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Husserl
1. Problema
2. Estado de la discusión
3. Marco Conceptual (a modo de índice): Conceptos fundamentales de la
Psicología fenomenológica
Así, el objetivo del presente capítulo consiste en exponer los conceptos fundamentales
de la Psicología fenomenológica de Edmund Husserl, recurriendo a la estrategia
didáctica de su aparición cronológica de los textos husserlianos. Una exposición de la
Psicología fenomenológica husserliana no está exenta de dificultades. Una de ellas es
que Husserl publicó alrededor de cinco libros mientras estaba vivo, dejando gran parte
del desarrollo de su obra filosófica en borradores y apuntes manuscritos. Estos
manuscritos se fueron publicando recién en las últimas décadas, permitiendo que los
especialistas formen una idea más completa y sistemática de la fenomenología
husserliana. Así que formar una secuencia de los textos, implica ya un conocimiento
general de la obra; lo que significa desde el inicio una gran apuesta hermenéutica. Esto
conduce a la segunda dificultad, gran parte de las interpretaciones vigentes de la
Fenomenología husserliana como la de un idealismo trascendental, centrado en la
conciencia pura, que opera como una reflexión de estados internos, sin preocupación
por la sociedad, el mundo y la historia se ha ido derrumbando, exigiendo que las
nuevas interpretaciones aborden la obra publicada por Husserl a partir de sus
manuscritos. Pero estos manuscritos exigen todavía un trabajo de reconstrucción
sistemática interna, que no quedaba clara ya para los propios ayudantes de Husserl y,
en algunas ocasiones, se torna también oscura para los lectores actuales. Así que se
debe atender cuidadosamente a los intérpretes autorizados que permiten dar una
orientación en el océano de los textos husserlianos, sin por ello, dejar la perspectiva
crítica, recordando que los intérpretes también pueden haber dejado de lado algún
pasaje importante en su trabajo, o que la evaluación de un mismo pasaje pueda levar a
contradicciones entre los principales intérpretes de la tradición fenomenológica. Tal es
el caso de la concepción de Psicología fenomenológica; que fue incluso un punto de
discusión entre Husserl, Edith Stein, Martin Heidegger, Eugen Fink y Ludwig
Landgrebe, asistentes del “Maestro” en diferentes épocas de su pensamiento. Lo que
nos conduce a la tercera dificultad, que es por cierto la más exigente para la presente
investigación. Esta tercera dificultad consiste en definir y caracterizar la Psicología
fenomenológica dentro del desarrollo de la filosofía fenomenológica de Edmund
Husserl, considerando que pueda ayudarnos a comprender los problemas que afrontar
los autores que nos interesan.
Como respuesta a las dos primeras dificultades que se presentan al encarar un marco
categorial de la Psicología fenomenológica se presta atención a la recepción de la obra
de Husserl en el mundo hispanoamericano, considerando las “novedades” que se han
producido en las últimas décadas. La primera recepción de la fenomenología de
Husserl estuvo dominada por las críticas realizadas principalmente por Martín
Heidegger, José Ortega y Gasset, Xabier Zubiri y José Gaos, siendo este último el
primer traductor de Ideas I. Estos autores coincidieron en que la fenomenología de
Husserl se había estancado en un proyecto de filosofía trascendental, centrado en el
estudio de las experiencias internas del sujeto, desconectado de los demás, del mundo
y de la historia. La crítica a la reflexión de origen cartesiano y el solipsismo fueron
puntos comunes en la crítica a Husserl. En otras palabras, la crítica del psicologismo de
Husserl implicaba una crítica del antropologismo; por tanto, el sujeto estudiado por
Husserl no era el ser humano. El sujeto de la fenomenología sería un espectador
desinteresado, sujeto de contemplación teórica, reflexivo, desconectado de su cuerpo y
alejado de la vida práctica, del compromiso y de la historia. El sujeto de esta
fenomenología se mantendría en el solipsismo para lograr un adecuado acceso a las
esencias. En esta interpretación de la fenomenología, textos como Crisis de las
ciencias europeas y Fenomenología trascendental (1936) parecían respuestas
contextuales de Husserl a sus críticos de la época y no parte del desarrollo sistemático
de su obra.
Frente a esta interpretación, autores como Antonio Zirión Quijano, Rosemary Rizo-
Patrón, Agustín Serrano de Haro y Javier San Martín han querido aclarar que la
fenomenología de Husserl, especialmente desde su paso por Friburgo de Brisgau, en la
década de 1920, se ha concentrado en el estudio de la constitución del sujeto
trascendental, que permite la fundamentación de las ciencias y la orientación de la vida
humana. Así, por ejemplo, gran parte de la obra de los filósofos mencionados se
concentra en la diferencia entre la epojé fenomenológica, ligada a la psicología
fenomenológica, y la epojé trascendental, que superaría a la primera. De manera
específica, Javier San Martín desarrolló gran parte de su relectura de Husserl a partir
del énfasis de la reducción intersubjetiva que contradice cualquier concepción solipsista
de la fenomenología husserliana. Finalmente, las aportaciones de este intérprete
español se centran en el estudio de la antropología, la psicología y la cultura derivadas
de la fenomenología trascendental.
A partir de los textos publicados por Husserl se podían discriminar por lo menos dos
formas de Psicología fenomenológica. La primera estuvo ligada a la denominación de
Psicología descriptiva, bajo la cual Husserl presentó la primera edición de sus
Investigaciones lógicas (1900-1901; desde ahora aparecerá como IL, Tomo 1 e IL Tomo
2). Esta noción se mantuvo como diálogo con sus maestros, en especial con Carl
Stumpf. Posterioremente, en parte gracias a las críticas de Paul Natorp y Frege, Husserl
decidió mantenerse con el término de Fenomenología y Lógica puras. En todo caso,
esta primera noción muy general de Psicología descriptiva como Psicología
fenomenológica estuvo dirigida como crítica al Psicologismo.
El Psicologismo comprende las investigaciones que presuponen que las leyes lógicas y
matemáticas provienen de los procesos psicológicos o cerebrales de la especie
humana. Husserl critica al Psicologismo proponiendo el estudio fenomenológico
(descriptivo) de los contenidos de los fenómenos a partir de los principios y leyes
lógicas a priori. Esto significa efectuar una reducción de los fenómenos al modo en que
aparecen en la conciencia, distinguiendo en ellos el acto de conciencia (nóesis) del
contenido ingrediente e inmanente de la conciencia de lo que es (nóema). Esta relación
entre lo que aparece en la conciencia y la conciencia será caracterizado como
intencionalidad, el hecho de que toda conciencia es conciencia de algo. La tarea era
describir ese algo (nóesis y nóema) que se ofrece a la conciencia. En ese sentido,
Husserl deseaba que la fenomenología vaya a las cosas mismas (Zu den Sachen
selbs!).
Entre las “novedades” de Husserl que son relevantes para nuestra investigación
cuentan las siguientes obras. En primer lugar, los dos tomos de Investigaciones lógicas
(1900 y 1901). Esta obra es importante, porque en ella encontraremos la primera crítica
crucial de Husserl contra el Psicologismo, tal como ya se ha mencionado. La traducción
a cargo de Jesús Adrián Escudero de las conferencias Idea de la fenomenología (2011)
que Husserl presentó en 1907, donde se presenta con claridad la noción de reducción,
en la que “a todo lo trascendente (a todo lo que no me es dado de manera inmanente)
hay que asignarle el índice cero, es decir, su existencia, su validez, no debe asumirse
como tal, excepto, a los sumo, como fenómeno de validez” (p. 63). En este momento
del desarrollo del pensamiento de Husserl, él se encontraba en el paso de la
Universidad de Halle (1886-1901) a la de Gotinga (1901-1916).
Esta época tiene cuatro aspectos a resaltar para nuestra investigación. Por una parte,
los problemas a los que conduce la crítica al Psicologismo en IL conducen a Husserl a
un estudio renovado de la conciencia. Está será investigada como un yo puro
apodíctico y como un flujo de conciencia, cuando se indaga fenomenológicamente la
temporalidad. Estos dos aspectos habían quedado aplazados en IL, por su complejidad
y por la extensión que requerirían en la exposición de sus hallazgos. Por otra, Husserl
busca diferenciar claramente su Fenomenología de los trabajos de sus maestros,
alejándose, tanto en los metodológico como en los objetivos, de la psicología empírica
de los cuantitativo, de la inductiva o la experimental y de la psicología descriptiva de
Franz Brentano. El tercer aspecto importante de esta época es la aparición de la
reducción. Finalmente, la temporalidad de la conciencia.
Para Husserl, la psicología, una ciencia positiva completamente legítima, siempre estudia
los procesos psíquicos como eventos en la naturaleza, y por lo tanto malinterpreta la
conciencia, mientras que la fenomenología excluye la naturaleza fisiológica de los actos y
su ubicación causal en la naturaleza, para enfocarse exclusivamente en su función
constitutiva del significado. La fenomenología procede por una “intuición” pura
(Anschauen) y por una “reflexión” (Reflexion) que “se aparta de cualquier objeto ajeno a
la conciencia. (Moran, 2011, p. 79)
En el contexto de estas “novedades” husserlianas hay que mencionar una carta del
filósofo moravo a Corneluis. La carta es del año 1906 y en ella Husserl reconoce que
recientemente ha caído en cuenta de la diferencia entre una Psicología de aclaración
causal (empírica, naturalista, dogmática) y otra de corte genético (Hua Dok III/2, 25-28
citado en Ferencz-Flatz, 2017, p. 34). Con lo que se abre el inicio de una descripción
genética no causal de la constitución del fenómeno en la conciencia. Hasta IL, el autor
habría utilizado las dos expresiones como sinónimas. Comprensiblemente, Husserl no
busca una génesis causal de la conciencia en un sentido fenoménico del desarrollo
psico-físico del individuo; pues eso sería nuevamente asumir dogmáticamente la
existencia de la causalidad natural para reducir la legalidad lógica al desarrollo del
organismo. Husserl, por el contrario, parece retomar la idea de una fenomenología
genética como una vía de describir la constitución temporal de hábitos que se
sedimentan como capas de actos de conciencia de la subjetividad encarnada, tal como
se verá en el desarrollo siguiente de sus temas de investigación.
1911 es el año en que Husserl publica un artículo en la revista Logos. En ella, Husserl
presenta un texto programático de la Fenomenología. Su título es La filosofía como
ciencia estricta (2007), cuya traducción de ediciones Terramar fue difundida por varios
países de Sudamérica. En ese artículo, Husserl presenta dos frentes de crítica, el
Naturalismo y el Historicismo, ante los cuales, la Fenomenología se presenta como una
respuesta de fundamentación última de las ciencias. El filósofo moravo define el
Naturalismo como “una consecuencia del descubrimiento de la naturaleza considerada
como unidad del ser espacio-temporal conforme a leyes naturales exactas” (2007, p.
12). Es decir, el Naturalismo defiende la naturalización de la conciencia y de las ideas al
sostener la siguiente tesis: “Todo lo que existe es físico, y como tal pertenece al
complejo unitario de la naturaleza física, o bien, aunque sea psíquico, no es más que
una variante que depende de lo físico, a lo sumo un fenómeno concomitante paralelo
secundario” (p. 13). Pero el Naturalismo se refuta a sí mismo, dado que para sostener
sus tesis y su ideal científico requiere de la validez lógica que no es idéntica de la
validez empírica. De ahí que una Psicología empírica que reduzca la validez de la
conciencia y de las leyes lógicas a la dimensión psico-somática no pueda evitar caer
constantemente en paradojas irresolubles. Por su parte, el Historicismo se generó como
consecuencia del descubrimiento de la historia y de la fundación de las Ciencias del
espíritu. El peligro del Historicismo es caer en un relativismo psicologista y culturalista al
afirmar que las ciencias, los principios lógicos y la filosofía surgen por el desarrollo
histórico y cultural de los pueblos. Esto supone que la filosofía se convierte en una
concepción de mundo, en una cosmovisión. Este relativismo impide el diálogo entre las
ciencias y entre los pueblos, pues cada uno responde a sus propios principios; lo que
conduce a un escepticismo estéril. No obstante, si el historiador historicista desea
desarrollar su ciencia, requiere de principios que sean lógicamente reconocidos; lo que
conduce a la refutación de su propio punto de partida teórico (pp. 46-52). Husserl
considera que esos dos extremos “tienden a falsear el sentido de aquello que no puede
ser encarado a su modo” (Ibídem).
Los prolegómenos para una Psicología fenomenológica inician con la crítica que
Husserl plantea al Psicologismo y al Naturalismo. Sin esta crítica y el proyecto de la
Filosofía fenomenológica no se puede comprender cabalmente el desarrollo de la
Psicología fenomenológica. A continuación, nos dedicaremos a exponer esta crítica en
vista a nuestro objetivo de investigación.
A finales de 1800 e inicios de 1900, Husserl desarrolla sus dos críticas centrales a la
Psicología, primero como Psicologismo y luego como Ciencia no fundamentada.
Después, se pasa a presentar las variaciones que se produjeron a partir de ese impulso
fundador; considerando en especial, los trabajos de Ludwing Binswanger y Karl
Jaspers, enfatizando el papel de la existencia y la comprensión. Un apartado propio
merece la primera obra de Maurice Merlau-Ponty, cuyo trabajo sobre la corporalidad
marcó un antes y después en la comprensión de la corporalidad en el terreno de
diversas formas de Psicología fenomenológica. Finalmente, se tomará en cuenta el
aporte de la denominada neurofenomenología, como una primera versión del contacto
entre Fenomenología y neurociencias, enactivismo y teoría de sistemas.
Los mencionados conceptos serán explicados a partir de la crítica que Husserl plantea
al Psicologismo y a la fundamentación de la Psicología como ciencia. El Psicologismo
será comprendido, a grandes rasgos, como la perspectiva filosófica que afirma que
todos los contenidos de la conciencia, incluyendo los principios y las leyes lógicas y
matemáticas surgen de los procesos mentales de abstracción de la realidad. El
problema de la fundamentación de la Psicología como ciencia será expuesto por
Husserl como el ideal de convertir a la Psicología en el correlato de la ciencia Física, es
decir, como complemento de las Ciencias Naturales.
Este tipo de Psicologismo afirmaba que todo pensamiento es el producto mental que
genera sus contenidos a partir de los estímulos de las sensaciones de las cosas
exteriores. Así, el Psicologismo tiende a ser representacionista; esto es, que considera
que la realidad exterior se vuelve a presentar en la conciencia como imágenes
2
El otro polo de la discusión, en la época en que Husserl comienza a desarrollar su Fenomenología, es el
Formalismo. Este Formalismo se presentaba como antispicologismo y respondía al llamado de retornar a la obra de
Kant como respuesta crítica al empirismo de los psicólogos experimentales. Este grupo de formalistas, entre los que
contaban varios de los maestros de Husserl retomaban incluso una postura platónica en torno a la Lógica y la
Matemática.
complejas o atómicas. Las formas atómicas serían susceptibles de ser descompuesta y
expresadas matemáticamente. Además, las leyes del pensamiento y las matemáticas
serían un el producto de la experiencia por ensayo y error, así como por inferencias
basadas en la experiencia individual. Esto significaba hacer depender las Ciencias
naturales y las Ciencias del espíritu a la descripción psicológica de las sensaciones. Los
continuadores de esta postura son los representantes de las Neurociencias y de la
Biología de la mente. Tal como lo semana Fuentes (2015):
Paso a paso las neurociencias nos conducen, a partir del estudio de las neuronas y de
las redes que éstas forman constituyendo el cerebro, a un nuevo conocimiento de lo que
es mental, entendiéndose por ello la capacidad de producir y comprender el lenguaje,
pensar, recordar y planear. Las neurociencias también nos están llevando a un nuevo
conocimiento de enfermedades que únicamente afectan al hombre, como la esquizofrenia
y la enfermedad bipolar. Es posible que el misterio que cubre la “mente” se desvanezca
conforme sepamos más acerca de cómo trabaja el cerebro.
(…) Por su parte, los neurobiólogos estudian las funciones mentales en sus formas más
simple, abordándolas en el cerebro animal y en el humano con los métodos de la
experimentación biológica” Hoy ya no es posible sostener que el estudio de las funciones
mentales superiores pertenezca a la filosofía y que éstas no sean accesibles al examen
científico. (p. 11)
Sin embargo, el error que terminaría señalado el autor moravo es que en la postura
psicologista confunde la relación entre la subjetividad del conocer y la objetividad del
contenido del conocimiento. En otras palabras, se comenten tres errores. Por una parte,
asumir que la descripción externa de los procesos de la naturaleza es equivalente a las
descripciones que se pueden hacer de los procesos internos de la conciencia
asumiendo una correlación directa. En segundo lugar, que el psicologismo no establece
la diferencia entre el proceso real, temporal, como experiencia psicológica de un
individuo, y el contenido de ese pensamiento. El tercer error del psicologismo consiste
en asumir que la validez lógica depende del proceso de inferencia de las impresiones
sensibles. La diferencia entre pensar como proceso y pensamiento como contenido fue
uno de los puntos de apoyo de la investigación fenomenológica.
Lo que Husserl comenzó a gestar con su proyecto fenomenológico fue una nueva
fundamentación de la lógica pura y la teoría del conocimiento, que apareció expuesta
en los dos tomos de Investigaciones lógicas. Esta obra se elaboró en la década de
1980 y fue publicada entre 1900 y 1901. Consta de dos partes, los Prolegómenos a la
lógica pura (1900) y seis Investigaciones sobre la fenomenología y la teoría del
conocimiento. Ya en la primera parte de la obra se plantean cuatro preguntas
fundamentales que están dirigidas a criticar el Psicologismo. En primer lugar, si la lógica
es una disciplina teorética o una disciplina práctica. En segundo lugar, si esta es una
ciencia independiente de las demás ciencias, en especial de la psicología y la
metafísica. En tercer lugar, si esta es una disciplina formal (se refiere a la mera forma
del conocimiento) o debe tomar en consideración la materia del conocimiento.
Finalmente, si tiene el carácter de una disciplina a priori y demostrativa o el de una
disciplina empírica e inductiva (IL, T1, p. 38). En lo que sigue, serán objeto de atención
los Prolegómenos y las investigaciones quinta y sexta. En ellas se puede apreciar con
mayor claridad, la crítica al Psicologismo y el porqué la fenomenología logró irrumpir no
solo en la teoría de la ciencia, sino también en una nueva comprensión de la
Psicopatología de su época.
El tema precedente puede ser descrito como el momento en que Carlos, que tiene dos
manzanas, desea comprar un par más, resultando tener finalmente cuatro. Todo eso
corresponde con verdades asertóricas (Evidenz). Se dan y eso innegable. Pero la regla
por la que “2+2=4” como operación matemática no cambia, pese a que cambie el tipo
de descripción, pese a que sea Margarita y no Carlos quien la piense, pese a que sean
unicornios y no manzanas las que sean representadas en la compra imaginaria. La
lógica matemática que rige la relación entre “2+2=4” aparece como una evidencia
apodíctica, como una intelección (Einsicht), como aquello que se establece en la
operación misma de adición. Supongamos, además que Carlos debe sumar no dos y
dos manzanas, sino dos y dos unicornios. Carlos podría fantasear con las
características determinadas de los unicornios, como caballos o llamas con un cuerno
(llamicornios), pero se mantendrá en la captación conciente de dos veces dos y de la
forma intuitiva del “ser vivo con un cuerno en la cabeza”. Esto es, pese a las diferencias
de la imaginación o de la libertad de la fantasía, Carlos puede reconocer la validez de la
adición matemática. Husserl reflexiona sobre esto del siguiente modo:
Considerando este ejemplo, se puede afirmar que Husserl propone que la aparición de
un fenómeno implica no solo la percepción de correlatos sensitivos, regidos por leyes
causales, sino también la percepción de categorías lógicas, regidas por leyes ideales de
la conciencia. La percepción es la misma, por lo que, en una misma percepción se
brindan a la conciencia datos sensibles y categorías ideales con leyes propias. De esta
manera, habrá ciencias empíricas que se dediquen al estudio de lo que se presenta con
verdad relativa, asertiva, y las ciencias que se dediquen a la dimensión categorial,
ciencias de lo ideal, que darán el fundamento a las primeras.
Esta unidad de lo sensible y categorial ideal será una de las tesis básicas de la
fenomenología; pues ella da pie a la intencionalidad. La intencionalidad es un término
Husserl retoma de su maestro Franz Brentano. Por intencionalidad se comprende el
hecho ideal siguiente. En todo acto de conciencia hay un objeto intencionado.
Intencionalidad no tiene en este contexto el sentido de voluntad, como cuando alguien
dice “tengo la intención de dar comida a los gatos”. El sentido de intencionalidad es,
referido a inteligir (intelligēre), refiere a ‘aquello que es inteligido”, aquello que se ha
captado en un acto de la conciencia. Así, si tengo sed, la sensación de sed es una
intelección compleja. Si pienso en un ser real o irreal, como la mesa sobre la que me
apoyo o un unicornio, tengo algo mentado, algo que es objeto de mi intelección. De esto
se sigue que todo acto de conciencia es conciencia de algo. No es despreciable citar de
manera extensa la explicación de la intencionalidad, tal como aparece en el segundo
volumen de Investigaciones lógicas (aunque sigo la versión en alemán, recurro a la
traducción de Morente y Ortega):
De las dos definiciones preferidas hay una que indica directamente la esencia de los
fenómenos psíquicos o actos. Esta esencia se ofrece en forma innegable en cualesquiera
ejemplos. En la percepción es percibido algo; en la representación imaginativa es
representado imaginativamente algo; en el enunciado es enunciado algo; en el amor es
amado algo; en el odio es odiado algo; en el apetito es apetecido algo, etc. (…) la
referencia a un contenido, la dirección hacia un objeto (por el que no hay que entender
aquí una realidad) o la objetividad inmanente. (…)
(…) Lo único importante para nosotros, y en que, por ende, nos fijamos, es que hay
diversas modalidades específicas esenciales de referencia intencional, o, más
brevemente, de la intención (que constituye el carácter descriptivo del género ‘acto’). El
modo cómo una ‘mera representación’ de una situación objetiva mienta éste su ‘objeto’ es
distinto del modo cómo lo hace el juicio, que considera verdadera o falsa dicha situación.
(491).
En segundo lugar, esta Lógica pura debe estudiar las reglas por las que podemos
insertar esas apariciones en determinados géneros o categorías, por ejemplo, la
manera en que podemos clasificar animados e inanimados, pares e impares, objetos
angulares y sin ángulos. Esta es la fase de estudio de las reglas de la inferencia. Aquí
también Husserl ha pensado en la importancia de la Gramática, pues considera que las
expresiones de un acto intencional ofrecen un objeto mentado y un modo del acto, esto
es la diferencia entre afirmar “la mesa es roja” y “¿es roja la mesa?”. En un caso,
estamos afirmando predicativamente la relación entre el color rojo y la mesa. En el
segundo estamos poniendo en duda la relación predicativa. No obstante, en los dos
casos son evidentes los objetos mentados como objetos intencionales, la mesa y lo
rojo. Finalmente, en tercer lugar, la Lógica pura debería dar paso a la elaboración de
una teoría de las teorías, a una ciencia de las ciencias. En el proceso de preparación
aparece el proyecto de otra de las obras fundamentales de la Fenomenología, las Ideas
relativas a una fenomenología pura y a una filosofía fenomenológica.
Si bien Husserl había podido desarrollar en Investigaciones lógicas las preguntas por el
qué (objeto intencional) y cómo conocemos (acto de conciencia), apoyándose en la
noción de intencionalidad; el desarrollo sistemático de su investigación, lo conducía a la
pregunta por el quién del conocimiento, así como el esfuerzo de aclarar las
orientaciones fundamentales del método de esta nueva filosofía. Esta división entre la
manera de investigar objeto de estudio de la Psicología y el de la Lógica será el inicio
de la indagación fenomenológica. No obstante, y este será el punto de crítica de
Husserl a sus maestros formalistas, la fenomenología comenzará a enfatizar que la
dimensión lógica de todo fenómeno implica también una dimensión psicológica. Es
decir, la evidencia de los hechos psicológicos aparece estructurada en la conciencia
gracias a la intuición lógica en ella implicada. Este carácter complejo pero unitario del
fenómeno como aquello que se presenta a la conciencia como hecho psicológico y
forma lógica caracterizará la investigación fenomenológica. Por ello, la Fenomenología
será la ciencia del fenómeno, no como hecho causal, sino como estudio de su forma,
sus leyes y su constitución lógica.
Uno de los aportes importantes de esta época es la diferencia entre actitud natural y
actitud fenomenológica. En los dos casos encontramos la estructura intencional del
fenómeno en la conciencia, pero la actitud, la manera de afrontar o dirigirse a la
intencional se modifica. Si toda conciencia es conciencia de algo, se entiende que todo
algo es aquello que se ofrece a la conciencia. Todo algo es algo para una conciencia.
Esta puerta de la intencionalidad permite llegar a un campo óptimo de diferenciación
entre los modos en que un fenómeno aparece. No todos los fenómenos se dan de la
misma manera. Algunos se dan en la percepción directa y presente, así el objeto está
“en persona” delante de la conciencia. En cambio, en el recuerdo, el fenómeno aparece
bajo un acto diferente. Puedo percibir una mesa ahora que trabajo. Luego puedo
recordar la misma mesa. Más adelante puedo variar esa mesa mediante la imaginación,
cambiándole el color o pensándola hecha de otro material, puedo hacerla más grande o
más pequeña. La mesa ha variado en sus formas de representación sensible, aunque
no ha variado el hecho de que esté pensando en una mesa. En este breve ejercicio, la
mesa no se convirtió en un cocodrilo. Eso demuestra una estabilidad lógica en el
fenómeno.
Noesis Noema
Cogitatio Cogitatum
Acto intencional Objeto intencional
Ingredientes Lo dado Lo dable, ed. Objeto real
Implicado en
lo dado
reales realmente Cosa en sí, ni
dado ni dable
Inmanente 1 Trascendente
Inmanente 2 Trascendente
Inmanente 3
Trascendente
3
Husserl utiliza énfasis tipográficos que no concuerdan con las normas contemporáneas de redacción académica.
Uno de estos énfasis son las versalitas. Para que la tipografía del texto presentado no se recargue, mantendremos
las versalitas solo en los casos que nos interese resaltar lo que Husserl está enfatizando. En los énfasis introducidos
por el autor de este texto y que no correspondan con los de Husserl, se utilizarán cursivas.
a los cambios) mediante el paso de la actitud natural a la actitud fenomenológica y
trascendental.
En 1913, en el inicio del primer tomo de Ideas relativas a una fenomenología pura y una
filosofía fenomenológica. Libro primero: Introducción general a la fenomenología pura,
Husserl remarca como punto de partida la actitud natural. Él afirma que el conocimiento
natural empieza “con” y “permanece EN la experiencia” (2013, p. 87. Énfasis en el
original). Esta experiencia se asume como experiencia del mundo; así que la actitud
natural se asume como la manera directa de conocer y representar el mundo. En este
sentido, Husserl retoma la primera caracterización de actitud natural como una
perspectiva teórica general que asume como principio ontológico, gnoseológico y
epistemológico (“paradigma” se le llamaría en el lenguaje popular de la academia
boliviana) la existencia de un mundo que se ofrece a los sentidos y cuya posibilidad no
se pone en tela de juicio. Se puede afirmar que el aporte a la concepción de actitud
natural en este texto consiste en resaltar que esta actitud forma “la primera esfera del
conocimiento” (Ibídem). La caracterización aquí propuesta por Husserl remarca que
este conocimiento ingenuo no debe ser rechazado por el filósofo, sino tomado como
punto de partida. Un punto de partida de esta discusión será el empirismo que asume
que se puede conocer la realidad mediante una experiencia que se representa
sensitivamente en la conciencia y la Psicología, que asume por objeto ese proceso de
impresiones de los sentidos en la conciencia para determinar las leyes, y a veces por
leyes biológicas, el modo en que la realidad sensible transforma la conducta del
individuo.
Lo interesante de este yo del mundo natural, al que se le presentan las cosas y las
actividades espontáneas de la conciencia, es que no vive aislado, sino con referencia a
los otros. Así, en el parágrafo 19 de Ideas I, en ampliación a lo trabajado al final del
curso Problemas fundamentales de la fenomenología (1910/11), Husserl presenta ya el
tema de la intersubjetividad como un problema filosófico. Estos otros sujetos-yos, de los
que cada uno es un yo, posee una perspectiva individual del mundo. “Cada uno tiene su
lugar desde donde ve las cosas que están ahí delante, y por eso cada uno tiene
diferentes apariciones de cosas” (p. 139), y, pese a ello, es posible pensar en un mundo
circundante que existe para todos, al cual cada yo pertenece. Esta es una actitud
común y que no es reflexiva ni se orienta por el interés explícito de describir qué es lo
que acontece en la conciencia durante los actos de conocimiento.
Estas “cosas”, “espontaneidades de la conciencia” y aparecer de los otros en un
contexto común forman parte del mundo de la actitud natural. No obstante, el fluir de la
conciencia y el carácter dinámico de la intencionalidad se mantienen aún establecida ya
epojé y la reducción fenomenológica. Así, por ejemplo, en el parágrafo 75 de Ideas I, la
peculiaridad de la conciencia en general radica en ser un fluctuar, como ya se había
adelanto ad supra. Las ciencias de la actitud natural buscan conocer este mundo de la
actitud natural de manera más completa y más segura, por una vía causal natural
(como es el caso de la Psicología experimental) o rechazando cualquier noción de
verdad absoluta (como el historicismo, el relativismo y el escepticismo) para así,
aparentemente, resolver los problemas del conocimiento científico del mundo. Esta
sería la tesis o la postura de las ciencias de la actitud natural, tal como lo expresa
Husserl en el parágrafo 30 de la obra citada.
A esta interpretación, podemos añadir que la epojé permite eliminar todo compromiso
con las tesis positivistas y empiristas de la época; dado que ellas se basan en la
creencia de un mundo que afecta la conciencia mediante impresiones sensibles, que
presuponen un cuerpo orgánico, determinado por la naturaleza (2013, p. 198-199). Allí
donde las tesis positivistas y empiristas tratan de trucar el fenómeno con explicaciones
causales, saturando las imprecisiones de los sentidos y los límites de la conciencia con
métodos experimentales; el fenomenólogo se orienta a quedarse en la objetividad que
se brinda en la conciencia, a “saborear el sentido” que de ella emana cuando se lo deja
aparecer como fenómeno. Mediante la epojé, estas tesis se convierten en algo así
como narraciones que se producen de la básica actitud de creencia en el mundo de las
cosas reales y externas a la conciencia. Lo que se pone entre paréntesis en la epojé es
la creencia de la trascendencia “natural” del mundo como espacio-temporal. En ese
sentido, la epojé es una transformación de la actitud natural.
Por ello se podría agregar a triple novedad que encuentra Serrano de Haro una cuarta
también importante. La epojé fenomenológica se desarrolla con cierta universalidad,
pues no se busca ingenuamente, tal como lo hicieron el empirismo, el positivismo y sus
sucedáneos, generar una ciencia libre de teorías o de metafísica. Esta limitación en la
universalidad de su uso busca alejarse de la duda metódica de René Descartes.
Descartes habría llevado el trabajo de la duda metódica al extremo, resultado así que
“su intento de duda universal es propiamente el intento de negación universal” (2013, p.
143). Tres riesgos asoman ante la posibilidad de una epojé ilimitada. Uno de ellos es el
problema del vaciado de la conciencia. La conciencia se queda solamente con la
cogitationes, o con la actividad de la conciencia inmanente, sin poder explicar su
relación con la vida afectiva y práctica. Por ello, Descartes tuvo que recurrir a una
explicación mecanicista de las emociones o pasiones del alma y a una moral relativista
en el campo práctico. La segunda dificultad de no poner límites a la epojé es la relación
con el cuerpo propio. Si la conciencia solo es evidente por sí misma en sí misma,
¿cómo explicar su relación con la corporalidad? Finalmente, el peligro de no limitar la
epojé a la creencia de la existencia del mundo y sus teorías naturales es el problema
del solipsismo (Cf. Parágrafo 57 de Ideas I, 2013, p. 208). Este problema difícil de
enfrentar para Descartes puede verse todavía hoy en algunos postulados de las teorías
y filosofías de la mente; por ejemplo, en la de Daniel Dennet y Derek Parfit.
La limitación de la epojé es ya una tarea que Husserl enfrento desde sus primeros
escritos y no dejar de evaluar los modos de esa limitación. Así, por ejemplo, el tema
reaparece de manera central en las notas del curso de semestre de invierno de 1926,
publicadas en el tomo Hua XXXIV de las obras póstumas de Husserl (2022), titulado
Zur phänomenologischen Reduktion, editado por Sebastian Luft. En ese texto, Husserl
retoma retrospectivamente las dificultades ligadas a la epojé. No obstante, la primera
definición es clara: “Die Epoché ist das notwendige Mittel, um das menschliche
Seelenleben in seiner reinen Innerlichkeit herauszuarbeiten“ (2022, p. 3). Tanto en 1913
como en 1926 la epojé se presenta como el momento de suspensión de la actitud
natural pero aún no el inicio completo de la fase radical del método fenomenológico.
Esta fase intermedia de preparación entre la actitud natural, que implica el inicio del
filosofar, que aún no consolida la empresa radical de fundamentación de la filosofía
trascendental se ofrece como una Psicología fenomenológica. Husserl comprende
claramente desde el segundo tomo de Investigaciones lógicas y del primer tomo de
Ideas que es preciso desarrollar una nueva Psicología descriptiva de la conciencia, tan
pronto como se ha pasado de la actitud natural a la actitud fenomenológica. ¿Por qué?
El ser absoluto que se ha ganado, sin embargo, no está insertado en otra esfera
ontológica diferente. Por la epojé no se ha planteado ninguna esfera de la realidad
aparente frente a la realidad verdadera, donde el saber absoluto estuviera reservado
geográficamente. Por el contrario, a medida que avanzan los análisis de Husserl la
cohesión, el asombro de los paralelismos aumenta. Así, él señala que toda apercepción
trascendente aparece esencialmente una doble actitud; una que dirige la mirada
captadora al objeto apercibido en cierto modo a través de la aprehensión trascendente
y, la otra, que se dirige reflexivamente a la conciencia aprehensora pura. Esta doble
actitud es la que daría fundamento a la actitud psicológica y fenomenológica. En la
actitud psicológica, la mirada está en actitud natural y se dirige a las vivencias. Por su
parte, la actitud fenomenológica, “concomitantemente entretejida como posibilidad
esencial, la cual, reflexionando y desconectando las posiciones trascendentes, se
vuelve hacia la conciencia pura, absoluta, y halla ahora la apercepción como estado de
una vivencia absoluta” (2013, p. 202). Husserl considera que la vivencia pura “‘reside’
en cierto sentido en la apercibida psicológicamente, en la vivencia como estado
humano” (Ibídem). La vivencia pura tomaría con su propia esencia la forma de estado y
con ésta la referencia intencional al yo-del-hombre y a la corporalidad-del-hombre. Para
aclarar esta diferencia, Husserl propone el ejemplo de la alegría. Una vivencia de
alegría como estado vivencial del hombre o del animal es a lo que se dirigiría la actitud
psicológica. En cambio, la actitud fenomenológica se dirige al dato fenomenológico
absoluto. Este sería la vivencia de sentimiento de la alegría, pero dentro del medio de
una función aprehensiva que la anima. Esta función aprehensiva es la de ‘manifestar’
un estado. El estado está vinculado con el cuerpo que aparece, con el de un sujeto-yo-
humano.
Siguiendo en este punto a Javier San Martin (Psicópolis, p. 46), se puede apreciar
sintéticamente esta estructura en el siguiente esquema de Ideas I. Sección I: “El mundo
ess un mundo atravesado por una estructura de significatividad, el mundo e el conjunto
de los hechos clasificados”. Sección II: “Necesidad de una epojé ‘neutralizadora’ de la
actitud natural, para centrarnos en la vida subjetiva: práctica de la epojé y la reducción”.
Sección III: “Descripción de la estructura intencional: las vivencias y lo vivido en ellas,
las nóesis y los nóemas”. Sección IV: Fenomenología de la razón.
Pero el problema es la posición de esas sensaciones táctiles, pues, por una parte, nos
dan el cuerpo físico, como cuando toco mi mano, pero a la vez son parte del cuerpo que
toca la mano con la otra mano, de manera que ese momento hay una sensación que
pertenece al cuerpo y nos hace sentir el cuerpo. No es solo cuerpo tocado, sino cuerpo
que toca. (NIH, p. 78).
Si bien, Luft enfatiza el “Ichspaltung” como una de las vías para ensayar una respuesta
a las dificultades de la posición y las características del yo, o de la conciencia que se
transforma por la epojé y las reducciones, Javier San Martin acentúa una triple
dimensión de la yoidad en el programa general de la fenomenología. Según algunos
autores como Ludwig Landgrebe (1968, p.309-315), Javier San Martin (1994, 2015),
Germán Inverso (2018, p. 189), existirían tres tipos de yo como producto de la epojé y
las reducciones. El primer yo es el yo de la actitud natural, es un yo que se reconoce
dogmática en la vida práctica y en la ciencia. Este yo vive una ambigüedad
incuestionada entre su dimensión biológica y esencial (en tanto conciencia de yo). Esta
primera forma de yo sería, remarcamos nosotros, el yo estudiado tanto por la Psicología
experimental, conductual, humanístico existencial y por la antropología empírica y
cultural. El segundo “yo” corresponde al residuo de la epojé y la reducción
fenomenológica. Es el “yo” de la conciencia pura y la intencionalidad. Este es el yo de la
Piscología eidética o pospsicololgista. Este segundo “yo”, dice San Martín, es “el
fenomenólogo, el yo que hace fenomenología y que reflexiona sobre la vida humana”
(2020, p. 224). Se ha visto como un problema, en el esclarecimiento de la comprensión
de esta Psicología eidética, este doble papel del yo, como yo empírico y como yo
reducido. Incluso, en la tradición de intérpretes de Husserl se ha llegado a encontrar
hasta tres niveles yoicos en la reducción, uno empírico (de la actitud natural), otro yo
puro (como residuo de la reducción fenomenológica, aquí ya explorado) y el yo
trascendental. El problema que surge es la manera en que estas tres formas del yo se
relacionan y diferencian.
En busca de aclarar esta dificultad, se debe decir en esta investigación que este tercer
nivel opera con la forma de la reflexión de la conciencia en actitud fenomenológica
lograda por la reducción fenomenológica, es decir, el fenomenólogo en actitud reflexiva
y reductiva; pero no necesariamente el fenomenólogo en su individualidad empírica. O,
por lo menos, se debe aceptar que ahí hay una imprecisión en la exposición que
Husserl hace de sus descubrimientos y que se hace patente en la segunda sección de
Ideas II, al remarcar -en actitud fenomenológica- la duplicidad empírico-trascendental
del ser humano. Retornando a la interpretación de San Martín, el tercer “yo”
corresponde con el “yo trascendental” que debería ser descrito en la práctica de la
epojé y de la reducción trascendental. En este caso, la Fenomenología trascendental
parece también integrar la Psicología en una forma de Antropología post-trascendental,
que aún en la interpretación de Javier San Martín parece no terminar de aclararse
(Mercado, Wendt, 2019). Bajo esta concepción básica de diferentes niveles de
Psicología, la Fenomenología ha brindado sus aportes a la construcción de una nueva
Psicopatología. No obstante, antes de abordar esas resonancias, se verá el camino
genético de la Fenomenología trascendental, ligado a los problemas de la encarnación
de la conciencia y de la intersubjetividad, ordenados bajo el rótulo de “paradoja de la
subjetividad”.
Además de Ideas II (1929, 2005 de la Trad.), son importantes para nuestro tema
algunas obras que abarcan la denominada segunda (etapa en Friburgo, dividida en el
tiempo de docencia y la jubilación) y tercera fase (que parte de la jubilación en 1929
hasta su fallecimiento) de la filosofía de Edmund Husserl. Entre ellas, nos referiremos
continuamente a La filosofía como ciencia estricta (1911/2007), Meditaciones
cartesianas (1929-1930) (2009 de la Trad.), Phänomenologische Psychologie.
Vorlesungen Sommersemester 1925 (Hua IX, editado por Walter Biemel, 1968), Zur
phänomenologischen Reduktion (2022), Crisis de las ciencias europeas y
fenomenología trascendental (1991), Die Lebenswelt (), iFilosofía primera (1923/24)
(1998), Grenzen Probleme der Phänomenologie (1908-1937) (2013b), Aufsätze und
Vorträge (1922-1937) (1989) e Introducción a la ética (1920-1924) (2020). Es
comprensible que el lector se pregunte el porqué se realizó en el apartado precedente
un abordaje relativamente detallado y progresivo de tres obas fundamentales de
Husserl y ahora se plantea un abordaje sintético de la temática. La razón es doble. Por
una parte, el núcleo del problema de la Psicología fenomenológica, tal como ha pasado
a influenciar a la tradición mayoritaria de psicólogos parte de la fase estudiada con algo
de detalle. Así, que convenía especificar algunos términos centrales que veremos
reaparecer más adelante en el lenguaje de la Psicopatología fenomenológica. En
segundo lugar, porque gran parte de los textos que ahora abordamos tratan de manera
diferentes temas recurrentes y muchos de ellos son apuntes de obras que Husserl
preparó, pero no publicó. Un análisis detallado de cada uno de ellos nos alejaría
demasiado de nuestro propósito; en cambio, un abordaje sintético nos permite fijar la
riqueza y complejidad de algunos términos centrales para la Psicología y Psicopatología
fenomenológicas.
Para dar cuenta de la manera en que la conciencia aparece en un mundo con sentido,
al punto que se puede asumir la tesis de la actitud natural, es necesario una descripción
que atienda al desarrollo de la habitualidad personal. De hecho, Husserl caracteriza
esta descripción genética como “la doctrina esencial del desarrollo de la habitualidad
personal, en la que el yo puramente psíquico está presente como un yo personal dentro
de formas estructurales invariantes y es consciente de su continuación habitual como
algo en constante desarrollo” (Ibíd.). De manera sintética, la Psicología fenomenológica
eidética generativa es la doctrina del desarrollo de la habitualidad personal, es decir, de
la conciencia pura encarnada en el mundo de la actitud natural.
Husserl redactó la primera versión del texto de Ideas II en 1912 y lo trabajó hasta 1928.
En ese libro, Husserl se concentra en la cuestión de la constitución de las objetividades
en la conciencia, de hecho, su subtítulo es “Investigaciones fenomenológicas sobre la
constitución”. Esta constitución vendría a ser el desarrollo pleno de lo obtenido por la
Psicología fenomenológica pura en su tránsito hacia las ciencias empíricas (como
fundamentación epistemológica, por ejemplo, de la Psicología) y hacia la
Fenomenología trascendental acabada (la consolidación de la Filosofía fenomenológica
en todo su sentido). Este objetivo es doble, pues en este segundo tomo se debería
esclarecer la constitución de toda realidad. Ideas II comprende tres secciones. La
sección primera aborda la constitución de la naturaleza material, considerando la idea la
naturaleza en general, los estratos de sentido ónticos de la cosa intuitiva como tal y los
aistheta en relación con el cuerpo estésico. La segunda sección titula “la constitución de
la naturaleza animal” y, después de una introducción, se concentra en el yo puro, en la
realidad anímica, en la constitución de la realidad anímica a través del cuerpo y en la
constitución de la realidad anímica en la empatía. L tercera sección titulada “La
constitución del mundo espiritual” trata los temas de la oposición entre el mundo
naturalista y el personalista, la motivación como ley fundamental del mundo espiritual y,
finalmente, la primacía ontológica del mundo espiritual frente al naturalista. El texto,
además, ofrece “Anexos” que fueron añadidos, en su última versión, por el ayudante de
Husserl, Ludwing Landgrebe, quien consideró las primeras versiones transcritas por
Edith Stein. De este libro nos interesan, en especial, el problema de la normalidad,
corporalidad y la empatía, tal como se perfilan desde el final de la Sección primera
hasta la final.
Si se ponen los ojos bizcos y se ve como doble la mesa, esa aparición “fantasmática”
de dos mesas, sigue siendo declarada intuitivamente como una misma mesa, como una
misma cosa. Esa declaración es la intención, el entender, el captar, de una apercepción
de la unidad de la cosa pese a su duplicidad fantasmática. Esa unidad de la cosa, sin
embargo, no se asume directamente como una cosa material completa “ahí afuera de la
conciencia”, porque la aparición doble de la mesa está tomada dentro de los paréntesis
de la epojé. La intencionalidad de la percepción capta como unitaria la doble aparición
de la mesa; es decir, vemos y nos vemos doble la mesa, pero enunciamos que vemos
“la misma” mesa de un modo doble. Husserl introduce también el ejemplo de ingesta de
santonina. Al ingerirla, la percepción de los colores puede alterarse. Sin embargo: “La
conformidad no es enteramente suprimida; aparece algo similar, solo que ‘teñido’ de
otro modo para la mano que tiene tal o cual aspecto, que está dada así o asá mediante
los otros sentidos” (Ibídem). Este potencial perceptivo (poder ver falsamente las cosas)
y su apercepción intelectiva (saber que vemos una cosa de manera doble) se ofrece
como una nueva forma de enfrentar el problema del sujeto empírico y el sujeto
trascendental. En toda experiencia subjetiva parece establecerse la vivencia empírica y
trascendental al mismo tiempo.
De esta caracterización de lo normal y anormal hay que enfatizar por lo menos tres
ideas. La conciencia se vive como la experiencia de una corriente de vivencias de
conciencia. Las vivencias tienen un carácter doble, se dan de manera dinámica pero
evidente. En su normalidad o anormalidad se dan bajo cierta apercepción, sé que las
estoy viviendo de un modo o de otro.
Las anomalías también pueden ser vividas en la dimensión de la vida anímica del
sujeto. “Depende del cuerpo y de lo propio de la psique, qué tiene frente a sí el sujeto
como mundo. (…) Y gracias a estos nexos, el mundo externo aparente se muestra
como relativo no meramente al cuerpo, sino al sujeto psicofísico en su totalidad” (p.
107). Encontramos en la exposición de Husserl un nuevo intento de clarificar la
constitución de la actitud natural. Sin embargo, esta vez el abordaje parte de la
constatación de la experiencia del sujeto psicofísico.
El yo puro tiene como contrapolo sus objetos. Su correlato no son solo las cosas como
individualidades, sino el mundo circundante, dice Husserl, el mundo entero. Este mundo
no se forma solo por cosas inanimadas, sino por otros sujetos. Entre ellos cuenta el “yo-
hombre”, tal como enfatiza el parágrafo 27. “Yo en cuanto el hombre soy fragmento
integrante del mundo circundante real del yo puro, que como centro de toda
intencionalidad también ejecuta aquella con la que se constituye precisamente yo, el
hombre y la personalidad” (p. 146). A esta personalidad le corresponden también
conformaciones de unidad intencional. Estas parecen forman la dimensión inteligible del
hecho “tener personalidad”, pues ellas forman las “menciones” permanentes de uno y el
mismo sujeto. Estas menciones permanentes son denominadas por Husserl, en el
parágrafo 29, como menciones “habituales”. Los hábitos pueden son para el sujeto
empírico disposiciones de costumbre. En cambio, las menciones habituales son del yo
puro. Estas menciones habituales tienen la forma del convencimiento o de la creencia.
En ellas, el contenido de un juicio o una valoración, en su dimensión lógica noemática,
aparecen como los mismos en cada acto de recuerdo. Recuerdo, por ejemplo, haber
disfrutado el aroma del viento por la mañana en verano. Cada vez que recuerdo ese
disfrute se mienta de manera lógica el aroma del viento al iniciar los días de verano.
“Estoy convencido de que disfrutaba el aroma del viento por la mañana en verano”
podría ser otra frase para el recuerdo de aquel disfrute. En los dos casos lo que
entiende no es solo la relación entre el aroma del viento por la mañana y el verano, sino
el disfrute que yo sentía. Esa dimensión noética es la que parece re-establecerse cada
vez que pienso en aquel aroma temprano durante el verano como algo que disfrutaba.
Esta frase muestra convicción en la medida en que la forma de la síntesis es una re-
posición o una co-posición actual, una asunción, de lo “antes” puesto. Sé que es mi
convencimiento que disfrutaba aquel aroma de aquella hora en aquella época del año,
porque en el recuerdo vuelvo a participar en la unidad sintética de ese disfrute. Dejaría
de ser una convicción si el disfrutar dejara de acompañar la unidad sintética del
recuerdo del aroma del viento en aquellas mañanas de verano. Entonces, se convertiría
en una duda, se perdería la convicción: ¿disfrutaba el aroma del viento aquellas
mañanas de verano?
Casi está demás, después de los capítulos precedentes, afirmar que la comprensión del
cuerpo es central para la fundación de la Psicología como ciencia, para la Psicología
fenomenológica y para la correcta orientación de la Psicopatología. La epojé de las
ciencias empíricas, como la neurociencia, y la reducción fenomenológica suspenden la
explicación causal de la relación entre el cuerpo y la subjetividad. Esto se aprecia en el
un pasaje valioso del parágrafo 45 de Ideas II que debe ser citado en extenso para
comprender la vigencia de la discusión fenomenológica en torno a la Psicología como
ciencia experimental. Cuando pensamos en el cuerpo, pensamos en algo espacial. La
espacialidad que a él le interesa enfatizar es una espacialidad subjetiva y no la mera
agregación de órganos. Consideremos el pasaje anunciado:
Pero el cuerpo en cuanto objeto físico está sujeto a influencias físicas, a las cuales se
ligan “consecuencias” psíquicas, sin que yo conozca su más preciso nexo. Y finalmente
llego hasta el cerebro, a sus estructuras y los procesos físicos que tienen lugar en él, que
están en correspondencia con procesos psíquicos, una correspondencia que encierra en
sí alteraciones, dependencias funcionales. Si se altera un proceso del cerebro, ocurre
una alteración del grupo de vivencias concerniente, del grupo de sucesos psíquicos, y
quizá también a la inversa. En la mano encuentro al principio solo esto: el toque
condiciona una alteración del campo táctil de la especie pertinente. Pero después
encuentro una determinada estructuración e la mano, nervios de sensación, finalmente
corpúsculos táctiles y proceso físicos en ellos, y es natural que diga que el campo táctil
“pertenece” específicamente a estas terminaciones nerviosas. No puedo “verles” a estás
el campo, y aunque haga una disección, tampoco podré palparlo. Ésta es, por ende,
primigeniamente, una coordinación empírica que pertenece a la aparición, y luego una
coordinación empírica que pertenece a lo teóricamente elaborado. (2005, pp. 2015-206)
En este extenso pasaje encontramos una de las maneras en que la epojé y la reducción
fenomenológica nos orientan en la diferencia entre el Körper como ese cuerpo
“teóricamente elaborado” por las ciencias naturales y el Leib como experiencia subjetiva
del cuerpo. Esta diferencia hay que comprenderla como el paralelismo restrictivo entre
una cosa física que no se puede relacionar con otra cosa sentida, sino el paralelismo de
la comprensión y de la vivencia de la corporalidad y como un paralelismo que
compromete las dos dimensiones en una sola vivencia del mundo. Como veremos,
pues, el cuerpo puede también experimentarse mecánicamente y esa corporalidad, en
otros tan claramente visible y objetual, siempre se sustraer por su dimensión subjetiva.
Aquí el hiato entre la explicación del cuerpo como organismo y la vivencia subjetiva que
no se explica, pero que la descripción fenomenológica pone sobre la mesa de
discusión.
Husserl, en el parágrafo 40 de Ideas II, caracteriza el cuerpo como “una cosa material
que como campo de localización de sensaciones y de mociones afectivas, como
complejo de órganos sensoriales, como miembro y contramiembro fenomenal de todas
las percepciones cósicas (…), componen un terreno fundamental de la dación real del
alma y del yo” (2005, p. 197). De manera sintética, el cuerpo es una unidad físico-
estesiológica (p. 195). Así, el tercer capítulo de la segunda sección de Ideas II es uno
de los textos más importantes de la filosofía contemporánea, pues ofrece las bases de
la comprensión compleja entre cuerpo sentido (Leib, carne, cuerpo vivido, cuerpo en
primera persona, cuerpo propio) y el cuerpo visto (Körper, cuerpo objeto, cuerpo
objetual, organismo, cuerpo en tercera persona). Estos aportes ligados a la
corporalidad, a la tensión entre Leib y Körper, se puede ilustrar con un ejemplo o un
breve ejercicio descriptivo.
Si estoy preparando pan, llega un momento en que debo mezclar los ingredientes y
formar una masa. Si se pone entre paréntesis las relaciones causales de cómo se
produce “natural” o “químicamente” la masa, tengo la vivencia de mis manos
amasándola. La sensación de amasar es doble y compleja. Empujo, golpe, sacudo y
vuelvo a empujar una cosa material que me genera cierta resistencia, pero una
diferente a la de la mesa donde trabajo. Al mismo tiempo, tengo la sensación de
“sucesos corporales” que no son de la misma forma que el de ser empujada, golpeada
y sacudida de la masa. A diferencia de la relación entre la masa y la mesa, en el que
dos cosas sin vida se tocan, el modo en que mi cuerpo amasa la masa condiciona
sensaciones en él o dentro de él. Las manos que amasan, mi cuerpo, permiten
constituir la forma de resistencia de la masa y de la mesa, pero me ofrecen también la
sensación de mis manos amasando.
El doble sentir la cosa y mi propio cuerpo forma una vivencia que Husserl denomina
“Empfindniss”, un término del alemán arcaico que era sinónimo de Empfindung, para
diferenciar lo que se siente de las cosas en comparación con lo que se siente del propio
cuerpo al sentir el mundo. Antonio Zirión Quijano ha ampliado la lengua castellana para
permitir una mejor comprensión de esta vivencia, denominándola “ubiestesia”.
Ubiestesia es la sensación de mi cuerpo al sentir el mundo. Ubiestesias son las
sensaciones localizadas de la participación del cuerpo en la constitución del mundo.
“Todas las sensaciones ocasionadas tienen su LOCALIZACIÓN, esto es, se diferencian
por los sitios de la corporalidad aparente y pertenecen fenomenalmente a ella” (p. 184),
como afirma en el parágrafo 36. Que las ubiestesias son la manera en que el cuerpo
participa en la aparición del mundo se entiende con un muy importante pasaje de Ideas
II, que merece ser citado en extenso:
El cuerpo, por ende, se constituye primigeniamente de manera doble: por un lado es cosa
física, MATERIA, tiene su extensión, a la cual ingresan sus propiedades reales, la
coloración, lisura, dureza, calor y cuantas otras propiedades materiales similares haya;
por otro lado, encuentro en él, y SIENTO “en” él y “dentro” de él: el calor en el dorso de la
mano, el frío en los pies, las sensaciones de toque en las puntas de los dedos. Difundidas
sobre la superficie de segmentos más vastos del cuerpo siento la presión y la tirantez de
la ropa; al mover los dedos tengo sensaciones de movimiento, y con ello la difusión de la
sensación pasa de manera cambiante sobre la superficie de los dedos, pero en el
complejo de la sensación hay a la vez un componente que tiene su localización en el
interior del espacio del dedo. La mano descansa sobre la mesa. Experimento la mesa
como algo duro, frío, liso. Moviendo la mano sobre la mesa tengo experiencia de ella y de
sus determinaciones cósicas. A la vez, empero, en todo momento puedo poner atención
en la mano y encuentro en ella sensaciones táctiles, sensaciones de lisura y de frío, etc.;
en el interior de la mano, corriendo paralelamente al movimiento experimentado,
sensaciones de movimiento, etcétera. (2005, p. 185)
Las ubiestesias no solo dan razón de la participación del cuerpo en la constitución del
mundo externo, sino que nos ofrecen una particular manera de auto-conocimiento.
Volviendo a nuestro ejemplo, la masa se va pegando en los dedos en grandes
pequeñas porciones. Froto las manos entre sí para reunir la masa que se me va
quedando pegada. Hay la sensación de mi cuerpo jalando la masa y hay
intermitentemente la sensación de “una mano tocando la otra”; “tenemos entonces dos
sensaciones y cada una doblemente aprehensible o experimentable” (p. 186). Una de
mis manos se revela como objeto, pero como objeto sentido, por la otra mano que
siente. Puedo sentir mi piel diferenciada por la masa y por el modo en que una de mis
manos toca la otra.
El cuerpo parece permitir una reversibilidad continua entre lo subjetivo y objetivo del
mundo. No obstante, el “punto de trasbordo” y el “trasbordo mismo” parecen no ser
aclarados completamente. No es evidente la manera en que el proceso causal de las
cosas reales y la manera en que condicionan el cuerpo. El sujeto empírico y el sujeto
del yo puro parecen “hacerse la misma carne” en la experiencia corporal. No obstante,
Husserl se percata ya en la década de 1910 que esta unificación, esta unidad físico
estesiológica, se mantiene en la determinación de las cosas y el cuerpo animado,
dejando todavía por abordar la constitución de las dimensiones espirituales más
complejas y la intersubjetividad. La tensión entre la dimensión animal (estesiológica) y
la espiritual en la persona humana marcarán una de las exigencias más complejas en el
proyecto de la Psicología fenomenológica y reclamarán una aclaración del proceder
trascendental en la fenomenología filosófica. Aprenderemos a esto en el siguiente
apartado.
Cada cuerpo tiene una dimensión solipsista de su propia experiencia, anidada esta en
las sensaciones de la ubiestesia, cinestesia, agencialidad (yo puedo) y orientación
absoluta (punto cero de orientación). Esta vivencia solipsista impide que ciertas “cosas”
del mundo circundante se me presenten como “simples cosas materiales”. Cada una de
estas se me presenta como algo que también se sustrae, por la vivencia de “mi cuerpo”
que cada una de ellas tiene y “los aprehendo como cuerpos, es decir, empatizo en ellos
en cada caso un sujeto-yo con todo lo que le pertenece y con el contenido particular
que cada caso exige” (p. 205). En el encuentro de otros “animales” se me ofrecen
realidades de cuerpos subjetivos, es decir, de cuerpo con subjetividad propia. Esa otra
subjetividad encarnada se me ofrece con una gestualidad que me da los índices de la
vida del otro y cuya expresividad podría ser estudiada en una gramática de la
expresión. Como se sabe, aunque Husserl no lo mencione, que el psicólogo Philipp
Lersch desarrolló una psicología de la expresión que fue muy importante en la primera
mitad del siglo XX.
Sobre el sujeto absoluto, Husserl afirma que es el único que no se puede convertir en
un “índice”. El sujeto absoluto es aquel para el cual “se constituye la naturaleza en su
totalidad, tanto física como la animal” (p. 213). Esta referencia al “sujeto absoluto” es
relevante porque aparece como parte de los temas de maduración filosófica en la
Psicología fenomenológica, aunque también aparece como una de sus mayores
dificultades. ¿Qué es este yo absoluto? Al parecer no es solamente el yo puro reducido.
Tampoco parece ser solo la corporalidad animada. ¿Es el yo empírico como
determinado por las ciencias? Este tampoco parece ser el caso, sino la unidad de todas
estas dimensiones. Si se atiende al curso titulado Problemas fundamentales de la
fenomenología, desarrollado en el semestre de invierno de 1910-1911, se puede
apreciar que la relación entre estas dimensiones reductivas ocupaba a Husserl desde
muy temprano en sus reflexiones. En el parágrafo 7 del curso referido, Husserl afirma
que, en la actitud natural, el yo tiene “experiencia de sí mismo y lleva a cabo
experiencias sobre cosas, cuerpos y yoes ajenos. Esta actitud de la experiencia es la
natural en tanto es la exclusiva del animal y del ser humano precientífico” (2020, p. 90).
Esto significa que en el desarrollo de la Psicología fenomenológica que Husserl va
elaborando en la década de 1910, la noción de sujeto y persona se hacen más
complejas. De hecho, la “actitud natural” señalada en Ideas II parece no coincidir con
aquella que se propuso al inicio de Ideas I; en el segundo tomo encontramos una
ampliación de la noción de actitud natural dividida en naturalista y personalista.
Husserl remarcar en Ideas II, que la reducción fenomenológica permite criticar la actitud
naturalista y señalar la existencia de los cambios de actitud implicados en la vida
práctica y en vida teórica. El estudio de la vida anímica, ligada a la doble experiencia
del cuerpo subjetivo o vivido y del cuerpo orgánico, permite encontrar como residuo un
conjunto importante de experiencias que están ligadas a lo que se denomina
usualmente como “persona”. Este sería el primer rasgo de la actitud personalista. En el
mundo circundante reconocemos no solo cosas y seres animados (como gatos), sino
también personas. Ese primer aparecer diferenciado de las personas es lo que, según
mi interpretación, da paso a la actitud personalista. La actitud personalista, como la
naturalista, parece componerse también de diferentes sentidos. A continuación,
trataremos de caracterizar la actitud personalista, resaltando su novedad y la manera
en que se mantiene a lo largo del trabajo de Husserl.
Así, el estudio de la conciencia absoluta no significa, sin embargo, una pérdida de los
nexos con el mundo. El reconocimiento de la conciencia absoluta permite reconocer a
los otros vivos como portadores de su propia conciencia absoluta. Esta constatación no
solo rompe con el solipsismo cartesiano que surge por la duda metódica que obliga a
dudar de la existencia de otras conciencias. La reducción fenomenológica conduce a la
constitución de la subjetividad encarnada. De esta manera se abren las puertas a la
actitud personalista. Esta actitud también ofrece algunos equívocos que vale la pena
señalar.
Otro sentido de la actitud personalista es reconocer a la persona como otro que posee
un mundo circundante. Así, la persona “es precisamente una persona que piensa,
siente, valora, aspira, actúa y en cada uno de estos actos personales está en referencia
a algo, a objetos de su MUNDO CIRCUNDANTE” (2005, p. 231). En este sentido, el
mundo circundante es el correlato de los actos intencionales. No obstante, a diferencia
de la actitud naturalista, la actitud personalista enlaza la relación entre persona y mundo
mediante la vivencia de la motivación y de la relación práctica. “En un sentido amplísimo
podemos también designar la actitud personal o actitud de motivación –escribe
Husserl– como la actitud PRÁCTICA: se trata siempre del yo que actúa o padece, y
justo en el auténtico sentido interno” (p. 235). Por su parte, Villanueva resalta el
reconocimiento de las personas en su dimensión comunicativa, comunitaria (2008, pp.
52-55). En esta dimensión de la actitud personalista, las personas están reconocidas
como miembros de mundos circundantes. En este punto aparecen las primeras
dimensiones de las personalidades de orden superior.
En esta segunda dimensión, los individuos se asumen unos a otros como personas y no
como entes psicofísicos en los que se asume (introyecta) la existencia de un alma.
“Vivir como persona es ponerse a sí mismo como persona, hallarse en relaciones de
conciencia y entrar en relaciones con un ‘mundo circundante’” (2005, p. 229), afirma
Husserl. La persona se presenta como punto central de un mundo circundante. La
personalidad aparece como un fenómeno irreductible en la actitud personalista, en ella,
los gestos se ofrecen como notificación de la vida personal (238). La persona implica el
conglomerado de personas, esto es la experiencia comprehensiva de la existencia del
otro. En esta relación mutua de comprensión (relación de intracomprensión), las
personas pueden aparecer como personalidades de orden mayor (familias,
instituciones) o como personas individuales (p. 239). En este sentido, el mundo de las
personas es un “mundo comunicativo” (Ibídem), en el que las personas pueden
desprenderse unilateralmente para formar relaciones comunicativas menores. En esta
segunda dimensión se pone en juego la conciencia de los congéneres, de los otros
como uno mismo, con los que uno se encuentra entrelazado, formando comunidades
interpersonales.
Por una parte, se encuentra el mundo circundante o mundo externo del espíritu común.
Este es “el mundo de las objetividades intersubjetivamente constituidas, de espíritus, de
comunidades espirituales, de cosidades espiritualizadas y meras cosas de la
naturaleza” (p. 224). Estas objetividades se presentan en una comunidad, pero
percibidas de manera particular por cada individuo; esto supone que la objetividad no
reprime la perspectiva individual y esta forma parte de aquella. En esa formación
dinámica se puede “reconocer mediante mutuo entendimiento que las dadas a él y a
sus compañeros son una y la misma” (Ibídem). El mundo circundante, o el mundo
objetivo intersubjetivo, es dinámico y solo tiene lugar por la participación de sus
integrantes.
En segundo lugar, está la esfera inmanente subjetiva del sujeto singular que hace
posible esa objetividad intersubjetiva del mundo circundante. Cada individuo vive la
objetividad como una experiencia primigenia que es meramente suya. Esa vivencia
individual de la objetividad es para quien algo “dado originariamente”; la perspectiva de
la primera persona se hace irremplazable. Como afirma Husserl:
Esta dificultad de los dos mundos y de los dos sujetos parece ser resulta, a primera
vista, por un paralelismo empírico y eidético. No obstante, el problema se mantiene
cuando se pregunta por el modo en que esas dimensiones paralelas se relacionan.
Como se sabe, Husserl y Edith Stein habían ya discutido sobre este problema de la
constitución desde la organización de los borradores de Ideas II, y que una de las
razones por las que Husserl no publicó ese tomo fue el no estar completamente seguro
de haber encontrado una respuesta suficiente. En ese contexto aparecen los estudios
sobre los estudios genéticos y de constitución del mundo personal, así como la
ampliación de la Psicología fenomenológica. Es verdad que Husserl intentará responder
a esos problemas mediante los textos titulados Juicio y experiencia, en los que trata de
comprender sus avances de lógica desde el punto de vista trascendental inaugurado en
1913 y desarrollado en los siguientes años. Consideramos, sin embargo, que la
complejidad de la Psicología fenomenológica del yo puro y de la intersubjetividad en la
actitud personalista son parte de estos intentos de aclarar el problema del doble yo y de
la constitución.
Una vez que el mundo queda remitido a la subjetividad [reducción fenomenológica que
conduce al yo puro] se torna cuestionable de modo tan general que se vuelve sobre
nosotros mismos como entidades mundanas. Un análisis de este punto lleva a la
conclusión de que todas las ciencias positivas y sus objetos deben someterse a
reducción, así́ como también lo psíquico, razón por la cual ni la psicología empírica ni la
psicología pura son una solución al problema sino que hay que apelar a la subjetividad
trascendental.
Se plantea de este modo una suerte de duplicidad en que «nosotros» implicaría a los
sujetos de la vida anímica y también a los sujetos de la vida trascendental constituyente
del mundo. Este desdoblamiento no es disruptivo, dado que apunta al yo como sujeto de
la conciencia ante el que se revelan todas las cosas, incluido el yo apercibido. A él
accedemos por medio de una experiencia trascendental. La reducción trascendental está
en un nivel superior a la reducción psicológica y se orienta a poner entre paréntesis la
subjetividad psico-lógicamente pura. Emerge entonces la subjetividad trascendental y la
mirada se dirige ahora a las vivencias puras. De este modo aparece el paralelo del
campo psicológico ilimitado, al que se accede también por un método reductivo paralelo.
(2018, p. 188)
Husserl considera al final del parágrafo 44, que se puede abordar la dimensión
subjetiva del ser humanos desde diferentes vías. Una de ellas, consistiría en el estudio
de la constitución de las objetividades, cualquiera que estas sean. Todas ellas, al ser
estudiadas en su constitución perceptible (como en el caso de la espacialidad y
temporalidad de un cubo rojo sobre una mesa) conducen a la aparición de horizontes y
elementos que provienen de la conciencia, de la dimensión subjetiva. Las objetividades
aparecen en el mundo circundante y esta mundanidad remite a la dimensión subjetiva.
La vida subjetiva puede darse como inmotivada en el abordaje teórico, pero en ella
irrumpe la vida motivada de la vida práctica. Al estudiar la vida subjetiva no se puede
permanecer solo en la actitud teórica, sino deben ser discutidas las dimensiones
valorativa y práctica.
También plantea Husserl que el estudio de la subjetividad implica el estudio de la
constitución de las objetividades. Esto supone que la subjetividad remite siempre al
mundo, remite intencionalmente a las unidades noemáticas. Además, comprende que el
estudio de la subjetividad debe tomar en cuenta la crítica sistemática de la
consolidación de la Psicología. La Psicología como ciencia de la subjetividad debería
ser capaz de explicar los fundamentos teóricos de las ciencias naturales y humanas.
Esto significaría que la Psicología debería clarificar sus propios fundamentos y de todas
las ciencias. Entonces, no bastaría solo una Psicología empírica (psicofísica) ni una
Psicología fenomenológica (centrada solo en el yo puro), sino una Psicología
fenomeológica trascendental. Ella debe retomar el trabajo que histórica y
sistemáticamente la Psicología como ciencia particular dejó de lado. Consideremos esta
reflexión husserliana en un pasaje extenso del parágrafo 44:
Esto abre una ciencia eidética de la esencia de lo psíquico en contraste con lo descriptivo
y luego posiblemente un mayor esfuerzo hacia ciencias humanas concretas. Las ciencias
naturales concretas contrastan con una doctrina general de la naturaleza, ya sea
empírica o eidética (física, química, biología). Esta psicología sería por tanto la ciencia
básica de las humanidades, es decir, la que establece todos los principios y teorías
explicativas de manera general para las explicaciones que van más allá de la mera
descripción en las humanidades especiales. Sin embargo, esta Psicología nunca fue
entrenada, simplemente porque en los tiempos modernos la psicología naturalista, la
psicología como ciencia natural, se ha subordinado a ella, y porque la psicología misma
nunca pasó a desarrollar una psicología interior pura que le fuera necesaria. Se puede
decir que la psicología de Locke fue un intento de tal psicología interna, pero fallido, a
partir del cual no pudo hacer las distinciones esenciales y, además, no vio la esencia y
los "problemas de intencionalidad" en absoluto. Pero ese es otro punto principal.
Cualquiera que no vea la esencia de la intencionalidad y la metodología especial
asociada con ella, tampoco podrá ver la esencia de la personalidad y los logros
personales. Así vemos que la psicología fenomenológica es el fundamento explicativo
unificado, tanto para el estudio natural de la mente como para el estudio personal de las
ciencias humanas. En consecuencia, sin embargo, también para las disciplinas que
todavía son posibles, que surgen de la alternancia de la actitud personal y natural, me
refiero a las disciplinas que, por así decirlo, la psicofísica de la espiritualidad social, por
ejemplo, como estudios raciales, como investigación en los paralelos empíricos entre el
carácter nacional físico y espiritual y de la misma puede afectar.
De esta manera, señalamos que existe en los mismos textos de Husserl un uso
equívoco del término Psicología fenomenológica. En algunos casos, se refiere al
estudio de los actos de la conciencia (como en Ideas I), después a la ampliación del
proyecto del estudio del mundo personal y espiritual en Ideas II. Posteriormente, la
referencia cambia a esta nueva forma de Psicología fenomenológica trascendental que
no reemplaza a la Psicología como ciencia particular, sino que la fundamenta junto a las
otras ciencias. Entonces, la crítica a la Psicología que supone la Psicología
fenomenológica se dirige a la Psicología como ciencia empírica (que conduce a la
naturalización de la conciencia y sus paradojas) y al proyecto sistemático e histórico de
la Psicología como ciencia absoluta de la subjetividad. La primera crítica es la que
aparece en su discusión contra el Psicologismo ya en IL. La segunda crítica se hace
más clara a partir de 1907 con el giro trascendental de su filosofía y con la crítica
histórica que se aprecia en torno a La idea de la fenomenología, La filosofía como
ciencia estricta y Filosofía primera.
Lo que aquí se plantea como una paradoja es la experiencia del fundamento ontológico
y gnoseológico de todo el desarrollo de la Fenomenología como fundamentación de las
ciencias. Tanto la intencionalidad, como la epojé y las reducciones se encuentran aquí
en la doble cara de la actitud natural y personalista prácticas o naturalizadas frente a la
actitud fenomenológica y personalista trascendental. Lo que aparece como paradoja es
lo siguiente. Por una parte, siendo los seres humanos individuales, empíricos, finitos,
biológica e históricamente determinados, son ellos capaces de acceder al conocimiento
del mundo como una estructura trascendental eidética; esto significa el acceso al
conocimiento apodíctico. La demostración de esto son las Ciencias exactas y los
principios lógicos; así como el éxito de las Ciencias positivas. Por otra parte, sin
embargo, teniendo ese acceso al conocimiento apodíctico, por qué resulta tan difícil
establecer un fundamento común para las Ciencias y cómo es posible que la
subjetividad que accede a ese conocimiento esté naturalmente determinada. ¿Cómo es
posible que existe un mundo para el sujeto, si solo existe el sujeto por la existencia de
un mundo?
¿Cómo es posible ser un sujeto del mundo y un sujeto para el mundo? ¿Cómo es
posible que la subjetividad de la humanidad constituye el mundo, siendo esa
humanidad parte del mundo? Una de las vías de trabajo de esta paradoja consiste en
afirmar que el yo trascendental se constituye en la apercepción del yo puro de los actos
de conciencia que permiten la determinación de las esencias en los hechos. Estos
hechos se ofrecen a los seres humanos en su inagotable riqueza fenoménica, en
conexión sus horizontes, en una palabra, se ofrecen en y como el mundo. Este mundo,
entonces, se ofrece como hecho y esencia. Esta unidad es percibida tanto en la actitud
natural como en la personalista, tanto en su modalidad práctica como intelectiva o
teórica. No obstante, esa unidad solo es destacada, estudiada en su diferenciación,
mediante el método fenomenológico.
De lo que se acaba de comentar, parece que debe aceptarse que el sujeto humano
actuá de diferente manera en la constitución del mundo. Esta vía de explicación es
interesante, porque significa que el sujeto trascendental que da la garantía de validez
apodíctica intencional al mundo, está encarnado como “hombre en el mundo”, es decir,
“todo hombre ‘porta en sí un Yo trascendental’; pero no como parte real como estrato
de su alma (…), sino en la medida en que él es la autoobjetivación del Yo trascendental
concernido (…)” (p. 196). Solo la autorreflexión fenomenológica es la que puede
demostrar esta autoobjetivación. Articulando este pasaje citado con nuestra
interpretación, se puede afirmar que la unidad del ser humano aparece en diferentes
niveles de constitución, según la actitud que se vaya tomando con respecto a esa
unidad que está co-fundada con el mundo. Veamos esto brevemente.
Cuando el ser humano se ocupa de sí mismo, puede adoptar una actitud naturalista o
personalista. Bajo la actitud personalista natural, las personas aparecen como
miembros de la sociedad en la que uno vive. Bajo la actitud naturalista puede enfatizar
el doble carácter psico-físico de su corporalidad sentida. Esto Husserl lo estudió como
un modo de la constitución de la realidad animal o animada. Se puede hacer todavía
abstracción a la dimensión psíquica del ser humano, concentrándose en aquello que se
da en los actos de conciencia. Así parece que el camino conduce a la Psicología
descriptiva, o, según el método, a la Psicología fenomenológica pura. Así, el yo puro
puede diferenciar y reconocer los componentes ingredientes e intencionales que
aparecen como fenómeno en los actos de conciencia. Se puede, además, ampliar esta
conciencia pura a la existencia de otras conciencias capaces de realizar estos actos.
Eso conduce a la variación imaginativa que ofrece la capacidad de encontrar aquello
que se mantiene en la conciencia pese a las variaciones que hagamos de un fenómeno
determinado. Esto debería brindar seguridad que lo que conoce el yo puro sea
susceptible de ser conocido por cualquier otro yo. Ahora bien, ¿quién es el sujeto que
se percata de estas diferentes dimensiones del individuo humano que se ofrece como
unidad psicofísica y como capaz de contemplar las esencias apodícticas que se ofrecen
en la intersubjetividad? Este yo sería el yo trascendental. El yo trascendental sería el
modo en que el yo puro reflexiona sobre sí mismo; sería una forma de autoconstitución
y de autoobjetivación de la conciencia reflexiva.
Sería tarea también de una fenomenología trascendental radical el poder dar cuenta de
la unidad de todas esas dimensiones. Como se sabe, esa aspiración condujo a Husserl
a las investigaciones generativas, en las que se ocupa de los problemas liminares de la
fenomenología. Problemas ligados a la historicidad de la persona, el nacimiento, la
infancia, el dormir, la vigilia, la conciencia animal, la muerte y la constitución de
personalidades de orden superior, como la familia, la sociedad y el Estado. De manera
fundamental, la existencia de todas estas dimensiones de la realidad unitaria parece
depender de los sistemas de intencionalidad y de los sistemas de concordancia de la
intencionalidad que posee el yo puro (2009, p 88).
La unidad del yo empírico y trascendental parece ganar una aclaración más interesante,
cuando la investigación genética presta atención a la tensión entre el cogito fluyente y el
yo como sustrato de habitualidades. Por una parte, la conciencia forma actos continuos
que responden a todo lo que el mundo ofrece al sujeto. Este carácter del aparecer tiene
mucha relación con los procesos vitales del ser humano (comer, dormir, despertar, ir y
venir, trabajar, etc.) y la estructura trascendental que los sostiene, en tanto sistema de
intencionalidades (referidas a cada actividad) y los sistemas de concordancia de la
intencionalidad (según las expectativas y decepciones que se cumplen en la percepción
del cogito fluyente). El desarrollo de esas experiencias no pasa neutralmente para el
sujeto, sin afectarle; por el contrario, forman parte de la estructura de afectividad y
motivación que ya referimos en el capítulo precedente. Todas estas experiencias
forman sustratos en la vida de los actos de la conciencia pura y se materializan en
actitudes y motivaciones particulares del sujeto. Así, como parte de la génesis
trascendental, “con cada acto de un sentido objetivo nuevo que irradia de él, gana una
propiedad nueva y permanente” (p. 89).
Al constituirse el yo a sí mismo, a partir de la propia génesis activa, como sustrato idéntico de las
propiedades permanentes del yo, se constituye también ulteriormente, como yo personal estable
y permanente (…); en medio de tales transformaciones, empero, el yo acredita un estilo
constante, con una ininterrumpida unidad de identidad, un carácter personal (p. 90).
Entonces, parece haber un constituir del sí mismo del yo. Pero este sí mismo es
dinámico, seguramente, tal como vimos con la tradición, que no puede ser recibida ni
sostenida de no ser por una participación activa que hace dinámicos y renovados los
contenidos culturalmente heredados. Esto le permite a Husserl diferenciar el yo como 1)
polo idéntico, 2) como sustrato de habitualidades y 3) el ego como mónada.
El ego como mónada responde al yo en su plena concreción (2009, p. 91), así lo señala
en el parágrafo 33 de Meditaciones. En el ego monádico coinciden el ego trascendental,
el ego psicológicamente puro y, al parecer, el psico-físico, dada su concreción. “Es
claro, que por cuanto el ego monádico abraza toda la vida real y potencial de la
conciencia (…)” (p. 94), deba converger en él todos los problemas constitutivos en
general, según aclara Husserl. Tal es el papel del sujeto trascendental en toda esta
aclaración, que el ego monádico solo puede aparecer como el siguiente paso en la
reducción del ego puro. Tras esa reducción fenomenológica psicológica, se requiere
una reducción trascendental que permita descubrir el ego fáctico a partir de los
principios apodícticos que pertenecen al ego en cuanto ego en general (p. 97).
Es relevante para nuestros fines, resaltar que el descubrimiento apodíctico del ego
fáctico del ego puro comprende el estudio de la génesis constitutiva de esa subjetividad
personal. En este sentido, los problemas liminares de la fenomenología vuelven a ser
mentados por Husserl. Uno de ellos, y con mucha razón, es el de la primera infancia. Si
es gracias a una génesis esencial que el yo puede tener la experiencia de una cosa, y
dado que tal experiencia implica la sedimentación de habitualidades; se sigue que la
historia del desarrollo esencial del ego juega un papel importante en la constitución del
yo trascendental y del yo monádico en su absoluta concreción. “Con razón se dice que
en la primera infancia tuvimos primera que aprender a ver las cosas y que tal
aprendizaje tuvo que preceder genéticamente a todos los demás modos de conciencia
de cosas” (p. 105), escribe Husserl en el parágrafo 38 de Meditaciones cartesianas. La
historia personal de individuo, entonces, es relevante para la formación del yo central
(p. 106); ya que en las síntesis pasivas de las experiencias del yo puro se sedimentan
todos aquellos actos que han ido afectando al ego en desarrollo. En este sentido, todo
lo que se denomina desconocido tiene una “forma estructural de lo conocido” y todo lo
conocido remite a un originario llegar a conocer, dice Husserl (Ibídem).
Toda esta explicación se dirige a explicar que tras la Psicología fenomenológica del yo
puro, se abre una Psicología trascendental de la génesis de la constitución del yo
monádico. Eso es lo que tendríamos expresado en gran parte de los textos que se
acumulan en las décadas de 1920 y 1930, aunque sus primeras intuiciones se hayan
planteado ya a principios de la década de 1910. El yo trascendental tiene la forma de
una reflexión produce por el yo puro (en tanto gestos de los actos de conciencia y polo
antagonista de los otros y el mundo). El yo trascendental, mediante el método
fenomenológico, puede reintegrar en una visión apodíctica la relación entre el yo puro y
el yo fáctico como unidad monádica. Parece que en este sentido se puede comprender
el importante pasaje del parágrafo 45 de Meditaciones cartesianas, cuando Husserl al
rememorar lo avanzado en las meditaciones precedentes considera que la puesta entre
paréntesis, y la reducción fenomenológica y trascendental avanzada, lo condicen a
“percatarme de mí como ego trascendental que en su vida constitutiva constituye todo
lo que en cada caso es para mí objetivo (…)” (p. 133). En esa constitución aparecen el
yo en todas sus constituciones, en sus vivencias actuales y potenciales, en sus
habitualidades personales y a forma de su yo idéntico. Así, el yo trascendental realiza,
al conocerse, una “apercepción mundanizante de mí mismo (verweltlichende
Selbstapperzeption) en las correspondientes síntesis constitutivas (…)” (Ibídem). Estas
formas de apercepción sedimentadas en la historia personal del individuo no son, sin
embargo, su autobiografía evidente, sino parte de su historicidad trascendental, la
realización de sentido y validez que las apercepciones forman en el transcurso de sus
síntesis pasivas, ligadas a la intencionalidad operante, y activas, ligadas a la
intencionalidad tética (Husserl, 2009, p. 219).
4.7. Transición
Entre las muchas preguntas abiertas, cuentan las que Husserl tematizó en los textos
organizados bajo el título Grenzprobleme der Phänomenologie (2013b). “Sind die
Weltvorkommnisse ‘Geburt’ und ‘Tod’ traszendental Indizes für eine unweltliche,
übernatürliche Seinsweise der Monaden, für einen Übergang in eine Seinsstil, der in
den Methoden der weltlichen Erkenntnis prinzipiell unzugänglich ist?” (Hua XLII, p. 81).
„Wie steht es mit der Affektion, mit dem Reiz auf das Ich, und den Instinkten?“ (Hua
XLII, p. 133). A lo que se suman las preguntas por la relación entre el cuerpo sentido y
el cuerpo visto, entre Leib y Körper, o sobre la constitución de la personalidad y la
identidad personal. En este conjunto de preguntas, no eran extranjeras las preguntas
por los estados “anormales” de la razón: “Pero entonces se imponen nuevas preguntas
concernientes a esta humanidad: ¿las objetivaciones de los locos son también
objetivaciones de sujetos que entran en cuestión para la realización de la constitución
del mundo?, ¿qué sucede, además, con los niños, incluso aquellos que ya tienen
alguna conciencia del mundo?” (1991, pp. 197-198). ¿Cómo respondieron los autores
más recientes a estas preguntas abiertas por la Psicología fenomenológica
trascendental? Esta es una pregunta que responderemos en el siguiente capítulo,
atendiendo a una comparación crítica de los aportes de Hermann Schmitz y Thomas
Fuchs.