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ERICH NEUMANN “THE CHILD”

CAPITULO 5
LAS ETAPAS DEL DESARROLLO DEL EGO EN EL NIÑO

Hasta este punto nos hemos ocupado de la fase matriarcal del desarrollo infantil y del
comienzo de la liberación de ésta, teniendo en mente el desarrollo del ego. Pero el desarrollo del
ego estaba en tal medida bajo el dominio de la madre que nuestra preocupación principal ha sido
la relación, no del ego, sino del Self total del niño con el cuerpo y con la madre como
representante del mundo. Es por eso que las zonas erógenas del cuerpo del niño descubiertas por
Freud tuvieron un papel tan importante en nuestra discusión a pesar que el significado de estas
zonas se ha situado en un contexto diferente del de Freud, atribuyendo importancia no tanto a su
aspecto erógeno, centrado en el placer sino a l aspecto gnosógeno de la experiencia. Tanto el
vínculo del niño con su cuerpo y el vínculo con su madre son una expresión del hecho que en este
estadio la totalidad corporal, el Self Corporal es de mayor importancia que el ego que sólo
gradualmente se configura.
Ahora nos dirigimos a las fases progresivas del desarrollo del ego del niño, aunque
tendremos de volver en distintos momentos a las fases tempranas del desarrollo infantil que nos
han ocupado hasta ahora. Lo que sigue no será sólo la continuación de lo anterior sino una
recapitulación. La situación, sin embargo, será considerada bajo una nueva luz. Ahora el factor
decisivo será el ego pues de aquí en adelante, como centro de la conciencia será el pivote de la
experiencia humana.
El desarrollo de la personalidad del niño desde el matriarcado al patriarcado se refleja en el
desarrollo del ego. Nuestro intento de distinguir las diferentes fases del desarrollo del ego no se
origina en una tendencia de sistematización por parte del autor sino de un simbolismo de la psique
del niño y de adulto y una comprensión de lo que es importante para entender el desarrollo normal y
los desórdenes del ego.
Pasando por un número de estadios, el ego se desarrolla desde el matriarcado hacia una
confrontación con el arquetipo del padre, para lograr su más alto grado de independencia en el
patriarcado. Consecuentemente, distinguimos los estadios inferiores del desarrollo del ego que
pertenecen a la relación primaria y al matriarcado de los estadios superiores, solares, en los cuales
el ego ha entrado en conexión con el Self masculino y el arquetipo del padre, que se manifiesta
simbólicamente como el cielo diurno y su centro, el sol.
Al discutir el desarrollo del ego activo, que al principio es común para ambos sexos
hablaremos de “estadios fálicos del ego”. Este término requiere una explicación. A pesar de la
palabra “fálico” éste término no se refiere a un ego sexualmente acentuado sino a actividades del
ego que dependen en gran medida de la totalidad del cuerpo, en el énfasis y experiencia del
cuerpo. No es accidente que en latín el falo es el fascinum, el que fascina. En una fase primitiva de
la historia humana el falo devino fascinum para ambos sexos, mientras que en una fase aún más
primitiva el fascinum era la fertilidad femenina y la menstruación. Para una personalidad que no
está centrada en una conciencia del ego estable, el falo es el símbolo de la autonomía del
inconsciente y del cuerpo. En el falo la autonomía creativa generadora y poderosa del cuerpo se
convierte para el ego en una experiencia autentica, fascinante de un poder superior, que aquí se
manifiesta como el Self Corporal.
El fascinum del falo en este estadio no es vivenciado por el hombre como una parte de sí,
mucho menos como una parte de su cuerpo, sino como algo transpersonal. En este mismo sentido,
hablaremos de un “instinto” como algo a lo cual nosotros, - en cuanto ego- estamos sujetos, por el
cual somos dirigidos. También experimentamos esta fuerza impulsora no como una parte de
nosotros mismos de la cual podemos disponer sino como algo transpersonal, de lo cual estamos
más o menos a merced. Por esta razón, posteriormente, los instintos son aprehendidos en la forma
de dioses y reverenciados como tales, por ejemplo, la sexualidad como Afrodita y el instinto
agresivo como Marte.
Así, en el mundo del hombre primitivo lo fálico es algo superior y transpersonal y del
mismo modo, el ego fálico, en su desarrollo independiente, es vivenciado por un ser humano que
aún no esta identificado con el ego, como un poder transpersonal poseedor de actividad propia.
En esta fase del desarrollo de la personalidad, la psique todavía no está totalmente
polarizada en consciente e inconsciente y , más específicamente, aún no se ha desarrollado la
jerarquía de autoridades psíquicas entre las cuales nos identificamos con el ego como centro de
la conciencia. El ego es aún un complejo autónomo, un complejo entre muchos y la identidad de
la personalidad todavía no se basa en su identidad con el ego. Así, podemos igualmente decir
que la identidad del Self del niño aún no está desarrollada o al menos no se refleja del mismo
modo que un adulto se refleja a sí mismo como un ego; o decir que el niño tiene una conciencia y
conciencia del Self libre, flotante y no localizada.
Este estado de no estar localizado en el ego, se relaciona con la predominancia del Self
Corporal sobre el ego y con el hecho que la oposición ente ego y Self aún no está totalmente
desarrollada. Son expresiones de ésta constelación el que el niño se refiera a sí mismo como él o
ella y que también el adulto, en muchas situaciones de culpa y alienación tenga la sensación que
no fue “él” sino otra parte de sí la que actuó.
Esta autonomía del complejo del ego se vive como algo impersonal, especialmente cuando,
tal como en la fase matriarcal, la personalidad es en gran parte inconsciente y es dirigida por su
propia totalidad como por algo transpersonal. Cuando, en el desarrollo psicológico posterior del
hombre occidental, el individuo adquiere experiencia directa de sí mismo, ocurre algo similar. En
la experiencia del Self del proceso analítico , el analizando a menudo nota con asombro :
“Entonces, éste soy yo”. Mientras inicialmente el niño aun-sin-ego se vivencia asombrado a sí
mismo como un ego, en el desarrollo posterior del proceso de individuación el hombre se
experimenta a sí mismo como no-más-un-ego y como un “no-ego”.
Hablamos del no-ego de la fase temprana porque en esta fase la existencia del hombre está,
en gran medida, determinada colectivamente. Él vive como parte de un grupo, no como un
individuo separado. Sólo con el desarrollo progresivo del ego el automorfismo se hace evidente
como una tendencia de la psique a permitir que el individuo se desarrolle como único. Esto se
expresa en la centroversión , que pone en movimiento el desarrollo del ego en la psique y empuja
al complejo del ego y la conciencia al primer plano. Este desarrollo se refleja en el arquetipo del
héroe que personifica el prototipo del ego en su oposición al no-ego. En esta fase, la actividad
instintiva formativa de ego tiene en ambos sexos un carácter masculino y entra en oposición con la
Gran Madre, la figura dominante del mundo matriarcal, dado que la guerra de liberación del ego se
dirige contra ella.
Las primeras formas del ego en el proceso de independización son fálicas pero todavía
matriarcales. La primera fase del desarrollo del ego que distinguimos es la “fálica ctónica”. Su
forma vegetativa y animal son aún en alto grado pasivas y dirigidas. Aún no se ha liberado del
dominio del poder matriarcal de la naturaleza y lo inconsciente. En contraste, en los estadios
mágicos siguientes, el “mágico-fálico” y “mágico guerrero” el ego ya tiene una actividad
propia considerable. El ego mágico guerrero es el que primero supera su dependencia del
matriarcado, tanto, que realiza la transición al patriarcado con el que está relacionado el
subsiguiente “ego solar”. En la fase solar guerrera el ego se identifica con el arquetipo del padre. El
que sigue es el estadio solar racional del ego adulto patriarcal, cuya independencia culmina con un
relativo libre albedrío y con el relativamente libre ego-cognitivo, característicos del desarrollo
occidental moderno. Distinguimos:
• El estadio fálico ctónico del ego
a)vegetativo
b)animal
• El estadio mágico fálico del ego
• El estadio mágico guerrero del ego
• El estadio solar guerrero del ego
• El estadio solar racional del ego

Los Estadios Fálico-Ctónico y Fálico-Mágico del Ego

El estadio fálico ctónico del ego es todavía matriarcal; está correlacionado con la Gran
Madre como el Self . En esta fase el Self se hace visible como Self Corporal y como determinante
inconsciente, el mundo como medio ambiente social y cósmico. El niño está tan ligado a la Gran
Madre de la relación primaria que su ego todavía no es independiente pero , como en la mitología,
aparece como un satélite de la Gran Madre como algo que le pertenece y es dirigido por ella.
El mundo infantil del que habla la psicología moderna es similar al del hombre primitivo,
que, tal como el del niño, designamos como matriarcal en la medida que el ego es pequeño y el
arquetipo de la madre dominante. El mundo matriarcal del hombre primitivo no es idéntico al
período agrícola centrado en la tierra, dónde la figura de la Gran Madre era el centro de adoración
de los cultos y prevalecía el matriarcado sociológico. En la era glacial las personas ya
reverenciaban la figura de la Gran Madre.
El matriarcado psicológico es el período durante el cual es predominante el inconsciente y
la conciencia aún no adquiere independencia. Podríamos hablar filogenéticamente de una fase de
relación primaria de la humanidad, en que la historia primitiva humana –y no sólo de la vida del
individuo- conoció un largo período en el cual el inconsciente con su mundo de instintos y formas
determinó la existencia humana y dirigió el desarrollo del grupo y de su conciencia. Este período
dejó su marca. En esta fase el hombre, aún no centrado en la conciencia del ego, vive como un
bebé en una realidad unitaria. El mundo humano estaba determinado por el Gran Círculo
continente, la vasija del mundo que cobija todas las cosas vivientes dentro de sí. En ambos casos
prevalecía una unidad, una participation mystique todavía alejada de la polaridad sujeto/objeto, yo
y tú, hombre y mundo que es constelada por una conciencia de ego desarrollada. Esto es más
evidente en la primera fase del desarrollo del ego, la fase vegetativa del ego fálico ctónico. Tal
como la actividad autónoma de una planta está inmersa en el elemento ctónico, es decir en la tierra
circundante, así también el ego infantil depende de la leyes humanas universalmente
transpersonales que gobiernan su crecimiento, las que a su turno, son guiadas por la madre como
Gran Madre .
El ego vegetativo del estadio fálico ctónico es pasivo y receptivo a la actividad directriz de
la Gran Madre. Su carácter urobórico se manifiesta en el hecho que, con el niño ella también es
masculina, una proveedora activa. El ego de este estadio está determinado por la proyección del
Self Corporal en la madre y por la actividad de la madre como Self-mundo. Como el niño en esta
etapa vive una realidad unitaria, el ego aún no conoce la actividad o pasividad aisladas; es más
propiamente un ego-luna, un reflejo del Self que anima el mundo interno y externo. Las
experiencias telepáticas y teleactivas de esta participation mystique no corresponden a un ego que
actúa y sufre, sino a la personalidad total del niño que aún no se desliga de la madre .
En este punto, podemos hablar simbólicamente de una fase intrauterina del ego dirigida por
los procesos inconscientes que ocurren interna y externamente en la madre, en el medio ambiente y
también en la biopsique del niño. En el estadio posterior al del ego falico-ctónico, cuando la Gran
Madre deja de ser la Señora de las Plantas y se vuelve la Señora de los Animales, el ego del niño
parece poseer más actividad autónoma, pero incluso entonces, el Self -y no el ego- mantiene el
poder determinante.
De la misma forma que en la crisis anal el desarrollo del ego se dirige hacia arriba por el
proceso transpersonal y universalmente humano de sentarse y pararse, las actividades “animales”
del ego fálico–ctónico son guiadas principalmente por poderes exteriores al ego.1
La psicología profunda nos ha enseñado que incluso las acciones del ego adulto
desarrollado, que el individuo considera “libres” son en gran medida dependientes de
constelaciones inconscientes y acciones creativas, lapsus y síntomas neuróticos están determinados
principalmente por factores externos al ego. Si esta determinación heterónoma del ego todavía es
evidente en la personalidad desarrollada, cuánto más pronunciada debe ser en una fase ontogéntica
y filogenéticamente más temprana, cuando el ego todavía está en proceso de formación, la
conciencia y lo inconsciente están apenas gradualmente separándose en sistemas diferentes y el
ego aún no asume su posición central en la conciencia. Así, acciones que más tarde parecen
emanar de un ego poseedor de intención y “ voluntad”, en este estadio son aun gobernadas por
constelaciones biopsiquicas inconscientes. El “ego llorón” del bebé, por ejemplo es el ejecutor de
una constelación general inconsciente determinada por el Self-corporal. Asimismo, mas tarde ,
cuando ocurren acciones voluntarias y pre-voluntarias, estas adoptan la forma de rabia, pesar,
porfía, etc. y tienen un carácter afectivo. Tales acciones son en cierto sentido, explosiones en las
que la voluntad esta subordinada no al ego sino a la personalidad como un todo, herida o deseosa.
Sin embargo, este ego es totalmente vegetativo y es impelido pasivamente, como una
semilla que brota de la tierra; ya posee una actividad espontánea que denominamos “animal”
porque aún no ha logrado la relación con la conciencia característica de la especie humana. Una

1
Aquí se debe destacar que las fases del desarrollo del ego que distinguimos son fases estructurales de la personalidad y
no estadios sucesivos en el tiempo.
expresión mitológica para esta relación entre el ego y el Self son los compañeros animales de la
Gran Madre, cuya actividad espontánea está siempre sujeta a su mandato. Estos animales tienen un
carácter fálico porque, a pesar de su ligazón con la naturaleza personifican un elemento de
actividad fecundante espontánea, la que es responsable, en parte, de nuestra terminología:
hablamos de un ego fálico cuyo carácter ctónico ligado a la tierra y al cuerpo corresponde a este
estadio mitológico.
Progresando de un estadio vegetativo-pasivo a un estadio animal más activo, el niño
comienza a dominar el mundo con una actividad que tiene cada vez más un propósito y en su
impulso expansivo, ya no está adherido a su madre como la planta está adherida a la tierra, sino
que amplía su esfera de experiencias para finalmente, volverse libre como un animal y empezar a
caminar.
En la fase fálica ctónica del ego el niño aún vive en la realidad unitaria característica de la
participation mystique de la relación primaria. La realidad mágica de este estado de unión dual
también es postulada por el Psicoanálisis.2 Se encarna en la empatía que prevalece entre madre e
hijo, en un telefenómeno parapsicológico activo y pasivo, y en la imagen del mundo inconsciente
del niño. Pero esta imagen del mundo no se refleja en una conciencia, ni en lo mágico dirigido por
un ego activo como en el próximo estadio de desarrollo. La identidad ego-Self conduce,
seguramente. a un sentimiento ilimitado de existencia en el niño, pero la inexistencia de un ego
diferenciado hace imposible para el niño tener un sentimiento de omnipotencia, en el sentido de
administración de poder.
Cuando nos reflejamos en la existencia urobórica y sin limites del niño –tanto como
seamos capaces de hacerlo sobre la base de experiencias adultas similares que trascienden los
límites de la conciencia- llegamos a entender porqué los psicoanalistas atribuyen al bebé una
situación mágica alucinatoria de omnipotencia. El mundo del bebé es ilimitado porque no está
restringido por el principio de realidad correspondiente a nuestra conciencia. Pero esta ausencia de
límites es al mismo tiempo potencia e impotencia, pues en esta fase de relación primaria, posesión
y desamparo son idénticos.
Desde el punto de vista de una conciencia posterior, en la cual la separación entre
consciente e inconsciente, persona y mundo ya se ha realizado, la identificación de un factor
personal, el ego, con un elemento transpersonal, el Self, es algo negativo. Es una inflación que
niega peligrosamente las limitaciones de la esfera personal. Por contraste con la conciencia, el ego
mágico, que esta recién empezando a adquirir independencia, y aún no esta diferenciado del Self

2
Róheim Géza, Magic and Schizophrenia, New York, International Universities Press, 1955.
está necesariamente inflado pues traspasa los límites objetivos de la experiencia y la acción, que
todavía no existen para él.
La situación mágica del niño es alimentada por numerosas fuentes que se deben distinguir.
Primero, existe una omnipotencia de sentimiento, no de pensamiento, que se liga con el ya descrito
carácter cósmico de su existencia todavía ilimitada. Pero no se trata tanto de un sentimiento de
omnipotencia como de un sentimiento de extensión cósmica que todo lo abarca ; es un estado
paradisíaco de plenitud sin oposición; no está centrado en un ego ni tiene el carácter de poder o
sentido de posesión.
El estado paradisíaco del niño en el útero no tiene nada que ver con “omnipotencia” y
ciertamente nada que ver con omnipotencia de satisfacción de deseos, ya que si podemos en algún
modo concebir ese estado, corresponde más a una ausencia de deseos. Aquí, como usualmente,
el concepto de omnipotencia se confunde con el de autarquía. La autosuficiencia plena del estado
embrionario, donde aún no hay una conciencia del ego problemática y autocuestionadora, es, como
imagen arquetípica de paz absoluta, efectiva incluso para el desarrollo posterior; pero ese estado
no tiene relación con el poder ya que no hay deseos insatisfechos, no hay deseos de ningún tipo.
Aquí nuevamente el Psicoanálisis se ha engañado por su experiencia con estados
patológicos que realmente están marcados por la regresión a la relación primaria y la evasión de la
realidad hacia este paraíso y realidad onírica. Esta tendencia a evadir, como síntoma de un desorden
en el que la realidad se hace intolerable, lleva a una regresión donde la omnipotencia del ego, o el
paraíso de la ausencia de ego, emerge como una imagen de deseo.
Posiblemente una experiencia de omnipotencia puede corresponder a un estadio posterior
del ego, el ego-cabeza que adquiere dominio sobre el mundo y el cuerpo del niño. En este estadio
el niño se enfrenta con un fenómeno que todo adulto da por hecho pero que es, no obstante,
desconcertante cuando se vive por primera vez, a saber, la manera como el cuerpo obedece
ciegamente a la voluntad del ego y el pensamiento es traspuesto inmediatamente en actividad
motora. Este fenómeno es indudablemente una de las principales fuentes del pensamiento mágico,
especialmente en este estadio, porque todavía no hay una línea divisoria entre adentro y afuera,
entre psique y realidad externa. Lo que llamamos fantasía no ha perdido su nexo con la realidad y el
mundo aún no se ha vuelto objetivo.
Pero la fantasía humana no es una función regresiva para la satisfacción de deseos; más
bien es una forma anticipatoria y preparatoria de adaptación a la vida. Es la fuente de todo lo que
caracteriza al hombre como hombre. La fantasía de un mundo trasformado es el primer estadio de
su transformación real y no debe ser confundida con el pensamiento regresivo al servicio del deseo
que caracteriza la fuga neurótica del mundo. El mundo del arte, de la cultura y de la civilización,
con todas sus invenciones incluyendo la invención de la ciencia, brotó de la fantasía creativa del
hombre. Lo que determina si un hombre es enfermo o sano no es la intensidad de la fantasía sino la
habilidad o inhabilidad de transformarla en realidad.
Como el juego, al que está estrechamente relacionada, la fantasía es de vital importancia
para el hombre. La realidad no consiste únicamente en experiencia externa, y la función de
realidad no es solamente adaptación al mundo externo. La primera realidad a la cual el hombre se
debe adaptar es la realidad unitaria, una unidad inseparable de adentro y afuera. Más tarde,
después del desarrollo patriarcal de la conciencia, esta realidad única se transforma en una
polaridad de mundo-afuera y psique-adentro. Una adaptación deficiente al mundo interior de la
psique es tan irrealista y neurótica como una adaptación deficiente al mundo exterior.
Pero dado que la dirección del desarrollo es desde la contención en el interior de la realidad
unitaria hacia la adaptación a un mundo polarizado, el énfasis para el hombre primitivo y para el
niño recae sobre la adaptación al mundo exterior; comúnmente, el elemento psíquico permanece
inconsciente y es traído a la consciencia sólo cuando hay un disturbio del sistema inconsciente.
Como nos ha enseñado la etnología, las funciones del hombre primitivo eran tan altamente
desarrolladas como en el hombre moderno aunque diferentes, el estado de su psique no debe ser
considerado como primitivo. Su pensamiento mágico, por ejemplo, no debe ser interpretado como
un tipo de delirio infantil que le hace comportarse como alucinado, ávido de poder, como un bebé
del psicoanálisis en vez de interesarse en el mundo real. Parece bastante obvio que si el hombre
primitivo mágico realmente se comportaba satisfaciendo deseos no habría sobrevivido mucho
tiempo. El bebé cuyos deseos son permanentemente satisfechos por sus alucinaciones es
alimentado por la madre con o sin alucinaciones, pero el hombre primitivo estaba obligado a ganar
su sustento en condiciones adversas. Es impensable que una actividad alucinatoria mágica sin
utilidad práctica, que sirve sólo a la satisfacción imaginaria de deseos y no guarda ninguna relación
con la experiencia de dominio de la realidad haya perdurado por decenas o centenas de años. Más
aún, esta actividad mágica se repite en la ontogénesis y también desempeña un papel decisivo en la
psique del hombre moderno, tanto sano como enfermo.
Otro argumento contra la noción que el hombre mágico sufre de alucinaciones es que en el
estadio mágico la función cognitiva del ego ya está desarrollada. La actitud mágica y la observación
exacta de la naturaleza son definitivamente excluyentes, pero pueden perfectamente ir de la mano,
tal como muestra el arte de la era glacial. Pero el conocimiento objetivo de la naturaleza está
subordinado a una experiencia inconsciente que habla en imágenes. Esta forma de conocimiento
arcaica, irracional y ampliamente intuitiva, en la cual el inconsciente prepondera sobre la
consciencia no es en modo alguno lo mismo que imágenes alucinatorias de deseos subordinadas al
principio del placer como opuesto al principio de realidad. Totalmente diferente a su importancia
en el hombre moderno; la experiencia arcaica, guiada por el instinto –de los animales, del hombre
primitivo, y de los niños-, es experiencia de mundo y no satisfacción alucinatoria de deseos. La
empatía entre el niño y la madre es de orientación auténtica, aunque sea efectuada por medio de
una percepción del inconsciente y participation mystique como fundamento de la vida en la realidad
unitaria, es un lazo auténticamente irracional con una realidad y orientación en la realidad; no es
una ilusión psicótica independiente de la realidad. El factor negativo en esta experiencia extendida
es su falta de claridad; pero por otro lado la conciencia solar ha debido pagar por su mayor claridad
con una reducción y pérdida de elementos esenciales.
Para simplificar: El Psicoanálisis parte de la noción que el niño nace en un estado
semejante a la locura, en el que sigue sólo el principio del placer y se adapta a la realidad y al
principio de realidad sólo bajo la presión del displacer proveniente del ambiente. Esta concepción
psicoanalítica del desarrollo del sentido de realidad debería ser reemplazada por otra que esté más
de acuerdo con los hechos de la etnología. El niño llega al mundo no más tabula rasa que un
animal; mejor dicho, tiene a su disposición un sistema de modos de relación inconsciente, instintivo
y arquetípico que son desencadenados por su ambiente y están sintonizados con él. Sus modos
inconscientes de relación tienen un contenido cósmico y como sabemos, el comportamiento
instintivo de todo el mundo orgánico siempre involucra una adaptación específica a la realidad
promedio, normal en la que vive el organismo.
La psique infantil se constituye de tal forma que asimile instintivamente los factores
desagradables de la existencia. Los mecanismos de esta asimilación o adaptación están inmersos en
la psique desde el principio, esperando ser desencadenados a medida que la vida va proporcionando
los estímulos correspondientes. En los siguientes estadios del ego nos enfrentaremos no sólo una
creciente independencia del ego sino también con una relación del ego con la realidad
consistentemente cambiante. La relación del ego con el mundo y el inconsciente no es la única que
está sujeta a continuas transformaciones, también lo está la relación con el Self. Pero estas
transformaciones, o por lo menos sus estructuras fundamentales, son una cuestión de
predisposición humana universal. Mientras la dependencia del ego fálico ctónico al Self Corporal
y a los procesos inconscientes conectados con la biopsique es acompañada por una continua
fluctuación del ego y una conciencia que aún no está fija, el ego mágico activo ya está centrado en
una conciencia que comienza a ser sistematizada.
La actividad mágica del ego, así como la visión mágica del mundo corresponden a
un estadio en el cual la personalidad que está comenzando a diferenciarse y a adoptar un
automorfismo más fuerte y una conciencia más independiente, existe en una realidad aún no
objetivada o independiente. Es en esta constelación donde se dibuja primero la línea divisoria entre
persona y mundo y en este estadio, el Self, que nuestra conciencia relaciona con la psique aún no
ha perdido la extensión cósmica característica de la realidad unitaria. La base del estadio mágico
del ego consiste en que el Self, en su comprehensiva totalidad es vivenciado como perteneciendo
al ego que ejerce su autoridad mágica. Esta relación del Self con el ego se percibe como análoga a
la relación del cuerpo con las extremidades, que están bajo el comando del ego.
Este ego, que va ganando independencia gradualmente, debe consolidarse reuniendo y
sistematizando los contenidos de la conciencia, y experimentándose como el centro de la
conciencia , aprende gradualmente a delimitase en relación al mundo y al inconsciente.
El ritual del niño, su necesidad de experienciar el mundo como un sistema ordenado en el
que las horas del día, las personas, las actividades y los momentos de contar cuentos tienen su
espacio determinado, forma la base de un ego que necesita sentirse el centro estable de un mundo
ordenado. Tal como en el dibujo, el niño progresa regularmente del garabateo desordenado a la
figura circular (el mandala) de modo que el ego se concentra, esto es, se define contra la
fluctuación psíquica de la que era parte para llegar a ser el centro del mundo que representa la
personalidad y está conectado a la conciencia. Esta actitud antropocéntrica mágica es sintomática
de la independencia creciente del ego que, al no estar ya subordinado al inconsciente y al mundo,
empieza a alcanzar y tener dominio del mundo.
El círculo, el mandala que juega un papel prominente en los primeros dibujos de los niños,
aparece filogenéticamente en la magia como el círculo mágico en el cual el ego se aparta del
mundo y se concentra. Esta concentración es la precondición para la actividad del ego, que en los
adultos se convierte en la actividad de voluntad directriz. Los rituales más primitivos son por lo
tanto, rituales de concentración del ego, formas rituales que utilizan círculos mandálicos, cuya
forma más temprana, común a toda la humanidad primitiva es la danza circular, en la cual el grupo
humano se aparta del mundo y se reúne en comunidad. En el mandala de la psique, el Self forma el
centro, mientras el ego es el centro del mandala de la conciencia. En ambos casos, el círculo es
una defensa y una fortaleza de contenido psíquico. Pero los dos círculos pertenecen el uno al otro,
ya que el de abajo es la base para el superior, el Self es la raíz del ego y el nexo entre los dos
centros es el eje ego-Self. Por esa misma razón el eje ego-Self se establece como el eje de la
personalidad que al alcanzar su independencia, se sitúa aparte de la realidad unitaria.
El Psicoanálisis interpreta este proceso como una retirada de la libido primariamente
ligada a un objeto hacia un narcisismo secundario que más tarde es el punto de partida para el
desarrollo de la experiencia objetiva. En contraste con esta teoría, que presupone una progresión y
regresión de la libido incomprensible, asumimos que el ego mágico es un estadio natural y
progresivo en el desarrollo que va de una realidad urobórica sin objeto ni sujeto hacia el mundo
mágico caracterizado por un ego que gradualmente adquiere independencia y luego hacia un ego
solar patriarcal que por primera vez se posiciona como sujeto enfrentando un mundo objetivo.
El ego mágico experimenta la omnipotencia del poder sobre el cuerpo. Al hacer esto,
domina el mundo que en la realidad unitaria era uno con él y entonces se experimenta a sí mismo
como el centro del mundo.
Esta concentración del ego es su auto-inauguración, una consolidación de actos del ego
que hasta entonces eran aislados y dispersos. Mientras el ego fálico-ctónico circulaba como satélite
alrededor de su madre, ahora, en el estadio fálico mágico, el ego logra una mayor independencia
del Self Corporal y del “tú”. Enraizado en el Self, el ego se apropia de sí. Sin embargo, la
polarización del eje ego-Self, que se hace evidente en este estadio presupone también el inicio de
la independencia del ego en relación al Self. Esta independencia es lograda definitivamente sólo
por el ego Solar Patriarcal. El ego fálico-mágico posee una actividad autónoma con la que
confronta el mundo, pero aún vive en el mundo matriarcal determinado por la participation
mystique.
Si el ego está rodeado por la realidad unitaria o por el mundo mágico del matriarcado, su
independencia y conciencia aún no están aseguradas. El ego todavía se encuentra subordinado a
los impulsos y emociones internas y a los eventos del mundo externo. La actividad mágica el ego
aún carece de la continuidad del ego Patriarcal Solar Lateral; es fragmentaria, existiendo apenas en
momentos aislados mediante el ritual de la concentración.
En el mundo primitivo, consecuentemente, toda acción debe ser preparada por rituales
propiciadores de libido, dado que la libido de la voluntad aún no está disponible en cualquier
momento como en el ego más maduro. Del mismo modo que un niño precisa aprender
cuidadosamente a actuar intencionadamente, a realizar su intención, a pensar consecuentemente, a
objetivarse, y volverse independiente dirigiendo el sistema en confrontación con el mundo, así
también la actividad conciente del ego mágico es un estado excepcional, experimental, el que, al
estar determinado por factores accidentales en el mundo, está cada cierto tiempo siendo
reabsorbido por el mundo matriarcal de lo inconsciente, del cuerpo y del mundo.
En el estadio mágico fálico del ego todavía existe una identidad parcial del ego respecto al
Self Corporal. El ego mágico aún opera en parte como un exponente de la biopsique. Este ego es
irracional y su actividad de ningún modo se parece a la del ego solar-racional. Por este motivo las
intenciones y acciones rituales del ego mágico son aún en parte inconscientes y cargadas de
emoción. La concentración del ego mágico, tanto en el grupo como en el individuo, casi siempre
empieza con danza y música excitante. Esto significa que este ego debe reunir una carga emocional
intensa a fin de adquirir la capacidad mágica relacionada con una identificación con el Self
Corporal. Su actividad, seguramente, ya tiene el carácter de conquista del mundo, pero esa
conquista empieza a partir del contexto del mundo del matriarcado en el cual los factores que
nuestra conciencia separa en “imagen simbólica interior” y “objeto exterior” están indisolublemente
unidos. Por esta razón la magia habitualmente está basada en imágenes y la “muerte” ritual de un
animal dibujado es mágicamente idéntica a la muerte de un animal real. Para una conciencia más
desarrollada el rito mágico parece, a lo más, una preparación para la caza; psicológicamente puede
ser entendido como una preparación y concentración de la voluntad del ego necesaria para la caza.
Pero no hay duda que esa secuencia no existe para el ego mágico. Al contrario, la muerte mágica es
la esencial, la muerte real es accesoria. En este estadio, las dos son de hecho idénticas dado que la
muerte mágica ocurre en el mundo de la realidad unitaria, que aquí no es el plano de fondo del
mundo sino el propio mundo.
Todo este proceso toma lugar en el numinoso crepúsculo de las imágenes arquetípicas y de
la realidad espiritual más que en la realidad material. Una señal de esto es el hecho que el objeto del
grupo de caza mágico –el animal, al que se da forma en la imagen mágica para que sea sometido y
muerto en el acto mágico- es considerado siempre como toda la especie y nunca como un animal
individual.
Llamamos fálica a esta actividad mágica porque es una actividad fecundante y
transformadora que confronta al mundo y al inconsciente. Como vehículo de la actividad mágica
fálica, el ego es fecundante en un sentido supra-sexual y supra-personal.
La fecundación de este estadio refiere en gran medida al mundo del alimento, que a su vez
está estrechamente relacionado con la procreación. El hombre vive gracias a la abundancia de
manadas salvajes, y el ego mágico-fálico del hombre se moviliza alrededor de la adquisición del
alimento y todavía no en torno al mito y la tradición, y ciertamente no en torno al conocimiento y
la ley de una existencia espiritual solar posterior.3 A medida que, incluso en este estadio primitivo
la tradición y el mito comienzan a emerger del ritual, también pasan a circundar los contenidos
vitales de la Gran Madre como proveedora del alimento, como Señora de las Plantas y Animales,
dominio que en este estadio es el asunto principal.
Hemos caracterizado los estadios del ego de la fase matriarcal en la cual el ego aún es
guiado por lo inconsciente como compañero de la Gran Madre, que es la diosa no sólo de la vida
vegetal y animal sino también de la vida humana. Así, el ego humano aparece primero en el
símbolo del niño vinculado a la madre; pero el ego mágico fálico con su creciente actividad e

3
Pero incuestionablemente, como debemos destacar reiteradamente, todos los estadios que hemos mencionado se mezclan
y se superponen y pueden distinguirse claramente sólo en la abstracción.
independencia corresponde mitológicamente al joven amante de la Gran Madre. Es el hijo que ella
parió, pero luego, como joven moribundo es muerto por ella; no obstante él es un principio
fecundante al interior de ella, que con su actividad fálica la fecunda y transforma.
La conquista mitológica del joven amante por la Gran Madre como Madre Terrible de la
Muerte significa que el ego es más débil y más dependiente que el mundo matriarcal del
inconsciente del que se origina y por el cual se extingue. Tal como el falo, es él mismo solamente
en el acto de fecundación, antes y después del cual sólo es una parte fláccida del todo, así el ego
mágico fálico es él mismo sólo en la acción, después de la cual es “asesinado” por la Gran Madre y
retorna al estado de niñez.4 Pero el joven ego es sin embargo, fecundante, ya que dada su actividad
en dirección al cuerpo y al inconsciente, pueden propiciarse impulsos y emociones y ser utilizados
en la concentración de la actividad mágica. Al perseguir conscientemente sus objetivos e
intenciones -en tanto opuestos a los del cuerpo y del inconsciente- el ego produce un cambio en el
inconsciente y el mundo, y una nueva relación entre ellos y el ego.
Tanto el mundo como el medio ambiente se transforman por la intervención del joven ego
mágico. Con el ego mágico se inicia el mundo del homo faber que ya no vive más de un mundo
que lo nutre matriarcalmente, sino que cambia el mundo por medio de un proceso productivo. Así,
el ego mágico joven es productivo, activo, procreativo y fálico. No confronta el mundo con deseos
pasivos sino con intervención activa, entonces, este mundo que aún es predominantemente
realidad unitaria matriarcal , de aquí en adelante es el mundo objetivo de la conciencia solar
racional. Por esta razón el acto fecundante del joven amante siempre termina con su muerte en
manos de la Gran Madre. El ego se encuentra a merced de la superioridad de la Gran Madre no
sólo en el estadio ctónico, ligado a la tierra, a las plantas y los animales, sino también en el estadio
fálico mágico. Su actividad independiente sucumbe al poder superior de lo matriarcal como
inconsciente y como mundo porque su actividad independiente es demasiado débil. Porque todavía
no está conectado con un poder arquetípico que le permita contrapesar el arquetipo de la madre.
El fortalecimiento progresivo del ego mágico equivale a su progresiva independencia. El
ego del joven amante es aún un ego adherido a la Gran Madre, pero, a medida que va ganando
fuerza, muestra su independencia al empezar a asumir su posición antropocéntrica en el centro
del mundo. La personalidad humana empieza a identificarse con el ego como centro de la

4
Por esta razón a menudo encontramos neurosis masculinas relacionadas a ataduras a la Gran Madre, donde el desarrollo
del ego se detuvo en el estadio mágico fálico. En estos casos, la transición necesaria al patriarcado y a un estado adulto
masculino independiente asume frecuentemente la fantasía de un “falo permanente”, es decir, el paciente cree que su
órgano sexual debería estar en erección permanente. La continuidad de la masculinidad adulta superior solar, es decir , la
necesidad de un pensamiento continuo y de una conciencia activa se confunde con la masculinidad fálica inferior. La
neurosis del Don Juan pertenece a este mismo contexto, en la que una protesta activa contra la Gran Madre que es al
mismo tiempo evitada y buscada , se experimenta a través del falo permanente y las relaciones continuamente
cambiantes con las mujeres
conciencia y a relacionar el mundo con él. Esa posición antropocéntrica es el cimiento natural de
la existencia humana en el mundo. Encuentra su primera forma en la actitud del ego mágico, que
existe en un mundo enteramente matriarcal, pero se experimenta a sí mismo como su centro, con el
cual el mundo como un todo, esta relacionado.
El ego mágico, en tanto, no comprende concientemente el mundo en el mismo grado que lo
hace el ego solar del hombre moderno: Su experiencia del mundo es emocional y es a través de esta
carga de sentimiento y emoción que el mundo se hace significativo. En cierto sentido, solamente
se experimenta aquello que sorprende o despierta la atención, en suma , lo que es significativo, y
este mundo de experiencia se ordena sobre la base de lo que es significativo para el hombre. Este
mundo fluido de emociones, que llena la existencia con lo que es impresionante y significativo es
dominado por la vida simbólica de apercepción mitológica, en la cual las categorías de experiencia
no son conceptos de la conciencia sino símbolos y arquetipos. Este mundo no-objetivo, indiviso
se vuelve una figura simbólica y así es percibido. Aquí aún no tenemos un mundo de objetos entre
los que el hombre se mueve e interactúa, sino una imagen de mundo que lo estimula y moviliza por
dentro y por fuera, que lo dirige y que él circunvala en un ritual.
Desde el punto de vista de la conciencia, esta experiencia simbólica es una visión
inconsciente del mundo, en la que el mundo, o un segmento de éste es apercibido ( desde un punto
de vista etnológico aquí se puede hablar de animismo o pre-animismo) como un mundo unitario
enteramente animado. Esta experiencia se orienta hacia un contexto unitario que es evidente para el
hombre, del que no puede escapar y en cuyo centro se encuentra a sí mismo.
En este estadio tanto el símbolo como el arquetipo prueban ser, a la vez, un depósito de
experiencia y una categoría de expresión. La figura simbólica que emerge del inconsciente se
origina en el parentesco inconsciente universal del hombre con el mundo, y por esa misma razón,
posee un carácter objetivo y nunca un carácter puramente subjetivo. El continente y el contenido,
la nodriza y el nutrido existen objetivamente en el mundo, y en la apercepción mitológica de la
psique se reflejan como el arquetipo de la Gran Madre. Esta imagen es en efecto arquetípica, esto
es, universalmente humana, y es una categoría de experiencia humana, pues el hombre adquiere
experiencia con la ayuda de esta imagen en la psique. Pero esta imagen corresponde a algo que
existe objetivamente en el mundo; la imagen es adecuada al mundo. Una imagen psíquica de algo
en el mundo es tanto un deposito de experiencia como un órgano de la psique que a través de esa
imagen experimenta y posteriormente interpreta el mundo.
En el mundo unitario experienciado por el ego mágico hay un parentesco universal; todo
está ligado a todo y una cosa puede y debe representar a todo el resto. La noción de identidad
inconsciente, de participation mystique deriva de ese mundo, tal como la noción válida para el
mundo primitivo de la identidad como parte de un todo. Esta última noción, válida sólo en tanto
es anterior a la conciencia que elabora la realidad, traza la línea divisoria entre las cosas y los
contenidos del mundo. Este contexto unitario que vincula hombre y mundo es la base de la
conducta del hombre primitivo, especialmente sus ritos. Como contrapartida de todo lo que toma
para sí de la naturaleza como un todo, por todo lo que usa y retira de la totalidad del ser, siempre
repone algo con un sacrificio, de manera que la totalidad del ser sea preservada. Este lazo
emocional con la existencia determina las acciones del hombre en el mundo tal como las imágenes
simbólicas determinan la forma de su experiencia del mundo. Ambas son consecuencias de la
afinidad antropocéntrica del hombre primitivo y el niño con el mundo, que es una parte de la
orientación mágica del mundo.
Una vez que el hombre ha asumido su posición antropocéntrica, el hombre, como Self
Corporal, llega a ser el centro con el cual se relacionan los eventos del mundo en el espacio y el
tiempo.5 Las imágenes de espacio y tiempo en el hombre se ordenan en torno a esa posición
antropocéntrica; por ejemplo, las direcciones, los cuadrantes del cielo y de la tierra, los colores y
las cosas mismas son vistas en relación a las partes del cuerpo humano y su orientación en el
tiempo, las nociones de antes y después derivan de la posición central que ocupa. Esta correlación
de las direcciones y partes del mundo con el esquema corporal no sólo significa que el hombre
depende del mundo sino también que el mundo depende de un cuerpo cuyo punto focal es el ego
mágico localizado en la cabeza. En otras palabras, la expresión dinámica del énfasis
antropocéntrico, crucial para la posición del hombre en el mundo, es la concepción de que el
hombre es responsable de la existencia del mundo. En muchos pueblos se encuentran rituales que
deben realizarse antes del amanecer, con el fin que el sol logre salir, en la alta cultura mexicana
eran necesarios un gran numero de sacrificios para que el sol fuera capaz de completar su curso.
Esta actividad mágica no se puede explicar adecuadamente como una reacción de miedo. Es de
igual importancia que el hombre ocupe una posición central en el mundo y que su relación mágica-
ritual con las fuerzas de la naturaleza lo ayude a garantizar la sobrevivencia del mundo.
Pero este estar-en-el-centro no significa un dominio sobre la naturaleza comparable la
violación de la naturaleza que ha hecho el hombre occidental, divorciado, como se encuentra, de
la naturaleza. Esta posición central del hombre es perfectamente compatible con una visión que le
asigna a los animales o a animales particulares un rango superior al del hombre. El oso, por
ejemplo, era muy reverenciado por el hombre primitivo. Incluso más tarde, -como en la Biblia-
cuando ésta posición del hombre se hace consciente, es la expresión no tanto de una voluntad por

5
Cassirer, Ernst, The Philosophy of Symbolic Forms
dominar el mundo como de una misión de gobernar, que por esa misma razón la impone al hombre
las más grandes obligaciones.
El pensamiento mágico del ego mágico hace posible que se establezca un centro egoico en
el núcleo de la conciencia y la liberación de la conciencia egoica de la dominación de lo
inconsciente en el interior y del mundo exterior. La relativa libertad del hombre reside en su ego
activo y en su conciencia que lo aparta y confronta con mundo y la psique. Todo esto presupone la
liberación por un lado, del dominio del inconsciente y los instintos, y por otro, del dominio del
ambiente. Ahora no es la omnipotencia, sino el poder -con todas sus consecuencias problemáticas-
la meta necesaria del desarrollo del ego en el cual, después de la formación del eje ego-Self, el
ego consciente más que el Self llega a ser el ejecutor de la voluntad de la personalidad.
El poder y el gobierno sobre la naturaleza afuera y el inconsciente adentro, en otras
palabras el auto-dominio, es uno de los primeros objetivos de la conciencia del ego; éste es llevado
a cabo en la fase patriarcal con ayuda de un gran número de dinamismos psíquicos, de
representación e inhibición, identificación y proyección. Otro objetivo es el desarrollo del
individuo ante la comunidad y el mundo externo.
El énfasis antropocéntrico, el énfasis en el hecho que el hombre es “la medida de todas las
cosas” y , creado a imagen de Dios, da nombre a los animales, genera un orden y forma un mundo
centrado en él, es la base del desarrollo humano, que se cree destinado a dominar el mundo de la
naturaleza y de la psique. El hecho de sentir que fue creado a imagen del Dios creador es el
símbolo conductor de esta posición central del hombre dentro de un mundo ordenado en torno a él
y para él. Tanto cuanto sabemos, desde el más temprano principio la acción mágica era la acción
de un grupo, que por medios mágicos, se apartaba de la naturaleza con la que estaba unido
originalmente. Los rituales mágicos de caza que se encuentran en las pinturas de la edad glacial –
probablemente los primeros rituales que existieron- son la primera confrontación espiritual con el
animal como un “otro” que es necesario matar. Esta magia funcionaba con identificaciones. En la
danza ritual los hombres representaban a los animales pero también la cacería y matanza del animal,
configurando con esto no sólo su identificación con el animal sino también su disparidad en
relación al mismo. En las pinturas de la era glacial, la matanza ritual del animal mediante la
matanza de su imagen atestada de múltiples marcas de flechas, el hombre se aparta de los
animales y establece su dominio sobre ellos.
Este acto psíquico de ritual mágico no es la expresión de un deseo, sino del establecimiento
del ego humano que, como ego grupal y ego individual, lo sitúa en el centro del mundo para
dominarlo. Originariamente la magia fue siempre grupal, y el antropocentrismo se refiere a la
posición central del grupo humano, del que el individuo era sólo una parte. Similarmente, al
principio la caza era casi siempre una acción comunitaria del grupo en la que el se integraba el
individuo con su actividad independiente. La seguridad mágica del ego individual, de la que
dependía el éxito de la acción grupal, estaba basada en la evocación del Self-grupal, con la
actualización de una mayor unidad del grupo, que abarcaba y dirigía al individuo y operaba como
una especie de “Self de afuera” encarnado en el líder del grupo –sea el curandero o el jefe- el que
estaba tradicionalmente relacionado con un ser transpersonal, un ancestro o un espíritu.
Esta “encarnación” de una autoridad que aún no era una realidad psíquica interior del
individuo, pero que podía ser percibida por él en el exterior a través de un hombre en particular,
de un Gran Individuo, es de mayor importancia para la estructuración de la psique humana. Pues
en este desarrollo, la autoridad del Self como personalidad-mana toma forma como un centro
efectivo que ejerce poder, emerge del anonimato y se vuelve el líder del grupo. Y al mismo tiempo
le da al ego una configuración más clara , determinada por el Self de cada miembro del grupo.
El grupo más primitivo que conocemos es el de los machos cazadores; el precursor de
todos los grupos de machos. A juzgar por todo lo que sabemos respecto a ellos, aquí es donde se
desarrolló el ego mágico. Este grupo nos remonta a los primeros tiempos del desarrollo humano,
cuando el ritual mágico de fertilidad todavía estaba en manos de las mujeres y cuando la autoridad
suprema en todos los dominios, tales como la nutrición y la fertilidad estaba sujeta a la Gran Diosa
Madre.
Las actividades del grupo de machos estaba subordinada al mundo matriarcal. La magia
del grupo de machos se relacionaba con la posibilidad de adquirir poder sobre la caza comestible y
poder matarla. Consecuentemente, en las pinturas de la era glacial, los documentos más antiguos
conocidos de la magia humana, el animal preñado juega el rol central. Sin embargo, en el estadio
matriarcal la presa de caza era considerada como el aspecto terrible de la Gran Madre en su aspecto
terrible masculino. Ella misma, o su aspecto terrible, es representada habitualmente como un tigre,
un león, una pantera o un leopardo.
En la fase matriarcal el grupo de machos se identificaba ritualmente con ese aspecto
asesino de la Gran Madre. El grupo de machos cazadores representa el aspecto de muerte de la
Madre Terrible que, como Gran Madre, es Soberana no sólo sobre la vida sino también sobre la
muerte. Por este motivo, los ritos de cacería y muerte pertenecen a los hombres; los rituales de
vida, procreación y nacimiento pertenecen al grupo de mujeres. En la identificación del grupo de
machos con el aspecto terrible de la Gran Madre, el macho se hace idéntico al símbolo mortífero de
la espada como falo destructivo. Este símbolo es introyectado por el grupo de machos. Y como
“Masculino Terrible”, esta introyección fortalece al hombre, acentuando especialmente su
actividad y agresividad, que son rasgos masculinos arquetípicos.
Este fortalecimiento y acentuación del principio masculino desempeña un papel especial en
el establecimiento del patriarcado en las sociedades humanas. Tal como el Masculino Terrible es
una fase preliminar del “Padre Terrible” que desempeña un papel tan importante en la formación
del super yo en la cultura patriarcal, así también el ego guerrero-asesino y guerrero-mágico del
grupo de machos cazadores es la forma preliminar del ego solar que más tarde se libera
definitivamente de la dominación del arquetipo de la Madre.

La Superación del Matriarcado por el Ego Mágico-Guerrero y el Ego Solar

Dentro de la fase mágica del ego, hemos distinguido el estadio mágico-fálico en el que el
ego esta determinado esencialmente por el arquetipo de la madre del estadio mágico guerrero, en el
que el ego no sólo empieza a oponerse al arquetipo de la madre, sino que también adquiere una
conciencia de masculinidad que culminará en el estadio solar del patriarcado.
En el estadio fálico, el ego empieza a sentirse específicamente masculino en oposición a la
mujer, la Gran Madre y el matriarcado. El fortalecimiento del ego masculino empieza con el
fortalecimiento de su resistencia al principio femenino. Esta tendencia a la resistencia es
intensificada por el apoyo mutuo de los hombres en los grupos de machos y las sociedades de
machos, que siempre adquieren gran importancia cuando el elemento matriarcal es el dominante.
El apoyo entre los hombres – cuyo origen se remonta a la reunión más antigua de hombres
en el grupo de machos cazadores de los tiempos primordiales- al principio es dominado por la
magia femenina. La Gran Madre, como Diosa de la Fertilidad, del Alimento y de los Animales,
seguramente desempeñaba un papel importante en la magia de la caza mucho antes que surgieran
los rituales de fertilidad de la agricultura. Y el macho cazador es siempre simultáneamente asesino
y guerrero.
Entonces, en su conexión con la Gran Madre, la actividad mágica era tanto fálica como
guerrera; esto es muy evidente en los dibujos de rocas paleolíticos, en los que el pene del macho
cazador está en contacto con una mujer suplicante de pie detrás de él. Aquí la actividad fálica del
macho hacia la mujer esta claramente relacionada con la actividad cazadora y guerrera del juego
amoroso. Ambas pertenecen a la esfera de la fertilidad, sobre la cual la mujer tiene el dominio. Esta
Gran Mujer en actitud de suplica no es –como podrían llevar a suponer ciertas interpretaciones del
papel de la mujer en la era primordial- la víctima y la presa de la agresividad masculina; el macho
fálico y guerrero aún se encuentra al servicio de la mujer y bajo su dominio en lo que refiere a
fertilidad y nutrición. Quienes adhieren a la tesis ampliamente aceptada (en gran parte como
producto del pensamiento eclesiástico) de que los pueblos cazadores eran originalmente
monoteístas, pasan por alto el significativo papel de la mujer en este periodo inicial de la
humanidad, cuyo carácter matriarcal no ha sido suficientemente reconocido. Hemos tratado de
explicar recurrentemente lo que queremos decir por matriarcado. Debemos a Frobenius6 un ejemplo
bastante conocido pero hasta ahora escasamente aprovechado, sobre el significado mágico de la
mujer en las culturas primitivas:

En el año 1905 en el territorio selvático entre Luebo y el río Kasai me encontré


con representantes de esas tribus de cazadores que son conocidos como Pigmeos. Habían
encontrado un refugio en la selva del Congo después de haber sido expulsados de la
meseta. Unos pocos, tres hombres y una mujer acompañaron la expedición cerca de una
semana. Cierto día –era casi de noche y para entonces nos habíamos hecho buenos amigos-
hubo un gran problema en la cocina del campamento. Le pregunté a los tres pequeños
compañeros si podían cazar un antílope para nosotros antes que terminara el día. Al oír mis
palabras, me miraron con evidente turbación. En tanto, uno de ellos dejó escapar como
respuesta que les gustaría mucho hacerlo, pero aquel día era completamente imposible, ya
que no se habían hecho los preparativos. Siguió una larga discusión que tuvo como
resultado final una decisión de los cazadores declarándose dispuestos para hacer los
preparativos la mañana siguiente al amanecer. Así nos separamos. Los tres hombres
investigaron alrededor y se dirigieron a un lugar alto en una colina vecina.
Como yo estaba impaciente por aprender en que podrían consistir esos preparativos,
me levanté antes del amanecer y me arrastré hacia los arbustos colindantes al claro que los
pigmeos habían elegido para sus ceremonias la noche anterior. Aún era madrugada cuando
llegaron los hombres. No estaban solos pues la mujer también estaba con ellos. Los
hombres se acuclillaron, limpiaron y alisaron el suelo. Después un hombre agachado,
dibujó algo en la arena con un dedo. Mientras tanto, la mujer y los otros hombres
murmuraban oraciones y encantamientos. Después, silencio expectante. El sol se levantó
en el horizonte. Uno de los hombres se acercó al borde del claro y puso una flecha en su
arco. Después de algunos minutos, los rayos del sol caían en el dibujo. En ese mismo
instante, tan rápido como un rayo, aconteció lo siguiente: La mujer elevó los brazos al sol
como tratando de agarrarlo y lanzó gritos que para mí eran totalmente ininteligibles; el
hombre disparó la flecha; la mujer gritó más aún; y entonces, empuñando las armas, los
hombres saltaron hacia la vegetación circundante. La mujer permaneció allí, de pie por
algunos minutos y después volvió al campamento. Tan pronto como se fue, yo salí de los

6
Frobenius, Leo, Kulturgeschichte Afrikas, Wien, Phaidon, 1933, p.127 f. traducido del alemán por Beverly Dunlap
arbustos y fui a mirar el dibujo en el suelo. Tenía la apariencia de un antílope de tres pies
de largo. En el cuello tenía enterrada la flecha disparada.
Aprovechando al ausencia de los hombres, traté de volver a la colina para
fotografiar el dibujo. Pero la mujer permaneció a mi lado impidiéndome hacerlo. Me rogó
que desistiera de la idea. Entonces nos retiramos. Esa misma noche los cazadores volvieron
a juntarse con nosotros trayendo un lindo venado. Lo había matado una flecha que le
atravesó la vena yugular. Los pigmeos dejaron la presa y volvieron a la cima de la colina
llevando algunos puñados de pelo y una vasija llena de sangre de antílope. No fue hasta
dentro de dos días que se reunieron nuevamente con nosotros. Y sólo después del
anochecer, al lado de un burbujeante vino de palmera, osé hablar de esos asuntos con el
que me tenía más confianza. Era el hombre más viejo de los tres, y me dijo que ellos
simplemente habían vuelto para frotar los pelos y la sangre en la imagen del antílope para
sacar la flecha y borrar el dibujo. Acerca de los cantos y su significado no pude aprender
nada. Pero mencionó que la “sangre” del antílope los destruiría en caso que fallasen en
completar estos pasos. Es más, era necesario borrar el dibujo al salir el sol. Me imploró
que no le comentase a la mujer nuestra conversación. Parecía temer muchísimo las
consecuencias de su cháchara pues al día siguiente los Pigmeos se fueron sin despedirse.

Otro ejemplo, de una esfera cultural tal vez aun más antigua, la caza del oso,
es citado por Joseph Campbell en el diario de Eranos 19597

Cuando un cazador Ainu mata un oso vuelve corriendo a su aldea, anunciando que
un dios irá a hacer una visita a los hombres. Entre los jóvenes, varios lo acompañan y en
una especie de procesión traen el oso muerto al interior de la casa de los hombres, pero no
por la puerta sino a través de una abertura que hacen en la pared con ese fin, que es
llamada la “ventana de Dios”. El ingreso realizado de esta forma se llama “ la llegada de
Dios”. El recipiente donde se hace el fuego al interior de la casa es una diosa. Es una diosa
de las montañas –al igual que el oso, que también es un dios de la montañas- pues en
Japón el fuego de los volcanes es un fenómeno conocido en todos lados. El Fujiyama es un
volcán extinto, y ciertamente no es casualidad que el nombre que los Ainus dan a la diosa
del fuego, la patrona del fuego doméstico es Fuji. Cuando el oso es traído triunfante dentro
de la casa significa que la diosa le da la bienvenida. El oso atraviesa la ventana de dios y el

7
Campbell Joseph , Renewal Myths and Rites of the Primitives Hunters and Planters, in Eranos Jahrbuch XXVIII/1959,
p.412. Citado como proveniente de Kindati: “Ainu Life and Legends”, Tourist Library 36, Tokio, 1941, p.50
dios y la diosa tienen un encuentro que dura toda la noche mientras el pueblo canta y toca
música para entretenerlos. Al día siguiente cuando el oso es descuartizado, cocinado y
comido, se coloca una ofrenda de su carne delante de su cabeza en un lugar de honor. Tan
luego se considere que el oso comió suficiente, se le agradece a dios por su visita, y con
agradecimientos y alabanzas, acompañado de una ceremonia, vuelve a sus dominios, a las
montañas 8.

El paso decisivo del matriarcado al patriarcado es un desarrollo progresivo de la conciencia


masculina y su liberación del mundo matriarcal, el que siempre es un mundo de magia relacionada
a la mujer. Pero esta progresión también es una liberación del ego de la conciencia matriarcal
dominada por la luna, cuyo aspecto negativo es el miedo al mundo demoníaco, que para el ego
masculino es un mundo determinado por lo femenino y lo inconsciente.
La subordinación del hombre a la mujer, como representante de la crianza y la nutrición de
la Gran Madre, ahora es sustituida por una actitud del hombre hostil y represiva hacia la mujer.
Esto se manifiesta etnológicamente de un modo más claro en uno de los pueblos mas primitivos, los
nativos de Tierra del Fuego, a quienes debemos la siguiente historia sobre la sustitución del
matriarcado 9.

Algunas de las ideas principales son destacadas en mis reportes anteriores. Dejando eso de
lado, aquí repito que nos contó Tenenesk aquella noche en la Gran Cabaña:

En tiempos antiguos existían muchos “howenh” en nuestra tierra. En aquellos


tiempos el sol y la luna, las estrellas y los vientos, las montañas y los ríos circulaban en la
tierra como seres humanos, así como lo hacemos hoy. Pero en aquellos tiempos eran las
mujeres las que tenían el poder de decisión en todas partes, tanto dentro como fuera de la
cabaña. Ellas eran las que les decían a los hombres que trabajo hacer, tal como hoy los
hombres les dicen a ellas que hacer.
En aquellos días los hombres estaban subordinados y obedecían a las mujeres. Las
mujeres les decían que trabajo hacer en la cabaña y los hombres lo hacían. Los hombres
eran forzados a quedarse en casa y hacer todo lo que las mujeres les decían; tenían que
mantener el fuego encendido, asar la carne, curtir las pieles y cuidar a los niños. Si había
algo que discutir, se reunían sólo las mujeres y los hombres permanecían en las cabañas. No

8
N.del T: Se ha traducido el mito descrito en la versión portuguesa, que es distinto al que se encuentra en la versión
inglesa, si bien ambos ilustran el mismo tema, se optó por el más sintético.
9
Traducido de Gusinde. Martín, Die Feuerland-Indianer, Berlin/Wien/Leipzig, Zsolnay, 1946
les estaba permitido sentarse en el círculo de mujeres cuando ellas discutían o deliberaban
sobre algo. Sólo las mujeres tomaban decisiones y daban órdenes; a los hombres les cabía
obedecer. Así, los hombres eran totalmente dependientes de las mujeres.
Pero, dado que los hombres eran fuertes y numerosos, las mujeres más astutas
temían que se les pudieran sublevar y rehusarse a obedecer. Por eso las mujeres hicieron
una reunión en la que reflexionaron largo tiempo, ponderando sobre el modo de mantener a
los hombres en esta condición subordinada; no querían que se sublevaran y rehusaran a
obedecer. La más astuta de todas era la Sra. Kra (Luna) la esposa de Kran (el Sol). Era una
poderosa Xon y tenía la mayor influencia sobre las otras mujeres. Las demás le tenían
miedo; ninguna osaba contradecirla. Las mujeres continuaron ponderando y ponderando por
mucho tiempo.
Finalmente, comenzaron a hacer reuniones secretas, tal como las que los hombres
hacen actualmente: A una gran distancia de las cabañas habitadas construyeron una cabaña
grande. Allí había espacio para todas. Ahí se reunían en las tardes. Día y noche, unas
pocas permanecían en la Gran Cabaña, las jovencitas rara vez volvían al campamento.
Desde el atardecer hasta entrada la noche todas las mujeres permanecían allí10. Ningún
hombre tenía permiso para aproximarse a la Gran Cabaña. Sólo las mujeres se reunían ahí.
Mantenían una estrecha vigilancia. Los hombres tenían que quedarse en el campamento
todo el tiempo.
Cada mujer pintaba su cuerpo con dibujos especiales. Un día de una forma, otro día
distinto. Se pusieron una máscara de corteza pintada en la cabeza cubriendo enteramente el
rostro; Nadie las podía reconocer. Así, las mujeres salieron de la Gran Cabaña solas o en
pares formando una fila larga; a veces brincando o saltando. Cuando pudieron ser vistas
fuera de la Gran Cabaña, llamaron a salir de sus casas a los hombres y a los niños. Ellos
observaron desde una gran distancia.
Algunas mujeres hicieron creer a sus maridos que estos seres venían del cielo o
habían salido de dentro de la tierra para ira al encuentro de las mujeres reunidas en la Gran
Cabaña. Trataron tanto a hombres como mujeres con altiva arrogancia. Todos estaban a su
merced, eran muy poderosas...
La más influyente de todas era la Sra. Kra, que mandaba a las demás, determinado
las tareas que cada una debía imponer a cada hombre. Cada mujer imponía al marido la
tarea que la Sra. Luna indicaba. Los hombres hacían todo. Las mujeres pasaron casi un
año en la Gran Cabaña. Durante el día una que otra volvía al campamento. Se quedaba un

10
Porque al crepúsculo los espíritus empiezan a aparecer más frecuentemente.
corto tiempo y daba nuevas tareas al marido. Se comía el asado que él había preparado para
ella pues siempre estaba hambrienta. A veces también dormía con el marido, pero la mayor
parte de ellas dormían juntas en la Gran Cabaña; rara vez iban a pasar la noche al
campamento. Cada una exigía una buena provisión de carne en la cabaña habitación,
diciendo al marido: ¡Xalpen en la Gran Cabaña quiere mucha carne para sí!. Entonces los
hombres tenían que ir regularmente a cazar y traían abundante carne. Tenían que dejársela
toda a las mujeres para que la peligrosa Xalpen no se enfureciera más.
Cierta vez, las mujeres se reunieron en un gran prado: Aquí jugaban kloketen en una
espaciosa cabaña cónica. Los hombres estaban en el campamento, bastante alejado,
cuidando a los niños y haciendo el trabajo. Cuando entraba al campamento un soorte se
escondían en sus mantas. El soorte siempre los trataba mal y a veces los golpeaba
severamente.
Kran, el Hombre Sol, era un cazador excelente y un buen corredor. En sus andanzas
encontraba siempre gran cantidad de animales. Casi siempre estaba cazando. Todos los días
llevaba a casa mucha carne, que distribuía entre las demás cabañas. Cada día algunas
jovencitas iban al campamento. Venían de la Gran Cabaña y le decían a los hombres:
“¡Xalpen nos envió, ella quiere carne!” Y los hombres tenían que entregar todo cuanto
poseían. Las jóvenes siempre acarreaban de vuelta una gran cantidad de carne a la Gran
Cabaña.
Un día, el Hombre Sol había salido a cazar a los acantilados y pronto mató un gran
guanaco, era un buen cazador. Cargó el animal al hombro y volvió al campamento.
Fatigado por la ardua jornada y el peso de la carga, quejumbrosamente la soltó. Se sentó a
descansar detrás de un arbusto. Sin sospechar, había llegado cerca de la cabaña de las
kloketen, se sentó no muy lejos de una laguna. No demoró en ver dos jovencitas en la
orilla: estaban tomando un baño. Hablaban alegremente y reían de buena gana.
Cautelosamente Kran se arrastró más cerca; quería escuchar lo que estaban diciendo.
Estaban pintadas como las keternen que a veces había cerca de la Gran Cabaña. Las
jóvenes practicaban mantenerse rígidamente derechas, dando pequeños pasos adelante y
atrás, como la Sra. Luna les había enseñando. Se divertían mucho con esto. Decían: “luego
lo conseguiremos hacer... ¡cuan sorprendidos estarán los hombres! Y continuaban riendo.
Se burlaban de los hombres, porque estos creían que ellas eran realmente keternen. Se
entretenían bastante con la socarronería de las mujeres y el miedo constante de los
hombres... las jóvenes siguieron jugando un buen rato.
Cuando el Sol llegó al campamento, actuó con indiferencia frente a los hombres y
las mujeres, nadie podía sospechar la terrible cosa que acababa de presenciar.
Cautelosamente, fue a ver a los hombres a sus cabañas uno por uno; les contó acerca del
astuto juego que las mujeres representaban; les explicó cómo todos estaban siendo
engañados por las mujeres. Ahora todos los hombres supieron la verdad; En la Gran
Cabaña sólo había mujeres que se pintaban el cuerpo y se colocaba un t’olon en la cabeza
para que nadie las reconociera... Cuando los hombres escucharon esto, se enojaron
muchísimo, pero también escondieron su agitación. Kran les dió ordenes estrictas de no
revelar nada...
Pero una gran inquietud se apoderó de ellos. Las mujeres se dieron cuenta de esto.
La Sra. Luna gritó sobre el campamento: “¡Cálmense, Xaltran está muy enojada!” Pero
estas palabras no calmaron a los hombres . Desesperada, la Sra. Luna confesó a las
mujeres: “¡Las cosas se ven mal para nosotras, haremos un intento más de asustarlos,
hagamos la encarnación de Xalpen ke xat!” Inmediatamente las mujeres formaron dos filas
y salieron de la Gran Cabaña, unas por la derecha y otras por la izquierda de la entrada.
Entre las filas apareció la propia Sra. Kra. En voz alta llamó a los hombres a acercarse,
pues Xalpen convocaría a las mujeres una por una al interior de la cabaña para devorarlas.
Su intención era provocar pánico en los hombres.
Mientras tanto, cada hombre se había equipado con un grueso garrote. Cuando la
Sra. Luna le dijo a los hombres del campamento: “¡Aproxímense un poco; verán cuan
furiosa está Xalpen, todas sus mujeres serán devoradas.!”, los hombres atacaron
ferozmente. Se acercaron y corrieron más rápido de lo que se suponían capaces. La Sra.
Kra ordenó que se detuvieran y gritó: “ ¡ No tan cerca hombres, manténganse lejos de la
Cabaña!” En ese momento, Sol da un silbido, se había escondido muy cerca de la Cabaña.
Los hombres entendieron la señal y apuraron más la marcha. La Sra. Luna gritaba con
extremo pavor: “¡Atrás hombres o Xalpen saltará!”... Las otras mujeres al interior de la
Cabaña habían sido obligadas a quedarse mirando. En su desesperación todas animaron a
la mujer lunar: “Los hombres están cerca, grita más fuerte”... “ Oh, oh, oh, ¿Dónde
podremos ir? “ Pero los hombres empujaban a la Sra. Kra hacia la Gran Cabaña.
Finalmente llegaron a la entrada y presionaron hacia adentro. Formando un denso grupo los
hombres habían empujado a la Mujer Luna delante de ellos.
En tanto, Kran gritó con todas sus fuerzas : “ ¡Derriben a las mujeres!” Los
hombres batieron sus garrotes. Atacaron a la multitud de mujeres, estrangulando a cada
una que caía en sus manos. En un breve lapso. Todas las mujeres yacían ensangrentadas o
muertas en el suelo. A veces algunos hombres se encontraron cara a cara con sus esposas
o hijas. En lo posible dejaban que otro hombre las matase. Sin embargo, algunos
masacraron a sus propias parientes; ¡tamaña era su rabia!.
El hombre Sol tomó un leño encendido del fuego. Con él atacó a su poderosa
esposa. Al primer golpe, toda la bóveda celeste tembló. A segundo y al tercer golpe, el
temblor se volvió más amenazante. Por eso, el Sol se contuvo y no mató a su mujer,
temeroso de que todo el firmamento colapsara. La Sra. Kra escapó de la Gran Cabaña e
inmediatamente huyó a los cielos.
Es ese mismo instante, Kran corrió tras su mujer, pero hasta el día de hoy no ha sido
capaz de alcanzarla. En su rostro aún se pueden ver los moretones y oscuras cicatrices
causadas por el fuego. A veces la mujer aparece totalmente roja; esto acontece cuando se
enfurece con el hombre. Pero desde ese día el odio del hombre hacia esa mujer tramposa
jamás ha muerto....11

Conclusiones que se pueden desprender se este mito:

Cuando estas ceremonias estaban bajo la posesión de las mujeres, estaban envueltas en
misterio. Los hombres mantuvieron este principio. De hecho, estas ceremonias inmediatamente
dejarían de ser lo que son si a la población femenina se le hubiese permitido entender su espíritu y
su propósito.

Al reunirse, los hombres perseguían varios objetivos. Pero el primero y fundamental era no
permitir jamás que la posición de poder de los hombres sobre las mujeres se les fuese de las manos.
Sus esfuerzos en este sentido eran justificados, en la medida que otrora la relación de fuerza había
sido la opuesta. Así, la ceremonia de las kloketen sirve para preservar el sistema social presente.
De eso resultan cuatro reglas de conducta que varios grupos de población deben observar
estrictamente.

En la vida de la colectividad, el proceso del desarrollo del ego (y la independencia


creciente del elemento masculino) lleva al triunfo de las sociedades de hombres y del patriarcado.
En el curso de este proceso, el principio fálico masculino se manifiesta en el simbolismo de la
espada mortífera, con la cual, conforme vimos, ya estaba identificado en la fase matriarcal. Pero

11
Loc.cit., p.601
ahora este principio masculino se vuelve en contra de la mujer. En consecuencia, hasta hoy en día,
lo masculino aparece en los sueños tanto de hombres como mujeres como un principio destructivo,
hostil con las mujeres.
Cuando el acto sexual es visto como matar o ser muerto, lo que está a la base es este
conflicto ente hombre y mujer: la relación entre hombres y mujeres es vista como “la guerra de los
sexos” concepto que indica que ni el hombre ni la mujer están seguros de sí mismos. Solamente
después de superar esta fase del desarrollo podrá haber una verdadera relación adulta entre los
sexos.
Esta acentuación guerrera del masculino es necesaria tanto filogenética como
ontogenéticamente para la liberación de la consciencia y del ego de la preponderancia del
matriarcado. Sólo el heroico ego luchador es capaz de superar a lo femenino maternal, que cuando
impide al ego y al principio masculino de la conciencia el desarrollo rumbo a la independencia se
convierte en la Madre Terrible, el dragón, la bruja, una fuente de ansiedad.
La Ansiedad no nace solamente de la superioridad fundamental del mundo arquetípico en
relación al ego y especialmente el ego en proceso de desarrollo; nace también en los puntos de
transición de una fase arquetípica a otra. Tal como todo el mundo arquetípico surge
primariamente para el ego como la Gran Madre, así también cada fase a ser superada se transforma
en el dragón que amenaza la regresión, dragón que precisa ser derrotado por el ego-héroe de la
progresión. Siempre que el ego, en su transición de una fase arquetípica a otra, es forzado a
abandonar su posición anterior se ve asaltado por el miedo. Como ya destacamos, existe un
conflicto fundamental entre el desarrollo de la conciencia del ego y la “inercia” o “gravedad” de la
psique, su tendencia a adherirse a una posición ya conseguida y desarrollada. Esta tendencia a la
inercia psíquica, de mantener el ego preso , es simbolizada por el aspecto adherente terrible del
arquetipo de la madre, el dragón que amenaza con devorar el ego en progresión 12.
En la fase de desarrollo en discusión, es el arquetipo de la madre, en la transición al
patriarcado y al arquetipo del padre, el que enfrenta al ego como un dragón adherente negativo.
Pero en otras fases del desarrollo este mismo arquetipo del padre puede convertirse en un dragón
que debe ser vencido cuando se hace necesario superar el estadio patriarcal de desarrollo. En
cualquier caso, la ansiedad es un síntoma necesario de centroversión, esto es de la tendencia innata
a desarrollarse como una totalidad, y progresando de fase en fase, superar en cada caso el aspecto
terrible adherente del mundo arquetípico. Cuando esta ansiedad no subyuga al ego es un signo de

12
Para una discusión detallada de esta materia, véase Frankenstein, crl, “Structural Factors in the Anxiety of the Child,”
Acta Psychologica XII 5-6, 1956
desarrollo; le avisa al ego respecto a lo que se temerá y por lo tanto hace posible una nueva
orientación.
Para el desarrollo ontogenético, es decir, la vida del niño, esto significa que
independientemente de su conducta personal, la madre, el vehículo de la imagen arquetípica, se
convierte en la transición del mundo matriarcal al patriarcal, en un poder negativo del cual el ego
debe desprenderse. Aquí, lo que los psicoanalistas llamaron complejo de castración, desempeña un
papel simbólicamente significativo. Ningún incidente personal fortuito entre el niño y sus padres
puede ser responsabilizado de este complejo, pues nace de la constelación universalmente humana
y transpersonal de la transición de una fase arquetípica a otra. Así, se puede entender que existen
casos de “complejo de castración” en los que no se descubre ningún trauma personal, mientras
en otros, un gran numero de traumas personales demostrables no han llevado a un complejo de
castración. Indiferente a la realidad, la psique del niño atribuye la supuesta amenaza de castración
a la persona que es el vehículo del arquetipo amenazante. Esa persona puedes ser, de acuerdo a la
etapa de desarrollo, la madre o el padre. Así, un niño al que de hecho la madre le prohíbe algo,
puede dirigirse al padre y preguntarle porqué siempre él le prohíbe todo. Esto ocurre cuando el
niño está en una fase de desarrollo en que el padre ha reemplazado a la madre como vehículo del
super yo. De la misma forma, una buena madre personal puede ser vivenciada como una bruja si el
padre personal asume una actitud más negativa hacia el niño que la madre, en un momento en que
la fase de desarrollo psíquico del niño requiere que lo separe de la madre. Independientemente de lo
que ocurra, el niño asocia la castración matriarcal, la amenaza de dominación por la Gran Madre,
con una persona de sexo femenino y la castración patriarcal, la amenaza de dominación del Gran
Padre a una persona de sexo masculino. De este mismo modo, en los sueños y fantasías de los
niños se representa un desarrollo arquetípico independientemente del comportamiento de las dos
figuras parentales personales.
Por esta razón la ansiedad normal necesaria para el desarrollo infantil conduce a un
fortalecimiento progresivo del ego. Las fases arquetípicas consteladas inconscientemente hacen
posible e incluso necesitan de un desarrollo de la conciencia, porque a través de la amenaza al ego,
el peligro de extinción que está presente en toda ansiedad, se produce una consolidación reactiva del
ego.
El desarrollo de la conciencia que conduce a una asimilación o “splitting” de los
arquetipos, así como también el proceso de desemocionalizacion, abstracción, etc. , que
acompañan este desarrollo, culminan en una consolidación del ego. La consecuencia de estos
dinamismos es que se hace accesible al ego una creciente cantidad de libido de la que puede hacer
uso para superar la ansiedad, para consolidarse y para incrementar su fuerza de voluntad para
conquistar el mundo.
Ya fue correctamente señalado 13 que la magia debe ser asociada con cierto estrato y fase
del inconsciente colectivo. Pero una interpretación puramente filosófica del estrato arcaico mágico
y mitológico de la conciencia no logra ser adecuada. Enraizada en la experiencia humana viva y
en la etnología, la psicología profunda debe asumir una perspectiva más compleja de las relaciones
entre la experiencia de mundo y los estadios en el desarrollo del ego.
La fase mágica en forma alguna se caracteriza por una relativa falta de ego sino –como
hemos señalado antes- por la primera emergencia de un ego acentuado, de hecho, de un ego muy
acentuado. El mundo ciertamente aún es experimentado como una realidad unitaria determinada
por la participación mística, pero el ego mágico se empieza a liberar, a través de un auto-
establecimiento ritual, del abrazo matriarcal y a lograr una autonomía e independencia que
adquieren una forma más clara en el ego guerrero y solar del patriarcado.
El relato de Frobenius sobre la magia de la caza lleva acertadamente el titulo
“Simbolismo de la Luz”. Porque la fase mágica forma una transición entre el mundo matriarcal y
patriarcal de la conciencia. Pero, aunque el ego mágico conduce a un desarrollo patriarcal, todavía
revela lazos evidentes con el mundo matriarcal.
En el reporte de Frobenius, el componente matriarcal todavía es demostrable en el papel de
la mujer que implementa la magia tanto por sus palabras como sus gestos, que consisten,
característicamente, en levantar los brazos. La posición numinosa de la mujer en conexión con la
magia luego se confirma por el miedo del hombre a que Frobenius le cuente a la mujer que él le
había hablado de la magia. El hecho que la mujer esté presente en la historia de la humanidad como
una figura-mana positiva y como bruja, y en el inconsciente como Señora de la Magia muestra la
extensión en que la magia está ligada a la fase matriarcal.
La comunicación de Frobenius acerca de la magia de cacería aclara la conexión entre
magia y una nueva fase de desarrollo. La magia mortífera del masculino se conecta con el
simbolismo de la luz, especialmente con el sol, figura central del mundo patriarcal superior del
cielo. El sol, como cazador y héroe que lanza flechas de luz es un arquetipo muy difundido que
se puede seguir desde los mitos de los fueguinos al mortífero arquero Apolo hasta el relato
africano, en el cual la identificación del arquero con el sol es impresionantemente evidente.
El ego humano se alía ritualmente al arquetipo del Self masculino guerrero y a partir de
esta identificación se desprende el poder y el derecho de matar del héroe patriarcal, basado, por

13
Witmont, Edward C., “Magic an the Psychology of Compulsive States”, The Journal of Analytical Pschology, vol. II, n°
1, London, 1957
medio de la ecuación “Yo y el Padre Somos Uno”, en el hecho de ser el hijo del padre divino.
Entonces la acción del ego mágico guerrero se basa en su conexión con el poder superior mágico
de la luz, que aquí no es un dios de la luz como tal, sino lo que ha sido llamado dios en el
momento. Pues no es el sol como tal, sino el sol naciente, cuyo poder radiante prepondera sobre la
oscuridad de la noche que ha derrotado. Es el principio transpersonal cazador asesino, y su símbolo
es el ave de rapiña, el águila. Su función asesina, guerrera, nos es conocida no sólo de México sino
también por la astrología, donde el sol es correlacionado a un león y al tórrido y mortífero calor de
julio, con el que el cazador se identifica en los rituales mágicos. Solamente gracias a esta identidad
es que es capaz de matar sin ser destruido por la venganza de la sangre derramada del animal con el
cual aún está estrechamente vinculado.
La matanza debe por lo tanto ser anulada y la unidad del mundo restaurada a través del
ritual de conclusión de la mañana siguiente. Por medio del sacrificio de restitución, en el que el
pelo y sangre del antílope muerto se devuelven a su imagen, el antílope se renueva como una figura
viva. Y conocemos el mismo contexto en innumerables ritos primitivos de naturaleza similar, tal
como el ya mencionado rito del oso de Siberia y la edad de piedra. Es posible que esta restitución
con ayuda de una imagen dibujada en el suelo, se base en el hecho que la tierra, como Gran Madre
de la Muerte y la Regeneración resucite a el animal muerto.
Retirar la flecha es un símbolo de anular la muerte y al borrar la imagen del antílope al
nacer el sol, el animal es reintegrado como animal señor sobre de la vida y el -nuevamente
completo- mundo. Los ritos mágicos en los que el sol, como ser transpersonal, anula la muerte,
transforman el ego humano en el sirviente y ejecutor de un principio superior. El sol se lleva la
culpa de matar, porque el ego humano, por así decir, sólo siguió la fuerza mortífera del sol, pues la
muerte no fue inventada por el hombre sino por un poder superior, y el hombre que mata sólo esta
siguiendo el ejemplo de un poder transpersonal.
En este estadio solar, el ego ya no es más, como el estadio fálico, el ejecutor de una
constelación inconsciente matriarcal instintiva por la que era dirigido; aquí, mejor dicho, opera un
acto espiritual incluso si no ha alcanzado el nivel de conciencia del mito. La acción ritual da
testimonio de una identificación entre el ego y el Self, en la cual el Self es un Self superior
destructivo al que el ego meramente sigue.
Esta actividad mágica es la expresión adecuada de una situación en la cual el hombre está
aún tan entretejido con la realidad circundante que no consigue, como lo hace después, oponérsele
sin dificultad. Para hacerlo, como hemos visto, el hombre requiere un fortalecimiento del ego, que
lo eleve por encima de su inconciencia e inercia psíquicas y por encima de su incuestionable
inmersión en el mundo, capacitándolo para oponerse a un “tú” y a un objeto, con poder
concentrado como ego y como sujeto.
Cuando un hombre moderno reza y va a la guerra “consciente de su justa causa” por lo
tanto, conectado e identificado con valores transpersonales, efectúa una preparación mágica
interior semejante. El resultado de la batalla depende en parte de esa preparación interior, tal como
acontece con el hombre primitivo; y más importante aún, esta preparación aporta mucho para hacer
al hombre capaz de soportar los horrores de matar y el peligro de ser muerto. Pues sólo si un
hombre –como los pigmeos de África- es capaz después de borrar la imagen de su matanza, de
cesar de relacionarla con su ego y devolverla a los poderes transpersonales será liberado de la
sangre del muerto. Consecuentemente, la ausencia de ritos y actitudes adecuadas en el hombre
moderno lleva a un envenenamiento interno, pues su psique se va volviendo crecientemente
neurótica por sus actos de destrucción no asimilados.
Pero, si el ego se fortalece aliándose e identificándose con un orden transpersonal, de modo
que la destrucción y el poder cesen de ser atributos arbitrarios de una mera persona y se vuelvan
parte de un orden cósmico, la consecuencia es una transformación del impuso destructivo masculino
y de la voluntad de poder. Tal transformación es necesaria para el desarrollo del ego. Pues, en vez
de ser un asesino se convierte en un cazador o un guerrero; la función de derramar sangre queda
identificada con la vida transpersonal del grupo y con la necesidad de la vida humana, siendo
entonces, justificada.
Cuando la personalidad y el ego han cesado de seguir la voluntad inconsciente de la
naturaleza y ya no son absorbidos totalmente por la actividad mágica, pero se ha empezado a dar
cuenta de sí mismo y en tanto ser auto-consciente, en ese punto reside el umbral del mundo
patriarcal y solar. Pero este fortalecimiento del ego también requiere un ritual. Como en el estadio
mágico del ego, este ritual es realizado primero al interior del grupo, que es vivenciado por el
individuo como un Self-grupal director.
Ontogenéticamente, cuando un niño es destetado, la madre de la relación primaria asume al
principio el rol del Self como un Self exterior o relacional, sobre el cual el ego en desarrollo del
niño se apoya, mientras filogenéticamente el grupo como Self grupal asume ese rol hacia el
individuo. Todos los ritos de iniciación, sean matriarcales o patriarcales, sean de niños, niñas o
adultos tienen la función de transformar al ego en su relación con el Self.
A continuación trataremos de comprender qué procesos y autoridades psíquicas
corresponden a la emergencia del patriarcado. Recién en este punto, cuando el niño supera el
matriarcado y establece una relación con el arquetipo del padre, los sexos comienzan a divergir en
su desarrollo y la psicología de la niña comienza a diferir de la del niño.
Totemismo y el Desarrollo Patriarcal

En conexión con el desarrollo del ego solar patriarcal, es preciso aclarar un aspecto del
“totemismo” que los investigadores han intentado comprender desde de una gran variedad de
ángulos. El tótem como animal, planta u otro elemento de la naturaleza mantiene un vínculo
estrecho con el grupo. Este vínculo se basa en la participation mystique entre el grupo y el tótem.
Esta participation mystique crea una relación de parentesco e identidad entre el tótem y el grupo
que lo reverencia. Si el tótem, como sin duda era originalmente el caso, es un animal, este animal
no es cazado y es comido sólo bajo circunstancias muy especiales; el trato del grupo entero con él,
especialmente si es visto como el ancestro y autor original del grupo es regulado por leyes
especiales.
El hecho esencial acerca del tótem es que no se trata de una figura personal sino
transpersonal del padre, de quien el fundador del grupo desciende. El vínculo de los miembros con
el grupo se confirma por una acto solemne de iniciación. Los misterios del grupo masculino se
oponen a los del grupo femenino; porque fueron “ “revelados” son misterios espirituales y no
misterios de la naturaleza como los de las mujeres. El grupo masculino, totémico está unido por un
vínculo superior, espiritual, o –en nuestra terminología- solar. Este vínculo sagrado entre las partes
del grupo es creado por la comida totémica, durante la cual, en ocasiones solemnes el tótem es
comido e “incorporado”. “A la luz de la etnología general, la mentalidad totémica revela una
preferencia por la concepción solar”14. Esto significa que el tótem es una encarnación del ancestro
espiritual fundador, del cual todo miembro del grupo es hijo espiritual. Esto es igualmente cierto en
todas las religiones y misterios posteriores; el grupo totémico es sin duda su predecesor más
antiguo.
El animal totémico como “Self Grupal” transpersonal puede tener al principio un carácter
urobórico, esto es, puede presentar tanto aspectos maternales-contenedores como paternales-
engendradores. Pero aún en el periodo matriarcal, el aspecto paternal y fundador, que
posteriormente es característico del tótem en oposición al mundo matriarcal, empieza a pasar a
primer plano.
En tanto el grupo de machos está unido sólo por la magia de caza, aún no ha dejado la
esfera matriarcal. La magia de cacería está por naturaleza relacionada al instinto de alimentación,
pues su meta, la carne, en los tiempos primitivos era el alimento principal del grupo humano.
Asimismo, cuando se hace presente la magia de fertilidad, dirigida a que los animales salvajes se
14
Koppers, Wilhem, Zum Ursprung des Mysterienwesens
multiplicasen, el objetivo central recae en la provisión de alimento. La magia de cacería y de
provisión de alimentos –la forma básica de magia en la era glacial- es el fundamento esencial del
totemismo en las épocas posteriores. Los ritos orales basados en el instinto de alimentación son los
ritos más primitivos y todos los ritos y festivales posteriores ligados a comidas rituales tomadas en
común se basan en este desarrollo inicial. Como hemos visto, era necesaria una compensación por
la muerte de una criatura viva que en los tiempos primigenios era considerada como parida por la
Gran Madre como Señora de los Animales e identificada con Ella. Este es uno de los conceptos
básicos del antiguo periodo matriarcal con su participation mystique.
Las sociedades de hombres ya habían hecho su aparición en este período matriarcal
temprano. Usaban para sus propios propósitos ritos y festividades basados originalmente en el
instinto alimentario y la intención de facilitar la adquisición de alimento. Comer al animal totémico
era primitivamente un rito de transición, en este caso, de transición del matriarcado al patriarcado.
Así, este rito abrió el camino para una nueva fase arquetípica. Las sociedades totémicas de
hombres frecuentemente están presentes en un orden matriarcal, frente a cual presentan un
contrapeso.
El aspecto destructor y devorador del principio masculino se hace evidente en el estadio
mágico del hombre como guerrero. Pero al principio este “Macho Terrible” aún puede ser una
figura acompañante de la Gran Madre y pertenecer en parte a la esfera matriarcal; el énfasis oral
también apunta en ésta dirección.
Al comer el animal tótem que constela la sociedad de hombres, el grupo masculino
establece una identificación con el Macho Terrible devorador, el aspecto predador de la Madre
Terrible. Este alimento tiene una doble función. Al reforzar el principio masculino, forma la base
de la independencia de la sociedad de hombres, que subsecuentemente supera el matriarcado. Pero
al mismo tiempo, la identificación del grupo con el Macho Terrible, manifestada en comerse
simbólicamente al dios y la incorporación del padre-tótem, sirve para la transformación del
masculino en masculino patriarcal y entonces completa la sustitución del arquetipo de la madre por
el arquetipo del padre.
Cuando, cómo Macho Terrible, él se vuelve en contra del matriarcado, se ha liberado del
vínculo con su origen femenino. Pero sólo cuando el grupo masculino incorpora el tótem animal,
que es al mismo tiempo padre fundador y ancestro espiritual, y entonces se identifica con el
principio masculino superior, puede predominar el aspecto solar. Comer el animal tótem resulta en
una identificación con un principio masculino superior, que, como el sol, combina en su interior
tanto la luz de la consciencia como un aspecto destructivo. De este modo, el estadio patriarcal se
alcanza definitivamente.
El mismo rito puede significar tanto la liberación del matriarcado como la identificación
del grupo masculino con el Macho Terrible en tanto forma del arquetipo del padre; pero también en
un estadio posterior puede asumir el significado de un parricidio, cuando el proceso de desarrollo
llama a trascender el arquetipo del padre y el hijo devorador se vuelve en contra del padre
devorado.
La figura del padre pertenece a ambos estratos. Tanto el Macho Terrible – que al principio
está al lado de la madre y sólo más tarde se vuelve contra ella- como el padre celestial superior son
aspectos del arquetipo del padre. Este arquetipo se manifiesta tanto en la filogénesis como en la
ontogénesis, pero en una sucesión histórica de estadios, en la cual la superior sigue a la inferior, la
solar a la fálica.
Más tarde habremos de hablar de las especificidades del desarrollo femenino 15. Aquí
espero sólo interpolar una breve nota general relacionada con el desarrollo del estadio fálico, que
es característico del ego en proceso de lograr independencia.
En el período de dominación por la Gran Madre, cuando el ego es todavía enteramente
dependiente, la Gran Madre misma es la portadora del falo. No sólo mitológicamente sino también
en el desarrollo infantil, la madre con el órgano genital masculino es una imagen temprana de
ansiedad. Más tarde, como ya se ha visto- los satélites masculinos de la Gran Madre se convierten
en los portadores del falo; le pertenecen a ella, dependen de ella y sólo poseen una actividad e
independencia fálica relativa y efímera. El joven amante y el grupo masculino subordinados al
matriarcado son característicos de esta fase. A medida que el principio masculino logra mayor
independencia, el ego se identifica precisamente en el curso de esta lucha contra la madre como
mundo del inconsciente, con el ego fálico y con el fálico guerrero. Pero desde el punto de vista del
desarrollo posterior, este principio masculino todavía es inferior, sexual-instintivo y activo-
guerrero. Solamente en el estadio Solar, cuando lo fálico aparece como “espíritu-fálico” y como
origen del viento, es que el principio masculino logra su potencia suprema generadora-espiritual.
Y es sólo en esta fase cuando la identificación todavía inmadura del ego con el fálico inferior y su
correspondiente hostilidad a las mujeres son superadas.
El objetivo de las iniciaciones masculinas, de las cuales la iniciación adolescente es la que
nos es más conocida, siempre es una especie de “segundo nacimiento” ; de una manera contraria a
la naturaleza, es decir, sin la participación de una mujer, el individuo renace como miembro del
grupo. En aquellos ritos donde el iniciado “ nace” y se debe comportar ritualmente como un
recién nacido, no es parido por una madre personal sino por un ser transpersonal, por ejemplo la
casa de iniciación, cuyo simbolismo está siempre ligado a la figura arquetípica del padre. El

15
Cf. “Observaciones finales”
iniciado deja de ser una parte de la relación primaria personal a través de la cual desciende de la
madre y esta ligado a ella. Pero tampoco tiene relación con el principio masculino inferior de la
sexualidad. Porque independientemente de su edad el no iniciado no es considerado un hombre ni
humano en ningún sentido. Característicamente, muchas veces no se le permite mantener
relaciones sexuales antes de la iniciación, y jamás tendría permiso para casarse. Sólo un hombre
que ha probado su masculinidad superior se considera apto para casarse, pues sólo un individuo así
es capaz de resistir el peligro representado por la mujer. Para el iniciado, la masculinidad superior,
es decir, los valores masculinos del canon cultural, son la autoridad suprema; él debe ser capaz de
defenderlos contra los ataques de su masculinidad instintiva inferior. Esta actitud es crucial para la
sobrevivencia de la comunidad. Sin ella, el grupo masculino y su cultura se desintegrarían, abriendo
camino a una rivalidad bestial entre los machos.
El propósito de las pruebas que el iniciado debe resistir es sustentar su masculinidad
superior, la estabilidad de su ego y la consciencia en contraste con su naturaleza inconsciente
instintiva. El vínculo entre los hombre es tan esencial para su desarrollo que las mujeres están
absolutamente –y muchas veces bajo pena de muerte- excluidas de las iniciaciones masculinas.
Como padre fundador, el tótem o principio masculino superior solar es un procreador, no
corporal sino espiritual Lo que engendra es una fraternidad masculina que es generada por un acto
espiritual.
El totemismo es un fenómeno grupal y no puede ser derivado de una situación edípica
personal. El problema del totemismo es más complejo. Siquiera asumir que el tótem es siempre un
animal o un predador es un error.
La teoría de Freud del tótem y el parricidio es una extensión de su estudio de las fobias, en
el cual el paciente, amenazado por su padre bajo forma animal, lo come totémicamente. Su
concepción gira en torno a la forma final en la que el tótem aparece ontogenéticamente en la
infancia dentro del marco de referencia del complejo de Edipo y el proceso, exitoso o no, de
superar el arquetipo del padre.
El equívoco de Freud se hizo casi inevitable por el hecho de que en la ontogénesis este
fenómeno es experimentado en parte a través del padre personal. En una fase de investigación que
estaba preocupada sólo de la experiencia individual, que profundizaba apenas en la conciencia el
inconsciente personal, y aún no comprendía la estructura arquetípica y transpersonal de la psique ,
era imposible escapar de una explicación personal del parricidio y del totemismo. Tales
explicaciones sin embargo, abarcan sólo una parte de la realidad
En los tiempos primordiales el sujeto de desarrollo era el grupo y no el individuo. La
sociedad de hombres, que fue fundada primero por desarrollos mágicos y luego totémicos era la
unidad sagrada de la cual el individuo era sólo una parte. A través de la formación del grupo
masculino y de su magia el ego individual, aún débil en este estadio, era fortalecido y entonces
preparado para la independencia. La conexión, tan característica de la fase patriarcal, entre la
comunidad, la consolidación del ego y la conciencia se hace evidente por primera vez en las
sociedades de hombres y en el totemismos que refieren. En esta fase –en contraste con el período
moderno- el ego individual se consolida al interior del grupo y su conexión con la figura del líder y
el arquetipo del padre se hace evidente por primera vez. El jefe y el curandero son encarnaciones
del arquetipo del héroe; ambos son aspectos del tótem como Self Grupal, que no sólo funda la
comunidad sino que además la guía, inicia e instruye. “La colectividad masculina es el origen de
todos los tabú, leyes e instituciones destinadas a poner un fin a la dominación de los uroboros y la
Gran Madre. El Cielo, el Padre y el Espíritu son todos masculinos y forman un conjunto;
representan la victoria del patriarcado sobre el matriarcado”16 El poder de resistir el mundo
matriarcal surge del grupo masculino, y el ego individual se convierte en un ego héroe que, por
tener el poder de matar, es capaz de vencer a la madre-dragón.
La identificación totémica de cada hombre con sus ancestros y del individuo con el Self
Grupal es el fundamento de la consolidación psíquica del grupo masculino y de la conciencia
superior encarnada en él, lo que en última instancia lo capacita a superar a la Gran Madre como
inconsciente y como mundo. El ego solar tiene una actividad que no será más exclusivamente un
exponente del Self Corporal, sino que está relacionada al arquetipo paterno de sol, que es
incorpóreo y sobrenatural. Sólo este ego solar es un ego “superior”; se experimenta a sí mismo
como perteneciendo a un mundo superior, celestial y espiritual y por lo tanto, está capacitado para
oponerse al mundo “inferior” de lo terrenal, corporal e inconsciente. Su forma final, el ego solar
racional, es característica del desarrollo del patriarcado y la cultura patriarcal.

Traducido en Julio de 2007 del libro The Child / A Crianca de E. Neumann por Alejandra Silva A.

16
The Origins and History if Consciousness

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