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cuenta que cada perspectiva epistemológica tiene sus propios

supuestos, define en buena medida lo que le interesa estudiar y


tiende a privilegiar unas aproximación metodológicas más que
otras.

El libro está estructurado en tres grandes partes. En la


primera, se discuten los aspectos morales y de responsabilidad
social en la investigación social. En la segunda, se recogen las
visiones que sostienen la perspectiva natural de los fenómenos
sociales y por consiguiente la importancia de construir teorías
sobre el comportamiento y la sociedad a partir de la
observación, el estudio de las relaciones funcionales entre la
conducta y el ambiente y la formulación de hipótesis
suceptibles de verificación empírica y refutación. Y en la
tercera parte, se da cabida a aquellas que cuestionan estas
aproximaciones, pues analizan los mismos fenómenos más
como construcciones sociales que producen conocimiento y
reproducen el orden social, y discuten las influencias sociales
en la construcción del conocimiento, a partir de metodologías
como la deconstrucción, la arqueología y la genealogía, e
incluso los estudios empíricos, para evidenciar las fuerzas
históricas y sociales de las visiones que se tienen hoy sobre la
sociedad. En consecuencia, el lector no debe esperar encontrar
unicidad en los planteamientos; hallará, por el contrario,
posturas radicalmente opuestas en torno, por ejemplo, a las
teorías que pretenden encontrar leyes o principios que regulen
el comportamiento individual y social y a las aproximaciones
metodológicas que privilegian la evidencia empírica frente a
posturas que parten de la realidad construida socialmente y,
por consiguiente, cuestionan la posibilidad de un conocimiento
objetivo sobre la sociedad.
El libro refleja precisamente el debate existente en la
epistemología de las ciencias sociales. Sin lugar a dudas no se
cubren todas las posturas ni todos los debates actuales, aunque
se espera que en futuras ediciones del libro se incluya el
marxismo, la hermenéutica, la teoría de la complejidad, entre
otras, que con seguridad enriquecerán la discusión entre los
académicos y la formación de los investigadores.

Estoy agradecido con todos aquellos quienes colaboraron en


la publicación de este libro, que recoge discusiones
epistemológicas en las ciencias sociales. Varios profesores de
distintas universidades de Colombia y de otros países como
Brasil, México e Italia han hecho su contribución a este tercer
volumen. Estoy en deuda con ellos y agradecido por la
oportunidad que me han concedido de conocerlos más gracias a
sus escritos. Los profesores Germán Gutiérrez, de la
Universidad Nacional de Colombia; Claudia Carreño, de la
Universidad Piloto de Colombia y Pablo Guadarrama, de la
Universidad Central de Las Villas, hicieron una lectura
cuidadosa del documento y aportaron valiosos comentarios al
evaluar cada uno de los capítulos. Finalmente, agradezco a la
Universidad Piloto de Colombia y a su comité editorial por
apoyar este trabajo editorial que completa tres volúmenes de la
serie La investigación en ciencias sociales, y a la Universidad
Pedagógica Nacional por proporcionarme la oportunidad de
formarme como intelectual de la ciencia y la cultura y por
darme la libertad para investigar y enseñar.
L A S R AÍC E S EPISTEM O LÓ G ICAS DE LOS P R IN C IP IO S
ÉTICOS Y L A R E S P O N S A B IL ID A D SO CIAL E N L A
IN V E S TIG A C IÓ N SOCIAL
P ablo Páram o
Universidad Pedagógica Nacional

En un trabajo anterior (Páramo, Ortega y Rodríguez, 2008),


se hizo referencia a los principios y aspectos de carácter ético
que deben ser tenidos en cuenta por el investigador de las
ciencias sociales que esté interesado en recoger información en
la que se involucran personas.

Dado el propósito de guiar al investigador en las distintas


técnicas de recolección de información, se hizo una
presentación puntual en del consentimiento informado y los
aspectos que debe contener, a fin de salvaguardar el bienestar
del participante, la confidencialidad de la información
recolectada y garantizar la participación consciente en la
investigación. En esta ocasión, se analizará principalmente la
relación entre filosofía de la ciencia y ética y la responsabilidad
social del investigador, como un asunto que también entra en la
discusión de la ética y del comportamiento moral de los
investigadores de las ciencias sociales.
Las discusiones sobre la ética y el comportamiento moral
del investigador en la ciencia son de reciente aparición, cuando
se selló el final del conflicto de la Segunda Guerra Mundial.
Las principales fuentes de orientación ética para el desarrollo
de investigaciones han sido desde entonces: el Código de
Nuremberg, la Declaración de Helsinki, el Informe Belmont y
la Declaración Universal de los Derechos Humanos, las cuales
enfatizan principalmente en asuntos de investigación biológica
y médica. Ha sido, pues, de la bioética de donde han salido
muchos de los aportes directos que han enriquecido la discusión
ética de la investigación. Las mismas fuentes han sido tomadas
por algunas organizaciones profesionales de las ciencias sociales
para desarrollar sus propios códigos que pretenden regular el
comportamiento moral de sus investigadores.

L a ética como filosofía de la moral o de la conducta


socialmente deseable ha sido un campo de reflexión de
filósofos y científicos; desde la deontología de Kant hasta la
ética evolucionista de los psicólogos evolutivos o sociobiólogos
como Dawkins, se ha intentado dar sentido a los actos morales
y delimitar su sentido en la sociedad. Para Kant (citado por
Johnson, 2012) existen imperativos morales que no deben
responder a nada distinto que la “buena voluntad”, sin esperar
recibir nada a cambio, o por los resultados que genere el acto
bondadoso. Mientras que, para Dawkins (2007), actuar
moralmente responde a procesos de selección natural que
surgen a partir de un proceso evolutivo que ha favorecido
actuar, por ejemplo, de forma solidaria, por los beneficios que
ello ha representado para la supervivencia de la especie.

Pero, ¿de dónde surgen los principios que deben guiar el


comportamiento del investigador en ciencias sociales?

E l supuesto de la neutralidad y la ética de investigador

Como afirma Fourez (1994), la ética al igual que la ciencia


juzga sus cuestiones a partir de sus presupuestos o paradigmas;
el debate ético sobre un determinado asunto aparece en una
época en la cual surge el cuestionamiento alrededor de un
acontecimiento científico, por ejemplo, la esclavitud, los
trasplantes de órganos o la clonación, asuntos que se abordan a
partir de los presupuestos o visiones del mundo que se tienen
en determinado momento de la ciencia. Como anota el autor,
del mismo modo que los paradigmas científicos dan forma a un
“mundo” y a los objetos (como: una célula, una molécula, una
fuerza, un sistema, un cerebro, etc), los paradigmas éticos
organizan y estructuran mundos en los que hay objetos unidos a
valores o a derechos. Se tiende a dar por sentados algunos
valores, los que a fuerza de repetición o práctica perviven,
olvidando que estos muchas veces han evolucionado y
dependen de la cultura. Cuando se afirma que algo es antiético,
por ejemplo, se hace como si la conducta en cuestión hubiera
sido censurada desde siempre.

Pero la relación entre los paradigmas científicos y la ética


no es solo un paralelismo; los supuestos filosóficos han influido
de forma significativa la manera de hacer ciencia y de regular
la ética del investigador, aunque muchas veces se olvide o se
haya tratado de negar. Tal es el caso del supuesto de la
neutralidad científica, el cual se enmarca en la búsqueda de la
autonomía y la libertad primero, y como un precepto científico
después. El Estado liberal que emerge a finales del siglo X V II y
el siglo X V III llevó a los individuos a la libertad y a regular sus
vidas sin obediencia a la Iglesia o al orden feudal. De esta
manera, las ciencias que hoy se conocen como sociales o
humanas se reconocieron a partir de entonces como artes
liberales que abrían las mentes y la imaginación, en palabras de
Root (1993), consistente con el presupuesto de la libertad
individual sobre el orden moral.

Las instituciones fundamentales de la sociedad se


designaron entonces para asegurar la neutralidad de las
diferentes concepciones del bien. A l Estado le quedaba
prohibido fomentar que sus ciudadanos se suscribieran a una
tradición religiosa o a una forma de vida familiar en particular.
P or ello, el valor de la neutralidad surge como la alternativa
lógica para una sociedad cuyos miembros practican muchas
religiones, buscan diferentes ocupaciones y se identifican con
diferentes tradiciones y costumbres. L a neutralidad entonces es
necesaria para promover la autonomía. Para John Stuart Mili
(en Johnson, 2012), la neutralidad es necesaria con el fin de
promover la autonomía. Una persona no puede ser forzada a
ser buena, y el Estado no debería dictaminar el tipo de vida que
un ciudadano debería seguir.

Como se sabe, Mili perfeccionó la indagación inductiva


propuesta inicialmente por Francis Bacon como el método
científico para el estudio de los asuntos sociales que
reemplazaba la lógica deductiva de Aristóteles. En
consecuencia, el avance del conocimiento se consigue a partir
de la inferencia sobre lo conocido y no mediante la
confirmación de preceptos lógicos. De ahí que Stuart Mili
abogue por el experimentalismo inductivo como el método
científico para estudiar los fenómenos que constituyen la vida
social, con lo que rechaza, como lo había hecho Comte, la
metafísica y valida únicamente los datos a partir de los cuales
pudieran derivarse las leyes, conocimiento que debería conducir
a beneficios prácticos. P or consiguiente, la ciencia debe ser
amoral; los métodos en las ciencias sociales deberían ser
desinteresados; las ciencias liberales deberían ser prescriptivas,
pero no en términos morales o políticos.

Siguiendo el análisis que hace Root (1993) sobre Stuart Mili,


la investigación no puede juzgarse como correcta o incorrecta
sino como verdadera o falsa. La ciencia sólo es política en sus
aplicaciones. En la misma dirección estuvo Max Weber al
afirmar que los valores personales, culturales, morales o
políticos no pueden eliminarse de la primera fase de la
investigación en la medida en que determinan lo que el
científico social decide investigar, aquellas realidades que sus
valores consideran significativos; pero en la fase final o de
presentación de los resultados, la ciencia social debe estar libre
de estos valores. De tal suerte, como afirma Root, tanto para
Mili como para Weber, el conocimiento científico existe por sí
mismo como moralmente neutral, lo cual resulta conveniente
para la autonomía personal y política.

Como consecuencia de estas influencias entre filosofía y


ciencia se derivan los preceptos éticos que regulan hoy la
actividad de los investigadores de las ciencias sociales: el
consentimiento informado o el respeto por la participación
voluntaria y consciente; el derecho a estar ampliamente
informado sobre la investigación, su duración, los posibles
riesgos, los beneficios; el engaño, el cual debe evitarse para no
causar frustración en los individuos participantes de un estudio;
la confidencialidad, la cual debe salvaguardarse para proteger
la identidad de los participantes y evitar una exposición
indeseada, lo cual puede producir daño a los participantes; y la
veracidad de la información recogida o generada mediante los
procedimientos metodológicos más confiables a la mano del
investigador, de tal suerte que garanticen la validez interna y
externa de los datos.

Como se puede notar, estos preceptos éticos corresponden a


la idea positivista de una ciencia neutral, libre de valores, y al
compromiso con la autonomía individual de la que hablaron
Milll y Weber, valores que se reproducen en los códigos de
ética de las distintas agremiaciones de profesionales de las
diversas disciplinas sociales, en lo que respecta a la
investigación libre de valores y la autonomía individual, legados
a las visiones positivistas de Comte, Mili y Weber en cuanto a
que la ciencia libre de valores se debe ajustar a estándares
éticos regulados por académicos afiliados a instituciones
académicas neutras en valores. Basta con mirar los códigos de
ética de las distintas disciplinas sociales. La idea liberal de la
neutralidad ha estado incrustada en las ciencias sociales, lo que
las ha llevado en varias ocasiones a guardar silencio en
discusiones que involucran valores morales, con lo que han
ignorado la influencia de las fuerzas ideológicas y de poder que
ejercen las instituciones que contratan o regulan la
investigación.

En palabras de Foucoult (1979) y Rose (1989), las


disciplinas sociales y las estudiosas de la mente se han
constituido en regímenes de poder que se encargan de
mantener el orden social, al normalizar a los sujetos dentro de
categorías establecidas por las autoridades políticas y las
disciplinas de la psique. En esta mirada sobre la ciencia, no
contextualizada,según Christians (2003), se asume una
neutralidad moral y un observador objetivo para conseguir los
hechos correctos ignorando la situacionalidad de las relaciones
de poder asociadas con el género, la orientación sexual, la clase
social, la etnicidad, la raza y la nacionalidad.

Como asumen los críticos de esta neutralidad (Denzin, 1997;


Ryan, 1995), aunque no lo pretenda, la investigación orientada
por la visión positivista establece una relación jerárquica, en
cuanto a los nexos entre el investigador y el sujeto investigado
e ignora la manera en que el investigador está implicado e
implantado en el aparato normativo de la sociedad y la cultura.
Los científicos cargan el manto de la autoridad basada en la
universidad, a medida que se aventuran dentro de la comunidad
local para hacer investigación.

L a idea de la neutralidad de la ciencia no es coherente con


la visión que hoy se tiene de las ciencias sociales. Dentro de
otras posiciones sobre la manera de construir el conocimiento
científico en las ciencias sociales, como las que se enmarcan en
las posturas posmodernas y en las estrategias de investigación a
las que he denominado alternativas, la pregunta por la ética en
la investigación social gira en torno a la justicia social y a la
responsabilidad social del investigador. El dominio moral se
sitúa dentro de las relaciones sociales contextualizadas en el
marco de la cultura, la raza, la historia.

L a responsabilidad social en la investigación en ciencias


sociales

La responsabilidad social en la investigación que se adelanta


en disciplinas como la economía, la sociología, el derecho, la
psicología y las otras de las que trata este libro supone un
compromiso con la población que tradicionalmente ha estado
excluida de los trabajos de investigación y que por estar
aparentemente fuera del alcance de los investigadores, ya sea
por su ubicación geográfica, por las dificultades para diligenciar
los cuestionarios o para responder a las entrevistas, han
quedado marginadas de las estadísticas y de los estudios
etnográficos. Se trata, en consonancia con Ruiz (2010), de
aquellos que no tienen acceso a la educación, de los que tienen
limitaciones de tipo cognoscitivo, de los pobres, de los grupos
étnicos marginados, de los habitantes de la calle, de los niños y
de las mujeres. Pero igualmente de los que han sido
desaparecidos. De todo aquello que parece superfluo y que

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