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El niño vive una realidad unitaria caracterizada por la Participación Mística y por una
ausencia de polarización entre exterior e interior, entre consciente e inconsciente, en el
comienzo no posee un ego independiente. El desarrollo de un ego independiente, el
surgimiento de la consciencia y la polarización del mundo, en términos mitológicos, la
separación del país del mundo, caminan lado a lado y determinan la fase siguiente del
desarrollo. Desde el punto de vista de la psicología analítica, es esencial notar que ese
desarrollo en sus fases es transpersonal. La psique se desarrolla pasando por estadios
transpersonales. Esto implica que en el curso de un desarrollo arquetípicamente el ego y
la consciencia son sustentados por lo inconsciente hasta ganar una relativa autonomía
característica del adulto moderno. P. 143
Polarización y separación del país del mundo significa que la entidad urobórica, que
hasta entonces había contenido los opuestos, ahora se separa en sus componentes. El
uroboros macho-hembra se vuelve la gran madre acompañada de figuras masculinas que
le están subordinadas y, a medida que el desarrollo prosigue, esas figuras se vuelven
luchadoras, hasta que por fin emergen como figuras masculinas independientes.
defensa del ego, de la misma forma como los métodos mágicos de concentración y de
consolidación del ego son estadios preliminares de la voluntad yoica que se desarrolla
posteriormente. P.144
Sin embargo, es con la emergencia del arquetipo del padre como antítesis del arquetipo
de la madre anteriormente dominante que la tensión entre los polos de abajo y arriba, de
cielo y tierra, de consciencia e inconsciencia, queda plenamente constelada. Esa tensión
no podría surgir, ni podría el frágil ego infantil soportarla, si no hubiese un respaldo
transpersonal para esa resistencia, implícito en la propia psique.
Ya señalamos que todo arquetipo tiene un lado bueno y otro terrible. La consciencia de
esa ambivalencia del arquetipo hace que el arquetipo dominante de cada fase tienda a
mantener al ego preso. Esto da lugar a un conflicto entre la centroversión, que presiona
para adelante, en dirección al estadio siguiente del desarrollo, y la inercia
autoperpetuadora de cada fase dominante. En esa situación, el arquetipo de la fase
siguiente muestra su aspecto positivo, y el de la fase actual a ser trascendida muestra su
aspecto adherente, terrible, amenazador. Vemos aquí como el Self con su tendencia a la
totalidad y a la completud de la predisposición humana, manipula los arquetipos en sus
aspectos. El miedo que el ego siente del aspecto terrible de la fase adherente demuestra
tener un propósito, pues facilita o vuelve necesaria la transición; en verdad ese miedo es
movilizado por el Self. En cada estadio del desarrollo, el Self se encarna en un
arquetipo, sin volverse idéntico a él. De este modo sus manifestaciones cambian de fase
en fase; aparece primero el arquetipo de la madre, después el arquetipo del padre; para
seguir con el self grupal, y luego con un self individual.. Esto lleva al ego a un conflicto
fundamental.
Esa libertad y ausencia de forma definida del Self es de la mayor importancia para
nuestra comprensión de la psique humana, de su dinámica y de su desarrollo. (p.145)
En esa “metamorfosis de los dioses” que surge a través de los cambios en sus
manifestaciones el self se correlaciona con las fases del desarrollo de la personalidad
humana. Pero esas manifestaciones son meras capas e imágenes del self. Sin embargo el
self se encarna y toma forma en la psique, pero su naturaleza es sin forma y también
extra mundo. Eso significa que además de las imágenes que se manifiesta en el
inconsciente colectivo, y además de las proyecciones de esas imágenes en alguna cosa
externa, por ejemplo, sobre la figura de un dios como un Self extra fenoménico, existe
por así decir un “Self como tal”, que no coincide con sus imágenes psíquicas y
manifestaciones externas ni con las internas. P.145
El punto central representado por el Self no participa de ninguna de esas dos posiciones
antitéticas del desarrollo psíquico posterior; el Self no está ni en la psiquis ni en el
mundo físico. El Self queda fuera de esas polaridades. No podemos describir la realidad
unitaria exactamente como algo exterior. Ella es tanto interna como externa, queda tanto
en el medio como más allá. Limitación de nuestra capacidad explicativa y de definición.
Podemos describir su realidad sólo en términos de paradoja. No es posible una
comprensión de lo creativo como un fenómeno humano básico, o de la individuación
como la realización del self del individuo en el interior de su cultura, sin una percepción
de los papeles desempeñados por las constantes modificaciones en las manifestaciones
del self y por el self como tal, que es independiente de esas manifestaciones.
Los tiempos modernos aumentan esto porque el hombre y la mujer no sólo requieren
una adaptación al colectivo sino también el desarrollarse como individuos. El problema
de la individuación, o desarrollo de la personalidad única de cada individuo, cuya
necesidad para la segunda mitad de la vida fue principalmente enfatizada por Jung, lleva
a conflictos psíquicos entre el individuo y su adaptación a la colectividad. Apenas ahora
la psicología profunda comienza a comprender estos conflictos. P.147
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Tanto el arquetipo de la madre como el del padre son partes retiradas del arquetipo
urobórico original, que contenían aún la totalidad de los opuestos combinados en su
interior. Por esta razón las formas más primitivas de ambos arquetipos envuelven
siempre un elemento urobórico. Como madre urobórica, el arquetipo de la madre es
también paternal y masculino, el arquetipo urobórico del padre es también maternal y
femenino. P.148
El símbolo del cielo es, ciertamente, un símbolo superior del mundo espiritual, pero el
cielo como morada de los dioses, es una morada no sólo de lo bueno sino también de lo
terrible, que como destino, como una divinidad que lanza relámpagos y flechas, encarna
el principio masculino superior en su potencia dadora de vida y de muerte… El héroe
solar como dios arquero encarna el simbolismo básico de ese principio arquetípico
masculino en su unidad de fecundación creativa y destructora. El consigue ser
fecundante en la destrucción y destructor en la fecundación. Falo, símbolo fecundante y
a la vez espada de matar.
Tanto los símbolos del aspecto espiritual del principio masculino superior, luz,
relámpago, tempestad y lluvia, como los símbolos del aspecto inferior masculino, de lo
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terreno, como el fuego de las profundidades volcánicas y las aguas de los ríos y las
fuentes, implican una combinación, característica del principio masculino, de
movimiento y agresión, de fecundación y destrucción….. La sexualidad masculina y la
agresividad pertenecen al principio masculino inferior, y puede ser simbolizada por los
elementos de la tierra y por los animales. Pero mucho más significativa es la experiencia
en que lo masculino propio como espíritu, como perteneciente al lado luminoso y al
cielo, se siente superior en contraste con el principio femenino y con todas las cosas
inferiores. Esa experiencia constituye la base del patriarcado, en ella como sobre un
valor supremo, se basa la cultura masculina. P.149
….
El falo del sol, en el cual el principio creativo sin forma adquiere figura y forma, no es
un principio creativo-ctónico de fertilidad inferior, sino que representa un poder
numinoso, el viento del espíritu, que retira su energía fecundante del cielo diurno o del
sol-espíritu. Ese viento del espíritu fecundante se mueve invisiblemente. Ese
movimiento del espíritu invisible y fecundante se encuentra entre las más antiguas
experiencias de la humanidad, remitiendo de vuelta al mundo matriarcal que aún no
sabía que los hombres eran los agentes de la procreación. En los tiempos matriarcales
ese principio masculino creativo, correlacionado con lo femenino, se manifestaba como
espíritu de luz o como espíritu de viento, espíritu que fecunda a las mujeres.
El invisible viento del espíritu como principio que mueve al mundo y el inconsciente es
uno de los más antiguos símbolos humanos. Desde el punto de vista psicológico,
corresponde al lado emocional del espíritu, el espíritu que en éxtasis se apodera del
hombre y lo arrebata. El falo del sol como origen del viento contiene ambos aspectos
del espíritu, el relámpago emocional que nos moviliza y la claridad, principio solar, que
nos ilumina. Siempre que algo invisible que provoca movimiento es discernible en el
simbolismo, se relaciona con esa dinámica primaria espiritual-emocional de la
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Ese acontecimiento numinoso cautivaba tanto a los hombres como a las mujeres, que se
mantenían en actitud receptiva y, como videntes y sacerdotisas, recibían a dios. En
verdad el elemento dionisiaco, interesaba principalmente a las mujeres, y los misterios
fálicos eran, en su mayor parte, situados en la línea divisoria entre encima y abajo. Es
precisamente ese encanto por el principio masculino superior, que distingue profetisas y
videntes como Sofía, de las ménades y las brujas. P.151
Para la conciencia matriarcal, ese aspecto espiritual superior es pro creativo; arrebata la
conciencia receptiva de la mujer y la subyuga por entero. Ese mismo principio de un
espíritu director desempeña un papel decisivo en la psicología de ánimus de la mujer
moderna. El ánimus es un componente masculino, espiritual, en la propia mujer, en
relación a la cual el ego femenino es receptivo. Pero cuando el aspecto espiritual
irruptivo es un factor transpersonal arquetípico, excediendo el ánimus, que es una parte
de la personalidad femenina, la mujer como un todo se torna receptora. Pero en los dos
casos no importa si es el ego de la mujer o es toda la mujer la receptora, una mujer
puede, en su carácter sexual biopsíquico, identificarse con la irrupción. P. 151
Pero cuando un hombre es expuesto o se expone a una ruptura así del espíritu, acontece
algo diferente. Aquí, el factor receptivo es parte del hombre, aquello que la psicología
analítica denomina anima, o lado femenino del hombre. Pero ese factor receptivo,
abierto a la incursión de dios, no es como en la mujer, idéntico con su ego o con la
totalidad de su personalidad. Consecuentemente, cuando la conciencia del ego
masculino es subyugada por la irrupción de lo numinoso, no pierde su actividad
creativa, discriminadora y promotora de consciencia. Ese poder de resistir a lo
numinoso y de guardar cierta distancia, que encontramos en alto grado en los profetas
del antiguo testamento, capacita al hombre para asimilar y para elaborar ese espíritu que
surge de un modo que nones posible para las mujeres. P.151
La experiencia de “Yo y el Padre somos una sola cosa”, transmitida por los misterios y
las sociedades de los hombres, expresa el vínculo estrecho entre el arquetipo del padre
solar que surgió y del ego hijo, pero al mismo tiempo muestra que, a pesar de su
inmersión en el arquetipo, el hijo preserva su propia identidad.
Porque borra el camino para todos los contenidos que no están relacionados u opuestos
a ella, esa revelación exclusiva ayuda a consolidar la consciencia, concentrándola en un
foco o revelación arquetípica, y esa concentración sobre un contenido aumenta la
consolidación y la estabilización del ego. La consciencia en formación siempre corre el
peligro de ser inundada por los contenidos del inconsciente y, así, de ser desintegrada.
Por esta razón la concentración, defensa y sistematización son necesidades
fundamentales para una consciencia en estado inicial. Sólo para el ego con libertad de
movimiento desarrollado posteriormente por el hombre moderno, que se sitúa en una
consciencia amplia y altamente desarrollada, capaz de contener muchos contenidos, es
que la fijación y la posesión dogmática se vuelven un peligro.
……
Surge una pregunta: ¿Todo arquetipo opera en esa dirección- y sabemos que, de modo
general, todo contenido arquetípico tiene su efecto sobre el ego y la consciencia- o es
que esa fascinación tiene que ver con un arquetipo específico del principio masculino
superior y del espíritu? P.152
Existe cierta correspondencia entre ese comportamiento por parte de los animales y el
comportamiento ritual del hombre primitivo. En ambos casos, el principio de
movimiento ejerce una fascinación y un poder exclusivo; y en ambos casos, existe una
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emoción que se apodera de toda la personalidad. En los animales, esa emoción es una
sintonía que mantiene el comportamiento direccionado y ordenado por lo instintivo.
En el hombre, lo mismo que en el hombre primitivo, en los casos en que existe aún un
ego viviendo en gran parte un vínculo medio con una consciencia matriarcal, que es
cautivada por la constelación inconsciente, la situación es fundamentalmente otra.
Por esta razón, el arquetipo constelado irrumpe dentro de la consciencia del hombre
siempre con un significado, con un sentido. De acuerdo con la tendencia a la totalidad
psíquica descubierta por Jung, el contenido emergente tiene un efecto compensatorio;
suple lo que está faltando a la consciencia del ego, a sus concepciones de mundo y a su
comportamiento. En otras palabras, se forma un nuevo sentido. Tiene significado para el
individuo, y en el caso de un individuo creativo, también para la colectividad a la que
pertenece. Así se torna responsable en relación al ego, especialmente al ego solar, no
sólo para ejecutar las exigencias arquetípicas, también para interpretarlas y
comprenderlas. P.153-154
Cuando la función compensatoria traída por la revelación del arquetipo, implica que su
emergencia sea dirigida por la totalidad de la psique, por el Self, ese mismo Self es
capaz de movilizar cualquier arquetipo. Se trata de una autoridad super-ordenada que,
como organización dinámica y compensatoria, opera autónomamente de la psique física
que depende de el, sin intervención de la consciencia del ego. Esa autoridad directora
tiene un vector que está dirigido para la conciencia y para el ego, al cual no sólo
comunica sino también se revela. Ese vector impele al ego y la consciencia, y es a eso a
lo que llamamos fascinación, cambiar la atención hacia el arquetipo emergente,
haciendo que lo noten y lo asimilen. La conmoción afectiva y la concentración
exclusiva son consecuencias de esa compulsión ejercida sobre la consciencia por la
psique y por el Self. p.154
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La hostilidad del ego solar en relación al mundo femenino inferior de la madre dragón
camina en paralelo con su ligazón con el mundo superior del espíritu masculino. Como
inconsciente y como mundo, la madre dragón ataca al ego, que también tiene un
componente inferior propio. P.155
“El secreto” del orden masculino y el núcleo de sus misterios es que ese principio
superior masculino espiritual es “invisible”, como el viento, que es capaz de mover pero
no de ser visto. Esa invisibilidad contrastada con la visibilidad de la tierra femenina y de
los misterios de la sangre de la menstruación, del embarazo y parto, compele al hombre
a guardar el secreto, y a excluir a las mujeres de sus misterios. Otra razón para esto es
que esa invisibilidad puede fácilmente, por engaño, ser tomada como no existente, y
frecuentemente ese engaño es cometido por la mente ligada a la tierra de las mujeres, y
de los hombres también.
Ese conflicto entre lo que está “encima” y lo que está “abajo”, entre espíritu y
naturaleza, entre mundo visible e invisible, es uno de los motivos de la lucha de los
hombres contra las mujeres en el mundo patriarcal. Psicológicamente ese conflicto es
intensificado por el hecho de que este mundo que debe ser combatido también está
presente en el hombre, cuya masculinidad instintiva inferior participa de él. Y otra razón
para ese conflicto es el peligro que representa el principio masculino para el hombre, no
sólo porque este proyecta su propio aspecto inferior en las mujeres, sino porque el
inconsciente del hombre está naturalmente sujeto a la fascinación de la mujer y que en
todas sus formas, tanto de madre y hermana, de anima y de amada, de mujer y de hija,
mantiene el aspecto no espiritual del hombre en constante movimiento tanto psicológica
como biológicamente. P.155
El arquetipo del padre, que es originalmente una manifestación del Self, en el comienzo
no es de forma alguna, lo mismo que el dios legislador del canon patriarcal posterior,
que se va a volver en el super yo del hombre. Más antigua es la figura contenedora del
dios padre cuyas características no son siempre exclusivamente masculinas.
Arquetipo del padre con trazos maternales, atrae los aspectos maternales del self.
Aspecto urobórico arcaico, contiene la polaridad. ….
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Pero en el curso del desarrollo patriarcal, esa figura parcialmente urobórica del
arquetipo del padre, que todavía lleva trazos femeninos, disminuye. El ser femenino que
existe en el ser masculino disminuye. El aspecto ligado a la naturaleza del arquetipo del
padre cede lugar, y su significado cultural, ético, sociológico y político toman un primer
plano. P.156
En el curso del desarrollo la imagen de dios queda fuertemente identificada con el super
yo culturalmente condicionado, y la imagen numinosa de dios del arquetipo del padre es
desvalorizada. En tanto que, originalmente el arquetipo del padre combinaba masculino
y femenino, rasgos positivos y negativos, y por esa misma razón tenía un carácter
avasallador para el ego humano, ahora, en el curso del desarrollo patriarcal, ese carácter
primordial de uno retrocede gradualmente y el principio divino se vuelve un dios
unívoco de razón legisladora y ordenadora, un representante del bien, de lo verdadero y
de lo justo. 157
Los deberes y obligaciones de ese mundo cultural son representados por el súper yo que
promueve la cultura. Los instintos dejan de ser guía del hombre que pasa a ser guiado
por las tradiciones sociales.
Este “frente cultural patriarcal” está en permanente conflicto con la naturaleza humana,
produciendo una tensión intrapsíquica entre los lados natural y cultural del hombre. Por
esto la ley del superyo se manifiesta como hostil y superior a la naturaleza, por ser una
búsqueda espiritual, superior, de un deber tradicional. El carácter arbitrario y
contradictorio de las exigencias éticas de los varios cánones culturales que marcan el
desarrollo humano, como el canibalismo, la caza de cabezas, la auto mutilación,
demuestra que las exigencias del superyo no son condicionadas por la naturaleza sino en
cada caso presuponen el desarrollo histórico único de un grupo particular. P.157-158
En la relación entre el yo y el superyo, toda exigencia del superyo está, para el ego,
revestida de autoridad no sólo de objetividad, más precisamente de espíritu de
consciencia. Esto viene de la conexión entre el superyo y el arquetipo del padre….. El
yo en cuanto autoridad objetiva externa y el superyo como autoridad interna subjetiva,
originalmente eran idénticos. Más tarde, cuando dejaron de ser vivenciados como una
unidad, el vínculo entre ellos permaneció demostrable. A través del proceso de
introyección, de “comerse a dios”, el individuo incorpora a esa autoridad superior, un
dios exterior, representante de la tradición colectiva, es introyectado para tornarse en
autoridad interior de la personalidad. p.158
En los estadios más primitivos del desarrollo humano, no se hacía ninguna distinción
ética entre interior y exterior, entre heteronomía ( determinación por la colectividad
exterior) y autonomía (determinación por el autoformismo). El individuo vive en el
grupo, está inmerso en él y sólo mínimamente se diferencia de él. Dios legislador,
ancestro tribal y una autoridad interior que se impone son todavía una sola cosa; la
individualidad y el desarrollo personal son del individuo y todavía no están enfatizados,
y el Self del individuo todavía está, en gran parte, integrado por el Self grupal.
En ese estadio en que dentro es todavía lo mismo que afuera, el individuo recibía todo
de la colectividad, en cuyo simbolismo estaba inmerso. El desarrollo del individuo en
ese estadio parece envolver apenas adaptación exterior, porque la consciencia colectiva
incluía todo lo necesario para la existencia del individuo. A través de esa subordinación
el patriarcado capacitaba al individuo para adaptarse a la sociedad y al desarrollo de la
consciencia. Ambas orientaciones eran vividas como adaptación a un principio exterior,
que determinaba una realidad. En ese sentido, el principio de realidad orientado al
exterior de Freud, aún es patriarcal.
Como añadidura a esos dos componentes que mencionamos, de un lado el arquetipo del
padre, como una predisposición específicamente humana para la ley en cuanto opuesta a
naturaleza, y de otro lado los “padres” de la tradición colectiva de cada cultura
particular, existe un tercero, la figura individual del padre personal. Sin embargo esta
misma figura aparentemente personal es altamente moldeada por los cánones culturales
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que le dicen al padre qué tipo de padre debe ser. Para eso, la individualidad del padre
puede contribuir sólo con contribuciones insignificantes, por lo menos en las épocas
culturalmente determinadas… p.158
Notas:
(ver personalmente)