Está en la página 1de 2

La añoranza de la acequia

Hace mucho tiempo un niño de once años llamado Ciro vivía en el distrito de
Grocio Prado y cierto día cuando estaba esperando a su amigo para jugar
fútbol, escuchó una voz a lo lejos. Ya que cerca de su domicilio se ubicaba una
acequia muy importante para el centro poblado. Ciro no sabía de dónde
provenía la misteriosa voz.
Cuando pensaba retornar a su casa, nuevamente escuchó la voz que decía:
Ciro, ven ¿no me escuchas?
- ¿Quién me llama que no lo puedo ver?
- Soy yo, la acequia, me encuentro aquí debajo recorriendo las chacras.
- ¡Hola! ¡Queeeeee! La acequia habla, no lo puedo creer, pero dime que
quieres decirme o haga por ti.
- Me encuentro enojado porque todos los pobladores arrojan su basura sin
medir las consecuencias de sus actos.
- Es verdad ¡lo siento mucho! lamentablemente la actitud de las personas no
cambia y no puedo hacer nada ante esta situación.
- Bueno, como no puedes hacer nada, no te diré nada más, gracias por tu
tiempo y en verdad disculpa por la molestia.
Es así como la acequia empezó a secarse, las plantas y pequeñas especies
murieron. Estos hechos hicieron pensar a Ciro de qué se puede hacer para que
haya agua nuevamente.
Entonces tuvo la idea de ir con sus padres para pedirles apoyo. Luego de ello
los tres fueron casa por casa de los pobladores para comunicarles la idea de
limpiar la acequia. Terminado esta petición, no lograron convencer a la gente
para que cambie su actitud sobre el cuidado del medio ambiente, pues las
personas no se percataban de la falta de agua y continuaron acumulando
basura y otros desperdicios en la acequia.
Y así transcurrieron tres semanas y media sin agua por lo que las personas no
podían lavar, regar las plantas, dar agua a los animales y otras actividades
cotidianas que requieren del uso del agua.
Las personas al darse cuenta de la escasez del agua, sintieron la necesidad de
que la acequia tuviera agua nuevamente, porque hacía mucha falta para aliviar
la carencia de este elemento vital para los seres vivos.
Es por ello que la gente acudió a la casa de Ciro para pedirle que hable con la
acequia para que les pueda proporcionar de agua, porque sin ello sus vidas y
de otros seres que corría peligro y se comprometieron a limpiar la acequia y
mantenerla siempre limpia.
Entonces Ciro buscó dialogar con la acequia por la mañanas, tardes y noches,
pero no había respuesta. Las personas lamentaban esta situación de falta de
agua, porque ya había pasado más de un mes y todo seguía igual.
Hasta que una mañana cuando Ciro se encontraba jugando cerca de la
acequia, oyó una voz que le dijo:
- Ciro, Ciro, Ciro ya escuché el clamor de los pobladores.
- Así es, al parecer tomaron conciencia de no contaminar la acequia y de la
falta de agua.
- Gracias a ti Ciro por hacerles comprender.
- No tienes que agradecerme porque nos estas haciendo un gran favor que
jamás olvidaremos.
En ese momento el cielo se cubrió de nubes y empezó a lloviznar, la acequia
lentamente empezó a llenar de agua limpia su cauce. Los pobladores muy
contentos, llenos de alegría se abrazaban unos a otros sin distinción de raza,
condición económica y religión por este maravilloso milagro.
Todos los pobladores, quienes se beneficiaban de esta acequia grociopradina
cuentan hasta ahora esta historia, pero que a pesar de todo hoy en día las
personas no toman conciencia del cuidado del medio ambiente y que solo se
recuerdan en momentos de necesidad o algunos desastres naturales.
Es a través de esta narración que te motivo a ser agente del cambio ya que
cada acción contribuye a la formación de nuestra sociedad y de las futuras
generaciones.

El visionario

También podría gustarte