Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Izzy
—No soy yo. Eres tú —Mi novio desde hace casi un año palmeó
mi hombro con su mano suave y sudorosa.
Quería decirle a ese imbécil que alguien no rompía con esa frase,
se suponía que era al revés. Pero lo único que pude hacer fue mirar
su teléfono asombrada.
Nos habíamos disfrazado de Harley Quinn y el Joker para la fiesta
de mi trabajo. Era una fiesta de Halloween a principios de octubre, y
estaba emocionada, incluso me había preparado un disfraz muy
bueno, pero cuando estábamos a punto de salir del coche, su
teléfono emitió un mensaje de texto.
No le di mucha importancia cuando se lo cogí del asiento, pero
cuando la pantalla me mostró un par de pechos completamente
falsos, tuve que abrir el mensaje.
¿Quién no lo haría?
Apareció un texto tras otro.
Gerald Johnson III era todo lo que había deseado. Más o menos. La
pulcra caja de emociones que me había construido realmente
complementaba su actitud ecuánime. Era el típico trabajador de
mejillas suaves y cabello rubio, de conducta tranquila y amable con
casi todo el mundo que conocía. Todo en él me parecía perfecto,
salvo su trabajo. Tenía viajes de trabajo que le llevaban por todo el
mundo. Pero su padre era dueño de una gran empresa de
inversiones y eso era lo que tenían que hacer, o al menos eso me
había dicho.
Y no es que no confiara en él. Había estado en los viajes. Me había
demostrado que trabajaba de verdad en ellos.
O eso pensaba.
Su último viaje había durado dos meses enteros y, a las dos
semanas de volver a casa, no quería saber nada de mí. Tanto que
empecé a preguntarme si yo era lo bastante buena, si me pasaba
algo. ¿Lo había alejado?
Lo cual, ahora me gustaría decir, era absolutamente legítimo,
teniendo en cuenta los textos. Pero no fue mi culpa. Fue suya.
Levanté el teléfono para que lo viera, solo para que respondiera con
esa frase.
—No soy yo. No soy yo, eres tú.
¿Mi culpa? ¿Cómo fue mi culpa que me engañara?
—¿Soy yo? —espeté, girando un poco la tapa del tarro que
mantenía encerrado mi lado oscuro—. Déjame adivinar, yo te llevé a
enviarle a esta chica Lucy tu polla en bandeja. ¡En bandeja, Gerald!
¿En serio?
Sacudió la cabeza llena de cabello rubio y me frunció el ceño con
ojos de cachorro que antes me parecían monos.
—Cariño, no quería que te enteraras de esta manera, pero
sinceramente, ¿crees que quería volver a casa con esto?
Me hizo un gesto. Me miré, sin saber exactamente a qué se refería.
—Te dije que necesitaba que te esforzaras más con esto del
entrenamiento y que te soltaras un poco. En lugar de eso, no lo
intentaste en absoluto.
Me dio un vuelco el corazón y se me disparó la tensión. Las
rupturas siempre eran una mezcla de rabia y tristeza, pero esta vez
me aferraba a la rabia.
Me levanté para echarle la bronca, pero siguió adelante en vez de
dejarme hablar.
—No me malinterpretes: me encanta tu aspecto. De verdad. Pero
sabes que tengo un estándar que mantener. Necesito una chica que
se vea bien. Lucy lo hace. Y ni siquiera beberás mucho conmigo en
nuestros eventos de caridad. Sabes que la empresa de mi padre
realmente necesita que tenga una mariposa social del brazo. Creo
que solo necesitamos un poco de tiempo separados para que trabajes
en eso.
—¿Un poco de tiempo separados? —Sonaba como un disco rayado
repitiendo lo que dijo. ¿Creía que podríamos volver a estar juntos
después de esto? ¿Estaba saliendo con un idiota?
Había vuelto a casa, pero su mente seguía lejos. Ni siquiera podía
captar su atención el tiempo suficiente para un buen polvo, y no es
que fuera tan bueno en la cama. Dormir con él era intentar rascar un
picor que estaba a un centímetro de mi alcance. Pero llevaba dos
meses célibe y necesitaba acabar con esa sequía.
Ahora intentaba decirme que no era divertida.
—Mira, no quiero que las cosas acaben así. Quizá podamos
trabajar en ello —Su ceño se frunció mientras intentaba ponerme
ojitos de cachorrito.
—¿En serio? Deberíamos mandarle un mensaje a Lucy y decirle
que has terminado con...
—¡No! —gritó y me quitó el teléfono—. Es... ¿por qué no hacemos
esto? Solo estoy rompiendo contigo por ahora. Como he dicho,
siempre me has gustado, Izzy. Solo... honestamente, he estado
hablando con mi padre y algunos de mis amigos. Pensamos que tal
vez necesites perder unos kilos antes de casarnos, ponerte en un
lugar mejor donde no trabajes tanto y puedas estar un poco más de
mi brazo, ¿sabes? Será bueno para nosotros tomarnos un descanso,
salir por ahí, y volver...
—Gerald, no quiero casarme contigo —solté, con el cuerpo
encogido ante la idea. Luego, enuncié cada palabra, tratando de
dejar claro que esta relación había terminado—. Y no quiero trabajar
en las cosas.
—Mira, sé que estás enfadada. Pero recuerda lo que dijo tu
terapeuta.
Mis ojos se desorbitaron. ¿De verdad iba por ese camino? De ser
así, creo que mi terapeuta lo habría entendido si le hubiera partido la
cara en ese mismo instante. El frasco crujió abriéndose un poco más.
—Mira. Te estás enfadando. Tienes temperamento y tendencia a
reaccionar cuando te hieren. Así que tengo que lidiar con eso
también. Es mucho. ¿Cómo crees que me siento al salir con un
adicto, Izzy?
Ahí estaba. Lo que siempre me había prometido no importaba.
Prometió no usarlo en mi contra y el hijo de puta acaba de hacerlo.
—Pero, Gerald, dijiste...
—Sé lo que dije. Lo dije en serio. Es que es muy difícil pasárselo
bien cuando sé que no puedes beber demasiado o permitirte cosas
nuevas porque tienes miedo de tu 'personalidad adictiva'. —Se
expresó como si no fuera algo real—. Lucy es un agradable soplo de
aire fresco al lado. Si la conocieras, lo entenderías. Deberíamos ir
todos a almorzar, podría suavizar un poco las cosas.
No.
Siempre supe que este tipo no era el indicado para mí. Debería
haber tenido mariposas cuando me besó, ¿verdad?
Debería haber querido que volviera pronto a casa de un viaje de
trabajo en lugar que se quedara un día más.
Debería haberlo hecho, pero nunca lo hice.
Todo con él era mediocre, pero lo había intentado. Me había
impedido romper con él una y otra vez porque sabía que algunas
cosas no estaban destinadas a ser solo altibajos emocionales. Si no lo
echaba de menos cuando se iba, ¿qué más daba? Eso era ser adulta y
manejar nuestra separación con madurez.
Ahora, sin embargo, todo tenía sentido.
—Voy a seguir adelante y hacer esto fácil para ti. Hemos
terminado.
—Dulce, respira hondo —Hizo un puchero como un niño.
—Gerald, no me llames. No me mandes mensajes. Esto se acabó —
Abrí la puerta del coche, pero me agarró del brazo.
—Izzy, te quiero —le creí. Ahora sudaba y se crujía los nudillos
con la otra mano como si no quisiera que esto acabara—. Por favor,
cielo. Te quiero de verdad.
Se inclinó para besarme. Creo que estaba tan sorprendida que no
reaccioné al principio, el latigazo de su discurso me pilló
desprevenida. Entonces su mano subió por mi camiseta como si
quisiera tocarme.
Me aparté de un tirón y lo empujé.
—¿Me estás tomando el pelo ahora mismo?
—Siempre estuvimos bien juntos así. Respiremos hondo y
vayamos a almorzar con Lucy, cariño. Todo irá bien. Te necesitamos.
—¿Nosotros?
—Yo —corrigió—. Te necesito. Te quiero —Sus ojos intentaban la
mirada entornada y sensual, pero en lugar de eso parecía
somnoliento y estúpido.
—El hecho que pienses que estábamos bien juntos en cualquier
sitio solo demuestra que, para empezar, esto nunca fue compatible
—me contuve para no decir más. Ahora controlaba mejor mi
temperamento.
Mi terapeuta tenía razón.
—Buen viaje, Gerald Johnson III —puse los ojos en blanco y le
arranqué el brazo mientras salía del coche.
Por supuesto, el hombre no pudo dejar que una ruptura fuera
limpia y fácil. Tuvo que bajar la ventanilla y dejarnos en ridículo a
los dos.
—¿Buen viaje? Te lo di todo. Solo necesitaba algo a cambio. No una
puta yendo a una fiesta de disfraces con su gran culo colgando. Eso
debería ser solo para que yo lo viera de todos modos.
Bien.
Este es un buen momento para decir que, como gemela, yo no era
la buena. Delilah lo era. Sacaba buenas notas, era la que nunca se
rebelaba, la que nunca causaba demasiado revuelo. La que
suavizaba las situaciones en lugar de empeorarlas.
Yo, en cambio, apenas terminé el instituto y me enviaron al
reformatorio cuando estaba tan borracha que intenté robar en una
tienda. Realmente no lo recuerdo. Fue un punto bajo para mí.
Tenía mis razones y las guardaba bajo llave en una caja debajo de
la cama.
Pero yo era así. Aunque siempre tuve una familia que me colmó
de amor durante toda mi vida. La adicción puede afectar a
cualquiera.
No necesitaba proceder de una familia o un pasado problemáticos
para que las drogas clavaran sus garras en mí. El fentanilo
funcionaba rápido, era artificial y potente. Me bastó un experimento
con un amigo para engancharme. Unas cuantas malas experiencias
más tarde, y eso fue todo.
Pero el reformatorio me convirtió en una de los afortunadas. Me
desintoxiqué, fui a rehabilitación, intenté no mirar atrás.
Aun así, yo no era la gemela buena. Realmente intenté ser alguien
como mi hermana. Pero si era sincera conmigo misma, yo era la
maldita bola de fuego que lanzabas cuando querías el infierno, no el
ángel que te traería el cielo como mi hermana.
Francamente, me había vestido de Harley Quinn por una razón.
Mi camiseta llevaba impreso Daddy's Lil Monster, y el pintalabios
rojo que contrastaba con el maquillaje pálido de mi cara daba la
impresión de un comportamiento escandaloso.
El disfraz tenía que ver con la diversión y, de repente, me sentí
bien. Me pregunté por qué me reprimía. ¿Por qué una mujer siempre
tiene que reprimir sus emociones para no ofender a nadie? Teníamos
derecho —no, nos lo merecíamos— a sentir cuando nos habían hecho
daño.
Mi disfraz encajaba esta noche.
Me acerqué a su coche y rebusqué en mi bolso. No solía llevar
encima pintura en spray, pero ese mismo día, cuando había estado
recogiendo las últimas piezas de nuestros disfraces, vi pintura roja
en oferta y no pude resistirme. Era un rojo sangre vibrante. El tono
perfecto para llamar la atención en un cuadro, o una elección de
color atrevida para restaurar un mueble.
Me encantaba hacer ambas cosas. Calmaban mi mente de una
manera que la mayoría de las cosas no podían.
La pintura en aerosol serviría para mi próxima pieza, pero estaba a
punto de servir para otra cosa.
Mis pasos se ralentizaron mientras destapaba la lata. Si no hubiera
sido tan tonto, habría captado la indirecta y se habría marchado
mientras la sacudía.
—Izzy, ¿qué estás haciendo...?
El chorro rojo atravesó la ventana y le dio en la cara.
—El sexo entre nosotros nunca fue bueno —le informé en tono
monótono.
Gritó y pulsó el botón para cerrar la ventanilla lo más rápido que
pudo.
No dejé de rociar. Empecé a escribir gilipollas en la elegante puerta
negra, pero él se apartó, dándose cuenta finalmente de su error.
Su error no fue romper conmigo antes de la fiesta de Halloween en
la oficina. Fue salir conmigo en primer lugar.
Solté un suspiro de aire, limpio, no tan pesado como antes, y miré
a las nubes. Un momento de libertad fuera de mi tarro, liberando
toda la frustración y la rabia, se sentía jodidamente fantástico, como
si hubiera estado metida dentro de pequeños confines y por fin
pudiera estirarme. Sonreí al cielo. Algún poder superior de allí
arriba debería haber sabido que un Gerald Tercero no estaba hecho
para una Izzy Primero. En el fondo, estaba demasiado alterada para
tratar con alguien a quien todo el mundo consideraba un tipo tan
íntegro, supongo.
Aunque decirle a mi familia que lo había perdido iba a ser una
putada. Mi madre había sonreído la primera vez que lo conoció,
como si él fuera a resolver todos sus problemas conmigo.
—Él te ayudará a asentar tu alma, Izzy —había dicho.
Qué equivocada estaba.
—Así que supongo que esa relación ha terminado —retumbó una
voz grave desde las sombras de una calle lateral.
Di un respingo y me giré. Conocía esa voz. Podía ubicarla en
cualquier parte. La conocía y la odiaba con cada fibra de mi ser,
aunque no la había oído en todo el año.
—Jesús, Cade. ¿Qué demonios te pasa? ¿Has estado ahí todo el
tiempo?
Cade salió de las sombras como un hombre destinado a estar en
ellas. Aunque puede que yo fuera la única que pensaba eso. Todo mi
equipo de trabajo afirmaba que teníamos suerte de trabajar a las
órdenes de Cade porque había aceptado la propuesta de Empresas
Stonewood que les proporcionaba esas bonitas vacaciones y
aumentos de sueldo.
No corregí a nadie, pero lo sabía. Empresas Stonewood, junto con
toda la familia Armanelli de Cade, trabajaban con el gobierno.
Dirigían la nación juntos, y nosotros éramos simplemente parte de lo
que ellos querían que hiciéramos. Cade me quería fuera del trabajo
gubernamental. Así que consiguió su ridículo camino.
Aun así, durante el último año había intentado romper el sistema
una y otra vez. Cada vez, me topaba con una barrera. Y tenía la
osadía de piratear mi portátil la mitad de las veces para decirme que
dejara de hacerlo.
Era un pasatiempo que poco a poco fui abandonando. Pensaba que
tenía una vida bastante buena con mi novio, y el trabajo en Empresas
Stonewood, aunque aburrido, pagaba bien las facturas.
—Lo suficiente para verte pintar su cara y arruinar su vehículo.
—Se lo merecía.
—¿Se lo merecía, Harley Quinn? —Cade ladeó la cabeza y observó
mi disfraz—. ¿Quieres llamar a la policía y entregarte o dejar que lo
haga él?
¿Por qué me hacía esa pregunta? Cualquiera que hubiera visto esto
habría permanecido escondido, no queriendo verse atrapado en un
momento tan incómodo. Sin embargo, Cade disfrutaba. Me sonrió
como si estuviera en su elemento.
—¿Te estás divirtiendo? —Levanté las manos—. ¿Por qué estás
aquí?
—¿Por qué no iba a estarlo?
Era una pregunta ridícula. Cade dirigía equipos de ciberseguridad
para el gobierno, el Pentágono y para Empresas Stonewood. Volaba
por todo el mundo, trabajaba en proyectos de alto secreto y nunca, ni
una sola vez, había puesto un pie en la oficina de nuestro equipo de
seguridad de datos. Aunque, técnicamente, tenía el despacho más
grande, nunca se le veía por nuestra planta.
—No has ido a tu oficina en Empresas Stonewood desde el día en
que empecé.
Se frotó su incipiente barba.
—Claro, ¿y qué día fue ese?
Todavía tenía la pintura en spray.
—Debería rociarte en la cara a ti también.
Se rio abiertamente de mí, y eso dio un nuevo significado a la
picazón en los dedos por presionar algo. La sangre me hirvió aún
más que con Gerald.
—¿Te ríes por haberme cambiado de puesto o porque quiera
rociarte? Porque te aseguro que ninguna de las dos es cosa de broma
—¿Por qué tienes esa pintura en aerosol de todos modos?
—Pinto en casa cuando estoy. No es asunto tuyo.
Tarareó.
—Privacidad en algunas cosas, ¿eh? No estabas tan preocupada
por la privacidad cuando estabas gritando sobre tu vida sexual hace
un minuto.
—Lo que escuchaste entre Gerald y yo no es de tu incumbencia.
Se encogió de hombros con su traje de tres piezas.
—Todo sobre ti es asunto mío, muñequita.
—Me lo dejaste bastante claro hace un año —repliqué, dispuesta a
dejar salir todos mis demonios del tarro. Había ensayado lo que le
diría si volvía a verlo. Sin siquiera pedirme formalmente que dejara
de hacer algo, me había hecho mover en su lugar.
—Ah, la verdadera Izzy ha salido a jugar esta noche, ya veo.
Se me revolvieron las tripas al ver que se había dado cuenta, que
había visto cómo ocultaba algo a los demás. Odiaba que percibiera
tan fácilmente lo que los demás no podían, así que actué como si no
tuviera la menor idea de a dónde quería llegar.
—¿Qué se supone que significa eso?
Suspiró como si no quisiera que le molestara con mis payasadas y
empezó a caminar hacia el edificio.
—Si quieres un viaje por el carril de la memoria de hace un año,
adelante y saca tus quejas.
—¿Mis quejas? —di un pisotón—. Deliberadamente ofreciste a
todo mi equipo una doble remuneración, obligándome a trasladarme
a la empresa por un trato falso, porque querías que dejara de rastrear
a los albaneses.
Colgaste deliberadamente un salario duplicado sobre todo mi
equipo —esencialmente me obligaste a aceptar trasladarme a la
empresa por una farsa de trato porque querías sacarme del rastro
albanés.
—Si tú lo dices —Se encogió de hombros y rio entre dientes,
abriéndome una de las grandes puertas de cristal de la entrada de la
Torre Stonewood.
Pasé junto a él, molesta porque se reía como si lo que había hecho
fuera un inconveniente insignificante.
—Pusiste en peligro mi medio de vida para demostrar algo.
Sus ojos se entrecerraron ante mi tono.
—¿Poner en peligro? Te dieron una prima, más tiempo libre y tu
equipo se trasladó contigo. Todavía estoy esperando mi
agradecimiento.
—Y sabes que seguiré diciéndote 'que te jodan, gilipollas' —dije,
acercándome a él y levantando la barbilla para que mis palabras
calaran alto y claro.
Hizo rodar los labios entre los dientes. Y se hizo más grande, más
oscuro, más malo. Entonces la sonrisa que se extendió por su rostro
fue amplia, mostrando los dientes como si estuviera dispuesto a
infligir daño. Eso era lo que conseguían los hombres en el poder, el
miedo de todos. Me di cuenta que no estaba acostumbrado a mi
tono, acostumbrado a que alguien le replicara.
—Disfruto realmente cuando lo dices con un golpe así. Cuando lo
dices en serio.
Gruñí literalmente y pasé junto a él en dirección a los ascensores.
—No sé por qué te preocupas por nada aquí en Empresas
Stonewood. Estamos bien sin ti.
—Sí, parece que mis empleados están haciendo grandes cosas en la
calle con pintura en spray —Su tono contenía condescendencia.
—Eso era entre mi novio y yo —quise arrancarme las coletas,
gritar e irme a casa como una niña grande. Aquel hombre era capaz
de crisparme los nervios en cuestión de segundos y sabía que lo
estaba intentando.
—Bueno, ahora ex novio —señaló.
Ya no podía con él ni con mis emociones. Y honestamente, ese
pequeño hecho saliendo de su boca probablemente dolió más que
toda la ruptura.
—Lo que sea, Cade —me burlé. Ahora que la tapa de mi actitud
había saltado, no estaba segura cómo volver a meterlo todo en el
tarro—. Esta noche no estoy de humor.
Nadie se arriesgaba a hablarle así. Lo sabía. Un buen hacker podía
sacar trapos sucios, el mejor podía arruinarte la vida, desenterrar
todos tus esqueletos o enviarte a la cárcel.
Era como si todos supiéramos que Cade tenía algo contra todos. Y
yo sabía por las pocas veces que había estado cerca de él, que nadie
se le cruzaba por esa misma razón.
Pero no era por eso por lo que le despreciaba. Había actuado como
si no se pudiera confiar en mí, y luego me había trasladado
literalmente a un lugar donde no corría ningún riesgo.
Y seguía esforzándome por demostrarle que estaba equivocado.
No sé por qué. Francamente, hacía que toda esta situación fuera aún
más embarazosa.
—Mi ex novio no me denunciará. Arruinaría su preciada
reputación —me burlé, dejando caer de nuevo el bote de espray en el
bolso.
—Debería denunciarte. Eso es un delito, arruinar el coche al
capullo. Potencialmente sus ojos.
Entorné la mirada hacia él. Esperaba que retorciera el cuchillo
metafórico diciéndome que era una cagada, pero en lugar de eso
había llamado capullo a Gerald. Incluso la más mínima muestra de
cariño por su parte me hizo fruncir los labios y la rabia se disipó. La
bola de vergüenza se expandió en mis entrañas, y el bochorno de
haber sido atrapada en mi acto infantil de represalia me estaba
alcanzando. No olvidemos que a mí también me habían dejado.
Me pregunté si habría oído las crueles palabras de mi ex antes que
lo rociara.
Se me nubló la vista y supe que me había visto temblar la barbilla.
—Tal vez lo haga, entonces. O quizá puedas enviar las cintas de
seguridad y presentar tú mismo una denuncia.
Dio un paso adelante y tiró de un mechón de mi cabello rubio
antes de frotarlo entre sus dedos.
—Ya lo he borrado de las cámaras.
Su admisión, la forma en que tocó mi cabello... me mantuvo
cautiva de una forma que no debería.
—¿Por qué has hecho eso? —susurré, mirándole fijamente.
—Eres mi empleada. Sería perjudicial para nosotros —Se encogió
de hombros, y su dedo se enroscó en un mechón mientras miraba
fijamente, como si intentara descifrar un código—. ¿Te teñiste el
cabello para esto?
—Solo es algo temporal que se aplica con spray —agité las uñas
pintadas de rojo delante de mi cara, intentando concentrarme en su
charla trivial en lugar de en el terrible comienzo de mi noche o en el
hecho que mi cuerpo estaba reaccionando ante un hombre al que
consideraba mi enemigo.
—Es demasiado para una fiesta de trabajo —Cade dio un paso
atrás, observando todo mi atuendo—. Te has esforzado demasiado
para esto, muñequita.
Al menos yo había hecho el esfuerzo de vestirme y venir a esta
fiesta. El hombre que tenía delante no se había esforzado para nada.
Desplacé mi propia mirada sobre él e intenté no burlarme de su traje,
pero el hombre venía a una fiesta de Halloween sin disfraz.
—¿Muñequita?
—Harley Quinn es un nombre familiar después de las películas.
Todos conocemos sus apodos.
Puse los ojos en blanco. Cade nunca nos permitía echar un vistazo
a su vida, ni siquiera para revelarnos que se había leído todos los
cómics. Estaba encantado de husmear en la vida de los demás, pero
nunca divulgaría ningún pequeño detalle sobre la suya.
—Lo que sea. He leído los cómics, y me gusta. Y se suponía que
iba a ser lindo con...
—Gerald habría sido un Joker terrible —dijo Cade mientras se
rascaba una ceja, la luz de la calle jugando sobre las marcadas líneas
de su rostro. En comparación con Cade, cualquier hombre habría
sido un terrible todo. Cade podría haber interpretado a Psicosis, al
Joker, a Michael Myers, a Batman, a Superman o a lo que quisiera y
haberlo conseguido. Tenía la altura, la estructura ósea afilada y
atormentada, y mantenía un gran físico, aunque yo no estaba segura
cómo. Cuando lo veía, siempre parecía estar encorvado sobre un
aparato o un ordenador.
Excepto ahora.
—Te das cuenta que ni siquiera deberías saber su nombre,
¿verdad? —señalé porque Cade tenía la mala costumbre de
entrometerse en mi vida.
—Lo sé todo sobre ti —susurró, y todo mi cuerpo se estremeció de
una forma que nunca había ocurrido con Gerald, de una forma que
solo ocurría cuando Cade me hablaba—. Incluyendo que has ido
más allá con este disfraz.
—Bueno, no puedes criticarme por intentarlo cuando tú no
intentas una mierda —cerré la boca de golpe. Todavía estaba
enfadada. No debería dejar que mis emociones me controlaran o me
hicieran arremeter contra mi superior. Y él lo era, aunque nunca
estuviera cerca.
Para mi sorpresa, sacó una máscara del bolsillo de su chaqueta
mientras decía.
—Tan rápido para asumir que no hago una mierda, ¿eh? —recalcó
mi lenguaje soez y volvió a guardársela en el bolsillo, obviamente no
dispuesto a ponérsela.
—¿Una máscara de Scream? —levanté una ceja, sin disculparme—.
¿Disfrutas con Skeet como el resto de nosotros?
—Es un disfraz fácil si no quieres participar, pero tienes que
hacerlo.
—Por supuesto que no quieres participar —mascullé, alzando las
manos y dándome la vuelta para caminar hacia los ascensores.
Cade estaba al mando porque era el mejor, pero su falta de
entusiasmo por formar parte del equipo era francamente
irrespetuosa, sobre todo cuando yo había querido un puesto de jefe
de equipo desde el momento en que me incorporé al grupo de
seguridad de datos de Empresas Stonewood. Mi misión era vivir y
respirar mi trabajo. Era lo que me mantenía centrada, lo que impedía
que mi mente se desviara hacia otras cosas y, probablemente, lo que
me mantenía saludable la mayoría de los días, tanto física como
mentalmente.
Si no dormía porque estaba trabajando en descifrar un código o
ayudando a otro miembro del equipo con un algoritmo, tanto mejor.
La mitad de las veces lo hacía porque Cade nunca contestaba cuando
un miembro del equipo le llamaba o le enviaba un mensaje de texto.
Creo que la mayoría del equipo había borrado su número.
—¿Por qué iba a querer participar cuando puedo hacer cosas más
productivas? —Sonó detrás de mí, como si no pudiera dejar el
asunto estar.
¿Estaría mal si le dijera que dejara de seguirme y subiera por las
escaleras hasta el último piso del edificio? Eran 110 pisos. Y sabía
que el paisaje sería suficientemente atractivo. El edificio había sido
diseñado específicamente para los Stonewood, y su forma y silueta
daban la ilusión de una ola elevándose hacia el cielo. En el interior,
una cascada rodeaba el ascensor, trasladando el tema arquitectónico
exterior al interior. Con sillones de lujoso cuero en el vestíbulo,
suelos de mármol y lámparas de araña de cristal, no parecía que
estuviéramos entrando en el trabajo. Probablemente tardaría toda la
noche en subir a la última planta, y luego no tendría que verlo.
—Oh. No sé. A lo mejor porque tienes aquí un equipo que lleva
todo el año trabajando para ti, al que no has visto y están todos muy
ilusionados con la fiesta de disfraces —dije.
—¿Y tú? —preguntó, y vi que se le levantaba una comisura de sus
labios. Era imposible que supiera que no estaba emocionada. Me
esforcé lo suficiente para parecerlo. Agitó el llavero delante de las
puertas del ascensor.
—Aunque faltan semanas para Halloween y es una fiesta infantil,
me disfracé, ¿no? —Puse las manos en las caderas.
Cuando se abrieron las puertas del ascensor, entró y contestó,
—Te has vestido para la fiesta. Con el culo colgando y todo.
Cade Armanelli.
Era un verdadero villano, despiadado y cruel.
Sus palabras, aunque no eran más que una repetición de las de mi
ex, se sintieron como un puñetazo en el estómago viniendo de él. Me
dije que era por la vergüenza, porque mi jefe lo había oído. Aun así,
me quedé boquiabierta y negué con la cabeza, mientras mis coletas
rubias se agitaban de un lado a otro.
—Síp, eso será. Esperaré al próximo ascensor o subiré por las
escaleras.
Su mano salió disparada y me agarró del codo para tirar de mí
antes que las puertas se cerraran tras nosotros. Tropecé con mis
botas blancas de tacón y casi caigo sobre él. Me atrapó a escasos
centímetros de su cuerpo.
Así de cerca, tenía que estirar el cuello para mirarlo, su altura era
algo que siempre había tenido por encima de mí. Sus ojos podrían
haber sido del color de la miel si fuera dulce. En cambio, me
quemaban por dentro como el whisky me hubiera quemado la
garganta.
Como si pudiera leerme el pensamiento, me pasó un dedo por la
clavícula, subió por el cuello y llegó hasta la barbilla.
—Eres demasiado sensible, Harley Quinn.
—No lo soy —susurré, cautivada por la suavidad con que me
tocaba, por lo mucho que me afectaba. Siempre me había sentido
atraída por Cade. Aunque lo odiaba, nunca pude ignorar la fuerza
gravitatoria que ejercía sobre mí.
—Dejaste que un hombre que ni siquiera te importaba casi te
hiciera llorar ahí abajo. Dejaste que viera el fuego en ti cuando no se
lo merecía —Su dedo recorrió la línea de mi mandíbula como si
estuviera contemplando algo.
—¿El fuego? —entrecerré los ojos, tratando por todos los medios
de entenderlo, pero sabiendo que mi cuerpo se estaba imponiendo. Y
quizá a él le estaba pasando lo mismo, porque se suponía que este
hombre era el que mantenía las distancias, el que no se entregaba a
conversaciones ociosas y el que no tenía tiempo para pequeños
acontecimientos como este—. ¿Estás bien?
Su mandíbula se crispó.
—Me molesta haber tenido que salir esta noche para esto, y me
frustra aún más ver a un miembro de mi equipo haciendo el tonto.
¿Por qué malgastar tu ira con él?
—¿Tu equipo? Apenas estás aquí. Tienes equipos en todo Estados
Unidos. Céntrate en ellos. Y sinceramente, ¿debería estar más
enfadada con él o contigo por repetir sus palabras?
—¿Conmigo? —Me soltó el brazo y sacó la máscara de la chaqueta
de su traje, luego se la deslizó lentamente. No sé por qué se me cortó
la respiración mientras lo observaba. No era una película de terror.
No estaba en peligro.
O tal vez sí.
Cade podría hacerme más daño que cualquier otra cosa de Scream.
Se inclinó cerca de mi oído y susurró:
—Definitivamente merezco tu ira. Y me encantaría que me la
lanzaras, muñequita.
Me quedé boquiabierta al oírle y ladeé la cabeza para intentar
verlo. Sin embargo, lo único que vi fue la máscara mientras
retrocedía y se balanceaba sobre los talones.
—No tiene ningún sentido —crucé los brazos sobre el pecho, no
estaba segura querer estar cerca de él, no sabía por qué me excitaba
que me mirara con aquella máscara. Era un mafioso bajo toda esa
fachada de hombre de negocios, y necesitaba salir de este ascensor y
alejarme de él.
No era una cajita ordenada como Gerald. Era una bomba de
relojería, y yo acabaría siendo un daño colateral si me quedaba cerca
de él.
—¿Realmente tu jefe tiene que tener algún sentido? —preguntó.
—Bueno, acabas de tratar de derribarme como mi ex...
Me cortó, su voz baja y apagada detrás de la máscara.
—He dicho que tenías el culo colgando. No he dicho si era bueno o
malo.
El ascensor se acercaba a lo alto del edificio, anunciando el número
de cada piso que pasábamos. Solo faltaban diez y me alejaría de él.
Negué con la cabeza. Ambos sabíamos lo que mi ex me había
gritado.
—Aunque no repitas que debería hacer ejercicio, los dos sabemos
lo que dijo justo antes. Así que, si tú también quieres insinuarlo, vale
—me encogí de hombros, tan sobrada por la noche. Realmente no
me importaba si él veía las lágrimas nadando en mis ojos. Me quería
en mi punto de ruptura, y ahora me tenía allí. Me incliné hacia él—.
Pero sabes qué, me cansé de ser educada. Así que vete a la mierda,
Cade Armanelli. Puedes irte al infierno junto con mi ex.
Se levantó la máscara solo para sonreírme, como si hubiera
ganado, como si me hubiera impuesto su locura. Esa sonrisa
siniestra era más aterradora que cualquier máscara de Halloween.
—¿Crees que soy como tu ex?
¿Qué podía decir? La mayoría de los hombres eran probablemente
como Gerald. Querían una mujer que yo nunca podría ser. Dulce,
arreglada, en forma, sin equipaje.
Cade me sostuvo la mirada y una batalla silenciosa se libró entre
nosotros. ¿Esperaba que le confesara mis sentimientos en voz alta?
Porque definitivamente no lo haría.
Negué con la cabeza y desvié la mirada.
—Sois todos iguales —refunfuñé, más para mí misma que para él.
Nuestra conversación estaba a punto de terminar: faltaban cinco
niveles. Cade sacó su teléfono, obviamente había terminado de
hablar. Estupendo. Iría a la fiesta y saldría rápido de allí. Esta noche
estaba resultando ser la peor, de todos modos.
Excepto que el ascensor chirrió hasta detenerse.
Las luces parpadearon y luego se apagaron.
2
Izzy
Izzy
Izzy
Cade
Izzy
Izzy
Cade
Izzy
Izzy
Cade
Izzy
Por supuesto que me había ido a la cama antes que Cade. Había
desaparecido en el salón como si no le hubiera perturbado en
absoluto mi arrebato de pintura en aerosol.
Maldita sea, eso me iba a costar dinero. Sabía que tendría que
compensarles por ello, pero me sentí bien al desahogarme, hacerle
saber que no estaba aquí para aguantar la mierda de nadie, que
podía devolvérsela.
Me había sentido yo misma por un momento, actuando y
abrazando la chispa que brotaba a la vida. Sin embargo, bien entrada
la noche, me había despertado para verle sonreír mientras pintaba
Muñequita también sobre mi cabecero.
Algo nos estaba pasando.
Definitivamente teníamos problemas, pero cuando abrí los ojos a
la mañana siguiente y vi las sábanas revueltas de su lado y a Cade
fuera de la cama, me reí para mis adentros. Realmente había
dormido en su lado de la línea, me había complacido cuando no era
necesario.
Me estiré y cogí mi neceser de maquillaje para ir a ducharme.
Ahora no me molestaba en evitar la barrera pintada. Era el principio
de la cuestión, francamente. Así que me tomé mi tiempo para
cepillarme los dientes en el cuarto de baño y me miré en el espejo.
Me pasé el dedo por las marcas de mordiscos del cuello.
No me había dado cuenta de lo bruscos que habíamos sido la
noche anterior cuando me masturbó sobre la mesa. Mis pezones se
tensaron mientras me despojaba de la camiseta y la ropa interior
para meterme en la ducha. Mi piel se enrojeció con los pensamientos
de la noche anterior.
Solo Cade podía irritarme tanto y excitarme al mismo tiempo. Me
llevó tan al borde de mis emociones que no sabía cómo iba a
sobrevivir a mantenerlas a raya durante el resto del retiro.
Abrí el grifo y dejé que las gotas de agua corrieran por mi cabeza
hasta que estuvieron tan calientes que casi escaldaron mi piel. Ahora
necesitaba el calor, la presión y la intimidad. Necesitaba sacarme de
la cabeza la visión de Cade trabajándome el coño, mordiéndome el
cuello y deslizando sus manos por mi cuerpo.
Mis dedos se introdujeron en mis pliegues y gemí suavemente
por lo húmeda que estaba. Necesitaba liberarme para concentrarme.
El agua me calentaba la piel, humedeciéndola junto con el sudor
mientras me esforzaba.
Imaginé su polla, lo dura que se ponía cuando me miraba
fijamente, cómo el metal rozaba mi punto más sensible exactamente
como yo quería, cómo sabía que quería que tomara el control, que
me robara el aliento tanto tiempo que casi me entraba el pánico.
Me pasé un dedo por el clítoris y fue entonces cuando la cortina
de la ducha se abrió de golpe. Aparté la mano de mi centro y jadeé.
—¡Cade!
—No te detengas por mi causa. No hay razón para hacerlo
cuando, de todos modos, me estabas imaginando follándote.
—¡Estoy en la ducha, imbécil! —Intenté apartar la cortina de un
tirón, pero él no la soltó. Así que me eché hacia atrás y crucé los
brazos sobre los pechos, erguida. Gerald podría haber dicho que
necesitaba perder peso, pero sabía que a Cade le gustaba mi aspecto,
y a mí también. No me avergonzaba de mi cuerpo.
—Estás en la ducha de mi lado, ¿verdad? —señaló.
—¿Me estás tomando el pelo ahora mismo?
—No. Tú empezaste este juego.
—Lo que sea. ¿Y qué? Estoy de tu lado —me encogí de hombros.
—Nueva regla: cuando estás de mi lado, haces lo que yo quiero —
Me sostuvo la mirada, y esa mirada me dijo que no iba a dejar que
me fuera.
—¿Y si no lo hago? —Dejé un brazo sobre mis pechos y ladeé una
cadera para apoyar la otra mano.
—Sabes que disfruto castigándote, Izzy. No tengo problema en
hacerlo ahora. Creo que este retiro servirá para un par de propósitos
nuevos.
—¿Cómo qué?
—Como enseñarte quién manda. Quizá también sea una forma
de sacarnos mutuamente de encima —Su tono bajó, sus ojos se
oscurecieron, su comportamiento cambió. Cade quería que me
rebelara, y mi coño respondió. Podía sentir cuánto deseaba ser una
mocosa y no escuchar.
—Sé realista —susurré, desafiándolo. Pero tenía razón. Lo
necesitaba fuera de mi sistema. Mi respuesta fue jadeante, excitada y
un poco demasiado ansiosa.
Dio un paso atrás con un lado de sus labios carnosos
levantándose. Esa sonrisa me dijo que el gato había salido a jugar y
que quería que yo fuera su ratón.
—Adelante entonces, muñequita. Intenta marcharte.
Miré hacia la puerta, sabiendo que podía intentar huir, pero
tendría que pasar junto a él. Cade era una torre inamovible, una
torre trajeada, morena, muy atractiva y muy musculosa, a la que
miré de arriba abajo.
Él y su estúpido traje de tres piezas empezaban a ser
exasperantes, aunque viera el contorno de su dura polla. Quería ver
la piel de debajo mientras estaba allí desnuda con gotas de agua
rodando por mi cuerpo. Y la única forma de conseguirlo era
empujándolo como él me empujaba a mí.
—No sabrías castigarme debidamente, aunque lo intentaras.
Cerré el grifo y salí de la ducha. No movió ni un músculo, salvo
el de la mandíbula, que tintineaba rítmicamente.
Quizá me había equivocado. Tal vez me dejaría pasar junto a él y
realmente no le importaba.
Pero cuando di un paso más hacia la puerta, su mano se estrelló
contra el marco.
—Has venido a jugar a mi lado, ¿verdad? —preguntó en voz baja.
Sus ojos se centraron entonces solo en mi núcleo—. Ponte frente al
espejo y juega con ese coño. De hecho, déjame ayudarte.
Me agarró del cabello y me giró bruscamente hacia nuestro
reflejo, colocándose detrás de mí y obligándome a doblarme por la
cintura. Me agarré a la encimera, pero él me empujó aún más hacia
abajo hasta que mi culo quedó fuera para presionar contra él su
polla. No pude evitar gemir.
Se relamió una y otra vez mientras hacía rodar su polla trajeada
contra mi coño, y yo arqueé la espalda intentando crear más fricción
moviendo las caderas con él.
—Me vas a estropear el traje, pequeña. Ese coño tuyo ni siquiera
puede soportar mi polla tan cerca de él. Está llorando por mí,
llorando para que su dueño vuelva a casa.
—Gracioso. Estaba bastante húmeda antes que llegaras —dije
solo para cabrearlo.
Soltó una risita, pero cuando apartó la polla, gemí, no dispuesta a
acabar con él. Usando mi cabello, me giró hacia él y me agarró de la
cadera con la otra mano, empujándome hacia la encimera.
—¿Por qué no te abres de piernas y me enseñas lo bien que juegas
contigo?
Me soltó, dio un paso atrás y se quedó mirando expectante. Mi
mano se deslizó hacia mi centro, rozando mi muslo mojado y
dejando que el aire entre nosotros me refrescara. Sin embargo, sus
ojos recorrieron mi cuerpo y me calentaron, como si me estuviera
pegando fuego a la piel. Mi cabello se me pegaba al pecho, mi
respiración hacía que mis pechos subieran y bajaran rápidamente, y
sabía que, para él, probablemente parecía salvaje, lasciva y a punto
de estallar en un orgasmo.
Me acerqué al coño, pero en lugar de ir directamente a por él, me
pasé un dedo por el clítoris y gemí, manteniendo el contacto visual.
Maldijo con fluidez y se desabrochó el pantalón. Mi cuerpo se
apretó de inmediato cuando su fuerte mano se introdujo en ellos
para sacar su larga polla. La bombeó mientras yo hacía rodar mi
clítoris entre los dedos. Acompasó su ritmo conmigo, como hacía
cuando yo golpeaba mi estilete, como si quisiera estar sincronizado
conmigo y pudiera sentir mi movimiento incluso antes de hacerlo
yo.
—Introduce un dedo, Izzy. Muéstrame lo bien que escuchas a tu
jefe cuando te da una orden.
Todo mi cuerpo se estremeció de placer cuando utilizó su
posición de poder sobre mí.
—Aquí no eres mi jefe aquí, Cade —me excitaba el hecho de
poder desafiarlo, que quisiera que me rebelara tanto como yo quería.
Se acercó un paso, bombeando la polla con más fuerza mientras
pasaba el pulgar por el piercing. Yo prácticamente salivaba por él.
Quería que mi boca, mi coño y mi cuerpo lo envolvieran.
—Soy tu jefe en todas partes. Especialmente aquí. Estás de mi
lado, Izzy. Haz lo que te digo o... —Esperó a que terminara la frase.
—¿Me castigarás? —pregunté, con los ojos casi en blanco por
tenerlo tan cerca mientras trabajaba mi clítoris cada vez más rápido,
con los pezones tensos a medida que me acercaba a un orgasmo que
probablemente me derribaría del mostrador en el que estaba
sentada.
Su mano se disparó de su polla a mi muñeca y me apartó la mano
del clítoris justo cuando estaba a punto de llegar al orgasmo. Tiró de
mí hacia delante tan deprisa que me tambaleé sobre la encimera,
pero aprovechó mi impulso para girarme de nuevo hacia el espejo,
empujándome por la espalda de modo que mi estómago quedara
contra la encimera y mi culo a su merced.
No perdió el tiempo y me golpeó el culo con fuerza, tan fuerte
que grité, arqueando la espalda para pedir más mientras mi grito se
convertía en gemido. Cogió su polla y mojó la punta en mi
excitación. Luego pasó un pulgar por encima como si quisiera que
nos mezcláramos en su mano antes de colocar ese pulgar entre las
nalgas de mi culo justo en mi otro agujero.
—Debería follarte el culo ahora mismo por la forma en que me
hablas.
Jadeé mientras él coqueteaba con mi único agujero virgen,
provocándolo y trabajándolo tanto que me olvidé del escozor de la
nalga mientras empezaba a jadear y a suplicarle.
—Quiero sentirlo. Quiero sentirte.
Se rió como si yo fuera ridícula, sacó el cinturón de su pantalón
mientras se inclinaba cerca de mi oreja y me decía:
—La próxima vez, si me escuchas, quizá te complazca.
En vez de eso, dobló el cinturón y me azotó el culo. Una, dos, tres
veces.
Dio un paso atrás para hacerlo. Como si quisiera ver su obra.
Como si las lágrimas en mis ojos y el rojo en mi piel fueran su
maldita obra maestra.
Puso la zona doblada del cinturón a la altura de mi clítoris, el
cuero acariciando el punto sensible, y agarró un puñado de mi
cabello.
—Mueve las caderas, cariño. Cabalga sobre mi cinturón como
una buena chica.
Algunos se habrían avergonzado, pero yo sentía su polla contra
mí, veía el hambre en sus ojos y, lo que es más importante, sentía las
ganas de excitarme tan profundamente en mis huesos, que no me
importaba.
Giré las caderas y arqueé la columna, tomando lo que era mío. El
orgasmo era la única razón por la que había venido al baño, y me lo
arrebató dejándole trabajar ese cinturón contra mí. Abrazar la oleada
de euforia fue como caer en un sueño. Y él movió el cuero lo justo
para que yo también me deleitara con él.
—Tu coño está tan mojado, Izzy, que gotea por tu muslo —
Admiró su obra mientras yo jadeaba y volvía a la realidad.
Una parte de mí siempre vería a Cade como el hombre al que
quería vencer, mientras estaba de pie sobre mí con mi cabello
envuelto en su puño como si tuviera el control absoluto. Tal vez era
mi personalidad, mi forma de mantener el control, pero lo empujé
como sabía que podía hacerlo.
—Supongo que tu castigo no fue lo suficientemente bueno. No
siento mucho dolor, solo placer.
Su mirada se clavó en la mía, y debió de captar cómo quería
socavar su poder. El mundo le temía, pero yo no. No sé si eso le
molestaba o excitaba, pero no dudó en darme otro azote para
demostrarme quién tenía las riendas.
Lo soporté. Prácticamente lo abracé mientras mi cuerpo
empezaba a estremecerse de dolor y placer con cada azote. Lo había
hecho dos veces y dudó en la tercera, con la mano hacia atrás,
preparado, pero de repente murmuró:
—Jesús, tenemos que parar. ¿Por qué no me dices que pare?
—Pero, ¿nosotros? —No pude contenerme, no pude evitar querer
más.
—Necesitamos una palabra de seguridad, y de hecho tienes que
usarla si se vuelve demasiado —sacudió la cabeza.
—Es simplemente parar —me encogí de hombros—. Y no lo
necesito contigo —Pero creo que los dos sabíamos que debería
haberla usado, que me estaba centrando en el placer y no en el dolor.
—Me empujarías a mí y a ti misma más allá del punto de ruptura,
muñequita —soltó un suspiro mientras se acercaba para frotarme la
rojez de la mejilla del culo, sosteniéndome la mirada en el espejo
como si quisiera que entendiera algo—. Eres una amenaza para
nuestra cordura, y no puedo negártelo, joder. Me obsesiona ver
cómo te resistes a mí y después me encaras. Tenemos que saber
cuándo parar.
Estaba apoyada en los codos, observándole mientras me miraba
en el espejo. Sus manos me amasaban como si de repente fuera un
tesoro que no acababa de descifrar, pero que sabía que era valioso de
todos modos.
—No quiero parar, Cade.
Tarareó, sin decir si estaba de acuerdo conmigo o no. Luego se
arrodilló detrás de mí y bajó la cabeza. Cade no iba a darme su polla,
y juro que era como si se la estuviera guardando. En lugar de eso, su
lengua lamió suavemente mi muslo. Se tomó su tiempo para acercar
sus labios a él y saborear lo que debía ser mi excitación allí mientras
murmuraba:
—Tan dulce. Tan malditamente dulce. Voy a soñar con este coño
eternamente.
Ya no importaba lo que me estuviera diciendo. Mis codos
cedieron y mi pecho cayó sobre el granito cuando su boca se deslizó
hasta mi centro. Me pasó el pulgar por el clítoris antes de separar
mis pliegues lo suficiente para que su lengua se zambullera en ellos.
Me lamió, me devoró, luego bajó el ritmo como si quisiera que
durara, como si pensara que yo podía, como si su boca no fuera una
maldita experta en lo que hacía. Yo ya estaba tan excitada después
de enrojecerme el culo que probablemente me habría corrido
rápidamente en su lengua de cualquier manera.
El orgasmo que había estado creciendo en mí me atravesó el
alma, me abrió el corazón y puso a Cade justo en el centro. Grité su
nombre, lo lloriqueé, lo gemí y luego lo susurré.
Sabía que las lágrimas corrían por mi rostro mientras me
ordeñaba hasta la última gota de mi clímax.
Luego se colocó sobre mí, y justo cuando pensé que habíamos
terminado, la cabeza de su polla se introdujo un poco en mi
abertura.
—Cade, oh Dios mío, no sé si puedo.
Mi cuerpo prácticamente temblaba de cansancio mientras él me
sonreía.
—Uno más, muñequita. Te sacaré uno más y luego podrás irte de
mi lado de la línea roja, ¿eh?
Me penetró como si fuera su casa, me apretó los muslos y me
arrimó el culo como si necesitara estar rodeado de mí. Jadeé al ver
cómo me follaba con ese maldito traje puesto.
Perdía el control bajo él, su cuello se flexionaba, su pecho se
agitaba y sus ojos oscuros me miraban en aquel espejo.
—No vengas a mi lado a menos que puedas soportar que te folle
en caliente, Izzy. No te acerques a mí a menos que estés preparada
para que te destroce, porque es todo lo que quiero. Todo lo que he
soñado.
Sus palabras, aquella punzada contra mis paredes internas, la
forma en que se aferraba a mí, clavando aquellos dedos callosos con
tanta fuerza que quedarían moratones, me empujaron hacia mi
tercer clímax.
Le supliqué que fuera más rápido, que me follara más fuerte.
Caden Armanelli no me decepcionó.
13
Izzy
Cade
Había empezado a creer que nunca habría una última vez con
Izzy.
La había vigilado todo el día en lugar de trabajar. Había
intentado llamar a mi hermano pidiéndole que me convenciera para
regresar al trabajo. En lugar de eso, me había dicho que fuera a
mezclarme con los malditos empleados. Nadie entendía que
intentaba seguir siendo el último Armanelli soltero. Intentaba
hacernos un favor.
Porque yo no era un buen hombre desatado.
Rodney la había mirado más de una vez aquella tarde. Me había
asomado a la ventana para verla chupando bastones de caramelo
con su mejor amigo, al que también envidiaba, aunque me daba
cuenta que su relación era solo amistosa. Ahora no quería a ningún
hombre cerca de ella
Y menos uno que hubiera puesto su sudadera sobre ella. No me
jodas.
Estaba sentada con la sudadera oscura de otro hombre, y supe en
ese momento que la destruiría. La arranqué de su cuerpo y la arrojé
a la tierra.
—Quiero ver ese verde en ti mientras te follo junto a este fuego —
murmuré, intentando disimular que odiaba su ropa en ella. Sin
embargo, era más que evidente. Ella lo sabía. Era jodidamente
personal, sexual y territorial cuando deslizabas tu ropa sobre otra
persona. También era consciente que llevar joyas que yo había
comprado sobre otra mujer era inaceptable si sentía por mí lo que yo
sentía por ella. Sería algo que tendría que remediar más adelante.
—Cade, si alguien viene aquí...
—En este retiro sabrán que me perteneces. Necesitan saberlo de
todos modos —Moví su culo para que mi polla estuviera entre sus
mejillas y me tomé mi tiempo arrastrando mi navaja sobre su bikini
—. De hecho, tal vez perdamos el bikini, ¿eh?
Su piel estaba húmeda y, tan cerca del fuego, brillaba con una
capa de sudor. Observé cómo se le ponía la piel de gallina mientras
seguía con la navaja el borde de su braguita verde.
—Si pierdo mi bikini, vuelvo desnuda a la cabaña —señaló.
—Buen punto —murmuré antes de deslizar la punta de la navaja
por la línea de su bikini antes de empujar la tela hacia un lado,
dejando que el metal se posara justo al lado de su clítoris. Mi hoja
estaba afilada, la punta era peligrosa. Me aseguraba de afilarla cada
año, no porque pensara que fuera a necesitarla, sino porque me
gustaba.
Era aún más gratificante ver el uso que le daba aquí y ahora. El
metal brilló a la luz de la luna mientras lo movía centímetro a
centímetro por su vientre hasta la parte superior del bikini y luego
moví también aquellos triangulitos hacia los lados, dejando que sus
pezones asomaran, erectos, listos para ser pellizcados y chupados
únicamente por mí.
—Perfecto —murmuré antes de arrastrar la navaja hasta su
cuello. Sus ojos color avellana ardían al mirarme—. Ahora estás a mi
completa merced.
Sonrió, y le llegó hasta los ojos, como si este fuera su lugar y
nunca dijera lo contrario.
—¿Te gusta lo que ves, Cade? Siéntete libre de disfrutar de la
vista. Pero si alguien viene aquí, todos disfrutarán también de la
vista de mi coño.
Pensó que me importaba mi trabajo, nuestra reputación, mientras
gruñía y clavaba la navaja en la tierra junto a nosotros. Solo me
importaba que la gente pudiera verla vulnerable, ver lo que
empezaba a pensar que era mío.
Llevé mis manos hasta sus pechos. Luego volví a atraerla hacia
mí para que apoyara su cuerpo sobre el mío mientras yo
contemplaba a la mujer que estaba a punto de ponerme de rodillas.
—¿Por qué has compartido esa historia con todos, esta noche?
—¿La historia de mi tatuaje? —Se encogió de hombros como si no
quisiera hablar de ello, un indicio no verbal con el que indicaba que
quería volver a echar un polvo fácil conmigo. Entonces sus manos
estaban sobre las mías, amasando sus tetas a través de ellas—. No lo
sé, Cade. ¿A quién le importa?
Esta vez no sería tan fácil.
Había escuchado su sincera respuesta mientras caminaba hacia el
fuego, y me detuvo en seco. Ni el mismísimo Dios podría haber
hecho que me moviera mientras la escuchaba, mientras oía que se
había tatuado mis insensibles palabras en las costillas. ¿No sabía que
las había dicho para protegerla? Y ahora, se habría dado cuenta que
respetaba su ética de trabajo y quién era ella más que a la mayoría.
¿Verdad?
Perdiéndome en el trance de mis palabras sobre su piel, busqué la
escritura. Mi mano se arrastró hasta su costado para encontrar la
tinta, y froté hacia delante y hacia atrás sobre las letras.
—No lo dije para herirte, Izzy.
Ella suspiró.
—Sí que lo hiciste. Me querías fuera del equipo. Y está bien...
—Era cierto que te quería fuera del equipo porque quería que
estuvieras a salvo. Eras joven. Y te estabas involucrando con gente
que no valoraba una puta vida —intenté explicarlo.
—Correcto. Bueno —Ella suspiró—. Lo que has dicho es verdad.
Soy una adicta. Solo que nunca lo había oído antes, y había lidiado
con tanto... —Se detuvo como si tuviera más que compartir, pero no
quisiera.
—Dímelo.
En lugar de eso, giró las caderas.
—No hay nada que contar. La cagué cuando era una cría y
pagaré las consecuencias el resto de mi vida. He intentado mantener
la compostura desde entonces, y estoy orgullosa de haberlo hecho.
—Manteniéndolo unido como lo haces, muñequita, es un
desperdicio —me incliné hacia ella y le acerqué la caja torácica para
poder rozar con los dientes aquel tatuaje—. Debería arrancarte este
tatuaje.
—¿Por qué? —Se quedó sin aliento mientras la acariciaba y
succionaba mi camino hacia su espalda, subiendo por su omóplato y
luego hasta su cuello—. Ahora me gusta. Me recuerda lo lejos que he
llegado.
—¿Qué tan lejos has llegado respecto a qué?
—Solía dejarme llevar por mis emociones, Cade. Solía pensar en
cada cosa estúpida. Es lo que me llevó a donde estaba. Meditar,
centrarme solo en mi dolor.
—¿Dolor de qué? —Deslicé una mano desde su tatuaje hasta su
coño. Necesitaba trabajarla, sentirla, saber que su excitación era mía
para ahogarme en ella mientras compartía su cuerpo conmigo.
Hizo una pausa y entonces sus palabras brotaron dolorosamente.
—Perdí a alguien.
—¿A quién? —¿Cómo no lo supe?
—¿Por qué tienes que saberlo, Cade? No tiene importancia.
Todo en ella me importaba; acababa de empezar a darme cuenta.
—Tal vez me importa.
—Solo era joven y tonta. Déjalo —Su voz se quebró y lo archivé
para explorarlo más tarde. No iba a soltar nada sobre Izzy Hardy a
corto plazo.
Era una respuesta de relleno. Y de repente quise descifrarla. Lo
quería todo. Froté su clítoris mientras masajeaba uno de sus pechos
y murmuré:
—No me estás contando toda la verdad.
Se revolcó contra mí y gimoteó.
—¿Para qué necesitas toda mi verdad si no vamos a hacer nada
después de este re...?
Hundí los dedos en ella para detener sus palabras. No quería
seguir oyéndolas.
—¿Tienes tantas ganas de librarte de mí?
En lugar de responder, me agarró de las muñecas para
impulsarse y cabalgar sobre mi mano. Estaba tan húmeda que
sonaba como mi pequeña cascada personal, en lugar de ella negando
que tuviéramos algo más que follar en este viaje. Eso era lo que
quería oír, todo lo que quería oír.
—De rodillas, muñequita. Justo delante del fuego.
Estaba tan cerca que no podía negármelo mientras se deslizaba
hasta el suelo y se arrodillaba ante él. Me puse de pie, empujando la
silla hacia atrás, y luego me coloqué entre sus pantorrillas,
separando más sus rodillas en el suelo. En lugar de decirle lo bien
que le quedaba el culo o cómo alguien podría pintar una maldita
obra maestra de su espalda en solitario, di un paso atrás, me
arrodillé detrás de ella y tiré de su culo contra mi pantalón de
chándal.
Ella chilló y cayó hacia delante, atrapándose a escasos
centímetros de la llama, con las manos en el suelo ahora también.
—Cade, esto está demasiado cerca.
Hablaba del fuego, pero yo la quería goteando sudor, tan caliente
y a punto de quemarse por dentro que nunca olvidaría quién la
había puesto allí. Me bajé el pantalón de chándal y no vacilé al decir:
—Asegúrate de sujetarte, entonces, cariño. O el fuego te
alcanzará.
No era una amenaza real. La agarré del cabello para echarla hacia
atrás cuando la penetré. Con fuerza. Todo su cuerpo, sus curvas, su
trasero, sus tetas, se movían a la perfección. Dejé que mi polla la
penetrara y ella me recibió con fuerza. El fuego danzaba a nuestro
alrededor, la única luz de la noche, con la luna y el humo
enroscándose alrededor de su cuerpo como si estuviera follando con
el diablo.
Quizá yo fuera él.
Me sentía como el diablo mientras la sujetaba tan cerca del borde
del fuego y me la follaba con todas mis fuerzas. Era un espectáculo
condenadamente hermoso, el verde del bikini sobre su piel casi
luminiscente, la forma en que sus ondas oscuras caían sobre su
hombro y la manera en que sus músculos se flexionaban para
encontrarse con los míos.
—Nadie me pone excepto yo —murmuró al fuego, y no estaba
seguro si hablaba con él o conmigo. Siempre supe que Izzy luchaba
con algo, que se resistía a dejarse llevar como si tuviera que
mantenerse reprimida el resto de su vida. Pero se equivocaba,
porque yo iba a por ella. Tampoco pararía hasta conseguirla.
—Tengo a la auténtica tú, muñequita. Yo. Porque te pongo cada
vez que puedo —Mi polla se endureció más al oír esas palabras. El
mundo se desvaneció a nuestro alrededor. Solo la veía a ella. Todo lo
que quería y necesitaba era a ella.
Y ella debió de sentirlo también porque su coño se apretó y gritó
mi nombre en el fuego como si yo fuera su dueño. Realmente quería
creer que lo era.
Pero habría sido mentira. Cuando se echó el cabello oscuro por
encima del hombro y me miró fijamente con un brillo en los ojos y
dijo:
—Cualquiera puede sacarle un orgasmo a alguien, Cade. Eso no
significa que vayas a conseguir nada más que eso, —supe que me
poseía.
Mi presión sanguínea subió y la necesidad de controlarla por un
momento, de hacerle ver que era mía, se apoderó de mí. La agarré
por la parte delantera del cuello y la giré para que se tumbara de
espaldas en la arena, con el cabello esparcido en la tierra. Sus manos
se dirigieron a mis muñecas y sus ojos brillaron como si no me
temiera en absoluto. La sujeté y con la otra bombeé mi polla por
encima de su cuerpo.
—Estoy marcando a la tú que crees que nadie quiere ver, Izzy. Es
mía, aquí y ahora.
Con mis palabras, me corrí sobre sus pechos y su vientre. Los dos
vimos cómo mi semen salía en cintas sobre ella, marcándola
únicamente para mí.
Dejó que me corriera hasta la última gota y me sostuvo la mirada
todo el tiempo. Cuando estuve agotado y respirando con dificultad
sobre ella, me sonrió suavemente y dijo:
—¿Contento contigo mismo, Cade?
La analicé debajo de mí, la suciedad de su cabello, el bikini
arrugado, la forma en que el sudor caía aleatoriamente sobre su
hermosa piel y se mezclaba con mi semen.
—Eres casi perfecta en la suciedad, Izzy Hardy. Estoy luchando
por no hacerte una foto.
—Soy un absoluto desastre.
—Y así es exactamente como te quiero murmuré mientras me
apartaba de su cuerpo para sentarme a su lado. Hizo ademán de
levantarse, pero la detuve—. Dame un segundo.
Levantó una ceja como si fuera a discutir.
—Por favor —no suplicaba, pero lo haría con ella. Habría hecho
casi cualquier cosa por tenerla allí conmigo un momento más. Cogí
la sudadera de Rodney y me tomé mi tiempo limpiando mi cuerpo
—. Antes solía limpiar muchos desastres, pero este es el que más me
está gustando limpiar.
Sonreí para mis adentros mientras arrojaba la sudadera al fuego.
—Eres ridículo si eso te produce alegría, Cade —masculló
mientras se recolocaba el bikini y se sentaba, quitándose la arena de
encima—. Y estoy segura que los desastres que limpiaste eran
mucho peores que esto.
Canturreé.
—Si te refieres a mis días como parte de la antigua familia
Armanelli, seguro —me encogí de hombros, pensando en esa parte
de mi vida, en cómo de repente quería que ella lo entendiera—.
Hemos intentado ser una familia más limpia y productiva.
No cogió nada del suelo, evitando el contacto visual.
—Lo sé. El mundo lo sabe. Incluso Heather está orgullosa de tus
elogios —Suspiró—. Todo el mundo ha abrazado y aceptado quién
eres.
Pensé en mi vida. Crecer como hijo de un poderoso jefe de la
mafia me había enseñado mucho del feo mundo. No es que mi
hermano, que era el primogénito, no viera más.
—O han abrazado lo que soy o han aprendido a temer lo que soy.
—¿No te cansas que la gente te tema?
—No —respondí con sinceridad—, porque deberían hacerlo. En
todo caso, me canso de actuar como si no fuera una amenaza, como
si disfrutara mezclándome con todos vosotros por el bien de lo que
sea este retiro.
Se echó a reír.
—Se llama crear confianza. Crear equipo.
—No trabajo bien con los demás.
—Probablemente porque no te importa que la gente te tema en
lugar de respetarte. Y creo que todo el mundo quiere hacerlo. Eres
un maldito Dios cuando se trata de hackear.
—¿Solo en eso soy un Dios? —le lancé una pequeña broma.
Me recompensó con una sonrisa genuina.
—Así que Cade tiene sentido del humor. Quizá debería
mostrárselo a su equipo más a menudo.
Le tiré de un mechón de cabello.
—Quizá tú también deberías mostrar más tu fuego, tu emoción y
tu verdadero yo.
Entrecerrando los ojos, argumentó.
—A nadie le gusta todo eso. Es como decir que quieres mostrar al
mundo al mafioso Armanelli que hay en ti.
—A veces lo hago —me encogí de hombros y arrojé al fuego un
trocito de ramita del suelo—. Pero guardo eso para los días en que el
mundo realmente necesita un recordatorio —Ella puso los ojos en
blanco como si yo no tuviera ningún sentido—. Te das cuenta que yo
di el visto bueno para que mataran a mi padre, ¿verdad? —solté,
como si necesitara saber que el hombre con el que acababa de follar
era esencialmente un asesino.
Mi padre se merecía su destino, y mi hermano y yo habíamos
acabado con él. Había sido un asesino despiadado que hizo daño a la
nación una y otra vez. Aun así, perder a un padre y ser el causante
de esa pérdida hizo que muchos desconfiaran de mí. Tenía que
entender que yo sería despiadado, que no era solo un hombre dulce
que se dedicaba a la ciberseguridad. Lo hacía por el país, por mi
familia.
Y volvería a matar también por ellos si fuera necesario.
—Soy consciente del rumor, sí —asintió ella, sin echarse atrás en
absoluto—. Pero según tus admiradoras, como Heather, fue por un
bien mayor.
Clavé el tacón de mi zapato en la tierra, intentando quitarle
importancia a su explicación. Era buena.
—Admito que es un giro brillante de la historia. Mi madre era
una mujer italiana con mucho amor en el corazón. Nos decía que
tomáramos decisiones con amor. Tomé la decisión de matarlo por un
bien mayor, claro, pero también estaba furioso. Actué con furia. Y
volvería a actuar con ira si sintiera que un hombre lleva su poder
demasiado lejos.
—Tú también tienes mucho poder —me recordó en voz baja.
—Sí, y me encanta cabrear, irritar y joder a cualquiera en el
mundo, Izzy. Disfruto haciéndolo. Me gusta el control y creo que soy
capaz de manejar hasta dónde empujo a todo el mundo. A mi padre
también le gustaba, pero nunca creí que fuera capaz de controlarlo.
Lo meditó un momento mientras mirábamos el fuego
extinguiéndose lentamente en el frescor del aire.
—Apuesto a que entonces tu madre se habría sentido orgullosa
de ti.
—Mi madre se habría sentido orgullosa de un asesino en serie —
reí recordando cómo le preparaba cannoli a mi padre incluso
después de haber regresado a casa tras deshacerse de unos cuantos
tipos—. Francamente, se casó con uno. Mi padre era un malvado hijo
de puta que traficaba con mujeres y drogas y blanqueaba dinero.
—Entonces hiciste el bien que el mundo reclama deshaciéndote
de él —murmuró, y por alguna razón, su aceptación me quitó un
peso de encima que desconocía haber estado cargando.
—Quizá. O quizá lo hice para cabrear a algunos —repliqué—. Es
lo que más me gusta, ¿no?
—No lo sé. Nunca me he sentido irritada por ti en absoluto —dijo
con fingida seguridad. Entonces se inclinó hacia mí y chocó contra
mi hombro, con un brillo en los ojos mientras me sonreía.
Tarareé por lo bajo, imaginando cómo vibraba su cuerpo cuando
quería arremeter contra mí.
—A ti es a quien más me gusta irritar, señorita Hardy —vi cómo
su piel se erizaba y me tapé la cabeza con la sudadera—. ¿Por qué
demonios irías a una maldita hoguera en bikini?
—No lo hice —resopló, pero se acurrucó en mi sudadera como si
intentara absorber mi calor—. Dije que volvería a la cabaña para
ponerme ropa más abrigada, y Rodney me ofreció su sudadera en su
lugar.
—La próxima vez que otro hombre intente ponerte su ropa,
considera que voy a cortarla y quemarla. ¿Entendido, muñequita?
—No estoy muy segura de entenderlo —Se dio un golpecito en la
barbilla.
Joder, esa mujer también tenía un don para agraviarme.
—¿Qué es lo que no entiendes?
—No puedo tener ningún tipo de relación con mi jefe, Cade. Y
francamente, no nos gustamos lo suficiente como para estar en una
—Siempre decía eso como si fuera algo mutuo.
—Me gustas mucho. Me gusta especialmente tu coño...
—No —me cortó con una mano en el aire y luego se levantó del
suelo—. Aparte de acostarnos juntos, esto no es una pareja de
ensueño. Y ahora mismo no necesitamos ese drama.
Yo también me levanté y me quité el polvo del pantalón antes de
acercarme a ella e iniciar el camino de vuelta a nuestra cabaña.
—Yo diría que es menos drama follarte en silencio cuando estás
discutiendo conmigo por algo ridículo.
—En realidad no discuto. No has estado conmigo el tiempo
suficiente para decir que lo hago.
Me eché a reír al ver que no se daba cuenta que estaba haciendo
exactamente eso.
—Entonces, ¿qué? ¿Quieres que nos quedemos a un lado y
trabajemos muy bien sin que yo te incline sobre el mostrador para
follarte mientras tú andas por ahí con tus camisetas holgadas?
—Puedo ponerme una falda tubo si eso ayuda —ofreció ella.
—Te follaré con cualquiera de las dos.
Deslizó una mano por su rostro mientras intentaba parecer
indiferente. Sin embargo, sentí el calor de su cuerpo contra el mío y
noté cómo su respiración se había acelerado. Izzy Hardy estaba tan
obsesionada con follarme como yo con follarla a ella.
—Si volvemos a acostarnos juntos y es un gran 'y si', no se lo
decimos a nadie y se acaba después del maldito retiro. Y primero
tenemos que arreglar lo de JUNIPER, lo que significa que tienes que
formar equipo con nosotros.
—No necesito construir en equipo...
—Equipo o nada de follar en la cabaña, Cade —soltó.
—Como si tú impusieras todas las reglas —murmuré.
Empezaba a pensar que sí.
15
Izzy
Cade
Izzy
Cade
Izzy
1 El fentanilo es un opioide sintético que es hasta 50 veces más fuerte que la heroína y 100
veces más fuerte que la morfina. Es un import nte factor contribuyente a las sobredosis
mortales y no mortales.
20
Izzy
Izzy
Yo: No. Será mejor que dejéis de llamar todos. Solo fueron
unas pocas veces y ya se ha acabado.
Luego llamó Lilah. Tenía ganas de gritar. Los hermanos eran los
peores humanos del mundo, aunque yo los quisiera y moriría por
ellos. Algunos días quería matarlos yo misma.
Fui tan buena amiga que hice lo que me dijeron. Elegí un vestido
negro sexy y cogí un neceser de maquillaje para después del trabajo.
Sabía que trabajaría hasta tarde porque el día anterior había visto un
contratiempo en mi región de JUNIPER y quise profundizar.
La jornada laboral transcurrió igual que todas las demás, salvo
que Cassie y Penelope se marcharon pronto y casi todos los demás
salieron tras ellas.
Lucas me besó en la mejilla y me entregó una máscara.
—Mándame un mensaje cuando llegues. Te he enviado la
dirección.
Asentí, aún concentrada en retocar mi trabajo. Faltaba una
semana y media para las elecciones y quería que todo fuera perfecto.
Mi cortafuegos era estable y resistía varios intentos normales de
violación, pero este pequeño intento era diferente.
—Qué raro —murmuré mientras indagaba. Menos mal que había
configurado un sistema que nos alertaba de estos extraños visitantes
del sitio, porque este parecía tener una configuración ajena.
Una que reconocí.
Seguí la codificación hasta otro sitio y navegué por la web oscura
durante otros diez minutos. No tardé mucho en apresurarme a
través de códigos y algoritmos diseñados para distraer a la mayoría.
Meses atrás, Cade me habría visto indagando, pero ahora no creía
que le molestara. Sinceramente, solo investigaba cosas para las
elecciones. Ya había pasado mis días de infiltrada, me di cuenta.
Quizá había ocurrido en el retiro, cuando me distraje de una forma
que no debía.
La idea me hizo esforzarme más. Codifiqué rápidamente y
configuré un algoritmo de pirateo para romper el cortafuegos. Cogí
mi mochila y fui al baño a cambiarme mientras funcionaba. Me alisé
el vestido negro que me había puesto y me miré en el espejo.
Probablemente había engordado unos kilos de más en las caderas
durante el retiro. Alisé con la mano la vaporosa seda del vestido.
Abrazaba las curvas de mi cuerpo y dejaba poco a la imaginación.
Me encantaba la seda viscosa del vestido porque era suave, cómoda
y sexy. Me encantaba que, cuando me movía, dejaba que mis curvas
se balancearan, haciéndome sentir que abrazaba mi energía
femenina. Con el encaje en el escote y la espalda abierta, sabía que
encajaría perfectamente en el club.
Volví a sentarme y me apliqué delineador de ojos ahumado,
luego pintalabios rojo, mientras esperaba a que se rompiera el
cortafuegos. Mi pantalla se movía rápidamente a través de códigos
que sabía tenían que significar algo.
—¿Qué haces? —oí su voz desde muy lejos, detrás de mí.
Mierda. Di un respingo y cerré el portátil de golpe.
Sus ojos estaban clavados en mí, en mi vestido, en mis labios
rojos.
Me levanté del escritorio y cogí mi bolso. No quería que viera que
había estado trasteando con datos antiguos y pensara que tal vez
había descubierto algo relacionado con los albaneses, que volvía a
mis viejos hábitos.
Ya los habíamos superado, ¿no? O quizá no, porque si estaban
intentando piratear nuestros sistemas, habría que avisar a Cade.
Mejor aún, había que avisar a Jett Stonewood y al presidente.
Aunque tendría que asegurarme más tarde. No podía decírselo
ahora o parecería que me estaba vengando. No después de los
elogios del final del retiro. No quería que volviera a mirarme como si
fuera una imprudente, no apta para el trabajo, me di cuenta.
Después de todo lo que habíamos hecho en aquel retiro, no podía
soportar volver a ser eso para él, aunque ahora no supiera lo que era.
A veces lo desconocido en la oscuridad, donde una persona no
puede encontrar nada, es mejor que ver la realidad de todo.
—Ya estaba terminando por esta noche.
—¿Vestida así? —Miré hacia abajo al ver que observaba mi
cuerpo como un animal hambriento.
—Vamos a ir a la fiesta de Halloween en el club de la calle de
abajo.
—Otra vez, me atrevo a preguntar, ¿vestida así? —Su voz bajó
unas octavas y tuve que apretar los muslos para no abrirlos ante él.
Crucé los brazos y él gruñó cuando mi escote se pronunció.
—Sí, vestida así. ¿Algún problema?
Una de aquellas manos grandes y tatuadas salió disparada para
arrastrar un dedo sobre el oro de mi muñeca.
—Puesto que estamos entreteniéndonos con tu maldita idea
acerca de lo que hubo entre nosotros, la respuesta es no.
—¿Y si no estuviéramos entreteniendo mi idea? —susurré porque
quería torturarme, obviamente.
—¿Si estuvieras conmigo? ¿Queriendo salir vestida así? No
saldríamos del puto edificio.
—Alguien es un poco territorial por enseñar un poco de piel, ¿eh?
—No, muñequita. Ya sé cómo se lucha. No me preocupa que un
tío te mire mal. He cortado suficientes gargantas para combatir eso
—Su tono era amenazador mientras lanzaba aquel poder Armanelli.
No lo hacía a menudo. Así supe que Cade aún sentía algo por mí.
Sentía algo profundo, oscuro y peligroso—. No saldríamos del
edificio porque te arrancaría el vestido y te doblaría sobre tu
escritorio.
—Cade —susurré, dando un paso atrás, sabiendo que no podría
resistirme a él si me presionaba mucho más. Y tenía que hacerlo
porque ya sentía la angustia de perderlo.
Perderlo cuando ni siquiera lo tenía del todo era desgarrador.
Deprimente. Y asombrosamente más difícil de lo que había pensado.
—¿Quieres que te lo enseñe, muñequita? ¿O seguimos jugando a
tu estúpido juego?
—No —solté y me llevé el maquillaje y el bolso del escritorio—.
Búscate a otra persona a la que joder sobre un escritorio.
Enderezó mi silla y luego se apoyó en ella.
—¿Crees que puedo sustituir esa boca pecadora tuya? ¿O
encontrar a una chica que dé tan bien como recibe y pueda rivalizar
conmigo en hackeos, señorita Hardy?
—Estoy convencida que podrías encontrar a alguien —me encogí
de hombros, pero la idea me destrozó el corazón.
Asintió una vez, con el ceño fruncido, y dio un paso atrás. Quizá
me estaba dejando marchar; quizá por fin había decidido que yo era
reemplazable.
—Sí, Izzy. Quizá podría, pero no querría.
Me hizo un gesto con la mano y salí hacia los ascensores. Intenté
no mirar atrás, intenté no echar un último vistazo a mi corazón
abandonado allí, desangrándose en el suelo.
Cuando me volví, seguía apoyado en mi silla, con las manos
apretadas alrededor del respaldo.
¿También lo sentía él? ¿La forma en que estábamos perdiendo
algo que en realidad nunca tuvimos?
22
Izzy
Cade
Izzy
Cade
Izzy
Izzy
Cade
Izzy
Izzy
Izzy
Puse los ojos en blanco, furiosa pero también más viva de lo que
había estado en semanas. Cade había vuelto, estábamos entrenando
y me sentía mucho más yo misma, tanto que me dolía el corazón por
haber encontrado lo que sentía que había perdido: a mí misma y al
amor de mi vida.
Intenté no concentrarme en eso y abrí la puerta. Allí estaba mi ex,
con el cabello peinado hacia atrás, un traje y una corbata
extravagantes perfectamente planchados para el espectáculo que
estaba a punto de montar y una pequeña sonrisa esperanzada en la
cara. Me abrazó y ambos nos giramos cuando Cade gruñó desde la
encimera.
—Izzy, no sabía que tenías compañía —gruñó Gerald.
—Sí, bueno, vino sin avisar.
Vi cómo Gerald apartaba los labios, cómo el disgusto se reflejaba
en su rostro.
—Realmente quería hablar contigo en privado.
Respiré hondo.
—Gerald, si es importante, puedes decirlo aquí y ahora, porque
no estoy muy segura que me quede paciencia en este momento. Fui
clara cuando te dejé...
Asintió enérgicamente y levantó las manos.
—Tienes razón. Tienes razón. Siento haber insinuado siquiera
que merezco más de tu tiempo. Es que... —miró a Cade y se aclaró la
garganta—, lo que dije cuando te llamé para decirte que te echaba de
menos iba en serio. He hecho mucho examen de conciencia sin ti. Y
con el negocio de mi padre a punto de quebrar, me ha resultado muy
difícil arreglármelas sin ti porque...
Cade resopló y se acercó a mi nevera como si fuera el dueño del
lugar. La abrió y cogió una botella de agua, luego levantó una ceja al
vernos a ambos mirándolo.
—Sigue. Te escuchamos, Gerald.
La forma en que se mofó del nombre del hombre me hizo mirarle
con los ojos muy abiertos, pero se encogió de hombros como si no le
importara. Francamente, a mí tampoco debería haberme importado.
Gerald me había engañado y lo había llevado fatal enviándome
mensajes constantemente durante un mes. Sin embargo, había
guardado silencio desde que Cade lo amenazó hasta el mensaje de
hoy. Era muy considerado, me pedía perdón y que escuchara su
versión.
—Mira, la única razón por la que estoy aquí es por ti. Sé que la he
cagado y te agradezco mucho que me dejes venir a decírtelo.
Demuestra que todavía nos importamos, ¿verdad, nena? —Desvió la
mirada hacia Cade como si quisiera que él también lo entendiera.
Suspiré y me pasé una mano por el cabello.
—Sinceramente, Gerald, no. Hace poco yo también me he
preguntado por qué terminó cierta relación mía. No lo entendí. Me
sentía como tú, enviando mensajes a esa persona, molestándola,
dejándole mensajes de voz. Así que pensé que te debía la misma
cortesía que me hubiera gustado.
Las mejillas de Gerald enrojecieron y empezó a sudar. No sabía si
era por el traje, porque Cade lo miraba fijamente o porque estaba
abrumado, pero aquí ni siquiera hacía calor. ¿Tanto me quería como
para sudar por esto?
—Vale, vale. Es justo —Entonces hizo la cosa más ridícula de
todas. Se arrodilló delante de mí y se sacó un anillo del bolsillo. Me
agarró la mano y yo le dejé porque estaba en estado de shock—.
Necesito que me perdones. Necesito una segunda oportunidad. Seré
tuyo para siempre. Sin engaños, sin desviarme. Eres tú.
Me quedé boquiabierta. Y él era tan tonto que lo tomó como una
señal para ponerme el anillo de diamantes en el dedo.
—Gerald —sacudí la cabeza. Lo agarré por los bíceps y tiré de él
hacia arriba—. No. ¿En qué estás pensando?
—Te amo, y estamos hechos el uno para el otro. Se lo diré incluso.
Lo vi contigo, y me di cuenta que necesitaba limpiar mis actos.
Necesitaba mostrarte cuánto me importabas.
—Gerald —Cade dijo su nombre en voz baja, pero con una
firmeza que hizo que ambos nos detuviéramos a escucharlo mientras
se acercaba lentamente. Esa pequeña sonrisa en su rostro no contenía
felicidad mientras miraba a mi ex novio de arriba abajo.
—Te advertí sobre acercarte a Izzy y volver a hablar con ella,
¿verdad?
—Bueno... —tartamudeó cuando Cade dio otro paso hacia él.
Ambos se miraron fijamente—. Creo que es mejor que dejemos que
Izzy escoja lo que quiere. Aunque ahora seáis hombres de negocios,
sabemos que en realidad...
Gerald no tuvo pelotas para terminar la frase, pero Cade esperó
mientras deslizaba los nudillos por el bíceps de mi brazo extendido
que Gerald aún sujetaba. No pude controlar que el rastro de su piel
tocando la mía dejara una estela de piel de gallina ni que me
estremeciera cuando su mano rodeó mi muñeca para apartar
lentamente mis dedos del agarre de Gerald.
Gerald me soltó y vio cómo Cade se llevaba mi mano a la boca.
Frotó las yemas de mis dedos sobre sus labios mientras nos
murmuraba a los dos.
—Vamos, Gerald. Termina tu frase.
—Solo creo que debería elegir a quien ella quiere.
El hombre que tan desesperadamente había intentado superar
durante el último mes me sonrió, y todo mi cuerpo vibró de
necesidad. Pero no se detuvo ahí. Se tomó su tiempo para meterse el
dedo anular en la boca y me pasó la lengua por toda la piel antes de
apretar con los dientes el anillo de compromiso. Arrastrándolo
centímetro a centímetro fuera de mi dedo, me sostuvo la mirada. En
aquel momento vi cada aspecto de Cade en sus ojos ámbar. La rabia
porque Gerald considerara siquiera que estaríamos separados, el
dolor por haberme dado la idea que podríamos estarlo, el humor por
cómo estaba enfadada con él ahora mismo pero el conocimiento que
no lo estaría para siempre.
—Cade —susurré, pero me salió un gemido—, ¿qué haces?
Sostenía el anillo entre sus dientes, y resultaba tan
condenadamente seductor que tuve que apretar los muslos. En ese
momento había perdido toda conciencia de Gerald. En aquella
habitación estábamos el amor de mi vida y yo. Deseé por Dios que el
maldito anillo que sostenía entre los dientes fuera de él para mí.
—Tómalo —me ordenó Cade, y cuando lo hice, me dijo—.
Devuélvele el anillo antes que lo tire por el triturador de basura.
Extendí la mano con el anillo en ella y Gerald se quedó
boquiabierto cuando se lo puse en la mano. Entonces, Cade me cogió
la mano rápidamente y enhebró sus dedos en ella, volviéndose hacia
Gerald como si fuéramos un frente unido contra él.
—Gerald, Cade tiene razón. No quiero esto de ti. Necesitas seguir
adelante.
Su cara se curvó de disgusto.
—¿Lo quieres a él, Izzy? No puedes. Me necesitas a mí. Si crees
que abriéndote de piernas por un tipo de la mafia vas a conseguir un
ático para el resto de tu...
Cade agarró el cuello de Gerald tan rápido que no tuve tiempo de
detenerlo.
—¿Debería matarte rápido ahora, o lentamente más tarde?
Levantó a mi ex del suelo y lo empujó de nuevo contra la pared,
mostrando su fuerza, su furia y su falta de vacilación a la hora de
matar. Cade era un hombre nacido del poder y no tenía ningún
problema en ejercerlo.
Algunos se habrían asustado, pero yo descubrí que no tenía
ningún miedo. Suspiré y le agarré por el codo.
—Cade no lo mates. Por favor. Me gusta mi ático y no quiero el
recuerdo de su muerte aquí.
Gerald me miró como si estuviera trastornada. Seguramente lo
estaba un poco. Realmente no me importaba en absoluto. Me había
engañado. Me había contrariado durante mucho tiempo, y era un
virus para las mujeres. Se notaba en la forma en que arremetía
inmediatamente cuando yo lo rechazaba.
—Si hoy no estuviera aquí para hacerte feliz, muñequita, estaría
muerto —abrió de un tirón la puerta del apartamento y tiró a Gerald
por el cuello. Se desplomó en el suelo, resollando.
—Tu nombre está así de cerca de figurar en una lista negra,
Gerald. Y mi familia no falla. Ten en cuenta que tu empresa está a
punto de quebrar. Lo estará al final del día. Ve a preocuparte por eso
y olvida que mi futura esposa existe. Para siempre.
Gerald podría haber intentado decir algo, pero Cade dio un
portazo y rugió frustrado. Luego se dio la vuelta y me agarró por las
caderas, empujándome contra la encimera de la isla y colocándose
entre mis piernas.
—Izzy, te juro por Dios que si vuelve aquí o te manda otro
mensaje, lo mato.
Mordiéndome la mejilla, hice todo lo posible por no ceder y
besarlo en ese momento.
—¿Le hiciste algo a la empresa de su padre?
—Claro que le hice algo a su empresa —bramó Cade—. Pirateé
sus sistemas y expuse sus infidelidades a la mayoría de sus clientes.
También he tenido llamadas con sus mayores inversores
cuestionando lo bien que pueden operar cuando soy capaz de
infiltrarme tan fácilmente en sus finanzas. Está acabado.
—¿Pero por qué? —susurré—. Entonces no nos llevábamos bien
y...
—Te engañó. Te hizo daño. ¿No entiendes las consecuencias de
cuando alguien hace eso? Nadie tiene permitido joder contigo
excepto yo, ¿no lo entiendes? Lloraste, Izzy. Tuve que ver lágrimas
corriendo por tu cara. Por eso, ha perdido su empresa, sus ahorros,
toda su carrera. Y si se atreve a acercarse a ti otra vez, perderá su
vida.
—Cade, no puedes hacer ese tipo de cosas por mí —murmuré,
pero mi corazón se estaba sanando, recomponiéndose con cada una
de sus confesiones.
—Puedo hacer lo que quiera. Siempre lo haré por ti. Te lo
mereces y más —Intentó tranquilizarse tomando aire—. No vuelvas
a mandarle mensajes. De hecho, lo bloquearé de todos tus
dispositivos. De todas formas, que un ex le mande mensajes a mi
futura esposa es ridículo.
Estuve a punto de perdonarlo en ese momento, mis entrañas se
calentaron con la palabra esposa, pero él tenía mucho más que
explicar.
—La gente puede venir a visitarme, Cade. Estoy soltera y no soy
la futura esposa de nadie.
Sus ojos se entrecerraron mientras colocaba las manos a ambos
lados de mí sobre la encimera de la isla.
—Eres jodidamente mía.
Negué con la cabeza y levanté más la barbilla, dispuesta a
pelearme con él esta vez.
—Me dejaste. Y he seguido adelante.
—Mierda —me agarró de la muñeca y volvió a abrocharme su
brazalete de oro con rapidez. Luchó conmigo para cerrarlo y luego
me guiñó un ojo cuando me dominó mientras se enganchaba en su
sitio.
—¿Estás de coña? —Tiré de él y lo empujé, pero no retrocedió ni
un centímetro—. No es ninguna gilipollez. No puedes irte y volver
como si fuera una amante a la que llamas de vez en cuando. Quizá
estuviste con otras mujeres, o quizá te hartaste de mí, pero ahora
quieres otra probada. Eso no va a ocurrir.
—Cariño —su frente cayó sobre la mía—, no puedes creer eso.
—¿Por qué no puedo? —dije, con lágrimas de repente en los ojos
—. Estaba destrozada, y te fuiste. Me dejaste para que me las
arreglara sola.
—Y lo hiciste —gruñó—. Lo llevabas dentro. Necesitabas estar
sin mí.
—Así que quieres que esté sin ti, pero tampoco con nadie más.
—Mira, pensé que me parecería bien que estuvieras con otra
persona, pero no con Gerald, pero luego supe que eso no
funcionaría. Sé que es egoísta. No debería estar aquí porque siempre
tendré una diana en la espalda y tú siempre estarás en peligro. Pero
volé alrededor del mundo para intentar asegurarme que, en lugar de
eso, te he puesto lo más a salvo posible —admitió, y eso me hirió
profundamente. Estaba tan cerca. Podía sentir el amor que irradiaba,
y sabía que él también lo sentía—. Sinceramente, sigues estando
mejor sin mí.
Tuvo que sentir mi rabia ante sus palabras. ¿Cómo podía pensar
eso? ¿Cómo iba a estar a salvo de mí misma, de romperme el
corazón, de sentirme tan perdida que no pudiera ver qué dirección
tomaba sin él? Tenía que saber que sus palabras serían la gota que
colmara el vaso.
—No te atrevas a decir eso otra vez —susurré.
—Muñequita, sabes que es verdad. Tu mundo sería más fácil... —
empezó, pero ya había tenido bastante.
Saqué la mano y le lancé un golpe a la cara. El sonido fue tan
ensordecedor que juraría que resonó por toda la habitación, como si
estuviéramos en una cueva vacía que amplificara nuestro sonido.
Cade no se inmutó, ni su cara se volvió hacia un lado. Ojalá
pudiera decir que no se inclinó hacia él, pero juraría que ese hombre
lo vio venir desde una milla de distancia y deseó que le doliera.
—Otra vez, Harley Quinn, y esta vez haz que duela.
El sonido que hice al retroceder fue animal. Destrozar a este
hombre sería un trabajo bien hecho por mi parte, supuse. Nadie
debería sufrir el tipo de dolor que yo sentía cuando no estaba con él,
que él volviera a mi vida y tratara de reclamar ciertas partes de mí.
—Si quieres el diablo de mí, lo tendrás.
Levantó una ceja, tan condenadamente engreído en su deseo de
arruinarme. Ninguna parte de mí estaba bien entonces. Todas las
partes normales y tranquilas de mí se disgregaron y retorcieron. Era
un algoritmo arruinado, realmente estaba fallando,
desmoronándome, desarmándome en sinsentidos, causando
destrucción al hacerlo. Esta vez mi mano no solo se encontró con su
cara, sino que también lo hizo el músculo que puse detrás de ella.
Una bofetada, dos bofetadas, y probablemente diez más. Cade
dejó que me ensañara con él hasta que me cansé.
Lo empujé hacia atrás y grité:
—Te odio. Me has arruinado. Lo has estropeado todo.
—¿Más rabia, muñequita? —Sonrió con satisfacción,
acurrucándose en mi cuello como si fuera un comportamiento
normal y cariñoso entre nosotros.
—Algo te ocurre. Realmente creo que necesitas ayuda —le
advertí. Necesitaba que alguien se lo dijera.
—Quizá. Pero a todo el mundo le pasa algo —Sus manos pasaron
del mostrador a mis caderas—. Si quieres, puedo encontrar el
problema que hay en cualquiera por ti. Nadie es perfecto.
—No vengas aquí y me llames de esa manera, como si
tuviéramos algo, como si pensaras que el último mes no ocurrió.
—Oh, ha ocurrido —exclamó—. Tuve que vivirlo sin la persona
que amo en mi vida. La persona que hace latir mi corazón.
—¿Cómo puedes decir eso después de haberme dicho que me
dejarías marchar y me dejarías estar con otra persona?
—Todavía contaba los días, las horas, los minutos, los segundos
sin ti —Lo admitió como si eso lo mejorara todo.
Las lágrimas que caían por mi rostro eran feos recordatorios
acerca de la imposibilidad de embotellar mis sentimientos con él.
—¿Cómo pudiste dejarme después de aquella noche? Nosotros...
Creí que me amabas, o que al menos te gustaba lo suficiente como
para quedarte. Me enamoré de ti, Cade. Me desangré por ti, te
mostré mi interior y no le saqué ningún brillo. Te di cada parte en
carne viva de mí, solo para que me abandonaras al día siguiente.
—Izzy, intentaba protegerte —sacudió la cabeza, con sus propios
ojos oscuros brillando—. Pensé que era lo correcto.
—¿Y ahora?
—Bueno, ahora estoy seguro.
—¿Seguro de qué? —pregunté aunque no importaba.
—Seguro de haber cambiado el mundo lo suficiente. Estoy seguro
que todas las familias saben quién eres —Arrastró un dedo sobre la
pulsera y miré hacia abajo para ver que ahora estaba grabado
INTOCABLE en el oro—. Estás a salvo, que eres un Intocable y que
estás teniendo la mejor vida posible.
—¿Qué significa eso? —levanté las manos, frustrada—. ¡Estaba a
salvo contigo aquí!
—No —sacudió la cabeza—. ¿Cómo puedes pensar eso? Conoces
a mi familia. Sabes que la gente siempre irá a por mí. Te
secuestraron, Izzy. —Respiró entrecortadamente y se alejó de mí,
para volver a caminar hacia atrás—. Podrías haber muerto allí.
Habría sido culpa mía.
—No, no habría sido así. Yo pirateé sus archivos. Yo. No tú —me
golpeé el pecho con frustración, intentando que lo entendiera.
—¡Debería haberte vigilado! Debería haberte protegido. ¿No lo
ves? —Se arrastró una de sus manos tatuadas por la cara, y vi el
dolor allí, el miedo—. Podría haberte perdido.
—Eso no habría sido culpa tuya, Cade —No sabía por qué lo
consolaba, pero tenía que hacerlo. Parecía destrozado, cansado y tan
deprimido como yo.
Se tiró de su espeso cabello oscuro.
—Habría sido culpa mía, muñequita. Estaba tan consumido por ti
que bajé la guardia. Dejé que se me escaparan cosas. No iba a
permitir que eso volviera a ocurrir. Este país ha cambiado desde
entonces.
Miré la televisión. Todos vimos las noticias.
—Creaste muchos estragos.
—Deberían estar felices por no haber creado más. Y tuve que
dejarte durante un tiempo para asegurarme que en ese tiempo
estuvieras a salvo. He visitado a todas las familias importantes del
mundo. He mantenido conversaciones con todas ellas. He pirateado
cada una de sus cuentas bancarias para mostrarles exactamente de lo
que soy capaz, para mostrarles tu valor para mí. Ahora todos lo
saben.
—¿Saber qué? —pregunté con una mano en la cadera.
—Eres mía. Y si respiran siquiera un gramo de aire viciado en tu
dirección, quemaré su país hasta los cimientos.
—¿Por qué no me dijiste que ibas a hacer eso, Cade? ¿Por qué
hacerme creer que te habías marchado? ¿Por qué cortar conmigo? —
Necesitaba una excusa mejor que querer protegerme.
—¿Decírtelo? —Se encogió de hombros—. Hasta que no estuviera
seguro de poder consolidar tu seguridad, Izzy, no podía permitir
que nublaras mi juicio. Te amo demasiado. Estabas mejor sin mí
cerca y necesitaba toda mi atención en lo prioritario, mantenerte a
salvo.
Me enfureció que no hubiera podido compartir su plan conmigo,
así que me encogí de hombros y me lancé a la yugular.
—Tal vez siga siendo mejor para mí. No quiero un hombre que
entre y salga de mi vida. No es como si hubiéramos establecido que
lo serías. Solo nos divertíamos...
—¿Es divertido que yo te reclame por todo el mundo?
Le pellizqué el hombro.
—Puedes dejar de reclamarme.
—¿Te divierte que tengas la mitad de mis ahorros en tu cuenta
bancaria?
Se me cayó el estómago. No estaba segura si había estado
moviendo los números de las cuentas porque podía o qué. No creía
que eso fuera la mitad de nada.
—¿La mitad? —chillé. Había más de ocho ceros detrás de mi
saldo normal.
—Claro, cariño. Haré más si quieres, aunque …—Se inclinó para
lamerme el cuello, y me estremecí. No podía negármelo. El corazón
me latía demasiado deprisa, mi mundo se detuvo de repente con él
en el centro, y el atisbo de esperanza se desangraba hasta convertirse
en un enorme charco que no podía pasar por alto.
—¿Y qué? ¿Se supone que debo perdonarte sin más? —No sabía
cómo iba a decirle que no, sin embargo, y la forma en que mis manos
se habían deslizado para alisar su camisa, para sentir su calor contra
mí, para sentir allí al amor de mi vida cuando creí que lo había
perdido. No era algo que fuera a dejar pasar. Puede que antes fuera
emocional, que intentara ocultar quién era y qué era, pero no podía
ocultarme de esto.
—Por supuesto. Puedo atarte si quieres pelear por ello. De todos
modos, será más divertido para mí de ese modo, pero vamos a
hacerlo, muñequita.
—Creo que quiero matarte —admití. Por el latigazo que me había
dado, como mínimo—. El dolor que me has causado... O muero yo o
mueres tú.
Él se rio. El hombre hermoso y cruel al que amaba se rio de mi
confusión.
—Cariño, fíjate cómo te has enfadado conmigo este mes. ¿Pero no
te sentías viva?
Odiaba que así fuera, que Cade me hiciera sentir cada maldita
cosa. Arrastró el dedo por mi caja torácica, donde sabía que estaba
mi tatuaje, y luego frotó hacia delante y hacia atrás.
—Tienes que cambiar ese tatuaje tuyo de Adicta y poner debajo:
'De la vida y de Cade'. Me lo merezco.
—No te mereces nada —gruñí.
—Bien. ¿Debería arrastrarme más? —Sonrió como si de repente
tuviera un puto sentido del humor.
—¿Más?
—Bueno, tienes la mitad de mis ahorros, un ático nuevo, rosas
todos los días que tiras a la basura y el título de Intocable. No he
dejado de preocuparme por ti aunque me haya ido, muñequita.
Aunque te dejara marchar, seguiría dándote de comer todos los
días...
Puse los ojos en blanco, pero tuve que decirle:
—Por cierto, el equipo de la oficina te da las gracias por los
suplentes.
Soltó una risita.
—Pero, ¿tú me das las gracias?
—No —me burlé, intentando no reírme con él—. Eres un capullo.
—Lo sé. Lo escribiste en las pantallas de mi ordenador en el
trabajo.
—Sí, bueno, tal vez deberías tatuarte eso a juego con el que me
hice después de lo que me llamaste.
Levantó la mirada como si se lo estuviera pensando.
—¿Contará eso como parte de mi arrastramiento?
—Oh, Dios mío —lo empujé para tratar de disimular cómo me
excitaba que se tatuara cualquiera de mis palabras.
No se movió en absoluto. Se inclinó hacia mí y susurró:
—Veo ese rubor en tus mejillas, preciosa. Significa que tatuarte te
pone mojadita, ¿eh?
—Hay algo malo entre nosotros. Ni siquiera debería querer estar
cerca de ti ahora.
—Somos jodidamente volátiles. Y espontáneos y caóticos. Eso no
nos hace malos ni equivocados, muñequita.
—Nos hace difíciles de tratar, Cade.
—La vida sin caos sería aburrida, Izzy. La vida sin fallos y sin tus
estallidos de ira y sin que yo te vea explotar... es insoportable.
—¡Todo el mundo está solucionando los fallos para tener una
vida sin problemas!
—¿Y tú? —Ladeó la cabeza—. ¿O vienes a trabajar todos los días
buscándolos, queriendo conquistarlos, queriendo dominarlos, y
luego disfrutas cuando vuelven a descontrolarse y te desafían?
—No somos estables.
—Claro que no lo somos —Se encogió de hombros y me pasó un
dedo por el cuello—. ¿Quieres tu estabilidad con Gerald?
—No lo sé —me crucé de brazos, solo para cabrearlo—. Quizá él
podría dármela.
—Sí —Entonces dobló la rodilla y se arrodilló ante mí—. El
borraría tu emoción, tu belleza, y tu tú.
—Lo que siento no siempre es bonito, Cade. Me tuvo
desperdiciada durante mucho tiempo.
Asintió con la cabeza mientras decía, en voz baja y casi como si
lamentara la idea.
—¿Serías feliz si pudieras sentirlas?
Inspiré y lo hice temblorosamente, tan temblorosamente que supe
que me había visto temblar el pecho. El hecho de no ocultárselo lo
decía todo.
—Intentaría serlo, y todo el mundo se alegraría por mí.
—Cuando luchas contra esos sentimientos de la forma en que lo
haces, tu cuerpo explota haciendo tonterías, porque una bola de
fuego no está hecha para ser contenida. Deja que tu verdadero yo
respire para que los demás puedan ser testigos de ello.
—No puedo perderte y experimentar ese dolor, Cade. No otra
vez —susurré.
—No lo harás —prometió—. Nunca lo hiciste. Siempre estaba
observando. Puede que pensara que te había dejado marchar, pero
no pude. No lo haré. Nunca, Srta. Hardy. Eres mi futura esposa.
Me reí con lágrimas en los ojos.
—No hasta que me pidas matrimonio.
Tarareó por lo bajo y deslizó las manos bajo mi camisa para
quitarme los pantaloncitos y las bragas. —No puedo hacerlo durante
un tiempo. Antes tengo que arrastrarme un poco más.
Y entonces su boca estaba sobre mí. Sollocé de necesidad por él.
—Para que quede claro —gemí—, quiero mucho arrastre. Ahora
mismo, todavía te odio.
Se echó a reír contra mi coño.
—Y a mí me sigue encantando cómo me odias, muñequita.
EPÍLOGO
Cade