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CASO 1

La paciente es una mujer de 21 años, soltera, de clase media-baja. A nivel familiar y


social no presenta problemas, pero sí informa de una situación económica y laboral
preocupante. La paciente no presenta antecedentes de problemas de salud físicos o
psicológicos, aunque expuso que su madre seguía un tratamiento farmacológico desde
hacía 20 años por problemas de ansiedad.
En el momento en que acudió para recibir tratamiento presentaba miedo intenso a los
espacios abiertos y ataques de pánico desde hacía un año. Informó que se encontraba
seriamente incapacitada a causa de su evitación fóbica y el temor de nuevas crisis de
pánico.
Los miedos fundamentales son a los medios de transporte, los lugares concurridos, los
espacios abiertos y amplios, el ascensor, y los lugares elevados.
Relató que el primer episodio de pánico ocurrió con su novio, hacía aproximadamente
un año cuando ambos emprendieron una carrera para conseguir subir a un tren que
estaba a punto de salir. Consiguieron llegar a tiempo, se sentaron y la paciente comenzó
a sentir palpitaciones, sudoración, sequedad de boca, temblores y sensación de ahogo.
Rápidamente bajaron del tren y desde entonces la paciente no había vuelto a utilizar
este medio de transporte. Un episodio parecido sucedió posteriormente, estando en un
automóvil con unos amigos. Desde entonces la paciente comenzó a evitar el coche en la
medida de lo posible, o consentía subir siempre y cuando tuviera seguridad de poder
parar en caso de necesidad. Otro ataque de pánico sucedió estando en las fiestas de su
pueblo en una plaza de toros, mientras subía unas escaleras muy concurridas para llegar
a las gradas; se repitieron los síntomas y tuvo que escapar de la situación.
Desde estos episodios, los lugares amplios, abiertos, concurridos y elevados, han sido
evitados por la paciente siempre que le es posible.
Sus episodios actuales ocurren aproximadamente cada tres semanas, dándose con
mayor frecuencia en el trabajo, en donde se siente incapaz de salir con facilidad. Estas
situaciones incluyen: reuniones en donde tienen que hablar ante los demás, o
situaciones en donde se tiene que mantener durante toda la reunión y no es bien visto
que alguien salga de la misma. En estas situaciones, la paciente tiene un fuerte deseo de
escapar o huir, de cualquier situación en la que comienza el ataque de pánico. Aunque
los episodios suelen durar sólo unos minutos, la paciente no es capaz de soportar esto y
siente una fuerte necesidad de tomar aire fresco. En esos momentos, lo que más le
preocupa es tener un ataque al corazón, desmayarse o perder el control.
En cuanto al miedo y evitación al ascensor, la paciente relató que comenzó al pensar
que podría tener un episodio parecido si subía, estuvo una semana sin utilizar el
ascensor hasta que se obligó a intentar subir en él y tuvo una crisis de pánico. Desde
entonces no ha vuelto a subir en ningún ascensor.
La paciente refiere haber desarrollado un intenso temor a estas "crisis", temor que la ha
llevado a evitar situaciones o actividades tales como salir con amigos, utilizar sola los
transportes públicos como autobús y tren, acudir a reuniones, etc.
La paciente ha acudido al servicio de emergencias en tres ocasiones a causa de sus
ataques de ansiedad. Durante estos episodios su ansiedad era muy intensa,
acompañada de fuertes dolores en el pecho. La primera vez que acudió a urgencias, se

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le realizó una prueba cardiaca para asegurarse de que su corazón estaba funcionando
adecuadamente; la prueba no ha revelado alguna anomalía cardíaca. Sin embargo, la
paciente no está completamente convencida de que los médicos que la han visto la
hayan evaluado adecuadamente, y cree firmemente que "Tendrá un ataque al corazón"
o "Podrá morir". Le preocupa, fundamentalmente, la sensación de falta de aire, el
mareo y las palpitaciones que le llevan a temer la posibilidad de desmayarse, de
ahogarse, de morir asfixiada.
CASO 2
El paciente es un hombre de 19 años de edad, quien acudió en busca de tratamiento
psicológico a causa del alto grado de ansiedad y nerviosismo que experimentaba cuando
se encontraba en situaciones sociales donde podía ser observado o evaluado por otros
(p. ej., hablar delante de sus compañeros de clase) y mientras estaba haciendo alguna
actividad (p. ej., comer delante de otras personas). Además, tenía miedo de estas
situaciones no sólo porque podía actuar de un modo que le hiciera sentirse violento o
humillado (p. ej., hacer el ridículo), sino también porque los otros podrían darse cuenta
de que se estaba poniendo nervioso. De forma especial, el paciente tenía miedo de
ruborizarse cuando se encontraba en las situaciones sociales mencionadas. Las
situaciones sociales que más temía y evitaba eran iniciar y mantener conversaciones con
gente desconocida y, comer en público y hablar delante de un grupo de personas.
Durante las sesiones de evaluación el paciente informó que su problema empezó
durante su infancia cuando asistía al colegio, concretamente, recordaba ser un niño
tímido y como no se relacionaba con otros niños a causa de su timidez, se reían de él.
Los pensamientos que habitualmente le vienen a la mente son: “Estoy perdiendo el
control”; “Pareceré tonto”; “Soy inadecuado para esta actividad”; “Causaré una mala
impresión”.
El paciente refirió que este problema le estaba interfiriendo gravemente en todas las
áreas de su vida (los estudios, la vida social, el tiempo libre, la relación de pareja y la
relación familiar).

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