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LA TEORÍA DE APEGO

John Bowlby (1986, 1998), psiquiatra y psicoanalista, trabajó durante años en


clínica infantil y planteó la teoría del apego, la que concibió como una tendencia de
los seres humanos a establecer vínculos afectivos sólidos con personas
determinadas a través de la vida. A través del tiempo, la propuesta de Bowlby se
ha convertido en una de las teorías más influyentes en la psicología, siendo de
interés para distintos autores; incluso es considerada actualmente como un cuerpo
sólido y sistemático con importante investigación empírica (Feeney & Noller, 2001;
Hazan & Shaver, 1994; Lecannelier, 2001, 2002a; Marrone, 2001; Martínez &
Santelices, 2005; Moneta, 2003; Shaver & Mikulincer, 2002b).

Para Bowlby (1986), el comportamiento de apego es todo aquel que permite al


sujeto conseguir o mantener proximidad con otra persona diferenciada y
generalmente considerada más fuerte y/o sabia, propio del ser humano, que motiva
la búsqueda de proximidad entre el niño pequeño y sus padres o cuidadores. Se
enfatiza que la experiencia del niño con sus padres tiene un rol fundamental en la
capacidad posterior del niño de establecer vínculos afectivos y que las funciones
principales de ellos serían proporcionar al niño una base segura y, desde allí,
animarlos a explorar; es importante que el niño pueda depender de sus figuras de
apego y que éstas puedan contener y proteger al niño cuando lo necesita. La
interacción que se produzca entre el cuidador y el niño podrá dar cuenta de la
calidad del vínculo, lo que tendría que ver con lo que Bowlby (1980) identificó como
modelos operantes internos, que serían expectativas que posee el niño acerca de sí
mismo y de los demás, y que le hacen posible anticipar, interpretar y responder a
la conducta de sus figuras de apego, ya que integran experiencias presentes y
pasadas en esquemas cognitivos y emocionales. En la misma línea, Fonagy et al.
(1995) señalan que a partir de experiencias repetidas con sus figuras de apego, los
niños desarrollan expectativas en cuanto a la naturaleza de las interacciones. Así,
las relaciones tempranas de apego poseen amplia influencia en la capacidad para
regular el estrés, en la regulación de la atención y en la función mentalizadora de
los sujetos (Fonagy & Target, 2002). Crittenden (1990, 1995) también habla de
modelos internos, que implican cierta forma de procesar la información acerca de la
conducta de las figuras de apego y, asimismo, mayor o menor tendencia a ciertos
tipos de psicopatología.

Diferencias individuales en la calidad del apego

Las primeras investigaciones detalladas de las diferencias individuales en apego


fueron dirigidas por Ainsworth (Fenney & Noller, 2001), quien trabajó con Bowlby
en una asociación importante y prolífica (Marrone, 2001). Basándose en una serie
de observaciones realizadas a través de un procedimiento estandarizado de
laboratorio llamado Situación Extraña (Strange Situation), de interacciones madre-
hijo, Ainsworth, Blehar, Waters y Wall (1978) desarrollaron la primera clasificación
de apego en niños y describieron tres patrones generales: seguro, inseguro
evitativo y ambivalente. A través de la situación extraña, bebés con apego seguro
presentan conductas de exploración activa, se disgustan ante la separación del
cuidador pero cuando éste vuelve tienen una respuesta positiva frente a él y suelen
consolarse con facilidad; bebés con apego evitativo presentan conductas de
distanciamiento, no lloran al separarse del progenitor, suelen concentrarse en los
juguetes y evitan el contacto cercano; por último, bebés con apego ambivalente
reaccionan fuertemente a la separación, presentan conductas ansiosas y de
protesta como llorar y aferrarse, suelen mostrar rabia, no se calman con facilidad y
no retoman la exploración. Posteriormente, Main y Solomon (1986), agregaron una
cuarta categoría desorganizada para algunos bebés que muestran conductas
desorientadas en presencia del progenitor. Un aspecto interesante de esta
clasificación, es que se basa en la expresión y regulación emocional; la calidad del
apego se establece fundamentalmente dependiendo de cuán bien está la regulación
emocional diádicaal servicio de la exploración y el dominio (Sroufe, 2000b).

A través del tiempo, el interés por la evaluación se amplió al ámbito del apego
adulto. Una de las pioneras fue Mary Main, quien junto a su equipo diseñaron la
Adult Attachment Interview (George, Kaplan & Main, 1985, citado en Feeney &
Noller, 2001), que mide las representaciones actuales de las experiencias de apego
a través de la narrativa. Se establecieron tres patrones de apego: seguro,
indiferente y preocupado. Más tarde se formularon dos nuevas categorías:
irresuelto/ desorganizado e inclasificable (Marrone, 2001). Adultos seguros realizan
relatos coherentes y consistentes de su infancia, integran experiencias distintas,
reflexionan acerca de sus vivencias y poseen sentido de equilibrio; adultos
indiferentes realizan relatos incoherentes e incompletos y tienen vacíos en su
memoria, minimizan la relevancia del apego, tienen imagen positiva de las figuras
de apego pero no logran dar ejemplos concretos de ello y suelen negar experiencias
negativas; adultos preocupados se aprecian rabiosos, otorgan relatos detallados de
los conflictos que tuvieron con sus figuras de apego, oscilan entre evaluaciones
positivas y negativas sin notarlo y su lenguaje suele ser confuso, vago y poco claro
(Moneta, 2003).

Martínez y Santelices (2005), señalan que luego de estos primeros intentos y hasta
la actualidad, ha sido enorme la diversificación en la medición del apego adulto.
Esto ha implicado complejidades y desafíos a los investigadores, ya que los estudios
han surgido desde áreas diversas de la psicología y, además, han realizado
distintos énfasis en la conceptualización del apego adulto, en la forma de evaluar,
en el foco de la evaluación, en el tipo de instrumentos utilizados, entre otros
(Bartholomew, 1994; Bifulco, 2002; Griffin & Bartholomew, 1994; Harris, 2002;
Hazan & Shaver, 1994; Jacobvitz, Curran & Moller, 2002; Martínez & Santelices,
2005; Shaver & Mikulincer, 2002b; Stein, Jacobs, Ferguson, Allen & Fonagy, 1998;
Stein et al., 2002; Waters, Crowell, Elliott, Corcoran & Treboux, 2002). Aún
considerando estas dificultades (para un análisis más exhaustivo, dirigirse a las
referencias ya mencionadas), se reportarán los resultados más comunes de
investigaciones que han utilizado metodologías distintas en sus procesos de
evaluación.

ESTILOS DE APEGO Y EMOCIONES CARACTERÍSTICAS

Existe cierto acuerdo actualmente, en relación con la presencia de emociones


específicas, en mayor o menor grado e intensidad, en cada estilo de apego.
Tomando el aporte de distintos autores, es posible dilucidar qué relaciones se han
ido estableciendo y, aunque existe un amplio espectro de investigaciones en el
área, se aprecian ciertas coincidencias que son las que se tratará de relevar.

Apego seguro

Ainsworth et al. (1978), señalan que las emociones más frecuentes de los bebés
con apego seguro en la situación extraña, son la angustia ante las separaciones del
cuidador y la calma cuando éste vuelve; en la interacción con el cuidador relevan la
calidez, confianza y seguridad. Kobak y Sceery (1988), en investigación en
adolescentes y apego, concluyen que cuando los pares evalúan a sujetos con apego
seguro aprecian menores índices de ansiedad en comparación con ambos grupos
inseguros, e índices más bajos de hostilidad que en el estilo evitativo; el reporte de
los sujetos con apego seguro involucra menos síntomas de estrés.
Mikulincer, Shaver y Pereg (2003), reportan que en el estilo seguro existe baja
ansiedad y evitación, seguridad en el apego, comodidad con la cercanía y con la
interdependencia, y confianza en la búsqueda de apoyo y otros medios
constructivos de afrontamiento al estrés. Para Magai, Hunziker, Mesias y Culver
(2000), este estilo está marcado por expresiones faciales de alegría y un sesgo
favorecedor de la vergüenza; por el contrario, está negativamente asociado al
rasgo de emoción negativa y a la tendencia de que los afectos negativos recorranla
conciencia. En la rabia en particular, Mikulincer (1998) señala que cuando personas
seguras están enojadas tienden a aceptar su ira, expresar su enojo
controladamente y buscar soluciones a la situación. En un estudio que explora la
relación entre estilos de apego y síntomas de ansiedad y depresión (Muris, Mayer &
Meesters, 2000), se reporta que niños con estilo de apego seguro exhiben menores
niveles de ansiedad y depresión, comparado a los niños con estilos inseguros.

Kerr, Melley, Travea y Pole (2003), exploran la relación entre apego adulto,
experiencia y expresión emocional, y encuentran que el grupo seguro reporta
niveles más altos de afecto positivo, gran cantidad de energía y placer, alta
concentración y bajos niveles de tristeza y apatía. En la vejez, Consedine y Magai
(2003) señalan que mayor seguridad en el apego se asocia con mayor alegría,
interés, tristeza, rabia y miedo; esto se explica por la presencia de un repertorio
emocional balanceado y apertura a la experiencia emocional, lo que incluye la
habilidad de reconocer y expresar estrés emocional; además, este estilo se asocia
no sólo con contacto más frecuente y mayor intimidad, sino también con un mayor
número de individuos en la red social, lo que posibilita en estos sujetos mayor
cantidad de experiencia emocional.

Apego ansioso ambivalente

Ainsworth et al. (1978), señalan que las emociones más frecuentes de los bebés
con apego ambivalente en la situación extraña es la angustia exacerbada ante las
separaciones del cuidador y la dificultad para lograr la calma cuando éste vuelve;
en la interacción con el cuidador relevan la ambivalencia, enojo y preocupación.
Kochanska (2001), en investigación con niños pequeños, señala que el grupo
ambivalente exhibe la mayor disminución en el desarrollo de emociones positivas
entre los 9 y 33 meses, y el mayor malestar en episodios dirigidos a elicitar
emociones positivas; responden más temerosos no sólo a estímulos que producen
temor, sino también a estímulos elicitadores de alegría. El miedo fue la emoción
más fuerte.

Mikulincer (2003), enfatiza que en el estilo ansioso ambivalente se aprecia alta


ansiedad y baja evitación, inseguridad en el apego, fuerte necesidad de cercanía,
preocupaciones en cuanto a las relaciones y miedo a ser rechazado. En la misma
línea, Mikulincer, Gillath y Shaver (2002), señalan que en este estilo se facilita la
accesibilidad a las preocupaciones en relación al rechazo; para Lecannelier (2002b),
el estado emocional predominante es la preocupación y el miedo a la separación.
Valdés (2002), además de enfatizar las emociones de miedo y ansiedad, indica una
baja tolerancia al dolor. Consedine y Magai (2003) coinciden, al señalar que en la
vejez tardía el estilo ambivalente posee alta afectividad negativa, presentando
miedo, ansiedad y vergüenza.

Kobak y Sceery (1988), incluso llaman preocupado a este estilo; se caracteriza por
evidentes sentimientos de ansiedad durante la entrevista de apego adulto; los
pares también los caracterizan con un predominio en los índices de ansiedad, y los
sujetos con este patrón tienen una percepción mayor de síntomas que el estilo
seguro. Magai et al. (2000), coinciden en el estilo preocupado, encontrando que
éste se asocia con la presencia de un conflicto interno, emociones de rabia, enojo,
estrés y afecto depresivo. Asimismo, Crittenden (1995), enfatiza la presencia de
rabia y ansiedad en este estilo. Considerando la rabia en particular, Mikulincer
(1998) señala que los sujetos ambivalentes propenden a la ira, caracterizándose
por presentar enojos con alta hostilidad. Kerr et al. (2003), señalan que sujetos
pertenecientes al estilo ambivalente reportan los niveles más altos de afecto
negativo; malestar, enojo, repugnancia, culpa, miedo y nerviosismo y menores
niveles de calma y serenidad.

Apego ansioso evitativo

Ainsworth et al. (1978), señalan que las emociones más frecuentes de los bebés
conapego evitativo en la situación extraña es la ausencia de angustia y de enojo
ante las separaciones del cuidador, y la indiferencia cuando vuelve; en la
interacción relevan distancia y evitación. Mikulincer (2003), enfatiza que en el estilo
evitativo no hay seguridad en el apego, se produce una autosuficiencia compulsiva
y existe preferencia por una distancia emocional de los otros. Sin embargo, se ha
constatado en niños con este estilo que, aunque éstos parecen despreocupados por
las separaciones, muestran signos fisiológicos que denotan la presencia de ansiedad
y esta activación se mantiene por mucho más tiempo que en los niños seguros
(Byng- Hall, 1995), lo que también ha sido demostrado en bebés (Sroufe & Waters,
1977). En una investigación realizada con niños en la etapa de ingreso a la
guardería, Ahnert, Gunnar, Lamb y Barthel (2004), encontraron mayores niveles de
cortisol, de llanto y agitación, en la fase de adaptación de los niños con apegos
inseguros a la madre. Lo anterior concuerda con los resultados de Kobak y Sceery
(1988), quienes señalan que el autoreporte de los sujetos con estilo evitativo no
refleja afecto negativo ni síntomas de estrés y, sin embargo, los pares los
consideran ansiosos y con un predominio de la hostilidad. Los autores
conceptualizan esta incongruencia como un sesgo hacia el no reconocimiento de
afecto negativo.

Kochanska (2001) reporta que los niños evitativos son muy temerosos a los 33
meses, y con altas probabilidades de expresar ese temor, y que presentan los
puntajes más altos al examinar el total de emociones negativas a esta edad. Kerr et
al. (2003) coinciden al señalar que este grupo reporta bajos niveles de emociones
positivas; experimentan más afecto negativo que el grupo seguro y menor afecto
negativo que el grupo ambivalente. Específicamente en relación con la rabia,
Mikulincer (1998) señala que el estilo evitativo se inclina a la ira pero, aunque
presenten intensos episodios de enojo con alta hostilidad, tienden a esconder su ira
mediante la negación de su emoción o mostrándose positivo. En la vejez tardía,
este estilo se asocia con menor alegría y más interés, menos vergüenza y miedo;
esto es conceptualizado por los autores como un indicador de la tendencia de este
estilo a la minimización del afecto (Consedine & Magai, 2003).
ESTILOS DE APEGO Y ESTRATEGIAS DE REGULACIÓN
EMOCIONAL

Los estilos de apego se asocian a ciertas emociones y, además, se relacionan con la


expresión de éstas y su regulación; de este modo, las estrategias utilizadas para
expresar y regular emociones, actúan de acuerdo al estilo de apego (Kobak &
Sceery, 1988; Lecannelier, 2002a; Valdés, 2002). En la literatura científica
revisada, es posible apreciar la inexistencia de un acuerdo en relación al concepto
de regulación emocional; se discute la delimitación entre emoción y regulación
emocional (Cole, Martín & Dennis, 2004; Eisenberg & Spinrad, 2004; Reeve, 2003;
Ulich, 1985); la presencia de distintas perspectivas tanto teóricas como
metodológicas (Langlois, 2004); la insistencia en la complejidad y
multidimensionalidad del concepto (Stifter, 2002; Diamond & Aspinwall, 2003); las
distinciones en la conceptualización, medición e importancia del contexto (Fox &
Calkins, 2003; Kopp & Neufeld, 2003); aspectos biológicos y efectividad de las
estrategias (Silva, 2003), y las relaciones entre desarrollo y regulación emocional
(Bell & Calkins, 2000; Diener et al., 2002; Eisenberg & Moore, 1997; Lecannelier,
2002a; Sroufe, 2000a, 2000b; Stifter, 2002; Walden & Smith, 1997). No es tema
de este artículo esta discusión, aunque parece relevante explicitarla, y señalar cuál
es la conceptualización que se adopta en éste.

Thompson (1994), define regulación emocional como el "proceso de iniciar,


mantener, modular o cambiar la ocurrencia, intensidad o duración de los estados
afectivos internos y los procesos fisiológicos, a menudo con el objetivo de alcanzar
una meta" (p. 106). Esta definición se considera como base, ya que permite
conceptualizar la regulación emocional como un proceso que ayuda al ser humano a
manejar sus estados emocionales, para lo que puede utilizar distintos tipos de
estrategias que conducen a ese objetivo. Una de las tesis de este artículo, enfatiza
que la elección de estas estrategias, tiene que ver con el estilo de apego que tenga
el sujeto, es decir, en cada estilo se tienden a privilegiar ciertas formas de manejar
y regular las emociones.

Para Sroufe (2000a), el apego es concebido como la regulación diádica de la


emoción; pronostica que cuando esta regulación es eficaz en la primera infancia a
través de un apego seguro, tendrá consecuencias en la expresión, modulación y
flexibilidad en el control de las emociones por el niño. Señala que niños con apego
seguro expresan directamente sus emociones, exhiben notable curiosidad, gusto
por la exploración y expresividad afectiva; en situaciones de afecto intenso
permanecen organizados, manifiestan esfuerzos por modular la excitación,
presentan flexibilidad en lo emocional adecuando la expresión de sus impulsos y
emocionalidad al contexto. Además, acuden eficazmente a otros cuando sus propias
capacidades fallan. Por el contrario, Sroufe enfatiza que en general, sujetos con
historias de apego ansioso tienden a experimentar dificultades para manejar los
desafíos emocionales de las relaciones con sus iguales. Lo anterior concuerda con
los resultados de una investigación realizada por Kerr et al. (2003), cuyo objetivo
era explorar la relación entre el estilo de apego adulto, experiencia y expresividad
emocional, en que los participantes con estilo seguro son los más expresivos
emocionalmente y reportan niveles más bajos de inhibición emocional;
participantes con estilos inseguros, tanto ambivalentes como evitivos, presentan
indicadores de expresión emocional significativamente más bajos que los de estilo
seguro y ambos grupos reportan mayor inhibición emocional que los del grupo
seguro. En cuanto a experiencia emocional, los grupos de estilos seguros y
ambivalentes reportan los más altos niveles de intensidad emocional total y el
grupo seguro es significativamente más alto que el grupo evitativo. Al examinar por
separado experiencias afectivas positivas y negativas, el grupo ambivalente reporta
los niveles más altos de afecto negativo, mientras que el grupo seguro reporta los
niveles más altos de afecto positivo. El grupo evitativo reporta los niveles más
bajos de experiencia emocional total y bajos niveles de emociones positivas. Kerr et
al. (2003), concluyen que si bien el grupo ambivalente no se considera a sí mismo
expresando más emoción que el grupo seguro, estos tienen altos niveles de
inhibición emocional y de experiencia emocional total, y los más altos niveles de
afecto negativo. Estos resultados apoyan la noción que los niveles de expresividad
en su conjunto, de sujetos con estilo ambivalente, no representan la cantidad de
emoción que ellos experimentan, especialmente emociones negativas. Por otro
lado, en el estilo evitativo se aprecia una incongruencia importante, ya que reporta
niveles bajos de experiencia emocional total y, sin embargo, sus puntajes en
inhibición fueron tan altos comolos de los participantes ambivalentes, lo que
sugiere una falta de conciencia o incapacidad de reconocer sus experiencias
emocionales internas y dificultad en la expresión de emociones. Más aún, Kobak y
Sceery (1988), señalan que existe dificultad en el recuerdo de experiencias
estresantes en la niñez, y lo conceptualizan como un intento de aislar o minimizar
el estrés en el ámbito de los afectos, asociado a la experiencia de rechazo.

En una línea similar, Diener et al. (2002) realizan una investigación que examina
las estrategias conductuales para la regulación emocional, expresión emocional,
estilos reguladores y calidad del apego con la madre y el padre de niños de 12 y 13
meses de edad. Los autores concluyen que los niños con apego seguro a ambos
padres, muestran mayor consistencia en estrategias orientadas hacia éstos, que los
niños con apego inseguro a uno o ambos padres. Otro aspecto relevante, es que el
nivel de malestar y estrés experimentado es mayor en los niños ambivalentes que
en los seguros, cuando se desvía la atención parental y el niño no tiene alternativas
de ocupar su atención. En relación a la utilización de estrategias conductuales, los
resultados de Diener et al. (2002) muestran que niños con estilo de apego evitativo
hacia el padre, son más propensos a comprometerse en técnicas distractoras en
situaciones estresantes, que niños con apego seguro o ambivalente. En cambio,
niños ambivalentes con sus padres tienden a la auto-tranquilización,
comprometiéndose en conductas tales como chuparse el pulgar. Los
descubrimientos de esta investigación aportan evidencia empírica en que la calidad
del apego del niño al padre se encuentra asociado en forma significativa al
desarrollo de estilos de regulación emocional.

Mikulincer y Sheffi (2000), relacionan estilos de apego con ciertas reacciones


cognitivas ante el afecto positivo; personas con apego seguro reaccionan a éste con
una mejor ejecución en la resolución creativa de problemas, personas con apego
evitativo no presentan diferencias en sus reacciones cognitivas tendiendo a
distanciarse mentalmente del material afectivo, y sujetos con apego ambivalente,
no reportan aumento en el afecto positivo y muestran una peor ejecución en la
resolución creativa de problemas en afecto positivo. En este último caso, los sujetos
suelen adoptar una postura rígida y una actitud hipervigilante hacia la novedad y la
incertidumbre, y activan reacciones defensivas que intentan negar la experiencia
afectiva; esto puede tener que ver con la emoción predominante de temor,
encontrada en otras investigaciones (Kochanska, 2001).

Lecannelier (2002b) señala cómo niños con distintos patrones de apego presentan
diferencias en su narrativa, lo que muestra énfasis en ciertas estrategias de
regulación emocional. En el estilo de apego seguro, Lecannelier (2002b) plantea
que existe una descripción y elaboración de las emociones, a la vez que una
contextualización relacional de éstas; para el codificador queda la percepción de un
niño que se siente cómodo en la expresión de sus afectos, sin restricciones
emocionales, y sin índices de ansiedad durante la entrevista. Al contrario, en el
caso del estilo evitativo aparece una sobrerregulación emocional; es escasa la
aparición de los afectos en la discusión, ya sean positivos o negativos, quedando la
impresión de que el sujeto intenta dejar fuera los estados emocionales, haciendo la
menor referencia posible a ellos. En el estilo ambivalente, una de las características
principales tiene que ver con la presencia de un estado emocional constante que es
la preocupación, sobretodo en relación con las figuras de apego, y el predominio del
miedo a la separación, por lo que una estrategia es estar muy cerca de los padres.

Otros autores como Mikulincer et al. (2003), también establecen relaciones entre
estilos de apego y regulación emocional, y señalan que una de las mayores fuentes
de variación en las estrategias de regulación del afecto, tiene que ver con la
disponibilidad de la figura de apego. En el apego seguro se describe una
disponibilidad de esta figura, que promueve la formación de un sentido de
seguridad; así, se forman expectativas positivas acerca de la disponibilidadde los
otros y visiones positivas del sí mismo como competente y valorado. Cuando otros
significativos no están disponibles o no responden a las necesidades, la búsqueda
de proximidad fracasa en aliviar el malestar y no se logra seguridad en el apego;
así, se forman representaciones negativas del sí mismo y los otros, y se desarrollan
estrategias de regulación afectiva distintas a la búsqueda de proximidad (Mikulincer
et al., 2003). Así, los estilos de apego inseguros son caracterizados por el fracaso
del alivio del estrés a través de la búsqueda de proximidad, lo que trae como
consecuencia la adopción de otras estrategias de regulación emocional. Esto
coincide con los resultados de Florian, Mikulincer y Bucholtz (1995), que reportan
que personas con estilo seguro reportan una búsqueda mayor de apoyo emocional
e instrumental que los estilos inseguros y, a su vez, tienden a percibir a los otros
significativos como entregando altos niveles de apoyo. Lo contrario sucede en
personas con estilos inseguros, ya que tienden a percibir un nivel relativamente
bajo de disponibilidad en el apoyo emocional e instrumental de otros y presentan
una baja tendencia a la búsqueda de apoyo social en tiempos de necesidad.

Lo anterior es coherente con los resultados de Kobak y Sceery (1988), quienes


señalan que sujetos con estilo seguro reconocen el estrés y recurren a otros en
búsqueda de apoyo, en cambio, el estilo evitativo está organizado por reglas que
limitan el reconocimiento del estrés y, asimismo, los intentos asociados de
búsqueda de apoyo. En el estilo ambivalente, reportan una atención directa al
estrés y a las figuras de apego, en un modo hipervigilante, que finalmente inhibe el
desarrollo de la autonomía y autoconfianza. En la misma línea se encuentra lo
reportado por Byng-Hall (1995), quien señala que los niños que poseen un estilo
evitativo tendrían como estrategia el mantener distancia, tanto física como
emocional, para reducir la probabilidad de arrebatos emocionales que puedan
conducir al rechazo; de tal modo, el niño no aprende a explorar sentimientos e
intimidad. Al contrario, en el estilo ambivalente la estrategia es mantener cercanía,
pegarse al padre, ser demandante, infantil, e incluso, amenazar con mayor
distancia para estimular a la otra persona a estar más cerca.

Shaver y Mikulincer (2002a), realizan una recopilación de una serie de


investigaciones en relación con estilos de apego y estrategias de regulación
afectiva. Señalan que individuos con apego seguro se sienten menos amenazados
por información potencialmente estresante, pueden experimentar, expresar y
autorevelar verbalmente emociones, y no llegan a estar perdidos en una escalada
de preocupaciones y memorias negativas. Buscan apoyo cuando se encuentran bajo
estrés y utilizan medios constructivos de afrontamiento; sienten comodidad al
explorar nuevos estímulos, son menos hostiles a miembros de otros grupos y más
empáticos hacia personas que lo necesitan. Los sujetos evitativos se caracterizan
por realizar una desactivación de estrategias, incluyendo una exclusión defensiva
de pensamientos y recuerdos dolorosos, no reconocimiento de su propia hostilidad,
segregación de los sistemas mentales y disociación entre los niveles conciente e
inconsciente de respuesta. Por último, individuos ansiosos exhiben una variedad de
efectos compatibles con la noción de la hiperactivación de estrategias, incluyendo
rápido acceso a recuerdos dolorosos, propagación automática de la emoción
negativa desde un incidente recordado a otro, y un cierre cognitivo paradójico en
respuesta a la inducción de afecto positivo. Su inhabilidad para regular recuerdos
emocionales negativos, es compatible con la constante preocupación en que
permanecen; a menudo pueden llegar a estar perdidos en recuerdos emocionales
negativos (Shaver & Mikulincer, 2002a).

En relación con lo anterior, y como una forma de organizar la información teórica y


empírica que ha surgido en la temática, Shaver y Mikulincer (2002a) proponen un
modelo integrativo de la activación, sobreactivación y desactivación del sistema de
apego. Sujetos con apego seguro, ante los signos de amenaza activan el sistema de
apego, buscan la proximidad de la figura de apego y, si ésta es disponible, hay un
sentido de base segura activándose estrategias de compromiso en exploración,
afiliación, toma de riesgos, actividades prosociales y dar cuidado. En cambio,
cuando la figura de apego no está disponible, hay inseguridad en el apego y pueden
producirse dos situaciones; si la opción de búsqueda de proximidad no es viable,
hay una desactivación de estrategias, como la supresión de emociones negativas y
de cogniciones, y un distanciamiento de la amenaza y de los contextos de apego, lo
que se produce comúnmente en el estilo evitativo; la distancia incluye inatención
activa a los eventos amenazantes y supresión e inhibición de pensamientos y
recuerdos evocadores de estrés y de sentimientos de vulnerabilidad. La otra
posibilidad, es que la búsqueda de proximidad sí sea viable y se produzca una
sobreactivación de estrategias, con lo que aumenta el estrés, se produce una
hipervigilancia y rumiación, lo que tiende a suceder en el estilo ambivalente. Esto
tiende a mantener un sentido de malestar y dolor, lo que concuerda plenamente
con la investigación de Mikulincer et al. (2002), que reporta una aumentada
activación de las representaciones de las figuras de apego en el estilo ambivalente,
tanto en contextos neutrales como amenazadores; lo anterior sugiere una
activación crónica y disfuncional del sistema de apego, preocupaciones en relación
al apego y la imposibilidad de diferenciar los contextos de amenaza, lo que
exacerba el estrés.

El apego es un lazo afectivo especial que se genera con personas significativas del entorno.
Este lazo afectivo es muy importante, porque influye sobre la construcción de nuestra
personalidad, de nuestra forma de ser. Va a condicionar, de alguna manera, cómo seamos en
la etapa adulta.

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¿Cómo es el desarrollo del apego?

Etapas del apego


Las etapas en el desarrollo de los apegos tienen que ver mucho con el desarrollo del bebe.
Durante los dos primeros meses no hay una figura de apego como tal, sino que cualquier
persona cuida de las necesidades vitales de ese bebe para que salga adelante.
A partir de los dos meses, hasta los seis meses aproximadamente, es cuando el bebe empieza
a reconocer a la figura o figuras de apego, como principal figura cuidadora o principal lazo
afectivo.
Entre los seis meses y los tres años, aproximadamente, se empieza a ver una formación mayor
de la estructura de apego. Empieza aparecer la regulación emocional, aunque todavía se
necesita la figura del cuidador o cuidadora para ayudar a ese niño o niña a regularse
emocionalmente.
Y es a partir de los tres, cuatro años, coincidiendo con el inicio de la etapa escolar, cuando ya
aparece mayor capacidad de regulación, mayor capacidad de control de los impulsos. Los
niños y niñas llegarán a tener mucha más capacidad de afrontamiento si han tenido una base
segura.
¿Qué significa tener un apego correcto?

Apego seguro y apego inseguro


Cuando los niños y niñas están seguros (apego seguro), su relación con los demás es mucho
más cercana, de proximidad.
Entienden cuáles son los peligros, intentan afrontarlos, entender que emociones sienten y por
qué las sienten.
En cambio cuando el apego no es seguro (apego inseguro), cuando los niños y niñas no
sienten esa seguridad desde los primeros lazos afectivos, tienen muchas más dificultades para
relacionarse con los demás. Pueden hacerlo con mucho miedo, pensando que en algún
momento pueden sufrir algún daño. Y se sienten más incómodos o incómodas con la relación
con los demás.
También, cuando el apego es más inseguro y evitativo, pueden sentirse muy autosuficientes
(en apariencia) y no tienen tanta necesidad de relacionarse con los demás. (Esto no expresa
seguridad sino evitación).
Un apego inseguro podría generar: dependencia,
baja autoestima, dificultades para relacionarse con
los demás, tendencias evitativas… Lo explica la
experta en esta vídeo entrevista.
Los apegos y el tiempo que le dedicamos a nuestros hijos
Es mucho más importante la calidad del tiempo que la cantidad de tiempo. En ese tiempo que
pasamos con nuestros hijos e hijas tenemos que ofrecerles un buen apego seguro.
El afecto, el amor, la comprensión, la ayuda a regular sus emociones… o acompañarles en el
proceso de socialización.
El apego y el hecho de dejar a los hijos con cuidadores o familiares
En el caso que tuviéramos que buscar figuras cuidadoras para ese tiempo con los niños y
niñas, es bueno y muy importante buscar a una persona que sea afectuosa y cercana.
No solamente consiste en indicarle cuestiones vitales, como a qué hora tiene que comer, o
merendar, levantarse o acostarse; sino también indicarle cuestiones sobre el afecto. En qué
momento necesita más afecto, por ejemplo si un niño o niña tiene cierta dificultad para iniciar el
sueño, que le acompañe en esos momentos, o si tiene que darle algún tipo de indicación sobre
qué juegos específicos ofrecerle, qué tipo de lecturas y cuentos le gustan. Todo esto va a
favorecer un estilo de apego seguro.
Restablecer un buen apego
Los apegos se pueden restaurar, claro que sí. Y además es algo positivo y muy esperanzador.
Lo importante es que se cuente con la ayuda de un psicólogo o psicóloga especialista en
apegos. Ya que hay que investigar, estudiar, cómo han sido esos apegos desde los primeros
momentos de la infancia hasta el momento actual. Y cómo este tema de los apegos puede
estar influyendo.
¿Cómo nos afecta en la edad adulta?
Muchos problemas que nos encontramos en consulta, sintomatología de ansiedad,
de depresión… tienen mucho que ver con el sistema de apego. Por eso es importante trabajar
esta base, conocer bien qué ha pasado, cómo se han generado esos apegos, cómo han
evolucionado a lo largo de la vida, para ver cómo están influyendo en estos problemas.
Es fundamental conocer cómo se han generado los apegos, cómo han
evolucionado a lo largo de la vida, para identificar cómo están influyendo y decidir
la mejor estrategia para recomponerlos
Cómo resolver las dificultades con los apegos?

Tratamiento en los trastornos del apego


En el tema de los apegos es difícil que una persona resuelva sola estas cuestiones. Son
muchos los aspectos que hay que trabajar, por ejemplo, conocer desde donde viene esa
seguridad o inseguridad, la autoestima, la forma de resolver los conflictos…
Es importante tener en cuenta, también, cómo se puede sentir en la intimidad con otras
personas, cómo se relaciona… Son muchos elementos. Tiene que ser un profesional experto
en apegos el que le indique cómo tiene que trabajarlo y qué hacer para abordar el problema.

El tratamiento psicológico ante las dificultades con los

apegos, supone considerar y analizar una gran variedad de

aspectos de: personalidad, biografía familiar, desarrollo

emocional, etc.

Se puede reparar desde la infancia, la adolescencia, la primera etapa adulta, incluso en la


etapa adulta. Según cada una de las etapas, con una buena comunicación, trabajando los
elementos importantes, de comprensión, de sentimientos (emociones) que se tienen entre
padres, madres, hijos e hijas.
Si trabajamos en conjunto podemos conseguir que esa base (estructura de apegos) vuelva, o
empiece a ser segura.
Es posible, a cualquier edad, conseguir mejorar la
estructura de apegos y hacerla más segura.

3 claves de la teoría del Apego de John


Bowlby
Para comprender en profundidad la teoría del Apego de Bowlby es
necesario conocer sus tres postulados clave.
𝓛𝓪 𝓹𝓻𝓲𝓶𝓮𝓻𝓪 establece que cuando un niño posee plena confianza en
que su criador siempre estará disponible para él, será menos probable que
experimente miedo en comparación con un niño que no confía en que su
cuidador siempre estará para él.
 

𝓛𝓪 𝓼𝓮𝓰𝓾𝓷𝓭𝓪 propuesta de la teoría del Apego de John Bowlby sugiere


que la confianza mencionada en la primera propuesta se construye
durante la infancia y la adolescencia, etapas consideradas críticas en el
desarrollo humano.
Asimismo, consideraba las expectativas que el niño desarrollara sobre las
relaciones humanas en estas etapas, en la mayoría de los casos lo
acompañarían durante el resto de su vida.
 

𝓛𝓪 ú𝓵𝓽𝓲𝓶𝓪 𝓹𝓻𝓸𝓹𝓾𝓮𝓼𝓽𝓪 menciona que las expectativas mencionadas


en la segunda propuesta están directamente relacionadas con la
experiencia de la persona. Esto quiere decir que un niño tendrá
expectativas de que su cuidador estará disponibles para él si en el pasado ya
lo ha estado.

Características de la teoría del Apego de


John Bowlby (1980)
Otro aspecto importante de la teoría del Apego de John Bowlby son las
características que distinguen al apego. Según este psicólogo son
cuatro: mantenimiento de proximidad, refugio seguro, base segura y
angustia de separación.

1. Mantenimiento de proximidad
El mantenimiento de proximidad era definido por Bowlby como el deseo
de estar cerca de aquellas personas con las que se había creado un
vínculo

2. Refugio seguro en el que buscar consuelo y seguridad ante el


peligro una amenaza.
El refugio seguro es la característica que sugiere que el apego es una
figura utilizada para sentir seguridad y comodidad ante aquellas
situaciones que puedan representar una amenaza o un miedo.
3. Base segura desde la cual explorar el mundo
La base segura es una característica relacionada con la capacidad del niño
de sentir que puede explorar el ambiente circundante sin peligros,
gracias al apego.

4. Angustia por separación


Por último, la angustia de separación no es una característica generada por
el sentimiento de apego, sino por su ausencia

Etapas del apego según John Bowlby


Según John Bowlby, el apego no se formaba de manera inmediata, sino que
era necesario que pasara por cuatro fases para construirse. Si bien es
cierto que estas fases pueden identificarse en la relación entre un niño y su
cuidador, lo más común, es presenciarlas en la evolución de la relación
entre una madre y su hijo.

Las cuatro etapas del apego son las siguientes:

① Fase de preapego según la teoria de John Bowlby


Se trata de la primera fase y ocurre en las primeras seis semanas de la
vida humana. En esta etapa el niño acepta sin inconvenientes a cualquier
persona capaz de ofrecerle comodidad. Por ello, es natural que no se pueda
percibir ninguna clase de preferencia del bebé por alguna persona en
específico.
Un detalle destacado de esta etapa es que es posible visualizar cómo el niño
cuenta con conductas innatas que le facilitan obtener la atención de
personas adultas. El ejemplo más notable es la forma en que los recién
nacidos responden a los estímulos externos intentando provocar el contacto
físico.
Al tratarse de una fase de preapego, el reconocimiento materno por parte
del niño es muy básico, de manera que el vínculo de apego es bastante
débil. Por ello, apenas pueden visualizarse las primeras muestras del
desarrollo del vínculo de apego cuando la fase está cerca de culminar.

② Fase de formación según la teoría de Bowlby


Esta etapa comienza después de transcurridas las seis semanas de la fase de
preapego y tiene una duración de aproximadamente ocho meses. En
esta etapa ya puede visualizarse la angustia de separación cuando el
niño pierde el contacto con los adultos.
No obstante, todavía no es posible presenciar que el niño le dé una
especial atención a la ausencia materna. Asimismo, tampoco rechaza por
completo la interacción con desconocidos.
La fase de formación se caracteriza porque el niño comienza a ajustar su
conducta. También es posible notar una respuesta más clara en la forma
en que interactúa con su cuidador o su madre. Sin embargo, la ansiedad
de separación se presenta cuando deja de experimentar contacto con
adultos, no necesariamente con su progenitora.

③ Fase de apego según la teoría de John Bowlby


La fase de apego se presenta entre los seis u ocho meses, dependiendo de
cuando culmine la fase de formación y tiene una duración aproximada de
dos años. Es a partir de esta etapa que se forma un verdadero vínculo
de apego. La muestra más clara de esto es que, cuando el niño es separado
de su madre, experimenta enfado.
Asimismo, es en esta etapa que puede notarse un rechazo físico por parte
del niño ante los desconocidos, quienes puede identificar como
amenazas. Es por esto que durante el desarrollo de esta etapa las acciones
del infante están orientadas a obtener la atención de su progenitora, pues
siente la necesidad de su presencia.

④ Fase de relaciones recíprocas según la teoria de John


Bowlby
La fase de relaciones recíprocas es la última fase de apego y comienza a
desarrollarse desde los veinticuatro meses. En esta etapa el niño ya ha
aprendido que la ausencia de su madre es temporal, de manera que adquiere
la capacidad de calmar la ansiedad al estar lejos de ella.
Por otra parte, el niño también es capaz de crear representaciones mentales
de su progenitora gracias a la aparición del lenguaje. Esto le ofrece al niño
un recurso que le permite predecir que retorno de su madre, haciendo que
su ausencia resulte más llevadera para él. También es común que el niño
planifique estrategias orientadas a planificar los retornos a su hogar.
Por último, hay que mencionar que cuando termina esta etapa de apego, la
relación afectiva ya es sólida tanto de parte de la madre como del niño. Es
por esto que el contacto físico pierde un poco la importancia. No obstante,
la necesidad del niño de encontrar a su madre para sentirse
seguro puede manifestarse ocasionalmente.
La diferencia en comparación a cuando el apego continuaba formándose es
que es que ahora el niño es consciente de que su madre estará disponible
para él si la necesita, incluso cuando no exista el contacto físico.

¿Cómo se relaciona la teoría del apego


con la Teoría de Erik Erikson?
 

El psicoanalista estadounidense Erik Erikson sentó las bases de la


psicología del desarrollo en la década de 1950, cuando elaboró la teoría de
las ocho etapas del desarrollo humano.
En él, argumentaba qué, desde el nacimiento hasta la vejez,
experimentamos ocho conflictos que permiten el desarrollo psicosocial y
personal.
 

Cuando nos enfrentamos a un conflicto y conseguimos resolverlo,


«mejoramos como personas». Si no superamos estos conflictos, es posible
que no desarrollemos las habilidades necesarias para afrontar el futuro.
Según Erikson, las elecciones se centran en satisfacer ciertas necesidades
sociales y culturales más que las puramente biológicas.
 

Las personas necesitamos sentir que el mundo es un lugar de confianza,


que somos individuos dignos ,y con capacidad hacer una contribución a la
sociedad y que hemos vivido una vida con sentido. Todos estos
son motivaciones psicosociales.
Durante la primera etapa según la teoria de Erikson, la etapa de Confianza
y Desconfianza (0-18 meses), el niño desconfía inicialmente de todo el
mundo, pero poco a poco aprende a confiar (o desconfiar) en los demás y a
distinguir entre los que son dignos de confianza y los que no.
La confianza es una variable estrechamente ligada al afecto y a las
relaciones sociales.
En las primeras etapas, esta confianza tiene la característica más básica del
mantenimiento. Es decir, el niño confía o desconfía de que la persona que
le cuida, satisfaga sus necesidades básicas.
¿Qué es el apego infantil?

El apego infantil es el vínculo que establecen los niños con sus


cuidadores, en primer lugar, con los padres y, después, puede
extenderse a otros cuidadores de segundo grado tales como familiares
o docentes. Este vínculo ayuda al infante a relacionarse con el entorno,
explorar, comprender y regular sus emociones y validar sus conductas,
entre otras cosas.

Que el vínculo se establezca de forma segura es de suma importancia


para que el niño o niña aprenda a regular sus conductas, emociones,
aprenda a enfrentarse a nuevos retos, a tolerar la frustración y a
establecer relaciones con interpersonales.

Que el niño y/o la niña se sienta seguro o segura al explorar el ambiente


y cuente con el apoyo de los cuidadores en los momentos de mayor
incertidumbre es lo que facilita que el vínculo sea seguro; si esto no es
así, estaríamos frente a un apego inseguro que dificulta el correcto
desarrollo y puede tener serias implicaciones en el desarrollo emocional
y de la personalidad.

Tipos de apego infantil

Según los vínculos que se establecen con los cuidadores se pueden


encontrar 4 tipos de apego infantil (Hernández, 2020):

 Apego evitativo o tipo A: El vínculo carece de afectividad o bien


los cuidadores muestran desinterés (o falta de voluntad) en
invertir tiempo con el niño/a. Quién ha crecido con este apego,
puede inhibir respuestas afectivas negativas, intentan “no ser una
molestia para sus padres” y pueden evitar el contacto social. En la
adultez, pretenderán tener todo bajo control e intentan actuar en
base a lo que creen que otros quieren (puede darse un efecto
contrario con personalidad más narcisista).
 Apego seguro o tipo B: Vínculo sano entre niño/a y cuidadores
que implica un desarrollo más equilibrado, una mayor exploración
del entorno y mejor autorregulación de conductas y emociones.
En la adultez, estas personas pueden enfrentarse a situaciones de
estrés elaborando respuestas equilibradas.
 Apego ambivalente o tipo C: Este vínculo se caracteriza por la
incapacidad de los cuidadores de invertir energía en los niños/as;
éstos se esfuerzan en ser buenos progenitores, pero con recursos
inadecuados o respuestas incoherentes (como por ejemplo
castigos desproporcionados e inmediatamente afecto). En la
adultez se dejan llevar mucho por las emociones, por encima de lo
racional; les cuesta planificar ante la incertidumbre y aprenden a
alternar emociones de cólera y sumisión.
 Apego desorganizado o tipo D: El/los cuidador/es invierten poco
en el niño/a o bien la figura de apego es fuente de maltrato o
miedo, el niño y/o niña invierte mucha energía en mecanismos de
defensa, siente que las personas que deben protegerle son fuente
de amenaza. En la adultez son personas problemáticas con
situaciones de riesgo, pudiendo desarrollarse trastornos tales
como el trastorno límite de la personalidad y/o conductas
antisociales.

Factores que influyen en la formación del apego en la infancia

En la formación de estos diversos tipos de apego infantil afectan mucho


los estilos parentales y la interacción que existe entre los padres y/o
cuidadores con el niño/a. Hay muchos factores que pueden intervenir:

 Cantidad y tipo de juego con el niño/a (recordemos que el juego


es un aspecto muy importante en las primeras etapas y también
ayuda en la comprensión e interacción con el ambiente y con
otros).
 Comprender y coordinarnos con las necesidades del niño/a.
 Interpretar correctamente las intenciones del niño/a y no hacer
atribuciones negativas de sus actos.
 Conocen los estados internos del niño/a, tratando de no
malinterpretarlos o subestimarlos realmente.
 Mostrar interés en el niño/a y sus necesidades (dando valor a sus
necesidades afectivas).
 Mostrar apoyo en la exploración del entorno, no mostrando
estilos hiperprotectores y/o coercitivos / amenazantes (sin llegar
a un extremo de desinterés o indiferencia).
La importancia del apego seguro en el desarrollo infantil

Establecer unas bases de apego seguro es fundamental para el


desarrollo no solo infantil, sino a lo largo de toda la vida de la persona,
ya que nos ayuda a comprender el entorno y las relaciones con otros de
una forma equilibrada y saludable, ayudando en el desarrollo de
capacidades tales como:

 Regulación emocional
 Gestión del estrés
 Ansiedad y la frustración
 Planificación
 Afrontación de nuevos retos
 Comprensión de las emociones del otro

Llegados a este punto nos planteamos cómo puede afectar la falta de


apego seguro en la infancia y cuáles son las consecuencias de un apego
inseguro en un niño y/o niña. Desarrollar un apego inseguro puede
tener diversas consecuencias en el desarrollo del niño/a, adolescente y
adulto. Éstas pueden ir desde dificultades en la gestión emocional hasta
patologías como trastornos de personalidad, del humor, adicciones y
otros trastornos relacionados con la ansiedad como el Trastorno
Obsesivo Compulsivo.

Es importante tener en cuenta que los aprendizajes desde nuestras


primeras etapas de vida afectan a nuestras decisiones y
comportamientos en el futuro (así como a nuestra forma de interpretar
la situación y hacer predicciones), por lo que tener un apego inseguro
puede hacer que tengamos una mayor tendencia a evitar ciertas
situaciones, a necesitar controlar lo que nos rodea, a ser más o menos
afectivos.

Principales claves para desarrollar el apego seguro

Existen algunas claves que pueden ayudar a fomentar el apego seguro


en el niño y/o niña desde que nacen y a medida que crecen. Para
desarrollar un apego seguro es importante que los padres, madres y
cuidadores se impliquen mucho en el niño/a, en dar respuesta a sus
necesidades, adecuar su respuesta a sus conocimientos, jugar con ellos,
ayudarles a comprender el entorno y comportamientos más adecuados
a nivel social (siempre con explicaciones que puedan entender y
evitando respuestas tales como “porque yo lo digo” o “porque sí”) y dar
confianza y autonomía al niño/a guiando su exploración (supervisando
desde la distancia) y celebrando los logros del niño/a.

¿Cuál es el papel del maestro de educación infantil y cómo se


establece un vínculo seguro en el aula?

Los educadores también tienen un papel fundamental en el desarrollo


del alumnado, pues estos son capaces de detectar señales de alerta si
algo no va bien e incluso reparar el daño. La formación docente en este
respecto ayuda a los educadores también a guiar a las familias para
generar entornos seguros de crecimiento y aprendizaje a través de
jornadas de padres, charlas, tutorías y asesoramiento con figuras
expertas como puede ser el orientador.

Además, los educadores también pueden formar al alumnado para


ayudarles a gestionar y comprender las emociones propias y del otro,
tolerar las frustraciones, generar estrategias para enfrentarnos a nuevos
retos y aprender conductas prosociales (Pitillas, Halty y Berástegui,
2018).

Como docentes también es muy importante ayudar al alumnado a


superar situaciones de incertidumbre, guiar en el proceso de
exploración y dar respuesta a las necesidades que puedan surgir en el
aula. Además, el trabajo en el aula a través de juegos de aspectos tan
relevantes como: el autoconcepto, la autoestima, la gestión emocional,
control de la frustración, ayudarán también a establecer una base
segura de desarrollo. Es importante el papel de los docentes no solo en
la interacción directa con el alumnado, sino también en la formación
con las familias.

https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0211-57352010000400003

https://psicologiaymente.com/desarrollo/apego

https://www.mentesabiertaspsicologia.com/blog-psicologia/tipos-de-apego-y-sus-
implicaciones-psicologicas

https://www.crececontigo.gob.cl/columna/que-es-el-apego-y-como-podemos-fomentarlo-
con-nuestros-hijosas/#:~:text=El%20apego%20es%20la%20relaci%C3%B3n,la%20vida%20de
%20una%20persona.

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