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Capítulo 6

Transición del Matriarcado al Patriarcado.


Del Ego Mágico al Ego Solar.
Estructura de la Psique correlacionada con esta transición.
Relación entre Ego y Self.
Relación entre arquetipo de la Madre y del Padre.
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El niño vive una realidad unitaria caracterizada por la Participación Mística y por una
ausencia de polarización entre exterior e interior, entre consciente e inconsciente, en el
comienzo no posee un ego independiente. El desarrollo de un ego independiente, el
surgimiento de la consciencia y la polarización del mundo, en términos mitológicos, la
separación del país del mundo, caminan lado a lado y determinan la fase siguiente del
desarrollo. Desde el punto de vista de la psicología analítica, es esencial notar que ese
desarrollo en sus fases es transpersonal. La psique se desarrolla pasando por estadios
transpersonales. Esto implica que en el curso de un desarrollo arquetípicamente el ego y
la consciencia son sustentados por lo inconsciente hasta ganar una relativa autonomía
característica del adulto moderno. P. 143

Este desarrollo es matriarcal por el hecho de estar dirigido por lo inconsciente de la


totalidad continente. Es un desarrollo gradual por medio de la centroversión, donde el
ego y la consciencia se desarrollan bajo el dominio del arquetipo de la gran madre.

El desarrollo de la personalidad lleva gradualmente a la independencia del ego y de la


consciencia de la gran madre. Para liberarse el ego crece para fuera de lo inconsciente.
La seguridad y la salud de ese desarrollo dependen de una buena relación primordial
con la madre, esto es una relación positiva entre madre e hijo, que equivale a una
relación entre Self y ego, entre inconsciente y consciente.

Condición para un buen desarrollo es la adquisición de una constelación universalmente


humana, en la cual aquello que había sido contenido por el abrazo de la madre se vuelve
libre, lo que era dependiente se vuelve independiente. En esta fase surge por lo mismo
un conflicto entre el niño como ego y consciencia y la madre como inconsciente. Este
conflicto se manifiesta, en un comienzo, como polarización del mundo por la
consciencia, posteriormente se manifiesta por un conflicto entre los sexos, en el cual el
ego activo, autoliberador, es vivenciado, en ambos sexos, como masculino en su
conflicto con el arquetipo de la madre. P.143-144

Polarización y separación del país del mundo significa que la entidad urobórica, que
hasta entonces había contenido los opuestos, ahora se separa en sus componentes. El
uroboros macho-hembra se vuelve la gran madre acompañada de figuras masculinas que
le están subordinadas y, a medida que el desarrollo prosigue, esas figuras se vuelven
luchadoras, hasta que por fin emergen como figuras masculinas independientes.

En el curso del desarrollo el ego debe avanzar de su pasiva directividad a través de


estadios que, filogenético y ontogenéticamente, lo fortalecen, lo consolidan, y así lo
vuelven seguro contra la invasión tanto por parte del inconsciente como por el impacto
con el mundo. En todas sus variantes, la magia protectora de las fases mágicas son
precursoras de aquello que en un período posterior denominamos mecanismos de
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defensa del ego, de la misma forma como los métodos mágicos de concentración y de
consolidación del ego son estadios preliminares de la voluntad yoica que se desarrolla
posteriormente. P.144

Sin embargo, es con la emergencia del arquetipo del padre como antítesis del arquetipo
de la madre anteriormente dominante que la tensión entre los polos de abajo y arriba, de
cielo y tierra, de consciencia e inconsciencia, queda plenamente constelada. Esa tensión
no podría surgir, ni podría el frágil ego infantil soportarla, si no hubiese un respaldo
transpersonal para esa resistencia, implícito en la propia psique.

Ya señalamos que todo arquetipo tiene un lado bueno y otro terrible. La consciencia de
esa ambivalencia del arquetipo hace que el arquetipo dominante de cada fase tienda a
mantener al ego preso. Esto da lugar a un conflicto entre la centroversión, que presiona
para adelante, en dirección al estadio siguiente del desarrollo, y la inercia
autoperpetuadora de cada fase dominante. En esa situación, el arquetipo de la fase
siguiente muestra su aspecto positivo, y el de la fase actual a ser trascendida muestra su
aspecto adherente, terrible, amenazador. Vemos aquí como el Self con su tendencia a la
totalidad y a la completud de la predisposición humana, manipula los arquetipos en sus
aspectos. El miedo que el ego siente del aspecto terrible de la fase adherente demuestra
tener un propósito, pues facilita o vuelve necesaria la transición; en verdad ese miedo es
movilizado por el Self. En cada estadio del desarrollo, el Self se encarna en un
arquetipo, sin volverse idéntico a él. De este modo sus manifestaciones cambian de fase
en fase; aparece primero el arquetipo de la madre, después el arquetipo del padre; para
seguir con el self grupal, y luego con un self individual.. Esto lleva al ego a un conflicto
fundamental.

Cuando el self se encarna en un arquetipo ese arquetipo representa un valor supremo


para el ego. Consecuentemente, la transformación del self compele al ego, que también
se encuentra en proceso de transformación a matar aquello que hasta entonces venía
siendo el valor supremo. Se torna necesario la muerte de Dios, pero para el ego esto
necesariamente significa ansiedad, sentimientos de culpa, y sufrimiento, porque desde el
punto de vista de la manifestación más antigua de lo sagrado, la manifestación del
estadio siguiente del self es peligrosa y pecaminosa.

Como consecuencia de ese conflicto innecesario, el desarrollo humano depende de una


abertura creativa que permite que el hombre se vuelva en un ser sufriente pero al mismo
tiempo en un ser creativo y heroico. Pues completar los estadios del desarrollo de la
conciencia no significa solo recibir e identificarse con valores supremos, sino también
abandonarlos más tarde y deshacer identificaciones. (p.145)

En gran número de ocasiones, enfatizamos la importancia de esas transformaciones


como manifestaciones del self para el desarrollo de la psique. Una de esas
transformaciones ocurre en la fase matriarcal, cuando primero la madre urobórica y
después la gran madre representan el self en cuanto el self se traslada gradualmente
hacia dentro del niño en la medida que adquiere independencia. La existencia del niño
depende del hecho que se sienta aceptado o rechazado por la madre. Cambios
semejantes en la dominancia del arquetipo ocurren en la fase de liberación del
matriarcado y después, del propio patriarcado.
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Repetidas veces el self se encarna y después se vuelve independiente de la encarnación


arquetípica que asume al comienzo y que finalmente es dejada fuera y destruida.

Esa libertad y ausencia de forma definida del Self es de la mayor importancia para
nuestra comprensión de la psique humana, de su dinámica y de su desarrollo. (p.145)

En esa “metamorfosis de los dioses” que surge a través de los cambios en sus
manifestaciones el self se correlaciona con las fases del desarrollo de la personalidad
humana. Pero esas manifestaciones son meras capas e imágenes del self. Sin embargo el
self se encarna y toma forma en la psique, pero su naturaleza es sin forma y también
extra mundo. Eso significa que además de las imágenes que se manifiesta en el
inconsciente colectivo, y además de las proyecciones de esas imágenes en alguna cosa
externa, por ejemplo, sobre la figura de un dios como un Self extra fenoménico, existe
por así decir un “Self como tal”, que no coincide con sus imágenes psíquicas y
manifestaciones externas ni con las internas. P.145

Así, el estadio diferenciado de la psique humana en el cual lo interno y lo externo se


encuentran polarizados, abarca no sólo el mundo de las imágenes psíquicas interiores, y
el mundo cuasi objetivo de las formas exteriores, sino también la realidad unitaria que
precede ese estadio y de la cual es independiente, así como también lo es el self
extrafenoménico. El self puede asumir todo tipo de formas en la humanidad; el se revela
como arquetipo de la madre o del padre, como dios o como tótem, … puede aparecer
como el inalcanzable infinito o como puramente sin forma. O trascendiendo todas las
manifestaciones puede permanecer oculto. P.145

Si abordamos la personalidad exclusivamente desde el punto de vista del ego, podemos


definirla como una individualidad biopsíquica viva que existe en un medio ambiente.
Pero desde que tenemos comprensión de que el ego nunca puede existir ni desarrollarse
sin el self, que le subyace, llegamos a la crucial revolución copernicana de la psicología
profunda, que considera la personalidad y la vida humana no sólo desde la perspectiva
de un ego sino de un Self, en torno al cual el ego circunvoluciona, a la manera de la
tierra alrededor del sol. Entonces percibimos que el eje Ego-Self es el fundamento de la
personalidad. Entonces entendemos la dinámica de la vida humana como una unidad en
la cual procesos conscientes e inconscientes, contenidos psíquicos interiores y
contenidos del mundo exterior forman un todo indisoluble. P.146

Por lo menos en lo que se refiere a la primera mitad de la vida, podemos describir el


desarrollo del individuo y su confrontación con la vida como el desarrollo de un factor
interior con y contra un factor interior, y podemos discutir los continuos cambios en
esas relaciones entre dentro y fuera. Pero debemos estar conscientes de que el centro
que dirige ese desarrollo y confrontación, no se sitúa en ningún lugar que podamos
asignar como interior o designar como exterior, sino que debe situarse en la extraña
región de la realidad unitaria, o más allá de la separación efectuada por nuestra
consciencia polarizadora, que separa interior de exterior, psique y mundo. Ese factor
director no ocupa espacio, no puede ser localizado. La designación judaica de Dios
como Makon, lugar, se refiere talvez a esa localización extraña, paradojalmente no
espacial, en el cual los procesos ocurren sin que aquí un “en” tenga sentido un “en” que
parece necesario para la orientación de nuestra consciencia. P.146
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El punto central representado por el Self no participa de ninguna de esas dos posiciones
antitéticas del desarrollo psíquico posterior; el Self no está ni en la psiquis ni en el
mundo físico. El Self queda fuera de esas polaridades. No podemos describir la realidad
unitaria exactamente como algo exterior. Ella es tanto interna como externa, queda tanto
en el medio como más allá. Limitación de nuestra capacidad explicativa y de definición.
Podemos describir su realidad sólo en términos de paradoja. No es posible una
comprensión de lo creativo como un fenómeno humano básico, o de la individuación
como la realización del self del individuo en el interior de su cultura, sin una percepción
de los papeles desempeñados por las constantes modificaciones en las manifestaciones
del self y por el self como tal, que es independiente de esas manifestaciones.

Bajo la presión de la naturaleza y de la colectividad, el individuo, como es natural, debe


considerar el arquetipo relevante para su fase de desarrollo como una encarnación del
self y su valor supremo, director. Así en la fase matriarcal, considerar el arquetipo del
padre como valor supremo pasa por sacrilegio. Lo mismo ocurre en la fase patriarcal si
se considera como valor supremo lo matriarcal. Ej. Dogma Católica que empieza a
evolucionar sin embargo para los creyentes sigue siendo lo central un Dios Padre,
considerar la idea de sustituir esto por una imagen de una suprema diosa es algo
herético e imposible. P.147

La transformación del Self, que en sus distintas fases de desarrollo se reviste de


imágenes de diferentes arquetipos, es un fenómeno universalmente humano que
corresponde a una aptitud natural del hombre. Ese desarrollo ocurre en un medio
ambiente específicamente humano y depende de él. Eso es particularmente claro en el
arquetipo del padre, que en contraste con el arquetipo de la madre, está siempre ligado
al culto individual del grupo masculino y a su código de valores supremos. El desarrollo
de los estadios de consciencia y el concomitante desarrollo del ego constituyen un
proceso que normalmente depende mucho del colectivo y encontramos rituales en
prácticamente todos los grupos humanos. Esos rituales facilitan y hacen posible la
transición de una fase a otra, pues, identificándose con tradiciones, mitos y religión del
grupo, el individuo adquiere una comprensión de su existencia y de sus funciones en la
colectividad. Esto se aplica no sólo a los niños y adolescentes sino también a hombres y
mujeres mayores sin distinción. P.147

En el hombre moderno esos rituales colectivos no existen, y los problemas relacionados


con esas transiciones recaen sobre el individuo que queda sobrecargado. Son frecuentes
entonces los disturbios psíquicos. Esto es así en la infancia, pubertad, matrimonio, edad
media, climaterio y en la hora de la muerte. Todos estos estadios eran antiguamente
puntos numinosos en los cuales la colectividad intervenía con sus ritos; hoy en día son
puntos de disturbio psíquico y de ansiedades para el individuo, cuya percepción
consciente no es suficiente para habilitarlo en vivir su propia vida.

Los tiempos modernos aumentan esto porque el hombre y la mujer no sólo requieren
una adaptación al colectivo sino también el desarrollarse como individuos. El problema
de la individuación, o desarrollo de la personalidad única de cada individuo, cuya
necesidad para la segunda mitad de la vida fue principalmente enfatizada por Jung, lleva
a conflictos psíquicos entre el individuo y su adaptación a la colectividad. Apenas ahora
la psicología profunda comienza a comprender estos conflictos. P.147
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En la primera fase del desarrollo el Self se manifiesta en el arquetipo de madre como


naturaleza conductora. Esto cambia cuando el self asume el papel de arquetipo del padre
que se vincula con la cultura en constante modificación del grupo y de la época en que
el grupo vive. Se desarrollan entonces conflictos que afectan el desarrollo tanto del
grupo como del individuo, y pueden causar profundos disturbios tanto en los adultos
como en los niños.

El arquetipo del Padre y el principio masculino

Tanto el arquetipo de la madre como el del padre son partes retiradas del arquetipo
urobórico original, que contenían aún la totalidad de los opuestos combinados en su
interior. Por esta razón las formas más primitivas de ambos arquetipos envuelven
siempre un elemento urobórico. Como madre urobórica, el arquetipo de la madre es
también paternal y masculino, el arquetipo urobórico del padre es también maternal y
femenino. P.148

Cuando hablamos del principio masculino urobórico, tenemos en mente un grupo de


trazos que simbólicamente combinan lo femenino con lo masculino. La divinidad
patriarcal es impensable sin el carácter protector que pertenece esencialmente al
simbolismo de la madre.

En la diferenciación posterior del principio masculino los trazos urobóricos se


desvanecen y la dualidad y ambivalencia del arquetipo pasan a primer plano. El
principio masculino ambivalente, en el cual lo positivo y negativo se ponen lado a lado,
es actividad y movimiento, agresividad y penetración, fecundación y destrucción, todo a
un solo tiempo. El sol, la luz y el viento, el falo y la espada son sus símbolos más
conspicuos.

El símbolo del cielo es, ciertamente, un símbolo superior del mundo espiritual, pero el
cielo como morada de los dioses, es una morada no sólo de lo bueno sino también de lo
terrible, que como destino, como una divinidad que lanza relámpagos y flechas, encarna
el principio masculino superior en su potencia dadora de vida y de muerte… El héroe
solar como dios arquero encarna el simbolismo básico de ese principio arquetípico
masculino en su unidad de fecundación creativa y destructora. El consigue ser
fecundante en la destrucción y destructor en la fecundación. Falo, símbolo fecundante y
a la vez espada de matar.

Pero en esa ambivalencia de fecundación y destrucción, ese principio masculino


combina también un aspecto espiritual superior con un aspecto inferior ligado a la tierra
y al lado instintivo de la psique inconsciente. Pero el aspecto espiritual que se opone al
inconsciente, a la tierra y a lo femenino como naturaleza inferior, es la propia
naturaleza, como lo demuestra el simbolismo del sol y el del cielo diurno, que da a luz
dos elementos superiores. Originalmente mundo y psique, así como espíritu y
naturaleza, eran vivenciados como una unidad polarizada. Fue la decadencia del
pensamiento occidental que llevó al hombre a ver una oposición entre espíritu y
naturaleza, y a confundir espíritu con consciencia y razón, y aún con pensamiento
intelectual. P.149

Tanto los símbolos del aspecto espiritual del principio masculino superior, luz,
relámpago, tempestad y lluvia, como los símbolos del aspecto inferior masculino, de lo
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terreno, como el fuego de las profundidades volcánicas y las aguas de los ríos y las
fuentes, implican una combinación, característica del principio masculino, de
movimiento y agresión, de fecundación y destrucción….. La sexualidad masculina y la
agresividad pertenecen al principio masculino inferior, y puede ser simbolizada por los
elementos de la tierra y por los animales. Pero mucho más significativa es la experiencia
en que lo masculino propio como espíritu, como perteneciente al lado luminoso y al
cielo, se siente superior en contraste con el principio femenino y con todas las cosas
inferiores. Esa experiencia constituye la base del patriarcado, en ella como sobre un
valor supremo, se basa la cultura masculina. P.149

El “principio masculino superior”, en su conexión con el cielo, se manifiesta claramente


sobre todo en el arquetipo del padre, cuya concepción anterior sin forma, que pertenece
a los más primitivos símbolos urobóricos de la humanidad, muestra en su propia
ausencia de formas una característica esencial del espíritu. Esa ausencia de formas es
una expresión de la misteriosa dinámica de la vida en sí, que es simbolizada en el
círculo urobórico de la existencia incipiente. “El movimiento inicial, o impulso
propiciador, posee naturalmente una afinidad con el lado paterno del uroboros y con el
inicio de la evolución en el tiempo, y es mucho más difícil de visualizar que el lado
materno. El principio que se mueve invisiblemente, sin forma es sin embargo formativo,
como un viento creador, un soplo creador y el verbo creador, es uno de los símbolos
más antiguos. El dios egipcio Amón, o el “soplo de vida”, es una encarnación de ese
poder masculino divino.

….

Este desarrollo primitivo mitológico y teológico se basa en la imagen arquetípica del


falo del sol como origen del viento, que Jung descubrió en la fantasía de un psicótico y
también en un papiro mágico egipcio que describía los misterios de Mitra y que retorna,
incuestionablemente, en el simbolismo cristiano de la edad media. Me estoy refiriendo
al simbolismo de la Anunciación, en la cual la fuerza fecundadora del espíritu santo va
dentro de un tubo que emana de una divinidad representada como el sol, y desaparece
bajo los vestidos de María. P.150

El falo del sol, en el cual el principio creativo sin forma adquiere figura y forma, no es
un principio creativo-ctónico de fertilidad inferior, sino que representa un poder
numinoso, el viento del espíritu, que retira su energía fecundante del cielo diurno o del
sol-espíritu. Ese viento del espíritu fecundante se mueve invisiblemente. Ese
movimiento del espíritu invisible y fecundante se encuentra entre las más antiguas
experiencias de la humanidad, remitiendo de vuelta al mundo matriarcal que aún no
sabía que los hombres eran los agentes de la procreación. En los tiempos matriarcales
ese principio masculino creativo, correlacionado con lo femenino, se manifestaba como
espíritu de luz o como espíritu de viento, espíritu que fecunda a las mujeres.

El invisible viento del espíritu como principio que mueve al mundo y el inconsciente es
uno de los más antiguos símbolos humanos. Desde el punto de vista psicológico,
corresponde al lado emocional del espíritu, el espíritu que en éxtasis se apodera del
hombre y lo arrebata. El falo del sol como origen del viento contiene ambos aspectos
del espíritu, el relámpago emocional que nos moviliza y la claridad, principio solar, que
nos ilumina. Siempre que algo invisible que provoca movimiento es discernible en el
simbolismo, se relaciona con esa dinámica primaria espiritual-emocional de la
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existencia viva. En otras palabras, el espíritu se manifiesta en primer lugar como


arrebatamiento emocional; irrumpe, penetra y subyuga. P.150

Ese acontecimiento numinoso cautivaba tanto a los hombres como a las mujeres, que se
mantenían en actitud receptiva y, como videntes y sacerdotisas, recibían a dios. En
verdad el elemento dionisiaco, interesaba principalmente a las mujeres, y los misterios
fálicos eran, en su mayor parte, situados en la línea divisoria entre encima y abajo. Es
precisamente ese encanto por el principio masculino superior, que distingue profetisas y
videntes como Sofía, de las ménades y las brujas. P.151

Para la conciencia matriarcal, ese aspecto espiritual superior es pro creativo; arrebata la
conciencia receptiva de la mujer y la subyuga por entero. Ese mismo principio de un
espíritu director desempeña un papel decisivo en la psicología de ánimus de la mujer
moderna. El ánimus es un componente masculino, espiritual, en la propia mujer, en
relación a la cual el ego femenino es receptivo. Pero cuando el aspecto espiritual
irruptivo es un factor transpersonal arquetípico, excediendo el ánimus, que es una parte
de la personalidad femenina, la mujer como un todo se torna receptora. Pero en los dos
casos no importa si es el ego de la mujer o es toda la mujer la receptora, una mujer
puede, en su carácter sexual biopsíquico, identificarse con la irrupción. P. 151

Pero cuando un hombre es expuesto o se expone a una ruptura así del espíritu, acontece
algo diferente. Aquí, el factor receptivo es parte del hombre, aquello que la psicología
analítica denomina anima, o lado femenino del hombre. Pero ese factor receptivo,
abierto a la incursión de dios, no es como en la mujer, idéntico con su ego o con la
totalidad de su personalidad. Consecuentemente, cuando la conciencia del ego
masculino es subyugada por la irrupción de lo numinoso, no pierde su actividad
creativa, discriminadora y promotora de consciencia. Ese poder de resistir a lo
numinoso y de guardar cierta distancia, que encontramos en alto grado en los profetas
del antiguo testamento, capacita al hombre para asimilar y para elaborar ese espíritu que
surge de un modo que nones posible para las mujeres. P.151

La experiencia de “Yo y el Padre somos una sola cosa”, transmitida por los misterios y
las sociedades de los hombres, expresa el vínculo estrecho entre el arquetipo del padre
solar que surgió y del ego hijo, pero al mismo tiempo muestra que, a pesar de su
inmersión en el arquetipo, el hijo preserva su propia identidad.

Esa diferencia fundamental en la estructura psíquica subyace a la diferencia entre


hombres y mujeres creativos. En cuanto la mujer es cautivada por un todo y, así, tiende
a sufrir un cambio de personalidad, esto es tiende a transformase de naturaleza en
espíritu, el hombre se atiene a la creatividad espiritual de las obras y la cultura, es marco
característico del patriarcado. Es esa adquisición creativa del patriarcado, en la cual la
consciencia desempeña una parte de liderazgo, es frecuentemente posible sin una
transformación de la personalidad.

Cuando un hombre creativo no completa la diferenciación psíquica característica del


mundo patriarcal, puede, especialmente si fuera un artista, combinar el modo de
experiencia femenina con la masculina. En ese caso, su trabajo es inseparable de la
transformación de su personalidad, y eso es invariablemente verdadero en el caso de un
gran arte.
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Cuanto más precozmente ocurre este “dejarse cautivar” en el hombre, en la cultura


humana, más radical es esta cautivación y más transforma su personalidad. El
comportamiento mántico de esas personalidades surge, como chamanes, médicos,
videntes y poetas, es aún más próximo del mundo matriarcal como su dominante
inconsciente. Con el progresivo desarrollo de la consciencia en dirección hacia el
patriarcado, ese componente femenino cede, pero nunca desaparece por entero. P.151-
152.

Discernimos aquí un fenómeno que, probablemente, ha contribuido mucho para


promover la formación y la sistematización de la consciencia. La manifestación de un
arquetipo ejerce fascinación sobre el ego. La cautivación emocional es sólo responsable
de una parte de esa fascinación, pues la fascinación también presupone un contenido
arquetípico capaz de ejercer un poder avasallador. Una idea fija, una obsesión
dogmática con un contenido arquetípico es necesariamente excluyente. La consciencia
moderna considera este fenómeno como puramente negativo pero es probable que tenga
también otro efecto, positivo, sobre el desarrollo y estabilización de la consciencia.
Existe una relación esencial sobre el dominio exclusivo del arquetipo sobre la
consciencia y el desarrollo de la forma, en el sentido de delimitación y esclarecimiento.
El contenido revelado ejerce un impacto tan avasallador sobre la consciencia, y es tan
brillantemente iluminado, que ocupa el centro de la consciencia y ciega a la misma para
otras impresiones. P.152

Porque borra el camino para todos los contenidos que no están relacionados u opuestos
a ella, esa revelación exclusiva ayuda a consolidar la consciencia, concentrándola en un
foco o revelación arquetípica, y esa concentración sobre un contenido aumenta la
consolidación y la estabilización del ego. La consciencia en formación siempre corre el
peligro de ser inundada por los contenidos del inconsciente y, así, de ser desintegrada.
Por esta razón la concentración, defensa y sistematización son necesidades
fundamentales para una consciencia en estado inicial. Sólo para el ego con libertad de
movimiento desarrollado posteriormente por el hombre moderno, que se sitúa en una
consciencia amplia y altamente desarrollada, capaz de contener muchos contenidos, es
que la fijación y la posesión dogmática se vuelven un peligro.
……
Surge una pregunta: ¿Todo arquetipo opera en esa dirección- y sabemos que, de modo
general, todo contenido arquetípico tiene su efecto sobre el ego y la consciencia- o es
que esa fascinación tiene que ver con un arquetipo específico del principio masculino
superior y del espíritu? P.152

Hablamos de un espíritu-instinto en animales y en hombre primitivos, con lo que


quisimos decir un principio ordenador que determina su comportamiento inconsciente y,
así, modela sus reacciones en relación a los miembros de su especie y a su medio
ambiente. Esa ordenación es transpersonal. En los animales preserva la especie a través
de instintos que gobiernan la nutrición y el cuidado de las crías. Sobre todo, incluye un
estado de conocimientos que excede a la experiencia del individuo, pues constituye la
base de un programa que se extiende a tiempos y lugares en los cuales el individuo no
tuvo experiencia directa. P 152-153. ….

Existe cierta correspondencia entre ese comportamiento por parte de los animales y el
comportamiento ritual del hombre primitivo. En ambos casos, el principio de
movimiento ejerce una fascinación y un poder exclusivo; y en ambos casos, existe una
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emoción que se apodera de toda la personalidad. En los animales, esa emoción es una
sintonía que mantiene el comportamiento direccionado y ordenado por lo instintivo.

El término “espíritu-instinto” se refiere a un sentido superior de orden que se impone


con la ayuda de las emociones y de los impulsos. El vuelve posible una acción ritual con
forma propia y con un sentido transpersonal. …

En el hombre, lo mismo que en el hombre primitivo, en los casos en que existe aún un
ego viviendo en gran parte un vínculo medio con una consciencia matriarcal, que es
cautivada por la constelación inconsciente, la situación es fundamentalmente otra.

Si hablamos aquí, no de instintos, sí de arquetipos es porque, y aquí presupone una


observación fundamental de Jung, ellos llevan al hombre a un modo de acción y
también porque el hombre como ego y consciencia es afectado de una u otra manera, a
saber, en él se manifiestan los arquetipos como imágenes y símbolos: una revelación se
le aparece, o el oye como una voz. Imágenes y lenguaje de símbolos son fenómenos que
presuponen una consciencia capaz de ver u oir. Aquí no es relevante saber si esos
fenómenos se manifiestan en el interior de la psique o en el mundo exterior, o en cual de
ellos dos son localizados por el individuo humano.

Tanto en animales como en los hombres el instinto que organiza el comportamiento es


un principio ordenador. El individuo se vuelve instrumento de un agente que se impone.
En el reino humano cuando entra en escena el ego y la consciencia, ese principio
director inconsciente se expresa, habla, se revela al hombre. Esa demanda tiene un
carácter obligatorio. No existe nada de voluntario cuando se trata de la fascinación por
el arquetipo, pues un arquetipo no sólo habla, sino que llama; quien es llamado tiene un
“llamado”; es profeta y proclamador de la petición hecha por el arquetipo que habla.
P.153

Por esta razón, el arquetipo constelado irrumpe dentro de la consciencia del hombre
siempre con un significado, con un sentido. De acuerdo con la tendencia a la totalidad
psíquica descubierta por Jung, el contenido emergente tiene un efecto compensatorio;
suple lo que está faltando a la consciencia del ego, a sus concepciones de mundo y a su
comportamiento. En otras palabras, se forma un nuevo sentido. Tiene significado para el
individuo, y en el caso de un individuo creativo, también para la colectividad a la que
pertenece. Así se torna responsable en relación al ego, especialmente al ego solar, no
sólo para ejecutar las exigencias arquetípicas, también para interpretarlas y
comprenderlas. P.153-154

Cuando la función compensatoria traída por la revelación del arquetipo, implica que su
emergencia sea dirigida por la totalidad de la psique, por el Self, ese mismo Self es
capaz de movilizar cualquier arquetipo. Se trata de una autoridad super-ordenada que,
como organización dinámica y compensatoria, opera autónomamente de la psique física
que depende de el, sin intervención de la consciencia del ego. Esa autoridad directora
tiene un vector que está dirigido para la conciencia y para el ego, al cual no sólo
comunica sino también se revela. Ese vector impele al ego y la consciencia, y es a eso a
lo que llamamos fascinación, cambiar la atención hacia el arquetipo emergente,
haciendo que lo noten y lo asimilen. La conmoción afectiva y la concentración
exclusiva son consecuencias de esa compulsión ejercida sobre la consciencia por la
psique y por el Self. p.154
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Dirección autónoma de los instintos sin participación de la consciencia del ego =


Proceso inferior, puramente natural.
Pero en todos los casos en que un ser humano es “llamado”, existe un sentido, y la
autoridad de la cual emana ese sentido es experienciada como superior porque
invariablemente se conecta con una fuente de iluminación cuyos símbolos centrales son
el cielo y el sol. Y ese principio movilizador e iluminador, violentamente cautivante y
fecundo, penetrante y transformador, es sentido por el hombre como el aspecto
espiritual del principio arquetípico masculino. En virtud de ese simbolismo, todo
arquetipo, independientemente de su contenido, participa de ese aspecto espiritual, de
esa dinámica viva que se expresa como una realidad llena de sentido y de significado. El
centro de expresión es un movimiento sin forma, tal como un soplo de viento.
Independientemente de la dirección de ese movimiento o de su contenido, se trata de un
espíritu creativo. Y el centro de ese aspecto espiritual, como se manifiesta en la psique,
es el Self, que trasciende los arquetipos, y difiere de ellos, no posee una gestal propia,
pero de acuerdo con la ocasión hace uso de las más diversas formas. El compañero de
este Self es el ego solar patriarcal, que es cautivado y fecundado por el espíritu
manifestado en el self, pero que después se separa para interpretarlo y comprenderlo,
configurarlo y concretizarlo. P.154

El principio masculino solar, manifestado como un principio espiritual del mundo


superior, es vivenciado por la mujer como lo numinoso “otro”, por el hombre es
vivenciado como siendo de su propiedad, como algo suyo, como algo de su Self. Existe
un misterio de identidad entre esa manifestación arquetípica del Self y el ego masculino:
“Yo y el Padre somos uno”. En términos psicológicos, esa identidad se refleja en el
hecho de que el eje ego-Self es una constelación fundamental de la personalidad.

En el desarrollo del ser masculino, la consolidación y estabilización del ego, que lo


capacitan para resistir la inundación por parte del inconsciente y del mundo, son
producidas por un vínculo con el Self superior creativo, o arquetipo espiritual y creativo
del padre. No es preciso decir que en esa relación con el ego, el Self asume un
simbolismo patriarcal. Por un lado, el self tiene el carácter espiritual fecundante del
principio masculino superior y, por otro, el ego, vivenciado como un derivado del self,
como su imagen y correspondencia en la manera de hijo, está determinado por el self y
de él proviene. Los ritos arriba mencionados, en los cuales los hombres experimentan
colectivamente y celebran sus orígenes de un dios, un tótem o ancestro divino creador,
son expresiones de la experiencia fundamental del ego iniciado que se conoce a sí
mismo. P.154-155

La hostilidad del ego solar en relación al mundo femenino inferior de la madre dragón
camina en paralelo con su ligazón con el mundo superior del espíritu masculino. Como
inconsciente y como mundo, la madre dragón ataca al ego, que también tiene un
componente inferior propio. P.155

En el mundo patriarcal el eje ego-Self ya no es más simbolizado por la relación entre


ego y la madre, sino por la relación entre ego y padre. En términos psicológicos, esto
significa que el ser masculino no se siente más condicionado por el poder inferior
telúrico del instinto, pero, a diferencia de otras criaturas vivas, se experimenta a sí
mismo como un ser espiritual superior que, de acuerdo a lo que dice la Biblia, se volvió
un alma viva cuando el hálito divino fue soplado dentro de él.
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“El secreto” del orden masculino y el núcleo de sus misterios es que ese principio
superior masculino espiritual es “invisible”, como el viento, que es capaz de mover pero
no de ser visto. Esa invisibilidad contrastada con la visibilidad de la tierra femenina y de
los misterios de la sangre de la menstruación, del embarazo y parto, compele al hombre
a guardar el secreto, y a excluir a las mujeres de sus misterios. Otra razón para esto es
que esa invisibilidad puede fácilmente, por engaño, ser tomada como no existente, y
frecuentemente ese engaño es cometido por la mente ligada a la tierra de las mujeres, y
de los hombres también.

La creencia de ciertos antropólogos de que los misterios masculinos son un fraude


perpetrado contra las mujeres se basa en esa misma incomprensión. La invisibilidad de
la interioridad del principio espiritual masculino es un atributo esencial de ese espíritu
que entra en conflicto continuamente con la realidad visible, cuya representante
arquetípica es la gran madre, como naturaleza y como mundo visible, palpable.

Ese conflicto entre lo que está “encima” y lo que está “abajo”, entre espíritu y
naturaleza, entre mundo visible e invisible, es uno de los motivos de la lucha de los
hombres contra las mujeres en el mundo patriarcal. Psicológicamente ese conflicto es
intensificado por el hecho de que este mundo que debe ser combatido también está
presente en el hombre, cuya masculinidad instintiva inferior participa de él. Y otra razón
para ese conflicto es el peligro que representa el principio masculino para el hombre, no
sólo porque este proyecta su propio aspecto inferior en las mujeres, sino porque el
inconsciente del hombre está naturalmente sujeto a la fascinación de la mujer y que en
todas sus formas, tanto de madre y hermana, de anima y de amada, de mujer y de hija,
mantiene el aspecto no espiritual del hombre en constante movimiento tanto psicológica
como biológicamente. P.155

A medida que crece en su independencia, el grupo masculino asume gradualmente las


funciones que originalmente eran ejercidas por mujeres, en tanto somete a las mujeres,
que antes dirigían al grupo, bajo el yugo patriarcal. Una razón por la cual ese progreso
es necesario y, sin duda, que como un desarrollo progresivo del grupo familiar para un
grupo mayor, la tribu y el estado, los instintos sintonizados con el medio ambiente
natural se muestran más y más desiguales para las tareas de la vida, de modo que actos
legislativos y culturales se vuelven necesarios. P.156

La facultad humana de crear cultura es una predisposición de la especie humana así


como debemos considerar la consciencia como un producto creativo del inconsciente.
Ese impulso debe ser clasificado como aquello que hemos llamado el “instinto del
espíritu”. …. Surge un mundo masculino con una conciencia colectiva patriarcalmente
acentuada…. Tiene como centro un factor director de la tradición, de la cultura y de
desarrollo de la consciencia.

El arquetipo del padre, que es originalmente una manifestación del Self, en el comienzo
no es de forma alguna, lo mismo que el dios legislador del canon patriarcal posterior,
que se va a volver en el super yo del hombre. Más antigua es la figura contenedora del
dios padre cuyas características no son siempre exclusivamente masculinas.

Arquetipo del padre con trazos maternales, atrae los aspectos maternales del self.
Aspecto urobórico arcaico, contiene la polaridad. ….
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Arquetipo de la madre visto como origen y progresivamente desvalorizado y reducido a


nivel de materia y naturaleza inferior. ….
El aspecto proveedor, protector y confortador del arquetipo de la madre es englobado
en la imagen de dios padre, sin embargo esto no modifica el carácter patriarcal, y
antifemenino de la cultura. Por el contrario la reducción de la diosa a la categoría de
esposa es una forma de destronamiento patriarcal del principio femenino. Camino hacia
el matrimonio patriarcal: esposa privada de sus derechos; el marido se posesiona como
su protector y proveedor, restringiendo así más y más la esfera femenina. P.156

Pero en el curso del desarrollo patriarcal, esa figura parcialmente urobórica del
arquetipo del padre, que todavía lleva trazos femeninos, disminuye. El ser femenino que
existe en el ser masculino disminuye. El aspecto ligado a la naturaleza del arquetipo del
padre cede lugar, y su significado cultural, ético, sociológico y político toman un primer
plano. P.156

En contraste con el arquetipo de la madre, cuyo contenido natural permanece


relativamente sin alteraciones, el arquetipo del padre presenta un cierto aspecto formal
bien distinto de su contenido como formador y legislador. Este varía en cada cultura; él
siempre hace la ley aunque el contenido de la ley varíe. Al legislar este dios siempre
crea e impone el orden de la vida que restringe a la naturaleza; eso es arquetípico. El
contenido de lo ordenado, permitido o prohibido varía con el tiempo y la cultura. En la
medida en que la imagen proyectada de dios padre está saturada de contenidos de
normas culturales, el arquetipo de dios padre puede emerger como un dios fundador o
tribal determinado por el grupo o cultura individual. En ese caso el dios padre queda
siendo el principio determinante de la consciencia colectiva y deja de ser un contenido
autónomo del inconsciente. Aquí se separa la naturaleza creativa espiritual del arquetipo
del padre solar, de sus funciones como formador y legislador. P. 157

En el curso del desarrollo la imagen de dios queda fuertemente identificada con el super
yo culturalmente condicionado, y la imagen numinosa de dios del arquetipo del padre es
desvalorizada. En tanto que, originalmente el arquetipo del padre combinaba masculino
y femenino, rasgos positivos y negativos, y por esa misma razón tenía un carácter
avasallador para el ego humano, ahora, en el curso del desarrollo patriarcal, ese carácter
primordial de uno retrocede gradualmente y el principio divino se vuelve un dios
unívoco de razón legisladora y ordenadora, un representante del bien, de lo verdadero y
de lo justo. 157

El arquetipo polivalente del padre es reducido al nivel de un dios legislador y, como su


contraparte en la consciencia individual, el super yo con sus juicios y prohibiciones se
vuelve un componente de los valores conscientes tradicionales de la colectividad. La
unión de dios legislador y de súper yo se torna la autoridad máxima de la consciencia
colectiva, expresando la inmersión de la personalidad en un canon cultural particular.

A medida que el mundo patriarcal se va desarrollando la experiencia de lo social se


interpone entre la experiencia directa del hombre y la naturaleza dentro y fuera de ella.
El deber individual deja de ser primariamente aquello que su naturaleza o psiquis
requieren de él, es más aquello que es impuesto por las solicitudes del colectivo. Cada
vez más el colectivo alivia al individuo de la necesidad de confrontarse directamente
con la naturaleza, pero, el precio pagado por ese alivio es el de la confrontación con sus
semejantes, lo cual se torna más difícil por ser gobernada por la moralidad colectiva.
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Los deberes y obligaciones de ese mundo cultural son representados por el súper yo que
promueve la cultura. Los instintos dejan de ser guía del hombre que pasa a ser guiado
por las tradiciones sociales.

Este “frente cultural patriarcal” está en permanente conflicto con la naturaleza humana,
produciendo una tensión intrapsíquica entre los lados natural y cultural del hombre. Por
esto la ley del superyo se manifiesta como hostil y superior a la naturaleza, por ser una
búsqueda espiritual, superior, de un deber tradicional. El carácter arbitrario y
contradictorio de las exigencias éticas de los varios cánones culturales que marcan el
desarrollo humano, como el canibalismo, la caza de cabezas, la auto mutilación,
demuestra que las exigencias del superyo no son condicionadas por la naturaleza sino en
cada caso presuponen el desarrollo histórico único de un grupo particular. P.157-158

En la relación entre el yo y el superyo, toda exigencia del superyo está, para el ego,
revestida de autoridad no sólo de objetividad, más precisamente de espíritu de
consciencia. Esto viene de la conexión entre el superyo y el arquetipo del padre….. El
yo en cuanto autoridad objetiva externa y el superyo como autoridad interna subjetiva,
originalmente eran idénticos. Más tarde, cuando dejaron de ser vivenciados como una
unidad, el vínculo entre ellos permaneció demostrable. A través del proceso de
introyección, de “comerse a dios”, el individuo incorpora a esa autoridad superior, un
dios exterior, representante de la tradición colectiva, es introyectado para tornarse en
autoridad interior de la personalidad. p.158

En los estadios más primitivos del desarrollo humano, no se hacía ninguna distinción
ética entre interior y exterior, entre heteronomía ( determinación por la colectividad
exterior) y autonomía (determinación por el autoformismo). El individuo vive en el
grupo, está inmerso en él y sólo mínimamente se diferencia de él. Dios legislador,
ancestro tribal y una autoridad interior que se impone son todavía una sola cosa; la
individualidad y el desarrollo personal son del individuo y todavía no están enfatizados,
y el Self del individuo todavía está, en gran parte, integrado por el Self grupal.

En esta fase, consecuentemente, el grupo es intolerante con los desvíos de la norma


colectiva. El consenso colectivo era tenido como indiscutible y en casos extremos los
desvíos eran castigados con la expulsión, que en condiciones primitivas significaba
morir. …

En ese estadio en que dentro es todavía lo mismo que afuera, el individuo recibía todo
de la colectividad, en cuyo simbolismo estaba inmerso. El desarrollo del individuo en
ese estadio parece envolver apenas adaptación exterior, porque la consciencia colectiva
incluía todo lo necesario para la existencia del individuo. A través de esa subordinación
el patriarcado capacitaba al individuo para adaptarse a la sociedad y al desarrollo de la
consciencia. Ambas orientaciones eran vividas como adaptación a un principio exterior,
que determinaba una realidad. En ese sentido, el principio de realidad orientado al
exterior de Freud, aún es patriarcal.

Como añadidura a esos dos componentes que mencionamos, de un lado el arquetipo del
padre, como una predisposición específicamente humana para la ley en cuanto opuesta a
naturaleza, y de otro lado los “padres” de la tradición colectiva de cada cultura
particular, existe un tercero, la figura individual del padre personal. Sin embargo esta
misma figura aparentemente personal es altamente moldeada por los cánones culturales
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que le dicen al padre qué tipo de padre debe ser. Para eso, la individualidad del padre
puede contribuir sólo con contribuciones insignificantes, por lo menos en las épocas
culturalmente determinadas… p.158

Notas:

El autor muere y su trabajo se interrumpe en medio de la sección que trata de la relación


entre Self, el arquetipo del padre y el superyo. Especialmente queda inconcluso lo que
atañe al desarrollo de la niña en ese estadio.

(ver personalmente)

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