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1 .

. - : ETÜl'{IAL CRITICA
1 1
rNDICE

Prólogo. 7

El teatro barroco desde la historia social . 13


I. Carácter social de la comedia barroca o moderna . 13
II. Un teatro en apoyo de la sociedad configurada según
un orden monárquico-señorial . 19
III. Esquema del orden social tradicional. Crisis y res-
tauración. 25
IV. La imagen de la sociedad en la innovación dramática
de Lope y sus seguidores . 29
V. El problema de la ascensión en la escala social. 34
VI. Límites rigurosos a la movilidad social. En busca de
una estratificación estable . 37
VII. La participación de grupos nuevos en el sistema de
privilegios y el papel de la «sangre» . 40
VIII. El interés por el mundo rural y el tipo de labrador
rico. Su incorporación al sistema social de privilegios.
El amor y el honor en la sociedad campesina . 44
IX. La imposición del marco social sobre los impulsos
individualistas: la fórmula «soy quien soy» . 60
X. Función inmovilizadora del tópico de la vida como
teatro. Carácter conservador de la comedia. Las ideas
de igualdad de naturaleza y de libre albedrío como
freno de los cambios sociales . 65
XI. La monarquía absoluta, clave de bóveda del sistema
202 TEATRO Y LITERATURA EN LA SOCIEDAD BARROCA

de privilegios, vigorización de su condición carismá-


tica 73
XII. Hacia una transformación estructural clasista. La dife-
rencia de ricos y pobres. 85

La literatura de emblemas en el contexto de la sociedad ba-


rroca . 92

Relaciones de dependencia e integraci6n social. Criados, gra-


ciosos y pícaros . 119
I. La figura del criado en la sociedad tradicional y su ero-
sión posterior. 123
JI. Las transformaciones socioeconómicas del concepto de
trabajo . 128
III. Amos y criados. La relación de servicio . 13 3
IV. La invención de la figura del gracioso como factor de
integración. 145
V. El pícaro como factor de desintegración en el precapi-
talismo barroco . 156

Teatro, fiesta e ideología en el barroco . 159

Principales publicaciones de José Antonio Maravall sobre el


Renacimiento y el Barroco 189
fndice alfabético . 194
LA LITERATURA DE EMBLEMAS 93

. filón de materia emblemática que sus obras guardan . Pode-


t.!
~
fl( 0 • ..
decir que una mvest1gac10n •,
a f ondo so bre e1 tema ten dna
, que
11'1°s ·se de las referencias , en sus comedias , a emblemas que en tiem-
l)(ll~~r Lope circulaban e igualmente del carácter de amplio s emble-
pO eue algunas de esas comedias revelan. Ambos aspectos son toda-
J!IIIS ~ás abundantes y complejos -resulta obvio advertirlo- en el
fÍS !1.'0 de Calderón_. . . .,
tea Bstíl sucinta e tmctal comprobacwn basta para hacernos compren-
LA LITERATURA DE EMBLEMAS EN EL CONTEXTO que mucho de común tenía que darse entre lo que pretendían
DE LA SOCIEDAD BARROCA der 't<>res barrocos al hacer uso de la literatura emblemática , en sus
~~s manifestaciones , y los fines a los que aplicaron su inmensa
~ucdón teatral. Es algo que salta hoy fácilmente a la vista y que
En la mi~~~ época en que e.l, teatro adquier~ ~n papel relevan hace comprender hasta qué punto la consideración del tema del
~
.embJema» .
en nuestro xvn , nos puede ayu dar a penetrar en 1a stgm-
. .
como arte dmgtdo a la obtencton de unos obJetivos sociales lllllj
claramente definidos, se desarrolla también un género lite.tacio pcr6n histórico-cultural de nuestro teatro del siglo barroco . Tal vez
110
menos característico del barroco y muy ligado al programa de acd~ nuestra época se halla especialmente predispuesta a comprender este
social propio de la cultura europea del siglo xvn : la literatura roblerna, en virtud de cierta semejanza que existe entre nuestra
emblemas, tan difundida en la Europa de las monarquías uu:ouunu~_.~~• ~tuación presente y la de aquella centuria tan repleta de conflictos.
Ello basta para hacernos sospechar que entre teatro barroco y omb Es signillcntivo el dato aducido por un historiador del atte, F . Chue-
ma hay un estrecho parentesco. Uno y otro género, en la medida • CJ de que el amplio desarrollo del actual interés por el barroco no
que dependen de las condiciones históricas de una época, ofrec-. ya~a ACOmpafíado en ningún caso por una inclinación a copiar o a
características comunes. En la medida también en que ambos, den~ repdlit formas específicas de ese arte. 3 Pensamos que ello prueba que
del marco de una misma cultura, son utilizados como instrumcn 110 5 trata de una moda artística -lo q11e tampoco querría decir
ajustados a los fines de aplicación que aquélla persigue, quiere decirse que estuviéramos ante un fenómeno caprichoso y sin razón-=-,
que presentan aspectos que los aproximan entre sí. Jino que lo que ese interés revela hay que ponerlo en la cuenta de
No dej a de ser sintomático el abundante material emblemático unu cierta relación en las situaciones históricas del siglo xvrr y
que aparece recogido en la producción teatral de Shakespeare. H de nuesjro tiempo que, a nuestro modo de ver, podría enunciarse
ya más de un siglo que H . Green dedicó una extensa investigad61t en estos términos: una conciencia difundida de crisis social y un
al tema, poniendo en claro las numerosísimas concordancias entre 1at denodado intento de actuar con la mayor eficacia posible sobre las
obras de Shakespeare y la literatura emblemática, clasificando s condiciones en que la sociedad se encuentra .
varios y nutridos grupos las alusiones a emblemas del repertorio Su explica que despierte interés el estudio de la literatura de em-
conocido ya en su tiempo y señalando los pasajes shakest eariano ea blemAs en una época como la nuestra en la que tal importancia ha
que aparecen .1 Aunque el teneno no ha sido apenas explorado, tlllll' Mlqulrido, en la vida de las colectividades, el uso del slogan publici-
bién sobre Lope de Vega ha llamado la atención Mac Cready 2 acerd larío, con su apelación a técnicas psicológicas capaces de llamar la

l. Shakespeare and the Emblem Writers, Londres, 1870. 3, «Desgracia y triunfo del Barroco)), en Revista de la Universidad de
2. «Empresas in the Lope de Vega's Works», en Hispanic Review (19'1~ AWrid, 42-43 (1962).
TEATRO Y LITERATURA EN LA SOCIEDAD BARROCA LA LITERATURA DE EMBLEMAS 95
94

atención y de sujetarla. De él se han servido y siguen sirviéndose¡ Jlcias que van de un tipo a otro . A grandes rasgos, podemos subdi-
más amplios movimientos de opinión, tales como partidos pol.ític::s te¡Jirlos en dos grupos : aquellos tipos de carácter meramente alusivo,
!J aun esto, por v1a' meramente convenc10na • 1, como sucede con las
grupos económicos, religiosos, etc. La hoz y el martillo del pa ·tids,
comunista, y el fasdo del movimiento mussoliniano, son auténtic~ ~¡.¡jsas, y aquell?s ~tros con valor significativo, aunque sea por con-
emblemas. Cuando, hace ya muchos años, publiqué un libro sobte d eros muy recondltos , como las empresas. Lo que a nosotros nos
el pensamiento .politico del, siglo xvn,. d~qué un b.uen número de
páginas a estuduu este fenomeno de difus.~on de la literatura ernb!e. :J
. utecesa de esta literatura se revela mucho mejor en los productos
5
egundo gru?o que en los del primero, aunque unos y otros res-
.ndan n los m1smos caracteres que aquí analizaremos y nos sirvan
mática politka y moral, ligándolo a las circunstancias políticas de la
época en que se produjo.4 Ello er11 posible en .el mom~nto en que llli ~a fijar el valor histórico del género . En conjunto, se puede llamar
libro se escribía, y difícilmente antes se hub1era podido apreciar el ftterntu.ra emblemática a toda la variedad de tipos que hemos enun-
valor del tema. Ninguno de los muchos libros escritos sobre el pen. CÍJ.Ido.
samiento político de tal sjglo, con anterioridad, incluyeron ni una sola Desde que aparece la primera obra lograda de esta clase, los
línea sobre la materia. Tan sólo historiadores de la literatura, en casos f,mblelflata, del italiano Alciato, en 1541 -constantemente reeditada
excepcionales como el de M . Praz, lo habían destacado, relacionán. dutante todo el tiempo que permaneció el gusto barroco-, hasta los
dolo con el estudio del conceptismo en sus diferentes corrientes.~ áldtnos años del siglo XVII en que se extingue la vigencia de ese
Son muy variados los tipos de esta literatura que se cultivan gu tQ, se produce en toda Europ~ una gran cantidad de obras , en las
durante los siglos XVI y xvn. Se distinguen los emblemas de las que, de unas a otras, se tra~sm1te .el repertorio de emblemas utili-
empresas, de los enigmas, de los jeroglíficos, de las divisas, blasones, J~~dO~, lo que demuestra la umversahdad del Barroco en todas Europa
etc., pero sus caracteres son comunes en gran parte. Sin embargo, y denuncia lo común de las circunstancias sociales que en sus diversos
como al mismo tien1po que esta literatura se desenvuelve una consi- pníses se dan. Inventado y perfeccionado el género en Italia, antes
derable bibliograf!a sobre la preceptiva a que la misma debe sujetarse de que nos encontremos en ella con una sociedad propiamente, barro-
7
(entre nosotros: Orozco Covauubias,6 López Pinciano, Cnrballo,• ca -lo que nos dice mucho sobre la relación de esta cultura con la
Gracián,9 D1az de Renglfo, etc.), fue frecuente insistir en las clif~
10 previa etapa de la sociedad renacentista-, en España se explotan
1111pliatnente las posibilidades que ofrecía para un acción social (que
es lo que aquí principalmente nos interesa). Tal vez fue así porque la
4. Teoría espafíola del Estado en el siglo XVII, Mudrid, 1944. Cuando mona:l;quía española presentaba condiciones muy adecuadas para
este libro se publicó en traducción francesa (La philosopbie ]!Olitique espag11olr la aplicación de los recursos de la literatura emblemática .U Ingláterra
au XVIl ' si~cle, París, 19.54), el editor puso especial empeño en ilustrar el
volumen con unos gtabados de lss <<empresas» de Saavedra Fajardo. y Memania producen y consumen crecido número de obras de esta
5. Swdies b1 Seventeentb Cemury lmagery, Warburg Institut, 1939. ns la clase -las Empresas, de Saavedra Fajardo, se traducen al alemán y
primera versión de ln op. cit., en 1a nota 14. se publican en Amsterdam, en 1655. En Francia, el tema presenta
6. Emblemas t~roral.:s, Scgovia, 1589. aspectos similares a los de España; p'ero, además, en ella, durante
7. Pbilosopbía atltiglltl poétic11, Madrid, 1596; citamos por la ed. do
las últimas décadas del siglo XVII, se lleva a cabo una codificación
A. Garvallo, Madrid, 1953.
8. Cisne de Apolo, Medina del Campo, 1602; citamos por la cd. dt de la materia, acompañada de un inventario de la misma, que fij~ el
A. Porqueras, Madrid, 1958. céne.ro y lo terminaP
9. Agudeza y arte de ingenio, Huesca, 1648; ed. de A. del Hoyo, Madrid,
11. Tras nuestra obra citada en la nota 4, p. 94, véase el artículo de
1960. t L. Selig, «La teoría dell'emblema in Spagna», en Convivium (1955).
10. Arte poética española, Salamanca, 1592; citamos por ed. de BIIICO'
lona, 1726.
12, F. Menestrier publica L'art des emblemes ou s'enseigne la morale par
96 TEATRO Y LITERATURA EN LA SOCIEDAD BARROCA LA LITERATURA DE EMBLEMAS 97
Dejando aparte ahora las condiciones sociales que lleton lt¡g ¡,jc:mas.'3 De un pr~ edimlento de enseñanza motd semejante seda
al desarrollo del género, hay que sefial.ru· tam~ién, entre l~s motiv: em!1Linundón el alegonsmo que, a este 1·especto, advert1a M. Praz en
accidentales del auge que alcanzara, la 1nfluencr~ ~.ue tomb1én en este
punto ejercieron cl arte y las letras de la ant1gued~d. E~o no f~
f~s Jllednllas antiguasgrecorron'lanas/~ cuyo valor, efectos de ense-
a
con lo:; ejemplos en ellas representados, fue señalado, en marco el
causa que originara el fenómeno, ni en este campo, m en rungún OttQ fll~t mo del Renaclnúento español, por Antonio Agustín..l5
11115
de la cultura renacentista, pel'O si proporcionó un instrumento que No necesitamos detenernos, demasiado en observar cómo el pen-
la nueva época aclapt6 a sus necesidades. Se expli~a .el~ ese 1n<>do l)1iento medieval representa una fase en el proceso que precede a
que las primeras manifestaciones del. género, mliY. ~nc1p1entes, muy : formación de esta literatura barroca. También en este aspecto
incompletas, se encuentran desde el s1glo xv. TambJen aqui el Barto. h bda que hablar de un reverdecer de medlevalismo, en la literatura
co se nos muestra como una continuación y, en ciertos asp ctos, Ufll dd siglo XVII, común a las letras de todos los paises en los que los
plenitud, del Renacimiento. ctnble.roas adquieren tan extensa difusión. A1.1nque también sobre
Sobre esa literatura de emblem-as influyó inicialmente el tipo de esto habría que observar cómo una herencia recibida de atrás se
los antiguos jeroglíficos egipcios, que emp zaron a conocerse en el transforma, hasta el pwlto de que precisamente esa misma lite1·atuxa
siglo xv , que el gusto por los estudios de arqueología difundió 1 erobleroárica, tan cal'gada de tradición medieval, nos puede poner en
fines del xvr. La refetencia a los jeroglíficos en los preceptistas qUt ]¡¡ pista de gue nos la habemos con fenómenos culturales propios de
antes hemos citado es general: todos conocen ese antecedente y algu. una nueva s.it:uación social. Sabido es que la Edad Media utiliza con
nos observan que los libros bibllcos están ya llenos de tales elementos lA mllyor amplitud y bajo todas sus espedes la alegorfa, como forma
literarios. Hoy sHbemos además -y esto no lo llegó a conocer el dctxp•esión del pensamiento. Los estudlos de iconología, tan desauo-
erudito humanista.- que el atte de Somer y de Acadia, al representar IJados recientemente con las aportaciones de Panofskl, Saxl, Seznec,
con cierta frecuencia animales dotados de elementos anttopomórñc:oa etc., nos lo han demostrado suúcie.ntemente. Hasta aquellas crea-
0 lo que es más interesante, c11 nctitudes humanas de la vid11 crotl- ciones que parecían más impregnadas de realismo, como sucede con
cliana, más que a leyenda~ de procedencia sumame~te primi,ti~a - t Ja pintura flamenca del xv, son manifestaciones plenas de un pensa-
lo que tal vez cortespondlenm ckrlas fi_guras de an1males mus,\ cos-1 miento alegórico. Entre nosotros es buen ejemplo de algo semejante,
esas representaciones parecen ilu.strar fábulas co? fines segurameut el ].Jbro de buen amor. 16 Escritores que parecen, desde los últimos
rnotalizantes: una tablilla sumena se ha descub1crto, datando de la slglds medievales, acceder a foxmas .modernas, se descubren, ante un
III dinastía de Ur, que comienza con las palabi·as «el zorro tiene mdl detenido examen, embebidos de alegorismo medievalizante,, como
su oreja enferma y una pata rota ... », lo que ha llevado a hacer pellw de Petrarca ha hecho ver M. Praz; observamos que, en pleno pecio-
que en relatos de esta naturaleza se basarlan sin duda esas represen- do ele auge de la literatura de la que aquí nos ocupamos, se componen
raciones, pintadas o esculpidas, que venían a ser yll como verdadetOS emblemas para ilustrar los pasajes alegóricos de la obra de Petrarca :

13. Véase Rutten, «Les animaux a attitudes humaines dans l'art de l'an-
cicnno Mésopotamie», en Revue des Études Islamiques, Patís (1938), pp. 97·
les figures de la Fable, d~ l'Histoíre el de la Nllttlrc, Pntis, 1684? Y antes .ba. Jl9.
reunido una Philosopbíe des images, compos~c d'u11 ample recuetl ~e t11111SU
et d u ¡ugemellt de tour les otmrages qui out été faits sur cette matti!re, P~
14. Studi sul concettismo, Florencia, 1946, pp. 17-18. El primero de los
cstudlqs que integran este volumen se titula «Emblema, impresa, epigramma,
1682. Más tarde, La Feuille ·s11c6 11 ln luz CJ1 Augsburgo, 1699, su obl'11 Óelllm
IDilcetto», pp . 1-57 .
et embl~mes am;ien.s et modemes, tirés des plus c~lebres auteurs, cM 716 CID'
l5. Diálogos de las medallas, Tarragona, 1587.
blemos, en texto francés, alemán, itnlinno y lnún. 16. T. R. Hart, La alegoria en el libro de buen amor, Madrid, 19~9.
98 TEATRO Y LITERATURA EN LA SOCIEDAD BARROCA LA LITERATURA DE EMBLEMAS 99

las ilustraciones de los Triunfos están en los comienzos del arte cle¡ liJ:l1'be la representación de la figura humana, explique que ello
emblema y por eso nos hemos detenido en esta referencia. 11 ~de de que no deben emplearse más que cosas menudas que
La Edad Med~a aportó , con su etapa de cultura caballeresca, P!0~f1quen mucho y no algo tan conocido e inmediato como el hom-
elemento importante para el desarrollo del género emblemático: ~ fgn l\1 fundamento moral de la notma heredada del Medievo se
bre. · su p~· áct1ca
· en uun mera reg1a d e Jl1ego,
· den-
influencia de la heráldica. La representación encubierta de concept'
bajo figuras, que, recun:iendo preceptivamente a. la agudeza
ingenio, practica el mundo de la caballeJ;ia medieval, prepara l
q: es
fu.rnn, para couvertu:se
de ese ejercicio de ingenio que es la literatma emblemática.
tro pero otro aspecto de la herencia medieval hay que tomar en cuen-
gusto por los emblemas. Todos los que sobre la materia escriben, en . la utilización de los «ejemplos» como método adoctcinante, cons-
el xvt y en el xvn, señalan el antecedente que se encuentra en divi. t~~¡yendo como una eficaz escenificación de las normas morales, las
sas, blasones, empresas, etc., esto es, en las representaciones hel'ál· U g}es quedan, mediante ese procedimiento, comprobadas práctica-
dicas. Y aunque _haya diferencias establecidas de una especie a ot~a cu;nte de antemano. El hombre medieval piensa frecuentemente por
sin embargo, un Baños de Velasco, por ejemplo, a sus emblemas lo: I'P edio de ejemplos. Las colecciones de exempla forman la más abun-
llama blasones, 17 o un Cervantes habla de la «empresa» que pinta en ~ante parte de la literatura didáctica medieval, en cualquiera de las
su escudo el Caballero. Hay una ley que rige sobre todo en el tipo esfe.rns del conocimiento; de la religión, la moral y la política, a
«empresas» y a la que se atiene severamente Saavedra Fajardo, que las ciencias naturales. La utilización de largas series de ejemplos,
prohíbe servirse, en el «cuerpo» o representación gráfica de aquéllas en los tratados o espejos de príncipes, es casi un método general que
de la figura humana. Esto alguna vez se ha tomado como manlfes.' uxcluye, o poco menos, el discurso sistemático. El De eruditione
tación de un naturalismo moderno, al observar el hecho en pleno xvu. pllerontm regalium , de Vicente de Be~uvais , o el De Regimine prin-
En realidad, es una herencia de leyes heráldicas medievales , que un cipu111, de Egidio Romano, son prueba de lo que decimos , así como
texto del siglo xv, en el que se expone la doctrina sobre la caballería la Glosa castellana que García de Castrogeriz escribe parafraseando
-nos referimos a la Cadira del honor, de Rodríguez de la Cámata-, el segundo de los tratados que acabamos de citar.20 Para nosotros, es
interpreta en el sentido de que si el animal racional no puede tomarse interesante comprobar que en los grandes centros europeos de edición
como motivo para ilustrar las armas del caballero es porque el hom. se están llevando a cabo, durante los siglos XVI y XVII, reediciones
bre está hecho para usar de las armas y no para ser usado.18 A fines constantes de colecciones de ejemplos medievales, lo que revela su
del XVI, López Pinciano sostiene que si en las representaciones de congruencia con ciertos aspectos de la mentalidad barroca. 21
empresas hay casos en que aparecen figuras como de hombre o de mu· Respondiendo al dato de la ininterrumpida circulación de reper-
jer -por ejemplo, para simbolizar la Fortuna-, «estas figuras tales, torios de exempla, observamos que la literatura emblemática se basa,
aunque están en forma humana, porque realmente no la tienen, son además, en una firme creencia, propia de todos los libros político-
tenidas por no humanas» .19- Este precepto es más riguroso en el tipo morales del siglo XVII, siguiendo la tradición de los siglos anteriores:
de las empresas que en los estrictamente llamados emblemas, pero el valor ejemplar de los casos concretos. Al tratar del ejemplo, lo
los detalles de su normativa nos interesan aquí poco. Sí resulta signi·
ficativo, a nuestro objeto, que Orozco Covarrubias, al pedir que se 20. Sobre el tema de los «exempla» en la Edad Media hay una obra de
excelente erudición: J. Th. Welter, L'exemplum dans la littérature religieuse
17. L. Anneo Séneca, ilustrado en blasones políticos y morales, Mldtld, ti didactique du Moyen-Age, París, 1927; véase en pp. 189 a 192 la ~ef éñ't'ia>.
1670. • los tratados de política. De la Glosa castellana al regimiento {le príru:ipes, 1
18. Obras del autor, ed. de la Sociedad de Bibliófilos Españoles, Machid, hay una edición de J. Beneyto, Madrid, 1947. 'e-•
p. 166. 21. La misma obra de Welter recoge abundantes datos; viartscl ·pp. 1'77, • .
19. Op. cit., t. I, p. 300. 181¡ 341, 354, 391, 423, 448, etc.
LA LITERATURA DE EMDLEMAS
100 TEATRO Y LITERATURA EN LA SOCIEDAD BARROCA 101
del gusto d~ la época El ~ande Lucanor, del jnfante don Juan Mt1•
que digamos vale para nuestros escritores del tiempo que nos ocupa nuel, tan relteradamcnte crtado por Graciáo. Estos viejns colecciones
Los casos concretos tienen, aducidos como ejemplo de una tesis, u 11 ~ se llaman ~e <{enxe~plos», y, efectivamente, estos apólogos o cuentos
6() 11 eso, e~emplos, mveJltados por la imnginación para que de una
fuerza convktiva grande, casl incontrastable. Partiendo ele esta creen.
cia, todos nuestros escritores tienen por método afirmar un Patec!!r
111 anera .mas extremad_a Y :onveniente se pueda desprender de ellos
deteTminado y fundamentar primordialmente su defensa en la elo. ¡~ doctrma que se qlllere mc.ulcar. Concretamente, al llamado Libro
cuencia de w1a la1·gn se1'ie de ejemplos convenientes a la cloctrihn de tos «ettsemplon~ no le falta para ser una obra en en1blemas más
sustentada. Un caso clarísimo es RivadeneyNt, en cuya obrn, en lllll. que las reptese~ta_cJOnes gráficas. La Ubertad de jngenio, que Gradón
chas ocasiones, la tesis se contiene en las breves lineas que dan titulo csflma cotactertsttca de Espaíia, peto que eJl 1·eaUdaci es común a
a un capítulo, y todo el contenido de éste no es más que una sucesión todo el bano~?· encuelltra en fábulas, apólogos y paráboJ.as, un me-
de ejemplos de la bistotla sagrada y profana. Es más: las muchas dio de expres10n que le es muy adecuado.
obras pertenecientes a la clase de las pscudobiograf:ías barrocas, que
se dicen deducidas de las vidas de ciettos personajes, no vienen a Sirven estas ficci~nes d~, ordinario para exagerar algún asunto,
ser más que la exposición de una doctrina y su confirmación en los ~ando alma con la mvenc10n al encarecimiento, porgue se finoe
acontecimientos que le ocurrieron al personaje de que se trata. EJ hbremente
. un suceso y las circunstancias
. , de modo gue ayu d"'
en
ejemplo pata estos escritores tiene un valor ú1condici.onado. Vernos a1 mtento,
«amaesu·ndo con ejemplos>> es el mayor fruto que, según Suá.tez de
Figuetoa, podemos sacar de la. comunicación con otros, mediante )' en ellas hay ~u~ha donosidad y viveza, considera Gracián, con
escritos o bajo cualquiera otra forma. 22 Esa general apelación al valor gusto del entendimiento. Estas ficciones fabulosas son como la rela-
ensefíante de los ejemplos .hace que se utilicen verdaderas masas de ci6n de un. ,hecho del que se desprende una enseñanza, como una
ellos, de las más variadas clases, en cuanto a Stt procedencia y forma. J'(!preseotacwn puesta e.n palabras. Equivalen, pues, a un emblema
Estos hechos históricos concretos, que se toman como ejemplos, oontn~o, «como una prnt~ra narrada», dice Gracián, para el cual
se utilizan al modo de una rcpresentaci6n con figUJ'as reales, de la llllSenan mucho est~s apologos y por la semejanza exprimen gran-
que se desprende una sentencia o máxima moral o política. Consti· demellte la verdad». Nu~erosos pasajes del Guzmán de Alfarache
LUyen, por tanto, embJen1as en acción o realizados. «Son -dirá Gra. son co~o emblemas d~scrJtos con palabras, en lugar de dibujados 24
cián- como empresas o jeroglfficos ejecutados.» Y, efectivamente, y lo rn1smo puede decirse de los apólogos animales utilizad
~.. fia. " 1 l' . os para
muchos de estos últimos representan gráficamente un episodio bistó. ""5 · nz .. mora y po
Itlca por Salas Barbadíllo.25 También en Gra-
rico convertido en «ejemplo» . cláll se desc~bren e¡emplos de lo que decimos.26
Pero el ejemplo tanto vale -sobre todo en épocas imaginati<Jas- Los escntores emblemistas tienen una especial predilecc1·'
1 d 1 h' · on, apar-
si es un hecho histórico, acontecido realmente como si es un hecho ~~ e a 1stona, por la literatura de fábulas, en la que ven unos
convenientemente imaginado. Esto último es el apólogo. La utlJjz¡¡.
ción del apólogo, con fines de educación moral o política , es t~nti· 23. Op. cit., discursos XXXV y LV.
quísima; tiene un origen oriental y se generaliza en Europa dutantc
la Edad Media, merced a las traducciones de colecciones exótk11s.
• 2947. Ed. de Gili Gaya, en «Clásicos Castellanos», Madrid tomo II
7"J , etc. ' ' ·
54
,
pp
25 La p · ., b'
Durante el siglo xvn español goza de gran renombre; por eso es muy Mlldrld. eregrmaézon sa ta, ed. de F. Ycaza, en «Clásicos Castellanos»,
,. 26. Véase E . Mele, «ll Gradan e al . bl d 1' .
22. El pasagero (1617); citamos por la ed. de F. R. Marín, Madrid, 191), Glóflltlle stori(:o del/a letteratura italiana, L~~~X e0 9;~~t;p. ~;~;~~~o», en
p. 4.
102 TEATRO Y LITERATURA EN LA SOCIEDAD BARROCA LA LITERATURA DE EMBLEMAS 103

ejemplos libremente pteparados para l11 pt:rfecta Y adecttada expresiót ejempladsmo barroco. El ejemp.lo, nos dirá Jerónimo de San José,
de la doctrimt. Al destacar el valor mota! y adoc.trinante de lo~ « JernpJ·e ha116 más grata y fácil acogida en los ánimos y obró con
ejemplos que se relatan, y no sólo de cosas grnnd_cs, SID? de pequeñ 118 Jlloyor imperio y fruto en ellos que la dtJlzura y majestad de las
y humildes, en las que no falta profunda doctrma, Vtcente E$pinet pnlAbras» .30
recuerda, junto a los estratagemas de Tácito, las fábulas de Esot>o.ll · Observemos ahora que en el emblema se representan de ordlnado
Se repiten los elogios a Esopo, tales como los de Saavedra, Mend 0 ls. eJemplos fingidos, apólogos, que suceden entre animales y cosas, y en
y Garau. Pe.ro donde más resalta la relación entre los dos géneros Jos que si el hombre entra es tan sólo como una criatura más de la
literarios es en este Ultimo autor. Ya, por de ptonto, su obra está 011 ttuo1eza. Recordemos que Orozco prohibía que se pintarll al hom-
compuesta de la siguiente manera: un emblema con su cuerpo y bre en las empresas. ¿A qué es esto debido también? A una creencia
mote, una «ficción» o fábula que está representada en el grabado, una que está en la base de nuestros escritores del siglo xvn: un tltttura-
breve máxima sacada de ella y un discurso, por lo general largo, el'\ (ist!lO moral, en sentido cristiano. La naturaleza nos habla un len-
el que se explica con detalles la idea de la máxima. Pero, además 1 en gunje moral que para edificación nuestra debemos afanarnos en des-
la Introclucción de su obra se declara que se han fundado las máximAs cifrar. La fuerza de ejemplaridad de los seres naturales y muy ,espe-
en .ficciones o fábulas, cialmente de los animales, está ya afü•mada, como una de sus piezas,
en la teoría de la literatura medieval de ejemplos.31 Los supuestos de
ya porque muchas veces los hombres gustan más de una ficción estA doctrina se conservan sólidamente en el siglo XVl: las aves y
hermosa que de una verdad discurrida, y todos los filósofos, como otros animales nos aleccionan, descubriéndonos, sostiene P. Mexia,
dice el príncipe de ellos, son muy amigos de apólogos, porque s lns propiedades medicinales y de otro carácter que poseen las más
componen siempre de cosas admirables y exquisitas .
diferentes cosas, así como también su acción en lo que atañe al ánitno
La tradición acerca del valor de los e;emplos es recogida por los
v ~ las costumbres, lección que ba de ser tltilizada po.r los :filósofos
~orales en <<comparaciones, parábolas y signos».32 Estas últimas pala-
escritores barrocos, en tanto -repiten éstos, unft y otra vez-- que
br~s nos anuncian la incorporación de la doctrina del ejeroplarismo
110s dan la experiencia eficacisima, imustituible, de los casos siugula.
mo.tnl a la teotfa del emblema. Los mismos que escriben sobre esta
res, etJ m concreta y práctic(¡ realidad. Al hacerse cargo de esta tesis,
último, afirman el valor ele aq~1élla.
Saavedra Fajardo nos aclara la más importante razón que se aduce
Recogeremos, sobre lo que acabamos de deár, algunos testlmo·
para el empleo de aquéllos: «Mueven» más eficazmente que cualqttie.
nios. «Es cada naturaleza de las criatutas -nos advierte Garau- un
ra otro procedimiento. No sólo enseñan deleitando, bornciaruunentc,
jerogHI1co, y en cada jeroglífico se cifra un docwnento de b ien
sino que mueven a obrar. Con hacer suya esta idea, los escritores
vivin>.33 Creado J or Dios y obedientes sjn libertad alguna a su ley,
barrocos se atienen a un argumento tradicional, que desde el siglq xn
los seres natw:ales nos ponen de manifiesto en su existencia Ulla
se re.i tera en toda Europa 29 y que en el siglo xvn inspira el t6pico
misma ley monu, que por set común a toda la naturaleza es válida
27. Vida del escudero Marcos de 0bt'eg6n, ed. de Gili Gaya, «CiásicoJ también para los humanos. Este naturalismo moral que se sirve del
Castellanos», Madrid, I, pp. 170-171.
28. En República literaria, el primero; el segundo, en las páginas p(e]J. JO. Genio de la Historia, ed. de Fray Higinio de Santa Teresa, Vitoria,
minares, sin numerar, de su obra Príncipe perfecto y ministros ajustados, Lyon, 1957, p. 232.
1662. 31. Welter, op. cit., pp. 174, 177, 434-436.
29. A fines del siglo xm, el obispo Gil de Zamora escribe, al empezar su 32. Silva de varia lecci6n, ed. de la Sociedad de Bibliófilos Españ9les,
obra De Preconíis Hispaniae: «magis movent exempl~ quam verba>>, ed. ~el r. II, pp. 151 y 154.
P. M. 9e c;astro, Maqrid, 195.5, pp. 3·4. l3. ~~ sabiq instruido de la naturaleza, Valencia, 1690.
TEATRO y LITERATURA EN LA SOCIEDAD BARROCA
LA LITERATURA DE EMBLEMAS 105
104
"nJ·males pata nuestra enseñanza está en la base d.. etse. Más hemos aprendido a vivir de los animales que de los
mun do de 1os " d' 1 " ~0 01 b1·es, más de los rústicos que de los, doctos. Las artes de reinar
todas las viejas colecciones de apó~ogos me teva es y, en gene~al ,
e inventó la especulaciÓJJ hicieron tiraJ1os, y antes derribaron que
en toda la fabulistica. Ya Esopo, dke Saavedra, qtJ . ¡ 37
van~aron 1mper os>>.
1e El ejemplo üene la fuerza de aquello sobre lo que puede aleon-
induciendo a hablar a aquellos animales, enseña por, ~edi~ de ellos
'blt' a la verdadera filosofía moral y pohttca, stendo ¡08
a esta Repu e · 34
arse rma comprobaci6t~ empírica. Según muchos piensan en el si-
maestros más seguros y verdaderos que ttene. zlo xvu, el ejemplo es un «caso» verificado en el plano de Jos hechos
~ con la eficacia convincente que de ell se deriva. Es un <<caso»
' Muniessa ¡' esuita en aprobación del libro de Gtlra\¡ ~oralmente válido para un co¡1ociroieJ1to genexaliMdo de tipo induc-
El pa dre Tamas ' sacros, d'tce que «proverb'to fuc'
'na de •Jos libros tivo, aunque lógicamente esté muy dlstante de llegar a ese nivel de
y sacando 1a doctrl· d' b' d '
del sabio enviarnos como a la escue~a a es tu ~ar sa 1. un~ en loa vo.Udez. Sin embargo, es cie.r to que múchos de los que llevaron a
, b t'll . V ade ad formzc am et dzsce sapzenttam , que Cllbo la crítica de las formas tradicionales del conocimiento -y en
mas tenues ru 1 os . , d
aun ue ellos no puedan enseñar por falta de razon, pue en en . ellas este punto hemos de referirnos a L. Valla y, sobre tod , a L. Vives-
a r!der los que la usan». Los emblemas hablan, co~o los apólogos habfall escri to ya muy duramente contra el valor de los ejemplos, en
p t n el idioma del mundo natural. De aht su segura doc- la etspa del Renacimiento. En realidad su uso en el Medievo, tnl
que represen a ,
como se ello, respondía a los caracteres del saber en una sociedad
trina:
inmovilista y tradidonal que en otro lugar hemos estudiado. 38 La
No hay duda que quien le entendiere la lengua a ~a naturaleza utillzación, tan poco crítica, de los «ejemplos» como método de ense·
drle ¡., 5 voces saldrá de este estudio prudente,
¡
y supere escudl·~ a J b' 3S fianza, a que tan hi1bitualmente acude el siglo XVTI, sena uo punto
.JUSto, fuer t e, templado
• y por decirlo de una vez, sa lO.
• m6s en el que se comprobarla la restam:ad6n de elementos meclie-
váles en el Barroco, su refeudalizaci6n. Peto si observamos Ja nueva
y terminemos .recogiendo d s testim~nlo~ más de la ét oc~ que nos forma bajo la cual el fenómeno se presenta y 1·elacionamos éste
-·-'r: to la data conoenoa que de este sJstetna de con su contexto, llegaremos a concluir que había a ·pectos nuevos en
pondrán • d e mauu1es d '6 d 11
. .6 del sentido moral de la naturaleza a la e ucacJ n e tom. la cuestión. El siglo xvu, ante la crisis demográfica, económica,
apl 1.cact n . ¡ p: cuanto trans~'~o-
bre tienen los escritores del sJg o XVII. nmer~, ~n. . r.- social, que conoce, intenta la restaumción del orden tmdicional, que-
. · d '· h d 1 mundo natural
stcrón e un nec o e ' .
a un prmc1p1o .1
de 01den lno-
1 l brontado -aunque en menor n1eclidu de lo que se dice muchas ve-
· 1 e ·
ra : « onsts e
t su ar'-'ccio en la semepmza de lo natura con o mota,
nu . ' .r:_ • 1 d 1 . el ces- por la experiencia renacentista. PeJ:O esa restauración no puede
licada por transformaci6n o convers10n nngt~ a. e suJeto ~ hacerse, pura y simplemente, en los esuktos términos de la tradición.
~ · ,_,, d 36 Segundo en cuanto procedimiento de ensentm· Con los medios de que el Bauoco se sirve y trunbi.én -visto en toda
tertniDO asulllla O»· • • .
f . o a las relaciones de convtvenctn humana, esto es, 11 su 11mplitud el problema- por los ftnes que persigue, se hablan de
za, ad ecuad stm E d 1 á eg ra es la
la polftica: <<La verdadera razón de sta o ... , a ": s s u introducir forzosas novedades. En esta materia de la literatura de em-
q le dicta la razón natural, la cual, por su conservact6n y/~mentos:, bllllllRS, como en la del teatro, nos encontramos un mismo pa11 rama
no ha menester el estudio; antes con él se confu~~e, y u osa <:ol
la variedad de los discursos que ofrece la especulaoon, no sabe reso. 37. Saavedra Fajardo, prólogo al lector, de su Coro11a gótica, en Obras
Có111pletas, cd. de GonzáJez, Pnl~ndn, Madrid.
38. Véase mj esntdio «Lfl concepd6n del saber en uno sociedad ttadicioual»,
34. República literaria, ~d. cit; , p. 1.185. 1 1 I d 1 p cit de Gnl'ill· rteagido en cl vol. Estudios de historia del pe~~samieuto espnfiol. Serie primera,
35. Introducción, en págmas sm ~~merar, a vo . e a o, . , .
EJ~il Medio Madrid 1 1967.
36. Grncián, op. cit. , discurso L ·
TEATRO Y LITERATURA EN LA SOCIEDAD BARROCA LA LITERATURA DE EMBLEMAS 107
106
social, en cuanto tratamos con nuestra mirada investigadora de llegar dr6 m:\s tarde la preceptiva de1 géneto---,-. Cohen los clasificó con
raz6n corno embl mas moraJ.es. 41 Tenen1os aquí, probablemente, el
a éste.
Inmediatamente se nos pone de manifiesto la estrecha relaciQ¡, origen de una invención que tatl repetidamente explotará el Battoco.
del tipo de literatura que comentamos con la concepción educativa en En ella cabe ver una derivación de la utilización medieval de 1n ic -
general de los escritores barrocos, en todas partes. El Gn que sa 110gtaffa, sólo que muy evolucionada. El emblema, para aprovechar
busca alcanzar consiste en impresionar a la voluntad. Ahora bien: m6:x.imamente la fuerza del ejemplo, histórico o :fingido, para inculcar
para impresionar el ánimo y captar y fijar la inclinación voluntaria indeleblemente su «moral», duplicando con ello el valor de aquél l
del hombre hacia un blanco determinado, es un factor decisivo la une a la enérgica acción captadora que derjva de la plasticidad de' la1·
atracció1~ de los sentidos.
representaciones gr4ficas.
La Edad MecUa había acertado a servirse de la fuerza de los Ha hecho ¡·esaltar M. Praz que el mismo siglo que prodt1ce los
elementos sensibles a efectos pedagógicos. Las vidrieras de las cate- . gr11ndes rní.sticos es el que produce los emblemistas, y, como prueba
drales, sus tímpanos, capiteles, retablos, eran unn plástica exposición de la relaCJÓn entre unos y otros, adllce el hecho de que un _pasaje
de las doctrinas religiosas, morales, etc. especialmente decUcada a los Uterario de santa Teresa parece inspirar la imagen ghffica de un em-
iletrados. Por eso, sus .representaciones eran de un simb lismo claro bleroa de Solórzano Pereha. 42 Sin embargo, dejando aparte el no
y por todos conocido de antemano. Pero cuando, desde el siglo 'XV, i?equefio detalle de que una y otro no pueden decirse del mismo
se echa mano de 1-ecursos plásticos, empezamos a advertir que su uso siglo, más bien se dir!a que el místico rechazaba el sensualismo que
se complica con una nueva manera de servirse de ellos: se introduce está en la base de la pedagogía por emblemas, empleada pot· el escri-
una derta oscuridad -luego nos ocuparemos de esto más de cerca-, tor bnrroco. Sru1 Juan de la Cruz consideraba el acto discursivo de
se recurre a un simbo11smo de más difícil e1aboración mental, del la meditación por medio de imágenes, como muy _pobre y sólo acep·
cual se supone que fltrae más gustosamente al hombre, _porque éste wble en principiantes -algo parecido a lo que decfan tos criticas de
encuentra satisfacción en él dillcil ejercicio intelectual. su mismo tiempo contra el llso de ejemplos-. San Jmm escribe
contrll «l:l consideración y m~dltac:i6n de formas» y recomienda -aban-
En son de figura decir lo que es dona!' cuanto antes las vfas de los sentidos.43 En la oposición entre
es una espe~;ie de fylosofía, esta actitud y el interés por las_ «figuras», cabría ver ano de los
últimos episocUos de la disputa medieval sobre el oído y el ojo,
escribió fray Diego de Valencía .39 Welter nos refiere que un dominico como vfas pl'eferentes de acceso del saber. La tradición estaba por
italiano, Jacobo da Cessole, imaginó utilizar a tal efecto las piezas el ptimer.0; los modernos, por e). segundo."" Algunos que conocen
del ajedrez .40 Tenemos noticia de un antecedente más directamente se sirven frecuentemente de los valores plásticos, no dejan de reco-
relacionado con la transformación que se opera, al acabar el Me- no~er que en el campo de la fe lo que vale es el oído .
dievo, en la aplicación de los elementos plásticos, con fines de
naturaleza intelectual. En efecto, G . Caben publicó hace unas déea·
das un manuscrito de dieciséis emblemas, formados cada uno por
un; miniatura, a cuyo pie se inserta una octava, de la cual los dos 41. «Emblemes moraux inédits du XV' siecle», en Mélanges Lammonier,
últimos versos continen la moraleja -no llevan mote como teque· Parfs, 1935, pp. 89 y ss.
42. Op. cit., p. 7.
43. Subida al Monte Carmelo, II C. 12-17, en Obras Completas e~ . d~
39. Hemos comentado estos versos en nuestr¡¡ obra cit;¡da e!l la nota AD\~
la BAC, Madrid, 1955, pp. 383 y ss., 605, etc. '
rior, p. 231. 44. Véase mi obra oitada en la nota 38, pp. 239 y ss .
40. Op. cit., p. 35l ,
'l'J1~'T'R0 y Ll'l'ERATUltA EN LA S CIIIDAD DARROCA
108 LA LI~ERATURA DE EMBL~MAS ]09
Los favores de la fe
s61o son para el ofdo, 'ofleS gráficas de las mismas . Sabida es, por otra parte, la lucha
f tensa que la Iglesia lleva a cabo contra la herejía, en defensa del
1
0
lor de las imágenes para la formación y conservación de las creen-
o también v~as religiosas etJ el hombre. Pwbablemente no hay un texto en el
Pues sentido de la fe C1uc tengan trascendencia mayo¡· las 1·epresentadones sensibles como
solamente es el oJdo ~ ¡05 Ejercicios espirituales de san Ignacio. Estos Ejercicios son pte-
clsnOlente un método para la educación de la voluntad, y en ellos
dice Calderón.45 Y, sin embargo, lo gue aldetó? practicará será la pn.rece reiteradamente el consejo de figurarse sensiblemente, plásti-
más sistemáticn aplicación de los elementos senstbles P,at~ la fotma. ~mente, los objetos de meditación. Siempre es para él un punto
ci6n doctrinal-religiosa, moral, polftica, etc.- del publ!co. Por lo de meditación lo que el santo llama «el traer de los sentidos» .48
que V!specta a la religión, tal vez habr~a. que poner e~o en telaci6n EstOS «ejercicios» de san Ignacio son perfectamente adecuados para
con la degeneración del sentimiento rdtgtoso ~ el prus --<!Ue Gra. ser ilustrado con emblemas , Por su lado, esto es lo que hacen tam-
cián y otros advirtieron en la época.~6 Lo que btz.o Calderón, lo que bién los autores políticos de que tratamos . Sus libros son realmente
hicieron u·os escritores, ntte ellos los qu~ .~ultlvat~n el emblema, unos «ejercicios políticos», y se adelantan a dar gráficamente repre-
fue precisamente apartúndose de la trad1cwn medteval, acentu 11 r sentados al lector los motivos de la meditación que le imponen .
en 'lo posible la fuerza de los factores J:llásticos., ~n el ~1, do.nde Prodtfcir una acción directiva sobre el ánimo valiéndose de medios
se podía ya expetime11tar la fuerza del ~actor -plas~co -stn olvtdar sensibles, éste es uno de los fines que persigue la literatura emble-
el antecedente de la iconografía del rrusmo Medtevo--, :ra en cl mática, bien firmes sus autores de que es ése un procedimiento de
teatro.17 De ahí, el auge del teatro en el Blliloco. Pues, ?ten, de la gran valor práctico.
misma fuente viene la difusión de la Htehltuta emblemattca, la cual Para la mentalidad barroca, esos medios sensibles de . carácter
se nos aparece como escenificación o plastificaci6n de un precepto visual tienen mucha más fuerza que ningunos otros. En ptimer lugar,
polftico o moral. porque lo que se ve nos parece cosa insuperablemente comprobada .
En toda lfl [Jedagogía del siglo XVII, it~ega tm gran papel ltl Moviéndose en el marco de la disputa oído-ojo, a la que ya hemos
utilizaci6n de lo sensible. Hasta en el sector protestante observamos h11Cho referencia, Lope dice
esto, y romea una fecba clave en la historia d~ los ~é~~dos p~dag6gi·
cos la aparición de la obra cle C~menio Orbts se~mbtlmm pectfls. El . . . En llegando
número de rcediciones y traduccwnes que este li11ro alcanza casi no a la prueba de los ojos
¿cómo puede haber engaño? 49
tiene igual en la historia de las letras. En él se_dan al educando las
enseñanzas de Jus más variadas cosas, acampanadas de repte&etlta·
Y aunque el escritor barroco guste de poner de manifiesto el
tengaño a los ojos» que el mundo nos tiende a cada paso, y aunque
45 Los versos citudos se encuentran, respectivamente, en El ¡1/jevo p.J. sea motivo de particular virtuosismo para el artista barroco la técnica
cíod;l Retiro y en la loa del auto La vida es mefio, Obras Completas, ed. de del «trompe-l'reil», lo cierto es que el hombre del siglo xvn pone
Valbuena Prat, t. 111, Autos sacrame11tates, pp. 141 Y 1.~8.5. . G cUn,
46. «No son muy devotos, pero tenaces de su rehg~ón», dke ra en la vista su mayor confianza. Precisamente por eso se divierte en
en El Criticón, ed. Romera·Navar.ro, iladclfia, 1939, t. li, p. 102. ro escolar
47. Pueden verse algunos dntos en Bonilla San MAr~ínJ «El tent J"' ~8. Ejercicios espirituales, punto 121, ed. del ' P. Iparraguirre, BAC, Ma-
~n cl Renacimiento espnñoh>, en Homcuaje a Me'l~11de; Ptdttl, III, PP· 143 Y cma, 1952, pp. 173 y ss.
49. Porfiando vence amor, BAE, XLI, p. 239 .
TEATRO Y LITERATURA . EN LA SOCIEDAD BARROCA
LA LITERATURA D? EMBLEMAS 111
110

hacerla caer en trampa. Ese hombre del Barroco valora, sobre todo
como a la. repr~sentac¡611 teatral, corno a la pintura, se le reconocen:
esos Jlledlos vrsuales, asegw:a Saavedra, al ánimo «le informan, le
aquellos caminos que van de hi figuración sensible al conocimient~
ri'Jlleveo o ar:reb~tan». En la np.robación ele la obra de Garau que
55

de lo real. Por eso se sirven los poetas de figuras, «para que de estaa
s-Uscribe, el Jesurtn padre Teodoro Mour.is afirma que <<representar
cosas visibles -nos dice Carvallo- viniesen al conocimiento de 1Q3
cales a la~ cosas mudas para enseñar y mover con más eficacia es
invisibles» .50 Se trata, dicho con versos de Calderón, de 110
el rnayor pnmor de la elocuencia ... con que domina en los afectos».
Dar a las ideas bulto Recordemos un episodio que no deja de ser significativo. En Gra-
de figuras aparentes .51 pada aparece~, unos pasquines que ponen en tela de juicio el dogma,
cuya declaracwn se postula, de la Inmaculada Concepción. La Chan-
Según piensa el hombre del xvu, la itu:orporación de ut1 elemen~tJ cillería encarga a Ca~derón un auto, en su defensa . Escribe La hidalga
plástico a un cot~tenido didáctico refuerza grarJdmtente las posibili· dat Valle. La doctnna de Calderon es simple y poco rigurosa. Se
dades de asimilación de este tíltimo. Ya hemos hecho referencia a su sirve de figuras ~e muy dudoso valor doctrinal; peto ello no impor-
fuerza para patentizar lo inmaterial. Pero además su eficacia adoct.ti• 18ba, porque m1entras la réplica teológica correspondería a otros,
nante deriva de que .1,Q sensible se queda impreso en la memori!l, se del poeta
retiene mayor tiempo y puede, consiguientemente, inBuir más honda.
su misión era m~viliz ar el sentimiento popular, haciéndolo coope,-
mente. También dice Carvallo que el uso de i.tnágenes que han de
rar con las autondades y estas burdas analogías eran gráficamente
ser <<rumiadas y entendidas», se ha considerado recomendable «para eficaces y convincentes para el vulgo.56
que mejor se quedase en la memoria de los hombres la doctrllla que
debajo de tales figuras les enseñabam>.52 Coincidiendo con esta esti. Algo parecido se podría decir de la literatura emblemática: es
mación, Saavedra Fajardo declara haber escrito su obra «con el buril una literatura en apoyo de unas ideas políticas , morales, sociales, que
y con la pluma» al objeto de que «Sitvan las :figuras de memo~ia ~rn~len_ afavor de el~as , no la fuerza demostrativa, sino la persuasión
artificiosa» .53 md1cat1vo: pone en Juego resortes psicológicos que mueven el ánimo
El emblema, pues, que añade a la obra literaria las posibilidades y lo atraen. Sólo que, dirigiéndose a un público de lectores se pre-
1
ele su parte óptica, «imprime en el entendimiento las imágenes», al senta con más depurado arte. Efectivamente, aparté de es te valor
modo de la pintura. El hombre de la cultura barroca comprueba, educativo general del factor sensible, hay que tener en cuenta otras
conforme nos hace observar C. At·gan, que para él la comunicación poslbili~a?es derivadas del mismo valor visual, que en la literatura
al nivel de la imagen parece más eficaz que al nivel intelectual del emblematlca se dan? y que también el arte plásticp religioso del
concepto.>1 A esto responde en el lenguaje de la época el sentido de' ~mento, como la hteratura política emblemática, ponen a su servi-
«mover» que a los aspectos plásticos de la literatura emblemática, CIO. P~esto que la voluntad es intensamente influida por los sentidos,
se. esuma que ,lo que a éstos halague tendrá mucho conseguido para
50. O p. cit., 1, p. 117.
r mat en aquella . De esta manera, la literatura emblemática utiliza
51. El empleo de figuras para llegar a lo suprasensible, se expone en atto d f_actor estético, y a Orozco le hemos visto pedir que el emblema
auto de Calderón, Sueños hay que verdad son, ed. citada de los Autos som· tUVIera buena vista . Es frecuente atender en estos libros a la gracia
mentales, p. 1.215.
52. Op. cit., pp. 115 y 117. 55. Empresa LII, p. 429.
53. Idea de un príncipe político y cristiano, representada en cien eiiiPI'eJIJS, 56. Entwistle, «La controversia en los autos de Calderón», NRFH (1948)1
Obras Completas, ed. de González Palencia, Madrid, p. 160. 1!•3, pp, 225 y SS.
54. La Europa de las capitales, p. 22.
LA LITERATURA DE EMBLEMAS 113
TEATRO Y LITERATURA EN LA SOCIEDAD BARROCA
112
sente en lo pasado, propone en aquel sujeto lo que quiere condenar
y aún a la belleza de Ja parle gráfica. Así, el padre Juan. de Aguirte, en éste, apunta a uno para dar en otro; deslumbra las pasiones
en la aprobación de )a obra de Bafios ~e Velasco, elogta ~ue a ¡11s desmiente los efectos, y por ingenioso circunloquio viene siempr~
antiguas verdades de Séneca, «nueva vtda y hermo~as facc.tones les a parar en el punto de su intención.s9
da la plllrrm y el pincel de los blasones» de que se si!V~ s~ moderno
autor·.s7 y realmente los emblemas de Baños, en el dibt1JO y en el J)eleitar e inocular una dosis de doctrina, venciendo la resistencia
grabado, debidos la mayor t;>arte a ~ cierto presblt;ro Orozco y guc a su asimilación opone nuestra desordenada naturaleza, éste es
otiTos a Diego de Obregón, son espléndidos y de lo mas bello y pe~. IJ]lO de los fi.nes .por los que los poetas, en general, usan de figuras,
fecto que en esta Clase de trabajos dio el arte del. libro espa~ol en ~1 _rrnlles y ficciOnes. De la poesía había de pasar a la literatura política
siglo xvu. La intensa intervención de la Iglesm ~ la , pmtura y y moral. , . ., .
escultura durante la época del barroco demuestra el tnteres que clla Es comun opmwn en el s1glo xvn que, con la artística disposición
puso en la utilización de los valor~s estéúcos de carácter plástico de la verdad, es más fácil atraer la voluntad del hombre hacia ella.
pata la formación religio a. Y lo m_1smo sucede en el c~po de }a .como con esto -dice Garau- se añade lo deleitable del precepto
ideología política. Esos valores estéttcos de las representaczones .Plas. y-lo gustoso del arte, sale fácilmente con el rendimiento de la volun·
ticas ittcrementan La eficacia educativa de éstas. Es la más .atinada 10g, pues cerca está de obedecer quien del precepto se gusta.» 60 El
manera de cumplli· con el precepto l1oraciano, renovado amphamente n!lltlitiJiento de la voluntad es, dicho en hermoso castellano el fin
por la cultma ba.tToca. Gracián lo enunciará así: <<Es gran método p~r eguido por todo el amplio movimiento educativo del sigÍo xvn.
- ¡untar
de ensenar, . 1o u.'til con 1o du1ce>>.5~ Al valor de caso empíricamente dado y, por consiguiente, emi-
Es menester, por tanto, vestir la verdad. La. razón deb: prt- nentemente real; a la fuerza de fijación de la memoria y de impre·
sentarlá de tal manera a la voluntad que, adornándola con las mago- sionabiJidad del ánimo que los medios visuales ofrecen, el emblema
tables galas del ingenio, la haga amable y atrayente. Puesto que ~ añndc una tercera condición favorable, en relación a los objetivos
mentira y el mal, piensa el hombre del barroco, gozan de la v~ta)t S(l(!illles educativos que con su uso busca el escritor barroco: se trata
de ser más balagüe.ños que la sequedad de la verdad Y d la vutud. Rhorn de las posibilidades derivadas de su oscuridad. La literatura
tarea del escritor agudo e ingenioso, que es el más alt~meote estima. emblemáticn reúne, pues, un triple factor de ejemplaridad, plasticidad
ble, ha de ser dar a estas última la agradable ~r~seno~ 'l:ue las baga y dificultad.
imponerse. Y Gradán, para defender esta opmJ.6n, sJgutendo Ya el Este .último asp.ecto se da en grado superlativo, en una de las
p1·ecepto que ella enciena, inventa Ul1 a~ól.ogo. Es la vecd.ad, nee $UbCSJ.leCies de la hteratura que nos ocupa, el «enigma», hasta el
relata el autol', esposa legitima deJ enten~}eoto; pero al'tOJada dd punto de que sobrepasa los límites de oscuridad que normalmente
tálamo po1· la mentira, la agudeza advrruo a aquélla c6mo debfa e recomjendan y, más que un género literario, ha de considerarse
un jueg? social de adivinanzas, practicado entre grupos de gentes
proceder:
q?e estiman los extremos del ingenio . De tal forma, se ha usado
Abrió los ojos la verdad, dio desde entonces en andar con artl· Siempre qu~ el v~rtuosismo del escritor ha tenido un prestigio fuera
fi.cio; usa de las invenciones, introdúcese por rodeos, vence C011 de un amb1ente Jntelectual. Sabemos que escritores hispano-hebreos
estratagemas, pinta lejos lo que está muy cerca, habla de lo ptt- de la alta Edad Media componían enigmas y los cancioneros del

57 La preocupación de Snnvcdra y de Gracián por la pintura es W,~


1
cativa; pueden verse algunos referencias en mi obra Velázquez Y el esp Tlltl
59. Gracián, op. cit., discurso LV.
60. Observaciones parecidas pueden hallarse en numerosos autores de la
la modemidad, Madrid, 1960. ~.
58. Ag11dcza y arte de it~ge11io, discurso XLIII.
8,- MARAVALL
TURA -EN LA SOCIEDAD BARROCA LA LITERATURA DE EMBLEMAS 115
114 TEATRO Y LITERA
. b número de ellos .61 Es comtm:.nsibl~ ente, pero la cual llega, o debe llegar, hasta e.llírnite en que vcn-
siglo xv co.nuenen un ~~~: or este extravagante juego de inge.. :rls constitt1yc un gusto para el que en ello se ejercita. Con Carvallo,
que en e~ stglo xvn. el. ~ ran ~scritores de toda clase, entre ellos el público batroco está :;egw·o «de que nos da más gusto lo que se
nio .cundtera /. se eJer~~~tamente encajados en las condiciones del clJze con figuras y semejanzas que lo que en propios y ordinarios
escntores polltlcos,Mp~r .. R' 62 Carvallo y Lope de Vega coinci. térJllinos se clize, la experiencia nos lo enseña».65 Si ia plástica mueve
b omo un artu tzo. d
arroco, e. . 1 'ue o literario el requisito de extrema a oscu. los efectos, la sutil dificultad se atrae el ingenio y produce una ?mty
d~n e~ atnbutr ~ t~0 l es:a referencia al caso del «enigma», extrerno gustosa fruici6tt.
ndad. Hemos ~~ e entienda mejor lo que se pretende El elogio de la dificultad es frecuente en los escritores del si-
límite de la cuesuonl, palrda que : uperable de los otros tipos tbás glo xvn, y el gusto general por ella es tal que los enigmas y jeroglífi-
con la dificultad, ca cu a amen e .s ' cos llegan a constituir una literatura, si no popular, sí de amplia
. d 1 literatura emblemáuca .
proptos e a d' do bien el problema, Seznec veía una antinomia difusión ciudadana. En las grandes fiestas que en las ciudades se
No compren ten organizan por cualquier fausto motivo, así como en las solemnidades
donde no la hay: necrológicas, que tienen también mucho carácter de festejo público,
,. se ún él- persigue dos fines con tradicto. en calles y plazas se levantan representaciones con figuras que llevan
La Emblemattca - g . un modo esotérico dt:
ríos: busca, e
d una parte converurse en ,
' . 0 tiempo quiere ser didactica ... ;
al pie un oscuro y sutil epigrama y que, por tanto, son emblemas.
., de otro a un mtsm ,. 1 Así, Gracián habla de un emblema que se pintó en Zaragoza con
expreswn, Y . d' ez un lenguaje hermettco y un en.
tiene la pretenstón e ser a 1a v ocasión de las exequias reales de Felipe II. Hubo incluso fiestas
guaje popular.64 públi<;as de epigramas, que dieron motivo a la publicación de libros
político-morales, explicando los conceptos oscuros en aquéllos conte-
. l blema proclll'a multiplicar sus posi.
.
D¡gamos que . , ed em una expresión dif'1c1·1 • Se expliet~,
. , preasamenre
. nidos. Ejemplo es el del padre Martínez de Herrera : El Príncipe
bilidades d1dacucas ~cogtéll ~se da d luego a ser un lenguaje poptl· ~dvertido y declaración de los epigramas de Nápoles la víspera de
ra que st renuncla, es e ' . . . San Juan. Son manifestaciones de cultismo y de conceptismo, en un
de esa mane , . . de la medida necesal'Ía para no me u mr en
h r, no se. bq de.,a?art~ emblema va dirigido a1 grupo de los cultos momento en que estos estilos han penetrado en el público. ·
un lengua¡e esotenco. . - a verdadera masa-, los cual~s La dificultad incita al ingenio y le detiene mientras se esfuerza
-en el xvn, ya éstobs. coaln:~t~e:.:vos bíblicos, mitológicos, hist& por resolver el oculto sentido que encierra. Al mismo tiempo hace
conocen y les son ha _HUd . m"ne'Jan y de los cuales hay que el concepto quede más honda y persistentemente grabado en la
c1 e escntos se " • .mente. Y por este doble motivo de detención y de recuerdo más
ricos que erl esa ase . T amos en cuenta que ante ellos
incluso repertorios establecidos. eng . . na dificultad cierta· intenso, tiene un innegable valor educativo . «A más dificultad -dice
los lectores del siglo XVII se encuentran con u , Gracián-, más fruición del discurso en topar con el significado cuan-
1 r t ra hispano-hebrea, véase J, M.' do está más oscuro» .66 Carvallo asegura que los poetas usan de la
61. Sobre el hecho. indicado en aa ~~;ai~a, Barcelona, 1947, pp. 41 y S!, oscuridad de ficciones y figuras para que
Millas y ehudá ha - Levt como poeta y pl ?, d diez enigmas en un manuS!
' b' h
62. De él descu rl ~ce a
ños unadrid
co eccton e di cuenta, 'publicando uni
de la que sus obras se lean con mayor atención y cuidado de entenderlas,
crito de la Biblioteca NactOnal de ~a ,' 'pes de dicho autor, Madrid, 1945. porque de ver las cosas muy claras se engendra cierto fastidio con
muestra • en mi edición · delIINorte e prtnct muy dt'ficultosa de enteoders~¡ que se viene a perder la atención.
p 89· «que sea ¡
63. Carvallo, op. ctt., ' . d . d A '1 Madrid p. 1.242: «es en gros
d B l, n la e e gm ar, '
Lope, Pastores e, e en, e . de difícilmente». 65. Op. cit., I, p. 116.
una oscura alego.rta qued sse d~~~~nantiques Londres, 1940, p. 94 . 66. Gracián, op. cit., discurso XL.
64. La survwance e '
LA LITERATURA DE EMBLEMAS 117
TEAtRO Y Ll~ERATURA EN LA SOCIEDAD BARROCA
116
doctJ.'ÍOII puede cal~r. y hacer sazón. De esta manera, esos recursos
Un escritor del género como Saavedra declara ~:~:ha presdndido del género emblematlco se han puesto desde siempre al servicio de
de explicar gue los cuerpos de sus empresas Slf:$LU..L.lcan, lo lnisrno In (1losof1a. n~tural y .de la moral y política, piensa Saavedra Fajardo,
que también hacen Menda y Baños con sus emblemas, potque l por ím~r1m1~las me¡or en los ~ni~os»:68
lector no pierda el gusto de entenderlas por sf mismo» . La sabr:~ Ese mteres que atrae al pubhco uene su medida, como hemos
dificultad qne en ellas baila el ingenio es com una técnica de gr:" ,Ucho. Por eso, ~arvall~ dirá que ciertos conocimientos hay que
bado que fija la doctrina. darlos con una do~1s de dificultad que impida «fuessen claros y paten-
Carvallo nos ha dejado todavía un testimonio más intetesant tes a todos, p~rd1endo en esto, por ser comunes, la estima en que
para hacernos comprender el alcance social de la cuestión: e debí~ ser t~m~o~». Y López Pinciano da una fórmula inspirada en
de ver las cqsas muy claras se engendra cierto fastidio con que S 11
¡ ¡nlsmo prmClplo : el emblema debe atenerse «a no ser tan claro
viene a perder la atención, y así se leerá un es~udi~nte cuatr? hoja: que todos lo entiendan, ni tan oscuro que de muchos sea mal enten-
de un libro que, por ser claro y de cosas ordmartas , no attende 11 dido»; comentando la figura de una empresa concreta dice que «es
lo que lee. Mas .si es dificultoso y extraordinario su estilo, esto buena porque es c~ara a ~os .discre;os y escura a ·los que no lo son» .69
propio lo incita a que trabaje por entendello, qu~ naturalmente Este pare~er de L~pez Pmc1~no tiene un innegable interés sociológi-
somos inclinados a entender y saber, y un contrano con 67
otro se co: nos v1ene .a senalar el m1smo grupo de ciudadanos cultos a quie-
esfuerza, ansi con la difficultad crece el apetito de saber. nes el. conceptismo barroco se dirige, a través de sus diferentes mani-
(e$tacrones.
Este pasaje nos hace ver que la cuestión se plantea en relación con Volva~os a .referirnos al fenómeno de ampliación de la opinión
los estudiantes, esto es, con un. público -y podetnos generalizat n que conoc1a el stglo xvn ..La gente opina y hay que ver en ello uno
estos términos la referencia- que tiene como ejercicio habitual lee~. de los aspectos de la corr1ente de mayor participación social q 1
Y, además, que se trata de una situación histórica, la culturn de 1• cr1~ .t s de1 Renac1m1~nto
. . h
a provocado, debida en gran parte al incre-
ue a
época barroca, condicionada por el doble ittego de direcci6n autarl. J de1 la educaciÓn que ella misma tra¡·o cons1'go·· la orgamzacwn
mento · ·'
taria en el escritor y de aspiraciones de libertad en los l?,llllPoS e. escu.~ a~ en tanbgran número de pueblos, la creación de nuevas
urbanos. umverS1 a . es Y, so re todo, la difusión del libro en virtud de la im-
Teniendo en cuenta, en primer lugar, el público a que se deatina prenta -<:lt~u~stancia que la época estima como uno de los aspectos
-y esto puede extenderse a tod s los productos del barroco-, dnda, más
• • caractenstlcamente
, • expansivos
• de la s1'tuac1'o'n •10 Los l'b
1 ros que
en segundo lugar, la necesidad de contar con sus asplraciohes de 1lll Imprenta, se~un dtcen qmenes los escriben en el siglo xvn lanza

participación -el reconocimiento de la fuerza de la opinión en el XVII ~ grandes cantidades, se dirigen a esa mayor masa de lectore~. Con
es un dato del que hay que partir siempre-- y en tercer lugar, aten- tos .h~~ que contar y se escribe, en parte al menos , para configurar
diendo a la finalidad que se persigue de educar y dirigir a ese público l~.opmwn de esa masa. Los libros que tratan del príncipe 0 de los
que opina sirviéndose para ello de resortes psicológicos eficaces, nt» minlsttos no. se hacen para éstos, sino para gentes que hablan de
será fácÚ 1compxender que el emblema, con su ejempladsmo y su c~loó, que opman sobre su gobierno -y esas manifestaciones de opi-
plasticiclad, haya de juntar una dosis de diúcultad que sarisbuJa la nt6n pueden tener su fuerza en la vida pública-. La literatura
afición al ingenio de esos nuevos grupos cultos, sin defraudados ~r
exceso insuperable. Con ello, la atención del lector se sujeta, la me- 68. Empresa LXVIII, p. 518.
69. Op. cit., t. I, pp. 296 y 299 .
moda retiene más fácilmente, la impresión en el ánio1o se fija y la
. 70. Véase mi .artículo «La imagen de la sociedad expansiva en la concien-
~ castellana del siglo XVI», que aparecerá en el Homena;e a Fernand Braudel.
67 . Op. cit., I, p. 114.
118 TEATRO Y LITERATURA EN LA SOCIEDAD BARROCA

barroca de príncipes está integrada principalmente por obras dest!.


nadas a los que se ocupan de política y hablan de lo que hacen
deberían hacer los gobernantes . Son obras para los que critican a los
príncipes.
· El contenido de esas obras respon?e a una concepción .tracücimnaj
del saber. El emblema -como el apologo o como el afortsmo- 110
es un método de investigación y conquista de nuevos conocimientos,
sino de distribución -en este caso, sí, para mavores masas- de \.11'1
saber constituido. Se trata de la alimentación fija de las mentes en RELACIONES DE DEPENDENCIA
una sociedad estática, al modo como la economía proporciona Ull E INTEGRACióN SOCIAL.
avituallamiento de los individuos, según patrones fijos correspondien. CRIADOS, GRACIOSOS V PfCAROS
tes al estrato social de cada uno . Pero precisamente por esa expan i6n
numérica del público al que se destina el consumo de la literatura
barroca y por el hecho de que esa ampliación dé lugar a que se alca 11 • Entre los cambios sociales que trajo consigo la crisis del Rena-
cen con el libro individuos que ejercen su opinión con más libettlld ,dmiento en España, hay uno , entre otros muchos , que obliga al his-
y posible discrepancia que las de los estamentos cultos de ét)OCl\s toriador a considerarlo de cerca y muy particularmente, por las
precedentes , la forma de llegar a ellos con la doctrina Que se qulcr tepercusiones de largo plazo que tuvo después. Se trata de los modos
suministrarles ha de ser otra. Para nuevos grupos sociales mayol'Ps de relacionarse los hombres de diferentes grupos dentro de la colec-
en masa, y para el nuevo tipo eme en esas zonas de público se encuen. tividad global, modos en los cuales, durante las últimas décadas del
tra, hace falta servirse de nuevas formas de transmisión y de ft jnaión siglo XVI y en el ámbito de la subsiguiente cultura del Barroco, sur-
de unos saberes, aunque éstos sean de carácter tradicional. gleron alteraciones que inciden en el proceso de transformación de
Este es el proble~a de la cultura barroca que suscita la ampliA la sociedad tradicional o de estamentos. Hay que preguntarse, en
utilización de la literatura emblemática : recursos nuevos , adaptados consecuencia, cómo vinieron a constituirse y cómo pueden compren-
al número y calidad de nuevos destinatarios , eficaces para mover lo~ derse, desde los supuestos de la época -no ya sólo en España, sino
resortes psicológicos predominantes en aquéllos . Pero todo ello, a ~n en gran parte de Europa- nuevas formas de relacionarse los indivi-
de comunicar y socializar unos conocimientos o modos de pensar de duos, quebrantando en alguna medida los patrones recibidos. Esas
carácter estáti~o , en correspondencia con la estructura tradidontll fprmas· interindividuales de relación -sobre todo aquellas que se
de la sociedad que se pretende salvaguardar. Un~ sociedad que se hl\ refi~ten a los vínculos de subordinación-, se convierten en un ver-
ampliado, que no puede reducirse al marco de In estricta tradición, dadero tejido social y configuran ciertos tipos humanos en cada época.
pero en la que se siguen imponiendo los intereses de los grupos tr:t· Asf aconteció en el período que hemos acotado, en el que tales víncu-
dicionalmente privilegiados, que ahora, además, se trata de vigodzar: los llegan a solidificarse en formas estereotipadas. Tiene interés
pero a este objeto, en la nueva situación social se necesita contar c?nsj~erar el tema, por de pronto, en cuanto que, en su aspecto
con la aceptación de esos otros grupos más amplios , para cuya C8P· hts~6nco, la formación de los lazos de dependencia, dentro de una
tación mental el barroco pone en juego su variado repertorio de 6omedad, constituye un elemento caracteriiador de la misma; en
recursos· entre ellos esos emblemas en los que se juntan, tomo segundo lugar, porque, en el caso que se va a analizar, representa
hemos ~isto, mucho; factores que, desde las ideas psicoló ices \' una fase problemática y decisiva en la aparición de la sociedad
pedagógicas de la época, se juzgan de eficaz acción sobre los espíritU • tn®e.rna, más o menos lograda en unos o en otros casos, en unos o

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