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se reconocerá el derecho de Berceo a la paternidad del Alexandre. Tengo


confianza en que la versión reconstruida incluida en estas páginas consti-
tuirá un gran paso en esta dirección" . 34

GILBERTO TRIVIÑOS
Universidad de Concepción, Chile.

MÚSICA Y CANCIÓN E N E L T E A T R O D E L O P E D E V E G A

Noel Salomón, en sus imprescindibles Recherches sur le theme paysan


dans la "comedia" au temps de Lope de Vega, dedica sesenta páginas a
estudiar la música en las obras del Fénix. Pero lo que realmente preocu-
paba a Salomón era saber si los instrumentos musicales empleados en esas
obras eran verdaderos instrumentos rústicos y si los cantos y danzas que en
ellas aparecen son los mismos, que, hacia 1600, practicaban los campesi-
nos. Apenas si le interesaba otra cosa; de ahí que sólo muy marginal y muy
esporádicamente Salomón se refiera a otros aspectos. Aspectos que, para
mí, son capitales.
Desgraciadamente, del teatro de Lope —un teatro al que, y refiriéndose
a muchas de las comedias "rústicas", el mismo Salomón define como
"piezas líricas mezcladas de música y danza"— no nos ha llegado más que
el texto. Y, sin embargo, sabemos la decisiva importancia que la danza y la
música tienen en muchas de sus obras. Incluso las acotaciones son escasas
y, en bastantes casos, imprecisas. E n la comedia hagiográfica Santa
Teresa de Jesús la acotación dice: "Cantan dentro". Y en seguida Teresa
pregunta: "¿Escuchasteis la canción?". Y más adelante, la rúbrica será:
"Cantan otra vez"; y la pregunta:

¿Habéis, por ventura, oído


las dulces voces que yo?

Bien es verdad que sólo la futura Santa oye las canciones; pero esto es
otra cuestión. L o cierto es que las acotaciones indican claramente el canto,
y que nosotros no sabemos cuál haya sido. E n El rústico del cielo, Francisco
dice:

Ea, todo el mundo diga


con mucho gusto y placer
unas coplas que hemos hecho
con ayuda de vecinos.
Y más abajo:
Ea, todo el mundo diga
con mucho gusto y placer:
¿Qué haré para me salvar?
Creer y obrar.

34
D A N A N E L S O N , "Estudio p r e l i m i n a r " , op. cit., p. 26.
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Éstos son los versos finales del segundo acto; pero van seguidos de esta
acotación: "Todos respondan, y diga el hermano las coplas solo y respon-
dan los demás". Es claro que lo que los demás tienen que responder son los
dos últimos versos mencionados; pero, ¿cuáles son las coplas? E n la antes
citada Santa Teresa de Jesús nos encontramos con la siguiente escena:

Danzan Teresa y D. Juan

V A L L E . - ¡Buen aire!
D. R A M I R O . - E n extremo danza;
ella se lleva la palma.
D. D I E G O . - Medida me toma al alma
el compás de esta mudanza.
V A L L E . - Es lo que hay que desear.
T E R E S A . - Cansada quedo, a fe mía.

Pero, ¿quién canta o toca, si nada se indica ni figuran músicos en el


reparto? E n general, nos encontramos con fórmulas del tipo de "toquen los
músicos", "canten", "músicos", "tocan, cantan y bailan", etc. A las veces,
Lope se desentiende. E n el tercer acto de Amor secreto hasta celos el
Príncipe va a ver a una dama; Octavio le pregunta si los músicos deben
cantar.

PRINCIPE.- Canten, que es seña


con que me dijo una dueña
que a la ventana saldría.
Cantad por que salga el día;
será la noche pequeña.

Y la indicación de Lope reza: " L o s músicos canten lo que quisieren".


Pero, ¿qué era lo que cantaban esos músicos? E n buen número de casos,
canciones en boga. D. Diego, en Por la puente, Juana, pregunta:

Señores músicos, ¿saben


la letra que agora se canta:
Por la puente, Juana,
que no por el agua?
MUSÍ.- S Í sabemos.

Y de esta forma sabemos también nosotros que la cancioncilla que dio


título a la comedia, y que habría de ser recogida por Correasen su Vocabu-
lario, era popular hacia 1624-25, si aceptamos la datación propuesta por
Morley y Bruerton. E n la "acción en prosa" La Dorotea, I I I , p. 247, Julio
dice: "¿qué espectáculo, qué música, qué vino como ella misma, para que
descanse mi amado preso, como dize la letrilla que agora cantan?". Claro
que la seguidilla citada:

Galeritas de España
parad los remos,
para que descanse
mi amado preso
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era conocida, por lo menos, treinta años antes, pues que figuraba ya en
Los cancionerillos de Munich (1602). No olvidemos, no obstante, que
Lope dice en la dedicatoria al Conde de Niebla: "Escriví La Dorotea en
mis primeros años..."
E n otras ocasiones Lope es menos explícito respecto a la popularidad
de la canción. E n El galán escarmentado, Ricarda y Roberto mantienen el
siguiente diálogo:

R I C - ¿Ah, Roberto?
ROB.- ¿Quién me llama?
¡Oh, hermosa! Pues, ¿con galán?
R I C - Es hermano de mi dama.
R O B . - Necio en matarse, le llama,
donde tal pago le dan.
Ahí entra la canción:
¿Para qué, para qué, para qué,
con moza de cántaro tanta fe?

Algo semejante ocurre en El principe perfecto, 2 parte, cuando Tristán


a

dice:

Ya, como tengo licencia


del señor Embajador,
sin ella me entro, Leonor,
a vuestra hermosa presencia.
Temprano estáis levantada;
presto tomasteis consejo
con el cristal del espejo;
ya estaréis enamorada
de vos misma; que también
dan los espejos aviso
de la fuente de Narciso,
y aquí entra la copla bien:
Si no habéis de dar favores,
sino a quien se iguale a vos,
a solas podréis con vos
andar, señora, de amores.

L a canción no era nueva: Pedro de Padilla la había recogido en su


Tesoro (1580). Pero en otras ocasiones Lope nos da la canción sin anun-
ciarla en modo alguno. Cuando Lucrecia, en La mal casada (para Morley y
Bruerton escrita entre 1610-1615), se disculpa ante D. Juan de sus dos
casamientos, debidos al consejo de su madre " a quien tanto ofusca / la
codicia del dinero", nos suelta, de sopetón, una canción que debía de ser
coetánea, ya que la encontramos en un ms. fechado en 1620:

L U C - De las desdichadas
yo soy la una;
sigúeme la rueda
de la fortuna.
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Treinta y cuatro años, por lo menos, tendría de vida otra cancioncilla


que Lope recoge en una comedia autógrafa (Del monte sale quien el monte
quema, fechada el 10-X-1627), puesto que aquélla había aparecido ya en el
Ramillete de flores, publicado por Pedro de Flores en Lisboa, 1593. E n
dicha obra, habla Narcisa:

Como eso hará la Fortuna,


que es tela de tornasol.
Púsoseme el sol,
salióme la luna,
más valiera, madre,
la noche escura.

Más antigua, sin embargo, es otra canción que figura en una obra
bastante anterior. L a canción la recoge el ms. 17.698, fechable entre 1560 y
1570, en tanto que Morley y Bruerton sitúan La hermosura aborrecida
entre 1604 y 1610. E n ella Belardo, como su hija le pidiera un barbero que
la sangrara, comenta:

Caracoles habéis comido


y mal os han hecho;
menester os habéis sangrar
de la vena del pecho.

Para los tantas veces citados Morley y Bruerton El engaño en la verdad


es de "incierta autenticidad", aunque añaden que "si es de Lope, es de 1612-
1618". E n ella Danteo llega a la aldea con noticias frescas para Leonardo. Y
esto es lo primero que dice:

Romerico, tu que vienes


donde mi señora está,
dime las nuevas de allá.
Leonardo, buenas las tienes;
buena está tu Serafina,
y bien cerca de esta aldea.

Pero los tres primeros versos de Danteo son, ni más ni menos, una
canción del siglo XV, canción que, con música de Juan del Encina, había
sido incluida en el Cancionero musical de Palacio.
L o que acabo de exponer permite ya un doble planteamiento: textual y
musical. Respecto a los textos —y hasta este momento estoy hablando sólo
de canciones conocidas, no de las creadas por Lope— nos encontramos con
lo siguiente: a) Lope recoge canciones populares en ese momento y así lo
hace saber; b) Lope nos anuncia la aparición de una letra, pero sin indicar-
nos si es conocida o no; y c) Lope introduce la canción sin indicación de
ningún tipo. Este último caso plantea, evidentemente, un problema serio:
el de su reconocimiento como canción, primero, y el de su identificación,
después.
Pero no es de esto de lo que voy a ocuparme aquí, sino de algo que, a
partir de ahora, tendremos que tener siempre presente cuando hablemos de
las canciones, porque es inseparable de las mismas.
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Me estoy refiriendo al ya apuntado aspecto m u s i c a l . Y es que es éste,


quizá, el que más problemas plantea. N o me refiero a la m ú s i c a de esas
canciones. Muchas, como acabamos de ver, eran populares; viejas o moder-
nas, pero conocidas. Para otras, invención de L o p e , escribieron partituras
m ú s i c o s afamados, como J u a n Blas. N o ; no me refiero a esto, sino a algo,
para m í , no menos preocupante: ¿ c u á n d o se cantaban las canciones? Por-
que L o p e , a u n olvidándonos de la escasez y parquedad de sus indicaciones
a este respecto, a c u m u l a las dificultades por otro lado: el de las funciones de
la p r o p i a c a n c i ó n . Recordemos u n o de los ejemplos citados: el de L u c r e c i a
en La mal casada quejándose, ante D . J u a n , de su fortuna: 1

De las desdichadas
yo soy la una;
sigúeme la rueda
de la fortuna.

T o d a su desdicha viene de esos casamientos realizados por mor de la


codicia de su madre. T i e n e razón para quejarse. Y la c a n c i ó n encaja tan
perfectamente que podría pasar desapercibida. Pero la cuestión, ahora, es
ésta: reconocidos e identificados esos versos c o m o c a n c i ó n , ¿debemos dedu -
cir que se cantaban? Porque, recordémoslo: L o p e no hace la menor indica -
c i ó n . N o dice absolutamente nada. Y no creo que siempre se trate de
olvidos. T e n e m o s que tener en cuenta l a f u n c i ó n de esas letras. T o d o el
m u n d o sabe cuál es la del cantarcillo de El caballero de Olmedo. Pero voy a
ejemplificarlo, para que se note bien, con u n o de los traídos a q u í . Y a dije
antes que, efectivamente, los músicos cantaban, a petición de D . Diego, la
letra que éste les preguntaba si c o n o c í a n : Por la puente, Juana, I que no
por el agua. ¿Por qué? D J u a n a , loca de celos de D . Diego, se h a l l a cerca del
a

puente de Alcántara. A l llegar a l río se encuentra con el Marqués y D . Diego


que están subiendo a u n a barca. E l M a r q u é s le ofrece sitio en ésta " p a r a
llevarla / donde no la valgan bríos / n i condiciones v i l l a n a s " . Y D . Diego,
para avisarla del peligro que corre, utiliza l a c a n c i ó n .
E s casi seguro, al menos así lo creo, que, pese a que L o p e no diga nada,
buena parte de los textos citados se cantasen en la escena. Blanca, en Lo que
pasa en una tarde, dice:

Ya no lo puedo sufrir.
Mucho del alma me cuesta
el querer disimular
la causa de tanta pena.
Hierbas de Amor me mataron,
flechas tiene Amor con hierbas;
pero las mismas agora
me sirven y me remedian.
Como eran verdes entonces
puse mi esperanza en ellas,
porque hay mil cosas fingidas
que parecen verdaderas.

No me aprovecharon,
madre, las hierbas;
no me aprovecharon
y derrámelas.
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Inesperadamente, Lope coloca aquí una bien conocida seguidilla. H a


ido preparando el terreno hablando de las "hierbas del Amor". Y es de
suponer que se cantase. Pero no dice nada.
Bien conocida también era la cancioncilla que aparece en El casa-
miento por Cristo:

C E L S O . Detente, loca.
JUSTA.- ¿Quién es?
L A U R A . - No me quiero detener.
C E L S O . - Es una pobre mujer
de buen rostro y no buen seso.
J U S T A . - Si ella se viene a curar
entre, que no será sola.
L A U R A . - ¡Ola, que me lleva la ola\
¡Ola, que me lleva la mar\
Muy enhoramala estéis.

Veintinueve versos después, siguiendo el diálogo, Laura vuelve a utili-


zar la canción. Tampoco hay indicación alguna por parte de Lope. Pero el
hecho de que, en el texto citado, la presente como una mujer de "no buen
seso", propicia y hace que no resulte extraño el que Laura responda
cantando. Pero otros casos son mucho más dudosos. E n La burgalesa de
Lerma, comedia fechada en 1613, D. Félix está enamorado de Clávela,
quien le da celos con el Conde Mario. D. Félix se apartó de ella, decidido a
dejarla; pero volvió. Y al ir a visitarla la encontró con el Conde, por lo que
ahora está aún más celoso. He aquí el diálogo que mantiene con Poleo, su
criado:

P O L . - Que te reportes te pido,


pues remedio puede haber.
F E L . - ¿Remedio?
POL.- Sí.
FEL.- ¿Cuál?
POL.- Olvido.
F E L . - Andaos, ¡por Dios! a olvidar.
No es este amor niñería,
y debes considerar
que no es para cada día
morir y resucitar.
P O L . - Mira que vas por la calle.
Pon bien la capa y sombrero
y quéjate con buen talle.
F E L . - Olvidar y callar quiero;
dile a Amor que olvide y calle;
mas ni olvidar ni callar
quiere Amor, que hablar porfía...
y mejor sería acabar;
que no es para cada día
morir y resucitar.
P O L . - Ponte bien, que viene aquí
Carlos.
FEL.- Carlos me reporta.
(Sale Carlos)
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CAR.- A buscane vengo.


FEL.- ¿A mí?
CAR.- A t i , ipor Dios!, y te importa.
FEL.- Si me importa, Carlos, d i .
CAR.- iQué es esto?
POL.- De visitar
esa Clávela salía.
FEL.- Dile, si lo has de contar,
que no es para cada día
morir y resucitar.

Pues bien; esos dos versos que reiteradamente pronuncia D . Félix no


son sino los finales de una canción:

Ya no soy quien ser solía,


mozuelos de mi lugar,
que no es para cada día
morir y resucitar,

recogida por u n ms. de 1603, pero que unos pocos años antes, en 1587,
recordaba Camoens en sus Enfatrioes. ¿Eran cantados en la obra de Lope?
¿Podemos concederle algún valor al hecho de que, una vez enunciados por
vez primera, aparezcan, como si u n metrónomo les estuviese marcando los
tiempos con precisión, cada ocho versos? Y digo esto porque más adelante
veremos otro ejemplo en el que concurren circunstancias semejantes y
respecto al cual me inclino por el canto en la escena. Pero para el que ahora
comento tengo muchas dudas. La aplicación que Lope hace aquí de la
canción, ¿conllevaba una función musical, desconocida por nosotros hoy,
independiente de la textual? Quiero decir: si estas referencias tenían, entre
sus connotaciones, la musical. Tengo por seguro que el público de Lope
reconocía inmediatamente estas canciones y hasta e$ posible que, a las
veces, las tararease al mismo tiempo que eran cantadas en escena. Pero en
casos como éste, y otros que voy a exponer ahora, ¿qué ocurría? Porque si
hay ocasiones en que u n verso, generalmente el primero, de una canción
recordada por Lope tiene una clara función referencial total, también es
posible que estos versos puedan remitir a una música determinada y, por
tanto, entrañar unas connotaciones musicales concretas.
E l Romancero de Barcelona recogía la siguiente canción:

Mañanitas floridas
del mes de mayo,
despertad a mi niña
no duerma tanto,

y en El acero de Madrid, act. I , dice Beltrán:

Las aves cantan ya


a Belisa con voz suave:
Mañanitas floridas
del mes de mayo,
recordad a mi niña,
no duerma tanto.
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Veinte versos después es L i s a r d o q u i e n cita los dos versos finales.


R i s e l o , que c o n t i n ú a el d i á l o g o , incluye también dieciocho versos des-
pués, los dos citados, a u n q u e c o n variación: Recordad a mi tía; y por
ú l t i m o vuelve Beltrán, con otros veinte versos y los dos ya conocidos, sólo
que con fin claramente burlesco: Recordad mi fregona. Pues bien; n i estos
versos, n i la c a n c i o n c i l l a completa, llevan indicación a l g u n a de que se
cantasen. E s de suponer que sí, y m á s si tenemos en cuenta la parte final del
parlamento de L i s a r d o :
Arroyuelos cristalinos,
ruido sonoro y manso,
que parece que corréis
tonos de Juan Blas cantando,
porque ya corriendo apriesa,
y ya en las guijas despacio,
parece que entráis con fugas
y que sois tiples y bajos,
recordad a mi niña,
no duerma tanto.

L o s versos de la c a n c i ó n aparecen dentro de u n a especie de contexto


musical; tonos, fugas, tiples, bajos... T o d o parece indicar que el cantarlos
a h í sería adecuado. Pero veamos ahora el parlamento de Beltrán:

Tabernas de San Martín,


generoso y puro santo,
que ya ponéis reposteros
como acémilas de Baco;
cajones, que ya os cubrís
con el pan de leche blanco;
franceses, que pregonáis
aguardiente y letuario;
carretones de basura
que vais las calles limpiando;
roperos, que amanecéis
con solícito cuidado,
sin ser procesión del Corpus
las tiendas entapizando;
y vosotros, aires fríos,
que dais tos y resfriado,
romadizo y otras cosas
a los que salen sudando;
porque despierta a la tía,
y ella a Belisa, si acaso
duerme descuidada agora
de que la aguarda Lisardo,
recordad mi fregona,
no duerma tanto.

T o d o esto es claramente burlesco; desde l a alusión a S a n Martín, es


decir, a S a n Martín de Valdeiglesias, "generoso y p u r o santo", famoso por
sus vinos, pasando por l a tos y el romadizo, hasta el final, todo, repito, es u n
contexto burlesco m u y a l p u n t o para insertar l a variante mi fregona. S i
recordad a mi niña / no duerma tanto, respondía a la forma c a n ó n i c a y a u n
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motivo claro, ¿qué efecto tenía que producir en los espectadores oír la
canción ahora y, además, deformada? A lo que parece, Lope buscaba la
comicidad por muy diversos caminos.
Esta misma canción es contrahecha "a lo divino" por Lope en El
Cardenal de Belén. Tras la indicación "canten", viene:

Mañanicas floridas
del frío invierno,
recordad a mi Niño,
que duerme al hielo.
P A S C U A L . - Mañanas dichosas
del frío diciembre,
aunque el cielo os siembre
de flores y rosas,
pues sois rigurosas,
y Dios es tierno...
MÚSICA.- Recordad a mi Niño,
que duerme al hielo.

Aquí está bien claro: al final se repiten los versos porque se trata de un
villancico. Y también está claro que lo que dice Pascual es la glosa. Y ha de
ser igualmente claro que lo que dice Pascual, aunque Lope no indique
nada, tenía que ser cantado. Pascual hace, por tanto, de solista. Así es la
forma normal del villancico o de la canción zejelesca: un coro —aquí los
músicos-— y un solista —Pascual—. Pero esta canción nos plantea otro
problema: su música. ¿Se cantaba con la misma música que la canción
original? ¿Estamos aquí ante uno de los casos de las "vueltas a lo divino"
en los que una canción determinada se contrahacía para cantar "al tono
de"? L a pregunta se hace más inquietante si el planteamiento lo llevamos
un poco más lejos. Recordemos una canción citada antes:

Galeritas de España,
parad los remos,
para que descanse
mi amado preso.

Todo parece indicar que, sobre esta misma, hizo Lope la que figura en
Amar, servir y esperar:

Galericas de España,
sonad los remos,
que os espera en Sanlúcar
Guzmán el Bueno.

E n este caso, ¿era también cantada " a l tono de"? ¿Se cantaban de este
modo las nuevas versiones que Lope hacía de una canción ya conocida? No
se nos dice nada.
Veamos otro caso, aún más difícil de interpretar. L o encontramos en el
act. I I I de Porfiando vence amor (c. 1624-1626):
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MÚSICOS.- Las sierras eran altas


y malas de subir;
los caños corren agua
y dan en el toronjil.
F E L I N O . - Pardiez, amo y señor nuestro,
que nos debéis grande amor.
C A R L O S . - Amigos, todo el mayor
que puede mi alma os muestro.
S I R E N A . - Contéis desde aqueste abril
mil años.
ALCINDO.- ¿Mil? Dos mil sean.
F E L I N O . - Justamente en vos se emplean.
FABIO.- Y dan en el toronjil.
L U C I N D A . - Entre tantos parabienes,
¿no tendrá lugar el mío?
C A R L O S . - Y entre los pies de ese brío
toda mi esperanza tienes.
Llega, Lucinda gentil,
porque con tiernos abrazos
me dan parabién tus brazos.
FABIO, Y dan en el toronjil.

Todavía, a lo largo del diálogo, Fabio volverá a repetir el verso final de


esta cancioncilla que Lope ha modificado ligeramente, pero que había
aparecido ya en 1552 en el Libro de música del vihuelista Diego Pisador.
Lope sigue una versión próxima a la recogida por Pedro de Padilla en 1580.
Pero la cuestión es saber si ese verso suelto que machaconamente repite
Fabio, venga o no a cuento, se cantaba. ¿Actuaba él también como solista?
En este caso, ¿daba pie para que volviera a entrar el coro, es decir, los
músicos? Nada nos indica Lope, en ningún sentido.
Pero quizá los casos más claros de varias voces y u n solista sean los
famosos del leit-motiv, como el celebérrimo de La dama boba: Deja las
avellanicas, moro, / Que yo me las varearé. En La hermosura aborrecida,
los músicos repiten siempre el mismo verso:

MÚSICOS, La mañana de San Juan, mozas,


vamonos a coger rosas.
Uno sólo.- Pues que tan clara amanece...
T O D O S . - Vamos a coger rosas.
U N O . - Y todo el campo florece...
T O D O S . - Vamos a coger rosas.
U N O . - Aquí hay verbena olorosa...
T O D O S . - Vamos a coger rosas, etc.

Aquí sí se nos dice claramente cuándo ha de intervenir el solista y


cuándo el coro. L o mismo ocurre en La burgalesa de Lerma (1613), en la
que, dentro de una larga escena de canto y baile, al solista le responden
todos con el segundo verso del estribillo:

UNO, Niña, guárdate del toro.


TODOS, Que a mi mal ferido me ha.
UNO.- Guárdate del toro, niña.
TODOS.- Que a mi mal ferido me ha.
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UNO.- Es amor que desatina.


TODOS.- Que a mi mal ferido me ha.
UNO.- Arma la frente de lira.
TODOS.- Que a mi mal ferido me ha, etc.

En otras ocasiones, en cambio, Lope no es tan explícito; pero cabe


suponer que el recurso sería el mismo. En Ello dirá (c. 1613-1615) el autor
sólo indica: "Música de labradores y baile", pero la presencia del leit-motiv
hace presumir el mismo tratamiento musical:

Viva el mayo y los amores


y viva el Conde;
viva el mayo que florece,
y viva el Conde;
los montes con los laureles,
y viva el Conde;
los jardines con claveles,
y viva el Conde, etc.

Y esto nos lleva a otra pregunta: a cómo se cantaban estas canciones. A


las veces, suene dentro o en escena, se trata de u n solista. Pero en la mayoría
de los casos Lope dice, simplemente, "cantan", "canten", "músicos",
"músicos canten", etc. El empleo del plural nos indica que son varios. En
ocasiones puede tratarse de u n canto alterno entre dos grupos de músicos,
como ocurre en Amar, servir y esperar (entre 1624-1635), act. I I . L a acota-
ción dice: "Dentro música, guitarra, sonajas y b u l l a " . Y unos cantan:

Vienen de Sanlúcar,
rompiendo el agua,
a la Torre del Oro,
barcos de plata,

a lo que responden desde otra parte con la ya citada Galericas de España...,


y vuelven los primeros con:

Barcos enramados
van a Triana;
el primero de todos
me lleva el alma,

para rematar los segundos:

A San Juan de A Ifarache


va la morena,
a trocar con la flota
plata por perlas.

Las seguidillas solían cantarse así, una tras otra, aunque en el teatro no
sea muy frecuente. Pero, sin embargo, en El desconfiado (1615-1616), son
siete seguidas las que Lope introduce.
La Adversa fortuna de D. Bernardo de Cabrera, que Morley y Bruerton
consideran dudosa, presenta u n caso curioso. Vamos a verlo: "Salgan los
que pudieren tañendo y cantando.
166 NOTAS

MÚSICOS.- Las olas del Ehro


llenas de oro van
en la noche alegre
del señor San Juan.
Barcos enramados
de verde arrayán
rompen en el Ehro
líquido cristal.
Abundan las damas
que en la puente están
en la noche alegre
del señor San Juan".

Y luego viene el diálogo:

D. B E R N A R D O . ¿Quiénes serán aquestos?


R O B E R T O . - Músicos que van al río.
MÚSICOS.- Ebro, corre apriesa
por llegar al mar,
porque el bien y el agua
no saben parar.
Que alegres cosas
trocadas están
en la noche alegre
del señor San Juan.
D. B E R N A R D O . -Roberto, dos versos
de aqueste cantar:
"Porque el bien y el agua
no saben parar"
me han dado gran pena.
R O B E R T O . - ¿En agüeros das
en la noche alegre
del señor San Juan?
D. B E R N A R D O -Fingidas sirenas
que cantando estáis
mudanzas del tiempo,
Dios os haga mal.
Las obsequias vuestras,
cual cisnes, cantad,
en la noche alegre
del señor San Juan.
Después volveremos,
vamos a rondar.
(Vanse los dos)
LÁZARO. A cantar porfían,
como cantan mal.
D. L O P E . Diles que se vayan.
LÁZARO. Vayanse a cantar
en la noche alegre
del señor San Juan
otro poco al río.
L E O N I D O . Calle el ganapán,
porque algún cobarde
lo quiere estorbar.
D. L O P E . • ¡Vive Dios, villanos,
NRFH, XXXII NOTAS 167

que os haga callar!


LÁZARO.- En la noche alegre
del señor San Juan.

L a repetición, cada seis versos, de los dos de la canción: en la noche


alegre / del señor San Juan, ¿puede indicar, como dije más arriba, que eran
cantados? E n este caso se trataría de un canto a varias voces simples, es
decir, distanciadas unas de otras, pues tengamos en cuenta que, aparte de
los músicos, los cantan Roberto, D . Bernardo, y Lázaro, este último dos
veces. De todas formas, no parece probable; da la impresión más bien de ser
un juego de recurrencias textuales y no musicales.
Pero si aquí no se trata de un canto polifónico, en otras ocasiones sí. E n
unas lo dice expresamente, como en La Serrana de la Vera (1598):
"vienen baxando por lo alto Bartola, Turino, Antón, Corveo, villanos, por
agua, cantando a cuatro voces". O en El rústico del cielo, en la que una
acotación reza: "la música, a tres voces, reponda". E n otras este estilo
contrapuntístico debemos suponerlo. T a l ocurre en El Infanzón de Ules-
cas, una obra considerada por Morley y Bruerton como "concluyentc-
mente" no de Lope, en la que "salen Belardo, Tirreno Riselo, cantando
este villancico". O en Los Benavides (c. 1598-1602) en la que la acotación
reza: "Salen cuatro segadores y serán de los músicos". E n Con su pan se lo
coma (h. 1613-1614) la indicación es: "Salen los villanos músicos, Celio,
Fabio, D Elvira y Tomé". E n Las almenas de Toro (1610-1613?) leemos:
a

"Sale D Sancha con el sombrero de paja y cuatro segadores; Ñuño, Suero,


a

Tello, labradores". Comentando esto, Noel Salomón (pág. 616) escribe:


"Adivinamos de antemano, una vez más, que un cuarteto vocal o instru-
mental va a intervenir; de hecho, se puede notar que los "segadores"
anónimos introducidos en esta rúbrica no toman parte en el diálogo y que
no abren la boca más que para cantar". Así acontece en bastantes ocasiones:
los "segadores", los "villanos", los "pastores", etc., no son sino los músi-
cos vestidos de tales.
Pero si en casi todos los casos que anteceden podemos suponer el canto,
en otros no ocurre así. Cuando en el act. I I de Donde no está su dueño, está
su duelo nos encontramos con el siguiente diálogo:

SABINA.- Pisad con plantas de lana.


B A N Q U E T E . - Pasito, quedito, amor,
no nos sienta el ruiseñor.

¿qué debemos pensar? Porque no nos hallamos ante un diálogo normal.


L o que aquí aparece como tal son partes de una canción que Lope ya había
utilizado en El ruiseñor de Sevilla (c. 1604-1608). Y digo partes porque
ocurre algo ciertamente sorprendente: el verso citado en primer lugar
corresponde al quinto de la glosa; los otros dos son una adaptación de los
dos versos finales del estribillo:

Si os partiere des al alba


quedito, pasito, amor,
no espantéis al ruiseñor.
168 NOTAS NRFH, XXXII

Si os levantéis de mañana
de los brazos que os desean,
porque en los brazos no os vean
de alguna envidia liviana,
pisad con planta de lana,
que dito, pasito, amor,
no espantéis al ruiseñor.

La cosa está clara. Son los versos finales de esta canción. De este modo,
al sugerir Sabina el andar silencioso con "pisad con plantas de lana", lo
que ha hecho es traer al diálogo, como si se tratase de u n modismo y de
manera aparentemente inocua, el último verso de la glosa. Banquete lo
captó de manera inmediata y, al hacerlo, l o asoció con el estribillo. .Muy
hábil por parte de Lope. Quizá lo que estoy describiendo respecto a
Banquete es justamente lo que pasó en la mente del Fénix. Pero la cuestión
sigue ahí: ¿se cantaban estos versos? Sinceramente, creo que no. Para mí
sólo son una cita y u n puro juego verbal. Pero no se puede descartar tal
posibilidad n i tampoco el valor que pudiera tener, por asociación, el
añadido mental de la música.
Más difíciles aún de interpretar son ejemplos como el siguiente. En la
segunda parte de El principe perfecto (h. 1616), Leonor y Tristán hablan
de D . Lope, el enamorado de Leonor:

T R I S . - En la fuente está Leonor.


LEÓN.- Y cómo, si estoy mirando
mis tristezas cuidadosa.
T R I S . - Hace que bebe, y celosa
lava el cántaro llorando.
LEÓN.- Dile, Tristán, que me vea
esta noche en mi ventana.
T R I S . - Él vendrá a verla mañana
y el sol que en ella desea.
LEÓN.- ¿Quiéreme bien? Que dudando
lo estoy.
TRIS.- Amor hay aquí,
cuando va Leonor ansí
sus amigas preguntando.
LEÓN.- No te espante mi temor,
ni que descanse contigo;
pues hasta a las piedras digo:
¿vistes por allá mi amor?
T R I S . - Que no, respondo en rigor,
y de tu temor lo arguyo;
porque otro amor como el tuyo
no le hemos visto, Leonor.

Como se ve, la canción se adapta perfectamente al diálogo; tanto, que


más parece diálogo que canción. Y, sin embargo, era una canción vieja y
bien conocida puesto que, sin el último verso —que se incorporará más
tarde— ya la había utilizado Camoens:
NRFH, XXXII NOTAS 169

Na fonte está Leonor


lavando a talha e chorando,
os amigos preguntando:
vistes lá o meu amor}

L a versión de Lope, que es la misma del Marqués de Alenquer, no


parece que se cantase aquí. L a canción está embebida en el diálogo, con
una técnica que Lope utilizó muchas veces . No se trata tampoco de un
1

alarde de virtuosismo. Todas las canciones de Lope tienen una función,


que habrá que estudiar seriamente, dentro de la obra. Pero el problema
que ahora se plantea aquí es el de saber si, en casos semejantes, estas
canciones embebidas tienen, como ya indicaba más arriba, también una
función musical. Porque el procedimiento puede complicarse mucho más.
He aquí, como último ejemplo, parte del parlamento de un personaje de
La hermosura aborrecida:

...que al pasar huyendo


un arroyo limpio
no haya miedo, madre,
no haya miedo, digo,
que por él tornase
aunque su bullicio
me tirase perlas
de cristal rompido...

¿Qué hay aquí de particular? Sencillamente, que Lope ha embebido


una canción famosa:

Bullicioso era el arroyuelo


y salpicóme;
no hayas miedo, mi madre,
que por él torne.

Naturalmente, tal como está en el texto resulta incantable. Pero, ¿no


habrá ahí, como acabo de apuntar, aparte la función textual de la canción,
también una sugerencia musical? Tendríamos que conocer, en todos estos
casos, la música de cada una de las canciones. Algo que, desgraciadamente,
no ha llegado a nuestras manos.
No se acaban, con lo expuesto, los problemas. No sabemos, por
ejemplo, si se cantaban los versos de una canción glosada a lo largo del
diálogo. No sabemos, como decía más arriba, si las "recreaciones" o los
"calcos" tenían música independiente de la canción original. Por otra
parte, en las escenas en que los músicos figuran'y no intervienen, ¿cantaban
algo no indicado en el texto? ¿Tocaban? Y si era esto último, ¿la música
servía de fondo o subrayaba el texto? ¿Qué hacen los músicos en el act. I I ,
esc 2 , de El principe perfecto? ¿Qué en el act. I I de Roma abrasada
a a

Sobre este aspecto, cf. m i ponencia "Sobre el cancionero teatral de L . de V . " , en las Actas
1

del primer congreso internacional sobre Lope de Vega. Para la mayoría de las canciones aquí
citadas, cf. m i l i b r o El cancionero español de tipo tradicional, M a d r i d , 1968. Quiero añadir,
también, que para cada u n o de los casos comentados abundan los ejemplos y, por último, que
las referencias proceden de la BAE
170 NOTAS NRFH, XXXII

(1598-1600)? E n el act. I I I de El Duque de Viseo (h. 1608-1609), el editor


moderno se ve en la necesidad de anotar a pie de página: "Habiendo salido
músicos en la esc. IV, los cuales después no han cantado ni hablado, es de
suponer que se ha suprimido algo en las escenas anteriores a ésta". No lo
creo así, porque los ejemplos abundan. Es, sencillamente, otra interro-
gante más; una de las muchas que, en este aspecto, y como ya hemos visto,
Lope, el gran Lope, nos dejó. Con su despreocupación, con la a veces
exasperante parquedad en las indicaciones cuando no olvido absoluto de
las mismas, aquella rúbrica de "canten lo que quisieren" parece estar
diciéndonos ahora: "piensen lo que quisieren". E l vitalismo de Lope le
imponía preocupaciones más urgentes. Preocupaciones que, ¿por qué no?
podían traducirse en canción; en canción como aquélla, bellísima, de
Santiago el Verde (1615):

Álamos del Soto,


¿dónde está mi amor?
Si se fue con otro
moriréme yo.

JOSÉ MARÍA ALÍN

PROPÓSITO Y O R I G I N A L I D A D D E L APOLOGÉTICO DE
JUAN DE ESPINOSA M E D R A N O

Aunque la fama del Apologético en favor de don Luis de Góngora es


grande, pocos estudios particulares le han sido dedicados . Generalmente 1

se confunde su importancia histórica con su validez crítica, y su primera


edición (Lima, 1662) es casi desconocida.
Según sabemos, Espinosa Medrano responde a una censura contra
Góngora que aparece en los comentarios a Las Lusiadas de Faria y Sousa.
Examinando éste el hipérbaton: que em terreno, I nam cabe o altivo peyto
tan pequeño (Canto III, estrofa 94), dice lo siguiente:

No puedo cotenerme, q no diga en ta buena ocasió q hallándome adonde se


habló desto, en presencia de algunos sugetos de los q tienen medio pie en los
Tribunales, i medio en el Parnaso, i el otro en el a y re, assentaro q Do Luis de
Gogora solamente era Poeta... Apretádoles por el lugar, o lugares, o misterio,
0 juizio, o alma poética en q lo fundava, concurrieron (uno dellos, el mas
nueuo, siedo mas viejo có pertinacia) en q aquel hyperbaton, i essotro

Hasta donde tengo conocimiento, estos estudios serían los siguientes: JAIME GIORDANO,
1

"Defensa de Góngora por u n comentarista americano", A, 1961, núm. 393,226-241; ROBERTO


JAMES, " J u a n de Espinosa Medrano et la poésie de G ó n g o r a " , Carav, 1966, núm. 7, 127-140;
EDUARDO HOPKÍNS, "Poética de Juan de Espinosa Medrano en el Apologético en favor de D.
Luis de Góngora", Revista de crítica literaria, 7-8 (1978), 103-108.

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