la madre hacia los otros hijos de la familia, y la respuesta de éstos hacia
ella. La madre de William reparte su tiempo y afecto entre todos sus hijos. La madre de
Paulo dedica su atención mayoritariamente al bebé lo cual hace sentirse abandonados y
rechazados a los hijos. Quizás esto ilustra una causa por la cual la relación entre el
apego del infante y la salud mental futura no es muy simple [1963, págs. 111-112].
Como demuestran los resúmenes de estos dos casos, las observaciones de Ainsworth se
expresan en un inglés muy claro. Sin embargo, ella consideraba las conductas relacionadas
con el apego como una manifestación de algo más profundo, y no confundió ni las conductas
que ella observó, ni el apego en sí mismo, con “mera” conducta. En 1967, concluyendo los
escritos de su estudio de Uganda, afirmó:
(Hemos estado) preocupados aquí con nada menos que la naturaleza del amor y sus orígenes
en el apego del bebé a su madre... El apego se manifiesta a través de patrones de conducta
(específicos), pero los patrones en sí mismos no constituyen el apego. El apego es interno...
Este algo internalizado que llamamos apego tiene aspectos de sentimientos, de memorias, de
deseos, de expectativas, y de intenciones, todos los cuales..sirven como una especie de filtro
para la recepción e interpretación de la experiencia interpersonal como un tipo molde que
configura la naturaleza de una respuesta externamente observable (Ainsworth, 1967, pág. 429).
El estudio de Baltimore de Ainsworth se diseñó originalmente para replicar los hallazgos en
Uganda. Esta vez, ella y sus asistentes observaron cada díada infante-madre en bloques de
cuatro horas, empezando poco después del nacimiento del infante y continuando
aproximadamente en intervalos de tres semanas, después. Las notas se tomaban de forma no
intrusiva, y luego se dictaban. Al final del año, las historias redactadas de cada bloque de 60 a
80 horas de observación en la casa, rellenaron unos 200 folios a un espacio, por díada.
El procedimiento de la situación extraña de Ainsworth fue diseñado en una hora, y ella y una las
ayudantes principales (Barbara Wittig), se sentaron para diseñar “un experimento” para añadir a
su, hasta la fecha, estudio longitudinal puramente observacional. El procedimiento se utilizaría
cuando cada infante alcanzase los doce meses de edad, y se esperaba que demostraría la
universalidad de la conducta de apego del infante como respuesta a indicios naturales de
peligro (Bowlby, 1973), incluyendo (a) el acercamiento de una persona desconocida (b) estar en
un entorno desconocido, y (c) estar en un entorno del cual la figura de apego desaparece. En
este entorno el progenitor sale dos veces y regresa dos veces. Un extraño entra en la
habitación dos veces; el infante está una vez solo con el extraño, y una vez solo
completamente. Los episodios de separación se terminan rápidamente cuando se observan
casos de malestar agudo.
Sorprendentemente, la situación extraña se ha convertido en una medida de las diferencias
individuales por excelencia, a pesar de que esta fue diseñada con el propósito de ilustrar
universales de la conducta de apego y exploratoria en niños de un año. Así, al intentar
demostrar que Bowlby estaba en lo cierto con respecto a las características de la respuesta de
virtualmente todos los niños de un año—Ainsworth anticipó que “los indicios naturales de
peligro” anteriormente mencionados, llevarían al llanto del infante al menos en la segunda
separación, y a un acercamiento rápido al reunirse. Una vez que el infante y la madre se
reuniesen, sin embargo, se suponía que la presencia de la madre proveería la seguridad
suficiente como para permitir que el infante volviese a jugar.
Mientras que una mayoría (trece de veintitrés) (8) de los infantes se comportaron como se
esperaba, y fueron más tarde denominados como seguros (Grupo B), ante la sorpresa de
Ainsworth seis de los infantes mostraron muy poco o ningún malestar al ser dejados solos en el
entorno desconocido, y además ignoraron o evitaron a la madre al volver esta. Se comportaban
curiosamente como niños más mayores que ya habían alcanzado la etapa de desapego como
respuesta a separaciones prolongadas según describieron Robertson y Bolwby (1952). Estos
infantes, llamados evitativos (Grupo A) le parecían a Ainsworth que respondían a estas
situaciones estresantes reprimiendo las expresiones de ansiedad y enfado. Como la imagen de
un espejo, los cuatro infantes restantes diferían de todos los otros en que estaban demasiado
angustiados como para involucrarse en exploración o en juego, incluso cuando la madre estaba
presente. Llamados ambivalente / resistentes (Grupo C), estos infantes parecían preocupados
con sus madres durante toda la prueba, y sin embargo demasiado enfadados y/o angustiados
como para reconfortarse con la vuelta de ésta. Las proporciones medias de los infantes de A,
B, y C en trabajos realizados en todo el mundo replican muy estrechamente las proporciones de
la muestra de Baltimore de Ainsworth, siendo la mayoría juzgados como seguros, en casi todas
las culturas (van Ijzendoorn y Sagi, 1999). Sorprendentemente, el apego infantil no ha sido
consistentemente relacionado ni con el sexo ni con el orden de nacimiento.
Intrigada por estas diferencias inesperadas, que observó en las respuestas de los niños criados
en casa a separaciones mínimas, Ainsworth decidió emprender una investigación del tipo “a
ciegas” de los datos correspondientes a los extensos registros de narrativas que había recogido
de la interacción infante-madre en la casa. Este estudio reveló tres patrones de cuidado
diferentes, cada uno de los cuales estaba notablemente asociado con una categoría particular
de la conducta del infante en la situación extraña (9). Ahora, proveerá unas de las narrativas de
los videos de la conducta en la situación extraña de tres infantes de entre doce y quince meses
de edad que habían sido respectivamente juzgados como apego seguro, evitativo, y resistente /
ambivalente durante la situación extraña. Siguiendo cada narrativa, presento una revisión más
completa de las conductas de cuidado asociadas, tal como las describió Ainsworth. Luego,
comentaré las probables secuelas conductuales y representacionales que aparecerán más
tarde en los niños originalmente clasificados en las tres diferentes categorías de respuesta
frente a la madre cuando tenían un año. Los evaluadores puntuaron a cada infante en cuatro
escalas distintas de siete puntos cada una, en búsqueda de proximidad, evitación de
proximidad, mantenimiento de contacto, y resistencia de contacto en cada reunión. Sólo
después de esto, se asigna cada niño a una categoría – de hecho, a dos categorías, una
general y a una subcategoría más específica. Las limitaciones de espacio, sin embargo, nos
reducen a las discusiones de la categoría general.

Ben
Empiezo describiendo un infante que demuestra una actitud prototípica “segura”, o “B”, en
términos conductuales y emocionales en el procedimiento de la situación extraña. Esta
respuesta particular es la que muestran la mayoría de los niños de un año criados en casa en
muestras de bajo riesgo en todo el mundo (van Ijzendoorn and Sagi, 1999). Describo el
procedimiento con más detalle que en los demás ejemplos para dar al lector una imagen global
de lo que es la situación extraña.
Comienzo. Ben, un niño de quince meses, de apariencia fuerte, enérgico y competente. Su
madre es joven y con una actitud suave. Inmediatamente, Ben comienza a explorar
activamente los juguetes y la habitación. Charla con su madre mostrándole juguetes para que
ella los vea o comente sobre ellos. Siguiendo nuestras instrucciones de “responder a su niño
según sea necesario, pero no dirigir sus actividades,” su madre está sentada hacia delante,
callada, atenta y dispuesta a responder.
Entrada del extraño. Cuando la mujer joven que juega el papel del extraño entra en la
habitación por segunda vez, Ben se dirige a su madre, apoyándose contra sus rodillas. La
extraña invita a Ben a jugar, y la madre suavemente le anima a que lo haga.
Primera separación: El niño dejado con el extraño. Ben acaba de empezar a jugar con la
extraña, cuando su madre tranquilamente sale de la habitación. Otra vez, siguiendo las
instrucciones, deja su bolso de forma que Ben sepa que ella va a volver pronto. Ben no llora
todavía, pero casi inmediatamente va a la puerta y empieza a llamar: “Mamá, mamá”. La
extraña intenta distraerle y él se calma brevemente, mira alrededor de la habitación, y vuelve a
llamar. Mientras que su llamada era inicialmente sólo comunicativa, él ahora está cada vez más
angustiado. La extraño le coge en su regazo y él oye la voz de su madre, el niño se inclina,
distanciándose del cuerpo de la extraña, extendiendo sus brazos hacia la puerta.
Primera reunión. En el momento en que se abre la puerta, Ben está en pleno llanto. Siguiendo
las instrucciones, su madre se para un momento en el marco de la puerta,y Ben se levanta del
regazo de la extraña y anda rápidamente hacia su madre. Doblándose de inmediato para
recibirle, su madre le coge en brazos. Se pega a ella y deja de llorar inmediatamente. Después
de un abrazo fuerte, Ben se endereza y, al irse la extraña, se da la vuelta y la saluda con la
mano, lo que le provoca risa a su madre y a decir “adiós” por él. Ben se pone de pie en el
regazo de su madre, y después de mirar alrededor de la habitación, rápidamente se abraza a su
cuello una vez más. Muy pronto, sin embargo, empieza a hablar con ella sobre las luces, los
juguetes, y otros objetos. Ella le ayuda a bajarse y él empieza a explorar a fondo el entorno una
vez más.
Antes del comienzo del nuevo episodio, un golpe en la ventana unidireccional indica a la madre
que debe salir de nuevo. Ben la sigue corriendo a la puerta y le agarra su mano. Ella es firme,
suavemente suelta la mano mientra que le reasegura que va a volver.
Segunda separación: el niño solo. Ben empieza a llorar, llamando inmediatamente. Parece
altamente angustiado y este episodio “del infante a solas” se acaba inmediatamente.
Separación continuada de la madre, pero el extraño vuelve. Esta vez, la extraña no puede ni
calmar ni distraer a Ben, y su llamada apasionada con los brazos extendidos hacia la puerta,
continúa (“¡Mamá! ´¡Mamá!”). Este episodio lo terminamos también rápidamente.
Segunda y última reunión. Siguiendo con nuestras instrucciones, la madre de Ben de nuevo se
para un momento en la entrada y Ben se va hacia ella tan rápido como puede, con los brazos
extendidos hacia arriba. Una vez más (aunque esta vez se le había instruido que lo hiciera),
ella le coge en brazos y le da un abrazo. Se pega a ella y apoya su cabeza en el hombro con
un sollozo pequeño y suave mientras ella lo lleva para sentarle en su regazo en la silla. La
madre dice, “bueno, me fui un minuto, pero he vuelto, ¿no?” Con un sollozo más, ahora casi
contento, el niño se agarra al cuello de ella, se sienta, y mira alrededor de la habitación.
La extraña se va, y Ben saluda, da a su madre un abrazo, y vuelve a saludar una vez más,
diciendo “adiós”. La madre se ríe suavemente diciendo “adiós” y Ben empieza una exploración
activa y contenta de la habitación.
Quizás la cualidad más sorprendente de este drama (y la mayoría de los observadores así lo
viven) es que Ben, que llamaba o lloraba apasionadamente en cada separación, se calma
inmediatamente tras el regreso de su madre. Así pues él nos muestra la flexibilidad de la
atención a lo largo de todo el procedimiento, jugando cuando la madre está presente, llorando y
llamándola cuando está ausente, y -siguiendo un abrazo corto- volviendo a jugar cuando ella
regresa a la habitación. (Creo que fue Inge Bretherton quien primero se dio cuenta que la
situación extraña cuando se realiza con niños con apego seguro, tiene la forma dramática
prototípica de “el niño quiere a la niña, el niño pierde a la niña, el niño recupera a la niña”).
En la muestra de Baltimore, las respuestas en la situación extraña, que se parecían mucho a la
de Ben (10) estaban relacionadas con la sensibilidad de la madre a las señales y
comunicaciones del infante, y a la tendencia de la madre de ser rápida y reconfortante al
responder al malestar (Ainsworth y otros 1978). La seguridad también estaba asociada con una
forma tierna y cuidadosa de llevarlo en brazos, y con una dosificación sincronizada de las
interacciones cara a cara. Como no cabía esperar otra cosa, los niños seguros en sus casas
mostraban muy poca ansiedad, y era muy poco probable que lloraran cuando sus madres se
movían de habitación en habitación por la casa.
Sabiendo lo que sabemos sobre la probabilidad de la respuesta sensible de la madre de Ben
cuando él está angustiado en casa, podemos ver su respuesta a la situación extraña como un
resultado natural de sus expectativas. Las repetidas interacciones que han sido
internalizadas---las RIGS de Stern (1985)- le proveen a Ben por lo menos un modelo primitivo
de su madre como tendiente a responder a cualquier expresión de angustia, y ella ha
respondido una vez más en este entorno desconocido. De forma muy simple, esto explica la
flexibilidad de la atención de Ben. Porque no ha sido rechazado, no tiene ninguna dificultad en
expresar la angustia frente a la separación o en correr hacia su madre inmediatamente al
reunirse. Lo que es más, como la sensibilidad de respuesta de su madre es predecible, Ben se
relaja y juega en su presencia; si ella se vuelve a marchar, él claramente protestará una vez
más y ella ciertamente volverá rápidamente.
Los estudios realizados con una muestra de gente pobre en Minnesota, cuyos pioneros fueron
Sroufe, Egeland y sus colegas (ver Suess, Grossmann, y Sroufe 1992 para una muestra
alemana comparable) demostraron que las relaciones entre iguales de los niños seguros con
sus madres durante la infancia, tienen mucha probabilidad de ser positivas y que estos niños
tienen más probabilidades que otros de ser líderes. Sus profesores (que desconocián
totalmente su forma de apego) típicamente consideraban a estos niños como poseyendo un
yo-resistente, y los trataban de forma realista. Los niños con apego seguros no victimizan a
otros niños ni son victimizados por ellos, ya que los victimizadores de los grupos a los que
pertenecían los encuentran asertivos (Troy y Sroufe 1987; Weinfield y otros 1999).
Consideremos ahora lo que sabemos acerca niños de seis años que son como Ben. Main y
Cassidy (1988) encontraron que después de una separación de una hora de larga de sus
madres, los niños de apego seguro típicamente saludarían a su padre o madre inmediatamente
pero calmadamente expresan placer e interés. Estos resultados han sido reproducidos en varias
muestras de bajo riesgo (ver, por ejemplo, Wartner y otros 1994).
El foco de nuestra presentación original (Main, Kaplan, y Cassidy 1985), sin embargo, estaba
puesto en si los procesos representacionales podían ser predecibles a partir de la conducta
temprana en la situación extraña. Aquí Kaplan (ver también Kaplan 1987) utilizó una
adaptación del Test de Angustia de Separación (SAT) de Haansburg (1972) que se centra en
las descripciones de los participantes sobre respuestas probables a fotos o dibujos de
separaciones entre padres y adolescentes. Junto con nuestro estudio longitudinal, Kaplan
presentó a cada niño de 6 años un conjunto de dibujos-fotos (sacadas de Klagsbrun y Bolwby
(1976) y diseñadas específicamente para niños más pequeños), que mostraban separaciones
que iban desde un beso de buenas noches hasta un viaje de dos semanas. Según se
presentaba cada lamina se le preguntaba al niño cómo se sentiría probablemente el niño del
dibujo y qué era lo más probable que hiciese el niño. Kaplan revisó el sistema original de
análisis, eligiendo transcribir y después estudiar las respuestas de los niños. Dos cualidades
distinguían a los niños de apego seguro como Ben. Primero, estaban abiertos emocionalmente
a cómo podría sentirse el niño del dibujo (“pienso que ese niñito debe sentirse muy triste,” o
“creo que ella se está enfadando mucho con esto”). Al mismo tiempo, presentaban ideas
constructivas con respecto a lo que el niño de la foto podría hacer (“Bueno, podría llamar a
alguno de los padres de sus amigos y decirles que vengan a quedarse con él”).
Esto sugiere que un niño de apego seguro puede tanto aceptar que algo imprevisto ha ocurrido
como imaginar una forma de “resolver” esta crisis constructivamente. Resultados similares a los
nuestros fueron hallados en la muestra de niños pobres de Minnesota, en la cual se estudió el
juego libre con arena, en vez de narrativas sobre separaciones. Aquí Rosenberg (1984)
encontró que—en curioso contraste con los niños de apego inseguro—los niños de apego
seguro tendían a: (a) inventar una crisis –“ ¡Oh! ¡Oh! ¡El tigre se come al niñito!”—y después (b)
seguirla con un final feliz—“¡Y después el tigre lo escupe! Y el niño está bien otra vez”.
(Utilizando el juego con muñecos para estudiar las separaciones, se observaron respuestas
similares a las obtenidas por Kaplan y Rosenberg en niños con apego seguro en el estudio de
Solomon, George y Dejong [1995]).
Al intentar contestar a la pregunta de cómo una narrativa de “crisis – solución” ha resultado
estar tan curiosamente asociada con el apego seguro a la madre en tres muestras
independientes es útil considerar la conducta en la situación extraña de infantes tratados con
sensibilidad, donde el niño (1-2 años) responde abierta y emocionalmente cuando se enfrenta a
una crisis, pero “la resuelve” llorando y consiguiendo recuperar de nuevo con éxito al padre,
creando así un final feliz. La capacidad para crear activamente una crisis que resolver es
especialmente demostrativa: aparentemente los niños seguros en la muestra de Minnesota
podían crear (en el juego) situaciones de peligro conscientes de que encontrarían un final feliz.
En Berkeley, Amy Strage y yo desarrollamos un sistema para codificar el discurso
progenitor-niño (conversación) de las transcripciones de nuestros videos sobre las reuniones
tras la separación en los niños al sexto año (Strage y Main, 1985; Main, 1995).
Sorprendentemente, la conversación tanto de la díada infante-madre como de la díada
infante-padre, reflejaba la conducta del niño ante la situación extraña cinco años antes con el
mismo progenitor. En otras palabras, un niño seguro con su madre pero evitativo con su padre
en la infancia, será suelto en el discurso con su madre (ver más abajo), pero inhibido en el
discurso con el padre cinco años después. (Como en todos los estudios revisados aquí, la
persona que codificaba los diálogos, por supuesto, no estaba informado de la conducta del
infante ante la situación extraña). En una conversación fluida, como la siguiente entre Ben y su
madre, las preguntas se dirigen y se contestan con contribución de ambas partes, para impulsar
el diálogo, y los temas no están restringidos:
Madre (al entrar): Hola, Ben. ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo? (Nótese
que esta pregunta es “abierta,” dándole a Ben la oportunidad de extenderse sobre sus
experiencias más recientes).
Ben: Bueno. He hecho algunos dibujos. Hay uno en la pared, allí. Y he mirado algunas
fotos, y he contestado algunas preguntas sobre un niño. Las fotos estaban un poco
pasadas de moda. Mamá, mira la mesa.
Madre: ¡Oh! ¡No es una mesa ya! ¡Es un arenero!
Ben: ¡Sí! Ella (la eximinadora) quitó la tapa, y allí estaba toda la arena, e hice una
granja, ¿ves? Con muchos animales, y este perro pastor aquí les cuida.
Madre: Sí, eso veo. Y aquí está el perro pastor, y se parece a nuestro Rumpus.
Ben: No, no se parece. Porque Rumpus está gordo. Quiero decir, que es un gran perro,
pero no se parece a este perro. Rumpus está gordo.
Madre: ¡Adivina quién le da de comer! ¡Tú! (Ambos se ríen)
Ben: Bien. Le voy a cambiar el nombre. ¿Qué te parece Porky?
A todos los niños de nuestra muestra se les pidió que hiciesen un dibujo de sus familias al
principio de la sesión de laboratorio. (Los padres estaban ausentes en este momento mientras
se les administraba la Entrevista de Apego para Adultos). Los niños con apego seguro
típicamente producían un dibujo que mostraba figuras centradas y apoyadas, de tamaño
moderado, con distancias moderadas entre uno y otro, y – de acuerdo con el nivel de habilidad
para dibujar –, detalladss y bien diferenciadas. Aunque las expresiones faciales eran
ordinariamente agradables y tranquilas, no todas las figuras necesariamente estaban sonriendo.
Los miembros de la familia, sin embargo, eran dibujados a menudo como de pie con los brazos
extendidos, como si estuviesen listos para abrazar a una persona que pudiese entrar en el
dibujo.
Aunque hay algo simbólico en la representación de tal postura, esta postura puede ser
fácilmente asumida de hecho y, por lo tanto, estos dibujos no pueden ser considerados
fundamentalmente como no realistas. Los niños seguros también tuvieron una respuesta
realista a la foto familiar tomada al comienzo de la sesión de laboratorio, y que se les enseñó
durante la separación. Típicamente, aceptaban la foto indicando placer (“la camisa se parece a
la mía, ¿eh?”), y la devolvían.

Adrián
Lo siguiente es una revisión de la narrativa de una situación extraña grabada en video con un
infante de apego evitativo:
Adrián es un niño delgado, de apariencia seria, en cuya cara de alguna forma falta el
afecto. Su madre está bien arreglada y es rápida y decidida en sus movimientos.
Adrián juego con los juguetes en el episodio de apertura, y es neutral pero acepta la
aproximación del extraño. No da muestra visible de notar que su madre se va, y juega
con la extraña durante los tres minutos completos sin siquiera mirar a la puerta.
La primera reunión empieza cuando su madre aparece en la puerta y le llama. Adrián se
inclina – de hecho, casi se agacha – sobre el juguete con el que estaba jugando, y gira
su cuerpo, apartándose ligeramente de ella. Cuando ella se acerca más, Adrián se
dobla sutilmente hacia abajo y más lejos. La madre se acerca, se va a su silla,
comentando sobre los juguetes con los que está jugando Adrián, y tratando de dirigir su
atención hacia los nuevos. Él sigue mirando fijamente hacia fuera.
Cuando su madre sale de la habitación la segunda vez, Adrián está totalmente solo.
Sorprendentemente, no muestra ninguna reacción afectiva y continúa centrándose en
los juguetes durante los tres minutos enteros. Cuando entra la extraña hay poco cambio
en la conducta de Adrián. Sin embargo, si acaso, es más amistoso con la extraña que
con su madre.
En la segunda reunión, Adrián hace un pequeño sonido de displacer al oir la llamada de
su madre (“¡unh!”), y se vuelve hacia otro lado cuando ella se acerca. Cuando ella se
agacha hacia él, él se dobla y se pone ligeramente rígido. Cogiéndole en sus brazos
mientras ella se pone de pie, ella intenta atraer su atención pero Adrián permanece sin
expresión y se inclina hacia fuera, señalando de una manera neutral un juguete del
suelo. La madre le baja y comenta sobre su interés en el juguete.
Dos minutos más tarde se termina el procedimiento. Adrián ni ha mirado a su madre ni
ha atendido a su conversación una sóla vez.
La mayoría de los observadores responden con un aburrimiento considerable a los
procedimientos de la situación extraña tratando de involucrar a infantes evitativos. No hay una
subida o bajada de la emoción dramática, no hay crisis seguida de final feliz. De hecho, parece
que no ha pasado nada en absoluto.
Las historias de Ainsworth revelaron que el patrón de apego evitativo, igual que el de tipo
seguro, tenía una base interaccional (Ainsworth y otros, 1978). La evitación del infante estaba
asociada específicamente con el rechazo de la madre de la conducta de apego, tanto
expresada indirectamente en comentarios indicando fastidio de haber tenido al infante, como
observada directamente en su aversión al contacto táctil. Algunas madres de niños evitativos
sutilmente se echaban hacia atrás cuando el infante intentaba tocarlas y algunas se sentaban
en posturas que prohibían el acercamiento.
Puede que inicialmente sorprenda a los lectores saber que los cuatro infantes más evitativos de
Ainsworth exhibieron una ansiedad alta y malestar incluso cuando sus madres se movían de
habitación en habitación en sus casas. Este hallazgo, sin embargo, era, siguiendo el concepto
de Ainsworth de evitación, como un tipo de defensa prodrómica frente a la ansiedad y la rabia
provocadas en situaciones inusualmente estresantes. En análisis llevados a cabo en Berkeley,
encontré que las puntuaciones (por definición, sin afecto) de la evitación de la madre durante la
situación extraña estaban en contraste altamente relacionadas con el grado en que el infante
mostraba conductas de rabia hacia la madre en casa. Sin embargo, a pesar del hecho de que ni
el enfado ni la ansiedad tenían una posibilidad de expresión directa en la situación extraña,
estudios posteriores llevados a cabo por Sroufe y Waters(1977), y más recientemente por
Spangler y Grossmann (1993,1999), indican que durante el procedimiento de la situación
extraña, los infantes evitativos experimentan un malestar o angustia considerable a un nivel
fisiológico.
Los niños en la muestra de pobreza de Minnesota que habían sido evitativos de su madre en la
infancia tendían mucho más que otros a perseguir e intentar victimizar a sus compañeros en el
colegio (Troy y Sroufe 1987). Además los profesores que trabajaban con estos niños tendían a
rechazarles más que a aquellos que habían tenido un apego seguro o ambivalente. Así pues,
en aquel momento parecía que los pequeños rechazados por sus madres en la infancia tendían
a despertar rechazo por parte de personas nuevas (Sroufe y Fleeson 1986; ver también
Weinfield et al. 1999).
En las reuniones del sexto año grabadas en video en nuestra propia muesta y en muestras
sucesivas, los niños evitadores de su madre en la infancia la evitaban de nuevo (aunque más
sutilmente), hablando mínimamente cuando se dirigían a ellas, a la vez que se mantenían
ocupados con la mirada e incluso con el cuerpo a menudo dirigido hacia otro lado. En general
las puntuaciones de evitación de cualquier progenitor a la edad de seis años habían sido
altamente predecibles con el mismo progenitor cinco años antes. Strage y yo encontramos que
las conversaciones en las díadas evitativas estaban muy limitadas. El progenitor tendía a hacer
sólo preguntas retóricas o de si o no, ninguna de las cuales anima a un verdadero diálogo. La
discusión se centra principalmente en objetos inanimados, tanto el padre como el niño son
”minimizadores” de la conversación y a menudo hay pausas precediendo a una respuesta:
Madre (al entrar): Hola Adrian ¿te lo has pasado bien? ¿Te has divertido? (Nótese que
no se requiere una respuesta amplia a dichas preguntas. Es más la respuesta del niño
está guiada hacia la contestación entusiasta “si”).
Adrian (seguido de una pequeña pausa): “... Sí.
Madre “¿No es fantastico? Uy hay un arenero completo allí. Y un perro también”.
Adrian (seguido de una segunda pequeña pausa): “... sí es un arenero.”
En su estudio de las narrativas de los niños cuando observaron dibujos de separaciones entre
progenitores e hijos, Kaplan (1987) encontró una forma inesperada de respuesta que
identificaba los niños previamente evitativos. Mientras que ella esperaba que estos niños
describiesen al niño del dibujo como no sintiendo “nada” durante la separación, por el contrario,
a menudo expresaban sentimientos apropiados (“triste, pienso que está triste”) con respecto al
niño del dibujo. Sin embargo, en profundo contraste con los niños seguros, no podían pensar
en nada que el niño del dibujo podría hacer con respecto a la separación, típicamente
respondían “no lo sé, no lo sé,” o “nada, tal vez salir corriendo.”
Los dibujos de la familia de los niños evitativos que hemos descrito como invulnerables a
menudo presentaban figuras flotando en el aire, y muy separadas, poco diferenciadas, con
sonrisas estereotipadas. Sorprendentemente, uno o dos niños, sin embargo, menudo dibujaban
uno o más de los individuos sin brazos (la versión materna temprana al contacto táctil debe ser
recordada aquí), incluso cuando otros aspectos del dibujo indicaban que el dibujar brazos
estaba dentro de las capacidades de dibujar del niño (Kaplan y Main, 1984, 9186). (11) En los
dibujos realistas de los niños seguros, las personas no flotan en el aire, ni pierden brazos.
Es llamativo comparar el tratamiento poco realista que los niños evitativos hacen de una
petición orientada a la realidad como la de “dibuja tu familia” con sus respuestas al presentarles
la fotografía familiar. Aquí, sorprendentemente, los niños evitativos de la madre cuando eran
infantes frecuentemente se negaron a coger la foto, miraron hacia otro sitio, dieron la espalda e
incluso pusieron la foto boca abajo. En otras palabras, mientras que los dibujos familiares
estaban a menudo llenos de simbolismo (quizás no intencionado), por el contrario trataron lo
que era sólo un símbolo o una representación como si fuera real.
Cecilia
Esta narrativa refleja la respuesta en la situación extraña de un infante
ambivalente/resistente:
Cecilia muestra incomodidad inmediatamente al verse en el entorno no familiar del
laboratorio, aunque estaba presente su madre – una mujer de apariencia abrumada y
ligeramente desarreglada. Cuando entra la extraña, Cecilia mira con sospecha e
incomodidad y se niega a involucrarse en juegos interactivos. Inmediatamente después
de la separación, empieza a llorar, a la vez que resiste con rabia los intentos de la
extraña para calmarla.
Al reunirse con su madre, Cecilia llora a gritos; cuando se le coge en brazos no se calma
sino que continúa llorando contrneándose incómodamente en el regazo de su madre.
No se calma ni después que su madre le ha cogido durante un minuto completo.
Cuando su madre intenta interesarla en los juguetes, la niña mira momentáneamente
alrededor de la habitación y luego se da la vuelta para volverse a colgar a su madre,
llorando y aparentemente todavía incómoda. La madre repite: “tranquilízate,
tranquilízate, estás bien,” pero Cecilia se niega a bajarse de su regazo o a ponerse a
jugar.
Cuando la madre se vuelve a marchar, Cecilia empieza a llorar a gritos y gatea hacia la
puerta. La extraña entra inmediatamente, pero Cecilia rechaza sus iniciativas con
enfado.
La madre vuelve inmediatamente según se la instruye y después de una larga pausa, en
la que ella mira mientras Cecilia continua llorando, la coge y la sujeta en brazos. Sin
embargo, cuando ella trata de bajarla, Cecilia se tira hacia atrás en un movimiento de
rabieta. Cuando su madre se acerca para consolarla, su llanto aumenta, cierra los ojos,
retorciéndose. Dos minutos más tarde, Cecilia permanece centrada en su madre,
agarrada a sus rodillas y lloriqueando de forma petulante e insatisfecha. No ha llegado
nunca a involucrarse con los juguetes.
Los observadores tienden a responder a este escenario con irritación hacia uno o hacia los dos
miembros de la díada. Nótese, además, como al igual que en el caso de Adrián, hay ausencia
de una trama narrativa. Cecilia estaba angustiada desde el principio, haciendo dramáticamente
insignificante el que también estuviese angustiada durante la separación y mucho después de la
vuelta de su madre.
En la muestra de Baltimore de Ainsworth, la conducta ambivalente/resistente se asoció con
insensibilidad materna hacia las señales del infante – específicamente con la impredecibilidad
de respuesta – pero no con rechazo. Las madres de estos bebés también demostraron ser
ineptas para cogerlos en brazos y no contingentes en compaginar las interacciones cara a cara.
Ainsworth también notó informalmente que estas madres parecían desanimar la autonomía
(Ainsworth et al. 1978; Cassidy y Berlin, 1994).
Al observarles en la guardería, los niños como Cecilia tienden a ser “tratados como bebés” por
sus profesoras; es decir, no se espera de ellos que jueguen de forma tan independiente como
otros niños, y se les trata como mucho más pequeños de lo que son (Sroufe y Fleeson, 1986).
Mientras que niños como Ben no les matonearían, estos niños son una presa fácil para niños
evitativos como Adrián (Troy y Sroufe, 1987).
Cuando estos niños tienen seis años, aparece una sutil ambivalencia frente a la reunión,
acompañada por lo que a veces parecen expresiones de afecto exageradas (Main y Cassidy,
1988). Por ejemplo, algunos pueden echar un brazo sobre el padre, inclinando la cabeza y
mirando la cámara – pero el mismo niño que hace esto en un momento puede apartarse
impacientemente acto seguido. Había demasiados pocos niños de éstos como para identificar
un patrón de discurso en nuestra muestra original, pero combinando la nuestra y otras
muestras, observamos lo que a nosotros nos pareció como un foco excesivo en los
sentimientos y en la relación:
Madre: Estoy tan cansada. Tú no te cansaste también, ¿verdad cariño? Pareces
agotada.
Cecilia: Sí, yo también me cansé. Te fuiste durante un tiempo muy largo. ¿Ves?
No nos podemos sentar juntas en la mesa más, la señora quitó la tapa.
Madre: Ven y siéntate en el regazo de mamá. No nos podemos sentar en la
arena. Apuesto a que me echaste de menos.
(Cecilia se sienta y se contonea incómodamente como si desease retirarse del
contacto)
Madre: Cariño, cálmate. Trata de ponerte cómoda, ¿vale?
Sólo unos pocos niños como Cecilia estaban disponibles para el estudio de Kaplan (1987), pero
sus respuestas parecían reflejar su ambivalencia anterior. Uno describió al niño del dibujo
como corriendo detrás de los padres, pero después les disparaba. Otro habló de darles flores a
los padres al reunirse, pero después escondía las ropas de éstos. Los dibujos de familia de
niños como Cecilia a los seis años fueron llamados vulnerables (Kaplan y Main, 1984, 1986).
Representaban figuras típicamente demasiado grandes o demasiado pequeñas (por ejemplo,
una familia muy pequeñita junta en una esquina de la hoja). En otros ejemplos se enfatizaba
los aspectos blandos y vulnerables de los cuerpos como por ejemplo en estómagos grandes y
redondos con ombligos. La foto parecía molestar a estos (pocos) niños: uno se movía
incómodamente y después de pellizcaba la piel.

Resumen
Ahora resumiré nuestra teoría con respecto al estudio original de Baltimore de Ainsworth.
Primero,según el punto de vista de Ainsworth, cada uno de estos infantes, sin lugar a dudas,
había desarrollado un apego hacia la madre que era claramente observable dentro del hogar.
Sin embargo, para seis de los infantes la conducta de apego estaba ausente bajo el estrés del
procedimiento de la situación extraña, mientras que para cuatro el estrés estaba amplificado y
claramente sustituía la exploración. En profundo contraste con las expectativas de Bowlby, así
como de las nuestras, Ainsworth encontró que la organización del apego hacia la madre difería
en los infantes, en concordancia sistemática con la forma en que la madre había respondido a
los símbolos y comunicación del infante durante el primer año de vida. Como se esperaba, para
la mayoría de los infantes, el procedimiento despertaba sólo conducta de apego y exploratoria.
Para los niños bajo el peso impuesto a largo plazo por las formas variables de insensibilidad
materna aparecieron patrones de respuesta adicionales no anticipados (ver Kris 1956; Sandler
1967), que interferían con la expresión del apego (evitación), o con la habilidad del infante para
involucrarse con el entorno (resistencia).
He propuesto que cada una de estas tres categorías tradicionales de la situación extraña debe
ser considerada como organizada (ver Main, 1995), ya que, tanto la conducta como la atención
(ya sea flexible o inflexible), es consistente, y además es comprensible como una estrategia de
adaptación con respecto a la condición en la cual el infante se encuentra (por ejemplo la
situación de cuidado). Utilizando un paradigma evolucionista, he propuesto, adicionalmente, que
los patrones inseguros de apego organizados pueden ser considerados como estrategias
condicionales para mantener la proximidad con un padre cuyo grado de respuesta es
inconsistente o limitado de alguna otra forma (ejemplo, Main, 1995). Así, mientras que una
respuesta segura a la situación extraña es flexible y el infante rápidamente varía su foco de
atención al cambiar las circunstancias, las formas inseguras de organización pueden apoyarse
en tipos específicos de restricciones en los patrones de atención y de conducta. El infante
inseguro/evitativo puede ser considerado como manteniendo una organización conductual a lo
largo de todo el procedimiento a través de desviar la atención tanto respecto del padre como del
estrés de la separación. Este cambio en la atención, creo que se mantiene centrándose en los
juguetes y en otros aspectos del entorno inanimado. En contraste, el infante inseguro –
resistente / ambivalente puede mantener la organización conductual a través de centrarse de
forma singular en el padre lo que, por supuesto, impide que la atención “fluctue” hacia la
exploración de la habitación y de los juguetes.
Entonces, en esencia, los infantes inseguros parecen permanecer organizados bajo el estrés,
concentrándose insistentemente en sólo un aspecto de lo que les rodea. Como el patrón
relativamente rígido de los procesos de atención y de conducta que observamos en infantes
rechazados y tratados de forma inconsistente bajo estrés, la inflexibilidad de la atención volverá
a aparecer en el discurso de sus padres cuando a éstos se les pide comentar sus experiencias
relacionadas con el apego.

LA ENTREVISTA DE APEGO DEL ADULTO


La sección final de este trabajo esta dedicada a un comentario sobre la Entrevista de Apego del
Adulto (EAA), un protocolo semi-estructurado que hemos descrito como teniendo por objetivo
“sorprender al inconsciente” (George, Kaplan y Main 1984,1986, 1996). El protocolo consiste de
quince preguntas (dieciocho para personas que tienen niños). La primera pide una descripción
global de la relación con ambos padres durante la infancia; la segunda y la tercera piden cinco
adjetivos o frases que describan las relaciones en la infancia con la madre y con el padre.
Después de eso, a los participantes se les pide justificar sus elecciones, adjetivo por adjetivo:
“Cariñosa. Usted utilizó la palabra cariñosa para describir la relación con su madre. ¿Podría
contarme algunos recuerdos o incidentes que mostrarían porqué ha elegido ese adjetivo?”
Después se pregunta a los participantes a que padre están más cercanos, y porqué; lo que
hacían cuando se encontraban mal, o cuando estaban heridos físicamente; qué pasaba cuando
estaban enfermos; cómo habían respondido cuando personas importantes para ellos murieron;
si sus padres habían sido amenazantes de alguna forma; si consideraban alguna de sus
experiencias como un inconveniente para su desarrollo; porqué piensan que sus padres se
comportaron como hicieron; cómo es la relación con sus padres en el presente. Se les pide
repetidamente describir y evaluar los efectos de estas experiencias en su funcionamiento actual
(ver Hesse, 1999ª) (12)
El análisis de la EAA depende exclusivamente del estudio literal de las transcripciones. (13)
Main y Goldwyn (1982-1998), originalmente delinearon tres “estados de la mente con respecto
al apego” organizados, y desarrollaron varias escalas de nueve puntos para ayudar en su
identificación. El sistema estaba basado en el estudio de una muestra piloto en la cual se
conocía la conducta del infante en la situación extraña cinco años antes. Goldwyn, entonces
,analizó un grupo adicional de 66 transcripciones consiguiendo un emparejamiento ciego de la
entrevista con la situación extraña de un 75%. He aquí un resumen de nuestro primer análisis
basado en los contenidos, aunque a lo largo de los años hemos empezado a dar más énfasis a
las propiedades del discurso en las transcripciones de la entrevista.
A Mary Ainsworth le gustaba señalar la derivación latina de la palabra secure (seguro), notando
que significaba sin (se-) preocupación (cura). Pero la comprensión del estatus del apego del
adulto (en contraposición al del infante), requiere una distinción importante. Mientras que al
infante sólo se le considera seguro o inseguro con respecto a la persona en particular con quien
se le está observando (como he mencionado antes, un niño que era seguro con su madre,
puede perfectamente ser evitativo con su padre), la seguridad en el adulto no se identifica con
ninguna relación en particular. No evaluamos el apego de un informador adulto con relación a
ninguna figura de apego específica, ni del pasado ni del presente, y por lo tanto, nuestro análisis
de la entrevista no nos puede llevar a llamar al informador como “con apego-seguro”. La
entrevista de un sujeto que no tiene familiares vivos y que recientemente ha enfrentado un
divorcio amargo – en resumen, una persona sin un apego seguro a nadie en el presente –
puede muy bien ser codificada como “segura –autónoma”. Lo que estamos codificando son
diferencias individuales en el estado de la mente con respecto a la historia global del apego, tal
y como se manifiesta en el contexto de la entrevista. En tanto en cuanto podamos inferir
diferencias de las transcripciones, pueden indicarnos si la conciencia con respecto a este
aspecto de la historia personal está razonablemente bien integrada o no.
La categoría segura-autónoma
Las dos características destacadas de las transcripciones de los padres de infantes seguros
eran: (a) una valoración clara de las figuras de apego y de las experiencias relacionadas con el
apego, junto con (b) una objetividad aparente en las descripciones y evaluaciones de relaciones
particulares. Era este conjunto de cualidades combinadas que nos llevó a considerar estas
entrevistas como seguras-autónomas. Algunos padres de infantes seguros nos contaban
relatos de infancias fáciles. Otros hablaban de relaciones difíciles con los padres, pero todos
(al menos implícitamente), perdonaban. Una sutil compasión por los demás era una cualidad
sorprendente de estas entrevistas, y algunas tenían sentido de humor. Es más, el discurso en
muchas de las entrevistas era sorprendentemente fresco y original. En otras palabras, los
padres de los niños con apego seguro, más que otros interlocutores, contaban sus historias
relacionadas con el apego, utilizando frases y párrafos que parecía poco probable que se
hubieran utilizado antes.
Finalmente, los padres de los bebés seguros, exhibían más que otros lo que yo he llamado
monitorización meta-cognitiva (Main, 1991; ver también Fonagy, et al. 1991). Tendían a buscar
más insistentemente la exactitud que los padres de los niños inseguros (“pienso que estaba
equivocado sobre esa primera gran separación, no podía haber tenido todavía diez años, tenía
que haber tenido ocho, o incluso menos;” “yo sé que he elegido distante pero ahora que lo
pienso tímido hubiese sido más exacto”). A la misma vez, curiosamente, también mostraban
tolerancia frente a la imposibilidad última de distinguir la apariencia de la realidad (“Bueno, eso
es lo que yo pienso, pero mi hermana piensa que yo idealizo enormemente a mis padres,
¿quién sabe?” o “Bien, así es como lo veo hoy, pero mañana puede que lo vea
completamente distinto”).
La categoría desentendida (N.T.que se desentiende, se despreocupa del otro)
Llegamos a describir a los padres de los bebés evitativos como desentendidos de los efectos de
las experiencias relacionadas con el apego. Muchos tendían a no reconocer, o discutir,
acontecimientos vitales negativos, mientras que otros discutían tales acontecimientos pero
afirmaban que eso sólo les había servido para hacerles más fuertes. Mientras que las
descripciones de las relaciones tempranas eran enormemente positivas, fueron contradichas o
no sostenidas por las experiencias contadas después. Por ejemplo, un interlocutor que había
dado los adjetivos de “muy cariñosa, feliz, generosa, apoyadora y cuidadosa” sólo podía
proveer adjetivos similares cuando se le pedían muestras de la experiencia (“Feliz. Bueno, feliz
como en felicidad. Lo que quiero decir con experiencias felices serían ‘llenas de alegría’”), o si
no, vagos recuerdos impersonales (“Feliz. Bueno, la Navidad, las Navidades serían un ejemplo
de estas ocasiones felices”). Otro que había utilizado adjetivos similares podía más tarde
afirmar casualmente que su madre no se interesó por la muerte de su mejor amigo en el
colegio, ridiculizando su angustia. Los padres de infantes evitativos a menudo también
contestaron a las preguntas con “No me acuerdo”. En consecuencia, estas entrevistas no
infrecuentemente eran muy cortas. Nótese que en la evitación de los padres de cualquier
discusión de rabia o angustia hay un parecido directo a la conducta en la situación extraña de
los infantes.
La categoría preocupada
Una forma de describir a los infantes ambivalentes / resistentes en la situación extraña es por
su preocupación sobre la ubicación del padre a lo largo de todo el procedimiento. De forma
similar, y casi irónicamente, sus padres parecían demasiado preocupados con las relaciones
presentes o tempranas con sus propios padres como para describirlas y evaluarlas. Muchos de
estos interlocutores parecían activa y rabiosamente preocupados con los fallos de sus padres,
ocasionalmente invitando al entrevistador a ponerse de acuerdo (“Mi madre tenía un problema
mental, no un problema, en sentido técnico, pero ninguno de sus hijos podía hacer suficiente
para ella. ¿Sabe lo que quiero decir?”). Una forma de preocupación más pasiva fue identificada
en discusiones más largas que incluían sutiles confusiones entre el self y el otro, términos
inexactos o sin sentido, y/o salirse del tema (“Ella era una buena persona, me dejaba sentarme
en mi, su regazo, y eso. Generosa y eso. Donaba a la agencia de caridad todos los meses.
Venían en camiones verdes, ahora los tiempos han cambiado, los tienen que llevar en bla, bla,
bla...”).
En nuestro análisis original, sólo hicimos referencia de pasada a las transcripciones de la EAA
que no podían ser colocadas de forma fiable en una de estas tres categorías originales. Sin
embargo, como Hesse notó enseguida, algunas transcripciones eran inclasificables, ya que el
sujeto cambiaba, por ejemplo, de patrones desentendidos a preocupados en la mitad de la
transcripción. Aunque una pequeña proporción de tales entrevistas aparecen en muestras de
bajo riesgo, estos interlocutores, inclasificables o no-clasificables / NC están presentes en
proporciones mucho más altas en poblaciones criminales o con problemas psiquiátricos (ver
Hesse, 1996, 1999a, 1999b). Es de interés clínico que en los dos casos publicados hasta la
fecha de madres NC ambas mostraron estrategias de cuidado mezcladas y extremadamente
divergentes (alternando entre sobreprotectoras ansiosas y peligrosas; ver Hesse 1999a).
Mientras que continuamos usando los análisis basados en el contenido de la EAA según hemos
descrito, en años recientes ha habido un interés creciente también, en las propiedades del
discurso o de la conversación de la entrevista (Hesse, 1999a). Desde el comienzo, el análisis
de las entrevistas empezó puntuando la transcripción en varias escalas de nueve puntos,
incluyendo, por ejemplo, insistencia frente a la falta de memoria (repetidamente contestando
preguntas con “no me acuerdo”), idealización de un padre (evaluada por las discrepancias
internas observadas cuando adjetivos positivos no eran respaldados o entraban en
contradicción), pasividad (como el uso de términos vagos o de párrafos largos e irrelevantes), y
coherencia de la transcripción (claridad y consistencia).
Al final de los ochenta, sin embargo, encontré el trabajo del filósofo lingüista británico H. Paul
Grice, cuyas discusiones de las variaciones en el discurso eran altamente congruentes con las
escalas de la EAA y las directrices para su clasificación que habíamos desarrollado algunos
años antes. Grice (1975, 1989), había identificado el discurso ideal o racional como siguiendo
el principio de cooperación que requería adherencia a cuatro máximas: (1) cualidad: ser
sinceros y tener evidencia de lo que uno dice; (2) cantidad: ser sucinto, y sin embargo,
completo; (3) relevancia: que la dirección de tu conversación sea relevante al tema entre
manos; y (4) forma: ser claro y ordenado.
Aunque todavía tenemos que realizar una codificación lingüística formal de la entrevista, y
todavía usamos versiones revisadas de nuestras escalas originales para su analisis,ahora
también interpretamos nuestros hallazgos a la luz de si el sujeto se adhiere o viola estos
principios. (14) De hecho, Hesse (1996) ha identificado un estado de la mente seguro con
respecto al apego según la habilidad del interlocutor para: (a) responder a la petición del
entrevistador de facilitar recuerdos relacionados con el apego, (15) mientras simultáneamente
(b) mantener un discurso coherente y cooperador.
Desde la perspectiva de las máximas de Grice, podemos afirmar que los interlocutores capaces
de mantener un discurso coherente y cooperador mientras describen y evalúan sus
experiencias tempranas relacionadas con el apego tienden a tener infantes seguros. Lo que es
más la violación de máximas particulares predice categorías particulares de apego inseguro.
Los interlocutores que violan las máximas de forma, relevancia y cantidad tienden a tener
infantes resistentes/ambivalentes mientras que los que violan las de verdad o consistencia (la
máxima de la cualidad ) tienden a tener niños evitativos.

La entrevista Segura- Autonoma: Una ilustración


Ahora presentaremos una serie de ejemplos ilustrativos del discurso que tipifica las tres
clasificaciones organizadas de la entrevista. Empiezo con un padre colaborador, y consistente
quien tenía, bajo nuestro punto de vista y bajo el suyo propio, una infancia relativamente fácil.
En el análisis de la EAA, nuestro acuerdo con la perspectiva afirmada por el interlocutor sobre
su infancia se basa en parte en las explicaciones sobre su elección original de adjetivos. He
aquí uno de los incidentes que este hombre relata para mostrar su elección de la palabra
cariñosa-amorosa con respecto a la relación con su padre:
Hubo una vez que accidentalmente prendí fuego al garaje porque estaba
experimentando con mi juego de química con el cual mis dos padres me habían dicho
que no debía jugar allí; después de los bomberos mis padres fueron los primeros en
aparecer y desgraciadamente el juego de química era la evidencia descarada. Pensé
que me esperaba la paliza de mi vida. Pero, incluso cuando todo estaba lleno de humo,
mis padres se olvidaron de pegarme. Bueno, mi madre dijo después que, desde luego,
esperaba que en el futuro prestase más atención a sus instrucciones. Pero mi padre
simplemente corrió hacia mí me cogió en brazos y me abrazó con mucha fuerza. Tanta
que mis pies quedaron colgando. Posteriormente tenía una especie de guiño cuando
mencionaba “aquella vez que tuvimos una pequeña combustión espontánea en el
garaje”.
Mientras que este padre en particular parece haber disfrutado de relaciones satisfactorias con
ambos padres, en muchas otras transcripciones igualmente coherentes y colaboradoras los
interlocutores describen lo que parecen haber sido infancias difíciles. La predicción del cuidado
al infante a partir de la EAA depende no de la historia de la vida del padre, sino de la forma en
que es contada, recordándonos que, mientras que el contenido de la vida de un individuo no
puede cambiar, puede ser contada o reconstruido en muchas formas diferentes. Para ilustrar
este punto, y para resaltar lo más fuertemente posible los patrones de discurso asociados con
los diferentes estados organizados de la mente identificados por Ruth Goldwyn y yo, les
presento tres ejemplos de cómo interlocutores sacados de cada categoría contestarían
típicamente a preguntas similares. Imaginemos que los tres interlocutores siguientes hubiesen
sido todos criados por madres idénticas que fuesen distantes emocionalmente, con probabilidad
de enfadarse cuando su hijo estaba herido más que de calmarlo (en cada caso de éstos, la
madre se había enfadado cuando un niño se había roto un brazo), y muy intrusivas. Los
ejemplos que doy son prototipos, pero están sintetizados de entrevistas reales. Lo que
buscamos no son diferencias en el contenido de las experiencias vitales sino diferencias en la
forma en que se cuenta la historia.

Entrevistas seguras – autónomas: una ilustración


La siguiente es una respuesta que sería característica de un interlocutor seguro – autónomo
que había tenido una infancia difícil (y que bien podría ser la madre de un niño muy seguro
como Ben):
Bueno, para empezar, mi madre no era muy alegre, y le puedo decir ahora mismo que la
razón era que tenía exceso de trabajo. Nos tuvo a cuatro de nosotros en tres años, lo
cual hubiese sido mucho para cualquiera, y yo era la mayor de todos. Yo creo que de
los cuatro he sido la que he tenido más dificultades con esto, y me acuerdo que ella se
metía mucho conmigo preguntándome constantemente sobre cosas que eran – o cosas
que al menos yo pensaba que no eran - relevantes para ella. Al mismo tiempo, cuando
estaba dolida o enfadada, nunca era capaz de responderme, y me acuerdo que una vez
me rompí el brazo y no se lo dije durante horas porque tenía miedo de que se enfadase.
Nótese que el interlocutor ha facilitado un resumen completo aunque emocionalmente
contenido. Cuando se le pidió cinco adjetivos para escribir la relación temprana con su madre
contestó:
...intrusiva sería uno, siempre estaba metiéndose en mis cosas. Y no alegre sería otro.
Me imagino que me está preguntando sobre toda la relación, ¿verdad? Entonces
pongámonos a las dos como no contentas la una con la otra. Me imagino que
estábamos, bueno, distantes mucho tiempo. Ahora necesitamos un cuarto...eh, haciendo
un esfuerzo sería otro, quiero decir que algunas veces se esforzaba en ayudarme. Y
enfadada, algunas veces ella estallaba.
Finalmente, cuando le preguntas cómo le han afectado sus experiencias tempranas, ella
contesta:
Bueno, como he dicho, mi madre era bastante intrusiva y nunca era capaz de responder
cuando yo estaba mal. Y me dolía mucho por aquel tiempo, y todavía estoy como
hiperalerta sobre si la gente me responde cuando estoy molesta o por lo menos mi
marido me encuentra hiperalerta en ese departamento. Y otra cosa es que me siento
fatal por ello, y digo que nunca sucedería, pero a veces me pillo a mí misma actuando
exactamente como ella.
Entrevistas desentendidas: Una ilustración
El siguiente es un ejemplo que ilustra el discurso observado en transcripciones clasificadas
como desentendidas del apego. La madre del niño evitativo podría dar tal respuesta. Como ya
he mencionado, los interlocutores son generalmente juzgados como desentendidos en la EAA
cuando violan la máxima de Grice sobre la cualidad (“se sincero, y muestra evidencia de lo que
dices”), aunque también se observan violaciones de la máxima de la cantidad (“se sucinto pero
completo”) en respuestas como (“no recuerdo”). Con una historia idéntica a la del interlocutor
anterior, esta madre responde a la petición original como sigue:
Infancia muy normal, definitivamente una infancia normal, con ambos padres, yo diría.
Mi madre me apoyaba en todo lo que hacía, siempre estaba muy interesada en el
trabajo del colegio y siempre me preguntaba sobre cómo me había ido el día en el
colegio. Ella ponía mucho énfasis en nuestra independencia. Me enseñó a no
preocuparme por problemas pequeños lo cual es bueno.
Cuando se le pidieron adjetivos, contestó:
Vamos a ver, cuidadora, amorosa... y apoyadora ya van tres. Enseñándonos como
comportarnos por lo tanto...buena profesora. Y...cálida.
Esta interlocutora ha seleccionado sólo adjetivos positivos para describir una experiencia
idéntica a la del anterior interlocutor. Pero, sin embargo, no será capaz de respaldar muchos de
estos adjetivos con recuerdos o—como aparentemente sin darse cuenta—contradicerá estas
descripciones llegamos a la conclusión de que es muy idealizadora de su madre. Como ejemplo
veamos su muestra de la palabra cuidadora.
Cuidadora. Bueno quiero decir que ella siempre era muy cariñosa y nos apoyaba
mucho-(“Bueno, ¿podría usted darme un recuerdo o incidente específico que me
ayudase a entender la palabra cuidadora?”). No recuerdo tan lejos, Quiero decir que fue
hace mucho tiempo: (Bien, piense un poco. Esto puede ser difícil)...Pues me
preguntaba cómo me iba en el colegio, si tenía buenas notas, si tenía buenos amigos, ya
sabes, cosas que te importan. Quería estar segura de que me vestía bien, que me
comportaba bien. Estaba allí siempre cuidándome, asegurándose de que hiciese las
cosas bien, de que no hiciese nada malo.
Aquí vemos que esta interlocutora utiliza los cuestionamientos continuos de su madre acerca de
sus actividades para respaldar el adjetivo cuidadora, aunque para el lector cuidadoso parecen
intrusivos. Típicamente esta interlocutora no ofrece ningún recuerdo de ser reconfortada
cuando estaba angustiada y dirá que no tiene recuerdos de rechazo durante la infancia. Sin
embargo, cuando le preguntamos que sucedía cuando ella estaba herida o angustiada,
responde:
Herida. Déjeme pensar, una vez me rompí el brazo jugando en el jardín. Cosas como
esa hacían que mi madre se enfadara mucho, odiaba episodios como esos. Me dolió
durante mucho tiempo, pero nunca se lo dije. Se enteró por algún vecino o por la forma
en que yo ponía mi brazo... No le gustaban los llorones. Yo siempre trataba de no llorar
porque ella era una persona muy fuerte.
Su incapacidad para contarle a la madre del brazo roto permanece desconectada tanto de su
elección de adjetivos anterior como de la evaluación final de los efectos globales de su
experiencia:
Bueno, como he dicho, no he tenido ninguna de esas experiencias traumáticas de que la
gente habla. He tenido una buena infancia, yo diría que a mí me gustaría ser el tipo de
madre que fue mi madre.
Tomada en su totalidad, la transcripción sugiere que esta interlocutora tiene modelos
contradictorios múltiples de su infancia (Main 1991; ver Bowlby 1993). El que ella presenta al
que la escucha está en el nivel semántico (abstracto general), en el cual ella tuvo una madre
muy buena. Un segundo modelo, sin embargo, basado en episodios concretos, y quizás menos
frecuentemente traídos a la consciencia, incluye el hecho de que ella no le podía decir a su
madre que se había roto el brazo. Como es obvio, las contradicciones internas en esta
entrevista violan la máxima de la cualidad. Finalmente, como su infante evitativo, el discurso de
esta madre refleja una inflexibilidad de la atención relativa. Aunque responde a las cuestiones, y
habla claramente, su atención aparece fijada en “pasar la entrevista” más que en colaborar en
la tarea de recordar y reflexionar sobre sus sentimientos y experiencias de la infancia (ver
Hesse 1996,1999ª). Pero mientras que los adultos del tipo “desentendidos del apego” igual
que los niños evitativos parecen enfatizar que “todo va bien”, debe señalarse que los índices
fisiológicos de activación neurovegetativay de estrés están significativamente elevados en estos
infantes aparentemente sin afecto (Sroufe y Waters 1977). Dozier y Kobak (1992) utilizan la
respuesta psicogalvánica de la piel como medida fisiológica de malestar o angustia.
Encontraron que los individuos que utilizaban estrategias del tipo “desentendidas” durante la
EAA mostraban un aumento en su línea base con respecto a la línea base de la pre-entrevista
en respuesta precisamente a cuestiones sensibles tales como la de si habían sido rechazados,
cómo se habían sentido en los momentos de separación, y si sus padres habían sido
amenazantes. Entonces, así como sería prematuro suponer que el procedimiento de la
situación extraña no es estresante para el niño evitativo, sería prematuro pensar que la
entrevista no es estresante para la madre del infante evitativo. Ambos mantienen la
organización, sin embargo, atendiendo a sólo un aspecto de su alrededor.
Entrevistas de preocupación: Una ilustración
Aquí muestro como la madre preocupada de un infante ambivalente/resistente enfadado como
Cecilia podría contarnos esas mismas experiencias infantiles. Cuando se le pide que de una
descripción general de las relaciones tempranas con sus padres al comienzo de la entrevista,
esta madre responde de la siguiente forma:
Mi relación con mis padres durante la infancia. Bueno, empecemos con mi madre, eso
es fácil, porque los temas personales de mi madre totalmente dominaron mi niñez... Por
ejemplo ella intentaba que le contase cada detalle de lo que me pasaba cada día, y yo
me inventaba cosas pero eso no era suficiente porque ella tenía tantas cuestiones de
ella que tenía que saber todo y contarlo todo. Pero yo siempre supe lo que ella buscaba
y (aquí la que habla quita el pronombre), tenía mucho material sobre eso pero ella
fracasa en comprender que yo tenía, todavía tengo, y de ahora en adelante voy a tener
mi propia vida.
Cuando se le piden adjetivos, contesta:
Bueno, amorosa ella era amorosa, nos besaba, nos abrazaba y nos decía que nos
quería. Pero al mismo tiempo estaba enfadada. Ahora entiendo que esto venía de su
propia relación con su madre. Algunas veces ella intentaba entender sus propios
asuntos aunque debo decir que no los reconocía, me refiero a sus asuntos y de dónde
procedían asi que dejé los problemas personales. Ahora Ceci y yo no tenemos
problemas, no como ella tenía conmigo, yo le digo, Ceci si tienes problemas vienes y me
los cuentas directamente a mí. Y intrusiva, y....
Más tarde y en conjunción con la explicación que da para enfadada, oiremos directamente la
falla de su madre al no responder a su brazo roto. Más que describirlo casi inadvertidamente
como una interlocutora que se desentiende haría, utiliza el incidente como ilustración apropiada
de uno de los adjetivos negativos que ha elegido para describir la relación con su madre, y de
hecho no encontramos violaciones mayores de consistencia interna o de verdad en esta
interlocutora. Pero viola sin embargo lo que he llamado las máximas de colaboración-
principalmente cantidad, relevancia y forma como hemos mostrado antes. Una vez lanzada a
los intentos de describir sus experiencias, parece centrarse en ellos tan
persistentemente—además de confundida—que no puede simultáneamente mantener un
discurso colaborador (Hesse 1996).
Cuando se le preguntó sobre las experiencias de su niñez con sus padres, por ejemplo, podía
comentar sobre su relación presente con su propia hija (o la relación presente con sus padres
más que la relación en su niñez), y su conversación puede dar unos giros tan largos que su
entrevista se pasa bastante del tiempo límite esperado.
Otra cualidad que se observa en algunos interlocutores preocupados es la oscilación, la cual, al
igual que una contradicción directa, puede tomarse como evidencia de la existencia de
“modelos múltiples” (Main, 1991). Un interlocutor preocupado puede perfectamente establecer
un punto e inmediatamente retirarlo, para después volver a cambiarlo y después cambiarlo una
vez más. De esta forma incluso la elección de adjetivos positivos puede resultar minimizada:
Amorosa. Mi madre era amorosa. Todas las noches nos daba un beso de buenas
noches, abrazos y me decía que me quería, que me adoraba, bla,bla,bla... Por lo tanto
eso era bueno y le estoy agradecida por ello pero al mismo tiempo me hacía sentir
culpable, como si le debía a ella algo y le tuviese que devolver diciéndole lo mismo, y he
aprendido ahora que los hijos no te deben nada, no tienen que decir nada. Pero sabe, yo
estaba agradecida por ello, y todavía lo estoy pero lo que trato de decir es que era
doloroso tener que oírle y yo solía preguntarme si la heriría si no le decía nada de vuelta,
pero ella era amorosa. Y yo pagué el precio.
Finalmente he aquí el comienzo de la descripción de los efectos globales de su experiencia:
Bueno, como resultado de todo lo que mi madre hizo, quiero decir sus problemas y de
su forma de proyectarlos sobre mí, yo solía ser una persona bastante insegura. Esa era
mi forma de ser, yo actuaba como si fuera fuerte y todo el mundo pensaba que yo era
fuerte, nadie se daba cuenta de que yo podía estar sufriendo, eso hizo mi crianza, me
hizo ser la cuidadora de todo el mundo de la misma forma que era la cuidadora de ella.
Pero ya lo he resuelto , quiero decir con Ceci, las formas en las que me ha afectado,
ahora simplemente tomo todo lo que mi madre hacía, y hago lo contrario (16) . Como
ayer, vino a cenar y le dije: Madre si no te gustan las cebollas a la crema, no las comas,
no necesito que me lo digas cada vez que las hago, eso es algo que no necesito...

“Afirmando, No mostrando”: un principio en el análisis de entrevistas


Al enseñar análisis de la EAA, frecuentemente señalamos la diferencia crítica entre afirmar que
uno está preocupado o desentendido y mostrarlo, y quiero ilustrar este principio antes de
terminar mi revisión del sistema. Al interlocutor siguiente se le acababa de preguntar (casi al
final de la entrevista) acerca de la relación actual con su madre:
¡Oh Dios! La relación actual con mi madre. Esta no es la semana para preguntármelo.
Definitivamente no es la semana para preguntarlo. La semana pasada nos estábamos
llevando bien y probablemente lo estaremos otra vez la semana que viene. Quiero decir
que todavía tenemos nuestros buenos y malos momentos y todavía estamos
probablemente muy centradas la una en la otra, pero así es. Pero estoy tan enfadada
con ella en este momento, estoy hirviendo. Criticó a mi marido otra vez y para mí eso es
siempre el final. Sigo intentando mantenerme calmada pero muchas veces todavía no lo
consigo. Por lo tanto probablemente no es muy diferente de lo que era en la
adolescencia. Si, en general yo diría que la relación con mi madre es igual que como
era.
Un codificador experimentado no consideraría a esta interlocutora preocupada (17) Ella puede
hablar de sus sentimientos de rabia en el presente hacia su madre sin violar las máximas de
colaboración (cantidad, relevancia, o forma). Nos damos cuenta que, junto con su claridad
lingüística, como hablante es autónoma y no busca aprobación de otro. Finalmente, afirma en
vez de demostrar disimuladamente o mostrar que está preocupada con su madre, y una vez
que cuenta claramente sus dificultades, deja el tema.
De forma similar el siguiente párrafo no indicaría una clasificación como desentendida:
La relación con mis padres en la infancia...Me temo que no recuerdo mucho de eso,
como que he dejado todo eso de lado...Creo que soy un tipo de escapista. Quiero decir
que trato de ser positiva y no pensar en mi niñez en general, bueno, trato de pensar bien
de mis padres. Así que en eso es en lo que trato de fijarme y es más difícil recordar las
cosas negativas. Deme otro minuto..... Vamos a ver, la idea de mi padre de la familia era
que él tenía que contribuir a nuestra seguridad económica, yo sé que él tenía que haber
hecho más. Mi madre.... era una buena persona pero no me calmaba cuando yo estaba
angustiado, y.....
Al decir que tiene dificultad al recordar su infancia y que ha dejado esta de lado y que –en sus
propias palabras—es una “escapista” que trata de ver las cosas positivas de sus padres y no
recordar las negativas, un codificador inexperto podría tender a pensar que esta persona
debería ser colocada en la categoría de los que se desentienden. Nótese sin embargo, que no
ha violado significativamente la consistencia interna porque trata de contarnos e intenta
mantenerse positiva con respecto a su madre y también nos cuenta que la relación temprana no
fue de hecho positiva. En el nivel más básico su lenguaje implica que es demasiado consciente
de sus propios esfuerzos de ser positiva con nosotros para identificar violaciones de la verdad
desconectadas o inconsistencias manifiestas del tipo de las que vimos en el interlocutor que de
hecho era de los que se desentienden. Finalmente, su afirmación sobre su dificultad para
recordar su niñez no la utiliza para bloquear el discurso, sino se mantiene colaboradora y no
viola la cantidad.
Fiabilidad y Validez de la Entrevista de Apego del Adulto
La “Entrevista de Apego del Adulto” es famosa, sobre todo, por sus correlatos externos -por
ejemplo, su capacidad para predecir la sensibilidad parental y también para predecir la conducta
del infante en la situación extraña frente al interlocutor, y para discriminar entre muestras
clínicas y no-clínicas. Sin embargo las características de la EAA como herramienta de
evaluación (ej. sus propiedades de medida o psicométricas) han sido evaluadas en una serie de
estudios y han demostrado una sorprendente fiabilidad y validez (ver Hesse 1999, para una
revisión). Por ejemplo la organización del apego del adulto ha sido encontrada altamente
estable cuando se administra la entrevista al mismo individuo a lo largo de periodos de tiempo
que van de dos meses hasta cuatro años; el acuerdo entre jueces en lo que respecta a la
clasificación también ha resultado satisfactorio; y las respuestas a la entrevista no varían si
cambiamos al entrevistador.
Además como la coherencia juega un papel importante para identificar una transcripción como
segura/autónoma, ha sido crítico poder demostrar que estos interlocutores no son ni más
inteligentes ni con mayor fluidez verbal que los otros. De forma similar, ya que la insistencia en
la falta de memoria sobre la niñez se asocia con transcripciones que se desentienden, ha sido
necesario demostrar--- si vamos a inferir motivaciones psicológicas---que tales interlocutores
son tan capaces como otros de recordar acontecimientos impersonales de su infancia. Es más,
para determinar si las diferencias en el discurso identificadas en la EAA simplemente reflejaban
hábitos de lenguaje, se desarrollo una entrevista de la historia laboral que imita la EAA,
centrándose en aspectos técnicos y no personales del trabajo de un individuo. Como en la EAA
las transcripciones de esta entrevista pueden ser clasificadas como seguras, desentendidas, o
preocupadas (Crowell et al. 1996). Las clasificaciones basadas en esta entrevista de la historia
laboral resultaron ser independientes de aquellas asignadas a la EAA realizadas con la misma
persona. Esto sugiere que son de hecho las dinámicas internas (frente a un simple hábito de
lenguaje generalizado) lo que activamente distorsiona el discurso sobre la historia del apego, y
que estas dinámicas explican las violaciones de las máximas de Grice que aparecen
específicamente en los padres de los niños inseguros durante la EAA.
Finalmente aunque continuaré refiriéndome a nuestro protocolo como la “Entrevista de Apego
del Adulto”, trabajadores en tres países han encontrado que la EAA es fácilmente
aplicable—con tan sólo alteraciones menores para adaptarlas a la edad apropiada---a niños de
hasta diez u once años de edad (ej. Ammaniti et al. ,e n prensa; ver, también, Hesse 199b para
un resumen).
Predicción de la conducta en la situación extraña, los patrones de cuidado o crianza, y estatus
clínico.
Los investigadores de todo el mundo han reproducido la relación que se descubrió
originalmente en el estudio de las familias del área de la Bahía de San Francisco entre el
estatus de un padre en la EAA y la respuesta del infante en la situación extraña hacia ese
mismo padre. Trabajos realizados en cuatro países realizados en cuatro laboratorios diferentes
e incluyendo una muestra de unas madres muy jóvenes, del sector de pobreza social (Hesse
1999ª), han indicado que la misma media 75% de emparejamiento padre-hijo
seguro/inseguro se mantiene incluso cuando la entrevista se realiza antes del nacimiento del
primer hijo. Al describir la fuerza de la relación entre todos estos estudios realizados hace varios
años, van Ijzendoorn (1995) calculó que tomaría 1087 intentos de reproducir estos estudios
más, dando cada uno resultados no significativos, para reducir la relación actual entre el
estatus del apego del infante y del adulto para que fuera insignificante (ver la tabla más abajo
para un resumen).
Entrevista de apego del adulto respuesta del infante en la situación extraña
Seguro -autónomo (F) Seguro (B)
Se mantiene un discurso coherente y colaborador mientras el entrevistado describe las
experiencias relacionadas con el apego y sus efectos, ya sean favorables o
desfavorables. El entrevistadpo parece valorar el apego a la vez que mantiene la
objetividad con respecto a cualquier experiencia o relación en particular.
Muestra signos de echar de menos al padre en la primera separación, y llora durante la
segunda separación. Saluda al padre activamente ej: gateando hacia el padre de
inmediato y normalmente pide ser tomado en brazos. Después de haber retomado el
contacto brevemente con el padre se calma y vuelve al juego.
Desentendido(Ds)
Descripciones positivas y normalizantes de los padres (“excelente, una madre muy
normal”) que no se sostienen o se contradicen con incidentes específicos. Se informa
que las experiencias negativas han tenido poco o ningún efecto. Los relatos son cortos,
a menudo debidos a insistencia en la falta de memoria.
Evitativo (A)
No llora ante la separación fijandose en los juguetes o en el entorno durante todo el
procedimiento. Evita e ignora activamente al padre al reunirse moviéndose o
volviéndose e, incluso, se inclina hacia fuera si se le toma en brazos. Ausencia de
expresiones de enfado o de malestar.
Preocupado (E)
Preocupado con experiencias aparentemente de enfadado; confundido y pasivo o
asustado y abrumado. Algunas frases complicadas gramaticalmente, llenas de frases
vagas (bla,bla, bla) o jerga psicológica. Los relatos son largos con algunas respuestas
irrelevantes.
Resistente-Ambivalente(C)
Preocupado con el padre a lo largo de toda la prueba, puede parecer enfadado y,
alternativamente, buscar y resistir el contacto con el padre, o puede aparecer sutilmente
enfadado mientras actúa pasivamente. No consigue calmarse o volver a la exploración
al reunirse, y típicamente continúa centrado en el padre, llorando.
Estos hallazgos implican, por supuesto, que diferentes estados mentales por parte de los
progenitores con respecto al apego predicen diferentes patrones de crianza (cuidado). Si éste
fuera el caso, los padres seguros-autónomos deberán ser más sensibles y responder más a
sus infantes que los padres inseguros, y en el resumen de van Ijzendoorn (1995), las
entrevistas seguras-autonomas en varias muestras resultaron poder predecir crianza sensible y
con respuesta hacia sus retoños, tanto por los padres como por las madres.
El desarrollo de la EAA estaba anclado en la respuesta de los infantes en la situación extraña
en una muestra de clase media de bajo riesgo. Por lo tanto, no podía esperarse que también
pudiese servir para distinguir unos individuos de poblaciones con problemas psicológicos de
otros tipos de poblaciones. Sin embargo, ahora ha sido demostrado repetidas veces que las
proporciones de transcripciones juzgadas como seguras-autonomas en tales muestras es
sorprendentemente pequeña, (aproximadamente 8%, frente al 45 % o más en las muestras
controles), aunque los investigadores hayan realizado “a ciegas” las transcripciones del estatus
psiquiátrico y hayan excluido pacientes con dificultades orgánicas y con trastornos de
pensamiento (van Ijzendoorn y Bakermans-Kranenburg 1996). Otros estudios han encontrado
inseguridad en la mayoría de las madres de niños con problemas clínicos (teniendo en cuenta
que los trastornos de los niños no sean de base predominantemente biológica), en criminales,
en individuos violentos o abusivos y en juventudes alemanas de extrema derecha (ver Hesse
1999b para un resumen).

Predicción de respuesta a la EAA a partir de las observaciones de los infantes


Recientemente un nuevo conjunto de estudios empíricos ha examinado las experiencias
tempranas o la conducta en la situación extraña en relación con las respuesta a la EAA en la
adolescencia o en adultos jóvenes. En el primer informe de estos se observó que la falta de
respuesta de la madre al infante en el hogar ya en el primer mes de vida del infante predecía el
estatus de desentenderse en la EAA durante la adolescencia (Beckwith, Cohen y Hamilton,
1999). Además, en una colección de tres estudios recientemente publicados (ver Waters,
Hamilton, y Weinfield, 2000), la clasificación del infante en la situación extraña ha sido
comparada con respuestas a la EAA de 16 a 20 años después. En ambas muestras de bajo
riesgo incluidas aquí, una respuesta segura en la situación extraña hacia la madre en la infancia
ha podido predecir significativamente una narración de tipo seguro /autónomo en el mismo
individuo durante la adolescencia o el comienzo de la etapa adulta. En nuestro propio estudio
de seguimiento del área de la Bahía de San Francisco también hemos encontrado que la
respuesta segura/ insegura en la situación extraña hacia la madre predice una respuesta
segura/insegura en la entrevista dieciocho años más tarde . De hecho, sólo una minoría
pequeña de adolescentes inseguros como infantes fueron juzgados como seguros/autónomos a
la edad de diecinueve años (por ejemplo 10 de 11 infantes evitativos de la madre durante la
infancia fueron juzgados como que se desentienden en la adolescencia), mientras que la
mayoría de los que habían sido seguros con la madre como infantes eran segurosauónomos en
la adolescencia (18). Los hallazgos de estos 4 estudios en muestras de bajo riesgo son
impresionantes, con tests estadísticos que varían desde significativo hasta altamente
significativo. Sin embargo, en la muestra de población de Minnesota (incluida en Waters et al.
2000), tuvieron lugar situaciones traumáticas substanciales entre la infacia y la adolescencia
tardía, y no se encontró asociación con la seguridad temprana (ver Weinfield et al. 1999). Aquí
aunque una mayoría de los adolescentes inseguros con la madre en la infancia eran inseguros
en la EAA como era esperable, también eran inseguros una mayoría de adolescentes que
habían sido seguros.
De lo dicho podemos concluir con Bowlby (1969) que a pesar de la predicibilidad global entre la
conducta en la situación extraña temprana y los procesos representacionales más tardíos, como
ha sido mostrado en varias muestras de clase media de bajo riesgo, la seguridad no está
totalmente fijada o completamente determinada en la infancia. Por ejemplo, los puntos fuertes y
débiles constitucionales deben ser tenidos en cuenta como contribuyentes probables a los
estados de seguridad frente a inseguridad en la edad adulta (Main 1999). Además, todos los
niños son susceptibles a las influencias de una variedad de experiencias favorables versus
desfavorables que pueden -permanentemente en muchos casos, y temporalmente en otros; ver
Weinfield et al. 1999) - alterar su desarrollo evolutivo y, por lo tanto, sus estados mentales con
respecto al apego.
Conclusiones y sugerencias para el trabajo futuro
El objetivo principal de este artículo ha sido el de dar una introducción básica al campo del
apego, junto con descripciones extensas de la conducta y el lenguaje que identifican a las
categorias de apego del infante, del niño, y del adulto. Que yo sepa no se ha hecho una
compilación comparable de tal material fuera de algunos institutos de enseñanza y de
conferencias selectas. Lo que espero es que a los lectores les quede una idea lo
suficientemente clara de las diferencias individuales en la organización del apego que les
permita un examen con información de otros materiales futuros y, quizás, generar estudios
propios. Pero un artículo de este tamaño no puede incluirlo todo, y ha habido omisiones
inevitables. Claramente he tenido que dejar fuera: cualquier referencia a los importantes
hallazgos con respecto al apego en animales no-humanos; toda la literatura de auto-informes
sobre las relaciones románticas en la edad adulta; y un número de teorías emergentes que han
surgido en la última década (incluyendo por, supuesto, algunos de las mías). De todas formas,
los lectores serán más capaces de extender sus estudios si lo desean una vez que se hayan
familiarizado con los fenómenos básicos y la metodología de las investigaciones sobre el
apego. De esta manera creo que estas omisiones pueden ser consideradas justificadas.
Aunque no he tenido oportunidad aquí de discutir la relación entre patrones de apego
inseguros, la restricción de la atención y la defensa “en juego”, el lector encontrará extensas
discusiones sobre este tema en otros sitios (por ejemplo ver Main 1995 y 1999). Me gustaría
enfatizar, sin embargo, que los individuos cuya conducta o estado mental es llamado seguro,
evitativo/desentendido o ambivalente /preocupado/a no son en esencia diferentes en cuanto a
que comparten las mismas propensiones a buscar figuras de apego cuando se encuentran mal
o angustiados y, cuando es posible, intentan la exploración autónoma de los mundos internos
y externos. Sin embargo un individuo en un estado de la mente inseguro debe actuar en contra
de estas tendencias.
Brevemente, estas ubicaciones categóricas ,quizás muy fácilmente utilizadas (que de hecho son
dependientes de una cuidadosa puntuación previa de escalas individuales), deben ser
entendidas como referidas sólo a estados de la mente con respecto al apego actuales, y
potencialmente cambiables. Las categorías, no debe pensarse que denotan diferentes tipos
(como podría implicarse al hacer referencias ocasionales y equivocadas) a los “que se
desentienden” los “preocupados”; los individuos no tendrían razón por la que restringir el foco
de su atención al encara la “cura” (cura como, en latín, como preocupación, cuidado) si el
fracasar en restringir la atención no provocase sentimientos e inclinaciones conductuales
dolorosos y angustiosos. Creo que es por esto por lo que los niños sometidos a separaciones a
largo plazo pueden activamente evitar a la persona que anteriormente más preferían y porqué,
por ejemplo, niños rechazados dibujan figuras sonrientes flotando sin brazos. Si los procesos
defensivos no actuasen durante las separaciones prolongadas (o en respuesta a experiencias
repetidas de rechazo), estos niños deberían saludar a sus padres cariñosamente en el
reencuentro y los niños rechazados deberían hacer dibujos familiares tan realistas como
pueden hacerlo otros niños. Los estados mentales inseguros son entonces indicadores de la
presencia de un proceso no de una estructura inmutable, y este proceso es muy activo, como
se demuestra en los continuos efectos distorsionantes en el uso del lenguaje de los adultos a
los que se les pide que describan y evalúen su historia de apego.
Me gustaría considerar brevemente el futuro del campo del apego (ver también Main, 1999).
Hasta ahora, la mayoría de los investigadores que trabajan con poblaciones humanas han
estado involucrados en describir, clasificar y predecir conducta (en su sentido más amplio), más
que en tratar de intervenir en ella. Esto ha sido una empresa necesaria, pero los
descubrimientos que he revisado aquí son, sin quitarles su gran importancia, en su mayor parte
correlacionales. La próxima fase en el desarrollo de este campo será poner a prueba nuestra
comprensión de estos fenómenos observados intentando controlarlos y alterarlos. En esta
tarea, por ejemplo los clínicos pueden aumentar nuestra comprensión del apego inseguro
explorando la posibilidad de intervenir para ayudar a los individuos inseguros a lograr estados
de seguridad. Con este fín, la Entrevista de Apego del Adulto está siendo utilizada ahora como
una valoración del estatus del paciente antes de la terapia (ver Korfmacher et al. 1997) o,
cuando se combina con tests posteriores, como una evaluación de su efectividad (ver por
ejemplo, Diamond et al. 1999 y Fonagy et al. 1996). Aunque el apego inseguro no puede
proveer una explicación completa del surgimiento de dificultades clínicas o de tendencias
criminales, la capacidad para ayudar a los individuos a desarrollar un estado mental seguro con
respecto a sus historias de apego podría actuar como un factor protector y facilitar más cambio
positivo (ver Schuengel, van Ijzendoorn, y Bakermans-Kranenburg, 1999).
Otra nueva dirección para el campo del apego será sin duda definida por el crecimiento de
nuestra comprensión de la neurociencia, y probablemente surgirán estudios para evaluar las
diferencias en el estatus de apego combinados con evaluaciones de fisiología, imágenes del
cerebro y genética de la conducta (Main, 1999). Dichos estudios serán más útiles si no nos
limitamos a simplemente tratar de identificar “el” cerebro o sus correlatos fisiológicos de apego
inseguro frente a seguro sino si en su lugar incluimos valoraciones del estatus neurológico y/o
fisiológico hechos antes de una intervención clínica exitosa.
Apéndice: Cuestiones de temperamento
Mientras que el sesgo genético se ve en muchos terrenos conductuales/emocionales, hasta el
presente, los relatos ambientales parecen predominar con respecto a los patrones de apego
tempranos. Primero, si la conducta en la situación extraña fuese un reflejo del infante en sí
mismo más que de su historia interaccional con sus padres, entonces los infantes se
comportarían de forma semejante con ambos padres. Sin embargo, como ya hemos señalado
antes, a través de muchos estudios relativamente grandes, se ha encontrado que el apego de
un infante determinado a sus dos padres es sorprendentemente independiente. Segundo, si el
apego del infante fuese un producto del temperamento del infante, entonces una mejora en las
circunstancias vitales de la madre no se esperaría que cambiase la respuesta ante la situación
extraña de forma significativa; sin embargo, una mejora de este tipo cuando el infante tiene
entre 12 y 18 meses de edad ha sido asociada con infantes inseguros que se vuelven seguros
(Sroufe 1985). Tercero, si los padres responden negativamente a infantes “difíciles”, sería
esperables que menos niños difíciles fuesen seguros. Sin embargo la seguridad predomina
incluso en muestras en las cuales el niño está enfermo, dañado o con alguna minusvalía.
Finalmente si el temperamento o constitución del infante está modelando la interacción con el
padre con respecto al apego, entonces debería ser más difícil predecir la conducta en la
situación extraña del infante antes que después de su nacimiento. Sin embargo, como hemos
mencionado antes, cuatro estudios independientes antes del nacimiento, utilizando las EAA,
han encontrado que las entrevistas llevadas a cabo varios meses antes del nacimiento del
primer hijo con un padre determinado predice la respuesta en la situación extraña tan
precisamente como cuando es administrada después del nacimiento (ver Steele, Steele, y
Fonagy 1996 para una ilustración particularmente elegante). Para un resumen de lo dicho y
citas de estudios, ver Vaughn y Bost (1999). Para un nuevo estudio húngaro que sugiere una
posible contribución genética en el apego desorganizado, ver Lakatos et al. (en prensa); ver
también Hesse y Main (2000; éste volumen del Journal of the American Psychoanalytic
Association).

Notas de la autora
1. Para ahorrar espacio, este artículo y el artículo que lo acompaña (Hesse y Main 2000) en este tomo
del Journal of the American Psychoanalytic Association, comparten una lista de referencias
bibliográficas, que son las que aparecen al final. Además, muchas citas individuales no han sido
incluidas. Los autores lamentan estas exigencias; sin embargo, los lectores interesados podrán encontrar
los estudios individuales mencionados en el citado resumen y artículos de revisión.
2. Las categorías desorganizada / desorientada del apego del infante, del niño y del adulto son descritas
en un artículo adjunto (Hesse y Main 2000; en este tomo del Journal of the American Psychoanalytic
Association).
3. Discusiones sobre el apego en lo que atañen en particular al trabajo clínico pueden ser halladas en dos
tomos de Consulting & Clinical Psychology (1996; Tomo 64, Números 1 y 2) y dos ejemplares de
Psychoanalytic Inquiry (1999; Tomo.19, Números 4 y 5); la revista Attachment and Human Development,
y muchos capítulos escritos por clínicos para el Handbook of Attachment (Cassidy and Shaver 1999).
4. Mientrás que Bowlby comenzó con un énfasis en la conducta de los infantes y niños pequeños,
propuso que los vínculos de apego existen durante toda la vida, como se ve,por ejemplo, en la conducta
de base segura que lleva a los miembros de una pareja a apoyarse el uno al otro en momentos de estrés
(ver también Hazan y Shaver 1994; Simpson y Rholes 1998), y en las respuestas frente a la muerte del
compañero, (ver Bowlby 1980).
5. La conducta y el lenguaje de algunos individuos no están lo suficientemente organizados como para
poderlo ubicar en una sola categoría. Algunos infantes ,al igual que algunos adultos, son repetidamente
inclasificables por lo que una quinta categoría “no clasificable” se está utilizando cada vez más, (Hesse
1996.1999ª).
6. Más tarde, una cuarta categoría de la conducta del infante en la situación extraña fue desarrollada y
descrita por Judith Solomon y yo (Hesse y Main 2000; este tomo), que llamamos desorganizada/
desorientada.
7. Entre estos métodos debo destacar que la evaluación del apego a partir de la conducta en la reunión a
los seis años de edad ha sido ampliamente reproducida en lo que respecta a la relación de apego en el
primer año de vida, así como también lo ha sido la evaluación de Kaplan de la respuesta de los niños
frente a narrativas relacionadas con la separación (ver Solomon y George 1999 para una revisión). Las
respuestas de los niños en el dibujo familiar también se pueden predecir a partir de la conducta hacia la
madre en la situación extraña en la muestra de Minnesota; pero, también, han habido varios estudios que
no han podido reproducirse por lo que los dibujos sobre la familia no deben ser utilizados nunca como
una forma de evaluar el apego con una sola herramienta (ver Main1995). Hasta donde sabemos, el
análisis de las transcripciones de las reuniones niño-padres y la respuesta de los niños a la presentación
de una foto familiar son propias de nuestra muestra.
8. Para tres de los 26 infantes no se realizó el procedimiento o fue inválido (debido a enfermedad del
infante por ejemplo).
9. Muchas investigaciones subsiguientes, tal como nuestro estudio del Area de la Bahía de San Francisco
de 189 familias, han mostrado que la respuesta del infante hacia uno de los padres no indica cómo
responderá ante el otro. En otras palabras, un infante seguro con la madre podría perfectamente ser
evitativo con el padre. Estos hallazgos son, por supuesto, consonantes con la propuesta de que la
respuesta en la situación extraña hacia una persona representa una historia de interacción específica
más que el temperamento del infante. En el apéndice 1 se comenta que para la mayoría de los infantes
organizados en las muestras de bajo riesgo, los factores constitucionales probablemente juegan un
papel asimismo limitado.
10. Un meta-análisis que relacionaba varios esfuerzos de evaluar la sensibilidad materna con la conducta
en la situación extraña (de Wolff y van Ijzendoorn 1997) halló una asociación significativa pero modesta,
(con resultados más sólidos cuando el método de evaluar la sensibilidad materna y la muestra se
aproximaban más al de Ainsworth). Este resultado no es sorprendente dado el hecho de que no hay
disponible información acerca de cómo evaluar la sensibilidad y no hay investigadores que hayan
evaluado la sensibilidad a lo largo de períodos de tiempo comparable a la de Ainsworth.
11. Para probar esta inferencia, Nancy Kaplan y yo pedimos una vez informalmente a niños en las
diferentes categorías de apego que dibujasen sus familias y que dibujasen un osito de peluche. Varios de
los niños evitativos una vez más dibujaron a miembros de la familia sin brazos pero dibujaron el osito con
brazos y patas completas, incluso con sus pezuñas.
12. Puede obtenerse el protocolo de entrevista escribiendo a Mary Main o a Erik Hesse en el
Departamento de Psicología de la Universidad de California en Berkeley, Berkeley, CA 94720, o por fax +
1 510 642 52 93. También se dará información en cuanto a formación en el análisis de la entrevista y un
listado de los entrenadores certificados en este momento.
13. Muchos lectores ya estarán familiarizados con métodos de evaluación del apego romántico a través
del auto-informe en el cual los sujetos se identifican a si mismos (ya sea a través de autoclasificaciones
o en respuesta a items individuales) como por ejemplo, seguros, desentendidos o preocupados (y
algunas veces como temerosos). Estos estudios presentan resultados interesantes pero no tienen
relación o tienen muy poca con la Entrevista de Apego del Adulto (ver Crowell, Fraley y Shaver 1999;
Hesse 1999ª). Los auto-informes sobre la relación con la madre o con los padres también muestran
poca o ninguna relación con la Entrevista de Apego del Adulto, (ver un estudio anterior realizado por
Hamilton en la revisión de Hesse 1999b).
14. Los críticos de Grice han observado que las conversaciones de los “verdaderos” entrevistados muy
pocas veces siguen su principio de cooperación ideal, pero esto no es un problema preocupante para
nuestro sistema, en el cual los grados relativos de adherencia a estas máximas han sido examinados a
través de varios entrevistados. Nosotros damos nuestra puntuación más alta (nueve) por coherencia en
su transcripción a muchos entrevistados que muestran transgresiones menores, como por ejemplo: “Si
verdaderamente quiere que le cuente esa parte de mi vida, va a ser una historia tremendamente larga”.
15. Somos conscientes de que la memoria es un proceso de construcción y reconstrucción; incluso en el
caso de individuos seguros (cuyas narrativas son consistentes internamente) los recuerdos pueden ser
inexactos.
16. Uno de los indicadores de un estado mental seguro con respecto al apego es una conciencia viva,
alerta a los efectos no deseados de los procesos inconscientes de tal forma que está afirmación es
tomada como un indicador de seguridad. Como recordara el lector el entrevistado seguro-autónomo del
que hablamos anteriormente informaba acerca de su frustración al verse en ocasiones actuar como su
propia madre intrusiva y enfadada.
17. Como la próxima entrevistada, ella podría sin embargo ser colocada en una subcategoría menos
prototípicamente segura de la EAA que lo que cabría esperar por ejemplo para la madre de un niño
como Ben.
18. En nuestra muestra, las situaciones extrañas se recogieron con el padre y también con la madre para
cada niño. Aunque, como dijimos anteriormente, la EAA del padre predice la conducta del infante hacia el
padre en la situación extraña así como la sensibilidad del padre hacia el infante (van Ijzendoorn 1995); la
conducta en la situación extraña hacia el padre no estaba relacionada con las respuestas de los
adolescentes a la EAA en nuestra muestra.

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Mary Main: profesora de Psicología, Universidad de California.

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